JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san            Lucas 19, 11-28
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, como ya se acercaba Jesús a          Jerusalén y la gente          pensaba que el Reino de 
          Dios iba a manifestarse de un momento a otro, él les dijo esta          parábola: 
          "Había un hombre de la nobleza que se fue a un país lejano para          ser          nombrado rey y volver 
          como tal. Antes de irse, mandó llamar a diez de sus empleados,          les entregó una          moneda de 
          mucho valor a cada uno y les dijo: 
          "Inviertan este dinero mientras regreso" . 
          Pero sus compatriotas lo aborrecían y enviaron detrás de él a          unos delegados          que dijeran: 
          "No queremos que éste sea nuestro rey". 
          Pero fue nombrado rey, y cuando regresó a su país, mandó llamar          a los empleados          a quienes 
          había entregado el dinero, para saber cuánto había ganado cada          uno. Se presentó          el primero y 
          le dijo: 
          "Señor, tu moneda ha producido otras diez monedas". 
          El le contestó: 
          "Muy bien, eres un buen empleado. Puesto que has sido fiel en          una cosa          pequeña, serás 
          gobernador de diez ciudades".
          Se presentó el segundo y le dijo: 
          "Señor, tu moneda ha producido otras cinco monedas".
          Y el señor le respondió: 
          "Tú serás gobernador de cinco ciudades".
          Se presentó el tercero y le dijo: 
          "Señor, aquí está tu moneda. La he tenido guardada en un          pañuelo, pues te          tuve miedo, porque 
          eres un hombre exigente, que reclama lo que no ha invertido y          cosecha lo que no          ha sembrado". 
          El señor le contestó: 
          "Eres un mal empleado; por tu propia boca te condeno. Si sabías          que soy un          hombre exigente, 
          que reclamo lo que no he invertido y que cosecho lo que no he          sembrado, ¿por          qué, pues, no 
          pusiste mi dinero en el banco para que yo, al volver, lo hubiera          recobrado con          intereses?" 
          Después les dijo a los presentes: 
          "Quítenle a éste la moneda y dénsela al que tiene diez". 
          Le respondieron: 
          "Señor, pero si ya tiene diez monedas". 
          El les dijo: 
          "Les aseguro que a todo el que tenga se le dará con abundancia,          y al que          no tenga, aún lo que 
          tiene se le quitará. En cuanto a mis enemigos, que no querían          tenerme como rey,          tráiganlos aquí 
          y mátenlos en mi presencia"".
          Dicho esto, Jesús prosiguió su camino hacia Jerusalén al frente          de sus          discípulos.
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y          comunidad-comunión. Con Dios es          igual: las "palabras          de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario visitarse,          y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en          la Eucaristía,          que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer          la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d)          pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la          salvación del          mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación:          http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del              Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en              vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos            en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión)            con el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          "Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso".            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser felices            para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección            del amor, es            necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide            la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar            debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo,              come y bebe su propia              condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados            mortales? no            confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989),            no comulgar al            menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos            no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a            decidir, derechos            (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación            natural sin causa            grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por            iglesia, demorar en            bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón,            borrachera,            drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de            venganza, ver            pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado,            etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados            mortales objetivamente,            pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay            excusa.
† Misal
mie          33a. Ordinario año impar
      Antífona de Entrada
      Canten              al Señor un cántico nuevo, toda la tierra cante al Señor.              Hay brillo y              esplendor en su presencia y en su templo, belleza y              majestad.
Oración            Colecta
      Oremos:
            Dios eterno y todopoderoso, conduce nuestra vida por el camino            de tus            mandamientos para que, 
            unidos a tu Hijo amado, podamos producir frutos abundantes.
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén.
Primera            Lectura
      El              creador del mundo les devolverá el alimento y la vida 
Lectura              del segundo libro de los Macabeos 7, 1. 20-31
En aquellos días, arrestaron            a siete hermanos junto con su madre. El rey Antíoco Epifanes            los 
            hizo azotar para obligarlos a comer carne de cerdo, prohibida            por la ley. 
