JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san            Mateo 14, 13-21
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la          muerte de Juan el Bautista, se          retiró de allí en una barca a un lugar tranquilo para estar a          solas. La gente          se dio cuenta y lo siguió a pie desde los pueblos. Cuando Jesús          desembarcó y          vio aquel gran gentío, sintió compasión de ellos y sanó a los          enfermos que          traían. Al anochecer, sus discípulos se acercaron a decirle:
          "El lugar está deshabitado y es ya tarde; despide, pues, a la          gente para          que vayan a los pueblos y se compren comida". 
          Pero Jesús les dijo: 
          "No es necesario que se vayan, denles ustedes mismos de comer".          
          Le dijeron: 
          "No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces". 
          El les dijo: 
          "Tráiganmelos". 
          Y después de mandar que la gente se sentara en la hierba, tomó          los cinco panes          y los dos peces, levantó los ojos al cielo, pronunció la          bendición, partió los          panes, se los dio a los discípulos y éstos a la gente. Comieron          todos hasta          hartarse, y con lo que sobró llenaron doce canastos. Los que          comieron eran unos          cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños. 
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y          comunidad-comunión. Con Dios es          igual: las "palabras          de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario visitarse,          y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en          la Eucaristía,          que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer          la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d)          pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la          salvación del          mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación:          http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del              Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en              vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos            en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión)            con el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          "Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso".            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser felices            para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección            del amor, es            necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide            la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar            debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo,              come y bebe su propia              condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados            mortales? no            confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989),            no comulgar al            menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos            no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a            decidir, derechos            (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación            natural sin causa            grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por            iglesia, demorar en            bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón,            borrachera,            drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de            venganza, ver            pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado,            etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados            mortales objetivamente,            pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay            excusa.
† Misal
lun          18a. Ordinario año Par
      Antífona de Entrada
      Entremos              y adoremos de rodillas al Señor, creador nuestro, porque él              es nuestro Dios.
Oración            Colecta
      Oremos: 
            Señor, que tu amor incansable cuide y proteja siempre a estos            hijos tuyos, que            han puesto en tu gracia toda su esperanza.
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén.
Primera            Lectura
      A ti,              Jananías, no te ha enviado el Señor, y has hecho que el              pueblo crea en una              mentira
Lectura              del libro del profeta Jeremías 28, 1-17
En el mismo año, al comienzo            del reinado de Sedecías, rey de Judá, el quinto mes del año            cuarto de su            reinado, el profeta Jananías, hijo de Azur, natural de Gabaón,            me dijo en el            templo del Señor, en presencia de los sacerdotes y de todo el            pueblo:
            "Así dice el Señor todopoderoso, Dios de Israel: Yo he roto el            yugo del            rey de Babilonia. Dentro de dos años devolveré a este lugar            los objetos del            templo del Señor, que Nabucodonor, rey de Babilonia, se llevó            a Babilonia.            También haré que regresen Jeconías, hijo de Joaquín, rey de            Judá, y todos los            habitantes de Judá que fueron deportados a Babilonia, palabra            del Señor, porque            romperé el yugo del rey de Babilonia".
            El profeta Jeremías dijo al profeta Jananías en presencia de            los sacerdotes y            de todo el pueblo que estaba en el templo del Señor:
            "¡Así sea! ¡Ojalá el Señor cumpla tu profecía y haga regresar            desde            Babilonia a este lugar todos los objetos del templo del Señor            y a todos los            desterrados! Sin embargo, escucha bien la palabra que            pronuncio ante ti y ante            todo el pueblo: Los profetas anteriores a ti y a mí            profetizaron ya desde            antiguo a muchos países y a reinos poderosos la guerra, el            hambre y la peste.            El profeta que anuncia la paz sólo será reconocido como            profeta verdadero,            enviado por el Señor, cuando se cumpla su palabra".
            Entones Jananías tomó el yugo que tenía Jeremías sobre su            cuello y lo rompió. Y            dijo en presencia de todo el pueblo:
            "Así dice el Señor: Así romperé yo dentro de dos años el yugo            de            Nabucodonosor, rey de Babilonia, quitándolo del cuello de            todas las            naciones".
            Y el profeta Jeremías se fue.
            Algún tiempo después de que Jananías rompiera el yugo, el            Señor habló así a            Jeremías:
            "Vete a decir a Jananías: Así dice el Señor: Has roto un yugo            de madera,            pero yo lo sustituiré por uno de hierro. Pues así dice el            Señor todopoderoso,            Dios de Israel: Voy a poner un yugo de hierro al cuello de            todas estas naciones            para someterlas a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y quedarán            sometidas a él;            le entrego incluso los animales del campo".
