JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san            Lucas 12, 49-53
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus          discípulos: 
          "He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cómo desearía que ya          estuviera          ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y cómo me angustio          mientras llega!          ¿Piensan que he venido a traer paz a la tierra? Pues les digo          que no, sino más          bien división. 
          De aquí en adelante, una familia de cinco estará dividida: tres          contra dos y          dos contra tres; el padre contra el hijo y el hijo contra el          padre; la madre          contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la          nuera y la nuera          contra la suegra".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús. 
Suplicamos tu            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus          intenciones de          Misa! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y          comunidad-comunión. Con Dios es          igual: las "palabras          de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario visitarse,          y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en          la Eucaristía,          que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer          la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d)          pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la          salvación del          mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación:          http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del              Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en              vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos            en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión)            con el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          ¿Qué            pensaríamos de un cónyuge que le dice a su pareja: "Te amo,            pero no quiero            verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama            realmente? Estamos en            el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la            santidad, la            perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es            posible, diaria,            como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en            la tierra (Canon            904). Antes de            comulgar debemos confesar todos los pecados mortales:            "quien come y bebe sin              discernir el Cuerpo,              come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm            14,23). ¿Otros            pecados mortales? no confesarse con el            Sacerdote al menos una vez al            año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos),            promover el aborto            (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación            artificial),            planificación natural sin causa grave, deseo o actividad            sexual fuera del matrimonio            por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón,            borrachera, drogas, comer            a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver            pornografía, robo            importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados            mortales objetivamente,            pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay            excusa.
† Misal
jue          29a. Ordinario año Par
      Antífona de Entrada
      Pueblos              todos, aplaudan; aclamen al Señor con gritos de júbilo.
Oración            Colecta
      Oremos:
            Padre de bondad, que por medio de tu gracia nos has hecho            hijos de la luz;            concédenos vivir fuera de las tinieblas del error y permanecer            siempre en el            esplendor de la verdad. 
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén.
Primera            Lectura
      Que              arraigados y cimentados en el amor, queden ustedes colmados              con la plenitud              misma de Dios
Lectura              de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 3, 14-21
Hermanos: Me arrodillo ante            el Padre, de quien procede toda familia en el cielo y en la            tierra, para que,            conforme a los tesoros de su bondad, los fortalezca con la            fuerza de su            Espíritu, de modo que crezcan interiormente. Que Cristo habite            por la fe en sus            corazones; que vivan arraigados y cimentados en el amor. Así            podrán comprender,            con todo el pueblo de Dios, cuál es la anchura, la longitud,            la altura y la            profundidad del amor de Cristo, y experimentar ese amor que            sobrepasa todo            conocimiento humano; así quedarán colmados con la plenitud            misma de Dios.
            A Dios, que tiene poder sobre todas las cosas y que, en virtud            de la fuerza con            que actúa en nosotros, es capaz de hacer mucho más de lo que            pedimos o            entendemos, a él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús por            todas las edades            y por todos los siglos. Amén.
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
      Sal 32,              1-2.4-5.11-12.18-19
Aclamen,              justos, al Señor.
Alégrense,            justos, en el Señor, que la alabanza es propia de los buenos.            Den gracias al            Señor con el arpa, toquen para él la lira de diez cuerdas.
            Aclamen, justos, al Señor.
La            palabra del Señor es sincera, todas sus acciones son leales;            él ama la justicia            y el derecho, el amor del Señor llena la tierra.
            Aclamen, justos, al Señor.
Pero el            plan del Señor se mantiene por siempre, los proyectos de su            mente, por todas            las generaciones. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el            pueblo que se            eligió como herencia.
            Aclamen, justos, al Señor.
El            Señor se fija en quienes lo respetan, en lo que esperan en su            misericordia,            para librarnos de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.
            Aclamen, justos, al Señor.
Aclamación            antes del Evangelio
      Aleluya, aleluya.
            Todo lo considero una pérdida y lo tengo por basura, para            ganar a Cristo y            vivir unido a él.
            Aleluya.
