miércoles, 12 de marzo de 2014

Jueves del Santísimo Sacramento. 13/03/2014. San Humberto ¡ruega por nosotros!

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 7, 7-12

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: 
"Pidan y Dios les dará, busquen y encontrarán, llamen y Dios les abrirá. Porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra, y al que llama, Dios le abre.
¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan le da una piedra?; o si le pide un pez, ¿le da una serpiente? Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre del cielo dará cosas buenas a los que se las pidan!
Así pues, traten a los demás como quieran que ellos los traten, porque en esto consisten la ley y los profetas".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

jue 1a. Sem cuaresma

Antífona de Entrada

Señor, oye mis palabras, escucha mi lamento, haz caso de mi voz suplicante, Rey mío y Dios mío.

 

Oración Colecta

Oremos:
Puesto que sin ti nada podemos, concédenos, Señor, luz para distinguir el bien y valor para ponerlo en práctica, a fin que vivamos siempre según tu voluntad. 
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

No tengo otro defensor más que tú, Señor

Lectura del libro de Ester 14, 1.3-5.12-14

En aquellos días la reina Ester, angustiada porque la muerte se le venía encima, recurrió al Señor, y oró así al Señor de Israel:
"Señor mío, tú eres nuestro único rey, ayúdame, porque estoy sola, no tengo a más protector que a ti, y el peligro me amenaza. Desde niña he oído en mi familia que tú, Señor, elegiste a Israel entre todas las naciones, y a nuestros padres entre todos sus antepasados, como heredad perpetua, cumpliendo todas tus promesas. 
Acuérdate de nosotros, Señor, y hazte presente en medio de nuestra tribulación. Dame valor, Rey de los dioses y dominador de todo poder; inspírame palabras oportunas; cuando tenga que hablar al león, cambia su corazón; haz que aborrezca a nuestro adversario, para que muera con sus cómplices. Líbrame, Señor, con tu poder, y ayúdame a mí, que estoy sola, y no tengo a nadie más que a ti, Señor".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 137, 1-2a.2bc-3.7c-8

Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón; te cantaré en presencia de los dioses extranjeros, postrado hacia tu templo santo.
Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste.

Doy gracias a tu nombre por tu amor y tu fidelidad. Cuando te invoqué, me escuchaste y fortaleciste mi ánimo.
Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste.

Despliegas tu poder contra la saña de mis enemigos. El Señor completará lo que hace por mí: Señor, tu amor es eterno, no abandones la obra de tus manos.
Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste.

Aclamación antes del Evangelio

Honor y gloria a ti, Señor Jesús. 
Crea en mí, Señor, un corazón puro y devuélveme tu salvación que regocija.
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio

Todo el que pide, recibe

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 7, 7-12

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: 
"Pidan y Dios les dará, busquen y encontrarán, llamen y Dios les abrirá. Porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra, y al que llama, Dios le abre.
¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan le da una piedra?; o si le pide un pez, ¿le da una serpiente? Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre del cielo dará cosas buenas a los que se las pidan!
Así pues, traten a los demás como quieran que ellos los traten, porque en esto consisten la ley y los profetas".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Acepta, Señor, en tu bondad las ofrendas y súplicas que te presentamos, y convierte hacia ti nuestros corazones. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

Las privaciones voluntarias

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. 
Porque con nuestras privaciones voluntarias nos enseñas a reconocer y agradecer tus dones, a dominar nuestro afán de suficiencia y a repartir nuestros bienes con los necesitados, imitando así tu generosidad.
Por eso, 
con todos los ángeles, te glorificamos y te aclamamos diciendo:

Antífona de la Comunión

Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que toca se le abre.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Concédenos, Señor Dios nuestro, que el sacramento que nos has dado como ayuda para nuestra salvación, nos sirva de auxilio tanto para esta vida como para la futura. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

Cuaresma. 1ª semana. Jueves

LA ORACIÓN DE PETICIÓN

— Pedir y agradecer, dos formas de relacionarnos con Dios. Dos modos de oración muy gratos al Señor. Rectitud de intención al pedir.

— Humildad y perseverancia en la petición.

— El Señor siempre nos atiende. Buscar también la intercesión de la Virgen, nuestra Madre, y del Ángel Custodio.

I. Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá; porque todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y a quien llama se le abrirá1.

Pasamos una buena parte de nuestra vida pidiendo cosas a otras personas que tienen más, o que tienen unos conocimientos superiores a los nuestros. Pedimos, porque somos gente necesitada. Y es, en muchas ocasiones, la única posibilidad de relacionarnos con los demás. Si no pidiéramos nunca nada, terminaríamos en una especie de vacío y de falsa y empobrecida autosuficiencia. Pedir y dar; eso es la mayor parte de nuestra vida y de nuestro ser. Al pedir nos reconocemos necesitados. Al dar podemos ser conscientes de la riqueza sin término que Dios ha puesto en nuestro corazón.

Lo mismo nos ocurre con Dios. Gran parte de nuestras relaciones con Él están definidas por la petición; el resto, por el agradecimiento. Al pedir nos manifestamos en nuestra radical insuficiencia. Pedir nos hace humildes; además, damos a nuestro Dios la oportunidad de mostrarse como Padre. Conocemos así el amor que Dios nos tiene. Pues, ¿quién hay entre vosotros a quien si el hijo le pide pan le dé una piedra?... ¿Cuánto más vuestro Padre que está en los Cielos dará cosas buenas a quienes le pidan?2.

