viernes, 1 de noviembre de 2013

Sábado de la Virgen María. 02/11/2013. CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS. En su día, lo que más agrada a María, es la Misa matutina.

JMJ

Pax

†Lectura del santo Evangelio según san Juan (6, 51-58)

 

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne, para que el mundo tenga vida".

Entonces los judíos se pusieron a discutir entre sí: "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?"

Jesús les dijo: "Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo

del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el

último día.

Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá por mí.

Este es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan, vivirá para siempre".

Palabra de Dios.

Gloria a ti Señor.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

Conmemoración de todos los fieles difuntos.

 

Antífona de Entrada

 

Si creemos que Jesús murió y resucitó, así también creemos que Dios llevará con

él a los que mueren en Jesús. Y así como todos han muerto en Adán, así también todos revivirán en Cristo.

 

Oración Colecta

 

Oremos:

Escucha, Señor, nuestras súplicas y haz que, al proclamar nuestra fe en la resurrección de tu Hijo, se avive también

nuestra esperanza en la resurrección de nuestros hermanos.

Por nuestro Señor Jesucristo...

Amén.

 

Primera Lectura

Lectura del libro del profeta Isaías (25, 6. 7-9)

 

En aquel día, el Señor del universo preparará sobre este monte un festín con platillos suculentos para todos los pueblos.

El arrancará en este monte el velo que cubre el rostro de todos los pueblos, el

paño que oscurece a todas las naciones. Destruirá la muerte para siempre; el

Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros y borrará de toda la tierra la afrenta de su pueblo.

Así lo ha dicho el Señor.

En aquel día se dirá: "Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara; alegrémonos y gocemos con la salvación que nos trae".

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

 

Salmo Responsorial Salmo 129

 

Señor, escucha mi oración.

 

Desde el abismo de mis pecados clamo a ti; Señor, escucha mi clamor; que estén atentos tus oídos a mi voz suplicante.

 

Señor, escucha mi oración.

 

Si conservaras el recuerdo de las culpas, ¿quién habría, Señor, que se salvara? Pero de ti procede el perdón, por eso con amor te veneramos.

 

Señor, escucha mi oración.

 

Confío en el Señor, mi alma espera y confía en su palabra; mi alma aguarda al Señor, mucho más que a la aurora el centinela.

 

Señor, escucha mi oración.

 

Como aguarda a la aurora el centinela, aguarda Israel al Señor, porque del Señor viene la misericordia y la abundancia de la redención, y él redimirá a su pueblo de todas sus iniquidades.

 

Señor, escucha mi oración.

 

Segunda Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los tesalonicenses (4, 13-14. 17-18)

 

Hermanos: No queremos que ignoren lo que pasa con los difuntos, para que no vivan tristes, como los que no tienen esperanza. Pues, si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual manera debemos creer que, a los que murieron en Jesús, Dios los llevará con él, y así estaremos siempre con el Señor.

Consuélense, pues, unos a otros, con estas palabras.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

 

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.

Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.

Aleluya.

 

Evangelio

†Lectura del santo Evangelio según san Juan (6, 51-58)

Gloria a ti, Señor.

 

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne, para que el mundo tenga vida".

Entonces los judíos se pusieron a discutir entre sí: "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?"

Jesús les dijo: "Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo

del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el

último día.

Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá por mí.

Este es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan, vivirá para siempre".

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración de los Fieles

 

Celebrante:

Hermanos, oremos confiadamente a Dios, que resucitó a su Hijo al tercer día y pidámosle por los vivos y difuntos, para que todos gocemos un día de su felicidad eterna. Digamos con fe:

 

Te rogamos, óyenos.

 

Para que Jesús, que con su resurrección dio vida al mundo entero, conceda a todos los difuntos gozar de la luz y de la vida verdadera. Oremos al Señor.

 

Te rogamos, óyenos.

 

Para que los cristianos seamos en medio del mundo testigos de la vida y de la felicidad que Jesús nos ofrece, y ayudemos a nuestros hermanos a creer en Él. Oremos al Señor.

 

Te rogamos, óyenos.

 

Para que los enfermos, especialmente los que están terminando sus días en esta vida, experimenten la fortaleza de Dios, la cercanía de sus hermanos y la confianza plena en la vida eterna. Oremos al Señor.

 

Te rogamos, óyenos.

 

Para que el Señor, en su misericordia, perdone los pecados de los que han muerto. Oremos al Señor.

 

Te rogamos, óyenos.

 

Para que nuestros familiares y amigos difuntos, disfrutando ya del Reino de la vida, intercedan por los que aún peregrinamos entre las luces y sombras de la fe. Oremos al Señor.

 

Te rogamos, óyenos.

 

Para que la esperanza guíe nuestros pasos a lo largo de nuestros días y para que un día disfrutemos de la armonía y el amor que reinan en la casa del Padre. Oremos al Señor.

 

Te rogamos, óyenos.

 

Celebrante:

Recibe, Señor, nuestra humilde oración y, ya que confiamos en tu misericordia y tu poder, haz que vivamos abandonados en tus manos de Padre y que un día podamos cantar, junto a María y a los santos, la gloria de tu nombre.

Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

 

Oración sobre las Ofrendas

 

Acepta, Señor, los dones que te ofrecemos en este sacramento de amor que nos une a Cristo, tu Hijo, y recibe a nuestros hermanos difuntos en la gloria de tu Reino.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

 

Prefacio de Difuntos I

No se nos quita la vida, se nos cambia por otra mejor

 

El Señor esté con ustedes.

Y con tu espíritu.

Levantemos el corazón.

Lo tenemos levantado hacia el Señor.

Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

Es justo y necesario.

 

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor.

En el cual resplandece la esperanza de nuestra feliz resurrección; y así, aunque

la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad.

Pues, para quienes creemos

en ti, Señor, la vida se transforma, no se acaba; y disuelta nuestra morada terrenal, se nos prepara una mansión eterna en el cielo.

Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Santo, Santo, Santo...

 

Antífona de la Comunión

 

Yo soy la resurrección y la vida, dice el Señor. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá y el que vive y cree en mí, no morirá para siempre.

 

Oración después de la Comunión

 

Oremos:

Por este memorial de la muerte y resurrección de Cristo que hemos celebrado, concede, Señor, a nuestros hermanos difuntos, gozar de la paz eterna de tu Reino.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

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Meditación diaria

 

2 de noviembre

CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS*

— El Purgatorio, lugar de purificación y antesala del Cielo.

— Podemos ayudar mucho y de muchas maneras a las almas del Purgatorio. Los sufragios.

— Nuestra propia purificación en esta vida. Desear ir al Cielo sin pasar por el Purgatorio.

I. En este mes de noviembre la Iglesia nos invita con más insistencia a rezar y a ofrecer sufragios por los fieles difuntos del Purgatorio. Con estos hermanos nuestros, que «también han sido partícipes de la fragilidad propia de todo ser humano, sentimos el deber que es a la vez una necesidad del corazón de ofrecerles la ayuda afectuosa de nuestra oración, a fin de que cualquier eventual residuo de debilidad humana, que todavía pudiera retrasar su encuentro feliz con Dios, sea definitivamente borrado»1.

En el Cielo no puede entrar nada manchado, ni quien obre abominación y mentira, sino solo los escritos en el libro de la vida2. El alma afeada por faltas y pecados veniales no puede entrar en la morada de Dios: para llegar a la eterna bienaventuranza es preciso estar limpio de toda culpa. El Cielo no tiene puertas escribe Santa Catalina de Génova, y cualquiera que desee entrar puede hacerlo, porque Dios es todo misericordia y permanece con los brazos abiertos para admitirlos en su gloria. Pero tan puro es el ser de Dios que si un alma advierte en sí el menor rastro de imperfección, y al mismo tiempo ve que el Purgatorio ha sido ordenado para borrar tales manchas, se introduce en él y considera una gran merced que se le permita limpiarlas de esta forma. El mayor sufrimiento de esas almas es el de haber pecado contra la bondad divina y el no haber purificado el alma en esta vida3. El Purgatorio no es un infierno menor, sino la antesala del Cielo, donde el alma se limpia y esclarece.

Y si no se ha expiado en la tierra, es mucho lo que el alma ha de limpiar allí: pecados veniales, que tanto retrasan la unión con Dios; faltas de amor y de delicadeza con el Señor; también la inclinación al pecado, adquirida en la primera caída y aumentada por nuestros pecados personales... Además, todos los pecados y faltas ya perdonados en la Confesión dejan en el alma una deuda insatisfecha, un equilibrio roto, que exige ser reparado en esta vida o en la otra. Y es posible que las disposiciones de los pecados ya perdonados sigan enraizadas en el alma a la hora de la muerte, si no fueron eliminadas por una purificación constante y generosa en esta vida. Al morir, el alma las percibe con absoluta claridad, y tendrá, por el deseo de estar con Dios, un anhelo inmenso de librarse de estas malas disposiciones. El Purgatorio se presenta en ese instante como la oportunidad única para conseguirlo.

En este lugar de purificación, el alma experimenta un dolor y sufrimiento intensísimos: un fuego «más doloroso que cualquier cosa que un hombre pueda padecer en esta vida»4. Pero también existe mucha alegría, porque sabe que, en definitiva, ha ganado la batalla y le espera, más o menos pronto, el encuentro con Dios.

El alma que ha de ir al Purgatorio es semejante a un aventurero al borde del desierto. El sol quema, el calor es sofocante, dispone de poca agua; divisa a lo lejos, más allá del gran desierto que se interpone, la montaña en que se encuentra su tesoro, la montaña en la que soplan brisas frescas y en la que podrá descansar eternamente. Y se pone en marcha, dispuesto a recorrer a pie aquella larga distancia, en la que el calor asfixiante le hace caer una y otra vez.

La diferencia entre ambos está en que aquella, a diferencia del aventurero, sabe con toda seguridad que llegará a la montaña que le espera en la lejanía: por sofocantes que sean, el sol y la arena no podrán separarla de Dios5.

