JMJ
Pax
†Lectura            del santo Evangelio según            san Juan (6, 51-58)
En aquel tiempo, Jesús          dijo a los judíos: "Yo soy el          pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá          para siempre.          Y el pan que yo les voy a dar es mi carne, para que el mundo          tenga vida". 
Entonces los judíos se          pusieron a discutir entre sí:          "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?" 
Jesús les dijo: "Yo les          aseguro: Si no comen la carne          del Hijo 
del hombre y no beben su          sangre, no podrán tener vida          en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida          eterna y yo lo          resucitaré el 
último día. 
Mi carne es verdadera          comida y mi sangre es verdadera          bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y          yo en él. Como          el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así          también el que          me come vivirá por mí. 
Este es el pan que ha          bajado del cielo; no es como el          maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este          pan, vivirá          para siempre". 
Palabra de Dios.
Gloria a ti Señor.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y          comunidad-comunión. Con Dios es          igual: las "palabras          de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario visitarse,          y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en          la Eucaristía,          que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer          la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d)          pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la          salvación del          mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación:          http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del              Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en              vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos            en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión)            con el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          "Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso".            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser felices            para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección            del amor, es            necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide            la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar            debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo,              come y bebe su propia              condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados            mortales? no            confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989),            no comulgar al            menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos            no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a            decidir, derechos            (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación            natural sin causa            grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por            iglesia, demorar en            bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón,            borrachera,            drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de            venganza, ver            pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado,            etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados            mortales objetivamente,            pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay            excusa.
† Misal
Conmemoración            de todos los fieles            difuntos. 
Antífona de Entrada
Si creemos que Jesús murió          y resucitó, así también          creemos que Dios llevará con 
él a los que mueren en          Jesús. Y así como todos han          muerto en Adán, así también todos revivirán en Cristo. 
Oración            Colecta
Oremos:
Escucha, Señor, nuestras          súplicas y haz que, al          proclamar nuestra fe en la resurrección de tu Hijo, se avive          también 
nuestra esperanza en la          resurrección de nuestros          hermanos. 
Por nuestro Señor          Jesucristo... 
Amén.
Primera            Lectura 
Lectura del libro del          profeta Isaías (25, 6. 7-9)
En aquel día, el Señor del          universo preparará sobre          este monte un festín con platillos suculentos para todos los          pueblos. 
El arrancará en este monte          el velo que cubre el rostro          de todos los pueblos, el 
paño que oscurece a todas          las naciones. Destruirá la          muerte para siempre; el 
Señor Dios enjugará las          lágrimas de todos los rostros          y borrará de toda la tierra la afrenta de su pueblo. 
Así lo ha dicho el Señor.          
En aquel día se dirá:          "Aquí está nuestro Dios, de          quien esperábamos que nos salvara; alegrémonos y gocemos con la          salvación que          nos trae". 
Palabra de Dios. 
Te alabamos, Señor.
Salmo            Responsorial Salmo 129 
Señor, escucha mi oración.          
Desde el abismo de mis          pecados clamo a ti; Señor,          escucha mi clamor; que estén atentos tus oídos a mi voz          suplicante. 
Señor, escucha mi oración.
Si conservaras el recuerdo          de las culpas, ¿quién          habría, Señor, que se salvara? Pero de ti procede el perdón, por          eso con amor          te veneramos. 
Señor, escucha mi oración.
Confío en el Señor, mi          alma espera y confía en su          palabra; mi alma aguarda al Señor, mucho más que a la aurora el          centinela. 
Señor, escucha mi oración.
Como aguarda a la aurora          el centinela, aguarda Israel          al Señor, porque del Señor viene la misericordia y la abundancia          de la          redención, y él redimirá a su pueblo de todas sus iniquidades. 
Señor, escucha mi oración.
Segunda            Lectura 
Lectura de la primera          carta del apóstol san Pablo a          los tesalonicenses (4, 13-14. 17-18)
Hermanos: No queremos que          ignoren lo que pasa con los          difuntos, para que no vivan tristes, como los que no tienen          esperanza. Pues, si          creemos que Jesús murió y resucitó, de igual manera debemos          creer que, a los          que murieron en Jesús, Dios los llevará con él, y así estaremos          siempre con el          Señor. 
Consuélense, pues, unos a          otros, con estas palabras. 
Palabra de Dios. 
Te alabamos, Señor.
Aclamación            antes del Evangelio 
Aleluya, aleluya. 
Tanto amó Dios al mundo,          que le entregó a su Hijo          único, para que todo el que crea en él tenga vida eterna. 
Aleluya. 
Evangelio            
†Lectura del santo          Evangelio según san Juan (6, 51-58)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús          dijo a los judíos: "Yo soy el          pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá          para siempre.          Y el pan que yo les voy a dar es mi carne, para que el mundo          tenga vida". 
Entonces los judíos se          pusieron a discutir entre sí:          "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?" 
Jesús les dijo: "Yo les          aseguro: Si no comen la carne          del Hijo 
del hombre y no beben su          sangre, no podrán tener vida          en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida          eterna y yo lo          resucitaré el 
último día. 
Mi carne es verdadera          comida y mi sangre es verdadera          bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y          yo en él. Como          el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así          también el que          me come vivirá por mí. 
Este es el pan que ha          bajado del cielo; no es como el          maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este          pan, vivirá          para siempre". 
Palabra del Señor. 
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración            de los Fieles
Celebrante:
Hermanos, oremos          confiadamente a Dios, que resucitó a          su Hijo al tercer día y pidámosle por los vivos y difuntos, para          que todos          gocemos un día de su felicidad eterna. Digamos con fe: 
Te rogamos, óyenos. 