            Entonces el profeta Jeremías dijo al profeta Jananías:
            "Escucha, Jananías: El Señor no te ha enviado, y has hecho que            este pueblo            confíe en la mentira. Por eso, dice el Señor: Te haré            desaparecer de la            superficie de la tierra; este mismo año morirás, por haber            predicado la rebelión            contra el Señor".
            Y aquel año, en el mes séptimo, murió el profeta Jananías.
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
      Sal              118, 23.43.79.80.95.102
Enséñame,              Señor, tus mandamientos.
Apártame            del camino falso, dame el gusto por tu ley.
            Enséñame, Señor, tus mandamientos.
Déjame            hablar con sinceridad, pues confío en tus mandamientos.
            Enséñame, Señor, tus mandamientos.
Reúnanse            conmigo los que te respetan, los que conocen tus preceptos.
            Enséñame, Señor, tus mandamientos.
Que mi            corazón cumpla íntegramente tus normas, y no tendré que            avergonzarme.
            Enséñame, Señor, tus mandamientos.
Los            malvados me acechan para perderme, pero yo estoy pendiente de            tus preceptos.
            Enséñame, Señor, tus mandamientos.
No me            desvío de tus mandamientos, pues tú me ha instruido.
            Enséñame, Señor, tus mandamientos.
Aclamación            antes del Evangelio
      Aleluya, aleluya.
            No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale            de la boca de            Dios.
            Aleluya.
Evangelio
      Comieron todos hasta quedar              satisfechos
† Lectura del santo Evangelio              según san Mateo 14, 13-21
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, al            enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, se retiró de            allí en una            barca a un lugar tranquilo para estar a solas. La gente se dio            cuenta y lo            siguió a pie desde los pueblos. Cuando Jesús desembarcó y vio            aquel gran            gentío, sintió compasión de ellos y sanó a los enfermos que            traían. Al            anochecer, sus discípulos se acercaron a decirle:
            "El lugar está deshabitado y es ya tarde; despide, pues, a la            gente para            que vayan a los pueblos y se compren comida". 
            Pero Jesús les dijo: 
            "No es necesario que se vayan, denles ustedes mismos de            comer". 
            Le dijeron: 
            "No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces". 
            El les dijo: 
            "Tráiganmelos". 
            Y después de mandar que la gente se sentara en la hierba, tomó            los cinco panes            y los dos peces, levantó los ojos al cielo, pronunció la            bendición, partió los            panes, se los dio a los discípulos y éstos a la gente.            Comieron todos hasta            hartarse, y con lo que sobró llenaron doce canastos. Los que            comieron eran unos            cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños. 
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración            sobre las Ofrendas
      Señor, Dios nuestro, tú que            nos has dado este pan y este vino para reparar nuestras            fuerzas,
            conviértelos para nosotros en sacramento de vida eterna.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Prefacio
      Proclamación del misterio de              Cristo
En verdad es justo y            necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre            y en todo lugar,            Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo,            Señor nuestro.
            Porque, unidos en la caridad, celebramos la muerte de tu Hijo,            con fe viva            proclamamos su resurrección, y con esperanza firme anhelamos            su venida            gloriosa. 
            Por eso, 
            con todos los ángeles y santos, te alabamos proclamando sin            cesar:
Antífona de la Comunión
      Demos              gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que              hace por su              pueblo; porque da de beber a los sedientos y da de comer a              los hambrientos.
Oración después de la Comunión
      Oremos:
            Señor, tú que has querido hacernos participar de un mismo pan            y de un mismo            cáliz, concédenos vivir de tal manera unidos en Cristo, que            nuestro trabajo sea            eficaz para la salvación del mundo.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén
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† Meditación diaria
18ª          semana. Lunes
EL          OPTIMISMO DEL CRISTIANO
— Ser          sobrenaturalmente realista es contar siempre con la gracia del          Señor.
— El          optimismo cristiano es consecuencia de la fe.
—          Optimismo fundamentado también en la Comunión de los Santos.
I. Una          gran multitud ha seguido a Jesús lejos de los lugares habitados1.          Van detrás de Él sin preocuparse de las distancias, del calor o          del frío,          porque es mucha su necesidad y se sienten acogidos. Están          pendientes de aquellas          palabras que dan un sentido a sus vidas, y hasta se olvidan de          lo más          elemental: no llevan provisiones para comer, ni hay dónde          comprarlas. Esto no          parece preocuparles, ni a ellos ni a Jesús. Pero los discípulos          se dan cuenta          de la situación y, al atardecer, acuden al Maestro, y le dicen:          El lugar es            desierto y ya ha pasado la hora; despide a la gente para que            vayan a las aldeas            a comprar alimentos. Esta es la realidad, que parece          evidente a todos. Pero          Jesús sabe una realidad más alta, de unas posibilidades que los          discípulos más          íntimos parecen desconocer. Por eso, les contesta: No tienen            necesidad de            ir, dadles vosotros de comer. Pero ellos, bien conocedores          de su          indigencia, le dicen: No tenemos aquí más que cinco panes y            dos peces.
