JMJ
Pax
Lectura del santo Evangelio según san            Mateo 17, 1-9
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús tomó condigo a Pedro,          a Santiago y a Juan, el          hermano de éste, y los hizo subir a solas con él a un monte          elevado. Ahí se          transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente          como el sol y          sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto          aparecieron ante          ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús.
          Entonces Pedro le dijo a Jesús: 
          "Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres haremos aquí          tres          chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". 
          Cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió y de          ella salió una          voz que decía: 
          "Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo puesta mis          complacencias; escúchenlo".          Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de          un gran temor.          Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: 
          "Levántense y no teman". Alzando entonces los ojos, ya no vieron          a          nadie más que a Jesús. Mientras bajaban del monte, Jesús les          ordenó. 
          "No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del          hombre haya          resucitado de entre los muertos".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y          comunidad-comunión. Con Dios es          igual: las "palabras          de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario visitarse,          y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en          la Eucaristía,          que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer          la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d)          pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la          salvación del          mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación:          http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del              Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en              vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos            en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión)            con el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          "Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso".            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser felices            para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección            del amor, es            necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide            la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar            debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo,              come y bebe su propia              condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados            mortales? no            confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989),            no comulgar al            menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos            no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a            decidir, derechos            (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación            natural sin causa            grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por            iglesia, demorar en            bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón,            borrachera,            drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de            venganza, ver            pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado,            etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados            mortales objetivamente,            pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay            excusa.
† Misal
Transfiguración          del Señor (6          de ago) A
      Si la fiesta cae domingo se dice "Credo". 
Antífona          de Entrada
      El día de la transfiguración apareció el            Espíritu Santo en una nube            luminosa y se oyó la voz del Padre celestial que decía: "Este            es mi Hijo            unigénito en quien he puesto todo mi amor; Escúchenlo".
Se dice "Gloria". 
Oración          Colecta
      Oremos:
          Dios nuestro, que en la Transfiguración gloriosa de tu Hijo          unigénito          fortaleciste nuestra fe con el testimonio de Moisés y Elías y          nos dejaste          entrever la gloria que nos espera como hijos tuyos: concédenos          seguir el          Evangelio de Cristo para compartir con él la herencia de tu          Reino.
          Por nuestro Señor Jesucristo.
          Amén.
Primera          Lectura
      Su vestido era blanco como nieve
Lectura del profeta Daniel 7, 9-10.13-14
Yo, Daniel, tuve una visión nocturna: vi que          colocaban unos tronos y un          anciano se sentó. Su vestido era blanco como la nieve y sus          cabellos, blancos          como lana; Su trono, llamas de fuego, con ruedas encendidas; Un          río de fuego          brotaba delante de ´El. Miles de miles le servían, millones y          millones estaban          a sus órdenes. Comenzó el juicio y se abrieron los libros. 
          Yo seguí contemplando en mi visión nocturna y vi a alguien          semejante a un hijo          de hombre, que venía entre los nubes del cielo. Avanzó hacia el          anciano de          muchos siglos y fue introducido a su presencia. Entonces recibió          la soberanía,          la gloria y el reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas lo          servían. Su          poder nunca se acabará, porque es un poder eterno, y su reino          jamás será          destruido.
          Palabra de Dios.
          Te alabamos, Señor.
Salmo          Responsorial
      Del salmo 96
Reina el Señor, alégrese la tierra.
Reina el Señor, alégrese la tierra; cante de          regocijo el mundo entero.          Tinieblas y nubes rodean el trono del Señor que se asienta en la          justicia y el          derecho.
          Reina el Señor, alégrese la tierra.
Los montes se derriten como era ante el          Señor de toda la tierra. Los          cielos pregonan su justicia, su inmensa gloria ven todos los          pueblos.
          Reina el Señor, alégrese la tierra.
Tú Señor altísimo, estás muy por encima de          la tierra y mucho más en alto          que los dioses.
          Reina el Señor, alégrese la tierra.
Segunda            Lectura
      Nosotros              escuchamos esta voz del cielo
Lectura              de la segunda carta del apóstol san Pedro 1, 16-19
Hermanos: Cuando les            anunciamos la venida gloriosa y llena de poder de nuestro            Señor Jesucristo, no            lo hicimos fundados en fábulas hechas con astucia, sino por            haberlo visto con            nuestros propios ojos en toda su grandeza. En efecto, Dios lo            llenó de gloria y            honor, cuando la sublime voz del Padre resonó sobre él,            diciendo:
            "Este es mi Hijo amado, en quien Yo me complazco".
            Y nosotros escuchamos esta voz, venida del cielo, mientras            estábamos con el            Señor en la montaña santa. Tenemos también la firmísima            palabra de los profetas,            a la que con toda razón ustedes consideran 
            como una lámpara que ilumina en la oscuridad, hasta que            despunte el día y el            lucero de la mañana amanezca en los corazones de ustedes.
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Aclamación          antes del          Evangelio
      Aleluya, aleluya.
          Este es mi Hijo muy amado, dice el Señor, en quien tengo puestas          todas mis          complacencias; escúchenlo.
          Aleluya.
Evangelio
      Su rostro se puso resplandeciente como el            sol
Lectura del santo Evangelio según san            Mateo 17, 1-9
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús tomó condigo a Pedro,          a Santiago y a Juan, el          hermano de éste, y los hizo subir a solas con él a un monte          elevado. Ahí se          transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente          como el sol y          sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto          aparecieron ante          ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús.
          Entonces Pedro le dijo a Jesús: 
          "Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres haremos aquí          tres          chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". 
          Cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió y de          ella salió una          voz que decía: 
          "Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo puesta mis          complacencias;          escúchenlo". Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en          tierra, llenos          de un gran temor. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo:          
          "Levántense y no teman". Alzando entonces los ojos, ya no vieron          a          nadie más que a Jesús. Mientras bajaban del monte, Jesús les          ordenó. 
          "No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del          hombre haya          resucitado de entre los muertos".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración            de los Fieles
      Celebrante:
            Invoquemos, hermanos y hermanas, a Dios, nuestro Padre, que al            revelarnos la            gloria de su Hijo amado, nos muestra la esperanza a la que            estamos llamados:
            Respondemos a cada petición: Te rogamos, Señor, óyenos.
Para que Dios conceda a las            Iglesias del Oriente que hoy celebran con gran solemnidad la            Transfiguración de            Jesucristo, encontrar su gozo en el hecho de que la luz de la            gloria del Señor            resplandezca sobre ellas, roguemos al Señor
            Te rogamos, Señor, óyenos.
Para que quienes empiezan a            sentirse atraídos por Jesús y su Evangelio, encuentren quién            los ayude a            transformar la simple admiración en una fe plena en            Jesucristo, roguemos al            Señor.
            Te rogamos, Señor, óyenos.
Para que Dios fortalezca a            los enfermos, con la esperanza de que su frágil condición será            transformada            según el modelo de la condición gloriosa de Jesucristo,            roguemos al Señor.
            Te rogamos, Señor, óyenos.
Para que el Dios de la            gloria, que nos llama a vivir en su presencia, nos conceda el            espíritu de            contemplación y oración, de manera que gustemos ya desde ahora            el gozo que nos            prepara en el cielo, roguemos al Señor.
            Te rogamos, Señor, óyenos.
Celebrante:
            Escucha nuestra oración, Dios todopoderoso y eterno, e            ilumínanos con tu            gracia, para que vivamos siempre a la espera de la            manifestación de Jesucristo,            que vive y reina por los siglos de los siglos.
            Amén.
Oración          sobre las Ofrendas
      Santifica, Señor, los dones que te          presentamos y, por la Transfiguración          de tu Hijo, haz que esta Eucaristía nos purifique de todos          nuestros pecados.
          Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
      El misterio de la Transfiguración
En verdad es justo y necesario es nuestro          deber y salvación darte          gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios          todopoderoso y          eterno.
          Porque Cristo nuestro Señor reveló su gloria ante los testigos          que él escogió;          y revistió con máximo esplendor su cuerpo, en todo semejante al          nuestro, para          quitar el corazón de sus discípulos del escándalo de la cruz y          anunciar que          toda la Iglesia, su cuerpo, habría de participar de la gloria          que tan          admirablemente resplandecía en Cristo, su cabeza. 
          Por eso,
          con los ángeles que te cantan en el cielo, nosotros te alabamos          en la tierra          diciendo sin cesar:
Antífona          de la Comunión
      Cuando Cristo se manifieste, seremos            semejantes a él, porque lo veremos            tal cual es.
Oración          después de la          Comunión
      Oremos:
          Que la comunión que hemos recibido nos asemeje, Señor, cada día          más a tu Hijo,          cuya gloria quisiste manifestarnos en su Transfiguración.
        Por          Jesucristo,          nuestro Señor.
          Amén
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mie          18a. Ordinario año Par
      Antífona de Entrada
      El              Señor es mi protector; él me libró de las manos de mis              enemigos y me salvó,              porque me ama.
Oración            Colecta
      Oremos:
            Concédenos, Señor, que el curso de los acontecimientos del            mundo se            desenvuelva, según tu voluntad, en la justicia y en la paz, y            que tu Iglesia            pueda servirte con tranquilidad y alegría.
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén.
Primera            Lectura
      Yo te              amo con amor eterno
Lectura              del libro del profeta Jeremías 31, 1-7
En aquel tiempo, palabra el            Señor, yo seré el Dios de todas las familias de Israel, y            ellas serán mi            pueblo.
            Así dice el Señor: Me he apiadado en el desierto del pueblo            que escapó de la            espada; Israel marcha hacia su descanso. El Señor se            manifiesta de lejos. Con            amor eterno te amo, por eso te mantengo mi favor; te edificaré            de nuevo y serás            reedificada, doncella de Israel; de nuevo tomarás tus            panderetas y saldrás a            bailar alegremente. De nuevo plantarás viñas en los montes de            Samaria, y            quienes las planten las cosecharán. Llegará un día en que los            centinelas            gritarán en la montaña de Efraín: "¡Vengan, subamos a Sión,            hacia el Señor            nuestro Dios!"
            Así dice el Señor: ¡Griten de alegría por Jacob! ¡Aplaudan a            la primera de las            naciones! ¡Que se escuche su alabanza! Digan: "El Señor ha            salvado a su            pueblo, al resto de Israel".
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
      Jer 31,              10.11-12ab.13
El              Señor será nuestro pastor.
Escuchen,            naciones, la palabra del Señor; anúncienla en las islas            lejanas; digan: "El            que dispersó a Israel lo reunirá y lo guardará como un pastor            a su            rebaño".
            El Señor será nuestro pastor.
El            Señor rescatará a Jacob y lo librará de una mano más fuerte.            Vendrán y gritarán            de alegría en las montañas de Sión, acudirán hacia los bienes            del Señor.
            El Señor será nuestro pastor.
Entonces            las muchachas bailarán alegremente, junto con los jóvenes y            los viejos. Yo            cambiaré su duelo en risas, los consolaré, transformaré en            alegría su dolor.
            El Señor será nuestro pastor.
Aclamación            antes del Evangelio
      Aleluya, aleluya.
            Un gran profeta ha surgido entre nosotros; Dios ha visitado a            su pueblo.
            Aleluya.
Evangelio
      Mujer, ¡qué grande es tu fe!
† Lectura del santo              Evangelio según san Mateo 15, 21-28
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús se            fue de allí y se retiró a las región de Tiro y Sidón. En esto,            una mujer            cananea procedente de aquellos lugares se puso a gritar:
            "Ten piedad de mí, Señor, Hijo de David; mi hija vive            maltratada por un            demonio".
            Jesús no le respondió nada. Pero sus discípulos se acercaron y            le decían:
            "Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros".
            El respondió:
            "Dios me ha enviado sólo a las ovejas perdidas del pueblo de            Israel".
            Pero ella fue, se postró ante Jesús le suplicó:
            "¡Señor, socórreme!"
            El respondió:
            "No está bien tomar el pan de los hijos para echárselo a los            perros".
            Ella contestó:
            "Es cierto, Señor, pero también los perros comen las migajas            que caen de            la mesa de sus amos".
            Entonces Jesús le dijo:
            "¡Mujer, qué grande es tu fe! Que te suceda lo que pides".
            Y desde aquel momento quedó sana su hija.
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración            sobre las Ofrendas
      Que este pan y este vino,            que tú mismo nos das para ofrecértelos, nos ayuden, Señor,            convertidos en el            Cuerpo y Sangre de tu Hijo, a conseguir el premio de la            felicidad eterna.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Prefacio
      Jesús, buen samaritano
En verdad es justo darte            gracias, y deber nuestro alabarte, Padre santo, Dios            todopoderoso y eterno, en            todos los momentos y circunstancias de la vida, en la salud y            en la enfermedad,            en el sufrimiento y en el gozo, por tu siervo, Jesús, nuestro            Redentor.
            Porque él, en su vida terrena, pasó haciendo el bien y curando            a los oprimidos            por el mal. También hoy, como buen samaritano, se acerca a            todo hombre que            sufre en su cuerpo o en su espíritu, y cura sus heridas con el            aceite del            consuelo y el vino de la esperanza.
            Por este don de tu gracia, incluso cuando nos vemos sumergidos            en la noche del            dolor, vislumbramos la luz pascual en tu Hijo, muerto y            resucitado.
            Por eso,
            unidos a los ángeles y a los santos, cantamos a una voz el            himno de tu gloria:
Antífona de la Comunión
      Cantaré              al Señor por el bien que me ha hecho; y entonaré un himno de              alabanza al Dios              altísimo.
Oración después de la Comunión
      Oremos;
            Te pedimos, Padre misericordioso, que por este sacramento con            que ahora nos            fortaleces, nos hagas algún día participar de la vida eterna.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén
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† Meditación diaria
6 de          agosto
LA          TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR*
Fiesta
— El          Señor conforta a sus          discípulos ante la inminencia de su Pasión y Muerte.
— Dios          mismo será nuestra          recompensa.
— El          Señor está a nuestro lado          para ayudarnos a llevar lo más duro y lo que más pesa.
I. Cuando            Cristo se manifieste seremos semejantes a Él, porque le            veremos según es1.
Jesús          había anunciado a los suyos          la inminencia de su Pasión y los sufrimientos que había de          padecer a manos de          los judíos y de los gentiles. Y los exhortó a que le siguieran          por el camino de          la cruz y del sacrificio2.          Pocos días después de estos sucesos, que habían tenido lugar en          la región de          Cesarea de Filipo, quiso confortar su fe, pues como enseña Santo          Tomás para que          una persona ande rectamente por un camino es preciso que conozca          antes de algún          modo el fin al que se dirige: «como el arquero no lanza con          acierto la saeta si          no mira primero al blanco al que la envía. Y esto es necesario          sobre todo          cuando la vía es áspera y difícil y el camino laborioso... Y por          esto fue conveniente          que manifestase a sus discípulos la gloria de su claridad, que          es lo mismo que          transfigurarse, pues en esta claridad transfigurará a los suyos»3.
Nuestra          vida es un camino hacia el          Cielo. Pero es una vía que pasa a través de la cruz y del          sacrificio. Hasta el          último momento habremos de luchar contra corriente, y es posible          que también          llegue a nosotros la tentación de querer hacer compatible la          entrega que nos          pide el Señor con una vida fácil y quizá aburguesada, como la de          tantos que          viven con el pensamiento puesto exclusivamente en las cosas          materiales. «¿No          hemos sentido frecuentemente la tentación de creer que ha          llegado el momento de          convertir el cristianismo en algo fácil, de hacerlo confortable,          sin sacrificio          alguno; de hacerlo conformista con las formas cómodas, elegantes          y comunes de          los demás, y con el modo de vida mundano? ¡Pero no es así!... El          cristianismo          no puede dispensarse de la cruz: la vida cristiana no es posible          sin el peso          fuerte y grande del deber... Si tratásemos de quitar esto a          nuestra vida, nos          crearíamos ilusiones y debilitaríamos el cristianismo; lo          habríamos          transformado en una interpretación muelle y cómoda de la vida»4.          No es esa la senda que indicó el Señor.
