JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san            Lucas 1, 39-56
Gloria a ti, Señor.
Por aquellos días, María se puso en camino y          fue de prisa a la montaña,          a una ciudad de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a          Isabel. Y cuando          Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó en su seno.          Entonces Isabel, llena          del Espíritu Santo, exclamó a grandes voces:
          "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.          Pero ¿cómo          es posible que la madre de mi Señor venga a visitarme? Porque en          cuanto oí tu          saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. ¡Dichosa tú que has          creído! Porque          lo que te ha dicho el Señor se cumplirá".
          Entonces María dijo:
          "Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi          Salvador,          porque ha mirado la humildad de su sierva. Desde ahora me          llamarán dichosa          todas las generaciones, porque ha hecho en mí cosas grandes el          Poderoso. Su          nombre es santo y su misericordia es eterna con aquellos que lo          honran.
          Actuó con la fuerza de su brazo y dispersó a los de corazón          soberbio. Derribó          de sus tronos a los poderosos y engrandeció a los humildes.          Colmó de bienes a          los hambrientos y a los ricos despidió sin nada.
          Tomó de la mano a Israel, su siervo, acordándose de su          misericordia, como lo          había prometido a nuestros antepasados, en favor de Abrahán y de          sus          descendientes para siempre".
          María estuvo con Isabel unos tres meses; después regresó a su          casa.
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y          comunidad-comunión. Con Dios es          igual: las "palabras          de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario visitarse,          y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en          la Eucaristía,          que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer          la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d)          pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la          salvación del          mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación:          http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del              Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en              vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos            en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión)            con el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          "Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso".            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser felices            para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección            del amor, es            necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide            la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar            debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo,              come y bebe su propia              condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados            mortales? no            confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989),            no comulgar al            menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos            no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a            decidir, derechos            (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación            natural sin causa            grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por            iglesia, demorar en            bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón,            borrachera,            drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de            venganza, ver            pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado,            etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados            mortales objetivamente,            pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay            excusa.
† Misal
Asunción          de la Virgen María          (15 de ago)
      Antífona de Entrada
      Alegrémonos              todos en el Señor y alabemos al Hijo de Dios, junto con los              ángeles, al              celebrar hay la Asunción al cielo de nuestra Madre, la              Virgen María.
Oración Colecta
      Oremos:
            Dios todopoderoso y eterno, que hiciste subir al cielo en            cuerpo y alma a la            inmaculada Virgen María, Madre de tu Hijo; concédenos vivir en            este mundo sin            perder de vista los bienes del cielo y con la esperanza de            disfrutar eternamente            de su gloria.
            Por nuestro Señor Jesucristo... 
            Amén.
Primera            Lectura
      Una              mujer envuelta por el sol, con la luna bajo sus pies
Lectura              del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan 11, 19a; 12,              1-6a.10ab
Se abrió entonces en el            cielo el templo de Dios y dentro de él apareció el arca de su            alianza. Una gran            señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, con la            luna bajo sus            pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. Estaba            encinta y las            angustias del parto le arrancaban gemidos de dolor.
            Entonces apareció en el cielo otra señal: un enorme dragón de            color rojo con            siete cabezas y diez cuernos y una diadema en cada una de sus            siete cabezas.            Con su cola arrastró la tercera parte de las estrellas del            cielo y las arrojó            sobre la tierra. 
            Y el dragón se puso al acecho delante de la mujer que iba a            dar a luz, con            ánimo de devorar al hijo en cuanto naciera. La mujer dio a luz            un hijo varón,            destinado a gobernar todas las naciones con cetro de hierro,            el cual fue puesto            a salvo junto al trono de Dios, mientras la mujer huyó al            desierto, a un lugar            preparado por Dios. 
            Entonces oí en el cielo una voz poderosa que decía: 
            "Ya está aquí la salvación y el poder y el reinado de nuestro            Dios, ya            está aquí la autoridad de su Mesías".
            Palabra de Dios. 
            Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
      Sal 44,              11.12ab.16
De pie,              a tu derecha, está la reina.
Escucha            hija, mira y pon atención; olvida tu pueblo y la casa de tus            padres.
            De pie, a tu derecha, está la reina.
Has            cautivado al rey con tu hermosura; él es tu Señor, inclínate            ante él.
            De pie, a tu derecha, está la reina.
En            medio de festejos y cantos, entran en el palacio real.
            De pie, a tu derecha, está la reina.
Segunda            lectura
      Resucitó              primero Cristo, como primicia; después los que son de Cristo            
Lectura              de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios              15, 20-27a
Hermanos: Cristo ha            resucitado de entre los muertos, como primer fruto de quienes            duermen el sueño            de la muerte. Porque lo mismo que por un hombre vino la            muerte, también por un            hombre ha venido la resurrección de los muertos. Y como por su            unión con Adán            todos los hombres mueren, así también por su unión con Cristo,            todos retornarán            a la vida. Pero cada uno según su rango: como primer fruto,            Cristo; luego, el            día de su gloriosa manifestación, los que pertenezcan a            Cristo. Después tendrá            lugar el final, cuando, destruido todo dominio, toda potestad            y todo poder,            Cristo entregue el reino a Dios Padre.
            Pues es necesario que Cristo reine hasta que Dios ponga a            todos sus enemigos            bajo sus pies. El último enemigo en destruir será la muerte,            porque él ha            puesto todas la cosas bajo sus pies.
            Palabra de Dios. 
            Te alabamos, Señor.
Aclamación            antes del evangelio
      Aleluya, aleluya. 
            Hoy es la Asunción de María: se alegra el ejército de los            ángeles.
            Aleluya.
Evangelio
      Ha hecho en mí grandes cosas              el que todo lo puede. Exaltó a los humildes 
† Lectura del santo              Evangelio según san Lucas 1, 39-56
Gloria a ti, Señor.
Por aquellos días, María se            puso en camino y fue de prisa a la montaña, a una ciudad de            Judá. Entró en la            casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y cuando Isabel oyó el            saludo de María, el            niño saltó en su seno. Entonces Isabel, llena del Espíritu            Santo, exclamó a            grandes voces:
            "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu            vientre. Pero ¿cómo            es posible que la madre de mi Señor venga a visitarme? Porque            en cuanto oí tu            saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. ¡Dichosa tú que            has creído! Porque            lo que te ha dicho el Señor se cumplirá".
            Entonces María dijo:
            "Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios            mi Salvador,            porque ha mirado la humildad de su sierva. Desde ahora me            llamarán dichosa            todas las generaciones, porque ha hecho en mí cosas grandes el            Poderoso. Su            nombre es santo y su misericordia es eterna con aquellos que            lo honran.
            Actuó con la fuerza de su brazo y dispersó a los de corazón            soberbio. Derribó            de sus tronos a los poderosos y engrandeció a los humildes.            Colmó de bienes a            los hambrientos y a los ricos despidió sin nada.
            Tomó de la mano a Israel, su siervo, acordándose de su            misericordia, como lo            había prometido a nuestros antepasados, en favor de Abrahán y            de sus            descendientes para siempre".
            María estuvo con Isabel unos tres meses; después regresó a su            casa.
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración de los Fieles
      Celebrante:
            Oremos, hermanos y hermanas, al Señor, que el día de hoy ha            querido ensalzar a            la Virgen María por encima de los coros de ángeles y santos, y            pidámosle que            escuche nuestra oración:
            (Respondemos a cada petición: Escúchanos, Señor).
Para que todos los hijos de            la Iglesia, unidos a la gloriosa y santa madre de Dios,            proclamen la grandeza            del Señor y se alegren en Dios, su salvador, roguemos al            Señor. 
            Escúchanos, Señor.
Para que la misericordia del            Señor llegue a sus fieles de generación en generación, y todos            los pueblos            feliciten a aquélla en la cual Dios ha hecho obras grandes,            roguemos al Señor. 
            Escúchanos, Señor.
Para que el Señor, con las            proezas de su brazo, enaltezca a los humildes, colme de bienes            a los pobres y            auxilie a Israel, como lo había prometido a los antiguos            padres, roguemos al            Señor. 
            Escúchanos, Señor.
Para que Cristo, el Rey que            ha coronado a María como reina, cuando entregue la creación al            Padre, nos            conceda a nosotros, como a María, la posesión del reino            preparado desde la            creación del mundo, roguemos al Señor. 
            Escúchanos, Señor.
Celebrante:
            Dios nuestro, que constituiste a la Madre de tu Hijo Madre y            Reina nuestra;            escucha nuestra oración y haz que, ayudados por la intercesión            de María,            participemos un día de felicidad eterna. 
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén. 
Oración            sobre las Ofrendas
      Acepta, Señor, este            sacrificio que vamos a ofrecerte para celebrar la Asunción de            la Virgen María; ayúdanos,            por su intercesión, a buscarte y a vivir siempre en tu amor.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Prefacio
      La gloriosa Asunción de la              Virgen María
En verdad es justo y            necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre            y en todo lugar,            Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo,            Señor nuestro.
            Porque hoy ha sido llevada al cielo la Virgen Madre de Dios,            figura y primicia            de la Iglesia, garantía de consuelo y esperanza para tu            pueblo, todavía            peregrino en la tierra.
            Con razón no permitiste, Señor, que conociera la corrupción            del sepulcro            aquella que, de un modo inefable, dio vida en su seno y carne            de su carne al            autor de la vida, Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro.
            Por eso, 
            unidos a los ángeles, te aclamamos llenos de alegría:
Antífona de la Comunión
      Desde              ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha              hecho en mí grandes              cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre.
Oración después de la Comunión
      Oremos:            
            Tú que nos has hecho participes de este sacramento de vida            eterna, concédenos,            Señor, por intercesión de la Virgen María en este día de su            Asunción al cielo,            alcanzar la gloria de la resnurrección.
          Por            Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén
† Meditación          diaria
15 de          agosto
LA          ASUNCIÓN DE SANTA MARÍA VIRGEN*
Solemnidad
—          María, asunta en cuerpo y alma a los Cielos. Contemplación del          cuarto misterio          glorioso del Santo Rosario.
— Desde          el Cielo, la Virgen Santísima intercede y cuida de sus hijos.
