JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san            Lucas 15, 1-10
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los          publicanos y los pecadores a          escucharlo; por lo cual 
          los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: 
          "Este recibe a los pecadores y come con ellos". 
          Jesús les dijo entonces esta parábola: 
          "Quién de ustedes si tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no          deja las          noventa y nueve en el 
          campo y va en busca de la que se perdió hasta encontrarla? Y una          vez que la encuentra,          la 
          carga sobre sus hombros, lleno de alegría; y al llegar a su casa          reúne a los          amigos y les dice: 
          Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había          perdido. Yo les          aseguro: 
          también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se          arrepiente que por          noventa y nueve 
          justos que no necesitan arrepentirse.
          ¿Y qué mujer hay que si tiene diez monedas de plata y pierde          una, ¿no enciende          luego una 
          lámpara, barre la casa y la busca con cuidado hasta encontrarla?          Y cuando la          encuentra, reúne 
          a sus amigas y vecinas y les dice: Alégrense conmigo, porque ya          encontré la          moneda que se me 
          había perdido. Yo les aseguro que así también se alegran los          ángeles de Dios          por un solo 
          pecador que se arrepiente".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y          comunidad-comunión. Con Dios es          igual: las "palabras          de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario visitarse,          y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en          la Eucaristía,          que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer          la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d)          pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la          salvación del          mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación:          http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del              Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en              vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos            en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión)            con el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          "Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso".            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser felices            para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección            del amor, es            necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide            la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar            debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo,              come y bebe su propia              condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados            mortales? no            confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989),            no comulgar al            menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos            no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a            decidir, derechos            (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación            natural sin causa            grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por            iglesia, demorar en            bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón,            borrachera,            drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de            venganza, ver            pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado,            etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados            mortales objetivamente,            pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay            excusa.
† Misal
jue          31a. Ordinario año impar
      Antífona de Entrada
      Alégrese              el corazón de los que buscan al Señor. Busquen la ayuda del              Señor; busquen              continuamente su presencia.
Oración            Colecta
      Oremos:
            Aumenta, Señor, en nosotros la fe, la esperanza y la caridad            para que cumplamos            con amor tus 
            mandamientos y podamos conseguir, así, el cielo que nos tienes            prometido.
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén.
Primera            Lectura
      Ya sea              que estemos vivos o que hayamos muerto, somos del Señor
Lectura              de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 14, 7-12
Hermanos: Ninguno de            nosotros vive para sí mismo ni muere para sí mismo: si            vivimos, para el 
            Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos. Por lo            tanto, ya sea que            estemos vivos o 
            que hayamos muerto, somos del Señor. Porque Cristo murió y            resucitó para ser            Señor de vivos y 
            muertos.
            Pero tú, ¿por qué juzgas mal a tu hermano? ¿Por qué lo            deprecias? Todos vamos a            
            comparecer ante el tribunal de Dios, como dice la Escritura:            Juro por mí mismo,            dice el Señor, 
            que todos doblarán la rodilla ante mí y todos reconocerán            públicamente que yo            soy Dios.
            En resumen, cada uno de nosotros tendrá que dar cuenta de sí            mismo a Dios.
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
      Del              salmo 26
El              Señor es mi luz y mi salvación.
El            Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo?            El Señor es la            defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?
            El Señor es mi luz y mi salvación.
Lo            único que pido, lo único que busco es vivir en la casa del            Señor toda mi vida,            para disfrutar las bondades del Señor y estar continuamente en            su presencia.
            El Señor es mi luz y mi salvación.
La            bondad del Señor espero ver en esta misma vida. Armate de            valor y fortaleza y            en el Señor confía.
            El Señor es mi luz y mi salvación.
Aclamación            antes del Evangelio
      Aleluya, aleluya.
            Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados por la            carga, y yo los            aliviaré, dice el 
            Señor.
            Aleluya.
Evangelio
      Habrá alegría en el cielo              por un solo pecador que se arrepienta
† Lectura del santo              Evangelio según san Lucas 15, 1-10
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, se            acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo;            por lo cual 
            los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: 
            "Este recibe a los pecadores y come con ellos". 
            Jesús les dijo entonces esta parábola: 
            "Quién de ustedes si tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no            deja las            noventa y nueve en el 
            campo y va en busca de la que se perdió hasta encontrarla? Y            una vez que la            encuentra, la 
            carga sobre sus hombros, lleno de alegría; y al llegar a su            casa reúne a los            amigos y les dice: 
            Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había            perdido. Yo les            aseguro: 
            también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se            arrepiente que por            noventa y nueve 
            justos que no necesitan arrepentirse.
            ¿Y qué mujer hay que si tiene diez monedas de plata y pierde            una, ¿no enciende            luego una 
            lámpara, barre la casa y la busca con cuidado hasta            encontrarla? Y cuando la            encuentra, reúne 
            a sus amigas y vecinas y les dice: Alégrense conmigo, porque            ya encontré la            moneda que se me 
            había perdido. Yo les aseguro que así también se alegran los            ángeles de Dios            por un solo 
            pecador que se arrepiente".
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración            sobre las Ofrendas
      Mira, Señor, con bondad, las            ofrendas que te presentamos, a fin de que esta celebración 
            eucarística sea para tu gloria y alabanza.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Prefacio
      El misterio de nuestra              salvación en Cristo
En verdad es justo y            necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias, Padre            santo, siempre 
            y en todo lugar, por Jesucristo, tu Hijo amado.
            Por él, que es tu Palabra, hiciste todas las cosas; tú nos lo            enviaste para que            , hecho hombre por 
            obra del Espíritu Santo y nacido de María la Virgen, fuera            nuestro Salvador y            Redentor.
            El, en cumplimiento de tu voluntad, para destruir la muerte y            manifestar la            resurrección, extendió 
            sus brazos en la cruz y así adquirió para ti un pueblo santo.
            Por eso,
            con los ángeles y los santos, proclamamos tu gloria diciendo:
Antífona de la Comunión
      Cristo              nos amó y se entregó a la muerte por nosotros, como ofrenda              y víctima agradable              a Dios.
Oración después de la Comunión
      Oremos:
            Concédenos, Señor, que este memorial de la muerte y            resurrección de tu Hijo nos            haga morir de 
            veras al pecado y renacer a una nueva vida.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
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† Meditación diaria
31ª semana.          Jueves
AMIGO DE LOS          PECADORES
— Son          los enfermos quienes tienen          necesidad de médico. Jesús ha venido a curarnos.
— La          oveja perdida. La alegría de          Dios ante nuestras diarias conversiones.
—          Jesucristo sale muchas veces a          buscarnos.
I.          Leemos en el Evangelio de la Misa1 que          publicanos y pecadores se          acercaban a Cristo para oírle. Pero            los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: este recibe a            los pecadores y            come con ellos.
Meditando          la vida del Señor podemos          ver con claridad cómo toda ella manifiesta su absoluta          impecabilidad. Más aún,          Él mismo preguntará a quienes le acusan: ¿Quién            de vosotros me argüirá de pecado?2, y          «durante toda su vida, lucha con          el pecado y con todo lo que engendra pecado, comenzando por          Satanás, que es padre            de la mentira... (cfr. Jn 8, 44)»3.
