JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san            Mateo 16, 21-27
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, comenzó Jesús a anunciar a          sus discípulos que tenía que          ir a Jerusalén para padecer allí mucho por parte de los          ancianos, de los sumos          sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser condenado a          muerte y resucitar          al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y trató de disuadirlo,          diciéndole:
          "No lo permita Dios, Señor. Eso no te puede sucede a ti".
          Pero Jesús, volviéndose a Pedro le dijo: 
          "¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi          
          camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de          los          hombres!"
          Luego Jesús dijo a sus discípulos: 
          "El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome          su cruz y          me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el          que pierda su          vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el          mundo entero, si          pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla?          Porque el Hijo          del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en          compañía de sus          ángeles, y entonces le dará a cada uno lo que merecen sus          obras".
          Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y          comunidad-comunión. Con Dios es          igual: las "palabras          de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario visitarse,          y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en          la Eucaristía,          que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer          la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d)          pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la          salvación del          mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación:          http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del              Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en              vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos            en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión)            con el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          "Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso".            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser felices            para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección            del amor, es            necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide            la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar            debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo,              come y bebe su propia              condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados            mortales? no            confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989),            no comulgar al            menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos            no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a            decidir, derechos            (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación            natural sin causa            grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por            iglesia, demorar en            bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón,            borrachera,            drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de            venganza, ver            pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado,            etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados            mortales objetivamente,            pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay            excusa.
† Misal
22o.          Dom Ord Ciclo A
      Antífona de Entrada
      Dios              mío, ten piedad de mí, pues sin cesar te invoco. Tú eres              bueno y clemente y no              niegas tu amor al que te invoca.
Oración Colecta
      Oremos:
            Dios misericordioso, de quien procede todo lo bueno, 
            inflámanos con tu amor y acércanos más a ti, a fin de que 
            podamos crecer en tu gracia y perseveremos en ella.
            Por nuestro Señor Jesucristo... 
            Amén.
Primera            Lectura
      Soy              objeto de burla por anunciar la palabra del Señor
Lectura              del libro del profeta Jeremías 20, 7-9
Me sedujiste, Señor, y me            dejé seducir; fuiste más fuerte que yo y me venciste. He sido            el hazmerreír de            todos, días tras día se burlan de mí. Desde que comencé a            hablar, he tenido que            anunciar a gritos violencia y destrucción. Por anunciar la            palabra del Señor,            me he convertido en objeto de oprobio y de burla todo el día.            He llegado a            decirme: 
            "Ya no me acordaré del Señor ni hablaré más en su nombre". 
            Pero había en mí como un fuego ardiente, encerrado en mis            huesos; yo me            esforzaba por contenerlo y no podía.
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
      Del              salmo 62
Señor,              mi alma tiene sed de ti.
Señor,            tú eres mi Dios, a ti busco; de ti sedienta está mi alma.            Señor, todo mi ser te            añora como el suelo reseco añora el agua.
            Señor, mi alma tiene sed de ti.
Para            admirar tu gloria y poder, con este afán te busco en tu            santuario. Pues mejor            es tu amor que la existencia; siempre Señor, te alabarán mis            labios.
            Señor, mi alma tiene sed de ti.
Podré            así bendecirte mientras viva y levantar en oración mis manos.            De lo mejor se            saciará mi alma; te alabaré con júbilos de labios.
            Señor, mi alma tiene sed de ti.
Porque            fuiste mi auxilio y a tu sombra, Señor, canto con gozo. A ti            se adhiere mi alma            y tu diestra me da seguro apoyo.
            Señor, mi alma tiene sed de ti.
Segunda            Lectura
      Ofrézcanse              ustedes mismos como una ofrenda viva
Lectura              de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 12, 1-2
Hermanos: Por la            misericordia que Dios les ha manifestado, los exhorto a que se            ofrezcan ustedes            mismos como una ofrenda viva, santa y agradable a Dios, porque            en esto consiste            el verdadero culto. No se dejen transformar por los criterios            de este mundo,            sino dejen que una nueva manera de pensar los transforme            internamente, para que            sepan distinguir cuál es la voluntad de Dios, es decir, lo que            es bueno, lo que            le agrada, lo perfecto.
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Aclamación            antes del Evangelio
      Aleluya, aleluya.
