JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san            Mateo 18, 21-35; 19, 1
Gloria a ti, Señor. 
En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús,          le preguntó:
          "Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano cuando me          ofende?          ¿Siete veces?"
          Jesús le respondió:
          "No te digo siete veces, sino setenta veces Siete.
          Porque con el Reino de los cielos sucede lo que con aquel rey          que quiso ajustar          cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue          presentado uno que le          debía diez mil talentos. Como no podía pagar, mandó que lo          vendieran a él, a su          mujer y a sus hijos, y todo cuanto tenía, para pagar la deuda.          El siervo se          echó a sus pies suplicando:
          "Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo".
          El señor tuvo compasión de aquel siervo, lo dejó libre y le          perdonó la deuda. Nada          más salir, aquel siervo encontró a un compañero suyo que le          debía cien          denarios; lo agarró y le apretaba el cuello, diciendo:
          "Paga lo que me debes".
          El compañero se echó a sus pies, suplicándole:
          "Ten paciencia conmigo y te lo pagaré".
          Pero él no quiso, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que          pagara la          deuda. Al verlo sus compañeros se disgustaron mucho y fueron a          contar a su          señor todo lo ocurrido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:
          "Siervo miserable, yo te perdoné toda aquella deuda, porque me          lo          suplicaste. ¿No debías haberte compadecido de tu compañero como          yo me compadecí          de ti?"
          Entonces su señor, muy enojado, lo entregó para que lo          castigaran hasta que          pagara toda la deuda.
          Lo mismo hará con ustedes mi Padre celestial si no se perdonan          de corazón unos          a otros".
          Cuando Jesús terminó este discurso, salió de Galilea y se          dirigió a la región          de Judea, a la otra orilla del Jordán.
          Palabra del Señor. 
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y          comunidad-comunión. Con Dios es          igual: las "palabras          de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario visitarse,          y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en          la Eucaristía,          que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer          la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d)          pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la          salvación del          mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación:          http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del              Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en              vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos            en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión)            con el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          "Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso".            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser felices            para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección            del amor, es            necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide            la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar            debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo,              come y bebe su propia              condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados            mortales? no            confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989),            no comulgar al            menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos            no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a            decidir, derechos            (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación            natural sin causa            grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por            iglesia, demorar en            bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón,            borrachera,            drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de            venganza, ver            pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado,            etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados            mortales objetivamente,            pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay            excusa.
† Misal
jue          19a. Ordinario año Par
      Antífona de Entrada
      Firmeza              es el Señor para su pueblo, defensa y salvación para sus              fieles. Sálvanos,              Señor, vela sobre nosotros y guíanos siempre.
Oración            Colecta
      Oremos:
            Padre misericordioso, que nunca dejas de tu mano a quienes has            hecho arraigar            en tu amistad; concédenos vivir siempre movidos por tu amor y            un filial temor            de ofenderte.
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén. 
Primera            Lectura
      Lectura              del libro del profeta Ezequiel 12, 1-12
Recibí            esta palabra del Señor: 
            "Hijo de hombre, tú vives en medio de un pueblo rebelde.            Tienen ojos para            ver, y no ven;            oídos para oír, y no oyen; son un pueblo rebelde. Y ahora,            hijo de hombre,            prepara tu equipaje como si fueras al destierro, y ponte en            camino en pleno día            a la vista de ellos; sal de donde vives y vete a otros sitio.            Tal vez así            comprendan que son un pueblo rebelde. Sacarás tu equipaje de            desterrado en            pleno día, a la vista de todos. Partirás por la tarde como si            fueras un            desterrado. Harás un boquete en la pared y saldrás por él.            Cargarás a la            espalda tu equipaje en su presencia, y partirás de noche con            la cara cubierta            para no ver la tierra, pues serás un símbolo para el pueblo de            Israel". 
            Yo hice todo lo que se me había ordenado. Preparé mi equipaje            de desterrado en            pleno día; por la tarde hice un boquete en la pared y salí de            noche con el            equipaje a mis espaldas, a la vista de todos.
            Por la mañana recibe esta palabra del Señor: 
            "Hijo de hombre, cuando el pueblo de Israel, ese pueblo            rebelde, te            pregunte qué es lo que haces, contéstales: Así dice el Señor:            Este oráculo se            refiere al rey de Jerusalén y a todos los Israelitas que viven            en ella. Diles:            Yo soy un símbolo para ustedes; ustedes tendrán que hacer lo            que yo he hecho.            Serán deportados, irán al destierro. Hasta el rey que los            gobierna se cargará a            las espaldas el equipaje de desterrado, saldrá en la oscuridad            por un boquete            que abrirán en el muro para que salga, y se tapará la cara            para no ver su            tierra con sus propios ojos".
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
      Sal 77,              56-57.58-59.61-62
No              olviden las acciones de Dios.
Pusieron            a prueba a Dios, se rebelaron contra el Altísimo, no            obedecieron sus mandatos.            Se desviaron, pecaron como sus antepasados, se torcieron como            un arco engañoso.
            No olviden las acciones de Dios.
Ofendieron            a Dios en los lugares altos, provocaron sus celos dando culto            a los ídolos. Al            oírlo, Dios se enfureció y rechazó completamente a Israel.
            No olviden las acciones de Dios.
Entregó            al cautiverio el símbolo de su fuerza; en manos del enemigo el            signo de su            orgullo; dejó a su pueblo a merced de la espada, enfurecido            contra su heredad.
            No olviden las acciones de Dios.
Aclamación            antes del Evangelio
      Aleluya, Aleluya.
