JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san            Mateo 19, 16-22
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, se acercó uno a Jesús y le          preguntó: 
          "Maestro, ¿qué debo hacer de bueno para obtener la vida eterna?"
          Jesús le respondió: 
          "¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno sólo es bueno:          Dios. Si          quieres entrar en la vida, observa los mandamientos". 
          El le preguntó: 
          "¿Cuáles?"
          Jesús contestó: 
          "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso          testimonio; honra a tu padre y a tu madre, ama a tu prójimo como          a ti          mismo".
          El joven le dijo: 
          "Todo eso ya lo he cumplido. 
          ¿Qué me falta aún?" 
          Jesús le dijo: 
          "Si quieres ser perfecto, ve a vender todo lo que tienes y          dáselo a los          pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme".          
          Al oír esto, el joven se fue muy triste porque poseía muchos          bienes.
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y          comunidad-comunión. Con Dios es          igual: las "palabras          de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario visitarse,          y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en          la Eucaristía,          que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer          la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d)          pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la          salvación del          mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación:          http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del              Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en              vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos            en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión)            con el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          "Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso".            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser felices            para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección            del amor, es            necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide            la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar            debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo,              come y bebe su propia              condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados            mortales? no            confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989),            no comulgar al            menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos            no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a            decidir, derechos            (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación            natural sin causa            grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por            iglesia, demorar en            bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón,            borrachera,            drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de            venganza, ver            pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado,            etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados            mortales objetivamente,            pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay            excusa.
† Misal
lun          20a. Ordinario año Par
      Antífona de Entrada
      Yo soy              la salvación del pueblo, dice el Señor. Cuando me llamen              desde el peligro, yo              los escucharé, y seré para siempre su Dios.
Oración            Colecta
      Oremos:
            Dios nuestro, que has puesto la plenitud de la ley en el amor            a ti y al            prójimo; concédenos cumplir tus mandamientos para llegar así a            la vida eterna.
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén.
Primera            Lectura
      Ezequiel              les servirá de señal; ustedes harán lo mismo que él ha hecho
Lectura              del libro del profeta Ezequiel 24, 15-24
Recibí esta palabra del            Señor: 
            "Hijo de hombre, voy a quitarte de repente a la que es la            delicia de tus            ojos; pero tú no te lamentes, no llores, no derrames lágrimas.            Suspira en            silencio, no hagas duelo, colócate el turbante en la cabeza,            cálzate las sandalias,            no te tapes la barba, no comas lo que te ofrezcan tus vecinos            en día de            duelo".
            Yo había hablado al pueblo por la mañana, y por la tarde murió            mi esposa. Al            día siguiente hice lo que se me había mandado. El pueblo me            dijo: 
            "¿Explícanos qué significa para nosotros lo que estás            haciendo".
            Yo les respondí: 
            "He recibido esta palabra del Señor: Dile al pueblo de Israel:            Esto dice            el Señor: Voy a profanar mi santuario, del que están tan            orgullosos, la delicia            de sus ojos, el amor de su vida. Los hijos e hijas que dejaron            en Jerusalén,            caerán a espada. 
            Entonces harán como yo he hecho: no se taparán la barba, no            comerán lo que les            ofrezcan sus vecinos en día de duelo. Llevarán el turbante en            la cabeza y las            sandalias en los pies; no se lamentarán ni llorarán, sino que            se irán            consumiendo a causa de sus maldades y gemirán unos con otros.            Ezequiel será            para ustedes un símbolo: cuando esto suceda, harán lo que él            ha hecho, y            reconocerán que yo soy el Señor".
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
      Dt 32,              18-19.20.21
Abandonaron              a Dios, que les dio la vida.
Despreciaste            a la Roca que te engendró y olvidaste al Dios que te dio a            luz. Lo vio el Señor            y rechazó, lleno de ira, a sus hijos y a sus hijas.
            Abandonaron a Dios, que les dio la vida.
Dijo:            "Voy a ocultarles mi rostro y veré qué suerte les espera; pues            es una raza            pervertida, hijos sin libertad.
            Abandonaron a Dios, que les dio la vida.