Los          discípulos quedarían          profundamente desconcertados al presenciar los hechos de la          Pasión. Por eso, el          Señor condujo a tres de ellos, precisamente a los que debían          acompañarle en su          agonía de Getsemaní, a la cima del monte Tabor para que          contemplaran su gloria.          Allí se mostró «en la claridad soberana que quiso fuese visible          para estos tres          hombres, reflejando lo espiritual de una manera adecuada a la          naturaleza          humana. Pues, rodeados todavía de la carne mortal, era imposible          que pudieran          ver ni contemplar aquella inefable e inaccesible visión de la          misma divinidad,          que está reservada en la vida eterna para los limpios de          corazón»5,          la que nos aguarda si procuramos ser fieles cada día.
También          a nosotros quiere el Señor confortarnos con la esperanza del          Cielo que nos          aguarda, especialmente si alguna vez el camino se hace costoso y          asoma el          desaliento. Pensar en lo que nos aguarda nos ayudará a ser          fuertes y a          perseverar. No dejemos de traer a nuestra memoria el lugar que          nuestro Padre          Dios nos tiene preparado y al que nos encaminamos. Cada día que          pasa nos acerca          un poco más. El paso del tiempo para el cristiano no es, en modo          alguno, una          tragedia; acorta, por el contrario, el camino que hemos de          recorrer para el          abrazo definitivo con Dios: el encuentro tanto tiempo esperado.
II.          Jesús tomó consigo a Pedro, a          Santiago y a Juan, y los llevó a un monte alto, y se            transfiguró ante            ellos, de modo que su rostro se puso resplandeciente como el            sol y sus vestidos            blancos como la luz. En esto se les aparecieron Moisés y Elías            hablando con Él6.          Esta visión produjo en los Apóstoles una felicidad incontenible;          Pedro la          expresa con estas palabras: Señor, ¡qué bien estamos aquí!; si            quieres haré aquí            tres tiendas: una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías7.          Estaba tan contento que ni siquiera pensaba en sí mismo, ni en          Santiago y Juan          que le acompañaban. San Marcos, que recoge la catequesis del          mismo San Pedro,          añade que no            sabía lo que decía8. Todavía            estaba hablando, cuando una nube resplandeciente los cubrió y            una voz desde la            nube dijo: Este es mi Hijo, el Amado, en quien tengo mis            complacencias:            escuchadle9.
El          recuerdo de aquellos momentos          junto al Señor en el Tabor fueron sin duda de gran ayuda en          tantas circunstancias          difíciles y dolorosas de la vida de los tres discípulos. San          Pedro lo recordará          hasta el final de sus días. En una de sus Cartas, dirigida a los primeros          cristianos para          confortarlos en un momento de dura persecución, afirma que          ellos, los Apóstoles,          no han dado a conocer a Jesucristo siguiendo fábulas llenas de          ingenio, sino porque            hemos sido testigos oculares de su majestad. En efecto, Él fue            honrado y            glorificado por Dios Padre, cuando la sublime gloria le            dirigió esta voz: Este            es mi Hijo, el Amado, en quien tengo mis complacencias. Y esta            voz, venida del            cielo, la oímos nosotros estando con Él en el monte santo10.          El Señor, momentáneamente, dejó entrever su divinidad, y los          discípulos          quedaron fuera de sí, llenos de una inmensa dicha, que llevarían          en su alma          toda la vida. «La transfiguración les revela a un Cristo que no          se descubría en          la vida de cada día. Está ante ellos como Alguien en quien se          cumple la Alianza          Antigua, y, sobre todo, como el Hijo elegido del Eterno Padre al          que es preciso          prestar fe absoluta y obediencia total»11,          al que debemos buscar todos los días de nuestra existencia aquí          en la tierra.
¿Qué          será el Cielo que nos espera,          donde contemplaremos si somos fieles a Cristo glorioso, no en un          instante, sino          en una eternidad sin fin? «Dios mío: ¿cuándo te querré a Ti, por          Ti? Aunque,          bien mirado, Señor, desear el premio perdurable es desearte a          Ti, que Te das          como recompensa»12.
III. Todavía            estaba hablando, cuando una nube resplandeciente los cubrió y            una voz desde la            nube dijo: Este es mi Hijo, el Amado, en quien tengo mis            complacencias: escuchadle13.          ¡Tantas veces le hemos oído en la intimidad de nuestro corazón!
El          misterio que hoy celebramos no          solo fue un signo y anticipo de la glorificación de Cristo, sino          también de la          nuestra, pues, como nos enseña San Pablo, el Espíritu da testimonio junto con            nuestro espíritu de            que somos hijos de Dios. Y si somos hijos también herederos:            herederos de Dios,            coherederos de Cristo; con tal que padezcamos con Él, para ser            con Él también            glorificados14.          Y añade el Apóstol: Porque estoy convencido de que los            padecimientos del            tiempo presente no son comparables con la gloria futura que se            ha de manifestar            en nosotros15.          Cualquier pequeño o gran sufrimiento que padezcamos por Cristo          nada es si se          mide con lo que nos espera. El Señor bendice con la Cruz, y          especialmente cuando          tiene dispuesto conceder bienes muy grandes. Si en alguna          ocasión nos hace          gustar con más intensidad su Cruz, es señal de que nos considera          hijos          predilectos. Pueden llegar el dolor físico, humillaciones,          fracasos,          contradicciones familiares... No es el momento entonces de          quedarnos tristes,          sino de acudir al Señor y experimentar su amor paternal y su          consuelo. Nunca nos          faltará su ayuda para convertir esos aparentes males en grandes          bienes para          nuestra alma y para toda la Iglesia. «No se lleva ya una cruz          cualquiera, se          descubre la Cruz de Cristo, con el consuelo de que se encarga el          Redentor de          soportar el peso»16.          Él es, Amigo inseparable, quien lleva lo duro y lo difícil. Sin          Él cualquier          peso nos agobia.
Si nos          mantenemos siempre cerca de          Jesús, nada nos hará verdaderamente daño: ni la ruina económica,          ni la cárcel,          ni la enfermedad grave... mucho menos las pequeñas          contradicciones diarias que          tienden a quitarnos la paz si no estamos alerta. El mismo San          Pedro lo          recordaba a los primeros cristianos: ¿quién os hará daño, si no pensáis más            que en obrar            bien? Pero si sucede que padecéis algo por amor a la justicia,            sois bienaventurados17.
Pidamos          a Nuestra Señora que          sepamos ofrecer con paz el dolor y la fatiga que cada día trae          consigo, con el          pensamiento puesto en Jesús, que nos acompaña en esta vida y que          nos espera,          glorioso, al final del camino. Y cuando llegue aquella hora // en que            se cierren mis            humanos ojos, // abridme otros, Señor, otros más grandes //            para contemplar            vuestra faz inmensa. // ¡Sea la muerte un mayor nacimiento!18,          el comienzo de una vida sin fin.
1 Antífona            de comunión. 1 Jn 3, 2. — 2 Cfr. Mt 16, 24 ss. — 3 Santo              Tomás, Suma            Teológica, 3, q. 45, a. 1, c. — 4 Pablo VI, Alocución 8-IV-1966. — 5 San León              Magno, Homilía            sobre la Transfiguración, 3. — 6 Mt 17,          1-3. — 7 Mt 17, 4.          — 8 Cfr. Mc 9, 6. — 9 Mt 17, 5.          — 10 Segunda            lectura. 2 Pdr 1, 16-18. — 11 Juan              Pablo II,Homilía 27-II-1983; cfr. Audiencia            general 27-V-1987.          — 12 San              Josemaría Escrivá, Forja,          n. 1030. — 13 Mt 17, 5.          — 14 Rom 8,          16-17. — 15 Rom 8, 18.          — 16 San              Josemaría Escrivá, Amigos de            Dios, 132. — 17 1            Pdr 3, 13-14. — 18 J.              Maragall, Canto            espiritual, en Antología poética, Alianza, Madrid          1985, p. 185.
*          Desde muy antiguo se celebraba esta fiesta del Señor, en esta          misma fecha, en          diversos lugares de Oriente y Occidente. En el siglo xv,          el Papa Calixto III la extendió a la Iglesia entera. La Liturgia          nos recuerda          el milagro de la Transfiguración por dos veces durante el año:          en el segundo          domingo de Cuaresma para afirmar la divinidad de Cristo al          acercarse su Pasión          y hoy para festejar la exaltación de Cristo en su gloria. La          Transfiguración          del Señor es, además, un anticipo de lo que será la gloria del          Cielo, donde          veremos Dios cara a cara. En virtud de la gracia participamos ya          de esa promesa          de la vida eterna.
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18ª          semana. Miércoles
LA          VIRTUD DE LA HUMILDAD
— La          humildad de la mujer sirofenicia.
—          Carácter activo de la humildad.
— El          camino de la humildad.
I.          Narra San Mateo en el Evangelio de la Misa1 que Jesús          se retiró con          sus discípulos a tierras de gentiles, en la región de Tiro y de          Sidón. Allí se          les acercó una mujer que, a grandes gritos, imploraba: ¡Señor,            Hijo de            David, apiádate de mí! Mi hija es cruelmente atormentada por            el demonio.          Jesús la oyó y no contestó nada. Comenta San Agustín que no le          hacía caso          precisamente porque sabía lo que le tenía reservado: no callaba          para negarle el          beneficio, sino para que lo mereciera ella con su perseverancia          humilde2.
La          mujer debió de insistir largo rato, de tal manera que los          discípulos, cansados          de tanto empeño, dijeron al Maestro: Atiéndela y que se            vaya, pues viene            gritando detrás de nosotros. El Señor le explicó entonces          que Él había          venido a predicar en primer lugar a los judíos. Pero la mujer, a          pesar de esta          negativa, se acercó y se postró ante Jesús, diciendo: ¡Señor,            ayúdame!
Ante la          perseverante insistencia de la mujer cananea, el Señor le          repitió las mismas          razones con una imagen que ella comprendió enseguida: No            está bien tomar el            pan de los hijos y echárselo a los perrillos. Le dice de          nuevo que ha sido          enviado primero a los hijos de Israel y que no debe preferir a          los paganos. El          gesto amable y acogedor de Jesús, el tono de sus palabras,          quitarían          completamente cualquier tono hiriente a la expresión. Las          palabras de Jesús          llenaron aún más de confianza a la mujer, quien, con gran          humildad, dijo: Es            verdad, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas            que caen de las            mesas de sus amos. Reconoció la verdad de su situación,          "confesó que eran          señores suyos aquellos a quienes Él había llamado hijos"3.          El mismo          San Agustín señala que aquella mujer "fue transformada por la          humildad" y          mereció sentarse a la mesa con los hijos4. Conquistó          el corazón de          Dios, recibió el don que pedía y una gran alabanza del Maestro:          ¡Oh mujer,            grande es tu fe! Hágase como tú quieres. Y quedó sanada su            hija en aquel            instante. Sería seguramente más tarde una de las primeras          mujeres gentiles          que abrazaron la fe, y siempre conservaría en su corazón el          agradecimiento y el          amor al Señor.
Nosotros,          que nos encontramos lejos de la fe y de la humildad de esta          mujer, le pedimos          con fervor al Maestro: "Buen Jesús: si he de ser apóstol, es          preciso que me          hagas muy humilde.
"El sol          envuelve de luz cuanto toca: Señor, lléname de tu caridad,          endiósame: que yo me          identifique con tu Voluntad adorable, para convertirme en el          instrumento que          deseas... Dame tu locura de humillación: la que te llevó a nacer          pobre, al          trabajo sin brillo, a la infamia de morir cosido con hierros a          un leño, al          anonadamiento del Sagrario.
"—Que          me conozca: que me conozca y que te conozca. Así jamás perderé          de vista mi          nada"5. Solo así podré seguirte como Tú quieres y          como yo quiero:          con una fe grande, con amor hondo, sin condición alguna.
II. Se          cuenta en la vida de San Antonio Abad que Dios le hizo ver el          mundo sembrado de          los lazos que el demonio tenía preparados para hacer caer a los          hombres. El          santo, después de esta visión, quedó lleno de espanto, y          preguntó: "Señor,          ¿quién podrá escapar de tantos lazos?". Y oyó una voz que le          contestaba:          "Antonio, el que sea humilde; pues Dios da a los humildes la          gracia necesaria,          mientras los soberbios van cayendo en todas las trampas que el          demonio les          tiende; mas a las personas humildes el demonio no se atreve a          atacarlas".
Nosotros,          si queremos servir al Señor, hemos de desear y pedirle con          insistencia la          virtud de la humildad. Nos ayudará a desearla de verdad el tener          siempre          presente que el pecado capital opuesto, la soberbia, es lo más          contrario a la          vocación que hemos recibido del Señor, lo que más daño hace a la          vida familiar,          a la amistad, lo que más se opone a la verdadera felicidad... Es          el principal          apoyo con que cuenta el demonio en nuestra alma para intentar          destruir la obra          que el Espíritu Santo trata incesantemente de edificar.
Con          todo, la virtud de la humildad no consiste solo en rechazar los          movimientos de          la soberbia, del egoísmo y del orgullo. De hecho, ni Jesús ni su          Santísima          Madre experimentaron movimiento alguno de soberbia y, sin          embargo, tuvieron la          virtud de la humildad en grado sumo. La palabra humildad          tiene su origen          en la latina humus, tierra; humilde, en su          etimología, significa          inclinado hacia la tierra; la virtud de la humildad consiste en          inclinarse          delante de Dios y de todo lo que hay de Dios en las criaturas6.          En          la práctica, nos lleva a reconocer nuestra inferioridad, nuestra          pequeñez e          indigencia ante Dios. Los santos sienten una alegría muy grande          en anonadarse          delante de Dios y en reconocer que solo Él es grande, y que en          comparación con          la suya todas las grandezas humanas están vacías y no son sino          mentira.
La          humildad se fundamenta en la verdad7, sobre todo en          esta gran          verdad: es infinita la distancia entre la criatura y el Creador.          Por eso,          frecuentemente hemos de detenernos para tratar de persuadirnos          de que todo lo          bueno que hay en nosotros es de Dios, todo el bien que hacemos          ha sido sugerido          e impulsado por Él, y nos ha dado la gracia para llevarlo a          cabo. No decimos ni          una sola jaculatoria si no es por el impulso y la gracia del          Espíritu Santo8;          lo nuestro es la deficiencia, el pecado, los egoísmos. "Estas          miserias son          inferiores a la misma nada, porque son un desorden y reducen a          nuestra alma a          un estado de abyección verdaderamente deplorable"9.          La gracia, por          el contrario, hace que los mismos ángeles se asombren al          contemplar un alma          resplandeciente por este don divino.
La          mujer cananea no se sintió humillada ante la comparación de          Jesús, señalándole          la diferencia entre los judíos y los paganos; era humilde y          sabía su lugar          frente al pueblo elegido; y porque fue humilde, no tuvo          inconveniente en          perseverar a pesar de haber sido aparentemente rechazada, en          postrarse ante          Jesús... Por su humildad, su audacia y su perseverancia obtuvo          una gracia tan          grande. Nada tiene que ver la humildad con la timidez, la          pusilanimidad o con          una vida mediocre y sin aspiraciones. La humildad descubre que          todo lo bueno          que existe en nosotros, tanto en el orden de la naturaleza como          en el orden de          la gracia, pertenece a Dios, porque de su plenitud hemos          recibido todos10;          y tanto don nos mueve al agradecimiento.
III. "A          la pregunta "¿cómo he de llegar a la humildad?", corresponde la          contestación          inmediata: "por la gracia de Dios" (...). Solamente la gracia de          Dios puede          darnos la visión clara de nuestra propia condición y la          conciencia de su          grandeza que origina la humildad"11. Por eso hemos de          desearla y          pedirla incesantemente, convencidos de que con esta virtud          amaremos a Dios y          seremos capaces de grandes empresas a pesar de nuestras          flaquezas...
Junto a          la petición, hemos de aceptar las humillaciones, normalmente          pequeñas, que          surgen cada día por motivos tan diversos: en la realización del          propio trabajo,          en la convivencia con los demás, al notar las flaquezas, al ver          las          equivocaciones que cometemos, grandes y pequeñas. De Santo Tomás          de Aquino se          cuenta que un día fue corregido por una supuesta falta de          gramática mientras          leía; la corrigió según le indicaban. Luego, sus compañeros le          preguntaron por          qué la había corregido si él mismo sabía que era correcto el          texto tal como lo          había leído. Y el Santo contestó: "Vale más delante de Dios una          falta de          gramática, que otra de obediencia y de humildad". Andamos el          camino de la          humildad cuando aceptamos las humillaciones, pequeñas o grandes,          y cuando          aceptamos los propios defectos procurando luchar en ellos.
Quien          es humilde no necesita demasiadas alabanzas y elogios en su          tarea, porque su          esperanza está puesta en el Señor; y Él es, de modo real y          verdadero, la fuente          de todos sus bienes y su felicidad: es Él quien da sentido a          todo lo que hace.          "Una de las razones por las que los hombres son tan propensos a          alabarse, a          sobreestimar su propio valor y sus propios poderes, a resentirse          de cualquier          cosa que tienda a rebajarlos en su propia estima o en la de          otros, es porque no          ven más esperanza para su felicidad que ellos mismos. Por esto          son a menudo tan          susceptibles, tan resentidos cuando son criticados, tan molestos          para quien les          contradice, tan insistentes en salirse con la suya, tan ávidos          de ser          conocidos, tan ansiosos de alabanza, tan determinados a gobernar          su medio          ambiente. Se afianzan en sí mismos como el náufrago se sujeta a          una paja. Y la          vida prosigue, y cada vez están más lejos de la felicidad..."12.
Quien          lucha por ser humilde no busca ni elogios ni alabanzas; y si          llegan procura          enderezarlos a la gloria de Dios, Autor de todo bien. La          humildad se manifiesta          no tanto en el desprecio como en el olvido de sí mismo,          reconociendo con          alegría que no tenemos nada que no hayamos recibido, y nos lleva          a sentirnos          hijos pequeños de Dios que encuentran toda la firmeza en la mano          fuerte de su Padre.
Aprendemos          a ser humildes meditando la Pasión de Nuestro Señor,          considerando su grandeza          ante tanta humillación, el dejarse hacer como cordero            llevado al matadero,          según había sido profetizado13, su humildad en la          Sagrada          Eucaristía, donde espera que vayamos a verle y hablarle,          dispuesto a ser          recibido por quien se acerque al Banquete que cada día prepara          para nosotros,          su paciencia ante tantas ofensas... Aprenderemos a caminar por          este sendero si          nos fijamos en María, la Esclava del Señor, la que no          tuvo otro deseo          que el de hacer la voluntad de Dios. También acudimos a San          José, que empleó su          vida en servir a Jesús y a María, llevando a cabo la tarea que          Dios le había          encomendado.
1 Mt          15, 21-28. — 2 Cfr. San Agustín, Sermón 154 A,          4. — 3          ídem, Sermón 60 A, 2-4. — 4 Ibídem. — 5          San Josemaría          Escrivá, Surco, n. 273. — 6 Cfr. R.          Garrigou-Lagrange, Las            tres edades de la vida interior, vol. II, p. 670. — 7          Santa Teresa, Las            Moradas, VI, 10. — 8 Cfr. 1 Cor 12, 3. — 9          R.          Garrigou-Lagrange, o. c., vol II, p. 674. — 10          Cfr. 1 Cor          1, 4. — 11 E. Boylan, El amor supremo, vol. II,          p. 81. — 12          Ibídem, p. 82. — 13 Is 53, 7.
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
Fuente: Archidiócesis de            Madrid 
        Justo y Pastor, Santos Niños          Mártires, 6 de agosto   
              