Evangelio
      No he venido a traer la paz,              sino la división
† Lectura del santo              Evangelio según san Lucas 12, 49-53
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo            a sus discípulos: 
            "He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cómo desearía que ya            estuviera            ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y cómo me angustio            mientras llega!            ¿Piensan que he venido a traer paz a la tierra? Pues les digo            que no, sino más            bien división. 
            De aquí en adelante, una familia de cinco estará dividida:            tres contra dos y            dos contra tres; el padre contra el hijo y el hijo contra el            padre; la madre            contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la            nuera y la nuera            contra la suegra".
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús. 
Oración            sobre las Ofrendas
      Concédenos, Señor,            participar dignamente en esta Eucaristía, por medio de la cual            tú te dignas            hacernos partícipes de los frutos de la redención. 
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Prefacio            
      Nuestra misma acción de              gracias es un don de Dios
En verdad es justo y            necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre            y en todo lugar,            Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
            Pues aunque no necesitas nuestra alabanza, ni nuestras            bendiciones te            enriquecen, tú inspiras y haces tuya nuestra acción de            gracias, para que nos            sirva de salvación, por Cristo, Señor nuestro.
            A quien alaban los ángeles y los arcángeles, proclamando sin            cesar:
Antífona de la Comunión
      Para mí              lo bueno es estar junto a Dios, hacer del Señor mi refugio.
Oración después de la Comunión
      Oremos:
            Ahora que hemos recibido el don sagrado de tu sacramento,            humildemente te            pedimos, Señor, que el memorial que tu hijo nos mandó celebrar            aumente la            caridad en todos nosotros.
          Por            Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén
Dia          23/10 San Juan de          Capistrano (presbítero, blanco)
      Antífona          de Entrada
      Estos son los hombres santos, amigos de            Dios, insignes predicadores del            Evangelio.
Oración          Colecta
      Oremos:
          Señor y Dios nuestro, tú que concediste a los pueblos infieles          salir de las          tinieblas a la luz de la verdad mediante la predicación de san          Juan de          Capistrano; concédenos, por su intercesión, permanecer firmes en          la fe y constantes          en la esperanza evangélica que él anunció.
          Por nuestro Señor Jesucristo...
          Amén.
Primera          Lectura
      Dios nos confirió el ministerio de la            reconciliación
Lectura de la segunda carta del apóstol            san Pablo a los Corintios 5,            14-20
Hermanos: El amor de Cristo nos apremia, al          pensar que si uno murió por          todos, todos murieron. Cristo murió por todos para que los que          viven ya no          vivan para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por          ellos.
          Por eso nosotros ya no juzgamos a nadie con criterios humanos.          Si alguna vez          hemos juzgado a Cristo con tales criterios, ahora ya no lo          hacemos. El que vive          según Cristo es una criatura nueva; para él todo lo viejo ha          pasado; ya todo es          nuevo.
          Todo esto proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por medio          de Cristo y          que nos confirió el ministerio de la reconciliación. Porque,          efectivamente, en          Cristo, Dios reconcilió al mundo consigo y renunció a tomar en          cuenta los          pecados de los hombres, y a nosotros nos confió el mensaje de la          reconciliación. Por eso, nosotros somos embajadores de Cristo, y          por nuestro          medio, es Dios mismo el que los exhorta a ustedes. En nombre de          Cristo les          pedimos que se reconcilien con Dios.
          Palabra de Dios.
          Te alabamos, Señor.
Salmo          Responsorial
      Del salmo 15
Tú, Señor, eres mi herencia.
Protégeme, Dios mío, pues eres mi refugio.          Yo siempre he dicho que tú          eres mi Señor. El Señor es la parte que me ha tocado en          herencia: mi vida está          en sus manos.
          Tú, Señor, eres mi herencia.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta          de noche me instruye          internamente. Tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado          jamás          tropezaré.
          Tú, Señor, eres mi herencia.
Enséñame el camino de la vida, sáciame de          gozo en tu presencia y de          alegría perpetua junto a ti.
          Tú, Señor, eres mi herencia.
Aclamación          antes del          Evangelio
      Aleluya, aleluya.
          Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; el que me sigue tendrá          la luz de la          vida.
          Aleluya.
Evangelio
      Te seguiré a dondequiera que vayas.
