JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 15, 1-10
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo; por lo cual
los fariseos y los escribas murmuraban entre sí:
"Este recibe a los pecadores y come con ellos".
Jesús les dijo entonces esta parábola:
"Quién de ustedes si tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el
campo y va en busca de la que se perdió hasta encontrarla? Y una vez que la encuentra, la
carga sobre sus hombros, lleno de alegría; y al llegar a su casa reúne a los amigos y les dice:
Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido. Yo les aseguro:
también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve
justos que no necesitan arrepentirse.
¿Y qué mujer hay que si tiene diez monedas de plata y pierde una, ¿no enciende luego una
lámpara, barre la casa y la busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne
a sus amigas y vecinas y les dice: Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que se me
había perdido. Yo les aseguro que así también se alegran los ángeles de Dios por un solo
pecador que se arrepiente".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
jue 31a. Ordinario año impar
Antífona de Entrada
Alégrese el corazón de los que buscan al Señor. Busquen la ayuda del Señor; busquen continuamente su presencia.
Oración Colecta
Oremos:
Aumenta, Señor, en nosotros la fe, la esperanza y la caridad para que cumplamos con amor tus
mandamientos y podamos conseguir, así, el cielo que nos tienes prometido.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Ya sea que estemos vivos o que hayamos muerto, somos del Señor
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 14, 7-12
Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí mismo ni muere para sí mismo: si vivimos, para el
Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos. Por lo tanto, ya sea que estemos vivos o
que hayamos muerto, somos del Señor. Porque Cristo murió y resucitó para ser Señor de vivos y
muertos.
Pero tú, ¿por qué juzgas mal a tu hermano? ¿Por qué lo deprecias? Todos vamos a
comparecer ante el tribunal de Dios, como dice la Escritura: Juro por mí mismo, dice el Señor,
que todos doblarán la rodilla ante mí y todos reconocerán públicamente que yo soy Dios.
En resumen, cada uno de nosotros tendrá que dar cuenta de sí mismo a Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Del salmo 26
El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?
El Señor es mi luz y mi salvación.
Lo único que pido, lo único que busco es vivir en la casa del Señor toda mi vida, para disfrutar las bondades del Señor y estar continuamente en su presencia.
El Señor es mi luz y mi salvación.
La bondad del Señor espero ver en esta misma vida. Armate de valor y fortaleza y en el Señor confía.
El Señor es mi luz y mi salvación.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré, dice el
Señor.
Aleluya.
Evangelio
Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se arrepienta
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 15, 1-10
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo; por lo cual
los fariseos y los escribas murmuraban entre sí:
"Este recibe a los pecadores y come con ellos".
Jesús les dijo entonces esta parábola:
"Quién de ustedes si tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el
campo y va en busca de la que se perdió hasta encontrarla? Y una vez que la encuentra, la
carga sobre sus hombros, lleno de alegría; y al llegar a su casa reúne a los amigos y les dice:
Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido. Yo les aseguro:
también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve
justos que no necesitan arrepentirse.
¿Y qué mujer hay que si tiene diez monedas de plata y pierde una, ¿no enciende luego una
lámpara, barre la casa y la busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne
a sus amigas y vecinas y les dice: Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que se me
había perdido. Yo les aseguro que así también se alegran los ángeles de Dios por un solo
pecador que se arrepiente".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Mira, Señor, con bondad, las ofrendas que te presentamos, a fin de que esta celebración
eucarística sea para tu gloria y alabanza.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
El misterio de nuestra salvación en Cristo
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias, Padre santo, siempre
y en todo lugar, por Jesucristo, tu Hijo amado.
Por él, que es tu Palabra, hiciste todas las cosas; tú nos lo enviaste para que , hecho hombre por
obra del Espíritu Santo y nacido de María la Virgen, fuera nuestro Salvador y Redentor.
El, en cumplimiento de tu voluntad, para destruir la muerte y manifestar la resurrección, extendió
sus brazos en la cruz y así adquirió para ti un pueblo santo.
Por eso,
con los ángeles y los santos, proclamamos tu gloria diciendo:
Antífona de la Comunión
Cristo nos amó y se entregó a la muerte por nosotros, como ofrenda y víctima agradable a Dios.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Concédenos, Señor, que este memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo nos haga morir de
veras al pecado y renacer a una nueva vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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† Meditación diaria
31ª semana. Jueves
AMIGO DE LOS PECADORES
— Son los enfermos quienes tienen necesidad de médico. Jesús ha venido a curarnos.
— La oveja perdida. La alegría de Dios ante nuestras diarias conversiones.
— Jesucristo sale muchas veces a buscarnos.
I. Leemos en el Evangelio de la Misa1 que publicanos y pecadores se acercaban a Cristo para oírle. Pero los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: este recibe a los pecadores y come con ellos.