            Señor, mira benignamente a tus siervos y enséñanos a cumplir            tus mandamientos.
            Aleluya.
Evangelio
      No te digo que perdones              siete veces, sino hasta setenta veces siete
† Lectura del santo              Evangelio según san Mateo 18, 21-35; 19, 1
Gloria a ti, Señor. 
En aquel tiempo, acercándose            Pedro a Jesús, le preguntó:
            "Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano cuando            me ofende?            ¿Siete veces?"
            Jesús le respondió:
            "No te digo siete veces, sino setenta veces Siete.
            Porque con el Reino de los cielos sucede lo que con aquel rey            que quiso ajustar            cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue            presentado uno que le            debía diez mil talentos. Como no podía pagar, mandó que lo            vendieran a él, a su            mujer y a sus hijos, y todo cuanto tenía, para pagar la deuda.            El siervo se            echó a sus pies suplicando:
            "Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo".
            El señor tuvo compasión de aquel siervo, lo dejó libre y le            perdonó la deuda.            Nada más salir, aquel siervo encontró a un compañero suyo que            le debía cien            denarios; lo agarró y le apretaba el cuello, diciendo:
            "Paga lo que me debes".
            El compañero se echó a sus pies, suplicándole:
            "Ten paciencia conmigo y te lo pagaré".
            Pero él no quiso, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta            que pagara la            deuda. Al verlo sus compañeros se disgustaron mucho y fueron a            contar a su            señor todo lo ocurrido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:
            "Siervo miserable, yo te perdoné toda aquella deuda, porque me            lo            suplicaste. ¿No debías haberte compadecido de tu compañero            como yo me compadecí            de ti?"
            Entonces su señor, muy enojado, lo entregó para que lo            castigaran hasta que            pagara toda la deuda.
            Lo mismo hará con ustedes mi Padre celestial si no se perdonan            de corazón unos            a otros".
            Cuando Jesús terminó este discurso, salió de Galilea y se            dirigió a la región            de Judea, a la otra orilla del Jordán.
            Palabra del Señor. 
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración            sobre las Ofrendas
      Acepta, Señor, este            sacrificio de reconciliación y alabanza que vamos a ofrecerte;            a fin de que            purifique nuestros corazones y podamos corresponder a tu amor            con nuestro amor.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén. 
Prefacio            
      La alabanza, don de Dios 
En verdad es justo y            necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre            y en todo lugar,            Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. 
            Pues aunque no necesitas nuestra alabanza, ni nuestras            bendiciones te            enriquecen, tú inspiras y haces tuya nuestra acción de            gracias, para que nos            sirva de salvación, por Cristo, Señor nuestro.
            A quien alaban los ángeles y los arcángeles, proclamando sin            cesar:
Antífona de la Comunión
      Los              ojos de todos los hombres te miran, Señor, llenos de              esperanza, y tú das a cada              uno su alimento.
Oración después de la Comunión
      Oremos:
            Señor, tú que nos has renovado con el Cuerpo y la Sangre de tu            Hijo, concédenos            que la participación en esta Eucaristía nos ayude a obtener la            plenitud de la            redención.
          Por            Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén
Dia          14/08 San Maximiliano          María Kolbe (presbítero y mártir, rojo)
      Antífona          de Entrada
      Este santo luchó hasta la muerte en            defensa de la ley de Dios; no temió            las palabras de los malvados, porque estaba afianzado sobre            roca firme.
Oración          Colecta
      Oremos:
          Dios de poder y de misericordia, que infundiste tu fuerza en san          Maximiliano          María Kolbe para que pudiera soportar el dolor del martirio;          concede, a los que          celebramos su victoria, vivir defendidos de los engaños del          enemigo bajo tu          protección amorosa.
          Por nuestro Señor Jesucristo...
          Amén.
Primera          Lectura
      También nosotros debemos dar la vida por            nuestros hermanos
Lectura de la primera carta del apóstol            san Juan 3, 13-18
Hermanos: No se sorprendan de que el mundo          los odie. Nosotros estamos          seguros de haber pasado de la muerte a la vida, porque amamos a          nuestros          hermanos. El que no ama permanece en la muerte. El que odia a su          hermano es un          homicida y bien saben ustedes que ningún homicida tiene la vida          eterna.
          Conocemos lo que es el amor, en que Cristo dio su vida por          nosotros.
          Así también debemos nosotros dar la vida por nuestros hermanos.          Si alguno,          teniendo con qué vivir, ve a su hermano pasar necesidad, y sin          embargo, no lo          ayuda, ¿cómo habitará el amor de Dios en él?
          Hijos míos, no amemos solamente de palabra; amemos de verdad y          con las obras.
          Palabra de Dios.
          Te alabamos, Señor.
Salmo          Responsorial
      Del salmo 115
En medio de la desgracia confío en el            Señor.
No dejé de confiar, aunque exclamaba: "Qué          grande es mi          desdicha". Y en mi aflicción pensaba: "Los hombres son un saco          de          mentiras".
          En medio de la desgracia confío en el Señor.
¿Cómo pagaré al Señor por todos sus favores?          El cáliz alzaré de          salvación invocando su nombre.
          En medio de la desgracia confío en el Señor.
Porque soy siervo tuyo, tu servidor e hijo          de tu sierva, por eso tú,          Señor, rompiste mis cadenas. Voy a hacer sacrificios de          alabanza, invocando tu          nombre.
          En medio de la desgracia confío en el Señor.
Aclamación          antes del          Evangelio
      Aleluya, aleluya.
          El que se ama a sí mismo se pierde, dice el Señor, el que se          aborrece a sí          mismo en este mundo se asegura para la vida eterna.
