martes, 31 de mayo de 2016

Fiesta de la Visitación. Martes por los ángeles custodios. 31/05/2016. Santa María ¡ruega por nosotros!

JA

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56

Gloria a ti, Señor.

Por aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Y cuando Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó en su seno. Entonces Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a grandes voces:
"¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! Pero ¿cómo es posible que la madre de mi Señor venga a visitarme? Porque en cuanto oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. ¡Dichosa tú que has creído!
Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá".
Entonces María dijo:
"Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí cosas grandes el Poderoso. Su nombre es santo, y su misericordia es eterna con aquellos que le honran.
Actuó con la fuerza de su brazo y dispersó a los de corazón soberbio.
Derribó de sus tronos a los poderosos y engrandeció a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y a los ricos despidió sin nada.
Tomó de la mano a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros antepasados, en favor de Abrahán y de sus descendientes para siempre".
María estuvo con Isabel unos tres meses; después regresó a su casa.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.

El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk

El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu

El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc

Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?

Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?

Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html

Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).

 

 

Misal

 

Visitación de la Virgen María

Antífona de Entrada

Ustedes, los que aman y temen a Dios, vengan y escuchen: les contaré las maravillas que el Señor ha hecho por mí. Aleluya.

 

Se dice "Gloria".

Oración Colecta

Oremos:
Dios eterno y todopoderoso, que inspiraste a la santísima Virgen María, cuando llevaba ya en su seno a tu Hijo, el deseo de visitar a santa Isabel; concédenos docilidad a tu Espíritu a fin de que podamos siempre, con María, reconocer tus beneficios y alabarte por ellos.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

El Señor será el rey de Israel dentro de ti

Lectura del libro del profeta Sofonías 3, 14-18a

¡Grita de felicidad, hija de Sión, regocíjate, Israel, alégrate de todo corazón, Jerusalén! El Señor ha anulado la sentencia que pesaba sobre ti, ha expulsado a tus enemigos; el Señor es rey de Israel en medio de ti, no tendrás que temer ya ningún mal. Aquel día dirán a Jerusalén:
"No tengas miedo, Sión, que tus manos no tiemblen; el Señor tu Dios está en medio de ti, él es un guerrero que salva. Dará saltos de alegría por ti, su amor se renovará, por tu causa bailará y se alegrará, como en los días de fiesta".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Is 12, 2-3.4bcd.5-6

El Señor ha hecho maravillas con nosotros.

El Señor es mi Dios y salvador, con él estoy seguro y nada temo. El Señor es mi protección y mi fuerza y ha sido mi salvación. Sacarán agua con gozo de la fuente de salvación.
El Señor ha hecho maravillas con nosotros.

Den gracias al Señor e invoquen su nombre, cuenten a los pueblos sus hazañas, proclamen que su nombre es sublime.
El Señor ha hecho maravillas con nosotros.

Alaben al Señor por sus proezas, anúncienlas a toda la tierra. Griten jubilosos, habitantes de Sión, porque el Dios de Israel ha sido grande con ustedes.
El Señor ha hecho maravillas con nosotros.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Dichosa tú, Virgen María, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor.
Aleluya.

Evangelio

¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme?

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56

Gloria a ti, Señor.

Por aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Y cuando Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó en su seno. Entonces Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a grandes voces:
"¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! Pero ¿cómo es posible que la madre de mi Señor venga a visitarme? Porque en cuanto oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. ¡Dichosa tú que has creído!
Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá".
Entonces María dijo:
"Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí cosas grandes el Poderoso. Su nombre es santo, y su misericordia es eterna con aquellos que le honran.
Actuó con la fuerza de su brazo y dispersó a los de corazón soberbio.
Derribó de sus tronos a los poderosos y engrandeció a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y a los ricos despidió sin nada.
Tomó de la mano a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros antepasados, en favor de Abrahán y de sus descendientes para siempre".
María estuvo con Isabel unos tres meses; después regresó a su casa.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración de los Fieles

Celebrante:
Confiados en la misericordia del Señor, que por medio de santa María Virgen ha visitado y redimido a su pueblo, oremos a Dios por las necesidades de todos los seres humanos:
(Respondemos a cada petición: Te rogamos que nos escuches).

Para que el Señor, que, por medio de la visita de María, arca de la nueva alianza, llevó la salvación a la casa de Isabel, conceda a la Iglesia llevar a Cristo a los que aún no lo conocen, roguemos al Señor.
Te rogamos que nos escuches.

Para que el Todopoderoso, que hizo obras grandes en María, visite con su gracia a los que viven a oscuras y les haga descubrir los signos de su presencia en el mundo, roguemos al Señor.
Te rogamos que nos escuches.

Para que el ejemplo de María nos haga más atentos a las necesidades de los demás y nos impulse a imitar su caridad para con los que necesitan una mano buena que los ayude, roguemos al Señor.
Te rogamos que nos escuches.

Celebrante:
Verbo eterno de Dios, que escogiste como habitáculo de tu presencia el seno virginal de santa María, escucha nuestra oración y concédenos imitar fielmente el ejemplo de caridad de tu Madre.
Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

 

Oración sobre las Ofrendas

Dios todopoderoso, que bendijiste la amorosa solicitud de María, la Madre de tu Hijo, por su prima Isabel, acepta y bendice los dones que te presentamos y conviértelos para nosotros en fuente de santificación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

Maternidad de la santísima Virgen María

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Y alabar, bendecir y proclamar tu gloria en la Visitación de santa María, siempre Virgen. Porque ella concibió a tu único Hijo por obra del Espíritu Santo y, sin perder la gloria de su virginidad, hizo brillar sobre el mundo la luz eterna, Jesucristo, Señor nuestro.
Por él, los ángeles y los arcángeles, y todos los coros celestiales, celebran tu gloria, unidos en común alegría. Permítenos asociarnos a sus voces cantando humildemente tu alabanza:

Antífona de la Comunión

Todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mí maravillas el Todopoderoso, cuyo nombre es Santo. Aleluya.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Te demos gracias, Dios nuestro, por este admirable sacramento de tu amor que has concedido a la Iglesia; y te suplicamos que, así como Juan Bautista se alegró al sentir la presencia oculta de tu Hijo, así podamos nosotros reconocer en la Eucaristía la presencia viva de nuestro Salvador, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.

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mar 9a. Ord. año Par desp Pentecostés

Antífona de Entrada

Entremos y adoremos de rodillas al Señor, creador nuestro, porque él es nuestro Dios.