Para que Jesús, que con su          resurrección dio vida al          mundo entero, conceda a todos los difuntos gozar de la luz y de          la vida          verdadera. Oremos al Señor. 
Te rogamos, óyenos.
Para que los cristianos          seamos en medio del mundo          testigos de la vida y de la felicidad que Jesús nos ofrece, y          ayudemos a          nuestros hermanos a creer en Él. Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Para que los enfermos,          especialmente los que están          terminando sus días en esta vida, experimenten la fortaleza de          Dios, la          cercanía de sus hermanos y la confianza plena en la vida eterna.          Oremos al          Señor. 
Te rogamos, óyenos. 
Para que el Señor, en su          misericordia, perdone los          pecados de los que han muerto. Oremos al Señor. 
Te rogamos, óyenos.
Para que nuestros          familiares y amigos difuntos,          disfrutando ya del Reino de la vida, intercedan por los que aún          peregrinamos          entre las luces y sombras de la fe. Oremos al Señor. 
Te rogamos, óyenos.
Para que la esperanza guíe          nuestros pasos a lo largo          de nuestros días y para que un día disfrutemos de la armonía y          el amor que          reinan en la casa del Padre. Oremos al Señor. 
Te rogamos, óyenos.
Celebrante:
Recibe, Señor, nuestra          humilde oración y, ya que          confiamos en tu misericordia y tu poder, haz que vivamos          abandonados en tus          manos de Padre y que un día podamos cantar, junto a María y a          los santos, la gloria          de tu nombre. 
Por Jesucristo nuestro          Señor. 
Amén. 
Oración            sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, los dones          que te ofrecemos en este          sacramento de amor que nos une a Cristo, tu Hijo, y recibe a          nuestros hermanos          difuntos en la gloria de tu Reino. 
Por Jesucristo, nuestro          Señor.
Amén.
Prefacio            de Difuntos I
No se nos quita la vida,          se nos cambia por otra mejor
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia          el Señor.
Demos gracias al Señor,          nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y          necesario, es nuestro deber y          salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre          santo, Dios          todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor. 
En el cual resplandece la          esperanza de nuestra feliz          resurrección; y así, aunque 
la certeza de morir nos          entristece, nos consuela la          promesa de la futura inmortalidad. 
Pues, para quienes creemos          
en ti, Señor, la vida se          transforma, no se acaba; y          disuelta nuestra morada terrenal, se nos prepara una mansión          eterna en el cielo.          
Por eso, con los ángeles y          los arcángeles y con todos          los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:          
Santo, Santo, Santo... 
Antífona            de la Comunión
Yo soy la resurrección y          la vida, dice el Señor. El          que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá y el que vive y cree          en mí, no          morirá para siempre. 
Oración            después de la Comunión
Oremos: 
Por este memorial de la          muerte y resurrección de          Cristo que hemos celebrado, concede, Señor, a nuestros hermanos          difuntos, gozar          de la paz eterna de tu Reino. 
Por Jesucristo, nuestro          Señor. 
Amén. 
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† Meditación diaria
2 de noviembre
CONMEMORACIÓN DE          TODOS LOS FIELES DIFUNTOS*
— El          Purgatorio, lugar de          purificación y antesala del Cielo.
—          Podemos ayudar mucho y de muchas          maneras a las almas del Purgatorio. Los sufragios.
—          Nuestra propia purificación en          esta vida. Desear ir al Cielo sin pasar por el Purgatorio.
I. En          este mes de noviembre la          Iglesia nos invita con más insistencia a rezar y a ofrecer          sufragios por los          fieles difuntos del Purgatorio. Con estos hermanos nuestros, que          «también han          sido partícipes de la fragilidad propia de todo ser humano,          sentimos el deber          que es a la vez una necesidad del corazón de ofrecerles la ayuda          afectuosa de          nuestra oración, a fin de que cualquier eventual residuo de          debilidad humana,          que todavía pudiera retrasar su encuentro feliz con Dios, sea          definitivamente          borrado»1.
En el          Cielo no puede entrar nada          manchado, ni quien            obre            abominación y mentira, sino solo los escritos en el libro de            la vida2.          El alma afeada por faltas y pecados veniales no puede entrar en          la morada de          Dios: para llegar a la eterna bienaventuranza es preciso estar          limpio de toda          culpa. El Cielo no tiene puertas escribe Santa Catalina de          Génova, y cualquiera          que desee entrar puede hacerlo, porque Dios es todo misericordia          y permanece          con los brazos abiertos para admitirlos en su gloria. Pero tan          puro es el ser          de Dios que si un alma advierte en sí el menor rastro de          imperfección, y al          mismo tiempo ve que el Purgatorio ha sido ordenado para borrar          tales manchas,          se introduce en él y considera una gran merced que se le permita          limpiarlas de          esta forma. El mayor sufrimiento de esas almas es el de haber          pecado contra la          bondad divina y el no haber purificado el alma en esta vida3.          El Purgatorio no es un infierno menor, sino la antesala del          Cielo, donde el          alma se limpia y esclarece.
Y si no          se ha expiado en la tierra,          es mucho lo que el alma ha de limpiar allí: pecados veniales,          que tanto          retrasan la unión con Dios; faltas de amor y de delicadeza con          el Señor;          también la inclinación al pecado, adquirida en la primera caída          y aumentada por          nuestros pecados personales... Además, todos los pecados y          faltas ya perdonados          en la Confesión dejan en el alma una deuda insatisfecha, un          equilibrio roto,          que exige ser reparado en esta vida o en la otra. Y es posible          que las disposiciones          de los pecados ya perdonados sigan enraizadas en el alma a la          hora de la          muerte, si no fueron eliminadas por una purificación constante y          generosa en          esta vida. Al morir, el alma las percibe con absoluta claridad,          y tendrá, por          el deseo de estar con Dios, un anhelo inmenso de librarse de          estas malas disposiciones.          El Purgatorio se presenta en ese instante como la oportunidad          única para conseguirlo.
