martes, 18 de marzo de 2014

IMPORTANTE. Este artículo debiera ser leído por jóvenes, novios, matrimonio, sacerdotes y sobre todo Obispos. Favor de reenviar. No trata sólo sobre el tema de la comunión de los divorciados en nueva unión.


JMJ
Pax

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En una entrevista a "infocatólica", el cardenal y arzobispo de Bolonia, S.E.R Carlo Caffarra, aborda en una entrevista para Il Foglio los temas del orden del día del Sínodo extraordinario que tendrá lugar en octubre, y del Sínodo ordinario del 2015: matrimonio, familia, doctrina de la Humanae Vitae, penitencia. El prelado italiano critica las palabras del cardenal Kasper sobre el acceso a la comunión de los divorciados vueltos a casar y advierte que Juan Pablo II indicó que la potestad papal no puede dar ningún tipo de legitimidad a una segunda unión mientras permanezca el vínculo matrimonial, que es indisoluble. El cardenal recuerda que tal hecho ni siquiera admite la discusión entre los teólogos y la duda entre los fieles.

- La Familiaris Consortio de Juan Pablo II se encuentra en medio de un fuego cruzado. Por una parte se dice que es el fundamento del Evangelio de la familia, por otra que es un texto superado. ¿Cabe pensar en una actualización?

- Si hablamos de la ideología de género y del denominado «matrimonio» homosexual, es verdad que en los años de la Familiaris Consortio no se hablaba de ello. Pero de todos los demás problemas, sobre todo de los divorciados vueltos a casar, se habló largamente. De esto soy testigo directo, porque fui uno de los consultores del Sínodo de 1980. Decir que la Familiaris Consortio ha nacido en un contexto histórico completamente distinto del actual no es verdad. Después de matizar esto, puedo decir antes que nada que la FC nos ha enseñado un método con el que se deben afrontar las cuestiones sobre el matrimonio y la familia. Usando ese método la Familiaris Consortio ha llegado a una doctrina que sigue siendo un punto de referencia ineludible. ¿Cuál es el método? Cuando preguntan a Jesús en qué condiciones era lícito el divorcio no se discutía en ese momento sobre la licitud como tal; Jesús no entra en la problemática casuística de la que nacía la pregunta, sino que indica en qué dirección se debía mirar para entender qué es el matrimonio y en consecuencia cuál es la verdad de la indisolubilidad matrimonial. Fue como si Jesús hubiera dicho: «Mirad que debéis salir de esta lógica casuística y mirar en otra dirección: la del «Principio». Es decir: debéis mirar allá donde el hombre y la mujer vienen a la existencia, en la verdad plena de su ser hombre y mujer llamados a ser una sola carne. (…)

- ¿Cuál es el significado más profundo y actual de la Familiaris Consortio?

- «Por tener ojos capaces de conservar la luz del Principio», la Familiaris Consortio afirma que la Iglesia tiene un «sentido sobrenatural de la fe» que no consiste única o necesariamente en el consenso de los fieles. «La Iglesia, siguiendo a Cristo, busca la verdad que no siempre coincide con la opinión de la mayoría. Escucha a la conciencia y no al poder, en lo cual defiende a los pobres y despreciados. La Iglesia puede recurrir también a la investigación sociológica y estadística, cuando se revele útil para captar el contexto histórico dentro del cual la acción pastoral debe desarrollarse y para conocer mejor la verdad; no obstante tal investigación por sí sola no debe considerarse, sin más, expresión del sentido de la fe» (FC 5). He hablado de «verdad del matrimonio». Querría precisar que esta expresión no indica una norma ideal del matrimonio. Indica lo que Dios con su acto creador ha inscrito en la persona del hombre y de la mujer. Cristo dice que antes de considerar los casos, conviene saber de qué cosa estamos hablando. No estamos hablando de una norma, que admita o no excepciones, de un ideal hacia el cual haya que ir. Estamos hablando de qué es el matrimonio y qué es la familia. (…) La Exhortación describe el sentido más profundo de la indisolubilidad matrimonial (FC 20). La Familiaris Consortio representa un desarrollo doctrinal grandioso, hecho posible también gracias al ciclo de catequesis de Juan Pablo II sobre el amor humano (…), dirigiendo su atención a las raíces profundas. (…) Y no ha ignorado los problemas concretos. Ha hablado también del divorcio, de las parejas de hecho, del problema de la admisión a la Eucaristía de los divorciados vueltos a casar. Por tanto la imagen de una Familiaris Consortio que pertenece al pasado, que no tiene nada que decir en el presente, o es una caricatura o es lo que consideran personas que no la han leído.

