JMJ
Pax
† Lectura del santo            Evangelio según san Juan 5, 1-3a. 5-16
Gloria a ti, Señor.
Era un día de fiesta para          los judíos cuando Jesús          subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, cerca de la puerta llamada          de las Ovejas, una          piscina que llaman en hebreo Betesda, con cinco pórticos. En          estos pórticos          había muchos enfermos recostados en el suelo: ciegos, cojos y          paralíticos. Había          entre ellos un hombre que llevaba treinta y ocho años inválido.          Jesús, al verlo          allí tendido, y sabiendo que llevaba mucho tiempo, le preguntó: 
          "¿Quieres quedar sano?" 
          Le respondió el enfermo: 
          "Señor, no tengo a nadie que me ayude a entrar en la piscina          cuando se          mueve el agua. 
          Mientras trato de llegar yo, otro se me ha adelantado". 
          Jesús le dijo: 
          "Levántate, toma tu camilla y camina". 
          Al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y comenzó a          caminar.
          Aquel día era sábado. Por eso los judíos le dijeron al que había          sido sanado: 
          "Hoy es sábado y no te está permitido llevar tu camilla".
          Pero él contestó: 
          "El que me sanó me dijo: "Toma tu camilla y camina"". 
          Ellos le preguntaron: 
          "¿Quién es ese hombre que te dijo: "Toma tu camilla y          camina?"" 
          Pero él no conocía ni sabía quién lo había sanado, pues Jesús          había          desaparecido entre la muchedumbre que se había reunido allí. Más          tarde, Jesús          se encontró con él en el templo y le dijo: 
          "Has sido sanado, no vuelvas a pecar más, pues podría sucederte          algo          peor". 
          El hombre fue a informar a los judíos que era Jesús quien lo          había sanado.          Jesús hacía obras como ésta en sábado; por eso lo perseguían los          judíos.
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y          comunidad-comunión. Con Dios es          igual: las "palabras          de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario visitarse,          y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en          la Eucaristía,          que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer          la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d)          pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la          salvación del          mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación:          http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del              Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en              vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos            en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión)            con el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          "Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso".            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser felices            para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección            del amor, es            necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide            la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar            debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo,              come y bebe su propia              condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados            mortales? no            confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989),            no comulgar al            menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos            no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a            decidir, derechos            (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación            natural sin causa            grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por            iglesia, demorar en            bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón,            borrachera,            drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de            venganza, ver            pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado,            etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados            mortales objetivamente,            pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay            excusa.
† Misal
mar 4a. Sem          cuaresma
      Antífona            de Entrada
      Los que están sedientos vengan por agua,              dice el Señor; aunque no tengan              dinero, vengan a beber con alegría.
Oración            Colecta
      Oremos:
            Que los sacrificios y oraciones cuaresmales dispongan, Señor,            a tus hijos para            celebrar dignamente el misterio pascual y transmitir al mundo            el feliz anuncio            de la salvación.
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén.
Primera            Lectura
      Vi salir agua del templo: era un agua              que daba vida y fertilidad
Lectura del libro del profeta Ezequiel              47, 1-9.12
En            aquellos tiempos, el ángel me llevó a la entrada del templo, y            vi que debajo            del umbral, por el lado oriental hacia el que mira la fachada            del templo,            brotaba una corriente de agua. El agua descendía por el lado            derecho del templo            hasta la parte sur del altar. Me hizo salir por el pórtico            norte y dar la            vuelta por fuera hasta el pórtico exterior que mira hacia            oriente, y vi que las            aguas manaban desde el costado derecho. El hombre salió en            dirección este con            un cordel de medir en la mano, midió quinientos metros y me            hizo atravesar el            agua, que me llegaba hasta los tobillos; midió otros            quinientos metros y me            hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta las rodillas;            midió todavía otros            quinientos metros y me hizo atravesar al agua, que me llegaba            hasta la cintura;            midió por fin otros quinientos metros y la corriente de agua            era ya un torrente            que no 