En este          lugar de purificación, el          alma experimenta un dolor y sufrimiento intensísimos: un fuego          «más doloroso          que cualquier cosa que un hombre pueda padecer en esta vida»4.          Pero también existe mucha alegría, porque sabe que, en          definitiva, ha ganado la          batalla y le espera, más o menos pronto, el encuentro con Dios.
El alma          que ha de ir al Purgatorio          es semejante a un aventurero al borde del desierto. El sol          quema, el calor es          sofocante, dispone de poca agua; divisa a lo lejos, más allá del          gran desierto          que se interpone, la montaña en que se encuentra su tesoro, la          montaña en la          que soplan brisas frescas y en la que podrá descansar          eternamente. Y se pone en          marcha, dispuesto a recorrer a pie aquella larga distancia, en          la que el calor          asfixiante le hace caer una y otra vez.
La          diferencia entre ambos está en          que aquella, a diferencia del aventurero, sabe con toda          seguridad que llegará a          la montaña que le espera en la lejanía: por sofocantes que sean,          el sol y la          arena no podrán separarla de Dios5.
Nosotros          aquí en la tierra podemos          ayudar mucho a estas almas a pasar más deprisa ese largo          desierto que las          separa de Dios. Y también, mediante la expiación de nuestras          faltas y pecados,          haremos más corto nuestro paso por aquel lugar de purificación.          Si, con la          ayuda de la gracia, somos generosos en la práctica de la          penitencia, en el          ofrecimiento del dolor y en el amor al sacramento del Perdón,          podemos ir          directamente al Cielo. Eso hicieron los santos. Y ellos nos          invitan a          imitarlos.
II.          Podemos ayudar mucho y de          distintas maneras a las almas que se preparan para entrar en el          Cielo y          permanecen aún en el Purgatorio, en medio de indecibles penas y          sufrimientos.          Sabemos que «la unión de los viadores con los hermanos que          durmieron en la paz          de Cristo de ninguna manera se interrumpe, antes bien..., se          robustece con la          comunicación de bienes espirituales»6.          ¡Estemos ahora más unidos a los          que nos han precedido!
La Segunda            lectura de la          Misa nos          recuerda que Judas Macabeo, habiendo hecho una colecta, envió          mil dracmas de          plata a Jerusalén, para que se ofreciese un sacrificio por los          pecados de los          que habían muerto en la batalla, porque            consideraba que a los que han muerto después de una vida            piadosa les estaba            reservada una gracia grande. Y añade el autor sagrado: es, pues, muy santo y            saludable            rogar por los difuntos, para que se vean libres de sus pecados7.          Desde siempre la Iglesia ofreció sufragios y oraciones por los          fieles difuntos.          San Isidoro de Sevilla afirmaba ya en su tiempo que ofrecer          sacrificios y          oraciones por el descanso de los difuntos era una costumbre          observada en toda          la Iglesia. Por eso asegura el Santo, se piensa que se trata de          una costumbre          enseñada por los mismos Apóstoles8.
La Santa          Misa, que tiene un valor          infinito, es lo más importante que tenemos para ofrecer por las          almas del          Purgatorio9.          También podemos ofrecer por ellas          las indulgencias que ganamos en la tierra10;          nuestras oraciones, de modo          especial el Santo Rosario; el trabajo, el dolor, las          contrariedades, etc. Estos          sufragios son la mejor manera de manifestar nuestro amor a los          que nos han          precedido y esperan su encuentro con Dios; de modo particular          hemos de orar por          nuestros parientes y amigos. Nuestros padres ocuparán siempre un          lugar de honor          en estas oraciones. Ellos también nos ayudan mucho en ese          intercambio de bienes          espirituales de la Comunión de los Santos. «Las ánimas benditas          del purgatorio.          Por caridad, por justicia, y por un egoísmo disculpable ¡pueden          tanto delante          de Dios! tenlas muy en cuenta en tus sacrificios y en tu          oración.
»Ojalá,          cuando las nombres, puedas          decir: "Mis buenas amigas las almas del purgatorio..."»11.
III.          Esforcémonos por hacer          penitencia en esta vida, nos anima Santa Teresa: «¡Qué dulce          será la muerte de          quien de todos sus pecados la tiene hecha, y no ha de ir al          Purgatorio!»12.
Las          almas del Purgatorio, mientras          se purifican, no adquieren mérito alguno. Su tarea es mucho más          áspera, más          difícil y dolorosa que cualquier otra que exista en la tierra:          están sufriendo          todos los horrores del hombre que muere en el desierto... y, sin          embargo, esto          no las hace crecer en caridad, como hubiera sucedido en la          tierra aceptando el          dolor por amor a Dios. Pero en el Purgatorio no hay rebeldía:          aunque tuvieran          que permanecer en él hasta el final de los tiempos se quedarían          de buen grado,          tal es su deseo de purificación.
Nosotros,          además de aliviarlas y de          acortarles el tiempo de su purificación, sí que podemos merecer          y, por tanto,          purificar con más prontitud y eficacia nuestras propias          tendencias          desordenadas.
El          dolor, la enfermedad, el          sufrimiento, son una gracia extraordinaria del Señor para          reparar nuestras          faltas y pecados. Nuestro paso por la tierra, mientras esperamos          contemplar a          Dios, debería ser un tiempo de purificación. Con la penitencia          el alma se          rejuvenece y se dispone para la Vida. «No lo olvidéis nunca:          después de la          muerte, os recibirá el Amor. Y en el amor de Dios encontraréis,          además, todos          los amores limpios que habéis tenido en la tierra. El Señor ha          dispuesto que          pasemos esta breve jornada de nuestra existencia trabajando y,          como su          Unigénito, haciendo            el bien (Hech 10, 38). Entretanto,          hemos de estar          alerta, a la escucha de aquellas llamadas que San Ignacio de          Antioquía notaba          en su alma, al acercarse la hora del martirio: ven al Padre (S. Ignacio de          Antioquía, Epistola            ad Romanos, 7: PG 5,          694), ven hacia tu Padre, que te espera ansioso»13.
