JMJ
Pax
†            Lectura del santo Evangelio        según san            Lucas (11,          1-4) 
Gloria              a ti, Señor.
Un          día, Jesús estaba orando y cuando terminó, uno de sus          discípulos le dijo: "Señor, enséñanos          a orar, como Juan enseñó          a sus discípulos" .
Entonces          Jesús les dijo: "Cuando oren, digan:          Padre, santificado          sea tu nombre, venga tu          Reino, danos hoy nuestro pan de          cada día y perdona nuestras ofensas,          puesto que también nosotros          perdonamos a todo aquel          que nos ofende, y no nos dejes          caer en tentación".
Palabra            del Señor.
Gloria              a ti, Señor Jesús.
Suplicamos tu            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus          intenciones de          Misa! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y          comunidad-comunión. Con Dios es          igual: las "palabras          de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario visitarse,          y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en          la Eucaristía,          que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer          la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d)          pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la          salvación del          mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación:          http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del              Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en              vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos            en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión)            con el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          ¿Qué            pensaríamos de un cónyuge que le dice a su pareja: "Te amo,            pero no quiero            verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama            realmente? Estamos en            el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la            santidad, la            perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es            posible, diaria,            como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en            la tierra (Canon            904). Antes de            comulgar debemos confesar todos los pecados mortales:            "quien come y bebe sin              discernir el Cuerpo,              come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm            14,23). ¿Otros            pecados mortales? no confesarse con el            Sacerdote al menos una vez al            año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos),            promover el aborto            (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación            artificial),            planificación natural sin causa grave, deseo o actividad            sexual fuera del matrimonio            por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón,            borrachera, drogas, comer            a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver            pornografía, robo            importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados            mortales objetivamente,            pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay            excusa.
† Misal
Bendito              sea el Señor
Miércoles.              Feria de la 27a. semana del Tiempo Ordinario
Señor              Dios, tú eres mi auxilio
 
Antífona          de Entrada
Señor          Dios, tú eres mi auxilio y el único apoyo de mi          vida; te ofreceré          de corazón un sacrificio y te          daré gracias, Señor, porque eres          bueno.
Oración          Colecta 
Oremos: Míranos,            Señor, con amor            y multiplica en nosotros            los dones de tu gracia            para que, llenos de fe,            esperanza y caridad, permanezcamos            siempre fieles en            el cumplimiento de tus mandatos.
Por            nuestro Señor Jesucristo… 
Amén.
  
Primera            Lectura Lectura de la carta del            apóstol san            Pablo a los gálatas (2,          1-2. 7-14) 
Queridos          hermanos: Después de catorce años volví de          nuevo a          Jerusalén con Bernabé y también          con Tito. Regresé porque          Dios me lo había revelado.          Ahí, en una reunión privada          con los dirigentes, les expuse          el Evangelio que predico a los          paganos. Hice esto para que          mis trabajos pasados y presentes          no resultaran inútiles.
Todos          reconocieron que yo había recibido la misión          de predicar          el Evangelio a los paganos,          como Pedro había recibido          la de predicarlo a los judíos.          Porque aquel que le dio poder          a Pedro para ejercer el apostolado          entre los judíos, me lo dio          a mí para ejercerlo entre los          paganos.
Así          pues, Santiago, Pedro y Juan, que eran          considerados como          las columnas de la Iglesia, reconocieron          la gracia que Dios          me había dado y nos dieron          la mano a Bernabé y a          mí, en señal de perfecta unión          y para expresar su acuerdo          de que nosotros nos dirigiéramos          a los paganos y          ellos a los judíos. Lo único que          nos pidieron fue que nos preocupáramos          por los pobres, cosa          que he procurado cumplir con          solicitud.
Más          tarde, cuando Pedro fue a Antioquía, yo me le          enfrenté, porque          era digno de reprensión.
En          efecto, antes de que llegaran algunos judíos enviados          por Santiago,          Pedro solía comer con los          paganos convertidos; pero después          empezó a apartarse de          ellos por temor a los judíos recién          llegados. Los demás judíos          convertidos imitaron su          ejemplo, tanto que hasta el          mismo Bernabé se dejó arrastrar          por aquella conducta contradictoria.
Entonces,          cuando vi que Pedro no procedía          rectamente, conforme          a la verdad del Evangelio,          le dije delante de todos:          "Si tú, que eres judío, vives          como un pagano y no como          un judío, ¿por qué quieres          ahora obligar a los paganos          convertidos a que vivan          como judíos?" Palabra            de Dios.
Te              alabamos, Señor.
  
