JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san            Mateo 14, 22-36
Gloria a ti, Señor.
Después que se sació la gente, Jesús hizo          que los discípulos subieran a          la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él          despedía a la gente.          Después de despedirla, subió a la montaña para orar a solas. Al          llegar la noche          estaba allí solo.
          La barca, que estaba ya muy lejos de la orilla, era sacudida por          las olas,          porque el viento era contrario. Antes de la madrugada, Jesús se          acercó a ellos          caminando sobre el lago. Los discípulos, al verlo caminar sobre          el lago, se          asustaron y decían:
          "Es un fantasma".
          Y se pusieron a gritar de miedo. Pero Jesús les dijo enseguida:
          "¡Animo! Soy yo, no teman".
          Pedro le respondió:
          "Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti sobre las aguas".
          Jesús le dijo:
          "Ven".
          Pedro saltó de la barca y, caminando sobre las aguas, iba hacia          Jesús. Pero al          sentir la violencia del viento se asustó y, como empezaba a          hundirse, gritó:
          "¡Señor, sálvame!"
          Jesús le tendió la mano, lo levantó y le dijo:
          "¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?"
          Subieron a la barca, y el viento amainó. Y los que estaban en la          barca se          postraron ante Jesús, diciendo:
          "Verdaderamente eres Hijo de Dios".
          Después de atravesar el lago, llegaron hasta la orilla de          Genesaret. Al          reconocerlo los habitantes del lugar, difundieron la noticia por          toda aquella          región y le trajeron todos los enfermos. Le suplicaban que les          dejara tocar          siquiera el borde de su manto; y todos los que lo tocaban          quedaban curados.
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y          comunidad-comunión. Con Dios es          igual: las "palabras          de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario visitarse,          y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en          la Eucaristía,          que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer          la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d)          pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la          salvación del          mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación:          http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del              Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en              vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos            en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión)            con el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          "Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso".            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser felices            para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección            del amor, es            necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide            la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar            debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo,              come y bebe su propia              condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados            mortales? no            confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989),            no comulgar al            menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos            no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a            decidir, derechos            (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación            natural sin causa            grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por            iglesia, demorar en            bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón,            borrachera,            drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de            venganza, ver            pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado,            etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados            mortales objetivamente,            pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay            excusa.
† Misal
mar          18a. Ordinario año Par
      Antífona de Entrada
      Sírveme              de defensa, Dios mío, de roca y fortaleza salvadoras; y pues              eres mi baluarte y              mi refugio, acompáñame y guíame.
Oración            colecta
      Oremos:
            Señor nuestro, que prometiste venir y hacer tu morada en los            corazones rectos y            sinceros, concédenos la rectitud y sinceridad de vida que nos            hagan dignos de            esa presencia tuya.
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén.
Primera            Lectura
      Por tus              enormes pecados te he tratado así. Yo haré volver a los              cautivos de Israel
Lectura              del libro del profeta Jeremías 30, 1-2.12-15.18-22
El Señor dirigió esta            palabra a Jeremías: 
            "Esto dice el Señor, Dios de Israel: Escribe en un libro todas            las            palabras que yo te he dicho. Pues así dice el Señor: 
            Tu herida es incurable, no puede sanar tu llaga; nadie atiende            tus gritos de            auxilio, ni existe remedio para tus heridas. Todos tus amantes            te han olvidado,            ya no se preocupan de ti; porque yo te he herido como si            fueras un enemigo; el            castigo ha sido cruel, a causa de tu gran maldad y por tus            muchos pecados. ¿Por            qué te quejas de tus heridas? Tu dolor es incurable. Te he            castigado así, a            causa de tu gran maldad y por tus muchos pecados.
            Esto dice el Señor: Yo restauraré las tiendas de Jacob y            tendré piedad de sus            casas; la ciudad será reconstruida en su colina, y el palacio            se levantará en            el lugar que le corresponde. Saldrán de ellos cantos de            alabanza y gritos de            júbilo. Multiplicaré a este pueblo y no disminuirán, los            honraré y no serán            humillados. Sus hijos serán tan poderosos como antes, su            asamblea será estable            ante mí, y castigaré a todos sus opresores. De entre ellos            surgirá su su jefe,            de en medio de ellos saldrá su soberano. Le mandaré venir y se            acercará a mí;            pues ¿quién arriesgaría su vida acercándose a mí? Palabra del            Señor. Ustedes            serán mi pueblo y yo seré su Dios". 
