JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san            Lucas 13, 22-30
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús iba enseñando por          ciudades y pueblos, mientras se          encaminaba a Jerusalén. Alguien le preguntó: 
          "Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?"
          Jesús le respondió: 
          "Esfuércense por entrar por la puerta, que es angosta, pues yo          les aseguro          que muchos tratarán de entrar y no podrán. Cuando el dueño de la          casa se          levante de la mesa y cierre la puerta, ustedes se quedarán          afuera y se pondrán          a tocar la puerta, diciendo: 
          "Señor, ábrenos".
          Pero él les responderá: 
          "No sé quiénes son ustedes". 
          Entonces le dirán con insistencia: 
          "Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras          plazas".          
          Pero él replicará: 
          "Yo les aseguro que no sé quiénes son ustedes; apártense de mí          todos          ustedes los que hacen 
          el mal". 
          Entonces llorarán ustedes y se desesperarán, cuando vean a          Abrahán, a Isaac, a          Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes se          vean echados          fuera. Vendrán muchos del oriente y del poniente, del norte y          del sur, y          participarán en el banquete del Reino de Dios.
          Pues los que ahora son los últimos, serán los primeros; y los          que ahora son los          primeros, serán los últimos".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y          comunidad-comunión. Con Dios es          igual: las "palabras          de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario visitarse,          y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en          la Eucaristía,          que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer          la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d)          pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la          salvación del          mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación:          http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del              Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en              vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos            en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión)            con el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          "Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso".            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser felices            para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección            del amor, es            necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide            la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar            debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo,              come y bebe su propia              condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados            mortales? no            confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989),            no comulgar al            menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos            no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a            decidir, derechos            (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación            natural sin causa            grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por            iglesia, demorar en            bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón,            borrachera,            drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de            venganza, ver            pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado,            etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados            mortales objetivamente,            pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay            excusa.
† Misal
mie          30a. Ordinario año impar
      Antífona de Entrada
      Firmeza              es el Señor para su pueblo, defensa y salvación para sus              fieles. Sálvanos,              Señor, vela sobre nosotros y guíanos siempre.
Oración            Colecta
      Oremos:
            Padre misericordioso, que nunca dejas de tu mano a quienes has            hecho arraigar            en tu amistad,
            concédenos vivir siempre movidos por tu amor y un filial temor            de ofenderte.
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén.
Primera            Lectura
      Todo              contribuye al bien de los que aman a Dios
Lectura              de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 26-30
Hermanos: El Espíritu nos            ayuda en nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir            lo que nos            conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con            gemidos que no            pueden expresarse con palabras. Y Dios, que conoce            profundamente los corazones,            sabe lo que el Espíritu quiere decir, porque el Espíritu ruega            conforme a la            voluntad de Dios por los que le pertenecen.
            Ya sabemos que todo contribuye para bien de los que aman a            Dios, de aquéllos            que han sido llamados por él según su designio salvador.
            En efecto, a quienes conoce de antemano, los predestina para            que reproduzcan en            sí mismos la imagen de su propio Hijo, a fin de que él sea el            primogénito entre            muchos hermanos. A quienes predestina, los llama; a quienes            llama, los            justifica; y a quienes justifica, los glorifica.
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
      Del              salmo 12
Confío,              Señor, en tu bondad.
Atiende            y respóndeme, Señor, Dios mío. Sigue dando luz a mis ojos y            líbrame del sueño            de la muerte, para que no digan mis adversarios que me han            vencido ni se            alegren de mi derrota.
            Confío, Señor, en tu bondad.
Pues yo            confío en tu lealtad, mi corazón se alegra con tu salvación y            cantaré al Señor            por el bien que me ha hecho.
            Confío, Señor, en tu bondad.
Aclamación            antes del Evangelio
      Aleluya, aleluya.
            Dios nos ha llamado, por medio del Evangelio, a participar de            la gloria de            nuestro Señor Jesucristo.
            Aleluya.