Se puede leer online o descargar pdf:

o Word:

Un resumen del magisterio de Juan Pablo II sobre la teología del cuerpo:

- Muchas conferencias episcopales han destacado que las respuestas a los cuestionarios en preparación de los dos próximos Sínodos muestran que la doctrina de la Humanae Vitae ya sólo crea confusión. ¿Es así, o ha sido un texto profético?

- El 28 de junio de 1978, algo más de un mes antes de morir, Pablo VI decía: «Por la Humanae Vitae, daréis gracias a Dios y a mí». Después de 46 años, veamos sintéticamente qué ha sucedido a la institución matrimonial y nos daremos cuenta de cómo aquel documento fue profético. Negando la conexión inseparable entre la sexualidad conyugal y la procreación, es decir negando la enseñanza de la Humanae Vitae, se ha abierto el camino a la recíproca desconexión entre la procreación y la sexualidad conyugal: «from sex without babies to babies without sex» (NdR «del sexo sin niños al niños sin sexo»). Se ha ido oscureciendo progresivamente que el fundamento de la procreación humana está en el amor conyugal, y se ha construido gradualmente la ideología de que cualquiera puede tener un hijo, el hombre o la mujer solteros, los homosexuales, incluso mediante la «maternidad subrogada. Se ha pasado por tanto de la idea del hijo esperado como un don al hijo programado como un derecho: se dice que existe el derecho a tener un hijo. (...) Esto es increíble. Yo tengo el derecho a tener cosas, no personas. Se ha ido progresivamente construyendo un código simbólico, ético y jurídico, que relega la familia y el matrimonio a la pura afectividad privada, sin importar sus efectos en la vida social.

La pregunta que hay que hacerse no es si la Humanae Vitae es aplicable hoy o hasta qué punto es aplicable o si solo crea confusión. La pregunta qué conviene hacerse es ¿la Humanae Vitae dice la verdad sobre el bien propio de la relación conyugal? ¿Dice la verdad acerca del bien que está presente en la unión de las personas de los dos cónyuges en el acto sexual? En efecto, la esencia de las proposiciones normativas de la moral y del derecho se encuentra en la verdad del bien que en ellas es objetivada. Si no se razona con esta perspectiva, se cae en la casuística de los fariseos. Y ya no se vuelve a salir, porque se entra en un callejón al final del cual se encuentra la obligación de elegir entre la norma moral y la persona. Si se salva una, no se salva la otra. La pregunta del pastor es por tanto la siguiente: ¿cómo puedo orientar a los cónyuges para que vivan su amor conyugal en la verdad? El problema no es verificar si se encuentran en una situación que les exime de una norma, sino cuál es el bien de la relación conyugal. Cuál es su verdad íntima. Me sorprende que alguno diga que la Humanae Vitae crea confusión. ¿Qué quiere decir? ¿Conocen la fundamentación que ha hecho Juan Pablo II de la Humanae Vitae?

Añado una consideración. Me maravilla profundamente el hecho de que, en este debate, ni siquiera eminentísimos cardenales tengan en cuenta las 134 catequesis sobre el amor humano. Nunca un Papa había hablado tanto de esto. Ese magisterio es ignorado, como si no existiese. ¿Crea confusión? Quien afirma esto ¿está al corriente de cuánto se ha hecho en el plano científico sobre la regulación natural de la concepción? ¿Está al corriente de innumerables parejas que en el mundo viven con alegría la verdad de la Humanae Vitae?

- El Cardenal Kasper subraya también que hay grandes expectativas en la iglesia respecto al Sínodo y que se corre el riesgo de «una pésima desilusión» si aquellas fueran desatendidas. ¿Es un riesgo real, a su juicio?

