JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san            Mateo 23, 27-32
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a los escribas y          los fariseos:
          "¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que parecen          sepulcros          blanqueados; por fuera su apariencia es hermosa, pero por dentro          están llenos          de huesos y podredumbre! Lo mismo pasa con ustedes: por fuera          parecen justos          ante los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y          de perversidad.
          ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que edifican          sepulcros a los          profetas y adornan los mausoleos de los justos! Dicen: "Si          hubiéramos vivido          en tiempos de nuestros antepasados, no habríamos colaborado en          la muerte de los          profetas". Con lo cual confirman que son hijos de quienes          mataron a los          profetas. ¡Completen, pues, lo que sus antepasados comenzaron!"
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y          comunidad-comunión. Con Dios es          igual: las "palabras          de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario visitarse,          y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en          la Eucaristía,          que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer          la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d)          pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la          salvación del          mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación:          http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del              Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en              vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos            en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión)            con el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          "Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso".            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser felices            para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección            del amor, es            necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide            la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar            debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo,              come y bebe su propia              condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados            mortales? no            confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989),            no comulgar al            menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos            no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a            decidir, derechos            (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación            natural sin causa            grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por            iglesia, demorar en            bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón,            borrachera,            drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de            venganza, ver            pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado,            etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados            mortales objetivamente,            pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay            excusa.
† Misal
mie          21a. Ordinario año Par
      Antífona de Entrada
      Acuérdate,              Señor de tu alianza; no olvides por más tiempo la suerte de              tus pobres.              Levántate, Señor, a defender tu causa; no olvides las voces              de los que te              buscan.
Oración            Colecta
      Oremos:
            Dios eterno y todopoderoso, a quien confiadamente podemos            llamar ya Padre            nuestro; haz crecer en nuestros corazones el espíritu de hijos            adoptivos tuyos,            para que podamos gozar, después de esta vida, de la herencia            que nos has            prometido.
            Por nuestro Señor Jesucristo... 
            Amén. 
Primera            Lectura 
      El que              no quiera trabajar, que no coma
Lectura              de la segunda carta del apóstol san Pablo a los              Tesalonicenses 3, 6-10.16-18
Hermanos: En nombre de            Jesucristo, el Señor, les mandamos que se aparten de todo            aquel que viva            ociosamente y no se porte según la enseñanza que de nosotros            recibió. Conocen            perfectamente el ejemplo que les hemos dado, porque no hemos            vivido ociosamente            entre ustedes, ni hemos comido de balde el pan de otros; al            contrario, hemos            trabajado con esfuerzo y fatiga día y noche para no ser una            carga a ninguno de            ustedes. ¡Y no por no tener derecho a eso! Pero quisimos            darles ejemplo para            que nos imitaran. Porque cuando estábamos con ustedes les            dábamos esta norma:            El que no quiera trabajar, que no coma.
            Que el Señor de la paz les conceda la paz siempre y en todas            sus formas. El            Señor esté con todos ustedes. El saludo es de mi puño y letra.            Así firmo yo,            Pablo, en todas mis cartas; esta es mi letra. La gracia de            nuestro Señor            Jesucristo este con todos ustedes.
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
      Sal              127, 1-2.4-5
Dichosos              los que respetan al Señor.
Dichoso            el que respeta al Señor y sigue sus caminos. Comerás del            trabajo de tus manos,            serás afortunado y feliz.
            Dichosos los que respetan al Señor.
Así            será bendecido el hombre que respeta al Señor: Que el Señor te            bendiga desde            Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de            tu vida.
            Dichosos los que respetan al Señor.
Aclamación            antes del Evangelio
      Aleluya, aleluya.
            En aquél que cumple la palabra de Cristo, el amor de Dios ha            llegado a su            plenitud. 
            Aleluya.
Evangelio
      Son hijos de los asesinos de              los profetas
† Lectura del santo              Evangelio según san Mateo 23, 27-32
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a            los escribas y los fariseos:
            "¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que parecen            sepulcros            blanqueados; por fuera su apariencia es hermosa, pero por            dentro están llenos            de huesos y podredumbre! Lo mismo pasa con ustedes: por fuera            parecen justos            ante los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y            de perversidad.
            ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que edifican            sepulcros a los            profetas y adornan los mausoleos de los justos! Dicen: "Si            hubiéramos            vivido en tiempos de nuestros antepasados, no habríamos            colaborado en la muerte            de los profetas". Con lo cual confirman que son hijos de            quienes mataron a            los profetas. ¡Completen, pues, lo que sus antepasados            comenzaron!"
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración            sobre las Ofrendas
      Acepta, Señor, con bondad            estos dones que has puesto en manos de tu Iglesia, y con tu            poder conviértelos            en el sacramento de nuestra salvación.
            Por Jesucristo, nuestro Señor. 
            Amén. 
Prefacio            
      Restauración universal en              Cristo 
En verdad es justo y            necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre            y en todo lugar,            Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo,            Señor nuestro. 
            A quien hiciste fundamento de todo y de cuya plenitud quisiste            que            participáramos todos. El cual, siendo Dios, se anonadó a sí            mismo, y por su            sangre derramada en la cruz, puso en paz todas las cosas; y            así, 
            constituido Señor del universo, es fuente de salvación eterna            para cuantos            creen en él.
            Por eso, 
            con los ángeles y arcángeles y con todos los coros            celestiales, cantamos sin            cesar el himno de tu gloria:
Antífona de la Comunión
      Alaba,              Jerusalén, al Señor,
porque              te alimenta con lo mejor de su trigo.
Oración después de la Comunión
      Oremos:
            Que la recepción de esta Eucaristía nos confirme, Señor, en tu            amor y nos ayude            a conseguir la vida eterna.
          Por            Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén
Dia          27/08 Santa Mónica          (blanco)
      Antífona          de Entrada
      Esta mujer sabia que edificó su casa, y,            temiendo al Señor, caminó en            rectitud.