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial 
      Sal              101, 16-18.19-21.29 y 22-23
El              Señor es nuestro Dios.
Los            paganos honrarán tu nombre, Señor, todos los reyes de la            tierra te            engrandecerán; porque tú, Señor, reconstruirás Sión, y            manifestarás así tu            gloria, atenderás la súplica del desamparado y no rechazarás            su oración.
            El Señor es nuestro Dios.
Que se            escriba todo esto para las generaciones futuras, para que el            pueblo que va a            ser creado alabe al Señor; pues el Señor miró desde su alto            templo, desde los            cielos se fijó en la tierra, para atender los lamentos de los            cautivos y            liberar a los condenados a muerte.
            El Señor es nuestro Dios.
Los            hijos de tus siervos tendrán una morada, y sus descendientes            estarán siempre en            tu presencia. Entonces se proclamará en Sión el nombre del            Señor y en Jerusalén            se publicará su alabanza; pueblos y reinos se reunirán para            dar culto al Señor.
            El Señor es nuestro Dios.
Aclamación            antes del Evangelio
      Aleluya, aleluya.
            Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel. 
            Aleluya.
Evangelio
      Mándame ir a ti caminando              sobre el agua
† Lectura del santo              Evangelio según san Mateo 14, 22-36
Gloria a ti, Señor.
Después que se sació la            gente, Jesús hizo que los discípulos subieran a la barca y se            le adelantaran a            la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de            despedirla, subió a            la montaña para orar a solas. Al llegar la noche estaba allí            solo.
            La barca, que estaba ya muy lejos de la orilla, era sacudida            por las olas,            porque el viento era contrario. Antes de la madrugada, Jesús            se acercó a ellos            caminando sobre el lago. Los discípulos, al verlo caminar            sobre el lago, se            asustaron y decían:
            "Es un fantasma".
            Y se pusieron a gritar de miedo. Pero Jesús les dijo            enseguida:
            "¡Animo! Soy yo, no teman".
            Pedro le respondió:
            "Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti sobre las aguas".
            Jesús le dijo:
            "Ven".
            Pedro saltó de la barca y, caminando sobre las aguas, iba            hacia Jesús. Pero al            sentir la violencia del viento se asustó y, como empezaba a            hundirse, gritó:
            "¡Señor, sálvame!"
            Jesús le tendió la mano, lo levantó y le dijo:
            "¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?"
            Subieron a la barca, y el viento amainó. Y los que estaban en            la barca se            postraron ante Jesús, diciendo:
            "Verdaderamente eres Hijo de Dios".
            Después de atravesar el lago, llegaron hasta la orilla de            Genesaret. Al            reconocerlo los habitantes del lugar, difundieron la noticia            por toda aquella            región y le trajeron todos los enfermos. Le suplicaban que les            dejara tocar            siquiera el borde de su manto; y todos los que lo tocaban            quedaban curados.
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración            sobre las Ofrendas
      Que este sacrificio, Señor,            que vamos a ofrecerte, nos purifique y nos ayude a obtener la            recompensa            eterna, prometida a quienes cumplen tu voluntad.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Prefacio
      El misterio de nuestra              salvación en Cristo
En verdad es justo y            necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias, Padre            santo, siempre y            en todo lugar, por Jesucristo, tu Hijo amado.
            Por él, que es tu Palabra, hiciste todas las cosas; tú nos lo            enviaste para            que, hecho hombre por obra del Espíritu Santo y nacido de            María, la Virgen,            fuera nuestro Salvador y Redentor.
            El, en cumplimiento de tu voluntad, para destruir la muerte y            manifestar la            resurrección, extendió sus brazos en la cruz, y así adquirió            para ti un pueblo            santo.
            Por eso,
            con los ángeles y los santos, proclamamos tu gloria diciendo:
Antífona de la Comunión
      Tanto              amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único, para que todo              el que crea en él              no perezca, sino que tenga vida eterna.
