JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san            Lucas 17, 11-19
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, yendo Jesús camino de          Jerusalén, pasó entre Samaria y          Galilea. Estando cerca de un pueblo, le salieron al encuentro          diez leprosos,          que se detuvieron a lo lejos y a gritos le decían: 
          "Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros".
          Al verlos, Jesús les dijo: 
          "Vayan a presentarse a los sacerdotes". 
          Y mientras iban de camino, quedaron limpios de la lepra. Uno de          ellos, viendo          que estaba curado, regresó alabando a Dios en voz alta, y se          postró a los pies          de Jesús, dándole gracias. Este era un samaritano. Entonces dijo          Jesús: 
          "¿No eran diez los que quedaron limpios?; ¿dónde están los otros          nueve?          ¿No ha vuelto más 
          que este extranjero, para dar gloria a Dios?" 
          Después le dijo al samaritano: 
          "Levántate y vete; tu fe te ha salvado".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y          comunidad-comunión. Con Dios es          igual: las "palabras          de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario visitarse,          y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en          la Eucaristía,          que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer          la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d)          pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la          salvación del          mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación:          http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del              Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en              vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos            en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión)            con el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          "Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso".            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser felices            para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección            del amor, es            necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide            la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar            debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo,              come y bebe su propia              condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados            mortales? no            confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989),            no comulgar al            menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos            no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a            decidir, derechos            (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación            natural sin causa            grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por            iglesia, demorar en            bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón,            borrachera,            drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de            venganza, ver            pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado,            etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados            mortales objetivamente,            pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay            excusa.
† Misal
28a.          Dom Ord Ciclo C
      Antífona de Entrada
      Si              conservaras el recuerdo de nuestras faltas, Señor, ¿quién              habría que se              salvara? Pero tú, Dios de Israel, eres Dios de perdón.
Oración Colecta
      Oremos:
            Te pedimos, Señor, que tu gracia nos inspire y acompañe            siempre, de manera que            podamos descubrirte en todos y amarte y servirte en cada uno.
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén.
Primera            Lectura
      Volvió              Naamán adonde estaba el hombre de Dios y alabó al Señor
Lectura              del segundo libro de los Reyes 5, 14-17
En aquellos días Naamán,            general del ejército de Siria, que estaba leproso, se bañó            siete veces en el            Jordán, como se lo había mandado Eliseo, el hombre de Dios, y            su carne quedó            limpia como la de un niño.
            Volvió con su comitiva adonde el hombre de Dios y se le            presentó diciendo: 
            "Ahora sé que no hay más Dios que el de Israel. Te pido que            aceptes estos            regalos de parte de tu servidor". 
            Pero Eliseo contestó: 
            "Juro por el Señor, en cuya presencia estoy, que no aceptaré            nada". 
            Y por más que Naamán insistía, Eliseo no aceptó. Entonces            Naamán le dijo: 
            "Ya que te niegas, concédeme al menos que me den unos sacos            con tierra de            este lugar, los que puedan llevar un par de mulas. La usaré            para construir un            altar al Señor tu Dios, pues a ningún otro dios volveré a            ofrecer más            sacrificios".
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
      Del              Salmo 97
El              Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad.
Cantemos            al Señor un canto nuevo, pues ha hecho maravillas. Su diestra            y su santo brazo            le han dado la victoria.
            El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad.
El            Señor ha dado a conocer su victoria y ha revelado a las            naciones su justicia.            Una vez más ha demostrado Dios su amor y su lealtad hacia            Israel.
            El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad.
La            tierra entera ha contemplado la victoria de nuestro Dios. Que            todos los pueblos            y naciones aclamen con júbilo al Señor.
            El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad.
Segunda            Lectura
      Si nos              mantenemos firmes, reinaremos con Cristo
Lectura              de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 2, 8-13
Querido hermano: Recuerda            siempre que Jesucristo, descendiente de David, resucitó de            entre los muertos conforme            al Evangelio que yo predico. Por este Evangelio sufro hasta            llevar cadenas,            como un malhechor. Pero la palabra de Dios no está encadenada.            Por eso lo            sobrellevo todo por amor a los elegidos, para que ellos            también alcancen en            Cristo Jesús la salvación y, con ella, la gloria eterna.
