JMJ
Pax
†            Lectura del santo Evangelio            según san Mateo 5,            1-12
Gloria            a ti, Señor.
En          aquel tiempo, al ver tanta          gente Jesús subió a la montaña, se sentó y se le acercaron sus          discípulos;          enseguida comenzó a enseñarles, hablándoles así:
          "Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino          de los cielos. 
          Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. 
          Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. 
          Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos          serán saciados. 
          Dichosos los misericordiosos, porque ellos obtendrán          misericordia. 
          Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. 
          Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán          hijos de Dios. 
          Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de          ellos es el Reino          de los cielos. 
          Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan          contra ustedes          toda clase de calumnias por causa mía. Alégrense y regocíjense,          porque su          premio será grande en los cielos".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y          comunidad-comunión. Con Dios es          igual: las "palabras          de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario visitarse,          y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en          la Eucaristía,          que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer          la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d)          pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la          salvación del          mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación:          http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del              Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en              vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos            en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión)            con el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          "Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso".            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser felices            para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección            del amor, es            necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide            la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar            debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo,              come y bebe su propia              condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados            mortales? no            confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989),            no comulgar al            menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos            no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a            decidir, derechos            (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación            natural sin causa            grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por            iglesia, demorar en            bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón,            borrachera,            drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de            venganza, ver            pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado,            etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados            mortales objetivamente,            pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay            excusa.
† Misal
Todos los          Santos (1o. de nov)
      Antífona de          Entrada
      Alegrémonos            en el Señor al            celebrar este día la solemnidad de Todos los Santos; por la            cual se alegran los            ángeles y alaban al Hijo de Dios.
Se          dice "Gloria".
Oración          Colecta
      Oremos:
          Dios omnipotente y eterno, que otorgas a tu Iglesia la alegría          de celebrar en          esta solemnidad los méritos y la gloria de todos los Santos;          concede a tu          pueblo, por intercesión de todos estos hermanos nuestros, la          abundancia de tu          misericordia y tu perdón.
          Por nuestro Señor Jesucristo...
          Amén.
Primera          Lectura
      Vi            una muchedumbre tan grande, que            nadie podía contarla. Eran individuos de todas las naciones y            razas, de todos            lo pueblos y lenguas
Lectura            del libro del Apocalipsis            del apóstol san Juan 7,            2-4.9-14
Yo,          Juan, vi otro ángel que venía          del oriente; traía el sello del Dios vivo y gritó con voz          poderosa a los cuatro          ángeles encargados de hacer daño a la tierra y al mar:
          "¡No dañen a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que          marquemos          con el sello en la frente a los servidores de nuestro Dios!"
          Y oí el número de los que habían sido marcados: eran ciento          cuarenta y cuatro          mil, de todas las tribus de Israel.
          Vi luego una muchedumbre enorme que nadie podía contar. Gentes          de toda nación,          raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del Cordero,          vestidos con          túnicas blancas y con palmas en sus manos. Y clamaban con voz          poderosa: 
          "¡La salvación viene de nuestro Dios, que está sentado en el          trono, y del          Cordero!"
          Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono, alrededor          de los ancianos          y de los cuatro seres vivientes, cayeron rostro a tierra ante el          trono y          adoraron a Dios, diciendo: 
          "Amén. Alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor,          poder y          fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén".
          Entonces uno de los ancianos me preguntó: 
          "¿Quiénes son y de dónde han venido éstos que llevan túnicas          blancas?" 
          Yo le respondí:
          "Señor mío, lo sabrás". 
          El me dijo:
          "Estos son los que vienen de la gran persecución, los que han          lavado y          blanqueado sus túnicas en la sangre del Cordero".
          Palabra de Dios.
          Te alabamos, Señor.
Salmo          Responsorial
      Sal            23, 1-2.4ab.5-6
Estos            son los que buscan al Señor.
Del          Señor es la tierra y cuanto la          llena, el mundo y todos sus habitantes, pues él la estableció          sobre los mares,          él la fundó sobre los ríos.