¡Qué          bueno y grande es el deseo de          llegar al Cielo sin pasar por el Purgatorio! Pero ha de ser un          deseo eficaz que          nos lleve a purificar nuestra vida, con la ayuda de la gracia.          Nuestra Madre,          que es Refugio de            los            pecadores nuestro          refugio,          nos obtendrá las gracias necesarias si de verdad nos          determinamos a convertir          nuestra vida en un spatium  verae            paenitentiae, un tiempo de reparación por tantas cosas          malas e          inútiles.
1 Juan Pablo            II, En el cementerio de            la Almudena,          Madrid 2-XI-1982. — 2 Cfr. Apoc21, 27. — 3 Cfr. Santa Catalina de Génova, Tratado del            Purgatorio, 12. — 4 San            Agustín, Comentario a los            Salmos, 37, 3.          — 5 Cfr. W. Macken, El purgatorio, en          revista Palabra,          n. 244. — 6 Conc. Vat.            II,          Const. Lumen            gentium, 49. — 7 Misal            Romano, Lectura de la 2.ª            Misa del día de            los difuntos; 2 Mac 12,  43-44.          — 8 Cfr. San Isidoro de Sevilla, Sobre los oficios            eclesiásticos,          1. — 9 Cfr. Conc. de Trento,Sesión 25. — 10 Cfr. Pablo VI,          Const. Apost. Sacrarum            indulgentiarum recognitio,          1-I-1967, 5. — 11 San Josemaría            Escrivá, Camino, n. 571. — 12 Santa            Teresa, Camino de perfección,          40, 9. — 13 San            Josemaría Escrivá, Amigos            de Dios, 221.
*          Después de la muerte no se rompen          los lazos con quienes fueron nuestros compañeros de camino. Hoy          dedicamos          nuestras oraciones a todos aquellos que aún están purificándose          en el          Purgatorio de las huellas que dejaron en su alma los pecados.          Hoy los sacerdotes          pueden celebrar tres veces la Santa Misa en sufragio por quienes          ya nos          precedieron. Los fieles pueden ganar indulgencias y aplicarlas          también por los          difuntos.
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30ª semana.          Sábado
EL MEJOR PUESTO
— Los            primeros puestos.
—          Humildad de María.
— Frutos          de la humildad.
I. Todos          los días son buenos para          hacer un rato de oración junto a la Virgen, pero en este, el          sábado, son muchos          los cristianos de todas las regiones de la tierra que procuran          que la jornada          transcurra muy cerca de María. Nos acercamos hoy a Ella para que          nos enseñe a          progresar en esa virtud fundamento de todas las demás, que es la          humildad, pues          ella «es la puerta por la que pasan las gracias que Dios nos          otorga; es la que          sazona todos nuestros actos, comunicándoles tanto valor, y          haciendo que          resulten y sean agradables a Dios. Finalmente, Ella nos          constituye dueños del          corazón de Dios, hasta hacer de Él, por decirlo así, nuestro          servidor; pues          nunca ha podido Dios resistir un corazón humilde»1. Es tan          necesaria para la salvación          que Jesús aprovecha cualquier circunstancia para ensalzarla.
El          Evangelio de la Misa2 nos          refiere que Jesús fue invitado a          un banquete. En la mesa, como también ocurre frecuentemente en          nuestros días,          había lugares de mayor honor. Los invitados, quizá un tanto          atropelladamente,          se dirigían a estos puestos más considerados. Jesús lo          observaba. Quizá cuando          ya estaba terminando la comida, en los momentos en los que la          conversación se          hace más reposada, el Señor les dice: Cuando            seas invitado a una boda, no te sientes en el primer puesto...            Al contrario...,            ve a sentarte en el último lugar, para que cuando llegue el            que te invitó te            diga: amigo, sube más arriba. Entonces quedarás muy honrado            ante todos los            comensales. Porque todo el que se ensalza será humillado; y el            que se humilla            será ensalzado.
Jesús se          situaría probablemente en          un lugar discreto o donde le indicó el que le había invitado. Él sabe estar, y a          la vez se da          cuenta de aquella actitud poco elegante, también desde el punto          de vista          humano, que adoptan los comensales. Estos, por otra parte, se          equivocaron          radicalmente porque no supieron darse cuenta de que el mejor          puesto se encuentra          siempre al lado de Jesús. Por llegar hasta allí, junto al Señor,          es por lo que          debieron porfiar. En la vida de los hombres se observa no pocas          veces una          actitud parecida a la de aquellos comensales: ¡cuánto esfuerzo          para ser considerados          y admirados, y qué poco para estar cerca de Dios! Nosotros          pedimos hoy a Santa          María, en este rato de oración y a lo largo del día, que nos          enseñe a ser          humildes, que es el único modo de crecer en amor a su Hijo, de          estar cerca de          Él. La humildad conquista el Corazón de Dios. «"Quia respexit          humilitatem          ancillae suae" —porque vio la bajeza de su esclava...
»—¡Cada          día me persuado más de que          la humildad auténtica es la base sobrenatural de todas las          virtudes!
»Habla          con Nuestra Señora, para que          Ella nos adiestre a caminar por esa senda»3.