Oración después de la Comunión
      Oremos:
            Señor, aviva cada vez más en nosotros el deseo de recibir este            pan eucarístico,            por medio del cual nos comunicas tú la vida verdadera.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén
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† Meditación          diaria
18ª          semana. Martes
HOMBRES          DE FE
— Fe en          Cristo. Con Él, lo podemos todo; sin Él, somos incapaces de dar          un solo paso.
—          Cuando la fe se empequeñece, las dificultades se agigantan.
— Jesús          siempre ayuda.
I.          Inmediatamente después del milagro de la multiplicación de los          panes y de los          peces, el mismo Señor despidió a la muchedumbre y ordenó a sus          discípulos que          embarcaran1. La tarde debía de estar ya muy avanzada.          Jesús, después          de aquel día de trabajo, de atención a los que le buscan, siente          una inmensa          necesidad de orar. Subió a un monte cercano y, entrada la noche,          se quedó allí          solo, en diálogo con su Padre del Cielo.
Desde          la cima, Jesús ve a los Apóstoles ya mar adentro, cuando la          barca, batida por          las olas porque el viento les era contrario, se          encuentra en peligro.          Jesús podía divisar la pobre embarcación en medio del lago, pues          era el          plenilunio y la Pascua estaba ya cercana. A la cuarta            vigilia de la noche,          hacia las tres de la madrugada, antes de apuntar el día, vino            hacia ellos            caminando sobre el mar.
Los          discípulos, al ver una figura desdibujada que se acercaba por el          mar hacia          donde ellos se encontraban luchando contra las olas y el viento,          tuvieron          miedo: Es un fantasma, dicen. Y comenzaron a gritar.          Pero pronto Cristo          se da a conocer: Tened confianza, soy yo, no temáis. Es          la actitud con          que Cristo se presenta siempre en la vida del cristiano: dando          aliento y          serenidad. Pedro cobra confianza y, llevado por su amor, que le          hace desear          estar cuanto antes junto al Maestro, le hace una petición          inesperada: Señor,            si eres Tú, manda que yo vaya a Ti sobre las aguas. La          audacia del amor no          tiene límites. Y la condescendencia de Jesús tampoco tiene          término. Él le            dijo: Ven. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a andar          sobre las aguas          hacia Jesús. Fueron momentos impresionantes para todos: Pedro ha          cambiado la          seguridad de la barca por la de la palabra del Señor. No se          quedó aferrado a          las tablas de la embarcación, sino que se dirigió hacia donde          estaba Jesús, a          unos pocos metros de sus discípulos, que contemplan atónitos al          Apóstol encima          del agua embravecida. Pedro avanza sobre las olas. Le sostienen          la fe y la          confianza en su Maestro; solo eso.
No          importan el ambiente, las dificultades que rodean nuestra vida,          si nos          dirigimos llenos de fe y confianza hacia Jesús que nos espera;          no importa que          las olas sean muy altas y el viento fuerte; no importa que no          sea natural al          hombre caminar sobre el agua. Si miramos a Jesús, todo nos será          posible; y ese          mirarle es la virtud de la piedad. Si con la oración y los          sacramentos nos          mantenemos unidos a Jesús, estaremos firmes en nuestro caminar;          dejar de mirar          a Cristo es hundirnos, es incapacitarnos para dar un paso, aun          en tierra firme.
II. La          fe, grande a los comienzos, se hizo pequeña después. Pedro se          dio cuenta de las          olas, del viento (San Juan señala que el mar tenía gran            oleaje aún), de          lo imposible que es para el hombre caminar sobre el agua; se          preocupa de las          dificultades y se olvida de lo único que lo mantenía a flote: la          palabra del          Señor. Ante los obstáculos, de los que toma ahora conciencia, su          fe disminuye,          y el milagro iba unido a una confianza plena en Cristo.
