JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san            Lucas 20, 27-38
Gloria a ti, Señor. 
En aquel tiempo se acercaron a Jesús unos          saduceos, que niegan la          resurrección, y le 
          preguntaron: 
          "Maestro, Moisés nos dejó escrito: "Si un hombre muere dejando          mujer          sin hijos, que su 
          hermano se case con la mujer para dar descendencia al hermano          difunto".
          Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin          hijos. El          segundo, el tercero 
          y los demás, hasta el séptimo, tomaron por esposa a la viuda y          todos murieron          sin dejar hijos. 
          Por último murió la viuda. Ahora bien, cuando llegue la          resurrección, ¿de cuál          de ellos será 
          esposa la mujer? Porque los siete estuvieron casados con ella".
          Jesús les dijo: 
          "En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero en la vida          futura, los que          sean juzgados dignos 
          de ella y de la resurrección de los muertos no se casarán. Pues          no pueden ya          morir, porque son 
          como ángeles; son hijos de Dios, porque han resucitado.
          Y que los muertos resucitan, el mismo Moisés lo indica en el          episodio de la          zarza, cuando llama 
          al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob". 
          Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos          viven".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y          comunidad-comunión. Con Dios es          igual: las "palabras          de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario visitarse,          y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en          la Eucaristía,          que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer          la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d)          pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la          salvación del          mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación:          http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del              Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en              vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos            en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión)            con el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          "Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso".            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser felices            para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección            del amor, es            necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide            la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar            debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo,              come y bebe su propia              condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados            mortales? no            confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989),            no comulgar al            menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos            no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a            decidir, derechos            (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación            natural sin causa            grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por            iglesia, demorar en            bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón,            borrachera,            drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de            venganza, ver            pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado,            etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados            mortales objetivamente,            pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay            excusa.
† Misal
32a.          Dom Ord Ciclo C
      Antífona de Entrada
      Que              llegue hasta ti mi súplica, Señor, y encuentren acogida mis              plegarias.
Oración Colecta
      Oremos:
            Ayúdanos, Señor, a dejar en tus manos paternales todas            nuestras preocupaciones,            a fin de que 
            podamos entregarnos con mayor libertad a tu servicio.
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén.
Primera            Lectura
      El rey              del universo nos resucitará para una vida eterna
Lectura              del segundo libro de los Macabeos 7, 1-2.9-14
En aquellos días arrestaron            a siete hermanos con su madre. El rey Antíoco los hizo azotar            para 
            obligarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la ley. 
            Uno de ellos dijo en nombre de todos: 
            "¿Qué quieres saber de nosotros? Estamos dispuestos a morir            antes que            quebrantar la ley de 
            nuestros padres".
            Cuando el segundo de ellos estaba para morir, dijo al rey: 
            "Asesino, tú nos arrancas la vida presente; pero el rey del            universo nos            resucitará a una vida 
            eterna, puesto que morimos 
            por fidelidad a sus leyes".
            Después comenzaron a torturar al tercero. Le mandaron sacar la            lengua, y            extendió las manos 
            con firmeza. Y declaró con valor: 
            "De Dios recibí estos miembros y por su ley los desprecio:            espero            recobrarlos del mismo Dios". 
            El rey y sus acompañantes quedaron impresionados del valor con            que el muchacho            despreciaba 
            los tormentos. Una vez muerto éste, sometieron al cuarto a            torturas semejantes.            Y cuando 
            estaba para expirar, dijo: 
            "Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se tiene la            firme            esperanza de que Dios 
            nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida".
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
      Del              salmo 16
Al              despertar contemplaré tu rostro, Señor.
Señor,            hazme justicia, a mi clamor atiende; presta oído a mi súplica,            pues mis labios            no mienten.
            Al despertar contemplaré tu rostro, Señor.
Mis pies            en tus caminos se mantuvieron firmes, y no temblaron mis            pasos. A ti mi voz            elevo, pues sé que me respondes; atiéndeme, Dios mío, y            escucha mis palabras.
            Al despertar contemplaré tu rostro, Señor.
Bajo la            sombra de tus alas escóndeme. Yo por serte fiel contemplaré tu            rostro, y al            despertar espero saciarme de tu vista.