— La          Asunción de Nuestra Señora, esperanza de nuestra resurrección          gloriosa.
I. Pondré            enemistad entre ti y la mujer y entre tu linaje y el suyo1.          Aparece          así la Virgen Santa María asociada a Cristo Redentor en la lucha          y en el          triunfo sobre Satanás. Es el plan divino que la Providencia          tenía preparado          desde la eternidad para salvarnos. Este es el anuncio del primer          libro de la          Sagrada Escritura, y en el último volvemos a encontrar esta          portentosa          afirmación: Apareció en el cielo una gran señal: una mujer            vestida de sol,            la luna por pedestal, coronada con doce estrellas2.          Es la Virgen          Santísima, que entra en cuerpo y alma en el Cielo al terminar su          vida entre          nosotros. Y llega para ser coronada como Reina del Universo, por          ser Madre de          Dios. Prendado está el rey de tu belleza3,          canta el Salmo            responsorial.
El          Apóstol San Juan, que seguramente fue testigo del tránsito de          María el Señor se          la había confiado, y no iba a estar ausente en esos momentos...,          nada nos dice          en su Evangelio de los últimos instantes de Nuestra Madre aquí          en la tierra. El          que con tanta claridad y fuerza nos habló de la muerte de Jesús          en el Gólgota          calla cuando se trata de Aquella de quien cuidó como a su madre          y como a la          Madre de Jesús y de todos los hombres4.          Exteriormente, debió de ser          como un dulce sueño: "salió de este mundo en estado de vigilia",          dice un          antiguo escritor5, en plenitud de amor. "Terminado el          curso de su          vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial"6.          Allí la esperaba su Hijo, Jesús, con su cuerpo glorioso, como          Ella lo había          contemplado después de la Resurrección. Con su divino poder,          Dios asistió la          integridad del cuerpo de María y no permitió en él la más          pequeña alteración,          manteniendo una perfecta unidad y completa armonía del mismo.          Consiguió Nuestra          Señora, "como supremo coronamiento de sus prerrogativas, verse          exenta de la          corrupción del sepulcro y, venciendo a la muerte como antes la          había vencido su          Hijo, ser elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial"7.          Es          decir, la armonía de los privilegios marianos postulaba su          Asunción a los          Cielos.
Muchas          veces hemos contemplado este privilegio de Nuestra Señora en el          Cuarto misterio          de gloria del Santo Rosario: "Se ha dormido la Madre de Dios          (...). Pero Jesús          quiere tener a su Madre, en cuerpo y alma, en la Gloria. Y la          Corte celestial          despliega todo su aparato, para agasajar a la Señora. Tú y yo          niños, al fin          tomamos la cola del espléndido manto azul de la Virgen, y así          podemos          contemplar aquella maravilla.
"La          Trinidad beatísima recibe y colma de honores a la Hija, Madre y          Esposa de          Dios... Y es tanta la majestad de la Señora, que hace preguntar          a los Ángeles:          ¿Quién es Esta?"8. Nosotros nos alegramos con los          ángeles, llenos          también de admiración, y la felicitamos en su fiesta. Y nos          sentimos orgullosos          de ser hijos de tan gran Señora.
Con          frecuencia, la piedad popular y el arte mariano han representado          a la Virgen,          en este misterio, llevada por los ángeles y aureolada de          nubes. Santo          Tomás ve en estas intervenciones angélicas hacia quienes han          dejado la tierra y          se encaminan ya al Cielo, la manifestación de reverencia que los          Ángeles y          todas las criaturas tributan a los cuerpos gloriosos9.          En el caso de          Nuestra Señora, todo lo que podamos imaginar es bien poco. Nada,          en comparación          a como debió de suceder en la realidad. Cuenta Santa Teresa que          vio una vez la          mano, solo la mano, glorificada de Nuestro Señor, y decía          después la Santa que,          junto a ella, quinientos mil soles claros, reflejándose en el          más limpio          cristal, eran como noche triste y muy oscura.
¿Cómo          sería el rostro de Cristo, su mirada...? Un día, si somos          fieles,          contemplaremos a Jesús y a Santa María, a quienes tantas veces          hemos invocado          en esta vida.
II. Hoy            ha sido llevada al Cielo la Virgen, Madre de Dios; Ella es            figura y primicia de            la Iglesia que un día será glorificada; Ella es consuelo y            esperanza de tu            pueblo, todavía peregrino en la tierra10.
Miremos          a Nuestra Señora, Asunta ya en los Cielos. "Y así como el          viajero, haciendo          pantalla con su mano para contemplar algún vasto panorama, busca          en los          alrededores alguna figura humana que le permita darse una idea          de aquellos          parajes, así nosotros, que miramos hacia Dios con ojos          deslumbrados,          identificamos y damos la bienvenida a una figura puramente          humana, que está al          lado de su trono. Un navío ha terminado su periplo, un destino          se ha cumplido,          una perfección humana ha existido. Y al mirarla vemos a Dios más          claro, más          grande, a través de esa obra maestra de sus relaciones con la          humanidad"11.
Todos          los privilegios de María tienen relación con su Maternidad y,          por tanto, con          nuestra redención. María, Asunta a los Cielos, es imagen y          anticipo de la          Iglesia que se encuentra aún en camino hacia la Patria. Desde el          Cielo "precede          con su luz al Pueblo peregrino como signo de esperanza cierta          hasta que llegue          el día del Señor"12. "Con el misterio de la Asunción          a los cielos,          se han realizado definitivamente en María todos los efectos de          la única          mediación de Cristo Redentor del mundo y Señor resucitado          (...). En el          misterio de la Asunción se expresa la fe de la Iglesia, según la          cual María          "está también íntimamente unida" a Cristo"13. Ella es          la seguridad y          la prueba de que sus hijos estaremos un día con nuestro cuerpo          glorificado          junto a Cristo glorioso. Nuestra aspiración a la vida eterna          cobra alas al          meditar que nuestra Madre celeste está allí arriba, nos ve y nos          contempla con          su mirada llena de ternura14. Con más amor, cuanto          más necesitados          nos ve. "Realiza aquella función, propia de la madre, de          mediadora de clemencia          en la venida definitiva"15.
Ella es          gran valedora nuestra ante el Altísimo. Es verdad que la vida en          la tierra se          nos presenta como valle de lágrimas, porque no faltan          los sacrificios,          las penalidades (sobre todo, nos falta el Cielo). Pero, a la          vez, el Señor nos          da muchas alegrías y tenemos la esperanza de la Gloria para          caminar con          optimismo. Entre esos motivos de contento, está Santa María.          Ella es vida,            dulzura y esperanza nuestra: el cariño de la Madre se hace          sentir en la          vida del cristiano. Vuelve a nosotros esos tus ojos            misericordiosos, le          decimos. Los ojos de Santa María, como los de su Hijo, son de          misericordia, de          compasión. Nunca deja de dar una mano a quien acude a su amparo:          Jamás se ha            oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra            protección...16.          Procuremos buscar más la intercesión de la Virgen, de la Reina          de cielos y          tierra. Acudamos al Refugio de los pecadores; y le          diremos: muéstranos            a Jesús, que es lo que más necesitamos.
¡Qué          seguridad, qué alegría posee el alma que en toda circunstancia          se dirige a la          Santísima Virgen con la sencillez y la confianza de un hijo con          su madre! "Como          un instrumento dócil en manos del Dios excelso escribe un Padre          de la Iglesia,          así desearía yo estar sujeto a la Virgen Madre, íntegramente          dedicado a su          servicio. Concédemelo, Jesús, Dios e Hijo del hombre, Señor de          todas las cosas          e Hijo de tu Esclava (...). Haz que yo sirva a tu Madre de modo          que Tú me reconozcas          por servidor; que Ella sea mi soberana en la tierra de modo que          Tú seas mi          Señor por toda la eternidad"17. Pero hemos de          examinar cómo es          nuestro trato diario con Ella. "Si estás orgulloso de ser hijo          de Santa María,          pregúntate: ¿cuántas manifestaciones de devoción a la Virgen          tengo durante la          jornada, de la mañana a la noche?"18: el Ángelus,          el Santo            Rosario, las tres Avemarías de la noche...
III. Dichoso            el vientre de María, la Virgen, que llevó al Hijo del eterno            Padre19.
La          Asunción de María es un precioso anticipo de nuestra          resurrección y se funda en          la resurrección de Cristo, que reformará nuestro cuerpo            corruptible            conformándolo a su cuerpo glorioso20. Por eso          nos recuerda          también San Pablo en la Segunda lectura de la Misa21:          si la          muerte llegó por un hombre (por el pecado de Adán), también por          un hombre,          Cristo, ha venido la resurrección. Por Él, todos volverán a la          vida, pero            cada uno a su tiempo: primero Cristo como primicia; después,            cuando Él vuelva,            todos los cristianos; después los últimos, cuando Cristo            devuelva a Dios Padre            su reino... Esa venida de Cristo, de la que habla el          Apóstol, "¿no debía          acaso cumplirse, en este único caso (el de la Virgen) de modo          excepcional, por          decirlo así, "inmediatamente", es decir, en el momento de la          conclusión de la          vida terrestre? (...). De ahí que ese final de la vida que para          todos los          hombres es la muerte, en el caso de María la Tradición lo llama          más bien dormición.
"Assumpta            est Maria in            caelum, gaudent Angeli! Et gaudet Ecclesia! Para          nosotros, la solemnidad de hoy es como una continuación de la          Pascua, de la          Resurrección y de la Ascensión del Señor. Y es, al mismo tiempo,          el signo y la          fuente de la esperanza de la vida eterna y de la futura          resurrección"22.
La          Solemnidad de hoy nos llena de confianza en nuestras peticiones.          "Subió al          Cielo nuestra Abogada, para que, como Madre del Juez y Madre de          Misericordia,          tratara los negocios de nuestra salvación"23. Ella          alienta continuamente          nuestra esperanza. "Somos aún peregrinos, pero Nuestra Madre nos          ha precedido y          nos señala ya el término del sendero: nos repite que es posible          llegar y que,          si somos fieles, llegaremos. Porque la Santísima Virgen no solo          es nuestro          ejemplo: es auxilio de los cristianos. Y ante nuestra petición Monstra            te            esse Matrem (Himno litúrgico Ave maris stella), no          sabe ni quiere          negarse a cuidar de sus hijos con solicitud maternal (...).
"Cor            Mariae Dulcissimum, iter para tutum; Corazón Dulcísimo de          María, da fuerza          y seguridad a nuestro camino en la tierra: sé tú misma nuestro          camino, porque          tú conoces la senda y el atajo cierto que llevan, por tu amor,          al amor de          Jesucristo"24.
1 Gen          3, 15. — 2 Antífona de entrada. Apoc. 12, 1. — 3          Salmo            responsorial. Sal 44, 12. — 4 M. D. Philippe, Misterio            de María,          Rialp. Madrid 1986, p. 52. — 5 San Germán de          Constantinopla, Homilías            sobre la Virgen, I. — 6 Pío XII, Const. Munificentissimus            Deus,          1-XI-1950. — 7 Ibídem. — 8 San Josemaría          Escrivá, Santo            Rosario. Cuarto misterio glorioso. — 9 Cfr. Santo          Tomás, Suma            Teológica, Supl., q. 84, a. l ad l. — 10 Misal          Romano, Prefacio          en la fiesta de la Asunción. — 11 R. A. Knox. Sermón            en la festividad            de la Asunción de Nuestra Señora, 15-VIII-1954. — 12          Conc. Vat. II,          Const. Lumen gentium, 68. — 13 Juan Pablo II,          Enc. Redemptoris            Mater, 25-III-1987, n. 41. — 14 Cfr. Pablo VI, Discurso          15-VIII-1963. — 15 Juan Pablo II, loc. cit. — 16          Oración            de San Bernardo. — 17 San Ildefonso de Toledo, Libro            sobre la            virginidad perpetua de Santa María, 12. — 18 San          Josemaría Escrivá, Forja,          n. 433. — 19 Antífona de comunión de la Misa          vespertina de la          Vigilia. Cfr. Lc 11, 27. — 20 Flp 3, 21.          — 21 Segunda            lectura. 1 Cor 15, 20-26. — 22 Juan Pablo          II, Homilía          15-VIII-1980. — 23 San Bernardo, Homilía en la            Asunción de la B.            Virgen María, 1. — 24 San Josemaría Escrivá, Es            Cristo que pasa.          Rialp. 1.ª ed., Madrid 1973, 177-178.
* La          Iglesia, desde los primeros siglos (v-vi), profesó pacíficamente          la fe en la          Asunción de María Santísima, en cuerpo y alma, a la vida          celestial, como se          deduce de la Liturgia, de los documentos devotos, de los          escritos de los Padres          y de los Doctores. Esta fe multisecular y universal está          confirmada por todo el          Episcopado en la Carta Apostólica de I-V-1946, que sirve para          ilustrar las          razones de su definición dogmática, realizada por Pío XII el          1-XI-1950.
