JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san            Lucas 12, 39-48
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:          
          "Fíjense en esto: Si un padre de familia supiera a qué hora va a          venir el          ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un          boquete en su          casa. Pues también ustedes estén preparados, porque a la hora en          que menos lo          piensen vendrá el Hijo del hombre". 
          Entonces Pedro le preguntó: 
          "¿Dices esta parábola sólo por nosotros o por todos?"
          El Señor le respondió: 
          "Supongan que un administrador, puesto por su amo al frente de          la          servidumbre con el encargo de repartirles a su tiempo los          alimentos, se porta          con fidelidad y prudencia. Dichoso ese empleado, si el amo, a su          llegada, lo          encuentra cumpliendo con su deber. Yo les aseguro que lo pondrá          al frente de          todo lo que tiene. 
          Pero si ese empleado piensa: 
          "Mi amo tardará en llegar" y empieza a maltratar a los otros          empleados, a comer, a beber y a embriagarse, el día menos          pensado y a la hora          más inesperada llegará su amo y lo castigará severamente y le          hará correr la          misma suerte de los desleales. 
          El empleado que conociendo la voluntad de su amo, no haya          preparado ni hecho lo          que debía, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla,          haya hecho algo          digno de castigo, recibirá pocos. 
          Al que mucho se le da, se le exigirá mucho; y al que mucho se le          confía, se le          exigirá mucho más".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y          comunidad-comunión. Con Dios es          igual: las "palabras          de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario visitarse,          y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en          la Eucaristía,          que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer          la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d)          pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la          salvación del          mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación:          http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del              Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en              vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos            en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión)            con el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          "Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso".            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser felices            para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección            del amor, es            necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide            la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar            debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo,              come y bebe su propia              condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados            mortales? no            confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989),            no comulgar al            menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos            no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a            decidir, derechos            (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación            natural sin causa            grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por            iglesia, demorar en            bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón,            borrachera,            drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de            venganza, ver            pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado,            etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados            mortales objetivamente,            pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay            excusa.
† Misal
mie          29a. Ordinario año impar
      Antífona de Entrada
      Sírveme              de defensa, Dios mío, de roca y fortaleza salvadoras; y pues              eres mi baluarte y              mi refugio, acompáñame y guíame.
Oración            colecta
      Oremos:
            Señor nuestro, que prometiste venir y hacer tu morada en los            corazones rectos y            sinceros, concédenos la rectitud y sinceridad de vida que nos            hagan dignos de            esa presencia tuya.
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén.
Primera            Lectura
      Pónganse              al servicio de Dios, que les ha dado la vida
Lectura              de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 6, 12-18
Hermanos: No dejen que el            pecado domine su cuerpo mortal y los obligue a seguir sus            malas inclinaciones;            no pongan sus miembros al servicio del pecado, como            instrumentos de maldad. Por            el contrario, pónganse al servicio de Dios, puesto que            habiendo estado muertos            él les ha dado la vida; pongan también sus miembros a su            servicio, como            instrumentos de santidad. El pecado ya no volverá a            dominarlos, pues no viven            ustedes bajo el régimen de la ley, sino bajo el régimen de la            gracia. 
            ¿Podemos entonces pecar, puesto que ya no vivimos bajo el            régimen de la ley,            sino bajo el régimen de la gracia? De ningún modo. ¿Acaso no            saben ustedes que            al someterse a alguien para obedecerlo como esclavos, se hacen            sus esclavos? Si            ustedes son esclavos del pecado, es para su propia muerte; si            son esclavos de            la obediencia a Dios, es para su santificación. 
            Pero, gracias a Dios, ustedes, aunque fueron esclavos del            pecado, han obedecido            de corazón las normas de la doctrina evangélica que se les ha            transmitido y,            así, una vez libres del pecado, se han hecho esclavos de la            santidad.
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
      Del              salmo 123
El              Señor es nuestra ayuda.
Si el            Señor no hubiera estado de nuestra parte, que lo diga Israel,            si el Señor no            hubiera estado de nuestra parte, cuando los hombres nos            asaltaron, nos habría            devorado vivos el fuego de su cólera.
            El Señor es nuestra ayuda.
Las            aguas nos hubieran sepultado, un torrente nos hubiera llegado            al cuello, un            torrente de aguas encrespadas. Bendito sea el Señor, que no            nos hizo presa de            sus dientes.