Los          discípulos ven la realidad objetiva: son conscientes de          que con aquellos          alimentos no pueden dar de comer a una multitud. Así nos ocurre          a nosotros          cuando hacemos un cálculo de nuestras fuerzas y posibilidades:          nos superan las          dificultades de la propia vida y del apostolado. La mera          objetividad humana nos          llevaría al desaliento y al pesimismo, nos haría olvidar el          optimismo radical          que comporta la vocación cristiana, que tiene otros fundamentos.          La sabiduría          popular dice: "quien deja a Dios fuera de sus cuentas, no sabe          contar"; y no le          salen las cuentas porque olvida precisamente el sumando de mayor          importancia.          Los Apóstoles hicieron bien los cálculos, contaron con toda          exactitud los panes          y los peces disponibles..., pero se olvidaron de que Jesús, con          su poder,          estaba a su lado. Y este dato cambiaba radicalmente la          situación; la verdadera          realidad era otra muy distinta. "En las empresas de apostolado          está bien –es un          deber– que consideres tus medios terrenos (2 + 2 = 4), pero no          olvides ¡nunca!          que has de contar, por fortuna, con otro sumando: Dios + 2 +          2..."2.          Olvidar ese sumando sería falsear la verdadera situación. Ser          sobrenaturalmente          realistas nos lleva a contar con la gracia de Dios, que es un          "dato" bien real.
El          optimismo del cristiano no se fundamenta en la ausencia de          dificultades, de          resistencias y de errores personales, sino en Dios, que nos          dice: Yo estaré            con vosotros siempre3. Con Él lo podemos todo;          vencemos...          incluso cuando aparentemente fracasamos. Es el optimismo que          tuvieron los          santos. La Santa de Ávila repetía, con buen humor y con sentido          sobrenatural:          "Teresa sola no puede nada; Teresa y un maravedí, menos que          nada; Teresa, un          maravedí y Dios, lo puede todo"4. También nosotros.          "Echa lejos de          ti esa desesperanza que te produce el conocimiento de tu          miseria. —Es verdad:          por tu prestigio económico, eres un cero..., por tu prestigio          social, otro          cero..., y otro por tus virtudes, y otro por tu talento...
"Pero,          a la izquierda de esas negaciones, está Cristo... Y ¡qué cifra          inconmensurable          resulta!"5. ¡Cómo cambian las fuerzas disponibles a          la hora de          emprender una empresa apostólica o cuando nos decidimos a luchar          en la vida          interior, o en las mismas realidades de la vida humana, apoyados          en el Señor!
II. El          optimismo del cristiano es consecuencia de su fe, no de las          circunstancias.          Sabe que el Señor ha dispuesto todo para su mayor bien, y que Él          sabe sacar          fruto incluso de los aparentes fracasos; a la vez, nos pide          emplear todos los          medios humanos a nuestro alcance, sin dejar ni uno solo: los          cinco panes y los          dos peces. Eran muy poco en relación con tantos como andaban          hambrientos          después de una larga jornada, pero era la parte que habían de          poner ellos para          que el milagro se realizara. El Señor hace que los fracasos en          el apostolado          (una persona que no responde, que vuelve la espalda, las          negativas reiteradas a          dar un paso adelante en su camino hacia Dios...) nos santifiquen          y santifiquen;          nada se perderá. Lo que no puede dar fruto son las omisiones y          los retrasos, el          dejar de hacer porque parezca que es poco lo que podemos o que          es mucha la          resistencia del ambiente al mensaje de Cristo. El Señor quiere          que pongamos los          pocos panes y peces que siempre tenemos y que confiemos en Él          con rectitud de          intención. Unos frutos llegarán enseguida, otros los reserva el          Señor para el          momento y la ocasión oportuna, que Él bien conoce; siempre          llegarán. Hemos de          convencernos de que nosotros somos nada y nada podemos por          nosotros mismos,          pero Jesús está a nuestro lado, y "Él, a cuyo poder y ciencia          están sometidas          todas las cosas, nos protege por medio de sus inspiraciones,          contra toda          necedad, ignorancia, cerrazón o dureza de corazón"6.
