JMJ
Pax
† Lectura del santo            Evangelio según san Mateo 7, 7-12
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús          a sus discípulos: 
          "Pidan y Dios les dará, busquen y encontrarán, llamen y Dios les          abrirá.          Porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra, y al que          llama, Dios le          abre.
          ¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan le da una piedra?; o          si le pide un          pez, ¿le da una serpiente? Pues si ustedes, que son malos, saben          dar cosas          buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre del cielo dará cosas          buenas a los que          se las pidan!
          Así pues, traten a los demás como quieran que ellos los traten,          porque en esto          consisten la ley y los profetas".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y          comunidad-comunión. Con Dios es          igual: las "palabras          de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario visitarse,          y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en          la Eucaristía,          que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer          la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d)          pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la          salvación del          mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación:          http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del              Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en              vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos            en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión)            con el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          "Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso".            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser felices            para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección            del amor, es            necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide            la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar            debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo,              come y bebe su propia              condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados            mortales? no            confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989),            no comulgar al            menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos            no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a            decidir, derechos            (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación            natural sin causa            grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por            iglesia, demorar en            bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón,            borrachera,            drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de            venganza, ver            pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado,            etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados            mortales objetivamente,            pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay            excusa.
† Misal
jue 1a. Sem cuaresma
      Antífona de Entrada
      Señor, oye mis palabras, escucha mi              lamento, haz caso de mi voz              suplicante, Rey mío y Dios mío.
Oración Colecta
      Oremos:
            Puesto que sin ti nada podemos, concédenos, Señor, luz para            distinguir el bien            y valor para ponerlo en práctica, a fin que vivamos siempre            según tu voluntad. 
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén.
Primera Lectura
      No tengo otro defensor más que tú, Señor
Lectura del libro de Ester 14,              1.3-5.12-14
En            aquellos días la reina Ester, angustiada porque la muerte se            le venía encima,            recurrió al Señor, y oró así al Señor de Israel:
            "Señor mío, tú eres nuestro único rey, ayúdame, porque estoy            sola, no            tengo a más protector que a ti, y el peligro me amenaza. Desde            niña he oído en            mi familia que tú, Señor, elegiste a Israel entre todas las            naciones, y a            nuestros padres entre todos sus antepasados, como heredad            perpetua, cumpliendo            todas tus promesas. 
            Acuérdate de nosotros, Señor, y hazte presente en medio de            nuestra tribulación.            Dame valor, Rey de los dioses y dominador de todo poder;            inspírame palabras            oportunas; cuando tenga que hablar al león, cambia su corazón;            haz que aborrezca            a nuestro adversario, para que muera con sus cómplices.            Líbrame, Señor, con tu            poder, y ayúdame a mí, que estoy sola, y no tengo a nadie más            que a ti,            Señor".
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
      Sal 137, 1-2a.2bc-3.7c-8
Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón; te            cantaré en presencia de los            dioses extranjeros, postrado hacia tu templo santo.
            Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste.
Doy gracias a tu nombre por tu amor y tu            fidelidad. Cuando te invoqué,            me escuchaste y fortaleciste mi ánimo.
            Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste.
Despliegas tu poder contra la saña de mis            enemigos. El Señor completará            lo que hace por mí: Señor, tu amor es eterno, no abandones la            obra de tus            manos.
            Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste.
Aclamación antes del            Evangelio
      Honor y              gloria a ti, Señor Jesús. 
            Crea en mí, Señor, un corazón puro y devuélveme tu salvación            que regocija.
            Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Evangelio
      Todo el              que pide, recibe
† Lectura              del santo Evangelio según san Mateo 7,              7-12
Gloria a              ti, Señor.
En            aquel tiempo dijo Jesús a            sus discípulos: 
            "Pidan y Dios les dará, busquen y encontrarán, llamen y Dios            les abrirá.            Porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra, y al            que llama, Dios le            abre.
            ¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan le da una piedra?; o            si le pide un            pez, ¿le da una serpiente? Pues si ustedes, que son malos,            saben dar cosas            buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre del cielo dará cosas            buenas a los que            se las pidan!
            Así pues, traten a los demás como quieran que ellos los            traten, porque en esto            consisten la ley y los profetas".
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las            Ofrendas
      Acepta,            Señor, en tu bondad            las ofrendas y súplicas que te presentamos, y convierte hacia            ti nuestros            corazones. 
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Prefacio
      Las              privaciones voluntarias
En            verdad es justo y            necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre            y en todo lugar,            Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. 
            Porque con nuestras privaciones voluntarias nos enseñas a            reconocer y agradecer            tus dones, a dominar nuestro afán de suficiencia y a repartir            nuestros bienes            con los necesitados, imitando así tu generosidad.
            Por eso, 
            con todos los ángeles, te glorificamos y te aclamamos            diciendo:
Antífona de la Comunión
      Todo el que pide recibe, quien busca              encuentra y al que toca se le abre.
Oración después de la            Comunión
      Oremos:
            Concédenos, Señor Dios nuestro, que el sacramento que nos has            dado como ayuda            para nuestra salvación, nos sirva de auxilio tanto para esta            vida como para la            futura. 
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén
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† Meditación diaria
Cuaresma. 1ª          semana. Jueves
LA ORACIÓN DE PETICIÓN
—          Pedir y agradecer, dos formas de relacionarnos con Dios. Dos          modos de oración          muy gratos al Señor. Rectitud de intención al pedir.
—          Humildad y perseverancia en la petición.
—          El Señor siempre nos atiende. Buscar también la intercesión de          la Virgen,          nuestra Madre, y del Ángel Custodio.
I. Pedid            y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá;            porque todo el que            pide, recibe; y el que busca, encuentra; y a quien llama se le            abrirá1.
Pasamos          una buena parte de nuestra vida pidiendo cosas a otras personas          que tienen más,          o que tienen unos conocimientos superiores a los nuestros.          Pedimos, porque          somos gente necesitada. Y es, en muchas ocasiones, la única          posibilidad de          relacionarnos con los demás. Si no pidiéramos nunca nada,          terminaríamos en una          especie de vacío y de falsa y empobrecida autosuficiencia. Pedir          y dar; eso es          la mayor parte de nuestra vida y de nuestro ser. Al pedir nos          reconocemos          necesitados. Al dar podemos ser conscientes de la riqueza sin          término que Dios          ha puesto en nuestro corazón.
Lo          mismo nos ocurre con Dios. Gran parte de nuestras relaciones con          Él están definidas          por la petición; el resto, por el agradecimiento. Al pedir nos          manifestamos en          nuestra radical insuficiencia. Pedir nos hace humildes; además,          damos a nuestro          Dios la oportunidad de mostrarse como Padre. Conocemos así el          amor que Dios nos          tiene. Pues,            ¿quién hay entre            vosotros a quien si el hijo le pide pan le dé una piedra?...            ¿Cuánto más            vuestro Padre que está en los Cielos dará cosas buenas a            quienes le pidan?2.
No          pedimos con egoísmo, ni llenos de soberbia, ni con avaricia, ni          por envidia. Si          nuestra petición es, por ejemplo, la ayuda en unos exámenes, un          favor material,          sanar de una enfermedad, etc., debemos examinar en la presencia          de Dios los          verdaderos motivos de esa petición. Le preguntaremos en la          intimidad de nuestra          alma si eso que hemos solicitado nos ayudará a amarle más y a          cumplir mejor su          Voluntad. En muchas ocasiones nos daremos enseguida cuenta de la          poca entidad          de ese asunto que nos parecía de vida o muerte, y nos haremos          cargo de que          aquello que deseábamos desesperadamente no era tan importante.          Sabremos          enderezar nuestra voluntad con la Voluntad de Dios y, entonces,          va mucho mejor          encaminada nuestra petición.