Nosotros aquí en la tierra podemos ayudar mucho a estas almas a pasar más deprisa ese largo desierto que las separa de Dios. Y también, mediante la expiación de nuestras faltas y pecados, haremos más corto nuestro paso por aquel lugar de purificación. Si, con la ayuda de la gracia, somos generosos en la práctica de la penitencia, en el ofrecimiento del dolor y en el amor al sacramento del Perdón, podemos ir directamente al Cielo. Eso hicieron los santos. Y ellos nos invitan a imitarlos.

II. Podemos ayudar mucho y de distintas maneras a las almas que se preparan para entrar en el Cielo y permanecen aún en el Purgatorio, en medio de indecibles penas y sufrimientos. Sabemos que «la unión de los viadores con los hermanos que durmieron en la paz de Cristo de ninguna manera se interrumpe, antes bien..., se robustece con la comunicación de bienes espirituales»6. ¡Estemos ahora más unidos a los que nos han precedido!

La Segunda lectura de la Misa nos recuerda que Judas Macabeo, habiendo hecho una colecta, envió mil dracmas de plata a Jerusalén, para que se ofreciese un sacrificio por los pecados de los que habían muerto en la batalla, porque consideraba que a los que han muerto después de una vida piadosa les estaba reservada una gracia grande. Y añade el autor sagrado: es, pues, muy santo y saludable rogar por los difuntos, para que se vean libres de sus pecados7. Desde siempre la Iglesia ofreció sufragios y oraciones por los fieles difuntos. San Isidoro de Sevilla afirmaba ya en su tiempo que ofrecer sacrificios y oraciones por el descanso de los difuntos era una costumbre observada en toda la Iglesia. Por eso asegura el Santo, se piensa que se trata de una costumbre enseñada por los mismos Apóstoles8.

La Santa Misa, que tiene un valor infinito, es lo más importante que tenemos para ofrecer por las almas del Purgatorio9. También podemos ofrecer por ellas las indulgencias que ganamos en la tierra10; nuestras oraciones, de modo especial el Santo Rosario; el trabajo, el dolor, las contrariedades, etc. Estos sufragios son la mejor manera de manifestar nuestro amor a los que nos han precedido y esperan su encuentro con Dios; de modo particular hemos de orar por nuestros parientes y amigos. Nuestros padres ocuparán siempre un lugar de honor en estas oraciones. Ellos también nos ayudan mucho en ese intercambio de bienes espirituales de la Comunión de los Santos. «Las ánimas benditas del purgatorio. Por caridad, por justicia, y por un egoísmo disculpable ¡pueden tanto delante de Dios! tenlas muy en cuenta en tus sacrificios y en tu oración.

»Ojalá, cuando las nombres, puedas decir: "Mis buenas amigas las almas del purgatorio..."»11.

III. Esforcémonos por hacer penitencia en esta vida, nos anima Santa Teresa: «¡Qué dulce será la muerte de quien de todos sus pecados la tiene hecha, y no ha de ir al Purgatorio!»12.

Las almas del Purgatorio, mientras se purifican, no adquieren mérito alguno. Su tarea es mucho más áspera, más difícil y dolorosa que cualquier otra que exista en la tierra: están sufriendo todos los horrores del hombre que muere en el desierto... y, sin embargo, esto no las hace crecer en caridad, como hubiera sucedido en la tierra aceptando el dolor por amor a Dios. Pero en el Purgatorio no hay rebeldía: aunque tuvieran que permanecer en él hasta el final de los tiempos se quedarían de buen grado, tal es su deseo de purificación.

Nosotros, además de aliviarlas y de acortarles el tiempo de su purificación, sí que podemos merecer y, por tanto, purificar con más prontitud y eficacia nuestras propias tendencias desordenadas.

El dolor, la enfermedad, el sufrimiento, son una gracia extraordinaria del Señor para reparar nuestras faltas y pecados. Nuestro paso por la tierra, mientras esperamos contemplar a Dios, debería ser un tiempo de purificación. Con la penitencia el alma se rejuvenece y se dispone para la Vida. «No lo olvidéis nunca: después de la muerte, os recibirá el Amor. Y en el amor de Dios encontraréis, además, todos los amores limpios que habéis tenido en la tierra. El Señor ha dispuesto que pasemos esta breve jornada de nuestra existencia trabajando y, como su Unigénito, haciendo el bien (Hech 10, 38). Entretanto, hemos de estar alerta, a la escucha de aquellas llamadas que San Ignacio de Antioquía notaba en su alma, al acercarse la hora del martirio: ven al Padre (S. Ignacio de Antioquía, Epistola ad Romanos, 7: PG 5, 694), ven hacia tu Padre, que te espera ansioso»13.

¡Qué bueno y grande es el deseo de llegar al Cielo sin pasar por el Purgatorio! Pero ha de ser un deseo eficaz que nos lleve a purificar nuestra vida, con la ayuda de la gracia. Nuestra Madre, que es Refugio de los pecadores nuestro refugio, nos obtendrá las gracias necesarias si de verdad nos determinamos a convertir nuestra vida en un spatium verae paenitentiae, un tiempo de reparación por tantas cosas malas e inútiles.