El          optimismo del cristiano se afianza fuertemente con la oración:          "no es un          optimismo dulzón, ni tampoco una confianza humana en que todo          saldrá bien.
"Es un          optimismo que hunde sus raíces en la conciencia de la libertad y          en la          seguridad del poder de la gracia; un optimismo que lleva a          exigirnos a nosotros          mismos, a esforzarnos por corresponder en cada instante a las          llamadas de Dios"7,          a estar pendientes de lo que Él desea que llevemos a cabo. No es          el optimismo          del egoísta que solo busca su tranquilidad personal, y para eso          cierra los ojos          a la realidad y dice "ya se arreglará todo" como excusa para que          no le          molesten, o se niega a ver los males del prójimo para evitar las          preocupaciones          o tener que remediarlos... El optimismo radical de quien sigue          de cerca a          Cristo no le aparta de la realidad. Con los ojos abiertos y          vigilantes, sabe          enfrentarse a ella, pero no queda atenazado por el mal que a          veces contempla ni          su alma se llena de tristeza, porque sabe que en ninguna          circunstancia su Padre          Dios le deja de la mano, y que siempre sacará frutos          desproporcionados de aquel          terreno –de aquellas circunstancias o de aquellos amigos– en el          que parecía que          solo podían crecer cardos y ortigas. El cristiano sabe que "la          obra buena nunca          será destruida, y que para dar fruto el grano de trigo debe          empezar a morir          bajo tierra; sabe que el sacrificio de los buenos nunca es          estéril"8.
III.          Señala R. Knox9 que Jesús no realizó el milagro en          beneficio de          transeúntes casuales que se hubieran acercado a ver qué ocurría          en aquel grupo          numeroso de gentes, sino de aquellos que le siguen durante días          y le buscan          cuando no le encuentran; son –dice– como una manifestación de la          Iglesia incipiente.          Aquellos cinco mil sentados en la falda de la montaña estaban          unidos entre sí          por haber seguido a Cristo, haberse alimentado del mismo pan          –imagen de la          Sagrada Eucaristía– que sale de las manos de Cristo. "¡Qué          símbolo tan natural          de fraternidad es una comida común! ¡Con qué facilidad brota la          amistad entre          los participantes en un banquete al aire libre!
"Podemos          imaginarnos lo que pasaría después, cuando algunos de los cinco          mil se          encontraron casualmente; la amistad suscitaría en ellos los          recuerdos comunes:          la situación de uno con respecto al otro aquel día memorable; su          temor de que          no les llegaran las escasas provisiones; su alegría al ver ante          sí, con las          manos llenas, a Pedro, o a Juan, o a Santiago; su asombro al ver          a todos hartos          y doce cestas de fragmentos sobrantes"10.
Nosotros          participamos de la misma mesa, del mismo Banquete, tomamos el          mismo Pan, que se          multiplica sin cesar, y en el que viene Cristo a nosotros.          Quienes seguimos a          Cristo estamos unidos por un fuerte vínculo, y corre por          nosotros la misma          vida. "¡Ojalá que nos miremos a nosotros mismos como sarmientos          vivos de          Cristo, la vid, como animados y vigorizados por la gracia y la          virtud de          Cristo!"11. La Comunión de los Santos nos          enseña que formamos          un solo Cuerpo en Cristo y que podemos ayudarnos, eficazmente,          unos a otros. En          este momento alguien está pidiendo por nosotros, alguien nos          ayuda con su          trabajo, con su oración o con su dolor. Nunca estamos solos.
La Comunión            de los Santos alimenta continuamente nuestro optimismo,          porque contamos con          la ayuda, misteriosa pero real, de todos los que participamos          del mismo Pan,          que el Señor vuelve a multiplicar para nosotros, que le andamos          siguiendo.
Comieron            todos hasta que quedaron satisfechos, y recogieron de los            trozos sobrantes doce            cestos llenos. Los que comieron eran como unos cinco mil            hombres, sin contar            mujeres y niños.
La          generosidad de Jesús (es la misma ahora, en nuestros días) nos          mueve a acudir a          Él con ánimo esperanzado, pues son muchos los días que llevamos          con Él. "Pídele          sin miedo, insiste. Acuérdate de la escena que nos relata el          Evangelio sobre la          multiplicación de los panes. —Mira con qué magnanimidad responde          a los          Apóstoles: ¿cuántos panes tenéis?, ¿cinco?... ¿Qué me pedís?...          Y Él da seis,          cien, miles... ¿Por qué?
"—Porque          Cristo ve nuestras necesidades con una sabiduría divina, y con          su omnipotencia          puede y llega más lejos que nuestros deseos.