Dios          pide a veces "aparentes imposibles" que se hacen realidad cuando          actuamos con          fe, con los ojos puestos en el Señor. En cierta ocasión, el          Fundador del Opus          Dei, San Josemaría Escrivá, decía a una hija suya que marchaba a          otro país en          el que encontraría las lógicas dificultades propias de los          comienzos de una          labor apostólica: "Cuando te pido una cosa, hija, no me digas          que es imposible,          porque ya lo sé. Pero, desde que empecé la Obra, el Señor me ha          pedido muchos          imposibles... ¡y han ido saliendo!"2. ¡Y han ido            saliendo!:          labores apostólicas en muchos países..., y surgían vocaciones y          gentes que se          prestaban para colaborar en esas tareas con mucha generosidad y          desprendimiento. De muchas maneras les decía: "hombres de fe          hacen falta          y se renovarán los prodigios de la Escritura...". Y esos          prodigios se realizan          cada día sobre la tierra... Así ha pasado siempre en la historia          de la Iglesia.
Es Dios          quien nos mantiene a flote y nos hace eficaces en medio de          "aparentes          imposibles", de un ambiente que frecuentemente es contrario al          ideal cristiano.          Es Él quien hace que caminemos sobre las aguas, y la condición          es siempre la          misma: mirar a Cristo y no detenernos demasiado en los          obstáculos y en las          tentaciones.
San          Juan Crisóstomo, al comentar el Evangelio, señala que Jesús          enseñó a Pedro a          conocer, por propia experiencia, que toda su fortaleza venía de          Él, mientras          que de sí mismo solo podía esperar flaqueza y miseria3,          y añade:          "cuando falta nuestra cooperación, cesa también la ayuda de          Dios". Por eso, en          el momento en que Pedro empezó a temer y a dudar, comenzó          también a hundirse.
Cuando          la fe se empequeñece, las dificultades se agigantan: "la fe viva          depende de la          capacidad que yo tenga de responder a ese Dios que me llama y          quiere tratarme y          ser mi amigo, el gran testigo de mi vida. Por tanto, si yo le          respondo y le          quiero y es alguien familiar en mi vida, si yo vivo junto a Él,          estoy asegurando          mi fe, porque mi fe se basa en Dios (...). Por el contrario, si          me distancio de          Dios, si le olvido, si Dios queda en la periferia de mi vida,          que se sumerge en          lo puramente material y humano; si me dejo arrastrar por las          evidencias          inmediatas y Dios se desdibuja en mi alma, ¿cómo voy a tener fe          viva? Si no          trato a Cristo, ¿qué es lo que queda de mi fe? Por eso, hemos de          decir que, en          última instancia, todos los obstáculos para la vida de fe se          reducen en su          génesis a un alejamiento de Dios, a un apartarse de Dios, a un          dejar de          tratarle cara a cara"4. Entonces cobran fuerza las          tentaciones y las          dificultades. Pedro hubiera permanecido firme sobre las aguas y          habría llegado          hasta el Señor si no hubiera apartado de Él su mirada confiada.          Todas las tempestades          juntas, las de dentro del alma y las del ambiente, nada pueden          mientras estemos          bien afincados en la oración. Por el contrario, abandonarla,          hacerla con poca          intimidad o en el anonimato es exponernos a hundirnos en el          desaliento, en el          pesimismo, en la tentación.
Nunca          debe flaquear nuestra fe; aunque sean enormes las dificultades;          aunque nos          parezca que nos han de aplastar con su fuerza. "¿Qué importa que          tengas en          contra al mundo entero con todos sus poderes? Tú... ¡adelante!
"—Repite          las palabras del salmo: "El Señor es mi luz y mi salud, ¿a quién          temeré?... 'Si          consistant adversum me castra, non timebit cor meum'. —Aunque me          vea cercado de          enemigos, no flaqueará mi corazón""5.
III. Pedro,            bajando de la barca, comenzó a andar sobre las aguas hacia            Jesús. Pero al ver            que el viento era tan fuerte se atemorizó y al empezar a            hundirse gritó            diciendo: ¡Señor, sálvame! Al punto Jesús, extendiendo su            mano, lo sostuvo y le            dijo: Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado? Después subieron            a la barca y            cesó el viento.