Me han            dado celos con un dios que no es dios, me han irritado con sus            ídolos vacíos.            Pues yo les daré celos con un pueblo que no es pueblo, los            irritaré con una            nación necia".
            Abandonaron a Dios, que les dio la vida.
Aclamación            antes del Evangelio
      Aleluya, aleluya.
            Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino            de los cielos.
            Aleluya.
Evangelio
      Si quieres ser perfecto,              vende lo que tienes y tendrás un tesoro en el cielo
† Lectura del santo              Evangelio según san Mateo 19, 16-22
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, se acercó            uno a Jesús y le preguntó: 
            "Maestro, ¿qué debo hacer de bueno para obtener la vida            eterna?"
            Jesús le respondió: 
            "¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno sólo es bueno:            Dios. Si            quieres entrar en la vida, observa los mandamientos". 
            El le preguntó: 
            "¿Cuáles?"
            Jesús contestó: 
            "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás            falso            testimonio; honra a tu padre y a tu madre, ama a tu prójimo            como a ti            mismo".
            El joven le dijo: 
            "Todo eso ya lo he cumplido. 
            ¿Qué me falta aún?" 
            Jesús le dijo: 
            "Si quieres ser perfecto, ve a vender todo lo que tienes y            dáselo a los            pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Luego ven y            sígueme". 
            Al oír esto, el joven se fue muy triste porque poseía muchos            bienes.
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración            sobre las Ofrendas
      Acepta, Señor, las ofrendas            de tu pueblo, para que alcance en el sacramento eucarístico            los bienes en que            ha creído por la fe.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Prefacio
      Proclamación del misterio de              Cristo
En verdad es justo y            necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre            y en todo lugar,            Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo,            Señor nuestro.
            Porque, unidos en la caridad, celebramos la muerte de tu Hijo,            con fe viva            proclamamos su resurrección, y con esperanza firme anhelamos            su venida            gloriosa.
            Por eso, 
            con todos los ángeles y santos, te alabamos, proclamando sin            cesar:
Antífona de la Comunión
      Yo soy              el Buen Pastor, dice el Señor, que conozco a mis ovejas y              mis ovejas me              conocen.
Oración después de la Comunión
      Oremos:
            Que tu auxilio, Señor, nos acompañe siempre a los que            alimentas con tus            sacramentos, para que por ellos y en nuestra propia vida            recibamos los frutos            de la redención.
          Por            Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén
Dia          18/08 Santa Elena          (santa, blanco)
      Antífona          de Entrada
      Alabemos a esta mujer santa que construyó            su casa en el amor, vivió en            santo temor de Dios y cumplió siempre su voluntad.
Oración          Colecta
      Dios nuestro, recompensa de los humildes,          que en santa Elena has dejado          a tu Iglesia un ejemplo sublime de amor y de paciencia;          concédenos, por su          intercesión, saber llevar serenamente nuestra cruz y amarte más          cada día.
          Por nuestro Señor Jesucristo...
          Amén.
Primera          Lectura
      Que los dos juntos vivamos felices hasta            la vejez
Lectura del libro de Tobías 8, 5-10
La noche de su boda, Tobías dijo a Sara:
          "Somos descendientes de un pueblo de santos, y no podemos          unirnos como los          paganos que no conocen a Dios".
          Se levantaron los dos y, juntos, se pusieron a orar con fervor.          Pidieron a Dios          su protección.
          Tobías dijo:
          "Señor, Dios de nuestros padres, que te bendigan el cielo y la          tierra, el          mar, las fuentes, los ríos y todas las criaturas que en ellos se          encuentran.
          Tú hiciste a Adán del barro de la tierra y le diste a Eva como          ayuda. Ahora,          Señor, tú lo sabes: si yo me caso con esta hija de Israel no es          para satisfacer          mis pasiones, sino solamente para fundar una familia en la que          se bendiga tu          nombre por siempre".
          Y Sara, a su vez, dijo:
          "Ten compasión de nosotros, Señor, ten compasión. Que los dos          juntos          vivamos felices hasta nuestra vejez".
          Palabra de Dios.
          Te alabamos, Señor.