Oración Colecta

Oremos:
Señor, que tu amor incansable cuide y proteja siempre a estos hijos tuyos, que han puesto en tu gracia toda su esperanza.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Liturgia de la Palabra

Primera Lectura

Esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro 3, 12-15a.17-18

Hermanos: Piensen con cuánta santidad y entrega deben vivir ustedes esperando y apresurando el advenimiento del día del Señor, cuando desaparecerán los cielos consumidos por el fuego, y se derretirán los elementos. Pero nosotros confiamos en la promesa del Señor y esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habite la justicia.
Por tanto, queridos hermanos, apoyados en esta esperanza, pongan todo su empeño en que el Señor los halle en paz con él, sin mancha ni reproche, y consideren que la magnanimidad de Dios es nuestra salvación.
Así pues, queridos hermanos, ya están ustedes avisados; vivan en guardia para que no los
arrastre el error de los malvados y pierdan su seguridad. Crezcan en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y salvador, Jesucristo. A él la gloria, ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 89

Siempre has sido, Señor, nuestro refugio.

Desde antes que surgieran las montañas y la tierra y el mundo apareciesen, existes tú, Dios mío, desde siempre y por siempre.
Siempre has sido, Señor, nuestro refugio.

Tú haces volver al polvo a los humanos, diciendo a los mortales que retornen. Mil años son para ti como un día que ya pasó; como una breve noche.
Siempre has sido, Señor, nuestro refugio.

Setenta son los años que vivimos; llegar a los ochenta es más bien raro; pena y trabajo son los más de ellos, como suspiro pasan y pasamos.
Siempre has sido, Señor, nuestro refugio.

Llénanos de tu amor por la mañana y júbilo será la vida toda. Haz, Señor, que tus siervos y sus hijos puedan mirar tus obras y tu gloria.
Siempre has sido, Señor, nuestro refugio.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Que el Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine nuestras mentes para que podamos comprender cuál es la esperanza que nos da su llamamiento.
Aleluya.

Evangelio

Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 13-17

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos le enviaron a Jesús unos fariseos y unos partidarios de Herodes para hacerle una pregunta capciosa. Se acercaron, pues, a él y le dijeron:
"Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa lo que diga la gente, porque no tratas
de adular a los hombres, sino que enseñas con toda verdad el camino de Dios. ¿Está permitido o no, pagarle el tributo al César?
¿Se lo damos o no se lo damos?" Jesús, notando su hipocresía, les dijo:
"¿Por qué me ponen una trampa? Tráiganme una moneda para que yo la vea".
Se la trajeron y él les preguntó:
"¿De quién es la imagen y el nombre que lleva escrito?"
Le contestaron:
"Del César".
Entonces les respondió Jesús:
"Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios".
Y los dejó admirados.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Liturgia Eucarística

Oración sobre las Ofrendas

Señor, Dios nuestro, tú que nos has dado este pan y este vino para reparar nuestras fuerzas, conviértelos para nosotros en sacramento de vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

Proclamación del misterio de Cristo

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque unidos en la caridad, celebramos la muerte de tu Hijo, con fe viva proclamamos su resurrección, y con esperanza firme anhelamos su venida gloriosa.
Por eso,
con todos los ángeles y santos, te alabamos proclamando sin cesar:

Antífona de la Comunión

Demos gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace por su pueblo; porque da de beber al sediento y da de comer al hambriento.

Oración después de la Comunión

Oremos:
Señor, tú que has querido hacernos participar de un mismo pan y de un mismo cáliz, concédenos vivir de tal manera unidos en Cristo, que nuestro trabajo sea eficaz para la salvación del mundo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

31 de mayo

LA VISITACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN*

Fiesta

— Servicio alegre a los demás.

— Buscar a Jesús a través de María.

— El Magnificat.

I. Venid, oíd los que teméis a Dios y os contaré las maravillas del Señor en mi alma1, leemos en la Antífona de entrada de la Misa.

Poco después de la Anunciación, se dirigió Nuestra Señora a visitar a su pariente Isabel, que vivía en la región montañosa de Judea, a cuatro o cinco jornadas de camino. Por aquellos días -señala San Lucas-, María se levantó y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá2. La Virgen, al conocer por medio del ángel el estado de Isabel, movida por la caridad, se apresura a ir para ayudarla en las necesidades normales de la casa. Nadie la obliga; Dios, a través del ángel, no le ha exigido nada en este sentido, e Isabel no ha solicitado su ayuda. María hubiera podido permanecer en su propia casa, para dedicarse a preparar la llegada de su Hijo, el Mesías. Pero se pone en camino cum festinatione, con alegre prontitud, con gozo inefable, para prestar sus servicios sencillos a su prima3.

Nosotros la acompañamos por aquellos caminos en nuestra oración, y le decimos, con las palabras que leemos en la Primera lectura de la Misa: Exulta, hija de Sión, alégrate y gózate de todo corazón, hija de Jerusalén (...). El Señor Dios tuyo, el fuerte, está en medio de ti. Él te salvará, se gozará sobre ti con alegría (...), se regocijará sobre ti con júbilo eterno4.

Es fácil imaginar el inmenso gozo que llevaba Nuestra Madre en su corazón y el deseo grande de comunicarlo. Mira, también Isabel, tu prima, ha concebido un hijo..., le había indicado el ángel. Según este testimonio expreso, se trataba de una concepción prodigiosa, y estaba relacionada de algún modo con el Mesías que iba a venir5. Después de este largo viaje, Nuestra Señora entró en casa de Zacarías y saludó a su pariente. Y en cuanto oyó Isabel el saludo de María, el niño saltó de gozo en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo. Aquella casa quedó transformada por la presencia de Jesús y de María. Su saludo «fue eficaz en cuanto llenó a Isabel del Espíritu Santo. Con su lengua, mediante la profecía, hizo brotar en su prima, como de una fuente, un río de dones divinos (...). En efecto, allí donde llega la llena de gracia, todo queda colmado de alegría»6. Es este un prodigio que hace Jesús a través de María, asociada desde los comienzos a la Redención y a la alegría que Cristo trae al mundo.

La fiesta de hoy, la Visitación, nos presenta una faceta de la vida interior de María: su actitud de servicio humilde y de amor desinteresado para quien se encuentra en necesidad7. Este suceso, que contemplamos en el segundo misterio de gozo del Santo Rosario, nos invita a la entrega pronta, alegre y sencilla a quienes nos rodean. Muchas veces el mayor servicio que prestaremos será consecuencia del gozo interior que se desborda y llega a los demás. Pero esto solo será posible si nos mantenemos muy cerca del Señor, mediante el fiel cumplimiento de los momentos de oración que tenemos previstos a lo largo del día: «la unión con Dios, la vida sobrenatural, comporta siempre la práctica atractiva de las virtudes humanas: María lleva la alegría al hogar de su prima, porque "lleva" a Cristo»8. ¿«Llevamos» con nosotros a Cristo, y con Él la alegría, allí a donde vamos... al trabajo, en la visita a unos vecinos, a un enfermo...? ¿Somos habitualmente causa de alegría para los demás?