Salmo              Responsorial Salmo            116 
Bendito              sea el Señor.
Que            alaben al Señor todas las naciones, que lo aclamen            todos los            pueblos.
Bendito              sea el Señor.
Porque            grande es su amor hacia nosotros y su            fidelidad dura            por siempre.
Bendito              sea el Señor.
  
Aclamación          antes del Evangelio 
Aleluya,            aleluya.
Hemos          recibido un espíritu de hijos, que nos hace          exclamar: ¡Padre! Aleluya.
  
Evangelio  
†            Lectura del santo Evangelio        según san            Lucas (11,          1-4) 
Gloria              a ti, Señor.
Un          día, Jesús estaba orando y cuando terminó, uno de sus          discípulos le dijo: "Señor, enséñanos          a orar, como Juan enseñó          a sus discípulos" .
Entonces          Jesús les dijo: "Cuando oren, digan:          Padre, santificado          sea tu nombre, venga tu          Reino, danos hoy nuestro pan de          cada día y perdona nuestras ofensas,          puesto que también nosotros          perdonamos a todo aquel          que nos ofende, y no nos dejes          caer en tentación".
Palabra            del Señor.
Gloria              a ti, Señor Jesús.
  
Oración          sobre las Ofrendas 
Dios            nuestro, que con la muerte de tu Hijo            llevaste a            término y perfección los sacrificios            de la antigua alianza, acepta            y bendice estos dones, como            aceptaste y bendijiste los de            Abel, para que lo que cada uno            te ofrece, sea de provecho para            la salvación de todos.
Por            Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio            Común I 
Restauración            universal en Cristo 
El          Señor esté con ustedes.
Y              con tu espíritu.
Levantemos          el corazón.
Lo              tenemos levantado hacia el Señor.
Demos          gracias al Señor, nuestro Dios.
Es              justo y necesario.
En          verdad es justo y necesario, es nuestro deber y          salvación darte          gracias siempre y en todo lugar,          Señor, Padre santo, Dios todopoderoso          y eterno, por Cristo          nuestro Señor.
A          quien hiciste fundamento de todo y de cuya plenitud          quisiste que          participáramos todos.
El          cual, siendo Dios, se anonadó a sí mismo, y por          su sangre          derramada en la cruz, puso          en paz todas las cosas.
Y          así, constituido Señor del universo, es fuente de          salvación eterna          para cuantos creen en él.
Por          eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los          coros celestiales,          cantamos sin cesar el          himno de tu gloria: Santo,              Santo, Santo… 
Antífona          de la Comunión 
Para          perpetuar su amor, el Señor nos ha dejado el          memorial de sus          prodigios, y ha dado a sus          amigos el signo de un banquete          que les recuerde para siempre          su alianza.
Oración después          de la Comunión 
Oremos: Señor,            tú que nos has concedido            participar en esta            Eucaristía, míranos con bondad            y ayúdanos a vencer nuestra            fragilidad humana para poder            vivir como hijos tuyos.
Por            Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
 