|                19ª semana. Viernes MATRIMONIO Y VIRGINIDAD — El matrimonio, camino vocacional,                  Dignidad, unidad, indisolubilidad. — La fecundidad de la virginidad y                  del celibato apostólico. — La santa pureza, defensora del                  amor humano y del divino. I. El Evangelio de la Misa1                  nos presenta a unos fariseos que se acercaron a Jesús                  para hacerle una pregunta con ánimo de tentarle: ¿Es                    lícito a un hombre repudiar a su mujer por cualquier                    motivo? Era una cuestión que dividía a las                  diferentes escuelas de interpretación de la Escritura.                  El divorcio era comúnmente admitido; la cuestión que                  plantean aquí a Jesús se refiere a la casuística sobre                  los motivos. Pero el Señor se sirve de esta pregunta                  banal para entrar en el problema de fondo: la                  indisolubilidad. Cristo, Señor absoluto de toda                  legislación, restaura el matrimonio a su esencia y                  dignidad originales, tal como fue concebido por Dios: ¿No                    habéis leído -les contesta Jesús- que al                    principio el Creador los hizo varón y hembra, y que                    dijo: Por esto dejará el hombre a su padre y a su                    madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola                    carne? Así, pues, ya no son dos, sino una sola carne.                    Por tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre                    (...). El Señor proclamó para siempre la                  unidad y la indisolubilidad del matrimonio por encima de                  cualquier consideración humana. Existen muchas razones                  en favor de la indisolubilidad del vínculo matrimonial:                  la misma naturaleza del amor conyugal, el bien de los                  hijos, el bien de la sociedad... Pero la raíz honda de                  la indisolubilidad matrimonial está en la misma voluntad                  del Creador, que así lo hizo: uno e indisoluble. Es tan                  fuerte este vínculo que se contrae, que solo la muerte                  puede romperlo. Con esta imagen gráfica lo explica San                  Francisco de Sales: "Cuando se pegan dos trozos de                  madera de abeto formando ensambladura, si la cola es                  fina, la unión llega a ser tan sólida, que las piezas se                  romperán por otra parte, pero nunca por el sitio de la                  juntura"2; así el matrimonio. Para sacar adelante esa empresa es                  necesaria la vocación matrimonial, que es un don de Dios3,                  de tal forma que la vida familiar y los deberes                  conyugales, la educación de los hijos, el empeño por                  sacar adelante y mejorar económicamente a la familia,                  son situaciones que los esposos deben sobrenaturalizar4,                  viviendo a través de ellas una vida de entrega a Dios;                  han de tener la persuasión de que Dios provee su                  asistencia para que puedan cumplir adecuadamente los                  deberes del estado matrimonial, en el que se han de                  santificar. Por la fe y la enseñanza de la                  Iglesia, los cristianos tenemos un conocimiento más                  hondo y perfecto de lo que es el matrimonio, de la                  importancia que tiene la familia para cada hombre, para                  la Iglesia y para la sociedad. De aquí nuestra                  responsabilidad en estos momentos en los que los ataques                  a esta institución humana y divina no cesan en ningún                  frente: a través de revistas, de escándalos llamativos a                  los que se da una especial publicidad, de seriales de                  televisión que alcanzan a un gran público que poco a                  poco va deformando su conciencia... Al dar la doctrina                  verdadera –la de la ley natural, iluminada por la fe–                  estamos haciendo un gran bien a toda la sociedad. Pensemos hoy en nuestra oración si                  defendemos la familia –especialmente a los miembros más                  débiles, a los que pueden sufrir más daño– de esas                  agresiones externas, y si nos esmeramos en vivir                  delicadamente esas virtudes que son ayuda para todos: el                  respeto mutuo, el espíritu de servicio, la amabilidad,                  la comprensión, el optimismo, la alegría que supera los                  estados de ánimo, las atenciones para con todos pero                  especialmente para el más necesitado... II. La doctrina del Señor acerca de                  la indisolubilidad y dignidad del matrimonio resultó tan                  chocante a los oídos de todos que hasta sus mismos                  discípulos le dijeron: Si tal es la condición del                    hombre respecto a su mujer, no trae cuenta casarse.                  Y Jesús proclamó a continuación el valor del celibato y                  de la virginidad por amor al Reino de los Cielos, la                  entrega plena a Dios, indiviso corde5,                  sin la mediación del amor conyugal, que es uno de los                  dones más preciados de la Iglesia. Quienes han recibido la llamada a                  servir a Dios en el matrimonio, se santifican                  precisamente en el cumplimiento abnegado y fiel de los                  deberes conyugales, que para ellos se hace camino cierto                  de unión con Dios. Los que han recibido la vocación al                  celibato apostólico encuentran en la entrega total a                  Dios, y a los demás por Dios, la gracia para vivir                  felices y alcanzar la santidad en medio de sus                  quehaceres temporales, si allí los buscó y los dejó el                  Señor: ciudadanos corrientes, con una vocación                  profesional definida, entregados a Dios y al apostolado,                  sin límites y sin condicionamientos. Es una llamada en                  la que Dios muestra una particular predilección y para                  la que da unas ayudas muy determinadas. La Iglesia crece                  así en santidad con la fidelidad de los cristianos,                  respondiendo a la llamada peculiar que el Señor hizo a                  cada uno. Entre estas "sobresale el don precioso de la                  gracia divina, que el Padre concede a algunos (Mt                  19, 11; 1 Cor 7, 7) para que con mayor facilidad                  se puedan entregar solo a Dios en la virginidad o en el                  celibato"6. Esta plena entrega a Dios                  "siempre ha tenido un lugar de honor en la Iglesia, como                  señal y estímulo de la caridad y como manantial peculiar                  de espiritual fecundidad en el mundo"7. La virginidad y el matrimonio son                  necesarios para el crecimiento de la Iglesia, y ambos                  suponen una vocación específica de parte del Señor. La                  virginidad y el celibato no solo no contradicen la                  dignidad del matrimonio, sino que la presuponen y la                  confirman. El matrimonio y la virginidad "son dos modos                  de expresar y de vivir el único misterio de la Alianza                  de Dios con su pueblo"8. Y si no se estima la                  virginidad, no se comprende con toda hondura la dignidad                  matrimonial; también "cuando la sexualidad humana no se                  considera un gran valor dado por el Creador, pierde                  significado la renuncia por el Reino de los Cielos"9.                  "Quien condena el matrimonio –decía ya San Juan                  Crisóstomo–, priva también a la virginidad de su gloria;                  en cambio, quien lo alaba, hace la virginidad más                  admirable y luminosa"10. El amor vivido en la virginidad o en                  un celibato apostólico es el gozo de los hijos de Dios,                  porque les posibilita de un modo nuevo ver al Señor en                  este mundo, contemplar Su rostro a través de las                  criaturas. Es para los cristianos y para los no                  creyentes un signo luminoso de la pureza de la Iglesia.                  Lleva consigo una particular juventud interior y una                  eficacia gozosa en el apostolado. "Aun habiendo                  renunciado a la fecundidad física, la persona virgen se                  hace espiritualmente fecunda, padre y madre de muchos,                  cooperando a la realización de la familia según el                  designio de Dios. "Los esposos cristianos tienen,                  pues, el derecho de esperar de las personas vírgenes el                  buen ejemplo y el testimonio de la fidelidad a su                  vocación hasta la muerte. Así como para los esposos la                  fidelidad se hace a veces difícil y exige sacrificio,                  mortificación y renuncia de sí, así también puede                  ocurrir a las personas vírgenes. La fidelidad de estas                  incluso ante eventuales pruebas, debe edificar la                  fidelidad de aquellos"11. Dios, dice San Ambrosio, "amó tanto                  a esta virtud, que no quiso venir al mundo sino                  acompañado de ella, naciendo de Madre virgen"12.                  Pidamos con frecuencia a Santa María que haya siempre en                  el mundo personas que respondan a esta llamada concreta                  del Señor; que sepan ser generosas para entregar al                  Señor un amor que no comparten con nadie, y que les                  posibilita el darse sin medida a los demás. III. Para llevar a cabo la propia                  vocación es necesario vivir la santa pureza, de acuerdo                  con las exigencias del propio estado. Dios da las                  gracias necesarias a quienes han sido llamados en el                  matrimonio y a quienes les ha pedido el corazón entero,                  para que sean fieles y vivan esta virtud, que no es la                  principal, pero sí es indispensable para entrar en la                  intimidad de Dios. Puede ocurrir que, en algunos                  ambientes, esta virtud no esté de moda, y que vivirla                  con todas sus consecuencias sea, a los ojos de muchos,                  algo incomprensible o utópico. También los primeros                  cristianos hubieron de hacer frente a un ambiente hostil                  y agresivo en este y en otros campos. Después, los pastores de la Iglesia                  se vieron obligados a pronunciar palabras como estas de                  San Juan Crisóstomo, que parecen dirigidas a muchos                  cristianos de nuestros días: "¿Qué quieres que hagamos?                  ¿Subirnos al monte y hacernos monjes? Y eso que decís es                  lo que me hace llorar: que penséis que la modestia y la                  castidad son propias de los monjes. No. Cristo puso                  leyes comunes para todos. Y así, cuando dijo: el que                    mira a una mujer para desearla (Mt 5, 28),                  no hablaba con el monje, sino con el hombre de la calle                  (...). Yo no te prohíbo casarte, ni me opongo a que te                  diviertas. Solo quiero que se haga con templanza, no con                  impudor, no con culpas y pecados sin cuento. No pongo                  por ley que os vayáis a los montes y desiertos, sino que                  seáis buenos, modestos y castos aun viviendo en medio de                  las ciudades"13. ¡Qué bien tan grande podemos                  realizar en el mundo viviendo delicadamente esta santa                  virtud! Llevaremos a todos los lugares que habitualmente                  frecuentamos nuestro propio ambiente, con el bonus                    odor Christi14, el buen aroma de                  Cristo, que es propio del alma recia que vive la                  castidad. A esta virtud acompañan otras, que                  apenas llaman la atención pero que marcan un modo de                  comportamiento siempre atractivo. Así son, por ejemplo,                  los detalles de modestia y de pudor en el vestir, en el                  aseo, en el deporte; la negativa, clara y sin                  paliativos, a participar en conversaciones que desdicen                  de un cristiano y de cualquier persona de bien, el                  rechazo de espectáculos inmorales, un planteamiento de                  las vacaciones que evita la ociosidad y el deterioro                  moral...; y, sobre todo, el ejemplo alegre de la propia                  vida, el optimismo ante los acontecimientos, el deseo de                  vivir... Esta virtud, tan importante en todo                  apostolado en medio del mundo, es guardiana del Amor,                  del que a la vez se nutre y en el que encuentra su                  sentido; protege y defiende tanto el amor divino como el                  humano. Y si el amor se apaga sería muy difícil, quizá                  imposible, vivirla, al menos en su verdadera plenitud y                  juventud. 1 Mt 19,                  3-12. — 2 San Francisco de Sales, Introducción                    a la vida devota, 3, 38. — 3 Cfr. Conc.                  Vat. II, Const. Lumen gentium, 11. — 4                  Cfr. San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa,                  23. — 5 1 Cor 7, 33. — 6 Conc.                  Vat. II, loc. cit., 42. — 7 Ibídem.                  — 8 Juan Pablo II, Exhor. Apost. Familiaris                    consortio, 22-XI-1981, 16. — 9 Ibídem.                  — 10 San Juan Crisóstomo, Tratado sobre la                    virginidad, 10. — 11 Juan Pablo II, loc.                    cit. — 12 San Ambrosio, Tratado sobre                    las vírgenes. 1. — 13 San Juan Crisóstomo,                  Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, 7, 7. —                  14 2 Cor 2, 15.  |           
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
La          Asunción de la Virgen María 
      