II. La          Virgen nos enseña el camino          de la humildad. Esta virtud no consiste esencialmente en          reprimir los impulsos          de la soberbia, de la ambición, del egoísmo, de la vanidad...,          pues Nuestra Señora          no tuvo jamás ninguno de estos movimientos y fue adornada por          Dios en grado          eminente con esta virtud. El nombre de humildad viene del latín humus, tierra, y          significa,          según su etimología, inclinarse hacia la tierra. La virtud de la          humildad          consiste esencialmente en inclinarse ante Dios y ante todo lo          que hay de Dios          en las criaturas4,          reconocer nuestra pequeñez e          indigencia ante la grandeza del Señor. Las almas santas «sienten          una alegría          muy grande en anonadarse delante de Dios, y reconocer          prácticamente que Él solo          es grande, y que en comparación de la suya, todas las grandezas          humanas están          vacías de verdad, y no son sino mentira»5. Este          anonadamiento no empequeñece,          no acorta las verdaderas aspiraciones de la criatura, sino que          las ennoblece y          les da nuevas alas, les abre horizontes más amplios. Cuando          Nuestra Señora es          elegida para ser Madre de Dios, se proclama enseguida su esclava6. Y          en el momento en que escucha la alabanza de que esbendita            entre todas las            mujeres7 se          dispone a servir a su prima          Isabel. Es la llena            de gracia8,          pero guarda en su intimidad la grandeza que le ha sido revelada.          Ni siquiera a          José le desvela el misterio; deja que la Providencia lo haga en          el momento oportuno.          Llena de una inmensa alegría canta las maravillas que le han          sucedido, pero las          atribuye al Todopoderoso. Ella, de su parte, solo ha ofrecido su          pequeñez y su          querer9. «Se          ignoraba a sí misma. Por eso,          a sus propios ojos no contaba. No vivió pendiente de sí misma,          sino pendiente          de Dios, de su voluntad. Por eso podía medir el alcance de su          propia bajeza, de          su, a la vez, desamparada y segura condición de criatura,          sintiéndose incapaz          de todo, pero sostenida por Dios. La consecuencia fue el          entregarse, el vivir          para Dios»10. Nunca          buscó su propia gloria, ni          aparentar, ni primeros puestos en los banquetes, ni ser          considerada, ni recibir          halagos por ser la Madre de Jesús. Ella solo buscó la gloria de          Dios.
La          humildad se funda en la verdad,          en la realidad; sobre todo en esta certeza: es infinita la          distancia que existe          entre la criatura y su Creador. Cuanto más se comprende esta          distancia y el acercamiento          de Dios con sus dones a la criatura, el alma, con la ayuda de la          gracia, se          hace más humilde y agradecida. Cuanto más elevada está una          criatura más          comprende este abismo; por eso la Virgen fue tan humilde. Ella,          laEsclava            del Señor, es hoy la reina del Universo. En Ella se          cumplieron de modo          eminente las palabras de Jesús al final de la parábola: el que se humilla,          el que ocupa          su lugar ante Dios y ante los hombres, será            ensalzado. El que es humilde oye siempre a Jesús que le          dice: amigo, sube            más arriba. «Que          sepamos ponernos al servicio de Dios sin condiciones y seremos          elevados a una          altura increíble; participaremos en la vida íntima de Dios,          ¡seremos como            dioses!, pero por el          camino reglamentario: el de la humildad y la docilidad al querer          de nuestro          Dios y Señor»11.
III. La          humildad nos hará descubrir          que todo lo bueno que existe en nosotros viene de Dios, tanto en          el orden de la          naturaleza como en el de la gracia: Mi            sustancia es como nada delante de Ti, Señor12,          exclama el Salmista. Lo          específicamente nuestro es la flaqueza y el error. A la vez,          nada tiene que ver          esta virtud con la timidez, con la pusilanimidad o la          mediocridad. Lejos de          apocarse, el alma humilde se pone en las manos de Dios, y se          llena de alegría y          de agradecimiento cuando Dios quiere hacer cosas grandes a          través de ella. Los          santos han sido hombres magnánimos, capaces de grandes empresas          para la gloria          de Dios. El humilde es audaz porque cuenta con la gracia del          Señor, que todo lo          puede; acude con frecuencia a la oración –es muy pedigüeño–,          porque está          convencido de la absoluta necesidad de la ayuda divina; es          agradecido, con Dios          y con sus semejantes, porque es consciente de las muchas ayudas          que recibe;          tiene especial facilidad para la amistad y, por tanto, para el          apostolado... Y          aunque la humildad es el fundamento de todas las virtudes, lo es          de modo muy          particular de la caridad: en la medida en que nos olvidamos de          nosotros mismos,          podemos preocuparnos de los demás y atender sus necesidades.          Alrededor de estas          dos virtudes se encuentran todas las demás. «Humildad y caridad          son las          virtudes madres –afirma San Francisco de Sales–; las otras las          siguen como          polluelos a su clueca»13. La          soberbia, por el contrario, es          la «raíz y madre» de todos los pecados, incluso de los capitales14, y          el mayor obstáculo que el hombre puede poner a la gracia.
La          soberbia y la tristeza andan con          frecuencia de la mano15,          mientras que la alegría es          patrimonio del alma humilde. «Mirad a María. Jamás criatura          alguna se ha          entregado con más humildad a los designios de Dios. La humildad          de la ancilla            Domini (Lc 1, 38), de la esclava          del Señor, es el          motivo de que la invoquemos como causa            nostrae laetitiae, causa de nuestra alegría. Eva, después          de pecar          queriendo en su locura igualarse a Dios, se escondía del Señor y          se          avergonzaba: estaba triste. María, al confesarse esclava del          Señor, es hecha          Madre del Verbo divino, y se llena de gozo. Que este júbilo          suyo, de Madre buena,          se nos pegue a todos nosotros: que salgamos en esto a Ella –a Santa          María–, y así          nos pareceremos más a Cristo»16.