Evangelio
      Vendrán del oriente y del              poniente y participarán en el banquete del Reino de Dios
† Lectura del santo              Evangelio según san Lucas 13, 22-30
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús iba            enseñando por ciudades y pueblos, mientras se encaminaba a            Jerusalén. Alguien            le preguntó: 
            "Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?"
            Jesús le respondió: 
            "Esfuércense por entrar por la puerta, que es angosta, pues yo            les aseguro            que muchos tratarán de entrar y no podrán. Cuando el dueño de            la casa se            levante de la mesa y cierre la puerta, ustedes se quedarán            afuera y se pondrán            a tocar la puerta, diciendo: 
            "Señor, ábrenos".
            Pero él les responderá: 
            "No sé quiénes son ustedes". 
            Entonces le dirán con insistencia: 
            "Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras            plazas".            
            Pero él replicará: 
            "Yo les aseguro que no sé quiénes son ustedes; apártense de mí            todos            ustedes los que hacen 
            el mal". 
            Entonces llorarán ustedes y se desesperarán, cuando vean a            Abrahán, a Isaac, a            Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes se            vean echados            fuera. Vendrán muchos del oriente y del poniente, del norte y            del sur, y            participarán en el banquete del Reino de Dios.
            Pues los que ahora son los últimos, serán los primeros; y los            que ahora son los            primeros, serán los últimos".
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración            sobre las Ofrendas
      Acepta, Señor, este            sacrificio de reconciliación y alabanza que vamos a ofrecerte,            a fin de que            purifique nuestros corazones y podamos corresponder a tu amor            con nuestro amor.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Prefacio
      Cristo, huésped y peregrino              en medio de nosotros
En verdad es justo darte            gracias, Señor, Padre santo, Dios de la alianza y de la paz.
            Porque tú llamaste a Abrahán y le mandaste salir de su tierra,            para            constituirlo padre de todas las naciones. Tú suscitaste a            Moisés para librar a            tu pueblo y guiarlo a la tierra de promisión. 
            Tú, en la etapa final de la historia, has enviado a tu Hijo,            como huésped y            peregrino en medio de nosotros, para redimirnos del pecado y            de la muerte; y            has derramado el Espíritu, para hacer de todas las naciones un            solo pueblo            nuevo, que tiene como meta tu reino; como estado, la libertad            de tus hijos; como            ley, el precepto del amor.
            Por estos dones de tu benevolencia, unidos a los ángeles y a            los santos,            cantamos con gozo el himno de tu gloria:
Antífona de la Comunión
      Los              ojos de todos los humanos te miran, Señor, llenos de              esperanza, y tú das a cada              uno su alimento.
Oración después de la Comunión
      Oremos:
            Señor, tú que nos has renovado con el Cuerpo y la Sangre de tu            Hijo, concédenos            que la participación en esta Eucaristía nos ayude a obtener la            plenitud de la            redención.
          Por            Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén
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† Meditación diaria
30ª semana. Miércoles
LO ENTENDERÁS MÁS          TARDE
— Estamos en las          manos de Dios. Todo los acontecimientos que Él manda o permite          tienen su          significado y están dirigidos a nuestro provecho.
— El sentido de          nuestra filiación divina. Omnia in bonum!, todo es para          bien.
— La confianza en          Dios no nos lleva a la pasividad, sino a poner los medios a          nuestro alcance.
I. La última noche          que Jesús pasó con sus discípulos antes de su Pasión y Muerte,          en un momento de          aquella Cena entrañable, se levantó de la cena, se quitó el            manto, tomó una            toalla y se la ciñó1. San Juan, el Evangelista          que nos ha dejado          escritos sus recuerdos inolvidables del Jueves Santo, describe          pausadamente          aquellos acontecimientos, que con tanta hondura se le quedaron          grabados para          siempre: después echó agua en una jofaina y comenzó a            lavarles los pies a            los discípulos y a secárselos con la toalla que se había            ceñido. Todo          transcurría con normalidad, ante el asombro de los Apóstoles,          que no se          atrevían a decir palabra, hasta que el Señor llegó a Pedro, que          mostró su          sorpresa y su negativa: ¿Tú me vas a lavar a mí los pies?          Jesús le          respondió: Lo que Yo hago no lo entiendes ahora, lo            comprenderás más tarde.          Después de un afable forcejeo, Jesús lavará los pies a Pedro          como a los demás          Apóstoles. Con la venida del Espíritu Santo, al rememorar de          nuevo aquellos          sucesos, Simón comprendió el significado profundo de aquel gesto          del Maestro,          que quiso enseñar su misión de servicio a los que iban a ser las          columnas de la          Iglesia.
