JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 20, 27-38
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le
preguntaron:
"Maestro, Moisés nos dejó escrito: "Si un hombre muere dejando mujer sin hijos, que su
hermano se case con la mujer para dar descendencia al hermano difunto".
Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. El segundo, el tercero
y los demás, hasta el séptimo, tomaron por esposa a la viuda y todos murieron sin dejar hijos.
Por último murió la viuda. Ahora bien, cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será
esposa la mujer? Porque los siete estuvieron casados con ella".
Jesús les dijo:
"En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero en la vida futura, los que sean juzgados dignos
de ella y de la resurrección de los muertos no se casarán. Pues no pueden ya morir, porque son
como ángeles; son hijos de Dios, porque han resucitado.
Y que los muertos resucitan, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama
al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob".
Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
32a. Dom Ord Ciclo C
Antífona de Entrada
Que llegue hasta ti mi súplica, Señor, y encuentren acogida mis plegarias.
Oración Colecta
Oremos:
Ayúdanos, Señor, a dejar en tus manos paternales todas nuestras preocupaciones, a fin de que
podamos entregarnos con mayor libertad a tu servicio.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
El rey del universo nos resucitará para una vida eterna
Lectura del segundo libro de los Macabeos 7, 1-2.9-14
En aquellos días arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey Antíoco los hizo azotar para
obligarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la ley.
Uno de ellos dijo en nombre de todos:
"¿Qué quieres saber de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de
nuestros padres".
Cuando el segundo de ellos estaba para morir, dijo al rey:
"Asesino, tú nos arrancas la vida presente; pero el rey del universo nos resucitará a una vida
eterna, puesto que morimos
por fidelidad a sus leyes".
Después comenzaron a torturar al tercero. Le mandaron sacar la lengua, y extendió las manos
con firmeza. Y declaró con valor:
"De Dios recibí estos miembros y por su ley los desprecio: espero recobrarlos del mismo Dios".
El rey y sus acompañantes quedaron impresionados del valor con que el muchacho despreciaba
los tormentos. Una vez muerto éste, sometieron al cuarto a torturas semejantes. Y cuando
estaba para expirar, dijo:
"Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se tiene la firme esperanza de que Dios
nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Del salmo 16
Al despertar contemplaré tu rostro, Señor.
Señor, hazme justicia, a mi clamor atiende; presta oído a mi súplica, pues mis labios no mienten.
Al despertar contemplaré tu rostro, Señor.
Mis pies en tus caminos se mantuvieron firmes, y no temblaron mis pasos. A ti mi voz elevo, pues sé que me respondes; atiéndeme, Dios mío, y escucha mis palabras.
Al despertar contemplaré tu rostro, Señor.
Bajo la sombra de tus alas escóndeme. Yo por serte fiel contemplaré tu rostro, y al despertar espero saciarme de tu vista.
Al despertar contemplaré tu rostro, Señor.
Segunda Lectura
Que el Señor disponga sus corazones para toda clase de palabras y de buenas obras
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 2, 16-17; 3,1-5
Hermanos: Que Jesucristo Señor nuestro y nuestro Padre Dios, que nos ha amado y nos ha
regalado un consuelo eterno y una feliz esperanza, conforte sus corazones y los disponga a toda
clase de palabras y de buenas obras.
Por lo demás, hermanos, oren por nosotros, para que la palabra del Señor siga el avance
glorioso que comenzó en ustedes, y para que nos libre de los hombres perversos y malvados
que nos acosan, porque no todos aceptan la fe.
El Señor, que es fiel, les dará fuerzas y los librará del maligno.
Tengo confianza en el Señor de que ya hacen y continuarán haciendo cuanto les he mandado.
Que el Señor dirija su corazón para que amen a Dios y esperen pacientemente a Cristo.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Jesucristo es el primogénito de los muertos; a él sea dada la gloria y el poder por siempre.
Aleluya.
Evangelio
Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 20, 27-38
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le
preguntaron:
"Maestro, Moisés nos dejó escrito: "Si un hombre muere dejando mujer sin hijos, que su
hermano se case con la mujer para dar descendencia al hermano difunto".
Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. El segundo, el tercero
y los demás, hasta el séptimo, tomaron por esposa a la viuda y todos murieron sin dejar hijos.