            Que el Padre de nuestro Señor, Jesucristo ilumine nuestras            mentes para que            podamos comprender cuál es la esperanza que nos da su            llamamiento.
            Aleluya.
Evangelio
      El que quiera venir conmigo,              que se niegue a sí mismo
† Lectura del santo              Evangelio según san Mateo 16, 21-27
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, comenzó            Jesús a anunciar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén            para padecer            allí mucho por parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes            y de los            escribas; que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al            tercer día. Pedro            se lo llevó aparte y trató de disuadirlo, diciéndole:
            "No lo permita Dios, Señor. Eso no te puede sucede a ti".
            Pero Jesús, volviéndose a Pedro le dijo: 
            "¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en            mi 
            camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de            los            hombres!"
            Luego Jesús dijo a sus discípulos: 
            "El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que            tome su cruz y            me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero            el que pierda su            vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el            mundo entero, si            pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla?            Porque el Hijo            del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en            compañía de sus            ángeles, y entonces le dará a cada uno lo que merecen sus            obras".
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración de los Fieles
      Celebrante:
            Hermanos y hermanas: Pidamos al Señor atender a las súplicas            de su pueblo:
            Respondemos, a cada petición: Escúchanos, Padre.
Tengamos presente en            nuestras oraciones a la Iglesia santa, católica y apostólica,            para que el Señor            la haga crecer en la fe, la esperanza y la caridad, roguemos            al Señor.
            Escúchanos, Padre.
Oremos por los pecadores,            por los encarcelados, por los enfermos y por los que están            lejos de sus hogares            para que el Señor los proteja, los libre, les devuelva la            salud y los consuele,            roguemos al Señor. 
            Escúchanos, Padre.
Oremos por las almas de            todos los difuntos para que Dios, en su bondad, quiera            admitirlos en el coro de            los santos y de los elegidos, roguemos al Señor. 
            Escúchanos, Padre.
Pidamos también por los que            nos disponemos a celebrar la Eucaristía, para que el Señor            perdone nuestras culpas,            otorgue sus premios a los que ejercerán los diversos            ministerios y dé la            salvación a todos aquellos por los que ofrecemos nuestro            sacrificio, roguemos            al Señor. 
            Escúchanos, Padre.
Celebrante:
            Escucha, Señor, las oraciones de tu pueblo y renuévanos con tu            Espíritu de            verdad para que nunca nos dejemos engañar por las seducciones            del mundo; y,            como verdaderos discípulos de tu Hijo, sepamos discernir lo            bueno, lo que            agrada, lo perfecto, y carguemos con la cruz acompañando a            Cristo, nuestra            esperanza.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Oración            sobre las Ofrendas
      Acepta, Señor, los dones que            te presentamos y realiza en nosotros con el poder de tu            Espíritu, la obra            redentora que se actualiza en esta Eucaristía. 
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Prefacio
      Historia de la salvación
En verdad es justo y            necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre            y en todo lugar,            Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo,            Señor nuestro.
            Porque él, con su nacimiento, restauró nuestra naturaleza            caída; con su muerte,            destruyó nuestro pecado; al resucitar, nos dio nueva vida; y            en su ascensión,            nos abrió el camino de tu Reino.
            Por eso,
            con los ángeles y los santos, te cantamos el himno de alabanza            diciendo sin            cesar:
Antífona de la Comunión
      Qué              grande es la delicadeza del amor que tienes reservado,              Señor, para tus hijos.
Oración después de la Comunión
      Oremos:
            Te rogamos, Señor, que este sacramento con que nos has            alimentado, nos haga            crecer en tu amor y nos impulse a servirte en nuestros            prójimos. 
          Por            Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén
† Meditación          diaria
Vigésimo          segundo Domingo
          ciclo a
CONTAR          CON LA CRUZ
— Sin          sacrificio no hay amor. Necesidad de la Cruz y de la          mortificación.
— El          paganismo contemporáneo y la búsqueda del bienestar material a          cualquier coste.          El miedo a todo lo que pueda causar sufrimiento.
— ¿De            qué sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?