No soy profeta ni soy hijo de profetas. Ocurre algo admirable. Cuando el pastor no predica opiniones suyas o del mundo, sino el Evangelio del matrimonio, sus palabras golpean los oídos de los que escuchan, pero en su corazón entra en acción el Espíritu Santo abriéndolo a las palabras del pastor. Me pregunto además de qué expectativas estamos hablando. Una gran cadena de televisión de Estados Unidos ha realizado una encuesta en comunidades católicas por todo el mundo, que refleja una realidad muy diferente de las respuestas al cuestionario registradas en Alemania, Suiza y Austria. Un solo ejemplo. El 75 por ciento en la mayoría de los países africanos es contrario a la admisión a la Eucaristía de los divorciados vueltos a casar. Repito de nuevo: ¿de qué expectativas estamos hablando? ¿De las del occidente? ¿Es entonces occidente el paradigma fundamental sobre el que la Iglesia debe evangelizar? ¿Así estamos todavía? Vayamos y escuchemos también un poco a los pobres. Me quedo muy perplejo y pensativo cuando se dice que si no se avanza en una cierta dirección sería mejor no haber convocado el Sínodo. ¿En qué dirección? ¿La dirección que, según se dice, han indicado las comunidades de centroeuropa? ¿Y por qué no en la dirección indicada por las comunidades africanas?

- El Cardenal Müller ha dicho que es terrible que los católicos no conozcan la doctrina de la Iglesia y que esta carencia no puede justificar la exigencia de adecuar la enseñanza católica al espíritu de nuestro tiempo. ¿Se echa en falta una pastoral familiar?

Ha faltado esa pastoral. Es una gravísima responsabilidad de nosotros los pastores reducir todo a los cursos prematrimoniales. ¿Y la educación de la afectividad de los adolescentes, de los jóvenes? ¿Qué pastor de almas habla hoy de castidad? Un silencio casi total, desde hace años, por lo que yo conozco. Fijémonos en el acompañamiento de las parejas jóvenes: preguntémonos si hemos anunciado de verdad el Evangelio del matrimonio, si lo hemos anunciado como pidió Jesús. Y además, ¿por qué no nos preguntamos por qué los jóvenes ya no se casan? No siempre es por razones económicas, como se suele decir. Hablo de la situación en Occidente. Si se hace una comparación con los jóvenes que se casaban hasta hace treinta años, las dificultades que tenían no eran menores de las de hoy. Pero aquellos construían un proyecto, tenían una esperanza. Hoy tienen miedo y el futuro da miedo; pero si hay una decisión que exige esperanza en el futuro, es la decisión de casarse. Estas son las preguntas fundamentales, hoy. Tengo la impresión de que si Cristo se presentase de pronto en una reunión de sacerdotes, obispos y cardenales que discuten sobre todos los graves problemas del matrimonio y la familia, y le preguntaran como hicieron los fariseos: «Maestro, ¿pero el matrimonio es disoluble o indisoluble? ¿O en algunos casos, después de una debida penitencia...?». ¿Qué respondería Jesús? Pienso que la misma respuesta que dio a los fariseos: «Mirad al «Principio».

El hecho es que ahora se quieren curar los síntomas sin afrontar seriamente la enfermedad. El Sínodo, por tanto, no podrá evitar tomar posición frente a este dilema: la forma en que se está modificando la morfología del matrimonio y de la familia es positivo para la persona, para sus relaciones y para la sociedad, o más bien lleva a la decadencia de la persona, de sus relaciones, lo que puede tener efectos devastadores sobre toda una civilización? El Sínodo no puede evitar esta pregunta.

- Se habla de la posibilidad de readmitir a la Eucaristía a los divorciados vueltos a casar. Una de las soluciones propuestas por el Cardenal Kasper toma en consideración un período de penitencia que lleve al pleno acercamiento. ¿Es una necesidad ya ineludible o es una adecuación de la enseñanza cristiana según las circunstancias?

Quien hace esa hipótesis, al menos hasta ahora no ha respondido a una pregunta muy sencilla: ¿qué pasa con el primer matrimonio rato y consumado? Si la Iglesia admite a la Eucaristía, debe dar en cualquier caso un juicio de legitimidad de la segunda unión. Es lógico. Pero los Papas siempre han enseñado que la potestad del Papa no alcanza a esto: sobre el matrimonio rato y consumado el Papa no tiene ningún poder. La solución que se ha propuesto lleva a pensar que permanece el primer matrimonio, pero hay también una segunda forma de convivencia que la Iglesia legitima. En consecuencia, hay un ejercicio de la sexualidad humana extraconyugal que la Iglesia considera legítimo. Pero con esto se niega la columna que sostiene la doctrina de la Iglesia sobre la sexualidad. Y entonces uno podría preguntarse: ¿y por qué no se aprueban las uniones de hecho? ¿Y por qué no las relaciones entre homosexuales? La pregunta de fondo es por tanto sencilla: ¿qué pasa con el primer matrimonio? Pero nadie responde. Juan Pablo II decía en el año 2000 en una alocución a la Rota que «se deduce claramente que el Magisterio de la Iglesia enseña la no extensión de la potestad del Romano Pontífice a los matrimonios sacramentales ratos y consumados como doctrina que se ha de considerar definitiva, aunque no haya sido declarada de forma solemne mediante un acto de definición». La fórmula es técnica, «doctrina que se ha de considerar definitiva» y quiere decir que sobre esto no se admite la discusión entre los teólogos y la duda entre los fieles.