† Lectura del santo Evangelio según san            Lucas 9, 57-62
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, mientras iban de camino          Jesús y sus discípulos, alguien          le dijo:
          "Te seguiré a dondequiera que vayas".
          Jesús le respondió:
          "Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros, nidos; pero el          Hijo del          hombre no tiene en donde reclinar la cabeza".
          A otro, Jesús le dijo:
          "Sígueme".
          Pero él le respondió:
          "Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre".
          Jesús le replicó:
          "Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú ve y anuncia          el Reino de          Dios".
          Otro le dijo:
          "Te seguiré, Señor; pero déjame primero despedirme de mi          familia".
          Jesús le contestó:
          "El que empuña el arado y mira hacia atrás no sirve para el          Reino de          Dios".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración          sobre las Ofrendas
      Acepta Señor todopoderoso, el sacrificio que          vamos a ofrecerte en honor          de san Juan de Capistrano, y a cuantos celebramos los misterios          de la pasión de          tu Hijo, concédenos imitarlo.
          Por Jesucristo, nuestro Señor.
          Amén.
Prefacio
      Los santos pastores siguen presentes en la            Iglesia
En verdad es justo y necesario, es nuestro          deber y salvación, darte          gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios          todopoderoso y          eterno, por Cristo, Señor nuestro.
          Porque permites que tu Iglesia se alegre hoy con la festividad          de Juan          Capistrano, para animarnos con el ejemplo de su vida,          instruirnos con su          palabra y protegernos con su intercesión.
          Por eso,
          con los ángeles y los santos, te cantamos el himno de alabanza          diciendo sin          cesar:
Antífona          de la Comunión
      Yo mismo apacentaré mis ovejas, dice el            Señor; yo les buscaré un lugar            para su descanso.
Oración          después de la          Comunión
      Oremos:
          Por la gracia de este sacramento, confirma, Señor, a tus hijos          en la verdad de          la fe, para que den testimonio de ella con las palabras y las          obras, a ejemplo de          san Juan Capistrano, que consagró su vida a propagarla.
        Por          Jesucristo,          nuestro Señor.
          Amén
† Meditación          diaria
29ª          semana. Jueves
¡FUEGO            HE VENIDO A TRAER A LA TIERRA!
— El          afán divino de Jesús por todas las almas.
— El          apostolado en medio del mundo se ha de propagar como un incendio          de paz.
— La          Santa Misa y el apostolado.
I. El          Señor manifiesta a sus discípulos, como Amigo verdadero, sus          sentimientos más          íntimos. Así, les habla del celo apostólico que le consume, de          su amor por          todas las almas: Fuego he venido a traer a la tierra, y ¿qué            quiero sino que            ya arda? Y les muestra su impaciencia divina por que se          consuma en el          Calvario su entrega al Padre por los hombres: Tengo que ser            bautizado con un            bautismo ¡y cómo me siento urgido hasta que se lleve a cabo!1.          En la Cruz tuvo lugar la plenitud del amor de Dios por todos,          pues nadie            tiene amor más grande que el de dar uno la vida por sus amigos2.          De esta predilección participamos quienes le seguimos.
San          Agustín, comentando este pasaje del Evangelio de la Misa,          enseña: "los hombres          que creyeron en Él comenzaron a arder, recibieron la llama de la          caridad. Es la          razón por la que el Espíritu Santo se apareció en esa forma          cuando fue enviado          sobre los Apóstoles: Se les aparecieron lenguas como de            fuego, que se            posaron, repartidas, sobre cada uno de ellos (Hech          2, 3). Inflamados          con este fuego, comenzaron a ir por el mundo y a inflamar a su          vez y a prender          fuego a los enemigos de su entorno. ¿A qué enemigos? A los que          abandonaron a          Dios que los había creado y adoraban las imágenes que ellos          habían hecho (...).          La fe que hay en ellos se encuentra como ahogada por la paja.          Les conviene          arder en ese fuego santo, para que, una vez consumida la paja,          resplandezca esa          realidad preciosa redimida por Cristo"3. Somos          nosotros quienes          hemos de ir ahora por el mundo con ese fuego de amor y de paz          que encienda a          otros en el amor a Dios y purifique sus corazones.