1 Juan Pablo II, En el cementerio de la Almudena, Madrid 2-XI-1982. — 2 Cfr. Apoc21, 27. — 3 Cfr. Santa Catalina de Génova, Tratado del Purgatorio, 12. — 4 San Agustín, Comentario a los Salmos, 37, 3. — 5 Cfr. W. Macken, El purgatorio, en revista Palabra, n. 244. — 6 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 49. — 7 Misal Romano, Lectura de la 2.ª Misa del día de los difuntos; 2 Mac 12, 43-44. — 8 Cfr. San Isidoro de Sevilla, Sobre los oficios eclesiásticos, 1. — 9 Cfr. Conc. de Trento,Sesión 25. — 10 Cfr. Pablo VI, Const. Apost. Sacrarum indulgentiarum recognitio, 1-I-1967, 5. — 11 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 571. — 12 Santa Teresa, Camino de perfección, 40, 9. — 13 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 221.

* Después de la muerte no se rompen los lazos con quienes fueron nuestros compañeros de camino. Hoy dedicamos nuestras oraciones a todos aquellos que aún están purificándose en el Purgatorio de las huellas que dejaron en su alma los pecados. Hoy los sacerdotes pueden celebrar tres veces la Santa Misa en sufragio por quienes ya nos precedieron. Los fieles pueden ganar indulgencias y aplicarlas también por los difuntos.

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30ª semana. Sábado

EL MEJOR PUESTO

 Los primeros puestos.

— Humildad de María.

— Frutos de la humildad.

I. Todos los días son buenos para hacer un rato de oración junto a la Virgen, pero en este, el sábado, son muchos los cristianos de todas las regiones de la tierra que procuran que la jornada transcurra muy cerca de María. Nos acercamos hoy a Ella para que nos enseñe a progresar en esa virtud fundamento de todas las demás, que es la humildad, pues ella «es la puerta por la que pasan las gracias que Dios nos otorga; es la que sazona todos nuestros actos, comunicándoles tanto valor, y haciendo que resulten y sean agradables a Dios. Finalmente, Ella nos constituye dueños del corazón de Dios, hasta hacer de Él, por decirlo así, nuestro servidor; pues nunca ha podido Dios resistir un corazón humilde»1. Es tan necesaria para la salvación que Jesús aprovecha cualquier circunstancia para ensalzarla.

El Evangelio de la Misa2 nos refiere que Jesús fue invitado a un banquete. En la mesa, como también ocurre frecuentemente en nuestros días, había lugares de mayor honor. Los invitados, quizá un tanto atropelladamente, se dirigían a estos puestos más considerados. Jesús lo observaba. Quizá cuando ya estaba terminando la comida, en los momentos en los que la conversación se hace más reposada, el Señor les dice: Cuando seas invitado a una boda, no te sientes en el primer puesto... Al contrario..., ve a sentarte en el último lugar, para que cuando llegue el que te invitó te diga: amigo, sube más arriba. Entonces quedarás muy honrado ante todos los comensales. Porque todo el que se ensalza será humillado; y el que se humilla será ensalzado.

Jesús se situaría probablemente en un lugar discreto o donde le indicó el que le había invitado. Él sabe estar, y a la vez se da cuenta de aquella actitud poco elegante, también desde el punto de vista humano, que adoptan los comensales. Estos, por otra parte, se equivocaron radicalmente porque no supieron darse cuenta de que el mejor puesto se encuentra siempre al lado de Jesús. Por llegar hasta allí, junto al Señor, es por lo que debieron porfiar. En la vida de los hombres se observa no pocas veces una actitud parecida a la de aquellos comensales: ¡cuánto esfuerzo para ser considerados y admirados, y qué poco para estar cerca de Dios! Nosotros pedimos hoy a Santa María, en este rato de oración y a lo largo del día, que nos enseñe a ser humildes, que es el único modo de crecer en amor a su Hijo, de estar cerca de Él. La humildad conquista el Corazón de Dios. «"Quia respexit humilitatem ancillae suae" —porque vio la bajeza de su esclava...

»—¡Cada día me persuado más de que la humildad auténtica es la base sobrenatural de todas las virtudes!

»Habla con Nuestra Señora, para que Ella nos adiestre a caminar por esa senda»3.