            Es doctrina segura:
            Si morimos con él, viviremos con él.
            Si perseveramos, reinaremos con él. Si lo negamos, también él            nos negará. Si            somos infieles, él permanece fiel, porque no puede            contradecirse a sí mismo.
            Palabra de Dios. 
            Te alabamos, Señor.
Aclamación            antes del Evangelio
      Aleluya, aleluya. 
            Den gracias siempre, unidos a Cristo Jesús, pues esto es lo            que Dios quiere que            ustedes hagan.
            Aleluya.
Evangelio
      ¿No ha vuelto más que este              extranjero, para dar gloria a Dios?
† Lectura del santo              Evangelio según san Lucas 17, 11-19
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, yendo Jesús            camino de Jerusalén, pasó entre Samaria y Galilea. Estando            cerca de un pueblo,            le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a lo            lejos y a gritos            le decían: 
            "Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros".
            Al verlos, Jesús les dijo: 
            "Vayan a presentarse a los sacerdotes". 
            Y mientras iban de camino, quedaron limpios de la lepra. Uno            de ellos, viendo            que estaba curado, regresó alabando a Dios en voz alta, y se            postró a los pies            de Jesús, dándole gracias. Este era un samaritano. Entonces            dijo Jesús: 
            "¿No eran diez los que quedaron limpios?; ¿dónde están los            otros nueve?            ¿No ha vuelto más 
            que este extranjero, para dar gloria a Dios?" 
            Después le dijo al samaritano: 
            "Levántate y vete; tu fe te ha salvado".
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración de los Fieles 
      Celebrante:
            Llenos de confianza en el Señor, oremos, hermanos y hermanas,            por todas las            personas y por sus necesidades:
Respondemos: Padre,            escúchanos.
Para que Dios conceda el            espíritu de paciencia y caridad a los cristianos perseguidos            por su nombre, y            los ayude a ser testigos fieles y verídicos de su Evangelio,            roguemos al Señor.
            Padre, escúchanos.
Para que Dios conceda            prudencia a los gobernantes y honradez a todos los súbditos, a            fin de que se            mantengan la armonía y la justicia en la sociedad, roguemos al            Señor.
            Padre, escúchanos.
Para que el Señor, el único            que puede hacer prosperar el trabajo humano, bendiga los            esfuerzos de los            trabajadores y haga que la tierra dé frutos abundantes para            todos roguemos al            Señor.
            Padre, escúchanos.
Para que Dios no permita que            en la hora de nuestra muerte, desesperados y sin acordarnos de            él, nos sintamos            como arrancados de este mundo; sino que, confiados y con una            gran paz,            lleguemos a la vida feliz y eterna, roguemos al Señor.
            Padre, escúchanos.
Celebrante:
            Dios nuestro, fuente y origen de la vida temporal y eterna:            escucha las            oraciones de tu Iglesia y haz que no busquemos únicamente la            salud del cuerpo;            que los que nos hemos reunido este domingo volvamos a alabarte            por el don de la            fe, y que toda la Iglesia sea testigo de la salvación que tú            obras            continuamente en Cristo, tu Hijo, que vive y reina por los            siglos de los            siglos.
            Amén.
Oración            sobre las Ofrendas
      Acepta, Señor, nuestras            ofrendas, y concédenos que esta Eucaristía nos ayude a            conseguir la gloria del            cielo.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Prefacio            
      Las etapas de la historia de              la salvación en Cristo
En verdad es justo y            necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre            y en todo lugar,            Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo,            Señor nuestro.
            Porque él, con su nacimiento, restauró nuestra naturaleza            caída; con su muerte,            destruyó nuestro pecado; al resucitar, nos dio nueva vida; y            en su ascensión,            nos abrió el camino de tu Reino.
            Por eso,
            con los ángeles y los santos, ten cantamos el himno de            alabanza diciendo sin            cesar:
Antífona de la Comunión
      Los que              buscan riquezas sufren pobreza y padecen hambre; los que              buscan al Señor
no              carecen de nada.