Iremos          a la Universidad, a las fábricas, a las tareas públicas, al          propio hogar... "Si          en una ciudad se prendiese fuego en distintos lugares, aunque          fuese un fuego          modesto y pequeño, pero que resistiese todos los embates, en          poco tiempo la          ciudad quedaría incendiada.
"Si en          una ciudad, en los puntos más dispares, se encendiese el fuego          que Jesús ha          traído a la tierra y este fuego resistiese al hielo del mundo,          por la buena          voluntad de los habitantes, en poco tiempo tendríamos la ciudad          incendiada de          amor de Dios.
"El          fuego que Jesús ha traído a la tierra es Él mismo, es la          Caridad: ese amor que          no solo une el alma a Dios, sino a las almas entre sí (...). Y          en cada ciudad          estas almas pueden surgir en las familias: padre y madre, hijo y          padre, madre y          suegra; pueden encontrarse también en las parroquias, en las          asociaciones, en          las sociedades humanas, en las escuelas, en las oficinas, en          cualquier parte          (...). Cada pequeña célula encendida por Dios en cualquier punto          de la tierra          se propagará necesariamente. Luego, la Providencia distribuirá          estas llamas,          estas almas-llamas, donde crea oportuno, a fin de que en          muchos lugares          el mundo sea restaurado al calor del amor de Dios y vuelva a          tener esperanza"4.
II. El          apostolado en medio del mundo se propaga como un incendio. Cada          cristiano que          viva su fe se convierte en un punto de ignición en medio          de los suyos,          en el lugar de trabajo, entre sus amigos y conocidos... Pero esa          capacidad solo          es posible cuando se cumple en nosotros el consejo de San Pablo          a los          cristianos de Filipos: Tened entre vosotros los mismos            sentimientos que tuvo            Cristo Jesús5. Esta recomendación del Apóstol          "exige a todos los          cristianos que reproduzcan en sí, en cuanto al hombre es          posible, aquel          sentimiento que tenía el Divino Redentor cuando se ofrecía en          Sacrificio, es          decir, imiten su humildad y eleven a la suma Majestad de Dios,          la adoración, el          honor, la alabanza y la acción de gracias"6. Esta          oblación se          realiza principalmente en la Santa Misa, renovación incruenta          del Sacrificio de          la Cruz, donde el cristiano ofrece sus obras, sus oraciones e          iniciativas          apostólicas, la vida familiar, el trabajo de cada jornada, el          descanso; incluso          las mismas pruebas de la vida, que, si son sobrellevadas          pacientemente, se          convierten en medio de santificación7. Al terminar el          Sacrificio          eucarístico, el cristiano va al encuentro de la vida, como lo          hizo. Cristo en          su existencia terrena: olvidado de sí mismo y dispuesto a darse          a los demás          para llevarlos a Dios.
La vida          cristiana debe ser una imitación de la vida de Cristo, una          participación en el          modo de ser del Hijo de Dios. Esto nos lleva a pensar, mirar,          sentir, obrar y          reaccionar como Él ante las gentes. Jesús veía a las          muchedumbres y se          compadecía de ellas, porque andaban como ovejas sin pastor8,          en una vida sin rumbo y sin sentido. Jesús se compadecía de          ellas; su amor era          tan grande que no se dio por satisfecho hasta entregar su vida          en la Cruz. Este          amor ha de llenar nuestros corazones: entonces nos          compadeceremos de todos          aquellos que andan alejados del Señor y procuraremos ponernos a          su lado para          que, con la ayuda de la gracia, conozcan al Maestro.
En la          Santa Misa se establece una corriente de amor divino desde el          Hijo que se          ofrece al Padre en el Espíritu Santo. El cristiano, incorporado          a Cristo,          participa de este amor, y a través de él desciende sobre las más          nimias realidades          terrenas, que quedan así santificadas y purificadas y más aptas          para ser          ofrecidas al Padre por el Hijo, en un nuevo Sacrificio          eucarístico.          Especialmente el apostolado queda enraizado en la Misa, de donde          recibe toda su          eficacia, pues no es más que la realización de la Redención en          el tiempo a          través de los cristianos: Jesucristo "ha venido a la tierra para          redimir a todo          el mundo, porque quiere que los hombres se salven (1            Tim 2, 4).          No hay alma que no interese a Cristo. Cada una de ellas le ha          costado el precio          de su Sangre (cfr. 1 Pdr 1, 18-19)"9.          Imitando al Señor,          ningún alma nos debe ser indiferente.