            pude atravesar, pues había crecido al punto que sólo a nado se            podía atravesar.            Entonces me dijo:
            "¿Has visto, hijo de hombre?"
            Después me ordenó que regresara a la orilla del torrente, y al            regresar vi que            junto al torrente en las dos orillas había muchos árboles. Y            me dijo:
            "Estas aguas fluyen hacia oriente, bajan al Arabá y desembocan            en el mar            Muerto, cuyas aguas quedarán saneadas. Por donde pase este            torrente, todo ser            viviente que en él se mueva vivirá. Habrá abundancia de peces,            porque las aguas            del mar Muerto quedarán saneadas cuando llegue este torrente.            Junto a las dos            orillas del torrente crecerá toda clase de árboles frutales;            sus hojas no se            marchitarán ni sus frutos se acabarán. Cada mes darán frutos            nuevos, porque las            aguas que los riegan manan del santuario. Sus frutos servirán            de alimento y su            follaje de medicina".
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo            Responsorial
      Sal 45, 2-3.5-6.8-9
El Señor está con nosotros.
Dios es nuestro refugio y fortaleza,            nuestro auxilio oportuno en el            peligro. Por eso no tememos, aunque tiemble la tierra y las            montañas se            desplomen en el mar.
            El Señor está con nosotros.
Los canales de un río alegran la ciudad de            Dios, la más santa morada del            Altísimo. Dios está en medio de ella, no puede ser destruida;            Dios la socorre            al despuntar la aurora.
            El Señor está con nosotros.
El Señor todopoderoso está con nosotros,            nuestra defensa es el Dios de            Jacob. Vengan a ver las obras del Señor, los prodigios que            hace en la tierra.
            El Señor está con nosotros.
Aclamación            antes del Evangelio
      Honor y              gloria a ti, Señor Jesús. 
            Crea en mí, Señor, un corazón puro y devuélveme tu salvación            que regocija.
            Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Evangelio
      Al              momento el hombre quedó curado
† Lectura              del santo Evangelio según san Juan 5,              1-3a. 5-16
Gloria a              ti, Señor.
Era            un día de fiesta para los            judíos cuando Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, cerca            de la puerta            llamada de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo            Betesda, con cinco            pórticos. En estos pórticos había muchos enfermos recostados            en el suelo:            ciegos, cojos y paralíticos. Había entre ellos un hombre que            llevaba treinta y            ocho años inválido. Jesús, al verlo allí tendido, y sabiendo            que llevaba mucho            tiempo, le preguntó: 
            "¿Quieres quedar sano?" 
            Le respondió el enfermo: 
            "Señor, no tengo a nadie que me ayude a entrar en la piscina            cuando se            mueve el agua. 
            Mientras trato de llegar yo, otro se me ha adelantado". 
            Jesús le dijo: 
            "Levántate, toma tu camilla y camina". 
            Al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y comenzó a            caminar.
            Aquel día era sábado. Por eso los judíos le dijeron al que            había sido sanado: 
            "Hoy es sábado y no te está permitido llevar tu camilla".
            Pero él contestó: 
            "El que me sanó me dijo: "Toma tu camilla y camina"". 
            Ellos le preguntaron: 
            "¿Quién es ese hombre que te dijo: "Toma tu camilla y            camina?"" 
            Pero él no conocía ni sabía quién lo había sanado, pues Jesús            había            desaparecido entre la muchedumbre que se había reunido allí.            Más tarde, Jesús            se encontró con él en el templo y le dijo: 
            "Has sido sanado, no vuelvas a pecar más, pues podría            sucederte algo            peor". 
            El hombre fue a informar a los judíos que era Jesús quien lo            había sanado.            Jesús hacía obras como ésta en sábado; por eso lo perseguían            los judíos.
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración            sobre las Ofrendas
      Acepta,            Señor, los dones que            tu providencia nos ha dado para sostén de nuestra vida mortal            y conviértelos en            alimento que da la vida eterna.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Prefacio
      Los              frutos del ayuno
En            verdad es justo y            necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre            y en todo lugar,            Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
            Porque con el ayuno corporal refrenas nuestras pasiones,            elevas nuestro            espíritu, nos das fuerza y recompensa, por Cristo, Señor            nuestro.
            Por él, 
            los ángeles y arcángeles y todos los coros celestiales            celebran tu gloria,            unidos en común alegría. Permítenos asociarnos a sus voces            cantando            humildemente tu alabanza:
           