            El Señor es nuestra ayuda.
Nuestra            vida se escapó como un pájaro de la trampa de los cazadores;            la trampa se            rompió y nosotros escapamos. La ayuda nos viene del Señor, que            hizo el cielo y            la tierra.
            El Señor es nuestra ayuda.
Aclamación            antes del Evangelio
      Aleluya, aleluya.
            Estén preparados, porque no saben a qué hora vendrá el Hijo            del hombre
            Aleluya.
Evangelio
      Al que mucho se le da, se le              exigirá mucho
† Lectura del santo              Evangelio según san Lucas 12, 39-48
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a            sus discípulos: 
            "Fíjense en esto: Si un padre de familia supiera a qué hora va            a venir el            ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por            un boquete en su            casa. Pues también ustedes estén preparados, porque a la hora            en que menos lo            piensen vendrá el Hijo del hombre". 
            Entonces Pedro le preguntó: 
            "¿Dices esta parábola sólo por nosotros o por todos?"
            El Señor le respondió: 
            "Supongan que un administrador, puesto por su amo al frente de            la            servidumbre con el encargo de repartirles a su tiempo los            alimentos, se porta            con fidelidad y prudencia. Dichoso ese empleado, si el amo, a            su llegada, lo            encuentra cumpliendo con su deber. Yo les aseguro que lo            pondrá al frente de            todo lo que tiene. 
            Pero si ese empleado piensa: 
            "Mi amo tardará en llegar" y empieza a maltratar a los otros            empleados, a comer, a beber y a embriagarse, el día menos            pensado y a la hora            más inesperada llegará su amo y lo castigará severamente y le            hará correr la            misma suerte de los desleales. 
            El empleado que conociendo la voluntad de su amo, no haya            preparado ni hecho lo            que debía, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla,            haya hecho algo            digno de castigo, recibirá pocos. 
            Al que mucho se le da, se le exigirá mucho; y al que mucho se            le confía, se le            exigirá mucho más".
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración            sobre las Ofrendas
      Que este sacrificio, Señor,            que vamos a ofrecerte, nos purifique y nos ayude a obtener la            recompensa            eterna, prometida a quienes cumplen tu voluntad.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Prefacio            
      Restauración universal en              Cristo
En verdad es justo y            necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre            y en todo lugar,            Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo,            Señor nuestro.
            A quien hiciste fundamento de todo y de cuya plenitud quisiste            que            participáramos todos. Siendo él de condición divina se despojó            de su rango, y            por su sangre derramada en la cruz, puso en paz todas la            cosas; y así, constituido            Señor del universo, es fuente de salvación eterna para cuantos            creen en él. 
            Por eso, 
            con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros            celestiales, cantamos            sin cesar el himno de tu gloria:
Antífona de la Comunión
      Tanto              amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único, para que todo              el que crea en él              no perezca, sino que tenga vida eterna.
Oración después de la comunión
      Oremos:
            Señor, aviva cada vez más en nosotros el deseo de recibir este            pan eucarístico,            por medio del cual nos comunicas tú la vida verdadera.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén
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Dia          23/10 San Juan de          Capistrano (presbítero, blanco)
      Antífona          de Entrada
      Estos son los hombres santos, amigos de            Dios, insignes predicadores del            Evangelio.
Oración          Colecta
      Oremos:
          Señor y Dios nuestro, tú que concediste a los pueblos infieles          salir de las tinieblas          a la luz de la verdad mediante la predicación de san Juan de          Capistrano;          concédenos, por su intercesión, permanecer firmes en la fe y          constantes en la          esperanza evangélica que él anunció.
          Por nuestro Señor Jesucristo...
          Amén.
Primera          Lectura
      Dios nos confirió el ministerio de la            reconciliación
Lectura de la segunda carta del apóstol            san Pablo a los Corintios 5,            14-20
Hermanos: El amor de Cristo nos apremia, al          pensar que si uno murió por          todos, todos murieron. Cristo murió por todos para que los que          viven ya no          vivan para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por          ellos.
          Por eso nosotros ya no juzgamos a nadie con criterios humanos.          Si alguna vez          hemos juzgado a Cristo con tales criterios, ahora ya no lo          hacemos. El que vive          según Cristo es una criatura nueva; para él todo lo viejo ha          pasado; ya todo es          nuevo.
