JMJ
Pax
† Lectura del santo            Evangelio según san Lucas 5, 27-32
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, vio Jesús          a un recaudador de          impuestos, llamado Leví, que estaba sentado en su oficina de          impuestos, y le          dijo: 
          "Sígueme". 
          El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Después Leví le          ofreció un gran          banquete en en su casa, al que también había invitado a muchos          de los que          recaudaban impuestos para Roma y a otras personas. Los fariseos          y los escribas          murmuraban contra los discípulos de Jesús y decían: 
          "¿Por qué comen y beben con recaudadores de impuestos y          pecadores?" 
          Jesús les respondió: 
          "No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido          a llamar a          los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y          comunidad-comunión. Con Dios es          igual: las "palabras          de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario          visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan          presente en la          Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer          la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d)          pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la          salvación del          mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación:          http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del              Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en              vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos            en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión)            con el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          "Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso".            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser            felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la            perfección del amor,            es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como            pide la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar            debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo,              come y bebe su propia              condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados            mortales? no            confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989),            no comulgar al            menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos            no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a            decidir, derechos            (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación            natural sin causa            grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por            iglesia, demorar en            bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón,            borrachera,            drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de            venganza, ver            pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado,            etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados            mortales objetivamente,            pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay            excusa.
† Misal
Sábado de Ceniza
      Antífona de Entrada
      Escúchanos, Señor, pues eres bueno y              míranos conforme a tu bondad              infinita.
Oración Colecta
      Oremos:
            Dios eterno y todopoderoso, mira compasivo nuestra debilidad,            y extiende sobre            nosotros tu mano poderosa. 
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén.
Primera Lectura
      Cuando compartas tu pan con el              hambriento, brillará tu luz en las              tinieblas
Lectura del libro del profeta Isaías 58,              9b-14
Esto dice            el Señor:
            "Si alejas de ti toda opresión, si dejas de acusar con el dedo            y de            levantar calumnias, si repartes tu pan al hambriento y sacias            al que            desfallece, entonces surgirá tu luz en las tinieblas y tu            oscuridad se            convertirá en mediodía. El Señor te guiará siempre, te saciará            en el desierto y            te fortalecerá. Serás como un huerto regado, como un manantial            inagotable;reconstruirás viejas ruinas, edificarás sobre los            antiguos            cimientos. Te llamarán "reparador de brechas" y "restaurador            de            viviendas en ruinas".
            Si observas el descanso del sábado y no haces negocios en mi            día santo; si            consideras al sábado tu delicia y lo consagras a la gloria del            Señor; si lo            honras absteniéndote de viajes y evitas hacer negocios y            contratos, entonces el            Señor será tu delicia. Te encumbraré en medio del país y            disfrutarás de la            herencia de tu antepasado Jacob. Es el Señor quien lo dice".
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
      Sal 85, 1-2.3-4.5-6
Señor, enséñame a seguir fielmente tus              caminos.
Hazme caso, Señor, escúchame, que soy            humilde y necesitado; protege mi            vida, pues soy un fiel tuyo; tú eres mi Dios, salva a tu            siervo que confía en            ti.
            Señor, enséñame a seguir fielmente tus caminos.
Ten piedad de mí, Señor, pues te invoco            todo el día; colma de alegría a            tu siervo, pues en ti, Señor, me refugio. 
            Señor, enséñame a seguir fielmente tus caminos.
Tú eres, Señor, bueno e indulgente, lleno            de amor con todos los que te            invocan. Escucha mi oración, Señor, atiende mi súplica.
            Señor, enséñame a seguir fielmente tus caminos.
Aclamación antes del            Evangelio
      Honor y              gloria a ti, Señor Jesús. 
            No quiero la muerte del pecador, sino que se arrepienta y            viva, dice el Señor.
            Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Evangelio
      No he              venido a llamar a los justos, sino a los pecadores
† Lectura              del santo Evangelio según san Lucas 5, 27-32
Gloria a              ti, Señor.