Asunción de Nuestra              Señora
            Fuente: Archidiócesis de Madrid
          
            "María,                levántate, te traigo esta rama de un                árbol del paraíso, para que cuando mueras la lleven                delante de tu cuerpo,                porque vengo a anunciarte que tu Hijo te aguarda".
           
          Solemnidad de la Asunción de la bienaventurada Virgen María,          Madre de nuestro          Dios y Señor Jesucristo, que, acabado el curso de su vida en la          tierra, fue          elevada en cuerpo y alma a la gloria de los cielos. Esta verdad          de fe, recibida          de la tradición de la Iglesia, fue definida solemnemente por el          papa Pío XII en          1950.
Un ángel          se aparecía a la Virgen y le entregaba la palma diciendo:          "María, levántate, te          traigo esta rama de un árbol del paraíso, para que cuando mueras          la lleven          delante de tu cuerpo, porque vengo a anunciarte que tu Hijo te          aguarda". María          tomó la palma, que brillaba como el lucero matutino, y el ángel          desapareció.          Esta salutación angélica, eco de la de Nazaret, fue el preludio          del gran          acontecimiento.
Poco          después, los Apóstoles, que sembraban la semilla evangélica por          todas las          partes del mundo, se sintieron arrastrados por una fuerza          misteriosa que les          llevaba a Jerusalén en medio del silencio de la noche. Sin saber          cómo, se          encontraron reunidos en torno de aquel lecho, hecho con efluvios          de altar, en          que la Madre de su Maestro aguardaba la venida de la muerte. En          sus burdas          túnicas blanqueaba todavía, como plata desecha, el polvo de los          caminos: en sus          arrugadas frentes brillaba como un nimbo la gloria del          apostolado. Se oyó de repente          un trueno fragoroso; al mismo tiempo, la habitación de llenó de          perfumes, y          Cristo apareció en ella con un cortejo de serafines vestidos de          dalmáticas de          fuego.
Arriba,          los coros angélicos cantaban dulces melodías; abajo, el Hijo          decía a su Madre: "Ven,          escogida mía, yo te colocaré sobre un trono resplandeciente,          porque he deseado          tu belleza". Y María respondió: "Mi alma engrandece al Señor".          Al mismo tiempo,          su espíritu se desprendía de la tierra y Cristo desaparecía con          él entre nubes          luminosas, espirales de incienso y misteriosas armonías. El          corazón que no          sabía de pecado, había cesado de latir; pero un halo divino          iluminaba la carne          nunca manchada. Por las venas no corría la sangre, sino luz que          fulguraba como          a través de un cristal.
Después          del primer estupor, se levantó Pedro y dijo a sus compañeros:          "Obrad, hermanos,          con amorosa diligencia; tomad ese cuerpo, más puro que el sol de          la madrugada;          fuera de la ciudad encontraréis un sepulcro nuevo. Velad junto          al monumento          hasta que veáis cosas prodigiosas". Se formó un cortejo. Las          vírgenes iniciaron          el desfile; tras ellas iban los Apóstoles salmodiando con          antorchas en las          manos, y en medio caminaba san Juan, llevando la palma          simbólica. Coros de          ángeles agitaban sus alas sobre la comitiva, y del Cielo bajaba          una voz que          decía: "No te abandonaré, margarita mía, no te abandonaré;          porque fuiste templo          del Espíritu Santo y habitación del Inefable". Acudieron los          judíos con          intención de arrebatar los sagrados despojos. Todos quedaron          ciegos repentinamente,          y uno de ellos, el príncipe de los sacerdotes, recobró la vista          al pronunciar          estas palabras: "Creo que María es el templo de Dios".
Al tercer          día, los Apóstoles que velaban en torno al sepulcro oyeron una          voz muy          conocida, que repetía las antiguas palabras del Cenáculo: "La          paz sea con          vosotros". Era Jesús, que venía a llevarse el cuerpo de su          Madre. Temblando de          amor y de respeto, el Arcángel San Miguel lo arrebató del          sepulcro, y, unido al          alma para siempre, fue dulcemente colocado en una carroza de luz          y transportado          a las alturas. En este momento aparece Tomás sudoroso y          jadeante. Siempre llega          tarde; pero esta vez tiene una buena excusa: viene de la India          lejana.          Interroga y escudriña; es inútil, en el sepulcro sólo quedan          aromas de jazmines          y azahares. En los aires una estela luminosa, que se extingue          lentamente, y          algo que parece moverse y que se acerca lentamente hasta caer          junto a los pies          del Apóstol. Es el cinturón que le envía la virgen en señal de          despedida.
Esta          bella leyenda iluminó en otros siglos la vida de los cristianos          con soberanas          claridades.
Nunca la          Iglesia quiso incorporarla a sus libros litúrgicos, pero la dejó          correr          libremente para edificación de los fieles. Penetró en todos los          países, iluminó          a los artistas e inspiró a los poetas. Parece que resurgió, una          vez más, en el          valle de Josafat, allá donde los cruzados encontraron el          sepulcro en el que se          habían obrado tantas maravillas y sobre el cual suspendieron          tantas lámparas.          Como la piedad popular quiere saber, pidiendo certezas y          realidades, la leyenda          dorada aparece con los rasgos con que el oriental sabe tejerlos          entre el          perfume del incienso y azahares, adornada con estallidos y          decorada con ángeles          y pompas del Cielo. Se difunde en el siglo V en Oriente con el          nombre de un          discípulo de San Juan, Melitón de Sardes, Gregorio de Tours la          pasa a las          Galias, los españoles la leen en el fervor de la reconquista con          peregrinos          detalles y toda la Cristiandad busca en ella durante la Edad          Media alimento de          fe y entusiasmo religioso.
Ni fecha,          ni lugar. ¿Cómo fue el prodigio? Escudriñando la Tradición hay          un velo          impenetrable. San Agustín dice que pasó por la muerte, pero no          se quedó en          ella. Los Orientales gustan de llamarla Dormición con ánimo de          afirmar la          diferencia. ¿Tránsito? Separación inefable. Ni el Areopagita, ni          Epifanio, ni          Dante acertaron a describir lo real indescriptible, inefable: el          último eslabón          de la cadena que se inicia con la Inmaculada Concepción y,          despertando secretos          armónicos, apostilla la Asunción con la Coronación que el arte          de Fra Angélico          se atreve a plasmar con pasta conservada en el Louvre. La          Iglesia celebra,          junto al Resucitado Hijo triunfante, a la Madre, singularmente          redimida,          Glorificada desde la Traslación.
La          Asunción de la Virgen María a          los cielos
 