          Todo esto proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por medio          de Cristo y          que nos confirió el ministerio de la reconciliación. Porque,          efectivamente, en          Cristo, Dios reconcilió al mundo consigo y renunció a tomar en          cuenta los          pecados de los hombres, y a nosotros nos confió el mensaje de la          reconciliación. Por eso, nosotros somos embajadores de Cristo, y          por nuestro          medio, es Dios mismo el que los exhorta a ustedes. En nombre de          Cristo les          pedimos que se reconcilien con Dios.
          Palabra de Dios.
          Te alabamos, Señor.
Salmo          Responsorial
      Del salmo 15
Tú, Señor, eres mi herencia.
Protégeme, Dios mío, pues eres mi refugio.          Yo siempre he dicho que tú          eres mi Señor. El Señor es la parte que me ha tocado en          herencia: mi vida está          en sus manos.
          Tú, Señor, eres mi herencia.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta          de noche me instruye          internamente. Tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado          jamás          tropezaré.
          Tú, Señor, eres mi herencia.
Enséñame el camino de la vida, sáciame de          gozo en tu presencia y de          alegría perpetua junto a ti.
          Tú, Señor, eres mi herencia.
Aclamación          antes del          Evangelio
      Aleluya, aleluya.
          Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; el que me sigue tendrá          la luz de la          vida.
          Aleluya.
Evangelio
      Te seguiré a dondequiera que vayas.
† Lectura del santo Evangelio según san            Lucas 9, 57-62
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, mientras iban de camino          Jesús y sus discípulos, alguien          le dijo:
          "Te seguiré a dondequiera que vayas".
          Jesús le respondió:
          "Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros, nidos; pero el          Hijo del          hombre no tiene en donde reclinar la cabeza".
          A otro, Jesús le dijo:
          "Sígueme".
          Pero él le respondió:
          "Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre".
          Jesús le replicó:
          "Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú ve y anuncia          el Reino de          Dios".
          Otro le dijo:
          "Te seguiré, Señor; pero déjame primero despedirme de mi          familia".
          Jesús le contestó:
          "El que empuña el arado y mira hacia atrás no sirve para el          Reino de          Dios".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración          sobre las Ofrendas
      Acepta Señor todopoderoso, el sacrificio que          vamos a ofrecerte en honor          de san Juan de Capistrano, y a cuantos celebramos los misterios          de la pasión de          tu Hijo, concédenos imitarlo.
          Por Jesucristo, nuestro Señor.
          Amén.
Prefacio
      Los santos pastores siguen presentes en la            Iglesia
En verdad es justo y necesario, es nuestro          deber y salvación, darte          gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios          todopoderoso y          eterno, por Cristo, Señor nuestro.
          Porque permites que tu Iglesia se alegre hoy con la festividad          de Juan          Capistrano, para animarnos con el ejemplo de su vida,          instruirnos con su          palabra y protegernos con su intercesión.
          Por eso,
          con los ángeles y los santos, te cantamos el himno de alabanza          diciendo sin          cesar:
Antífona          de la Comunión
      Yo mismo apacentaré mis ovejas, dice el            Señor; yo les buscaré un lugar            para su descanso.
Oración          después de la          Comunión
      Oremos:
          Por la gracia de este sacramento, confirma, Señor, a tus hijos          en la verdad de          la fe, para que den testimonio de ella con las palabras y las          obras, a ejemplo          de san Juan Capistrano, que consagró su vida a propagarla.
        Por          Jesucristo,          nuestro Señor.
          Amén
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† Meditación diaria
29ª semana. Miércoles
MUCHO LE PEDIRÁN
— Responsabilidad por          las gracias recibidas.
— Responsabilidad en          el trabajo. Prestigio profesional.
— Responsabilidad en          el apostolado.
I. Después de haber          hablado Jesús sobre la necesidad de estar vigilantes, Pedro le          preguntó si se          refería a ellos, a los más íntimos, o a todos1. Y el          Señor volvió a          insistir en lo imprevisible del momento en que Dios nos llamará          para rendir          cuentas de la herencia que dejó en nuestras manos: puede venir en            la segunda            vigilia o en la tercera..., a cualquier hora. Por otro          lado, respondiendo a          Pedro, señala que su enseñanza se dirige a todos, pero Dios          pedirá cuentas a          cada uno según sus circunstancias personales y las gracias que          recibió. Todos          tenemos que cumplir una misión aquí en la tierra, y de ella          hemos de responder          al final de la vida. Seremos juzgados según los frutos,          abundantes o escasos,          que hayamos dado. San Pablo lo recordará más tarde a los          cristianos de los primeros          tiempos: Es forzoso que todos comparezcamos ante el tribunal            de Cristo, para            que cada uno reciba el pago debido a las buenas o malas obras            que haya hecho            mientras ha estado revestido de su cuerpo2.