No pedimos con egoísmo, ni llenos de soberbia, ni con avaricia, ni por envidia. Si nuestra petición es, por ejemplo, la ayuda en unos exámenes, un favor material, sanar de una enfermedad, etc., debemos examinar en la presencia de Dios los verdaderos motivos de esa petición. Le preguntaremos en la intimidad de nuestra alma si eso que hemos solicitado nos ayudará a amarle más y a cumplir mejor su Voluntad. En muchas ocasiones nos daremos enseguida cuenta de la poca entidad de ese asunto que nos parecía de vida o muerte, y nos haremos cargo de que aquello que deseábamos desesperadamente no era tan importante. Sabremos enderezar nuestra voluntad con la Voluntad de Dios y, entonces, va mucho mejor encaminada nuestra petición.

Podemos pedir al Señor que nos sane pronto de una enfermedad; pero también debemos pedir juntamente que, si esto no sucede porque sus planes son otros –planes misteriosos y desconocidos para nosotros, pero que vienen de un Padre–, nos conceda entonces la gracia necesaria para llevar con paciencia esos dolores, y la sabiduría para sacar de esa enfermedad grandes frutos que benefician a nuestra alma y a toda la Iglesia.

La primera condición de toda petición eficaz es conformar primero nuestra voluntad a la Voluntad de Dios, que en ocasiones quiere o permite cosas y acontecimientos que nosotros no queremos ni entendemos, pero que terminarán siendo de grandísimo provecho para nosotros y para los demás. Cada vez que hacemos ese acto de identificación de nuestro querer con el de Dios, hemos dado un paso muy importante en la virtud de la humildad.

Existen innumerables bienes que el Señor espera que le pidamos para que se nos concedan. Bienes espirituales y materiales; ordenados todos a nuestra salvación y a la del prójimo. «¿No convendréis conmigo en que, si no alcanzamos lo que pedimos a Dios, es porque no oramos con fe, con el corazón bastante puro, con una confianza bastante grande, o porque no perseveramos en la oración como debiéramos? Jamás Dios ha denegado ni denegará nada a los que le piden sus gracias debidamente»3.

II. Siempre procuramos ir a la oración con la confianza de hijos. Y entonces buscamos identificar nuestra voluntad con la de nuestro Padre Dios: no se haga mi voluntad, sino la tuya4, podríamos añadir después de cada petición. Porque no queremos afirmar nuestro proyecto de vida sino, ante todo, cumplir la Voluntad de Dios. El Evangelio nos presenta muchos casos de esta oración filial, humilde y perseverante. San Mateo narra5 la petición de una mujer que puede servir de ejemplo para todos nosotros. Llegó Jesús a la región de Tiro y Sidón, tierra de gentiles. Debía ir buscando en esos lugares algún descanso para sus Apóstoles, ya que no lo pudo encontrar en la región desértica de Betsaida; quiere pasar unos días a solas con ellos.

Mientras caminaban, se les acercó una mujer, con una insistente petición. Y a pesar de su perseverancia en el ruego, Jesús guarda silencio: Pero Él no contestó palabra, dice el Evangelista.

Los discípulos le dicen que la atienda, para que se vaya. No hace más que molestar con su insistencia. Pero Jesús pensaba de otro modo. Después de un rato, sale de su silencio y, lleno de ternura al ver su humildad, la atiende. Le explica el plan divino de la salvación: No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Era el plan divino desde la eternidad. Él redimiría con su Vida y su Muerte en la Cruz a todos los hombres, pero la evangelización comenzará por Israel; luego los apóstoles de todos los tiempos la llevarán hasta el fin de la tierra6, a todos los hombres.

Pero esta mujer cananea, que acaso ni comprendió el plan divino, no se desanima ante su respuesta: Mas ella, acercándose, se postró ante Él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Sabe lo que quiere y sabe que puede conseguirlo de Jesús.

El Señor le explica de nuevo, con una parábola, lo mismo que acaba de decirle poco antes: No es bueno tomar el pan de los hijos y arrojarlo a los perrillos. Los «hijos» eran el pueblo de Israel7, al que ella no pertenece. Muy pronto llegará también la hora de los gentiles.

Pero la mujer no cede en su empeño. Su fe se acrecienta y se desborda. Y ella se introduce en la parábola, con gran humildad, como un personaje más: Verdad, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.

Tanta fe, tanta humildad, tanta constancia, hacen exclamar al Señor:¡Oh mujer, grande es tu fe! Y, con un tono entre solemne y lleno de condescendencia, añade: Hágase conforme tú lo deseas.

El Evangelista tendrá buen cuidado en anotar: Y a la misma hora su hija quedó curada. Para este milagro excepcional fueron necesarias también una fe, una humildad y una constancia excepcionales.

Jesús nos oye siempre: también cuando parece que calla. Quizá es entonces cuando más atentamente nos escucha. Quizá está provocando –con este aparente silencio– que se den en nosotros las condiciones necesarias para que el milagro se realice: que le pidamos confiadamente, sin desánimo, con fe.

Cuántas veces nuestra oración, ante necesidades perentorias, será la misma: ¡Señor, socórreme! ¡Qué estupenda jaculatoria para tantas necesidades –sobre todo del alma– que nos son tan urgentes!

Pero no basta pedir; hay que hacerlo con perseverancia, como esa mujer, sin cansarnos, para que la constancia alcance lo que no pueden nuestros méritos. Mucho vale la oración perseverante del justo8. Dios ha previsto todas las gracias y ayudas que necesitamos, pero también ha previsto nuestra oración.

Pedid y se os dará... llamad y se os abrirá. Y recordamos ahora nuestras muchas necesidades personales y las de aquellas personas que viven cerca de nosotros. No nos abandona el Señor.

III. Si alguna vez no se nos concedió algo que pedimos confiadamente es que no nos convenía: «bien mira por ti quien no te da, cuando le pides lo que no te conviene»9. ¡Él sí que sabe lo que nos conviene! Esta oración que hicimos con tanta insistencia quizá, habría sido eficaz para otros bienes, o para otra ocasión más necesaria. ¡Nuestro Padre Dios la encaminó bien!: «Siempre da más de lo que le pedimos»10. Siempre.