Padre          Jesús Martí Ballester
LOS          ROSALES EN FLOR Y LOS LIRIOS          DE CAMPO LA RODEAN COMO EN PRIMAVERA
1. LA          ASUNCIÓN DE MARÍA EN LA          TRADICIÓN DE LA IGLESIA 
"¡Qué          hermosa eres, amada          mía! -exclama el Cantar de los Cantares ante la Esposa que sube          a los cielos-,          tus ojos de paloma por entre el velo; tu pelo es un rebaño de          cabras          descolgándose por las laderas de Galaad. Tus labios son cinta          escarlata, y tu          hablar, melodioso, tus sienes dos mitades de granada." La          Asunción de          María forma parte del designio divino y se fundamenta en la          participación de          María en la misión de su Hijo, sostiene la perenne y concorde          tradición de la          Iglesia. La Asunción de la Virgen está integrada, desde siempre,          en la fe del          pueblo cristiano, quien, al afirmar la llegada de María a la          gloria celeste, ha          querido también proclamar la glorificación de su cuerpo, cuyo          primer testimonio          aparece en los relatos apócrifos, titulados "Transitus Mariae",          que se remontan          a los siglos II y III. 
2. LOS          PADRES. LA TRADICION. JUAN          PABLO II
La          perenne y concorde tradición de          la Iglesia muestra cómo la Asunción de María forma parte del          designio divino y          se fundamenta en la singular participación de María en la misión          de su Hijo. Ya          durante el primer milenio los autores sagrados se expresaban en          este sentido.          Así lo testifican san Ambrosio, san Epifanio y Timoteo de          Jerusalén. San Germán          de Constantinopla pone en labios de Jesús estas palabras: "Es          necesario que          donde yo esté, estés también tú, madre inseparable de tu Hijo".          La misma          tradición ve en la maternidad divina la razón fundamental de la          Asunción. Un          relato apócrifo del siglo V, atribuido al pseudo Melitón,          imagina que Cristo pregunta          a Pedro y a los Apóstoles qué destino merece María, y ellos le          responden:          "Señor, elegiste a tu esclava, para que se convirtiera en tu          morada inmaculada.          Por tanto, dado que reinas en la gloria, a tus siervos nos ha          parecido justo          que resucites el cuerpo de tu madre y la lleves contigo,          dichosa, al cielo". La          maternidad divina, que hizo del cuerpo de María la morada          inmaculada del Señor,          funda su destino glorioso. San Germán, lleno de poesía, dice que          el amor de          Jesús a su Madre exige que María se vuelva a unir con su Hijo          divino en el          cielo: "Como un niño busca y desea la presencia de su madre, y          como una madre          quiere vivir en compañía de su hijo, así también era conveniente          que tú, de          cuyo amor materno a tu Hijo y Dios no cabe duda alguna,          volvieras a él. ¿Y no          era conveniente que, de cualquier modo, este Dios que sentía por          ti un amor          verdaderamente filial, te tomara consigo?". E integra la          relación entre Cristo          y María con la dimensión salvífica de la maternidad: "Era          necesario que la          madre de la Vida compartiera la morada de la Vida". San Juan          Damasceno subraya:          "Era necesario que aquella que había visto a su Hijo en la cruz          y recibido en          pleno corazón la espada del dolor contemplara a ese Hijo suyo          sentado a la          diestra del Padre". A la luz del misterio pascual, se ve la          oportunidad de que          la Madre fuera glorificada después de la muerte junto con el          Hijo. El Vaticano          II, recordando el misterio de la Asunción, lo une al privilegio          de la          Inmaculada Concepción: Precisamente porque fue "preservada libre          de toda mancha          de pecado original" (LG, 59), María no debía permanecer como los          demás hombres          en el estado de muerte hasta el fin del mundo. La ausencia del          pecado original          y su santidad perfecta desde el primer instante de su          existencia, exigían para          la Madre de Dios la plena glorificación de su alma y de su          cuerpo. Contemplando          el misterio de la Asunción de la Virgen, se entiende el plan de          la Providencia          divina con respecto a la humanidad. María es la primera criatura          humana después          de Cristo, en la que se realiza el ideal escatológico,          anticipando la plenitud          de la felicidad, mediante la resurrección de los cuerpos. En la          Asunción de la          Virgen podemos ver también la voluntad divina de promover a la          mujer. Como          había sucedido en el origen del género humano, en el proyecto de          Dios el ideal          escatológico debía revelarse en una pareja. Por eso, en la          gloria celestial, al          lado de Cristo resucitado hay una mujer resucitada, María: el          nuevo Adán y la          nueva Eva, primicias de la resurrección general de los cuerpos          de toda la          humanidad. Ciertamente, la condición escatológica de Cristo y la          de María no se          han de poner en el mismo nivel. María, nueva Eva, recibió de          Cristo, nuevo          Adán, la plenitud de gracia y de gloria celestial, habiendo sido          resucitada          mediante el Espíritu Santo por el poder soberano del Hijo, lo          que pone de          relieve que la Asunción de María manifiesta la nobleza y la          dignidad del cuerpo          humano. Frente a la profanación y al envilecimiento a los que la          sociedad moderna          somete frecuentemente el cuerpo femenino, el misterio de la          Asunción proclama          el destino sobrenatural y la dignidad de todo cuerpo humano,          llamado por el          Señor a transformarse en instrumento de santidad y a participar          en su gloria.          María entró en la gloria, porque acogió al Hijo de Dios en su          seno virginal y          en su corazón. Contemplándola, el cristiano aprende a descubrir          el valor de su          cuerpo y a custodiarlo como templo de Dios, en espera de la          resurrección. La          Asunción, privilegio concedido a la Madre de Dios, representa          así un inmenso          valor para la vida y el destino de la humanidad (Juan Pablo II).        
3. LOS          POETAS 
"Apareció          una figura          portentosa en el cielo: una mujer vestida del sol, la luna por          pedestal,          coronada con doce estrellas" (Ap 11,19). Maravillado y transido          de belleza          canta el poeta: 
"¿A          dónde va, cuando se va la          llama? 
¿A          dónde va, cuando se va la rosa?          
¿Qué          regazo, qué esfera deleitosa,          
¿qué          amor de Padre la abraza y la          reclama?. 
Esta          vez como aquella, aunque          distinto; 
el          Hijo ascendió al Padre en pura          flecha. 
Hoy va          la Madre al Hijo, va          derecha 
al Uno          y Trino, el trono en su          recinto.. 
No se          nos pierde, no; se va y se          queda. 
Coronada          de cielos, tierra añora 
y baja          en descensión de Mediadora,          
rampa          de amor, dulcísima vereda". 
4. SI          MARIA TRIUNFA DEL PECADO,          TAMBIEN DE LA MUERTE 
El          Apocalipsis pinta la imagen          prodigiosa de una mujer glorificada que aparece encinta, a punto          de dar a luz,          "gritando entre los espasmos del parto", y acosada por un          "enorme dragón rojo con siete cabezas y diez cuernos y siete          diademas en          las cabezas, dispuesto a tragarse el niño en cuanto naciera". El          águila de          Patmos vio en esta revelación a la Iglesia, en su doble          dimensión de          luminosidad y de oscuridad, de grandeza y de tribulación,          coronada de estrellas          y gritando de dolor. María, Madre del Hijo de Dios, Cabeza de la          Iglesia que va          a nacer, es también la primera hija privilegiada de la Iglesia,          triunfadora del          dragón que quiere devorar a la Madre y al Niño, pero fracasa en          su intento          porque el niño fue arrebatado al cielo junto al trono de Dios,          mientras ella ha          escapado al desierto. El misterio del mal en el mundo produce          escándalo en          algunos hombres. ¿Cómo Dios permite todo si lo puede arreglar          todo? No se tiene          en cuenta la libertad humana que Dios respeta conscientemente;          ni la limitación          del mundo creado, con sus leyes inmutables; ni la maldad del          maligno, que          intenta devorar a los hijos de la mujer mientras vivan en este          destierro. Ni          que Dios a ese mundo dolorido, probado y exhausto, le tiende la          Mano Poderosa,          que ayuda y restauradora del bien. El pueblo de Israel fue          llevado por Dios al          desierto, como la esposa de Oseas, para hablarle al corazón y          fortalecerlo en          el amor y en el coraje para implantar "el reino de nuestro          Dios",          "victoria que ya llega". Con María estamos todos en el desierto          con          la fuerza del Espíritu que nos ayuda a vencer los peligros del          erial repleto de          emboscadas. 
5.          MARIA FIGURA Y PRIMICIA DE LA          IGLESIA 
Pero          si María ha sido subida al          cielo, como tipo de la Iglesia, también lo será la Iglesia.          Aunque hoy nos          sintamos terrenos y pecadores, porque en el desierto "la Iglesia          es a la          vez santa y pecadora", seremos en el mundo futuro, resucitados y          enaltecidos. Mirad cómo la traen entre alegría y algazara al          palacio real ante          la presencia del rey, prendado de la belleza de la reina,          enjoyada de oro a la          derecha del rey. Contemplad cómo le dice el rey: "Escucha, hija,          inclina el          oído a las palabras enamoradas que brotan de mi corazón          encendido contemplando          tu hermosura" (Sal 44). Y gozad con "el ejército de los ángeles          que está          lleno de alegría y de fiesta". "¡Bendita tú entre las mujeres y          bendito el fruto de tu vientre!" (Lc 1,39). Salta también de          gozo Juan en          el seno de Isabel. La fiesta de los ángeles del cielo se          comunica por          anticipado al pueblo de la montaña, donde, con la prisa del          amor, llegó María,          con un Jesús chiquitín en sus entrañas. El Espíritu Santo          invadió aquella casa          e hizo cantar a aquellas mujeres dichosas las grandezas y          maravillas del Señor.          María se sintió inspirada y proclamó el "Magnificat" cantando su          alegría porque el Señor ha mirado la humillación de su esclava.          Y como supo que          la llamarían feliz todas las generaciones de los hombres, lo          cantó sin          complejos. Y enalteció la misericordia que tiene y que tendrá          siempre, de          generación en generación, con sus fieles amados. Y afirmó que no          se había          olvidado de lo prometido a nuestros primeros padres, a Abraham y          su          descendencia para siempre: porque una mujer aplastaría la cabeza          de la serpiente,          "el dragón rojo". María, ya glorificada en el cielo, no se          olvida de          los hermanos de su Hijo, que se debaten en las tentaciones y          asechanzas del          dragón en el desierto. Porque en el cielo no ha dejado su oficio          salvador, sino          que continúa alcanzándonos los dones de la eterna salvación (LG          62). "La Madre          de Jesús, de la misma manera que ya glorificada en el cielo en          cuerpo y alma,          es imagen y principio de la Iglesia que llegará a la perfección          en la vida          futura, así también en esta tierra antecede como una antorcha          radiante de          esperanza segura y de consuelo para el pueblo de Dios          peregrinante" (LG 68). 
6.          CULMINACION DEL EVANGELIO DE LA          VIDA 
En un          mundo en que se desprecia la          vida, en que se degrada la vida, en que se mata y se tortura la          vida, en que se          pisotean los derechos de las personas y del niño no nacido que          el dragón en las          madres, nuevos Herodes, quiere tragarse, tú honor de nuestra          raza, eres          "vida y esperanza nuestra". Cuando el Papa Pío XII definió el          dogma          de la Asunción, la Escuela Psicoanalítica de Zurich, dirigida          por Jung, declaró          que la definición del dogma había sido una respuesta genial al          desprecio de la          vida y la persona humana. Hija de un designio eterno, María es          el epítome de          todas las perfecciones. Si Dios tuviese necesidad del tiempo          como nosotros,          habría tenido que emplear la eternidad para idear una criatura          tan perfecta. Ni          el pecado proyectó su sombra en aquella alma privilegiada, ni la          fealdad sentó          su garra en aquel cuerpo transfigurado por celestiales          reverberos. Ni se          marchitaron sus nardos, ni palideció su luz, ni desapareció la          fragante          frescura que había dejado en ella la gloria del Verbo, al          descender como rocío          silencioso a sus entrañas. Admirados y gozosos han celebrado los          Santos Padres          la belleza de María. "San Juan Damasceno llama a María "la buena          gracia de la naturaleza humana y el ornamento de la creación".          El          Areopagita, si San Pablo no le hubiese enseñado el nombre del          Dios único,          deslumbrado por el brillo de su rostro, la hubiera tomado por la          misma divinidad.          "Nada puede compararse a su belleza, dice San Epifanio, una          belleza en que se          mezclan la dulzura y la majestad, que levanta hacia Dios e          inspira los nobles          pensamientos, que ilumina el alma y hace germinar el santo          amor". Viendo a          Beatriz con los ojos fijos ante su imagen gloriosa, cantaba el          Dante: "El          amor que la precede, hiela los corazones vulgares y arranca los          malos brotes          del corazón. Todo el que se detenga a contemplarla, se          convertirá en una noble          criatura o morirá a sus pies." En medio de los dolores del          Calvario,          grandes como el mar, pudimos llamarla la más hermosa entre las          mujeres; y          cuando, terminados los años de su peregrinación terrena, sale de          esta tierra          que se había iluminado con sus ojos y enjoyecidos con su llanto,          los coros          celestiales claman llenos de estupor: "¿Quién es ésta que viene          del desierto,          bañada de encantos, bella como la luna, escogida como el sol,          majestuosa como          un ejército en orden de batalla?". 
7. LA          MUERTE DE MARIA 