Antífona            de la Comunión
      El Señor es mi pastor, nada me falta: en              verdes praderas me hace              recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas.
Oración            después de la Comunión
      Oremos:
            Que este sacramento, Señor, purifique y renueve nuestro            espíritu e infunda en            nuestro cuerpo la fuerza necesaria para vivir y morir            cristianamente.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén
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† Meditación diaria
Cuaresma. 4ª semana.          Martes
LUCHA PACIENTE CONTRA LOS          DEFECTOS
— El paralítico de          Betzatá. Constancia en la lucha y          en los deseos de mejorar.
— Ser pacientes en la          lucha interior. Volver al Señor          cuantas veces sea necesario.
— Pacientes también con          los demás. Contar con sus          defectos. Pacientes y constantes en el apostolado.
I. El Evangelio de la Misa          de hoy nos presenta a un          hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo, y que espera su          curación          milagrosa de las aguas de la piscina de Betzatá1. Jesús,            al verlo            echado, y sabiendo que llevaba mucho tiempo, le dice: ¿Quieres            quedar sano?          El enfermo le habló con toda sencillez: Señor –le dice–,          no tengo a            nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua;            para cuando llego            yo, otro se me ha adelantado. Jesús le dice: levántate, toma            tu camilla y echa            a andar. El paralítico obedeció: Y al momento el            hombre quedó sanado,            tomó su camilla y echó a andar.
El Señor está siempre          dispuesto a escucharnos y a          darnos en cada situación aquello que necesitamos. Su bondad          supera siempre          nuestros cálculos; pero quiere nuestra correspondencia personal,          nuestro deseo          de salir de aquella situación, que no pactemos con los defectos          o los errores,          y que pongamos esfuerzo para superarlos. No podemos          "conformarnos" nunca con          deficiencias y flaquezas que nos separan de Dios y de los demás,          excusándonos          en que forman parte de nuestra manera de ser, en que ya hemos          intentado          combatirlos otras veces sin resultados positivos.
La Cuaresma nos mueve          precisamente a mejorar en          nuestras disposiciones interiores mediante la conversión          del corazón a          Dios y las obras de penitencia, que preparan nuestra alma para          recibir las          gracias que el Señor quiere darnos.
Jesús nos pide          perseverancia para luchar y recomenzar          cuantas veces sea necesario, sabiendo que en la lucha está el          amor. "No le          pregunta el Señor al paralítico para saber –era superfluo–, sino          para poner de          manifiesto la paciencia de aquel hombre que, durante treinta y          ocho años, sin          cejar, insistió, esperando verse libre de su enfermedad"2.
Nuestro amor a Cristo se          manifestará en la decisión y          en el esfuerzo por arrancar lo antes posible el defecto          dominante o por          alcanzar aquella virtud que se presenta difícil de conseguir.          Pero también se          manifiesta en la paciencia que hemos de tener en la          lucha interior: es          posible que nos pida el Señor un período largo de lucha, quizá treinta            y            ocho años, para crecer en determinada virtud o para          superar aquel aspecto          negativo de nuestra vida anterior.
Un conocido autor          espiritual señalaba la importancia          de saber tener paciencia con los propios defectos: tener el            arte de            aprovechar nuestras faltas3. No debemos          sorprendernos –ni            desconcertarnos– cuando, habiendo puesto todos los medios          que          razonablemente están a nuestro alcance, no terminamos de superar          esa meta          espiritual que nos habíamos propuesto. No debemos          "acostumbrarnos", pero          podemos aprovechar las faltas para crecer en humildad          verdadera, en          experiencia, en madurez de juicio...
Este hombre que nos          presenta el Evangelio de la Misa          fue constante durante treinta y ocho años, y podemos suponer que          lo hubiera          sido hasta el final de sus días. El premio a su constancia fue,          ante todo, el          encuentro con Jesús.
II. Tened, pues,            paciencia, hermanos, hasta que            llegue el Señor. Ved cómo el labrador, con la esperanza de los            preciosos frutos            de la tierra, aguarda con paciencia las lluvias tempranas y            las tardías4.
Es necesario saber esperar          y luchar con paciente          perseverancia, convencidos de que con nuestro interés agradamos          a Dios. "Hay          que sufrir con paciencia –decía San Francisco de Sales– los          retrasos en nuestra          perfección, haciendo siempre lo que podamos por adelantar y con          buen ánimo.          Esperemos con paciencia, y en vez de inquietarnos por haber          hecho tan poco en          el pasado, procuremos con diligencia hacer más en lo porvenir"5.
Además, la adquisición de          una virtud no se logra, de          ordinario, con violentos esfuerzos esporádicos, sino con la          continuidad de la          lucha, la constancia de intentarlo cada día, cada semana,          ayudados por la          gracia. "En las batallas del alma, la estrategia muchas veces es          cuestión de          tiempo, de aplicar el remedio conveniente, con paciencia, con          tozudez. Aumentad          los actos de esperanza. Os recuerdo que sufriréis derrotas, o          que pasaréis por          altibajos –Dios permita que sean imperceptibles– en vuestra vida          interior,          porque nadie anda libre de esos percances. Pero el Señor, que es          omnipotente y          misericordioso, nos ha concedido los medios idóneos para vencer.          Basta que los          empleemos (...) con la resolución de comenzar y recomenzar en          cada momento, si          fuera preciso"6.