Meditando la vida del Señor podemos ver con claridad cómo toda ella manifiesta su absoluta impecabilidad. Más aún, Él mismo preguntará a quienes le acusan: ¿Quién de vosotros me argüirá de pecado?2, y «durante toda su vida, lucha con el pecado y con todo lo que engendra pecado, comenzando por Satanás, que es padre de la mentira... (cfr. Jn 8, 44)»3.
Esta batalla de Jesús contra el pecado y contra sus raíces más profundas no le aleja del pecador. Muy al contrario, lo aproxima a los hombres, a cada hombre. En su vida terrena Jesús solía mostrarse particularmente cercano de quienes, a los ojos de los demás, pasaban por «pecadores» o lo eran de verdad. Así nos lo muestra el Evangelio en muchos pasajes; hasta tal punto que sus enemigos le dieron el título de amigo de publicanos y de pecadores4. Su vida es un constante acercamiento a quien necesita la salud del alma. Sale a buscar a los que precisan ayuda, como Zaqueo, en cuya casa Él mismo se invitó:Zaqueo, baja pronto -le dice-, porque hoy me hospedaré en tu casa5. El Señor no se aleja, sino que va en busca de los más distanciados. Por eso acepta las invitaciones y aprovecha las circunstancias de la vida social para estar con quienes no parecían tener puestas sus esperanzas en el Reino de Dios. San Marcos nos indica cómo después del llamamiento de Mateo, muchos publicanos y pecadores estaban a la mesa con Jesús y con sus discípulos6. Y Cuando los fariseos murmuran de esta actitud, Jesús responde: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos...7. Aquí, sentado con estos hombres que parecen muy alejados de Dios, se nos muestra Jesús entrañablemente humano. No se aparta de ellos; por el contrario, busca su trato. La manifestación suprema de este amor por quienes se encuentran en una situación más apurada tuvo lugar en el momento de dar su vida por todos en el Calvario. Pero en este largo recorrido hasta la Cruz, su existencia es una manifestación continua de interés por cada uno, que se expresa en estas palabras conmovedoras: El Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino a servir...8. A servir a todos: a quienes tienen buena voluntad y están más preparados para recibir la doctrina del Reino, y a quienes parecen endurecidos para la Palabra divina.
La meditación de hoy nos debe llevar a aumentar nuestra confianza en Jesús cuanto mayores sean nuestras necesidades; especialmente si en alguna ocasión sentimos con fuerza la propia flaqueza: Cristo también está cercano entonces. De igual forma, pediremos con confianza por aquellos que están alejados del Señor, que no responden a nuestro desvelo por acercarlos a Dios y que aun parece que se distancian más. «¡Oh, qué recia cosa os pido, verdadero Dios mío –exclama Santa Teresa–: que queráis a quien no os quiere, que abráis a quien no os llama, que deis salud a quien gusta de estar enfermo y anda procurando la enfermedad!»9.
II. Jesucristo andaba constantemente entre las turbas, dejándose asediar por ellas, aun después de caída ya la noche10, y muchas veces ni siquiera le permitían un descanso11. Su vida estuvo totalmente entregada a sus hermanos los hombres12, con un amor tan grande que llegará a dar la vida por todos13. Resucitó para nuestra justificación14; ascendió a los Cielos para prepararnos un lugar15; nos envía su Espíritu para no dejarnos huérfanos16. Cuanto más necesitados nos encontramos, más atenciones tiene con nosotros. Esta misericordia supera cualquier cálculo y medida humana; es «lo propio de Dios, y en ella se manifiesta de forma máxima su omnipotencia»17.
El Evangelio de la Misa continúa con esta bellísima parábola, en la que se expresan los cuidados de la misericordia divina sobre el pecador: Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la carga sobre los hombros muy contento; y al llegar a casa reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: ¡Felicitadme! he encontrado la oveja que se me había perdido. «La suprema misericordia –comenta San Gregorio Magno– no nos abandona ni aun cuando lo abandonamos»18. Es el Buen Pastor que no da por definitivamente perdida a ninguna de sus ovejas.
Quiere expresar también aquí el Señor su inmensa alegría, la alegría de Dios, ante la conversión del pecador. Un gozo divino que está por encima de toda lógica humana: Os digo que así también habrá más alegría en el Cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse, como un capitán estima más al soldado que en la guerra, habiendo vuelto después de huir, ataca con más valor al enemigo, que al que nunca huyó pero tampoco mostró valor alguno, comenta San Gregorio Magno; igualmente, el labrador prefiere mucho más la tierra que, después de haber producido espinas, da abundante mies, que la que nunca tuvo espinas pero jamás dio mies abundante19. Es la alegría de Dios cuando recomenzamos en nuestro camino, quizá después de pequeños fracasos en esas metas en las que estamos necesitados de conversión: luchar por superar las asperezas del carácter; optimismo en toda circunstancia, sin dejarnos desalentar, pues somos hijos de Dios; aprovechamiento del tiempo en el estudio, en el trabajo, comenzando y terminando a la hora prevista, dejando a un lado llamadas por teléfono inútiles o menos necesarias; empeño por desarraigar un defecto; generosidad en la mortificación pequeña habitual... Es el esfuerzo diario para evitar «extravíos» que, aunque no gravemente, nos alejan del Señor.