            Al despertar contemplaré tu rostro, Señor.
Segunda            Lectura
      Que el              Señor disponga sus corazones para toda clase de palabras y              de buenas obras
Lectura              de la segunda carta del apóstol san Pablo a los              Tesalonicenses 2, 16-17; 3,1-5
Hermanos: Que Jesucristo            Señor nuestro y nuestro Padre Dios, que nos ha amado y nos ha            
            regalado un consuelo eterno y una feliz esperanza, conforte            sus corazones y los            disponga a toda 
            clase de palabras y de buenas obras.
            Por lo demás, hermanos, oren por nosotros, para que la palabra            del Señor siga            el avance 
            glorioso que comenzó en ustedes, y para que nos libre de los            hombres perversos            y malvados 
            que nos acosan, porque no todos aceptan la fe.
            El Señor, que es fiel, les dará fuerzas y los librará del            maligno. 
            Tengo confianza en el Señor de que ya hacen y continuarán            haciendo cuanto les            he mandado. 
            Que el Señor dirija su corazón para que amen a Dios y esperen            pacientemente a            Cristo.
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Aclamación            antes del Evangelio
      Aleluya, aleluya. 
            Jesucristo es el primogénito de los muertos; a él sea dada la            gloria y el poder            por siempre. 
            Aleluya.
Evangelio
      Dios no es un Dios de              muertos, sino de vivos
† Lectura del santo              Evangelio según san Lucas 20, 27-38
Gloria a ti, Señor. 
En aquel tiempo se acercaron            a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le 
            preguntaron: 
            "Maestro, Moisés nos dejó escrito: "Si un hombre muere dejando            mujer            sin hijos, que su 
            hermano se case con la mujer para dar descendencia al hermano            difunto".
            Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió            sin hijos. El            segundo, el tercero 
            y los demás, hasta el séptimo, tomaron por esposa a la viuda y            todos murieron            sin dejar hijos. 
            Por último murió la viuda. Ahora bien, cuando llegue la            resurrección, ¿de cuál            de ellos será 
            esposa la mujer? Porque los siete estuvieron casados con            ella".
            Jesús les dijo: 
            "En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero en la vida            futura, los que            sean juzgados dignos 
            de ella y de la resurrección de los muertos no se casarán.            Pues no pueden ya            morir, porque son 
            como ángeles; son hijos de Dios, porque han resucitado.
            Y que los muertos resucitan, el mismo Moisés lo indica en el            episodio de la            zarza, cuando llama 
            al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob". 
            Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él            todos viven".
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración de los Fieles
      Celebrante:
            Oremos, por todos los hombres y por sus necesidades, para que            nunca falte a            nadie la ayuda de nuestra caridad:
Para que la Iglesia viva en            paz, crezca constantemente, se extienda por todo el mundo y            preserve con            alegría en la presencia del Señor, confortada por el Espíritu            Santo, roguemos            al Señor.
Para que el Señor conceda a            los que gobiernan el espíritu de sabiduría y de prudencia, a            fin de que rijan a            sus pueblos pensando en la paz común y en el bien y la            prosperidad de sus            súbditos, roguemos al Señor.
Para que Dios libere al            mundo de toda falsedad, hambre y miseria, y auxilie a los            perseguidos, a los            encarcelados y a los que son tratados injustamente, roguemos            al Señor.
Para que todos nosotros            realicemos nuestro trabajo con espíritu y consigamos frutos            abundantes por            nuestras obras, roguemos al Señor.
Celebrante:
            Señor Dios, dueño supremo de la vida y autor de la            resurrección, delante del            cual hasta los muertos viven, escucha nuestras oraciones y haz            que la palabra            de tu hijo, sembrada en nuestros corazones, germine y dé fruto            abundante y que            todos seamos confirmados en la esperanza de la resurrección y            la vida eterna.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Oración            sobre las Ofrendas
      Mira con bondad, Señor, los            dones que te presentamos; a fin de que el sacramento de la            muerte 
            y resurrección de tu Hijo, nos alcance de ti la vida            verdadera.
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén. 