Salmo          Responsorial
      Del salmo 130
Guarda mi alma en la paz, junto a ti,            Señor.
Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis          ojos altaneros; no pretendo          grandezas que superan mi capacidad.
          Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.
Sino que acallo y modero mis deseos, como un          niño en brazos de su madre.
          Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.
Espere Israel en el Señor, ahora y por          siempre.
          Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.
Aclamación          antes del          Evangelio
      Aleluya, aleluya.
          Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros          como yo los he          amado, dice el Señor.
          Aleluya.
†          Evangelio
      Has escondido estas cosas a los sabios y            las has revelado a la gente            sencilla
Lectura del santo Evangelio según san            Mateo 11, 25-30
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús exclamó:
          "Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has          escondido          estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la          gente          sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha          entregado mi          Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce          al Padre sino el          Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
          Vengan a mí todos los que estén cansados y agobiados y yo los          aliviaré. Carguen          con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de          corazón, y encontrarán          nuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga          ligera".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración          sobre las Ofrendas
      Mira, Señor, con bondad, los dones que tu          pueblo te presenta en honor de          santa Elena, y haz que esta Eucaristía nos dé fuerzas para          progresar por el          camino de nuestra salvación.
          Por Jesucristo, nuestro Señor.
          Amén.
Prefacio
      La gloria de los santos
En verdad es justo darte gracias y deber          nuestro glorificarte, Padre          santo.
          Porque tu gloria resplandece en cada uno de los Santos, ya que,          al coronar sus          méritos, coronas tus propios dones. Con su vida, nos          proporcionas ejemplo;          ayuda, con su intercesión, y por la comunión con ellos, nos          haces participar de          sus bienes, para que, alentados por testigos tan insignes,          lleguemos          victoriosos al fin de la carrera y alcancemos con ellos la          corona inmortal de          la gloria, por Cristo, Señor nuestro.
          Por eso,
          con los ángeles y arcángeles y con la multitud de los santos, te          cantamos un          himno de alabanza diciendo sin cesar:
Antífona          de la Comunión
      Todo el que cumple la voluntad de mi            Padre, que está en el cielo, ése es            mi hermano, mi hermana y mi madre, dice el Señor.
Oración          después de la          Comunión
      Oremos:
          Reconfortados con el pan del cielo, imploramos, Señor, de tu          bondad que a          cuantos nos llena de alegría el recuerdo de santa Elena, nos          concedan el perdón          de las culpas, la salud de los cuerpos, la gracia del alma y la          gloria eterna.
        Por          Jesucristo,          nuestro Señor.
          Amén
† Meditación          diaria
20ª          semana. Lunes
ALEGRÍA          Y GENEROSIDAD
— El          joven rico. La alegría de la entrega.
— El          Señor pasa y pide.
— La          tristeza hace mucho daño al alma. Buscar la alegría a través de          la generosidad.
I.          Después de bendecir a unos niños, Jesús partió de aquel lugar, y          cuando estaba          en camino llegó un joven, se postró de rodillas1 y le          preguntó: Maestro,            ¿qué cosas buenas debo hacer para alcanzar la vida eterna?          Jesús, de pie,          contempla a aquel joven con una gran esperanza; los discípulos,          que se han          detenido, callan y miran. La escena, recogida en el Evangelio de          la Misa2,          es de una gran belleza. Quizá el joven ha escuchado a Jesús en          alguna otra          ocasión, y hasta ahora no se ha atrevido a comunicarse          directamente con Él; en          su alma hay deseos de entrega, de amar más..., quizá está          insatisfecho con su          vida. Por eso, cuando el Señor le dice que debe guardar los          Mandamientos, él          dice que ya los cumple, y pregunta: Quid adhuc mihi deest?            ¿Qué me falta            aún? Es la pregunta que tantos y tantas se han hecho al          comprobar que no          les llena la vida que llevan.
