JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san            Lucas 21, 5-19
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, como algunos ponderaban la          solidez del templo y la          belleza de las ofrendas 
          que lo adornaban, Jesús dijo: 
          "Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto          que          admiran: todo será 
          destruido".
          Entonces le preguntaron: 
          "Maestro, ¿cuándo va a ocurrir eso?, ¿y cuál será la señal de          que ya está          a punto de suceder?" 
          El les respondió: 
          "Cuídense de que nadie los engañe. Porque muchos vendrán usando          mi nombre,          diciendo: "Yo 
          soy el Mesías, el tiempo ha llegado"; pero no les hagan caso.          Cuando oigan          hablar de guerras y 
          de revoluciones, no tengan pánico, porque eso tiene que ocurrir          primero, pero          todavía no es el 
          fin".
          Luego les dijo: 
          "Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá          grandes          terremotos, y en 
          diferentes países epidemias y hambre. Habrá también señales          prodigiosas y          terribles en el cielo. 
          Pero antes de todo eso los perseguirán y los apresarán, los          llevarán a los          tribunales y a la cárcel, 
          y los harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa mía.          Esto será          ocasión de dar 
          testimonio. Hagan el propósito de no preocuparse de su defensa,          porque yo les          daré palabras y 
          sabiduría, a las que no podrá resistir ni contradecir ninguno de          sus          adversarios. Los traicionarán 
          hasta sus propios padres, hermanos, parientes y amigos, y          matarán a algunos de          ustedes, y 
          todos los odiarán por causa mía. Sin embargo, no caerá ningún          cabello de su          cabeza. Si se 
          mantienen firmes conseguirán la vida".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y          comunidad-comunión. Con Dios es          igual: las "palabras          de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario visitarse,          y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en          la Eucaristía,          que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer          la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d)          pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la          salvación del          mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación:          http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del              Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en              vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos            en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión)            con el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          "Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso".            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser felices            para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección            del amor, es            necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide            la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar            debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo,              come y bebe su propia              condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados            mortales? no            confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989),            no comulgar al            menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos            no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a            decidir, derechos            (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación            natural sin causa            grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por            iglesia, demorar en            bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón,            borrachera,            drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de            venganza, ver            pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado,            etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados            mortales objetivamente,            pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay            excusa.
† Misal
33a.          Dom Ord Ciclo C
      Antífona de Entrada
      Yo              tengo designios de paz y no de aflicción, dice el Señor. Me              invocarán y yo los              escucharé, los libraré de su esclavitud por donde se              encuentren.
Oración Colecta
      Oremos:
            Concédenos, Señor, tu ayuda para entregarnos fielmente a tu            servicio, porque            sólo en el 
            cumplimiento de tu voluntad podremos encontrar la felicidad            verdadera. 
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén.
Primera            Lectura
      Brillará              para ustedes el sol de justicia
Lectura              del libro del profeta Malaquías 3, 19-20a
"Ya viene el día del            Señor, ardiente como un horno, y doctos los soberbios y            malvados serán 
            como la paja. El día que viene los consumirá, dice el Señor de            los ejércitos,            hasta no dejarles ni 
            raíz ni rama. Pero par a ustedes, los que temen al Señor,            brillará el solo de            justicia, que les 
            traerá la salvación en sus rayos"
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
      Del              salmo 97
El              Señor rige la tierra con justicia.
Cantemos            al Señor al son del arpa, aclamemos al son de los clarines al            Rey y Señor.
            El Señor rige la tierra con justicia.
Alégrese            el mar y el mundo submarino, el orbe y cuantos la habitan. Los            ríos estallen en            aplausos y las montañas salten de alegría.
            El Señor rige la tierra con justicia.
Regocíjese            todo ante el Señor, porque ya viene a gobernar el orbe.            Justicia y rectitud            serán las normas con las que rija a todas las naciones. 
            El Señor rige la tierra con justicia.