          Aleluya.
Evangelio
      Nadie tiene amor más grande a sus amigos            que el que da la vida por ellos
† Lectura del santo Evangelio según san            Juan 15, 12-16
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
          "Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como          yo los he          amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos, que el que da          la vida por          ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya          no los llamo          siervos porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes          los llamo          amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi          Padre.
          No son ustedes los que me han elegido; soy yo quien los ha          elegido y los ha          destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de          modo que el          Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración          sobre las Ofrendas
      Te presentamos, Señor, nuestros dones,          pidiéndote humildemente que, a          ejemplo de san Maximiliano María Kolbe, sepamos ofrecerte          nuestra vida.
          Por Jesucristo, nuestro Señor.
          Amén.
Prefacio
      Significado y ejemplaridad del martirio
En verdad es justo y necesario, es nuestro          deber y salvación, darte          gracias siempre y en todo lugar, Padre santo, Dios todopoderoso          y eterno.
          Porque la sangre del glorioso mártir san Maximiliano María          Kolbe, derramada,          como la de Cristo, para confesar tu nombre, manifiesta las          maravillas de tu          poder; pues en su martirio, Señor, has sacado fuerza de lo          débil, haciendo de          la fragilidad tu propio testimonio, por Cristo, Señor nuestro.
          Por eso,
          como los ángeles te cantan en el cielo, así nosotros en la          tierra te aclamamos          diciendo sin cesar:
Antífona          de la Comunión
      Nadie tiene amor más grande que el que da            la vida por sus amigos, dice            el Señor.
Oración          después de la          Comunión
      Oremos:
          Alimentados con tu Cuerpo y tu Sangre, te pedimos, Señor,          encendernos con aquel          fuego de amor que recibió de este banquete san Maximiliano María          Kolbe.
        Por          Jesucristo,          nuestro Señor.
          Amén
† Meditación          diaria
19ª          semana. Viernes
MATRIMONIO          Y VIRGINIDAD
— El          matrimonio, camino vocacional, Dignidad, unidad,          indisolubilidad.
— La          fecundidad de la virginidad y del celibato apostólico.
— La          santa pureza, defensora del amor humano y del divino.
I. El          Evangelio de la Misa1 nos presenta a unos fariseos          que se acercaron          a Jesús para hacerle una pregunta con ánimo de tentarle: ¿Es            lícito a un            hombre repudiar a su mujer por cualquier motivo? Era una          cuestión que          dividía a las diferentes escuelas de interpretación de la          Escritura. El          divorcio era comúnmente admitido; la cuestión que plantean aquí          a Jesús se          refiere a la casuística sobre los motivos. Pero el Señor se          sirve de esta pregunta          banal para entrar en el problema de fondo: la indisolubilidad.          Cristo, Señor          absoluto de toda legislación, restaura el matrimonio a su          esencia y dignidad          originales, tal como fue concebido por Dios: ¿No habéis            leído -les          contesta Jesús- que al principio el Creador los hizo varón y            hembra, y que            dijo: Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, se            unirá a su mujer, y            serán los dos una sola carne? Así, pues, ya no son dos, sino            una sola carne.            Por tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre (...).
El          Señor proclamó para siempre la unidad y la indisolubilidad del          matrimonio por          encima de cualquier consideración humana. Existen muchas razones          en favor de la          indisolubilidad del vínculo matrimonial: la misma naturaleza del          amor conyugal,          el bien de los hijos, el bien de la sociedad... Pero la raíz          honda de la          indisolubilidad matrimonial está en la misma voluntad del          Creador, que así lo          hizo: uno e indisoluble. Es tan fuerte este vínculo que se          contrae, que solo la          muerte puede romperlo. Con esta imagen gráfica lo explica San          Francisco de          Sales: "Cuando se pegan dos trozos de madera de abeto formando          ensambladura, si          la cola es fina, la unión llega a ser tan sólida, que las piezas          se romperán          por otra parte, pero nunca por el sitio de la juntura"2;          así el          matrimonio.
Para          sacar adelante esa empresa es necesaria la vocación matrimonial,          que es un don          de Dios3, de tal forma que la vida familiar y los          deberes          conyugales, la educación de los hijos, el empeño por sacar          adelante y mejorar          económicamente a la familia, son situaciones que los esposos          deben          sobrenaturalizar4, viviendo a través de ellas una          vida de entrega a          Dios; han de tener la persuasión de que Dios provee su          asistencia para que          puedan cumplir adecuadamente los deberes del estado matrimonial,          en el que se          han de santificar.
Por la          fe y la enseñanza de la Iglesia, los cristianos tenemos un          conocimiento más          hondo y perfecto de lo que es el matrimonio, de la importancia          que tiene la          familia para cada hombre, para la Iglesia y para la sociedad. De          aquí nuestra          responsabilidad en estos momentos en los que los ataques a esta          institución          humana y divina no cesan en ningún frente: a través de revistas,          de escándalos          llamativos a los que se da una especial publicidad, de seriales          de televisión          que alcanzan a un gran público que poco a poco va deformando su          conciencia...          Al dar la doctrina verdadera –la de la ley natural, iluminada          por la fe–          estamos haciendo un gran bien a toda la sociedad.
Pensemos          hoy en nuestra oración si defendemos la familia –especialmente a          los miembros          más débiles, a los que pueden sufrir más daño– de esas          agresiones externas, y          si nos esmeramos en vivir delicadamente esas virtudes que son          ayuda para todos:          el respeto mutuo, el espíritu de servicio, la amabilidad, la          comprensión, el optimismo,          la alegría que supera los estados de ánimo, las atenciones para          con todos pero          especialmente para el más necesitado...