            Muy digna de admiración y de glorioso recuerdo fue aquella            madre que, viendo            morir a sus siete 
            hijos en el espacio de un solo día, lo soportó con entereza,            porque tenía            puesta su esperanza en 
            el Señor. Llena de generosos sentimientos y uniendo un temple            viril a la            ternura femenina, 
            animaba a cada uno de ellos en su lengua materna, diciéndoles:
            "Yo no sé cómo han aparecido ustedes en mi seno; no he sido yo            quien les            ha dado el aliento y 
            la vida, ni he unido yo los miembros que componen su cuerpo.            Ha sido Dios,            creador del mundo, 
            el mismo que formó el género humano e hizo cuanto existe. Por            su misericordia,            él les dará de 
            nuevo el aliento y la vida, ya que por obedecer sus santas            leyes, ustedes la            sacrifican ahora".
            Antíoco pensó que la mujer lo estaba despreciando e            insultando.
            Aún quedaba con vida el más pequeño de los hermanos y Antíoco            trataba de            ganárselo, no sólo 
            con palabras, sino hasta con juramentos le prometía hacerlo            rico y feliz, con            tal de que renegara 
            de las tradiciones de sus padres; lo haría su amigo y le daría            un cargo.
            Pero como el muchacho no le hacía el menor caso, el rey mandó            llamar a la madre            y le pidió 
            que convenciera a su hijo de que aceptara, por su propio bien.            El rey se lo            pidió varias veces, y 
            la madre aceptó. Se acercó entonces a su hijo y, burlándose            del cruel tirano,            le dijo en su lengua 
            materna: 
            "Hijo mío, ten compasión de mí, que te llevé en mi seno nueve            meses, que            te amamanté tres 
            años y te he criado y educado hasta la edad que tienes. Te            ruego, hijo mío, que            mires el cielo y 
            la tierra, y te fijes en todo lo que hay en ellos; así sabrás            que Dios lo ha            hecho todo de la nada y 
            que en la misma forma ha hecho a los hombres. Así, pues, no le            tengas miedo al            verdugo, sigue 
            el buen ejemplo de tus hermanos y acepta la muerte, para que,            por la            misericordia de Dios, te 
            vuelva yo a encontrar con ellos".
            Cuando la madre terminó de hablar, el muchacho dijo a los            verdugos: 
            "¿Qué esperan? No voy a obedecer la orden del rey; yo obedezco            los            mandamientos de la ley 
            dada a nuestros padres por medio de Moisés. Y tú, rey, que            eres el causante de            tantas 
            desgracias para los hebreos, no escaparás de las manos de            Dios".
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
      Del              salmo 16
Escóndeme,              Señor, bajo la sombra de tus alas.
Señor,            hazme justicia y a mi clamor atiende; presta oído a mi            súplica, pues mis labios            no mienten.
            Escóndeme, Señor, bajo la sombra de tus alas.
Mis            pies en tus caminos se mantuvieron firmes, no tembló mi            pisada. A ti mi voz            elevo, pues sé que me respondes. Atiéndeme, Dios mío, y            escucha mis palabras.
            Escóndeme, Señor, bajo la sombra de tus alas.
Protégeme,            Señor, como a las niñas de tus ojos; bajo la sombra de tus            alas escóndeme, pues            yo, por serte fiel, contemplaré tu rostro y, al despertarme,            espero saciarme de            tu vista.
            Escóndeme, Señor, bajo la sombra de tus alas.
Aclamación            antes del Evangelio
      Aleluya, aleluya.
            Yo los he elegido del mundo, dice el Señor, para que vayan y            den fruto y su            fruto permanezca.
            Aleluya.
Evangelio
      ¿Por qué no pusiste mi              dinero en el banco?