El Señor termina sus          palabras con esta consideración: A todo el que se le ha dado            mucho, mucho se            le exigirá, y al que le encomendaron mucho, mucho le pedirán.          ¿Cuánto nos          ha encomendado a nosotros? ¿Cuántas gracias, destinadas a otros,          ha querido que          pasen por nuestras manos? ¿Cuántos dependen de mi          correspondencia personal a          las gracias que recibo?... Este pasaje del Evangelio, que leemos          en la Misa, es          una fuerte llamada a la responsabilidad, pues a todos se nos ha          dado mucho.          "Cada hombre y cada mujer –señala un literato– es como un          soldado que Dios          coloca para custodiar una parte de la fortaleza del Universo.          Unos están en las          murallas y otros en el interior del castillo, pero todos han de          ser fieles a su          puesto de centinela y no abandonarlo nunca, o de lo contrario el          castillo          quedaría expuesto a los asaltos del infierno".
El hombre, la mujer          responsable no se deja anular por un falso sentimiento de          poquedad. Sabe que          Dios es Dios, y él, en cambio, un montón de flaquezas, pero esto          no lo retrae          de su misión en la tierra, que, con la ayuda de la gracia, se          convierte en una          bendición de Dios: la fecundidad de la familia, que se prolonga          más allá de lo          que los padres pueden divisar con su mirada; la paternidad y la          maternidad          espiritual, que se cumple de una manera del todo particular en          aquellos que          recibieron de Dios una llamada a una entrega total, indiviso            corde, y          que tiene una inmensa trascendencia para toda la Iglesia y para          la humanidad...,          y todos, en la plena realización de su propia vocación en medio          de sus          quehaceres diarios. "Eres, entre los tuyos –alma de apóstol–, la          piedra caída          en el lago. —Produce, con tu ejemplo y tu palabra un primer          círculo... y este          otro... y otro, y otro... Cada vaz más ancho.
"¿Comprendes ahora la          grandeza de tu misión?"3.
II. La          responsabilidad –poder dar una respuesta a Dios– es signo de la          dignidad          humana: solo la persona libre puede ser responsable, eligiendo          en cada momento,          entre múltiples posibilidades, la que es más conforme con el          querer divino y,          por tanto, con su propia perfección4.
La responsabilidad en          una persona que vive en medio del mundo ha de referirse, en          buena parte, a su          trabajo profesional, con el que da gloria a Dios, sirve a la          sociedad, consigue          los medios necesarios para el sostenimiento de la propia familia          y realiza su          apostolado personal. Contaba Juan Pablo I en una catequesis,          durante su corto          pontificado, lo que le sucedió a un hombre de prestigio,          profesor de la          Universidad de Bolonia. Una tarde le llamó el ministro de          Educación y, después          de hablar con él, le invitó a quedarse un día más en Roma. El          profesor le contestó:          "No puedo, tengo mañana clase en la Universidad, y los alumnos          me esperan". El          ministro le contestó: "Le dispenso yo". Y el profesor: "Usted          puede          dispensarme, pero yo no me dispenso"5. Era sin duda          un hombre responsable,          que no se limitaba a cumplir y a dar el menor número posible de          clases. Era de          aquellos, comentaba el Pontífice, que podían decir: "Para          enseñar el latín a          John, no basta conocer el latín, sino que es necesario conocer y          amar a John".          Y también: "tanto vale la lección cuanto la preparación".          Probablemente era un          hombre que amaba mucho su trabajo, ¡Cuántas veces tendremos que          decir también nosotros          "yo no me dispenso"..., aunque nos dispensen las circunstancias!