 Niños Mártires              Martirologio Romano: En Compluto (hoy Alcalá de Henares),                      en la Hispania Cartaginense, santos mártires Justo y                      Pastor. Todavía niños, corrieron voluntariamente al                      martirio, abandonando en la escuela sus tablillas de                      escolar y, detenidos por orden del juez e                      inmediatamente azotados, animándose y exhortándose                      mutuamente fueron degollados por su amor a Cristo                      (304).  |           
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Antonio            Margil convirtió          a decenas de miles de          indios. Fue un franciscano valenciano, misionero y evangelizador          de América,          fundador de los Colegios Apostólicos de Propaganda Fide de          Querétaro,          Guatemala, y Zacatecas. Su nombre de bautismo          era Agapito Margil Ros.
          
          
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http://www.gloria.tv/?media=207944
          En el Convento de la Cruz, aún              existe un              frondoso arbusto que da espinas en forma de cruz en cuyos              brazos nacen otras              semejando los clavos del Cristo. Cuenta la leyenda que la              planta nació del              bastón de Fray Margil que un día dejó olvidado en el patio;              es única y en lo              místico recuerda a la flor Pasionaria.
            Los antecedentes de este              convento datan de 1531,              cuando en la Loma del Sangrenal fue construida una capilla              para venerar la              Santa Cruz de la Conquista. Luego, en 1666, la Iglesia y el              convento fueron              destinados a Casa de Recolección con el nombre de San              Buenaventura. 
Fue          bautizado en la iglesia              de los Santos Juanes de Valencia (España). Entró          en la orden franciscana a          los 18 años, en el convento              de la Corona de          Valencia. Fue ordenado          sacerdote en 1682 y antes de marchar de misionero a América, en          marzo de 1683, residió          en los conventos de Onda y Denia.
          Contenido
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          1 Misión en América
          2 Yucatán, Ciudad Real
          3 Costa Rica, Guatemala
          3.1 Verapaz, norte de Costa Rica
          3.2 Los lancadones
          4 Colegio de Querétaro
          5 II Viaje a Guatemala
          6 Fundación del Colegio de            Zacatecas
          7 Misión en Texas
          8 Regreso a Zacatecas
          9 Últimos viajes
          10 Referencias
          11 Enlaces externos
          Misión en América
          Partió de Cádiz tras          visitar en Valencia a su          madre y el que fue su          primer convento, el de la Corona. El 6 de junio de 1683 llegó          al puerto              de Vera Cruz, que          terminaba de ser saqueado por          el pirata llamado Lorencillo. A los pocos días comenzó su ruta          evangelizadora.          Partió andando por orden del prelado llevando el Breviario, un          báculo y un Crucifijo,          confiando en la Providencia divina.
          Lo primeros pueblos en los que            predicó            fueron Cotastla, Guatusco y San              Lorenzo de los Negros, si bien          en todo el camino hasta          el convento              de la Santísima Cruz de Querétaro, no          perdió ocasión de difundir la          palabra.
          Querétaro fue el primer centro de            su actividad;            desde allí comenzó una increíble etapa misionera itinerante, a            pie, al estilo            franciscano instaurado en México 150 años antes por fray            Martín de Valencia, y            durante más de diez años recorrió desde el citado México,Guatemala, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Más de          40.000 personas recibieron          el bautismo del padre Margil.
          Predicaban por parejas, y cuando            llegaban a los            pueblos, entraban escuálidos y mal vestidos pero cantando,            alegres y con la            cruz levantada; ello provocaba que las gentes salieran a            recibirlos            maravilladas y escucharan sus palabras.
          Según algunas fuentes, los indios            Chiapas            quedaron tan asombrados con Margil y su acompañante que cuando            veían llegar a            un franciscano salían a recibirlo con flores, como «compañeros            de aquellos            padres que ellos llamaban santos».
          Gran devoto de la Pasión              del Cristo y de la Virgen María, por las          poblaciones que pasaba          difundía el Ave María y las estaciones              del Vía Crucis, y donde          les parecía, siguiendo una          costumbre de los misioneros, levantaban una cruz tan grande como          podían.
          Yucatán, Ciudad Real
          De Querétaro partió hacia Yucatán,          predicando por toda la zona. Luego          marchó aTabasco. De camino a Ciudad              Real, en el          pueblo de Tustia,          enfermaron gravemente los dos          frailes, llegando al punto de recibir Antonio la Extrema              Unción.          Finalmente, de forma milagrosa,[1]          sanaron y al poco siguieron su camino hacia Ciudad Real, donde          predicaron un          tiempo para dirigirse luego a Guatemala, recorriendo la costa sur          durante meses.
          Costa Rica, Guatemala
          Llegaron al sur de Costa Rica en 1688          Margil y su compañero,          un fraile llamado Melchor. Se toparon con unos indios llamados Talamancas,          organizados en varias tribus. Eran          indios antropófagos que hacían sacrificios humanos. Los          españoles, ante las dificultades          para tratar con ellos, utilizaban la fuerza y los llevaban a          trabajar las          tierras.
          Los dos frailes sufrieron            torturas y estuvieron            próximos a perder la vida; fueron recibidos a saetazos y con            golpes de hacha            pero salieron indemnes del trance ante el asombro de los            indígenas. En otra            ocasión pasaron tres días de rodillas sin comer ni beber            custodiados por los            indios, pero sin duda uno de los momentos más complicados fue            cuando fueron            amarrados a un madero dentro de una hoguera. Finalmente los            dos misioneros            consiguieron su objetivo y convirtieron a los indios. Fundaron            en la zona más            de una docena de misiones (Santo Domingo, San              Antonio, El              Nombre de Jesús, La              Santa Cruz, San Pedro y San Pablo, San              José de los Cabécaras, La              Santísima Trinidad de los              Talamancas, La              Concepción de Nuestra Señora, San              Andrés, San              Buenaventura de los              Uracales, Nuestro              Padre San Francisco de              los Térrebas, San Agustín, San Juan Bautistay San              Miguel Cabécar),          consiguiendo que el gobernador de          Guatemala prohibiese sacar más indios de sus tierras.
          Fray Margil escribía de ellos en            sus cartas:
          «Son docilísimos y muy cariñosos:            su modo de            vivir entre sí, los que están de paz, muy pacífico y            caritativo, pues lo poco            que tienen, todo es de todos».
          «después que nos vieron solos y            la verdad con            que procuramos el bien de sus almas, se vencieron y... nos            quisieron poner en            su corazón».
          Verapaz, norte de Costa Rica
          El obispo de Guatemala convenció          a Margil y Melchor          para que fueran al norte de Costa Rica en 1691.
          Siguiendo su costumbre, entraban            en los pueblos            cantando y con la cruz en alto, saludaban a todos los indios y            poniendo en            manos de los caciques locales la cruz les pedían los ídolos a            los que adoraban            asegurando que no servían para nada; luego los quemaban            públicamente y los            dos franciscanos hacían          penitencia.
          En una carta al Padre              Guardián del Colegio              de la Santísima Cruz, nos          cuentan los dos          evangelizadores:
          Nosotros nos volvemos a              nuestra tarca              gustosos hacia la Vera-Paz, en            cuyo camino nos hallábamos,            cuando fuimos llamados para lo dicho, tan bien ocupados por la            misericordia del            Señor, que según hemos experimentado, nos parece, que ahora            entra la Fe de            Nuestro Señor Jesucristo en ellos, ya que desde            la conquista habían            recibido elEvangelio. Han sido tantos los            ídolos, abusos, y gentilidades,            que se han quemado, que dan a entender, que solo el Rey            Nuestro Sr. ha entrado            ahora por lo mayor.[2]
          En 1692 fueron a las tierras de            los indios              Choles, que          habían sido evangelizados por          los dominicos en 1574. Los censos de 1633 contaban unas 600.000 personas convertidas          alcristianismo. Pero en          ese mismo 1633 apostataron          y quemaron las iglesias, volviendo al culto de sus antiguos          dioses.
          Margil y su compañero emplearon            mucho tiempo en            convertir a los apóstatas, y como sucedió en otras ocasiones,            pasaron por diversos            tormentos. Según cuenta la "Chronica              Seraphica de Guatemala" y que          reproduce el libro          de Isidro              Felis:
          (...)los tuvieron desnudos,            atados a un palo día            y noche, descargando lluvia de azotes sobre sus fatigados            miembros: y los            tenían ya sentenciados a ser blanco de sus armadas saetas de            que los libró el            Señor por camino bien impensado. Súpose esto no de los Padres,            sino de los            vecinos indios.(...)[3]
          El resultado de sus trabajos fue            la fundación de            ocho pueblos y sus respectivas iglesias.
          Los lancadones
          El alcalde de Cobán suplicó          a la pareja que fuera a          tierras de los lancadones, que vivían junto al río Usumacinta              superior y las          selvas meridionales, pues          complicaban las relaciones entre Yucatán y Guatemala. En julio de 1693 ya se encontraban de camino, subiendo          riscos y peñas por las          montañas de las citadas tierras.
          Los indios lancadones eran            conocidos por su            hostilidad desde los primeros tiempos de la conquista, y se            había intentando            reducirlos en diversas ocasiones. Sus correrías llegaban hasta            la región            de Chiapas, y al grito de          "Cristianos, decid a vuestro Dios          que os defienda" quemaban pueblos, mataban gente y llevaban          cautivos,          sacrificando a los niños en altares a sus dioses sacándoles el          corazón.
          Tras ser abandonados por los            guías llegaron los            frailes medio muertos a un poblado de lancadones. Éstos, al            verlos, los            molieron a palos, destrozaron sus ropas y las pocas            pertenencias que            acostumbraban a llevar y los encerraron cinco días en una            cabaña con la intención            de matarlos luego. Margil y Melchor se las arreglaron para            hablar con el            cacique local, no consiguiendo convencer a los indios ni éstos            a los dos            frailes para que adoraran a sus ídolos. Llegaron al siguiente            acuerdo, en            palabras de unos de los caciques:
          (...)Vayan uno de vosotros con            algunos de los            nuestros a Cobán, y si nos reciben bien, es señal, que venís            de paz, y con buen            corazón, movidos solamente de la salvación de nuestras almas.            Y con esto            seremos hermanos y Cristianos, pero si no, conoceremos que nos            engañáis.(...)
          Quedó fray Melchor y marchó            Margil con doce,            pero debido a las inclemencias del tiempo murieron diez y al            regreso molieron a            palos a Margil, que fue llevado de vuelta con Melchor. Tras            reponerse fueron a            predicar nuevamente a Vera-paz y al poco se separaron los dos            frailes,            marchando Melchor hacia el sur.
          Tiempo después el presidente de            la Real              Audiencia de Guatemala, Jacinto              de Barrios Leal,          organizó una expedición en 1695 con 600          hombres. Tras un penoso          viaje por la selva llegaron en Semana Santa a un lugar cerca de          un río, a las          faldas de una montaña, el 30 de marzo de ese año. Al lugar lo          bautizaron como          Monte Santo, realizando allí los oficios correspondientes a las          fechas. El 19          de abril entraron en el pueblo, que fundaron con el nombre de Nuestra              Señora de los Dolores, el          mismo pueblo lancadón donde sufrieron          tormento los franciscanos. Se trasladó Margil a una misión          próxima, que          consagró a San Antonio de Padua. El Presidente de la Audiencia          decretó regresar          y al año próximo abrir un camino hasta el lugar, quedando allí          Margil y otros          compañeros. Llegó el Presidente a su casa el 4 de julio.
          Según varios informes enviados            por el Obispo de            Nicaragua, fueron más de 40.000 los indios que acogieron la Fe            cristiana.
          Margil estuvo hasta 1597            evangelizando a los            lancadones y otras tribus de la zona.
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          Referencias
        ↑http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/46850530212363942976613/ima0088.htmEn el          pueblo de Tustia
        ↑http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/46850530212363942976613/ima0125.htmMargil          hacia Vera-Paz
        ↑http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/46850530212363942976613/ima0131.htmMargil          entre los Choles
          Enlaces externos
        El              peregrino septentrional … 
http://www.oremosjuntos.com/Venerable/FrayAntonioMargil.html
          