Oración          Colecta
      Oremos:
          Señor Dios, grandeza de los humildes, tú has querido hacer          brillar a santa          Mónica por su caridad y su paciencia; concédenos, por su          intercesión y sus          méritos, que, llevando día a día nuestra cruz, podamos crecer          siempre en amor          hacia ti.
          Por nuestro Señor Jesucristo...
          Amén.
Primera          Lectura
      Como el sol que brilla en el cielo del            Señor, así es la mujer bella en            su casa bien arreglada
Lectura del libro del Eclesiástico 26,            1-4.16-21
Dichoso el marido de una mujer buena, se          doblarán los años de su vida.          La mujer hacendosa es la alegría de su marido, y él vivirá su          vida en paz. La          mujer buena es un tesoro: lo encuentran los que temen al Señor;          sean ricos o          pobres, estarán contentos y siempre vivirán con alegría.
          La mujer servicial alegra a su marido; la que es cuidadosa le          causa bienestar.          La mujer discreta es un don del señor; y la bien educada no          tiene precio. La          mujer modesta duplica su encanto y la que es dueña de sí supera          toda alabanza.
          Como el sol que brilla en el cielo del Señor, así es la mujer          bella en su casa          bien arreglada.
          Palabra de Dios.
          Te alabamos, Señor.
Salmo          Responsorial
      Del salmo 130
Dame, Señor, la paz junto a ti.
Señor, mi corazón no es ambicioso ni mis          ojos, soberbios; grandezas que          superan mis alcances ni de lejos pretendo.
          Dame, Señor, la paz junto a ti.
Estoy, Señor, por lo contrario, tranquilo y          en silencio, como niño          recién alimentado, en los brazos maternos.
          Dame, Señor, la paz junto a ti.
Que igual en el Señor esperen, los hijos de          Israel, ahora y siempre.
          Dame, Señor, la paz junto a ti.
Aclamación          antes del          Evangelio
      Aleluya, aleluya.
          Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; el que me sigue tendrá          la luz de la          vida.
          Aleluya.
Evangelio
      "La pesada carga que aquella viuda llevaba            en el corazón, te            impulsó a decir: Joven, yo te lo digo: ¡Levántate!" (San            Agustín,            Confesiones)
† Lectura del santo Evangelio según san            Lucas 7, 11-17
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, se dirigía Jesús a una          población llamada Naín,          acompañado de sus discípulos y de mucha gente. Al llegar a la          entrada de la          población, se encontró con que sacaban a enterrar a un muerto,          hijo único de          una viuda a la que acompañaba una gran muchedumbre. Cuando el          Señor la vio, se          compadeció de ella y le dijo:
          "No llores".
          Acercándose al ataúd, lo tocó y los que lo llevaban se          detuvieron. Entonces          Jesús dijo:
          "Joven, yo te lo mando: Levántate".
          Inmediatamente el que había muerto se levantó y comenzó a          hablar. Jesús se lo          entregó a su madre. Al ver esto, todos se llenaron de temor y          comenzaron a          glorificar a Dios, diciendo:
          "Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a          su          pueblo".
          La noticia de este hecho se divulgó por toda Judea y por las          regiones          circunvecinas.
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración          sobre las Ofrendas
      Recibe, Señor, la ofrenda de tu pueblo y          hazle sentir que el misterio          que ahora celebra en honor de tus santos con devoción sincera,          le ayuda          eficazmente a alcanzar la eterna salvación.
          Por Jesucristo, nuestro Señor.
          Amén.
Prefacio
      Eficacia de la acción de los santos
En verdad es justo y necesario, es nuestro          deber y salvación, darte          gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios          todopoderoso y          eterno, por Cristo, Señor nuestro.
          Porque mediante el testimonio admirable de tus santos, fecundas          sin cesar a tu          Iglesia con vitalidad siempre nueva, dándonos así pruebas          evidentes de tu amor.          Ellos nos estimulan con su ejemplo en el camino de la vida y nos          ayudan con su          intercesión.
          Por eso,
          ahora, nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles          y los santos          diciendo:
Antífona          de la Comunión
      El que cumple la voluntad de mi Padre del            cielo, ése es mi hermano, y mi            hermana, y mi madre, dice el Señor.
Oración          después de la          Comunión
      Oremos:
          Señor, al celebrar la memoria de santa Mónica nos has colmado          con los dones          sagrados que hemos recibido; concédenos que sus saludables          efectos nos          purifiquen y su auxilio nos fortalezca siempre.
        Por          Jesucristo,          nuestro Señor.
          Amén
† Meditación          diaria
21ª          semana. Miércoles
AMAR EL          PROPIO TRABAJO
          PROFESIONAL
— El          ejemplo de San Pablo.
— La          calidad humana del trabajo.
— Amar          el propio quehacer profesional.
I. El          trabajo es un don de Dios, un gran bien para el hombre, aunque          lleve consigo          "el signo de un bien arduum, según la terminología de          Santo Tomás (...).          Y es no solo un bien útil o para disfrutar, sino un bien digno,          es decir, que          corresponde a la dignidad del hombre, un bien que expresa esta          dignidad y la          aumenta"1. Una vida sin trabajo se corrompe, y en el          trabajo el          hombre "se hace más hombre"2, más digno y más noble,          si lo lleva a          cabo como Dios quiere.
El          trabajo es consecuencia del mandato de dominar la tierra3          dado por          Dios a la humanidad, que se volvió penoso por el pecado original4,          pero que constituye el "quicio de nuestra santidad y el medio          sobrenatural y          humano apto para que llevemos con nosotros a Cristo y hagamos el          bien a todos"5.          Es como la columna vertebral del hombre, en la que se sostiene          su vida entera,          y medio a través del cual hemos de alcanzar la propia santidad y          la de los          demás. Un descentramiento en el trabajo ordinario, en el          quehacer profesional,          puede repercutir en toda la vida del hombre; también en sus          relaciones con          Dios. Por esto, comprendemos bien los males que llevan consigo          la pereza, el          trabajo mal hecho, la chapuza, las tareas a medio terminar...          "El hierro que          yace ocioso, consumido por la herrumbre, se torna blando e          inútil; mas si se lo          emplea en el trabajo, es mucho más útil y hermoso y apenas si le          va en zaga por          su brillo a la misma plata. La tierra que se deja baldía no          produce nada sano,          sino malas hierbas, cardos y espinas y árboles infructuosos; mas          la que goza de          cultivo se corona de suaves frutos. Y, para decirlo en una          palabra, todo ser se          corrompe por la ociosidad y se mejora por la operación que le es          propia"6;          el hombre, por su trabajo.