I. El          Evangelio de la Misa1 nos presenta a Jesús poco          después de la          confesión de la divinidad del Señor por Pedro. En ese momento,          el Maestro hizo          una gran alabanza del discípulo: Bienaventurado eres, Simón,            hijo de Juan,            porque no te ha revelado eso la carne ni la sangre, sino mi            Padre que está en            los Cielos2. Después lo constituyó fundamento          de su Iglesia.          Ahora Jesús comenzó a anunciar a sus más íntimos que era preciso          ir Él a          Jerusalén para padecer mucho por parte de los judíos y          finalmente morir para          resucitar al día tercero.
Los          Apóstoles no entendían bien este lenguaje, pues tenían todavía          una imagen          temporal del Reino de Dios. Entonces, Pedro, tomándolo            aparte, se puso a            reprenderle diciendo: Lejos de Ti, Señor, de ningún modo te            ocurrirá eso.          Llevado por su inmenso cariño por Jesús, Simón trató de          apartarlo del camino de          la Cruz, sin comprender todavía que esta es un gran bien para la          humanidad y la          suprema muestra de amor de Dios por nosotros. "Pedro razonaba          humanamente          –comenta San Juan Crisóstomo–, y concluía que todo aquello –la          Pasión y la          Muerte– era indigno de Cristo, y reprobable"3.
Pedro          mira con ojos demasiado humanos la misión de Cristo en la          tierra, y no llega a          entender la voluntad expresa de Dios para que la Redención se          hiciera mediante          la Cruz y que "no hubo medio más conveniente de salvar nuestra          miseria"4.          El Señor responde al discípulo con una gran fuerza, le trata          como lo hizo con          el tentador en el desierto: ¡Apártate de Mí, Satanás! Eres            escándalo para            Mí, pues no sientes las cosas de Dios sino las de los hombres.
En          Cesarea, Pedro había hablado movido por el Espíritu Santo; ahora          lo hace          llevado por miras humanas y terrenas. La predicación de la Cruz,          de la          mortificación, del sacrificio, como un bien, como medio de          salvación, chocará          siempre con quienes la miren, como Pedro en esta ocasión, con          ojos humanos. San          Pablo hubo de prevenir a los primeros cristianos contra quienes          andan como            enemigos de la cruz de Cristo. El fin de esos -les dice-          será su            perdición, su dios es el vientre, y la confusión será la            gloria de los que            tienen el corazón puesto en las cosas terrenas5.
Pensando          solo con una lógica humana, es difícil de entender que el dolor,          el          sufrimiento, aquello que se presenta como costoso, pueda llegar          a ser un bien.          Por una parte, la experiencia nos muestra que esas realidades,          que tantas veces          vamos encontrando a nuestro paso, nos purifican, nos enrecian,          nos hacen          mejores. Y por otra parte, sin embargo, no estamos hechos para          sufrir;          aspiramos todos a la felicidad.
El          miedo al dolor, sobre todo si es fuerte o persistente, es un          impulso hondamente          arraigado en nosotros y nuestra primera reacción ante algo          costoso o difícil es          rehuirlo. Por eso la mortificación, la penitencia cristiana,          tropieza con          dificultades; no nos resulta fácil, no acabamos nunca, aunque la          practiquemos          asiduamente, de acostumbrarnos a ella6.
La fe,          sin embargo, nos hace ver, y experimentar, que sin sacrificio no          hay amor, no          hay alegría verdadera, no se purifica el alma, no encontramos a          Dios. El camino          de la santidad pasa por la Cruz, y todo apostolado se fundamenta          en ella. Es el          "libro vivo, del que aprendemos definitivamente quiénes somos y          cómo debemos          actuar. Este libro siempre está abierto ante nosotros"7.          Cada día          debemos acercarnos, y leerlo; en él aprendemos quién es Cristo,          su amor por          nosotros y el camino para seguirle. Quien busca a Dios sin          sacrificio, sin          Cruz, no lo encontrará.
II. ...pues            no sientes las cosas de Dios sino las de los hombres. Más          tarde comprenderá          Pedro el significado profundo del dolor y del sacrificio; se          sentirá dichoso          junto a los demás Apóstoles de haber padecido a causa del            nombre de Jesús8.