          Y siguieron adelante con la Cruz            en alto. Poco            después aquellos indios, desconcertados por la bondad y el            valor temerario de            aquellos frailes, arrojaban a sus pies sus armas, les ofrecían            frutas, y les            traían enfermos para que los curaran.
          Enseguida, todos sentados en            círculo, hicieron            los frailes solemnemente el anuncio del Evangelio. Una            sacerdotisa "gruesa            y corpulenta" parecía ostentar la primacía religiosa. Y Fray            Melchor, por            el intérprete, le dijo:
          "Entiende, hija, que vuestra              total ruina              consiste en adorar a los ídolos, que siendo hechuras de              vuestras manos, los              tenéis por dioses".
          Ella, dando "un pellizco" al            crucifijo, argumentó:
          "También éste que adoráis por              Dios es              hechura de las vuestras".
          Así comenzó el diálogo y la            predicación, que            terminó, después de muchas conversaciones, en la abjuración de            la idolatría, y            en la destrucción de los ídolos. Fray Margil, con el mayor            entusiasmo, iba            echando a una hoguera todos los que le entregaban.
          Varios meses permanecieron Fray            Margil y Fray            Melchor predicando y bautizando a aquellos indios, que no            mucho antes            estuvieron a punto de matarles. Levantaron dos iglesias, en            honor de San            Buenaventura y de San Andrés. Lograron que aquel pueblo            hiciera la paz con los            térrabas, sus enemigos de siempre. Y cuando ya hubieron de            partir, recibieron            grandes muestras de amistad. La que había sido sacerdotisa            pagana, les dijo con            mucha pena:
          "Estábamos como niños              pequeños, mamando              la leche dulce de vuestra doctrina".
          Ellos también se fueron con mucha            lástima,            aunque un tanto decepcionados por no haber llegado a sufrir el            martirio que            buscaban.
          A la vuelta de estas aventuras,            los dos frailes            solían quedar destrozados, enfermos de bubas, los pies            llagados e infectados            por las picaduras de espinos y de mosquitos, y los hábitos            rotos, que tapaban            con cortezas de máxtate.
          El 25 de agosto de 1691, Fray            Juan Capistrano le            ordenó regresar a Querétaro pero la orden fue revocada poco            después.
          Según datos ofrecidos por            Francisco de Solano            (Los mayas 118-121), en la Guatemala de 1689 los franciscanos            tenían 22            conventos, que servían unos 70 anejos, -todos ellos llevaban            nombres de            santos-, en los que vivían unas 55.000 "almas de confesión",            es            decir, con los niños, unos 100.000 cristianos.
          
          El 13 de agosto de 1683 llegó            Fray Margil a            Querétaro con tres compañeros al convento de San Francisco, y            dos días después,            ya con el padre Linaz y los otros asignados, tomaron posesión            del Convento de            la Santa Cruz.
          Todavía este primer Colegio de            Misiones            franciscano de América no tenía más que un claustro con doce            celdas y unos            pocos frailes.
          
          Es creyente, sus páginas            brillantes ¿No            consignan, acaso los gigantes de santidad: Felipe de Jesús,            Las Casas y            Zumárraga y Margil, Laurel y Zúñiga y la flor gentil Juana, la            enamorada de la            Cruz?
        San José María Robles Hurtado
          De su poesía "Imposible",              Octubre              de 1926.
          
