JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san            Lucas 10, 13-16
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo: 
          "¡Ay de ti, ciudad de Corozaín! ¡Ay de ti, ciudad de Betsaida!          Porque si          en las ciudades de Tiro y de Sidón se hubieran realizado los          prodigios que se          han hecho en ustedes, hace mucho tiempo que hubieran hecho          penitencia, vestidas          de luto y sentadas sobre ceniza. Por eso, el día del juicio será          menos severo          para Tiro y Sidón que para ustedes. Y tú, Cafarnaún, ¿crees que          serás elevada          hasta el cielo? No. Serás precipitada en el 
          abismo".
          Luego, Jesús dijo a sus discípulos: 
          "El que los escucha a ustedes, a mí me escucha; el que los          rechaza a          ustedes, a mí me rechaza; y el que me rechaza a mí, rechaza al          que me ha          enviado".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y          comunidad-comunión. Con Dios es          igual: las "palabras          de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario visitarse,          y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en          la Eucaristía,          que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer          la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d)          pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la          salvación del          mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación:          http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del              Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en              vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos            en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión)            con el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          "Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso".            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser felices            para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección            del amor, es            necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide            la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar            debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo,              come y bebe su propia              condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados            mortales? no            confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989),            no comulgar al            menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos            no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a            decidir, derechos            (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación            natural sin causa            grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por            iglesia, demorar en            bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón,            borrachera,            drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de            venganza, ver            pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado,            etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados            mortales objetivamente,            pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay            excusa.
† Misal
vie          26a. Ordinario año impar
      Antífona de Entrada
      Dios              nuestro y protector nuestro, un sólo día en tu casa es más              valioso para tus              elegidos,que mil días en cualquier otra parte.
Oración            Colecta
      Oremos:
            Enciende, Señor, nuestros corazones con el fuego de tu amor a            fin de que,            amándote en todo sobre todo, podamos obtener aquellos bienes            que no podemos            nosotros ni siquiera imaginar y has prometido tú a los que te            aman.
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén.
Primera            Lectura
      Hemos              pecado contra el Señor y no le hemos hecho caso
Lectura              del libro del profeta Baruc 1,            15-22
            
            "Reconocemos que el Señor, Nuestro Dios, es justo; y todos            nosotros, los            habitantes de Judea y de Jerusalén, nuestros reyes y            príncipes, nuestros            sacerdotes, profetas y padres, nos sentimos hoy llenos de            vergüenza porque            hemos pecado contra el Señor y no le hemos hecho caso; le            hemos desobedecido y            no hemos escuchado su voz ni hemos cumplido los mandamientos            que él nos dio.
            Desde el día en que el Señor sacó de Egipto a nuestros padres            hasta el día de            hoy, no hemos obedecido al Señor, nuestro Dios, y nos hemos            obstinado en no            escuchar su voz.
            Por eso han caído ahora sobre nosotros las desgracias y la            maldición que el            Señor anunció por medio de Moisés, su siervo, el día en que            sacó de Egipto a            nuestros padres para darnos una tierra que mana leche y miel.
            No hemos escuchado la voz del Señor, nuestro Dios, conforme a            las palabras de            los profetas que nos ha enviado; y todos nosotros, siguiendo            las inclinaciones            de nuestro perverso corazón, hemos adorado a dioses extraños y            hemos hecho lo            que el Señor, nuestro Dios, reprueba".
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
      Del              salmo 78
Sálvanos,              Señor, y perdona nuestros pecados.
Dios            mío, los paganos han invadido tu propiedad, han profanado tu            santo templo y han            convertido a Jerusalén en ruinas. 
            Sálvanos, Señor, y perdona nuestros pecados.
Han            echado los cadáveres de tus siervos a las aves de rapiña, y la            carne de tus            fieles a los animales feroces.
            Sálvanos, Señor, y perdona nuestros pecados.
Hemos            sido el escarnio de nuestros vecinos, la irrisión y la burla            de los que nos            rodean. ¿Hasta cuándo, Señor, vas a estar enojado y arderá            como fuego tu ira?
            Sálvanos, Señor, y perdona nuestros pecados.
No            recuerdes, Señor, contra nosotros las culpas de nuestros            padres. Que tu amor            venga pronto a socorrernos porque estamos totalmente abatidos.
            Sálvanos, Señor, y perdona nuestros pecados.
Para            que sepan quién eres, socórrenos, Dios y salvador nuestro.            Para que sepan quién            eres, sálvanos y perdona nuestros pecados.
            Sálvanos, Señor, y perdona nuestros pecados.
Aclamación            antes del Evangelio
      Aleluya, aleluya.
            Hagámosle caso al Señor, que nos dice: "No endurezcan su            corazón".
            Aleluya.
Evangelio
      El que me rechaza a mí,              rechaza al que me ha enviado
† Lectura del santo Evangelio              según san Lucas 10, 13-16
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo:            
            "¡Ay de ti, ciudad de Corozaín! ¡Ay de ti, ciudad de Betsaida!            Porque si            en las ciudades de Tiro y de Sidón se hubieran realizado los            prodigios que se            han hecho en ustedes, hace mucho tiempo que hubieran hecho            penitencia, vestidas            de luto y sentadas sobre ceniza. Por eso, el día del juicio            será menos severo            para Tiro y Sidón que para ustedes. Y tú, Cafarnaún, ¿crees            que serás elevada            hasta el cielo? No. Serás precipitada en el 
            abismo".
            Luego, Jesús dijo a sus discípulos: 
            "El que los escucha a ustedes, a mí me escucha; el que los            rechaza a            ustedes, a mí me rechaza; y el que me rechaza a mí, rechaza al            que me ha            enviado".
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración            sobre las Ofrendas
      Acepta, Señor, los dones que            te presentamos para esta Eucaristía a fin de que, a cambio de            ofrecerte lo que            tú nos has dado, podamos recibir de ti, tu misma vida.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Prefacio
      La alabanza, don de Dios
En verdad es justo y            necesario,es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre            y en todo lugar,            Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
            Pues, aunque no necesitas nuestra alabanza, es don tuyo el que            seamos            agradecidos; y aunque nuestras bendiciones no aumentan tu            gloria, nos            aprovechan para nuestra salvación, por Cristo, Señor nuestro.
            Por eso, 
            unidos a los ángeles, te aclamamos llenos de alegría:
Antífona de la Comunión
      Mi alma              espera al Señor con más ansia que los centinelas el              amanecer, porque con el              Señor viene la misericordia y la abundancia de su gracia.