1 Santo Cura            de Ars, Sermón para el            Domingo décimo            después de Pentecostés. — 2Lc 14, 1;          7-11. — 3 San            Josemaría Escrivá, Surco,          n. 289. — 4 Cfr. R. Garrigou-Lagrange, Las tres edades de la            vida interior,          vol. II, p. 670. — 5 Ibídem. — 6 Cfr. Lc1, 38. — 7 Lc 1, 42.          — 8 Lc 1, 28.          — 9 Cfr. Lc 1, 47-49. — 10 F. Suárez, La Virgen Nuestra            Señora, pp.          138-139. — 11 A. Orozco, Mirar a María,          Rialp, Madrid          1981, p. 238. — 12 Sal 38, 6.          — 13 San            Francisco de Sales, Epistolario,          fragm. 17, en Obras            selectas de..., BAC, Madrid          1953, p. 651. — 14 Santo            Tomás, Suma Teológica,          2-2, q. 162,          aa. 7-8. — 15 Cfr. Casiano, Colaciones, 16. — 16 San            Josemaría Escrivá, Amigos            de Dios, 109.
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
Los Fieles Difuntos
"Una          flor sobre su tumba se          marchita, una lágrima sobre 
su          recuerdo se evapora. Una          oración por su alma, la recibe Dios." 
                                         -San              Agustín
"Cada          uno se presentará          ante el tribunal de Dios para 
darle          cuenta de lo que ha          hecho, de lo bueno y de lo malo." 
                                                  - Santa Biblia
Las tres Iglesias: Se llama Iglesia a la          asociación de los que creen en Jesucristo.          La Iglesia se divide en tres grupos. Iglesia triunfante: los que          ya se salvaron          y están en el cielo (los que festejamos ayer). Iglesia          militante: los que          estamos en la tierra luchando por hacer el bien y evitar el mal.          E Iglesia          sufriente: los que están en el purgatorio purificándose de sus          pecados, de las          manchas que afean su alma.
El          Catecismo de la Iglesia          Católica, publicado por el Papa Juan Pablo II en 1992, es un          texto de máxima          autoridad para todos los católicos del mundo y dice cinco cosas          acerca del          Purgatorio:
1ª. Los que mueren en gracia          y amistad de Dios pero no          perfectamente purificados, sufren después de su muerte una          purificación, para          obtener la completa hermosura de su alma (1030).
2ª. La Iglesia llama          Purgatorio a esa purificación, y ha          hablado de ella en el Concilio de Florencia y en el Concilio de          Trento. La          Iglesia para hablar de que será como un fuego purificador, se          basa en aquella          frase de San Pablo que dice: "La obra de cada uno quedará al          descubierto,          el día en que pasen por fuego. Las obras que cada cual ha hecho          se probarán en          el fuego". (1Cor. 3, 14).
3ª.          La práctica de orar por los difuntos es sumamente antigua. El          libro 2º. de los          Macabeos en la S. Biblia dice: "Mandó Juan Macabeo ofrecer          sacrificios por          los muertos, para que quedaran libres de sus pecados" (2Mac. 12,          46).
4ª. La Iglesia desde los          primeros siglos ha tenido la          costumbre de orar por los difuntos (Cuenta San Agustín que su          madre Santa          Mónica lo único que les pidió al morir fue esto: "No se olviden          de ofrecer          oraciones por mi alma").
5ª. San Gregorio Magno          afirma: "Si Jesucristo dijo          que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en el          otro, es señal          de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Para          que Dios perdone          a los difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en el          momento de su          muerte, para eso ofrecemos misas, oraciones y limosnas por su          eterno          descanso".
De          San Gregorio se narran dos          hechos interesantes. El primero, que él ofreció 30 misas por el          alma de un difunto,          y después el muerto se le apareció en sueños a darle las gracias          porque por          esas misas había logrado salir del purgatorio. Y el segundo, que          un día estando          celebrando la Misa, elevó San Gregorio la Santa Hostia y se          quedó con ella en          lo alto por mucho tiempo. Sus ayudantes le preguntaron después          por qué se había          quedado tanto tiempo con la hostia elevada en sus manos, y les          respondió:          "Es que vi que mientras ofrecía la Santa Hostia a Dios,          descansaban las          benditas almas del purgatorio". Desde tiempos de San Gregorio          (año 600) se          ha popularizado mucho en la Iglesia Católica la costumbre de          ofrecer misas por          el descanso de las benditas almas.
La          respuesta de San Agustín: a          este gran Santo le preguntó uno: "¿Cuánto rezarán por mí cuando          yo me haya          muerto?", y él le respondió: "Eso depende de cuánto rezas tú por          los          difuntos. Porque el evangelio dice que la medida que cada uno          emplea para dar a          los demás, esa medida se empleará para darle a él".
¿Vamos          a rezar más por los          difuntos? ¿Vamos a ofrecer por ellos misas, comuniones, ayudas a          los pobres y          otras buenas obras? Los muertos nunca jamás vienen a espantar a          nadie, pero sí          rezan y obtienen favores a favor de los que rezan por ellos.