En            aquel tiempo, vio Jesús a            un recaudador de impuestos, llamado Leví, que estaba sentado            en su oficina de            impuestos, y le dijo: 
            "Sígueme". 
            El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Después Leví le            ofreció un gran            banquete en en su casa, al que también había invitado a muchos            de los que            recaudaban impuestos para Roma y a otras personas. Los            fariseos y los escribas            murmuraban contra los discípulos de Jesús y decían: 
            "¿Por qué comen y beben con recaudadores de impuestos y            pecadores?" 
            Jesús les respondió: 
            "No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he            venido a llamar a            los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan".
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las            Ofrendas
      Recibe,            Señor, este sacrificio            de reconciliación y alabanza; que su eficacia nos purifique de            nuestros pecados            para que podamos presentarnos ante ti como ofrenda agradable a            tus ojos.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Prefacio
      Los              frutos de la penitencia
En            verdad es justo y            necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre            y en todo lugar,            Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. 
            Porque con nuestras privaciones voluntarias nos enseñas a            reconocer y agradecer            tus dones, y a repartir nuestros bienes con los necesitados,            imitando así tu            generosidad.
            Por eso, 
            con todos los ángeles, te glorificamos y te aclamamos            diciendo:
Antífona de la Comunión
      Misericordia quiero y no sacrificios,              dice el Señor; que no he venido a              llamar a los justos, sino a los pecadores.
Oración después de la            Comunión
      Oremos:
            Señor, que este sacramento que hemos recibido, y que es fuente            de vida para tu            Iglesia, sea para nosotros prenda segura de salvación eterna. 
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén
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† Meditación diaria
Cuaresma.          Sábado después de Ceniza
SALVAR LO PERDIDO
—          Jesús viene como Médico para sanar a toda la humanidad, pues          todos estamos          enfermos. Humildad para ser curados.
—          Cristo remedia nuestros males. Eficacia del sacramento de la          Penitencia.
—          Esperanza en el Señor cuando sentimos las propias flaquezas. No tienen necesidad            de médico los            sanos sino los enfermos. Esperanza en el apostolado.
I. El          Evangelio de la Misa1 nos          narra la vocación de Mateo: su          llamada por el Señor y la pronta respuesta del recaudador de          tributos.Él,            dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
El          nuevo apóstol quiso mostrar su agradecimiento a Jesús con un          convite que San          Lucas califica de grande. Estaban            sentados a la mesa gran número de            recaudadores y otros.          Allí estaban todos sus amigos.
Los          fariseos se escandalizaron. Les preguntaban a los discípulos:¿cómo            es que            coméis y bebéis con publicanos y con pecadores? Los          publicanos eran considerados          como pecadores, por los beneficios desorbitados que podían          obtener en su          profesión y por las relaciones que mantenían con los gentiles.
Jesús          replicó a los fariseos con estas consoladoras palabras: No            necesitan de médico los sanos,            sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a            los pecadores            para que se conviertan2.
Jesús          viene a ofrecer su reino a todos los hombres, su misión es          universal. «El          diálogo de salvación no quedó condicionado por los méritos de          aquellos a          quienes se dirigía, se abrió para todos los hombres sin          discriminación          alguna...»3.
Jesús          viene para todos, pues todos andamos enfermos y somos pecadores, nadie            es bueno, sino uno, Dios4. Todos          debemos acudir a la misericordia y          al perdón de Dios para tener            vida5 y          alcanzar la salvación. La          humanidad no está dividida en dos bloques: quienes ya están          justificados por          sus fuerzas, y los pecadores. Todos necesitamos, cada día, del          Señor. Quienes          piensan que no tienen necesidad de Dios no alcanzan la salud,          siguen en su          muerte o en su enfermedad.