          Estos son los que buscan al Señor.
¿Quién          subirá al monte del Señor?          ¿Quién podrá estar en su recinto sagrado? El hombre de manos          puras y limpio          corazón.
          Estos son los que buscan al Señor.
Este          recibirá la bendición del          Señor, y Dios, su salvador, lo proclamará inocente.
          Estos son los que buscan al Señor.
Segunda          Lectura
      Veremos            a Dios tal cual es
Lectura            de la primera carta del            apóstol san Juan 3,            1-3
Queridos          hermanos: Consideren el          amor tan grande que nos ha demostrado el Padre: hasta el punto          de llamarnos          hijos de Dios; y en verdad lo somos. El mundo no nos conoce,          porque no lo ha conocido          a él.
          Hermanos queridos, ahora ya somos hijos de Dios, y aún no se ha          manifestado lo          que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos          semejantes a él, porque          lo veremos tal cual es.
          Palabra de Dios.
          Te alabamos, Señor.
Aclamación          antes del Evangelio
      Aleluya,            aleluya.
          Vengan a mí todos lo que están cansados y agobiados, y yo los          aliviaré, dice el          Señor.
          Aleluya.
Evangelio
      Dichosos            los pobres en el Espíritu
†            Lectura del santo Evangelio            según san Mateo 5,            1-12
Gloria            a ti, Señor.
En          aquel tiempo, al ver tanta          gente Jesús subió a la montaña, se sentó y se le acercaron sus          discípulos;          enseguida comenzó a enseñarles, hablándoles así:
          "Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino          de los          cielos. 
          Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. 
          Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. 
          Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos          serán saciados. 
          Dichosos los misericordiosos, porque ellos obtendrán          misericordia. 
          Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. 
          Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán          hijos de Dios. 
          Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de          ellos es el Reino          de los cielos. 
          Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan          contra ustedes          toda clase de calumnias por causa mía. Alégrense y regocíjense,          porque su          premio será grande en los cielos".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Se          dice "Credo".
Oración de          los Fieles
      Celebrante:
          Iluminados con el ejemplo de los santos, que fueron en su vida          sal de la tierra          y luz del mundo, y uniendo nuestra oración a la de la inmensa          multitud de los          que ya están en presencia del Señor, oremos confiadamente al          Señor:
          (Respondemos a cada petición: Escúchanos, Señor).
Para          que el Señor suscite en su          Iglesia ejemplos de una santidad heroica que atraiga a los no          creyentes a          Cristo, y conceda a a todos los bautizados redescubrir que Dios          los llama a la          santidad, roguemos al Señor.
          Escúchanos, Señor.
Para          que nuestros hermanos que no          conocen la luz y la hermosura del Evangelio de Cristo sean          liberados de las          tinieblas, entren en el reino de la luz y compartan la herencia          de los santos,          roguemos al Señor. 
          Escúchanos, Señor.
Para          que el ejemplo de los santos,          que experimentaron que para entrar en el Reino de Dios hay que          sufrir muchas          tribulaciones, fortalezca a los que sufren y se tambalean en su          combate,          roguemos al Señor. 
          Escúchanos, Señor.
Para          que quienes hoy nos hemos          reunido para celebrar la solemnidad de Todos los Santos, nos          encontremos con          nuestros familiares y amigos difuntos en el reino glorioso de          Jesucristo,          roguemos al Señor. 
          Escúchanos, Señor.
Celebrante:
          Señor, Padre santo, que has glorificado en tu Reino a los          siervos fieles que          han velado esperando la llegada del Esposo, escucha nuestra          oración y no          permitas que se apaguen nuestras lámparas, y así merezcamos          entrar en el          banquete de tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los          siglos.
          Amén.
Oración sobre          las Ofrendas
      Acepta,          Señor, el sacrificio de          alabanza que te ofrecemos al celebrar hoy la fiesta de todos los          santos que          gozan ya de tu vida inmortal, y concédenos experimentar siempre          su protección y          su ayuda en nuestro camino hacia ti. 
          Por Jesucristo, nuestro Señor.
          Amén.
Prefacio
      La            gloria de la Iglesia, nuestra            Madre
En          verdad es justo y necesario, es          nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo          lugar, Señor, Padre          santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
          Porque hoy nos concedes celebrar la gloria de Todos los Santos,          asamblea de la          Jerusalén celestial que eternamente te alaba. 
          Hacia ella, aunque peregrinos en la tierra, nos encaminamos          alegres, guiados          por la fe y 
          animados por la gloria de los mejores hijos de la Iglesia; en          ellos encontramos          ejemplo y ayuda para nuestra debilidad.
          Por eso, 
          unidos a estos santos y a los coros de los ángeles, te          glorificamos y cantamos          diciendo:
Antífona de          la Comunión
      Bienaventurados            los limpios de            corazón, porque ellos verán a Dios; bienaventurados los que            trabajan por la            paz, porque se les llamará hijos de Dios; bienaventurados los            perseguidos por            causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los            cielos.
Oración          después de la Comunión
      Oremos:
          Dios nuestro, fuente única de toda santidad y admirable en todos          tus santos;          haz que este sacramento nos encienda en el fuego de tu amor y          nos prepare para          la alegría de tu Reino.
          Por Jesucristo, nuestro Señor.
          Amén
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† Meditación diaria
1 de noviembre
TODOS LOS SANTOS*