San          Pablo, como leemos en la Primera lectura de la Misa7,          señala          a los primeros cristianos de Tesalónica su manera de comportarse          con ellos,          mientras les predicaba la Buena Nueva de Jesús: Recordad -les          dice- nuestros            esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no serle            gravoso a nadie...8".          Y más tarde, en la segunda Carta: Ya sabéis cómo tenéis que            imitar mi            ejemplo: no viví entre vosotros sin trabajar, nadie me dio de            balde el pan que            comí, sino que trabajé y me cansé día y noche, a fin de no ser            carga para nadie9.          El Espíritu Santo, con este ejemplo, nos ha inculcado un          principio práctico          bien claro a seguir: el que no trabaje, que no coma.
Hoy, en          nuestra oración serena y sosegada, hemos de tener presente que          este mismo          espíritu de laboriosidad, de trabajo intenso, que se vivió entre          los primeros          cristianos, lo espera también el Señor de nosotros. Uno de los          escritos más          antiguos nos ha dejado este admirable testimonio: "Todo el que          llegue a          vosotros en nombre del Señor, sea recibido; luego, examinándole,          le conoceréis          (...). Si el que llega es un caminante, no permanecerá entre          vosotros más de          dos días o, si hubiera necesidad, tres. Pero si quiere          establecerse entre          vosotros, teniendo un oficio, que trabaje y así se alimente. Mas          si no tiene          oficio, proveed según vuestra prudencia, de modo que no viva          entre vosotros          ningún cristiano ocioso. Si no quiere hacerlo así, es un          traficante de Cristo;          estad alerta contra los tales"10.
II. El          Señor nos dio, en sus años de Nazaret, un ejemplo admirable de          la importancia          del trabajo y de la perfección humana y sobrenatural con que          hemos de realizar          la tarea profesional. "Jesús, creciendo y viviendo como uno de          nosotros, nos          revela que la existencia humana, el quehacer corriente y          ordinario, tiene un          sentido divino. Por mucho que hayamos considerado estas          verdades, debemos          llenarnos siempre de admiración al pensar en los treinta años de          oscuridad, que          constituyen la mayor parte del paso de Jesús entre sus hermanos          los hombres.          Años de sombra, pero para nosotros claros como la luz del sol"11.          Su          misma manera de hablar, las parábolas e imágenes que utilizará          después en su          predicación revelan a un hombre que ha conocido muy de cerca el          trabajo; habla          siempre para quien se "afana, para una vida ordinaria en la que          rige siempre la          ley de la normalidad, la aparición previsible de los mismos          problemas para las          mismas personas. Este es el ambiente de la predicación de          Cristo; sus          enseñanzas han quedado gráficamente conectadas con este clima.          No era el          "filósofo", ni el "visionario", sino el artesano. Uno que          trabaja, como todos"12.
En San          José, nuestro Padre y Señor, encontramos una existencia también          llena de          trabajo, una vida corriente como la nuestra, y al que en el día          de hoy podemos          encomendar nuestras tareas profesionales. Él inició a Jesús en          su oficio y le          enseñó hasta adquirir la maestría de un verdadero profesional en          el manejo de          la sierra, del escoplo, de la garlopa y del cepillo.
Durante          su vida pública, el Maestro llamó a personas habituadas al          trabajo: San Pedro,          pescador de oficio, volverá de nuevo a sus tareas de pesca          apenas se le ofrezca          la primera oportunidad13; San Mateo recibirá la          llamada para seguir          al Señor mientras ejercía su oficio de recaudador de impuestos,          y así todos los          demás.
Cuando          San Pablo se retiró de Atenas y vino a Corinto, encontró allí a          un judío          llamado Aquila, originario del Ponto, y a su esposa Priscila. Se          juntó con          ellos. Y como era del mismo oficio, se hospedó en su casa y          trabajaba en su          compañía, pues eran ambos fabricantes de lonas14.          Durante esta          estancia de año y medio en Corinto, San Pablo escribe esas          exhortaciones          exigentes a los cristianos de Tesalónica, convencido de que          muchos de los males          que se estaban originando en aquella comunidad cristiana se          debían a que          algunos eran más dados a hablar y a corretear de casa en casa          que a ocuparse de          su propio trabajo.
Nosotros          debemos examinar con frecuencia la calidad humana de nuestro          quehacer: si lo          comenzamos y lo terminamos según el horario previsto, aunque          alguno de nuestros          compañeros, o todos, por las razones que sea, no lo vivieran; si          lo hacemos con          orden, no dejando para el final, sin razón, lo más costoso, lo          menos grato; si          trabajamos con intensidad, aprovechando las horas, procurando          evitar          conversaciones, llamadas por teléfono inútiles o menos          necesarias; si tenemos          afán de mejorar en ese trabajo con el estudio oportuno,          procurando estar al día          en las nuevas cuestiones que surgen en toda profesión; si nos          excedemos, como          ocurre con aquello que amamos, pero con temple y rectitud, sin          detrimento del tiempo          que debemos a la familia, a los hermanos, al apostolado, a la          propia          formación... Pensemos también si cuidamos los instrumentos que          utilizamos, sean          nuestros o de la empresa. Contemplemos a Jesús en su taller de          Nazaret, pidamos          al Señor entrar allí con los ojos de la fe, y veremos entonces          si nuestro          trabajo tiene la calidad y la hondura que Él pide a quienes le          siguen.