El sentido de          responsabilidad llevará al cristiano a labrarse un prestigio          profesional sólido          si está aún estudiando o formándose en su oficio, a conservarlo          si se encuentra          en el pleno ejercicio de la profesión, y a cumplir y a excederse          en esas          tareas. Esto vale igualmente para la madre de familia, para el          catedrático,          para el oficinista o para el dependiente. "Cuando tu voluntad          flaquee ante el          trabajo habitual, recuerda una vez más aquella consideración:          "el estudio, el          trabajo, es parte esencial de mi camino. El descrédito          profesional          –consecuencia de la pereza– anularía o haría imposible mi labor          de cristiano.          Necesito –así lo quiere Dios– el ascendiente del prestigio          profesional, para          atraer y ayudar a los demás".
"—No lo dudes: si          abandonas tu tarea, ¡te apartas –y apartas a otros– de los          planes divinos!"6.
III. A todo el que            se le ha dado mucho... Pensemos en las incontables gracias          que hemos          recibido a lo largo de la vida, larga o corta, aquellas que          conocimos          palpablemente, y esa infinidad de dones que nos son          desconocidos. Todos          aquellos bienes que habíamos de repartir a manos llenas:          alegría, cordialidad,          ayudas pequeñas pero constantes... Meditemos hoy si nuestra vida          es una          verdadera respuesta a lo que Dios espera de nosotros.
En la parábola que          leemos en este pasaje del Evangelio, el Señor habla de un siervo          irresponsable          que tenía como justificación de su mala administración una idea          falsa: Mi            amo tarda en venir. El Señor ha llegado ya y está todos          los días entre          nosotros. Es a Él a quien en cada jornada dirigimos nuestra          mirada para          comportarnos como el hijo delante de su Padre, como el amigo          delante del Amigo.          Y cuando, dentro de un tiempo no muy largo, al fin de la vida,          le demos cuenta          de la administración que hicimos de sus bienes, se llenará          nuestro corazón de          alegría al ver esa fila interminable de personas que, con la          gracia y nuestro          empeño, se acercaron a Él. Comprenderemos que nuestras acciones          fueron como "la          piedra caída en el lago", con una resonancia inmensa a nuestro          alrededor; y          esto gracias a la fidelidad diaria a nuestros deberes, quizá no          muy brillantes          externamente, a la oración y al sencillo pero firme y constante          apostolado con          los amigos, con los parientes, con aquellos que pasaron cerca de          nuestra vida.
De hecho, el mismo          Jesús anunció a sus discípulos: En verdad, en verdad os            digo: el que cree en            Mí, también él hará las obras que Yo hago, y las hará mayores            que estas porque            Yo voy al Padre7. San Agustín comenta así estas          palabras del          Señor: "No será mayor que yo el que en mí cree; sino que yo haré          entonces cosas          mayores que las que ahora hago; realizaré más por medio del que          crea en mí, que          lo que ahora realizo por mí mismo"8. ¡Tantas          maravillas lleva a cabo          a través de nuestra pequeñez cuando le dejamos! Las obras            mayores          "consisten esencialmente en dar a los hombres la vida divina, la          fuerza del          Espíritu y, por lo tanto, en su adopción como hijos de Dios          (...). De hecho,          Jesús dice: porque Yo voy al Padre. La marcha de Jesús          no interrumpe su          actividad de salvación del mundo, sino que asegura su          crecimiento y expansión;          no significa la separación de los suyos, sino su presencia en          ellos, real          aunque invisible. La unidad con Él, resucitado, es lo que les          hace capaces de          hacer obras mayores, de reunir a los hombres con el          Padre y entre ellos          (...). De nosotros depende que Jesús vuelva a pasar por la          tierra para cumplir          su obra: Él obra a través de nosotros, si le dejamos hacer a Él.
"También para venir          por vez primera a la tierra, Dios pidió consentimiento a María,          una de          nosotros. María creyó: dio su adhesión total a los planes del          Padre. Y ¿qué obra          dio como fruto su fe? Por su "sí" el Verbo se hizo carne          (Jn 1,          14) en Ella y se hizo posible la salvación de la humanidad"9.          A          Nuestra Señora también le pedimos nosotros que nos ayude a          cumplir todo aquello          que su Hijo nos ha encomendado: un apostolado eficaz en el          ambiente en el que          nos encontramos.
1 Lc 12, 39-48.          — 2 2 Cor 5, 10. — 3 San Josemaría          Escrivá, Camino,          n. 831. — 4 Santo Tomás, Comentario a la Epístola a            los Romanos,          II, 3. — 5 Cfr. Juan Pablo II, Ángelus          17-IX-1978. — 6 San          Josemaría Escrivá, Surco, n. 781. — 7 Jn          14, 12. —8          San Agustín, Comentario al Evangelio de San Juan, 72, 1.          — 9 Ch.          Lubich, Palabra que se hace vida, pp. 82-83.