La          muerte no se atrevió a destruir          aquella maravilla de la mano de Dios. Ella que se había reído de          Nemrod el cazador,          de Hércules el invencible, y de Alejandro, debelador de          imperios, llegaba ahora          tímida y temblando, como una madre que se acerca de puntillas a          la cuna de su          niño dormido. Ni reacciones dolorosas, ni muecas grotescas, ni          violentas          sacudidas, ni lágrimas, ni espasmos, ni terrores. Su cuerpo se          durmió con la          gracia de un clavel desprendido de la clavellina; como un          susurro del viento en          el hayedo; como un arpegio de arpa al impulso del aire, como una          orquídea          dorada mecida en el perfume de las albahacas, como una ola de          espuma en la          playa de un mar de oro. Como el parpadeo de una estrella que se          va escondiendo          en el cielo; con el balanceo de una espiga dorada y granada          mecida por el          susurro del viento primaveral. Asi se inclinaría el cuerpo de la          Virgen María,          así sería su último suspiro, así brillarían sus ojos purísimos          en aquella hora.          Calma dulcísima de atardecer, nube de incienso que se pierde en          el azul, flor          que se cierra, sol que se desmaya en la curva del horizonte para          arder          resplandeciendo en otro hemisferio infinitamente más luminoso y          más bello. Eso          sería la muerte de María; un sueño dulcísimo, una separación          inefable, un          éxtasis de amor. "Ella es -exclama San Bernardo- la que pudo          decir con          verdad: "He sido herida del amor", porque la flecha del amor de          Cristo la transverberó          de tal modo que en su corazón virginal cada átomo se incendió en          un fuego          soberano. Fue una muerte de amor, de aquel amor que es más          fuerte que la          muerte, el que transverberó a Santa Teresa. El que le hacía          decir aquellas palabras          escritas para ella: "Hijas de Jerusalén, por los ciervos del          campo os          conjuro, decidme si habéis visto a mi amado, porque me muero de          amor."          "Vuelve, vuelve ya, amado mío vuelve con la celeridad del          cervatillo". San Francisco de Sales decía: "Es imposible          imaginar que          esta verdadera Madre natural del Hijo de Dios haya muerto de          otra muerte;          muerte la más noble de todas y debida a la más noble vida que          hubo jamás entre          las criaturas; muerte que los ángeles mismos desearían gustar,          si fuesen          capaces de morir." Fue una "dormición", como decían los primeros          cristianos, y siguen diciendo los cristianos orientales; una          salida, un éxodo,          según la expresión de los españoles de la Edad Media. La Iglesia          Romana dice          Asunción. Dios quiso que María pasase por la muerte, como su          Hijo, aunque no la          merecía, para ofrecernos el tipo de una muerte santa y el          consuelo de su          auxilio en nuestra hora suprema. María pasó por la muerte, dice          San Agustín,          pero no se quedó en ella. Así cantaba el poeta: 
Meced          a la esposa mía 
para          que se duerma ahora: 
"Tota          pulchra es María 
Tota          pulchra et decora." 
¡Sueño          bienaventurado! 
¡Cuan          dulcemente reposa! 
Por          las cabras del collado, 
por          los ciervos corredores, 
no          despertéis a la esposa, 
que en          los brazos del Amado 
se          está muriendo de amores. 
Del          cielo descendía la invitación          apremiante : "Ven, amiga mía, paloma mía, inmaculada mía; ya          pasó el          invierno, cesó la lluvia y el granizo; ven para ser coronada con          corona de          gracias." 
Y          María enamorada, susurraba:
"Quedéme          y olvidéme 
el          rostro recliné sobre el Amado 
cesó          todo y quedéme 
dejando          mi cuidado 
entre          las azucenas olvidado". 
8. LA          HORA TRIUNFAL 
Un          rumor extraño se alza en el          sepulcro de Getsemaní donde reposan los restos sagrados.          Zumbidos de alas, súbitos          resplandores, embajadas de ángeles, como el de la noche sobre la          gruta de          Belén. Los lirios esparcen sus más exquisitos perfumes, las          brisas traen          caricias de jardines, los olivos inclinan suavemente sus ramas.          Después, una          procesión de luces, un soberano concierto, una voz acariciadora,          un sepulcro          vacío y una mujer que atraviesa los cielos, vestida de sol,          llevando la luna          por pedestal y, en torno suyo, cortejo de ángeles y de          serafines. Es la Madre          de Dios; como decía el poeta medieval, "la llama coronada que se          va en pos          de su divina primogenitura; la rosa en que el Verbo se hizo          carne; la estrella          fulgente que triunfa en la altura como triunfó en los abismos".          El          prodigio epilogaba una vida endiosada. El círculo abierto en el          misterio de la          Concepción Inmaculada se cerraba con el de la Asunción gloriosa.          De todos los          siglos cristianos brota la exclamación admirada: "La Virgen          María ha sido          trasladada al tálamo celeste, donde el Rey de la gloria se          sienta sobre un          trono de estrellas." Hace más de mil años clamaba ya la          liturgia en el          día de la Asunción: "Alégremonos en el Señor al celebrar esta          fiesta          admirando tanto más la maravillosa traslación de María, cuanto          más conveniente          nos parece ese fin singular". ¿Qué cosa más natural que pase a          otra vida sin          dolor la que había dado a luz sin dolor? ¿Y qué más conveniente          que ver libre          de la corrupción a la que había permanecido sin mancha? La Madre          de la Vida, no          podía dormir en la muerte. La Madre del camino no podía quedarse          en medio del          camino. La Madre de la Luz no debía dormir en las tinieblas del          sepulcro. Ante          esa figura que se aleja de nuestro suelo radiante y gloriosa, la          Iglesia llena          de admiración, estalla en cánticos de alabanza mezclados con las          más bellas          imágenes, los ecos del Antiguo Testamento, los encantos de la          naturaleza y el          fulgor del lirismo: 
Vi su          radiante figura 
remontándose          a la altura 
recostada          en el Amado. 
Y era          como una paloma 
que          sube del agua pura 
cortando          el aire callado: 
un          inenarrable aroma 
dejaba          su vestidura, 
como          si todas las flores 
que          tiene la primavera 
condensaran          sus olores 
en su          hermosa cabellera. 
Y ella          subía, subía, 
Subía          hasta el Cielo sumo 
como          varita de humo, 
que          hacia los aires envía 
la          mirra más excelente. 
mezclada          con el incienso; 
y el          claro sol, a su ascenso, 
le          rodeaba la frente. 
9. LA          RECEPCION CELESTIAL 
El          amor del Padre a la Madre          Inmaculada de su Hijo y el del Hijo a su Madre, Esposa del          Espíritu, a la          gloria celeste la ensalzan. No se puede comparar el recibimiento          que Salomón          hizo a su madre Betsabé cuando llegó a su palacio real, que se          levantó para          recibirla y le hizo una inclinación; luego se sentó en el trono,          mandó poner un          trono para su madre, y Betsabé se sentó a su derecha" (1 Re          2,19), con el que          el Rey del Cielo le ha hecho a su madre glorificada con su          abrazo tierno y          eterno. "Levántate, amada mía, hermosa mía, ven a mí! Porque ha          pasado el          invierno, las lluvias han cesado y se han ido, brotan flores en          la vega, el          arrullo de la tórtola se deja oír en los campos; apuntan los          frutos en la          higuera, la viña en flor difunde perfume. Levántate, amada mía,          hermosa mía,          ven a mí" (Cant 2,10). Cuando surge el amor en el alma, el          cuerpo exulta y          resplandece. Y el amor a María, que creció siempre enamorada y          "enferma de          amor", "decidle que adolezco, peno y muero", ha llegado a la          cumbre donde Dios          hace la suprema excelsa maravilla de la criatura nueva que a          todos nos precede          y nos arrastra, dominando la muerte. El río de amor rebosante          convertido en          mar, ha entrado en el océano infinito de felicidad y la dulzura.          " El día          primero de noviembre de 1950, el Papa Pío XII proclamó          solemnemente:          "Declaramos, definimos, que la Santísima Virgen María, cumplido          el curso          de su vida mortal, fue asumpta en cuerpo y alma a la gloria del          cielo". 
10. LA          LEYENDA AUREA 
Ver          primer texto.
11.          AUNQUE LA IGLESIA NO LA RECOGE          EN SU LITURGIA, PERMITIO QUE SE EXTENDIERA 
Esta          bella leyenda iluminó en          otros siglos la vida de los cristianos. La Iglesia romana rehusó          recogerla en          sus libros litúrgicos, pero la dejó correr libremente para          edificación de los          fieles. Propagada por la piedad del pueblo, recorrió todos los          países, penetró          en la literatura, inspiró a los poetas y se hizo popular cuando          en el valle de          Josafat descubrieron los cruzados aquel sepulcro en que se          habían obrado          tantas maravillas, y sobre el cual suspendieron ellos          innumerables lámparas de          oro. Pero nadie la recogió con más amor ni la interpretó con          tanta belleza como          los artistas. La primera representación es anterior a la leyenda          escrita. Se          encuentra en un sarcófago romano de la basílica de Santa          Engracia en Zaragoza.          María aparece de pie en medio de los Apóstoles. Desde lo alto          asoma una mano          que aprisiona la suya, recordando aquellas frases del relato          apócrifo: "El          Señor extendió su mano y la puso sobre la Virgen; Ella la abrazó          y la llevó a          los ojos y lloró. Los discípulos se le acercaron diciendo: ¡0h          Madre de la luz,          ruega por este mundo que abandonas! Finalmente, el Señor          extendió su mano santa          y, tomando aquella alma pura, la llevó al tesoro del Padre." 
12.          LOS TESTIMONIOS DE LA BELLEZA 
Después          se suceden las          representaciones en las telas, en los marfiles y en los          mosaicos. Tanto el románico          como el gótico convierten el tema, en una verdadera historia en          la piedra. Unas          veces veremos a los Apóstoles en torno de María moribunda;          otras, desfila el          cortejo precedido por el discípulo amado; otras, el grupo          apostólico aparece a          la puerta del monumento; o se presenta el ángel para arrebatar          su presa a la          muerte y al sepulcro. Motivos particularmente amados por el          Oriente, que, más          que la Asunción, celebra la Dormición de María. Los occidentales          prefieren          representar el momento en que María atraviesa los cielos pisando          estrellas y          alas de ángeles. Murillo y Rafael y los imagineros del Siglo de          Oro la          representaron en sus retablos. Nos trasportan al Cielo, poniendo          ante nuestros          ojos el momento de la coronación, como el cuadro del Louvre en          que Fray          Angélico nos presenta a María coronada por su Hijo entre coros          de vírgenes, de          santos y de mártires, vestidos de celestes colores. Pero ya dos          siglos antes el          tema estaba tratado con grandeza en Notre Dame de París, y al          escultor había          precedido el maestro románico de Silos. Se ha combinado la          Anunciación con la          Coronación. Gabriel dobla la rodilla, pronunciando su mensaje          con graciosa          sonrisa. Dos ángeles salen de las nubes y colocan la corona en          las sienes de          María. Su diestra hace un gesto de sorpresa ante el anuncio del          mensajero          divino, pero todo en su actitud revela imperio y majestad. En el          Cielo y en la          tierra todo se reunía para celebrar el triunfo definitivo de la          Madre de Dios:          el hombre y el ángel, la flor y la estrella, la inocencia y el          pecado, la fe y el          amor, la poesía y el arte, en un concierto universal en honor          del vuelo          sublime. La Madre del amor y de la esperanza se aleja de          nosotros; pero no se          nos ocurre llorar, sino asociarnos a los júbilos del paraíso. Ni          un eco de          melancolía en las melodías de la liturgia; a no ser aquel en          que, imaginando a          María en el momento de trasponer las nubes, se nos ocurre          levantar a ella          nuestro anhelo, y, asiendo la punta de su manto, repetir las          palabras bíblicas:          "Oh Reina, llévanos en pos de ti; queremos correr tras el olor          de tus          perfumes hasta la montaña santa, hasta la casa de Dios". Pero ya          llegará el día          de nuestro triunfo, porque también para nosotros hay una silla y          una corona. 
13. El          MISTERIO DE ELCHE
Después          del Concilio de Trento y          basado en los Evangelios Apócrifos y en la Leyenda Aurea, surge          El Misterio de          Elche, drama asuncionista del siglo XV, que se celebra en la          Basílica de Santa          María, por bula papal de Urbano VIII en 1632, y que en la          actualidad opta a ser          declarado Patrimonio Oral e Intangible por la UNESCO. Se          desarrolla en dos          actos, en La Vesprá, se representa la muerte de María y La          Festa, describe el          entierro, la asunción y la coronación de la Virgen. Bajo la          cúpula de la          Basílica se coloca un cadafal, donde se desarrollan las escenas          del drama          asuncionista. En la cima de la cúpula, que dista 22 metros desde          el cadafal,          hay una abertura cubierta por una enorme tela pintada que simula          el cielo,          donde se esconden los artilugios que hacen aparecer y          desaparecer los actores,          que crean la magia del Misterio. La Festa La Magrana, una          granada gigante          desciende y al abrirse desprende una lluvia de oropel,          transporta al ángel con          la palma para comunicar a la Virgen su próxima muerte y su          asunción a los          cielos. En la Vesprá el Araceli transporta a cinco ángeles para          llevar el alma          de María al cielo y pedir a los apóstoles que la entierren en el          valle de          Josafat, y en la Festa, el ángel con el alma de la Virgen es          sustituido por la          imagen de la Virgen dormida. En la Coronación, Dios Padre corona          a la Virgen en          la apoteosis del Misterio. Para manifestar nuestro júbilo por la          gloria de          nuestra Madre, prenda sagrada de nuestra gloria. 
Es          bien que todos llenemos 
nuestras          almas de alegría, 
por la          grandeza en que vemos 
a          nuestra Madre María; 
pues          Dios le ha querido dar 
tan          soberanos honores, 
porque          ella los ha de usar 
para          mejor perdonar 
a los          pobres pecadores. 
A la          gloria celeste la ensalzan.          No se puede comparar el recibimiento que Salomón hizo a su madre          Betsabé cuando          llegó a su palacio real, que se levantó para recibirla y le hizo          una          inclinación; luego se sentó en el trono, mandó poner un trono          para su madre, y          Betsabé se sentó a su derecha" (1 Re 2,19), con el que el Rey          del Cielo le ha          hecho a su madre glorificada con su abrazo tierno y eterno.          "Levántate, amada          mía, hermosa mía, ven a mí! Porque ha pasado el invierno, las          lluvias han          cesado y se han ido, brotan flores en la vega, el arrullo de la          tórtola se deja          oír en los campos; apuntan los frutos en la higuera, la viña en          flor difunde perfume.          Levántate, amada mía, hermosa mía, ven a mí" (Cant 2,10). Cuando          surge el amor          en el alma, el cuerpo exulta y resplandece. Y el amor a María,          que creció          siempre enamorada y "enferma de amor", "decidle que adolezco,          peno y muero", ha          llegado a la cumbre donde Dios hace la suprema excelsa maravilla          de la criatura          nueva que a todos nos precede y nos arrastra, dominando la          muerte. El río de          amor rebosante convertido en mar, ha entrado en el océano          infinito de felicidad          y la dulzura. " El día primero de noviembre de 1950, el Papa Pío          XII proclamó          solemnemente: "Declaramos, definimos, que la Santísima Virgen          María,          cumplido el curso de su vida mortal, fue asumpta en cuerpo y          alma a la gloria          del cielo".  ___________________________________________________________________________________________
María Sagrario de San Luis            Gonzaga, Beata Religiosa Mártir, 15 de          agosto   
              