Los          cristianos sabemos que en la aceptación amorosa del dolor y del          sacrificio está          nuestra salvación y el camino del Cielo. ¿Acaso hay una vida          humana plenamente          fecunda sin sufrimiento? "¿Están los esposos seguros de su amor          antes de haber          sufrido juntos? ¿No se estrecha la amistad por pruebas comunes o          simplemente          por haber sufrido juntos el calor del día o por haber compartido          la fatiga y el          peligro de una ascensión?"9. Para resucitar con          Cristo hemos de          acompañarle en su camino hacia la Cruz: aceptando las          contrariedades y          tribulaciones con paz y serenidad; siendo generosos en la          mortificación          voluntaria, que nos purifica interiormente, nos hace entender el          sentido          trascendente de la vida y afirma el señorío del alma sobre el          cuerpo. Como en          los tiempos apostólicos, debemos tener en cuenta que la Cruz que          anuncia Jesús          es escándalo para unos, y parece locura y necedad a los ojos de          otros10.
Hoy          encontramos también a muchos que no sienten las cosas de            Dios sino las de            los hombres. Tienen la mirada puesta en lo de aquí abajo,          en los bienes          materiales, sobre los que se abalanzan sin medida, como si          fueran lo único real          y verdadero. Sufre la humanidad una ola de materialismo que          parece querer invadirlo          y penetrarlo todo. "Este paganismo contemporáneo se caracteriza          por la búsqueda          del bienestar material a cualquier coste, y por el          correspondiente olvido          –mejor sería decir miedo, auténtico pavor– de todo lo que pueda          causar sufrimiento.          Con esta perspectiva, palabras como Dios, pecado, cruz,          mortificación, vida          eterna... resultan incomprensibles para gran cantidad de          personas, que          desconocen su significado y su sentido"11.
La          ideología hedonista, según la cual el placer es el fin supremo          de la vida, impregna          especialmente las costumbres y los modos de vida en naciones          económicamente más          desarrolladas, pero es también "el estilo de vida de grupos cada          vez más          numerosos de países más pobres"12. Este materialismo          radical ahoga          el sentido religioso de los pueblos y de las personas, se opone          directamente a          la doctrina de Cristo, quien nos invita una vez más en el          Evangelio de la Misa          a tomar la Cruz, como condición necesaria para seguirle: Si            alguno quiere            venir en pos de Mí –nos dice– niéguese a sí mismo,            tome su cruz y sígame.
Dios          cuenta con el dolor, con el sacrificio voluntario, con la          pobreza, con la          enfermedad que viene sin avisar... Todo eso, lejos de          separarnos, nos puede          unir más íntimamente a Él. Vamos a Jesús junto al Sagrario y le          ofrecemos todo          aquello que nos resulta difícil y costoso, comprobamos cómo "por          Cristo y en          Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte"13.          Solo así          perderemos el miedo al sufrimiento, que, de formas bien          distintas, nos          acompañará a lo largo de la vida, y sabremos aceptarlo con          alegría,          descubriendo en él la amable voluntad del Señor: "esta ha sido          la gran          revolución cristiana: convertir el dolor en sufrimiento fecundo;          hacer, de un          mal, un bien. Hemos despojado al diablo de esa arma...; y, con          ella, conquistamos          la eternidad"14.
III. A          través del apostolado personal hemos de decir a todos, con el          ejemplo y con la          palabra, que no pongan el corazón en las cosas de la tierra, que          todo es          caduco, que envejece y dura poco. Omnes ut vestimentum            veterascent15,          igual que un vestido, así envejecen todas las cosas. Solo el          alma que lucha por          mantenerse en Dios permanecerá en una juventud siempre mayor,          hasta que llegue          el encuentro con el Señor. Todo lo demás pasa, y deprisa. ¡Qué          pena cuando          vemos que tantos ponen en peligro su salvación eterna y su misma          felicidad aquí          en la tierra por cuatro cosas que nada valen! Jesús nos lo          recuerda hoy en el          pasaje del Evangelio que estamos considerando: ¿de qué sirve            al hombre ganar            el mundo entero si pierde su alma?, ¿o qué podrá dar el hombre            a cambio de su            alma?16. "¿Qué aprovecha al hombre todo lo que          puebla la tierra,          todas las ambiciones de la inteligencia y de la voluntad? ¿Qué          vale esto, si          todo se acaba, si todo se hunde, si son bambalinas de teatro          todas las riquezas          de este mundo terreno; si después es la eternidad para siempre,          para siempre,          para siempre?"17.