Oración después de la comunión
      Oremos:
            Tú que nos has hecho partícipes de la vida de Cristo en este            sacramento,            transfórmanos, Señor, a imagen de tu Hijo, para que            participemos también de su            gloria en el cielo.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén
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Dia 4/10          San Francisco de Asís (religioso, blanco)
      Antífona          de Entrada
      Francisco,            el hombre de Dios, dejó su casa, abandonó su herencia y se            hizo pobre y            desvalido; pero el Señor se hizo cargo de él.
Oración Colecta
      Oremos:
          Dios nuestro, que otorgaste a san Francisco de Asís la gracia de          seguir          gozosamente a Cristo en una vida de pobreza y humildad, haz que,          a ejemplo          suyo, nuestra preocupación esencial en esta tierra sea la de          amar y seguir a tu          Hijo, Jesucristo, que vive y reina contigo...
          Amén.
Primera          Lectura
      Por            Cristo, el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo
Lectura            de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 6, 14-18
Hermanos:          No permita Dios que yo me gloríe en algo que no sea la cruz de          nuestro Señor          Jesucristo, por el cual el mundo está crucificado para mí y yo          para el mundo.          Porque en Cristo Jesús de nada vale el estar circuncidado o no,          sino el ser una          nueva criatura.
          Para todos los que vivan conforme a esta norma y también para el          verdadero          Israel, la paz y la misericordia de Dios. De ahora en adelante,          que nadie me          ponga más obstáculos, porque llevo en mi cuerpo la marca de los          sufrimientos          que he pasado por Cristo.
          Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con          ustedes. Amén.
          Palabra de Dios.
          Te alabamos, Señor.
Salmo          Responsorial
      Del salmo            15
Tú,            Señor, eres mi herencia.
Protégeme,          Dios mío, pues eres mi refugio. Yo siempre he dicho que tú eres          mi Señor. El          Señor es la parte que me ha tocado en herencia: mi vida está en          sus manos.
          Tú, Señor, eres mi herencia.
Bendeciré          al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye          internamente. Tengo          siempre presente al Señor y con él a mi lado jamás tropezaré.
          Tú, Señor, eres mi herencia.
Enséñame          el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de          alegría perpetua          junto a ti.
          Tú, Señor, eres mi herencia.
Aclamación          antes del Evangelio
      Aleluya,            aleluya.
          Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque          has revelado a          los misterios del Reino a la gente sencilla.
          Aleluya.
Evangelio
      Has            escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has            revelado a la            gente sencilla
† Lectura            del santo Evangelio según san Mateo 11, 25-30
Gloria a            ti, Señor.
En aquel          tiempo, Jesús exclamó:
          "¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque          has          escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has          revelado a la gente          sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien!
          El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al          Hijo sino el          Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el          Hijo se lo          quiera revelar.
          Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la          carga, y yo los          aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy          manso y humilde          de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave, y          mi carga          ligera".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración          sobre las Ofrendas
      Acepta,          Señor, nuestros dones y prepáranos a celebrar el memorial de la          pasión de tu          Hijo, que tan honda huella dejó en el alma y en el cuerpo de san          Francisco.
          Por Jesucristo, nuestro Señor.
          Amén.
Prefacio
      Acción de            los santos en la Iglesia
En verdad          es justo y necesario, nuestro deber y salvación, darte gracias          siempre y en          todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por          Cristo, Señor          nuestro.
          Porque con la vida de tus santos, enriqueces a tu Iglesia con          formas siempre          nuevas de admirable santidad, y nos das pruebas indudables de tu          amor por          nosotros; y también, porque su ejemplo nos impulsa y su          intercesión nos ayuda a          colaborar en el misterio de la salvación.
          Por eso,
          ahora nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles          y santos          diciendo:
Antífona          de la Comunión
      Bienaventurados            los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los            cielos.
Oración          después de la Comunión
      Oremos:
          Señor, que esta sagrada comunión nos haga amar profundamente a          Cristo y a los          hombres para que, a ejemplo de san Francisco de Asís, procuremos          sin cesar el          bien de nuestros hermanos.
        Por          Jesucristo, nuestro Señor.
          Amén
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† Meditación diaria
26ª semana. Viernes
PREPARAR EL ALMA
— Las ciudades que no          quisieron convertirse.
— Motivos de la          penitencia. Las mortificaciones pasivas.
— Las mortificaciones          voluntarias y las que nacen del cumplimiento acabado del propio          deber.
I. Jesús había pasado          muchas veces por las calles y plazas de las ciudades que rodean          el lago de          Genesaret, y fueron incontables los milagros y las bendiciones          que derramó          sobre sus habitantes; pero estos no se convirtieron, no supieron          acoger al          Mesías del que tanto habían oído hablar en la sinagoga. Por eso          el Señor se          queja con pena: ¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida!            Porque si en Tiro            y en Sidón se hubieran realizado los milagros que han sido            hechos en vosotras,            hace tiempo que hubieran hecho penitencia... Y tú, Cafarnaún,            ¿acaso serás            exaltada hasta el Cielo? Hasta el infierno serás abatida1.          Jesús          había sembrado a manos llenas y no fue mucho lo que recogió en          aquellos          lugares. Las señales se habían multiplicado una tras otra, pero          sus habitantes          no hicieron penitencia, y sin esa conversión del corazón,          acompañada de la          mortificación, la fe se oscurece y no se sabe descubrir a Cristo          que nos          visita. Tiro y Sidón tenían menos responsabilidad porque          recibieron menos          gracias.
Por eso, como dice el            Espíritu Santo: si hoy escucháis su voz, no endurezcáis            vuestros corazones...2. Dios habla a los          hombres de todos los tiempos. Cristo sigue pasando por nuestras          ciudades y          aldeas, y continúa derramando sus bendiciones sobre nosotros.          Saber escucharle          y cumplir su voluntad hoy y ahora es de capital          importancia para nuestra          vida. Nada es tan importante. En cada momento es necesario          escuchar con          prontitud y docilidad esas llamadas que Cristo hace al corazón          de cada uno,          pues "no es la bondad de Dios la culpable de que la fe no nazca          en todos los          hombres, sino la disposición insuficiente de los que reciben la          predicación de          la palabra"3. Esta resistencia a la gracia es llamada          frecuentemente          en la Sagrada Escritura dureza de corazón4.          El hombre suele          alegar a veces dificultades intelectuales o teóricas para          convertirse o dar un          paso adelante en su fe, pero con frecuencia se trata en realidad          de malas          disposiciones en la voluntad, que se niega a abandonar un mal          hábito o a luchar          decididamente contra un defecto que le impide una mayor          correspondencia a lo          que el Señor, que pasa a su lado, le está pidiendo.