Para que nuestra petición sea atendida con más prontitud, podemos solicitar las oraciones de otras personas cercanas a Dios, como hizo aquel Centurión de Cafarnaún: le envió algunos ancianos de los judíos a suplicarle que viniese a curar a su criado. Estos amigos cumplieron bien su cometido: fueron a Jesús, y rogaron con gran insistencia que condescendiese: Es un sujeto –le decían– que merece que le hagas este favor...11. El Señor atendió sus ruegos.

A la hora de pedir oraciones nos puede ser útil recordar que «después de la oración del Sacerdote y de las vírgenes consagradas, la oración más grata a Dios es la de los niños y la de los enfermos»12.

También pediremos a nuestro Ángel Custodio que interceda por nosotros y presente nuestra petición al Señor, pues «el ángel particular de cada cual, aun de los más insignificantes dentro de la Iglesia, por estar contemplando siempre el rostro de Dios que está en los cielos, viendo la divinidad de nuestro Creador, une su oración a la nuestra y colabora en cuanto le es posible en favor de lo que pedimos»13.

Tenemos además un camino, que la Iglesia nos ha enseñado desde siempre, para que nuestras peticiones lleguen con prontitud ante la presencia de Dios. Este camino es la mediación de María, Madre de Dios y Madre nuestra. A Ella acudimos ahora y siempre: «Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo...»14.

1 Evangelio de la Misa, Mt 7, 7-12. — 2 Mt 7, 9 y 11. — 3 Santo Cura de Ars,Sermón sobre la oración. — 4 Lc 22, 42. — 5 Mt 15, 21-28. — 6 Hech 1, 8. — 7 Cfr.Ex 4, 23; Is 1, 2; Jer 31, 20; Os 11, 1; etc.  8 Sant 5, 17. — 9 San Agustín, Sermón 126.  10 Santa Teresa, Camino de perfección, 37. — 11 Lc 7, 3-4. — 12 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 98. — 13 Orígenes, Trat. sobre la oración, 10. — 14Oración «Acordaos» de San Bernardo.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

San Humberto
Cazador y obispo
(727)

Humberto significa: el que tiene pensamientos luminosos (Hum, en su idioma = pensamientos, Bert = luminoso).

Es Patrono de los cazadores y de los obispos que tienen que gobernar regiones muy problemáticas.

Las antiguas tradiciones cuentan de él lo siguiente:

Humberto era hijo del rey Bertrand de Aquitania. De joven era muy aficionado a la cacería y valientísimo para luchar contra las fieras. Un día en un bosque su padre fue atacado por un oso furioso que lo iba a matar, pero el joven Humberto llegó a tiempo y arremetió tan fuertemente a la fiera feroz que ésta tuvo que soltar a Bertrand y así el rey salvó su vida.

Fue enviado a estudiar al palacio del rey de Neustria (Bélgica) pero allá había malas costumbres y salió huyendo para no volverse vicioso. Fue entonces al palacio del rey de Austrasia, donde recibió una buena educación, y se casó con una hija del rey y tuvo un hijo a quien llamó Floriberto.

Humberto olvidó los sabios consejos de su santa madre y se dedicó únicamente a fiestas y deportes y dejó de asistir al templo. Y un Viernes Santo en vez de ir a las ceremonias religiosas se fue de cacería. Peor sucedió que yendo en pleno bosque persiguiendo un venado, éste se detuvo repentinamente y los perros y los caballos saltaron asustados hacia atrás. Entre los cuernos del venado apareció una cruz luminosa y Humberto oyó una voz que le decía: "Si no vuelves hacia Dios, caerás en el infierno".

El joven príncipe se fue en busca del obispo San Lamberto, ante el cual pidió de rodillas perdón por sus pecados. El santo obispo le concedió el perdón y se dedicó a instruirlo muy esmeradamente en la religión. Poco después murió la esposa y entonces Humberto quedó libre para dedicarse totalmente a la vida espiritual. Renunció al derecho que tenía de ser heredero del trono, repartió sus bienes a los pobres y fue ordenado de sacerdote. Entró de monje en el convento de los Padres Benedictinos y se dedicó a la oración, a la lectura y meditación y a humildes trabajos en el conventos, como hortelano, y pastor de ovejas.

Deseaba ir a Roma a visitar la tumba de los Apóstoles San Pedro y San Pablo y a escuchar al Sumo Pontífice. Y se fue a pie escalando montañas cubiertas de hielo y atravesando en barcas pequeñas ríos crecidísimos, hasta que logró llegar, después de mil peligros, a la Ciudad Eterna.

Estando un día en un templo de Roma orando muy devotamente fue mandado llamar por el Sumo Pontífice Sergio, el cual le contó que a su santo obispo Lamberto lo habían asesinado los enemigos de la religión y que al Papa le parecía que el mejor para reemplazar al obispo muerto era él, el monje Humberto. Aunque tenía miedo de aceptar tan alto cargo, una visión sobrenatural lo convenció de que debía aceptar, y fue consagrado obispo de la Iglesia Católica.

El territorio que le correspondió gobernar a San Humberto estaba poblado por gentes que adoraban ídolos y eran muy crueles. El fue recorriendo todas las regiones enseñando la verdadera religión y alejando a la gente de las falsas creencias y dañosas supersticiones. Dios le concedió el don de hacer milagros. Los que tenían malos espíritus, al encontrarse con el santo recobraban la paz, y el mal espíritu se les alejaba. Los que antes adoraban ídolos y dioses falsos, al oírlo predicar tan hermosamente acerca del Dios del cielo que hizo la tierra, y todo cuanto existe, exclamaban: "Nunca nos habían hablado así", y se convertían y se hacían bautizar.