Oración después de la Comunión
      Oremos:
            Te pedimos humildemente, Señor, que el Cuerpo y la Sangre de            tu Hijo que hemos            recibido en alimento, nos comuniquen su misma vida.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
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† Meditación diaria
Vigésimo          octavo domingo
ciclo          c
SER          AGRADECIDOS
—          Curación de los diez leprosos.
— El          Señor nos espera para darle          gracias, pues son incontables los dones que recibimos cada día.
— Ser          agradecidos con todos los          hombres.
I. La          Primera lectura de la Misa1          nos recuerda la curación de Naamán de Siria, sanado de la lepra          por el Profeta          Eliseo. El Señor se sirvió de este milagro para atraerlo a la          fe, un don mucho          mayor que la salud del cuerpo. Ahora reconozco que no hay Dios          en toda la          tierra más que el de Israel, exclamó Naamán al comprobar que se          encontraba sano          de su terrible enfermedad. En el Evangelio de la Misa2, San          Lucas nos relata un          hecho similar: un samaritano –que, como Naamán, tampoco          pertenecía al pueblo de          Israel– encuentra la fe después de su curación, como premio a su          agradecimiento.
Jesús,          en su último viaje a          Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al entrar en una          aldea le salieron          al encuentro diez leprosos que se detuvieron a lo lejos, a          cierta distancia del          lugar donde se encontraban el Maestro y el grupo que le          acompañaba, pues la Ley          prohibía a estos enfermos3 acercarse a las gentes. En el grupo          va un          samaritano, a pesar de que no había trato entre judíos y          samaritanos4, por una          enemistad secular entre ambos pueblos. La desgracia les ha          unido, como ocurre          en tantas ocasiones en la vida. Y levantando la voz, pues están          lejos, dirigen          a Jesús una petición, llena de respeto, que llega directamente a          su Corazón:          Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros. Han acudido a su          misericordia, y Cristo          se compadece y les manda ir a mostrarse a los sacerdotes, como          estaba          preceptuado en la Ley5, para que certificaran su curación. Se          encaminaron donde          les había indicado el Señor, como si ya estuvieran sanos; a          pesar de que          todavía no lo estaban, obedecieron. Y por su fe y docilidad, se          vieron libres          de la enfermedad.
Estos          leprosos nos enseñan a          pedir: acuden a la misericordia divina, que es la fuente de          todas las gracias.          Y nos muestran el camino de la curación, cualquiera que sea la          lepra que          llevemos en el alma: tener fe y ser dóciles a quienes, en nombre          del Maestro,          nos indican lo que debemos hacer. La voz del Señor resuena con          especial fuerza          y claridad en los consejos que nos dan en la dirección          espiritual,
II. Y          sucedió que, mientras iban,          quedaron limpios. Nos podemos imaginar fácilmente su alegría. Y          en medio de          tanto alborozo, se olvidaron de Jesús. En la desgracia, se          acuerdan de Él y le          piden; en la ventura, se olvidan. Solo uno, el samaritano,          volvió atrás, hacia          donde estaba el Señor con los suyos. Probablemente regresó          corriendo, como loco          de contento, glorificando a Dios a gritos, señala el          Evangelista. Y fue a          postrarse a los pies del Maestro, dándole gracias. Es esta una          acción          profundamente humana y llena de belleza. "¿Qué cosa mejor          podemos traer en el          corazón, pronunciar con la boca, escribir con la pluma, que          estas palabras,          "gracias a Dios"? No hay cosa que se pueda decir con mayor          brevedad, ni oír con          mayor alegría, ni sentirse con mayor elevación, ni hacer con          mayor utilidad"6.          Ser agradecido es una gran virtud.