La mortificación          prepara el alma para oír al Señor y dispone la voluntad para          seguirle: "si          queremos ir a Dios es necesario mortificar el alma con todas sus          potencias"5.          Con la mortificación, nuestro corazón se convierte en tierra          buena que espera          la semilla para dar fruto. Igual que hace el labrador, hemos de          arrancar y          quemar la cizaña, las malas hierbas que tienden de continuo a          crecer en el alma:          la pereza, el egoísmo, la envidia, la curiosidad... Por eso, la          Iglesia nos          invita siempre, pero nos lo recuerda de una manera particular en          este día de la          semana, el viernes, a que examinemos cómo va nuestro espíritu de          penitencia y          de mortificación, y nos mueve a ser más generosos, imitando a          Cristo en la          Cruz, que se ofreció por todos los hombres. Muy relacionada con          la          mortificación está la alegría, que nos es tan necesaria.
II. Quien ha adoptado          la firme resolución de llevar una vida cristiana, en su más          plena integridad,          necesita el ejercicio continuo de morir al hombre viejo con            sus obras6          que permanece en cada uno, es decir, al "conjunto de malas          inclinaciones que          hemos heredado de Adán, la triple concupiscencia que hemos de          reprimir y          refrenar con el ejercicio de la mortificación"7. Por          eso la          mortificación no es algo negativo; por el contrario, rejuvenece          el alma, la          dispone para entender y recibir los bienes divinos, y nos sirve          para reparar          por nuestros pecados pasados. Por eso pedimos frecuentemente al          Señor emendationem            vitae, spatium verae paenitentiae: un tiempo para hacer          penitencia y          enmendar la vida8. A través de la Comunión de los          Santos, prestamos          ayuda y damos vida a otros miembros de este Cuerpo Místico, que          es la Iglesia.
Encontramos          principalmente tres campos de nuestra diaria mortificación en          medio de nuestros          quehaceres. En primer lugar, en la aceptación amorosa y serena          de los          contratiempos que cada día nos llegan, aquellas cosas, muchas          veces pequeñas,          que nos son contrarias, que no son como nosotros desearíamos, o          que llegan de          modo inesperado o contrario a lo que habíamos previsto y que nos          exigen cambiar          de planes: una pequeña enfermedad que disminuye nuestra          capacidad en el trabajo          o en la vida de familia, los olvidos, el mal tiempo que          dificulta un viaje, el          exceso de tráfico..., el carácter difícil de una persona con la          que hemos de          realizar un trabajo común... Son aquellas cosas que no dependen          de nosotros,          pero que hemos de recibir como una oportunidad para amar a Dios,          recibiéndolas          con paz, sin permitir que nos quiten la alegría. Son pequeñeces,          "pero que si          no se asimilan por Amor van engendrando en el hombre una especie          de          nerviosismo, un ánimo desapacible y triste.
"La mayor parte de          nuestros enfados no provienen de grandes contratiempos, sino de          pequeñas          dificultades no asimiladas. El hombre que está al anochecer          preocupado,          entristecido, con mal humor, con mal genio, no es, de ordinario,          porque le          hayan sucedido reveses graves, sino porque ha ido acumulando una          serie de          contratiempos mínimos que no ha sabido incorporar a una vida de          amor, a una          vida de acercamiento a Dios"9. Ha perdido muchas          ocasiones de crecer          en las virtudes. Además, cuando se reciben estas contrariedades          pequeñas como          una oportunidad de acercarnos al Señor, como una ocasión de          bien, el alma se          dispone para aceptar situaciones más difíciles, como queridas, o          al menos          permitidas, por el Señor para unirnos más íntimamente a Él.
Cuando Dios viene al          mundo "para sanar y remediar todas nuestras rebeldías y miserias          espirituales          desde su raíz, destruye muchas cosas por inservibles, pero deja          intacto el          dolor. No lo suprime, le da un nuevo sentido. Él pudo escoger          mil senderos          distintos para alcanzar la Redención del género humano –que para          eso viene al          mundo–. Pero de hecho elige un camino: el de la Cruz. Y por esa          vereda lleva a          su propia Madre, María, y a José, y a los Apóstoles, y a todos          los hijos de          Dios.
"El Señor, que          permite el mal, sabe sacar bienes en beneficio de nuestras          almas"10.          No dejemos nosotros de convertirlo en motivo de amor, de          crecimiento interior.
III. Otro campo de          nuestras diarias mortificaciones es el cumplimiento del deber,          con el que nos          hemos de santificar. Ahí encontramos cada día la voluntad de          Dios para          nosotros; y hacerlo con perfección, con amor, requiere          sacrificio. Por eso, la          mortificación más grata al Señor "está en el orden, en la          puntualidad, en el          cuidado de los detalles, de la labor que realizamos; en el          cumplimiento fiel          del más pequeño deber de estado, aun cuando cueste sacrificio;          en hacer lo que          tenemos obligación de hacer, venciendo la tendencia a la          comodidad. No perseveramos          en el trabajo porque tenemos ganas, sino porque hay que hacerlo;          y entonces lo          hacemos con ganas y alegría"11. La madre de familia          encontrará mil          motivos diarios en su empeño por dar a la casa un tono amable y          acogedor, y el          estudiante podrá ofrecer el esfuerzo por llevar al día y con          competencia sus          asignaturas. El cansancio, consecuencia de haber trabajado a          fondo, estando          metidos de lleno en su ocupación, se convierte en una gratísima          ofrenda al          Señor que santifica. Pensemos hoy si somos personas que se          quejan con          frecuencia de su tarea, de aquella que precisamente nos ha de          acercar a Dios.