El alma de la constancia          es el amor; solo por amor se          puede ser paciente7 y luchar, sin aceptar los          defectos y los fallos          como algo inevitable y sin remedio. No podemos ser como aquellos          cristianos          que, después de muchas batallas y peleas, "acabóseles el          esfuerzo, faltóles el          ánimo" cuando estaban ya "a dos pasos de la fuente del agua          viva"8.
Ser paciente con uno mismo          al desarraigar las malas          tendencias y los defectos del carácter, significa a la vez huir          del conformismo          y aceptar el presentarse muchas veces delante del Señor como          aquel siervo que            no tenía con qué pagar9, con humildad, pidiendo          nuevas gracias.          En nuestro caminar hacia el Señor, sufriremos abundantes          derrotas; muchas de          ellas no tendrán importancia; otras sí, pero el desagravio y la          contrición nos          acercarán todavía más a Dios. Este dolor y arrepentimiento por          nuestros pecados          y deficiencias no son tristes, porque son dolor y lágrimas de          amor. Es el pesar          de no estar devolviendo tanto amor como el Señor se merece, el          dolor de estar          devolviendo mal por bien a quien tanto nos quiere.
III. Además de ser          pacientes con nosotros mismos hemos          de ejercitar esta virtud con quienes tratamos con mayor          frecuencia, sobre todo          si tenemos más obligación de ayudarles en su formación, en una          enfermedad,          etcétera. Hemos de contar con los defectos de quienes nos          rodean. La          comprensión y la fortaleza nos ayudarán a tener calma, sin dejar          de corregir          cuando sea oportuno y en el momento más indicado. El esperar un          poco de tiempo          para corregir, dar una buena contestación, sonreír..., puede          hacer que nuestras          palabras lleguen al corazón de esas personas, que de otra forma          permanecería          cerrado, y les podremos ayudar mucho más, con mayor eficacia.
La impaciencia hace          difícil la convivencia y también          vuelve ineficaz la posible ayuda y la corrección. "Sigue sacando          las mismas          exhortaciones –nos recomienda San Juan Crisóstomo–, y nunca con          pereza; actúa          siempre con amabilidad y gracia. ¿No ves con qué cuidado los          pintores unas          veces borran sus trazos, otras los retocan, cuando tratan de          reproducir un          bello rostro? No te dejes ganar por los pintores. Porque si          tanto cuidado ponen          ellos en la pintura de una imagen corporal, con mayor razón          nosotros, que          tratamos de formar la imagen de un alma, no dejaremos piedra por          mover a fin de          sacarla perfecta"10.
Debemos ser          particularmente constantes y pacientes en          el apostolado. Las personas necesitan tiempo y Dios tiene          paciencia: en todo          momento da su gracia, perdona y anima a seguir adelante. Con          nosotros tuvo y          tiene esta paciencia sin límites, y nosotros debemos tenerla con          los amigos que          queremos llevar hasta el Señor, aunque en ocasiones parezca que          no escuchan,          que no se interesan por las cosas de Dios. No les abandonemos          por eso. En estas          ocasiones será necesario intensificar la oración y la          mortificación, y también          nuestra caridad y nuestra amistad sincera.
Ninguno de nuestros          amigos, en ningún momento de su          vida, debería dar al Señor la contestación de este hombre          paralítico: "no tengo          a nadie que me ayude". Porque "esto podrían asegurar,          ¡desdichadamente!, muchos          enfermos y paralíticos del espíritu, que pueden servir... y          deben servir.
"Señor: que nunca me quede          indiferente ante las almas"11,          le pedimos nosotros.
Examinemos hoy en nuestra          oración si nos preocupan las          personas que nos acompañan en el camino de la vida; si nos          preocupa su          formación, o si, por el contrario, nos hemos ido acostumbrando a          sus defectos          como si fueran algo irremediable, y al mismo tiempo si somos pacientes.
Además, en esta Cuaresma          nos viene bien recordar que          con la mortificación podemos expiar también por los pecados de          los demás y          merecer de algún modo, para ellos, la gracia de la fe, de la          conversión, de una          mayor entrega a Dios.
En Jesucristo está el          remedio de todos los males que          aquejan a la humanidad. En Él todos pueden encontrar la salud y          la vida. Es la          fuente de las aguas que todo lo vivifican. Así nos lo dice el          profeta Ezequiel          en la lectura de la Misa: Estas aguas corren a la comarca de            Levante,            bajarán hasta el Arabá y desembocarán en el mar, el de las            aguas pútridas, y lo            sanearán. Todos los seres vivos que bullan allí donde            desemboque la corriente,            tendrán vida, y habrá peces en abundancia; al desembocar allí            estas aguas            quedará saneado el mar y habrá vida dondequiera que llegue la            corriente12.          Cristo convierte en vida lo que antes era muerte, y en virtud,          la deficiencia y          el error.