III.          Cuando el cristiano participa en la Santa Misa, pensará en          primer lugar en sus          hermanos en la fe, con quienes se sentirá cada vez más unido, al          compartir con          ellos el pan de vida y el cáliz de eterna salvación. Es          un momento          señalado para pedir por todos y especialmente por quien ande más          necesitado;          nos llenaremos así de sentimientos de caridad y de fraternidad,          "porque si la          Eucaristía nos hace uno entre nosotros, es lógico que cada uno          trate a los          demás como hermanos. La Eucaristía forma la familia de los hijos          de Dios,          hermanos de Jesús y entre sí"10.
Y          después de ese encuentro único con el Señor, nos ocurrirá como a          aquellos          hombres y mujeres que fueron curados de sus enfermedades en          alguna ciudad o          camino de Palestina: tan alegres estaban que no cesaban de          pregonar por todas          partes lo que habían visto y oído, lo que el Maestro había          obrado en sus almas          o en sus cuerpos. Cuando el cristiano sale de la Misa habiendo          recibido la          Comunión, sabe que ya no puede ser feliz solo, que debe          comunicar a los demás          esa maravilla que es Cristo. Cada encuentro con el Señor lleva a          esa alegría y          a la necesidad de comunicar a los demás ese tesoro. Así, como          resultado de una          fe grande, se propagó el cristianismo en los primeros siglos:          como un incendio          de paz y de amor que nadie pudo detener.
Si          logramos que nuestra vida gire alrededor de la Santa Misa,          encontraremos la          serenidad y la paz en cada circunstancia del día, con un afán          grande de darle a          conocer, pues "si vivimos bien la Misa, ¿cómo no continuar luego          el resto de la          jornada con el pensamiento en el Señor, con la comezón de no          apartarnos de su          presencia, para trabajar como Él trabajaba y amar como Él amaba?          Aprendemos          entonces a agradecer al Señor esa otra delicadeza suya: que no          haya querido          limitar su presencia al momento del Sacrificio del Altar, sino          que haya decidido          permanecer en la Hostia Santa que se reserva en el Tabernáculo,          en el Sagrario"11.
También          para nosotros el Sagrario es siempre Betania, "el lugar          tranquilo y apacible          donde está Cristo, donde podemos contarle nuestras          preocupaciones, nuestros          sufrimientos, nuestras ilusiones y nuestras alegrías, con la          misma sencillez y          naturalidad con que le hablaban aquellos amigos suyos, Marta,          María y Lázaro"12.          En el Sagrario encontraremos, cuando devolvamos la visita          al Señor, las          fuerzas necesarias para vivir como discípulos suyos en medio del          mundo. También          nosotros, como algunas almas que estuvieron muy cerca de Dios13,          podremos repetir, con el corazón lleno de gozo: Ignem veni            mittere in            terram... He venido a traer fuego a la tierra, ¿y qué quiero            sino que arda?          Es el fuego del amor divino, que trae la paz y la felicidad a          las almas, a la          familia, a la sociedad entera.
1 Lc          12, 49. — 2 Jn 15, 13. — 3 San Agustín,          Comentario al            Salmo 96, 6. — 4 Ch. Lubich, Meditaciones,          pp. 59-60. — 5          Flp 2, 5. — 6 Pío XII, Enc. Mediator Dei,          20-XI-1947, 22.          — 7 Cfr. Conc. Vat. II; Const. Lumen gentium,          34. — 8 Mt          9, 36. — 9 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios,          256. — 10          Ch. Lubich, La Eucaristía, Ciudad Nueva, Madrid 1977, p.          78. — 11          San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 154. — 12          Ibídem.          — 13 Cfr. A. Vázquez de Prada, El Fundador del Opus            Dei, pp. 17,          110, 115, 470.
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
San Juan de Capistrano
          Religioso,          predicador
          Año 1456
Gran            apóstol: alcánzanos de Dios            entusiasmo y valor para 
            defender siempre nuestra amada religión católica.