Novena              por las Benditas Almas del Purgatorio
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Margarita            de Lorena, Santa Biografía 2 de noviembre            
|                Noviembre 2  Etimológicamente significa " perla". Viene                  de la lengua griega. Dice Jeremías: "El Señor dijo a Jeremías:                  Antes de formarte en el vientre te escogí, antes de                  salir del seno materno te consagre". Margarita fue una viuda del siglo XV. A los diez años, durante un paseo que daba                  por el bosque contemplando su belleza, la sobrina del                  rey Renato de Sicilia, duque de Angio y Lorena, se                  escondió con algunas amigas para entregarse a la vida                  eremítica. A tan corta edad, ya había leído la vida de                  los santos Padres que habían vivido en el desierto. Y se                  quedaba admirada de su perfección y de su santidad. En 1463 era todavía una chica adolescente.                  Sufrió un golpe muy grande cuando supo que su tío había                  muerto. Se volvió a Lorena, y contrajo matrimonio                  con el duque de Alençon. La vida de la pareja no fue nada fácil al                  principio por motivos extraños a su intimidad.  Eran los tiempos de la Guerra de los Cien                  Años. Su marido murió combatiendo en ella.  Margarita se quedó viuda a los 32 años, y                  con tres hijos. Se entregó a su labor educativa sin la                  intromisión de sus parientes. Una vez que ya los había educado y criado,                  quiso librarse del peso del ducado que había llevado                  durante 22 años. Se retiró al castillo de Essai. Lo                  convirtió en su monasterio particular. Después llegó a                  ser monasterio de las Clarisas, Tan abnegada y                  sacrificada llevó su vida de monja que el mismo obispo                  pidió que no hiciera ciertas penitencias. Murió en el                  año 1521.  |           
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Fuente:          Acoantioquena.com 
Acindino            y compañeros, Santos Mártires de Persia, 2          Noviembre   
              
 San Acindino sufrió el martirio en Persia                  juntamente con los Santos Pegaso, Aftonio, Elpidoforo,                  Anempodisto, y otros siete mil cristianos en tiempos del                  Rey Sapor II (310-381). Estos santos pertenecían a la                  corte de Sapor, y secretamente cristianos. Cuando el rey                  inició la persecución contra los cristianos, los paganos                  envidiosos los denunciaron. Convocados a la presencia de                  Sapor para el interrogatorio, los santos mártires                  confesaron su fe en la Santísima Trinidad valientemente.                  Entonces el rey ordenó que fueran castigados con                  latigazos.  Sapor decretó que Acindino, Pegaso,                  Anempodisto y Elpidoforo fueran decapitados, y que no se                  les permitiera a los cristianos enterrar sus cuerpos.  Una notable muchedumbre , glorificando a                  Cristo, acompañó a estos santos cuando eran conducidos a                  las afueras de la ciudad para la ejecución. Entonces por                  orden de Sapor, los soldados masacraron a todos los                  cristianos en la procesión (aproximadamente siete mil),                  incluso san Elpidoforo.  Acindino, Pegaso, y Anempodisto fueron                  quemados al día siguiente con la madre del emperador.                  Unos cristianos, fueron de noche secretamente al lugar                  de la ejecución, y encontraron los cuerpos de los santos                  mártires indemnes, y los sepultaron dignamente.  |           
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Fuente:          ar.geocities.com/misa_tridentina04          
Marciano            de Siria, Santo Ermitaño, 2 Noviembre   
              
 San Marciano nació en Cyrrhus, en Siria. Su                  padre pertenecía a una familia patricia. Marciano                  abandonó la casa paterna y partió de su patria. Como no le gustaba hacer las cosas a                  medias, se retiró a un desierto entre Antioquía y el                  Eufrates. Ahí escogió el rincón más escondido y se                  encerró en una estrecha celda, tan baja y tan reducida                  de tamaño, que no podía estar de pie ni acostado sin                  encogerse. Tal soledad era como un paraíso para él,                  pues podía consagrarse enteramente al canto de los                  salmos, la lectura espiritual, la oración y el trabajo.                  Sólo se alimentaba de pan y aun eso en pequeña cantidad                  sin embargo, jamás pasaba el día entero sin comer, pues                  quería tener fuerzas para hacer lo que Dios le pedía que                  hiciera. La luz sobrenatural que recibía en la                  contemplación, le dio un amplio conocimiento de las                  grandes verdades y misterios de la fe. No obstante su                  gran deseo de vivir ignorado de los hombres, su fama                  llegó a otros países y, al fin, tuvo que admitir por                  discípulos Eusebio y Agapito. Con el tiempo, fue aumentando el número de                  sus discípulo y nombró abad a Eusebio. En cierta ocasión                  le visitaron a un tiempo San Flaviano patriarca de                  Antioquía y otros obispos para rogarle que les hiciese                  una exhortación, como tenía por costumbre. La dignidad                  de su auditorio impresionó a Marciano, quien no supo qué                  decir durante unos momentos. Como los obispos le                  incitasen a hablar, les dijo: "Dios nos habla a cada                  momento a través de las creaturas y del universo que nos                  rodea. Nos habla también por su Evangelio, en el que nos                  enseña a cumplir nuestro deber para con los demás y con                  nosotros mismos. ¿Qué otra cosa podría yo deciros?" San Marciano obró varios milagros y su fama                  de taumaturgo le molestaba mucho, de suerte que jamás                  prestaba oídos a quienes acudían a su intercesión para                  obtener un milagro. Así, en cierta ocasión en que un                  habitante le pidió que bendijese un poco de aceite para                  curar a su hija enferma, el santo se negó absolutamente,                  sin embargo, la enferma recobró la salud en ese mismo                  instante. Marciano vivió hasta edad muy avanzada. En                  sus últimos años, sufrió mucho a causa de la                  importunidad de los que querían conservar su cuerpo                  cuando muriese. Algunos de éstos, entre los que se                  contaba su sobrino Alipio, llegaron incluso a construir                  capillas en diferentes sitios para darle sepultura. San                  Marciano resolvió el problema al pedir a Eusebio que le                  enterrase en un sitio secreto. El sitio de su sepultura no fue descubierto                  sino hasta cincuenta años después de su muerte. Entonces                  se trasladaron sus reliquias a un sitio que se convirtió                  en lugar de peregrinación. Todo lo que sabemos acerca de San Marciano                  procede de la Historia Religiosa de Teodoreto. Puede                  verse el texto griego, con una traducción latina                  comentada, en Acta Sanctorum, nov., vol. I.  |           