II. A la llegada de Nuestra Señora, Isabel, llena del Espíritu Santo, proclama en voz alta: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿De dónde a mí tanto bien, que venga la madre de mi Señor a visitarme? Pues en cuanto llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno.

Isabel no se limita a llamarla bendita, sino que relaciona su alabanza con el fruto de su vientre, que es bendito por los siglos. ¡Cuántas veces hemos repetido también nosotros estas mismas palabras, al recitar elAvemaría!: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿Las pronunciamos con el mismo gozo con que lo hizo Isabel? ¡Cuántas veces pueden servirnos como una jaculatoria que nos una a Nuestra Madre del Cielo, mientras trabajamos, al caminar por la calle, al contemplar una imagen suya!

María y Jesús siempre estarán juntos. Los mayores prodigios de Jesús serán realizados –como en este caso– en íntima unión con su Madre, Medianera de todas las gracias. «Esta unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación –afirma el Concilio Vaticano II– se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte»9.

Aprendamos hoy, una vez más, que cada encuentro con María representa un nuevo hallazgo de Jesús. «Si buscáis a María, encontraréis a Jesús. Y aprenderéis a entender un poco lo que hay en este corazón de Dios que se anonada (...)»10, que se hace asequible en medio de la sencillez de los días corrientes. Este don inmenso –poder conocer, tratar y amar a Cristo– tuvo su comienzo en la fe de Santa María, cuyo perfecto cumplimiento Isabel pone ahora de manifiesto: «la plenitud de gracia, anunciada por el ángel, significa el don de Dios mismo; la fe de María, proclamada por Isabel en la Visitación, indica cómo la Virgen de Nazareth ha respondido a este don»11. La Virgen, que ya había pronunciado su fiat pleno y entregado, se presenta en el umbral de la casa de Isabel y Zacarías, como Madre del Hijo de Dios. Es el descubrimiento gozoso de Isabel12 y también el nuestro, al que nunca terminaremos de acostumbrarnos.

III. El clima que rodea este misterio que contemplamos en el Santo Rosario, la atmósfera que empapa el episodio de la Visitación es la alegría; el misterio de la Visitación es un misterio de gozo. Juan el Bautista exulta de alegría en el seno de Santa Isabel; esta, llena de alegría por el don de la maternidad, prorrumpe en bendiciones al Señor; María eleva el Magnificat, un himno todo desbordante de la alegría mesiánica13. A las alabanzas de Isabel, Nuestra Señora responde con este canto de júbilo. El hogar de Zacarías y de Isabel rezuma el espíritu más puro del Antiguo Testamento. Y María encierra en su seno el Misterio que dará paso al Nuevo. El Magnificat es «el cántico de los tiempos mesiánicos, en el que confluyen la alegría del antiguo y del nuevo Israel (...). El cántico de la Virgen, dilatándose, se ha convertido en plegaria de la Iglesia de todos los tiempos»14.

En este ambiente es donde tiene pleno sentido la expresión de lo que María lleva guardado en su corazón. El Magnificat es la manifestación más pura de su íntimo secreto, revelado por el ángel. No hay en él rebuscamiento ni artificio: estas palabras son el espejo del alma de Nuestra Señora; un alma llena de grandeza y tan cercana a su Creador: Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador.

Y junto a este canto de alegría y de humildad, la Virgen nos ha dejado una profecía: desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones. «Desde los tiempos más antiguos la Bienaventurada Virgen es honrada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo acuden los fieles, en todos sus peligros y necesidades, con sus oraciones. Y sobre todo a partir del Concilio de Éfeso, el culto del pueblo de Dios hacia María creció maravillosamente en veneración y amor, en invocaciones y deseo de imitación, en conformidad de sus mismas palabras proféticas: Desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones, porque ha hecho en mí cosas grandes el Todopoderoso»15.

Nuestra Madre Santa María no se distinguió por hechos prodigiosos; no conocemos por el Evangelio que haya obrado milagros mientras estuvo en la tierra; pocas, muy pocas, son las palabras que de Ella nos ha conservado el texto inspirado. Su vida de cara a los demás fue la de una mujer corriente, que ha de sacar adelante su familia. Sin embargo, se ha cumplido puntualmente esta maravillosa profecía. ¿Quién podría contar las alabanzas, las invocaciones, los santuarios en su honor, las ofrendas, las devociones marianas...? A lo largo de veinte siglos la han llamado bienaventurada personas de todo género y condición: intelectuales y gente que no sabe leer, reyes, guerreros, artesanos, hombres y mujeres, personas de edad avanzada y niños que comienzan a balbucear... Nosotros estamos cumpliendo ahora aquella profecía.Dios te salve, María, llena eres de gracia..., bendita tú eres entre todas las mujeres..., le decimos en la intimidad de nuestro corazón.

De modo particular la hemos invocado a lo largo de este mes de mayo, «pero el mes de mayo no puede terminar; debe continuar en nuestra vida, porque la veneración, el amor, la devoción a la Virgen no pueden desaparecer de nuestro corazón, más aún, deben crecer y manifestarse en un testimonio de vida cristiana, modelada según el ejemplo de María, el nombre de la hermosa flor que siempre invoco // mañana y tarde, como canta Dante Alighieri (Paradiso 23, 88)»16. Tratando a María, descubrimos a Jesús. «¡Cómo sería la mirada alegre de Jesús!: la misma que brillaría en los ojos de su Madre, que no puede contener su alegría –"Magnificat anima mea Dominum!" –y su alma glorifica al Señor, desde que lo lleva dentro de sí y a su lado.

»¡Oh, Madre!: que sea la nuestra, como la tuya, la alegría de estar con Él y de tenerlo»17.

1 Antífona de entrada. Sal 65, 16. — 2 Lc 1, 39-56. — 3 Cfr. M. D. Philippe, Misterio de María, p. 142 . — 4 Sof 3, 14; 17-18. — 5 Cfr. F. M. Willam, Vida de María, p. 85. — 6 Pseudo Gregorio Taumaturgo, Homilía II sobre la Anunciación. — 7 Juan Pablo II, Homilía 31-V-1979. — 8 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 566. — 9 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 57-58. — 10 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 144. — 11 Juan Pablo II, Enc. Redemptoris Mater, 25-III-1987, 12. — 12 Cfr. Ibídem, 13. —13 Cfr. ídem., Homilía 31-V-1979. — 14 Pablo VI, Exhor. Apost. Marialis cultus, 2-II-1974, 18. — 15 Conc. Vat. II. Const. Lumen gentium, 66. — 16 Juan Pablo II, Homilía25-V-1979. — 17 San Josemaría Escrivá, Surco, 95.