Podemos          pedir al Señor que nos sane pronto de una enfermedad; pero          también debemos          pedir juntamente que, si esto no sucede porque sus planes son          otros –planes          misteriosos y desconocidos para nosotros, pero que vienen de un          Padre–, nos          conceda entonces la gracia necesaria para llevar con paciencia          esos dolores, y          la sabiduría para sacar de esa enfermedad grandes frutos que          benefician a          nuestra alma y a toda la Iglesia.
La          primera condición de toda petición eficaz es conformar primero          nuestra voluntad          a la Voluntad de Dios, que en ocasiones quiere o permite cosas y          acontecimientos que nosotros no queremos ni entendemos, pero que          terminarán          siendo de grandísimo provecho para nosotros y para los demás.          Cada vez que          hacemos ese acto de identificación de nuestro querer con el de          Dios, hemos dado          un paso muy importante en la virtud de la humildad.
Existen          innumerables bienes que el Señor espera que le pidamos para que          se nos          concedan. Bienes espirituales y materiales; ordenados todos a          nuestra salvación          y a la del prójimo. «¿No convendréis conmigo en que, si no          alcanzamos lo que          pedimos a Dios, es porque no oramos con fe, con el corazón          bastante puro, con          una confianza bastante grande, o porque no perseveramos en la          oración como          debiéramos? Jamás Dios ha denegado ni denegará nada a los que le          piden sus          gracias debidamente»3.
II.          Siempre procuramos ir a la          oración con la confianza de hijos. Y entonces buscamos          identificar nuestra          voluntad con la de nuestro Padre Dios: no            se haga mi voluntad, sino la tuya4, podríamos          añadir después de cada          petición. Porque no queremos afirmar nuestro proyecto de vida          sino, ante todo,          cumplir la Voluntad de Dios. El Evangelio nos presenta muchos          casos de esta          oración filial, humilde y perseverante. San Mateo narra5 la          petición de una mujer que puede          servir de ejemplo para todos nosotros. Llegó Jesús a la región de Tiro y            Sidón,          tierra de gentiles. Debía ir buscando en esos lugares algún          descanso para sus          Apóstoles, ya que no lo pudo encontrar en la región desértica de          Betsaida;          quiere pasar unos días a solas con ellos.
Mientras          caminaban, se les acercó una mujer, con una insistente petición.          Y a pesar de          su perseverancia en el ruego, Jesús guarda silencio: Pero Él no contestó            palabra,          dice el Evangelista.
Los          discípulos le dicen que la atienda, para que se vaya. No hace          más que molestar          con su insistencia. Pero Jesús pensaba de otro modo. Después de          un rato, sale          de su silencio y, lleno de ternura al ver su humildad, la          atiende. Le explica          el plan divino de la salvación: No            he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de            Israel. Era el          plan divino desde la eternidad. Él redimiría con su Vida y su          Muerte en la Cruz          a todos los hombres, pero la evangelización comenzará por          Israel; luego los          apóstoles de todos los tiempos la llevarán hasta            el fin de la tierra6, a todos los          hombres.
Pero          esta mujer cananea, que acaso ni comprendió el plan divino, no          se desanima ante          su respuesta: Mas            ella,            acercándose, se postró ante Él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Sabe lo que quiere y          sabe que puede          conseguirlo de Jesús.
El          Señor le explica de nuevo, con una parábola, lo mismo que acaba          de decirle poco          antes: No es bueno            tomar el            pan de los hijos y arrojarlo a los perrillos. Los «hijos»          eran el pueblo de          Israel7, al que ella          no pertenece. Muy pronto          llegará también la hora de los gentiles.
Pero          la mujer no cede en su empeño. Su fe se acrecienta y se          desborda. Y ella se            introduce en la          parábola, con gran humildad,          como un personaje más: Verdad,  Señor,            pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la            mesa de            sus amos.
Tanta          fe, tanta humildad, tanta constancia, hacen exclamar al Señor:¡Oh            mujer,            grande es tu fe! Y,          con un          tono entre solemne y lleno de condescendencia, añade: Hágase conforme tú lo            deseas.