Prefacio            
      El día del Señor
En verdad es justo            bendecirte y darte gracias, Padre santo, fuente de la verdad y            de la vida, 
            porque nos has convocado en tu casa en este día de fiesta. Hoy            tu familia,            reunida en la escucha 
            de tu Palabra, y en la comunión del pan único y partido,            celebra el memorial            del Señor 
            resucitado, mientras espera el domingo sin ocaso en el que la            humanidad entera            entrará en tu 
            descanso.
            Entonces contemplaremos tu rostro y alabaremos por siempre tu            misericordia.
            Con esta gozosa esperanza, y unidos a los ángeles y a los            santos, cantamos            unánimes el himno 
            de tu gloria:
Antífona de la Comunión
      El              Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me              hace recostar, me              conduce hacia 
fuentes              tranquilas.
Oración después de la Comunión
      Oremos:
            Te damos gracias, Señor, por habernos alimentado con el Cuerpo            y la Sangre de            tu Hijo; y te 
            rogamos que la fuerza del Espíritu Santo, que nos has            comunicado en este            sacramento, 
            permanezca en nosotros y transforme toda nuestra vida.
          Por            Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
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† Meditación diaria
Trigésimo          segundo Domingo
ciclo          c
LA          DIGNIDAD DEL CUERPO HUMANO
— La          resurrección de los cuerpos,          declarada por Jesús.
— Los          cuerpos están destinados a          dar gloria a Dios junto con el alma.
—          Nuestra filiación divina,          iniciada ya en el alma por la gracia, será consumada por la          glorificación del          cuerpo.
I. La          liturgia de la Misa de este          domingo propone a nuestra consideración una de las verdades de          fe recogidas en          el Credo, y que hemos repetido muchas veces: la resurrección de          los cuerpos y          la existencia de una vida eterna para la que hemos sido creados.          La Primera          lectura1 nos habla de aquellos siete hermanos que, junto con su          madre,          prefirieron la muerte antes que traspasar la Ley del Señor.          Mientras eran          torturados, confesaron con firmeza su fe en una vida más allá de          la muerte:          Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que          Dios mismo nos          resucitará.
Otros          lugares del Antiguo          Testamento también expresan esta verdad fundamental revelada por          Dios. Era una          creencia universalmente admitida entre los judíos en tiempos de          Jesús, salvo          por el partido de los saduceos, que tampoco creían en la          inmortalidad del alma,          en la existencia de los ángeles y en la acción de la Providencia          divina2. En el          Evangelio de la Misa3 leemos cómo se acercaron a Jesús con la          intención de          ponerle en un aprieto. Según la ley del levirato4, si un hombre          moría sin dejar          hijos, el hermano estaba obligado a casarse con la viuda para          suscitar          descendencia. Así –le dicen a Jesús– ocurrió con siete hermanos:          Cuando llegue          la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los          siete han estado          casados con ella. Les parecía que las consecuencias de esta ley          provocaban una          situación ridícula a la hora de poder explicar la resurrección          de los cuerpos.
Jesús          deshace esta cuestión,          frívola en el fondo, reafirmando la resurrección y enseñando las          propiedades de          los cuerpos resucitados, La vida eterna no será igual a esta:          allí no tomarán          ni mujer ni marido..., pues son iguales a los ángeles e hijos de          Dios, siendo          hijos de la resurrección. Y, citando la Sagrada Escritura5, pone          de manifiesto          el grave error de los saduceos, y argumenta: No es Dios de          muertos, sino de          vivos; todos viven para Él. Moisés llamó al Señor Dios de          Abrahán, Dios de          Isaac y Dios de Jacob, que hacía tiempo que habían muerto. Por          tanto, aunque          estos justos hayan muerto en cuanto al cuerpo, viven con          verdadera vida en          Dios, pues sus almas son inmortales, y esperan la resurrección          de los cuerpos6.          Los saduceos ya no se atrevían a preguntarle más.