Segunda            Lectura
      El que              no quiera trabajar, que no coma
Lectura              de la segunda carta del apóstol san Pablo a los              Tesalonicenses 3, 7-12
Hermanos: Ya saben cómo            deben vivir para imitar mi ejemplo, puesto que, cuando estuve            entre 
            ustedes, supe ganarme la vida y no dependí de nadie para            comer; antes bien, de            día y de noche 
            trabajé hasta agotarme, para no serles gravosos. Y no porque            no tuviera yo            derecho a pedirles el 
            sustento, sino para darles un ejemplo que imitar. Así, cuando            estaba entre            ustedes, les decía 
            una y otra vez: "El que no quiera trabajar, que no coma".
            Y ahora vengo a saber que algunos de ustedes viven como            holgazanes, sin hacer            nada, y 
            además entrometiéndose en todo. Les suplicamos a esos tales y            les ordenamos, de            parte del 
            Señor Jesús, que se pongan a trabajar en paz para ganarse con            sus propias manos            la comida. 
            Palabra del Señor.
Aclamación antes del Evangelio
      Aleluya, aleluya. 
            Estén atentos y levanten la cabeza, porque se acerca al hora            de su liberación,            dice el Señor.
            Aleluya.
Evangelio            
      Si perseveran con paciencia,              salvarán sus almas
† Lectura del santo              Evangelio según san Lucas 21, 5-19
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, como algunos            ponderaban la solidez del templo y la belleza de las ofrendas            
            que lo adornaban, Jesús dijo: 
            "Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo            esto que            admiran: todo será 
            destruido".
            Entonces le preguntaron: 
            "Maestro, ¿cuándo va a ocurrir eso?, ¿y cuál será la señal de            que ya está            a punto de suceder?" 
            El les respondió: 
            "Cuídense de que nadie los engañe. Porque muchos vendrán            usando mi nombre,            diciendo: "Yo 
            soy el Mesías, el tiempo ha llegado"; pero no les hagan caso.            Cuando oigan            hablar de guerras y 
            de revoluciones, no tengan pánico, porque eso tiene que            ocurrir primero, pero            todavía no es el 
            fin".
            Luego les dijo: 
            "Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá            grandes            terremotos, y en 
            diferentes países epidemias y hambre. Habrá también señales            prodigiosas y            terribles en el cielo. 
            Pero antes de todo eso los perseguirán y los apresarán, los            llevarán a los            tribunales y a la cárcel, 
            y los harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa            mía. Esto será            ocasión de dar 
            testimonio. Hagan el propósito de no preocuparse de su            defensa, porque yo les            daré palabras y 
            sabiduría, a las que no podrá resistir ni contradecir ninguno            de sus            adversarios. Los traicionarán 
            hasta sus propios padres, hermanos, parientes y amigos, y            matarán a algunos de            ustedes, y 
            todos los odiarán por causa mía. Sin embargo, no caerá ningún            cabello de su            cabeza. Si se 
            mantienen firmes conseguirán la vida".
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración de los Fieles
      Celebrante:
            Pidamos, hermanos, y hermanas, al Señor que escuche nuestras            súplicas y acoja            con bondad nuestras peticiones:
A cada petición,            respondemos,
            Te rogamos, Señor, óyenos.
Para que el Señor, el único            que puede inspirar y llevar a término los buenos propósitos,            multiplique el            número de fieles que, abandonando todas las cosas, se            consagren exclusivamente            a él en la vida religiosa, roguemos al Señor. 
            Te rogamos, Señor, óyenos.
Para que Dios conceda a los            jefes de las naciones buscar la voluntad divina, temer a Dios            en el            cumplimiento de su misión y acertar en sus decisiones,            roguemos al Señor. 
            Te rogamos, Señor, óyenos.
Para que Dios, que ha creado            los alimentos para los seres vivos, mire con misericordia a            las criaturas que            en distintos lugares pasan hambre y les conceda el alimento            necesario, roguemos            al Señor. 
            Te rogamos, Señor, óyenos.
Para que el Señor, que nos            ha dado el mandamiento nuevo del amor, nos dé fuerzas para            amar a nuestros            enemigos y para cumplir su precepto de devolver bien por mal,            roguemos al            Señor.
            Te rogamos, Señor, óyenos.