El          Evangelista tendrá buen cuidado en anotar: Y            a la misma hora su hija quedó curada. Para este milagro          excepcional fueron          necesarias también una fe, una humildad y una constancia          excepcionales.
Jesús          nos oye siempre: también cuando parece que calla. Quizá es          entonces cuando más          atentamente nos escucha. Quizá está provocando –con este          aparente silencio– que          se den en nosotros las condiciones necesarias para que el          milagro se realice:          que le pidamos confiadamente, sin desánimo, con fe.
Cuántas          veces nuestra oración, ante necesidades perentorias, será la          misma: ¡Señor,            socórreme! ¡Qué          estupenda jaculatoria para tantas          necesidades –sobre todo del alma– que nos son tan urgentes!
Pero          no basta pedir; hay que hacerlo con perseverancia, como esa          mujer, sin          cansarnos, para que la constancia alcance lo que no pueden          nuestros méritos. Mucho            vale la oración perseverante            del justo8. Dios ha          previsto todas las gracias y          ayudas que necesitamos, pero también ha previsto nuestra          oración.
Pedid            y se os dará... llamad y se os abrirá. Y recordamos          ahora nuestras muchas          necesidades personales y las de aquellas personas que viven          cerca de nosotros.          No nos abandona el Señor.
III. Si          alguna vez no se nos          concedió algo que pedimos confiadamente es que no nos convenía:          «bien mira por          ti quien no te da, cuando le pides lo que no te conviene»9. ¡Él sí que          sabe lo que nos conviene!          Esta oración que hicimos con tanta insistencia quizá, habría          sido eficaz para          otros bienes, o para otra ocasión más necesaria. ¡Nuestro Padre          Dios la          encaminó bien!: «Siempre da más de lo que le pedimos»10. Siempre.
Para          que nuestra petición sea atendida con más prontitud, podemos          solicitar las          oraciones de otras personas cercanas a Dios, como hizo aquel          Centurión de          Cafarnaún: le envió algunos ancianos de los judíos a suplicarle          que viniese a          curar a su criado. Estos amigos cumplieron bien su cometido:          fueron a Jesús, y          rogaron con gran insistencia que condescendiese: Es un sujeto –le decían– que merece que le            hagas este            favor...11. El Señor          atendió sus ruegos.
A          la hora de pedir oraciones nos puede ser útil recordar que          «después de la          oración del Sacerdote y de las vírgenes consagradas, la oración          más grata a          Dios es la de los niños y la de los enfermos»12.
También          pediremos a nuestro Ángel Custodio que interceda por nosotros y          presente          nuestra petición al Señor, pues «el ángel particular de cada          cual, aun de los          más insignificantes dentro de la Iglesia, por            estar contemplando siempre el rostro de Dios que está en los            cielos, viendo          la divinidad de nuestro Creador, une su oración a la nuestra y          colabora en          cuanto le es posible en favor de lo que pedimos»13.
Tenemos          además un camino, que la Iglesia nos ha enseñado desde siempre,          para que          nuestras peticiones lleguen con prontitud ante la presencia de          Dios. Este          camino es la mediación de María, Madre de Dios y Madre nuestra.          A Ella acudimos          ahora y siempre: «Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que          jamás se ha oído          decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección,          implorado          vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido          abandonado de Vos.          Animado con esta confianza, a Vos también acudo...»14.
1 Evangelio            de la Misa, Mt 7,          7-12. — 2 Mt 7, 9 y          11. — 3 Santo Cura            de Ars,Sermón            sobre la oración. — 4 Lc 22,          42. — 5 Mt 15,          21-28. — 6 Hech 1, 8.          — 7 Cfr.Ex 4, 23; Is 1, 2; Jer 31, 20; Os 11, 1; etc. — 8 Sant 5, 17.          — 9 San            Agustín, Sermón 126. — 10 Santa Teresa, Camino de perfección,          37. — 11 Lc 7,          3-4. — 12 San            Josemaría Escrivá, Camino,          n. 98. — 13 Orígenes, Trat. sobre la            oración, 10. — 14Oración            «Acordaos» de San Bernardo.