Los          cristianos profesamos en el          Credo nuestra esperanza en la resurrección del cuerpo y en la          vida eterna. Este          artículo de la fe "expresa el término y el fin del designio de          Dios" sobre el          hombre. "Si no existe la resurrección, todo el edificio de la fe          se derrumba,          como afirma vigorosísimamente San Pablo (cfr. 1 Cor 15). Si el          cristiano no          está seguro del contenido de las palabras vida eterna, las          promesas del          Evangelio, el sentido de la Creación y de la Redención          desaparecen, e incluso          la misma vida terrena queda desposeída de toda esperanza (cfr.          Heb 11, l)"7.          Ante la atracción de las cosas de aquí abajo, que pueden          aparecer en ocasiones          como las únicas que cuentan, hemos de considerar repetidamente          que nuestra alma          es inmortal, y que se unirá al propio cuerpo al fin de los          tiempos; ambos –el          hombre entero: alma y cuerpo– están destinados a una eternidad          sin término.          Todo lo que llevemos a cabo en este mundo hemos de hacerlo con          la mirada puesta          en esa vida que nos espera, pues "pertenecemos totalmente a          Dios, con alma y          cuerpo, con la carne y con los huesos, con los sentidos y con          las potencias"8.
II. La          muerte, como enseña la          Sagrada Escritura, no la hizo Dios; es pena del pecado de Adán9.          Cristo mostró          con su resurrección el poder sobre la muerte: mortem nostram          moriendo destruxit          et vita resurgendo reparavit, muriendo destruyó nuestra muerte,          y resurgiendo          reparó nuestra vida, canta la Iglesia en el Prefacio pascual.          Con la          resurrección de Cristo la muerte ha perdido su aguijón, su          maldad, para          tornarse redentora en unión con la Muerte de Cristo. Y en Él y          por Él nuestros          cuerpos resucitarán al final de los tiempos, para unirse al          alma, que, si hemos          sido fieles, estará dando gloria a Dios desde el instante mismo          de la muerte,          si nada tuvo que purificar.
Resucitar          significa volver a          levantarse aquello que cayó10, la vuelta a la vida de lo que          murió, levantarse          vivo aquello que sucumbió en el polvo. La Iglesia predicó desde          el principio la          resurrección de Cristo, fundamento de toda nuestra fe, y la          resurrección de          nuestros propios cuerpos, de la propia carne, de "esta en que          vivimos, subsistimos          y nos movemos"11. El alma volverá a unirse al propio cuerpo para          el que fue          creada. Y precisa el Magisterio de la Iglesia: los hombres          "resucitarán con los          propios cuerpos que ahora llevan"12. Al meditar que nuestros          cuerpos darán          también gloria a Dios, comprendemos mejor la dignidad de cada          hombre y sus          características esenciales e inconfundibles, distintas de          cualquier otro ser de          la Creación. El hombre no solo posee un alma libre, "bellísima          entre las obras          de Dios, hecha a imagen y semejanza del Creador, e inmortal          porque así lo quiso          Dios"13, que le hace superior a los animales, sino un cuerpo que          ha de          resucitar y que, si se está en gracia, es templo del Espíritu          Santo. San Pablo          recordaba frecuentemente esta verdad gozosa a los primeros          cristianos: ¿no          sabéis que vuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo, que          habita en          vosotros?14.
Nuestros          cuerpos no son una          especie de cárcel que el alma abandona cuando sale de este          mundo, no "son lastre,          que nos vemos obligados a arrastrar, sino las primicias de          eternidad          encomendadas a nuestro cuidado"15. El alma y el cuerpo se          pertenecen mutuamente          de manera natural, y Dios creó el uno para el otro. "Respétalo          –nos exhorta San          Cirilo de Jerusalén–, ya que tiene la gran suerte de ser templo          del Espíritu          Santo. No manches tu carne y si te has atrevido a hacerlo,          purifícala ahora con          la penitencia. Límpiala mientras tienes tiempo"16.
III.          La altísima dignidad del          hombre se encuentra ya presente en su creación, y con la          Encarnación del Verbo,          en la que existe como un desposorio del Verbo con la carne          humana17, llega a su          plena manifestación. Cada hombre "ha sido comprendido en el          misterio de la          redención, con cada uno ha sido unido Cristo, para siempre, por          parte de este          misterio. Todo hombre viene al mundo concebido en el seno          materno, naciendo de          madre, y es precisamente por razón del misterio de la Redención          por lo que es          confiado a la solicitud de la Iglesia. Tal solicitud afecta al          hombre entero y          está centrada sobre él de manera del todo particular. El objeto          de esta premura          es el hombre en su única e irrepetible realidad humana, en la          que permanece          intacta la imagen y semejanza de Dios mismo"18.