Las          palabras del Señor que se nos presenta como Médico nos mueven a          pedir perdón          con humildad y confianza por nuestros pecados y también por los          de aquellas          personas que parecen            querer seguir viviendo alejados de            Dios. Le          decimos hoy, con Santa Teresa:          «¡Oh qué recia cosa os pido, verdadero Dios mío: que queráis a          quien no os          quiere, que abráis a quien no os llama, que deis salud a quien          gusta de estar          enfermo y anda procurando la enfermedad! Vos decís, Señor mío,          que venís a          buscar a los pecadores. Éstos, Señor son los verdaderos          pecadores. No miréis          nuestra ceguedad, mi Dios, sino la mucha sangre que derramó          vuestro Hijo por          nosotros, resplandezca vuestra misericordia en tan crecida          maldad; mirad,          Señor, que somos hechura vuestra»6. Si acudimos          así a Jesús, con humildad,          siempre tendrá misericordia de nosotros y de aquellos a quienes          procuramos          acercar a Él.
II. En          el Antiguo Testamento se          describe al Mesías como al pastor que había de venir para cuidar          con solicitud          sus ovejas, acudiendo a sanar a las heridas y enfermas7. Ha venido a          buscar lo que estaba          perdido, a llamar a los pecadores, a dar su vida como rescate          por muchos8. Fue Él,          según se había profetizado, quien            soportó nuestros sufrimientos            y cargó con nuestros dolores, y en sus llagas hemos sido            curados9.
Cristo          es el remedio de nuestros males: todos andamos un poco enfermos          y por eso          tenemos necesidad de Cristo. «Es Médico y cura nuestro egoísmo,          si dejamos que          su gracia penetre hasta el fondo del alma»10. Debemos ir a          Él como el enfermo va al          médico, diciendo la verdad de lo que pasa, con deseos de          curarse. «Jesús nos ha          advertido que la peor enfermedad es la hipocresía, el orgullo          que lleva a          disimular los propios pecados. Con el Médico es imprescindible          una sinceridad          absoluta, explicar enteramente la verdad y decir: Domine,            si vis, potes me mundare (Mt 8, 2),          Señor, si quieres –y Tú          quieres siempre–, puedes curarme. Tú conoces mi flaqueza, siento          estos          síntomas, padezco estas otras debilidades. Y le mostramos          sencillamente las          llagas; y el pus, si hay pus. Señor. Tú, que has curado a tantas          almas, haz          que, al tenerte en mi pecho o al contemplarte en el Sagrario, te          reconozca como          Médico divino»11.
Unas          veces, el Señor actuará directamente en nuestra alma: Quiero,            sé limpio12, sigue          adelante, sé más humilde, no te          preocupes. En otras ocasiones, y siempre que haya un pecado          grave, el Señor          dice: Id y            mostraos a los sacerdotes13, al          sacramento de la Penitencia, donde el          alma encuentra siempre la medicina oportuna.
«Reflexionando          sobre la función de este sacramento –dice el Papa Juan Pablo          II–, la conciencia          de la Iglesia descubre en él, además del carácter de juicio...,          un carácter          terapéutico o medicinal. Y esto se relaciona con el hecho de que          es frecuente          en el Evangelio la presentación de Cristo como Médico, mientras          su obra          redentora es llamada a menudo, desde la antigüedad cristiana, medicina            salutis. "Yo          quiero curar, no acusar" –decía          San Agustín refiriéndose a la práctica pastoral penitencial–, y,          gracias a la          medicina de la Confesión, la experiencia del pecado no degenera          en desesperación»14. Termina en          una gran paz, en una inmensa          alegría.
Contamos          siempre con el aliento y la ayuda del Señor para volver y          recomenzar. Él es          quien dirige la lucha, y «un jefe en el campo de batalla estima          más al soldado          que, después de haber huido, vuelve y ataca con ardor al          enemigo, que al que          nunca volvió la espalda, pero tampoco llevó nunca a cabo una          acción valerosa»15. No solo se          santifica el que nunca cae          sino el que siempre se levanta. Lo malo no es tener defectos          –porque defectos          tenemos todos–, sino pactar con ellos, no luchar. Y Cristo nos          cura como Médico          y luego nos ayuda a luchar.