Solemnidad
—          Personas que se santificaron a través de una vida corriente.
—          Todos hemos sido llamados a la santidad.
—          La caridad, distintivo de los que han alcanzado la          bienaventuranza.
I. Alegrémonos todos en            el Señor, al            celebrar este día de fiesta en honor de todos los santos: de            esta solemnidad se            alegran los ángeles y alaban al Hijo de Dios1.
La          fiesta de hoy recuerda y propone a la meditación común algunos          componentes          fundamentales de nuestra fe cristiana señalaba el Papa Juan          Pablo II-. En el          centro de la Liturgia están sobre todo los grandes temas de la          Comunión de los          Santos, del destino universal de la salvación, de la fuente de          toda santidad          que es Dios mismo, de la esperanza cierta en la futura e          indestructible unión          con el Señor, de la relación existente entre salvación y          sufrimiento y de una          bienaventuranza que ya desde ahora caracteriza a aquellos que se          hallan en las          condiciones descritas por Jesús. Pero la clave de la fiesta que          hoy celebramos          «es la alegría, como hemos rezado en la antífona de entrada: Alegrémonos todos en            el Señor al            celebrar este día de fiesta en honor de todos los Santos; y se trata de una          alegría genuina,          límpida, corroborante, como la de quien se encuentra en una gran          familia donde          sabe que hunde sus propias raíces...»2. Esta gran            familiaes la de los santos: los del Cielo y los de la          tierra.
La          Iglesia, nuestra Madre, nos invita hoy a pensar en aquellos que,          como nosotros,          pasaron por este mundo con dificultades y tentaciones parecidas          a las nuestras,          y vencieron. Es esa muchedumbre  inmensa            que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua,          según nos recuerda la Primera            lectura de la          Misa3. Todos están marcados en la frente            y vestidos            con vestiduras blancas, lavadas en la sangre del Cordero4. La marca y          los vestidos son símbolos del          Bautismo, que imprime en el hombre, para siempre, el carácter de          la pertenencia          a Cristo, y la gracia renovada y acrecentada por los sacramentos          y las buenas          obras.
Muchos          Santos de toda edad y condición- han sido reconocidos como tales          por la          Iglesia, y cada año los recordamos en algún día preciso y los          tomamos como          intercesores para tantas ayudas como necesitamos. Pero hoy          festejamos, y          pedimos su ayuda, a esa multitud incontable que alcanzó el Cielo          después de          pasar por este mundo sembrando amor y alegría, sin apenas darse          cuenta de ello;          recordamos a aquellos que, mientras estuvieron entre nosotros,          hicieron, quizá,          un trabajo similar al nuestro: oficinistas, labriegos,          catedráticos, comerciantes,          secretarias...; también tuvieron dificultades parecidas a las          nuestras y          debieron recomenzar muchas veces, como nosotros procuramos          hacer; y la Iglesia          no hace una mención nominal de ellos en el Santoral. A la luz de          la fe, forman          «un grandioso panorama: el de tantos y tantos fieles laicos a          menudo          inadvertidos o incluso incomprendidos; desconocidos por los          grandes de la          tierra, pero mirados con amor por el Padre, hombres y mujeres          que, precisamente          en la vida y actividad de cada jornada, son los obreros          incansables que          trabajan en la viña del Señor; son los humildes y grandes          artífices por la          potencia de la gracia, ciertamente del crecimiento del Reino de          Dios en la          historia»5. Son, en          definitiva, aquellos que          supieron «con la ayuda de Dios conservar y perfeccionar en su          vida la          santificación que recibieron»6 en el          Bautismo.
Todos          hemos sido llamados a la plenitud del Amor, a luchar contra las          propias          pasiones y tendencias desordenadas, a recomenzar siempre que sea          preciso,          porque «la santidad no depende del estado soltero, casado,          viudo, sacerdote,          sino de la personal correspondencia a la gracia, que a todos se          nos concede»7. La Iglesia          nos recuerda que el          trabajador que toma cada mañana su herramienta o su pluma, o la          madre de          familia dedicada a los quehaceres del hogar, en el sitio que          Dios les ha          designado, deben santificarse cumpliendo fielmente sus deberes8.
Es          consolador pensar que en el Cielo, contemplando el rostro de Dios,          hay personas          con las que tratamos hace algún tiempo aquí abajo, y con las que          seguimos          unidas por una profunda amistad y cariño. Muchas ayudas nos          prestan desde el          Cielo, y nos acordamos de ellas con alegría y acudimos a su          intercesión.
Hacemos          hoy nuestra aquella petición de Santa Teresa, que también ella          misma escuchará,          en esta Solemnidad: «¡Oh ánimas bienaventuradas, que tan bien os          supisteis          aprovechar, y comprar heredad tan deleitosa...! Ayudadnos, pues          estáis tan          cerca de la fuente; coged agua para los que acá perecemos de          sed»9.
II. En          la Solemnidad de hoy, el          Señor nos concede la            alegría            de celebrar la gloria de la Jerusalén celestial, nuestra            madre, donde una            multitud de hermanos nuestros le alaban eternamente. Hacia            ella, como            peregrinos, nos encaminamos alegres, guiados por la fe y            animados por la gloria            de los Santos; en ellos, miembros gloriosos de su Iglesia,            encontramos ejemplo            y ayuda para nuestra debilidad10.