Siempre que recomenzamos, cada día, nuestro corazón se llena de gozo, y también el del Maestro. Cada vez que dejamos que Él nos encuentre somos la alegría de Dios en el mundo. El Corazón de Jesús «desborda de alegría cuando ha recobrado el alma que se le había escapado. Todos tienen que participar en su dicha: los ángeles y los escogidos del Cielo, y también deben alegrarse los justos de la tierra por el feliz retorno de un solo pecador»20. Alegraos conmigo..., nos dice. Existe también una alegría muy particular cuando hemos acercado a un amigo o a un pariente al sacramento del perdón, donde Jesucristo le esperaba con los brazos abiertos.
Señor -canta un antiguo himno de la Iglesia-, has quedado extenuado, buscándome: //¡Que no sea en vano tan grande fatiga!21.
III. Y cuando la encuentra, la carga sobre los hombros muy contento...
Jesucristo sale muchas veces a buscarnos. Él, que puede medir en toda su hondura la maldad y la esencia de la ofensa a Dios, se nos acerca; Él conoce bien la fealdad del pecado y su malicia, y sin embargo «no llega iracundo: el Justo nos ofrece la imagen más conmovedora de la misericordia (...). A la Samaritana, a la mujer con seis maridos, le dice sencillamente a ella y a todos los pecadores:Dame de beber (Jn 3, 4-7). Cristo ve lo que ese alma puede ser, cuánta belleza –la imagen de Dios allí mismo–, qué posibilidades, incluso qué "resto de bondad" en la vida de pecado, como una huella inefable, pero realísima, de lo que Dios quiere de ella»22.
Jesucristo se acerca al pecador con respeto, con delicadeza. Sus palabras son siempre expresión de su amor por cada alma. Vete y no peques más23, advertirá solamente a la mujer adúltera que iba a ser apedreada. Hijo mío, ten confianza, tus pecados te son perdonados24, dirá al paralítico que, tras incontables esfuerzos, había sido llevado por sus amigos hasta la presencia de Jesús. A punto de morir, hablará así al Buen Ladrón: En verdad, en verdad te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso25. Son palabras de perdón, de alegría y de recompensa. ¡Si supiéramos con qué amor nos espera Cristo en cada Confesión! ¡Si pudiéramos comprender su interés en que volvamos!
Es tanta la impaciencia del Buen Pastor que no espera a ver si la oveja descarriada vuelve al redil por su cuenta, sino que sale él mismo a buscarla. Una vez hallada, ninguna otra recibirá tantas atenciones como esta que se había perdido, pues tendrá el honor de ir a hombros del pastor. Vuelta al redil y «pasada la sorpresa, es real ese más de calor que trae al rebaño, ese bien ganado descanso del pastor, hasta la calma del perro guardián, que solo alguna vez, en sueños, se sobresalta y certifica, despierto, que la oveja duerme más acurrucada aún, si cabe, entre las otras»26. Los cuidados y atenciones de la misericordia divina sobre el pecador arrepentido son abrumadores.
Su perdón no consiste solo en perdonar y olvidar para siempre nuestros pecados. Esto sería mucho; con la remisión de las culpas renace además el alma a una vida nueva, o crece y se fortalece la que ya existía. Lo que era muerte se convierte en fuente de vida; lo que fue tierra dura es ahora un vergel de frutos imperecederos.
Nos muestra el Señor en este pasaje del Evangelio el valor que para Él tiene una sola alma, pues está dispuesto a poner tantos medios para que no se pierda, y su alegría cuando alguno vuelve de nuevo a su amistad y a su cobijo. Y este interés es el que hemos de tener para que los demás no se extravíen y, si están lejos de Dios, para que vuelvan.
1 Lc 15, 1-10. — 2 Jn 8, 46. — 3 Juan Pablo II, Audiencia general 10-II-1988. — 4 Cfr.Mt 11, 18-19. — 5 Cfr. Lc 19, 1-10. — 6 Cfr. Mc 2, 13-15. — 7 Cfr. Mc 2, 17.— 8 Mc10, 45. — 9 Santa Teresa, Exclamaciones, n. 8. — 10 Cfr. Mc 3, 20. — 11 Cfr.Ibídem. — 12 Cfr. Gal 2, 20. — 13 Cfr. Jn 13, 1. — 14 Cfr. Rom 4, 25. — 15 Cfr. Jn14, 2. — 16 Cfr. Jn 14, 18 — 17 Santo Tomás, Suma Teológica, 2-2, q. 30, a. 4. — 18San Gregorio Magno, Homilía 36 sobre los Evangelios. — 19 Cfr. ídem, Homilía 34 sobre los Evangelios, 4. — 20 G. Chevrot, El Evangelio al aire libre, pp. 84-85. — 21Himno Dies irae. — 22 F. Sopeña, La Confesión, pp. 28-29. — 23 Jn 8, 11. — 24 Mt9, 2. — 25 Lc 24, 43. — 26 F. Sopeña, o. c. p. 36.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
Fiesta de María Mediadora de Todas las Gracias
( 7 de noviembre)
Este título se le reconoce en documentos oficiales de la Iglesia y ha sido acogido en la liturgia, introduciéndose en 1921 una fiesta dedicada a María Mediadora de Todas las Gracias
María, asunta a los cielos, no ha dejado su misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna.
