JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san            Lucas 12, 13-21
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, hallándose Jesús en medio          de una multitud, un hombre le          dijo: 
          "Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia".
          Pero Jesús le contestó: "Amigo, ¿quién me ha puesto como juez en          la          distribución de herencias?".
          Y, dirigiéndose a la multitud, dijo: 
          "Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no          depende de la          abundancia de los bienes que posea".
          Después les propuso esta parábola: 
          "Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y se puso a pensar: ¿Qué          haré?,          Porque no tengo ya en dónde almacenar la cosecha. Ya sé lo que          voy a hacer:          derribaré mis graneros y construiré otros más grandes para          guardar allí mi          cosecha y todo lo que tengo. Entonces podré decirme: "Ya tienes          bienes          acumulados para muchos años; descansa, come, bebe y date a la          buena vida".          Pero Dios le dijo: 
          "¡Insensato! Esta misma noche vas a morir. ¿Para quién serán          todos tus          bienes?" 
          Lo mismo le pasa al que amontona riquezas para sí mismo y no se          hace rico de lo          que vale ante Dios".
          Palabra del Señor
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y          comunidad-comunión. Con Dios es          igual: las "palabras          de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario visitarse,          y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en          la Eucaristía,          que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer          la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d)          pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la          salvación del          mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación:          http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del              Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en              vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos            en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión)            con el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          "Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso".            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser felices            para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección            del amor, es            necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide            la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar            debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo,              come y bebe su propia              condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados            mortales? no            confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989),            no comulgar al            menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos            no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a            decidir, derechos            (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación            natural sin causa            grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por            iglesia, demorar en            bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón,            borrachera,            drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de            venganza, ver            pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado,            etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados            mortales objetivamente,            pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay            excusa.
† Misal
lun          29a. Ordinario año impar
      Antífona de Entrada
      El              Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es              la defensa de mi              vida, ¿quién me hará temblar? Cuando me asaltan mis              enemigos, tropiezan y caen.
Oración            Colecta
      Oremos:
            Dios nuestro, de quien todo bien procede; inspíranos            propósitos de justicia y            santidad y concédenos tu ayuda para poder cumplirlos. 
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén.
Primera            Lectura
      Está              escrito también por nosotros, a quienes se nos acreditará,              si creemos en              nuestro Señor Jesucristo
Lectura              de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 4, 20-25
Hermanos: La fe de Abrahán            no se debilitó a pesar de que, a la edad de casi cien años, su            cuerpo ya no            tenía vigor; y, además, Sara su esposa no podía tener hijos.            Ante la firme            promesa de Dios no dudó ni tuvo desconfianza; antes bien, su            fe se fortaleció y            dio con ello gloria a Dios, convencido de que él es poderoso            para cumplir lo            que promete. Por eso, Dios le acreditó esta fe como justicia.
            Ahora bien, no sólo para él está escrito que "se le acreditó",            sino            también por nosotros, a quienes se nos acreditará si creemos            en Aquél que            resucitó de entre los muertos, en nuestro Señor Jesucristo,            que fue entregado a            la muerte por nuestros pecados y resucitó para nuestra            justificación.
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
      Del              Salmo 1
Dichoso              el hombre que confía en el Señor.
Dichoso            aquel que no se guía por mundanos criterios, que no anda en            malos pasos ni se            burla del bueno, que ama la ley de Dios y se goza en cumplir            sus mandamientos.
            Dichoso el hombre que confía en el Señor.
Es como            un árbol plantado junto al río que da fruto a su tiempo y            nunca se marchita. En            todo tendrá éxito.
            Dichoso el hombre que confía en el Señor.
En            cambio los malvados serán como la paja barrida por el viento.            Porque el Señor            protege el camino del justo y al malo sus caminos acaban por            perderlo.
            Dichoso el hombre que confía en el Señor.
Aclamación            antes del Evangelio
      Aleluya, aleluya.
            Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino            de los cielos.
            Aleluya.
Evangelio
      ¿Para quién serán todos tus              bienes?