Jesús,          tan atento a los menores movimientos de las almas, se conmovió          al contemplar          los deseos y la limpieza de aquel corazón. Fue entonces cuando          le dirigió la          mirada de la que nos habla San Marcos, y lo amó3. La          mirada de          Jesús, una mirada honda, imborrable, es por sí sola una llamada.          Y le invitó a          seguirle dejando atrás todos sus tesoros. Es una invitación a          dejar libre el          corazón para llenarlo todo de Dios. Se trata de cambiar el amor          a los bienes          por el amor a Jesús, se trata de dejar las posesiones materiales          para          enriquecerse, de una manera real y efectiva, con bienes eternos4.
No fue          generoso este joven: se quedó con sus riquezas, de las que          disfrutaría unos          años, y perdió a Jesús, a quien tenemos para siempre, tesoro          infinito, en este          mundo y en la eternidad. En su egoísmo, el joven rico no          esperaba esta          respuesta del Maestro. Los planes de Dios no coinciden          generalmente con los          nuestros, con los que proyectamos en la imaginación, con          aquellos que fabrica          la vanidad o el egoísmo. Los planes divinos, forjados desde la          eternidad para          nosotros, son los más bellos que nunca pudimos imaginar, aunque          alguna vez nos          desconcierten.
Al oír          el joven estas palabras de Jesús se marchó triste, pues tenía            muchas            posesiones. Todos vieron cómo resistía aquella amable y          amorosa invitación          del Señor y se marchaba con la huella de la tristeza en la cara.          Posiblemente,          más tarde, este joven encontraría falsas justificaciones a su          falta de          generosidad, que le devolverían al menos la tranquilidad perdida          (nunca la paz,          que es fruto de la entrega): quizá pensó que era muy joven, o          que más tarde          vería todo con más claridad y buscaría al Maestro... ¡Qué          fracaso! ¡Qué ocasión          desaprovechada!, pues a Jesús, o se le sigue o se le pierde.          Cada encuentro con          Él lleva consigo unas claras exigencias, y también un gran          enriquecimiento de          toda la persona. Jesús nunca nos deja indiferentes.
Una vez          que alguien ha sentido posarse sobre él la mirada del Señor, ya          nunca la          olvida, ya no es posible vivir como antes. La alegría es fruto          de la          generosidad, de responder a las sucesivas llamadas que a cada          uno en su estado          dirige Cristo que pasa. La vida se llena de gozo y de paz en esa          disponibilidad          absoluta ante la voluntad de Dios que se manifiesta en momentos          bien precisos          de nuestra vida; quizá ahora.
II.          "Aquel muchacho rechazó la insinuación, y cuenta el Evangelio          que abiit            tristis (Mt 19, 22), que se retiró entristecido          (...): perdió la          alegría porque se negó a entregar su libertad a Dios"5.          Libertad          que, si no le había servido para llegar a la meta, a Cristo que          pasaba por su          vida, para bien poco habría ya de servirle.
La          tristeza nace en el corazón, como una planta dañina, cuando nos          alejamos de          Cristo, cuando le negamos aquello que de una vez, o poco a poco,          nos va          pidiendo, cuando nos falta generosidad. Esta mala enfermedad del          alma "es un          vicio causado por el amor desordenado de sí Mismo"6.          Puede haber          enfermedad, puede existir cansancio y dolor, pero la tristeza          del corazón es          distinta. En su origen encontramos siempre la soberbia y el          egoísmo: detrás de          esa desgana, sin causa aparente, en el propio quehacer, puede          estar la          imposibilidad de afirmar el propio criterio, la propia          personalidad, la          vanidad; detrás de ese dolor puede esconderse la rebeldía de no          querer aceptar          la voluntad de Dios; en ese desaliento, al ver una y otra vez          las propias          faltas, puede ocultarse más la humillación sufrida que el dolor          por haber          ofendido al Señor... "Si Dios me ha perdonado, si su amor          misericordioso,          siempre presente, se vuelca en mí, ¿cómo puedo estar yo triste?          Si alguien          alimentara su tristeza en el dolor de sus pecados, agarrado a su          culpa, ese          hombre debe saber que se trata posiblemente de un pretexto y,          siempre, de un          error"7. Las mismas faltas y pecados nos deben llevar          a la alegría          del arrepentimiento y del amor que nace de nuevo con más fuerza          aún.