Por ríos tormentosos y cruzando selvas tenebrosas y haciendo viajes muy agotadores, y recorriendo los campos en procesión cantando y rezando, visitó todo el territorio de su diócesis, ofreciendo, los sacrificios de sus viajes, por la conversión de los pecadores, y Dios le respondió concediéndole que miles y miles se convirtieran a la verdadera fe.

Un día vio que ardía en llamas la casita de una pobre mujer. Se puso a rezar con toda fe y el incendio se apagó milagrosamente.

Le construyó un templo al santo obispo asesinado, San Lamberto, y llevó allá las reliquias del mártir (el cuerpo de Lamberto, al abrir su sepulcro después de varios años de enterrado, estaba incorrupto, como recién sepultado). Al paso de los restos del santo obispo varios paralíticos quedaron sanados y empezaron a andar, y varios ciegos recobraron la vista.

Un día mientras Humberto celebraba la misa entró al templo un hombre loco porque lo había mordido un perro con hidrofobia (o enfermedad de la rabia). Toda la gente salió corriendo a la plaza, pero el santo le dio una bendición al loco enfermo y éste quedó instantáneamente sano y salió a la plaza gritando: "Vuelvan tranquilos al templo que el santo obispo me ha curado con su bendición". Por esto las gentes han invocado a San Humberto contra las mordeduras de perros rabiosos.

Otro día se acercó a la orilla del mar y vio que una terrible tempestad hundía una barca llena de gente y que todos los pasajeros caían entre las embravecidas olas. El santo se arrodilló a orar por ellos y milagrosamente los náufragos salieron a la orilla sanos y salvos. Por eso los marineros le han tenido mucha fe a San Humberto.

En el año 727 Dios le anunció que pronto iba a morir, y al terminar una misa les dijo a los fieles: "Ya no volveré a beber este cáliz entre vosotros". Poco después se enfermó y murió santamente, dejando entre las gentes el recuerdo de una vida dedicada totalmente al bien de los demás.

Señor Jesús: envíanos muchos pastores santos y generosos como San Humberto, que consagren totalmente su existencia a la salvación de las almas y a hacerte amar más y más.

Si Dios está con nosotros ¿Quién podrá contra nosotros? (S. Pablo).

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Fuente: ACI Prensa
Nicéforo, Santo Patriarca de Constantinopla, 13 Marzo  

Nicéforo, Santo

Patriarca de Constantinopla (806-815), nacido cerca del 758; fallecido el 2 de junio del 829. Este campeón de la opinión ortodoxa en la segunda contienda por la veneración de las imágenes pertenecía a una notable familia de Constantinopla. Fue hijo del secretario imperial Teodoro y de su piadosa esposa Eudoxia. Eudoxia era partidaria estricta de la Iglesia y Teodoro haba sido desterrado por el emperador Constantino Coprónimo (741-775) debido a su inquebrantable apoyo a la enseñanza de la Iglesia en lo concerniente a las imágenes. Siendo aún joven, Nicéforo fue llevado a la corte, donde se convirtió en secretario imperial. Junto con otros dos oficiales de alto rango, representó a la emperatriz Irene en el 787 en el segundo Concilio de Nicea (el séptimo concilio ecuménico), el cual declaró la doctrina de la Iglesia con respecto a las imágenes. Poco después, Nicéforo buscó la soledad en el Bósforo tracio, donde fundó un monasterio. Allí se dedicó a las prácticas ascéticas y al estudio profano de gramática, matemáticas y filosofía, así como a las Escrituras. Luego fue llamado a la capital y allí se le encargó un gran hospital. A la muerte del Patriarca Tarasio (25 de febrero del 806), hubo gran división entre el clero y los altos oficiales de la corte en cuanto a quién escoger como sucesor de aquél. Finalmente, con el asentimiento de los obispos, el emperador Nicéforo (802-11) nombró patriarca a Nicéforo. Aunque seguía siendo laico, todo mundo sabía que era muy religioso y muy docto. Recibió las Sagradas órdenes y fue consagrado obispo el 12 de abril del 806, domingo de Pascua. La elevación directa de un laico al patriarcado, como había ya sucedido en el caso de Tarasio, despertó oposición en el partido eclesiástico entre el clero y los monjes. Los líderes eran los abades Platón de Sacadio y Teodoro de Studita, y el hermano de Teodoro, el Arzobispo José de Tesalónica. Por esta oposición, el abad Platón estuvo encarcelado veinticuatro días por orden del emperador.
Nicéforo pronto dio otros motivos para un mayor antagonismo. En el 795, un sacerdote llamado José había celebrado el ilegítimo matrimonio del emperador Constantino VI (780-797) con Teodota, cuando todavía vivía María, la legítima esposa del emperador, a quien haba repudiado. Por este acto, José fue depuesto y desterrado. El emperador consideró que era importante resolver este asunto y, a deseo suyo, el nuevo patriarca, junto con la concurrencia de un sínodo compuesto de un número pequeño de obispos, perdonó a José y, en el 806, lo restauró en su cargo. El patriarca cedió a los deseos del emperador a fin de evitar un mal más grave. El partido eclesiástico estricto consideró que su acción fue una violación de la ley eclesiástica y un escándalo. Antes que la cuestión fuera resuelta, Teodoro había escrito al patriarca rogándole que no restituyera en su cargo al sacerdote culpable, mas no recibió respuesta. Aunque la cuestión no se debatió abiertamente, él y sus seguidores prácticamente ya no mantenían comunión con Nicéforo ni el sacerdote, José. Pero, mediante una carta escrita por el Arzobispo José, el modo de proceder que él y el partido estricto habían seguido se volvió asunto público en el 808 y causó furor. Teodoro expuso, en discurso y por escrito, las razones de la acción del partido estricto y mantuvo firmemente su posición. Al defenderse contra la acusación de que él y sus compañeros eran cismáticos, declaró que había guardado silencio en lo posible, que no había censurado a ningún obispo y que siempre incluyó el nombre del patriarca en la liturgia. Reafirmó su amor y adherencia al patriarca, y dijo que retiraría toda oposición si el patriarca reconocía la violación de la ley destituyendo al sacerdote José. El emperador Nicéforo tomó ahora medidas violentas. Ordenó al patriarca que convocara un sínodo, que fue celebrado en el 809, e hizo que Platón y varios monjes comparecieran forzosamente ante él. Los oponentes del patriarca fueron condenados, el Arzobispo de Tesalónica fue depuesto, los abades Platón y Teodoro, junto con sus monjes, fueron desterrados a las islas vecinas y echados a varias prisiones.