El tercer campo de          nuestras mortificaciones está, ordinariamente, en aquellas que          buscamos          voluntariamente con deseo de agradar al Señor y de disponernos          mejor para la          oración, para vencer las tentaciones, para ayudar a nuestros          amigos a acercarse          al Señor. Y entre estas, hemos de buscar aquellas que ayudan a          los demás en su          caminar diario. "Fomenta tu espíritu de mortificación en los          detalles de          caridad, con afán de hacer amable a todos el camino de santidad          en medio del          mundo: una sonrisa puede ser, a veces, la mejor muestra del          espíritu de penitencia"12.          El vencer, con el auxilio del Ángel Custodio, los estados de          ánimo, el          cansancio... será muy grato al Señor y una gran ayuda a quienes          están con          nosotros. "El espíritu de penitencia está principalmente en          aprovechar esas          abundantes pequeñeces –acciones, renuncias, sacrificios,          servicios...– que          encontramos cada día en el camino, convirtiéndolas en actos de          amor, de          contrición, en mortificaciones, y formar así un ramillete al          final del día: ¡un          hermoso ramo, que ofrecemos a Dios!"13.
1 Lc 10, 13-15.          — 2 Heb 3, 7-8. — 3 San Gregorio          Nacianceno, Oratio            catechetica magna, 31. — 4 Ex 4, 21; Rom          9, 18. — 5          Santo Cura de Ars, Sermón para el miércoles de ceniza. —          6 Col          3, 9. — 7 A. Tanquerey, Compendio de Teología            ascética y mística,          n. 323. — 8 Cfr. Misal Romano, Formula intentionis            Misae. — 9          A. G. Dorronsoro, Tiempo para creer, Rialp, Madrid 1976,          p. 142. — 10          J. Urteaga, Los defectos de los santos, pp. 222-223. — 11          San          Josemaría Escrivá, Carta 15-X-1948. — 12          ídem, Forja,          n. 149. — 13 Ibídem, n. 408.
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4 de octubre
SAN FRANCISCO DE          ASÍS*
Memoria
— La pobreza de San          Francisco. La pobreza en el cristiano corriente.
— Especial necesidad          de esta virtud en nuestros días. Manifestaciones y modo de          vivirla.
— Frutos de esta          virtud.
I. En un momento en          que eran grandes el brillo externo y el poder político y social          de muchos          eclesiásticos, el Señor llamó a San Francisco para que su vida          pobre fuera como          un fermento nuevo en aquella sociedad que, por su apegamiento a          los bienes          materiales, se alejaba más y más de Dios. Con él afirma Dante          «nace un sol al          mundo»1, un instrumento de          Dios para enseñar a todos que la esperanza ha de estar puesta          solo en Él.
Un día, orando en la          Iglesia de San Damián, oyó estas palabras: Ve y repara mi            casa en ruinas.          Tomando al pie de la letra esta locución divina, empleó sus          fuerzas en reparar          aquella ruinosa capilla, y después se dedicó a restaurar otros          templos. Pero          enseguida comprendió que la pobreza como expresión de su vida          entera habría de          ser un gran bien para la Iglesia; la llamaba Señora2, al modo como los          caballeros medievales llamaban a sus damas y los cristianos se          dirigen a la          Madre de Dios. La restauración de la Cristiandad habría de venir          por el          desprendimiento de los bienes materiales, pues la pobreza bien          vivida, según el          propio estado, permite poner nuestra esperanza en Dios y solo en          Él. Un día de          febrero de 1209, habiendo oído Francisco las palabras del          Evangelio: No            llevéis oro, ni plata, ni alforja... tuvo un gesto          clamoroso para mostrar          que nada es bueno si se prefiere a Dios, y se despojó de sus          vestidos y del          cinturón de cuero, tomó un basto sayal, se ciñó una soga y se          puso en camino,          confiado en la Providencia.
La pobreza es una          virtud cristiana que el Señor pide a todos religiosos,          sacerdotes, madres de          familia, abogados, estudiantes..., pero es evidente que los          cristianos en medio          del mundo han de vivirla de un modo bien distinto a San          Francisco y a los          religiosos que, por su propia vocación, han de dar un testimonio          en cierto modo          público y oficial de su consagración a Dios. Igual ocurre con          las demás          virtudes cristianas la templanza, la obediencia, la humildad, la          laboriosidad..., que, siendo virtudes que han de vivir todos            aquellos que            quieran seguir a Cristo, cada uno ha de aprender a          vivirlas según la propia          vocación a la que fue llamado.
La pobreza del          cristiano corriente se hace «a base de desprendimiento, de          confianza en Dios,          de sobriedad y disposición a compartir con otros»3. El fiel laico ha de          aprender como se aprende un camino, una ruta que se desea seguir          a armonizar «dos          aspectos que pueden a primera vista parecer contradictorios. Pobreza            real,          que se note y se toque hecha de cosas concretas, que sea una          profesión de fe en          Dios, una manifestación de que el corazón no se satisface con          las cosas          creadas, sino que aspira al Creador, que desea llenarse de amor          de Dios, y dar          luego a todos de ese mismo amor»4. A la vez, la          condición secular, el estar en medio del mundo, exige al          cristiano «ser uno            más entre sus hermanos los hombres, de cuya vida          participa, con quienes se          alegra, con los que colabora, amando el mundo y todas las cosas          buenas que hay          en el mundo, utilizando todas las cosas creadas para resolver          los problemas de          la vida humana, y para establecer el ambiente espiritual y          material que facilita          el desarrollo de las personas y de las comunidades»5.
¿Se plasma esta          virtud de la pobreza y desprendimiento en mi vida, en detalles          concretos,          reales? ¿La amo, la practico en mi propia condición? ¿Estoy          plenamente          convencido de que sin ella no podría seguir a Cristo? ¿Puedo          decir «soy de          verdad pobre de espíritu», por estar realmente desprendido de lo          que uso?,          ¿aunque posea bienes, de los que he de ser administrador que          rendirá cuentas a          Dios?
«Despégate de los          bienes del mundo. Ama y practica la pobreza de espíritu:          conténtate con lo que          basta para pasar la vida sobria y templadamente.
-Si no, nunca serás          apóstol»6.
II. El Señor hace          resonar en todos los tiempos sus palabras: no podéis servir            a Dios y a las            riquezas7. Es imposible          agradar a Dios, llevarle por todos los caminos de la tierra, si          al mismo tiempo          no estamos dispuestos a hacer renuncias a veces costosas en la          posesión y          disfrute de los bienes materiales. Particularmente importante en          nuestros días          resulta ese aviso del Señor, que a muchos puede parecer extraño,          cuando un          desmedido afán de comodidades alimenta a diario la codicia de          las gentes. Son          muchos los que aspiran a tener más, a gastar más, a conseguir el          mayor número de          placeres posibles, como si ese fuera el fin del hombre sobre la          tierra.