El          Señor pasa cerca de nuestra vida en incontables ocasiones.          Alguna vez nos          pedirá mucho, para darnos más; otras, cosas pequeñas: el          cumplimiento del          deber, llevar a cabo en la hora prevista las prácticas de piedad          que tenemos          señaladas en nuestro plan de vida, sin dar cabida a la pereza;          mortificar la          imaginación y el recuerdo en asuntos banales; vivir con esmero          la caridad con          quienes están a nuestro lado; indicar con afabilidad la          dirección que nos han          pedido... Quizá se presente el Señor –tal vez cuando menos lo          esperábamos– para          invitarnos a seguirle aún más de cerca, quizá sin abandonar          nuestros quehaceres          en medio del mundo, pero con la plena entrega del corazón, según          el propio          estado, sin poner límites ni condiciones. "Hay que saber          entregarse, arder delante          de Dios como esa luz, que se pone sobre el candelero, para          iluminar a los hombres          que andan en tinieblas; como esas lamparillas que se queman          junto al altar, y          se consumen alumbrando hasta gastarse"8. Y esto nos          lo pide a todos:          cada uno en su lugar y en el estado al que es llamado, en la          peculiar vocación          que de Dios ha recibido. Esta vocación es el asunto más          importante de la vida,          y, una vez conocida, el negocio en el que debemos empeñarnos con          tenacidad, con          la ayuda de la gracia, hasta el último instante de nuestros          días.
III. Se            marchó triste. Nada más sabemos de él. Su historia termina          envuelta en un          manto de tristeza; quizá podría haber sido uno de los Doce.          Pero no          quiso; y Jesús respetó su libertad. Una libertad que no supo          emplear. "El          mercader –comenta San Basilio– no se entristece gastando en las          ferias lo que          posee para adquirir sus mercancías; pero tú (hace referencia a          este joven rico)          te entristeces dando polvo a cambio de la vida eterna"9:          prefirió          conservar el polvo –eso son todas las posesiones y riquezas– en          vez de elegir          la vida perdurable que le ofrecía Cristo, prefirió quedarse con          el polvo en que          se convirtieron estas al cabo de unos años, no demasiados.
La          tristeza hace mucho daño al alma. Como la polilla al vestido            y la carcoma a            la madera, así la tristeza daña el corazón del hombre10,          y          predispone al mal. Por eso hemos de luchar enseguida, si alguna          vez hiciera su          aparición en el alma: Anímate, pues, y alegra tu corazón, y            echa lejos de ti            la congoja; porque a muchos mató la tristeza. Y no hay            utilidad alguna en ella11.          De ese estado solo cabe esperar males.
Si          nuestra vida consiste realmente en seguir a Cristo, es lógico          que siempre          estemos alegres: es la única alegría verdadera del mundo, sin          límite y sin          medida; compatible, por otra parte, con el dolor, con la          enfermedad, con el          fracaso... "La alegría cristiana excluye de modo definitivo y          combate          implacablemente toda tristeza enfermiza o imaginaria: la          envidia, el          desaliento, el repliegue sobre sí mismo no pueden emparejarse          con ella, y uno          de sus beneficios es el de excluir todas esas penas, llenas de          veneno y fuentes          de muerte"12.
Un alma          triste está a merced de muchas tentaciones. ¡Cuántos pecados han          tenido su          origen en la tristeza! ¡Cuántos ideales ha roto! Si alguna vez          sentimos el          zarpazo de la tristeza, examinemos su causa con sinceridad en la          oración.          Muchas veces encontraremos falta de generosidad con Dios o con          los demás.          ""Laetetur cor quaerentium Dominum" —Alégrese el corazón de los          que buscan al          Señor.
"—Luz,          para que investigues en los motivos de tu tristeza"13.          Preguntémonos, si esa situación llegara, y ahora, porque siempre          podemos crecer          en alegría, si estamos buscando seriamente al Señor en lo que          cada día nos sucede,          en la oración, en el empeño por mantener la presencia de Dios.          Examinemos          nuestra generosidad con los demás: a la hora de interesarnos por          su salud, por          sus ilusiones, en el sacrificio pequeño pero continuo que exige          una fraternidad          bien vivida, en los bienes y talentos que poseemos...