Nosotros          somos todavía la Iglesia peregrina que se dirige al Cielo; y,          mientras          caminamos, hemos de reunir ese tesoro de buenas obras con el que          un día nos          presentaremos ante nuestro Dios. Hemos oído la invitación del          Señor: Si alguno            quiere venir en pos de            Mí... Todos          hemos sido          llamados a la plenitud de la vida en Cristo. Nos llama el Señor          en una          ocupación profesional, para que allí le encontremos, realizando          aquella tarea          con perfección humana y, a la vez, con sentido sobrenatural:          ofreciéndola a          Dios, ejercitando la caridad con las personas que tratamos,          viviendo la          mortificación en su realización, buscando ya aquí en la tierra          el rostro de Dios,          que un día          veremos cara a cara. Esta contemplación trato de amistad con          nuestro Padre Dios          podemos y debemos adquirirla a través de las cosas de todos los          días, que se          repiten muchas veces, con aparente monotonía, pues «para amar a          Dios y          servirle, no es necesario hacer cosas raras. A todos los hombres          sin excepción,          Cristo les pide que sean perfectos como su Padre celestial es          perfecto (Mt 5,          48). Para la gran mayoría de los hombres,          ser santo supone santificar el propio trabajo, santificarse en          su trabajo, y          santificar a los demás con el trabajo, y encontrar así a Dios en          el camino de          sus vidas»11.
¿Qué          otra cosa hicieron esas madres de familia, esos intelectuales o          aquellos          obreros..., para estar en el Cielo? Porque a él queremos ir          nosotros; es lo          único que, de modo absoluto, nos importa. Esta santa decisión          tiene mucha          importancia para los demás. Si, con la gracia de Dios y la ayuda          de tantos,          alcanzamos el Cielo, no iremos solos: arrastraremos a muchos con          nosotros.
Quienes          han llegado ya, procuraron santificar las realidades pequeñas de          todos los          días; y si alguna vez no fueron fieles, se arrepintieron y          recomenzaron el          camino de nuevo. Eso hemos de hacer nosotros: ganarnos el Cielo          cada día con lo          que tenemos entre manos, entre las personas que Dios ha querido          poner a nuestro          lado.
III.          Muchos de los que ahora          contemplan la faz de Dios quizá no tuvieron ocasión, a su paso          por la tierra,          de realizar grandes hazañas, pero cumplieron lo mejor posible          sus deberes          diarios, sus pequeñosdeberes  diarios.          Tuvieron errores y faltas de paciencia, de pereza, de soberbia,          tal          vez pecados graves. Pero amaron la Confesión, y se          arrepintieron, y          recomenzaron. Amaron mucho y tuvieron una vida con frutos,          porque supieron          sacrificarse por Cristo. Nunca se creyeron santos; todo lo          contrario: siempre          pensaron que iban a necesitar en gran medida de la misericordia          divina. Todos conocieron,          en mayor o menor grado, la enfermedad, la tribulación, las horas bajas en las que todo les          costaba; sufrieron          fracasos y tuvieron éxitos. Quizá lloraron, pero conocieron y          llevaron a la          práctica las palabras del Señor, que hoy también nos trae la          Liturgia de la          Misa: Venid a Mí,            todos los            que estáis trabajados y cargados, y Yo os aliviaré12. Se apoyaron          en el Señor, fueron muchas          veces a verle y a estar con Él junto al Sagrario; no dejaron de          tener cada día          un encuentro con Él.
Los          bienaventurados que alcanzaron ya el Cielo son muy diferentes          entre sí, pero          tuvieron en esta vida terrena un común distintivo: vivieron la          caridad con          quienes les rodeaban. El Señor dejó dicho: en            esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis unos            a otros13. Esta es la          característica de los Santos,          de aquellos que están ya en la presencia de Dios.
Nosotros          nos encontramos caminando hacia el Cielo y muy necesitados de la          misericordia          del Señor que es grande y nos mantiene día a día. Hemos de          pensar muchas veces          en él y en las gracias que tenemos, especialmente en los          momentos de tentación          o de desánimo.
Allí          nos espera una multitud incontable de amigos. Ellos «pueden          prestarnos ayuda,          no solo porque la luz del ejemplo brilla sobre nosotros y hace          más fácil a          veces que veamos lo que tenemos que hacer, sino también porque          nos socorren con          sus oraciones, que son fuertes y sabias, mientras las nuestras          son tan débiles          y ciegas. Cuando os asoméis en una noche de noviembre y veáis el          firmamento          constelado de estrellas, pensad en los innumerables santos del          Cielo, que están          dispuestos a ayudarnos...»14. Nos llenará          de esperanza en los momentos          difíciles. En el Cielo nos espera la Virgen para darnos la mano          y llevarnos a          la presencia de su Hijo, y de tantos seres queridos como allí          nos aguardan.
1 Antífona            de entrada. — 2 Juan            Pablo II, Homilía 1-XI-1980. — 3 Apoc 7,          9. — 4 Cfr.Apoc 7, 3-9. — 5 Juan            Pablo II,          Exhort. Apost. Christifideles            laici, 30-XII-1988, 17. —6 Conc.            Vat. II,          Const. Lumen            gentium, 40. — 7 San            Josemaría Escrivá, Amar            a la Iglesia, p. 67. — 8 Cfr. Juan Pablo II,          Exhort. Apost. Christifideles            laici, cit. — 9 Santa            Teresa, Exclamaciones,          13, 4. — 10 Cfr. Misal Romano, Prefacio de la Misa.          — 11Conversaciones            con Mons. Escrivá de            Balaguer, n.          55. — 12 Aleluya.            Mt 11,          28. —13 Jn 13,          34-35. — 14 R. A.            Knox, Sermón a los            colegiales de Alli            Hallws, 1-XI-1950.
* La          Iglesia nos invita a levantar          el pensamiento y a dirigir la oración a esa inmensa multitud de          hombres y          mujeres que siguieron a Cristo aquí en la tierra y se encuentran          ya con Él en          el Cielo. La fiesta se celebra en toda la Iglesia desde el sigloviii.          En ella          se nos recuerda que la santidad es asequible a todos, en las          diversas          profesiones y estados, y que para ayudarnos a alcanzar esa meta          debemos vivir          el dogma de la Comunión de los Santos.
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
Rainero            de Santosepulcro, Santo          Confesor, 1 de noviembre          
              Confesor               |           
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Fuente:            SagradaFamilia.net 
        Licinio            (Lucinio) de Santo Obispo, Noviembre 1   
              