II. La          doctrina del Señor acerca de la indisolubilidad y dignidad del          matrimonio          resultó tan chocante a los oídos de todos que hasta sus mismos          discípulos le          dijeron: Si tal es la condición del hombre respecto a su            mujer, no trae            cuenta casarse. Y Jesús proclamó a continuación el valor          del celibato y de          la virginidad por amor al Reino de los Cielos, la entrega plena          a Dios, indiviso            corde5, sin la mediación del amor conyugal, que          es uno de los          dones más preciados de la Iglesia.
Quienes          han recibido la llamada a servir a Dios en el matrimonio, se          santifican          precisamente en el cumplimiento abnegado y fiel de los deberes          conyugales, que          para ellos se hace camino cierto de unión con Dios. Los que han          recibido la          vocación al celibato apostólico encuentran en la entrega total a          Dios, y a los          demás por Dios, la gracia para vivir felices y alcanzar la          santidad en medio de          sus quehaceres temporales, si allí los buscó y los dejó el          Señor: ciudadanos          corrientes, con una vocación profesional definida, entregados a          Dios y al          apostolado, sin límites y sin condicionamientos. Es una llamada          en la que Dios          muestra una particular predilección y para la que da unas ayudas          muy          determinadas. La Iglesia crece así en santidad con la fidelidad          de los          cristianos, respondiendo a la llamada peculiar que el Señor hizo          a cada uno.          Entre estas "sobresale el don precioso de la gracia divina, que          el Padre          concede a algunos (Mt 19, 11; 1 Cor 7, 7) para          que con mayor          facilidad se puedan entregar solo a Dios en la virginidad o en          el celibato"6.          Esta plena entrega a Dios "siempre ha tenido un lugar de honor          en la Iglesia, como          señal y estímulo de la caridad y como manantial peculiar de          espiritual          fecundidad en el mundo"7.
La          virginidad y el matrimonio son necesarios para el crecimiento de          la Iglesia, y          ambos suponen una vocación específica de parte del Señor. La          virginidad y el          celibato no solo no contradicen la dignidad del matrimonio, sino          que la          presuponen y la confirman. El matrimonio y la virginidad "son          dos modos de          expresar y de vivir el único misterio de la Alianza de Dios con          su pueblo"8.          Y si no se estima la virginidad, no se comprende con toda          hondura la dignidad          matrimonial; también "cuando la sexualidad humana no se          considera un gran valor          dado por el Creador, pierde significado la renuncia por el Reino          de los Cielos"9.          "Quien condena el matrimonio –decía ya San Juan Crisóstomo–,          priva también a la          virginidad de su gloria; en cambio, quien lo alaba, hace la          virginidad más          admirable y luminosa"10.
El amor          vivido en la virginidad o en un celibato apostólico es el gozo          de los hijos de          Dios, porque les posibilita de un modo nuevo ver al Señor en          este mundo,          contemplar Su rostro a través de las criaturas. Es para los          cristianos y para          los no creyentes un signo luminoso de la pureza de la Iglesia.          Lleva consigo          una particular juventud interior y una eficacia gozosa en el          apostolado. "Aun          habiendo renunciado a la fecundidad física, la persona virgen se          hace          espiritualmente fecunda, padre y madre de muchos, cooperando a          la realización          de la familia según el designio de Dios.
"Los          esposos cristianos tienen, pues, el derecho de esperar de las          personas vírgenes          el buen ejemplo y el testimonio de la fidelidad a su vocación          hasta la muerte.          Así como para los esposos la fidelidad se hace a veces difícil y          exige          sacrificio, mortificación y renuncia de sí, así también puede          ocurrir a las          personas vírgenes. La fidelidad de estas incluso ante eventuales          pruebas, debe          edificar la fidelidad de aquellos"11.
Dios,          dice San Ambrosio, "amó tanto a esta virtud, que no quiso venir          al mundo sino          acompañado de ella, naciendo de Madre virgen"12.          Pidamos con          frecuencia a Santa María que haya siempre en el mundo personas          que respondan a          esta llamada concreta del Señor; que sepan ser generosas para          entregar al Señor          un amor que no comparten con nadie, y que les posibilita el          darse sin medida a          los demás.
III.          Para llevar a cabo la propia vocación es necesario vivir la          santa pureza, de          acuerdo con las exigencias del propio estado. Dios da las          gracias necesarias a          quienes han sido llamados en el matrimonio y a quienes les ha          pedido el corazón          entero, para que sean fieles y vivan esta virtud, que no es la          principal, pero          sí es indispensable para entrar en la intimidad de Dios. Puede          ocurrir que, en          algunos ambientes, esta virtud no esté de moda, y que vivirla          con todas sus          consecuencias sea, a los ojos de muchos, algo incomprensible o          utópico. También          los primeros cristianos hubieron de hacer frente a un ambiente          hostil y          agresivo en este y en otros campos.
Después,          los pastores de la Iglesia se vieron obligados a pronunciar          palabras como estas          de San Juan Crisóstomo, que parecen dirigidas a muchos          cristianos de nuestros          días: "¿Qué quieres que hagamos? ¿Subirnos al monte y hacernos          monjes? Y eso          que decís es lo que me hace llorar: que penséis que la modestia          y la castidad          son propias de los monjes. No. Cristo puso leyes comunes para          todos. Y así,          cuando dijo: el que mira a una mujer para desearla (Mt          5, 28), no          hablaba con el monje, sino con el hombre de la calle (...). Yo          no te prohíbo          casarte, ni me opongo a que te diviertas. Solo quiero que se          haga con templanza,          no con impudor, no con culpas y pecados sin cuento. No pongo por          ley que os          vayáis a los montes y desiertos, sino que seáis buenos, modestos          y castos aun          viviendo en medio de las ciudades"13.