1 Jn 5, 1-6. — 2          San Juan Crisóstomo, Homilías            sobre el Evangelio de San Juan, 36. — 3 J. Tissot,          El arte de aprovechar            nuestras faltas, Palabra, Madrid 1976, 6ª ed. — 4          Sant          5-7. — 5 J. Tissot, loc. cit., p. 32. — 6          San Josemaría          Escrivá, Amigos de Dios, 219. — 7 Cfr. Santo          Tomás, Suma            Teológica, 2-2, q. 136, a. 3. — 8 Cfr. Santa          Teresa, Camino de            perfección, 19, 2. — 9 Cfr. Mt 18, 23 ss. —          10 San          Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de San Mateo,          30. — 11          San Josemaría Escrivá, Surco, n. 212. — 12 Ez          47, 8-9.
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
San Hugo,
          Obispo
          (año 1132)
Hugo significa "el          inteligente". 
Hay 16          santos o beatos que llevan          el nombre de Hugo. Los dos más famosos son San Hugo, Abad de          Cluny (1109), y          San Hugo, obispo de quien vamos a hablar hoy.
San          Hugo nació en Francia en el          año 1052. Su padre Odilón, que se había casado dos veces, al          quedar viudo por          segunda vez se hizo monje cartujo y murió en el convento a la          edad de cien          años, teniendo el consuelo de que su hijo que ya era obispo, le          aplicara los          últimos sacramentos y le ayudara a bien morir.
A los          28 años nuestro santo ya era          instruido en ciencias eclesiásticas y tan agradable en su trato          y de tan          excelente conducta que su obispo lo llevó como secretario a una          reunión de          obispos que se celebraba en Avignon en el año 1080 para tratar          de poner remedio          a los desórdenes que había en la diócesis de Grenoble. Allá en          esa reunión o          Sínodo, los obispos opinaron que el más adaptado para poner          orden en Grenoble          era el joven Hugo y le propusieron que se hiciera ordenar de          sacerdote porque          era un laico. El se oponía porque era muy tímido y porque se          creía indigno,          pero el Delegado del Sumo Pontífice logró convencerlo y le          confirió la          ordenación sacerdotal. Luego se lo llevó a Roma para que el Papa          Gregorio VII          lo ordenara de obispo.
En          Roma el Pontífice lo recibió          muy amablemente. Hugo le consultó acerca de las dos cosas que          más le preocupaban:          su timidez y convicción de que no era digno de ser obispo, y las          tentaciones          terribles de malos pensamientos que lo asaltaban muchas veces.          El Pontífice lo          animó diciéndole que "cuando Dios da un cargo o una          responsabilidad, se          compromete a darle a la persona las gracias o ayudas que          necesita para lograr          cumplir bien con esa obligación", y que los pensamientos aunque          lleguen          por montones a la cabeza, con tal de que no se consientan ni se          dejen estar con          gusto en nuestro cerebro, no son pecado ni quitan la amistad con          Dios.
Gregorio          VII ordenó de obispo al          joven Hugo que sólo tenía 28 años, y lo envió a dirigir la          diócesis de          Grenoble, en Francia. Allá estará de obispo por 50 años, aunque          renunciará el          cargo ante 5 Pontífices, pero ninguno le aceptará la renuncia.
Al          llegar a Grenoble encontró que          la situación de su diócesis era desastrosa y quedó aterrado ante          los desórdenes          que allí se cometían. Los cargos eclesiásticos se concedían a          quien pagaba más          dinero (Simonía se llama este pecado). Los sacerdotes no se          preocupaban por          cumplir buen su celibato. Los laicos se habían apoderado de los          bienes de la          Iglesia. En el obispado no había ni siquiera con qué pagar a los          empleados. Al          pueblo no se le instruía casi en religión y la ignorancia era          total.
Por          varios años se dedicó a          combatir valientemente todos estos abusos. Y aunque se echó en          contra la enemistad          de muchos que deseaban seguir por el camino de la maldad, sin          embargo la          mayoría acepto sus recomendaciones y el cambio fue total y          admirable. El          dedicaba largas horas a la oración y a la meditación y recorría          su diócesis de          parroquia en parroquia corrigiendo abusos y enseñando cómo obrar          el bien.
Todos          veían con admiración los          cambios tan importantes en la ciudad, en los pueblos y en los          campos desde que          Hugo era obispo. El único que parecía no darse cuenta de todos          estos éxitos era          él mismo. Por eso, creyéndose un inepto y un inútil para este          cargo, se fue a          un convento a rezar y a hacer penitencia. Pero el Sumo Pontífice          Gregorio VII,          que lo necesitaba muchísimo para que le ayudara a volver más          fervorosa a la          gente, lo llamó paternalmente y lo hizo retornar otra vez a su          diócesis a          seguir siendo obispo. Al volver del convento parecía como Moisés          cuando volvió          del Monte Sinaí que llegaba lleno de resplandores. Las gentes          notaron que ahora          llegaba más santo, más elocuente predicador y más fervoroso en          todo.
Un día          llegó San Bruno con 6          amigos a pedirle a San Hugo que les concediera un sitio donde          fundar un          convento de gran rigidez, para los que quisieran hacerse santos          a base de          oración, silencio, ayunos, estudio y meditación. El santo obispo          les dio un          sitio llamado Cartuja, y allí en esas tierras desiertas y          apartadas fue fundada          la Orden de los Cartujos, donde el silencio es perpetuo (hablan          el domingo de          Pascua) y donde el ayuno, la mortificación y la oración llevan a          sus religiosos          a una gran santidad.