† Lectura del santo              Evangelio según san Lucas 12, 13-21
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, hallándose            Jesús en medio de una multitud, un hombre le dijo: 
            "Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia".
            Pero Jesús le contestó: "Amigo, ¿quién me ha puesto como juez            en la            distribución de herencias?".
            Y, dirigiéndose a la multitud, dijo: 
            "Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no            depende de la            abundancia de los bienes que posea".
            Después les propuso esta parábola: 
            "Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y se puso a pensar:            ¿Qué haré?,            Porque no tengo ya en dónde almacenar la cosecha. Ya sé lo que            voy a hacer:            derribaré mis graneros y construiré otros más grandes para            guardar allí mi            cosecha y todo lo que tengo. Entonces podré decirme: "Ya            tienes bienes            acumulados para muchos años; descansa, come, bebe y date a la            buena vida".            Pero Dios le dijo: 
            "¡Insensato! Esta misma noche vas a morir. ¿Para quién serán            todos tus            bienes?" 
            Lo mismo le pasa al que amontona riquezas para sí mismo y no            se hace rico de lo            que vale ante Dios".
            Palabra del Señor
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
      Mira, Señor, con bondad            estos dones que te presentamos humildemente, para que sean            gratos a tus ojos y            nos hagan crecer en tu amor.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Prefacio            
      Proclamación del misterio de              Cristo
En verdad es justo y            necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre            y en todo lugar,            Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo            Señor nuestro. 
            Cuya muerte celebramos unidos en caridad, cuya resurrección            proclamamos con            viva fe, y cuyo advenimiento glorioso aguardamos con firmísima            esperanza.
            Por eso, 
            con todos los ángeles y santos, te alabamos proclamando sin            cesar:
Antífona de la Comunión
      Señor,              tú eres mi amor, mi fuerza, mi refugio, mi liberación y mi              ayuda. Tú eres mi              Dios.
Oración después de la Comunión
      Oremos:
            Que la fuerza redentora de esta Eucaristía nos proteja, Señor,            de nuestras            malas inclinaciones y nos guíe siempre por el camino de tus            mandamientos. 
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén
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† Meditación diaria
29ª semana. Lunes
LA ESPERANZA DE LA          VIDA
— Los bienes          temporales y la esperanza sobrenatural.
— El desprendimiento          cristiano.
— Nuestra esperanza          está en el Señor.
I. Se acercó uno al          Señor1 para pedirle que interviniera en un asunto de          herencias. Por          las palabras de Jesús, parece que este hombre estaba más          preocupado por aquel          problema de bienes materiales que atento a la predicación del          Maestro. La          cuestión planteada, ante el Mesías que les habla del Reino de          Dios, da la          impresión de ser al menos inoportuna. Jesús le responderá: Hombre,            ¿quién me            ha constituido juez o repartidor entre vosotros? A          continuación, aprovecha          la ocasión para advertir a todos: Estad alerta y guardaos de            toda avaricia,            porque aunque alguien tenga abundancia de bienes, su vida no            depende de aquello            que posee. Y para que quedara bien clara su doctrina les          expuso una          parábola. Las tierras de un hombre rico produjeron una gran          cosecha, hasta tal          punto que no cabía en los graneros, Entonces, el propietario          pensó que sus días          malos se habían acabado y que tenía segura su existencia.          Decidió destruir los          graneros y edificar otros más grandes, que pudieran almacenar          aquella abundancia.          Su horizonte terminaba en esto; se reducía a descansar, comer,          beber y pasarlo          bien, puesto que la vida se había mostrado generosa con él. Se          olvidó –¡como          tantos hombres!– de unos datos fundamentales: la inseguridad de          la existencia          aquí en la tierra y su brevedad. Puso su esperanza en estas          cosas pasajeras y          no consideró que todos estamos en camino hacia el Cielo.
Dios se presentó de          improviso en la vida de este rico labrador que parecía tener          todo asegurado, y          le dijo: Necio, esta misma noche te reclaman el alma; lo que            has preparado,            ¿para quién será? Así ocurre al que atesora para sí y no es            rico ante Dios.