"¡El          Señor ve más allá de nuestra pobre lógica y es infinitamente          generoso!"12.          ¡Él vuelve a realizar milagros cuando ponemos a su disposición          lo poco que          poseemos! ¡Él tiene otra lógica, que supera nuestros pobres          cálculos, siempre          pequeños y cortos! ¡Qué vergüenza si alguna vez nos guardásemos          los cinco panes          y los dos peces, mientras el Señor esperaba para hacer con ellos          maravillas!
1 Cfr. Mt          14, 13-21. — 2 San Josemaría Escrivá, Camino, n.          471.— 3 Cfr. Mt          28, 28. — 4 A. Ruiz, Anécdotas teresianas, Monte          Carmelo, 3ª ed.,          Burgos 1982, p. 217.— 5 San Josemaría Escrivá, o.            c., n. 473.— 6          Santo Tomás, Suma Teológica, 1-2, q. 68, a. 2, ad 3.— 7          San          Josemaría Escrivá, Forja, n. 659.— 8 G. Chevrot,          El Pozo de            Sicar, Rialp, Madrid 1981, p. 257. — 9 Cfr. R.          Knox, Ejercicios            para sacerdotes, Rialp, Madrid 1957, p. 120. — 10          Ibídem.— 11          B. Baur, En la intimidad con Dios, p. 233. — 12          San Josemaría          Escrivá, Forja, n. 341.
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
San Juan          Vianey
          
        
        4 de Agosto
        El Santo Cura de Ars 
          Párroco Año 1859
      Santo          Cura de Ars: 
          Pide a Dios que nos envíe siempre
          buenos párrocos como tú.
Uno          de los santos más populares en los últimos tiempos ha sido San          Juan Vianey,          llamado el santo Cura de Ars. En él se ha cumplido lo que dijo          San Pablo:          "Dios ha escogido lo que no vale a los ojos del mundo, para          confundir a          los grandes". 
Era          un campesino de mente rústica, nacido en Dardilly, Francia, el 8          de mayo de          1786. Durante su infancia estalló la Revolución Francesa que          persiguió          ferozmente a la religión católica. Así que él y su familia, para          poder asistir          a misa tenían que hacerlo en celebraciones hechas a escondidas,          donde los          agentes del gobierno no se dieran cuenta, porque había pena de          muerte para los          que se atrevieran a practicar en público sulreligión. La primera          comunión la          hizo Juan María a los 13 años, en una celebración nocturna, a          escondidas, en un          pajar, a donde los campesinos llegaban con bultos de pasto,          simulando que iban          a alimentar sus ganados, pero el objeto de su viaje era asistir          a la Santa Misa          que celebraba un sacerdote, con grave peligro de muerte, si los          sorprendían las          autoridades.
Juan          María deseaba ser sacerdote, pero a su padre no le interesaba          perder este buen          obrero que le cuidaba sus ovejas y le trabajaba en el campo.          Además no era          fácil conseguir seminarios en esos tiempos tan difíciles. Y como          estaban en          guerra, Napoléon mandó reclutar todos los muchachos mayores de          17 años y          llevarlos al ejército. Y uno de los reclutados fue nuestro          biografiado. Se lo          llevaron para el cuartel, pero por el camino, por entrar a una          iglesia a rezar,          se perdió del gurpo. Volvió a presentarse, pero en el viaje se          enfermó y lo          llevaron una noche al hospital y cuando al día siguiente se          repuso ya los demás          se habían ido. Las autoridades le ordenaron que se fuera por su          cuenta a          alcanzar a los otros, pero se encontró con un hombre que le          dijo. "Sígame,          que yo lo llevaré a donde debe ir". Lo siguió y después de mucho          caminar          se dio cuenta de que el otro era un desertor que huía del          ejército, y que se          encontraban totalmente lejos del batallón.
Y          al llegar a un pueblo, Juan María se fue a donde el alcalde a          contarle su caso.          La ley ordenaba pena de muerte a quien desertara del ejército.          Pero el alcalde          que era muy bondadoso escondió al joven en su casa, y lo puso a          dormir en un          pajar, y así estuvo trabajando escondido por bastante tiempo,          cambiándose de          nombre, y escondiéndose muy hondo entre el pasto seco, cada vez          que pasaban por          allí grupos del ejército. Al fin en 1810, cuando Juan llevaba 14          meses de          desertor el emperador Napoleón dio un decreto perdonando la          culpa a todos los          que se habían fugado del ejército, y Vianey pudo volver otra vez          a su hogar. 
Trató          de ir a estudiar al seminario pero su intelecto era romo y duro,          y no lograba          aprender nada. Los profesores exclamaban: "Es muy buena persona,          pero no          sirve para estudiante No se le queda nada". Y lo echaron.