Se          dice que al construir la casa          para los Cartujos no se encontraba agua por ninguna parte. Y que          San Hugo con          una gran fe, recordando que cuando Moisés golpeó la roca, de          ella brotó agua en          abundancia, se dedicó a cavar el suelo con mucha fe y oración y          obtuvo que          brotara una fuente de agua que abasteció a todo el gran          convento.
En          adelante San Bruno fue el          director espiritual del obispo Hugo, hasta el final de su vida.          Y se cumplió lo          que dice el Libro de los Proverbios: "Triunfa quien pide consejo          a los          sabios y acepta sus correcciones". A veces se retiraba de su          diócesis para          dedicarse en el convento a orar, a meditar y a hacer penitencia          en medio de          aquel gran silencio, donde según sus propias palabras "Nadie          habla si no          es para cosas extremadamente graves, y lo demás se lo comunican          por señas, con          una seriedad y un respeto tan grandes, que mueven a admiración".          Para San          Hugo sus días en la Cartuja eran como un oasis en medio del          desierto de este          mundo corrompido y corruptor, pero cuando ya llevaba varios días          allí, su          director San Bruno le avisaba que Dios lo quería al frente de su          diócesis, y          tenía que volverse otra vez a su ciudad.
Los          sacerdotes más fervorosos y el          pueblo humilde aceptaban con muy buena voluntad las órdenes y          consejos del          Santo obispo. Pero los relajados, y sobre todo muchos altos          empleados del          gobierno que sentían que con este Monseñor no tenían toda la          libertad para          pecar, se le opusieron fuertemente y se esforzaron por hacerlo          sufrir todo lo          que pudieron. El callaba y soportaba todo con paciencia por amor          a Dios. Y a          los sufrimientos que le proporcionaban los enemigos de la          santidad se le unían          las enfermedades. Trastornos gástricos que le producían dolores          y le impedían          digerir los alimentos. Un dolor de cabeza continuo por más de 40          años (que no          lo sabían sino su médico y su director espiritual y que nadie          podía sospechar          porque su semblante era siempre alegre y de buen humor). Y el          martirio de los          malos pensamientos que como moscas inoportunas lo rodearon toda          su vida          haciéndolo sufrir muchísimo, pero sin lograr que los consintiera          o los          admitiera con gusto en su cerebro.
Varias          veces fue a Roma a visitar          al Papa y a rogarle que le quitara aquel oficio de obispo porque          no se creía          digno. Pero ni Gregorio VII, ni Urbano II, ni Pascual II, ni          Inocencio II,          quisieron aceptarle su renuncia porque sabían que era un gran          apóstol y que si          se creía indigno, ello se debía más a su humildad, que a que en          realidad no          estuviera cumpliendo bien sus oficios de obispo. Cuando ya muy          anciano le pidió          al Papa Honorio II que lo librara de aquel cargo porque estaba          muy viejo, débil          y enfermo, el Sumo Pontífice le respondió: "Prefiero de obispo a          Hugo,          viejo, débil y enfermo, antes que a otro que esté lleno de          juventud y de          salud".
Era un          gran orador, y como rezaba          mucho antes de predicar, sus sermones conmovían profundamente a          sus oyentes.          Era muy frecuente que en medio de sus sermones, grandes          pecadores empezaran a          llorar a grito entero y a suplicar a grandes voces que el Señor          Dios les          perdonara sus pecados. Sus sermones obtenían numerosas          conversiones.
Tenía          gran horror a la calumnia y          a la murmuración. Cuando escuchaba hablar contra otros exclamaba          asustado:          "Yo creo que eso no es así". Y no aceptaba quejas contra nadie          si no          estaban muy bien comprobadas.
Una          vez, cuando por un larguísimo          verano hubo una enorme carestía y gran escasez de alimentos,          vendió el cáliz de          oro que tenía y todos los objetos de especial valor que había en          su casa y con          ese dinero compró alimentos para los pobres. Y muchos ricos          siguieron su          ejemplo y vendieron sus joyas y así lograron conseguir comida          para la gente que          se moría de hambre.
Al          final de su vida la artritis le          producía dolores inmensos y continuos pero nadie se daba cuenta          de que estaba          sufriendo, porque sabía colocar una muralla de sonrisas para que          nadie supiera          los dolores que estaba padeciendo por amor a Dios y salvación de          las almas.
Un día          al verlo llorar por sus          pecados le dijo un hombre: "- Padre, ¿por qué llora, si jamás ha          cometido          un pecado deliberado y plenamente aceptado?- ". Y él le          respondió:          "El Señor Dios encuentra manchas hasta en sus propios ángeles. Y          yo quiero          decirle con el salmista: "Señor, perdóname aun de aquellos          pecados de los          cuales yo no me he dado cuenta y no recuerdo".
Poco          antes de su muerte perdió la          memoria y lo único que recordaba eran los Salmos y el          Padrenuestro. Y pasaba          sus días repitiendo salmos y rezando padresnuestros…
Murió          cuando estaba para cumplir          los 80 años, el 1 de abril de 1132. El Papa Inocencio II lo          declaró santo, dos          años después de su muerte.
San          Hugo: te encomendamos nuestros          obispos. Pídele a Dios que tengamos muchos obispos santos que          nos lleven a          todos a la santidad.
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Fuente:          ACI Prensa 
          Celso de Armagh, Santo Arzobispo, Abril 1   
              