En los          peligros, en los tropiezos, en las dudas, es a Cristo a quien          hemos de mirar: Corramos            al combate que se nos presenta fijos los ojos en el autor y            consumador de la            fe, Jesús6, leemos en la Epístola a los            Hebreos. Cristo          debe ser para nosotros una figura nítida, clara y bien conocida.          ¡Lo hemos          contemplado tantas veces, que no podemos confundirlo con un          fantasma!, como los          discípulos en medio de la noche. Sus rasgos son inconfundibles,          y su voz, y su          mirada. ¡Nos ha mirado tantas veces! En Él comienza y culmina la          vida          cristiana. "Si quieres salvarte –escribe Santo Tomás de Aquino–          mira al rostro          de tu Cristo"7. Nuestro trato habitual con Él en la          oración y en los          sacramentos es la única garantía para mantenernos en pie, como          hijos de Dios, en          medio de un mar alborotado como en el que vivimos.
Es más,          junto a Cristo, los conflictos y trabajos que encontramos casi          cada día          fortalecen la fe, enrecian la esperanza y unen más a Él. Ocurre          lo mismo que a          "los árboles que crecen en lugares sombreados y libres de          vientos: mientras que          externamente se desarrollan con aspecto próspero, se hacen          blandos y fangosos,          y fácilmente les hiere cualquier cosa; sin embargo, los árboles          que viven en          las cumbres de los montes más altos, agitados por muchos vientos          y          constantemente expuestos a la intemperie y a todas las          inclemencias, golpeados          por fortísimas tempestades y cubiertos de frecuentes nieves, se          hacen más          robustos que el hierro"8.
Pedro          dejó de mirar a Cristo, y se hundió. Pero supo enseguida acudir          a quien todo le          está sometido: ¡Señor, sálvame!, gritó con todas sus          fuerzas cuando se          sintió perdido. Y Jesús, con infinito cariño, le tendió la mano          y lo sacó a          flote. Si nosotros vemos que nos hundimos, que nos pueden las          dificultades o la          tentación, acudamos a Jesús: ¡Señor, sálvame! Y Cristo          nos tenderá su          mano poderosa y segura, y saldremos adelante en todos los          peligros y          tribulaciones. Él siempre tiene su mano extendida, para que nos          aferremos a          ella. Nunca deja que nos hundamos, si hacemos lo poco que está          de nuestra          parte. Además, Dios ha puesto junto a cada uno de nosotros un          Ángel Custodio          para que nos proteja de toda adversidad y sea una ayuda poderosa          en nuestro          camino hacia el Cielo. Tratémosle confiadamente, acudamos a él          con frecuencia          durante el día, pidámosle ayuda en lo grande y en lo pequeño, y          encontraremos          la fortaleza que necesitamos para vencer.
1 Cfr. Mt          14, 22-36. — 2 P. Berglar, Opus Dei, Rialp,          Madrid 1987, p. 270.          — 3 Cfr. San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el            Evangelio de San Mateo,          50. — 4 P. Rodríguez, Fe y vida de fe, EUNSA,          Pamplona 1974, p.          128. — 5 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 482.          — 6 Heb          12, 1-2. — 7 Santo Tomás, Comentario a la Carta a            los Hebreos,          12, 1-2. — 8 San Juan Crisóstomo, Homilía De gloria            in            tribulationibus.
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5 de agosto
SANTA MARÍA DE          LAS NIEVES*
Dedicación de          la Basílica de Santa María          la Mayor
Memoria            libre
—          Origen del templo dedicado a Santa María Madre de Dios, en Roma.
—          Madre de Dios y Madre Nuestra.
—          María es el Acueducto por el que nos llegan          todas las          gracias.
I. Hoy          celebramos la Dedicación de la          Basílica de Santa María la          Mayor de Roma, la iglesia más antigua consagrada en Occidente a          la Virgen          María, donde han tenido lugar tantos acontecimientos de la          historia de la          Iglesia. Esta Basílica mariana guarda una estrecha relación con          la definición          dogmática de la Maternidad divina de María, proclamada en el          Concilio de Éfeso.          Bajo esta advocación se levantó este templo en el siglo iv, sobre          otro ya existente, poco          tiempo después de terminado el Concilio. El pueblo de la ciudad          de Éfeso          celebró con enorme entusiasmo la declaración dogmática de esta          verdad, que, por          otra parte, creía desde siempre. Esta alegría se extendió a toda          la Iglesia, y          en Roma se levantó con todo fervor bajo esta advocación una          grandiosa Basílica.          Ese júbilo nos llega a nosotros también en la fiesta de hoy, en          la que debernos          alabar a Santa María como Madre de Dios, y también como Madre          nuestra.