Esta          batalla de Jesús contra el          pecado y contra sus raíces más profundas no le aleja del          pecador. Muy al          contrario, lo aproxima a los hombres, a cada hombre. En su vida          terrena Jesús          solía mostrarse particularmente cercano de quienes, a los ojos          de los demás,          pasaban por «pecadores» o lo eran de verdad. Así nos lo muestra          el Evangelio en          muchos pasajes; hasta tal punto que sus enemigos le dieron el          título de amigo de            publicanos y de pecadores4. Su          vida es un constante          acercamiento a quien necesita la salud del alma. Sale a buscar a          los que          precisan ayuda, como Zaqueo, en cuya casa Él mismo se invitó:Zaqueo,            baja            pronto -le          dice-, porque hoy            me hospedaré en tu casa5. El          Señor no se aleja, sino que va          en busca de los más distanciados. Por eso acepta las          invitaciones y aprovecha          las circunstancias de la vida social para estar con quienes no          parecían tener          puestas sus esperanzas en el Reino de Dios. San Marcos nos          indica cómo después          del llamamiento de Mateo, muchos  publicanos            y pecadores estaban a la mesa con Jesús y con sus discípulos6. Y          Cuando los fariseos murmuran de          esta actitud, Jesús responde: No  tienen            necesidad de médico los sanos, sino los enfermos...7. Aquí,          sentado con estos hombres          que parecen muy alejados de Dios, se nos muestra Jesús          entrañablemente humano.          No se aparta de ellos; por el contrario, busca su trato. La          manifestación suprema          de este amor por quienes se encuentran en una situación más          apurada tuvo lugar          en el momento de dar su vida por todos en el Calvario. Pero en          este largo          recorrido hasta la Cruz, su existencia es una manifestación          continua de interés          por cada uno, que se expresa en estas palabras conmovedoras: El Hijo del hombre no            ha venido            para ser servido, sino a servir...8. A          servir a todos: a quienes tienen          buena voluntad y están más preparados para recibir la doctrina          del Reino, y a          quienes parecen endurecidos para la Palabra divina.
La          meditación de hoy nos debe llevar          a aumentar nuestra confianza en Jesús cuanto mayores sean          nuestras necesidades;          especialmente si en alguna ocasión sentimos con fuerza la propia          flaqueza:          Cristo también está cercano entonces. De igual forma, pediremos          con confianza          por aquellos que están alejados del Señor, que no responden a          nuestro desvelo          por acercarlos a Dios y que aun parece que se distancian más.          «¡Oh, qué recia          cosa os pido, verdadero Dios mío –exclama Santa Teresa–: que          queráis a quien no          os quiere, que abráis a quien no os llama, que deis salud a          quien gusta de          estar enfermo y anda procurando la enfermedad!»9.
II.          Jesucristo andaba constantemente          entre las turbas, dejándose asediar por ellas, aun después de          caída ya la noche10, y          muchas veces ni siquiera le          permitían un descanso11. Su          vida estuvo totalmente          entregada a sus hermanos los hombres12, con un          amor tan grande que llegará          a dar la vida por todos13.          Resucitó para            nuestra justificación14;          ascendió a los Cielos para            prepararnos un lugar15; nos          envía su Espíritu para            no dejarnos huérfanos16. Cuanto          más necesitados nos          encontramos, más atenciones tiene con nosotros. Esta          misericordia supera          cualquier cálculo y medida humana; es «lo propio de Dios, y en          ella se manifiesta          de forma máxima su omnipotencia»17.
El          Evangelio de la Misa continúa con          esta bellísima parábola, en la que se expresan los cuidados de          la misericordia          divina sobre el pecador: Si  uno            de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las            noventa y            nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la            encuentra? Y cuando la            encuentra, la carga sobre los hombros muy contento; y al            llegar a casa reúne a            los amigos y a los vecinos para decirles: ¡Felicitadme! he            encontrado la oveja            que se me había perdido. «La suprema misericordia –comenta          San Gregorio Magno–          no nos abandona ni aun cuando lo abandonamos»18. Es el          Buen Pastor que no da por          definitivamente perdida a ninguna de sus ovejas.
Quiere          expresar también aquí el          Señor su inmensa alegría, la alegría de Dios, ante la conversión          del pecador.          Un gozo divino que está por encima de toda lógica humana: Os digo que así            también habrá más            alegría en el Cielo por un solo pecador que se convierta, que            por noventa y            nueve justos que no necesitan convertirse, como un capitán          estima más al          soldado que en la guerra, habiendo vuelto después de huir, ataca          con más valor          al enemigo, que al que nunca huyó pero tampoco mostró valor          alguno, comenta San          Gregorio Magno; igualmente, el labrador prefiere mucho más la          tierra que,          después de haber producido espinas, da abundante mies, que la          que nunca tuvo          espinas pero jamás dio mies abundante19. Es la          alegría de Dios cuando          recomenzamos en nuestro camino, quizá después de pequeños          fracasos en esas          metas en las que estamos necesitados de conversión: luchar por          superar las          asperezas del carácter; optimismo en toda circunstancia, sin          dejarnos desalentar,          pues somos hijos de Dios; aprovechamiento del tiempo en el          estudio, en el          trabajo, comenzando y terminando a la hora prevista, dejando a          un lado llamadas          por teléfono inútiles o menos necesarias; empeño por desarraigar          un defecto;          generosidad en la mortificación pequeña habitual... Es el          esfuerzo diario para          evitar «extravíos» que, aunque no gravemente, nos alejan del          Señor.
Siempre          que recomenzamos, cada día,          nuestro corazón se llena de gozo, y también el del Maestro. Cada          vez que          dejamos que Él nos encuentre somos la alegría de Dios en el          mundo. El Corazón          de Jesús «desborda de alegría cuando ha recobrado el alma que se          le había          escapado. Todos tienen que participar en su dicha: los ángeles y          los escogidos          del Cielo, y también deben alegrarse los justos de la tierra por          el feliz          retorno de un solo pecador»20. Alegraos            conmigo..., nos dice. Existe también una alegría muy          particular cuando          hemos acercado a un amigo o a un pariente al sacramento del          perdón, donde          Jesucristo le esperaba con los brazos abiertos.
Señor -canta un          antiguo himno de la Iglesia-, has            quedado extenuado, buscándome:            //¡Que no sea en vano tan grande fatiga!21.
III. Y cuando la            encuentra, la carga            sobre los hombros muy contento...
Jesucristo          sale muchas veces a          buscarnos. Él, que puede medir en toda su hondura la maldad y la          esencia de la          ofensa a Dios, se nos acerca; Él conoce bien la fealdad del          pecado y su          malicia, y sin embargo «no llega iracundo: el Justo nos ofrece la imagen más          conmovedora          de la misericordia (...). A la Samaritana, a la mujer con seis          maridos, le dice          sencillamente a ella y a todos los pecadores:Dame de beber (Jn 3, 4-7). Cristo ve lo          que ese alma          puede ser, cuánta belleza –la imagen de Dios allí mismo–, qué          posibilidades, incluso          qué "resto de bondad" en la vida de pecado, como una huella          inefable, pero          realísima, de lo que Dios quiere de ella»22.
Jesucristo          se acerca al pecador con          respeto, con delicadeza. Sus palabras son siempre expresión de          su amor por cada          alma. Vete y no            peques más23,          advertirá solamente a la mujer          adúltera que iba a ser apedreada. Hijo            mío, ten confianza, tus pecados te son perdonados24, dirá          al paralítico que, tras          incontables esfuerzos, había sido llevado por sus amigos hasta          la presencia de          Jesús. A punto de morir, hablará así al Buen Ladrón: En verdad, en verdad            te digo que            hoy estarás conmigo en el Paraíso25. Son          palabras de perdón, de alegría          y de recompensa. ¡Si supiéramos con qué amor nos espera Cristo          en cada Confesión!          ¡Si pudiéramos comprender su interés en que volvamos!
Es tanta          la impaciencia del Buen          Pastor que no espera a ver si la oveja descarriada vuelve al          redil por su          cuenta, sino que sale él mismo a buscarla. Una vez hallada,          ninguna otra          recibirá tantas atenciones como esta que se había perdido, pues          tendrá el honor          de ir a hombros del pastor. Vuelta al redil y «pasada la          sorpresa, es real ese más de calor que trae al          rebaño, ese bien          ganado descanso del pastor, hasta la calma del perro guardián,          que solo alguna          vez, en sueños, se sobresalta y certifica, despierto, que la          oveja duerme más          acurrucada aún, si cabe, entre las otras»26. Los          cuidados y atenciones de la          misericordia divina sobre el pecador arrepentido son          abrumadores.
Su          perdón no consiste solo en          perdonar y olvidar para siempre nuestros pecados. Esto sería          mucho; con la          remisión de las culpas renace además el alma a una vida nueva, o          crece y se          fortalece la que ya existía. Lo que era muerte se convierte en          fuente de vida;          lo que fue tierra dura es ahora un vergel de frutos          imperecederos.
Nos          muestra el Señor en este pasaje          del Evangelio el valor que para Él tiene una sola alma, pues          está dispuesto a          poner tantos medios para que no se pierda, y su alegría cuando          alguno vuelve de          nuevo a su amistad y a su cobijo. Y este interés es el que hemos          de tener para          que los demás no se extravíen y, si están lejos de Dios, para          que vuelvan.
1 Lc 15,          1-10. — 2 Jn 8, 46.          — 3 Juan Pablo            II, Audiencia general 10-II-1988. — 4 Cfr.Mt 11, 18-19. — 5 Cfr. Lc 19, 1-10. — 6 Cfr. Mc 2, 13-15. — 7 Cfr. Mc 2, 17.— 8 Mc10, 45. — 9 Santa            Teresa, Exclamaciones, n.          8. — 10 Cfr. Mc 3, 20. — 11 Cfr.Ibídem.          — 12 Cfr. Gal 2, 20. — 13 Cfr. Jn 13, 1. — 14 Cfr. Rom 4, 25. — 15 Cfr. Jn14, 2. — 16 Cfr. Jn 14, 18 — 17 Santo            Tomás, Suma Teológica,          2-2, q. 30, a.          4. — 18San            Gregorio Magno, Homilía            36 sobre los Evangelios.          — 19 Cfr. ídem, Homilía 34 sobre los            Evangelios,          4. — 20 G. Chevrot, El Evangelio al aire            libre, pp.          84-85. — 21Himno Dies            irae. — 22 F. Sopeña, La Confesión, pp.          28-29. — 23 Jn 8, 11.          — 24 Mt9, 2. — 25 Lc 24,          43. — 26 F. Sopeña, o. c. p. 36.
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
Fiesta de María            Mediadora de Todas las Gracias
(            7            de noviembre)
 