Celebrante:
            Dios nuestro, principio y fin de todas las cosas: Tú que            quieres reunir a toda            la humanidad para formar el templo vivo del Cuerpo de tu Hijo,            escucha las            oraciones de la Iglesia suplicante y haz que, a través de los            acontecimientos            alegres y tristes de la propia vida, mantengamos firmes la            esperanza de que            sufriendo con perseverancia ganaremos la vida eterna. 
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Oración            sobre las Ofrendas
      Que estos dones traídos a tu            altar nos obtengan de ti, Señor y Dios nuestro, la gracia de            servirte 
            con amor y la felicidad eterna.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Prefacio            
      Historia de la salvación              Cristo
En verdad es justo y            necesario,es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre            y en todo 
            lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por            Cristo, Señor            nuestro.
            Porque él, con su nacimiento, restauró nuestra naturaleza            caída; con su muerte,            destruyó 
            nuestro pecado; al resucitar, nos dio nueva vida; y en su            ascensión, nos abrió            el camino de tu 
            reino.
            Por eso,
            con los ángeles y los santos, te cantamos el himno de alabanza            diciendo sin            cesar:
Antífona de la Comunión
      Mi              felicidad consiste en estar cerca de Dios, y en poner sólo              en él mis              esperanzas.
Oración después de la Comunión
      Oremos:
            Señor, que nuestra participación en esta Eucaristía que tu            Hijo nos mandó            celebrar como 
            memorial suyo, nos una siempre con el vínculo de tu amor.
          Por            Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
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† Meditación diaria
Trigésimo          tercer Domingo
ciclo          c
TRABAJAR          MIENTRAS LLEGA EL SEÑOR
— La          espera de la vida eterna no          nos exime de una vida de trabajo intenso.
— El          trabajo, uno de los mayores          bienes del hombre.
— El          quehacer profesional, hecho          de cara a Dios, no nos aleja de nuestro fin último: nos debe          acercar a él.
I. En          estos últimos domingos, la          liturgia nos invita a meditar en los novísimos del hombre, en su          destino más          allá de la muerte. En la Primera lectura de hoy1 el Profeta          Malaquías nos habla          con fuertes acentos de los últimos tiempos: Mirad que llega el          día, ardiente          como un horno... Y Jesús nos recuerda en el Evangelio de la          Misa2 que hemos de          estar alerta ante su llegada en el fin del mundo: Cuidado que          nadie os          engañe...
Algunos          cristianos de la primitiva          Iglesia juzgaron como inminente esta llegada gloriosa de Cristo.          Pensaron que          el fin de los tiempos estaba cerca y por eso, entre otras          razones, descuidaron          su trabajo y andaban muy ocupados en no hacer nada y metiéndose          en todo.          Dedujeron que no valía la pena, dada su precariedad, dedicarse          de lleno a los          asuntos de aquí abajo. Por eso, San Pablo les llama la atención,          como leemos en          la Segunda lectura de la Misa3, y les recuerda su propia vida de          trabajo entre          ellos, a pesar de su intensa labor; les vuelve a repetir la          norma de conducta          que ya les había aconsejado: Cuando viví entre vosotros os lo          dije: el que no          trabaje, que no coma. Y a los que andan sin hacer nada les          recomienda que          trabajen para ganarse el pan.
La          vida es realmente muy corta y          el encuentro con Jesús está cercano; un poco más tarde tendrá          lugar su venida          gloriosa y la resurrección de los cuerpos. Esto nos ayuda a          estar desprendidos          de los bienes que hemos de utilizar y a aprovechar el tiempo,          pero de ninguna          manera nos exime de estar metidos de lleno en nuestra propia          profesión y en la          entraña misma de la sociedad. Es más, con nuestros quehaceres          terrenos,          ayudados por la gracia, hemos de ganarnos el Cielo. El          Magisterio de la Iglesia          recuerda el valor del trabajo, y exhorta "a los cristianos,          ciudadanos de la          ciudad temporal y de la ciudad eterna, a cumplir con fidelidad          sus deberes          temporales, guiados siempre por el espíritu evangélico". Para          imitar a Cristo,          que trabajó como artesano la mayor parte de su vida, lejos de          descuidar las          tareas temporales, los cristianos deben "darse cuenta de que la          propia fe es un          motivo que les obliga al más perfecto cumplimiento de todas          ellas, según la          vocación personal de cada uno"4.