La necedad de este          hombre consistió en haber puesto su esperanza, su fin último y          la garantía de          su seguridad en algo tan frágil y pasajero como los bienes de la          tierra, por          abundantes que sean. La legítima aspiración de poseer lo          necesario para la          vida, para la familia y su normal desarrollo no debe confundirse          con el afán de          tener más a toda costa. Nuestro corazón ha de estar en el          Cielo, y la          vida es un camino que hemos de recorrer. Si el Señor es nuestra          esperanza,          sabremos ser felices con muchos bienes o con pocos. "Así, pues,          el tener más,          lo mismo para los pueblos que para las personas, no es el fin          último. Todo          crecimiento tiene dos sentidos bien distintos. Necesario para          permitir que el          hombre sea más hombre, lo encierra en una prisión desde el          momento en que se          convierte en el bien supremo, que impide mirar más allá.          Entonces los corazones          se endurecen y los espíritus se cierran; los hombres ya no se          unen por amistad,          sino por interés, que pronto les hace oponerse unos a otros y          desunirse. La          búsqueda exclusiva del poseer se convierte en un obstáculo para          el crecimiento          del ser, y se opone a su verdadera grandeza. Para las naciones,          como para las          personas, la avaricia es la forma más evidente de un          subdesarrollo moral"2.          El amor desordenado ciega la esperanza en Dios, que se ve          entonces como algo          lejano y falto de interés. No cometamos esa necedad: no hay          tesoro más grande          que tener a Cristo.
II. La Sagrada          Escritura nos amonesta con frecuencia a tener nuestro corazón en          Dios: Tened            dispuesto el ánimo, vivid con sobriedad y poned vuestra            esperanza en la gracia            que os ha traído la revelación de Jesucristo3,          exhortaba San          Pedro a los primeros cristianos. Y San Pablo aconseja a Timoteo:          A los ricos            de este mundo encárgales... que no pongan su confianza en la            incertidumbre de            las riquezas, sino en Dios, que abundantemente nos provee de            todo para que lo            disfrutemos4. El mismo Apóstol afirma que la          avaricia está en la          raíz de los males y muchos, por dejarse llevar de ella, se            extravían en la            fe y se atormentan a sí mismos con muchos dolores5.          La Iglesia          lo sigue recordando en el momento presente: "Estén todos atentos          a encauzar          rectamente sus afectos, no sea que el uso de las cosas del          mundo, y un apego a          las riquezas contrario al espíritu de pobreza evangélica, les          impida la prosecución          de la caridad perfecta. Acordándose de la advertencia del          Apóstol: Los que            usan de este mundo no se detengan en eso, porque los            atractivos de este mundo            pasan (cfr. 1 Cor 7, 31)"6.
El desorden en el uso          de los bienes materiales puede provenir de la intención,          cuando se          desean las riquezas por sí mismas, como si fueran bienes          absolutos; de los medios          que se emplean para adquirirlas, buscándolas con ansiedad, con          posibles daños a          terceros, a la propia salud, a la educación de los hijos, a la          atención que          requiere la familia... El desorden que da lugar a la avaricia          puede estar          también en la manera de usar de ellas: si se emplean          solo en provecho          propio, con tacañería, sin dar limosna.
El amor desordenado a          los bienes materiales, pocos o muchos, es un grave obstáculo          para seguir al          Señor. El desprendimiento y el recto uso de lo que se posee, de          aquello que es          necesario para el sostenimiento de la familia, de los          instrumentos de trabajo,          de aquello que es lícito poseer para el descanso, de lo que se          debe prever para          el futuro –sin agobios, con la confianza siempre puesta en          Dios–, es un medio          para disponer el alma a los bienes divinos. "Si queréis actuar a          toda hora como          señores de vosotros mismos, os aconsejo que pongáis un empeño          muy grande en          estar desprendidos de todo, sin miedo, sin temores ni recelos.          Después, al          atender y al cumplir vuestras obligaciones personales,          familiares... emplead          los medios terrenos honestos con rectitud, pensando en el          servicio a Dios, a la          Iglesia, a los vuestros, a vuestra tarea profesional, a vuestro          país, a la          humanidad entera. Mirad que lo importante no se concreta en la          materialidad de          poseer esto o de carecer de lo otro, sino en conducirse de          acuerdo con la          verdad que nos enseña nuestra fe cristiana: los bienes creados          son solo eso,          medios. Por lo tanto, rechazad el espejuelo de considerarlos          como algo          definitivo"7.