Lo que Yo hago no lo            entiendes ahora... También a nosotros nos ocurre lo mismo que          a Pedro: no comprendemos a          veces los acontecimientos que el Señor permite: el dolor, la          enfermedad, la          ruina económica, la pérdida del puesto de trabajo, la muerte de          un ser querido          cuando estaba en los comienzos de la vida... Él tiene unos          planes más altos,          que abarcan esta vida y la felicidad eterna. Nuestra mente          apenas alcanza lo          más inmediato, una felicidad a corto plazo. Incluso nos ocurre          que no          entendemos muchos asuntos humanos que, sin embargo, aceptamos.          ¿No nos vamos a          fiar del Señor, de su Providencia amorosa? ¿Solo vamos a confiar          en Él cuando          los acontecimientos nos parezcan humanamente aceptables? Estamos          en sus manos,          y en ningún otro sitio podíamos estar mejor. Un día, al final de          la vida, el          Señor nos explicará con pormenores el porqué de tantas cosas que          aquí no entendimos,          y veremos la mano providente de Dios en todo, hasta en lo más          insignificante.
Si ante cada fracaso,          ante los sucesos que no sabemos discernir, ante la injusticia          que nos subleva,          oímos la voz consoladora de Jesús que nos dice: Lo que Yo            hago, tú no lo            entiendes ahora. Lo entenderás más tarde, entonces no          habrá lugar para el          resentimiento o la tristeza. «Porque todo cuanto sucede está          previsto por Dios          y ordenado a la salvación del hombre y su plena realización en          la gloria; si lo          que ocurre es bueno, Dios lo quiere; si es malo, no lo quiere,          lo permite,          porque respeta la libertad del hombre y el orden de la          naturaleza, pero tiene          en su mano el poder sacar bien y provecho para el alma incluso          del mal»2.          Ante los acontecimientos y sucesos que hacen padecer, nos saldrá          del fondo del          alma una oración sencilla, humilde, confiada: Señor, Tú            sabes más, en Ti me            abandono. Ya entenderé más tarde.
II. En una de las          lecturas previstas para la Misa de hoy, San Pablo escribe a los          primeros          cristianos de Roma: Diligentibus Deum omnia cooperantur in            bonum...          Todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios3.          «¿Penas?, ¿contradicciones por aquel suceso o el otro?... ¿No          ves que lo quiere          tu Padre-Dios..., y Él es bueno..., y Él te ama –¡a ti solo!–          más que todas las          madres juntas del mundo pueden amar a sus hijos?»4.          El sentido de la          filiación divina nos lleva a descubrir que estamos en las manos          de un Padre que          conoce el pasado, el presente y el futuro, y que todo lo ordena          para nuestro          bien, aunque no sea el bien inmediato que quizá nosotros          deseamos y queremos          porque no vemos más lejos. Esto nos lleva a vivir con serenidad          y paz, incluso          en medio de la mayores tribulaciones. Por eso seguiremos siempre          el consejo de          San Pedro a los primeros fieles: Descargad sobre Él todas            vuestras            preocupaciones, porque Él cuida de vosotros5.          No existe nadie          que pueda cuidarnos mejor: Él jamás se equivoca. En la vida          humana, incluso          aquellos que más nos quieren, a veces no aciertan y, en vez de          arreglar,          descomponen. No pasa así con el Señor, infinitamente sabio y          poderoso, que,          respetando nuestra libertad, nos conduce suaviter et            fortiter6,          con suavidad y con mano de padre, a lo que realmente importa, a          una eternidad          feliz. Incluso las mismas faltas y pecados pueden acabar siendo          para bien, pues          «Dios endereza absolutamente todas las cosas para su provecho          (de sus hijos),          de suerte que aun a los que se desvían y extralimitan les hace          progresar en la          virtud, porque se vuelven más humildes y experimentados»7.          La          contrición conduce al alma a un amor más hondo y confiado, a una          mayor cercanía          de Dios.