 Obispo                  de Angers del siglo VII              Martirologio                      Romano: En Anjou, en Neustria, san Licinio,                      obispo, a quien el papa san Gregorio I Magno                      encomendó los monjes que se dirigían a Inglaterra                      (c. 618).  |           
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Fuente:            Carmelnet.org / Carmelitas.info          
        Nuño            de Santa Maria Alvares            Pereira, Santo          Carmelita, 1 Noviembre   
              
 Fundador                    de la casa de Braganza, nació en Sernache de                    Bomjardím, Portugal, el 24.6.1360 del noble caballero                    D. Alvaro, Gran Prior de los Caballeros de San Juan de                    Jerusalén.  |           
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Fuente:            ar.geocities.com/misa_tridentina04 
        Austremonio            de Armenia, Santo Obispo, 1 Noviembre   
              
 No                    sabemos con certeza mucho sobre este santo sino que                    fue misionero en Armenia, lo mismo que San Estremonio,                    y que se le venera como apóstol y primer obispo de                    Clermont.  |           
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Cesario            de Terracina, Santo          Mártir, 1 Noviembre   
              
 Existía                    en Terracina, Italia, la bárbara costumbre de que, en                    ciertas ocasiones solemnes, un joven se ofreciese                    voluntariamente en sacrificio a Apolo, que era el dios                    tutelar de la ciudad.  |           
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Juan            y Jacobo de Persia, Santos          Mártires, 1 Noviembre   
              