 Orad            y trabajad por la            nación donde estáis viviendo, 
            porque su bien será vuestro bien (S. Biblia. Jeremías 29).
Es este uno de los          predicadores más famosos que ha          tenido la Iglesia Católica. 
Nació          en un pueblecito llamado          Capistrano, en la región montañosa de Italia, en 1386. Fue un          estudiante          sumamente consagrado a sus deberes y llegó a ser abogado y juez,          y gobernador          de Perugia. Pero en una guerra contra otra ciudad cayó          prisionero, y en la          cárcel se puso a meditar y se dio cuenta de que en vez de          dedicarse a conseguir          dinero, honores y dignidades en el mundo, era mejor dedicarse a          conseguir la          santidad y la salvación en una comunidad de religiosos, y entró          de franciscano.
Como          era muy vanidoso y le gustaba          mucho aparecer, dispuso vencer su orgullo recorriendo la ciudad          cabalgando en          un pobre burro, pero montado al revés, mirando hacia atrás, y          con un sombrero          de papel en el cual había escrito en grandes letras: "Soy un            miserable            pecador". La gente le silbó y le lanzaron piedras y          basura. Así llegó          hasta el convento de los franciscanos a pedir que lo recibieran          de religioso.
El          Padre maestro de novicios          dispuso ponerle pruebas muy duras para ver si en verdad este          hombre de 30 años          era capaz de ser religioso humilde y sacrificado. Lo humillaba          sin compasión y          lo dedicaba a los oficios más cansones y humildes, pero Juan en          vez de          disgustarse le conservó una profunda gratitud por toda su vida,          pues le supo          formar un verdadero carácter, y lo preparó para enfrentarse          valientemente a las          dificultades de la vida. Él recordaba muy bien aquellas palabras          de Jesús: "Si            el grano de trigo no cae en tierra y no muere, se queda sin            producir fruto,            pero si muere producirá mucho fruto"(Jn. 12,24).
A los          33 años fue ordenado de          sacerdote y luego, durante 40 años recorrió toda Europa          predicando con enormes          éxitos espirituales. Tuvo por maestro de predicación y por guía          espiritual al          gran San Bernardino de Siena, y formando grupos de seis y ocho          religiosos se          distribuyeron primero por toda Italia, y después por los demás          países de Europa          predicando la conversión y la penitencia.
Juan          tenía que predicar en los          campos y en las plazas porque el gentío tan enorme no cabía en          las iglesias.
Su          presencia de predicador era          impresionante. Flaco, pálido, penitente, con voz sonora y          penetrante; un semblante          luminoso, y unos ojos brillantes que parecían traspasar el alma,          conmovía hasta          a los más indiferentes. La gente lo llamaba "El padre            piadoso",            "el santo predicador". Vibraba en la predicación de las          verdades          eternas. La gente al verlo y oírlo recordaba la figura austera          de San Juan          Bautista predicando conversión en las orillas del río Jordán. Y          les repetía las          palabras del Bautista: "Raza de víboras: tienen que producir            frutos de            conversión. Porque ya está el hacha de la justicia divina            junto a la vida de            cada uno, y árbol que no produce frutos de obras buenas será            cortado y echado            al fuego" (Lc. 3,7).
Muchos          pedían a gritos la          confesión, prometiendo cambiar de vida y estallaban en llanto de          arrepentimiento. Las gentes traían sus objetos e superstición y          los libros de          brujería y otros juegos y los quemaban en públicas hogueras en          la mitad de las          plazas.
Muchos          jóvenes al oírlo predicar          se proponían irse de religiosos. En Alemania consiguió 120          jóvenes para las          comunidades religiosas y en Polonia 130.
Sus          sermones eran de dos y tres          horas, pero a los oyentes se les pasaba el tiempo sin darse          cuenta. Atacaba sin          miedo a los vicios y malas costumbres, y muchísimos, después de          escucharle,          dejaban sus malas amistades y las borracheras.
Después          de predicar se iba a          visitar enfermos, y con sus oraciones y su bendición sacerdotal          obtenía innumerables          curaciones.