Si estamos cerca de          Cristo, poco nos bastará para andar por la vida con la alegría          de los hijos de          Dios. Si no nos acercamos a Él, nada bastará para llenar un          corazón siempre          insatisfecho.
III. "En cierta          ocasión –cuenta un amigo sacerdote–, hace ya muchos años estaba          pasando una          corta temporada de prácticas militares en el pueblo más alto de          Navarra. Estas          prácticas las hacíamos aprovechando la pausa de nuestros          estudios. Recuerdo que          cuando estaba yo en aquel pueblecito llamado Abaurrea, se          presentó allí un          alférez nuevo, flamante. Se presentaba al jefe para que le          dijera a qué unidad          iba destinado. Volvió diciendo que el jefe le había dicho que          tenía que ir a          Jaurrieta y que, así, como sin darle importancia, le había          insinuado que tenía          que tomar un caballo e irse en él (...). El nuevo estaba muy          inquieto y toda la          cena estuvo hablando del caballo, preguntando cosas, pidiendo          algún consejo          práctico. Entonces, uno de los que había allí dijo:
"—Tú lo que tienes          que hacer es montarte sereno, con tranquilidad y que no se dé          cuenta el caballo          de que es la primera vez que montas. Esto es lo decisivo (...).
"Al día siguiente,          por la mañana, muy temprano, estaban en la puerta, esperando al          oficial recién          incorporado, un soldado con su caballo y con otra cabalgadura          para llevar la          maleta, El alférez montó en el caballo y, por lo visto, el          caballo se dio          cuenta en el acto de que era la primera vez que montaba, porque,          sin más, se          lanzó a una especie de pequeño trote, con cara de alarma del          alférez. El          caballo se paró cuando quiso, y se puso a comer en uno de los          lados de la          carretera... por más que el alférez tiraba de las riendas          inútilmente. Cuando          el caballo lo creyó oportuno, se puso de nuevo a caminar por la          carretera y, de          cuando en cuando, se paraba; luego daba un trotecito, mientras          el jinete miraba          a los lados, con cara de susto. En esta situación venían en          dirección contraria          un equipo de Ingenieros que estaba enrollando un cable, para un          tendido de luz.          Y entonces los del cable le preguntaron:
"—¿Tú, a dónde vas? Y          dijo el jinete con gran verdad y con una filosofía          verdaderamente realista:
"—¿Yo? Yo iba a          Jaurrieta; lo que no sé es dónde va este caballo... (...).
"Quizá también si a          nosotros se nos preguntase de sopetón: "¿Tú a dónde vas?",          podríamos decir:          "Yo, yo iba al amor, yo iba a la verdad, yo iba a la alegría;          pero no sé dónde          me está llevando la vida""8.
¡Qué estupendo sería          –si alguien nos preguntara, "¿tú a dónde vas?"– poder decir: Yo          voy a Dios, con          el trabajo, con las dificultades de la vida, con la enfermedad          quizá!... ¡este          es el objetivo, donde han de llevarnos los bienes de la tierra,          la          profesión.... ¡todo! ¡Qué pena si hubiéramos constituido en un          bien absoluto,          lo que solo debe ser un medio! Examinemos hoy al terminar          nuestra oración si la          profesión es un medio para encontrar a Dios, si los bienes,          cualesquiera que          sean, nos ayudan a ser mejores...
Jesucristo nos enseña          continuamente que el objeto de la esperanza cristiana no son los          bienes          terrenos, que la herrumbre y la polilla corroen y los            ladrones desentierran            y roban9, sino los tesoros de la herencia            incorruptible.          Cristo mismo es nuestra única esperanza10.          Nada más puede          llenar nuestro corazón. Y junto a Él, encontraremos todos los          bienes prometidos,          que no tienen fin. Los mismos medios materiales pueden ser          objeto de la virtud          de la esperanza en la medida en que sirvan para alcanzar el fin          humano y el fin          sobrenatural del hombre. Solo son eso: medios. No los          convirtamos en fines.