Enseña          Santo Tomás que nuestra          filiación divina, iniciada ya por la acción de la gracia en el          alma, "será consumada          por la glorificación del cuerpo (...), de forma que así como          nuestra alma ha          sido redimida del pecado, así nuestro cuerpo será redimido de la          corrupción de          la muerte"19. Y cita a continuación las palabras de San Pablo a          los filipenses:          Nosotros somos ciudadanos del Cielo, de donde también esperamos          al Salvador, al          Señor Jesucristo, el cual transformará nuestro humilde cuerpo          conforme a su          Cuerpo glorioso en virtud del poder que tiene para someter a sí          todas las          cosas20. El Señor transformará nuestro cuerpo débil y sujeto a          la enfermedad, a          la muerte y a la corrupción, en un cuerpo glorioso. No podemos          despreciarlo, ni          tampoco exaltarlo como si fuera la única realidad en el hombre.          Hemos de          tenerlo sujeto mediante la mortificación porque, a consecuencia          del desorden          producido por el pecado original, tiende a "hacernos          traición"21.
Es de          nuevo San Pablo el que nos          exhorta: Habéis sido comprados a gran precio. Glorificad, por          tanto, a Dios en          vuestro cuerpo22. Y comenta el Papa Juan Pablo II: "La pureza          como virtud, es          decir, capacidad de mantener el propio cuerpo en santidad y          respeto (cfr. 1 Tes          4, 4), aliada con el don de piedad, como fruto de la          inhabitación del Espíritu          Santo en el templo del cuerpo, realiza en él una plenitud tan          grande de          dignidad en las relaciones interpersonales, que Dios mismo es          glorificado en          él. La pureza es gloria del cuerpo humano ante Dios. Es la          gloria de Dios en el          cuerpo humano"23.
Nuestra          Madre Santa María, que fue          asunta al Cielo en cuerpo y alma, nos recordará en toda ocasión          que también          nuestro cuerpo ha sido hecho para dar gloria a Dios, aquí en la          tierra y en el          Cielo por toda la eternidad.
1 2          Mac 7, 1-2; 9-14. — 2 Cfr. J.          Dheilly, Diccionario bíblico, voz Saduceos, p. 921. — 3 Lc 20,          27-38. — 4 Cfr.          Dt 25, 5 ss. — 5 Ex 3, 2; 6. — 6 Cfr. Sagrada Biblia, Santos          Evangelios, EUNSA,          Pamplona 1983, nota a Lc 20, 27-40. — 7 S. C. para la Doctrina          de la Fe, Carta          sobre algunas cuestiones referentes a la escatología. 17-V-1979.          — 8 San          Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 177. — 9 Cfr. Rom 5. 12. — 10          Cfr. San Juan          Damasceno, Sobre la fe ortodoxa, 27. — 11 Cfr. J. Ibáñez-F.          Mendoza, La fe          divina y católica de la Iglesia, Magisterio Español, Madrid          1978. nn. 7, 216 y          779. — 12 Ibídem. — 13 San Cirilo de Jerusalén, Catequesis, IV,          18. — 14 1 Cor          6, 19. — 15 Cfr. R. A. Knox, El torrente oculto, Rialp, Madrid          1956, p. 346. —          16 San Cirilo de Jerusalén, Catequesis, IV, 25. — 17 Tertuliano,          Sobre la          resurrección, 63. — 18 Juan Pablo II, Enc. Redemptor hominis,          4-III-1979, 13. —          19 Santo Tomás, Comentario a la Carta a los Romanos, 8, 5. — 20          Flp 3, 21. — 21          Cfr. San Josemaría Escrivá, Camino, n. 196 — 22 1 Cor 6, 20, —          23 Juan Pablo          II, Audiencia general 18-III-1981.
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
San            León Magno 
          Pontífice 
          Año 461
Bendito          sea Dios que ha enviado          a su Santa Iglesia, 
          jefes tan santos y tan sabios. Que no deje nunca el 
          Señor de enviarnos pastores como San León Magno.