Por último murió la viuda. Ahora bien, cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será
esposa la mujer? Porque los siete estuvieron casados con ella".
Jesús les dijo:
"En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero en la vida futura, los que sean juzgados dignos
de ella y de la resurrección de los muertos no se casarán. Pues no pueden ya morir, porque son
como ángeles; son hijos de Dios, porque han resucitado.
Y que los muertos resucitan, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama
al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob".
Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Oremos, por todos los hombres y por sus necesidades, para que nunca falte a nadie la ayuda de nuestra caridad:
Para que la Iglesia viva en paz, crezca constantemente, se extienda por todo el mundo y preserve con alegría en la presencia del Señor, confortada por el Espíritu Santo, roguemos al Señor.
Para que el Señor conceda a los que gobiernan el espíritu de sabiduría y de prudencia, a fin de que rijan a sus pueblos pensando en la paz común y en el bien y la prosperidad de sus súbditos, roguemos al Señor.
Para que Dios libere al mundo de toda falsedad, hambre y miseria, y auxilie a los perseguidos, a los encarcelados y a los que son tratados injustamente, roguemos al Señor.
Para que todos nosotros realicemos nuestro trabajo con espíritu y consigamos frutos abundantes por nuestras obras, roguemos al Señor.
Celebrante:
Señor Dios, dueño supremo de la vida y autor de la resurrección, delante del cual hasta los muertos viven, escucha nuestras oraciones y haz que la palabra de tu hijo, sembrada en nuestros corazones, germine y dé fruto abundante y que todos seamos confirmados en la esperanza de la resurrección y la vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Mira con bondad, Señor, los dones que te presentamos; a fin de que el sacramento de la muerte
y resurrección de tu Hijo, nos alcance de ti la vida verdadera.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Prefacio
El día del Señor
En verdad es justo bendecirte y darte gracias, Padre santo, fuente de la verdad y de la vida,
porque nos has convocado en tu casa en este día de fiesta. Hoy tu familia, reunida en la escucha
de tu Palabra, y en la comunión del pan único y partido, celebra el memorial del Señor
resucitado, mientras espera el domingo sin ocaso en el que la humanidad entera entrará en tu
descanso.
Entonces contemplaremos tu rostro y alabaremos por siempre tu misericordia.
Con esta gozosa esperanza, y unidos a los ángeles y a los santos, cantamos unánimes el himno
de tu gloria:
Antífona de la Comunión
El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia
fuentes tranquilas.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Te damos gracias, Señor, por habernos alimentado con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo; y te
rogamos que la fuerza del Espíritu Santo, que nos has comunicado en este sacramento,
permanezca en nosotros y transforme toda nuestra vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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† Meditación diaria
Trigésimo segundo Domingo
ciclo c
LA DIGNIDAD DEL CUERPO HUMANO
— La resurrección de los cuerpos, declarada por Jesús.
— Los cuerpos están destinados a dar gloria a Dios junto con el alma.
— Nuestra filiación divina, iniciada ya en el alma por la gracia, será consumada por la glorificación del cuerpo.
I. La liturgia de la Misa de este domingo propone a nuestra consideración una de las verdades de fe recogidas en el Credo, y que hemos repetido muchas veces: la resurrección de los cuerpos y la existencia de una vida eterna para la que hemos sido creados. La Primera lectura1 nos habla de aquellos siete hermanos que, junto con su madre, prefirieron la muerte antes que traspasar la Ley del Señor. Mientras eran torturados, confesaron con firmeza su fe en una vida más allá de la muerte: Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará.
Otros lugares del Antiguo Testamento también expresan esta verdad fundamental revelada por Dios. Era una creencia universalmente admitida entre los judíos en tiempos de Jesús, salvo por el partido de los saduceos, que tampoco creían en la inmortalidad del alma, en la existencia de los ángeles y en la acción de la Providencia divina2. En el Evangelio de la Misa3 leemos cómo se acercaron a Jesús con la intención de ponerle en un aprieto. Según la ley del levirato4, si un hombre moría sin dejar hijos, el hermano estaba obligado a casarse con la viuda para suscitar descendencia. Así –le dicen a Jesús– ocurrió con siete hermanos: Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella. Les parecía que las consecuencias de esta ley provocaban una situación ridícula a la hora de poder explicar la resurrección de los cuerpos.