Si          alguna vez nos sentimos con el alma entristecida, preguntémonos:          ¿en qué no          estoy yo siendo generoso con Dios?, ¿en qué no soy desprendido          con los demás?,          ¿me preocupo excesivamente de mí mismo, de mis cosas, de mi          salud, de mi          futuro, de mis pequeñeces?... Es posible que encontremos          enseguida la causa y          el remedio. Mientras tanto, procuremos afinar en el trato con el          Señor,          intentemos darnos sin cálculo a quienes están cerca, aunque sea          en pequeños          servicios; abramos el corazón a quien nos conoce y aprecia, a          quien tenemos encomendada          la dirección espiritual del alma.
Con la          alegría que Cristo nos da, hacemos mucho bien a nuestro          alrededor. Comunicarla          a los demás será frecuentemente una de las mayores muestras de          caridad hacia          ellos. Muchas personas pueden encontrar a Dios en esa alegría          honda; procuremos          no perderla. Santa María, Causa de nuestra alegría,          ruega por nosotros,          concédenos seguir a Cristo de cerca, danos la gracia de no          volverle nunca la          espalda, ni siquiera en lo pequeño de todos los días.
1 Cfr.            Mc 10, 17. — 2 Mt 19, 16-22. — 3 Mc          10, 21. — 4          Cfr. M. J. Indart, Jesús en su mundo, p. 251. — 5          San Josemaría          Escrivá, Amigos de Dios, 24. — 6 Santo Tomás, Suma            Teológica,          2-2, q. 28, a. 4, ad 1. — 7 C. López Pardo, Sobre la            vida y la muerte,          Rialp, Madrid 1973, p. 157. — 8 San Josemaría Escrivá, Forja,          n.          44. — 9 San Basilio, en Catena Aurea, vol. VI,          p. 313. — 10          Prov 25, 20. — 11 Ecl 30, 24-25. — 12          J. M. Perrin,          El evangelio de la alegría, Rialp, Madrid 1962, pp.          59-60. — 13          San Josemaría Escrivá, Camino, n. 666.
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
              Santa Elena               |           
Elena  significa:          "antorcha resplandeciente".
Esta          gran santa se ha hecho famosa          por haber sido la madre del emperador que les concedió la          libertad a los          cristianos, después de tres siglos de persecución, y por haber          logrado          encontrar la Santa              Cruz de Cristo en Jerusalén.
Nació          ella en el año 270 en Bitinia          (hacia el sur de Rusia, junto al Mar Negro). Era hija de un          hotelero, y          especialmente hermosa.
Y sucedió          que llegó por esas tierras          un general muy famoso del ejército romano, llamado Constancio          Cloro y se          enamoró de Elena y se casó con ella. De su matrimonio nació un          niño llamado          Constantino que se iba a hacer célebre en la historia por ser el          que concedió          la libertad a los cristianos.
Cuando          ya llevaban un buen tiempo          de matrimonio sucedió que el emperador de Roma, Maximiliano,          ofreció a          Constancio Cloro nombrarlo su más cercano colaborador, pero con          la condición de          que repudiara a su esposa Elena y se casara con la hija de          Maximiliano.          Constancio, con tal de obtener tan alto puesto repudió a Elena.          Y así ella tuvo          que estar durante 14 años abandonada y echada a un lado. Pero          esto mismo la          llevó a practicar una vida de santidad.
Pero al          morir Constancio Cloro, fue          proclamado emperador por el ejército el hijo de Elena,          Constantino, y después          de una fulgurante victoria obtenida contra los enemigos en el          puente Milvio en          Roma (antes de la cual se cuenta que Constantino vio en sueños          que Cristo le          mostraba una cruz y le decía: "Con este signo            vencerás"), el          nuevo emperador decretó que          la religión católica tendría en adelante plena libertad (año          313) y con este          decreto terminaron tres siglos de crueles y sangrientas          persecuciones que los          emperadores romanos habían hecho contra la Iglesia de Cristo.
Constantino          amaba inmensamente a su          madre Elena y la nombró Augusta o emperatriz, y mandó hacer          monedas con la          figura de ella, y le dio plenos poderes para que empleara el          dinero del          gobierno en las obras buenas que ella quisiera.