Así          debe ser nuestra actuación en          medio del mundo: mirar frecuentemente al Cielo, la Patria          definitiva, teniendo          muy bien asentados los pies aquí en la tierra, trabajar con          intensidad para dar          gloria a Dios, atender lo mejor posible las necesidades de la          propia familia y          servir a la sociedad a la que pertenecemos. Sin un trabajo          serio, hecho a          conciencia, es muy difícil, quizá imposible, santificarse en          medio del mundo.          Lógicamente, un trabajo hecho de cara a Dios debe adecuarse a          las normas          morales que lo hacen bueno y recto. ¿Conozco bien estas reglas          que hacen          referencia a mi trabajo en el comercio, en el ejercicio de la          medicina, de la          enfermería, en la abogacía..., la obligación de rendir por el          sueldo que          recibo, el pago justo a quienes trabajan en mi empresa?
II. La          posibilidad de trabajar es          uno de los grandes bienes recibidos de Dios, "es una estupenda          realidad, que se          nos impone como una ley inexorable a la que todos, de una manera          o de otra,          estamos sometidos, aunque algunos pretendan eximirse. Aprendedlo          bien: esta          obligación no ha surgido como una secuela del pecado original,          ni se reduce a          un hallazgo de los tiempos modernos. Se trata de un medio          necesario que Dios          nos confía aquí en la tierra, dilatando nuestros días y          haciéndonos partícipes          de su poder creador, para que nos ganemos el sustento y          simultáneamente          recojamos frutos para la vida eterna (Jn 4, 36)"5.
El          trabajo es medio ordinario de          subsistencia y lugar privilegiado para el desarrollo de las          virtudes humanas:          la reciedumbre, la constancia, la tenacidad, el espíritu de          solidaridad, el          orden, el optimismo por encima de las dificultades... La fe          cristiana nos          impulsa además a "portarnos como hijos de Dios con los hijos de          Dios"6, a vivir          un "espíritu de caridad, de convivencia, de comprensión"7, a          quitar de la vida          "el apego a nuestra comodidad, la tentación del egoísmo, la          tendencia al          lucimiento propio"8, a "mostrar la caridad de Cristo y sus          resultados concretos          de amistad, de comprensión, de cariño humano, de paz"9. El          trabajo será,          además, el medio para acercar muchas almas a Cristo. Por el          contrario, la          pereza, la ociosidad, la chapuza, la labor mal acabada traen          graves consecuencias.          La ociosidad enseña muchas maldades10, pues impide la propia          perfección humana          y sobrenatural del hombre, debilita su carácter y abre las          puertas a la          concupiscencia y a muchas tentaciones.
Durante          siglos parecía a muchos          que para ser buenos cristianos bastaba una vida de piedad sin          conexión alguna          con la tarea realizada en la oficina, en la Universidad, en el          campo... Es más,          muchos tenían la convicción de que estos quehaceres temporales,          los asuntos          profanos en los que un hombre que vive en el mundo está inmerso          de una forma o          de otra, eran un obstáculo para encontrar a Dios y llevar una          vida de plenitud          cristiana11. La vida oculta de Jesús nos enseña el valor del          trabajo, de la          unidad de vida, pues con su labor diaria estaba también          redimiendo el mundo. Es          en medio de esas tareas donde procuramos cada día encontrar al          Señor          (pidiéndole ayuda, ofreciendo la perfección de aquello que          tenemos entre manos,          sintiéndonos partícipes de la Creación en aquello que          ejecutamos, aunque          parezca pequeño y de escasa importancia...) y ejercer la caridad          (cultivando          las virtudes de la convivencia con quienes están a nuestro lado,          prestándoles          esos pequeños servicios que tanto se agradecen, rezando por          ellos y por su          familias, ayudándoles a resolver sus problemas...). ¿Tratamos al          Señor en          nuestro trabajo ordinario? ¿Le tenemos presente?