 Arzobispo de Armagh Martirologio Romano: En                    el lugar llamado Ardpatrick, en la región de Munster,                    en Irlanda, san Celso, obispo de Armagh, que trabajó                    en favor de la instauración de la Iglesia (1129).                   Como sus ocho predecesores, Celso era                  laico, al asumir la sede en 1105, a los veintiséis años                  de edad.   |           
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Fuente:          EWTN 
          María Egipciaca, Santa Eremita Penitente, Abril 1   
              
 Eremita Penitente Martirologio Romano: En                    Palestina, santa María Egipcíaca, célebre pecadora de                    Alejandría, que por la intercesión de la                    Bienaventurada Virgen se convirtió a Dios en la Ciudad                    Santa, y llevó una vida penitente y solitaria a la                    otra orilla del Jordán (s. V).  Una hermosa tradición muy antigua cuenta                  que en el siglo V un santo sacerdote llamado Zózimo                  después de haber pasado muchos años de monje en un                  convento de Palestina dispuso irse a terminar sus días                  en el desierto de Judá, junto al río Jordán. Y que un                  día vio por allí una figura humana, que más parecía un                  esqueleto que una persona robusta. Se le acercó y le                  preguntó si era un monje y recibió esta respuesta: "Yo                  soy una mujer que he venido al desierto a hacer                  penitencia de mis pecados".  
 alimentaba de dátiles, de raíces, de                  langostas y a veces bajaba a tomar agua al río. En el                  verano el terrible calor la hacía sufrir muchísimo y la                  sed la atormentaba. En invierno el frío era su martirio.                    |           
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|                José Anacleto González Flores y 8                  compañeros, Beato  |           
San            Anacleto, mártir laico
Etimológicamente: Anacleto = Aquel que            es requerido o llamado, es de            origen griego.
José          Anacleto González Flores          nació en Tepatitlán, Jalisco, el 13 de julio de 1888, en un          ambiente de extrema          pobreza. 
          