          Sacerdote español, Misionero
              en México y
              Países Americanos 1657 - 1726
          Agosto 6
          
        Lic.              Juan Manuel Robles Gil
          
          Luego se fueron a misionar unos            pueblos de            choles en la Verapaz, donde había ya franciscanos de            Querétaro. Fray Margil            quedó en el pueblo de Belén, para aprender la lengua cholti, y            después de diez            años de andar siempre juntos, Fray Melchor, su fiel compañero            y amigo, partió a            misionar más al sur.
          Se organizó por entonces una            expedición de            seiscientos soldados, que sería conducida por el mismo            Presidente de Guatemala,            don Jacinto de Barrios Leal, para abrir camino entre Yucatán y            Guatemala. Fray            Margil, experto en caminos, asesoró con otros el proyecto. La            marcha fue larga            y muy penosa, y en los descansos y comidas Fray Margil no se            quedaba con el            grupo formado por Barrios, su séquito y otros religiosos, sino            que se iba a            sentar con los indios, a quienes les cedía el vino que le            daban, pues él sólo            bebía agua, y poca.
          Días y semanas continuó la marcha            hacia los            lacandones, abriéndose muchas veces el camino con machetes. A            los tres meses            llegaron por fin a los lacandones, y precisamente al pueblo            donde hacía más de            un año estuvieron a punto de morir Fray Margil y Fray Melchor.            Allí, con el            nombre de Nuestra Señora de los Dolores, que aún dura, se hizo            pueblo, fuerte e            iglesia. En Dolores tradujo Fray Margil a la lengua lacandona            una síntesis de            la doctrina cristiana, en la que fueron instruidos los indios.
          Un mercedario de la expedición,            Fray Blas            Guillén, contó después que Fray Margil oraba de rodillas desde            la mitad de la            noche hasta el amanecer, y que en la procesión del Corpus de            1695, "sin            quitar la vista del Santísimo Sacramento que yo llevaba,            caminaba de espaldas            tañendo, danzando y cantando, con tanta agilidad y            extraordinarios saltos, que            se suspendía casi a una vara del suelo, exhalando en el rostro            incomparable            alegría". Hasta marzo de 1697 estuvo Fray Margil con los            lacandones,            evangelizándoles y honrando en ellos el nombre de Cristo.
          
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          Cantar en los caminos            interminables, para            hacerlos más llevaderos, era igualmente antigua costumbre de            los misioneros de            América. Fray Margil, acompañado por el veterano Fray Melchor,            cantaba siempre,            en los caminos o al entrar en los pueblos, en ayunas o no. Y            eso que a veces            llegaban a los pueblos tan extenuados, como una vez en Tuxtla,            que los daban            por moribundos; pero a los pocos días, otra vez estaban de            camino.
          De tal modo los indios de Chiapas            quedaron            conmovidos por aquella pareja de frailes, tan miserables y            alegres, que cuando            después veían llegar un franciscano, salían a recibirle con            flores, ya que eran            "compañeros de aquellos padres que ellos llamaban santos".
          Así fueron misionando hasta            llegar a Guatemala,            el 21 de septiembre de 1685 y tres años después a Nicaragua.            Ni las distancias            ni el tiempo eran para ellos propiamente un problema: llevados            por el amor de            Cristo a los hombres, ellos llegaban a donde fuera preciso.
          En 1688 llegaron los Padres            Margil y Melchor a            la extremidad sureste de Costa Rica, a la Sierra de Talamanca,            donde vivían los            indios talamancas, distribuidos en varias tribus. Habían sido            misionados hacía            mucho tiempo por Fray Pedro Alonso de Betanzos y Fray Jacobo            de Testera -aquél            que fue a Nueva España en 1542 y llegó a conocer doce            lenguas-, pero apenas            quedaba en ellos huella alguna de cristianismo.
          
          Eran indios bárbaros, cerriles,            antropófagos,            que ofrecían sacrificios humanos en cada luna, y que concebían            la vida como un            bandidaje permanente. Tratados por los españoles con dureza,            se habían cerrado            en sí mismos, con una hostilidad total hacia cuanto les fuera            extraño. Entrar a            ellos significaba jugarse la vida con grandes probabilidades            de perderla.
          En efecto, cuando entraron los            dos frailes entre            los talamancas, hubieron de pasar por peligros y sufrimientos            muy grandes. Pero            no se arredraron, y consiguieron, en primer lugar, que don            Jacinto de Barrios            Leal, Presidente de Guatemala, no permitiese que se sacasen            más indios del            lugar para el trabajo en las haciendas.
          Enseguida ellos, con el esfuerzo            de los indios,            comenzaron a abrir caminos o a rehacer los que se habían            cerrado. Levantaron            iglesias con jarales y troncos, y fundaron unas 30 misiones            desde Cartago, Costa            Rica, hasta los límites con Panamá, entidades que pertenecían            a la Capitanía de            Guatemala; lo que hoy es Panamá estaba incorporado a la Gran            Colombia y su zona            de influencia era el Virreinato del Perú.
          Algunas de ellas fueron: Santo            Domingo, San            Antonio, El Nombre de Jesús, La Santa Cruz, San Pedro y San            Pablo, San José de            los Cabécaras, La Santísima Trinidad de los Talamancas, La            Concepción de            Nuestra Señora, San Andrés, San Buenaventura de los Uracales y            Nuestro Padre            San Francisco de los Térrebas. Y aún hubo más fundaciones, San            Agustín, San            Juan Bautista y San Miguel Cabécar, que Fray Margil menciona            en cartas.
          Así, con estas penetraciones            misioneras de            vanguardia, Fray Margil y Fray Melchor abrían caminos al            Evangelio, iniciando            entre los indios la vida en Cristo. Luego otros franciscanos            venían a cultivar            lo que ellos habían plantado. Al comienzo, concretamente en            Talamanca, las            dificultades fueron tan grandes, que los dos franciscanos que            en 1692 entraron            a sustituirles, enfermaron de tal modo por la miseria de los            alimentos, que            "sino salieran con brevedad, hubieran muerto".
          Los Padres Margil y Melchor            tenían un aguante            increíble para vivir en condiciones durísimas, y así, por            ejemplo, en una carta            que escribieron en 1690 al Presidente de Guatemala, se les ve            contentos y            felices en una situación que, como vemos, fue insoportable            para otros            misioneros:
          
          En el Convento de la Cruz, aún            existe un            frondoso arbusto que da espinas en forma de cruz en cuyos            brazos nacen otras            semejando los clavos del Cristo. Cuenta la leyenda que la            planta nació del            bastón de Fray Margil que un día dejó olvidado en el patio; es            única y en lo            místico recuerda a la flor Pasionaria.
          Los antecedentes de este convento            datan de 1531,            cuando en la Loma del Sangrenal fue construida una capilla            para venerar la            Santa Cruz de la Conquista. Luego, en 1666, la Iglesia y el            convento fueron            destinados a Casa de Recolección con el nombre de San            Buenaventura.
          
          Antonio Margil Ros, nació el 18            de agosto de            1657, en Valencia, capital del antiguo reino español, en la            humilde familia            formada por el matrimonio de Juan Margil y Esperanza Ros, que            tuvieron otras            dos hijas. A los siete años ayunaba a veces para poder llevar            pan a los pobres            de su escuela.
          Cumplidos los quince años, el 22            de abril de 1673,            entra en el Convento de la Corona de Cristo, de la Orden            Franciscana, donde            profesó en abril de 1674. Estudió tres años de Filosofía en el            convento de San            Antonio de Denia, en Alicante, donde permaneció hasta 1678.            Después regresó a            Valencia para estudiar la Teología.
          A los veinticinco años es            ordenado sacerdote, en            1682. Tuvo algunos ministerios en Onda y Denia, y pronto supo            que el padre            Linaz, mallorquín, había venido de México, buscando misioneros            para los indios            de Sierra Gorda, entre Querétaro y San Luis de Potosí. No tuvo            que pensarlo            Fray Antonio mucho tiempo, y con el mismo padre Linaz,            nombrado por la            Propaganda FIDE Prefecto de las Misiones en las Indias            Occidentales, y con 17            padres más y 4 hermanos, el 4 de marzo de 1683 se embarcaron            en Cádiz hacia            América, llegando a Veracruz, México, el 6 de junio de 1683.
          Poco antes Veracruz había sido            arrasada por una            docena de navíos piratas, y nuestros frailes, cumplida la            caridad con aquella            gente afligida, de dos en dos, por caminos distintos, se            pusieron en camino            hacia la Ciudad de México y Querétaro. Hacían el viaje al            estilo franciscano,            iniciado en México siglo y medio antes por Fray Martín de            Valencia y los Doce:            caminaban a pie y descalzos, sin alforja, con traza y realidad            de pobres,            alimentándose de limosna y pasando las noches en corrales o            donde podían,            armados sólo de un bastón, un crucifijo y el breviario.
          Cuando la pareja de caminantes            franciscanos,            flacos y pobres, entraba en los pueblos cantando y con la cruz            en alto, la            gente salía a recibirlos con especial alegría: sentía que allí            llegaba el            Evangelio, es decir, que allí venía el mismo Cristo.
          Esta marcha apostólica fue para            Fray Antonio            Margil de Jesús no más que un suave entrenamiento, pues en            cuarenta y tres años            de viajes misioneros él había de caminar decenas y decenas de            miles de            kilómetros, siempre descalzo y a pie, y a un paso muy ligero,            como "fraile            de pies alados".
          En la expedición del Padre Linaz            vino también un            padre de edad avanzada, Fray Melchor López de Jesús, que            durante muchos años            fue el compañero inseparable de Fray Margil en sus correrías            apostólicas. En el            Proceso de beatificación de éste, se aseguró que Fray Melchor,            el de aspecto            marchito y hábito roto, había dicho en Valencia, cuando            Antonio Margil era sólo            un niño: éste "ha de ser mi compañero en las misiones de            infieles".
          Desde Querétaro, en 1684, se            inicia la vida            misionera de Fray Margil de Jesús, una carrera que había de            durar cuarenta y            tres años, y que llevaría la luz del Evangelio a lo largo de            itinerarios            asombrosamente largos. Desde Natchitoches, en el nordeste,            cerca de la bahía            del Espíritu Santo, en el Mississippi, hasta Boruca, en el            istmo de Panamá, y            por todo el centro de México, a través de innumerables            pueblos, ciudades y despoblados,            también en Yucatán, México, y en Guatemala, Fray Antonio            Margil, viajando            siempre a pie, predicó a españoles e indios, pero sobre todo,            como            evangelizador de vanguardia, a los indios de las zonas más            lejanas, inhóspitas            y peligrosas.
          En 1684, a poco de llegar, Fray            Margil y Fray            Melchor partieron para el sur, con la idea de llegar a            Guatemala. Atravesando            por los grandiosos paisajes de Tabasco, caminaron con muchos            sufrimientos en            jornadas interminables, atravesando selvas y montañas. No            llevaban consigo            alimentos, y dormían normalmente a la intemperie, atormentados            a veces por los            mosquitos. Predicaban donde podían, comían de lo que les            daban, y solamente            descansaban media noche, pues la otra media, turnando entre            los dos, se            mantenían despiertos, en oración, velando el crucifijo. El 1°            de abril de 1684            llegaron a Campeche.
          En sus viajes misioneros, allí            donde les            parecía, en el claro de un bosque o en la cima de un cerro,            tenían costumbre            -como tantos otros misioneros- de plantar cruces de madera,            tan altas como            podían. Y ante la cruz, con toda devoción y entusiasmo,            cantaban los dos frailes            letrillas como aquélla:
          "Yo te adoro, Santa Cruz /              puesta en el              Monte Calvario: / en ti murió mi Jesús / para darme eterna              luz / y librarme del              contrario".
          