II. La Virgen nos enseña el camino de la humildad. Esta virtud no consiste esencialmente en reprimir los impulsos de la soberbia, de la ambición, del egoísmo, de la vanidad..., pues Nuestra Señora no tuvo jamás ninguno de estos movimientos y fue adornada por Dios en grado eminente con esta virtud. El nombre de humildad viene del latín humus, tierra, y significa, según su etimología, inclinarse hacia la tierra. La virtud de la humildad consiste esencialmente en inclinarse ante Dios y ante todo lo que hay de Dios en las criaturas4, reconocer nuestra pequeñez e indigencia ante la grandeza del Señor. Las almas santas «sienten una alegría muy grande en anonadarse delante de Dios, y reconocer prácticamente que Él solo es grande, y que en comparación de la suya, todas las grandezas humanas están vacías de verdad, y no son sino mentira»5. Este anonadamiento no empequeñece, no acorta las verdaderas aspiraciones de la criatura, sino que las ennoblece y les da nuevas alas, les abre horizontes más amplios. Cuando Nuestra Señora es elegida para ser Madre de Dios, se proclama enseguida su esclava6. Y en el momento en que escucha la alabanza de que esbendita entre todas las mujeres7 se dispone a servir a su prima Isabel. Es la llena de gracia8, pero guarda en su intimidad la grandeza que le ha sido revelada. Ni siquiera a José le desvela el misterio; deja que la Providencia lo haga en el momento oportuno. Llena de una inmensa alegría canta las maravillas que le han sucedido, pero las atribuye al Todopoderoso. Ella, de su parte, solo ha ofrecido su pequeñez y su querer9. «Se ignoraba a sí misma. Por eso, a sus propios ojos no contaba. No vivió pendiente de sí misma, sino pendiente de Dios, de su voluntad. Por eso podía medir el alcance de su propia bajeza, de su, a la vez, desamparada y segura condición de criatura, sintiéndose incapaz de todo, pero sostenida por Dios. La consecuencia fue el entregarse, el vivir para Dios»10. Nunca buscó su propia gloria, ni aparentar, ni primeros puestos en los banquetes, ni ser considerada, ni recibir halagos por ser la Madre de Jesús. Ella solo buscó la gloria de Dios.

La humildad se funda en la verdad, en la realidad; sobre todo en esta certeza: es infinita la distancia que existe entre la criatura y su Creador. Cuanto más se comprende esta distancia y el acercamiento de Dios con sus dones a la criatura, el alma, con la ayuda de la gracia, se hace más humilde y agradecida. Cuanto más elevada está una criatura más comprende este abismo; por eso la Virgen fue tan humilde. Ella, laEsclava del Señor, es hoy la reina del Universo. En Ella se cumplieron de modo eminente las palabras de Jesús al final de la parábola: el que se humilla, el que ocupa su lugar ante Dios y ante los hombres, será ensalzado. El que es humilde oye siempre a Jesús que le dice: amigo, sube más arriba. «Que sepamos ponernos al servicio de Dios sin condiciones y seremos elevados a una altura increíble; participaremos en la vida íntima de Dios, ¡seremos como dioses!, pero por el camino reglamentario: el de la humildad y la docilidad al querer de nuestro Dios y Señor»11.

III. La humildad nos hará descubrir que todo lo bueno que existe en nosotros viene de Dios, tanto en el orden de la naturaleza como en el de la gracia: Mi sustancia es como nada delante de Ti, Señor12, exclama el Salmista. Lo específicamente nuestro es la flaqueza y el error. A la vez, nada tiene que ver esta virtud con la timidez, con la pusilanimidad o la mediocridad. Lejos de apocarse, el alma humilde se pone en las manos de Dios, y se llena de alegría y de agradecimiento cuando Dios quiere hacer cosas grandes a través de ella. Los santos han sido hombres magnánimos, capaces de grandes empresas para la gloria de Dios. El humilde es audaz porque cuenta con la gracia del Señor, que todo lo puede; acude con frecuencia a la oración –es muy pedigüeño–, porque está convencido de la absoluta necesidad de la ayuda divina; es agradecido, con Dios y con sus semejantes, porque es consciente de las muchas ayudas que recibe; tiene especial facilidad para la amistad y, por tanto, para el apostolado... Y aunque la humildad es el fundamento de todas las virtudes, lo es de modo muy particular de la caridad: en la medida en que nos olvidamos de nosotros mismos, podemos preocuparnos de los demás y atender sus necesidades. Alrededor de estas dos virtudes se encuentran todas las demás. «Humildad y caridad son las virtudes madres –afirma San Francisco de Sales–; las otras las siguen como polluelos a su clueca»13. La soberbia, por el contrario, es la «raíz y madre» de todos los pecados, incluso de los capitales14, y el mayor obstáculo que el hombre puede poner a la gracia.

La soberbia y la tristeza andan con frecuencia de la mano15, mientras que la alegría es patrimonio del alma humilde. «Mirad a María. Jamás criatura alguna se ha entregado con más humildad a los designios de Dios. La humildad de la ancilla Domini (Lc 1, 38), de la esclava del Señor, es el motivo de que la invoquemos como causa nostrae laetitiae, causa de nuestra alegría. Eva, después de pecar queriendo en su locura igualarse a Dios, se escondía del Señor y se avergonzaba: estaba triste. María, al confesarse esclava del Señor, es hecha Madre del Verbo divino, y se llena de gozo. Que este júbilo suyo, de Madre buena, se nos pegue a todos nosotros: que salgamos en esto a Ella –a Santa María–, y así nos pareceremos más a Cristo»16.