El          mundo y los bienes materiales nunca son fin último para el          hombre. Ni siquiera          el bien temporal, que los cristianos tenemos la obligación de          procurar,          consiste propiamente en las obras exteriores –en las          realizaciones de la          técnica, de la ciencia, de la industria–, sino en el hombre          mismo, en su vivir          humano, en el perfeccionamiento de sus facultades, de sus          relaciones sociales,          de su cultura, mediante los bienes materiales y el trabajo, que          están siempre          al servicio de la dignidad de la persona.
Solo          con un amor recto, que la templanza custodia y garantiza,          sabremos dar          verdadero sentido a la necesaria preocupación por los bienes          terrenos. Si Dios          es de verdad el centro de nuestra vida, el matrimonio se          ordenará          efectivamente, superando todas las dificultades, a su fin          primario –dar hijos a          Dios y educarlos para Él– y la vida familiar será una mutua y          generosa entrega.          Solo así –teniendo al Señor presente– los espectáculos y el arte          –por ejemplo–          serán dignos del hombre, medio y expresión de la riqueza de su          espíritu. Solo          así se entenderá el fundamento objetivo de la moral, y las leyes          de los pueblos          serán fiel reflejo de la ley divina. Solo así superará el hombre          sus temores, y          en el inevitable sufrimiento hallará un medio de purificación y          de corredención          con Cristo. Y así, con un amor grande, enraizado en la          generosidad y en el          sacrificio, alcanzará el Cielo al que ha sido destinado desde la          eternidad.
1 Mt          16, 21-27. — 2 Mt 16, 17. — 3 San Juan          Crisóstomo, Homilías            sobre San Mateo, 54, 4. — 4 San Agustín, Tratado            sobre la            Trinidad, 12, 1-5. — 5 Flp 3, 17-19. — 6          Cfr. R. Mª de          Balbín, Sacrificio y alegría, p. 30. — 7 Juan          Pablo II,            Alocución I-IV-1980. — 8 Cfr. Hech 5, 41.          — 9 J.          Leclerq, Treinta meditaciones sobre la vida cristiana,          Desclée de          Brouwer, 2ª ed., Bilbao 1958, pp. 217-218. — 10 Cfr. 1            Cor 1, 23.          — 11 A. del Portillo, Carta pastoral,          25-XII-1985, n. 4. — 12          Juan Pablo II, Homilía en el Yankee Stadium de Nueva York,          2-X-1979, 6.          — 13 Conc. Vat. II, Const. Gaudium et spes, 22.          — 14 San          Josemaría Escrivá, Surco, n. 887. — 15 Heb          1, 11. — 16          Mt 16, 26. — 17 San Josemaría Escrivá, Amigos            de Dios,          200.
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
San Ramón          Nonato
        Cardenal 
          Año 1240
      San          Ramón Nonato: te rogamos 
          por todos los católicos que tienen que sufrir 
          por defender nuestra santa religión.
Se le          llama Nonato (no-nacido)          porque nació después de morir su madre. Ella murió al dar a luz.          Después de la          muerte le hicieron cesárea para que el niño pudiera nacer.
Ramón          significa: "protegido          por la divinidad" (Ra=divinidad. Mon=protegido). San Ramón nació          en          Cataluña, España, en 1204. Muy joven entró en la Congregación de          Padres Mercedarios          que se dedicaban a rescatar cautivos que los mahometanos habían          llevado presos          a Argel. Lo recibió el mismo San Pedro Nolasco, fundador de la          Comunidad.
Pocos          años después de haber entrado          de religioso fue enviado con una gran cantidad de dinero a          rescatar a los          católicos que estaban esclavizados por los musulmanes en Africa.          Allá gastó          todo el dinero en conseguir la libertad de muchos cristianos y          enviarlos otra          vez a su patria, de donde habían sido llevados secuestrados por          los enemigos de          nuestra religión.
Cuando          se le acabó el dinero se          ofreció el mismo a quedarse como esclavo, con tal de que          libertaran a algunos          católicos que estaban en grave peligro de perder su fe y su          religión por causa          de los atroces castigos que los mahometanos les infligían.
Como          entre los musulmanes está          absolutamente prohibido hablar de la religión católica, y Ramón          se dedicó a          instruir en la religión a sus compañeros de esclavitud y aun          hasta a algunos          mahometanos, le dieron terribles tormentos y lo azotaron muchas          veces hasta          dejarlo casi muerto. Y al fin, como no se callaba, le amarraron          la cara a una          correa a la cual le echaron candado, para que no pudiera hablar,          y no abrían el          candado sino cuando iba a comer.