          Entonces los indios, hombres y            mujeres, les            rodearon con palos y lanzas. Ellos, amenazados y zarandeados,            resistían firmes            y obstinados. Pero los indios, "mostrándoles el Santo Cristo,            lo            escupieron y volvían los rostros para no verle, tirando muchas            veces a hacerle            pedazos", y uno de ellos dio un macanazo en la cara del            crucifijo. Así,            apaleados, empujados y molidos, los echaron fuera del pueblo,            y ellos, con            mucha pena, se volvieron a Cabec.
          Nada de esto desanimaba o            atemorizaba a Margil y            Melchor, pues "consideraban como algo normal que la            evangelización fuera            aparejada con el martirio". De allí se fueron a los indios            borucas,            lograron cristianizar a una tercera parte de ellos, y            levantaron en Boruca una            iglesia y un Viacrucis.
          Pasaron luego a los térrabas, los            más peligrosos            de la Talamanca, y con ellos alzaron una iglesia a San            Francisco de Asís.            Estando allí, enviaron un mensaje a los indios montañeses de            los palenques, en            el que les decían:
          "Para que sepáis que no              estamos enojados              con vosotros y que sólo buscamos vuestras almas... después              que hayamos              convertido a los térrabas... volveremos a besaros los pies".
          Y así lo hicieron. Se fueron a            los palenques de            la montaña, e hicieron intención de abrazar y besar los pies a            los ocho            caciques que les salieron al encuentro. Uno de ellos estaba            lleno de            "furor diabólico", jurando matarles, y los otros siete, que            iban en            paz, avisaron a los frailes que otros muchos indios estaban            con ánimo hostil.            Fray Margil les dijo:
          
          "Siendo Dios nuestro Señor              servido, con              estos hábitos que sacamos del Colegio hemos de volver a él;              y en cuanto a la              comida, así entre cristianos como gentiles no nos ha faltado              lo necesario y              tenemos esa fe en el Señor que jamás nos ha de faltar;              aunque es verdad que en              todas estas naciones no hay más comidas que plátanos, yucas              y otras frutas              cortas, algún poco de maíz y en la Talamanca un poco de              cacao... el afecto con              que nos asisten con estas cosas, hartas veces nos ha              enternecido el              corazón".
          Fray Margil escribía también de            estos indios al            Presidente intercediendo por ellos, para que recibieran buen            trato:
          "Son docilísimos y muy              cariñosos: su              modo de vivir entre sí, los que están de paz, muy pacífico y              caritativo, pues              lo poco que tienen, todo es de todos... después que nos              vieron solos y la              verdad con que procuramos el bien de sus almas, se vencieron              y... nos quisieron              poner en su corazón".
          En febrero de 1691, la iglesita            de San José por            ellos levantada, cerca de Cabec, fue quemada por unos indios            que vivían en unos            palenques en las altas montañas. Los frailes Margil y Melchor,            frente a la            iglesia derruida y quemada, y ante los indios apenados, se            quitaron el hábito,            se cubrieron las cabezas con la ceniza, se ataron al cuello el            cordón            franciscano, y se disciplinaron largamente, mientras rezaban            un Viacrucis. Hecho            lo cual, anunciaron que se iban a la montaña, a evangelizar a            los indios            rebeldes de los palenques. El intérprete que iba con ellos,            Juan Antonio, no            quiso seguirles, pero tuvo la delicadeza de preguntarles en            dónde querían que            enterrasen sus cuerpos, pues los daba ya por muertos. Ellos            respondieron que en            San Miguel.
          Más tarde, los mismos            protagonistas de esta            aventura apostólica escribían:
          "Nos tiramos al monte... y            llegando al            primer palenque hallamos sus puertas y no hallamos nadie            dentro... Estuvimos            todo aquel día y noche en dicha casa".
          Como en ella encontraron un            tambor, en el            silencio de la montaña y del miedo se pusieron con él a cantar            alabanzas al            Señor. A la mañana siguiente, entraron en el poblado y no            vieron sino mujeres,            casi ocultas, que les hacían señales para que huyeran. Fray            Margil y Fray            Melchor siguieron adelante, hasta dar con la casa del cacique,            donde            desamarraron la puerta para entrar.
          
          Los dominicos atendían            pastoralmente un número            semejante, y lo mismo los seculares y mercedarios, con lo que            el número de            indios cristianos en aquella zona era de unos 300.000.
          Había, sin embargo, todavía            naciones de indios            que se resistían tanto al Evangelio, como al dominio hispano,            y entre ellos se            contaban los de la región de Verapaz. El obispo de Guatemala            rogó a los dos            frailes misioneros que pasaron a evangelizar y pacificar a            aquellos indios del            norte de país. Y sin pensarlo dos veces, allí se fueron Fray            Margil y Fray            Melchor el 13 de diciembre de 1691.
          Al entrar en los pueblos, iban            con la Cruz alzada,            cantando el Alabado, saludaban a todos, ponían la Cruz en            manos del cacique y            le pedían los ídolos, asegurándoles que no valían para nada.            Entregaban los            indios, sacándolos de sus escondrijos, figurillas de piedra o            madera, hule o            copa, y mientras todo ardía en el fuego, Fray Margil y Fray            Melchor, para            desagraviar al Creador y Redentor, se disciplinaban y            castigaban con diversas            penitencias.
          La acción evangelizadora de estos            frailes fue de            tal modo recibida, que más tarde, cuando llegaban a otro            pueblo, encontraban a            veces la hoguera ya preparada para quemar en ella los ídolos.
          A mediados de 1692, pasaron los            dos misioneros a            los choles. Estos indios ya en 1574 habían sido evangelizados            por los dominicos            de Cobán, que está al centro de la Guatemala actual, y para            1633 había en la nación            Chol unos seis mil cristianos, reunidos en numerosas            poblaciones. Pero en ese            año se rebelaron y quemaron todas las iglesias, volviendo a su            género anterior            de vida. Todavía en 1671 un hermano dominico, y un decenio            después algunos            padres llamados por él, intentaron cristianizar los choles.
          Con estos precedentes, cuando            Fray Margil y Fray            Melchor, informados por los dominicos, fueron a los choles,            "toleraron            hambres, descomodidades y peligros; y hubo veces que los            tuvieron desnudos,            atados a un palo día y noche, descargando lluvia de azotes            sobre sus fatigados            miembros". Cuando los dos frailes contaban más tarde esta            misión, se            limitaban a decir:
          "Padecimos lo que el Señor fue              servido".
          Y tuvieron un éxito no pequeño,            pues lograron            fundar ocho pueblos, cada uno con su iglesia.
          "A ésos buscamos, a ésos nos            habéis de            llevar primero".
          
          A mediados de 1692, recibieron            los frailes unos            indios enviados por el alcalde de Cobán, que les rogaron            fuesen a evangelizar a            los lacandones, etnia emparentada con los mayas, enclavada en            la selva de            Chiapas, México. Estos indios, radicados en torno al río            Usumacinta superior, y            extendidos hacia las selvas meridionales, obstruían la            relación entre Yucatán y            Guatemala. Eran muy feroces, siempre irreductibles, y nadie se            atrevía a            internarse por su zona.
          En 1555, los primeros apóstoles            de los            lacandones, los dominicos Andrés López y Domingo de Vico,            habían muerto en sus            manos. Era, pues, ésta una misión perfectamente adecuada para            nuestros dos misioneros,            que hacía tiempo habían dado ya su vida por perdida.
          Fray Margil y Fray Melchor, con            algunos guías            indios, partieron de la próspera población de Cobán, con            algunos bastimentos,            hacia la sierra de los lacandones. Tras varias semanas de            marcha, en medio de            sufrimientos indecibles, y consumidos los víveres, fueron            abandonados por los            guías, que tenían horror a los lacandones, y después de seis            meses de hambres y            calamidades extremas, habiendo conseguido nuevos guías,            llegaron medio muertos            al primer poblado de los lacandones. Estos los molieron a            golpes, les destrozaron            los hábitos y cuanto llevaban consigo, y los encerraron en una            cabaña durante            cinco días, con intención de sacrificarlos después.
          De todos modos, en ese tiempo los            religiosos se            las arreglaron para discutir con los indios. Pero ni los            indios conseguían que            los frailes adorasen sus ídolos, ni los frailes conseguían que            los indios            venerasen la Cruz.
          Un cacique viejo propuso entonces            que fuera a            Cobán Fray Margil con varios lacandones, y que si les recibían            bien, solamente            entonces creerían que los frailes venían en son de paz. Fray            Melchor quedó como            rehén, y Fray Margil partió con doce lacandones tan            rápidamente que llegaron a            Cobán en quince días.
          Permitió Dios, sin embargo, que            con el cambio de            clima, de los doce indios muriesen diez. Al regreso, los            lacandones molieron a            golpes a Fray Margil, que con Fray Melchor, hubo de regresar a            los dominicos de            Cobán. Se ve que no había llegado todavía para los lacandones            la hora de Dios.
          A finales del siglo XX, apenas            quedan 200            personas en tres comunidades.
          El 9 de mayo de 1692 le pidieron            que volviera a            Guatemala para fundar un hospicio para misioneros.
          
          En No gustaba de honores            externos, y cuando en            un Viacrucis un religioso, en las vueltas, se obstinaba en            darle siempre el            lado derecho, él le dijo:
          "Déjese de eso y vaya por              donde le              tocare, que en la calle de la Amargura no anduvieron en esas              cortesías con              Jesucristo".
          
          En aquella zona los indios,            ajenos a la            autoridad hispana, seguían haciendo sacrificios humanos,            realizaban toda clase            de brujerías, y según una Relación de religiosos, se comían a            los prisioneros            de guerra, bien sazonados "en chile o pimiento". El primer            biógrafo            de Fray Margil, el Padre Isidro Félix de Espinoza, basado en            informes            realizados por aquél, dice que los indios de la región de            Sébaco sacrificaban            en una cueva cada semana "ocho personas grandes y pequeñas,            degollándolas            y ofreciendo la sangre a sus infames ídolos", y que la carne            de las            víctimas sacrificadas "era horroroso pasto de su brutalidad".
          A finales de julio de 1703,            volvió Fray Margil a            Guatemala, al Colegio de Cristo Crucificado una temporada, a            consolidar la            construcción material y espiritual de aquel nuevo Colegio de            Misiones, y a            vivir en la comunidad el régimen claustral, según la norma que            él mismo se            había dado:
          "Sueño, tres horas de noche y              una de              siesta; alimentos, nada por la mañana; al mediodía el caldo              y las yerbas...              "
          De nuevo partió a misionar, esta            vez a la vecina            provincia de Suchiltepequez, donde todavía existía un numero            muy grande de            "papas", brujos y sacerdotes de los antiguos cultos.
          Ayudado por Fray Tomás Delgado,            consiguió Fray            Margil entre aquellos pobres indios, oprimidos por maleficios,            temores y            supersticiones, grandes victorias para Cristo. Cuatro "papas",            voluntariamente, se fueron al Colegio de Cristo, donde fueron            catequizados y permanecieron            hasta su muerte.
          Las cartas-informes escritas por            Fray Margil en            esos años solían ser firmadas humildemente:
          "La misma nada, Fr. Antonio            Margil de            Jesús".
          En ellas se dan noticias y            opiniones de sumo            interés. En una de ellas, del 2 de marzo de 1705, se toca el            tema de la            conquista espiritual hecha con la Cruz y la espada. Dice así:
          "Como es notorio y consta de              tradición y              de varios libros historiales, en ningún reino, provincia ni              distrito de esta              dilatada América se ha logrado reducción de indios sin que a              la predicación              evangélica y trato suave de los ministros, acompañe el miedo              y respeto que              ellos tienen a los españoles".
          
          Guiado por esta convicción, a lo            largo de su            vida misionera, en muchas ocasiones vemos cómo Fray Margil, lo            mismo que otros            misioneros anteriores y posteriores de América, propuso y            asesoró a los            gobernadores las entradas de soldados entre los indios. En            realidad, en la inmensa            mayoría de las entradas pacificadoras y evangelizadoras            realizadas en América,            solía haber muy poca espada, y mucha Cruz.
          Concretamente, Fray Margil, que            ya había            concluido su guardianía y que era entonces Vice-comisario de            Misiones, propuso            que una expedición de cincuenta hombres entrara a los indios            de Talamanca,            donde el bendito Fray Pablo de Rebullida, que ya hablaba siete            lenguas            indígenas, venía trabajando con grandes dificultades hacía            años. El mismo Fray            Margil se integró en la expedición, y así llegó de nuevo entre            los indios de            Talamanca.
          Pero estaba de Dios que terminara            ya su acción            misionera en el sur. En efecto, por esas fechas fue llamado            para fundar en            Zacatecas, México, otro Colegio de Misiones. Para entonces,            muchos lugares,            entre Chiapas y Panamá, habían recibido para siempre el sello            de Cristo que en            ellos había marcado Fray Margil con otros misioneros. Muchos            pueblos habían            sido testigos de su caminar alado, de sus oraciones y            penitencias, de sus            predicaciones y milagros. En cien lugares diversos se            guardaría memoria de él            durante siglos: "Aquí              estuvo              Fray Margil de Jesús".
          Milagros, en efecto, hizo muchos            Fray Margil. En            un cierto lugar, se acercó a una niña muerta, y con decirle: "Ya María, ya              basta, ven de              donde estás", la había devuelto a la vida. En otra            ocasión, un ladrón            le detuvo en la mitad de un bosque, pero terminó de rodillas,            confesándole sus            pecados. Y Fray Margil, después de haberle reconciliado con            Dios, lo remitió al            Guardián de un convento próximo, seguro de que iba a morir: en            una carta suya            que llevaba el ladrón arrepentido decía:
          "Dará V. P. sepultura al              portador".
          De nuevo en 1706 el paso rápido            de Fray Margil            recorre los senderos de la Nueva España: México, Querétaro, y            finalmente -por            el camino que, según se dice, abrió aquel antiguo carretero,            el franciscano            Beato Sebastián de Aparicio-, Zacatecas, donde había de            fundar, el 12 de enero            de 1707, el tercer Colegio de Misiones de Propaganda FIDE, y            fue su primer            Superior.
          