- Entonces, ¿no es una cuestión sólo de praxis, sino también de doctrina?

Sí, en esto se toca la doctrina. Inevitablemente. Se puede decir que no se hace, pero se hace. Y no sólo eso. Se introduce una costumbre que con el tiempo asienta esta idea en el pueblo, no solo cristiano: no existe ningún matrimonio absolutamente indisoluble. Y esto ciertamente va contra la voluntad del Señor. No hay ninguna duda sobre esto.

- ¿Pero no existe el riesgo de considerar el sacramento solo como una especie de barrera disciplinar y no como un medio de curación?

Es verdad que la gracia del sacramento también sana, pero conviene ver en qué sentido. La gracia del matrimonio sana porque libra al hombre y a la mujer de su incapacidad de amarse para siempre con toda la plenitud de su ser. Esta es la medicina del matrimonio: la capacidad de amarse para siempre. (...). La indisolubilidad matrimonial es un don que hace Cristo al hombre y a la mujer que se casan en Él. Es un don, no es ante todo una norma que viene impuesta. No es un ideal al que deben intentar llegar. Es un don y Dios no se arrepiente nunca de sus dones. Por eso Jesús, respondiendo a los fariseos, basa su respuesta revolucionaria en un acto divino: «Lo que Dios ha unido», dice Jesús. Es Dios quien une, de lo contrario el carácter definitivo sería solo un deseo que es natural pero imposible de hacerse realidad. Dios mismo lo cumple. El hombre puede también decidir no usar esta capacidad de amar definitivamente y totalmente. (...) El matrimonio, el sacramento del matrimonio produce inmediatamente un vínculo que ya no depende de la voluntad de los cónyuges, porque es un don que Dios les ha hecho. Estas cosas hoy no se dicen a los jóvenes que se casan. Y luego nos asombramos de que suceda lo que sucede.

- Se ha iniciado un debate apasionado sobre el sentido de la misericordia. ¿Qué valor tiene esta palabra?

Tomemos la página de Jesús y la adúltera. Para la mujer descubierta en adulterio, la ley de Moisés era clara: debía ser lapidada. Los fariseos en efecto preguntan a Jesús qué piensa sobre esto (...). Si hubiera dicho «lapidadla», enseguida habrían afirmado «ya veis, predica la misericordia, come con los pecadores, y a la hora de la verdad también dice que hay que lapidarla». Si hubiera respondido «no debéis lapidarla», habrían dicho «a esto lleva la misericordia, a destruir la ley y todos los vínculos jurídicos y morales». Esta es la típica perspectiva de la moral casuística, que te lleva inevitablemente a un callejón al final del cual está el dilema entre la persona y la ley. Los fariseos querían llevar al Señor a ese callejón. Pero Él sale totalmente de esa perspectiva, y dice que el adulterio es una gran mal que destruye la verdad de la persona humana que traiciona. Y precisamente porque es un gran mal, Jesús, para quitarlo, no destruye a la persona que lo ha cometido, sino que la cura de este mal y le recomienda que no vuelva a caer en él. «Tampoco yo te condeno, vete y no peques más». Esta es la misericordia de la que solo el Señor es capaz. Esta es la misericordia que la Iglesia anuncia desde siempre. La Iglesia debe decir qué es lo que está mal. Ha recibido de Jesús el poder de curar, pero en las mismas condiciones. Es verdad que el perdón siempre es posible: lo es para el asesino, lo es también para el adúltero. Era una dificultad que planteaban los fieles a San Agustín: se perdona el homicidio, pero la víctima no resucita. ¿Por qué no perdonar el divorcio, este estado de vida, el nuevo matrimonio, cuando ya no es posible que el primero «reviva»? Pero es algo completamente diferente. En el homicidio se perdona a una persona que ha odiado a otra hasta matarla físicamente, y se pide el arrepentimiento de esto. (...) En el caso del divorciado vuelto a casar, la Iglesia dice: «este es el mal, el rechazo del don de Dios, la voluntad de despreciar el vínculo puesto por el mismo Señor».