 Los                    santos Juan, Obispo, y Jacobo, presbítero, que fueron                    encarcelados durante el reinado de Sapor II y al cabo                    de un año consumaron su maritiro muertos por                    decapitación por espada.   |           
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Jerónimo            Hermosilla, Santo          Mártir dominico, 1 Noviembre            
              
 Obispo                    y martiriza en Vietnam.  |           
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Fuente:            ar.geocities.com/misa_tridentina04 
        Marcelo            de París, Santo Obispo, 1 Noviembre   
              
 Se                    cuenta que San Marcelo nació en París.  |           
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Pedro            Almató Ribera, Santo          Mártir, 1 Noviembre   
              
 En                    la diócesis catalana de Vic está el pueblo de San                    Feliu Saserra, en donde el año 1830 vio la primera luz                    el que habría de ser sacerdote misionero dominico y                    mártir de Vietnam, Pedro, en el seno de la familia                    Almató y Ribera. Entró como dominico en el convento de                    Ocaña en 1847.  |           
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Fuente:            Vatican.va 
        Teodor            Romza, Beato Obispo y mártir, 1          Noviembre   
              
 Obispo                    y administrador apostólico de Mukacevo (1911-1947).                    Mártir  |           
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_Fuente:            Dominicos.org 
        Valentín            de Berri Otxoa, Santo Obispo y mártir, 1 de          noviembre   
              
 Obispo y Mártir Dominico              Martirologio                      Romano: En la ciudad de Hai Duong, en                      Tonquín, santos mártires Jerónimo Hermosilla y                      Valentían Barrio Ochoa, obispos, y Pedro Almató                      Ribeira, presbíteros de la Orden de Predicadores,                      que fueron decapitados por orden del emperador Tu                      Duc (1861). 
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Fuente:            ar.geocities.com/misa_tridentina04 
        Vigor            de Bayeux, Santo Obispo, 1 Noviembre   
              
 Vigor                    nació en Artois, en la Francia septentrional, y vivió                    en la época de Childeberto I.  |           
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Fuente:            Iberopuebla.edu.mx 
        Rupert            Mayer, Beato Se opuso al nazismo, 1          Noviembre   
              
 El                    P. Rupert Mayer s.j. fue una persona que supo sostener                    sus convicciones. Al terminar la educación secundaria                    indicó a su padre que él deseaba ser jesuita. Como él                    le pidiera que se ordenara antes de sacerdote, estudió                    filosofía y teología. Ordenado, durante un año se                    desempeñó como Vicario en una parroquia. Ingresó a la                    Compañía en el Noviciado de Feldkirch, Austria, el 1                    de octubre de 1900.  Más tarde él mostraría igual                    firmeza en la oposición al Movimiento Nacional                    Socialista de Adolfo Hitler.  |           
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Fuente:            ar.geocities.com/misa_tridentina01 
        Omar            (Audomaro), Santo Obispo, 1 de noviembre          
              
 Obispo              Martirologio                      Romano: En el territorio de Théouranne, en                      Flandes, san Audomaro, que, siendo discípulo de san                      Eustasio, abad de Luxeuil, fue elegido obispo de los                      Marinos y renovó allí la fe cristiana (c. 670). 
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Benigno, Santo Mártir, 1 de noviembre   
              Noviembre                  1               Etimológicamente                  significa "bueno". Viene de la lengua latina.  |           
Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com;          Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es ,          misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/ 
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