1 Santo Cura de Ars, Sermón para el Domingo décimo después de Pentecostés. — 2Lc 14, 1; 7-11. — 3 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 289. — 4 Cfr. R. Garrigou-Lagrange, Las tres edades de la vida interior, vol. II, p. 670. — 5 Ibídem. — 6 Cfr. Lc1, 38. — 7 Lc 1, 42. — 8 Lc 1, 28. — 9 Cfr. Lc 1, 47-49. — 10 F. Suárez, La Virgen Nuestra Señora, pp. 138-139. — 11 A. Orozco, Mirar a María, Rialp, Madrid 1981, p. 238. — 12 Sal 38, 6. — 13 San Francisco de Sales, Epistolario, fragm. 17, en Obras selectas de..., BAC, Madrid 1953, p. 651. — 14 Santo Tomás, Suma Teológica, 2-2, q. 162, aa. 7-8. — 15 Cfr. Casiano, Colaciones, 16. — 16 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 109.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

Los Fieles Difuntos

"Una flor sobre su tumba se marchita, una lágrima sobre 

su recuerdo se evapora. Una oración por su alma, la recibe Dios." 

                                        -San Agustín

"Cada uno se presentará ante el tribunal de Dios para 

darle cuenta de lo que ha hecho, de lo bueno y de lo malo." 

                                     - Santa Biblia

Las tres Iglesias: Se llama Iglesia a la asociación de los que creen en Jesucristo. La Iglesia se divide en tres grupos. Iglesia triunfante: los que ya se salvaron y están en el cielo (los que festejamos ayer). Iglesia militante: los que estamos en la tierra luchando por hacer el bien y evitar el mal. E Iglesia sufriente: los que están en el purgatorio purificándose de sus pecados, de las manchas que afean su alma.

El Catecismo de la Iglesia Católica, publicado por el Papa Juan Pablo II en 1992, es un texto de máxima autoridad para todos los católicos del mundo y dice cinco cosas acerca del Purgatorio:

1ª. Los que mueren en gracia y amistad de Dios pero no perfectamente purificados, sufren después de su muerte una purificación, para obtener la completa hermosura de su alma (1030).

2ª. La Iglesia llama Purgatorio a esa purificación, y ha hablado de ella en el Concilio de Florencia y en el Concilio de Trento. La Iglesia para hablar de que será como un fuego purificador, se basa en aquella frase de San Pablo que dice: "La obra de cada uno quedará al descubierto, el día en que pasen por fuego. Las obras que cada cual ha hecho se probarán en el fuego". (1Cor. 3, 14).

3ª. La práctica de orar por los difuntos es sumamente antigua. El libro 2º. de los Macabeos en la S. Biblia dice: "Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados" (2Mac. 12, 46).

4ª. La Iglesia desde los primeros siglos ha tenido la costumbre de orar por los difuntos (Cuenta San Agustín que su madre Santa Mónica lo único que les pidió al morir fue esto: "No se olviden de ofrecer oraciones por mi alma").

5ª. San Gregorio Magno afirma: "Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en el otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Para que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en el momento de su muerte, para eso ofrecemos misas, oraciones y limosnas por su eterno descanso".

De San Gregorio se narran dos hechos interesantes. El primero, que él ofreció 30 misas por el alma de un difunto, y después el muerto se le apareció en sueños a darle las gracias porque por esas misas había logrado salir del purgatorio. Y el segundo, que un día estando celebrando la Misa, elevó San Gregorio la Santa Hostia y se quedó con ella en lo alto por mucho tiempo. Sus ayudantes le preguntaron después por qué se había quedado tanto tiempo con la hostia elevada en sus manos, y les respondió: "Es que vi que mientras ofrecía la Santa Hostia a Dios, descansaban las benditas almas del purgatorio". Desde tiempos de San Gregorio (año 600) se ha popularizado mucho en la Iglesia Católica la costumbre de ofrecer misas por el descanso de las benditas almas.

La respuesta de San Agustín: a este gran Santo le preguntó uno: "¿Cuánto rezarán por mí cuando yo me haya muerto?", y él le respondió: "Eso depende de cuánto rezas tú por los difuntos. Porque el evangelio dice que la medida que cada uno emplea para dar a los demás, esa medida se empleará para darle a él".

¿Vamos a rezar más por los difuntos? ¿Vamos a ofrecer por ellos misas, comuniones, ayudas a los pobres y otras buenas obras? Los muertos nunca jamás vienen a espantar a nadie, pero sí rezan y obtienen favores a favor de los que rezan por ellos.

Novena por las Benditas Almas del Purgatorio

Nuestro Santo Patrón

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Margarita de Lorena, Santa Biografía 2 de noviembre  

Noviembre 2

 

Etimológicamente significa " perla". Viene de la lengua griega.

 

Dice Jeremías: "El Señor dijo a Jeremías: Antes de formarte en el vientre te escogí, antes de salir del seno materno te consagre".

 

Margarita fue una viuda del siglo XV.

 

A los diez años, durante un paseo que daba por el bosque contemplando su belleza, la sobrina del rey Renato de Sicilia, duque de Angio y Lorena, se escondió con algunas amigas para entregarse a la vida eremítica.

 

A tan corta edad, ya había leído la vida de los santos Padres que habían vivido en el desierto. Y se quedaba admirada de su perfección y de su santidad.

 

En 1463 era todavía una chica adolescente. Sufrió un golpe muy grande cuando supo que su tío había muerto.

 

Se volvió a Lorena, y contrajo matrimonio con el duque de Alençon.

 

La vida de la pareja no fue nada fácil al principio por motivos extraños a su intimidad.