* La fiesta de hoy, establecida por Urbano VI en 1389, está situada entre la Anunciación del Señor y el nacimiento de Juan el Bautista, en armonía con el relato evangélico. Se conmemora la visita de Nuestra Señora a su pariente Isabel, ya entrada en años, para ayudarla en la espera de su maternidad, y al mismo tiempo compartir con ella el júbilo de las maravillas obradas por Dios en ambas. Esta fiesta de la Virgen con la que terminamos el mes a Ella dedicado, nos manifiesta su mediación, su espíritu de servicio y su profunda humildad. Nos enseña a llevar la alegría cristiana allí a donde vamos. Como María, hemos de ser siempre causa de alegría para los demás.

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9ª semana. Martes

AL CÉSAR LO QUE ES DEL CÉSAR. CIUDADANOS EJEMPLARES

— El cristiano en la vida pública. El cumplimiento ejemplar de nuestros deberes.

— Unidad de vida.

— Nuestra unión con Dios, necesaria para ser mejores ciudadanos.

I. Narra el Evangelio de la Misa1 que se acercaron unos fariseos a Jesús para sorprenderle en alguna palabra, algo con qué poder acusarle. Con este fin, le preguntan maliciosamente si es lícito pagar el tributo al César. Se trataba del impuesto que todos los judíos debían pagar a Roma, y que les recordaba su dependencia de un poder extranjero. No era muy gravoso, pero planteaba un problema político y moral; los mismos judíos estaban divididos acerca de su obligatoriedad. Y quieren ahora que Jesús tome partido a favor o en contra de este impuesto romano. Maestro -le dicen-, ¿nos es lícito dar el tributo al César, o no? Si el Señor dice que sí, podrán acusarle de que colabora con el poder romano, que los judíos odiaban puesto que era el invasor; si contesta que no, podrán acusarle de rebelión ante Pilato, la autoridad romana. Tomar partido a favor o en contra del impuesto significaba, en el fondo, manifestarse a favor o en contra de la legalidad de la situación político-social por la que pasaba el pueblo judío: colaborar con el poder ocupante o alentar la rebelión latente en el seno del pueblo. Más tarde le acusarán, diciendo con falsedad manifiesta: Hemos encontrado a este pervirtiendo al pueblo; prohíbe pagar el tributo al César2.

En esta ocasión, Jesús, conociendo la malicia de su pregunta, les dice: Mostradme un denario. ¿De quién es la imagen y la inscripción que tiene? Ellos contestaron: Del César. Y Jesús les dejó desconcertados por la sencillez y la hondura de la respuesta: Pues bien, dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Jesús no elude la cuestión, sino que la sitúa en sus verdaderos términos. Se trata de que el Estado no se eleve al plano de lo divino, y de que la Iglesia no tome partido en cuestiones temporales cambiantes y relativas. De este modo, se opone igualmente al error difundido entre los fariseos de un mesianismo político y al error de la injerencia del Estado romano –de cualquier Estado– en el terreno religioso3. Con su respuesta, el Señor establece con claridad dos esferas de competencia. «Cada una en su ámbito propio, son mutuamente independientes y autónomas. Sin embargo, ambas, aunque por título diverso, están al servicio de la vocación personal y social de unos mismos hombres»4.

La Iglesia, en cuanto tal, no tiene por misión dar soluciones concretas a los asuntos temporales. Sigue así a Cristo, quien, afirmando que su reino no es de este mundo5, se negó expresamente a ser constituido juez en cuestiones terrenas6. Así no caeremos nunca los cristianos en lo que Jesucristo evitaba con todo cuidado: unir el mensaje evangélico, que es universal, a un sistema, a un César. Es decir, debemos evitar que cuantos no pertenecen al sistema, al partido o al César, se sientan con dificultades comprensibles para aceptar un mensaje que tiene como fin último la vida eterna. La misión de la Iglesia, que continúa en el tiempo la obra redentora de Jesucristo, es la de llevar a los hombres a ese destino sobrenatural y eterno: la justa y debida preocupación por los problemas de la sociedad deriva de su misión espiritual y se mantiene en los límites de esa misión.

Nos toca a los cristianos, metidos en la entraña de la sociedad, con plenitud de derechos y de deberes, dar solución a los problemas temporales, formar a nuestro alrededor un mundo cada vez más humano y más cristiano, siendo ciudadanos ejemplares que exigen sus derechos y saben cumplir todos los deberes con la sociedad. Es más, en muchas ocasiones, la manera de actuar los cristianos en la vida pública no puede limitarse al mero cumplimiento de las normas legales, de lo que está dispuesto. La diferencia entre el orden legal y los criterios morales de la propia conducta obliga a veces a adoptar comportamientos más exigentes o distintos de los criterios estrictamente jurídicos7: sueldos excesivamente bajos, situaciones injustas no contempladas en la ley, dedicación del médico a los enfermos que lo necesitan por encima de un horario estrictamente exigido por el reglamento o las disposiciones del hospital, etcétera. ¿Se nos conoce en nuestro trabajo –cualquiera que este sea– por ser personas que se exceden, por amor a Dios y a los hombres, en aquello que señala la obligación estricta: horario, dedicación, interés, preocupación sincera por las personas y por sus problemas...?

II. Dad al César lo que es del César... El Señor distingue los deberes relacionados con la sociedad y los que se refieren a Dios, pero de ninguna manera quiso imponer a sus discípulos como una doble existencia. El hombre es uno, con un solo corazón y una sola alma, con sus virtudes y sus defectos que influyen en todo su actuar, y «tanto en la vida pública como en la privada, el cristiano debe inspirarse en la doctrina y seguimiento de Jesucristo»8, que tornará siempre más humano y noble su actuar. La Iglesia ha proclamado siempre la justa autonomía de las realidades temporales, pero entendida, claro está, en el sentido de que «las cosas creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores (...). Pero si "autonomía de lo temporal" quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le escape la falsedad envuelta en tales palabras. La criatura, sin el Creador, desaparece»9; y la misma sociedad se vuelve inhumana y difícilmente habitable, como se puede comprobar.