Hay muchos ilusos que pretenden alcanzar la unión con Dios, sin recurrir constantemente a Nuestro Señor que es el camino, la verdad y la vida.
Pero otro error sería querer llegar a Nuestro Señor sin pasar, por María a quien la iglesia llama, en una fiesta especial, Mediadora de todas las gracias.
Los protestantes cayeron en este error. Sin llegar a esta desviación, hay católicos que no. comprenden la necesidad de recurrir a María para conseguir la intimidad con el Salvador.
San Luis María Grignion de Montfort habla también de "Doctores que no conocen a la Madre de Dios, sino de una manera especulativa, árida, estéril e indiferente; que temen abusar de la devoción a la Santísima Virgen, hacer injuria a Nuestro Señor honrando demasiado a su santísima Madre.
Si hablan de la devoción a María, no es tanto para recomendarla como para reprobar las exageraciones"; dan la impresión de creer que María es un impedimento para conseguir la unión con Dios.
Hay, dice el Beato, una gran falta de humildad, en menospreciar a los mediadores que Dios nos brinda, teniendo en cuenta nuestra debilidad. La intimidad con Nuestro Señor nos es grandemente facilitada mediante una verdadera y profunda devoción a María.
LA FIESTA DE MARIA MEDIADORA
La mediación universal de la Santísima Virgen María es una doctrina que parece deducirse cada día más claramente de la enseñanza tradicional de la Iglesia. Hasta tal punto está ligada la solicitud maternal de María por todo el género humano a la misión redentora de su Hijo, que forma un todo con ella, y se extiende a todas las gracias que nos ha adquirido Cristo.
La fiesta de María Mediadora de Todas las Gracias la instituyó el papa Benedicto XV en 1921; y en ella se nos invita a recurrir siempre con confianza a esta mediación incesante de la Madre del Salvador.
El Concilio Vaticano II ha escrito sobre esta condición de mediadora de la Santísima Virgen: "María, asunta a los cielos, no ha dejado su misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada. Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. "Lo cual, sin embargo, ha de entenderse de tal manera que no reste ni añada nada a la dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador" (LG 62).
Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres. Pero Él, no por necesidad sino por benevolencia, ha querido asociarse otros mediadores. Entre ellos, María.
La mediación de María fluye de un doble hecho: primero, su maternidad espiritual. Ésta exige no sólo la transmisión de la vida sobrenatural, sino también su conservación. Y segundo: su corredención maternal, que requiere la aplicación de la redención a cada uno de los redimidos.
Finalmente, como concluye el Concilio, "la Iglesia no duda en confesar esta función subordinada de María, la experimenta continuamente y la recomienda a la piedad de los fieles, para que, apoyados en esta protección maternal, se unan con mayor intimidad al Mediador y Salvador" (LG 62).
La Virgen es el medio para profundizar en el misterio de Cristo, de progresar en la fe, la esperanza y la caridad.
MARÍA NOS OBTIENE Y NOS DISTRIBUYE TODAS LAS GRACIAS
Es ésta una doctrina cierta, según lo que acabamos de decir de la Madre de todos los hombres; como Madre, se interesa por su salvación, ruega por ellos y les consigue las gracias que reciben.
En el Ave, maris Stella se canta: Solve vincla reis,Prof er lumen coecis,mala nostra pelle,bona cuneta poste. Rompe al reo sus cadenas,Concede a los ciegos ver; Aleja el mal de nosotros,Alcánzanos todo bien.
León XIII, en una Encíclica sobre el Rosario, dice: "Por expresa voluntad de Dios, ningún bien nos es concedido si no es por María; y como nadie puede llegar al Padre sino por el Hijo, así generalmente nadie puede llegar a Jesús sino por María.
La Iglesia, de hecho, se dirige a María para conseguir gracias de toda suerte, tanto temporales como espirituales, y, entre estas últimas, desde la gracia de la conversión hasta la de la perseverancia final, sin exceptuar las necesarias a las vírgenes para guardar su virginidad, a los apóstoles para ejercer su apostolado, a los mártires para permanecer invictos en la fe.
Por eso, en las Letanías lauretanas, universalmente rezadas en la Iglesia desde hace mucho tiempo, María es llamada: "salud de los enfermos, refugio de los pecadores, consuelo de los afligidos, auxilio de los cristianos, reina de los apóstoles, de los mártires, de los confesores y de las vírgenes.