En la práctica, esa pobreza            real tiene muchas manifestaciones. En primer lugar, estar          desprendidos de          los bienes materiales, disfrutándolos como bondad creada de Dios          que son, pero sin          considerar necesarias para la salud, para el descanso... cosas          de las que se          puede prescindir con un poco de buena voluntad. «Hemos de          exigirnos en la vida          cotidiana, con el fin de no inventarnos falsos problemas,          necesidades          artificiosas, que en último término proceden del engreimiento,          del antojo, de          un espíritu comodón y perezoso. Debemos ir a Dios con paso          rápido, sin pesos          muertos ni impedimentos que dificulten la marcha»8. Esas necesidades            artificiosas pueden referirse a instrumentos de trabajo, a          artículos de          deporte, prendas de vestir, etc.
San Agustín          aconsejaba a los cristianos de su tiempo: «Buscad lo suficiente,          buscad lo que          basta. Lo demás es agobio, no alivio; apesadumbra, no levanta»9. ¡Qué bien conocía          el corazón humano! Porque la verdadera pobreza cristiana es          incompatible, no          solo con los bienes superfluos, sino también con la inquieta          solicitud de los          necesarios. Si se diera esa apetencia desordenada..., indicaría          que su vida          espiritual se está deslizando hacia la tibieza, hacia el          desamor.
La pobreza se          manifiesta en cumplir acabadamente el propio quehacer          profesional; en el          cuidado de los instrumentos de trabajo, sean nuestros o no, de          la ropa, del          propio hogar...; en evitar gastos desproporcionados, aunque los          pague la          empresa en la que trabajamos; en «no considerar de verdad- cosa          alguna como          propia»10; en escoger para          nosotros lo peor, si la elección pasa inadvertida11 (¡cuántas          oportunidades en la vida familiar!); en aceptar con paz y          alegría la escasez,          la falta incluso de lo necesario; en evitar gastos personales          motivados por el          capricho, la vanidad, el deseo de lujo, la poltronería; en ser          austeros con          nosotros mismos comida, bebida... y generosos siempre con los          demás.
Un día mandó San          Francisco erigir en la iglesia del convento una gran cruz para          sus frailes, y          al colocarla les dijo: «Este debe ser vuestro libro de          meditación». El Poverello          de Asís había comprendido bien dónde estaban las verdaderas          riquezas de la vida          y el carácter relativo de todo lo terreno. Hoy, cuando es tan          fuerte la presión          externa de un ambiente impregnado de materialismo, hemos de amar          los cristianos          esta virtud con particular empeño.
III. De la pobreza se          derivan muchos frutos. En primer lugar, el alma se dispone para          los bienes          sobrenaturales y el corazón se ensancha para ocuparse          sinceramente de los          demás. Pidamos hoy al Señor por intercesión de San Francisco la          gracia de          comprender con más hondura cómo la pobreza cristiana vivida          hasta sus últimas          consecuencias es un don que ya tiene su premio en esta vida. El          Señor da al          alma desprendida una especial alegría, incluso en medio de las          privaciones de          lo que parecía más necesario. «Muchos se sienten desgraciados,          precisamente por          tener demasiado de todo. –Los cristianos, si verdaderamente se          conducen como          hijos de Dios, pasarán incomodidad, calor, fatiga, frío... Pero          no les faltará          jamás la alegría, porque eso –¡todo!- lo dispone o lo permite          Él, que es la          fuente de la verdadera felicidad»12.
La pobreza verdadera          nos permita disponer de nosotros mismos para entregarnos a          Cristo, forma          suprema de libertad que nos abre sin reservas ni restricciones a          la amorosa          Voluntad de Dios, como nos enseña el mismo Cristo. Para amarla –querer            ser            pobres, cuando todo parece inducir a querer ser ricos13– es necesario comprender          bien que la pobreza como virtud –como toda virtud– es algo bueno          y positivo          para el hombre: le pone en condiciones de vivir según el querer          divino,          utilizando los bienes materiales para ganar el Cielo y ayudar a          que el mundo          sea más justo, más humano.
La virtud de la          pobreza es consecuencia de la vida de la fe. En la Sagrada          Escritura, la          pobreza expresa la condición de quien se ha puesto,          absolutamente, en manos de          Dios, dejando en Él las riendas de la propia vida, sin buscar          otra seguridad.          Se trata de la rectitud de espíritu de quien no quiere depender          de los bienes          de la tierra, aunque se posean. Es el firme propósito de no          tener más que un          solo Señor, porque nadie puede servir a dos señores14. Cuando a quien se          sirve es a la riqueza, al dinero, a los bienes terrenos sean          cuales fueren,          estos se convierten en un ídolo. Es esa idolatría de la que San          Pablo advertía          a los primeros cristianos que ni siquiera debía de nombrarse          entre ellos.
Muchos cristianos se          ven hoy tentados por esa idolatría moderna del consumo, que les          hace olvidar la          inmensa riqueza del amor a Dios, que es lo único que puede          llenar su corazón.          En esta sociedad en la que tanto abunda el afán por las          riquezas, por la          comodidad, por un desmedido bienestar, nuestra vida sobria y          desprendida          servirá de fermento para llevarla a Dios, como hizo San          Francisco en su tiempo.
Al terminar nuestra          oración, pedimos al Santo de Asís, con palabras del Papa Juan          Pablo II, que          sepamos ser levadura en medio del mundo. Así pedía el Pontífice          su intercesión          ante la tumba donde reposan los restos de San Francisco: «Tú,          que acercaste          tanto a Cristo a tu época, ayúdanos a acercar a Cristo a la          nuestra, a nuestros          tiempos difíciles y críticos. ¡Ayúdanos! Estos tiempos esperan          con grandísima          ansia, por más que muchos hombres de nuestra época no se den          cuenta. Nos          acercamos al año 2000 después de Cristo. ¿No serán tiempos que          nos preparen a          un renacimiento de Cristo, a un nuevo Adviento?»15. La Virgen Nuestra          Señora nos enseñará, con una vida sobria y desprendida, a ser          protagonistas de          este nuevo renacer.