III.          Hemos de amar y cuidar la propia tarea porque es un mandato de          nuestro Padre          Dios. Con el trabajo ordinario se desarrolla la personalidad, se          gana lo          necesario para las necesidades de la familia y de uno mismo, y          para ayudar a          obras buenas de apostolado, de formación, etc. Hemos de amarlo,          y ha de ser a          la vez materia de oración, porque, además, el trabajo es uno de          los más altos valores          humanos, medio con el que cada uno debe contribuir al progreso          de la sociedad          y, sobre todo, porque es camino de santidad. Cada día podemos          llevar al Señor          tantas cosas que procuramos estén bien hechas: el estudiante          podrá ofrecer          horas de estudio intensas y completas; la madre de familia          presentará el          desvelo eficaz por sus hijos, por el marido, el cuidado de los          mil detalles que          hacen de su casa un verdadero hogar; el médico, junto a la          competencia          profesional, el trato amable y acogedor con los pacientes; la          enfermera, esas          horas llenas de un continuo servicio, como si cada uno de los          enfermos fuera el          mismo Cristo... En la realización del trabajo surgirán con          frecuencia          peticiones de ayuda al Señor, acciones de gracias, deseos de dar          gloria a Dios          con aquello que tenemos entre manos...
Los          cristianos corrientes, los laicos, no nos santificamos a            pesar del          trabajo, sino a través del trabajo; encontramos al Señor          en las variadas          incidencias que lo componen, unas agradables y otras menos, el          campo en el que          se ejercitan las virtudes humanas y las sobrenaturales.
El amor          al propio quehacer profesional nos llevará frecuentemente a          permanecer, quizá          muchos años o toda la vida, en la misma tarea. Ello no achica la          sana ambición          de procurar ascender y conseguir una situación o un puesto de          trabajo mejor.          Pero ese deseo legítimo, que forma parte de la buena mentalidad          profesional, no          debe ocasionar intranquilidad ni desasosiego, como si el éxito          profesional y          ganar dinero fueran los móviles únicos o predominantes. Los          cristianos no          debemos medir los trabajos solo por el dinero, como si esto          fuera lo único que          en definitiva importara. La profesión es el lugar donde se          desarrolla y          perfecciona la propia personalidad, es un modo de servir a otras          personas, el medio          para colaborar al progreso social y donde encontramos a Dios15.          Y todo          eso hay que valorarlo al juzgar el propio trabajo profesional.
San          Pablo, como otros muchos hombres, dedicaba un tiempo a trabajar          para ganarse el          pan. En su trabajo profesional seguía siendo el Apóstol de las          gentes, el          elegido por Dios, y se servía de su misma profesión para acercar          a otros a          Cristo. Así hemos de hacer nosotros, cualquiera que sea nuestro          oficio y          nuestro lugar en la sociedad. Y si nos tocara estar impedidos o          enfermos, esas          mismas circunstancias deben ser luz, quizá incluso más          brillante, para que          otros muchos vean el camino que lleva a Dios y se sientan          movidos a seguirlo.
1 Juan          Pablo II, Enc. Laborem exercens, 14-IX-1981, I, 9. — 2          Ibídem.          — 3 Cfr. Gen 1, 28. — 4 Cfr. Gen          3, 17. — 5          San Josemaría Escrivá, Carta 14-II-1950. — 6 San          Juan Crisóstomo,          Homilía sobre Priscila y Aquila. — 7 Primera            lectura. Año          1. 1 Tes 2, 9-13; Año II. 2 Tes 3, 6-10, 16-18.          — 8 1            Tes 2, 9. — 9 2 Tes 3, 7-8. — 10 Didaché          o Doctrina            de los Doce Apóstoles, en Padres Apostólicos griegos,          BAC, Madrid          1950, 12, 2-4 — 11 San Josemaría Escrivá, Es Cristo            que pasa, 14.          — 12 R. Gómez Pérez, La fe y los días, Palabra,          Madrid 1973, p.          20. — 13 Cfr. Jn 21, 3. — 14 Cfr.            Hech 18, 1-3. — 15          Cfr. Conc. Vat. II,  Const.          Gaudium et spes, 34.
27 de          agosto
SANTA          MÓNICA*
Memoria
—          Oración de Santa Mónica por la conversión de su hijo Agustín.
—          Transmitir la fe en la familia. Piedad familiar.
— La          oración en familia.
I. El          Evangelio de la Misa de hoy nos narra la llegada de Jesús a la          ciudad de Naín,          acompañado de sus discípulos y de una numerosa muchedumbre. Al          entrar, se          encontró con un cortejo fúnebre que acompañaba a una viuda, cuyo          hijo único          llevaban a enterrar. Al verla, el Señor se compadeció de            ella y le dijo: No            llores. Se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se            detuvieron; y dijo:            Muchacho, a ti te lo digo, levántate. Y el que estaba muerto            se incorporó y            comenzó a hablar; y se lo entregó a su madre1.          En las almas se          obra con frecuencia este milagro: muchos que estaban muertos          para Dios vuelven          a la Vida.
Durante          muchos años, Agustín, hijo de Santa Mónica, estuvo alejado de          Dios y muerto a          la gracia por el pecado. La Santa, cuya memoria hoy celebramos,          fue la madre          intachable que con ejemplo, lágrimas y oraciones obtuvo del          Señor la          resurrección espiritual del que sería uno de los más grandes          santos y doctores          de la Iglesia. La fidelidad a Dios día a día de Santa Mónica          obtuvo también la          conversión de su marido Patricio, que era pagano, y ejerció una          influencia          decisiva en todos aquellos que de alguna manera formaban parte          del ámbito          familiar. San Agustín resume en estas pocas palabras la vida de          su madre:          "cuidaba de todos como si realmente fuera madre de todos y          servía también a          todos como si hubiera sido hija de todos"2.