Por eso, en la medida          en que nos sentimos hijos de Dios, la vida se convierte en una          continua acción          de gracias. Incluso detrás de lo que humanamente parece una          catástrofe, el          Espíritu Santo nos hace ver «una caricia de Dios», que nos mueve          a la gratitud.          ¡Gracias, Señor!, le diremos en medio de una enfermedad dolorosa          o al tener          noticia de un acontecimiento lleno de pesar. Así reaccionaron          los santos, y así          hemos de aprender nosotros a comportarnos ante la desgracias de          esta vida. «Es          muy grato a Dios el reconocimiento a su bondad que supone          recitar un "Te Deum"          de acción de gracias, siempre que acontece un suceso algo          extraordinario, sin          dar peso a que sea –como lo llama el mundo– favorable o adverso:          porque          viniendo de sus manos de Padre, aunque el golpe del cincel hiera          la carne, es          también una prueba de Amor, que quita nuestras aristas para          acercarnos a la perfección»8.
III. El abandono y la          confianza en Dios no nos llevan de ninguna manera a la          pasividad, que en muchos          casos sería negligencia, pereza o complicidad. Hemos de combatir          el mal físico          y el moral con los medios que están a nuestro alcance, sabiendo          que ese          esfuerzo, con muchos resultados o aparentemente con ninguno, es          grato a Dios y          origen de muchos frutos sobrenaturales y humanos. Ante la          enfermedad, además de          aceptarla y ofrecer los padecimientos y dolores que lleve          consigo, pondremos el          remedio que el caso requiera: acudir al médico, descansar, tomar          la medicina          que nos indiquen... Y la injusticia, la desigualdad social, la          penuria de          tantos... nos llevarán a los cristianos, junto a otros hombres          de buena          voluntad, a buscar los recursos o las soluciones que nos          parezcan más aptas, y          lo mismo reaccionaremos ante la ignorancia y la falta de          formación de tantas          gentes... Nada más ajeno al espíritu cristiano que una mal          entendida confianza          en Dios que nos llevara a quedarnos inactivos ante el          sufrimiento y la          necesidad en cualquiera de las formas que se presente.
Dios es nuestro Padre          y cuida amorosamente de nosotros, pero cuenta con la          inteligencia y el buen          sentido de sus hijos para seguir en el camino por el que Él nos          quiere llevar,          y también con el amor fraterno para actuar a través de nosotros          en la vida de          otros hijos suyos. Nos ha dado unos talentos para ponerlos          constantemente en          juego. Nos santificamos aun cuando al poner los medios que el          caso requería nos          parece que hemos fracasado, que no han dado el resultado          esperado. El Señor          santifica los «fracasos» que se originan después de haber puesto          los medios que          parecían oportunos, pero no bendice las omisiones, pues nos          trata como a hijos          inteligentes, de quienes espera que pongan en juego los remedios          adecuados.
Apliquemos en cada          caso lo que esté de nuestra parte, y después, omnia in            bonum! todo será          para bien. Los resultados, aparentemente buenos o malos, nos          llevarán a amar          más a Dios, nunca a separarnos de Él. En el sentido de la          filiación divina          encontraremos la protección y el calor paternal que todos          necesitamos. «Si          tenéis confianza en Él y ánimos animosos, que es muy amigo Su          Majestad de esto,          no hayáis miedo que os falte nada»9, escribe Santa          Teresa después de          una larga experiencia. Junto al Señor se ganan todas las          batallas, aunque, aparentemente,          algunas se pierdan.