 
 
Este            título se le reconoce en            documentos oficiales de la Iglesia y ha sido acogido en la            liturgia, introduciéndose            en 1921 una fiesta dedicada a María Mediadora de Todas las            Gracias 
María,            asunta a los cielos, no ha            dejado su misión salvadora, sino que con su múltiple            intercesión continúa            obteniéndonos los dones de la salvación eterna.
Hay muchos          ilusos que pretenden alcanzar la          unión con Dios, sin recurrir constantemente a Nuestro Señor que          es el camino,          la verdad y la vida.
Pero otro error          sería querer llegar a          Nuestro Señor sin pasar, por María a quien la iglesia llama, en          una fiesta especial,          Mediadora de todas las gracias.
Los          protestantes cayeron en este error. Sin          llegar a esta desviación, hay católicos que no. comprenden la          necesidad de          recurrir a María para conseguir la intimidad con el Salvador.
San Luis María          Grignion de Montfort habla          también de "Doctores que no conocen a la Madre de Dios, sino de          una manera          especulativa, árida, estéril e indiferente; que temen abusar de          la devoción a          la Santísima Virgen, hacer injuria a Nuestro Señor honrando          demasiado a su          santísima Madre.
Si hablan de la          devoción a María, no es          tanto para recomendarla como para reprobar las exageraciones";          dan la impresión          de creer que María es un impedimento para conseguir la unión con          Dios.
Hay, dice el          Beato, una gran falta de          humildad, en menospreciar a los mediadores que Dios nos brinda,          teniendo en          cuenta nuestra debilidad. La intimidad con Nuestro Señor nos es          grandemente          facilitada mediante una verdadera y profunda devoción a María.
  