El cristiano elige sus opciones políticas, sociales, profesionales, desde sus convicciones más íntimas. Y lo que aporta a la sociedad en la que vive es una visión recta del hombre y de la sociedad, porque solo la doctrina cristiana le ofrece la verdad completa sobre el hombre, sobre su dignidad y el destino eterno para el que fue creado. Sin embargo, son muchos los que en ocasiones querrían que los cristianos tuvieran como una doble vida: una en sus actuaciones temporales y públicas, y otra en su vida de fe; incluso afirman, con palabras o hechos sectarios y discriminatorios, la incompatibilidad entre los deberes civiles y las obligaciones que comporta el seguimiento de Cristo. Nosotros los cristianos debemos proclamar, con palabras y con el testimonio de una vida coherente, que «no es verdad que haya oposición entre ser buen católico y servir fielmente a la sociedad civil. Como no tienen por qué chocar la Iglesia y el Estado, en el ejercicio legítimo de su autoridad respectiva, cara a la misión que Dios les ha confiado.

»Mienten –¡así: mienten!– los que afirman lo contrario. Son los mismos que, en aras de una falsa libertad, querrían "amablemente" que los católicos volviéramos a las catacumbas»10, al silencio.

Nuestro testimonio en medio del mundo se ha de manifestar en una profunda unidad de vida. El amor a Dios ha de llevarnos a cumplir con fidelidad nuestras obligaciones como ciudadanos: pagar los tributos justos, votar en conciencia buscando el bien común, etc. Desentenderse de manifestar, a todos los niveles, la propia opinión –por dejadez, pereza o falsas excusas– a través del voto o del medio equivalente, es una falta contra la justicia, pues supone la dejación de unos derechos que, por sus consecuencias de cara a los demás, son también deberes. Esa dejación puede ser grave en la medida en que con esa inhibición se contribuya al triunfo –en el colegio profesional, en la agrupación de padres de la institución donde estudian los hijos, en la vida política nacional– de una candidatura cuyo ideario está en contraste con los principios cristianos.

«Vivid vosotros –exhortaba Juan Pablo II– e infundid en las realidades temporales la savia de la fe de Cristo, conscientes de que esa fe no destruye nada auténticamente humano, sino que lo refuerza, lo purifica, lo eleva.

»Demostrad ese espíritu en la atención prestada a los problemas cruciales. En el ámbito de la familia, viviendo y defendiendo la indisolubilidad y los demás valores del matrimonio, promoviendo el respeto a toda vida desde el momento de la concepción. En el mundo de la cultura, de la educación y de la enseñanza, eligiendo para vuestros hijos una enseñanza en la que esté presente el pan de la fe cristiana.

»Sed también fuertes y generosos a la hora de contribuir a que desaparezcan las injusticias y las discriminaciones sociales y económicas; a la hora de participar en una tarea positiva de incremento y justa distribución de los bienes. Esforzaos por que las leyes y costumbres no vuelvan la espalda al sentido trascendente del hombre ni a los aspectos morales de la vida»11.

III. ... y a Dios lo que es de Dios. También insiste el Señor en esto, aunque no se lo preguntaron. «El César busca su imagen, dádsela. Dios busca la suya: devolvédsela. No pierda el César su moneda por vosotros; no pierda Dios la suya en vosotros»12, comenta San Agustín. Y de Dios es toda nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras preocupaciones, nuestras alegrías... Todo lo nuestro es suyo. De modo particular esos momentos –como este rato de oración– que dedicamos exclusivamente a Él. Ser buenos cristianos nos impulsará a ser buenos ciudadanos, pues nuestra fe nos mueve constantemente a ser buenos estudiantes, madres de familia abnegadas que sacan fuerzas de su fe y de su amor para llevar la familia adelante, empresarios justos, etc.; el ejemplo de Cristo a todos nos lleva a ser laboriosos, cordiales, alegres, optimistas, a excedernos en nuestras obligaciones, a ser leales con la empresa, en el matrimonio, con el partido o la agrupación a la que pertenecemos. El amor a Dios, si es verdadero, es garantía del amor a los hombres, y se manifiesta en hechos.

«Se ha promulgado un edicto de César Augusto, que manda empadronarse a todos los habitantes de Israel. Caminan María y José hacia Belén... —¿No has pensado que el Señor se sirvió del acatamiento puntual a una ley, para dar cumplimiento a su profecía?

»Ama y respeta las normas de una convivencia honrada, y no dudes de que tu sumisión leal al deber será, también, vehículo para que otros descubran la honradez cristiana, fruto del amor divino, y encuentren a Dios»13.

1 Mc 12, 13-17. — 2 Lc 23, 2. — 3 Cfr. J. M. Casciaro, Jesucristo y la sociedad política, Palabra, 3ª ed., Madrid 1973. — 4 Conc. Vat. II, Const. Gaudium et spes, 76. — 5 Jn 19, 36. — 6 Cfr. Lc 12, 13 ss. — 7 Cfr. Conferencia Episcopal Española, Los cristianos en la vida pública, 22-IV-1986, 85. — 8 Ibídem. — 9 Conc. Vat. II, loc. cit., 36. — 10 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 301. — 11 Juan Pablo II, Homilía en la Misa celebrada en el Nou Camp, Barcelona, 7-XI-1982. — 12 San Agustín, Comentario al Salmo 57, 11. — 13 San Josemaría Escrivá, o. c., n. 322.

 

Meditaciones sobre la Sagrada Eucaristía. 2

LA EUCARISTÍA, PRESENCIA SUBSTANCIAL DE CRISTO

— La transubstanciación.

— El Sagrario: presencia real de Cristo.

— Confianza y respeto ante Jesús Sacramentado.

I. Visus, tactus, gustus in te fallitur... Al juzgar de Ti se equivocan la vista, el tacto, el gusto, pero basta con el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios; nada más verdadero que esta palabra de verdad1.

Cuando la vista, el gusto y el tacto juzgan sobre la presencia –verdadera, real y substancial– de Cristo en la Eucaristía fallan totalmente: ven las apariencias externas, los accidentes; perciben el color del pan o del vino, el olor, la forma, la cantidad, y no pueden concluir sobre la realidad allí presente porque les falta el dato de la fe, que llega únicamente a través de las palabras con las que nos ha sido transmitida la divina revelación: basta con el oído para creer firmemente. Por eso, cuando contemplamos con los ojos del alma este misterio inefable debemos hacerlo "con humilde reverencia, no siguiendo razones humanas, que deben callar, sino adhiriéndonos firmemente a la Revelación divina"2, que da a conocer esta verdadera y misteriosa realidad.