1 Dante Alighieri, La            divina comedia, Paraíso, XI, 5, 54. — 2 Cfr. San Francisco          de Asís, Testamento de Siena, 4, en Escritos,            biografía, documentos            de la época, BAC, Madrid 1985, p. 125. — 3 C. para la Doctrina          de la Fe, Instr. Sobre la libertad cristiana y la liberación,          22-III-1986, 66. — 4 Conversaciones              con Monseñor Escrivá de Balaguer, n. 110. — 5 Ibídem. — 6 San Josemaría          Escrivá, Camino, n. 631. — 7 Lc 16, 13. — 8 San Josemaría          Escrivá, Amigos de Dios, 125. — 9 San Agustín, Sermón            85, 6. — 10 Cfr.            San Josemaría Escrivá, Forja, n. 524. — 11 Cfr. ídem, Camino,          n. 635. — 12 ídem, Surco,          n. 82. — 13 Conferencia          Episcopal Española, Instr. Past. La verdad os hará libres,          20-XI-1990,          n. 18. — 14 Cfr.            Mt 6, 24. — 15 Juan Pablo II, Homilía            en Asís, 5-XI-1978.
* San Francisco nació          en Asís (Italia), en el seno de una familia acomodada, en 1182.          Vivió y predicó          infatigablemente la pobreza y el amor de Dios a todos los          hombres. Fundó la          Orden religiosa de los Franciscanos; con Santa Clara, las Damas          Pobres          (Clarisas); y la Tercera Orden, para seglares. Murió el año 1226.
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
San            Francisco de Asís
Oh,          Señor, haz de mí un instrumento de Tu Paz .
          Donde hay odio, que lleve yo el Amor.
          Donde haya ofensa, que lleve yo el Perdón.
          Donde haya discordia, que lleve yo la Unión.
          Donde haya duda, que lleve yo la Fe.
          Donde haya error, que lleve yo la Verdad.
          Donde haya desesperación, que lleve yo la Alegría.
          Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz.
          Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto ser consolado, sino          consolar;
          Ser comprendido, sino comprender;
          Ser amado, como amar.
          Porque es dando, que se recibe;
          Perdonando, que se es perdonado;
          Muriendo, que se resucita a la Vida Eterna.
          Amén. su Vida 
FRANCISCO Y CLARA EN                ESPANOL LATINO
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San                Francisco y el Hermano León Rezaron Maitines sin …
Irapuato: San Francisco y  el          Hermano León Rezaron Maitines sin Breviario … Recreación de las          Florecillas          de San Francisco, producida en PaxVox de Paxtv          canal 17          UHF Lima-Perú. Texto 
De cómo                San Francisco hizo dar vueltas al Hermano Maseo
Irapuato: De          cómo San Francisco hizo          dar vueltas al Hermano Maseo … Recreacion de las Florecillas de San Francisco,          producida en PaxVox de Paxtv canal 17 UHF Lima-Perú. Texto 
Dicen          que a San Francisco lo declaró santo el pueblo, antes de que el          Sumo Pontífice          le concediera ese honor, y que si se hace una votación entre los          cristianos          (aún entre los protestantes) todos están de acuerdo en declarar          que es un          verdadero santo. Todos, aun los no católicos, lo quieren y lo          estiman. 
Nació          en Asís (Italia) en 1182. Su madre se llamaba Pica y fue          sumamente estimada por          él durante toda su vida. Su padre era Pedro Bernardone, un          hombre muy 
admirador          y amigo de Francia, por          la cual le puso el nombre de Francisco, que significa: "el          pequeño francesito".          Cuando joven a Francisco lo que le agradaba era asistir a          fiestas, paseos y          reuniones con mucha música. Su padre tenía uno de los mejores          almacenes de ropa          en la ciudad, y al muchacho le sobraba el dinero. Los negocios y          el estudio no          le llamaban la atención. Pero tenía la cualidad de no negar un          favor o una          ayuda a un pobre siempre que pudiera hacerlo. Tenía veinte años          cuando hubo una          guerra entre Asís y la ciudad de Perugia. Francisco salió a          combatir por su          ciudad, y cayó prisionero de los enemigos. La prisión duró un          año, tiempo que          él aprovechó para meditar y pensar seriamente en la vida. Al          salir de la          prisión se incorporó otra vez en el ejército de su ciudad, y se          fue a combatir          a los enemigos. Se compró una armadura sumamente elegante y el          mejor caballo          que encontró. Pero por el camino se le presentó un pobre militar          que no tenía          con qué comprar armadura ni caballería, y Francisco, conmovido,          le regaló todo          su lujoso equipo militar. Esa noche en sueños sintió que le          presentaban en          cambio de lo que él había obsequiado, unas armaduras mejores          para enfrentarse a          los enemigos del espíritu. 
Francisco          no llegó al campo de          batalla porque se enfermó y en plena enfermedad oyó que una voz          del cielo le          decía: "¿Por qué dedicarse a servir a los jornaleros, en vez de          consagrarse a servir al Jefe Supremo de todos?". Entonces se          volvió a su          ciudad, pero ya no a divertirse y parrandear sino a meditar en          serio acerca de          su futuro. La gente al verlo tan silencioso y meditabundo          comentaba que Francisco          probablemente estaba enamorado. Él comentaba: "Sí, estoy          enamorado y es de          la novia más fiel y más pura y santificadora que existe". Los          demás no          sabían de quién se trataba, pero él sí sabía muy bien que se          estaba enamorando          de la pobreza, o sea de una manera de vivir que fuera lo más          parecida posible          al modo totalmente pobre como vivió Jesús. Y se fue convenciendo          de que debía          vender todos sus bienes y darlos a los pobres. Paseando un día          por el campo          encontró a un leproso lleno de llagas y sintió un gran asco          hacia él. Pero          sintió también una inspiración divina que le decía que si no          obramos contra          nuestros instintos nunca seremos santos. Entonces se acercó al          leproso, y          venciendo la espantosa repugnancia que sentía, le besó las          llagas. Desde que          hizo ese acto heroico logró conseguir de Dios una gran fuerza          para dominar sus          instintos y poder sacrificarse siempre a favor de los demás.          Desde aquel día          empezó a visitar a los enfermos en los hospitales y a los          pobres. Y les          regalaba cuanto llevaba consigo. 