LA FIESTA DE          MARIA MEDIADORA
      La            mediación universal de la            Santísima Virgen María es una doctrina que parece deducirse            cada día más claramente            de la enseñanza tradicional de la Iglesia. Hasta tal punto está          ligada la solicitud maternal de          María por todo el género humano a la misión redentora de su          Hijo, que forma un          todo con ella, y se extiende a todas las gracias que nos ha          adquirido Cristo.
La            fiesta de María Mediadora de            Todas las Gracias la instituyó el papa Benedicto XV en 1921; y en ella se nos invita          a recurrir siempre con          confianza a esta mediación incesante de la Madre del Salvador.
El Concilio          Vaticano II ha escrito sobre          esta condición de mediadora de la Santísima Virgen: "María,              asunta a              los cielos, no ha dejado su misión salvadora, sino que con              su múltiple              intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación              eterna. Con su              amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía              peregrinan y se              hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la              patria              bienaventurada. Por este motivo, la Santísima Virgen es              invocada en la Iglesia              con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora.              "Lo cual, sin              embargo, ha de entenderse de tal manera que no reste ni              añada nada a la              dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador" (LG 62).
Cristo es el          único mediador entre Dios y          los hombres. Pero Él, no por necesidad sino por benevolencia, ha          querido          asociarse otros mediadores. Entre ellos, María.
La            mediación de María fluye de un            doble hecho: primero, su maternidad espiritual. Ésta exige no            sólo la            transmisión de la vida sobrenatural, sino también su            conservación. Y segundo:            su corredención maternal, que requiere la aplicación de la            redención a cada uno            de los redimidos.
Finalmente,          como concluye el Concilio, "la              Iglesia no              duda en confesar esta función subordinada de María, la              experimenta              continuamente y la recomienda a la piedad de los fieles,              para que, apoyados en              esta protección maternal, se unan con mayor intimidad al              Mediador y Salvador"              (LG 62).
La Virgen es el          medio para profundizar en          el misterio de Cristo, de progresar en la fe, la esperanza y la          caridad.
 