Lo llaman "Magno porque fue          grande en obras y en santidad.        
Es el Pontífice más          importante de su siglo.
Tuvo que luchar fuertemente          contra dos clases de          enemigos: los externos que querían invadir y destruir a Roma, y          los internos          que trataban de engañar a los católicos con errores y herejías.
Nació en Toscana, Italia;          recibió una esmerada          educación y hablaba muy correctamente el idioma nacional que era          el latín.
Llegó a ser Secretario del          Papa San Celestino, y de          Sixto III, y fue enviado por éste como embajador a Francia a          tratar de evitar          una guerra civil que iba a estallar por la pelea entre dos          generales. Estando          por allá le llegó la noticia de que había sido nombrado Sumo          Pontífice. Año          440.
Desde el principio de su          pontificado dio muestra de          poseer grandes cualidades para ese oficio. Predicaba al pueblo          en todas las          fiestas y de él se conservan 96 sermones, que son verdaderas          joyas de doctrina.          A los que estaban lejos los instruía por medio de cartas. Se          conservan 144          cartas escritas por San León Magno.
Su fama de sabio era tan          grande que cuando en el          Concilio de Calcedonia los enviados del Papa leyeron la carta          que enviaba San          León Magno, los 600 obispos se pusieron de pie y exclamaron:          "San Pedro ha          hablado por boca de León".
En el año 452 llegó el          terrorífico guerrero Atila,          capitaneando a los feroces Hunos, de los cuales se decía que          donde sus caballos          pisaban no volvía a nacer la yerba. El Papa San León salió a su          encuentro y          logró que no entrara en Roma y que volviera a su tierra, de          Hungría.
En el          año 455 llegó otro enemigo          feroz, Genserico, jefe de los vándalos. Con este no logró San          León que no entrara          en Roma a saquearla, pero sí obtuvo que no incendiara la ciudad          ni matara a sus          habitantes. Roma quedó más empobrecida pero se volvió más          espiritual.
San León tuvo que          enfrentarse en los 21 años de su          pontificado a tremendos enemigos externos que trataron de          destruir la ciudad de          Roma, y a peligrosos enemigos interiores que con sus herejías          querían engañar a          los católicos. Pero su inmensa confianza en Dios lo hizo salir          triunfante de          tan grandes peligros. Las gentes de Roma sentían por él una gran          veneración, y          desde entonces los obispos de todos los países empezaron a          considerar que el          Papa era el obispo más importante del mundo.
Una frase suya de un sermón          de Navidad se ha hecho          famosa. Dice así: "Reconoce oh cristiano tu dignidad, El Hijo de          Dios se          vino de cielo por salvar tu alma".
Murió el 10 de noviembre          del año 461.
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Fuente:          ar.geocities.com/misa_tridentina04          
          Justo de Canterbury, Santa Obispo, Noviembre 10   
              
 Obispo Martirologio Romano: En Canterbury,                      en Inglaterra, san Justo, obispo, enviado a esta                      isla por el papa san Gregorio I Magno juntamente con                      otros monjes, para ayudar a san Agustín en la                      evangelización de Inglaterra, aceptando más tarde el                      episcopado de esta sede (627).  |           
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Fuente:          E W T N 
          Andrés Avelino, Santo Sacerdote, Noviembre 10   
              
 Presbítero Martirologio Romano: En Nápoles, de                      la Campania, san Andrés Avelino, presbítero de la                      Congregación de Clérigos Regulares, que brilló por                      su santidad y celo en procurar la salvación del                      prójimo, hizo el arduo voto de avanzar cada día en                      las virtudes y, cargado de méritos, con muerte santa                      descansó al pie del altar (1608).  |           
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Baudolino            de Alessandria, Santo Ermitaño, Noviembre 10          
              
 Ermitaño Martirologio Romano: En la aldea de                      Foro, en el Piamonte (Italia), san Baudelino,                      ermitaño (s. VIII).  |           
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Fuente:          Martirologio Romano 
          Otros Santos y Beatos Completando el santoral de éste          día, Noviembre 10            
              
 San Demetriano, obispo  |           
Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com;          Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es ,          misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/ 
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