El          Señor debió de alegrarse al ver          las muestras de gratitud de este samaritano, y a la vez se llenó          de tristeza al          comprobar la ausencia de los demás. Jesús esperaba a todos: ¿No          son diez los          que han quedado limpios? Y los otros nueve, ¿dónde están?,          preguntó. Y          manifestó su sorpresa: ¿No ha habido quien volviera a dar gloria          a Dios sino          solo este extranjero? ¡Cuántas veces, quizá, Jesús ha preguntado          por nosotros,          después de tantas gracias! Hoy en nuestra oración queremos          compensar muchas          ausencias y faltas de gratitud, pues los años que contamos no          son sino la          sucesión de una serie de gracias divinas, de curaciones, de          llamadas, de          misteriosos encuentros. Los beneficios recibidos –bien lo          sabemos nosotros–          superan, con mucho, las arenas del mar7, como afirma San Juan          Crisóstomo.
Con          frecuencia tenemos mejor          memoria para nuestras necesidades y carencias que para nuestros          bienes. Vivimos          pendientes de lo que nos falta y nos fijamos poco en lo que          tenemos, y quizá          por eso lo apreciamos menos y nos quedamos cortos en la          gratitud. O pensamos          que nos es debido a nosotros mismos y nos olvidamos de lo que          San Agustín          señala al comentar este pasaje del Evangelio: "Nuestro, no es          nada, a no ser el          pecado que poseemos. Pues ¿qué tienes que no hayas recibido? (1          Cor 4, 7)"8.
Toda          nuestra vida debe ser una          continua acción de gracias. Recordemos con frecuencia los dones          naturales y las          gracias que el Señor nos da, y no perdamos la alegría cuando          pensemos que nos          falta algo, porque incluso eso mismo de lo que carecemos es,          posiblemente, una          preparación para recibir un bien más alto. Recordad las          maravillas que Él ha          obrado9, nos exhorta el Salmista. El samaritano, a través del          gran mal de su          lepra, conoció a Jesucristo, y por ser agradecido se ganó su          amistad y el          incomparable don de la fe: Levántate y vete: tu fe te ha          salvado. Los nueve          leprosos desagradecidos se quedaron sin la mejor parte que les          había reservado          el Señor. Porque –como enseña San Bernardo– "a quien          humildemente se reconoce          obligado y agradecido por los beneficios con razón se le          prometen muchos más.          Pues el que se muestra fiel en lo poco, con justo derecho será          constituido          sobre lo mucho, así como, por el contrario, se hace indigno de          nuevos favores          quien es ingrato a los que ha recibido antes"10.
Agradezcamos          todo al Señor.          Vivamos con la alegría de estar llenos de regalos de Dios; no          dejemos de          apreciarlos. "¿Has presenciado el agradecimiento de los niños?          —Imítalos diciendo,          como ellos, a Jesús, ante lo favorable y ante lo adverso: "¡Qué          bueno eres!          ¡Qué bueno!...""11. ¿Agradecemos, por ejemplo, la facilidad para          limpiar          nuestros pecados en el Sacramento del perdón? ¿Damos gracias          frecuentemente por          el inmenso don de tener a Jesucristo con nosotros en la misma          ciudad, quizá en          la misma calle, en la Sagrada Eucaristía?
III.          Cantad al Señor un cántico          nuevo, porque ha hecho maravillas12, invita el Salmo          responsorial. Cuando vivimos          de fe, solo encontramos motivos para el agradecimiento. "Ninguno          hay que, a          poco que reflexione, no halle fácilmente en sí mismo motivos que          le obligan a          ser agradecido con Dios (...). Al conocer lo que Él nos ha dado,          encontraremos          muchísimos dones por los que dar gracias continuamente"13.