Jesús deshace esta cuestión, frívola en el fondo, reafirmando la resurrección y enseñando las propiedades de los cuerpos resucitados, La vida eterna no será igual a esta: allí no tomarán ni mujer ni marido..., pues son iguales a los ángeles e hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. Y, citando la Sagrada Escritura5, pone de manifiesto el grave error de los saduceos, y argumenta: No es Dios de muertos, sino de vivos; todos viven para Él. Moisés llamó al Señor Dios de Abrahán, Dios de Isaac y Dios de Jacob, que hacía tiempo que habían muerto. Por tanto, aunque estos justos hayan muerto en cuanto al cuerpo, viven con verdadera vida en Dios, pues sus almas son inmortales, y esperan la resurrección de los cuerpos6. Los saduceos ya no se atrevían a preguntarle más.
Los cristianos profesamos en el Credo nuestra esperanza en la resurrección del cuerpo y en la vida eterna. Este artículo de la fe "expresa el término y el fin del designio de Dios" sobre el hombre. "Si no existe la resurrección, todo el edificio de la fe se derrumba, como afirma vigorosísimamente San Pablo (cfr. 1 Cor 15). Si el cristiano no está seguro del contenido de las palabras vida eterna, las promesas del Evangelio, el sentido de la Creación y de la Redención desaparecen, e incluso la misma vida terrena queda desposeída de toda esperanza (cfr. Heb 11, l)"7. Ante la atracción de las cosas de aquí abajo, que pueden aparecer en ocasiones como las únicas que cuentan, hemos de considerar repetidamente que nuestra alma es inmortal, y que se unirá al propio cuerpo al fin de los tiempos; ambos –el hombre entero: alma y cuerpo– están destinados a una eternidad sin término. Todo lo que llevemos a cabo en este mundo hemos de hacerlo con la mirada puesta en esa vida que nos espera, pues "pertenecemos totalmente a Dios, con alma y cuerpo, con la carne y con los huesos, con los sentidos y con las potencias"8.
II. La muerte, como enseña la Sagrada Escritura, no la hizo Dios; es pena del pecado de Adán9. Cristo mostró con su resurrección el poder sobre la muerte: mortem nostram moriendo destruxit et vita resurgendo reparavit, muriendo destruyó nuestra muerte, y resurgiendo reparó nuestra vida, canta la Iglesia en el Prefacio pascual. Con la resurrección de Cristo la muerte ha perdido su aguijón, su maldad, para tornarse redentora en unión con la Muerte de Cristo. Y en Él y por Él nuestros cuerpos resucitarán al final de los tiempos, para unirse al alma, que, si hemos sido fieles, estará dando gloria a Dios desde el instante mismo de la muerte, si nada tuvo que purificar.
Resucitar significa volver a levantarse aquello que cayó10, la vuelta a la vida de lo que murió, levantarse vivo aquello que sucumbió en el polvo. La Iglesia predicó desde el principio la resurrección de Cristo, fundamento de toda nuestra fe, y la resurrección de nuestros propios cuerpos, de la propia carne, de "esta en que vivimos, subsistimos y nos movemos"11. El alma volverá a unirse al propio cuerpo para el que fue creada. Y precisa el Magisterio de la Iglesia: los hombres "resucitarán con los propios cuerpos que ahora llevan"12. Al meditar que nuestros cuerpos darán también gloria a Dios, comprendemos mejor la dignidad de cada hombre y sus características esenciales e inconfundibles, distintas de cualquier otro ser de la Creación. El hombre no solo posee un alma libre, "bellísima entre las obras de Dios, hecha a imagen y semejanza del Creador, e inmortal porque así lo quiso Dios"13, que le hace superior a los animales, sino un cuerpo que ha de resucitar y que, si se está en gracia, es templo del Espíritu Santo. San Pablo recordaba frecuentemente esta verdad gozosa a los primeros cristianos: ¿no sabéis que vuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo, que habita en vosotros?14.