Se          fue en peregrinación de muchos días hasta la tumba de San          Francisco Regis,          viajando de limosna, para pedirle a ese santo su ayuda para          poder estudiar. Con          la peregrinación no logró volverse más inteligente, pero          adquirió valor para no          dejarse desanimar por las dificultades.
El          Padre Balley había fundado por su cuenta un pequeño seminario y          allí recibió a          Vianey. Al principio el sacerdote se desanimaba al ver que a          este pobre          muchacho no se le quedaba nada de lo que él le enseñaba Pero su          conducta era          tan excelente, y su criterio y su buena voluntad tan admirables          que el buen          Padre Balley dispuso hacer lo posible y lo imposible por hacerlo          llegar al          sacerdocio.
Después          de prepararlo por tres años, dándole clases todos los días, el          Padre Balley lo          presentó a exámenes en el seminario. Fracaso total. No fue capaz          de responder a          las preguntas que esos profesores tan sabios le iban haciendo.          Resultado:          negativa total a que fuera ordenado de sacerdote.
Su          gran benefactor, el Padre Balley, lo siguió instruyendo y lo          llevó a donde          sacerdotes santos y les pidió que examinaran si este joven          estaba preparado          para ser un buen sacerdote. Ellos se dieron cuenta de que tenía          buen criterio,          que sabía resolver problemas de conciencia, y que era seguro en          sus          apreciaciones en lo moral, y varios de ellos se fueron a          recomendarlo al Sr.          Obispo. El prelado al oír todas estas cosas les preguntó: ¿El          joven Vianey es          de buena conducta? - Ellos le repondieron: "Es excelente          persona. Es un          modelo de comportamiento. Es el seminarista menos sabio, pero el          más          santo" "Pues si así es - añadió el prelado - que sea ordenado de          sacerdote, pues aunque le falte ciencia, con tal de que tenga          santidad, Dios          suplirá lo demás".
Y          así el 12 de agosto de 1815, fue ordenado sacerdote, este joven          que parecía          tener menos inteligencia de la necesaria para este oficio, y que          luego llegó a          ser el más famoso párroco de su siglo (4 días después de su          ordenación, nació          San Juan Bosco). Los primeros tres años los pasó como          vicepárroco del Padre          Balley, su gran amigo y admirador.
Unos          curitas muy sabios habían dicho por burla: "El Sr. Obispo lo          ordenó de          sacerdote, pero ahora se va a encartar con él, porque ¿a dónde          lo va a enviar,          que haga un buen papel?".
Y el          9 de febrero de 1818 fue envaido a la parroquia más pobre e          infeliz. Se llamaba          Ars. Tenía 370 habitantes. A misa los domingos no asistían sino          un hombre y          algunas mujeres. Su antecesor dejó escrito: "Las gentes de esta          parroquia          en lo único en que se diferecian de los ancianos, es en que ...          están          bautizadas". El pueblucho estaba lleno de cantinas y de          bailaderos. Allí          estará Juan Vianey de párroco durante 41 años, hasta su muerte,          y lo          transformará todo.
El          nuevo Cura Párroco de Ars se propuso un método triple para          cambiar a las gentes          de su desarrapada parroquia. Rezar mucho. Sacrificarse lo más          posible, y hablar          fuerte y duro. ¿Qué en Ars casi nadie iba a la Misa? Pues él          reemplazaba esa          falta de asistencia, dedicando horas y más horas a la oración          ante el Santísimo          Sacramento en el altar. ¿Qué el pueblo estaba lleno de cantinas          y bailaderos?          Pues el párroco se dedicó a las más impresionantes penitencias          para          convertirlos. Durante años solamente se alimentará cada día con          unas pocas          papas cocinadas. Los lunes cocina una docena y media de papas,          que le duran          hasta el jueves. Y en ese día hará otro cocinado igual con lo          cual se          alimentará hasta el domingo. Es verdad que por las noches las          cantinas y los          bailaderos están repletos de gentes de su parroquia, pero          también es verdad que          él pasa muchas horas de cada noche rezando por ellos. ¿Y sus          sermones? Ah, ahí          si que enfoca toda la artillería de sus palabras contra los          vicios de sus          feligreses, y va demoliendo sin compasión todas las trampas con          las que el          diablo quiere perderlos.
Cuando          el Padre Vianey empieza a volverse famoso muchas gentes se          dedican a          criticarlo. El Sr. Obispo envía un visitador a que oiga sus          sermones, y le diga          que cualidades y defectos tiene este predicador. El enviado          vuelve trayendo          noticias malas y buenas.