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
San          Juan de Capistrano
          Religioso, predicador
          Año 1456
Gran            apóstol: alcánzanos de Dios            entusiasmo y valor para 
            defender siempre nuestra amada religión católica.
 Orad            y trabajad por la            nación donde estáis viviendo, 
            porque su bien será vuestro bien (S. Biblia. Jeremías 29).
Es este uno de los          predicadores más famosos que ha          tenido la Iglesia Católica. 
Nació          en un pueblecito llamado          Capistrano, en la región montañosa de Italia, en 1386. Fue un          estudiante          sumamente consagrado a sus deberes y llegó a ser abogado y juez,          y gobernador          de Perugia. Pero en una guerra contra otra ciudad cayó          prisionero, y en la          cárcel se puso a meditar y se dio cuenta de que en vez de          dedicarse a conseguir          dinero, honores y dignidades en el mundo, era mejor dedicarse a          conseguir la          santidad y la salvación en una comunidad de religiosos, y entró          de franciscano.
Como          era muy vanidoso y le gustaba          mucho aparecer, dispuso vencer su orgullo recorriendo la ciudad          cabalgando en          un pobre burro, pero montado al revés, mirando hacia atrás, y          con un sombrero          de papel en el cual había escrito en grandes letras: "Soy un            miserable            pecador". La gente le silbó y le lanzaron piedras y          basura. Así llegó          hasta el convento de los franciscanos a pedir que lo recibieran          de religioso.
El          Padre maestro de novicios          dispuso ponerle pruebas muy duras para ver si en verdad este          hombre de 30 años          era capaz de ser religioso humilde y sacrificado. Lo humillaba          sin compasión y          lo dedicaba a los oficios más cansones y humildes, pero Juan en          vez de          disgustarse le conservó una profunda gratitud por toda su vida,          pues le supo          formar un verdadero carácter, y lo preparó para enfrentarse          valientemente a las          dificultades de la vida. Él recordaba muy bien aquellas palabras          de Jesús: "Si            el grano de trigo no cae en tierra y no muere, se queda sin            producir fruto,            pero si muere producirá mucho fruto"(Jn. 12,24).
A los          33 años fue ordenado de          sacerdote y luego, durante 40 años recorrió toda Europa          predicando con enormes          éxitos espirituales. Tuvo por maestro de predicación y por guía          espiritual al          gran San Bernardino de Siena, y formando grupos de seis y ocho          religiosos se          distribuyeron primero por toda Italia, y después por los demás          países de Europa          predicando la conversión y la penitencia.
Juan          tenía que predicar en los          campos y en las plazas porque el gentío tan enorme no cabía en          las iglesias.
Su          presencia de predicador era          impresionante. Flaco, pálido, penitente, con voz sonora y          penetrante; un semblante          luminoso, y unos ojos brillantes que parecían traspasar el alma,          conmovía hasta          a los más indiferentes. La gente lo llamaba "El padre            piadoso",            "el santo predicador". Vibraba en la predicación de las          verdades          eternas. La gente al verlo y oírlo recordaba la figura austera          de San Juan          Bautista predicando conversión en las orillas del río Jordán. Y          les repetía las          palabras del Bautista: "Raza de víboras: tienen que producir            frutos de            conversión. Porque ya está el hacha de la justicia divina            junto a la vida de            cada uno, y árbol que no produce frutos de obras buenas será            cortado y echado            al fuego" (Lc. 3,7).
Muchos          pedían a gritos la          confesión, prometiendo cambiar de vida y estallaban en llanto de          arrepentimiento. Las gentes traían sus objetos e superstición y          los libros de          brujería y otros juegos y los quemaban en públicas hogueras en          la mitad de las          plazas.
Muchos          jóvenes al oírlo predicar          se proponían irse de religiosos. En Alemania consiguió 120          jóvenes para las          comunidades religiosas y en Polonia 130.
Sus          sermones eran de dos y tres          horas, pero a los oyentes se les pasaba el tiempo sin darse          cuenta. Atacaba sin          miedo a los vicios y malas costumbres, y muchísimos, después de          escucharle,          dejaban sus malas amistades y las borracheras.