El jefe          musulmán, con la esperanza          de que Ramón volviera a España y le llevara más dinero para          rescatar cristianos,          lo dejó en libertad. Pero se dedicó a hablar de nuestra religión          a cuantas más          personas podía. Esto hizo arder en cólera a los mahometanos y lo          volvieron a          encarcelar y a atormentar. Al fin San Pedro Nolasco envió a          algunos de sus          religiosos con una fuerte suma de dinero y pagaron su rescate y          por orden de          sus superiores volvió a España.
Como          premio de tantos heroísmos, el          sumo Pontífice Gregorio IX lo nombró Cardenal. Pero San Ramón          siguió viviendo          humildemente como si fuera un pobre e ignorado religioso.
El          Santo Padre lo llamó a Roma para          que le colaborara en la dirección de la Iglesia, y el humilde          Cardenal emprendió          el largo viaje a pie. Pero por el camino lo atacaron unas          altísimas fiebres y          murió. Era el año 1240. Apenas tenía 36 años. Pero había sufrido          y trabajado          muy intensamente, y se había ganado una gran corona para el          cielo.
A San Ramón le rezan las          mujeres que van a tener un          hijo, para que les conceda la gracia de dar a luz sin peligro ni          tormentos.
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Aristide Marciano, Santo          Apologista, 31 de agosto   
              
 Apologista              Martirologio Romano: En Atenas, san Aristídes, filósofo,                      notabilísimo por su fe y por su ciencia, que dedicó                      algunos de sus libros sobre la religión cristiana al                      emperador Adriano (c. 150). Este joven debió vivir allá por la                    primera mitad del siglo II.  |           
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Francisco Piani de            Caldarola, Beato Confesor, 31 de agosto          
              
 Fecha de                    beatificación: Fue beatificado por el Papa Urbano VII en                  el año 1634. Francisco fue un                  confesor del siglo XVI.  |           
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Fuente: Mercaba.org 
        Dominguito del Val,            Santo          Patrono de los monaguillos, 31 de agosto   
              
 4 Patrono de los                  monaguillos              Martirologio Romano: En la ciudad de Zaragoza, en la                      región de Aragón, memoria de santo Domingo del Val,                      mártir (1250). Dominguito del Val nació en Zaragoza, la                    ciudad de la Virgen y de los Innumerables Mártires, el                    año 1243. Era rey de Aragón Jaime el Conquistador,                    vicario de Cristo en Roma, Inocencio IV, y obispo de                    Zaragoza, Arnaldo de Peralta. Media España estaba bajo                    el dominio de los moros y en cada pecho español se                    albergaba un cruzado.  |           
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Fuente: Vatican.va 
        Pedro (Pere) Tarrés,            Beato          Sacerdote, 31 de agosto   
              
 Fecha de                    beatificación: Fue beatificado el 5 de septiembre de                  2004. Pere Tarrés i                  Claret nace el 30 de mayo de 1905 en Manresa, provincia                  de Barcelona, Cataluña (España).Sus padres Francesc                  Tarrés Puigdellívol y Carme Claret Masats eran creyentes                  y ejemplares; tienen otras dos hijas, Francisca y María.                  Pere es bautizado el 4 de junio en la parroquia de la                  Virgen del Carmen.  |           
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Aidano de Lindisfarne, Santo          Obispo, 31 de agosto   
              
 Obispo              Martirologio Romano: En Lindisfarne, de Northumberland,                      san Aidano, obispo y abad, varón de suma                      mansedumbre, piedad y recto gobierno, que, llamado                      del monasterio de Iona por el rey Osvaldo,                      estableció allí su sede episcopal y un monasterio,                      para dedicarse con eficacia a la evangelización de                      aquel reino (651). Todo lo que se conoce de la figura                    de Aidano, monje, abad y obispo de Lindisfarne, muerto                    el año 651, está asociado a su obra como misionero en                    el reino de Northumbria, y puede hallarse tan sólo en                    las páginas que Beda le dedica es su Historia.  Bibliografía: Diccionario de                  los santos  |           
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Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com;          Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es ,          misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/ 
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