III. Si          alguna vez nos sintiéramos          especialmente desanimados por alguna enfermedad espiritual que          nos pareciera          incurable, no olvidemos estas consoladoras palabras de Jesús: Los            sanos no necesitan médico, sino            los enfermos.          Todo tiene remedio. Él está siempre muy cerca de nosotros, pero          especialmente          en esos momentos, por muy grande que haya sido la falta, aunque          sean muchas las          miserias. Basta ser sincero de verdad.
No          lo olvidemos tampoco si alguna vez en nuestro apostolado          personal nos pareciera          que alguien tiene una enfermedad del alma sin aparente solución.          Sí la hay,          siempre. Quizá el Señor espera de nosotros más oración y          mortificación, más          comprensión y cariño.
«Se          curarán todas tus enfermedades –dice San Agustín–. "Pero es que          son muchas",          dirás. Más poderoso es el Médico. Para el Todopoderoso no hay          enfermedad          insanable; tú déjate sólo curar, ponte en sus manos»16.
Debemos          llegarnos a Él como aquellas gentes sencillas que le rodeaban.          Como acudían los          ciegos, los cojos, los paralíticos..., que deseaban          ardientemente su curación.          Solo aquel que se sabe y se siente manchado experimenta la          necesidad profunda          de quedar limpio; solamente quien es consciente de sus heridas y          de sus llagas          experimenta la urgencia de ser curado. Hemos de sentir la          inquietud por curar          aquellos puntos que nuestro examen de conciencia general o          particular nos enseña          que deben ser sanados.
Mateo          dejó aquel día su antigua vida para recomenzar otra nueva junto          a Cristo. Hoy          podemos hacer nuestra esta oración de San Ambrosio: «También yo          como él quiero          dejar mi antigua vida y no seguir a otro más que a ti, Señor,          que curas mis          heridas. ¿Quién podrá separarme del amor a Dios que se          manifiesta en ti?...          Estoy atado a la fe, clavado en ella; estoy atado por los santos          vínculos del          amor. Todos tus mandamientos serán como un cauterio que tendré          siempre adherido          a mi cuerpo...; la medicina escuece, pero aleja la infección de          la llaga.          Corta, pues, Señor Jesús, la podredumbre de mis pecados.          Mientras me tienes          unido con los vínculos del amor, corta cuanto esté infecto. Ven          pronto a sajar          las pasiones escondidas, secretas y múltiples; saja la herida,          no sea que la          enfermedad se propague a todo el cuerpo.
»He          hallado un médico que habita en el Cielo, pero que distribuye          sus medicinas en          la tierra. Solo Él puede curar mis heridas, porque no las          padece; solo Él puede          quitar del corazón la pena y del alma el temor, porque conoce          las cosas más          íntimas»17.
Muchos          de los amigos de Mateo que estuvieron con Jesús en aquel          banquete se sentirían          acogidos y comprendidos por el trato amable del Señor. Tendría          con ellos, sin          duda, singulares muestras de amistad. Más tarde, se convertirían          a Él de todo          corazón y aceptarían plenamente su doctrina, que les obligaba a          cambiar de vida          en muchos puntos. Formarían parte de la primitiva comunidad de          cristianos en          Palestina. Los amigos de Mateo encontraron al Maestro en un          banquete. Jesús          aprovechó siempre cualquier circunstancia para llevar a las          gentes a la          salvación. También en esto debemos imitarle en nuestro          apostolado personal.