Esto, sin embargo, no desalentó a los decididos oponentes de la "herejía adulterina". En el 809, Teodoro y Platón, a través del archimandrita Epifanio, enviaron un memorial al Papa León III; Teodoro luego colocó la cuestión nuevamente ante el Papa en una carta, en la que rogó al sucesor de san Pedro conceder una ayuda al Oriente de manera que no fuera ahogado por las olas de la "herejía adulterina". El Papa León envió una respuesta alentadora y consoladora a los confesores resolutos, y estos le volvieron a escribir a través de Epifanio. León no había recibido comunicación de parte del patriarca Nicéforo y, por tanto, no estaba completamente informado en la cuestión; también deseó ahorrarle al emperador oriental en lo posible. Consiguientemente, por un tiempo no tomó más medidas en el asunto. El emperador Nicéforo continuó persiguiendo a todos los adherentes de Teodoro de Studita, y, además, oprimió a los que tenía por sospechosos, ya fueran del clero o dignatarios del imperio. Por otra parte, favoreció a los paulicianos heréticos y a los iconoclastas y agotó al pueblo con impuestos opresivos, de manera que fue odiado universalmente. En julio del 811, el emperador fue muerto en una batalla con los búlgaros. Su hijo, Stauracio, quien había sido herido en la misma batalla, fue proclamado emperador, pero fue depuesto por los hombres principales del imperio porque seguía el mal ejemplo de su padre. El 2 de octubre del 811, con la aprobación del patriarca, Miguel Rhangabe, cuñado de Stauracio, fue elevado al trono. El nuevo emperador prometió, por escrito, defender la fe y proteger tanto al clero como a los monjes, y fue coronado con mucha solemnidad por el patriarca Nicéforo. Miguel tuvo éxito en la reconciliación entre el patriarca y Teodoro de Studita. El patriarca volvió a deponer al sacerdote José y retiró sus decretos contra Teodoro y sus partidarios. Por el otro lado, Teodoro, Platón y la mayora de sus adeptos reconocieron al patriarca como el cabeza legítimo de la Iglesia bizantina, y trataron de traer a los rebeldes de regreso a la obediencia. El emperador también había recurrido al papado en relación con estas riñas y obtenido una carta de aprobación de León. Por otra parte, el patriarca ahora envió al Papa la tradicional notificación por escrito de su instalación en el cargo (Synodica). En ella trató de justificar el retraso con la tiranía del anterior emperador, entretejió una intrincada confesión de fe y prometió notificar a Roma en el momento apropiado en lo referente a todas las cuestiones importantes.

El emperador Miguel era un hombre honorable de buenas intenciones, pero débil y dependiente. Por consejo de Nicéforo, mandó matar a los heréticos y sediciosos paulicianos y trató de suprimir a los iconoclastas. El patriarca intentó por todos los medios establecer una disciplina monástica entre los monjes, y suprimir los monasterios dobles, que habían sido prohibidos por el séptimo concilio ecuménico. Tras su total derrota, el 22 de junio del 813, en la guerra contra los búlgaros, el emperador perdió toda autoridad. Con la aprobación del patriarca, renunció y entró en un monasterio con sus hijos. El general del pueblo, León el Armeno, se convirtió en emperador el 11 de julio del 813. Cuando Nicéforo exigió la confesión de fe, antes de la coronación, León la postergó. No obstante esto, Nicéforo lo coronó, pero luego León de nuevo renunció a hacer su confesión. En cuanto el nuevo emperador había asegurado la paz del imperio con la derrota de los búlgaros, sus verdaderas opiniones comenzaron a aparecer gradualmente. Entró en relación con los oponentes de las imágenes, entre los cuales se hallaba un número de obispos; poco a poco se volvió más evidente que estaba preparando un nuevo ataque contra la veneración de las imágenes. Ahora, con intrépida energía, el patriarca Nicéforo procedió contra las maquinaciones de los iconoclastas. Llevó a juicio a varios eclesiásticos opuestos a las imágenes ante un sínodo y forzó a un abad llamado Juan y también al obispo Antonio de Sileo a la sumisión. La aquiescencia del obispo Antonio fue meramente simulada.