          De Zacatecas partió hacia el            norte del país la            cruzada evangélica del Siglo XVIII para crear una frontera            ante la expansión            protestante de los Estados Unidos. Hubo 28 Misiones en Nuevo            México; 18 en el            Obispado de Monterrey, México, en manos de franciscanos de los            Colegios de            Zacatecas y Pachuca. En el Obispado de Sonora hubo 24 misiones            a cargo de            franciscanos de Querétaro y de dominicos de México que tenían            la Baja            California.
          En la Alta California había 37 a            cargo de los            franciscanos de San Fernando. Entre las distintas órdenes            religiosas existieron            en total 157 misiones.
          Fray Margil era infatigable... En            1707 salió a            predicar a muchas ciudades y pueblos de la región:            Guadalajara, y otras zonas            de Jalisco; Durango, Querétaro, San Juan del Río, Santa María            de los Lagos -que            luego cambió su nombre a Lagos de Moreno-, siempre llevado por            sus rápidos pies            descalzos, sin conocer nunca vacaciones ni más descansos que            los            indispensables. Solía decir:
          "Para gozar de Dios nos queda              una              eternidad; pero para hacer algo en servicio de Dios y bien              de nuestros              hermanos, es muy corto [el tiempo] hasta el fin del mundo".
          En Guadalajara conoció a las            Carmelitas de Santa            Teresa de Jesús, especialmente a Sor Leonor de San José, con            quien tuvo una            preciosa relación epistolar durante años.
          En 1709 presidió el Capítulo            Provincial            intermedio de la Provincia de Zacatecas; en marzo regresó a            Querétaro para            intentar evangelizar a los nayaritas. En efecto, en ese mismo            año de 1709 el            Rey había autorizado al Gobierno de Guadalajara para que            organizase una entrada            a los indios de la Sierra del Nayarit, en la Sierra Madre            Occidental,            resistentes a todo gobierno hispano y a toda luz evangélica.
          Ocho años antes, los nayaritas            habían flechado y            muerto en sus montañas a Francisco Bracamonte, a un clérigo y            a diez soldados.            Ahora, en la cédula real se indicaba que la parte            evangelizadora de la empresa            fuera conducida por Fray Margil, "diestro              y experimentado en apostólicas correrías".
          A comienzos de 1711, ejerciendo            esa función            asesora, Fray Margil escribe a la autoridad de Guadalajara, y            solicita para            todos los indios cora y nayaritas que en la próxima expedición            fueran            pacificados, un indulto general, de modo que no fueran            castigados por los            delitos cometidos en sus tiempos de rebeldía. Al mismo tiempo            indicaba:
          "También convendrá ofrecerles              a los              indios que se redujeren y estuvieren como buenos cristianos              que no se les              pondrá Alcalde Mayor ni otra justicia española, sino que el              pueblo que se              formare con su iglesia tendrá su Alcalde indio, de ellos              mismos".
          Y otra cosa más:
          "Que no se permitirá entren a              sus              pueblos negros, mulatos, mestizos, sino los que los              misioneros les pareciere              ser conveniente".
          La víspera de partir a esta            acción misional, el            15 de abril de 1711, Fray Margil le escribía a Sor Leonor:
          "Ya de aquí [de San Luis de              Colotlán]              iremos acercándonos al Nayarit, y así, ahora, apretar con              nuestro buen Jesús...              para que aquellos pobres reciban la fe... Acompañemos todos              a Jesús. El solo              sea el misionero y nosotros... sus jumentillos".
          
          La expedición fue un fracaso. En            mayo, desde            Guazamota, fue enviada al jefe de los nayaritas una embajada            de dos indios, uno            de los cuales, Pablo Felipe, hablaba la lengua cora. Ellos            leyeron solemnemente            a los nayaritas la Cédula Real, en la que se proponían medios            pacíficos de            conquista, y el ofrecimiento de amistad. Pero la respuesta del            rey de Nayarit            fue tajante:
          "No se cansen los padres              misioneros. Sin              los padres y los alcaldes mayores estamos en quietud, y si              quieren matarnos que              nos maten, que no nos hemos de dar para que nos hagan              cristianos".
          Fray Margil y Fray Luis            decidieron insistir, y            el 21 de mayo se entraron en la sierra, armados solamente con            unas cruces de            madera. Al fin llegaron a un lugar donde treinta arqueros les            atajaron el paso.            Fray Margil les habló con la mayor bondad, y luego él con Fray            Luis se pusieron            de rodillas, con los brazos en cruz, para que los flecharan.            Los indios bajaron            sus arcos, pero siguieron en su obstinada negativa,            respondiendo por Pablo            Felipe la misma palabra: "Que no quieren ser cristianos". No            los flecharon,            pero les echaron en burla un zorro lleno de paja: "¡Tomad eso para              comer!".
          Años después, cuando los Jesuitas            lograron            penetrar en la sierra nayarita, veneraban el árbol donde una            noche Fray Margil            lloró, al ver que los indios del Gran Nayar rechazaban a            Jesucristo. Entonces,            tanto nayares como Jesuitas, se quitaban el sombrero ante            aquel árbol, en            recuerdo devoto del bienaventurado Margil de Jesús.
          El Colegio de Guadalupe, de            Zacatecas, no había            fundado todavía ninguna misión, y como Fray Margil tenía            licencia del Comisario            franciscano para predicar en cualquier lugar de la Nueva            España, eligió el            norte.
          "Ya que este Colegio hasta              ahora no ha              podido tratar de infieles -escribía a comienzos de 1714-,              será bueno que yo,              como indigno negrito de mi ama de Guadalupe, pruebe la mano              y Dios nuestro              Señor obre".
          Acercándose ya a los sesenta            años, Fray Margil            estaba flaco y encorvado, sus pies eran feos y negros como los            de los indios, y            ya no caminaba ligero, como antes, pero conservaba entera su            alegría y su afán            misionero era cada vez mayor. Había fundado por ese tiempo en            el Real de Boca            de Leones un hospital para misioneros de Zacatecas, y allí se            estuvo, esperando            irse a misionar a Texas, al norte.
          Desde finales del siglo XVII,            veinte años antes,            misioneros de Querétaro y de Zacatecas habían misionado en el            Nuevo Reino de            León, en Coahuila, en Texas y Nuevo México. Pero aquellas            misiones, tan            costosamente plantadas, no acababan de prender, unas veces por            lo despoblado de            aquellos parajes, otras por los ataques de los indios, y            también porque apenas            llegaba allí el influjo de la autoridad civil española. Años            hubo en que Fray            Francisco Hidalgo quedó solo, a la buena de Dios, e hizo            varios viajes más allá            del río de la Trinidad, cerca del actual Houston, para            asegurar a los indios de            las antiguas misiones de San Francisco y Jesús María, que ya            pronto regresarían            los padres.
          En 1714, ciertas intromisiones            del francés Luis            de Saint Denis con veinticinco hombres armados, que se acercó            hasta el presidio            de San Juan Bautista, junto a río Grande, alarmaron a las            autoridades            virreinales de México, que por primera vez comprendieron el            peligro de que se            perdieran para la Corona española las provincias del norte y            Texas. Se dispuso,            pues, a comienzos de 1716, una expedición de veinticinco            soldados con sus            familias, al mando del capitán Domingo Ramón, que con la ayuda            de misioneros de            Querétaro y de Zacatecas, habrían de asentarse en cuatro            misiones.
          Los cinco frailes de la Santa            Cruz -entre ellos            el Padre Hidalgo, aquél que se había quedado solo para            asegurar a los indios el            regreso de los frailes-, fueron conducidos por Fray Isidro            Félix de Espinoza,            biógrafo de Fray Margil. Y otros cinco religiosos del Colegio            de Guadalupe            partieron bajo la autoridad de Fray Margil de Jesús. Formaban            entre todos una            gran caravana de setenta y cinco personas, frailes y soldados            con sus mujeres y            niños. En una larga hilera de carretas, y arreando más de mil            cabezas de            ganado, partieron todos hacia el norte, para fundar            poblaciones misionales en            Texas.
          
          En 1683 pasaron a manos de los            Padres            Apostólicos del Colegio de Misioneros de Propaganda FIDE, y de            este lugar            salieron Fran Antonio Margil de Jesús, Antonio Linaz y Melchor            López para            evangelizar. El edificio tiene una importancia adicional:            Maximiliano de Habsburgo,            Emperador de México, antes de ser fusilado en el Cerro de las            Campanas, estuvo            recluido en una de sus celdas.
          El 11 de marzo de 1697 le llegó            el nombramiento            de rector del Colegio Misionero de la Santa Cruz, en            Querétaro, México. La            Orden franciscana no había elegido para ese importante cargo a            un fraile lleno            de diplomas y erudiciones, sino a un misionero que llevaba            trece años            "gastándose y desgastándose" por los indios.
          Todos lloraron en la despedida,            Fray Margil,            Fray Blas y los indios. En dos semanas, no se sabe cómo, con            su paso acelerado,            llegó Fray Margil a Santo Domingo de Chiapas, a unos 600            kilómetros. Y en diez            días hizo a pie el camino de Oaxaca a Querétaro, que son unos            950 kilómetros...            Por esta razón fue llamado: "el  misionero              de los pies alados".
          
          Este fraile iba tan rápidamente            por los caminos            del Evangelio -"la caridad de Cristo nos urge" (2Cor 5,14)-, que con            frecuencia            llegaba a los lugares antes que sus compañeros de a caballo.            Se cuenta que, en            una ocasión, estando en Zacatecas, para llegar al canto de la            Salve, un día            corrió en unos pocos minutos una legua, algo menos de 6            kilómetros. Esa vez            llevaba agarrado a su hábito a un compañero fraile, que al            llegar estaba tan            mareado, que tuvo que ser atendido en la enfermería. Cuando le            preguntaban cómo            podía volar así por los caminos, él respondía:
          "Tengo mis atajos y Dios              también me              ayuda".
          A este paso suyo, el 22 de abril            de 1697 llegó a            Querétaro. En el camino real le esperaba su comunidad, que            había salido a recibir            al famoso padre, que había partido a misionar hacía trece            años. Los frailes le            vieron llegar "tostado              de              soles, con un hábito muy remendado, el sombrero colgado a la              espalda, y en la              cuerda, pendiente, una calavera".
          
          El Colegio de la Santa Cruz,            durante esos trece            años, había crecido mucho, relanzando con fuerza las acciones            misioneras. Fray            Margil, como Guardián, reinició su vida comunitaria claustral,            después de            tantos años de vida nómada y azarosa. Con los religiosos era            tan solícito como            exigente. A un novicio que andaba pensando en dejar los            hábitos le dijo:
          "Al cielo no se va comiendo              buñuelos".
          
          Estando al frente de la            comunidad, él daba            ejemplo en todo, yendo siempre el primero en la vida santa,            orante y penitente.            Su celda era muy pobre, y en ella tenía dos argollas en donde,            cuando no le            veían, se ponía a orar en cruz. Dormía de ocho a once, se            levantaba entonces, y            con el portero Fray Antonio de los Ángeles leía un capítulo de            la Mística            Ciudad de Dios, de Sor María de Agreda. Después, escribe Fray            Margil:
          "Se sentaba él como mi maestro              y yo              decía mis culpas postrado a sus pies, y en penitencia me              tendía yo en el suelo,              boca arriba, y me pisaba la boca diciendo tres credos...              luego me asentaba yo y              él hacía lo mismo".
          Seguía en oración toda la noche,            y por la            mañana, sin desayunar, decía misa y confesaba hasta la hora de            comer, en que            solamente tomaba un caldo y verduras. Por la tarde asistía a            la conferencia            moral y visitaba a los enfermos.
          Fray Margil unió siempre a la            vida conventual            otros ministerios externos. Hizo diversas predicaciones en            Valladolid,            Michoacán y en la Ciudad de México. Y en el mismo Querétaro            predicaba los            domingos en el mercado. Su encendida palabra -a veces tan dura            que fue            denunciado al Santo Oficio- logró terminar con las casas de            juego y las            comedias inmorales.
          Un día le llegó noticia de que en            octubre de            1698, Fray Melchor había fallecido misionando en Honduras. Las            campanas del            convento elevaron su voz al cielo, y Fray Margil comentó:
          "Si estuviera en mi mano, no              mandara              doblar [a difuntos], sino soltar un repique muy alegre,              porque ya ese ángel              está con Dios".
          Terminado su trienio de Guardián,            Fray Margil            fue enviado por el Comisario General de nuevo a Guatemala.            Llevaba consigo una            cédula que le hacía muy feliz, pues en ella la Propaganda FIDE            autorizaba, el            16 de julio de 1700, a fundar un Colegio de Misiones en            Guatemala, el segundo            en la Nueva España.
          El 8 de mayo de 1701 se echaron            los cordeles            para iniciar el templo y el convento del Colegio de Cristo            Crucificado, en            Guatemala. Fue elegido Fray Margil como su primer Guardián,            pero una vez            ordenadas allí las cosas espirituales y materiales, no tardó            mucho en irse a            misionar a los indios. Partió, el 16 de febrero de 1703, con            Fray Rodrigo de            Betancourt hacia Nicaragua, predicando y misionando en León,            Granada, Sébaco, y            en la Tologalpa nicaragüense, en el país de los brujos.
          