Muchos          favores del Señor los          recibimos a través de las personas que tratamos diariamente, y          por eso, en esos          casos, el agradecimiento a Dios debe pasar por esas personas que          tanto nos          ayudan a que la vida sea menos dura, la tierra más grata y el          Cielo más          próximo. Al darle gracias a ellas, se las damos a Dios, que se          hace presente en          nuestros hermanos los hombres. No nos quedemos cortos a la hora          de          corresponder. "No creamos cumplir con los hombres porque les          damos, por su          trabajo y servicios, la compensación pecuniaria que necesitan          para vivir. Nos          han dado algo más que un don material. Los maestros nos han          instruido, y los          que nos han enseñado el oficio, o también el médico que ha          atendido la          enfermedad de un hijo y lo ha salvado de la muerte, y tantos          otros, nos han          abierto los tesoros de su inteligencia, de su ciencia, de su          habilidad, de su          bondad. Eso no se paga con billetes de banco, porque nos han          dado su alma. Pero          también el carbón que nos calienta representa el trabajo penoso          del minero; el          pan que comemos, la fatiga del campesino: nos han entregado un          poco de su vida.          Vivimos de la vida de nuestros hermanos. Eso no se retribuye con          dinero. Todos          han puesto su corazón entero en el cumplimiento de su deber          social: tienen          derecho a que nuestro corazón lo reconozca"14. De modo muy          particular, nuestra          gratitud se ha de dirigir a quienes nos ayudan a encontrar el          camino que          conduce a Dios.
El          Señor se siente dichoso cuando          también nos ve agradecidos con todos aquellos que cada día nos          favorecen de mil          maneras. Para eso es necesario pararnos, decir sencillamente          "gracias" con un          gesto amable que compensa la brevedad de la palabra... Es muy          posible que          aquellos nueve leprosos ya sanados bendijeran a Jesús en su          corazón..., pero no          volvieron atrás, como hizo el samaritano, para encontrarse con          Jesús, que          esperaba. Quizá tuvieron la intención de hacerlo... y el Maestro          se quedó          aguardando. También es significativo que fuera un extranjero          quien volviera a          dar las gracias. Nos recuerda a nosotros que a veces estamos más          atentos a          agradecer un servicio ocasional de un extraño y quizá damos          menos importancia a          las continuas delicadezas y consideraciones que recibimos de los          más allegados.
No          existe un solo día en que Dios          no nos conceda alguna gracia particular y extraordinaria. No          dejemos pasar el          examen de conciencia de cada noche sin decirle al Señor:          "Gracias, Señor, por          todo". No dejemos pasar un solo día sin pedir abundantes          bendiciones del Señor          para aquellos, conocidos o no, que nos han procurado algún bien.          La oración es,          también, un eficaz medio para agradecer: Te doy gracias, Dios          mío, por los          buenos propósitos, afectos e inspiraciones que me has          comunicado...
1 2          Rey 5, 14-17. — 2 Lc 17,          11-19. — 3 Cfr. Lev 13, 45. — 4 Cfr. 2 Rey 17, 24 ss.; Jn 4, 9.          — 5 Cfr. Lev 14,          2. — 6 San Agustín, Epístola 72. — 7 Cfr. San Juan Crisóstomo,          Homilías sobre          San Mateo, 25, 4. — 8 San Agustín, Sermón 176, 6.— 9 Sal 104, 5.          — 10 San          Bernardo, Comentario al Salmo 50, 4, 1. — 11 San Josemaría          Escrivá, Camino, n.          894. — 12 Salmo responsorial. Sal 97, 1-4. — 13 San Bernardo,          Homilía para el          Domingo VI después de Pentecostés, 25, 4. — 14 G. Chevrot, "Pero          Yo os digo",          Rialp, Madrid 1981, pp. 117-118.
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
              San Eduardo               |           
Eduardo quiere          decir: el que protege la propiedad (Ed = propiedad. Uard: el que          protege).
Este fue el más          popular de los reyes ingleses de la antigüedad. Tres cualidades          le merecieron          su fama de santo: era muy piadoso, sumamente amable y muy amante          de la paz.
Era hijo de          Etelredo y a los diez años fue desterrado a Normandía, Francia,          de donde no          pudo volver a Inglaterra sino cuando ya tenía 40 años.
Dicen que          conservó perpetua castidad.
San Eduardo tuvo          unos modos de actuar que lo hicieron sumamente popular entre sus          súbditos y lo          convirtieron como en un modelo para sus futuros reyes. Lo          primero que hizo fue          suprimir el impuesto de guerra, que arruinaba mucho a la gente.          Luego durante          su largo reinado procuró vivir en la más completa armonía con          las cámaras          legislativas (que el dividió en dos: cámara de los lores y          cámara de los          comunes). Se preocupó siempre por obtener que gran cantidad de          los impuestos          que se recogían, se repartieran entre las gentes más          necesitadas.