1 Jn 13, 4 ss.          — 2 F. Suárez, Después, p. 208. — 3 Primera            lectura.          Año I. Rom 8, 28. — 4 San Josemaría Escrivá, Forja,          n.          929. — 5 1 Pdr 5, 8. — 6 Sab 8,          1. — 7 San          Agustín, Sobre la conversión y la gracia, 30. — 8          San Josemaría          Escrivá, o. c., n. 609. — 9 Santa Teresa, Fundaciones,          27,          12.
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
San            Alonso Rodríguez
        Viudo          y portero
          Año 1617
Gracias            Señor por estos modelos            admirables que nos presentas en tus santos. 
            Haz que queramos imitarlos y que seamos capaces de seguir sus            buenos ejemplos.
Alonso significa: "pronto          para hacer el          bien" (del germano al: el bien. Ons: prontitud). 
El santo de          hoy es un caso típico.          Viudo, comerciante, portero por 45 años de un colegio. Poco          instruido en las          ciencias del mundo, pero un verdadero místico.
San Alonso          nació en Segovia (España) en          1533, hijo de un comerciante acaudalado.
Cuando          nuestro santo aún era un niño,          tuvo la suerte de que llegó a su ciudad a predicar el Beato          Pedro Fabro          (discípulo muy amado de San Ignacio de Loyola) y se hospedó en          la casa de los          padres de Alonso y luego en compañía del jovencito se fue a una          finca que          poseía la familia Rodríguez, y allá lo preparó a la Primera          Comunión. Esta          amistad con un gran apóstol le fue de enorme provecho para su          santificación.
Alonso fue          después a estudiar en un          colegio de los Padres Jesuitas, pero al morir su padre tuvo que          volverse a casa          para administrar los negocios. Sin embargo el destino que Dios          le tenía          preparado no era el de negociante y como no poseía las          suficientes cualidades          para ese oficio, sus negocios fueron decayendo poco a poco. Era          como una          llamada que Dios le hacía para que se dedicara a otra labor          donde sí iba a          conseguir la santidad.
Alonso se          casó con una mujer muy buena y          piadosa y tuvieron un hijo. Pero luego cuando iba a nacer el          segundo niño, la          esposa murió, dejándolo viudo y con un hijito muy pequeño. En          seguida murió          también su madre y los negocios empezaron a quebrar. Esta serie          de infortunios          hizo pensar a Alonso si no sería que Dios quería de él otro modo          de vivir.          Hasta entonces había sido un honrado comerciante, pero le          faltaba todavía ser          un creyente fervoroso y heroico
Vendió          entonces los pocos bienes que le          quedaban y se fue con su hijito a vivir junto a dos hermanas          suyas que eran          extraordinariamente piadosas, las cuales le enseñaron el arte de          rezar bien, y          de hacer meditación y oración mental. Las enseñanzas de estas          dos sencillas          mujeres le fueron de inmensa importancia para su vida. Alonso          meditaba dos          horas diarias por la mañana, y por la tarde rezaba el rosario          pensando en los          misterios. Pronto empezó a descubrir la imperfección de su vida          pasada,          viéndola a la luz de las enseñanzas de Jesucristo. En un momento          de meditación          alcanzó a contemplar un poco los goces que nos esperan en el          cielo, y en esos          días hizo una confesión general de toda su vida y empezó una          existencia          totalmente dedicada a la oración, a la mortificación, a la          meditación y a obras          de caridad a favor de los pobres.
Luego murió          su único hijo. Alonso sintió          una agonía de muerte, pero en seguida Nuestro Señor le iluminó          con la lectura          de una página del Libro de la Sabiduría en la S. Biblia          (Capítulo 4) que dice          que a muchos jóvenes se los lleva Dios a la otra vida para          evitarles terribles          peligros que les podían llegar en esta vida contra su santidad y          su salvación.          Con esto Alonso se consoló inmensamente porque comprendía que su          hijito tan          amado, al morir tan joven se había librado de muchos peligros de          ofender a          Dios. Y esa muerte tan dolorosa lo movió a renunciar a todo e          irse de          religioso.