Nuestra Señora, Esperanza            nuestra, nos ayudará a poner el corazón en los bienes que          perduran, ¡en          Cristo!, si acudimos a Ella con confianza. Sancta Maria, Spes            nostra, ora pro nobis.
1 Lc 12, 13-21.          — 2 Pablo VI, Enc. Populorum progressio,          26-III-1967, 19. — 3          1 Pdr 1, 13. — 4 1 Tim 6, 17. — 5          1 Tim 6,          10. — 6 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 42. — 7          San Josemaría Escrivá, Amigos            de Dios, 118. — 8 A. G. Dorronsoro, Tiempo            para creer, pp.          111-112. — 9 Mt 6, 19. — 10 1 Tim          1, 1.
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
Fuente: Vatican.va 
        Carlos I de Habsburgo,            Beato Laico,          21 de octubre
              
 Carlos de Austria nació el 17 de agosto                    de 1887 en el Castillo de Persenbeug, en la región del                    Austria Inferior. Sus padres eran el archiduque Otto y                    la Princesa María Josefina de Sajonia, hija del último                    rey de Sajonia. El emperador José I era el tío abuelo                    de Carlos.  Si conoce información relevante para la                    canonización del Beato Carlos, contacte a:  |           
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San              Gerardo. Hermano Redentorista. Año              1755.
Gerardo          quiere decir:          "Valiente para la defensa" (Del alemán: Ger = defensa. Ard =          valiente).
El Papa          Pío XII dijo que San          Gerardo es un modelo admirable para los hermanos de las          comunidades religiosas.          Y León XIII afirmaba que este santo es uno de los jóvenes más          angelicales que          Dios ha dado a los hombres por modelo. Sólo vivió 29 años en          esta tierra pero          llenó sus alrededores de hechos admirables.
Nació          en Muro, un pueblecito cerca          de Nápoles, Italia.
La mamá          dijo de él: "Desde          pequeñito su mayor delicia era entrar al templo y rezar ante el          Santísimo          Sacramento del altar. Cuando estaba orando ante la Santa Hostia          se olvidaba          hasta de ir a comer. En la casa en cualquier rato libre que          tenía se dedicaba a          rezar. Parecía que le agradaba más pensar en el cielo que en la          tierra".
Cuando          cumplió los diez años, su          confesor le dio permiso de comulgar cada tres días, caso raro en          esa época en          que a causa de un error llamado jansenismo, las gentes decían          que no había que          comulgar sino de vez en cuando.
Cuando          murió su padre, Gerardo tuvo          que abandonar sus estudios y dedicarse a aprender sastrería. Fue          tratado muy          duramente por un compañero supremamente áspero, pero jamás el          otro logró que le          respondiera a sus malos tratos. Luego pasó a trabajar como          obrero de un señor          de la ciudad y este lo trataba ásperamente y lo regañaba sin          causa justa. Ni          una sola vez el joven protestó por este modo cruel de tratarlo.          Quería imitar a          Jesús que cuando era ultrajado y tratado mal, se quedaba en          silencio.
Luego          Gerardo puso una sastrería, y          las ganancias que conseguía las dividía en tres partes iguales:          una para su          mamá, para los gastos de la casa. Otra para los pobres y la          tercera para pagar          misas. Pagaba muchas misas por las almas de los difuntos.
Cuando          tenía 23 años llegaron a su          pueblo a predicar, unos padres redentoristas, y Gerardo les          pidió que lo admitieran          en su comunidad como un hermano lego. El superior de la misión          no quería          admitirlo, pero al fin ante tantos ruegos, lo envió a la casa de          formación con          una tarjeta que decía: "Allá les mando a Gerardo. Parece que es          un          inútil". (Después el padre se arrepintió de haber escrito eso).          En el          noviciado se dedicaba con tanto fervor a todo lo que tenía que          hacer, que los          compañeros decían: "Gerardo es un loco o es un santo".