La Iglesia perdona, pero con la condición de que haya arrepentimiento. Pero el arrepentimiento significa volver al primer matrimonio. No es serio decir: estoy arrepentido pero permanezco en la misma situación que constituye la ruptura del vínculo de la cual me arrepiento. A menudo –se dice- no es posible. Hay muchas circunstancias, es cierto, pero en esas condiciones la persona está en un estado de vida objetivamente contrario al don de Dios.. La Familiaris Consortio lo dice explícitamente su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía» (FC 84). La misericordia de la Iglesia es la de Jesús, la que dice que ha sido desfigurada la dignidad del esposo, el rechazo del don de Dios. La misericordia no dice: «Paciencia, intentemos poner remedio como podamos». Esta es la tolerancia, esencialmente diversa de la misericordia. La tolerancia deja las cosas como están por razones superiores. La misericordia es el poder de Dios, que saca del estado de injusticia.(…)

- Uno de los temas más citados por quien desea una apertura de la Iglesia a las personas que se encuentran en situaciones irregulares es decir que la fe es una, pero los modos para aplicarla a las circunstancias particulares se deben amoldar a los tiempos, como ha hecho siempre la Iglesia. ¿Qué piensa usted?

¿Puede limitarse la Iglesia a ir allí donde la lleven los procesos históricos como si fueran derivaciones naturales? ¿En esto consiste anunciar el Evangelio? Yo no lo creo, porque en ese caso me pregunto como se hará para salvar al hombre. Le cuento un episodio. Una esposa todavía joven, abandonada por su marido, me dice que vive la castidad pero le cuesta un esfuerzo terrible. Porque, dice, «no soy una monja, sino una mujer normal». Pero me dice que no podría vivir sin la Eucaristía. Y por eso también el peso de la castidad es ligero, porque piensa en la Eucaristía. Otro caso. Una señora con cuatro hijos ha sido abandonada por su marido después de veinte años de matrimonio. La señora me dice que en aquel momento ha entendido que debía amar a su marido en la cruz, «como Jesús ha hecho conmigo». ¿Por qué no se habla de estas maravillas de la gracia de Dios? ¿Estas dos mujeres no se han amoldado a los tiempos? Ciertamente no se han amoldado a los tiempos. Le aseguro que me causa una gran pena comprobar el silencio, en estas semanas de discusión, sobre la grandeza de las esposas y esposos que, abandonados, permanecen fieles. (...)

Cuántos párrocos y obispos podrían contar episodios de fidelidad heroica. Después de un par de años de estar aquí en Bolonia, quise reunir a los divorciados vueltos a casar. Eran más de trescientas parejas. Hemos estado juntos toda una tarde de domingo. Al final, más de uno me dijo que había entendido que la Iglesia es verdaderamente madre cuando impide recibir la eucaristía. No pudiendo recibir la eucaristía, comprenden qué grande es el matrimonio cristiano, y que hermoso es el Evangelio del matrimonio.

- Cada vez con más frecuencia se habla de la relación entre el confesor y el penitente, así como de una posible solución para el sufrimiento de quien ha visto fracasar el propio proyecto de vida. ¿Qué piensa sobre esto?

La tradición de la Iglesia ha distinguido siempre –distinguido, no separado– su tarea magisterial del ministerio del confesor. Usando una imagen, podríamos decir que ha distinguido siempre el púlpito del confesionario. Una distinción que no significa doblez, sino que la Iglesia en el púlpito, cuando habla del matrimonio, da testimonio de una verdad que no es ante todo una norma o un ideal. En ese momento interviene con amor el confesor, que dice al penitente: «Lo que has escuchado en el púlpito, es tu verdad, que tiene que ver con tu libertad, herida y frágil». El confesor conduce al penitente en camino hacia la plenitud de su bien. (...) El drama del hombre no radica en pasar de lo universal a lo singular. Radica en la relación entre la verdad de su persona y su libertad. Este es el núcleo del drama del hombre, porque yo con mi libertad puedo negar lo que acabo de afirmar con la razón. Veo el bien y lo apruebo, y luego hago el mal. Este es el drama. El confesor se sitúa dentro de este drama, no en el mecanismo universal-particular. Si lo hiciese inevitablemente caería en la hipocresía y diría: «de acuerdo, esta es la ley universal, pero como tu te encuentras en estas circunstancias, no estás obligado». (…) Hipócritamente, el confesor habría promulgado otra ley, al lado de la predicada en el púlpito. ¡Esto es hipocresía! Qué daño se causa si el confesor no recordase ya a la persona que se encuentra ante él que estamos en camino. Se correría el riesgo, en nombre del Evangelio de la misericordia, de hacer vano el Evangelio de la misericordia. (...) Al final el hombre podría convencerse de que no está enfermo, y que entonces no tiene necesidad de Jesucristo. Uno de mis maestros, gran profesor de derecho canónico, decía que cuando se entra en el confesionario no hay que seguir la doctrina de los teólogos, sino el ejemplo de los santos.