† Meditación          diaria
27ª semana. Miércoles
PADRE NUESTRO
— La oración del Señor.
— Filiación divina y          oración.
— Oración y fraternidad.
I. Los discípulos veían          muchas veces cómo Jesús se          retiraba a solas y permanecía largo tiempo en oración; en          ocasiones, noches          enteras. Por eso, un día –leemos en el Evangelio de la Misa1–,          al          terminar el Maestro su oración, se dirigieron a Él y le dijeron          con toda          sencillez: Señor, enséñanos a orar.
De labios de Jesús          aprendieron entonces aquella          plegaria –el Padrenuestro– que millones de bocas, en          todos los idiomas,          habrían de repetir tantas veces a lo largo de los siglos. Son          unas pocas          peticiones –que el Señor enseñaría también en otras ocasiones, y          quizá por eso          difieren los textos de San Lucas y de San Mateo2– y          un modo          completamente nuevo de dirigirse a Dios. Hay en estas peticiones          "una sencillez          tal, que hasta un niño las aprende, y a la vez una profundidad          tan grande, que          se puede consumir una vida entera en meditar el sentido de cada          una de ellas"3.
La primera palabra que,          por expresa indicación del          Señor, pronunciamos es Abba, Padre. Los primeros          cristianos quisieron          conservar, sin traducirla, la misma palabra aramea que utilizó          Jesús: Abba,          y es muy probable que así pasara a la liturgia más primitiva y          antigua de la          Iglesia4. Este primer vocablo ya nos sitúa en el          clima de confianza          y de filiación en el que nos debemos dirigir siempre a Dios. El          Señor omitió          otras palabras –enseña el Catecismo Romano– "que podían          causarnos al mismo          tiempo temor, y solo empleó aquella que inspira amor y confianza          en los que          oran y piden alguna cosa; porque ¿qué cosa hay más agradable que          el nombre del          padre, que indica ternura y amor?"5. Esta palabra –Abba–          utilizada por Jesús es la misma con la que los niños hebreos se          dirigen          familiar y cariñosamente a sus padres de la tierra. Y fue este          el término          elegido por Jesús como el más adecuado para invocar al Creador          del Universo: Abba!,            ¡Padre!
El mismo Dios que          trasciende absolutamente todo lo          creado está muy próximo a nosotros, es un Padre estrechamente          ligado a la          existencia de sus hijos, débiles y con frecuencia ingratos, pero          a quienes          quiere tener con Él por toda la eternidad. Hemos nacido para el          Cielo. "A las          demás criaturas –enseña Santo Tomás de Aquino– les dio como          donecillos; a          nosotros, la herencia. Esto, por ser hijos; al ser hijos,          también herederos. No            habéis recibido un espíritu de esclavitud, para caer de nuevo            en el temor, sino            un espíritu de hijos, que nos hace gritar Abba! ¡Padre! (Ef          3, 15)"6.
Cuando rezamos el          Padrenuestro, y muchas veces a lo          largo del día, podemos saborear esta palabra llena de misterio y          de dulzura, Abba,            Padre, Padre mío... Y esta oración influirá de una manera          decisiva a lo          largo del día, pues "cuando llamamos a Dios Padre nuestro          tenemos que          acordarnos de que hemos de comportarnos como hijos de Dios"7.
II. Mientras muchos buscan          a Dios como en medio de la          niebla, a tientas, los cristianos sabemos, de modo muy          particular, que Él es          nuestro Padre y que vela por nosotros. "La expresión          "Dios-Padre" no había sido          revelada nunca a nadie. Moisés mismo, cuando le preguntó a Dios          quién era,          escuchó como respuesta otro nombre. Pero a nosotros este nombre          nos ha sido          revelado por el hijo"8. Cada vez que acudimos a Él,          nos dice: Hijo            mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo9.          Ninguna          de nuestras necesidades, de nuestras tristezas, le deja          indiferente. Si          tropezamos, Él está atento para sostenernos o levantarnos. "Todo          cuanto nos          viene de parte de Dios y que al pronto nos parece próspero o          adverso, nos es          enviado por un Padre lleno de ternura y por el más sabio de los          médicos, con          miras a nuestro propio bien"10.
La vida, bajo el influjo          de la filiación divina,          adquiere un sentido nuevo; no es ya un enigma oscuro que          descifrar, sino una          tarea que llevar a cabo en la casa del Padre, que es la Creación          entera: Hijo            mío, nos dice a cada uno, ve a trabajar a mi viña11.          Entonces          la vida no produce temores, y la muerte se ve con paz, pues es          el encuentro          definitivo con Él. Si nos sentimos en todo momento así, hijos,          seremos personas          de oración; con esa piedad que dispone a "tener una voluntad          pronta para          entregarse a lo que pertenece al servicio de Dios"12.          Y nuestra vida          servirá para tributar a Dios gloria y alabanza, porque el trato          de un hijo con          su padre está lleno de respeto, de veneración y, a la vez, de          reconocimiento y          amor. "La piedad que nace de la filiación divina es una actitud          profunda del          alma, que acaba por informar en todos los pensamientos, en todos          los deseos, en          todos los afectos"13. Lo llena todo.