1 Lc 5,          27-32. — 2 Lc 5,          31-32. — 3 Pablo VI, Enc. Ecclesiam suam,          6-VIII-1964. —4 Mc 10,          18. — 5 Cfr. Jn 10, 28. — 6 Santa Teresa, Exclamaciones, 8.          — 7 Cfr. Is 61, 1 ss; Ez 34, 16 ss. — 8 Cfr. Lc 19, 10. — 9 Is 83, 4          ss. — 10 San            Josemaría Escrivá,Es            Cristo que pasa, 93. — 11 Ibídem. — 12 Mt 8, 3.          — 13 Lc 17,          14. — 14 Juan Pablo            II,          Exhort. Apost. Reconciliatio            et Paenitentia,          2-XII-1984, 31, II. — 15 San            Gregorio Magno, Homilías            sobre los Evangelios,          4, 4. — 16 San            Agustín, Comentario al Salmo            102. — 17 San Ambrosio, Comentario al            Evangelio según San            Lucas, 5, 27.
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
San            Juan de Dios
          Fundador          de la Comunidad 
          de Hermanos Hospitalarios 
          de San Juan de Dios
          Año 1550
Nació y murió un 8 de          marzo. Nace en Portugal en 1495          y muere en Granada, España, en 1550 a los 55 años de edad. 
De          familia pobre pero muy piadosa.          Su madre murió cuando él era todavía joven. Su padre murió como          religioso en un          convento.
En su          juventud fue pastor, muy          apreciado por el dueño de la finca donde trabajaba. Le          propusieron que se          casara con la hija del patrón y así quedaría como heredero de          aquellas          posesiones, pero él dispuso permanecer libre de compromisos          económicos y          caseros pues deseaba dedicarse a labores más espirituales.
Estuvo          de soldado bajo las órdenes          del genio de la guerra, Carlos V en batallas muy famosas. La          vida militar lo          hizo fuerte, resistente y sufrido.
La          Sma. Virgen lo salvó de ser          ahorcado, pues una vez lo pusieron en la guerra a cuidar un gran          depósito y por          no haber estado lo suficientemente alerta, los enemigos se          llevaron todo. Su          coronel dispuso mandarlo ahorcar, pero Juan se encomendó con          toda fe a la Madre          de Dios y logró que le perdonaran la vida. Y dejó la milicia,          porque para eso          no era muy adaptado.
Salido          del ejército, quiso hacer          un poco de apostolado y se dedicó a hacer de vendedor ambulante          de estampas y          libros religiosos.
Cuando          iba llegando a la ciudad de          Granada vio a un niñito muy pobre y muy necesitado y se ofreció          bondadosamente          a ayudarlo. Aquel "pobrecito" era la representación de Jesús          Niño, el          cual le dijo: "Granada será tu cruz", y desapareció.
Estando          Juan en Granada de          vendedor ambulante de libros religiosos, de pronto llegó a          predicar una misión          el famoso Padre San Juan de Avila. Juan asistió a uno de sus          elocuentes          sermones, y en pleno sermón, cuando el predicador hablaba contra          la vida de          pecado, nuestro hombre se arrodillo y empezó a gritar:          "Misericordia Señor,          que soy un pecador", y salió gritando por las calles, pidiendo          perdón a          Dios. Tenía unos 40 años.
Se          confesó, repartió entre los          pobres todo lo que tenía en su pequeña librería, empezó a          deambular por las calles          de la ciudad pidiendo misericordia a Dios por todos sus pecados.
La          gente lo creyó loco y empezaron          a atacarlo a pedradas y golpes.
Al fin          lo llevaron al manicomio y          los encargados le dieron fuertes palizas, pues ese era el medio          que tenían en          aquel tiempo para calmar a los locos: azotarlos fuertemente.          Pero ellos notaban          que Juan no se disgustaba por los azotes que le daban, sino que          lo ofrecía todo          a Dios. Pero al mismo tiempo corregía a los guardias y les          llamaba la atención          por el modo tan brutal que tenían de tratar a los pobres          enfermos.