MARÍA NOS          OBTIENE Y NOS DISTRIBUYE TODAS LAS GRACIAS
      Es ésta una          doctrina cierta, según lo que          acabamos de decir de la Madre de todos los hombres; como Madre,          se interesa por          su salvación, ruega por ellos y les consigue las gracias que          reciben.
En el Ave, maris Stella se canta: Solve vincla              reis,Prof er lumen              coecis,mala nostra pelle,bona cuneta poste.          Rompe al reo sus          cadenas,Concede a los ciegos ver; Aleja el mal de          nosotros,Alcánzanos todo          bien.
León XIII, en          una Encíclica sobre el          Rosario, dice: "Por expresa voluntad de Dios, ningún bien nos es          concedido si          no es por María; y como nadie puede llegar al Padre sino por el          Hijo, así          generalmente nadie puede llegar a Jesús sino por María.
La            Iglesia, de hecho, se dirige a            María para conseguir gracias de toda suerte, tanto temporales            como espirituales,            y, entre estas últimas, desde la gracia de la conversión hasta            la de la            perseverancia final, sin exceptuar las necesarias a las            vírgenes para guardar            su virginidad, a los apóstoles para ejercer su apostolado, a            los mártires para            permanecer invictos en la fe.
Por eso, en las          Letanías lauretanas,          universalmente rezadas en la Iglesia desde hace mucho tiempo,          María es llamada:          "salud de los enfermos, refugio de los pecadores, consuelo de          los afligidos,          auxilio de los cristianos, reina de los apóstoles, de los          mártires, de los          confesores y de las vírgenes.
Su            mano es la dispensadora de toda            suerte de gracias, y aun, en cierto sentido, de la gracia de            los sacramentos;            porque ella nos los ha merecido en unión con Nuestro Señor en            el Calvario, y            nos dispone además con su oración a acercarnos a esos            sacramentos y a            recibirlos convenientemente; a veces hasta nos envía el            sacerdote sin el cual            esa ayuda sacramental no nos sería otorgada.
En fin, no sólo          cada especie de gracia nos          es distribuida por mano de María, sino cada gracia en          particular. No es otra          cosa lo que la fe de la Iglesia declara en estas palabras del Ave              María:              "Santa              María,              madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y                en la                hora de nuestra muerte; amén." Ese "ahora" es repetido; cada minuto, en la              iglesia, por              millares de fieles que piden de esta manera la gracia                del                momento presente; y ésta es la más particular de todas las gracias,              varía con cada uno de              nosotros y para cada uno en cada minuto.          Aunque estemos          distraídos al pronunciar esas palabras, María, que no lo está, y          conoce          nuestras necesidades espirituales de cada momento, ruega por          nosotros y nos          consigue las gracias que recibimos.
Tal enseñanza,          contenida en la fe de la          Iglesia, y expresada por la oración colectiva (lex orarsdi, lex              credendi), está          fundada en la Escritura y en la Tradición. En efecto, ya en su          vida sobre la          tierra, aparece María en la Escritura como distribuidora de          gracias. Por ella          santifica Jesús al Precursor, cuando visita a su prima Santa          Isabel y entona el          Magnificat.
Por ella          confirma Jesús la fe de los          discípulos de Caná, concediendo el milagro que pedía. Por ella          fortaleció la fe          de Juan en el Calvario, diciéndole: "Hijo, ésa es tu madre." Por          ella, en fin,          el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles, ya que María          oraba con ellos          en el Cenáculo el día de Pentecostés, cuando el divino Espíritu,          descendió en          forma de lenguas de fuego (Act., r, 14).
Con            mayor razón, después de la            Asunción, desde su entrada en la gloria, es María            distribuidora de todas las            gracias. Como una madre bienaventurada conoce en el cielo las            necesidades            espirituales de los hombres todos. Y como es muy tierna          madre, ruega por sus hijos; y          como ejerce poder omnímodo sobre el corazón de su Hijo, nos          obtiene todas las          gracias que a nuestras almas llegan y las que se dan a los que          no se obstinan          en el mal. Es María como el acueducto de las gracias y, en el          cuerpo místico, a          modo de cuello que junta la cabeza con los miembros.
 