¡Qué          bien tan grande podemos realizar en el mundo viviendo          delicadamente esta santa          virtud! Llevaremos a todos los lugares que habitualmente          frecuentamos nuestro          propio ambiente, con el bonus odor Christi14,          el buen aroma          de Cristo, que es propio del alma recia que vive la castidad.
A esta          virtud acompañan otras, que apenas llaman la atención pero que          marcan un modo          de comportamiento siempre atractivo. Así son, por ejemplo, los          detalles de          modestia y de pudor en el vestir, en el aseo, en el deporte; la          negativa, clara          y sin paliativos, a participar en conversaciones que desdicen de          un cristiano y          de cualquier persona de bien, el rechazo de espectáculos          inmorales, un          planteamiento de las vacaciones que evita la ociosidad y el          deterioro moral...;          y, sobre todo, el ejemplo alegre de la propia vida, el optimismo          ante los          acontecimientos, el deseo de vivir...
Esta          virtud, tan importante en todo apostolado en medio del mundo, es          guardiana del          Amor, del que a la vez se nutre y en el que encuentra su          sentido; protege y          defiende tanto el amor divino como el humano. Y si el amor se          apaga sería muy          difícil, quizá imposible, vivirla, al menos en su verdadera          plenitud y          juventud.
1 Mt          19, 3-12. — 2 San Francisco de Sales, Introducción a            la vida devota,          3, 38. — 3 Cfr. Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium,          11. — 4          Cfr. San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 23. — 5          1 Cor          7, 33. — 6 Conc. Vat. II, loc. cit., 42. — 7          Ibídem.          — 8 Juan Pablo II, Exhor. Apost. Familiaris            consortio,          22-XI-1981, 16. — 9 Ibídem. — 10 San          Juan Crisóstomo, Tratado            sobre la virginidad, 10. — 11 Juan Pablo II, loc.            cit. — 12          San Ambrosio, Tratado sobre las vírgenes. 1. — 13          San Juan          Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, 7,          7. — 14 2            Cor 2, 15.
14 de          agosto
VÍSPERA          DE LA ASUNCIÓN
          DE LA VIRGEN MARÍA
— La          Virgen Nuestra Señora, Arca de la Nueva Alianza.
— La          esperanza del Cielo.
— Vale          la pena ser fieles.
I. ¡Qué            pregón tan glorioso para Ti, Virgen María! Hoy has sido            elevada por encima de            los ángeles y con Cristo triunfas para siempre1.
La Primera            lectura de la Misa2, en la Vigilia de esta          Solemnidad, nos          recuerda el pasaje del Antiguo Testamento que narra el traslado          del Arca de la          Alianza a su lugar definitivo. David convocó a todo Israel,          ordenó a los sacerdotes          que se purificasen para el traslado, nombró cantores y músicos          para que la          procesión tuviera el mayor realce posible y, en medio de una          alegría          incontenible, el Arca fue trasladada y colocada en medio del          Tabernáculo          preparado para tal fin en la ciudad de David. Encontró su reposo          en el monte          Sión, que Dios mismo había elegido para su perpetua morada3.
El Arca          era el signo de la presencia de Dios en medio de su Pueblo; en          su interior se          guardaba su Palabra, reseñada en las Tablas de la Ley4.          Se          menciona hoy este pasaje porque María es el Arca de la Nueva            Alianza, en          cuyo seno habitó el Hijo de Dios, el Verbo, la Palabra de Dios          hecha carne,          durante nueve meses5, y con su Asunción a los Cielos          encontró su          morada definitiva en el seno de la Trinidad Santísima. Allí,          "llevada en medio          de aclamaciones de alegría y de alabanza, fue conducida junto a          Dios, colocada          en un trono de gloria, por encima de todos los santos y ángeles          del Cielo"6.
El Arca          del Antiguo Testamento estaba construida con materiales          preciosos, revestida de          oro en su interior; en el caso de María, Dios la llenó de dones          incomparables,          y su belleza externa era reflejo de esta plenitud de gracia con          que había sido          adornada7. Así correspondía a la nueva morada de Dios          en el mundo.
No          olvidemos hoy que el Arca era para los judíos un lugar          privilegiado donde Dios          escuchaba sus oraciones: mi Nombre estará allí, se lee          en el Libro de            los Reyes8. María, Arca de la Nueva Alianza,          es también          el lugar privilegiado donde Dios escucha nuestras plegarias. Con          la ventaja de          que Ella suma su voz a la nuestra. Acudir a Nuestra Señora no          solo es el mejor          medio para ser atendidos por Dios, sino que Ella misma, desde el          Cielo,          intercede y endereza nuestras súplicas cuando no andan del todo          bien          encaminadas: "asunta a los Cielos (...), continúa obteniéndonos          los dones de la          salvación eterna"9, reafirma el Concilio Vaticano II.
"En          cuerpo y alma ha subido a los Cielos nuestra Madre. Repítele          que, como hijos,          no queremos separarnos de Ella... ¡Te escuchará!"10.          Madre nuestra,          Tú que estás en cuerpo y alma tan cerca de Dios Padre, de Dios          Hijo, de Dios          Espíritu Santo, no nos dejes de tu mano... No me dejes... no los          dejes, Madre          mía. ¡Qué seguridad tan grande nos da en todo momento la          devoción a la Virgen          Santísima! Ella nos escuchará siempre en cualquier circunstancia          en que nos          encontremos.