En diciembre del 814, Nicéforo tuvo una larga conferencia con el emperador acerca de la veneración de imágenes, pero no se llegó a ningún acuerdo. Luego el patriarca envió a varios obispos y abades doctos para convencerlo de la verdad de la posición del patriarca en cuanto a la veneración de las imágenes. El emperador deseó un debate entre los representantes de las opiniones dogmáticas opuestas, pero los adeptos de la veneración de las imágenes rehusaron participar en dicha conferencia, puesto que el séptimo concilio ecuménico ya había resuelto la cuestión. Entonces Nicéforo convocó una asamblea de obispos y abades en la iglesia de santa Sofía, lugar donde excomulgó al obispo Antonio de Sileo, quien haba perjurado. Un gran número de laicos también estuvo presente en esta ocasión, y el patriarca junto con el clero y el pueblo permaneció en la iglesia toda la noche orando. El emperador después citó a Nicéforo, y el patriarca fue al palacio imperial acompañado de abades y monjes. Nicéforo primero tuvo una conversación larga y en privado con el emperador, en la cual inútilmente intentó por todos los medios disuadir a León de su oposición a la veneración de imágenes. El emperador reicibió a los que habían acompañado a Nicéforo, entre ellos a siete metropolitanos y al abad Teodoro de Studita. Todos repudiaron la interferencia del emperador en cuestiones dogmáticas y una vez más rechazaron la proposición de León de celebrar una conferencia. El emperador luego ordenó a los abades a guardar silencio sobre el asunto y les prohibió llevar a cabo reuniones. Teodoro declaró que el silencio con esas condiciones sería traición y expresó simpatía por el patriarca, a quien el emperador prohibió llevar a cabo servicio público en la iglesia. Nicéforo enfermó; cuando se recuperó, el emperador lo citó para defender su modo de proceder ante un sínodo de obispos que simpatizaba con el iconoclasma. Mas el patriarca no reconocería el sínodo e hizo caso omiso a las citaciones. El conciliábulo ahora ordenaba que ya no se le llamara patriarca. Su casa fue rodeada de multitudes de enfadados iconoclastas, que le gritaron amenazas e improperios. Fue vigilado por soldados y no se le permitió realizar ningún acto oficial. Protestando contra este modo de proceder, el patriarca notificó a León que juzgaba necesario renunciar a la sede patriarcal. Acto seguido, fue arrestado a medianoche en marzo del 815 y desterrado al monasterio de san Teodoro, que había construido en el Bósforo.

León ahora elevó al patriarcado a Teodoto, un laico casado y analfabeto que favorecía el iconoclasma. Teodoto fue consagrado el 1ero de abril del 815. El exiliado Nicéforo perseveró en su oposición y escribió varios tratados contra el iconoclasma. Tras el asesinato del emperador León, el 25 de diciembre del 820, Miguel el amoriano ascendió al trono, y los defensores de la veneración de imágenes fueron ahora tratados con mayor consideración. Sin embargo, Miguel no consentiría a una restauración propiamente dicha de las imágenes, como le exigía Nicéforo, pues declaró que no deseaba interferir en asuntos religiosos y dejaría todo como estaba. En consecuencia, las medidas hostiles del emperador León no fueron revocadas, aun cuando la persecución cesó. Nicéforo recibió permiso para regresar del exilio si prometía permanecer callado. Él, no obstante, no aceptaría y permaneció en el monasterio de san Teodoro, donde continuó defendiendo, por discurso y por escrito, la veneración de las imágenes. Los tratados dogmáticos que escribió, principalmente sobre este tema, son los siguientes: una Apología para la Iglesia católica en lo concerniente al recién surgido cisma en relación a las sagradas imágenes (Migne, P.G., C, 833-849), escrita en el 813-814; un tratado más largo en dos partes; la primera es una Apología para la fe pura y no adulterada de los cristianos en contra de quienes nos acusan de idolatría (Migne, loc. Cit., 535-834); la segunda parte contiene el Antirrhetici, una refutación de un escrito del emperador Constantino Coprónimo sobre las imágenes (loc. Cit., 205-534). Nicéforo añadiá a su segunda parte setenta y cinco extractos de escritos de los Padres [editados por Pitra, Spicilegium Solesmense, I (Pars, 1852), 227-370]; en otros dos escritos, que aparentemente van juntos, se examinan y explican pasajes de escritores antiguos que habían sido usados por los enemigos de las imágenes para sostener sus opiniones. Ambos tratados fueron editados por Pitra; el primero Epikisis en Spicilegium Solesmense, I, 302-335; el segundo Antirresis en el mismo, I, 371-503, y IV, 292-380. Estos dos tratados hablan de pasajes de Macario Magno, Eusebio de Cesarea y de un escrito equivocadamente atribuido a Epifanio de Ciro. Pitra editó otra obra que justificaba la veneración de imágenes titulada Antirrheticus adversus iconomachos (Spicil. Solesm., IV, 233-291). Un último y, al parecer, especialmente importante tratado sobre esta cuestión no ha sido publicado. Nicéforo también dejó dos pequeñas obras históricas; una conocida como el Breviarium, la otra como Chronographis; ambas fueron editadas por C. De Boor, Nicephori archiep. Const. Opuscula historica, en la Bibliotheca Teubneriana (Leipzig, 1880). Al final de su vida fue venerado y tras su muerte fue considerado santo.

En el 874, sus huesos fueron trasladados a Constantinopla con mucha pompa por parte del Patriarca Metodio y fue enterrado el 13 de marzo en la Iglesia de los Apóstoles.

Su fiesta se celebra en este día tanto en la iglesia griega como en la romana; los griegos también observan el 2 de junio como el día de su muerte.

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Fuente: Archidiócesis de Madrid
Leandro de Sevilla, Santo Obispo, 13 de marzo  

Leandro de Sevilla, Santo

Obispo

Martirologio Romano: En Sevilla, en Hispania, san Leandro, obispo, hermano de los santos Isidoro, Fulgencio y Florentina, que con su predicación y diligencia convirtió, contando con la ayuda de su rey Recaredo, a los visigodos de la herejía arriana a la fe católica (c. 600).