Santa          Mónica estuvo siempre pendiente de la conversión de su hijo:          lloró mucho, rogó          a Dios insistentemente, y no cesó de pedir a personas buenas y          sabias que          hablaran con él y trataran de convencerle para que abandonase          sus errores. Un          día, San Ambrosio, Obispo de Milán, al que había acudido          repetidas veces, la          despidió con estas palabras que han sido el consuelo de tantos          padres y madres          a lo largo de los siglos: "¡Vete en paz, mujer!, pues es          imposible que se          pierda el hijo de tantas lágrimas"3. El ejemplo de          Santa Mónica          quedó grabado de tal modo en el ánimo de San Agustín que años          más tarde, quizá          recordando a su madre, exhortaba: "procurad con todo cuidado la          salvación de          los de vuestra casa"4.
La          familia es verdaderamente el lugar adecuado para que los hijos          reciban,          desarrollen, y muchas veces recuperen, la fe. "¡Qué grato es al          Señor ver que          la familia cristiana es verdaderamente una iglesia doméstica,          un lugar          de oración, de transmisión de la fe, de aprendizaje a través del          ejemplo de los          mayores, de actitudes cristianas sólidas, que se conservan a lo          largo de toda          la vida como el más sagrado legado! Se dijo de Santa Mónica que          había sido dos            veces madre de Agustín, porque no solo lo dio a luz, sino          que lo rescató          para la fe católica y la vida cristiana. Así deben ser los          padres cristianos:          dos veces progenitores de sus hijos, en su vida natural, y en su          vida en Cristo          y espiritual"5. Y tendrán un doble premio del Señor y          una doble          alegría en el Cielo.
II.          Nunca debe desfallecer la oración por los hijos: es siempre          eficaz, aunque a          veces, como en la vida de San Agustín, tarden algún tiempo en          llegar los          frutos. Esta oración por la familia es gratísima al Señor,          especialmente cuando          va acompañada por una vida que procura ser ejemplar. San Agustín          nos dice de su          madre que también "se esforzó en ganar a su esposo para Dios,          sirviéndose no          tanto de palabras como de su propia vida"6; una vida          llena de          abnegación, de alegría, de firmeza en la fe. Si queremos llevar          a Dios a          quienes nos rodean, el ejemplo y la alegría han de ir por          delante. Las quejas,          el malhumor, el celo amargo poco o nada consiguen. La          constancia, la paz, la          alegría y una humilde y constante oración al Señor, lo consiguen          todo.
El          Señor se vale de la oración, el ejemplo y la palabra de los          padres para forjar          el alma de los hijos. Junto a una vida ejemplar, que es una          continuada          enseñanza, los padres han de enseñar a sus hijos modos prácticos          de tratar a          Dios, muy especialmente en los primeros años de la infancia,          apenas comienzan a          balbucear las primeras palabras: oraciones vocales sencillas que          se transmiten          de generación en generación, fórmulas breves, claramente          comprensibles, capaces          de poner en sus corazones los primeros gérmenes de lo que          llegará a ser una sólida          piedad: jaculatorias, palabras de cariño a Jesús, a María y a          José,          invocaciones al Ángel de la guarda... Poco a poco, con los años,          aprenden a          saludar con piedad las imágenes del Señor o de la Virgen, a          bendecir y dar gracias          por la comida, a rezar antes de irse a la cama. Los padres jamás          deben olvidar          que sus hijos son ante todo hijos de Dios, y que han de          enseñarles a          comportarse como tales.
En ese          clima de alegría, de piedad y de ejercicio de las virtudes          humanas, en sus          muchas manifestaciones de laboriosidad, sana libertad, buen          humor, sobriedad,          preocupación eficaz por quienes padecen necesidad... nacerán con          facilidad las          vocaciones que la Iglesia necesita, y que serán el mayor premio          y honor que          reciban los padres en este mundo. Por eso el Papa Juan Pablo II          exhortaba a los          padres a crear una atmósfera humana y sobrenatural en la que          pudieran darse          esas vocaciones. Y añadía: "Aunque vienen tiempos en los que          vosotros, como          padres o madres, pensáis que vuestros hijos podrían sucumbir a          la fascinación          de las expectativas y promesas de este tiempo, no dudéis; ellos          se fijarán          siempre en vosotros mismos para ver si consideráis a Jesucristo          como una          limitación o como encuentro de vida, como alegría y fuente de          fuerza en la vida          cotidiana. Pero sobre todo no dejéis de rezar. Pensad en Santa          Mónica, cuyas          preocupaciones y súplicas se fortalecían cuando su hijo Agustín,          futuro obispo          y Santo, caminaba lejos de Cristo y así creía encontrar su          libertad. ¡Cuántas          Mónicas hay hoy! Nadie podrá agradecer debidamente lo que muchas          madres han          realizado y siguen realizando en el anonimato con su oración por          la Iglesia y          por el reino de Dios, y con su sacrificio. ¡Que Dios se lo          pague! Si es verdad          que la deseada renovación de la Iglesia depende sobre todo del          ministerio de          los sacerdotes, es indudable que también depende en gran medida          de las          familias, y especialmente de las mujeres y madres"7.          Ellas pueden mucho          delante de Dios, y delante del resto de la familia.
III. Si          fue tan grata a Dios la oración de una madre, Santa Mónica,          ¡cómo será la de la          familia entera, rezando por unos mismos fines! "La plegaria          familiar escribe el          Papa Juan Pablo II- tiene unas características propias. Es una          oración "hecha          en común", marido y mujer juntos, padres e hijos juntos (...). A          los miembros          de la familia cristiana pueden aplicarse de modo particular las          palabras con          las cuales el Señor promete su presencia: En verdad os digo            que si dos de            vosotros conviniereis sobre la tierra en pedir cualquier cosa,            os la otorgará            mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres            congregados en            mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos (Mt 18,          19 ss.)"8.          Los miembros de la familia se unen, entre sí y con Dios, con más          fuerza          mediante la oración en común.