II.          Cuando Jerusalén fue destruida por los ejércitos de Babilonia,          el profeta          Jeremías se llevó el Arca, según cuenta una antigua tradición          judía, y la          escondió en algún lugar secreto. Ninguna noticia se tuvo jamás          del Arca. Solo          San Juan nos dice que la vio en el Cielo, según recoge una de          las Lecturas          de la Misa de mañana, con clara referencia al cuerpo santísimo          de Nuestra          Señora: Se abrió el templo de Dios en el Cielo y el Arca de            su Testamento            fue vista en su templo11. "Nadie puede decirnos          con seguridad          cuándo y dónde, ni de qué manera, dejó la tierra la Virgen. Pero          sabemos dónde          está. Cuando Elías fue llevado al Cielo, los hijos de los          profetas de Jericó          preguntaron a Eliseo si podían salir a buscarle. "Es posible le          dijeron que el          espíritu del Señor le haya transportado a lo alto de una colina          o le haya          dejado en alguna hendidura de los valles". Eliseo consintió a          regañadientes, y          cuando volvieron de su búsqueda infructuosa, les recibió con          estas palabras: ¿No            os había dicho que no fuerais? (2 Rey 2, 16-18). Lo          mismo sucede con          el cuerpo de la Santísima Virgen. En ningún lugar de la          cristiandad oiréis ni          siquiera un rumor acerca de él. Hay tantas iglesias en todas          partes del mundo          que afirman con entusiasmo que poseen las reliquias de este o          aquel santo...          ¿Quién puede decirnos si San Juan Bautista descansa en Amiens o          en Roma? Pero          nunca de Nuestra Señora. Y si alguno de vosotros confiaba aún en          encontrar tan          inestimable tesoro, el Santo Padre hace un tiempo ordenó          terminar la búsqueda.          Sabemos dónde está su cuerpo: en el Cielo.
"Naturalmente,          lo sabíamos ya antes"12. El Papa Pío XII, el 1 de          noviembre de 1950,          definía como dogma de fe que "la Inmaculada Madre de Dios,          siempre Virgen          María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en          cuerpo y alma a la          gloria celestial"13. Pero desde los comienzos de la          fe, los          cristianos tuvieron el convencimiento de que Santa María no          experimentó la          corrupción del sepulcro, sino que había sido llevada en cuerpo y          alma a los          Cielos. Como escribe un antiguo Padre de la Iglesia, "convenía          que Aquella que          en el parto había conservado íntegra su virginidad, conservase          sin ninguna          corrupción su cuerpo después de la muerte. Convenía que Aquella          que había          llevado en su seno al Creador hecho niño, habitara en la morada          divina.          Convenía que Aquella que había visto a su Hijo en la Cruz,          recibiendo así en su          corazón el dolor de que había estado libre en el parto, lo          contemplara sentado          a la derecha del Padre. Convenía que la Madre de Dios poseyera          lo que          corresponde a su Hijo, y que fuera honrada como Madre y Esclava          de Dios por          todas las criaturas"14.
La          Asunción de Nuestra Señora nos llena de alegría y nos alienta en          ese camino que          nos falta por recorrer hasta llegar al Cielo. Ella nos da ánimo          y fuerzas para          alcanzar la santidad a la que por vocación hemos sido llamados.          Para eso, es          necesario que luchemos para ser buenos hijos de Dios, "que          procuremos mantener          el alma limpia, por la Confesión sacramental frecuente y por la          recepción de la          Eucaristía. De esta manera, también llegará para nosotros el          momento de subir          al Cielo. No del mismo modo que la Santísima Virgen María,          porque nuestros          cuerpos conocerán la corrupción del sepulcro debida al pecado.          Sin embargo, si          morimos en la gracia de Dios, nuestras almas irán al Cielo,          quizá pasando antes          por el Purgatorio para adquirir el traje nupcial que es          indispensable para          entrar en el banquete de la vida eterna, la limpieza necesaria          para ser dignos          de ver a Dios sicuti est (1 Jn 3, 2), tal como          es. Después, en el          momento de la resurrección universal de los muertos, también          nuestros cuerpos          resucitarán y se unirán a nuestras almas, glorificados, para          recibir el premio          eterno"15. Y estaremos junto a Jesús y a su Madre          Santísima, con una          alegría sin término.
III.          Mirando ese final feliz en la vida de la Virgen, comprendemos la          alegría de ser          fieles cada día. Nos damos cuenta de que "vale la pena luchar,          decir al Señor          que sí; vale la pena en este ambiente pagano en el que vivimos,          y en el que por          vocación divina tenemos que santificarnos y santificar a los          demás, vale la          pena rechazar con decisión todo lo que nos pueda apartar de          Dios, y responder          afirmativamente a todo lo que nos acerque a Él. El Señor nos          ayudará, porque no          pide imposibles. Si nos manda que seamos santos, a pesar de          nuestras innegables          miserias y de las dificultades del ambiente, es porque nos          concede su gracia.          Por lo tanto, possumus! (Mc 10, 39), ¡podemos!          Podemos ser santos,          a pesar de nuestras miserias y pecados, porque Dios es bueno y          todopoderoso, y          porque tenemos por Madre a la misma Madre de Dios, a la que          Jesús no puede          decir que no.
"Vamos,          pues, a llenarnos de esperanza, de confianza: a pesar de          nuestras pequeñeces, ¡podemos          ser santos!, si luchamos un día y otro día, si purificamos          nuestras almas en el          Sacramento de la penitencia, si recibimos con frecuencia el pan          vivo que ha          bajado del Cielo (cfr. Jn 6, 41), el Cuerpo y la Sangre,          el Alma y la          Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, realmente presente en la          Sagrada          Eucaristía.