Aquella estadía de Juan en          ese manicomio, que era un          verdadero infierno, fue verdaderamente providencial, porque se          dio cuenta del          gran error que es pretender curar las enfermedades mentales con          métodos de          tortura. Y cuando quede libre fundará un hospital, y allí,          aunque él sabe poco          de medicina, demostrará que él es mucho mejor que los médicos,          sobre todo en lo          relativo a las enfermedades mentales, y enseñará con su ejemplo          que a ciertos          enfermos hay que curarles primero el alma si se quiere obtener          después la          curación de su cuerpo. Sus religiosos atienden enfermos mentales          en todos los          continentes y con grandes y maravillosos resultados, empleando          siempre los          métodos de la bondad y de la comprensión, en vez del rigor de la          tortura.
Cuando          San Juan de Avila volvió a          la ciudad y supo que a su convertido lo tenían en un manicomio,          fue y logró          sacarlo y le aconsejó que ya no hiciera más la penitencia de          hacerse el loco          para ser martirizado por las gentes. Ahora se dedicará a una          verdadera          "locura de amor": gastar toda su vida y sus energías a ayudar a          los enfermos          más miserables por amor a Cristo Jesús, a quien ellos          representan.
Juan          alquila una casa vieja y allí          empieza a recibir a cualquier enfermo, mendigo, loco, anciano,          huérfano y          desamparado que le pida su ayuda. Durante todo el día atiende a          cada uno con el          más exquisito cariño, haciendo de enfermero, cocinero,          barrendero, mandadero,          padre, amigo y hermano de todos. Por la noche se va por la calle          pidiendo          limosnas para sus pobres.
Pronto          se hizo popular en toda          Granada el grito de Juan en las noches por las calles. El iba          con unos morrales          y unas ollas gritando: ¡Haced el bien hermanos, para vuestro          bien! Las gentes          salían a la puerta de sus casas y le regalaban cuanto les había          sobrado de la          comida del día. Al volver cerca de medianoche se dedicaba a          hacer aseo en el          hospital, y a la madrugada se echaba a dormir un rato debajo de          una escalera.          Un verdadero héroe de la caridad.
El          señor obispo, admirado por la          gran obra de caridad que Juan estaba haciendo, le añadió dos          palabras a su nombre          de pila, y empezó a llamarlo "Juan de Dios", y así lo llamó toda          la          gente en adelante. Luego, como este hombre cambiaba          frecuentemente su vestido          bueno por los harapos de los pobres que encontraba en las          calles, el prelado le          dio una túnica negra como uniforme; así se vistió hasta su          muerte, y así han          vestido sus religiosos por varios siglos.
Un día          su hospital se incendió y          Juan de Dios entró varias veces por entre las llamas a sacar a          los enfermos y          aunque pasaba por en medio de enormes llamaradas no sufría          quemaduras, y logró          salvarle la vida a todos aquellos pobres.
Otro          día el río bajaba enormemente          crecido y arrastraba muchos troncos y palos. Juan necesitaba          abundante leña          para el invierno, porque en Granada hace mucho frío y a los          ancianos les gustaba          calentarse alrededor de la hoguera. Entonces se fue al río a          sacar troncos,          pero uno de sus compañeros, muy joven, se adentró          imprudentemente entre las          violentas aguas y se lo llevó la corriente. El santo se lanzó al          agua a tratar          de salvarle la vida, y como el río bajaba supremamente frío,          esto le hizo daño          para su enfermedad de artritis y empezó a sufrir espantosos          dolores.
Después          de tantísimos trabajos,          ayunos y trasnochadas por hacer el bien, y resfriados por ayudar          a sus enfermos,          la salud de Juan de Dios se debilitó totalmente. El hacía todo          lo posible          porque nadie se diera cuenta de los espantosos dolores que lo          atormentaban día          y noche, pero al fin ya no fue capaz de simular más. Sobre todo          la artritis le          tenía sus piernas retorcidas y le causaba dolores indecibles.          Entonces una          venerable señora de la ciudad obtuvo del señor obispo          autorización para          llevarlo a su casa y cuidarlo un poco. El santo se fue ante el          Santísimo          Sacramento del altar y por largo tiempo rezó con todo el fervor          antes de despedirse          de su amado hospital. Le confió la dirección de su obra a          Antonio Martín, un          hombre a quien él había convertido y había logrado que se          hiciera religioso, y          colaborador suyo, junto con otro hombre a quien Antonio odiaba;          y después de          amigarlos, logró el santo que le ayudaran en su obra en favor de          los pobres,          como dos buenos amigos.