Esta          plegaría tiene como contenido esencial la misma vida de familia:          "alegrías y          dolores, esperanzas y tristezas, nacimientos y cumpleaños,          aniversario de la          boda de los padres, partidas, alejamientos y regresos,          elecciones importantes y          decisivas, muerte de personas queridas, etc., señalan la          intervención del amor          de Dios en la historia de la familia, como deberán también          señalar el momento          favorable de acción de gracias, de imploración, de abandono          confiado de la          familia al Padre común que está en los cielos. Además, la          dignidad y la          responsabilidad de la familia cristiana en cuanto Iglesia          doméstica solamente          pueden ser vivificadas con la ayuda incesante de Dios, que será          concedida sin          falta a cuantos la pidan con humildad y confianza en la oración"9.
El          centro de la familia cristiana debe estar puesto en el Señor.          Por eso,          cualquier acontecimiento o circunstancia que, con solo una          visión humana, sería          incomprensible es interpretado como algo permitido por Dios,          algo que redundará          siempre en bien de todos. Así, la enfermedad o la muerte de una          persona          querida, el nacimiento de un hermano minusválido o cualquier          otra prueba son          advertidos con relieve de eternidad y no llevan al desaliento o          a la amargura,          sino a confiar más en el Señor y a abandonarse del todo en sus          brazos. Él es          Padre de todos.
En el          día de hoy pedimos a Santa Mónica la constancia que ella tuvo en          la oración y          que ayude a todas las familias a conservar ese tesoro de la          piedad familiar,          aunque en muchos lugares el ambiente y las costumbres que se van          extendiendo no          sean favorables. Esta situación, por el contrario, nos ha de          llevar a todos a          un mayor empeño en que Dios sea realmente el centro de todo          hogar, comenzando          por el nuestro. Así la vida de familia será un anticipo del          Cielo.
1 Lc          7, 11-17. — 2 San Agustín, Confesiones, 9, 9,          21. — 3 Ibídem,          3, 12, 21. — 4 ídem, Sermón 94. — 5 Juan          Pablo II, A            los obispos de Chile en visita "ad limina", 10-III-1989. —          6 San          Agustín, Confesiones 9, 9, 19. — 7 juan Pablo          II, En la            inauguración del seminario de Augsburgo, 4-V-1987. — 8          ídem, Exhort.          Apost. Familiaris consortio, 22-XI-1981, 59. — 9          Ibídem.
* Santa          Mónica nació en Tagaste (África) el año 331, de familia          cristiana. Muy joven,          fue dada en matrimonio a un hombre pagano llamado Patricio, del          que tuvo varios          hijos, entre ellos Agustín, cuya conversión consiguió de la          misericordia divina          con muchas lágrimas y oraciones. Es un modelo acabado de madre          cristiana. Murió          en Ostia (Italia) el año 387.
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
Santa          Mónica
        Madre de San Agustín
            (Año 332- 387)
  
Mónica, la madre de San          Agustín, nació en Tagaste          (África del Norte) a unos 100 km de la ciudad de Cartago en el          año 332.
Formación.
          Sus padres encomendaron la formación de sus hijas a una mujer          muy religiosa y          estricta en disciplina. Ella no las dejaba tomar bebidas entre          horas (aunque          aquellas tierras son de clima muy caliente ) pues les decía :          "Ahora cada          vez que tengan sed van a tomar bebidas para calmarla. Y después          que sean          mayores y tengan las llaves de la pieza donde esta el vino,          tomarán licor y          esto les hará mucho daño." Mónica le obedeció los primeros años          pero,          después ya mayor, empezó a ir a escondidas al depósito y cada          vez que tenía sed          tomaba un vaso de vino. Más sucedió que un día regañó          fuertemente a un obrero y          éste por defenderse le gritó ¡Borracha ! Esto le impresionó          profundamente y          nunca lo olvidó en toda su vida, y se propuso no volver a tomar          jamás bebidas alcohólicas.          Pocos meses después fue bautizada ( en ese tiempo bautizaban a          la gente ya          entrada en años) y desde su bautismo su conversión fue          admirable.
Su esposo.
          Ella deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad pero          sus padres          dispusieron que tenía que esposarse con un hombre llamado          Patricio. Este era un          buen trabajador, pero de genio terrible, además mujeriego,          jugador y pagano,          que no tenía gusto alguno por lo espiritual. La hizo sufrir          muchísimo y por          treinta años ella tuvo que aguantar sus estallidos de ira ya que          gritaba por el          menor disgusto, pero éste jamás se atrevió a levantar su mano          contra ella.          Tuvieron tres hijos : dos varones y una mujer. Los dos menores          fueron su          alegría y consuelo, pero el mayor Agustín, la hizo sufrir por          varias décadas.
La fórmula para evitar            discusiones.
          En aquella región del norte de Africa donde las personas eran          sumamente          agresivas, las demás esposas le preguntaban a Mónica porqué su          esposo era uno          de los hombres de peor genio en toda la ciudad, pero que nunca          la golpeaba, y          en cambio los esposos de ellas las golpeaban sin compasión.          Mónica les          respondió : "Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me          esfuerzo          por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo. Y como          para pelear se          necesitan dos y yo no acepto entrar en pelea, pues....no          peleamos".
Viuda, y con un hijo            rebelde.
          Patricio no era católico, y aunque criticaba el mucho rezar de          su esposa y su          generosidad tan grande hacia los pobres, nunca se opuso a que          dedicará de su          tiempo a estos buenos oficios.y Quizás, el ejemplo de vida de su          esposa logro          su conversión. Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por su esposo          y al fin          alcanzó de Dios la gracia de que en el año de 371 Patricio se          hiciera bautizar,          y que lo mismo hiciera su suegra, mujer terriblemente colérica          que por meterse          demasiado en el hogar de su nuera le había amargado grandemente          la vida a la          pobre Mónica. Un año después de su bautizo, Patricio murió,          dejando a la pobre          viuda con el problema de su hijo mayor.
El muchacho difícil.
          Patricio y Mónica se habían dado cuenta de que Agustín era          extraordinariamente          inteligente, y por eso decidieron enviarle a la capital del          estado, a Cartago,          a estudiar filosofía, literatura y oratoria. Pero a Patricio, en          aquella época,          solo le interesaba que Agustín sobresaliera en los estudios,          fuera reconocido y          celebrado socialmente y sobresaliese en los ejercicios físicos.          Nada le          importaba la vida espiritual o la falta de ella de su hijo y          Agustín, ni corto          ni perezoso, fue alejándose cada vez más de la fe y cayendo en          mayores y peores          pecados y errores.