Lo que faltó tratar:
¿Qué se puede esperar del sínodo?

1. Pastoral familiar

ü  Adolescentes
ü  Relaciones que no llegan al noviazgo
ü  Noviazgos
ü  Jóvenes sin pareja
ü  Adultos sin pareja
ü  Matrimonios jóvenes
ü  Matrimonios
ü  Abuelos (para que asuman un mayor rol pastoral en su familia)
ü  Noviazgos y matrimonios mixtos (diferentes religiones o ausencia de ella)

¿Por qué los novios, los testigos, los familiares, amigos, sacerdote, obispo y la Iglesia permiten que se casen personas no aptas para ello y no ponen TODOS los medios para evitarlo? ¡Porque falta caridad y falla la pastoral familiar!

 “Prevenir es curar”. Este principio de la medicina también se aplica a la enfermedad mortal de la familia: el pecado mortal, por ejemplo
·         Vicios graves (borrachera, droga, pornografía, masturbación)
·         Infidelidad (incluso imaginación o deseo de otra persona)
·         Negación del débito conyugal sin causa grave
·         Planificación familiar natural (cerrarse a la vida) sin causa grave
·         Anticoncepción, aún con causa grave
·         Violencia y abuso físico o verbal
·         Discutir sin caridad frente a los hijos, causándoles graves daños
·         Deseo separación parcial o total sin causa grave
·         Odio, deseo de venganza, deseo que muera el otro
·         Maltrato o abandono de los padres carnales o políticos
·         No confesarse y comulgar al menos una vez al año
·         No ir a Misas de precepto
·         No llevar a los niños en uso de razón a Misa de precepto o negarles o postergar los sacramentos

Estos son ejemplos objetivos (subjetivamente sólo Dios y la persona saben si hay atenuantes como la ignorancia invencible).

El pecado mortal mata la familia. Mata el amor… al Amor. Dios es Amor, fuente de todo verdadero amor. Mata a Jesús, que paga supra-temporalmente en la Cruz cada uno de nuestros pecados.

Hasta que no hay arrepentimiento y confesión sacramental, mata a) la gracia de estado que une a los cónyuges y b) la gracia santificante que une a la persona con toda la familia, incluyendo los hijos. Viviendo en pecado la familia está en una situación vulnerable mucho peor que una familia según ley natural, que de haber conocido el Evangelio, no lo hubiera rechazado.

Imagina que te preguntan:
- Te invito a nuestra fiesta. Comeremos, beberemos, bailaremos, reiremos…
Respondes:
- ¡Qué bueno! pero perdón por mi ignorancia ¿qué festejaremos tan alegremente?
Contesta:
- Mi pareja y yo hemos decidido vivir juntos y asesinar a Jesús cada día que estemos sin matrimonio sacramental, clavándole en la Cruz con cada acto sexual, y cuando nos alcance la Justicia, y nos den cadena perpetua, no nos importa padecer el infierno de la cárcel… ¿vienes a la fiesta? Nos entristecería mucho que no lo hicieras porque darías testimonio público que no quieres nuestro bien.

¿Por qué hay Católicos que asisten a ceremonias de matrimonio civil donde uno de los "novios" es "divorciado"? ¿Qué festejan? ¿la infidelidad a un matrimonio Católico rato y consumado? ¿la posibilidad de que esas personas se auto-condenen al infierno eterno si no se arrepienten?
Asistir es dar testimonio público de que uno está de acuerdo. Una persona que les quiere de veras, ofrecería oraciones y mortificaciones por ellos, les corregiría fraternalmente mostrándoles que estarían arruinando sus vidas terrenas y eternas, y muy posiblemente las de sus hijos, nietos y bisnietos. Si no cambian de opinión, al menos el boycott servirá para que reflexionen, tanto ellos como los demás, muchos de los cuales calumniarán al boicotero porque justamente muestra lo que ellos son incapaces de hacer debido a su tibieza o maldad.