"Y          cuando llegue el momento de rendir nuestra alma a Dios, no          tendremos miedo a la          muerte. La muerte será para nosotros un cambio de casa. Vendrá          cuando Dios          quiera, pero será una liberación, el principio de la Vida con          mayúscula. Vita            mutatur, non tollitur (Prefacio I de difuntos)          (...). La vida se          cambia, no nos la arrebatan. Empezaremos a vivir de un modo          nuevo, muy unidos a          la Santísima Virgen, para adorar eternamente a la Trinidad          Beatísima, Padre,          Hijo y Espíritu Santo, que es el premio que nos está reservado"16.          Mientras tanto, Nuestra Madre nos ayuda desde el Cielo, cada          día, en todos          nuestros apuros y dificultades. No dejemos de acudir a Ella; de          modo          particular, en sus grandes fiestas.
1 Antífona            de entrada de la Misa vespertina. — 2 Primera            lectura. Cr 15,          3-4: 15-16; 16, 1-2. — 3 Sal 131, 4. — 4          Dt 10, 15.          — 5 Cfr. C. Pozo, María en la Escritura y en la fe            de la Iglesia,          BAC, 3.ª ed., Madrid 1985. p. 160. — 6 San Amadeo de          Lausana, Ocho            homilías marianas, coed., Cistercienses y Claretiana,          Buenos Aires 1980, Homilías            7, p. 250. — 7 Cfr. Pablo VI, Alocución          17-V-1975. — 8          1 Rey 8, 29. — 9 Conc. Vat. II, Const. Lumen            gentium, 62.          — 10 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 898. — 11          Segunda            lectura del día 15. Apoc. 11, 119. — 12 R.          A. Knox. Tiempos            y fiesta del Año litúrgico, Rialp, Madrid 1964, p. 243 — 13          Pío XII,          Const. Apost. Munificentissimus Deus, 1-XI-1950. — 14          San Juan          Damasceno, Homilía II en la Dormición de la Bienaventurada            Virgen María,          14. — 15 A. del Portillo, Homilía en el Santuario de            Nuestra Señora            de los Ángeles de Torreciudad, 15-VIII-1989, en Romana,          nº 9. — 16          Ibídem.
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
San            Maximiliano Kolbe
          Mártir
          Año 1941
Maximiliano significa: "El          más importante de la          familia". 
Es este uno          de los mártires modernos.
Murió en la          Segunda Guerra Mundial.          Había sido llevado por los nazis al terrorífico campo de          concentración de          Auschwitz.
Un día se          fugó un preso. La ley de los          alemanes era que por cada preso que se fugara del campo de          concentración,          tenían que morir diez de sus compañeros. Hicieron el sorteo          1-2-3-4...9...10 y          al que le iba correspondiendo el número 10 era puesto aparte          para echarlo a un          sótano a morirse de hambre. De pronto al oírse un 10, el hombre          a quien le          correspondió ese número dio un grito y exclamó: "Dios mío, yo          tengo esposa          e hijos. ¿Quién los va a cuidar?".
En ese          momento el padre Kolbe dice al          oficial: "Yo me ofrezco para reemplazar al compañero que ha sido          señalado          para morir de hambre".
El oficial          le responde: ¿Y por qué?
- Es que él          tiene esposa e hijos que lo          necesitan. En cambio yo soy soltero y solo, y nadie me necesita.
El oficial          duda un momento y enseguida          responde: Aceptado.
Y el          prisionero Kolbe es llevado con sus          otros 9 compañeros a morirse de hambre en un subterráneo.          Aquellos tenebrosos          días son de angustias y agonías continuas. El santo sacerdote          anima a los demás          y reza con ellos. Poco a poco van muriendo los demás. Y al final          después de          bastantes días, solamente queda él con vida. Como los guardias          necesitan ese          local para otros presos que están llegando, le ponen una          inyección de cianuro y          lo matan. Era el 14 de agosto de 1941.
Su familia,          polaca, era inmensamente          devota de la Sma. Virgen y cada año llevaba a los hijos en          peregrinación al          santuario nacional de la Virgen de Chestokowa. El hijo heredó de          sus padres un          gran cariño por la Madre de Dios.
Cuando era          pequeño tuvo un sueño en el          cual la Virgen María le ofrecía dos coronas, si era fiel a la          devoción mariana.          Una corona blanca y otra roja. La blanca era la virtud de la          pureza. Y la roja,          el martirio. Tuvo la dicha de recibir ambas coronas.
Un domingo          en un sermón oyó decir al          predicador que los Padres Franciscanos iban a abrir un          seminario. Le agradó la          noticia y con su hermano se dirigió hacia allá. En 1910 fue          aceptado como          Franciscano, y en 1915 obtuvo en la Universidad de Roma el          doctorado en          filosofía y en 1919 el doctorado en teología. En 1918 fue          ordenado sacerdote.
Maximiliano          gastó su vida en tratar de          hacer amar y venerar a la Sma. Virgen. En 1927 fundó en Polonia          la Ciudad de la          Inmaculada, una gran organización, que tuvo mucho éxito y una          admirable          expansión. Luego funda en Japón otra institución semejante, con          éxito          admirable.
El padre          Maximiliano fundó dos          periódicos. Uno titulado "El Caballero de la Inmaculada", y otro          "El Pequeño diario". Organizó una imprenta en la ciudad de la          Inmaculada          en Polonia, y después se trasladó al Japón y allá fundó una          revista católica          que pronto llegó a tener 15,000 ejemplares. Un verdadero milagro          en ese país          donde los católicos casi no existían. En la guerra mundial la          ciudad de          Nagasaki, donde él tenía su imprenta, fue destruida por una          bomba atómica. A su          imprenta no le sucedió nada malo.