Una madre con carácter.
          Cuando murió su padre, Agustín tenía 17 años y empezaron a          llegarle a Mónica          noticias cada vez más preocupantes del comportamiento de su          hijo. En una          enfermedad, ante el temor a la muerte, se hizo instruir acerca          de la religión y          propuso hacerse católico, pero al ser sanado de la enfermedad          abandonó su          propósito de hacerlo. Adoptó las creencias y prácticas de una la          secta          Maniquea, que afirmaban que el mundo no lo había hecho Dios,          sino el diablo. Y          Mónica, que era bondadosa pero no cobarde, ni débil de carácter,          al volver su          hijo de vacaciones y escucharle argumentar alsedades contra la          verdadera          religión, lo echó sin más de la casa y cerró las puertas, porque          bajo su techo          no albergaba a enemigos de Dios.
La visión esperanzadora.
          Sucedió que en esos días Mónica tuvo un sueño en el que se vio          en un bosque          llorando por la pérdida espiritual de su hijo, Se le acercó un          personaje muy          resplandeciente y le dijoÑ "tu hijo volverá contigo", y          enseguida vio          a Agustín junto a ella. Le narró a su hijo el sueño y él le dijo          lleno de          orgullo, que eso significaba que ello significaba que se iba a          volver maniquea,          como él. A eso ella respondió: "En el sueño no me dijeron, la          madre irá a          donde el hijo, sino el hijo volverá a la madre". Su respuesta          tan hábil          impresionó mucho a su hijo Agustín, quien más tarde consideró la          visión como          una inspiración del cielo. Esto sucedió en el año 437. Aún          faltaban 9 años para          que Agustín se convirtiera.
La célebre respuesta de            un Obispo.
          En cierta ocasión Mónica contó a un Obispo que llevaba años y          años rezando,          ofreciendo sacrificios y haciendo rezar a sacerdotes y amigos          por la conversión          de Agustín. El obispo le respondió: "Esté tranquila, es          imposible que se          pierda el hijo de tantas lágrimas". Esta admirable respuesta y          lo que oyó          decir en el sueño, le daban consuelo y llenaban de esperanza, a          pesar de que          Agustín no daba la más mínima señal de arrepentimiento.
El hijo se fuga, y la            madre va trás de él.
          A los 29 años, Agustín decide irse a Roma a dar clases. Ya era          todo un maestro.          Mónica se decide a seguirle para intentar alejarlo de las malas          influencias          pero Agustín al llegar al puerto de embarque, su hijo por medio          de un engaño se          embarca sin ella y se va a Roma sin ella. Pero Mónica, no          dejándose derrotar          tan fácilmente toma otro barco y va tras de él.
Un personaje influyente.
          En Milán; Mónica conoce al santo más famoso de la época en          Italia, el célebre          San Ambrosio, Arzobispo de la ciudad. En él encontró un          verdadero padre, lleno          de bondad y sabiduría que le impartió sabios. Además de Mónica,          San Ambrosio          también tuvo un gran impacto sobre Agustín, a quien atrajo          inicialmente por su          gran conocimiento y poderosa personalidad. Poco a poco comenzó a          operarse un          cambio notable en Agustín, escuchaba con gran atención y respeto          a San          Ambrosio, desarrolló por él un profundo cariño y abrió          finalmente su mente y          corazón a las verdades de la fe católica.
La conversión tan            esperada.
          En el año 387, ocurrió la conversión de Agustín, se hizo          instruir en la          religión y en la fiesta de Pascua de Resurrección de ese año se          hizo bautizar.
Puede morir tranquila.
          Agustín, ya convertido, dispuso volver con su madre y su          hermano, a su tierra,          en África, y se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco.          Pero Mónica ya          había conseguido todo lo que anhelaba es esta vida, que era ver          la conversión          de su hijo. Ya podía morir tranquila. Y sucedió que estando ahí          en una casa          junto al mar, mientras madre e hijo admiraban el cielo          estrellado y platicaban          sobre las alegrías venideras cuando llegaran al cielo, Mónica          exclamó          entusiasmada: " ¿ Y a mí que más me amarra a la tierra? Ya he          obtenido de          Dios mi gran deseo, el verte cristiano." Poco después le invadió          una          fiebre, que en pocos días se agravó y le ocasionaron la muerte.          Murió a los 55          años de edad del año 387.
A lo largo de los siglos,          miles han encomendado a          Santa Mónica a sus familiares más queridos y han conseguido          conversiones          admirables.
En algunas pituras, está          vestida con traje de monja, ya          que por costumbre así se vestían en aquél tiempo las mujeres que          se dedicaban a          la vida espiritual, despreciando adornos y vestimentas          vanidosas). También la          vemos con un bastón de caminante, por sus muchos viajes tras del          hijo de sus          lágrimas. Otros la han pintado con un libro en la mano, para          rememorar el          momento por ella tan deseado,  la conversión definitiva de su          hijo, cuando          por inspiración divina abrió y leyó al azar una página de la          Biblia.