¿Por qué no se corrige fraternalmente e incluso sanciona a quien es cómplice de estas familias basadas en un simulacro de sacramento? ¿es que nadie piensa en los hijos de esos matrimonios que fracasarán? Ojos que no ven, corazón que no siente.

¿Cómo es posible que un Sacerdote bendiga un concubinato entre bautizados o divorciados? ¿acaso esto no lleva a una terrible confusión sobre lo que es el sacramento del matrimonio? No se puede bendecir la obra de Satanás.


2. Control de nulidad

No se controla lo que no se mide. Por ejemplo, el obispo podría contar con la tasa de matrimonios nulos y fallidos por Sacerdote como una forma de ver de cómo están preparándose (charlas, convivencias, cursos, retiros separados) y controlándose los noviazgos (control de nulidad antes del matrimonio).

Tal vez sería bueno un control formal para prevenir defectos de formación y matrimonios nulos. Por ejemplo este test (se agradecen correcciones y sugerencias):


3. Separación

Sería bueno establecer mecanismos para prevenir o mitigar las separaciones:
ü  Formación para matrimonios (por ejemplo, cuando algún hijos tome algún sacramento)
Aclarando que “separación” no sólo es el abandono permanente del hogar sino también podría incluir varios grados:
o   el uso de abortivos (lo son todos los anticonceptivos no barrera) que fuerce a la pareja a la abstinencia total
o   la negación del débito conyugal sin causa grave (separación de cuerpos)
o   un ultimátum para dejar el hogar por un plazo, aún si fuese un fin de semana
o   la búsqueda innecesaria de trabajo en otra ciudad, dejando la familia
o   la negación a mudarse a la ciudad donde trabaja el marido, etc.
ü  Consultorio familiar y mediación en conflictos (incluso por Skype, G+, chat, etc.)
ü  Obligatoriedad de la aprobación expresa y formal del obispo para poder separarse (a fin de saber si realmente hay causa grave objetiva que lo amerite). En casos urgentes, por ejemplo de violencia, se podría establecer un hotline y protocolo de urgencias.


4. Matrimonios nulos

El papa Francisco, en el vuelo de retorno desde la JMJ de Río, recordó que su predecesor en Buenos Aires, el cardenal Quarracino, decía: "Para mí la mitad de los matrimonios son nulos, porque se casan sin tener la madurez suficiente, sin darse cuenta que es para toda la vida, porque lo hacen por conveniencia social".

Si los matrimonios nulos son tan numerosos, ¿cómo podrán los tribunales diocesanos examinarlos a todos, determinando jurídicamente su invalidez?

El Papa Francisco ha permitido ad experimentum al tribunal de la Rota Romana dictar sentencia definitiva sobre la nulidad de los matrimonios en una única instancia en vez de dos como está prescrito en el Derecho Canónico, lo cual reduce los plazos.

Por eso, se espera un procedimiento para la declaración de nulidad más fácil de probar, más veloz (aprovechando internet), más descentralizado y más económico.

Quienes más necesitan y más dificultad tienen en acceder al tribunal son los más pobres y alejados de los grandes centros urbanos. Es ilógico pretender que un obrero que trabaja de sol a sol (incluso 2 trabajos), siquiera tenga la libertad de pedir al jefe media jornada o jornada completa para viajar horas hasta el tribunal. Se debiera descentralizar para que el párroco/parroquia haga parte del procedimiento y prever oficiales o tribunales móviles que atiendan en cada parroquia al menos una vez al mes. Se debería aprovechar esas visitas para hacer campañas de oración y que los fieles expliquen sobre causales de nulidad y acerquen a los que están en nueva unión.

También se podría tener en cuenta vías excepcionales para casos excepcionales (excepciones que confirman la regla): Ratzinger afirma que bajo San León Magno, buscaron soluciones «pastorales» para raros casos límite.


5. Divorciados

¿Es cierto que todos los divorciados que vivan solos pueden comulgar?
No, ya que aún pueden estar en pecado grave, por ejemplo, al haber abandonado al cónyuge sin causa grave o al desear a otra.

1 Corintios 7
10  En cuanto a los casados, les ordeno, no yo sino el Señor: que la mujer no se separe del marido,

Mateo 5
31  «También se dijo: El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio.
32  Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio.

28  Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón.
29  Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna.