 

¿Qué secreto poseía aquella familia de Cartagena que supo poner en los altares a sus tres hijos? Porque no hay duda de la influencia de los padres en la vida de sus hijos tanto para bien como para mal. Eso no quiere decir que los hijos que han nacido en buena y cristiana familia tengan una póliza de seguro que les garantice la fidelidad a los principios que mamaron ni tampoco que quienes conocieron a unos padres mediocres estén condenados irreparablemente a la desgracia moral. No. Pero, hechas las salvedades y sabiendo que el uso de la libertad es privado y personal, no cabe duda -es testigo la historia- de la impronta que deja en los retoños el estilo de quienes los engendraron y educaron. En este caso, Leandro tuvo otros dos hermanos que están como él en los altares, Isidoro que le sucedió en el arzobispado de Sevilla, y santa Florentina.

Su nacimiento fue en torno al 535. La familia emigra a Sevilla y, cuando tiene la edad, Leandro entra el un monasterio. Es nombrado metropolitano de Sevilla. Funda una escuela de artes y ciencia que la concibe como instrumento para difundir la doctrina ortodoxa en medio de una España que está inficcionada de arrianismo, particularmente en la corte visigoda. Dos hijos del rey arriano Leovigildo están formándose en su escuela, Hermenegildo y Recaredo.

Leovigildo asienta en Toledo la capital del reino visigodo. Su hijo Hermenegildo será su igual en la Bética y residirá en Sevilla; por su ciencia, bondad y celo Hermenegildo se convierte a la fe nicena con el ejemplo y apoyo de su esposa Igunda. Pero en Toledo hay reales aires de grandeza; el rey piensa que el principio de unidad y estabilidad está en la religión arriana; se enciende la persecución contra la fe católica con fuego y espada, incluidos los territorios de la Bética, en la que su propio hijo Hermenegildo morirá mártir.

Leandro ha sido obligado a abandonar su Iglesia y su patria. Aprovecha el destierro para pedir ayuda al emperador de Bizancio. En Constantinopla se encuentra con Gregorio, que ha sido enviado por el papa Pelagio -lo sucederá luego en la Sede romana- con quien traba una gran amistad; le anima a poner por escrito los libros Morales -comentario al libro de Job- que influirán de un modo decisivo en la ascética de todo el Medievo.

Vuelve a Sevilla su Arzobispo al disminuir la tensión del rey Leovigildo y lo verá morir. Leandro, en el 589, convoca el III Concilio de Toledo donde Recaredo, que ha sucedido a su padre en el trono, abjura de los errores arrianos y hace profesión de fe católica lográndose la unidad del reino visigodo y la paz. Sobreviene como esperada consecuencia una renovación en la vida religiosa, un resurgir de las letras y una fresca ganancia en el terreno de las artes.

La conversión paulatina a la fe católica de los arrianos visigodos del reino es sincera y la deseada unidad ha encontrado el vínculo de cohesión en la unidad de la fe. Lo que intuyó el rey Leovigildo, pero con signo contrario; en esta ocasión, triunfó la verdad.

Ahora y hasta su muerte en el año 600, el sabio y santo Arzobispo deja de ser un hombre influyente en la política del reino. Le ocupa el alma el ansia de hacer el bien. Mucha oración, atención a las obligaciones pastorales, estudio de la Sagrada Escritura, penitencia por los pecados de su vida, y la carta que escribe a su hermana Florentina que llega a servir de pauta para la vida monástica femenina hasta el punto de ser llamada "la regla de San Alejandro" le llenaron su tiempo.

Sevilla tiene motivos para mostrar orgullo con un santo así ¿verdad? Hay quien afirma que los santos pertenecen a todos y posiblemente no les falte razón, pero ¿no podrán pertenecer a algunos un poco más?

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Fuente: Bibliotheca hagiographica latina
Rodrigo de Córdoba, Santo Sacerdote y Mártir, Marzo  

Rodrigo de Córdoba, Santo

San Rodrigo mártir vivió bajo el reinado de Mohamed I, hijo de Abderramán II, en el emirato de Córdoba.

San Eulogio, obispo de esta ciudad, da cuenta del martirio sufrido por Rodrigo, juntamente con san Salomón, el día tercero de los idus de marzo (día 13) del año 895.

Natural de un pueblo próximo a Egabro (Cabra), cursó en esta ciudad los estudios eclesiásticos y se ordenó sacerdote.

Uno de sus hermanos, fanático de Mahoma, arremetió un día contra él y lo dejó malherido; y habiéndolo instalado en una camilla, lo paseó por la ciudad, explicando que de esta manera quería demostrar su fe musulmana. Pero habiéndose rehecho Rodrigo de sus heridas, logró escapar.

Su hermano, despechado, lo acusó ante el cadí de prevaricador y apóstata. Conducido a prisión, allí conoció a otro mozárabe, Salomón, acusado como él de haber renegado de Mahoma.

Después de numerosos intentos por convertirlos al Islam, el cadí los sentenció a muerte. Fueron degollados, y sus cuerpos, atados a pesadas piedras, fueron arrojados al río. Pero fueron hallados milagrosamente, y enterrados solemnemente, durante una procesión nocturna, precedida por el obispo Saúl.

La fiesta de san Rodrigo y san Salomón se celebra el 13 de marzo.

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Salomón, Santo Mártir, 13 Marzo  

Salomón, Santo

Mártir

Etimológicamente significa "pacífico". Viene de la lengua hebrea.

En esta espera, al que escucha a Dios, de día o de noche, se le responde: paz Tanto si vives solo como con otros, ¿llegará tu casa, o tu única habitación, a ser como una "casa de Nazaret" donde acoger la paz?

San Eulogio es el escritor más importante de los muchos Mártires de Córdoba en tiempos de los musulmanes y sus califas.

De entre esos mártires, los mas típicos y característicos son, sin duda alguna, Salomón y Rodrigo.