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Fuente:            ar.geocities.com/misa_tridentina01 
        Cesáreo de Arlés, Santo          Obispo, 27 de agosto   
              
 Obispo              Martirologio Romano: En Arlés, de la Provenza, san                      Cesáreo, obispo, que, después de haber llevado vida                      monástica en la isla de Lérins, recibió ese                      episcopado en contra de sus deseos. Preparó y reunió                      sermones apropiados para las festividades que los                      presbíteros debían leer con objeto de instruir al                      pueblo y escribió también reglas de vida, tanto para                      hombres como para religiosas, para dirigir la vida                      monástica (542). San Cesáreo nació el año 470,                    cerca de Chalon-sur-Saone. Pertenecía a una familia                    galo-romana. A los dieciocho años, cuando ya había                    adquirido un respetable cúmulo de ciencia, determinó                    abrazar la carrera sacerdotal. Dos años más tarde se                    retiró a la abadía de Lérins, que había dado ya a la                    Iglesia muchos varones santos y sabios. El abad le                    nombró bodeguero. Pero, como las pasiones humanas                    alcanzan aún los sitios más alejados de los incentivos                    del vicio, algunos monjes tomaron a mal la                    administración escrupulosa de Cesáreo, y el abad se                    vio obligado a relevarle del oficio. Cesáreo quedó                    encantado de poder disponer de más tiempo para la                    contemplación y la penitencia; pero, como su salud se                    empezaba a resentir, fue enviado a reponerse a Arlés.                    El santo era pariente de Enoo, el obispo del lugar, a                    quién llamó la atención el cuidado con que el monje                    les evitaba la lectura de los autores paganos a los                    jóvenes que se preparaban al sacerdocio, y lo quiere                    para cumplir funciones en su Diócesis. Así pues,                    escribió al abad de Cesáreo suplicándole que le                    cediese al religioso. Una vez que Cesáreo recibió la                    ordenación sacerdotal, Enoo le puso al frente de un                    monasterio en el que la disciplina estaba muy                    relajada. El santo redactó una regla, gobernó el                    monasterio durante tres años y consiguió convertirlo                    en un modelo, a pesar de su propia juventud e                    inexperiencia. En su lecho de muerte, el obispo de                    Arlés propuso que le sucediese Cesáreo. Este huyó a                    ocultarse en el cementerio, pero fue descubierto, y el                    pueblo y el clero le obligaron a aceptar la elección.                    |           
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Fuente: CPALSJ.org 
        David Lewis, Santo          Presbítero y Mártir, 27 de agosto   
              
 Presbítero y Mártir              Martirologio Romano: En la ciudad de Usk, en Gales, san                      David Lewis, presbítero de la Compañía de Jesús y                      mártir, que, ordenado sacerdote en Roma, celebró                      ocultamente los sacramentos en su patria durante más                      de treinta años y prestó ayuda a los pobres, hasta                      que en el reinado de Carlos II fue ahorcado por ser                      sacerdote (1679). David nace en Monmouthshire de Gales, en                    la ciudad de Abergavenny, pero en el año 1616.  "Soberano Señor,  
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Fuente: PasionistasPeru.com 
        Domingo de la Madre de            Dios Barberi, Beato Presbitero,          27 de agosto   
              
 Apóstol de Inglaterra              Martirologio Romano: En Reading, en Inglaterra, beato                      Domingo de la Madre de Dios Barberi, presbítero de                      la Congregación de la Pasión, que, buscando con                      empeño restablecer la unidad de los cristianos,                      llevó a muchos al seno de la Iglesia católica                      (1849). Nació en Pallanzana (Viterbo) el                    22 de julio de 1792. Muy niño perdió a su padre y a su                    madre. Un tío se hizo cargo de él durante 11 años.                    Domingo en su juventud, como cualquier jovencito, se                    enamora, pero no tiene éxito.  |           
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Fuente: Vatican.va 
        María del Pilar            Izquierdo Albero, Beata          Fundadora, 27 de agosto   
              
 Fundadadora de ls Obra Misionera de Jesús y                  María              Martirologio Romano: En San Sebastián, en España, beata                      María del Pilar Izquierdo Albero, virgen, que muy                      probada por la pobreza y por graves enfermedades,                      sirvió a Dios mostrado una caridad singular en favor                      de los pobres y afligidos, para cuyo servicio fundó                      la Obra Misionera de Jesús y María (1945). María Pilar Izquierdo Albero,                    tercera de cinco hermanos, nació en Zaragoza (España)                    el 27 de julio de 1906. Sus padres, un matrimonio                    humilde y pobre de bienes materiales, pero rico en                    virtudes, inculcaron a la niña el espíritu de piedad,                    el amor a los pobres y una tierna devoción a la Virgen                    del Pilar. El 5 de agosto, fiesta de Santa María de                    las Nieves, llevaron a la pila del bautismo a María                    Pilar. Más tarde diría ella que ese era el día más                    grande de su vida, porque en él se hizo hija de la                    Iglesia.  |           
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Fuente: ACIprensa.com 
        Fernando Gonzáles Añón,            Beato          Presbítero y Mártir, 27 de agosto   
              
 Presbítero y Mártir              Martirologio Romano: En la localidad de Picasent, en la                      región de Valencia, en España, beato Fernando                      González Añón, presbítero y mártir, que, en tiempo                      de persecución, mereció pasar a la bienaventuranza                      eterna (1936). Nació el 17 de febrero de 1886 en                    la ciudad de Turís, provincia de Valencia, diócesis de                    Valencia (España). Sus padres Fernando González Pons,                    labrador, e Isabel Añón Navarro quienes formaron un                    hogar cristiano. Ya desde muy niño era muy piadoso                    mostrando su vocación sacerdotal en sus juegos y hasta                    en las pláticas que dirigía a sus vecinos y a los                    niños de la escuela. Ingresó al Seminario Conciliar                    Central, donde se distinguió por su piedad, aplicación                    y jovialidad, que le merecieron la estima de                    superiores, compañeros y amigos; fue un seminarista                    ejemplar.  |           
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Fuente: Franciscanos.org 
        Francisco de Santa María            y catorce compañeros, Beatos          Mártires, 27 de agosto   
              
 Mártires              Martirologio Romano: En Nagasaki, en Japón, beatos                      Francisco de Santa María, presbítero de la orden de                      los Hermanos Menores, y sus catorce compañeros,                      mártires, que por orden del gobernador de la ciudad                      sufrieron el martirio en odio al nombre cristiano                      (1627). Después de la persecución de 1597,                    que dio al Japón el selecto grupo de 23 mártires                    guiados por San Pedro Bautista (6 de febrero), la                    Iglesia pudo disfrutar de un período de gran fervor                    bajo el emperador Cubosama y pudo difundirse                    ampliamente.  |           
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Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com;          Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es ,          misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/ 
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