Los nazis durante la          guerra, al invadir Polonia,          bombardearon la ciudad de la Inmaculada y se llevaron prisionero          al padre          Maximiliano, con todos los que colaboraban. El ya había fundado          una          radiodifusora y estaba dirigiendo la revista "El caballero de la          Inmaculada", con gran éxito y notable difusión. Todo se lo          destruyó la          guerra, pero su martirio le consiguió un puesto glorioso en el          cielo.
Cuando el          Santo Padre Pablo VI lo          declaró beato, a esa gran fiesta asistió, el hombre por el cual          él había          ofrecido el sacrificio de su propia vida. Juan Pablo II, su          paisano, lo declaró          santo ante una multitud inmensa de polacos.
En este gran          santo sí se cumple lo que          dijo Jesús: "Si el grano de trigo cae en tierra y muere, produce          mucho          fruto. Nadie tiene mayor amor que el que ofrece la vida por sus          amigos".
Quiera Dios          que también nosotros seamos          capaces de sacrificarnos como Cristo y Maximiliano, por el bien          de los demás.
Película
Maximiliano Kolbe, sacerdote que murió en un          campo de concentración          nazi:
      Online:        http://www.gloria.tv/?media=55185
      MAXIMILIANO            KOLBE
Historieta
http://www.gloria.tv/?media=316396
Dibujos            animados
http://www.gloria.tv/media/KWMyXpQgcJy
Documental
http://www.gloria.tv/?media=31126
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Fuente: ACIprensa.com 
        Arnulfo de Soissons,            Santo          Obispo, 14 de agosto   
              
 Obispo              Martirologio Romano: En Aldemburgo, en Flandes, muerte de                      san Arnulfo, obispo de Soissons. Monje después de                      haber sido soldado, fue elevado al episcopado, desde                      donde se esforzó en buscar la paz y la concordia, y,                      finalmente, murió en el monasterio que él mismo                      había fundado (1087). Nació en Flándes hacia 1040. En su                    juventud, se distinguió en los ejércitos de Roberto y                    Enrique I de Francia. Pero Dios le llamó a una batalla                    más noble, por lo que decidió responder al llamado                    consagrando su vida al sevicio de los hombres. Ingresó                    entonces al monasterio de San Medardo de Soissons.                    Después de ejercitarse en la virtud, con la ayuda de                    la vida comunitaria, se enclaustró en una estrecha                    celda en la más estricta soledad, entregándose a la                    oración y la penitencia.   |           
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Fuente: Vatican.va 
        Domingo Ibáñez de            Erquicia y Francisco Shoyemon,            Santos Mártires, agosto 14   
              
 Mártires en Japón              Martirologio Romano: En Nagasaki, de Japón, santos                      mártires Domingo Ibáñez de Erquicia, presbítero de                      la Orden de Predicadores, y Francisco Shoyemon,                      novicio en la misma Orden y catequista, que, en                      tiempo del Emperador Tokugawa Yemitsu, recibieron la                      muerte por odio al nombre cristiano (1633). DOMINGO IBÁÑEZ DE ERQUICIA, español, sacerdote dominico.                    Nace en Régil (San Sebastián), hijo de la Provincia de                    España hasta su afiliación a la Provincia del Rosario.                    En Manila enseña en el Colegio de Santo Tomás y                    predica el Evangelio en diferentes lugares de                    Filipinas. Pasa a Japón en 1623, donde trabaja                    clandestinamente. Denunciado por un cristiano                    apóstata, es encarcelado y ajusticiado. Desempeñó un                    importante papel, como Vicario provincial de la                    misión. Se conserva una parte de su epistolario. Edad,                    44 años.   |           
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Fuente: Franciscanos.org 
        Sante de Urbino            Brancoisini, Beato Laico          Franciscano, 14 de agosto   
              
 Laico Franciscano              Martirologio Romano: Cerca de Montebaroccio, en el                      Piceno, en Italia, beato Sante de Urbino                      Brancoisini, hermano converso de la Orden de los                      Hermanos Menores (1390). Hermano profeso franciscano, del                    que no sabemos con exactitud el año en que nació ni el                    año en que murió. En su juventud, noble estudiante y                    militar; luego, en el convento, maestro de postulantes                    y hermanos laicos, cocinero y hortelano, o dedicado a                    otros humildes menesteres. Destacó por su vida                    penitente y oculta a los ojos de los hombres, en la                    intimidad del retiro y en el trato continuo con Dios.  |           
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Fuente:            chiesa.espressonline.it 
        Antonio Primaldo y casi            ochocientos compañeros, Beatos Casi          800 mártires, 14 de agosto   
              
 Mártires              Martirologio Romano: En Otranto, en la Apulia, beatos                      mártires, ochocientos casi en número. Llegada una                      incursión de soldados otomanos, se les conminó a                      renegar de su fe, pero exhortados por el beato                      Antonio Primaldo, un anciano tejedor, a perseverar                      en la fe de Cristo, recibieron la corona del                      martirio al ser decapitados (1480). Antonio Primaldo es el único del                    que ha sido trasmitido el nombre. Los otros compañeros                    suyos de martirio son ochocientos desconocidos                    pescadores, artesanos, pastores y agricultores de una                    pequeña ciudad, cuya sangre, hace cinco siglos, fue                    esparcida sólo porque eran cristianos.   |           
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Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com;          Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es ,          misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/ 
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