III.          El trabajo no solo no nos          debe alejar de nuestro fin último, de esa espera vigilante con          la que la          liturgia de estos días quiere que nos mantengamos alerta, sino          que debe ser el          camino concreto para crecer en la vida cristiana. Para eso, el          fiel cristiano          no debe olvidar que, además de ser ciudadano de la tierra, lo es          también del Cielo,          y por eso debe comportarse entre los demás de una manera digna          de la vocación a          la que ha sido llamado12, siempre alegre, irreprochable y          sencillo, comprensivo          con todos13, buen trabajador y buen amigo, abierto a todas las          realidades          auténticamente humanas: Por lo demás, hermanos -exhortaba San          Pablo a los          cristianos de Filipo-, cuanto hay de verdadero, de honorable, de          justo, de          íntegro, de amable y de encomiable; todo lo que sea virtuoso y          digno de          alabanza, tenedlo en estima14.
Además,          el cristiano convierte su          trabajo en oración si busca la gloria de Dios y el bien de los          hombres en lo          que está realizando, si pide ayuda al comenzar su tarea, en las          dificultades          que se presentan, si da gracias después de concluido un asunto,          al terminar la          jornada..., ut cuncta nostra oratio et operatio a te semper          incipiat, et per te          coepta finiatur... para que nuestras oraciones y trabajos          empiecen y acaben          siempre en Dios. El trabajo es camino diario hacia el Señor.          "Por eso el hombre          no debe limitarse a hacer cosas, a construir objetos. El trabajo          nace del amor,          manifiesta el amor, se ordena al amor. Reconocemos a Dios no          solo en el          espectáculo de la naturaleza, sino también en la experiencia de          nuestra propia          labor, de nuestro esfuerzo. El trabajo es así oración, acción de          gracias,          porque nos sabemos colocados por Dios en la tierra, amados por          Él, herederos de          sus promesas"15.
La          profesión, medio de santidad          para el cristiano, es también fuente de gracia para toda la          Iglesia, pues somos          el cuerpo de Cristo y miembros unidos a otros miembros16. Cuando          alguno lucha          por mejorar, a todos favorece en su caminar hacia el Señor.          Además, un trabajo          bien hecho ayuda siempre al bienestar humano de la sociedad. "El          sudor y la          fatiga, que el trabajo necesariamente lleva en la condición          actual de la          humanidad, ofrecen al cristiano y a cada hombre, que ha sido          llamado a seguir a          Cristo, la posibilidad de participar en el amor a la obra que          Cristo ha venido          a realizar (cfr. Jn 17, 4). Esta obra de salvación se ha          realizado a través del          sufrimiento y de la muerte de cruz. Soportando la fatiga del          trabajo en unión          con Cristo crucificado por nosotros, el hombre colabora en          cierto modo con el          Hijo de Dios en la redención de la humanidad. Se muestra          verdadero discípulo de          Jesús llevando a su vez la cruz de cada día (cfr. Lc 9, 23) en          la actividad que          ha sido llamado a realizar"17.
En el          ejercicio de nuestra          profesión encontraremos, con naturalidad, sin querer sentar          cátedra,          innumerables ocasiones para dar a conocer la doctrina de Cristo:          en una          conversación amigable, en el comentario a una noticia que está          en boca de          todos, al recibir la confidencia de un problema personal o          familiar... El Ángel          Custodio, al que recurrimos tantas veces, nos pondrá en la boca          la palabra          justa que anime, que ayude y facilite, quizá con el tiempo, un          acercamiento más          directo a Cristo de aquellas personas que están alrededor          nuestro en el          trabajo.
Así          esperamos los cristianos la          visita del Señor: enriqueciendo el alma en el propio quehacer,          ayudando a otros          a poner su mirada en un fin más trascendente. De ninguna manera          empleando el          tiempo en no hacer nada o haciéndolo mal, desaprovechando los          medios que Dios          mismo nos ha dado para ganarnos el Cielo.
San          José, nuestro Padre y Señor,          nos enseñará a santificar nuestros quehaceres, pues él,          enseñando a Jesús su          propia profesión, "acercó el trabajo humano al misterio de la          Redención"18. Muy          cerca de José encontraremos siempre a María.