Un          día, rezando ante un crucifijo en la iglesia de San Damián, le          pareció oír que          Cristo le decía tres veces: "Francisco, tienes que reparar mi          casa, porque          está en ruinas". Él creyó que Jesús le mandaba arreglar las          paredes de la          iglesia de San Damián, que estaban muy deterioradas, y se fue a          su casa y          vendió su caballo y una buena cantidad de telas del almacén de          su padre y le          trajo dinero al Padre Capellán de San Damián, pidiéndole que lo          dejara quedarse          allí ayudándole a reparar esa construcción que estaba en ruinas.          El sacerdote          le dijo que le aceptaba el quedarse allí, pero que el dinero no          se lo aceptaba          (le tenía temor a la dura reacción que iba a tener su padre,          Pedro Bernardone)          Francisco dejó el dinero en una ventana, y al saber que su padre          enfurecido venía          a castigarlo, se escondió prudentemente. Pedro Bernardone          demandó a su hijo          Francisco ante el obispo declarando que lo desheredaba y que          tenía que          devolverle el dinero conseguido con las telas que había vendido.          El prelado devolvió          el dinero al airado papá, y Francisco, despojándose de su          camisa, de su saco y          de su manto, los entregó a su padre diciéndole: "Hasta ahora he          sido el          hijo de Pedro Bernardone. De hoy en adelante podré decir:          Padrenuestro que          estás en los cielos". El Sr. Obispo le regaló el vestido de uno          de sus          trabajadores del campo: una sencilla túnica, de tela ordinaria,          amarrada en la          cintura con un cordón. Francisco trazó una cruz con tiza, sobre          su nueva          túnica, y con ésta vestirá y pasará el resto de su vida. Ese          será el hábito de          sus religiosos después: el vestido de un campesino pobre, de un          sencillo          obrero. 
Se          fué por los campos orando y cantando. Unos guerrilleros lo          encontraron y le          dijeron: "¿Usted quién es? – Él respondió: - Yo soy el heraldo o          mensajero          del gran Rey". Los otros no entendieron qué les quería decir con          esto y en          cambio de su respuesta le dieron una paliza. Él siguió lo mismo          de contento,          cantando y rezando a Dios. Después volvió a Asís a dedicarse a          levantar y          reconstruir la iglesita de San Damián. Y para ello empezó a          recorrer las calles          pidiendo limosna. La gente que antes lo había visto rico y          elegante y ahora lo          encontraba pidiendo limosna y vestido tan pobremente, se burlaba          de él. Pero          consiguió con qué reconstruir el pequeño templo. La Porciúncula.          Este nombre es          queridísimo para los franciscanos de todo el mundo, porque en la          capilla          llamada así fue donde Fracisco empezó su comunidad. Porciúncula          significa          "pequeño terreno". Era una finquita chiquita con una capillita          en          ruinas. Estaba a 4 kilómetros de Asís. Los padres Benedictinos          le dieron          permiso de irse a vivir allá, y a nuestro santo le agradaba el          sitio por lo          pacífico y solitario y porque la capilla estaba dedicada a la          Sma. Virgen 
En          la misa de la fiesta del apóstol San Matías, el cielo le mostró          lo que esperaba          de él. Y fue por medio del evangelio de ese día, que es el          programa que Cristo          dio a sus apóstoles cuando los envió a predicar. Dice así:          "Vayan a          proclamar que el Reino de los cielos está cerca. No lleven          dinero ni sandalias,          ni doble vestido para cambiarse. Gratis han recibido, den          también          gratuitamente". Francisco tomó esto a la letra y se propuso          dedicarse al          apostolado, pero en medio de la pobreza más estricta. Cuenta San          Buenaventura          que se encontró con el santo un hombre a quien un cáncer le          había desfigurado          horriblemente la cara. El otro intentó arrodillarse a sus pies,          pero Francisco          se lo impidió y le dio un beso en la cara, y el enfermo quedó          instantáneamente          curado. Y la gente decía: "No se sabe qué admirar más, si el          beso o el milagro".          
El          primero que se le unió en su vida de apostolado fue Bernardo de          Quintavalle, un          rico comerciante de Asís, el cual invitaba con frecuencia a          Francisco a su casa          y por la noche se hacía el dormido y veía que el santo se          levantaba y empleaba          muchas horas dedicado a la oración repitiendo: "mi Dios y mi          todo".          Le pidió que lo admitiera como su discípulo, vendió todos sus          bienes y los dio          a los pobres y se fue a acompañarlo a la Porciúncula. El segundo          compañero fue          Pedro de Cattaneo, canónigo de la catedral de Asís. El tercero,          fue Fray Gil,          célebre por su sencillez. Cuando ya Francisco tenía 12          compañeros se fueron a          Roma a pedirle al Papa que aprobara su comunidad. Viajaron a          pie, cantando y          rezando, llenos de felicidad, y viviendo de las limosnas que la          gente les daba.          En Roma no querían aprobar esta comunidad porque les parecía          demasiado rígida          en cuanto a pobreza, pero al fin un cardenal dijo: "No les          podemos          prohibir que vivan como lo mandó Cristo en el evangelio".          Recibieron la          aprobación, y se volvieron a Asís a vivir en pobreza, en          oración, en santa          alegría y gran fraternidad, junto a la iglesia de la          Porciúncula. Dicen que          Inocencio III vio en sueños que la Iglesia de Roma estaba a          punto de derrumbarse          y que aparecían dos hombres a ponerle el hombro e impedir que se          derrumbara. El          uno era San Francisco, fundador de los franciscanos, y el otro,          Santo Domingo,          fundador de los dominicos. Desde entonces el Papa se propuso          aprobar estas          comunidades. 
A          Francisco lo atacaban a veces terribles tentaciones impuras.          Para vencer las          pasiones de su cuerpo, tuvo alguna vez que revolcarse entre          espinas. Él podía          repetir lo del santo antiguo: "trato duramente a mi cuerpo,          porque él          trata muy duramente a mi alma". 
Clara,          una joven muy santa de Asís, se entusiasmó por esa vida de          pobreza, oración y          santa alegría que llevaban los seguidores de Francisco, y          abandonando su          familia huyó a hacerse moja según su sabia dirección. Con santa          Clara fundó él          las Damas Pobres o Clarisas, que tienen hoy conventos en todo el          mundo. 
Francisco          tenía la rara cualidad de hacerse querer de los animales. Las          golondrinas le          seguían en bandadas y formaban una cruz, por encima de donde él          predicaba.          Cuando estaba solo en el monte una mirla venía a despertarlo con          su canto          cuando era la hora de la oración de la medianoche. Pero si el          santo estaba          enfermo, el animalillo no lo despertaba. Un conejito lo siguió          por algún          tiempo, con gran cariño. Dicen que un lobo feroz le obedeció          cuando el santo le          pidió que dejara de atacar a la gente. 