Elena,          que se había convertido al          cristianismo, se fue a Jerusalén, y allá, con los obreros, que          su hijo, el          emperador, le proporcionó, se dedicó a excavar en el sitio donde          había estado          el monte Calvario y allá encontró la cruz en la cual habían          crucificado a          Jesucristo (por eso la pintan con una cruz en la mano).
Dice          San Ambrosio que Santa Elena          aunque era la madre del emperador, vestía siempre con mucha          sencillez y se          mezclaba con la gente pobre y aprovechaba de todo el dinero que          su hijo le daba          para hacer limosnas entre los necesitados. Que era supremamente          piadosa y          pasaba muchas horas en el templo rezando.
En          Tierra Santa hizo construir tres          templos: uno en el Calvario, otro en el monte de los Olivos y el          tercero en Belén.
Gastó          su vida en hacer obras buenas          por la religión y los pobres, y ahora reina en el cielo y ruega          por nosotros          que todavía sufrimos en la tierra.
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Fuente:          http://www.egrupos.net/grupo/caminando-con-jesus          
        Padre Alberto Hurtado            Cruchaga          Fundador del HOGAR DE CRISTO, 18 de agosto   
              
 Sacerdote Jesuita Chileno Martirologio                    Romano: En Santiago de Chile, beato Alberto                    Hurtado Cruchaga, presbítero de la Compañía de Jesús,                    que fundó una obra para que los pobres que carecen de                    techo y los vagabundos, sobre todo niños, pudieran                    encontrar un verdadero y familiar hogar (1952).  |           
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Fuente: Santiebeati.it 
        Reinaldo de Concorégio,            Beato          Obispo, 18 de agosto   
              
 Obispo              Martirologio Romano: En Ravena, en la Romaniola, beato                      Reinaldo de Concorégio, obispo, ilustre por su celo,                      prudencia y caridad (1321) De la noble familia de los De                    Concorégio, nació en Milán entre los años 1240 y 1250;                    de su juventud no se sabe nada, lo encontramos ya en                    la universidad de Bolonia donde algunos ciudadanos de                    Lodi le proponen, que a partir de octubre de 1287, sea                    el profesor de Derecho en su ciudad; en el mayo de                    1287, el obispo de Lodi le pide su opinión sobre                    algunos temas legales, esto nos hace entender que gozó                    de fama de jurisconsulto y en efecto tuvo el título                    académico de ´magister´ en 1295. responsable de la                  traducción: Xavier Villalta 
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Fuente:          ar.geocities.com/misa_tridentina01 
        Floro, Lauro y            compañeros, Santos          Mártires, 18 de agosto   
              
 Mártires Martirologio                    Romano: En la Iliria, los santos Mártires                    Floro y Lauro, canteros, los cuales, en tiempo del                    prefecto Licinio, después del martirio de sus maestros                    Próculo y Máximo, ambos, al cabo de muchos tormentos,                    fueron sumergidos en un pozo profundo.   |           
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Fuente: Franciscanos.net 
        Paula Montaldi, Beata          Abadesa Clarisa, 18 de agosto   
              
 Abadesa Clarisa              Martirologio Romano: En Mantua, de la Lombardía, beata Paula                      Montaldi, virgen, abadesa de la Orden de las                      Clarisas, que se distinguió por su devoción a la                      pasión del Señor y por su constante oración y                      austeridad (1514). Paula Montaldi nació en Volta Mantovana                      en 1443. De sólo quince años, en 1458, ingresó en el                      monasterio de las Hermanas Clarisas, de Santa Lucía                      en Mantua, donde por largos años fue abadesa. La                      Pasión de Jesús era el objeto más familiar de sus                      conversaciones, como también de sus meditaciones y                      contemplaciones. Fue devotísima de la Eucaristía.                      Llevó una vida muy austera, llevaba cilicio, se                      flagelaba y ayunaba, siempre feliz en las                      humillaciones, en el trabajo y en las fatigas.  |           
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Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com;          Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es ,          misalpalm.com, Catholic.net
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