1 Mal          4, 1-2. — 2 Lc 21, 5-19. — 3          2 Tes 3, 7-12. — 4 Conc. Vat. II, Const. Gaudium et spes, 43. —          5 San Josemaría          Escrivá, Amigos de Dios. 57. — 6 ídem, Es Cristo que pasa, 36. —          7 Conversaciones          con Mons Escrivá de Balaguer, n. 35. — 8 San Josemaría Escrivá,          Es Cristo que          pasa, 158. — 9 Ibídem, 166. — 10 Eclo 33, 29. — 11 Cfr. J. L.          Illanes, La          santificación del trabajo, Palabra, 9ª ed., Madrid 1981, p. 44          ss. — 12 Cfr.          Flp 1, 27; 3, 6. — 13 Cfr. Flp 2. 3-4; 41 4; 2, 15; 4, 5. — 14          Flp 4, 8. — 15          San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 48. — 16 1 Cor 12,          27. — 17 Juan          Pablo II, Enc. Laborem exercens, 14-IX-1981, 27. — 18 ídem,          Exhort. Apost.          Redemptoris custos, 15-VIII-1989, 22.
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
Santa Isabel          de Hungría
        Viuda
           (1207- 1231)
      "Que el Señor nos conceda          como 
          a su buena Isabel,  el don de un gran desprendimiento para          dedicar nuestra          vida  y nuestros bienes a ayudar a los 
          más necesitados."
              SU VIDA
Isabel,          a los 15 años fue dada en          matrimonio por su padre el Rey de Hungría al príncipe Luis VI de          Turingia,  el matrimonio tuvo tres hijos. Se amaban tan          intensamente que          ella llegó a exclamar un día: "Dios mío, si a mi esposo lo amo          tantísimo,          ¿Cuánto más debiera amarte a Ti?". Su esposo aceptaba de buen          modo las          santas exageraciones que Isabel tenía en repartir a los pobres          cuanto          encontraba en la casa. Él respondía a los que criticaban:          "Cuanto más          demos nosotros a los pobres, más nos dará Dios a nosotros".
Cuando          apenas de veinte años y con          su hijo menor recién nacido, su esposo, un cruzado, murió en un          viaje a defender          Tierra Santa.  Isabel casi se desespera al oír la noticia, pero          luego se          resignó y aceptó la voluntad de Dios. Rechazó varias ofertas de          matrimonio y se          decidió entonces  a vivir en la pobreza y dedicarse al servicio          de los más          pobres y desamparados.
El          sucesor de su marido la desterró          del castillo y tuvo que huir con sus tres hijos, desprovistos de          toda ayuda          material. Ella, que cada día daba de comer a 900 pobres en el          castillo, ahora          no tenía quién le diera para el desayuno. Pero confiaba          totalmente en Dios y          sabía que nunca la abandonaría, ni a sus hijos.  Finalmente          algunos          familiares la recibieron en su casa, y más tarde el Rey de          Hungría consiguió          que le devolvieran los bienes que le pertenecían como viuda, y          con ellos          construyó un gran hospital para pobres, y ayudó a muchas          familias necesitadas.
Un          Viernes Santo, después de las          ceremonia, cuando ya habían desvestido los altares en la          iglesia, se arrodilló          ante uno y delante de varios religiosos hizo voto de renuncia de          todos sus          bienes y voto de pobreza, como San Francisco de Asís,  y          consagró su vida          al servicio de los más pobres y desampardos. Cambió sus vestidos          de princesa          por un simple hábito de hermana franciscana, de tela burda y          ordinaria, y los          últimos cuatro años de su vida (de los 20 hasta los 24 años) se          dedicó a          atender a los pobres enfermos del hospital que había fundado. Se          propuso          recorrer calles y campos pidiendo limosna para sus pobres, y          vestía como las          mujeres más pobres del campo. Vivía en una humilde choza junto          al hospital.          Tejía y hasta pescaba, con tal de obtener con qué compararles          medicinas a los          enfermos.
Tenía          un director espiritual que          para ayudarla en su camino a la santidad, la trataba duramente.          Ella exclamaba:          "Dios mío, si a este sacerdote le tengo tanto temor, ¿cuánto más          te          debería temer a Ti, si desobedezco tus mandamientos?"