San          Alfonso de Ligorio, fundador de          la congregación de los redentoristas, lo admitió en su comunidad          y se dio          cuenta de que era un alma muy agradable a Dios. (San Alfonso se          apareció          después de muerto a Gerardo y lo curó de una grave enfermedad).          Fue admitido          como religioso en 1752 y al hacer sus tres votos o juramentos de          castidad, pobreza          y obediencia, añadió un cuarto juramento: "hacer siempre lo que          me parezca          que es más agradable a Dios".
Cuando          era novicio una vez un          religioso entró a la capilla y oyó que Gerardo le decía a Jesús          en el sagrario:          "Por favor: déjame que me vaya pues tengo mucho qué hacer.          Después          seguimos charlando".
Su          oficio en la comunidad era el de          sastre y enfermero, pero a los padres les gustaba llevarlo a las          misiones porque          leía el estado de las conciencias de las personas. A veces se          bilocaba e iba a          sitios lejanos a darle algún mensaje a alguien que lo          necesitaba, pero nadie lo          veía retirarse de su sitio de trabajo (bilocarse es estar en dos          sitios a la          vez).
Cuando          se quedaba en éxtasis en          oración no oía ni veía lo que sucedía a su alrededor. Lo único          que lo hacía volver          en sí, era que lo llamara su superior. Un día dijo: "En este          momento están          asesinando al arcipreste de Muro". Y así sucedió, pero a 70          kilómetros de          distancia de donde él estaba. En Roma le leyó la conciencia y          los pensamientos          al secretario de un alto dignatario y éste, aterrorizado ante          semejante hecho          extraordinario, cambió de vida y se reconcilió con su esposa. En          toda la ciudad          se comentaba el hecho.
Una vez          fueron a buscarlo a su          habitación y no lo encontraron. Después el superior le preguntó          dónde había estado.          "En mi habitación", dijo el humilde hermano. "Pero allá fuimos y          miramos por todas pares y no lo vimos". Entonces él le contó que          como era          un día de retiro y quería orar en paz, le había pedido a Dios          que no lo vieran          los que fueran a buscarlo. El superior le dijo: "Por esta vez le          perdono,          ¡pero no se le ocurra volver a pedir a Dios semejantes cosas!".
Un gran          regalo del Espíritu Santo a          este sencillo hermanito lego fue el don de saber aconsejar a los          demás. Varias          comunidades de religiosas obtuvieron permiso para que Gerardo          fuera a darles          buenos consejos a través de las rejas de sus conventos.          Numerosos sacerdotes le          escribían pidiéndole consejo para casos difíciles.
Un          grupo de religiosos hizo una          peregrinación de nueve días hacia un santuario sin llevar          dinero. No se          afanaban por ello, pues llevaban consigo al hermano Gerardo. Y          aquel viaje fue          una cadena de prodigios. Fueron y volvieron y nada les faltó, y          eso que no          llevaban dinero pero llevaban a un religioso que tenía mucha fe.
Una          muchacha corrompida acusó a          Gerardo de que le había hecho malas propuestas. San Alfonso lo          llamó y le echó          un regaño terrible y le prohibió comulgar por varios días. Él no          dijo ni una          sola palabra en defensa propia (recordaba que tampoco Jesús se          defendió cuando          le inventaron falsas acusaciones en su sacratísima pasión).          Después la muchacha          y su amante confesaron que todo lo que habían dicho contra          Gerardo era mentira.          San Alfonso lo llamó y le dijo: "¿Por qué no se defendió?".          Padre –          le respondió él – yo sabía que Dios me iba a defender. Nuestro          reglamento nos          manda que no busquemos disculpas cuando nos regañan".
El          oficio preferido del hermano          Gerardo era el de portero, porque allí podía ayudar a los          mendigos y a mucha          gente necesitada. Cuando él llegaba de portero a una casa de su          comunidad, la          portería se veía asediada de mendigos. Hasta 200 llegaban en un          solo día, y él          los atendía como no lo hubiera hecho una madre. Tenía el arte de          contentar a          todos, y era admirable su paciencia para soportar a los cansones          y pedigüeños.          A todos regalaba alimentos o vestidos, y la gente no se          explicaba de dónde          sacaba para repartir a tanta gente. Cuando se acababan las          provisiones se iba a          la ciudad a pedirles a los ricos para ayudar a los pobres.