El          prelado le pregunta: "¿Tienen algún defecto los sermones del          Padre Vianey?          - Sí, Monseñor: Tiene tres defectos. Primero, son muy largos.          Segundo, son muy          duros y fuertes. Tercero, siempre habla de los mismos temas: los          pecados, los          vicios, la muerte, el juicio, el infierno y el cielo". - ¿Y          tienen también          alguna cualidad estos sermones? - pregunta Monseñor-. "Si,          tienen una          cualidad, y es que los oyentes se conmueven, se convierten y          empiezan una vida          más santa de la que llevaban antes".
El          Obispo satisfecho y sonriente exclamó: "Por esa última cualidad          se le          pueden perdonar al Párroco de Ars los otros tres defectos".
Los          primeros años de su sacerdocio, duraba tres o más horas leyendo          y estudiando,          para preparar su sermón del domingo. Luego escribía. Durante          otras tres o más          horas paseaba por el campo recitándole su sermón a los árboles y          al ganado,          para tratar de aprenderlo. Después se arrodillaba por horas y          horas ante el          Santísimo Sacramento en el altar, encomendándo al Señor lo que          iba decir al          pueblo. Y sucedió muchas veces que al empezar a predicar se le          olvidaba todo lo          que había preparado, pero lo que le decía al pueblo causaba          impresionantes          conversiones. Es que se había preparado bien antes de predicar.
Pocos          santos han tenido que entablar luchas tan tremendas contra el          demonio como San          Juan Vianey. El diablo no podía ocultar su canalla rabia al ver          cuantas almas          le quitaba este curita tan sencillo. Y lo atacaba sin compasión.          Lo derribaba          de la cama. Y hasta trató de prenderle fuego a su habitación .          Lo despertaba          con ruidos espantosos. Una vez le gritó: "Faldinegro odiado.          Agradézcale a          esa que llaman Virgen María, y si no ya me lo habría llevado al          abismo".
Un          día en una misión en un pueblo, varios sacerdotes jovenes          dijeron que eso de          las apariciones del demonio eran puros cuentos del Padre Vianey.          El párroco los          invitó a que fueran a dormir en el dormitorio donde iba a pasar          la noche el          famoso padrecito. Y cuando empezaron los tremendos ruidos y los          espantos          diabólicos, salieron todos huyendo en pijama hacia el patio y no          se atrevieron          a volver a entrar al dormitorio ni a volver a burlarse del santo          cura. Pero él          lo tomaba con toda calma y con humor y decía: "Con el patas          hemos tenido          ya tantos encuentros que ahora parecemos dos compinches". Pero          no dejaba          de quitarle almas y más almas al maldito Satanás.
Cuando          concedieron el permiso para que lo ordenaran sacerdote,          escribieron: "Que          sea sacerdote, pero que no lo pongan a confesar, porque no tiene          ciencia para          ese oficio". Pues bien: ese fue su oficio durante toda la vida,          y lo hizo          mejor que los que sí tenían mucha ciencia e inteligencia. Porque          en esto lo que          vale son las iluminaciones del Espíritu Santo, y no nuestra vana          ciencia que          nos infla y nos llena de tonto orgullo.
Tenía          que pasar 12 horas diarias en el confesionario durante el          invierno y 16 durante          el verano. Para confesarse con él había que apartar turno con          tres días de          anticipación. Y en el confesionario conseguía conversiones          impresionantes.
Desde          1830 hasta 1845 llegaron 300 personas cada día a Ars, de          distintas regiones de          Francia a confesarse con el humilde sacerdote Vianey. El último          año de su vida          los peregrinos que llegaron a Ars fueron 100 mil. Junto a la          casa cural había          varios hoteles donde se hospedaban los que iban a confesarse. 
A          las 12 de la noche se levantaba el santo sacerdote. Luego hacía          sonar la          campana de la torre, abría la iglesia y empezaba a confesar. A          esa hora ya la          fila de penitentes era de más de una cuadra de larga. Confesaba          hombres hasta          las seis de la mañana. Poco después de las seis empezaba a rezar          los salmos de          su devocionario y a prepararse a la Santa Misa. A las siete          celebraba el santo          oficio. En los últimos años el Obispo logró que a las ocho de la          mañana se          tomara una taza de leche.
De          ocho a once confesaba mujeres. A las 11 daba una clase de          catecismo para todas          las personas que estuvieran ahí en el templo. Eran palabras muy          sencillas que          le hacían inmenso bien a los oyentes.
A          las doce iba a tomarse un ligerísimo almuerzo. Se bañaba, se          afeitaba, y se iba          a visitar un instituto para jóvenes pobres que él costeaba con          las limosnas que          la gente había traido. Por la calle la gente lo rodeaba con gran          veneración y          le hacían consultas.