† Lectura del santo              Evangelio según san Lucas 19, 11-28
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, como ya se            acercaba Jesús a Jerusalén y la gente pensaba que el Reino de            
            Dios iba a manifestarse de un momento a otro, él les dijo esta            parábola: 
            "Había un hombre de la nobleza que se fue a un país lejano            para ser            nombrado rey y volver 
            como tal. Antes de irse, mandó llamar a diez de sus empleados,            les entregó una            moneda de 
            mucho valor a cada uno y les dijo: 
            "Inviertan este dinero mientras regreso" . 
            Pero sus compatriotas lo aborrecían y enviaron detrás de él a            unos delegados            que dijeran: 
            "No queremos que éste sea nuestro rey". 
            Pero fue nombrado rey, y cuando regresó a su país, mandó            llamar a los empleados            a quienes 
            había entregado el dinero, para saber cuánto había ganado cada            uno. Se presentó            el primero y 
            le dijo: 
            "Señor, tu moneda ha producido otras diez monedas". 
            El le contestó: 
            "Muy bien, eres un buen empleado. Puesto que has sido fiel en            una cosa            pequeña, serás 
            gobernador de diez ciudades".
            Se presentó el segundo y le dijo: 
            "Señor, tu moneda ha producido otras cinco monedas".
            Y el señor le respondió: 
            "Tú serás gobernador de cinco ciudades".
            Se presentó el tercero y le dijo: 
            "Señor, aquí está tu moneda. La he tenido guardada en un            pañuelo, pues te            tuve miedo, porque 
            eres un hombre exigente, que reclama lo que no ha invertido y            cosecha lo que no            ha sembrado". 
            El señor le contestó: 
            "Eres un mal empleado; por tu propia boca te condeno. Si            sabías que soy un            hombre exigente, 
            que reclamo lo que no he invertido y que cosecho lo que no he            sembrado, ¿por            qué, pues, no 
            pusiste mi dinero en el banco para que yo, al volver, lo            hubiera recobrado con            intereses?" 
            Después les dijo a los presentes: 
            "Quítenle a éste la moneda y dénsela al que tiene diez". 
            Le respondieron: 
            "Señor, pero si ya tiene diez monedas". 
            El les dijo: 
            "Les aseguro que a todo el que tenga se le dará con            abundancia, y al que            no tenga, aún lo que 
            tiene se le quitará. En cuanto a mis enemigos, que no querían            tenerme como rey,            tráiganlos aquí 
            y mátenlos en mi presencia"".
            Dicho esto, Jesús prosiguió su camino hacia Jerusalén al            frente de sus            discípulos.
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración            sobre las Ofrendas
      Acepta, Señor, con bondad            los dones que te presentamos y santifícalos por medio de tu            Espíritu 
            para que se nos conviertan en sacramento de salvación.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Prefacio            
      Alabanza a Dios que nos creó
En verdad es justo y            necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre            y en todo 
            lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
            Pues por medio de tu amado Hijo, eres el creador del género            humano, y también            el autor 
            bondadoso de la nueva creación.
            Por eso, 
            con razón te sirven todas las criaturas, con justicia te            alaban todos los            redimidos y unánimes te 
            bendicen tus santos. Con ellos, unidos a los ángeles, cantamos            tu gloria            gozosos diciendo:
Antífona de la Comunión
      Acudan              al Señor, pongan en él su confianza y no quedarán              defraudados.
Oración después de la Comunión
      Oremos:
            Te damos gracias, Señor, por habernos alimentado con el Cuerpo            y la Sangre de            tu Hijo, y te 
            pedimos que este don tuyo sea para nosotros fuente inagotable            de vida.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
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† Meditación diaria
33ª semana. Miércoles
¡QUEREMOS QUE CRISTO          REINE!
— Instaurar en Cristo          todas las cosas.
— El rechazo de          Jesús.
— Extender el reinado          de Cristo.