Según          una piadosa leyenda, un patricio romano, llamado Juan, de común          acuerdo con su          esposa, determinó consagrar su hacienda a honrar a la Madre de          Dios, pero sin          saber a ciencia cierta cómo hacerlo. Al mismo tiempo tuvo un          sueño, y también          el Papa, por el que supo que la Virgen deseaba que se edificara          un hermoso          templo en su honor en el monte Esquilino, que apareció cubierto          de nieve, cosa          insólita, el día 5 de agosto. Aunque la leyenda es posterior a          la edificación          de la Basílica, ha servido para que la fiesta de hoy se conozca          en muchos          lugares como de la Virgen de            las Nieves, y para          que muchos amantes de las          cumbres la tengan como Patrona.
En          Roma, desde tiempo inmemorial, el pueblo fiel honra a Nuestra          Madre en este          templo bajo la advocación de Salus Populi            Romani. Allí          acuden a pedir favores y          gracias, como al lugar en el que son escuchados siempre. El Papa          Juan Pablo II          también visitó a          Nuestra Señora en este templo romano,          poco tiempo después de su elección al Pontificado. «María decía          entonces el          Papa está llamada a llevar a todos al Redentor. A dar testimonio          de Él, aun sin          palabras, solo con el amor, en el que se manifiesta la            índole de madre. A          acercar incluso a quienes oponen          más resistencia, para los que es más difícil creer en el amor          (...). Está          llamada para acercar a todos, es decir, a cada uno, a su Hijo».          Y a sus pies          hacía esta dedicación de toda su vida y de todos sus afanes a la          Madre de Dios,          que nosotros imitándole filialmente- podemos hacer nuestra: «Totus            tuus ego            sum et omnia mea tua sunt. Accipio Te in mea omnia (Soy          todo tuyo, y todas mis cosas          tuyas son. Sé Tú mi guía en todo)»1. Con su          protección iremos bien seguros.
II. El          misterio de la Encarnación ha          permitido a la Iglesia penetrar y esclarecer cada vez mejor el          misterio de la          Madre del Verbo encarnado. En este profundizar tuvo particular          importancia el          Concilio de Éfeso (a. 431)2. Cuenta San          Cirilo cómo la proclamación          de este dogma mariano conmovió a todos los cristianos de Éfeso,          y nos conmueve          a nosotros ahora cuando meditamos que la Madre de Dios es          también Madre          nuestra. Describía así este Padre de la Iglesia aquellos          acontecimientos: «todo          el pueblo de la ciudad de Éfeso, desde las primeras horas de la          mañana hasta la          noche, permaneció ansioso en espera de la resolución... Cuando          se supo que el          autor de las blasfemias (Nestorio) había sido depuesto, todos a          una comenzamos          a glorificar a Dios y a aclamar al Sínodo, porque había caído el          enemigo de la          fe.
»Apenas          salidos de la iglesia, fuimos acompañados con antorchas a          nuestras casas. Era          de noche: toda la ciudad estaba alegre e iluminada»3. ¡Cómo          vibraban por su fe aquellos          cristianos de los primeros tiempos! ¡Cómo debemos vibrar          nosotros!
El          mismo San Cirilo, en una homilía pronunciada en aquel Concilio,          alaba de esta          forma la Maternidad de Nuestra Señora: «Dios te salve, María,          Madre de Dios,          Virgen Madre, Estrella de la mañana... Dios te salve, María, la          joya más          preciosa de todo el orbe...»4. Por «ser          Madre de Dios, tiene una          dignidad en cierto modo infinita, a causa del bien infinito que          es Dios. Y en          esa línea no puede imaginarse una dignidad mayor, como no puede          imaginarse cosa          mayor que Dios»5, afirma Santo          Tomás de Aquino. Está por          encima de todos los ángeles y de todos los santos. Después de la          Humanidad          Santísima de su Hijo, es el reflejo más puro de la gloria de          Dios. En Ella          brilla como en ninguna otra criatura la participación de los          dones divinos: la          Sabiduría, la Belleza, la Bondad... Nada            manchado hay en Ella. Es el esplendor            de la luz eterna, el espejo sin mancha del actuar de Dios,            imagen de su bondad6.