          En 1908 ingresó al seminario auxiliar de San Juan de los Lagos;          pronto alcanzó          grandes adelantos en las ciencias y hasta pudo suplir con creces          las ausencias          del catedrático, ganándose el apodo de toda su vida: "Maistro          Cleto".          Cuando comprendió que su vocación no era el sacerdocio          ministerial ingresó en          la Escuela libre de leyes. Notable pedagogo, orador, catequista          y líder social          cristiano, se convirtió en paladín laico de los católicos de          Guadalajara. 
          
          Poseedor de vasta cultura, escribió algunos libros llenos de          espíritu          cristiano, así como centenares de artículos periodísticos. En          octubre de 1922          contrajo matrimonio con María Concepción Guerrero, quien no          asimiló el amor al          apostolado de su marido; con todo fue esposo modelo y padre          responsable de sus          dos hijos. 
          
          Muy fiel a su prelado, el siervo de Dios Francisco Orozco y          Jiménez, propuso a          los católicos la resistencia pacífica y civilizada a los ataques          del Estado          contra la Iglesia; constituyó por ese tiempo la obra cumbre de          su vida, la          Unión Popular, que llegó a contar con decenas de miles de          afiliados. 
          
          Al finalizar el año 1926, después de haber agotado todos los          recursos legales y          cívicos habidos, y ante la inminente organización de la          resistencia activa de          los católicos, apoyó con su prestigio, su verbo y su 
|                José Anacleto González Flores y 8                  compañeros, Beato  |           
vida,          los proyectos de la Liga          nacional defensora de la libertad religiosa. 
          
          Alimentado con la oración y la comunión diaria, fortaleció su          espíritu para dar          su voto con sangre por la libertad de la Iglesia católica. La          madrugada del 1          de abril de 1927 fue aprehendido en el domicilio particular de          la familia          Vargas González; se le trasladó al cuartel Colorado, donde se le          aplicaron          tormentos muy crueles; le exigían, entre otras cosas, revelar el          paradero del          arzobispo de Guadalajara: "No lo sé, y si lo supiera, no se lo          diría", respondió. Los verdugos, bajo las órdenes del general de          división          Jesús María Ferreira, jefe de operaciones militares de Jalisco,          descoyuntaron          sus extremidades, le levantaron las plantas de los pies y, a          golpes, le          desencajaron un brazo. 
          
          Antes de morir, dijo a Ferreira: "Perdono a usted de corazón,          muy pronto          nos veremos ante el tribunal divino, el mismo juez que me va a          juzgar, será su          juez, entonces tendrá usted, en mi, un intercesor con Dios". El          militar          ordenó que lo traspasaran con el filo de una bayoneta calada. Su          muerte hundió          en luto a los tapatíos. 
          
          El grupo de los 9 mártires beatificados por Benedicto XVI el 20          de Noviembre de          2005, es completado por:
          Anacleto Gonzalez Flores, Laico, 1 abril
          José Dionisio Luis Padilla Gómez, Laico, 1 abril
          Jorge Ramon Vargas González, Laico, 1 abril
          Ramón Vicente Vargas González, Laico, 1 abril
        José Luciano              Ezequiel Huerta Gutiérrez,          Laico, 3 abril
        José Salvador Huerta              Gutiérrez,          Laico, 3 abril
        Miguel Gómez Loza, Laico, 21 marzo
          Luis Magaña Servin, Laico, 9 febrero
          José Sanchez Del Rio, Laico, 10 febrero
          
          
          Ese mismo día también fueron beatificados los mártires:
        Andrés Sola Molist, Sacerdote, 25 abril
        José Trinitad Rangel              Montano,          Sacerdote, 25 abril
        Leonardo Pérez              Larios,          Laico, 25 abril
        Dario Acosta Zurita, Sacerdote, 25 julio
          
          (las fechas indicadas corresponden a la de sus mártirios).
          
          Reproducido con autorización de Vatican.va
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Fuente:          Vatican.va 
          Ludovico Pavoni, Beato Sacerdote y Fundador, Abril 1   
              
 Presbítero y Fundador de la  Martirologio Romano: En                    Brescia, de Lombardía, en Italia, beato Ludovico                    Pavoni, presbítero, que se entregó con ánimo decidido                    a la formación de los jóvenes pobres, interesándose                    sobre todo en su educación religiosa y artesana,                    fundando para ello la Congregación de los Hijos de                    María Inmaculada (1848).  Ludovico Pavoni nace en Brescia el 11 de                  septiembre de 1784, el primero de cinco hermanos, del                  matrimonio Alejandro y Lelia Poncarali.  |           
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Fuente:          Martirologio Romano 
          Otros Santos y Beatos Completando santoral de este día,          Abril 1   
              
 Santos Venancio, obispo, y compañeros de                    Dalmacia y de Istria, Anastasio, Mauro, Pauliniano,                    Telio, Asterio, Septimio, Antioquiano y Gayano,                    mártires  |           
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Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com;          Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es ,          misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/ 
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