Juan          convertía pecadores no sólo          por su predicación tan elocuente y fuerte, sino por su gran          espíritu de penitencia.          Dormía pocas horas cada noche. Vestía siempre trajes sumamente          pobres. Comía          muy poco, y siempre alimentos burdos y nunca comidas finas ni          especiales. Una          artritis muy dolorosa lo hacía cojear y dolores muy fuertes de          estómago lo          hacían retorcerse, pero su rostro era siempre alegre y jovial.          En su cuerpo era          débil pero en su espíritu era un gigante.
Después          de muerto reunieron los          apuntes de los estudios que hizo para preparar sus sermones y          suman 17 gruesos          volúmenes.
La          Comunidad Franciscana lo eligió          por dos veces como Vicario Genera, y aprovechó este altísimo          cargo para tratar          de reformar la vida religiosa de los franciscanos, llegando a          conseguir que en          toda Europa esta Orden religiosa llegara a un gran fervor.
Muchos          se le oponían a sus ideas          de reformar y de volver más fervorosos a los religiosos. Y lo          que más lo hacía          sufrir era que la oposición venía de sus mismos colegas en el          apostolado. Se          cumplía en él lo que dice el Salmo: "Aquél que comía conmigo el          pan en la          misma mesa, se ha declarado en contra de mí". Pero esas          incomprensiones le          sirvieron para no dedicarse a buscar las alabanzas de las          gentes, sino las          felicitaciones de Dios. Él repetía la frase de San Pablo: "Si lo          que busco          es agradar a la gente, ya no seré siervo de Cristo".
Juan          tenía unas dotes nada comunes          para la diplomacia. Era sabio, era prudente, y medía muy bien          sus juicios y sus          palabras. Había sido juez y gobernador y sabía tratar muy bien a          las personas.          Por eso cuatro Pontífices (Martín V, Eugenio IV, Nicolás V y          Calixto III) lo          emplearon como embajador en muchas y muy delicadas misiones          diplomáticas y con          muy buenos resultados. Tres veces le ofrecieron los Sumos          Pontífices nombrarlo          obispo de importantes ciudades, pero prefirió seguir siendo          humilde predicador,          pobre y sin títulos honoríficos.
40          años llevaba Juan predicando de          ciudad en ciudad y de nación en nación, con enormes frutos          espirituales, cuando          a la edad de 70 años lo llamó Dios a que le colaborara en la          liberación de sus          católicos en Hungría. Y fue de la siguiente manera.
En          1453 los turcos musulmanes se          habían apoderado de Constantinopla, y se propusieron invadir a          Europa para          acabar con el cristianismo. Y se dirigieron a Hungría.
Las          noticias que llegaban de          Serbia, nación invadida por los turcos, eran impresionantes.          Crueldades          salvajes contra los que no quisieran renegar de la fe en Cristo,          y destrucción          de todo lo que fuera cristiano católico.
Entonces          Juan se fue a Hungría y          recorrió toda la nación predicando al pueblo, incitándolo a          salir entusiasta en          defensa de su santa religión. Las multitudes respondieron a su          llamado, y          pronto se formó un buen ejército de creyentes.
Los          musulmanes llegaron cerca de          Belgrado con 200 cañones, una gran flota de barcos de guerra por          el río Danubio,          y 50,000 terribles jenízaros de a caballo, armados hasta los          dientes. Los jefes          católicos pensaron en retirarse porque eran muy inferiores en          número. Pero fue          aquí cuando intervino Juan de Capistrano.
El          gran misionero salvó a la          ciudad de Bucarest de tres modos. El primero, convenciendo al          jefe católico          Hunyades a que atacara la flota turca que era mucho más          numerosa. Atacaron y          salieron vencedores los católicos. El segundo, fue cuando ya los          católicos          estaban dispuestos a abandonar la fortaleza de la ciudad y salir          huyendo.          Entonces Juan se dedicó a animarlos, llevando en sus manos una          bandera con una          cruz y gritando sin cesar: Jesús, Jesús, Jesús. Los combatientes          cristianos se          llenaron de valor y resistieron heroicamente. Y el tercer modo,          fue cuando ya          Hunyades y sus generales estaban dispuestos a abandonar la          ciudad, juzgando la          situación insostenible, ante la tremenda desproporción entre las          fuerzas          católicas y las enemigas, Juan recorrió todos los batallones          gritando          entusiasmado: "Creyentes valientes, todos a defender nuestra            santa            religión". Entonces los católicos dieron el asalto final y          derrotaron          totalmente a los enemigos que tuvieron que abandonar aquella          región.