OTROS TITULOS          ASOCIADOS 
      Cooperación de          María a la obra de la          Redención
      "Asociada por            un vínculo estrecho e            indisoluble a los misterios de la Encarnación y de la            Redención … ; creemos que            la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia,            continúa en el            cielo su misión maternal para con los miembros de Cristo,            cooperando al            nacimiento y al desarrollo de la vida divina en las almas de            los redimidos". (Credo de Pablo VI, n.          15)
Cristo es el          único mediador entre Dios y          los hombres porque Él solo, con su muerte, logró la          reconciliación perfecta con          Dios, pero dice Santo Tomás que "también a otros podemos llamarlos mediadores por              cuanto cooperan a la              unión de los hombres con Dios". 
A            María se la llama Medianera o            Mediadora desde muy antiguo. Este título se le reconoce en            documentos oficiales            de la Iglesia y ha sido acogido en la liturgia,            introduciéndose en 1921 una            fiesta dedicada a María Medianera de todas las gracias.
"María, que            en vísperas de Pentecostés            intercedió para que el Espíritu Santo descendiera sobre la            Iglesia naciente,            interceda también ahora. Para que ese mismo Espíritu produzca            un profundo            rejuvenecimiento cristiano en España. Para que ésta sepa            recoger los grandes            valores de su herencia católica y afrontar valientemente los            retos del futuro" (Juan Pablo II en          España).
María es          Corredentora
      Trajo al mundo          al Redentor, fuente de todas          las gracias. María dio su consentimiento libre para que viniese          el Salvador al          mundo: "He  aquí              la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra"          (Lc. 1,          38). Dice Santo Tomás que representaba a toda la naturaleza          humana.
Se le suele          contraponer a Eva y así como          ésta fue causa de la perdición, María por su obediencia lo es de          la salvación.          Y si aquélla era "madre de los vivientes", la "Nueva Eva"          es madre de          los que viven por la fe y la gracia.
Desde el siglo          XV se llama a la Virgen          CORREDENTORA y la Iglesia lo usa en algunos documentos          oficiales. No debe          entenderse como una equiparación con Cristo, único Redentor, ya          que ella          también fue redimida. La suya es una cooperación indirecta por cuanto              puso voluntariamente              toda su vida al servicio del Redentor, padeciendo y              ofreciéndose con Él al pie              de la Cruz, pero sin corresponderle el título de Sacerdote,              exclusivo de Cristo              (cfr. Vat. li, LG, 60).
Madre de los          hombres
      Compañera          singularmente generosa entre          todas las demás criaturas y humilde esclava del Señor.          Concibiendo a Cristo,          engendrándole, alimentándolo, presentándolo al Padre en el          Templo, padeciendo          con su Hijo cuando moría en la Cruz, cooperó en forma          enteramente impar a la          obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la          ardiente caridad,          con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por          eso es nuestra          madre en el orden de la gracia. (LG, 61)
Esta doctrina          se apoya en la tradición          antiquísima de considerar a María como madre espiritual de todos          los cristianos.          Parece  natural              que la que cooperó por la Encarnación a darnos a Cristo,              fuente de              todas las gracias, y la que estuvo presente junto a la Cruz,              interceda sin              cesar y cuide de sus hijos, como madre espiritual.
María es Madre          de la Iglesia
      "María es la            Madre de la Iglesia, es decir, madre de              todo el Pueblo de Dios, una madre de todos los            que creyeron en su Hijo. Ha            colaborado y sigue colaborando en la obra de la Salvación y se            preocupa            constantemente de los hermanos de su Hijo que están aún            peregrinando por el            mundo"          (C.v.e., P. 460)
Prototipo de          la Iglesia
      También hay que          recordar que María es "prototipo              de la              Iglesia" y que toda la gracia se comunica por          medio de la Iglesia.
Pues en el          misterio, de la Iglesia, que con          razón es llamada también madre y virgen, precedió la Santísima          Virgen,          presentándose de forma eminente y singular como modelo tanto de          la Virgen como          de la Madre. (LG, 63)
La            Virgen es para la Iglesia medio            de profundizar en el misterio de Cristo, de progresar en la            fe, la esperanza y            la caridad. La Iglesia ha alcanzado en la Santísima Virgen la            perfección.
El amor          maternal de María es también el          modelo con que en la Iglesia han de actuar todos aquellos que          tienen la          responsabilidad de llevar a Dios a los hombres (cfr. LG, 65).
Fuentes: P.            Enrique Cases, P.            Garrigou-Lagrange O. P. y otras
Catequesis          de Juan Pablo II sobre la mediación de María
      La          intercesión celestial de la Madre de la divina gracia
          Catequesis de Juan Pablo II (24-IX-97)
      1. María es madre de la humanidad en el orden de la              gracia. El concilio              Vaticano II destaca este papel de María, vinculándolo a su              cooperación en la              redención de Cristo.
Ella, "por          decisión de la divina          Providencia, fue en la tierra la excelsa Madre del divino          Redentor, la          compañera más generosa de todas y la humilde esclava del Señor"          (Lumen gentium,          61).
Con estas          afirmaciones, la constitución          Lumen gentium pretende poner de relieve, como se merece, el          hecho de que la          Virgen estuvo asociada íntimamente a la obra redentora de          Cristo, haciéndose          "la compañera" del Salvador "más generosa de todas".
A través de los          gestos de toda madre, desde          los más sencillos hasta los más arduos, María coopera libremente          en la obra de          la salvación de la humanidad, en profunda y constante sintonía          con su divino          Hijo.
2. El Concilio pone de relieve también que la              cooperación de María estuvo              animada por las virtudes evangélicas de la obediencia, la              fe, la esperanza y la              caridad, y se realizó bajo el influjo del Espíritu Santo.          Además,          recuerda que precisamente de esa cooperación le deriva el don de          la maternidad          espiritual universal: asociada a Cristo en la obra de la          redención, que incluye          la regeneración espiritual de la humanidad, se convierte en          madre de los          hombres renacidos a vida nueva.
Al afirmar que          María es "nuestra madre en          el orden de la gracia" (ib.), el Concilio pone de relieve que su          maternidad          espiritual no se limita solamente a los discípulos, como si se          tuviese que          interpretar en sentido restringido la frase pronunciada por          Jesús en el          Calvario: "Mujer, ahí tienes a tu hijo" (Jn 19,26).          Efectivamente, con estas palabras          el Crucificado, estableciendo una relación de intimidad entre          María y el          discípulo predilecto, figura tipológica de alcance universal,          trataba de          ofrecer a su madre como madre a todos los hombres.
Por otra parte,          la eficacia universal del          sacrificio redentor y la cooperación consciente de María en el          ofrecimiento          sacrificial de Cristo, no tolera una limitación de su amor          materno.
Esta misión          materna universal de María se          ejerce en el contexto de su singular relación con la Iglesia.          Con su solicitud          hacia todo cristiano, más aún, hacia toda criatura humana, ella          guía la fe de          la Iglesia hacia una acogida cada vez más profunda de la palabra          de Dios,          sosteniendo su esperanza, animando su caridad y su comunión          fraterna, y          alentando su dinamismo apostólico.
3. María,          durante su vida terrena,          manifestó su maternidad espiritual hacia la Iglesia por un          tiempo muy breve.          Sin embargo, esta función suya asumió todo su valor después de          la Asunción, y          está destinada a prolongarse en los siglos hasta el fin del          mundo. El Concilio          afirma expresamente: "Esta maternidad de María perdura sin cesar          en la economía          de la gracia, desde el consentimiento que dio fielmente en la          Anunciación, y          que mantuvo sin vacilar al pie de la cruz, hasta la realización          plena y          definitiva de todos los escogidos" (Lumen gentium, 62).
Ella,            tras entrar en el reino            eterno del Padre, estando más cerca de su divino Hijo y, por            tanto, de todos nosotros,            puede ejercer en el Espíritu de manera más eficaz la función            de intercesión            materna que le ha confiado la divina Providencia.
          