Su mano es la dispensadora de toda suerte de gracias, y aun, en cierto sentido, de la gracia de los sacramentos; porque ella nos los ha merecido en unión con Nuestro Señor en el Calvario, y nos dispone además con su oración a acercarnos a esos sacramentos y a recibirlos convenientemente; a veces hasta nos envía el sacerdote sin el cual esa ayuda sacramental no nos sería otorgada.
En fin, no sólo cada especie de gracia nos es distribuida por mano de María, sino cada gracia en particular. No es otra cosa lo que la fe de la Iglesia declara en estas palabras del Ave María: "Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte; amén." Ese "ahora" es repetido; cada minuto, en la iglesia, por millares de fieles que piden de esta manera la gracia del momento presente; y ésta es la más particular de todas las gracias, varía con cada uno de nosotros y para cada uno en cada minuto. Aunque estemos distraídos al pronunciar esas palabras, María, que no lo está, y conoce nuestras necesidades espirituales de cada momento, ruega por nosotros y nos consigue las gracias que recibimos.
Tal enseñanza, contenida en la fe de la Iglesia, y expresada por la oración colectiva (lex orarsdi, lex credendi), está fundada en la Escritura y en la Tradición. En efecto, ya en su vida sobre la tierra, aparece María en la Escritura como distribuidora de gracias. Por ella santifica Jesús al Precursor, cuando visita a su prima Santa Isabel y entona el Magnificat.
Por ella confirma Jesús la fe de los discípulos de Caná, concediendo el milagro que pedía. Por ella fortaleció la fe de Juan en el Calvario, diciéndole: "Hijo, ésa es tu madre." Por ella, en fin, el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles, ya que María oraba con ellos en el Cenáculo el día de Pentecostés, cuando el divino Espíritu, descendió en forma de lenguas de fuego (Act., r, 14).
Con mayor razón, después de la Asunción, desde su entrada en la gloria, es María distribuidora de todas las gracias. Como una madre bienaventurada conoce en el cielo las necesidades espirituales de los hombres todos. Y como es muy tierna madre, ruega por sus hijos; y como ejerce poder omnímodo sobre el corazón de su Hijo, nos obtiene todas las gracias que a nuestras almas llegan y las que se dan a los que no se obstinan en el mal. Es María como el acueducto de las gracias y, en el cuerpo místico, a modo de cuello que junta la cabeza con los miembros.
OTROS TITULOS ASOCIADOS
Cooperación de María a la obra de la Redención
"Asociada por un vínculo estrecho e indisoluble a los misterios de la Encarnación y de la Redención … ; creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia, continúa en el cielo su misión maternal para con los miembros de Cristo, cooperando al nacimiento y al desarrollo de la vida divina en las almas de los redimidos". (Credo de Pablo VI, n. 15)
Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres porque Él solo, con su muerte, logró la reconciliación perfecta con Dios, pero dice Santo Tomás que "también a otros podemos llamarlos mediadores por cuanto cooperan a la unión de los hombres con Dios".
A María se la llama Medianera o Mediadora desde muy antiguo. Este título se le reconoce en documentos oficiales de la Iglesia y ha sido acogido en la liturgia, introduciéndose en 1921 una fiesta dedicada a María Medianera de todas las gracias.
"María, que en vísperas de Pentecostés intercedió para que el Espíritu Santo descendiera sobre la Iglesia naciente, interceda también ahora. Para que ese mismo Espíritu produzca un profundo rejuvenecimiento cristiano en España. Para que ésta sepa recoger los grandes valores de su herencia católica y afrontar valientemente los retos del futuro" (Juan Pablo II en España).
María es Corredentora
Trajo al mundo al Redentor, fuente de todas las gracias. María dio su consentimiento libre para que viniese el Salvador al mundo: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc. 1, 38). Dice Santo Tomás que representaba a toda la naturaleza humana.
Se le suele contraponer a Eva y así como ésta fue causa de la perdición, María por su obediencia lo es de la salvación. Y si aquélla era "madre de los vivientes", la "Nueva Eva" es madre de los que viven por la fe y la gracia.
Desde el siglo XV se llama a la Virgen CORREDENTORA y la Iglesia lo usa en algunos documentos oficiales. No debe entenderse como una equiparación con Cristo, único Redentor, ya que ella también fue redimida. La suya es una cooperación indirecta por cuanto puso voluntariamente toda su vida al servicio del Redentor, padeciendo y ofreciéndose con Él al pie de la Cruz, pero sin corresponderle el título de Sacerdote, exclusivo de Cristo (cfr. Vat. li, LG, 60).
Madre de los hombres
Compañera singularmente generosa entre todas las demás criaturas y humilde esclava del Señor. Concibiendo a Cristo, engendrándole, alimentándolo, presentándolo al Padre en el Templo, padeciendo con su Hijo cuando moría en la Cruz, cooperó en forma enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad, con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra madre en el orden de la gracia. (LG, 61)
Esta doctrina se apoya en la tradición antiquísima de considerar a María como madre espiritual de todos los cristianos. Parece natural que la que cooperó por la Encarnación a darnos a Cristo, fuente de todas las gracias, y la que estuvo presente junto a la Cruz, interceda sin cesar y cuide de sus hijos, como madre espiritual.