 Religiosa Mártir              Martirologio Romano: En Madrid, también en España, beata                      María del Sagrario de San Luis Gonzaga (Elvira)                      Moragas Cantarero, virgen, de la Orden de las                      Carmelitas Descalzas, y mártir en la mencionada                      persecución (1936). NEsta joven vino al mundo en                    Lillo, España, en el año 1881, y murió en san Isidro                    el 15 de agosto de 1936. El año 1997 Juan Pablo II la                    llevó al honor de los altares.  |           
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Fuente:          www.agustinos-es.org 
        Alipio de Tagaste, Santo          Obispo, 15 de agosto   
              
 Obisopo Martirologio                    Romano: Conmemoración de san Alipio, obispo de                    Tagaste, en Numidia, que en un tiempo fue discípulo de                    san Agustín y, posteriormente, compañero suyo de                    conversión, colega en el ministerio pastoral, camarada                    en la lucha contra los herejes, para, finalmente,                    también ser partícipe con él de la gloria del cielo. Las noticias sobre la vida de ALIPIO                  podemos hallarlas, casi totalmente, en las obras de su                  gran amigo san Agustín, con quien compartió los errores                  de la juventud, la conversión y las fatigas del                  apostolado.  |           
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Alfredo,            Santo          Obispo, 15 de          agosto   
              
 Obispo              Martirologio Romano: En Hildesheim, de Sajonia, en                      Alemania, san Altfredo, obispo, que construyó la                      iglesia catedralicia y favoreció la construcción de                      monasterios (874). También es conocido como Altfrid,                    nacido en elaño 800, ingresando luego al Reino del                    Padre el 15 de agosto de 874.  |           
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Fuente: EWTN 
        Estanislao de Kostka,            Santo          Seminarista, 15 de agosto   
              