Alonso pidió          a los padres jesuitas que          lo aceptaran en su comunidad, pero nadie quería recibirlo porque          tenía ya casi          40 años, no había hecho estudios y además era viudo. No se          acostumbraba recibir          gente de esa clase. Pero de pronto el superior sin saber por          qué, cambió de          parecer, y lo aceptó como hermano lego. Esa iba a ser la          profesión que lo iba a          llevar a la santidad.
Los          superiores lo enviaron a la isla de          Mallorca como portero del colegio de los jesuitas de Montesión.          Allí en ese          cargo se ganará la gloria del cielo atendiendo durante 45 años          con la más          exquisita bondad a toda clase de huéspedes y transeúntes.
Ser portero          en un gran colegio no es          tarea fácil, y menos lo era en aquellos tiempos en los que no          había ni teléfono,          ni otros medios de fácil comunicación de que disponemos hoy en          día. Y los que          lo conocieron y trataron dejaron constancia de que jamás alguien          recibió del          hermano Alonso un trato hosco o maleducado o frío, sino que por          el contrario,          todos se sentían tratados como si fueran grandes personajes.          Allí llegaban          montones de alumnos (con su algarabía juvenil), padres de          familia, proveedores          del colegio, religiosos viajeros que venían a pedir hospedaje          por unos días,          visitantes, médicos, obispos, militares, empleados del gobierno,          vendedores y          multitud de pordioseros y cada cual se sentía tratado por el          hermano Alonso con          una amabilidad que no estaban acostumbrados a recibir en otras          partes.
Alonso          Rodríguez se propuso ver a Jesús          en cada visitante que llegaba, y tratar muy bien a Jesús que          llegaba disfrazado          de prójimo. Cuando alguien le preguntaba por qué no era más duro          y áspero con          ciertos tipos inoportunos, le respondía: "Es que a Jesús que se          disfraza          de prójimo, nunca lo podemos tratar con aspereza o mala          educación". Seguramente          que Nuestro Señor al llegar al cielo le habrá repetido aquello          que en el          Evangelio prometió que dirá a quienes tratan bien a los demás:          "Ven siervo          bueno y fiel. Entra en el gozo de tu Señor, porque cuando me          disfracé de          huésped me tratase sumamente bien. El buen trato que les diste a          los demás, aún          a los más humildes, lo recibo como si me lo hubieras dado a Mí          en persona"          (Mt. 25, 40).
Sus          compañeros jesuitas dejaron escrita          esta observación verdaderamente admirable: "Declaramos que jamás          vimos en          el hermano Alonso Rodríguez un comportamiento que no fuera el de          un verdadero          santo". Algo admirable en verdad.
De entre          tantísimos amigos que Alonso          trató en su oficio de portero en los 45 años en Montesión, el          más santo e          importante de todos fue San Pedro Claver. Este gran apóstol          vivió tres años con          Alonso en aquella casa, y una noche el fervoroso portero oyó en          visión que le          decían: "Pedro Claver está destinado a hacer un gran bien en          Sudamérica". Desde entonces el santo portero se propuso animar a          Pedro a          que viajara como misionero a América, y lo logró. Pedro Claver          bautizó a más de          300,000 negros en Cartagena, y nunca pudo olvidar los buenísimos          consejos que          le dio su fiel amigo Alonso, en Mallorca.
San Pablo          decía que para que no se          llenara de orgullo Dios le permitió ataques terribles en su          carne. Y así le sucedió          también al buen Alonso. De vez en cuando le llegaban sequedades          tan espantosas          en la oración que para él, rezar era un verdadero tormento. Todo          lo que fuera          piedad le producía repulsión. Pero así y con esas sequedades          seguía rezando.          Rezaba todo el día, viajando de un sitio a otro de la casa          llevando razones y          mensajes, o atendiendo en su portería a todo el que llegaba.          Alonso rezaba          siempre.