El Señor, a lo largo de          toda su vida terrena, nos          enseña a tratar a nuestro Padre Dios. En Jesús se da ese trato y          afecto filial          hacia su Padre en grado sumo. El Evangelio nos muestra cómo, en          diversas          ocasiones, se retira lejos de la multitud para unirse en oración          con su Padre14,          y de Él aprendemos la necesidad de dedicar algunos ratos          exclusivamente a Dios,          en medio de las tareas del día. En momentos especiales ora por          Sí mismo; es una          oración de filial abandono en la voluntad de su Padre Dios, como          en Getsemaní15          y en la Cruz16. En otras ocasiones ora confiadamente          por los demás,          especialmente por los Apóstoles y por sus futuros discípulos17,          por          nosotros. Nos dice de muchas maneras que este trato filial y          confiado con Dios          nos es necesario para resistir la tentación18, para          obtener los          bienes necesarios19 y para la perseverancia final20.
Esta conversación filial          ha de ser personal, en el            secreto de la casa21; discreta22;          humilde, como la          del publicano23; constante y sin desánimo, como la          del amigo          importuno o la de la viuda rechazada por el juez24;          debe estar          penetrada de confianza en la bondad divina25, pues es          un Padre          conocedor de las necesidades de sus hijos, y les da no solo los          bienes del alma          sino también lo necesario para la vida material26.          "Padre mío          –¡trátale así, con confianza!–, que estás en los Cielos, mírame          con compasivo          Amor, y haz que te corresponda.
"—Derrite y enciende mi          corazón de bronce, quema y          purifica mi carne inmortificada, llena mi entendimiento de luces          sobrenaturales, haz que mi lengua sea pregonera del Amor y de la          Gloria de          Cristo"27. Padre mío..., enséñanos y enséñame          a tratarte con          confianza filial.
III. La oración es          personal, pero de ella participan          nuestros hermanos. El recogimiento y la soledad interior no son          obstáculo para          que, de algún modo, los demás hombres estén presentes mientras          oramos. El Señor          nos enseñó a decir Padre nuestro, porque compartimos la          dignidad de          hijos con todos nuestros hermanos.
Padre nuestro. Y el          Señor ya nos había dicho28 que si en el momento de          orar nos          acordáramos de que uno de nuestros hermanos tenía alguna queja          contra nosotros,          debíamos primero hacer las paces con él. Entonces aceptaría          nuestra ofrenda.
Tenemos derecho a llamar          Padre a Dios si tratamos a          los demás como hermanos, especialmente a aquellos con quienes          nos unen lazos          más estrechos, con los que más nos relacionamos, con los más          necesitados...,          con todos. Porque si alguno dice: amo a Dios, pero aborrece            a su hermano,          escribe San Juan, miente. Pues el que no ama a su hermano, a            quien ve, no es            posible que ame a Dios, a quien no ve29. "No          podéis llamar Padre          nuestro al Dios de toda bondad –señala San Juan Crisóstomo–, si          conserváis un          corazón duro y poco humano, pues, en tal caso, ya no tenéis en          vosotros la          marca de bondad del Padre celestial"30.
Cuando decimos a Dios: Padre            nuestro no le          presentamos solamente nuestra pobre oración, sino también la          adoración de toda          la tierra. Por la Comunión de los Santos sube ante Dios          una oración          permanente en nombre de la humanidad. Oramos por todos los          hombres, por los que          nunca supieron orar, o ya no saben, o no quieren hacerlo.          Prestamos nuestra voz          a quienes ignoran o han olvidado que tienen un Padre          todopoderoso en los Cielos.          Damos gracias por aquellos que se olvidan de darlas. Pedimos por          los          necesitados que no saben que tienen tan cerca la fuente de las          gracias. En          nuestra oración vamos cargados con las inmensas necesidades del          mundo entero.          En nuestro recogimiento interior, mientras nos dirigimos a          nuestro Padre Dios,          nos sentimos como delegados de todos los que padecen necesidad,          especialmente          de aquellos que Dios puso a nuestro lado o a nuestro cuidado.
También nos será de gran          consuelo considerar que cada          uno de nosotros participa de la oración de todos los hermanos.          En el Cielo          tendremos la alegría de conocer a todos aquellos que          intercedieron por          nosotros, y también la cantidad incontable de cristianos que          ocupaban nuestro          lugar cuando nos olvidábamos de hacerlo, y que de este modo nos          han obtenido          gracias que no hemos pedido. ¡Cuántas deudas por saldar!
La oración del cristiano,          aunque es personal, nunca es          aislada. Decimos Padre nuestro, e inmediatamente esta          invocación crece y          se amplifica en la Comunión de los Santos. Nuestra          oración se funde con          la de todos los justos: con la de aquella madre de familia que          pide por su          hijito enfermo, con la de aquel estudiante que reclama un poco          de ayuda para su          examen, con la de aquella chica que desea ayudar a su amiga para          que haga una          buena Confesión, con la de aquel que ofrece su trabajo, con la          del que ofrece          precisamente su falta de trabajo.