María es Madre de la Iglesia
"María es la Madre de la Iglesia, es decir, madre de todo el Pueblo de Dios, una madre de todos los que creyeron en su Hijo. Ha colaborado y sigue colaborando en la obra de la Salvación y se preocupa constantemente de los hermanos de su Hijo que están aún peregrinando por el mundo" (C.v.e., P. 460)
Prototipo de la Iglesia
También hay que recordar que María es "prototipo de la Iglesia" y que toda la gracia se comunica por medio de la Iglesia.
Pues en el misterio, de la Iglesia, que con razón es llamada también madre y virgen, precedió la Santísima Virgen, presentándose de forma eminente y singular como modelo tanto de la Virgen como de la Madre. (LG, 63)
La Virgen es para la Iglesia medio de profundizar en el misterio de Cristo, de progresar en la fe, la esperanza y la caridad. La Iglesia ha alcanzado en la Santísima Virgen la perfección.
El amor maternal de María es también el modelo con que en la Iglesia han de actuar todos aquellos que tienen la responsabilidad de llevar a Dios a los hombres (cfr. LG, 65).
Fuentes: P. Enrique Cases, P. Garrigou-Lagrange O. P. y otras
Catequesis de Juan Pablo II sobre la mediación de María
La intercesión celestial de la Madre de la divina gracia
Catequesis de Juan Pablo II (24-IX-97)
1. María es madre de la humanidad en el orden de la gracia. El concilio Vaticano II destaca este papel de María, vinculándolo a su cooperación en la redención de Cristo.
Ella, "por decisión de la divina Providencia, fue en la tierra la excelsa Madre del divino Redentor, la compañera más generosa de todas y la humilde esclava del Señor" (Lumen gentium, 61).
Con estas afirmaciones, la constitución Lumen gentium pretende poner de relieve, como se merece, el hecho de que la Virgen estuvo asociada íntimamente a la obra redentora de Cristo, haciéndose "la compañera" del Salvador "más generosa de todas".
A través de los gestos de toda madre, desde los más sencillos hasta los más arduos, María coopera libremente en la obra de la salvación de la humanidad, en profunda y constante sintonía con su divino Hijo.
2. El Concilio pone de relieve también que la cooperación de María estuvo animada por las virtudes evangélicas de la obediencia, la fe, la esperanza y la caridad, y se realizó bajo el influjo del Espíritu Santo. Además, recuerda que precisamente de esa cooperación le deriva el don de la maternidad espiritual universal: asociada a Cristo en la obra de la redención, que incluye la regeneración espiritual de la humanidad, se convierte en madre de los hombres renacidos a vida nueva.
Al afirmar que María es "nuestra madre en el orden de la gracia" (ib.), el Concilio pone de relieve que su maternidad espiritual no se limita solamente a los discípulos, como si se tuviese que interpretar en sentido restringido la frase pronunciada por Jesús en el Calvario: "Mujer, ahí tienes a tu hijo" (Jn 19,26). Efectivamente, con estas palabras el Crucificado, estableciendo una relación de intimidad entre María y el discípulo predilecto, figura tipológica de alcance universal, trataba de ofrecer a su madre como madre a todos los hombres.
Por otra parte, la eficacia universal del sacrificio redentor y la cooperación consciente de María en el ofrecimiento sacrificial de Cristo, no tolera una limitación de su amor materno.
Esta misión materna universal de María se ejerce en el contexto de su singular relación con la Iglesia. Con su solicitud hacia todo cristiano, más aún, hacia toda criatura humana, ella guía la fe de la Iglesia hacia una acogida cada vez más profunda de la palabra de Dios, sosteniendo su esperanza, animando su caridad y su comunión fraterna, y alentando su dinamismo apostólico.
3. María, durante su vida terrena, manifestó su maternidad espiritual hacia la Iglesia por un tiempo muy breve. Sin embargo, esta función suya asumió todo su valor después de la Asunción, y está destinada a prolongarse en los siglos hasta el fin del mundo. El Concilio afirma expresamente: "Esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el consentimiento que dio fielmente en la Anunciación, y que mantuvo sin vacilar al pie de la cruz, hasta la realización plena y definitiva de todos los escogidos" (Lumen gentium, 62).
Ella, tras entrar en el reino eterno del Padre, estando más cerca de su divino Hijo y, por tanto, de todos nosotros, puede ejercer en el Espíritu de manera más eficaz la función de intercesión materna que le ha confiado la divina Providencia.
4. El Padre ha querido poner a María cerca de Cristo y en comunión con él, que puede "salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor" (Hb 7,25): a la intercesión sacerdotal del Redentor ha querido unir la intercesión maternal de la Virgen. Es una función que ella ejerce en beneficio de quienes están en peligro y tienen necesidad de favores temporales y, sobre todo, de la salvación eterna: "Con su amor de madre cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan y viven entre angustias y peligros hasta que lleguen a la patria feliz. Por eso la santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora" (Lumen gentium, 62).