Familiaris Consortio #84:
“La reconciliación en el sacramento de la penitencia -que les abriría el camino al sacramento eucarístico- puede darse únicamente a los que, arrepentidos de haber violado el signo de la alianza y de la fidelidad a Cristo, están sinceramente dispuestos a una forma de vida que no contradiga la indisolubilidad del matrimonio. Esto lleva consigo concretamente que cuando el hombre y la mujer, por motivos serios -como por ejemplo, la educación de los hijos-, no pueden cumplir la obligación de la separación, "asumen el compromiso de vivir en plena continencia, o sea de abstenerse de los actos propios de los esposos”


6. Divorciados en nueva unión

No pueden comulgar quienes deseen o mantengan relaciones matrimoniales fuera de su matrimonio sacramental, que no se hayan confesado con propósito de enmienda y evitar ocasión de pecado. Ejemplos:
§  Un divorciado en nueva unión, porque no puede abandonar a su nueva pareja (por estar grave y sin nadie que la asista) o a hijos pequeños de la nueva unión, puede mantener la convivencia sólo hasta que se solucione la causa excepcional, y podría comulgar siempre que se haya confesado con propósito de abandonar la convivencia en cuanto sea posible y de convivir como hermanos, y siempre que no tenga deseos de relaciones sexuales con la que no es su mujer sacramental ya que es un pecado grave.
§  Un divorciado en nueva unión cuya esposa sacramental haya fallecido, no puede comulgar sin arrepentirse y confesarse de su nueva unión y sin evitar las relaciones sexuales y la convivencia, hasta que contraigan matrimonio sacramental.
§  Un divorciado en nueva unión cuya nueva pareja fallece, no puede comulgar sin haberse arrepentido de dicha unión y de proponerse no contraer una nueva.

Quien mantenga la convivencia debe dejar muy en claro a su pareja de que lo hace con autorización expresa del confesor y sólo mientras subsistan las razones graves para mantenerla: no sea que la pareja muera sin arrepentirse también, porque a fin de cuentas el otro comulgaba mientras avalaba esa unión.

¿Nuevas vías para acceder a la comunión?

Familiaris Consortio #84 dice:
“hay diferencia entre los que sinceramente se han esforzado por salvar el primer matrimonio y han sido abandonados del todo injustamente, y los que por culpa grave han destruido un matrimonio canónicamente válido. Finalmente están los que han contraído una segunda unión en vista a la educación de los hijos, y a veces están subjetivamente seguros en conciencia de que el precedente matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido válido”

En 1998 Ratzinger escribió (por algo está citado en el sitio oficial del Vaticano):

1. Problemas procesales
No se excluye, ciertamente, que en los procesos matrimoniales sobrevengan errores. En algunas partes de la Iglesia no existen todavía tribunales eclesiásticos que funcionen bien. Otras veces los procesos se alargan excesivamente. En algunos casos se dictan sentencias problemáticas. No parece que se excluya, en principio, la aplicación de la epikeia en el «fuero interno». La Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 1994 alude a este punto, cuando dice que con las nuevas vías canónicas debería excluirse, «en la medida de lo posible», toda divergencia entre la verdad verificable en el proceso y la verdad objetiva (cf. Carta, n. 9). Muchos teólogos opinan que los fieles deban de atenerse, también en el «fuero interno», a los juicios del tribunal eclesiástico, aún cuando les parezcan falsos. Otros sostienen que en el «fuero interno» cabe pensar en excepciones, porque en el ordenamiento jurídico no se trata de normas de derecho divino, sino eclesiástico. Este asunto exige más estudios y clarificaciones. A fin de evitar arbitrariedades y proteger el carácter público del matrimonio —sustrayéndolo al juicio subjetivo— deberían dilucidarse de modo muy preciso las condiciones para dar por cierta una «excepción».”
Cabe esperar novedades en este aspecto.

2. Nulidad por falta de fe
Recientes estudios plantean la cuestión de si los cristianos no creyentes —bautizados qué nunca han creído o que ya no creen en Dios— pueden verdaderamente contraer matrimonio sacramental. En otras palabras, debería aclararse si todo matrimonio entre bautizados es «ipso facto» sacramental. De hecho, el Código mismo indica que sólo el contrato matrimonial «válido» entre bautizados es a la vez Sacramento (Cfr. CIC, can. 1055§ 2). A la esencia del Sacramento pertenece la fe; queda por aclarar la cuestión jurídica acerca de qué evidencia de «no-fe» implica que no se realice un Sacramento[4].
  
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