No          dejemos hoy de recordarle muchas veces esa Maternidad divina, de          la que          proceden todas las gracias, virtudes y perfecciones que la          adornan y          embellecen: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros... No          nos dejes de          tu mano, cuida de nosotros como las madres protegen a sus hijos          más débiles y          necesitados.
III. San          Bernardo afirma que Santa          María es para nosotros el acueducto por el          que nos llegan todas las          gracias que cada día necesitamos. A Ella debemos acudir siempre,          «porque esta          es la voluntad de aquel Señor que quiso que todo lo recibiéramos          por María»7, y de modo          particular cuando nos encontremos          más débiles, en las dificultades, en las tentaciones..., y tanto          en las          necesidades del alma como en las del cuerpo.
En          el Calvario, junto a su Hijo, culminó la maternidad espiritual          de María. Cuando          todos desertan la Virgen se encuentra junto a la            cruz de Jesús8, en perfecta          conformidad con la voluntad          divina, sufriendo y padeciendo con su Hijo, corredimiendo. Ella          «no fue un          instrumento puramente pasivo en las manos de Dios, sino que          cooperó a la          salvación de los hombres con fe y obediencia libres»9. Esta          maternidad de la Virgen perdura sin          cesar, y ahora, en el Cielo, «no ha dejado esta misión          salvadora, sino que con          su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la          salvación eterna»10.
Hemos          de agradecer mucho a Dios que nos haya querido dar una Madre a          quien acudir en          la Vida de la gracia. Y que esta haya sido su propia Madre.          María es Madre          nuestra no solo porque nos ama como una madre, o porque hace sus          veces. La          maternidad espiritual de Nuestra Señora es muy superior, más          efectiva que          cualquier maternidad legal o de afecto. Es Madre porque          realmente nos ha engendrado          en el orden sobrenatural. Si se nos ha dado poder de llegar a          ser hijos de          Dios, de participar en la naturaleza divina11. es          gracias a la acción redentora          de Cristo, que nos hace semejantes a Él. Pero ese influjo pasa a          través de          María. Y así del mismo modo que Dios Padre tiene un solo Hijo          según la          naturaleza, e innumerables según la gracia, por María, Madre de          Cristo, hemos          llegado a ser hijos de Dios. De su mano recibimos todo el          alimento espiritual,          la defensa contra los enemigos, el consuelo en medio de las          aflicciones.
Para          Nuestra Madre del Cielo «jamás dejamos de ser pequeños, porque          Ella nos abre el          camino hacia el Reino de los Cielos, que será dado a los que se          hacen niños          (cfr. Mt 19, 14).          De Nuestra Señora no          debemos apartarnos nunca. ¿Cómo la honraremos? Tratándola,          hablándole,          manifestándole nuestro cariño, ponderando en nuestro corazón las          escenas de su          vida en la tierra, contándole nuestras luchas, nuestros éxitos y          nuestros          fracasos.
»Descubrimos          así como si las recitáramos por vez primera el sentido de las          oraciones          marianas, que se han rezado siempre en la Iglesia. ¿Qué son el Ave            María y el Ángelus sino          alabanzas encendidas a la          Maternidad divina? Y en el Santo Rosario (...) pasan por nuestra          cabeza y por          nuestro corazón los misterios de la conducta admirable de María,          que son los          mismos misterios fundamentales de la fe (...).
»En          las fiestas de Nuestra Señora no escatimemos las muestras de          cariño; levantemos          con más frecuencia el corazón pidiéndole lo que necesitemos,          agradeciéndole su          solicitud maternal y constante, encomendándole las personas que          estimamos.          Pero, si pretendemos comportarnos como hijos, todos los días          serán ocasión          propicia de amor a María, como lo son todos los días para los          que se quieren de          verdad»12.