Córdoba, la preciosa ciudad andaluza, plagada de monumentos y de historia, tuvo ilustres pensadores en aquellos tiempos. Baste recordar a Séneca, Lucano, Averroes.

En el siglo X vivió su mejor apogeo cultural y artístico antes de que la reconquistara el rey Fernando III de Castilla.

Hubo épocas en las que la convivencia de musulmanes, judíos y cristianos fue ideal. Eso sí, los cristianos no podían hacer gala de su fe con manifestaciones públicas. Sin embargo, sí se les exigía grandes tributos.

Era, en realidad, una paz comprada o silenciosa. No podía durar demasiado tiempo.

Los cristianos más sensibilizados no querían vivir una hibernación religiosa.

Por eso, de vez en cuando, había reacciones contra la dominación musulmana.

Los musulmanes contestaban con persecuciones esporádicas. Este creyente fue uno de los cabecillas de una de las reacciones. Se les unieron Rodrigo y Eulogio.

No hay muchos datos acerca de Salomón antes de que sufriera la prisión y el martirio, que tuvo lugar el 13 de marzo del año 857.

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Fuente: Franciscanos.net
Agnelo de Pisa, Beato Franciscano, 13 Marzo  

Agnelo de Pisa, Beato

Sacerdote de la Primera Orden (1194‑1236).



León XIII el 4 de septiembre de 1892 aprobó su culto.

Agnelo de Pisa es gloria no sólo de Pisa, su ciudad natal, sino de Oxford, donde murió en 1236.

Recorrer, tras sus pies descalzos su itinerario entre el Arno y el Támesis, es seguir una de las etapas más importantes de la difusión del franciscanismo en Europa.

El joven Agnelo conoció a San Francisco en Venecia, y había sido uno de los muchos atraídos por su palabra y por su ejemplo.

A los 17 años de edad fue recibido en la Orden por el mismo San Francisco. Siguiéndolo descalzo por amor de la Dama Pobreza, pronto mostró sus dotes de óptimo organizador y realizador, a pesar de su modestia de verdadero franciscano, que conservó durante toda su vida. Por esto, muy joven, tenía apenas 23 años, fue enviado a Francia por el mismo San Francisco, con un grupo de hermanos destinados a fundar los primeros conventos franciscanos en París.

Fray Agnelo fue el primer custodio, o superior de las casas allí fundadas por él, dando pruebas de gran celo y de ejemplar sabiduría. Por esto en el capítulo general de 1223, San Francisco le encomendó una tarea todavía más exigente: la conquista espiritual de todo un país, Inglaterra, fundando allí una Provincia Franciscana. Fray Agnelo desembarcó en Dover con ocho compañeros, el 10 de septiembre de 1224.

Para finales de aquel año, ya había fundado dos conventos: uno en Cornhill, cerca de Londres, y el otro en Oxford. En los años siguientes las casas franciscanas se multiplicaron en Inglaterra por sobre toda previsión. Fray Agnelo comprendió la importancia de los estudios y de la enseñanza para el provenir de la Orden y de su Provincia. Oxford, donde él fundó el segundo convento, era – y es todavía hoy – el máximo centro universitario del país. Los Dominicos ya habían abierto allí una casa de estudios; lo mismo hicieron pocos años después los franciscanos con fray Agnelo, que invitó a enseñar teología allí al mismo canciller de la Universidad, Roberto Grossatesta. La escuela franciscana de Oxford pronto adquirió grandísima importancia, y tal siguió siendo en los siglos siguientes.

Toda la provincia franciscana de Inglaterra se hizo admirable por su virtud y su doctrina. Estos éxitos sin embargo no disminuyeron la humildad de fray Agnelo, que no se ensoberbeció ni siquiera cuando fue escogido como consejero del rey Enrique III, ni cuando fue sabio mediador en las controversias políticas y diplomáticas. Por obediencia aceptó la ordenación sacerdotal; como ministro provincial fue a Asís para el capítulo de 1230; luego volvió a Inglaterra, por petición de los obispos del país. Se estableció en el convento de Oxford, por él mismo fundado. Poco después murió, a la edad de 42 años, en Oxford, en 1236. La fama de santidad bien pronto rodeó a este inglés de Pisa, símbolo viviente de la unidad espiritual de los dos países.

Su sepulcro en la iglesia franciscana de Oxford fue destruido durante la persecución de Enrique VIII.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Ansovino de Camerino, Santo Obispo, 13 Marzo  

Ansovino de Camerino, Santo

Tan pronto como Ansovino, natural de Camerino, en Umbría, recibió la ordenación sacerdotal, se retiró a un lugar solitario de Castel Raimondo, cerca de Torcello, donde no tardó en adquirir renombre por su santidad y los milagros que obraba. A raíz de su fama, el emperador Luis el Piadoso escogió al padre Ansovino como su confesor y luego, promovió su nombramiento para ocupar la sede episcopal de Camerino. El sacerdote se rehusaba a aceptar la dignidad y, cuando al fin consintió, puso la condición de que no había de suministrar soldados para el ejército imperial (un servicio obligatorio para el obispo en los estados feudales), por considerar que ese suministro era inadecuado y contrario a las leyes de la Iglesia.

Desde que asumió el cargo, Ansovino demostró ser un pastor sabio y prudente. Su extraordinaria liberalidad para socorrer a los pobres le procuró el amor de todos y, su fama de obrar curaciones y otros milagros, le valió la veneración general.

Se hallaba en Roma cuando le atacó una fiebre que, desde un principio, él mismo calificó de fatal. Al sentirse enfermo, insistió en volver a su sede para morir con sus fieles. A caballo viajó hasta Camerino y aún pudo impartir su postrera bendición y recibir el viático, antes de expirar serenamente.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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