La Iglesia nos enseña que Cristo se hace realmente presente en la Sagrada Eucaristía "por la conversión de toda la substancia del pan en su cuerpo y la conversión de toda la susbstancia del vino en su sangre, permaneciendo solamente íntegras las propiedades del pan y del vino, que percibimos con nuestros sentidos. La cual conversión misteriosa es llamada por la santa Iglesia conveniente y propiamente transubstanciación"3. Y la misma Iglesia nos advierte que cualquier explicación que se dé para una mayor comprensión de este misterio inefable "debe poner a salvo que, en la misma naturaleza de las cosas, independientemente de nuestro espíritu, el pan y el vino, realizada la consagración, han dejado de existir, de modo que el adorable cuerpo y sangre de Cristo, después de ella, están verdaderamente presentes delante de nosotros, bajo las especies sacramentales de pan y de vino"4.

"Por la misma naturaleza de las cosas", "Independiente de mi espíritu"... Después de la Consagración, en el Altar o en el Sagrario en el que se reservan las Formas consagradas, Jesús está presente, aunque yo, por ceguera, no hiciera el menor acto de fe y, por dureza de corazón, ninguna manifestación de amor. No es "mi fervor" quien lo hace presente; Él está allí.

Cuando, en el siglo iv, San Cirilo de Jerusalén desea explicar esta extraordinaria verdad a los cristianos recién convertidos, se vale, a modo de ejemplo, del milagro que llevó a cabo el Señor en las bodas de Caná de Galilea, donde convirtió el agua en vino5. Se pregunta San Cirilo: si hizo tal maravilla al convertir el agua en vino, "¿vamos a pensar que es poco digno de creer el que convirtiese el vino en su Sangre? Si en unas bodas hizo este estupendo milagro, ¿no hemos de pensar con más razón que a los hijos del tálamo nupcial les dio su Cuerpo y Sangre para alimentarlos? (...). Por lo cual, no mires al pan y al vino como simples elementos comunes..., y, aunque los sentidos te sugieran lo contrario, la fe debe darte la certeza de lo que es en realidad"6; esta realidad es Cristo mismo, que, inerme, se nos entrega. Los sentidos se equivocan completamente, pero la fe nos da la mayor de las certidumbres.

II. En el milagro de Caná, el color del agua fue alterado y tomó el del vino; el sabor del agua cambió igualmente y se transformó en sabor de vino, de buen vino; las propiedades naturales del agua cambiaron... Todo cambió en aquel agua que llevaron los sirvientes a Jesús. No solo las apariencias, los accidentes, sino el mismo ser del agua, su substancia: el agua fue convertida en vino por las palabras del Señor. Todos gustaron aquel vino excelente que pocos momentos antes era agua corriente.

En la Sagrada Eucaristía, Jesús, a través de las palabras del sacerdote, no cambia, como en Caná, los accidentes del pan y del vino (el color, el sabor, la forma, la cantidad), sino solo la substancia, el ser mismo del pan y del vino, que dejan de serlo para convertirse de modo admirable y sobrenatural en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo. Permanece la apariencia de pan, pero allí ya no hay pan; se mantienen las apariencias del vino, pero allí no hay nada de vino. Ha cambiado la substancia, lo que era antes en sí misma, aquello por lo que una cosa es tal a los ojos del Creador. Dios, que puede crear y aniquilar, puede también transformar una cosa en otra; en la Sagrada Eucaristía ha querido que esta milagrosa transformación del pan y del vino en el Cuerpo y Sangre de Cristo pueda ser percibida solo por medio de la fe.

En el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces7, la substancia y los accidentes no sufrieron alteración alguna: pan y peces había al principio, y este mismo alimento fue el que comieron aquellos cinco mil hombres, quedando saciados. En Caná, el Señor transformó sin multiplicarla una cantidad de agua en otra igual de vino; en aquel lugar apartado donde le habían seguido aquellas multitudes, Jesús aumentó la cantidad, sin transformarla. En el Santísimo Sacramento, a través del sacerdote, Jesús transforma la substancia misma, permaneciendo los accidentes, las apariencias. Cristo no viene con un movimiento local, como cuando uno se traslada de un lugar a otro, al Sacramento del Altar. Se hace presente mediante esa admirable conversión del pan y del vino en su Cuerpo y en su Sangre. Quod non capis, // quod non vides // animosa firmat fides... Lo que no comprendes y no ves, una fe viva lo atestigua, fuera de todo el orden de la naturaleza...8.

Cristo está presente en la Sagrada Eucaristía con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad. Es el mismo Jesús que nació en Belén, que hubo de huir a Egipto en brazos de José y de María, el que creció y trabajó duramente en Nazareth, el que murió y resucitó al tercer día, el que ahora, glorioso, está a la derecha de Dios Padre. ¡El mismo! Pero es lógico que no pueda estar del mismo modo, aunque su presencia sea la misma. "En orden a Cristo –escribe Santo Tomás de Aquino– no es lo mismo su ser natural que su ser sacramental"9. Pero la realidad de su presencia no es menor en el Sagrario que en el Cielo: "Cristo, todo entero, está presente en su realidad física, aun corporalmente, aunque no del mismo modo como los cuerpos están en un lugar"10. Poco más podemos decir de esta admirable presencia.

Cuando vamos a verle, podemos decir, en el sentido estricto de las palabras: estoy delante de Jesús, estoy delante de Dios. Como lo podían decir aquellas gentes llenas de fe que se cruzaron con Él en los caminos de Palestina. Podemos decir: "Señor, miro el Sagrario y falla la vista, el tacto, el gusto..., pero mi fe penetra los velos que cubren ese pequeño Sagrario y te descubre ahí, realmente presente, esperando un acto de fe, de amor, de agradecimiento..., como lo esperabas de aquellos sobre los que derramabas tu poder y tu misericordia. Señor, creo, espero, amo".

III. Al juzgar de Ti se equivocan la vista, el tacto, el gusto... En la Sagrada Eucaristía, en verdad, los sentidos no perciben la presencia más real que existe a nuestro alrededor. Y esto es así porque se trata de la presencia de un Cuerpo glorificado y divino: es, por consiguiente, una presencia divina, "un modo de existir divino", que difiere esencialmente de los modos de ser y de estar de los cuerpos sometidos al espacio y al tiempo.

La Eucaristía no agota los modos de presencia de Jesús entre nosotros. Él nos anunció: Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos11. Y lo está de muchas maneras. La Iglesia nos recuerda que está presente en los más necesitados, de la familia y de los que no conocemos; está presente cuando nos reunimos en su nombre12. De una manera particular, está en la Palabra divina...13. Todos estos modos de presencia son reales, pero en la Sagrada Eucaristía está la presencia de Dios entre nosotros por excelencia, dado que en este sacramento está Cristo en su propia Persona, de una manera verdadera, real y substancial. Esta presencia –enseña Pablo VI– "se llama real no por exclusión, como si las otras no fueran reales, sino por antonomasia, ya que es substancial, ya que por ella ciertamente se hace presente Cristo, Dios y Hombre, entero o íntegro"14.