 

Eran los tiempos de la Guerra de los Cien Años.

Su marido murió combatiendo en ella.

 

Margarita se quedó viuda a los 32 años, y con tres hijos.

 

Se entregó a su labor educativa sin la intromisión de sus parientes.

 

Una vez que ya los había educado y criado, quiso librarse del peso del ducado que había llevado durante 22 años.

 

Se retiró al castillo de Essai. Lo convirtió en su monasterio particular. Después llegó a ser monasterio de las Clarisas, Tan abnegada y sacrificada llevó su vida de monja que el mismo obispo pidió que no hiciera ciertas penitencias. Murió en el año 1521.

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Fuente: Acoantioquena.com

Acindino y compañeros, Santos Mártires de Persia, 2 Noviembre  

Acindino y compañeros, Santos

San Acindino sufrió el martirio en Persia juntamente con los Santos Pegaso, Aftonio, Elpidoforo, Anempodisto, y otros siete mil cristianos en tiempos del Rey Sapor II (310-381). Estos santos pertenecían a la corte de Sapor, y secretamente cristianos. Cuando el rey inició la persecución contra los cristianos, los paganos envidiosos los denunciaron. Convocados a la presencia de Sapor para el interrogatorio, los santos mártires confesaron su fe en la Santísima Trinidad valientemente. Entonces el rey ordenó que fueran castigados con latigazos.

 

Sapor decretó que Acindino, Pegaso, Anempodisto y Elpidoforo fueran decapitados, y que no se les permitiera a los cristianos enterrar sus cuerpos.

 

Una notable muchedumbre , glorificando a Cristo, acompañó a estos santos cuando eran conducidos a las afueras de la ciudad para la ejecución. Entonces por orden de Sapor, los soldados masacraron a todos los cristianos en la procesión (aproximadamente siete mil), incluso san Elpidoforo.

 

Acindino, Pegaso, y Anempodisto fueron quemados al día siguiente con la madre del emperador. Unos cristianos, fueron de noche secretamente al lugar de la ejecución, y encontraron los cuerpos de los santos mártires indemnes, y los sepultaron dignamente.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina04

Marciano de Siria, Santo Ermitaño, 2 Noviembre  

Marciano de Siria, Santo

San Marciano nació en Cyrrhus, en Siria. Su padre pertenecía a una familia patricia. Marciano abandonó la casa paterna y partió de su patria.

 

Como no le gustaba hacer las cosas a medias, se retiró a un desierto entre Antioquía y el Eufrates. Ahí escogió el rincón más escondido y se encerró en una estrecha celda, tan baja y tan reducida de tamaño, que no podía estar de pie ni acostado sin encogerse.

 

Tal soledad era como un paraíso para él, pues podía consagrarse enteramente al canto de los salmos, la lectura espiritual, la oración y el trabajo. Sólo se alimentaba de pan y aun eso en pequeña cantidad sin embargo, jamás pasaba el día entero sin comer, pues quería tener fuerzas para hacer lo que Dios le pedía que hiciera.

 

La luz sobrenatural que recibía en la contemplación, le dio un amplio conocimiento de las grandes verdades y misterios de la fe. No obstante su gran deseo de vivir ignorado de los hombres, su fama llegó a otros países y, al fin, tuvo que admitir por discípulos Eusebio y Agapito.

 

Con el tiempo, fue aumentando el número de sus discípulo y nombró abad a Eusebio. En cierta ocasión le visitaron a un tiempo San Flaviano patriarca de Antioquía y otros obispos para rogarle que les hiciese una exhortación, como tenía por costumbre. La dignidad de su auditorio impresionó a Marciano, quien no supo qué decir durante unos momentos. Como los obispos le incitasen a hablar, les dijo: "Dios nos habla a cada momento a través de las creaturas y del universo que nos rodea. Nos habla también por su Evangelio, en el que nos enseña a cumplir nuestro deber para con los demás y con nosotros mismos. ¿Qué otra cosa podría yo deciros?"

 

San Marciano obró varios milagros y su fama de taumaturgo le molestaba mucho, de suerte que jamás prestaba oídos a quienes acudían a su intercesión para obtener un milagro. Así, en cierta ocasión en que un habitante le pidió que bendijese un poco de aceite para curar a su hija enferma, el santo se negó absolutamente, sin embargo, la enferma recobró la salud en ese mismo instante.

 

Marciano vivió hasta edad muy avanzada. En sus últimos años, sufrió mucho a causa de la importunidad de los que querían conservar su cuerpo cuando muriese. Algunos de éstos, entre los que se contaba su sobrino Alipio, llegaron incluso a construir capillas en diferentes sitios para darle sepultura. San Marciano resolvió el problema al pedir a Eusebio que le enterrase en un sitio secreto.

 

El sitio de su sepultura no fue descubierto sino hasta cincuenta años después de su muerte. Entonces se trasladaron sus reliquias a un sitio que se convirtió en lugar de peregrinación.

 

Todo lo que sabemos acerca de San Marciano procede de la Historia Religiosa de Teodoreto. Puede verse el texto griego, con una traducción latina comentada, en Acta Sanctorum, nov., vol. I.