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
San            Humberto
          Cazador          y obispo
          (727)
Humberto significa: el que          tiene pensamientos          luminosos (Hum, en su idioma = pensamientos, Bert = luminoso). 
Es Patrono          de los cazadores y de los          obispos que tienen que gobernar regiones muy problemáticas.
Las antiguas          tradiciones cuentan de él          lo siguiente:
Humberto era          hijo del rey Bertrand de          Aquitania. De joven era muy aficionado a la cacería y          valientísimo para luchar          contra las fieras. Un día en un bosque su padre fue atacado por          un oso furioso          que lo iba a matar, pero el joven Humberto llegó a tiempo y          arremetió tan          fuertemente a la fiera feroz que ésta tuvo que soltar a Bertrand          y así el rey          salvó su vida.
Fue enviado          a estudiar al palacio del          rey de Neustria (Bélgica) pero allá había malas costumbres y          salió huyendo para          no volverse vicioso. Fue entonces al palacio del rey de          Austrasia, donde          recibió una buena educación, y se casó con una hija del rey y          tuvo un hijo a          quien llamó Floriberto.
Humberto          olvidó los sabios consejos de          su santa madre y se dedicó únicamente a fiestas y deportes y          dejó de asistir al          templo. Y un Viernes Santo en vez de ir a las ceremonias          religiosas se fue de          cacería. Peor sucedió que yendo en pleno bosque persiguiendo un          venado, éste se          detuvo repentinamente y los perros y los caballos saltaron          asustados hacia          atrás. Entre los cuernos del venado apareció una cruz luminosa y          Humberto oyó          una voz que le decía: "Si no vuelves hacia Dios, caerás en el          infierno".
El joven          príncipe se fue en busca del          obispo San Lamberto, ante el cual pidió de rodillas perdón por          sus pecados. El          santo obispo le concedió el perdón y se dedicó a instruirlo muy          esmeradamente          en la religión. Poco después murió la esposa y entonces Humberto          quedó libre          para dedicarse totalmente a la vida espiritual. Renunció al          derecho que tenía          de ser heredero del trono, repartió sus bienes a los pobres y          fue ordenado de          sacerdote. Entró de monje en el convento de los Padres          Benedictinos y se dedicó          a la oración, a la lectura y meditación y a humildes trabajos en          el conventos,          como hortelano, y pastor de ovejas.
Deseaba ir a          Roma a visitar la tumba de          los Apóstoles San Pedro y San Pablo y a escuchar al Sumo          Pontífice. Y se fue a          pie escalando montañas cubiertas de hielo y atravesando en          barcas pequeñas ríos          crecidísimos, hasta que logró llegar, después de mil peligros, a          la Ciudad          Eterna.
Estando un          día en un templo de Roma          orando muy devotamente fue mandado llamar por el Sumo Pontífice          Sergio, el cual          le contó que a su santo obispo Lamberto lo habían asesinado los          enemigos de la          religión y que al Papa le parecía que el mejor para reemplazar          al obispo muerto          era él, el monje Humberto. Aunque tenía miedo de aceptar tan          alto cargo, una          visión sobrenatural lo convenció de que debía aceptar, y fue          consagrado obispo          de la Iglesia Católica.
El          territorio que le correspondió          gobernar a San Humberto estaba poblado por gentes que adoraban          ídolos y eran          muy crueles. El fue recorriendo todas las regiones enseñando la          verdadera          religión y alejando a la gente de las falsas creencias y dañosas          supersticiones. Dios le concedió el don de hacer milagros. Los          que tenían malos          espíritus, al encontrarse con el santo recobraban la paz, y el          mal espíritu se          les alejaba. Los que antes adoraban ídolos y dioses falsos, al          oírlo predicar          tan hermosamente acerca del Dios del cielo que hizo la tierra, y          todo cuanto          existe, exclamaban: "Nunca nos habían hablado así", y se          convertían y          se hacían bautizar.