          4. El  Padre              ha querido poner a María cerca de Cristo y en comunión con              él, que puede              "salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya              que está siempre              vivo para interceder en su favor" (Hb 7,25): a la              intercesión sacerdotal del              Redentor ha querido unir la intercesión maternal de la              Virgen.          Es una función que ella ejerce en beneficio de quienes están en          peligro y          tienen necesidad de favores temporales y, sobre todo, de la          salvación eterna:          "Con su amor de madre cuida de los hermanos de su Hijo que          todavía peregrinan y          viven entre angustias y peligros hasta que lleguen a la patria          feliz. Por eso          la santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de          Abogada,          Auxiliadora, Socorro, Mediadora" (Lumen gentium, 62).
Estos          apelativos, sugeridos por la fe del          pueblo cristiano, ayudan a comprender mejor la naturaleza de la          intervención de          la Madre del Señor en la vida de la Iglesia y de cada uno de los          fieles.
5. El título de          "Abogada" se remonta a san          Ireneo. Tratando de la desobediencia de Eva y de la obediencia          de María, afirma          que en el momento de la Anunciación "la Virgen María se          convierte en Abogada"          de Eva (Adv. haer. V, 19, 1: PG VII, 1.175-1.176).          Efectivamente, con su "sí"          defendió y liberó a la progenitora de las consecuencias de su          desobediencia,          convirtiéndose en causa de salvación para ella y para todo el          género humano.
María            ejerce su papel de "Abogada",            cooperando tanto con el Espíritu Paráclito como con Aquel que            en la cruz            intercedía por sus perseguidores (cf. Lc 23,34) y al que Juan            llama nuestro            "abogado ante el Padre" (cf. 1 Jn 2,1). Como madre, ella defiende          a sus hijos y los protege          de los daños causados por sus mismas culpas.
Los            cristianos invocan a María como            "Auxiliadora", reconociendo su amor materno, que ve las necesidades de          sus hijos y está dispuesto          a intervenir en su ayuda, sobre todo cuando está en juego la          salvación eterna.
La convicción          de que María está cerca de          cuantos sufren o se hallan en situaciones de peligro grave, ha          llevado a los          fieles a invocarla como "Socorro". La misma confiada certeza se          expresa en la          más antigua oración mariana con las palabras: "Bajo tu amparo          nos acogemos,          santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos          en nuestras          necesidades, antes bien, líbranos siempre de todo peligro, oh          Virgen gloriosa y          bendita" (Breviario romano).
Como            mediadora maternal, María            presenta a Cristo nuestros deseos, nuestras súplicas, y nos            transmite los dones            divinos, intercediendo continuamente en nuestro favor.
 
María          Mediadora de todas las Gracias
          Catequesis de Juan Pablo II (1-X-97)
      1. Entre los          títulos atribuidos a María en          el culto de la Iglesia, el capítulo VIII de la Lumen gentium          recuerda el de          "Mediadora". Aunque algunos padres conciliares no compartían          plenamente esa          elección (cf. Acta Synodalia III, 8, 163-164), este apelativo          fue incluido en          la constitución dogmática sobre la Iglesia, confirmando el valor          de la verdad          que expresa. Ahora bien, se tuvo cuidado de no vincularlo a          ninguna teología de          la mediación, sino sólo de enumerarlo entre los demás títulos          que se le          reconocían a María.
Por lo demás, el texto              conciliar ya refiere el contenido del título de "Mediadora"              cuando afirma que              María "continúa procurándonos con su múltiple intercesión              los dones de la              salvación eterna" (Lumen gentium, 62).
          
          Como recuerdo en la encíclica Redemptoris Mater, "la mediación          de María está          íntimamente unida a su maternidad y posee un carácter          específicamente materno          que la distingue del de las demás criaturas" (n. 38).
Desde este          punto de vista, es única en su          género y singularmente eficaz.
2. El mismo          Concilio quiso responder a las          dificultades manifestadas por algunos padres conciliares sobre          el término          "Mediadora", afirmando que María "es nuestra madre en el orden de la gracia"              (Lumen gentium, 61).          Recordemos  que              la mediación de María es cualificada fundamentalmente por su              maternidad              divina. Además, el reconocimiento de su función de mediadora              está implícito en              la expresión "Madre nuestra", que propone la doctrina de la              mediación mariana,              poniendo el énfasis en la maternidad. Por último, el título              "Madre en el orden              de la gracia" aclara que la Virgen coopera con Cristo en el              renacimiento              espiritual de la humanidad.
3. La mediación materna de María no hace sombra a la              única y perfecta              mediación de Cristo. En efecto, el Concilio,          después de haberse          referido a María "mediadora", precisa a renglón seguido: "Lo          cual, sin embargo,          se entiende de tal manera que no quite ni añada nada a la          dignidad y a la          eficacia de Cristo, único Mediador" (ib., 62). Y cita, a este          respecto, el          conocido texto de la primera carta a Timoteo: "Porque hay un          solo Dios, y          también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús,          hombre          también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos" (1 Tm          2,5-6).
El Concilio          afirma, además, que "la misión          maternal de María para con los hombres de ninguna manera          disminuye o hace          sombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su          eficacia" (Lumen          gentium, 60).
Así pues, lejos          de ser un obstáculo al          ejercicio de la única mediación de Cristo, María pone de relieve          su fecundidad          y su eficacia. "En efecto, todo el influjo de la santísima Virgen              en la salvación de              los hombres no tiene su origen en ninguna necesidad              objetiva, sino en que Dios              lo quiso así. Brota de la sobreabundancia de los méritos de              Cristo, se apoya en              su mediación, depende totalmente de ella y de ella saca toda              su eficacia"          (ib.).
4. De Cristo deriva el valor de la mediación de María,          y,          por consiguiente, el influjo saludable de la santísima Virgen          "favorece, y de          ninguna manera impide, la unión inmediata de los creyentes con          Cristo" (ib.).
La intrínseca          orientación hacia Cristo de          la acción de la "Mediadora" impulsa al Concilio a recomendar a          los fieles que          acudan a María "para que, apoyados en su protección maternal, se          unan más          íntimamente al Mediador y Salvador" (ib., 62).
Al proclamar a          Cristo único Mediador (cf. 1          Tm 2,5-6), el texto de la carta de san Pablo a Timoteo excluye          cualquier otra          mediación paralela, pero no una mediación subordinada. En          efecto, antes de          subrayar la única y exclusiva mediación de Cristo, el autor          recomienda "que se          hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por          todos los          hombres" (1 Tm 2,1). ¿No son, acaso, las oraciones una forma de          mediación? Más          aún, según san Pablo, la única mediación de Cristo está          destinada a promover          otras mediaciones dependientes y ministeriales. Proclamando la          unicidad de la          de Cristo, el Apóstol tiende a excluir sólo cualquier mediación          autónoma o en          competencia, pero no otras formas compatibles con el valor          infinito de la obra          del Salvador.
5. Es posible          participar en la mediación de          Cristo en varios ámbitos de la obra de la salvación. La Lumen              Gentium,              después de afirmar que "ninguna criatura puede ser puesta              nunca en el mismo              orden con el Verbo encarnado y Redentor", explica que las              criaturas pueden              ejercer algunas formas de mediación en dependencia de              Cristo.          En efecto, asegura: "Así como en el sacerdocio de Cristo          participan de diversa          manera tanto los ministros como el pueblo creyente, y así como          la única bondad          de Dios se difunde realmente en las criaturas de distintas          maneras, así también          la única mediación del Redentor no excluye sino que suscita en          las criaturas          una colaboración diversa que participa de la única fuente" (n.          62).
En esta          voluntad de suscitar          participaciones en la única mediación de Cristo se manifiesta el          amor gratuito          de Dios que quiere compartir lo que posee.
6. ¿Qué es, en          verdad, la mediación materna          de María sino un don del Padre a la humanidad? Por eso, el          Concilio concluye:          "La Iglesia no duda en atribuir a María esta misión subordinada,          la experimenta          sin cesar y la recomienda al corazón de sus fieles" (ib.).
María realiza          su acción materna en continua          dependencia de la mediación de Cristo y de él recibe todo lo que          su corazón          quiere dar a los hombres.
La Iglesia, en su              peregrinación terrena, experimenta              "continuamente" la eficacia de la acción de la "Madre en el              orden de la              gracia".
San          Villibrordo
         Año          739
      