Pensemos hoy cómo hemos de comportarnos en su presencia, con qué confianza y respeto. Meditemos si nuestra fe se vuelve más penetrante al estar delante del Sagrario, o si prevalece la oscuridad de los sentidos, que permanecen como ciegos en presencia de esta realidad divina. ¡Cuántas veces le hemos dicho a Jesús: "Creo, Señor, firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes; te adoro con profunda reverencia..."!

Los milagros de las bodas de Caná y de la multiplicación de los panes y de los peces que antes hemos considerado, nos pueden ayudar también a sacar mayor provecho para comprender mejor este prodigio del amor divino. En uno y otro milagro, Jesús requiere la colaboración de otros. Los discípulos distribuirán el alimento a la muchedumbre y quedarán todos satisfechos. En Caná, dirá a los servidores: llenad las vasijas de agua; y ellos las llenaron hasta arriba, hasta que ya no cabía más. Si hubieran estado remisos y hubieran puesto menos agua, la cantidad de vino también habría sido menor. Algo semejante ocurre en la Sagrada Comunión. Aunque la gracia siempre es inmensa y el honor inmerecido, Jesús pide también nuestra colaboración; nos invita a corresponder, con nuestra propia devoción, a la gracia que recibimos, nos recompensa en la proporción en que encuentra en nuestros corazones esa buena disposición que nos pide. El deseo cada vez mayor, la limpieza de nuestro corazón, las comuniones espirituales, la presencia eucarística a lo largo del día y de modo particular al pasar cerca de un Sagrario..., nos capacitarán para llenarnos de más gracia, de más amor, cuando Jesús venga a nuestro corazón.

1 Himno Adoro te devote, 2. — 2 Pablo VI, Enc. Mysterium fidei, 3-IX-1965. — 3 ídem, Credo del Pueblo de Dios, 30-VI-1968, 25. — 4 Ibídem. — 5 Cfr. San Cirilo de Jerusalén, Catequesis Mistagógicas, 4ª, 2. — 6 Ibídem, 4ª, 2 y 5. — 7 Cfr. Jn 6, 1 ss. — 8 Secuencia Lauda, Sion, Salvatorem. — 9 Santo Tomás, Suma Teológica, 3. q. 76, a. 6. — 10 Pablo VI, Enc. Mysterium fidei, cit. — 11 Mt 28, 20. — 12 Cfr. Mt 18, 20. — 13 Cfr. Conc. Vat. II, Const. Sacrosanctum Concilium, 7. — 14 Pablo VI, Enc. Mysterium fidei, cit.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

La Visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel

Esta fiesta ya la celebrabaran los Franciscanos en el siglo XIII. El Papa Bonifacio IX la introduce en el calendario oficial de la Iglesia.  Notemos cómo las fiestas de la Virgen son también celebraciones del misterio de Cristo.

 

Himno

La Virgen santa, grávida del Verbo, en alas del Espíritu camina; la Madre que lleva la Palabra, de amor movida, sale de vista.

Y sienten las montañas silenciosas, y el mundo entero en sus entrañas vivas, que al paso de la Virgen ha llegado el anunciado gozo del Mesías.

Alborozado Juan por su Señor, en el seno, feliz se regocija, y por nosotros rinde el homenaje y al Hijo santo da la bienvenida.

Bendito en la morada sempiterna aquel que tu llevaste, Peregrina, aquel que con el Padre y el Espíritu, al bendecirte a ti nos bendecía.

Amén.

Oración

Dios todopoderoso, tu que inspiraste a la Virgen María, cuando llevaba en su seno a tu Hijo, el deseo de visitar a su prima Isabel, concédenos, te rogamos, que, dóciles al soplo del Espíritu, podamos, con María, cantar tus maravillas durante toda nuestra vida. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

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Santa Petronila de Roma, virgen y mártir

 

En Roma, en el cementerio de Domitila, en la vía Ardeatina, santa Petronila, virgen y mártir.

 

A medida que el hagiógrafo avanza en la familiaridad con las Vitae Sanctorum y las Actas de los martirios de los santos comprueba, entre susto y fascinación, los esfuerzos de escritores anteriores -algunos lo hacen desde los albores de la historia cristiana- por pasar a la posteridad los modelos de fe y vida que ellos han visto o cuyas noticias han recibido oralmente, o quizá tuvieron entre sus manos documentación anterior que no ha sobrevivido al tiempo. Lo hicieron movidos por el cariño agradecido a los que supieron ser fieles y transmitieron el heroísmo de sus virtudes de la mejor manera que pudieron; con frecuencia estaban por la labor de dejar en el mejor papel posible al santo protagonista de su relato y por ello no es infrecuente notar añadiduras a la personalidad que relatan, aunque sea acumulando dones, milagros y hechos portentosos que demuestren más y más a quienes les escuchan o a sus posibles lectores la complacencia de Dios en sus santos.

 

Posiblemente éste fuera el intento del autor anónimo que dejó por escrito la vida de santa Petronila llamada también con los nombres de Perina, Petronela y Pernela. La total carencia de datos da origen a la historia apócrifa claramente imaginativa que pondera excelsas virtudes -ésas que intenta poner como paradigma en la mente de los lectores- y que carga las tintas más sobre las bondades de las situaciones del entorno que sobre la misma realidad personal que lógicamente desconoce.

 

Pues bien; el tiempo es el siglo primero y el lugar de la narración, Roma; Petronila está presentada como hija de san Pedro. Su máximo anhelo es padecer por Jesús que tanto quiso padecer por ella. Una extraña enfermedad la mete en cama con agudísimos dolores imposibles de aliviar; pero su semblante alegre y su actitud llena de optimismo demuestran a todos los que van a visitarla la aceptación voluntariosa y complacida de Petronila que, por fin, puede sufrir algo por su Señor. Se prolonga por mucho tiempo la postración. Entre los creyentes romanos se empiezan a correr rumores; ¿cómo es posible conciliar tamaño sufrimiento de Petronila con la actitud permisiva del padre Pedro, si es verdad que sólo su sombra llegaba a curar a enfermos, hace unos años, en Jerusalén?, ¿será que Pedro ha perdido virtud?, ¿será esto una muestra de falta de cariño?, ¿no deben preocuparse los padres por la salud de los hijos?... Un día Pedro reúne a una gran multitud de creyentes en Cristo en su casa y manda con imperio a su hija: «Petronila, levántate y sírvenos la mesa». Asombrados y estupefactos contemplan a la dulce joven incorporarse del lecho y salir dispuesta al cumplimiento del encargo toda llena de facultades. Terminada su misión vuelve a la cama, recupera la enfermedad con incremento de sufrimiento y ya no se restablecerá hasta después del martirio de Pedro.