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Fuente:          PasionChristi.org 
Pio            Campidelli, Beato Religioso Pasionista, 2          Noviembre   
              
 Los santos son como flores, hay rosas que                  se muestran bellamente en mayo, en los jardines y sobre                  las terrazas; hay violetas escondidas que hacen sentir                  su suave olor. Una de estas es el beato Pío Campidelli. Es el tercero de cinco hijos; nace en                  Romagna, en Trebbio de Poggio Berni, el 29 de abril de                  1869 con el nombre de Luis, llamado después                  familiarmente Luisito. El bautismo lo recibe el mismo                  día en que ha venido a la luz. Los padres José                  Campidelli y Filomena Belpani son campesinos. Es una                  familia tranquila dedicada al trabajo de los campos,                  temerosa de Dios. Con ellos vive también el tío Miguel,                  llamado "Bertoldo", al cual de vez en cuando dice alguna                  blasfemia. Luisito siente escalofríos y reza por él;                  también en el convento rezará muchas veces por el "tío                  Bertoldo" y el Señor le dará la alegría de saber que el                  tío no blasfema más. Participa en las fiestas de la cosecha; va                  con la familia a misa el domingo y habla con la mamá de                  la predicación que apenas han escuchado. A los 5 años                  recibe la confirmación y a los 10 la primera comunión.                  Es un muchacho como los otros, pero muy bueno. Ora                  mucho, por todos, por el abuelo muerto cuando él tenía                  seis años. Va a misa todos los días, haciendo cinco                  kilómetros a pié; tornado a casa da catecismo a los                  compañeros. Alguno lo critica juzgándolo demasiado                  mojigato, la mayoría lo aprecia e lo tiene en grande                  estima. Sobretodo la mamá se ocupa de estas buenas                  inclinaciones, lo sostiene y pide consejo al hermano                  sacerdote Don Felipe. Se muestran contentos y observan. Mientras tanto llegan al pueblo para dar                  misiones los pasionistas del vecino Santuario de la                  Virgen de Casale en S. Arcángel. Luisito tiene 10 años,                  va a escuchar junto con la mamá y queda atraído. Una voz                  interior le dice que debe hacerse pasionista y el acepta                  con alegría. Confía su deseo al padre superior, pero                  desgraciadamente su solicitud no puede ser aceptada                  antes de los 14 años. El dos de mayo de 1882 parte para el                  convento; el mismo mes viste el hábito religioso. Solo                  seis meses estará lejos de su tierra como novicio en San                  Eutizio de Soriano en la cumbre. Regresará después a                  Casale por los estudios iniciales y teológicos en                  preparación al sacerdocio. Es un novicio y un estudiante                  modelo, se hace apreciar por su profundo recogimiento,                  su modestia, la obediencia, la compostura exterior e                  interior. Es muy devoto de la Virgen. Desgraciadamente, para él que es                  constitución débil, en 1888, aparecen los primeros                  síntomas de la tuberculosis, que lo llevará a la muerte.                  Es la enfermedad de muchos jóvenes santos. Pío acepta                  morir con dócil obediencia a la voluntad de Dios,                  "ofreciendo la propia vida por la Iglesia, por el Papa,                  por la Congregación, por los pecadores, por su querida                  Romagna" Saluda a la mamá que va a encontrarlo con                  estas simples palabras: "¡Ánimo mamá, nos encontraremos                  en el paraíso!" Muere en un éxtasis de amor el 2 de                  noviembre de 1889 a los 21 años y medio. El 17 de                  noviembre de 1985 Juan Pablo II con una ceremonia                  trasmitida en mundo visión lo ha declarado beato y dijo                  de él: "En el año internacional de la juventud es                  elevado a la gloria de los altares el hermano Pío de San                  Luis, un joven que, como "sal deliciosa", ha dado la                  vida por su tierra, por su pueblo. El hermano Pío ha                  encontrado el valor fundamental de su vida religiosa en                  el don de sí mismo. Este rasgo esencial de su fisonomía                  interior aparece en su testimonio especialmente en el                  momento de la muerte, cuando, con plena conciencia de su                  próxima consumación se ofreció para cumplir                  perfectamente su sacrificio conformándose a la voluntad                  de su Dios. Desde pequeño había percibido su atracción a                  la oración, a la liturgia, a la instrucción religiosa y,                  sostenido del buen ejemplo de la familia, se adhirió con                  entusiasmo. Una vez entrado en la Congregación de los                  Pasionistas encontró el clima favorable para desarrollar                  su aspiración dominante de vivir en unión con Dios en el                  íntimo de sí mismo y para prepararse a implicar a los                  otros en esta experiencia apasionante en el ejercicio                  del ministerio sacerdotal. Pero no pudo llegar al                  sacerdocio porque Dios lo llamó a la edad de 21 años. En                  el voto particular de los Pasionistas de hacer memoria                  continua de la pasión, muerte y resurrección de Jesús,                  el supo implicar totalmente su propia vida, realizando                  así la misión de la vocación específica de su familia                  religiosa. Provenía de gente pobre, tenía salud frágil,                  inteligencia normal; pero no tenía como infortunada, ni                  sintió como frustración su pobreza ni sus límites; más                  bien realizó el máximo de sí. Así fue verdadera "sal de                  la tierra" para cuantos lo conocieron en vida y continúa                  siendo "sal" para cuantos se acercan al luminoso                  testimonio de su ejemplo" Es la verdadera santidad de lo cotidiano.                  La santidad extraordinaria de una vida ordinaria.  |           
Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com;          Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es ,          misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/ 
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