Estos apelativos, sugeridos por la fe del pueblo cristiano, ayudan a comprender mejor la naturaleza de la intervención de la Madre del Señor en la vida de la Iglesia y de cada uno de los fieles.
5. El título de "Abogada" se remonta a san Ireneo. Tratando de la desobediencia de Eva y de la obediencia de María, afirma que en el momento de la Anunciación "la Virgen María se convierte en Abogada" de Eva (Adv. haer. V, 19, 1: PG VII, 1.175-1.176). Efectivamente, con su "sí" defendió y liberó a la progenitora de las consecuencias de su desobediencia, convirtiéndose en causa de salvación para ella y para todo el género humano.
María ejerce su papel de "Abogada", cooperando tanto con el Espíritu Paráclito como con Aquel que en la cruz intercedía por sus perseguidores (cf. Lc 23,34) y al que Juan llama nuestro "abogado ante el Padre" (cf. 1 Jn 2,1). Como madre, ella defiende a sus hijos y los protege de los daños causados por sus mismas culpas.
Los cristianos invocan a María como "Auxiliadora", reconociendo su amor materno, que ve las necesidades de sus hijos y está dispuesto a intervenir en su ayuda, sobre todo cuando está en juego la salvación eterna.
La convicción de que María está cerca de cuantos sufren o se hallan en situaciones de peligro grave, ha llevado a los fieles a invocarla como "Socorro". La misma confiada certeza se expresa en la más antigua oración mariana con las palabras: "Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos siempre de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita" (Breviario romano).
Como mediadora maternal, María presenta a Cristo nuestros deseos, nuestras súplicas, y nos transmite los dones divinos, intercediendo continuamente en nuestro favor.
María Mediadora de todas las Gracias
Catequesis de Juan Pablo II (1-X-97)
1. Entre los títulos atribuidos a María en el culto de la Iglesia, el capítulo VIII de la Lumen gentium recuerda el de "Mediadora". Aunque algunos padres conciliares no compartían plenamente esa elección (cf. Acta Synodalia III, 8, 163-164), este apelativo fue incluido en la constitución dogmática sobre la Iglesia, confirmando el valor de la verdad que expresa. Ahora bien, se tuvo cuidado de no vincularlo a ninguna teología de la mediación, sino sólo de enumerarlo entre los demás títulos que se le reconocían a María.
Por lo demás, el texto conciliar ya refiere el contenido del título de "Mediadora" cuando afirma que María "continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna" (Lumen gentium, 62).
Como recuerdo en la encíclica Redemptoris Mater, "la mediación de María está íntimamente unida a su maternidad y posee un carácter específicamente materno que la distingue del de las demás criaturas" (n. 38).
Desde este punto de vista, es única en su género y singularmente eficaz.
2. El mismo Concilio quiso responder a las dificultades manifestadas por algunos padres conciliares sobre el término "Mediadora", afirmando que María "es nuestra madre en el orden de la gracia" (Lumen gentium, 61). Recordemos que la mediación de María es cualificada fundamentalmente por su maternidad divina. Además, el reconocimiento de su función de mediadora está implícito en la expresión "Madre nuestra", que propone la doctrina de la mediación mariana, poniendo el énfasis en la maternidad. Por último, el título "Madre en el orden de la gracia" aclara que la Virgen coopera con Cristo en el renacimiento espiritual de la humanidad.
3. La mediación materna de María no hace sombra a la única y perfecta mediación de Cristo. En efecto, el Concilio, después de haberse referido a María "mediadora", precisa a renglón seguido: "Lo cual, sin embargo, se entiende de tal manera que no quite ni añada nada a la dignidad y a la eficacia de Cristo, único Mediador" (ib., 62). Y cita, a este respecto, el conocido texto de la primera carta a Timoteo: "Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos" (1 Tm 2,5-6).
El Concilio afirma, además, que "la misión maternal de María para con los hombres de ninguna manera disminuye o hace sombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia" (Lumen gentium, 60).
Así pues, lejos de ser un obstáculo al ejercicio de la única mediación de Cristo, María pone de relieve su fecundidad y su eficacia. "En efecto, todo el influjo de la santísima Virgen en la salvación de los hombres no tiene su origen en ninguna necesidad objetiva, sino en que Dios lo quiso así. Brota de la sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella y de ella saca toda su eficacia" (ib.).
4. De Cristo deriva el valor de la mediación de María, y, por consiguiente, el influjo saludable de la santísima Virgen "favorece, y de ninguna manera impide, la unión inmediata de los creyentes con Cristo" (ib.).
La intrínseca orientación hacia Cristo de la acción de la "Mediadora" impulsa al Concilio a recomendar a los fieles que acudan a María "para que, apoyados en su protección maternal, se unan más íntimamente al Mediador y Salvador" (ib., 62).