Por ríos          tormentosos y cruzando selvas          tenebrosas y haciendo viajes muy agotadores, y recorriendo los          campos en          procesión cantando y rezando, visitó todo el territorio de su          diócesis,          ofreciendo, los sacrificios de sus viajes, por la conversión de          los pecadores,          y Dios le respondió concediéndole que miles y miles se          convirtieran a la verdadera          fe.
Un día vio          que ardía en llamas la casita          de una pobre mujer. Se puso a rezar con toda fe y el incendio se          apagó          milagrosamente.
Le construyó          un templo al santo obispo          asesinado, San Lamberto, y llevó allá las reliquias del mártir          (el cuerpo de          Lamberto, al abrir su sepulcro después de varios años de          enterrado, estaba          incorrupto, como recién sepultado). Al paso de los restos del          santo obispo          varios paralíticos quedaron sanados y empezaron a andar, y          varios ciegos recobraron          la vista.
Un día          mientras Humberto celebraba la          misa entró al templo un hombre loco porque lo había mordido un          perro con          hidrofobia (o enfermedad de la rabia). Toda la gente salió          corriendo a la          plaza, pero el santo le dio una bendición al loco enfermo y éste          quedó instantáneamente          sano y salió a la plaza gritando: "Vuelvan tranquilos al templo          que el          santo obispo me ha curado con su bendición". Por esto las gentes          han          invocado a San Humberto contra las mordeduras de perros          rabiosos.
Otro día se          acercó a la orilla del mar y          vio que una terrible tempestad hundía una barca llena de gente y          que todos los          pasajeros caían entre las embravecidas olas. El santo se          arrodilló a orar por          ellos y milagrosamente los náufragos salieron a la orilla sanos          y salvos. Por          eso los marineros le han tenido mucha fe a San Humberto.
En el año          727 Dios le anunció que pronto          iba a morir, y al terminar una misa les dijo a los fieles: "Ya          no volveré          a beber este cáliz entre vosotros". Poco después se enfermó y          murió          santamente, dejando entre las gentes el recuerdo de una vida          dedicada          totalmente al bien de los demás.
Señor Jesús:          envíanos muchos pastores          santos y generosos como San Humberto, que consagren totalmente          su existencia a          la salvación de las almas y a hacerte amar más y más.
Si Dios está          con nosotros ¿Quién podrá          contra nosotros? (S. Pablo).
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Fuente: ACI Prensa 
        Nicéforo, Santo          Patriarca de Constantinopla, 13 Marzo   
              
 Patriarca de Constantinopla                    (806-815), nacido cerca del 758; fallecido el 2 de                    junio del 829. Este campeón de la opinión ortodoxa en                    la segunda contienda por la veneración de las imágenes                    pertenecía a una notable familia de Constantinopla.                    Fue hijo del secretario imperial Teodoro y de su                    piadosa esposa Eudoxia. Eudoxia era partidaria                    estricta de la Iglesia y Teodoro haba sido desterrado                    por el emperador Constantino Coprónimo (741-775)                    debido a su inquebrantable apoyo a la enseñanza de la                    Iglesia en lo concerniente a las imágenes. Siendo aún                    joven, Nicéforo fue llevado a la corte, donde se                    convirtió en secretario imperial. Junto con otros dos                    oficiales de alto rango, representó a la emperatriz                    Irene en el 787 en el segundo Concilio de Nicea (el                    séptimo concilio ecuménico), el cual declaró la                    doctrina de la Iglesia con respecto a las imágenes.                    Poco después, Nicéforo buscó la soledad en el Bósforo                    tracio, donde fundó un monasterio. Allí se dedicó a                    las prácticas ascéticas y al estudio profano de                    gramática, matemáticas y filosofía, así como a las                    Escrituras. Luego fue llamado a la capital y allí se                    le encargó un gran hospital. A la muerte del Patriarca                    Tarasio (25 de febrero del 806), hubo gran división                    entre el clero y los altos oficiales de la corte en                    cuanto a quién escoger como sucesor de aquél.                    