Después          de predicar se iba a          visitar enfermos, y con sus oraciones y su bendición sacerdotal          obtenía innumerables          curaciones.
Juan          convertía pecadores no sólo          por su predicación tan elocuente y fuerte, sino por su gran          espíritu de penitencia.          Dormía pocas horas cada noche. Vestía siempre trajes sumamente          pobres. Comía          muy poco, y siempre alimentos burdos y nunca comidas finas ni          especiales. Una          artritis muy dolorosa lo hacía cojear y dolores muy fuertes de          estómago lo          hacían retorcerse, pero su rostro era siempre alegre y jovial.          En su cuerpo era          débil pero en su espíritu era un gigante.
Después          de muerto reunieron los          apuntes de los estudios que hizo para preparar sus sermones y          suman 17 gruesos          volúmenes.
La          Comunidad Franciscana lo eligió          por dos veces como Vicario Genera, y aprovechó este altísimo          cargo para tratar          de reformar la vida religiosa de los franciscanos, llegando a          conseguir que en          toda Europa esta Orden religiosa llegara a un gran fervor.
Muchos          se le oponían a sus ideas          de reformar y de volver más fervorosos a los religiosos. Y lo          que más lo hacía          sufrir era que la oposición venía de sus mismos colegas en el          apostolado. Se          cumplía en él lo que dice el Salmo: "Aquél que comía conmigo el          pan en la          misma mesa, se ha declarado en contra de mí". Pero esas          incomprensiones le          sirvieron para no dedicarse a buscar las alabanzas de las          gentes, sino las          felicitaciones de Dios. Él repetía la frase de San Pablo: "Si lo          que busco          es agradar a la gente, ya no seré siervo de Cristo".
Juan          tenía unas dotes nada comunes          para la diplomacia. Era sabio, era prudente, y medía muy bien          sus juicios y sus          palabras. Había sido juez y gobernador y sabía tratar muy bien a          las personas.          Por eso cuatro Pontífices (Martín V, Eugenio IV, Nicolás V y          Calixto III) lo          emplearon como embajador en muchas y muy delicadas misiones          diplomáticas y con          muy buenos resultados. Tres veces le ofrecieron los Sumos          Pontífices nombrarlo          obispo de importantes ciudades, pero prefirió seguir siendo          humilde predicador,          pobre y sin títulos honoríficos.
40          años llevaba Juan predicando de          ciudad en ciudad y de nación en nación, con enormes frutos          espirituales, cuando          a la edad de 70 años lo llamó Dios a que le colaborara en la          liberación de sus          católicos en Hungría. Y fue de la siguiente manera.
En          1453 los turcos musulmanes se          habían apoderado de Constantinopla, y se propusieron invadir a          Europa para          acabar con el cristianismo. Y se dirigieron a Hungría.
Las          noticias que llegaban de          Serbia, nación invadida por los turcos, eran impresionantes.          Crueldades          salvajes contra los que no quisieran renegar de la fe en Cristo,          y destrucción          de todo lo que fuera cristiano católico.
Entonces          Juan se fue a Hungría y          recorrió toda la nación predicando al pueblo, incitándolo a          salir entusiasta en          defensa de su santa religión. Las multitudes respondieron a su          llamado, y          pronto se formó un buen ejército de creyentes.
Los          musulmanes llegaron cerca de          Belgrado con 200 cañones, una gran flota de barcos de guerra por          el río Danubio,          y 50,000 terribles jenízaros de a caballo, armados hasta los          dientes. Los jefes          católicos pensaron en retirarse porque eran muy inferiores en          número. Pero fue          aquí cuando intervino Juan de Capistrano.
El          gran misionero salvó a la          ciudad de Bucarest de tres modos. El primero, convenciendo al          jefe católico          Hunyades a que atacara la flota turca que era mucho más          numerosa. Atacaron y          salieron vencedores los católicos. El segundo, fue cuando ya los          católicos          estaban dispuestos a abandonar la fortaleza de la ciudad y salir          huyendo.          Entonces Juan se dedicó a animarlos, llevando en sus manos una          bandera con una          cruz y gritando sin cesar: Jesús, Jesús, Jesús. Los combatientes          cristianos se          llenaron de valor y resistieron heroicamente. Y el tercer modo,          fue cuando ya          Hunyades y sus generales estaban dispuestos a abandonar la          ciudad, juzgando la          situación insostenible, ante la tremenda desproporción entre las          fuerzas          católicas y las enemigas, Juan recorrió todos los batallones          gritando          entusiasmado: "Creyentes valientes, todos a defender nuestra            santa religión".          Entonces los católicos dieron el asalto final y derrotaron          totalmente a los          enemigos que tuvieron que abandonar aquella región.