Un          día, cuando todavía era          princesa, fue al templo vestida con los más exquisitos lujos,          pero al ver una          imagen de Jesús crucificado pensó: "¿Jesús en la Cruz despojado          de todo y          coronado de espinas, y yo con corona de oro y vestidos          lujosos?". Nunca          más volvió con vestidos lujosos al templo de Dios.
Una          vez se encontró un leproso          abandonado en el camino, y no teniendo otro sitio en dónde          colocarlo por el          momento, lo acostó en la cama de su marido que estaba ausente.          Llegó este          inesperadamente y le contaron el caso. Se fue furioso a          regañarla, pero al          llegar a la habitación, vio en su cama, no el leproso sino un          hermoso crucifijo          ensangrentado. Recordó entonces que Jesús premia nuestros actos          de caridad para          con los pobres como hechos a Él mismo.
El          pueblo la llamaba "la          mamacita buena".
Uno          sacerdotes de aquella época          escribió: "Afirmo delante de Dios que raramente he visto una          mujer de una          actividad tan intensa, unida a una vida de oración y de          contemplación tan          elevada". Algunos religiosos franciscanos que la dirigían en su          vida de          total pobreza, afirman que varias veces, cuando ella regresaba          de sus horas de          oración, la vieron rodeada de resplandores y que sus ojos          brillaban como luces          muy resplandecientes.
El          mismo emperador Federico II          afirmó: "La venerable Isabel, tan amada de Dios, iluminó las          tinieblas de          este mundo como una estrella luminosa en la noche oscura".
Cuando          apenas cumplía 24 años, el          17 de noviembre del año 1231, pasó de esta vida a la eternidad.          A sus funerales          asistieron el emperador Federico II y una multitud tan grande          formada por          gentes de diversos países y de todas las clases sociales, que          los asistentes          decían que no se había visto ni quizá se volvería a ver en          Alemania un entierro          tan concurrido y fervoroso como el de Isabel de Hungría, la          patrona de los          pobres.
El          mismo día de la muerte de la          santa, a un hermano lego se le destrozó un brazo en un accidente          y estaba en          cama sufriendo terribles dolores. De pronto vio a parecer a          Isabel en su habitación,          vestida con trajes hermosísimos. Él dijo: "¿Señora, Usted que          siempre ha          vestido trajes tan pobres, por qué ahora tan hermosamente          vestida?". Y          ella sonriente le dijo: "Es que voy para la gloria. Acabo de          morir para la          tierra. Estire su brazo que ya ha quedado curado". El paciente          estiró el          brazo que tenía totalmente destrozado, y la curación fue          completa e instantánea.
Dos          días después de su entierro,          llegó al sepulcro de la santa un monje cisterciense el cual          desde hacía varios          años sufría un terrible dolor al corazón y ningún médico había          logrado          aliviarle de su dolencia. Se arrodilló por un buen rato a rezar          junto a la          tumba de la santa, y de un momento a otro quedó completamente          curado de su          dolor y de su enfermedad.
Estos          milagros y muchos más,          movieron al Sumo Pontífice a declararla santa, cuando apenas          habían pasado cuatro          años de su muerte.
Santa          Isabel de Hungría es patrona          de la Arquidiócesis de Bogotá.
Una            Historia
No          faltó quien acusó a la princesa          ante el propio duque de estar dilapidando los caudales públicos          y dejar exhaustos          los graneros y almacenes. El margrave Luis quería a su esposa          con delirio, pero          no pudo resistir, sin duda, el acoso de sus intendentes y les          pidió una prueba          de su acusación.
          
          -- Espera un poco -le dijeron- y verás salir a la señora con la          faltriquera          llena.
Efectivamente,          poco tuvo que          esperar el duque para ver a su mujer que salía, como a          hurtadillas, de palacio          cerrando cautelosamente la puerta. Violentamente la detuvo y la          preguntó con          dureza:
--          ¿Qué llevas en la falda?
--          Nada..., son rosas -contestó          Isabel tratando de disculparse, sin recordar que estaba en pleno          invierno-.