Jamás          empleó armas materiales. Sus          armas eran la oración, la penitencia y la fuerza irresistible de          su predicación.
Las          gentes decían que aquellos          cuarteles de guerreros más parecían casas de religiosos que          campamentos militares,          porque allí se rezaba y se vivía una vida llena de virtudes.          Todos los          capellanes celebraban cada día la santa misa y predicaban.          Muchísimos soldados          se confesaban y comulgaban. Y los militares repetían en sus          batallones: "Tenemos            un capellán santo. Hay que portarse de manera digna de este            gran sacerdote que            nos dirige. Si nos portamos mal no vamos a conseguir victorias            sino            derrotas". Y los oficiales afirmaban: "Este padrecito            tiene            más autoridad sobre nuestros soldados, que el mismo jefe de la            nación".
Mientras          los católicos luchaban          con las armas en Hungría, el Sumo Pontífice hacía rezar en todo          el mundo el Angelus          (o tres Avemarías diarias) por los guerreros católicos y la Sma.          Virgen          consiguió de su Hijo una gran victoria. Con razón en Budapest le          levantaron una          gran estatua a San Juan de Capistrano, porque salvó la ciudad de          caer en manos          de los más crueles enemigos de nuestra santa religión.
Y          sucedió que la cantidad de          muertos en aquella descomunal batalla fue tan grande, que los          cadáveres dispersados          por los campos llenaron el aire de putrefacción y se desató una          furiosa          epidemia de tifo. San Juan de Capistrano había ofrecido a Dios          su vida con tal          de conseguir la victoria contra los enemigos del catolicismo, y          Dios le aceptó          su oferta. El santo se contagió de tifo, y como estaba tan débil          a causa de          tantos trabajos y de tantas penitencias, murió el 23 de octubre          de 1456.
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Fuente:        Misa Tridentina 
          Severino Boecio, Santo Mártir, 23 Octubre   
              
 Anicio Manlio                  Severino Boecio, nació hacia el año 480. Pertenecía a                  una de las más ilustres familias romanas, la "gens                  Anicia", de la que también descendía probablemente el                  Papa San Gregorio Magno. Severino, que perdió muy   |           
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Servando            y Germán Santos Biografía, 23 de octubre            
              
 Octubre 23  Etimológicamente                  significa " el que guarda y lancero, guerrero". Vienen                  de la lengua latina y alemana.  |           
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Fuente:  ar.geocities.com/misa_tridentina04          
          Alucio, Santo Patrono de Pescia, 23 Octubre   
              
 San Alucio,                  patrono de Pescia de Toscana, era pastor.  |           
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Fuente:          LaSalle.org 
          Arnoldo Rèche, Beato Hermano Cristiano de La Salle, 23          Octubre   
              
 Julio Nicolás                  Rèche nace en una familia pobre de Landroff en Lorraine.  |           
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Fuente:        Servidimaria.org 
          Juan Ángel Porro, Beato Religioso Servita, 23 Octubre   
              
 Juan Ángel Porro                  nació en el ducado de Milán el año 1451.  |           
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Fuente:  ar.geocities.com/misa_tridentina04          
          Juan Buono, Beato Religioso, 23 Octubre   
              
 Nace en Mántua en                  1168.  |           
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Fuente:  Aceasesores.es/sagradafamilia/          
          Leonardo Olivera Buera, Beato Mártir, 23 Octubre   
              
 Es en brevedad la                  vida de un hombre que vivió siempre al servicio de los                  demás. Sacerdote ejemplar, dedicado íntegramente a su                  ministerio, pasó por esta vida haciendo el bien y esto                  lo atestigua uno de sus beneficiarios, yo, hijo de una                  hermana suya, que al quedar huérfano de padre, nos                  acogió en su casa a mi madre y a mi. A los cuatro años                  fallece mi madre, al poco tiempo mi abuela materna que                  vivía con nosotros y quedé solo con él.  |           
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Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com;          Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es ,          misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/ 
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