Jamás          empleó armas materiales. Sus          armas eran la oración, la penitencia y la fuerza irresistible de          su predicación.
Las          gentes decían que aquellos          cuarteles de guerreros más parecían casas de religiosos que          campamentos militares,          porque allí se rezaba y se vivía una vida llena de virtudes.          Todos los          capellanes celebraban cada día la santa misa y predicaban.          Muchísimos soldados          se confesaban y comulgaban. Y los militares repetían en sus          batallones: "Tenemos            un capellán santo. Hay que portarse de manera digna de este            gran sacerdote que            nos dirige. Si nos portamos mal no vamos a conseguir victorias            sino            derrotas". Y los oficiales afirmaban: "Este padrecito            tiene            más autoridad sobre nuestros soldados, que el mismo jefe de la            nación".
Mientras          los católicos luchaban          con las armas en Hungría, el Sumo Pontífice hacía rezar en todo          el mundo el Angelus          (o tres Avemarías diarias) por los guerreros católicos y la Sma.          Virgen          consiguió de su Hijo una gran victoria. Con razón en Budapest le          levantaron una          gran estatua a San Juan de Capistrano, porque salvó la ciudad de          caer en manos          de los más crueles enemigos de nuestra santa religión.
Y          sucedió que la cantidad de          muertos en aquella descomunal batalla fue tan grande, que los          cadáveres dispersados          por los campos llenaron el aire de putrefacción y se desató una          furiosa          epidemia de tifo. San Juan de Capistrano había ofrecido a Dios          su vida con tal          de conseguir la victoria contra los enemigos del catolicismo, y          Dios le aceptó          su oferta. El santo se contagió de tifo, y como estaba tan débil          a causa de          tantos trabajos y de tantas penitencias, murió el 23 de octubre          de 1456.
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Fuente:        Misa Tridentina 
          Severino Boecio, Santo Mártir, 23 Octubre   
              
 Anicio Manlio Severino Boecio, nació hacia                  el año 480. Pertenecía a una de las más ilustres                  familias romanas, la "gens Anicia", de la que también                  descendía probablemente el Papa San Gregorio Magno.                  Severino, que perdió muy   |           
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Servando            y Germán Santos Biografía, 23 de octubre            
              
 Octubre 23  Etimológicamente significa " el que guarda                  y lancero, guerrero". Vienen de la lengua latina y                  alemana.  |           
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Fuente:  ar.geocities.com/misa_tridentina04          
          Alucio, Santo Patrono de Pescia, 23 Octubre   
              
 San Alucio, patrono de Pescia de Toscana,                  era pastor.  |           
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Fuente:          LaSalle.org 
          Arnoldo Rèche, Beato Hermano Cristiano de La Salle, 23          Octubre   
              
 Julio Nicolás Rèche nace en una familia                  pobre de Landroff en Lorraine.  |           
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Fuente:        Servidimaria.org 
          Juan Ángel Porro, Beato Religioso Servita, 23 Octubre   
              
 Juan Ángel Porro nació en el ducado de                  Milán el año 1451.  |           
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Fuente:  ar.geocities.com/misa_tridentina04          
          Juan Buono, Beato Religioso, 23 Octubre   
              
 Nace en Mántua en 1168.  |           
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Fuente:  Aceasesores.es/sagradafamilia/          
          Leonardo Olivera Buera, Beato Mártir, 23 Octubre   
              
 Es en brevedad la vida de un hombre que                  vivió siempre al servicio de los demás. Sacerdote                  ejemplar, dedicado íntegramente a su ministerio, pasó                  por esta vida haciendo el bien y esto lo atestigua uno                  de sus beneficiarios, yo, hijo de una hermana suya, que                  al quedar huérfano de padre, nos acogió en su casa a mi                  madre y a mi. A los cuatro años fallece mi madre, al                  poco tiempo mi abuela materna que vivía con nosotros y                  quedé solo con él.  |           
Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com;          Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es ,          misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/ 
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