Al proclamar a Cristo único Mediador (cf. 1 Tm 2,5-6), el texto de la carta de san Pablo a Timoteo excluye cualquier otra mediación paralela, pero no una mediación subordinada. En efecto, antes de subrayar la única y exclusiva mediación de Cristo, el autor recomienda "que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres" (1 Tm 2,1). ¿No son, acaso, las oraciones una forma de mediación? Más aún, según san Pablo, la única mediación de Cristo está destinada a promover otras mediaciones dependientes y ministeriales. Proclamando la unicidad de la de Cristo, el Apóstol tiende a excluir sólo cualquier mediación autónoma o en competencia, pero no otras formas compatibles con el valor infinito de la obra del Salvador.
5. Es posible participar en la mediación de Cristo en varios ámbitos de la obra de la salvación. La Lumen Gentium, después de afirmar que "ninguna criatura puede ser puesta nunca en el mismo orden con el Verbo encarnado y Redentor", explica que las criaturas pueden ejercer algunas formas de mediación en dependencia de Cristo. En efecto, asegura: "Así como en el sacerdocio de Cristo participan de diversa manera tanto los ministros como el pueblo creyente, y así como la única bondad de Dios se difunde realmente en las criaturas de distintas maneras, así también la única mediación del Redentor no excluye sino que suscita en las criaturas una colaboración diversa que participa de la única fuente" (n. 62).
En esta voluntad de suscitar participaciones en la única mediación de Cristo se manifiesta el amor gratuito de Dios que quiere compartir lo que posee.
6. ¿Qué es, en verdad, la mediación materna de María sino un don del Padre a la humanidad? Por eso, el Concilio concluye: "La Iglesia no duda en atribuir a María esta misión subordinada, la experimenta sin cesar y la recomienda al corazón de sus fieles" (ib.).
María realiza su acción materna en continua dependencia de la mediación de Cristo y de él recibe todo lo que su corazón quiere dar a los hombres.
La Iglesia, en su peregrinación terrena, experimenta "continuamente" la eficacia de la acción de la "Madre en el orden de la gracia".
San Villibrordo
Año 739
Di origine britannica, divenne monaco nell'abbazia benedettina di Ripon, fondata in Northumbria dal suo maestro san Vilfrido, futuro vescovo di York.
A vent'anni lasciò Ripon per l'Irlanda, terra dalle gloriose tradizioni monastiche, dove venne consacrato sacerdote dall'abate Egberto.
Su invito di Pipino di Herstal, che aveva appena conquistato ai Franchi alcuni territori oltre il Reno ancora pagani, e con l'approvazione di papa Sergio I, che lo consacrerà vescovo a Roma nel 696 e lo incaricherà di organizzare la Chiesa nelle terre che avrebbe evangelizzato, attorno al 690 Villibrordo si reca in Frisia con un gruppo di monaci provenienti dalle isole britanniche.
In queste terre svolse un imponente azione evangelizzatrice e si occupò in seguito dell'organizzazione in diocesi delle terre convertite. Lui stesso resse, col nome di Clemente, l'Arcidiocesi di Utrecht: fondò inoltre le sedi suffraganee di Deventer e Haarlem. Stette in relazione il monaco con Wynfrith (poi San Bonifacio martire) durante la sua opera missionaria di evangelizzazione della Germania.
Dopo la morte del suo protettore Pipino di Heristal, avvenuta nel 714, Villibrordo si rifugiò nel monastero di lussemburghese Echternach (da lui stesso fondato) dove si spense il 7 novembre 739.
Le sue reliquie sono ancora conservate nella chiesa abbaziale di Echternach, a lui intitolata.
Commemorazione liturgica il 7 novembre.
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Ernesto, Santo Biografía, 7 de noviembre
Noviembre 7 Etimológicamente significa "fuerte en el combate". Viene de la lengua alemana. |
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Florencio de Irlanda, Santo Fundador, 7 de noviembre
Fundador Etimológicamente significa "floreciente". Viene de la lengua latina. |
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Prosdócimo de Padua, Santo Primer Obispo de Padua, 7 Noviembre
Según una piadosa tradición, san Prosdócimo, primer obispo de Padua, fue enviado por el apóstol san Pedro a anunciar la buena nueva en tierras euganeas. |
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Lucía de Settefonti, Beata Virgen, 7 Noviembre
Casta virgen de Bolonia, llamada de Settefonti, no lejos de Ozzano Emilia, donde estaba el monasterio de Santa Cristina donde con otras compañeras Lucía profesó en la Orden Camaldulense. |
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina04
Herculano de Perugia, Santo Obispo y mártir, 7 Noviembre
Cuando los godos tomaron la ciudad de Perugia, después de siete años de sitio, el rey Totila condenó al obispo Herculano a una muerte terrible, ya que los verdugos debían arrancarle tiras de piel desde la cabeza hasta los pies antes de decapitarle. |
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_Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina04
Antonio Baldinucci, Beato Presbítero Jesuita, 7 Noviembre
En esta fecha se celebra la fiesta del Beato Antonio Baldinucci en la Compañía de Jesús y en varias diócesis de Italia, donde el beato trabajó. |
Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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