A          Ella le decimos hoy con un antiguo himno de la Iglesia: monstra            te esse matrem!, muestra que            eres Madre y, que por ti            nos atienda el que tomó sangre            en tus venas para redimirnos13.
1 Juan Pablo            II, Homilía en Santa            María la Mayor,          8-XII-1978. — 2 ídem, Enc.Redemptoris            Mater,          25-III-1987, n. 4. — 3 San Cirilo            de Alejandría, Epístolas,          24. —4 ídem, Encomio en honor de            Santa María Madre            de Dios. — 5 Santo            Tomás, Suma Teológica,          1, q. 25, a. 6,          ad 3. — 6 Cfr. Sab 7, 25-26 — 7 San            Bernardo, Sermón            en la Natividad de Santa            María, 4-7. — 8 Jn 19,          25. — 9 Conc. vat.            II,          Const. Lumen            gentium, 56 — 10 Cfr. Ibídem, 62. — 11 Cfr. 2 Pdr 1, 4. — 12 San            Josemaría Escrivá,Amigos            de Dios, Rialp, 4.ª ed., Madrid 1978, 290-291. — 13 Himno Ave Maris Stella.
*          Después de la proclamación del          dogma de la Maternidad divina de María en el Concilio de Éfeso          (año 431), el          Papa Sixto III consagró en Roma una Basílica en honor de la          Virgen, llamada          después Santa            María la Mayor.          Es la iglesia más antigua dedicada a Nuestra Señora.
La          fiesta de hoy también es conocida          como Nuestra            Señora de las            Nieves, debido a una antigua leyenda que cuenta cómo un          matrimonio romano,          que pedía a la Virgen luz acerca del modo de emplear su fortuna,          recibió en          sueños el deseo de Santa María de que se le erigiera un templo          precisamente          donde apareciera cubierto de nieve el monte Esquilino. Esto          ocurrió en la noche          del 4 al 5 de agosto. Al día siguiente, de modo sorprendente, se          encontró          cubierto de nieve un solar donde hoy se levanta la Basílica.
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
Nona de Nacianzo, Santa Madre          y Esposa, 5 de agosto   
              
 Esposa y Madre              Martirologio Romano: En Nacianzo, de Capadocia,                      santa Nona, esposa de san Gregorio el Viejo y madre                      de los santos Gregorio el Teólogo, Cesáreo y Gorgona                      (374).  |           
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Fuente: ACIprensa.com 
        Emigdio de Áscoli, Santo Obispo          y Mártir, 5 de agosto   
              
 Obispo y mártir              Martirologio Romano: En Áscoli, en el Piceno, de                      Italia, san Emigdio, al que se venera como primer                      obispo de esta ciudad y como mártir (s. IV)  |           
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Fuente:            ar.geocities.com/misa_tridentina01 
        Margarita de Cesolo,            Santa Viuda,          5 de agosto   
              
 La Descalza              Martirologio Romano: En San Severino Marche                      (Septémpeda), santa Margarita, viuda (1395).  |           
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Fuente: Enciclopedia            Católica || ACI Prensa 
        Osvaldo de Northumbria,            Santo Rey y          Mártir, 5 de agosto   
              
 Rey y Mártir              Martirologio Romano En el lugar de Maserfield,                      posteriormente llamado Oswestria en su honor, en la                      región de Shropshire, en Inglaterra, san Osvaldo,                      mártir. Siendo rey de Northumbria se hizo ilustre                      por las armas, pero, más inclinado a la paz, propagó                      con decisión la fe cristiana en la región y, en un                      combate contra los paganos, fue muerto por el odio                      de éstos contra Cristo (642).  |           
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Vardan Mamikonian y            compañeros, Santos Mártires, 5 de agosto   
              
 Armenia está dotada de un rico                    patrimonio cultural, se destacó como la primera nación                    en adoptar el cristianismo como religión oficial en                    los primeros años del siglo IV (la tradición indica                    que esto pasó en el año 301). Aunque Armenia es un                    estado constitucional secular, la fe cristiana                    desempeña un papel importante en su historia y en la                    identidad del pueblo armenio.   |           
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Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com;          Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es ,          misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/ 
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