Dicen          que un día el Padre Ecónomo          lo regañó porque había repartido entre los mendigos todo lo que          había en la          despensa para que comieran los religiosos. Pero al llegar el          Ecónomo a la          despensa la encontró otra vez llena.
Un día          la comunidad estaba pasando          una situación económica muy difícil. El santo se fue a la          capilla a rezar y al          poco rato llegó un bienhechor a llevar una buena cantidad de          dinero, con el          cual se solucionó la angustiosa situación.
Sus          últimos meses fueron una mezcla          de sufrimientos físicos y éxtasis espirituales. Y con admirable          precisión          anunciaba cosas que iban a suceder en lo futuro y leía las          conciencias de los          que lo visitaban.
Avisó          que moriría el 15 de octubre,          poco ates de la medianoche, y a esa hora murió. Era el año 1755.
Alemana          (fechas desconocidas).          Según un relato cincelado en una lápida de Colonia, en el siglo          IV fue martirizado          un grupo de doncellas cristianas. Cuatrocientos años después,          los relatos sobre          esas mujeres dieron lugar a esta leyenda. Úrsula, hija de un rey          inglés, era          cristiana, y se había fijado la fecha de su boda con un príncipe          pagano. Para          posponer las nupcias, abordó un barco junto con sus damas de          compañía y          emprendió una peregrinación a Roma. En Colonia, ella y sus          doncellas (entre una          docena y mil) fueron atacadas por los hunos. Úrsula rechazó la          propuesta de          matrimonio del cabecilla de los bárbaros y todas fueron          asesinadas. Es patrona          de las jóvenes y colegialas
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Fuente:            ar.geocities.com/misa_tridentina01 
        Pedro Capucci, Beato          Presbítero Dominico, Octubre 21   
              
 Presbítero Dominico              Martirologio Romano: En la ciudad                        de Cortona, en la Toscana, beato Pedro Capucci,                        presbítero de la Orden de Predicadores, el cual,                        meditando sobre la muerte, se ejercitó en la vida                        espiritual y con su predicación exhortó a los                        fieles a evitar la muerte eterna (1445).  |           
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Bertoldo de Parma, Santo          Hermano Lego, Octubre 21   
              
 Hermano Lego              Etimología: Bertoldo = El jefe                        explendido. Viene de la lengua alemana.  |           
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Fuente:            ar.geocities.com/misa_tridentina01 
        Juan Thwing de            Bridlington, Santo Monje,          Octubre 21   
              
 Monje              Martirologio Romano: En                        Bridlington, en Inglaterra, san Juan, presbítero,                        prior del monasterio de Canónigos Regulares de San                        Agustín, célebre por su oración, austeridad y                        bondad.  |           
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Fuente: Vatican.va 
        Laura de Santa Catalina            de Siena, Beata          Religiosa fundadora, 21 de octubre   
              
 Fundadora de la                  Congregación de las Hermanas Misioneras               |           
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Fuente:            ar.geocities.com/misa_tridentina01 
        Celina (Celia o Cilina)            de Laon, Santa Madre          de San Remigio, Octubre 21   
              
 Madre de San Remigio de Reims              Martirologio Romano: En Laon,                        ciudad de la Galia, santa Cilina, madre de los                        santos obispos Principio de Soissons y Remigio de                        Reims (post 458).  |           
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Fuente: Achidiócesis de            Madrid 
        Hilarión de Gaza, Santo          Eremita, Octubre 21   
              
 Eremita              Martirologio Romano: En la isla de                        Chipre, san Hilarión, abad, que, siguiendo las                        huellas de san Antonio, primero llevó vida                        solitaria cerca de la ciudad de Gaza y después fue                        fundador y ejemplo de la vida eremítica en esta                        región (c. 371).  |           
Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com;          Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es ,          misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/ 
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