Y, al          extender el delantal, rosas          eran y no mendrugos de pan lo que Isabel llevaba, porque el          Señor quiso salir          fiador de la palabra de su sierva.
Oh Dios misericordioso,          alumbra los corazones 
          de tus fieles; y por las súplicas gloriosas de Santa Isabel, haz          que          despreciemos las prosperidades mundanales, y gocemos siempre de          la celestial          consolación. Por nuestro Señor Jesucristo.  
          Amén.
_____________________________________________________________________________ Fuente:          Wikipédia 
        Hilda de Whitby (Ilda),            Santa          Abadesa, 17 Noviembre   
              
 No se sabe el                  lugar de nacimiento de Hilda, pero de acuerdo a Beda el                  Venerable fue en el año 614. Ella fue la segunda hija de                  Hereric, sobrino de Edwin de Northumbria, y su esposa                  Breguswita. Su hermana mayor, Hereswita, se casó con                  Ethelric, hermano del rey Anna de Anglia Oriental.                  Cuando era apenas una bebe su padre fue envenenado                  mientras pasaba su exilio en la corte del rey de Elmet                  (en lo que hoy en día es West Yorkshire). Se asume que                  ella creció en la corte de Ediwn en Northumbria.  |           
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Lazaro el Pintor, Santo Monje,          17 de noviembre   
              
 Iconógrafo              Martirologio Romano: En Constantinopla, san Lázaro,                      monje, nacido en Armenia, que insigne en la pintura                      artística de imágenes sagradas, al negarse a                      destruir sus obras por orden del emperador                      iconoclasta Teófilo, fue atormentado con crueles                      suplicios, pero después, apaciguadas las                      controversias sobre el debido culto a las imágenes,                      el emperador Miguel III le envió a Roma para                      afianzar la concordia y unidad de toda la Iglesia                      (c. 867). Etimológicamente significa " ayuda de                    Dios". Viene de la lengua hebrea. 
 la intención de esconderlo en la iglesia                    de san Juan.  |           
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Acisclo y Victoria, Santos          Hermanos mártires, Noviembre 17   
              
 Patronos de Córdoba Martirologio                    Romano: En Córdoba, en la provincia hispánica de                      la Bética, san Acisclo, mártir (s. IV).  |           
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Fuente: Cpalsj.org 
        Juan del Castillo, Santo Mártir          Jesuita, 17 Noviembre   
              
 Nace en Belmonte,                  España, el día 14 de septiembre de 1596. Sus padres,                  Alonso del Castillo y María Rodríguez se cuentan entre                  las personas importantes y adineradas de la ciudad. Una                  semana después recibe el sacramento del bautismo en la                  Colegiata de la villa. Por ser el primogénito recibe el                  nombre del abuelo paterno.  |           
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Fuente: Franciscanos.net 
        Salomé de Cracovia,            Beata Reina          de Hungría, 17 Noviembre   
              
 Religiosa de la                  Segunda Orden Franciscana (1211‑1268). Clemente X aprobó                  su culto el 17 de mayo de 1673.  |           
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Fuente: Wikipédia 
        Hugo de Lincoln, Santo          Obispo, 17 Noviembre   
              
 Nace en el                  castillo de Avalon, entre 1135 y 1140, noble                  descendiente de la casa de Borgoña.   |           
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Fuente: aica.org 
        Mártires Rioplatenses,            Santos          Mártires, 17 Noviembre   
              
 Santos Roque González, Alfonso                    Rodríguez y Juan del Castillo, mártires 
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Fuente:          ar.geocities.com/misa_tridentina04 
        Jordán Ansalone, Santo          Mártir, 17 Noviembre   
              
 Jordán Ansalone                  nació en Sicília en 1598. A los diecisiete años abrasó                  la vida dominica. Hizo sus estudios en Palermo y                  Salamanca. Apasionado por el ideal misionero, partió                  primero a méjico y después de un año para Filipinas. Se                  dedicó a la asistencia espiritual de los chinos en                  Manila. Después de seis años, fue a Japón, en donde                  enfrentó la persecución. Fue tomado prisionero y                  torturado, y murió en Nagasaki junto con otros quince                  mártires dominicos.  |           
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Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com;          Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es ,          misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/ 
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