Un día          cuando sus tentaciones impuras se          le habían vuelto casi enloquecedoras, al pasar por frente a una          imagen de la          Sma. Virgen le gritó en latín: "Sancta Maria, Mater Dei, memento          mei"          (Santa María Madre de Dios, acuérdate de mí) e inmediatamente          sintió que las          tentaciones desaparecían. Desde entonces se convenció de que la          Santísima          Virgen tiene gran poder para alejar a los espíritus impuros, y          se dedicó a          encomendase a Ella con mayor fervor. Le rezaba varios rosarios          cada día y en          honor de la Madre de Dios rezaba salmos diarios. Y la Virgen          María fue su gran          Protectora y defensora hasta la hora de su muerte y se le          apareció varias          veces, llenándolo de increíble felicidad.
En sus          dolorosas enfermedades se sentía          asistido por Jesús y María y decía que había días en que los          sentía tan          presentes junto a él como si hubiera vivido en Nazaret cuando          ellos los dos          estaban viviendo allá. Esto le producía intensas alegrías          espirituales.
Con          autorización de sus superiores fue          escribiendo todo lo que recordaba de sus experiencias          espirituales, y en esa su          autobiografía hay detalles que demuestran cómo este sencillo e          ignorante          porterito de un colegio llegó a altísimos grados en la vida          mística. Con razón          las gentes de toas las clases sociales iban al colegio a pedirle          sus consejos,          a consultarle sus dudas y a recibir consuelos para sus penas.
Cuando ya          era muy anciano y estaba          sumamente enfermo, un día el superior para ver qué tanta era su          obediencia le          dijo: "Le ordeno que se vaya de misionero a América del Sur".          Inmediatamente Alonso empacó sus pocas ropas y salió por la          portería, listo a          embarcarse en el primer barco que llegara. El superior tuvo que          mandarle otra          vez que se volviera a su puesto.
Otro día el          superior, que sufría de un          reumatismo sumamente doloroso le dijo: " Hermano Alonso, pídale          a Dios y a          la Virgen que me curen de este mal tan molesto". El santo estuvo          toda la          noche rezando, y no dejó de rezar pidiendo aquel favor, sino          cuando al amanecer          supo que el Padre Superior había amanecido totalmente curado.
El 29 de          octubre de 1617 sintiéndose          sumamente lleno de dolores y de angustias, al recibir la Sagrada          Comunión,          inmediatamente se llenó de paz y de alegría, y quedó como en          éxtasis. Dos días          estuvo casi sin sentido y el 31 de octubre despertó, besó con          toda emoción su          crucifijo y diciendo en alta voz: "Jesús, Jesús, Jesús" expiró.
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Fuente: Archidiócesis de            Madrid 
        Marcelo, Santo          Mártir, 30 de octubre   
              
 Mártir                |           
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Bienvenida  Bolani,            Santa          Virgen, 30 Octubre   
              
 Virgen              Etimológicamente significa "                  acogedora". Viene de la lengua latina.  |           
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Ángel de Acri, Beato          Sacerdote Capuchino, 30 Octubre   
              
 Etimológicamente significa "mensajero".                    Viene de la lengua griega.  |           
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Gerardo de Potenza, Santo          Obispo, 30 Octubre   
              
 En Potenza, ciudad de la Lucania, san                    Gerardo, obispo (1122).   |           
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Terencio Alberto O'Brien,            Beato Obispo, 30 Octubre   
              
 Nacido en Limerick, a los 21 años ingresó                    a la Orden Dominica, fue enviado a España donde recibe                    la orden sacerdotal.  |           
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Fuente: Vatican.va 
        Alejandro Zaryckyj,            Beato          Sacerdote y mártir, 30 de octubre   
              
 Sacerdote de la archieparquía de Lvov de                    los ucranios (1912-1963). Mártir  |           
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Fuente:            ar.geocities.com/misa_tridentina01 
        Dorotea de Montau, Beata Viuda,          Octubre 30   
              
 La célebre contemplativa Beata Dorotea                    Swartz de Montau, nació en Montau, el 6 de febrero del                    año 1347, murió en Marienwerder, el 25 junio de 1394.                    |           
Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com;          Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es ,          misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/ 
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