De          una y media hasta las seis seguía confesando. Sus consejos en la          confesión eran          muy breves. Pero a muchos les leía los pecados en su pensamiento          y les decía          los pecados que se les habían quedado sin decir. Era fuerte en          combatir la          borrachera y otros vicios.
En          el confesionario sufría mareos y a ratos le parecía que se iba a          congelar de          frío en el invierno y en verano sudaba copiosamente. Pero seguía          confesando          como si nada estuviera sufriendo. Decía: "El confesionario es el          ataúd          donde me han sepultado estando todavía vivo". Pero ahí era donde          conseguía          sus grandes triunfos en favor de las almas.
Por          la noche leía un rato, y a las ocho se acostaba, para de nuevo          levantarse a las          doce de la noche y seguir confesando. 
Cuando          llegó a Ars solamente iba un hombre a misa. Cuando murió          solamente había un          hombre en Ars que no iba a misa. Se cerraron muchas cantinas y          bailaderos. 
En          Ars todos se sentían santamente orgullosos de tener un párroco          tan santo.          Cuando él llegó a esa parroquia la gente trabajaba en domingo y          cosechaba poco.          Logró poco a poco que nadie trabajara en los campos los domingos          y las cosechas          se volvieron mucho mejores.
Siempre          se creía un miserable pecador. Jamás hablaba de sus obras o          éxitos obtenidos. A          un hombre que lo insultó en la calle le escribió una carta          humildísima          pidiendole perdón por todo, como si el hubiera sido quién          hubiera ofendido al          otro. El obispo le envió un distintivo elegante de canónigo y          nunca se lo quiso          poner. El gobierno nacional le concedió una condecoración y él          no se la quiso          colocar. Decía con humor: "Es el colmo: el gobierno condecorando          a un          cobarde que desertó del ejército". Y Dios premió su humildad con          admirables milagros.
El          4 de agosto de 1859 pasó a recibir su premio en la eternidad.
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Fuente: Franciscanos.org 
        Federico Janssoone,            Beato          Presbítero franciscano, 4 de agosto   
              
 Presbítero              Martirologio Romano: En Montreal, en la provincia                      de Quebec, en Canadá, beato Federico Janssoone,                      presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que,                      para el fomento de la fe, promovió las                      peregrinaciones a Tierra Santa (1916).   |           
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Aristarco, Santo          Discipulo de San Pablo, 4 de agosto   
              
 Discípulo de San Pablo              Martirologio Romano: Conmemoración de san                      Aristarco de Tesalónica, que fue discípulo de san                      Pablo, fiel compañero en sus viajes y prisionero con                      él en Roma (s. I).  |           
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Fuente: www.op.com.ar 
        Cecilia Cesarini, Beata          Religiosa, 4 de agosto   
              
 Virgen Dominica              Martirologio Romano: En Bolonia, en la Emilia,                      beata Cecilia, virgen, que recibió el hábito de                      religiosa de manos de santo Domingo, de cuya vida y                      espíritu fue testigo fidelísima (1290). Cecilia Cesarini, nacida en Roma a                    comienzos del siglo XIII, se trasladó en el año de                    1221 de Santa María in Tempulo al monasterio de San                    Sixto, donde conoció a santo Domingo, de cuya                    fisonomía y espíritu dio un testimonio fidelísimo.  |           
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Fuente: Franciscanos.org 
        Enrique Krzysztofik,            Beato          Presbítero y Mártir, 4 de agosto   
              
 Presbítero y Mártir              Martirologio Romano: En el campo de concentración                      de Dachau, cerca de Munich, de Baviera, en Alemania,                      beato Enrique Krzysztofik, presbítero y mártir.                      Deportado durante la guerra desde Polonia a una                      cárcel extranjera por su fe cristiana, acabó entre                      suplicios su martirio (1942). Sacerdote capuchino, profeso desde                    1927. Era guardián y director de estudios del convento                    de Lublin; religioso de extraordinario celo, fe y                    entrega a la causa de Dios. Arrestado el 25 de enero                    de 1940, lo deportaron al campo de Dachau, donde fue                    sostén espiritual de los que sufrían y de los                    moribundos. En su última carta a los seminaristas les                    escribía: "Estoy pavorosamente flaco... Peso 35 kilos.                    Me duelen todos los huesos. Estoy tirado en la cama                    como en la cruz con Cristo. Pero estoy contento de                    estar y sufrir con él. Ruego y ofrezco a Dios estos                    mis sufrimientos por vosotros". Murió el 4 de agosto                    de 1942.  |           
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Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com;          Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es ,          misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/ 
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