Un autor que          vivió en ese tiempo nos dejó los siguientes datos acerca de San          Eduardo:          "Era un verdadero hombre de Dios. Vivía como un ángel en medio          de tantas          ocupaciones materiales y se notaba que Dios lo ayudaba en todo.          Eran tan          bondadoso que jamás humilló con sus palabras ni al último de sus          servidores. Se          mostraba especialmente generoso con los pobres, y con los          emigrantes, y ayudaba          mucho a los monjes. Aún el tiempo en que estaba en vacaciones y          dedicado a la          cacería, ni un solo día dejaba de asistir a la santa misa. Era          alto, majestuoso,          de rostro sonrosado y cabellos blancos. Su sola presencia          inspiraba cariño y          aprecio".
Cuando Eduardo          estaba desterrado en Normandía prometió a Dios que si lograba          volver a          Inglaterra iría en peregrinación a Roma a llevar una donación al          Sumo          Pontífice. Cuando ya fue rey, contó a sus colaboradores el          juramento que había          hecho, pero estos le dijeron: "el reino está en paz porque todos          le obedecen          con gusto Pero si se va a hacer un viaje tan largo, estallará la          guerra civil y          se arruinará el país". Entonces envió unos embajadores a          consultar al Papa          San León Nono, el cual le mandó decir que le permitía cambiar su          promesa por          otra: dar para los pobres lo que iba a gastar en el viaje, y          construir un buen          convento para religiosos. Así lo hizo puntualmente: repartió          entre la gente          pobre todo lo que había ahorrado para hacer el viaje, y          vendiendo varias de sus          propiedades, construyó un convento para 70 monjes, la famosa          Abadía de          Westminster (nombre que significa: monasterio del occidente:          West = oeste u          occidente. Minster = monasterio). En la catedral que hay en ese          sitio es donde          sepultan a los reyes de Inglaterra.
En el año 1066,          desgastado de tanto trabajar por su religión y por su pueblo,          sintió que le          llegaba la hora de la muerte. A los que lloraban al verlo morir,          les dijo:          "No se aflijan ni se entristezcan, pues yo dejo esta tierra,          lugar de          dolor y de peligros, para ir a la Patria Celestial donde la paz          reina para          siempre".
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Alejandrina María da Costa,            Beata Apóstol del sufrimiento          reparador, 13 de octubre            
              
 Laica Martirologio                    Romano: En el lugar de Balasar, cerca de                    Braga, en Portugal, beata Alejandrina María da Costa,                    que al intentar huir de quien la perseguía con mala                    intención, quedó imposibilitada en todos sus miembros,                    encontrando en la contemplación de la Eucaristía el                    modo de ofrecer al Señor todos sus dolores por amor de                    Dios y de los hermanos más necesitados (1955).  |           
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Rómulo,            Santo          Obispo, Octubre 13            
              
 Obispo Martirologio                    Romano: En Matuta (hoy Sanremo), en la costa de la                      Liguria, san Rómulo, obispo de Génova, que, lleno de                      ardor apostólico, murió durante una visita pastoral                      (s. V).  |           
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Fuente:          ar.geocities.com/misa_tridentina04 
        Magdalena Panattieri,            Beata          Virgen, Octubre 13   
              
 Virgen Martirologio                    Romano: En la localidad de Trino, en el                      Monferrato, beata Magdalena Panatieri, virgen,                      hermana de Penitencia de Santo Domingo (1503).  |           
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Chelidonia (Celidonia o            Quelidonia), Santa Eremita, Octubre 13   
              
 Eremita Martirologio                    Romano: Cerca de Subiaco, en el Lacio, santa Quelidona                    o Celidona, virgen, que, como dice la tradición,                    durante cincuenta y dos años condujo vida solitaria y                    austera, dedicada únicamente a Dios, (1152).  |           
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Fuente: Martirologio          Romano 
        Otros Santos y Beatos Completando          el santoral de éste día, Octubre 13   
              
 San Teófilo,                    obispo  |           
Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com;          Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es ,          misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/ 
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