Nuestros cuerpos no son una especie de cárcel que el alma abandona cuando sale de este mundo, no "son lastre, que nos vemos obligados a arrastrar, sino las primicias de eternidad encomendadas a nuestro cuidado"15. El alma y el cuerpo se pertenecen mutuamente de manera natural, y Dios creó el uno para el otro. "Respétalo –nos exhorta San Cirilo de Jerusalén–, ya que tiene la gran suerte de ser templo del Espíritu Santo. No manches tu carne y si te has atrevido a hacerlo, purifícala ahora con la penitencia. Límpiala mientras tienes tiempo"16.
III. La altísima dignidad del hombre se encuentra ya presente en su creación, y con la Encarnación del Verbo, en la que existe como un desposorio del Verbo con la carne humana17, llega a su plena manifestación. Cada hombre "ha sido comprendido en el misterio de la redención, con cada uno ha sido unido Cristo, para siempre, por parte de este misterio. Todo hombre viene al mundo concebido en el seno materno, naciendo de madre, y es precisamente por razón del misterio de la Redención por lo que es confiado a la solicitud de la Iglesia. Tal solicitud afecta al hombre entero y está centrada sobre él de manera del todo particular. El objeto de esta premura es el hombre en su única e irrepetible realidad humana, en la que permanece intacta la imagen y semejanza de Dios mismo"18.
Enseña Santo Tomás que nuestra filiación divina, iniciada ya por la acción de la gracia en el alma, "será consumada por la glorificación del cuerpo (...), de forma que así como nuestra alma ha sido redimida del pecado, así nuestro cuerpo será redimido de la corrupción de la muerte"19. Y cita a continuación las palabras de San Pablo a los filipenses: Nosotros somos ciudadanos del Cielo, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo, el cual transformará nuestro humilde cuerpo conforme a su Cuerpo glorioso en virtud del poder que tiene para someter a sí todas las cosas20. El Señor transformará nuestro cuerpo débil y sujeto a la enfermedad, a la muerte y a la corrupción, en un cuerpo glorioso. No podemos despreciarlo, ni tampoco exaltarlo como si fuera la única realidad en el hombre. Hemos de tenerlo sujeto mediante la mortificación porque, a consecuencia del desorden producido por el pecado original, tiende a "hacernos traición"21.
Es de nuevo San Pablo el que nos exhorta: Habéis sido comprados a gran precio. Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo22. Y comenta el Papa Juan Pablo II: "La pureza como virtud, es decir, capacidad de mantener el propio cuerpo en santidad y respeto (cfr. 1 Tes 4, 4), aliada con el don de piedad, como fruto de la inhabitación del Espíritu Santo en el templo del cuerpo, realiza en él una plenitud tan grande de dignidad en las relaciones interpersonales, que Dios mismo es glorificado en él. La pureza es gloria del cuerpo humano ante Dios. Es la gloria de Dios en el cuerpo humano"23.
Nuestra Madre Santa María, que fue asunta al Cielo en cuerpo y alma, nos recordará en toda ocasión que también nuestro cuerpo ha sido hecho para dar gloria a Dios, aquí en la tierra y en el Cielo por toda la eternidad.
1 2 Mac 7, 1-2; 9-14. — 2 Cfr. J. Dheilly, Diccionario bíblico, voz Saduceos, p. 921. — 3 Lc 20, 27-38. — 4 Cfr. Dt 25, 5 ss. — 5 Ex 3, 2; 6. — 6 Cfr. Sagrada Biblia, Santos Evangelios, EUNSA, Pamplona 1983, nota a Lc 20, 27-40. — 7 S. C. para la Doctrina de la Fe, Carta sobre algunas cuestiones referentes a la escatología. 17-V-1979. — 8 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 177. — 9 Cfr. Rom 5. 12. — 10 Cfr. San Juan Damasceno, Sobre la fe ortodoxa, 27. — 11 Cfr. J. Ibáñez-F. Mendoza, La fe divina y católica de la Iglesia, Magisterio Español, Madrid 1978. nn. 7, 216 y 779. — 12 Ibídem. — 13 San Cirilo de Jerusalén, Catequesis, IV, 18. — 14 1 Cor 6, 19. — 15 Cfr. R. A. Knox, El torrente oculto, Rialp, Madrid 1956, p. 346. — 16 San Cirilo de Jerusalén, Catequesis, IV, 25. — 17 Tertuliano, Sobre la resurrección, 63. — 18 Juan Pablo II, Enc. Redemptor hominis, 4-III-1979, 13. — 19 Santo Tomás, Comentario a la Carta a los Romanos, 8, 5. — 20 Flp 3, 21. — 21 Cfr. San Josemaría Escrivá, Camino, n. 196 — 22 1 Cor 6, 20, — 23 Juan Pablo II, Audiencia general 18-III-1981.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
San León Magno
Pontífice
Año 461
Bendito sea Dios que ha enviado a su Santa Iglesia,
jefes tan santos y tan sabios. Que no deje nunca el
Señor de enviarnos pastores como San León Magno.