I. Estaba Jesús cerca          de Jerusalén y muchos esperaban una llegada inminente del Reino          de Dios, un          reino –según esa falsa opinión– de carácter temporal. El Señor,          pensaban,          entraría triunfalmente en la ciudad después de vencer al poder          romano, y ellos          tendrían un puesto privilegiado cuando llegara ese momento. Esta          ilusión, tan          alejada de la realidad, era una prolongación de la mentalidad          existente en          muchos círculos judíos de la época. Para corregir a fondo ese          error, Jesús          expuso una parábola, que recoge el Evangelio de la Misa1.
Un hombre de origen          noble marchó a un país lejano a recibir la investidura real. Era          costumbre que          los reyes de territorios dependientes del imperio romano          recibieran el poder          real de manos del emperador, y a veces tenían incluso que ir a          Roma. En la          parábola, este personaje ilustre dejó la administración de su          territorio a diez          hombres de su confianza y se marchó a recibir la investidura.          Les dio diez minas.          La mina no era una moneda acuñada, pero sí se utilizaba          como unidad          contable; equivalía a 35 gramos de oro. Estos hombres recibieron          un encargo: Negociad            hasta mi vuelta. Se trataba de hacer rendir su pequeño          tesoro. Y estos          hombres cumplieron su encargo: hicieron préstamos con interés,          visitaron          ferias, compraron y vendieron. Trabajaron bien para su señor          durante semanas,          meses y años... Y esto es lo que sigue haciendo la Iglesia desde          Pentecostés,          donde recibió el inmenso Don del Espíritu Santo y, con Él,          enviado por Cristo,          la infalible Palabra de Dios, la fuerza de los sacramentos, las          indulgencias...          "En veinte siglos se ha trabajado mucho; no me parece ni          objetivo, ni honrado          –comentaba San Josemaría Escrivá–, el afán de algunos por          menospreciar la tarea          de los que nos precedieron. En veinte siglos se ha realizado una          gran labor y,          con frecuencia, se ha realizado muy bien. Otras veces ha habido          desaciertos,          regresiones, como también ahora hay retrocesos, miedo, timidez,          al mismo tiempo          que no falta valentía, generosidad. Pero la familia humana se          renueva          constantemente; en cada generación es preciso continuar con el          empeño de ayudar          a descubrir al hombre la grandeza de su vocación de hijo de          Dios, es necesario          inculcar el mandato del amor al Creador y a nuestro prójimo"2.          La          vida es un tiempo para hacer fructificar los bienes divinos.
Nos toca a nosotros,          a cada cristiano, hacer rendir ahora el tesoro de gracias que el          Señor deposita          en nuestras manos, mientras "vivificados y reunidos en su          Espíritu, caminamos          como peregrinos hacia la consumación de la historia humana, la          cual coincide          plenamente con su amoroso designio: Restaurar en Cristo            todas las cosas, las            de los cielos y las de la tierra (Ef 1, 10)"3.          Este es          nuestro cometido mientras el Señor vuelve para cada uno en el          momento, quizá no          muy lejano, de la muerte: procurar con empeño que el Señor esté          presente en          todas las realidades humanas. Nada es ajeno a Dios, pues todas          las cosas han          sido creadas por Él, y a Él se dirigen, conservando su propia          autonomía: los          negocios, la política, la familia, el deporte, la enseñanza...
Vengo presto -nos dice hoy el          Señor-, y conmigo mi recompensa, para dar a cada uno según            sus obras. Yo soy            el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el            fin4.          Solo en Él encuentra sentido nuestro quehacer aquí en la tierra.          La Iglesia          entera, y cada cristiano, es depositaria del tesoro de Cristo:          crece la          santidad de Dios en el mundo cuando cada uno luchamos por ser          fieles a nuestros          deberes, a los compromisos que, como ciudadanos, como          cristianos, hemos          contraído.