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Fuente: PasionChristi.org

Pio Campidelli, Beato Religioso Pasionista, 2 Noviembre  

Pio Campidelli, Beato

Los santos son como flores, hay rosas que se muestran bellamente en mayo, en los jardines y sobre las terrazas; hay violetas escondidas que hacen sentir su suave olor. Una de estas es el beato Pío Campidelli.

 

Es el tercero de cinco hijos; nace en Romagna, en Trebbio de Poggio Berni, el 29 de abril de 1869 con el nombre de Luis, llamado después familiarmente Luisito. El bautismo lo recibe el mismo día en que ha venido a la luz. Los padres José Campidelli y Filomena Belpani son campesinos. Es una familia tranquila dedicada al trabajo de los campos, temerosa de Dios. Con ellos vive también el tío Miguel, llamado "Bertoldo", al cual de vez en cuando dice alguna blasfemia. Luisito siente escalofríos y reza por él; también en el convento rezará muchas veces por el "tío Bertoldo" y el Señor le dará la alegría de saber que el tío no blasfema más.

 

Participa en las fiestas de la cosecha; va con la familia a misa el domingo y habla con la mamá de la predicación que apenas han escuchado. A los 5 años recibe la confirmación y a los 10 la primera comunión. Es un muchacho como los otros, pero muy bueno. Ora mucho, por todos, por el abuelo muerto cuando él tenía seis años. Va a misa todos los días, haciendo cinco kilómetros a pié; tornado a casa da catecismo a los compañeros. Alguno lo critica juzgándolo demasiado mojigato, la mayoría lo aprecia e lo tiene en grande estima. Sobretodo la mamá se ocupa de estas buenas inclinaciones, lo sostiene y pide consejo al hermano sacerdote Don Felipe. Se muestran contentos y observan.

 

Mientras tanto llegan al pueblo para dar misiones los pasionistas del vecino Santuario de la Virgen de Casale en S. Arcángel. Luisito tiene 10 años, va a escuchar junto con la mamá y queda atraído. Una voz interior le dice que debe hacerse pasionista y el acepta con alegría. Confía su deseo al padre superior, pero desgraciadamente su solicitud no puede ser aceptada antes de los 14 años.

 

El dos de mayo de 1882 parte para el convento; el mismo mes viste el hábito religioso. Solo seis meses estará lejos de su tierra como novicio en San Eutizio de Soriano en la cumbre. Regresará después a Casale por los estudios iniciales y teológicos en preparación al sacerdocio. Es un novicio y un estudiante modelo, se hace apreciar por su profundo recogimiento, su modestia, la obediencia, la compostura exterior e interior. Es muy devoto de la Virgen.

 

Desgraciadamente, para él que es constitución débil, en 1888, aparecen los primeros síntomas de la tuberculosis, que lo llevará a la muerte. Es la enfermedad de muchos jóvenes santos. Pío acepta morir con dócil obediencia a la voluntad de Dios, "ofreciendo la propia vida por la Iglesia, por el Papa, por la Congregación, por los pecadores, por su querida Romagna"

 

Saluda a la mamá que va a encontrarlo con estas simples palabras: "¡Ánimo mamá, nos encontraremos en el paraíso!" Muere en un éxtasis de amor el 2 de noviembre de 1889 a los 21 años y medio. El 17 de noviembre de 1985 Juan Pablo II con una ceremonia trasmitida en mundo visión lo ha declarado beato y dijo de él:

 

"En el año internacional de la juventud es elevado a la gloria de los altares el hermano Pío de San Luis, un joven que, como "sal deliciosa", ha dado la vida por su tierra, por su pueblo. El hermano Pío ha encontrado el valor fundamental de su vida religiosa en el don de sí mismo. Este rasgo esencial de su fisonomía interior aparece en su testimonio especialmente en el momento de la muerte, cuando, con plena conciencia de su próxima consumación se ofreció para cumplir perfectamente su sacrificio conformándose a la voluntad de su Dios. Desde pequeño había percibido su atracción a la oración, a la liturgia, a la instrucción religiosa y, sostenido del buen ejemplo de la familia, se adhirió con entusiasmo. Una vez entrado en la Congregación de los Pasionistas encontró el clima favorable para desarrollar su aspiración dominante de vivir en unión con Dios en el íntimo de sí mismo y para prepararse a implicar a los otros en esta experiencia apasionante en el ejercicio del ministerio sacerdotal. Pero no pudo llegar al sacerdocio porque Dios lo llamó a la edad de 21 años. En el voto particular de los Pasionistas de hacer memoria continua de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, el supo implicar totalmente su propia vida, realizando así la misión de la vocación específica de su familia religiosa. Provenía de gente pobre, tenía salud frágil, inteligencia normal; pero no tenía como infortunada, ni sintió como frustración su pobreza ni sus límites; más bien realizó el máximo de sí. Así fue verdadera "sal de la tierra" para cuantos lo conocieron en vida y continúa siendo "sal" para cuantos se acercan al luminoso testimonio de su ejemplo"

 

Es la verdadera santidad de lo cotidiano. La santidad extraordinaria de una vida ordinaria.

 

 

Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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