Francisco          se retiró por 40 días al Monte Alvernia a meditar, y tanto pensó          en las heridas          de Cristo, que a él también se le formaron las mismas heridas en          las manos, en          los pies y en el costado. Los seguidores de San Francisco          llegaron a ser tan          numerosos, que en el año 1219, en una reunión general llamado          "El Capítulo          de las esteras", se reunieron en Asís más de cinco mil          franciscanos. Al          santo le emocionaba mucho ver que en todas partes aparecían          vocaciones y que de          las más diversas regiones le pedían que les enviara sus          discípulos tan          fervorosos a que predicaran. Él les insistía en que amaran          muchísimo a          Jesucristo y a la Santa Iglesia Católica, y que vivieran con el          mayor          desprendimiento posible hacia los bienes materiales, y no se          cansaba de          recomendarles que cumplieran lo más exactamente posible todo lo          que manda el          santo evangelio. 
Francisco          recorría campos y pueblos invitando a la gente a amar más a          Jesucristo, y          repetía siempre: "El Amor no es amado". Las gentes le escuchaban          con          especial cariño y se admiraban de lo mucho que sus palabras          influían en los          corazones para entusiasmarlos por Cristo y su religión. 
Dispuso          ir a Egipto a evangelizar al sultán y a los mahometanos. Pero ni          el jefe          musulmán ni sus fanáticos seguidores quisieron aceptar sus          mensajes. Entonces          se fue a Tierra Santa a visitar en devota peregrinación los          Santos Lugares          donde Jesús nació, vivió y murió: Belén, Nazaret, Jerusalén,          etc. En recuerdo          de esta piadosa visita suya los franciscanos están encargados          desde hace siglos          de custodiar los Santos Lugares de Tierra Santa. Por no cuidarse          bien de las          clientísimas arenas del desierto de Egipto se enfermó de los          ojos y cuando          murió estaba casi completamente ciego. Un sufrimiento más que el          Señor le          permitía para que ganara más premios para el cielo. 
San          Francisco, que era un verdadero poeta y le encantaba recorrer          los campos          cantando bellas canciones, compuso un himno a las criaturas, en          el cual alaba a          Dios por el sol, y la luna, la tierra y las estrellas, el fuego          y el viento, el          agua y la vegetación. "Alabado sea mi Señor por el hermano sol y          la madre          tierra, y por los que saben perdonar", etc. Le agradaba mucho          cantarlo y          hacerlo aprender a los demás y poco antes de morir hizo que sus          amigos lo          cantaran en su presencia. Su saludo era "Paz y bien". 
Cuando          sólo tenía 44 años sintió que le llegaba la hora de partir a la          eternidad.          Dejaba fundada la comunidad de Franciscanos, y la de hermanas          Clarisas. Con          esto contribuyó enormemente a enfervorizar la Iglesia Católica y          a extender la religión          de Cristo por todos los países del mundo. Los seguidores de San          Francisco          (Franciscanos, Capuchinos, Clarisas, etc.) son el grupo          religioso más numeroso          que existe en la Iglesia Católica. El 3 de octubre de 1226,          acostado en el duro          suelo, cubierto con un hábito que le habían prestado de limosna,          y pidiendo a          sus seguidores que se amen siempre como Cristo los ha amado,          murió como había          vivido: lleno de alegría, de paz y de amor a Dios. 
Cuando          apenas habían transcurrido dos años después de su muerte, el          Sumo Pontífice lo          declaró santo y en todos los países de la tierra se venera y se          admira a este          hombre sencillo y bueno que pasó por el mundo enseñando a amar          la naturaleza y          a vivir desprendido de los bienes materiales y enamorados de          nuestra buen Dios.          Fue él quien popularizó la costumbre de hacer pesebres para          Navidad.
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Fuente:          ar.geocities.com/misa_tridentina04 
          Petronio de Bolonia, Santo Obispo, 4 de octubre   
              
 Octubre 4 
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Aurea            (u Oriana) de París, Santa Abadesa, 4 de octubre   
              
 Abadesa Etimológicamente                  significa " encantadora, de oro". Viene de la lengua                  griega.  |           
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Fuente:          Sanantoniocolegio.com 
          Alfredo Pellicer Muñoz, Beato Mártir, 4 Octubre   
              
 Nació en                  Bellreguart, provincia Valencia, el 10 de abril de 1914,                  y lo bautizaron el día 14, imponiéndole el nombre de                  Jaime. Aprendió las primeras letras en las escuelas                  nacionales de su pueblo, hasta que, a los once años,                  ingresó en el Seminario menor franciscano de Benissa                  (Alicante), donde cursó los estudios del bachillerato.  |           
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Fuente:          Fratefrancesco.org 
          Tomás de Celano, Beato Compañero y biógrafo de San          Francisco de Asís, 4          Octubre   
              
 Fray Tomás, hijo                  de los condes de Marsi o de Celano Berardo y Margarita                  Gualtieri, nació por el año 1190. Recibió una excelente                  formación humanista con el estudio de las letras                  clásicas, de la Escritura y de los Padre de la Iglesia.                  En 1215, sintiéndose llamado por el Señor, profesó en                  manos de Francisco la Regla de los Hermanos Menores,                  aprobada oralmente por Inocencio III seis años antes. En                  su primera Vida del santo recuerda su experiencia:                  "Loado sea el buen Dios, que tuvo a bien, por su sola                  benignidad, acordarse de mí y de otros muchos: y es que,                  una vez que entró en España, se enfrentó con él, y, para                  evitar que continuara adelante, le mandó una enfermedad                  que le hizo retroceder en su camino. Volvióse a la                  iglesia de Santa María de la Porciúncula, y al poco                  tiempo se le unieron, muy gozosos, algunos letrados y                  algunos nobles..." (1Cel 56-57).  |           
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Fuente:          Redentoristas.org 
          Francisco Xavier Seelos, Beato Redentorista, misionero en          Estados          Unidos, 4 Octubre   
              
 Francisco Xavier                  Seelos nace el 11 de enero de 1819 en Füssen, en la                  católica región de Baviera (Alemania). Es bautizado el                  mismo día en la iglesia parroquial de san Mang. El deseo                  de ser sacerdote es muy temprano en él, admirado por las                  cosas del Evangelio. En 1842, tras concluir sus estudios                  de filosofía entra en el seminario diocesano.  |           
Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com;          Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es ,          misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/ 
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