II. Mientras aquellos          administradores fieles procuraban con empeño hacer rendir el          tesoro de su          señor, muchos ciudadanos de aquel país le odiaban y enviaron            una embajada            tras él para decirle: no queremos que este reine sobre            nosotros. El Señor          debió de introducir con mucha pena estas palabras en medio del          relato, pues          habla de Sí mismo en la parábola: Él es el hombre ilustre que se          marcha a tierras          lejanas. Jesús veía en los ojos de muchos fariseos un odio          creciente y el          rechazo más completo. Cuanto mayor era su bondad y mayores las          muestras de su          misericordia, más aumentaba la incomprensión que se advertía en          muchos rostros.          ¡Qué duro debió de resultar para el Maestro aquel rechazo tan          frontal, que          alcanzará su punto culminante en la Pasión, poco tiempo más          tarde!
Quiere también          expresar el Señor el rechazo que había de sufrir por tantos a lo          largo de los          siglos. ¿Es acaso menor el que se da en esta época nuestra? ¿Son          acaso pequeños          el odio y la indiferencia? En la literatura, en el arte, en la          ciencia..., en          las familias..., parece oírse un griterío gigantesco: nolumus            hunc regnare            super nos!, ¡no queremos que este reine sobre nosotros!          Él, "que es autor          del universo y de cada una de las criaturas, y que no se impone          dominando:          mendiga un poco de amor, mostrándonos, en silencio, sus manos          llagadas.
"¿Por qué, entonces,          tantos lo ignoran? ¿Por qué se oye aún esa protesta cruel: nolumus            hunc regnare            super nos (Lc 19, 14), no queremos que este reine          sobre nosotros? En          la tierra hay millones de hombres que se encaran así con          Jesucristo o, mejor          dicho, con la sombra de Jesucristo, porque a Cristo no lo          conocen, ni han visto          la belleza de su rostro, ni saben la maravilla de su doctrina.
"Ante ese triste          espectáculo, me siento inclinado a desagraviar al Señor. Al          escuchar ese clamor          que no cesa y que, más que de voces, está hecho de obras poco          nobles,          experimento la necesidad de gritar alto: oportet illum            regnare! (1            Cor 15, 25), conviene que Él reine (...). El Señor me ha          empujado a          repetir, desde hace mucho tiempo, un grito callado: serviam!,          serviré.          Que Él nos aumente esos afanes de entrega, de fidelidad a su          divina llamada          –con naturalidad, sin aparato, sin ruido–, en medio de la calle.          Démosle          gracias desde el fondo del corazón. Dirijámosle una oración de          súbditos, ¡de          hijos!, y la lengua y el paladar se nos llenarán de leche y de          miel, nos sabrá          a panal tratar del Reino de Dios, que es un Reino de libertad,          de la libertad          que Él nos ganó (cfr. Gal 4, 3l)"5.          Serviremos a Nuestro          Señor como a nuestro Rey y Señor, como al Salvador de la          Humanidad entera y de          cada uno de nosotros. Serviam! ¡Te serviré, Señor!, le          decimos en la          intimidad de nuestra oración.
III. Al cabo de un          tiempo volvió aquel señor con la investidura real; entonces,          recompensó          espléndidamente a aquellos siervos que se afanaron por hacer          rendir lo que          recibieron, y castigó duramente a quienes en su ausencia le          rechazaron y a uno          de los administradores que malgastó el tiempo y no hizo rendir          la mina          que había recibido. "El mal siervo no se aplicó y nada devolvió;          no honró a su          amo y fue castigado. Glorificar a Dios es, por el contrario,          dedicar las          facultades que Él me ha dado a conocerle, amarle y servirle, y          de esta manera          devolverle todo mi ser"6. Este es el fin de nuestra          vida: dar gloria          a Dios ahora aquí en la tierra con lo que tenemos encomendado, y          luego en la          eternidad con la Virgen, los ángeles y los santos. Si tenemos          esto presente,          ¡qué buenos administradores seremos de los dones que el Señor ha          querido darnos          para que con ellos nos ganemos el Cielo!