Al          llegar a la casa de la rica          señora, exclamó Juan: "OH, estas comodidades son demasiado lujo          para mí          que soy tan miserable pecador". Allí trataron de curarlo de su          dolorosa          enfermedad, pero ya era demasiado tarde.
El 8          de marzo de 1550, sintiendo          que le llegaba la muerte, se arrodilló en el suelo y exclamó:          "Jesús,          Jesús, en tus manos me encomiendo", y quedó muerto, así de          rodillas. Había          trabajado incansablemente durante diez años dirigiendo su          hospital de pobres,          con tantos problemas económicos que a veces ni se atrevía a          salir a la calle a          causa de las muchísimas deudas que tenía; y con tanta humildad,          que siendo el          más grande santo de la ciudad se creía el más indigno pecador.          El que había          sido apedreado como loco, fue acompañado al cementerio por el          obispo, las          autoridades y todo el pueblo, como un santo.
Después          de muerto obtuvo de Dios          muchos milagros en favor de sus devotos y el Papa lo declaró          santo en 1690. Es Patrono          de los que trabajan en hospitales y de los que propagan libros          religiosos.
San            Juan de Dios: alcánzanos de            Dios un gran amor hacia los enfermos y los pobres.
NOTA:          Los religiosos Hospitalarios          de San Juan de Dios son 1,500 y tienen 216 casas en el mundo          para el servicio          de los enfermos. Los primeros beatos de Colombia pertenecieron a          esta santa          Comunidad.
Todo            lo que hicisteis con cada uno            de estos mis hermanos enfermos, conmigo lo hicisteis            (Jesucristo Mt. 25,40).
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Veremundo,            Santo          Abad, 8 Marzo   
              
 Abad Etimológicamente                  significa "verdaderamente limpio". Viene de la lengua alemana.  |           
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Faustino Miguez, Beato          Presbítero Escolapio y Fundador, 8 Marzo   
              
 Sacerdote Escolapio y Fundador 
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Fuente:          ACI Prensa 
        Vicente (o Vincent)            Kadlubek, Santo Obispo          de Cracovia, 8 Marzo   
              
 Obispo de                      Cracovia 
 
 de febrero de 1764, Clemente XIII                  ratificó su culto con base en la solicitud de Wojciech                  Ziemicki, abad de Jedrzejow.  |           
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Fuente:          ACI Prensa 
        Teófilo de Nicomedia,            Santo          Obispo, Marzo 8   
              
 Obispo Martirologio Romano: En Nicomedia, de Bitinia, san                    Teofilacto, obispo, que desterrado por defender el                    culto de las sagradas imágenes, falleció en Estróbilo                    de Caria (c. 840). Fue discípulo de San Tarasio quien                  al darse cuenta de la vocación y dones del muchacho para                  la vida religiosa, decidió confiárselo a otros de sus                  discípulos, San Migel el Confesor, quien se hallaba                  fundando un monasterio junto al Bósforo. Años más tarde,                  y luego de soportar ambos las más duras y difíciles                  pruebas, San Tarasio confirió la dignidad episcopal:                  Teófilo recibió la sede de Nicomedia y Miguel a la                  Sínada.   |           
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Fuente:          OremosJuntos.com 
        Félix de Dunwich, Santo          Obispo, 8 Marzo   
              
 San Félix, que convirtió a los                  anglos del este, nació en la región de Borgoña (la cual                  ahora es Francia).   |           
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Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com;          Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es ,          misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/ 
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