Di origine          britannica, divenne monaco nell'abbazia benedettina di Ripon,          fondata in          Northumbria dal suo maestro san Vilfrido, futuro vescovo di          York.
          
          A vent'anni lasciò Ripon per l'Irlanda, terra dalle gloriose          tradizioni          monastiche, dove venne consacrato sacerdote dall'abate Egberto.
          
          Su invito di Pipino di Herstal, che aveva appena conquistato ai          Franchi alcuni          territori oltre il Reno ancora pagani, e con l'approvazione di          papa Sergio I,          che lo consacrerà vescovo a Roma nel 696 e lo incaricherà di          organizzare la          Chiesa nelle terre che avrebbe evangelizzato, attorno al 690          Villibrordo si          reca in Frisia con un gruppo di monaci provenienti dalle isole          britanniche.
          
          In queste terre svolse un imponente azione evangelizzatrice e si          occupò in          seguito dell'organizzazione in diocesi delle terre convertite.          Lui stesso          resse, col nome di Clemente, l'Arcidiocesi di Utrecht: fondò          inoltre le sedi suffraganee          di Deventer e Haarlem. Stette in relazione il monaco con          Wynfrith (poi San          Bonifacio martire) durante la sua opera missionaria di          evangelizzazione della          Germania.
          
        Dopo la morte          del suo protettore Pipino di Heristal, avvenuta nel 714,          Villibrordo si rifugiò          nel monastero di lussemburghese Echternach (da lui stesso          fondato) dove si          spense il 7 novembre 739.
          
          Le sue reliquie sono ancora conservate nella chiesa abbaziale di          Echternach, a          lui intitolata.
          
          Commemorazione liturgica il 7 novembre.
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Ernesto,            Santo          Biografía, 7 de noviembre            
              
 Noviembre                    7 Etimológicamente significa "fuerte                  en el combate". Viene de la lengua alemana.  |           
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Florencio            de Irlanda, Santo          Fundador, 7 de noviembre          
|                Fundador Etimológicamente significa                  "floreciente". Viene de la lengua latina.  |           
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Prosdócimo            de Padua, Santo          Primer Obispo de Padua, 7          Noviembre   
              
 Según una piadosa tradición, san                  Prosdócimo, primer obispo de Padua, fue enviado por el                  apóstol san Pedro a anunciar la buena nueva en tierras                  euganeas.  |           
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Lucía            de Settefonti, Beata          Virgen, 7 Noviembre   
              
 Casta virgen de Bolonia, llamada de                  Settefonti, no lejos de Ozzano Emilia, donde estaba el                  monasterio de Santa Cristina donde con otras compañeras                  Lucía profesó en la Orden Camaldulense.  |           
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Fuente:  ar.geocities.com/misa_tridentina04          
        Herculano            de Perugia, Santo Obispo y mártir, 7          Noviembre   
              
 Cuando los godos tomaron la ciudad                  de Perugia, después de siete años de sitio, el rey                  Totila condenó al obispo Herculano a una muerte                  terrible, ya que los verdugos debían arrancarle tiras de                  piel desde la cabeza hasta los pies antes de                  decapitarle.  |           
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_Fuente:          ar.geocities.com/misa_tridentina04          
        Antonio            Baldinucci, Beato Presbítero Jesuita, 7          Noviembre   
              
 En esta fecha se celebra la fiesta                  del Beato Antonio Baldinucci en la Compañía de Jesús y                  en varias diócesis de Italia, donde el beato trabajó.  |           
Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com;          Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es ,          misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/ 
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