Finalmente, con el asentimiento de los obispos, el                    emperador Nicéforo (802-11) nombró patriarca a                    Nicéforo. Aunque seguía siendo laico, todo mundo sabía                    que era muy religioso y muy docto. Recibió las                    Sagradas órdenes y fue consagrado obispo el 12 de                    abril del 806, domingo de Pascua. La elevación directa                    de un laico al patriarcado, como había ya sucedido en                    el caso de Tarasio, despertó oposición en el partido                    eclesiástico entre el clero y los monjes. Los líderes                    eran los abades Platón de Sacadio y Teodoro de                    Studita, y el hermano de Teodoro, el Arzobispo José de                    Tesalónica. Por esta oposición, el abad Platón estuvo                    encarcelado veinticuatro días por orden del emperador.                    |           
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Fuente: Archidiócesis de            Madrid 
        Leandro de Sevilla,            Santo          Obispo, 13 de marzo   
              
 Obispo              Martirologio Romano: En Sevilla, en Hispania, san                      Leandro, obispo, hermano de los santos Isidoro,                      Fulgencio y Florentina, que con su predicación y                      diligencia convirtió, contando con la ayuda de su                      rey Recaredo, a los visigodos de la herejía arriana                      a la fe católica (c. 600). ¿Qué secreto poseía aquella                    familia de Cartagena que supo poner en los altares a                    sus tres hijos? Porque no hay duda de la influencia de                    los padres en la vida de sus hijos tanto para bien                    como para mal. Eso no quiere decir que los hijos que                    han nacido en buena y cristiana familia tengan una                    póliza de seguro que les garantice la fidelidad a los                    principios que mamaron ni tampoco que quienes                    conocieron a unos padres mediocres estén condenados                    irreparablemente a la desgracia moral. No. Pero,                    hechas las salvedades y sabiendo que el uso de la                    libertad es privado y personal, no cabe duda -es                    testigo la historia- de la impronta que deja en los                    retoños el estilo de quienes los engendraron y                    educaron. En este caso, Leandro tuvo otros dos                    hermanos que están como él en los altares, Isidoro que                    le sucedió en el arzobispado de Sevilla, y santa                    Florentina.  |           
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Fuente: Bibliotheca            hagiographica latina 
        Rodrigo de Córdoba,            Santo          Sacerdote y Mártir, Marzo   
              
 San Rodrigo mártir vivió bajo el                    reinado de Mohamed I, hijo de Abderramán II, en el                    emirato de Córdoba.   |           
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Salomón,            Santo          Mártir, 13 Marzo            
              
 Mártir              Etimológicamente significa                  "pacífico". Viene de la lengua hebrea.  |           
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Fuente: Franciscanos.net 
        Agnelo de Pisa, Beato          Franciscano, 13 Marzo   
              
 Sacerdote de la Primera Orden                    (1194‑1236). 
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Fuente:            ar.geocities.com/misa_tridentina01 
        Ansovino de Camerino,            Santo          Obispo, 13 Marzo   
              
 Tan pronto como Ansovino, natural                    de Camerino, en Umbría, recibió la ordenación                    sacerdotal, se retiró a un lugar solitario de Castel                    Raimondo, cerca de Torcello, donde no tardó en                    adquirir renombre por su santidad y los milagros que                    obraba. A raíz de su fama, el emperador Luis el                    Piadoso escogió al padre Ansovino como su confesor y                    luego, promovió su nombramiento para ocupar la sede                    episcopal de Camerino. El sacerdote se rehusaba a                    aceptar la dignidad y, cuando al fin consintió, puso                    la condición de que no había de suministrar soldados                    para el ejército imperial (un servicio obligatorio                    para el obispo en los estados feudales), por                    considerar que ese suministro era inadecuado y                    contrario a las leyes de la Iglesia.   |           
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Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com;          Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es ,          misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/ 
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