 Patrono de los novicios y seminaristas              
 
 De este santo tan joven ha quedado                    una frase muy popular. Le preguntaron qué hay que                    hacer para demostrarle a la Virgen que la amamos, y                    respondió: "Ofrecerle pequeños homenajes, pero no                    dejar nunca de ofrecérselos". ORACION 
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Fuente: Franciscanos.org 
        Claudio (Ricardo)            Granzotto, Beato          Religioso Franciscano, 15 de agosto   
              
 Escultor              Martirologio Romano: En Padua, en Italia, beato Claudio                      (Ricardo) Granzotto, religioso de la Orden de los                      Hermanos Menores, que unió el ejercicio de su                      profesión religiosa con el arte de escultor, y en                      pocos años consiguió la perfección imitando a Cristo                      (1947). Religioso profeso de la Orden                    franciscana, de quien cabe destacar la exquisita                    bondad y la fina sensibilidad para el arte, en                    especial la escultura. Dócil a la acción del Espíritu,                    se convirtió, de joven obrero, en modelo para los                    religiosos en su entrega total al amor del Señor; para                    los artistas, en su búsqueda de la belleza de Dios; y                    para los enfermos, en su adhesión amorosa al                    Crucificado. Lo beatificó Juan Pablo II el 20 de                    noviembre de 1994.  |           
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Fuente: ArchiValencia.org 
        Carmelo Sastre Sastre,            Beato          Presbítero y Mártir, 15 de agosto   
              
 Presbítero y Mártir              Martirologio Romano: En Palma de Gandía, en el territorio                      valenciano, España, beato Carmelo Sastre Sastre,                      presbítero y mártir, que, en la persecución contra                      la Iglesia, siguiendo las huellas de Cristo llegó,                      ayudado por su gracia, al reino eterno (1936). El Beato nació en Pego el 21 de                    diciembre de 1890 y en la parroquial iglesia de la                    Asunción recibió ese mismo día el bautismo de manos de                    D. Jaime Ortí, Coadjutor. Era hijo legítimo de José                    Sastre Bañuls y de Josefa Sastre Ferrando, quienes                    formaron una familia cristiana. Ingresó en el                    Seminario de Valencia, de donde salió ordenado                    sacerdote en 1919. El primer pueblo que se le                    encomendó fue Margarida, pasando al poco tiempo a                    Villalonga, en donde realizó una extraordinaria labor                    apostólica de captación, especialmente a los niños,                    que fueron el principal objeto de sus muchos desvelos:                    después de instruirles en las enseñanzas del                    Catecismo, emprendió una ardorosa campaña contra el                    analfabetismo, tan extendido en aquellos tiempos. Su                    casa pronto se convirtió en una escuela, a la que                    acudían los niños a aprender a ser buenos ciudadanos y                    cristianos, y para ellos organizó excursiones con                    mucha frecuencia, alternando las enseñanzas con la                    sana diversión, porque, fiel seguidor de las                    enseñanzas evangélicas, fueron los niños los                    predilectos en sus tareas apostólicos: los amó, los                    educó, y, como su mayor elogio, podemos decir que se                    hizo como uno de ellos. Estableció la Congregación de                    San Luis Gonzaga, en la que recogió a un buen número                    de niños y niñas y, además, creó una banda de música.                    Más de cuatro años estuvo en Villalonga desplegando su                    tenaz actividad apostólica.  |           
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Fuente:            AgustinosRecoletos.com 
        Vicente Soler, Beato          Presbítero y Mártir, 15 de agosto   
              
 Presbítero y Mártir              Martirologio Romano: En Motril, junto a Granada, de                      Andalucía, en España, beato Vicente Soler,                      presbítero de la Orden de los Agustinos Recoletos y                      mártir, que, en la persecución contra la Iglesia,                      fue condenado a muerte junto con otros cautivos, a                      los que él había preparado piadosamente para la                      muerte y, fusilado ante los muros del cementerio,                      alcanzó la gloria del triunfo en Cristo (1936). EL MARTIRIO   |           
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Fuente: Franciscanos.net 
        Domingo María de            Alboraya (Agustín Hurtado Soler),            Beato Presbítero y Mártir, 15          de agosto   
              
 Presbítero y Mártir              Martirologio Romano: Asimismo en Madrid, en España, beato                      Domingo (Agustín) Hurtado Soler, presbítero de los                      Terciarios Capuchinos de la Virgen de los Dolores y                      mártir, que fue coronado por el testimonio de Cristo                      (1936). Nacido el 28 de agosto de 1872 en                    Alboraya (Valencia), hijo de Vicente y Antonia. En                    1889 ingresa en el Instituto, ordenado sacerdote en                    1890. Alterna los estudios eclesiásticos y literarios                    con los de armonía y composición. Varias veces                    superior, consejero y secretario general. Poseía gran                    don de gentes y carisma especial para la reforma de la                    juventud extraviada. Compositor, magnífico orador,                    animador de la vida fraterna.  |           
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José María Peris Polo, Beato          Presbítero y Mártir, 15 de agosto   
              
 Presbítero y Mártir              Martirologio Romano: En Almazora, junto a Castellón, en                      el Levante, de España, beato José María Peris Polo,                      presbítero de la Sociedad de Sacerdotes Operarios                      Diocesanos y mártir, que, durante la persecución                      contra la Iglesia, alcanzó en el cementerio la palma                      del martirio (1936). Nació nuestro protagonista en                    Cinctorres (Castellón), población de la comarca de Els                    Ports y perteneciente a la Diócesis de Tortosa, el 1                    de noviembre de 1889. Estudió en el Colegio de San                    José de Tortosa, regentado por la Hermandad de                    Sacerdotes Operarios Diocesanos. En octubre de 1912                    ingresó en dicha Hermandad, siendo ordenado sacerdote                    en junio de 1914. Ejerció en el Colegio de Vocaciones                    Eclesiásticas de Tortosa durante catorce años, y                    después como rector de los seminarios de Córdoba y                    Barcelona, en este último desde 1933 a 1936. El                    cardenal Tarancón, alumno suyo en Tortosa, dejó                    escrito: "A Mn. Peris le debo lo mejor de mi formación                    sacerdotal. Era una persona muy inteligente, muy bien                    formada en Teología, gran músico y de muy sincera                    piedad. El tiempo en que fue Rector del Colegio le dio                    una madurez de criterio y una experiencia en el trato                    con los seminaristas que le convirtieron en un gran                    educador. Lleno de bondad y de alegría, siempre                    brindaba a todos su comprensión y amistad".   |           
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Fuente: Vatican.va 
        Luis Batis Sáinz, Santo          Presbítero y Mártir, 15 de agosto   
              
 Presbítero y Mártir              Martirologio Romano: En la localidad de Chalchihuites,                      del territorio de Durango, en México, santos                      mártires Luis Batis Sáinz, presbítero, Manuel                      Morales, padre de familia, Salvador Lara Puente y                      David Roldán Lara, que, por odio al nombre                      cristiano, sufrieron la muerte durante la                      persecución mexicana (1926). Nació en San Miguel del Mezquital,                    Zac. (Arquidiócesis de Durango), el 13 de septiembre                    de 1870. Párroco de San Pedro Chalchihuites, Zacatecas                    (Arquidiócesis de Durango).   |           
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Fuente: Vatican.va 
        Manuel Morales, Santo Laico          Mártir, 15 de agosto   
              
 Laico Mártir              Martirologio Romano: En la localidad de Chalchihuites,                      del territorio de Durango, en México, santos                      mártires Luis Batis Sáinz, presbítero, Manuel                      Morales, padre de familia, Salvador Lara Puente y                      David Roldán Lara, que, por odio al nombre                      cristiano, sufrieron la muerte durante la                      persecución mexicana (1926). Nació en Mesillas, Zac.,                    perteneciente a la parroquia de Sombrerete, Zacatecas                    (Arquidiócesis de Durango), el día 8 de febrero de                    1898.   |           
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Fuente: Vatican.va 
        Salvador Lara Puente,            Santo Laico          Mártir, 15 de agosto   
              
 Laico Mártir              Martirologio Romano: En la localidad de Chalchihuites,                      del territorio de Durango, en México, santos                      mártires Luis Batis Sáinz, presbítero, Manuel                      Morales, padre de familia, Salvador Lara Puente y                      David Roldán Lara, que, por odio al nombre                      cristiano, sufrieron la muerte durante la                      persecución mexicana (1926). Nació en el poblado de Berlín,                    Durangogo, perteneciente a la parroquia de Súchil                    (Arquidiócesis de Durango) el 13 de agosto de 1905.   |           
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Fuente: ACIprensa.com 
        David Roldán Lara, Santo Laico          Mártir, 15 de agosto   
              
 Laico Mártir              Martirologio Romano: En la localidad de Chalchihuites,                      del territorio de Durango, en México, santos                      mártires Luis Batis Sáinz, presbítero, Manuel                      Morales, padre de familia, Salvador Lara Puente y                      David Roldán Lara, que, por odio al nombre                      cristiano, sufrieron la muerte durante la                      persecución mexicana (1926). Nació en Chalchihuites el 2 de                    marzo de 1907. Quedó huérfano de padre cuando sólo                    tenía un año de edad. ingresó muy joven al seminario                    de Durango, pero tuvo que abandonarlo por las                    necesidades económicas de su familia. Se distinguió                    por ser un cristiano comprometido, pertenecía a la                    A.C.J.M. y en 1925 fue nombrado presidente de la                    misma.   |           
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Fuente: www.ocarm.pcn.net 
        Isidoro Bakanja, Beato Mártir          Laico, 15 de agosto   
              
 Laico Mártir              Martirologio Romano: En la ciudad de Wenga, en las                      cercanías de Busira, en el Congo Belga, beato                      Isidoro Bakanja, mártir, que iniciado en la fe                      cristiana en su adolescencia, la cultivó                      diligentemente y dio testimonio de ella con                      valentía, mientras realizaba su trabajo. El                      encargado de la colonia, por odio a la religión                      cristiana, lo torturó azotándole largo tiempo y                      pasados pocos meses, y perdonando a su verdugo,                      entregó a Dios su espíritu (1909). Nacido entre el 1880 y el 1890 en                    Bokendela (Zaire), en la tribu de los Boangi.   |           
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Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com;          Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es ,          misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/ 
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