En la Santa Misa, el          sacerdote reza con los fieles las          palabras del Padrenuestro. Y consideramos que, con las          diferencias          horarias de los distintos países, se está celebrando          continuamente la Santa          Misa y la Iglesia recita sin cesar esta oración por sus hijos y          por todos los          hombres. La tierra se presenta así como un gran altar de          alabanza continua a          nuestro Padre Dios por su Hijo Jesucristo, en el Espíritu Santo.
1 Lc 11, 1-4. — 2          Cfr. Mt 6, 9 ss.          — 3 Juan Pablo II, Audiencia            general          14-III-1979. — 4 Cfr. W. Marchel,          Abba! Père.            La prière du Christ et des chrétiens, Roma 1963, pp,          188-189. — 5 Catecismo Romano,          IV, 9, n. 1. — 6 Santo            Tomás, Sobre el Padrenuestro, en Escritos de          Catequesis, p. 126.          — 7 San Cipriano, Tratado            de la oración del            Señor, 11. — 8 Tertuliano,          Tratado sobre            la oración, 3. — 9 Lc 15, 31. — 10          Casiano,          Colaciones, 7, 28. — 11 Mt 20, 1. — 12          Santo Tomás, Suma Teológica,          2-2, q. 8, a. 1, c. — 13          San Josemaría Escrivá, Amigos de            Dios, 146. — 14          Mt 14, 23; Lc 6, 12. — 15 Cfr. Mc          14, 35-36. — 16          Cfr. Mc 15, 34; Lc 23, 34-36. — 17 Cfr.          Lc 22, 32; Jn          17. — 18 Cfr. Mt 26, 41. — 19 Cfr. Jn          4, 10; 6, 27.          — 20 Cfr. Lc 21, 36. — 21 Mt 6,          5-6. — 22          Cfr. Mt 6, 7-8. — 23 Cfr. Lc 18, 9-14. —          24 Cfr. Lc          11, 5-8; 18, 1-8. — 25 Cfr. Mc 11, 23. — 26          Cfr. Mt          7, 7-11; Lc 11, 9-13. — 27 San            Josemaría            Escrivá, Forja, n. 3. — 28 Cfr. Mt          5, 23. — 29          1 Jn 4, 20. — 30 San Juan            Crisóstomo, Homilía            sobre la puerta estrecha.
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
Pelagia            (+ 468), penitente
La          antigüedad cristiana se alimentó con el encanto de estas dos          historias que de          algún modo llevan al corazón cristiano la añoranza de la          inocencia perdida y          animan a la vuelta. Es un consuelo encontrar en la tierra los          rastros de          quienes, habiendo sido presa del desarreglo, de la mala vida que          por algún tiempo          juzgaron como buena, del desorden y la lejanía de Dios, pues,          mira... resulta          que han sido gente que se salva. Sí, son una gran luz en la          oscuridad que          alienta la esperanza de los que somos más, de los pecadores.          Estas actitudes          están personificadas en Pelagia y Tais.
Pelagia.
Se          la presenta como una de las más insignes pecadoras del mundo,          allá por la          segunda mitad del siglo V. En Antioquía -este era el escenario          de sus danzas          sensuales y altaneras- se la llamaba "Margarita" que es la          traducción          de "gema", quizá porque, en ocasiones, lo único que cubría las          carnes          de la extrahermosa eran collares de perlas.
Tuvo,          en el marco de la Providencia, la suerte de toparse, en el año          453, con Nono,          anacoreta de Tabenas, sacado de allí para hacerlo obispo de          Edesa y trasladado          a Heliópolis de Siria, que por el momento participaba en un          concilio provincial          convocado por Máximo. Bastó oírlo para que Dios la moviera a          sincera          conversión, pidiera el bautismo y cambiara sus danzas, sus          máscaras y abalorios          por la penitencia. Termina el relato de su historia diciendo que          murió          penitente en Jerusalén, en el Monte de los Olivos, en el año          468, disimulando          con un máscara su condición de mujer, habiéndose hecho llamar          Pelagio.
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Felix            de Como, Santo          Obispo, 8 de octubre   
              
 Obispo Etimológicamente significa "feliz". Viene                  de la lengua latina.  |           
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Hugo            de Génova, Santo          Religioso, Octubre 8   
              
 Religioso Martirologio Romano: En Génova, de la                      provincia de Liguria, san Hugo, religioso, que,                      después de haber luchado largo tiempo en Tierra                      Santa, fue designado para regir la Encomienda de la                      Orden de San Juan de Jerusalén en esta ciudad, y se                      distinguió por su bondad y su caridad hacia los                      pobres (c. 1233).  |           
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Fuente:          Martirologio Romano 
          Otros Santos y Beatos Completando el santoral de éste          día, Octubre 8            
              
 Santa Reparada, virgen y mártir  |           
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Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com;          Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es ,          misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/ 
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