Lo llaman "Magno porque fue grande en obras y en santidad.
Es el Pontífice más importante de su siglo.
Tuvo que luchar fuertemente contra dos clases de enemigos: los externos que querían invadir y destruir a Roma, y los internos que trataban de engañar a los católicos con errores y herejías.
Nació en Toscana, Italia; recibió una esmerada educación y hablaba muy correctamente el idioma nacional que era el latín.
Llegó a ser Secretario del Papa San Celestino, y de Sixto III, y fue enviado por éste como embajador a Francia a tratar de evitar una guerra civil que iba a estallar por la pelea entre dos generales. Estando por allá le llegó la noticia de que había sido nombrado Sumo Pontífice. Año 440.
Desde el principio de su pontificado dio muestra de poseer grandes cualidades para ese oficio. Predicaba al pueblo en todas las fiestas y de él se conservan 96 sermones, que son verdaderas joyas de doctrina. A los que estaban lejos los instruía por medio de cartas. Se conservan 144 cartas escritas por San León Magno.
Su fama de sabio era tan grande que cuando en el Concilio de Calcedonia los enviados del Papa leyeron la carta que enviaba San León Magno, los 600 obispos se pusieron de pie y exclamaron: "San Pedro ha hablado por boca de León".
En el año 452 llegó el terrorífico guerrero Atila, capitaneando a los feroces Hunos, de los cuales se decía que donde sus caballos pisaban no volvía a nacer la yerba. El Papa San León salió a su encuentro y logró que no entrara en Roma y que volviera a su tierra, de Hungría.
En el año 455 llegó otro enemigo feroz, Genserico, jefe de los vándalos. Con este no logró San León que no entrara en Roma a saquearla, pero sí obtuvo que no incendiara la ciudad ni matara a sus habitantes. Roma quedó más empobrecida pero se volvió más espiritual.
San León tuvo que enfrentarse en los 21 años de su pontificado a tremendos enemigos externos que trataron de destruir la ciudad de Roma, y a peligrosos enemigos interiores que con sus herejías querían engañar a los católicos. Pero su inmensa confianza en Dios lo hizo salir triunfante de tan grandes peligros. Las gentes de Roma sentían por él una gran veneración, y desde entonces los obispos de todos los países empezaron a considerar que el Papa era el obispo más importante del mundo.
Una frase suya de un sermón de Navidad se ha hecho famosa. Dice así: "Reconoce oh cristiano tu dignidad, El Hijo de Dios se vino de cielo por salvar tu alma".
Murió el 10 de noviembre del año 461.
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina04
Justo de Canterbury, Santa Obispo, Noviembre 10
Obispo Martirologio Romano: En Canterbury, en Inglaterra, san Justo, obispo, enviado a esta isla por el papa san Gregorio I Magno juntamente con otros monjes, para ayudar a san Agustín en la evangelización de Inglaterra, aceptando más tarde el episcopado de esta sede (627). |
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Fuente: E W T N
Andrés Avelino, Santo Sacerdote, Noviembre 10
Presbítero Martirologio Romano: En Nápoles, de la Campania, san Andrés Avelino, presbítero de la Congregación de Clérigos Regulares, que brilló por su santidad y celo en procurar la salvación del prójimo, hizo el arduo voto de avanzar cada día en las virtudes y, cargado de méritos, con muerte santa descansó al pie del altar (1608). |
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Baudolino de Alessandria, Santo Ermitaño, Noviembre 10
Ermitaño Martirologio Romano: En la aldea de Foro, en el Piamonte (Italia), san Baudelino, ermitaño (s. VIII). |
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Fuente: Martirologio Romano
Otros Santos y Beatos Completando el santoral de éste día, Noviembre 10
San Demetriano, obispo |
Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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