          Fray Margil, que tuvo siempre una            profunda            devoción a Nuestra Señora de Guadalupe, y que extendió su            culto por toda la            América Central, tuvo ahora la alegría de poner el Colegio            Misionero de            Zacatecas bajo el dulce nombre de la Virgen Guadalupana.
          Hoy, es uno de los tres museos de            arte sacro más            importantes de México y su capilla de Nápoles es una joya            artística.
          
          Cuando Fray Margil, que salió más            tarde, se            reunión con ellos en julio de 1716, ya cuatro misiones habían            sido fundadas en            Texas, más allá del río de la Trinidad: San Francisco de Asís,            la Purísima            Concepción, Nuestra Señora de Guadalupe y San José, en las            tierras de los            indios nacoches, asinais, nacogdochis y nazonis.
          Fray Margil, con seis religiosos            más, quedó todo            el año 1716 en Guadalupe de los Nacogdochis. Y en 1717,            durante el invierno,            muy frío por aquellas zonas, salió Fray Margil con otro            religioso y el Capitán            Domingo Ramón hacia el fuerte francés de Natchitoches, a            orillas del río Rojo,            y allí fundaron dos misiones, San Miguel de Linares y Nuestra            Señora de los            Dolores.
          Mientras que Ramón y el antes            mencionado Saint            Denis hacían negocios de contrabando y comerciaban con            caballos texanos, los misioneros            quedaron solos y hambrientos. Concretamente Fray Margil, en            1717, cuando murió            el hermano lego que le acompañaba, llegó a estar solo con los            indios en la            misión de Los Dolores, solo y con hambre. Desayunaba, cuenta            Espinoza, "un            poco de maíz tostado y remolido. Al mediodía y por la noche            volvía a comer maíz            y tal vez algunos granos de frijol sazonados con saltierra,            pues sal limpia pocas            veces alcanzaba a las comidas".
          Un día llegó en el que faltándole            estos groseros            alimentos, comió carne de cuervo. Y decía:
          "Como el oro en la hornilla              prueba Dios              a sus siervos. Si está con nosotros en la tribulación, ya no              es tribulación,              sino gloria".
          La verdad es que Fray Margil            tenía allí mucho            tiempo para orar, y después de tantos años de viajes y            trabajos, vivía en la            más completa paz, en el silencio de aquellos paisajes            grandiosos. Así pasó dos            años con ánimo excelente, que le llevaba a escribir:
          "Perseveremos hasta dar la vida            en esta            demanda como los Apóstoles... ¿Hay algo mejor?".
          En 1719, las misiones de            Zacatecas en Texas            -Guadalupe, Los Dolores y San Miguel- y las que dependían de            Querétaro -La            Purísima, San Francisco y San José-, apenas podían subsistir,            pues el Virrey no            mandaba españoles que fundaran villas en la región. La guerra            entre España y            Francia había empeorado la situación, y el comandante francés            de Natchitoches,            Saint Denis, saqueó la misión de San Miguel.
          Tuvieron, pues, que ser            abandonadas las            misiones, a pesar de que "los indios se ofrecían a poner            espías por los            caminos y avisar luego que supiesen venían marchando los            franceses".            Enterraron en el monte las campanas y todo lo más pesado, y se            replegaron a la            misión de San Antonio, hoy gran ciudad. Allí Fray Margil no se            estuvo ocioso,            pues en 1720 fundó la misión de San José, junto al río San            Antonio, que fue la            más prospera de Texas.
          Por fin en 1721 llegó una fuerte            expedición            española enviada por el gobernador de Coahuila y Texas, y los            frailes pudieron            hacer renacer todas sus misiones, una tras otra. Pero Fray            Margil, elegido            Guardián del Colegio misional de Zacatecas para el trienio            1722-1725, hubo de            abandonar para siempre aquellas tierras lejanas, silenciosas y            frías, en las            que durante seis años había vivido con el Señor, sirviendo a            los indios.
          Vuelto Fray Margil a Zacatecas en            1722, hizo con            el Padre Espinoza, Guardián de Querétaro, una visita al Virrey            de México, para            exponerle la situación de Texas y pedir ayudas más estables y            consistentes. La            ayuda de la Corona española a las misiones no era ya entonces            lo que había sido            en los siglos XVI y XVII, durante el gobierno de la Casa de            Austria.
          Ahora, se quejaba Espinoza,            diciendo: "como            el principal asunto de los gobernadores y capitanes no es            tomar con empeño la            conversión de los indios, quieren que los padres lo carguen            todo y que las            misiones vayan en aumento sin que les cueste a ellos el menor            trabajo". La            visita al Virrey, que les acogió con gran cortesía, apenas            valió para nada.
          Fray Margil, aprovechando el            viaje, predicó en            México y en Querétaro. A mediados de 1725, con otro fraile, se            retiró unos            meses a la hacienda que unos amigos tenían cerca de Zacatecas.            A sus sesenta y            ocho años, estaba ya muy agotado y consumido, pero de todas            partes le llamaban            invitándole a predicar. Aún pudo predicar misiones en            Guadalajara, en varios            pueblos de Michoacán, en Valladolid.
          A veces tuvo que viajar de noche            y a caballo,            pues los indios de día le salían al paso, con flores, música y            Cruz alzada, y            no le dejaban ir adelante. En Querétaro tuvo un ataque y quedó            inconsciente una            hora. Cuando volvió en sí, un amigo le preguntó si sentía            lástima de dejar la            actividad misionera. A lo que Fray Margil contestó:
          "Si Dios quiere, sacará un              borrico a la              plaza y hará de él un predicador que convierta al mundo".
          Ya muy enfermo, le llevaron al            convento de            México, para que allí recibiera mejores cuidados médicos. Fray            Manuel de las            Heras recibió su última confesión, y él mismo cuenta que, al            quedar perplejo,            viendo tan tenues faltas en tantos años de vida, Fray Margil            le dijo:
          "Si Vuestra Reverencia viera en            el aire una            bola de oro, que es un metal tan pesado, ¿pudiera persuadirse            a que por sí sola            se mantenía? No, sino que alguna mano invisible la sustentaba.            Pues así yo, he            sido un bruto, que si Dios no me hubiera tenido de su mano, no            sé que hubiera            sido de mí".
          El Padre de las Heras,            impresionado, siguió            explorando delicadamente aquella conciencia tan santa, y pudo            lograr alguna            preciosa confidencia, como aquélla en la que Fray Margil le            dijo con toda            humildad:
          "Acabando de consagrar, parece              que el              mismo Cristo le respondía desde la Hostia consagrada con las              mismas palabras de              la consagración, haciendo alusión al cuerpo del Venerable              Padre: , favor que              dicho Padre atribuía a que siempre había estado, o procurado              estar, vestido de              Jesucristo".
          El 3 de agosto decía Fray Margil:
          "¡Dispuesto está, Señor, mi              corazón,              dispuesto está!".
          Y el día 6 de agosto de 1726, día            de su muerte y            de su nacimiento definitivo, dijo:
          "Ya es hora de ir a ver a Dios".
          Fray Antonio Margil de Jesús            falleció en el Convento            de San Francisco en la Ciudad de México, a la edad de 69 años.
          La asistencia de la gente, que se            acercaba a            venerar en la sacristía de San Francisco los restos de Fray            Margil, fue tan            cuantiosa que "hacía olas", y hubo de hacerse presente la            guardia del            palacio. Todos querían venerar aquellos pies sagrados de Fray            Margil, que -como            escribió el Arzobispo de Manila, en unas exequias celebradas            en México días más            tarde- habían quedado "tan dóciles, tan tratables, tan            hermosos sin ruga            ni nota alguna. Pies que anduvieron tantos millares de leguas            tan descalzos y            fatigados en los caminos, tan endurecidos en los pedregales,            tan quebrantados            en las montañas, tan ensangrentados en los espinos... ¡Qué            mucho que se conservasen            hermosos pies que pisaron cuanto aprecia el mundo!".
          La Causa de beatificación de Fray            Antonio Margil            de Jesús fue promovida por el Procurador en Guatemala y            Zacatecas, Buenaventura            Antonio Ruiz de Esparza. Sus restos fueron exhumados el 10 de            febrero de 1778 y            fueron depositados en la capilla de Nuestra Señora de la            Macana.
          El 31 de julio de 1836, el Papa            Gregorio XVI            declaró heroicas las virtudes del Venerable Siervo de Dios            Fray Antonio Margil            de Jesús, cuyos restos reposaron durante algún tiempo en la            iglesia de La            Purísima, en la Ciudad de México.
          El 2 de abril de 1861 sus restos            fueron            trasladados a la Catedral de México. Entre las reliquias que            conservan los            franciscanos está un báculo de metal que tiene una Cruz en la            parte superior,            un par de sandalias, y parte del cordón de sus hábitos con los            3 nudos.
          Aquellas palabras de Isaías 52, 7            podrían ser su            epitafio:
          "¡Qué hermosos son sobre los            montes
          los pies del heraldo que anuncia            la paz,
          que trae la Buena Noticia!" 
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Fuente:            ar.geocities.com/misa_tridentina01 
        Sixto II y compañeros,            Santo XXIV          Papa, Mártir, 6 de agosto   
              
 Papa y Mártir              Martirologio Romano: Santos Sixto II, papa, y                      compañeros, mártires. El papa san Sixto, mientras                      celebraba los divinos misterios y enseñaba a los                      fieles los mandatos del Señor, al irrumpir los                      soldados para aplicar el edicto del emperador                      Valeriano fue detenido e, inmediatamente, decapitado                      el día seis de agosto. Con él sufrieron el martirio                      cuatro diáconos, que fueron enterrados con el papa                      en el cementerio de Calixto, en la vía Apia, y en                      ese mismo día, también sus diáconos santos Agapito y                      Felicísimo murieron en el cementerio de Pretextato,                      en donde fueron sepultados (258). "Cuando la espada (persecución)  |           
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Octaviano,            Beato          Obispo, 6 de          agosto   
              
 Obispo              Martirologio Romano: En Savona, de la Liguria, beato                      Octaviano, obispo y hermano del papa Calixto II, que                      tanto en el claustro como en la cátedra buscó con                      ahínco servir a Dios y a los hermanos (1132).  |           
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Carlos López Vidal, Beato          Mártir, 6 de agosto   
              
 Sacristán Mártir              Martirologio Romano: En las cercanías de Gandía, en                      Valencia, en España, beato Carlos López Vidal,                      mártir, que en tiempo de persecución de la fe                      alcanzó la gloria celestial (1936).  |           
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Fuente: Franciscanos.org 
        María Francisca de Jesús            (Ana María Rubatto), Beata          Fundadora, 6 de agosto   
              
 Fundadora del Instituto de las               |           
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Fuente: Enciclopedia            Católica || ACI Prensa 
        Mateo de Bascio, Beato          Fundador, 6 de agosto   
              
 Fundador de la Orden de Frailes               |           
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Fuente: ACIprensa.com 
        Hormisda, Santo LII          Papa, 6 de agosto   
              
 LII Papa              Martirologio Romano: En Roma, en la basílica de San                      Pedro, sepultura de san Hormisda, Papa. Abanderado                      de la paz, consiguió acabar con el cisma de Acacio                      en Oriente, y en Occidente hizo que se respetaran                      religiosamente por los nuevos pueblos los derechos                      de la Iglesia (523).  |           
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Fuente: Santiebeati.it 
        Tadeo Dulny, Beato Seminarista          Mártir, 6 de agosto   
              
 Mártir              Martirologio Romano: Cerca de Munich, de Baviera, en                      Alemania, beato Tadeo Dulny, mártir. Al ser ocupada                      militarmente Polonia, su patria, fue llevado al                      campo de concentración de Dachau por su fe en Cristo                      y, víctima de crueles tormentos, emigró a la gloria                      celestial (1942). El seminario, luego el campo de                    concentración, y allí dentro la muerte. Así se resume                    la vida de Tadeo Dulny. Nacido en una numerosa familia                    (seis hijos y dos hijas) en la Polonia sudoriental.                    Sus primeros maestros en la fe son sus padres, Jan y                    Antonina, quienes le dieron el sí cuando manifiesta su                    deseo de ingresar en el seminario de Wloclawek,                    después de haber terminado con mucho esfuerzo su                    educación en Ostrowiec. También en el seminario debe                    esforzarse mucho para llevar el ritmo de estudios,                    pero no se queja ni se rinde, cualidad que no deja de                    ser causa de admiración entre sus compañeros.  |           
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Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com;          Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es ,          misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/ 
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