"Nunca os pesará          haberle amado", solía repetir San Agustín7. El Señor          es buen pagador          ya en esta vida cuando somos fieles. ¡Qué será en el Cielo!          Ahora nos toca          extender ese reinado de Cristo en la tierra, en medio de la          sociedad en que nos          movemos: en la familia, en el trabajo, entre los vecinos, en los          compañeros de          Universidad o de taller, entre los clientes, en los alumnos...          Muy          especialmente entre aquellos que de alguna manera tenemos          encomendados. "A          vuestros pequeños no los dejéis de la mano; contribuid a la          salvación de          vuestro hogar con todo esmero"8, aconsejaba vivamente          el santo          obispo de Hipona.
En estos días,          mientras esperamos la Solemnidad de Cristo Rey, nos podemos          preparar repitiendo          algunas jaculatorias: Regnare Christum volumus!,          ¡queremos que reine          Cristo!, y queremos en primer lugar que ese reinado sea una          realidad en nuestra          inteligencia, en nuestra voluntad, en nuestro corazón, en todo          nuestro ser9.          Por eso le pedimos: "Señor mío Jesús: haz que sienta, que          secunde de tal modo          tu gracia, que vacíe mi corazón..., para que lo llenes Tú, mi          Amigo, mi          Hermano, mi Rey, mi Dios, ¡mi Amor!"10.
1 Lc 19, 11-28.          — 2 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa,          121. — 3          Conc. Vat. II, Const. Gaudium el spes, 45. — 4 Apoc          22,          12-13. — 5 San Josemaría Escrivá, o. c., 179, —          6 J.          Tissot, La vida interior, p. 102. — 7 Cfr. San          Agustín, Sermón            51, 2. — 8 ídem, Sermón 94. — 9          Cfr. Pío XI, Enc. Quas            primas, 11-XII-1925. — 10 San Josemaría Escrivá, Forja,          n.          913.
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
Octavio u Octaviano, Santo          Mártir, 20 Noviembre   
              
 Noviembre 20                |           ||
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Adventor,            Santo          Mártir, 20          Noviembre   
              
 Este joven, juntamente con Solutor y                    Octavio (Octaviano), se celebran hoy en la iglesia de                    Turín, Italia.  |           
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María Fortunata Viti, Beata Monja,          20 de noviembre   
              
 Noviembre 20               
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Bernardo de Hildesheim,            Santo Obispo, 20 Noviembre   
              
 Miembro de una noble familia sajona,                    nieto de Athelberto, conde de Sajonia.  |           
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Fuente: Archidiócesis de            Madrid 
        Edmundo, Santo          Mártir, 20 Noviembre   
              
 Mártir                |           
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Gregorio del Decapolita,            Santo Monje, 20 Noviembre   
              
 Nació en el año 762 en Irenopoli, murió                    en Constantinopla en 862.  |           
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Fuente: EnAccionDigital.com 
        Milagros Ortells Gimeno,            Beata Virgen          y Mártir, 20 Noviembre   
              
 Nació en el seno de una familia                    profundamente cristiana, un 28 de noviembre de 1882,                    siendo bautizada en la Parroquia Santa Catalina de la                    ciudad del Turía.  |           
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Fuente:            ar.geocities.com/misa_tridentina04 
        Ambrosio Traversari,            Beato Monje          Camaldulense, 20 Noviembre   
              
 El Beato Ambrosio fue un teólogo y                    escritor italiano, nacido en Pórtico, cerca de                    Florencia el 16 de septiembre de 1386; murió el 21 de                    octubre de 1439.  |           
Fuente: ACI Prensa 
        Felix de Valois, Santo          Trinitario, Noviembre 4   
              
 Fundador              Martirologio Romano: En Cerfroid,                        en el territorio de Meaux, en Francia, san Félix                        de Valois, que, después de una larga vida de                        solitario, se le considera compañero de san Juan                        de Mata en la fundación de la Orden de la                        Santísima Trinidad, para la redención de los                        cautivos (1212).  |           
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Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com;          Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es ,          misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/ 
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