 

No ha hecho mella en su físico el terrible padecimiento soportado, se han rejuvenecido sus facciones y hasta se diría que se ha multiplicado la belleza previa a la enfermedad. Ahora dedica Petronila todas sus energías a la oración y a la caridad. Parece un hada madrina que con vara mágica va solucionando problemas de cristianos irradiando continuamente el influjo benéfico ante cualquier necesidad: pobres, lisiados, enfermos, ciegos, leprosos y todo tipo de carenciales van a visitarla y salen pletóricos de felicidad. Por toda Roma corre un inmenso e imparable rumor que transmite de boca a boca la explosión de la caridad de Jesucristo patente en las obras de Petronila.

 

Pero hay más. Por todo lo relatado, no es extraño el enamoramiento del joven Flaco que se acerca con gran séquito de criados y esclavos a solicitar el consentimiento para hacerla su esposa. La reacción ahora de la virgen es de indecible sorpresa; pero guarda las formas, agradece al noble joven enamorado el honor que le hace y pide suave y dulcemente tres días para reflexionar al término de los cuales debe Flaco enviarle sus doncellas y criadas para que la acompañen.

 

Todo es llanto en Petronila. Jesucristo llena su corazón; no quiere romper la unidad del amor; sólo a Jesús quiere como Esposo. Pasa los tres días encerrada, en compañía de Felícula, dada al ayuno, a continua oración, penitencias y súplicas al Señor. El último día del retiro llega el presbítero Nicodemus, le celebró la misa, le dio la Comunión y contempló cómo moría Petronila al pie del altar consumida de amor. Las criadas de Flaco que ya esperaban jubilosas trocaron el cortejo de nupcial en fúnebre para llevarla a enterrar.

 

Esta leyenda, redactada hacia el siglo VI nos la transmiten las actas legendarias de Nereo y Aquileo, y posiblemente se urdió basándose en el parecido fonético del nombre de Petronilla con el de Pedro, la mención de una supuesta hija de Pedro (pero sin que diga el nombre) en un apócrifo del siglo II, y la cercanía de la tumba de Petronilla con la de los santos Nereo y Aquileo. Lo único que realmente sabemos hoy de la santa es lo que supone el elogio del Martirologio: que el culto es verdaderamente antiguo, ya que su tumba estaba identificada y adornada, y deducimos que fue mártir por un fresco de mediados del siglo IV encontrado en su tumba, en el que figura vestida con la túnica de los mártires, con las letras griegas «yr» junto a su nombre, que podrían ser el resabio de la palabra «mártir».

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Fuente: Enciclopedia Católica
Bautista (Camila) Varano, Beata.
Abadesa, 31 de mayo  

Bautista (Camila) Varano, Beata.

Abadesa

Martirologio Romano: En Camerino, del Piceno, en Italia, beata Bautista (Camila) Varano, abadesa del monasterio de clarisas fundado por su mismo padre, donde experimentó grandes tribulaciones, pero también consolaciones místicas (1524).

 


Una excelente escritora. Nació en Camerino, en la marcha de Ancona, el 9 de abril de 1458, y murió el 31 de Mayo de 1524. Su padre Julio Cesar Varano o de Varanis, duque de Camerino. Perteneció a una ilustre familia, su madre, Joanna Malatesta, era hermana de Sigismund, Príncipe de Riminni.

En el bautizo Bautista recibió el nombre de Camilla.

De los primero diez y últimos veintitrés años de su vida poco o nada se sabe; nuestros conocimientos acerca de los años que se le conoce, es por sus propias escrituras realizadas. Esta revelación acerca de ella misma fue conocida por las influencias de su confesor, Pedro de Mogliano, proveniente de los Franciscanos en la marca (1940). Parece tener la elocuencia de Mogliano, lo que logro realizar la conversión de Bautista, quien por un tiempo parecía estar atrapada por el glamour del mundo. Su padre hizo todo lo que estaba a su alcance para forzar a su hija a tener un gran matrimonio, hasta incluso la extensión de encarcelarla. Pero Bautista no cedió a sus planes, así que firmemente, luego de dos años y medio su padre le devolvió la libertad, por miedo como dijo, a verse reflejado en la venganza de su hija, finalmente la dejo convertirse en monja.

El 14 de noviembre de 1481, Bautista ingreso al monasterio de las pobres claras de Urbino. No mucho tiempo después, su padre encontró un nuevo monasterio de la orden de Camerino, y se lo presento a su hija, quien entró y estuvo en observación de las reglas, y desde entonces su vigorosa y su impresionante personalidad encontró un alcance no sólo en la administración del monasterio, en el cual ella se convirtió en la primera Abadesa, pero también en la producción de varias obras literarias, estas incluyen: "Recordationes et instructiones spirituales novem" que lo escribió alrededor de 1491; "Opus de doloribus mentalibus D.N.J.C." escrito entre 1488-1491 y fue recién publicada en Macerata en 1624. Estos trabajos han sido editados por Bolandistas en conexión con algunas de las escrituras de Bautista.

Todas las escrituras de Bautista son remarcables por la originalidad del pensamiento, llamativa espiritualidad, y su ilustrado lenguaje. Tanto como San Felipe Neri y San Alfonso tiene un admirable recuerdo por esta bendita mujer quien escribió con igual facilidad en italiano y latín, y quien fue considerada una de las mas brillantes alumnas de su días. Bautista murió en la fecha del Corpus Christi (31 de mayo de 1524), y fue enterrada en el coro de su monasterio. Treinta años después el cuerpo fue exhumado y encontrado en un estado perfecto de preservación, luego fue vuelto a enterrar para volver a ser exhumado en 1593. La carne fue reducida a polvo, pero la lengua se mantuvo bien fresca y roja.

Los inmemorables cultos de Bautista fueron aprobados por Gregorio XVI en 1843 y luego el 19 diciembre de 2005 el Papa Benedicto XVI reconoció sus virtudes heróicas.

El 19 de diciembre de 2009 S.S. Benedicto XVI autorizó la promulgación del decreto que reconoce un milagro atribuido a la intercesión de la Beata Bautista, la canonización se realizará el 17 de octubre de 2010.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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