JMJ
Pax
† Lectura            del santo Evangelio según san Lucas 11, 15-26
Gloria a            ti, Señor.
En aquel          tiempo, cuando Jesús expulsó un demonio, algunos dijeron: 
          "Expulsa a los demonios con el poder de Satanás, príncipe de los          demonios". 
          Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal milagrosa.          Pero Jesús,          conociendo sus malas intenciones, les dijo: 
          "Todo reino dividido por luchas internas va a la ruina, y se          derrumba casa          por casa. Si Satanás también está dividido contra sí mismo,          ¿cómo mantendrá su          reino? Ustedes dicen que yo echo a los 
          demonios con el poder de Satanás; y si yo echo los demonios con          el poder de          Satanás, ¿con el poder de quién los arrojan sus hijos? Por eso,          ellos mismos          serán sus jueces. Pero si yo echo los demonios con el poder de          Dios, entonces          es que el Reino de Dios ha llegado a ustedes. 
          Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus          bienes están          seguros. Pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita          las armas en          que confiaba y dispone de sus bienes. El que no está conmigo,          está contra mí; y          el que no recoge conmigo, desparrama. 
          Cuando un espíritu inmundo sale de un hombre, anda vagando por          lugares áridos,          en busca de reposo; y, al no hallarlo, dice: "Volveré a mi casa          de donde          salí". Y al llegar la encuentra barrida y arreglada. Entonces va          a coger          otros siete espíritus peores que él y vienen a instalarse allí.          Y la situación          final de aquel hombre resulta peor que la del principio".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y comunidad-comunión.          Con Dios es igual:          las “palabras          de vida eterna” (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario          visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan          presente en la          Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la          Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d) pedimos          y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación          del mundo entero…          ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=272692
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: “si              no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su              sangre, no tenéis vida              en vosotros” (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos en            estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con            el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          “Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso”.            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser            felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la            perfección del amor,            es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como            pide la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de            comulgar debemos confesar todos los pecados mortales:            “quien              come y bebe sin discernir el                Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1            Cor 11,29; Rm 14,23).            ¿Otros pecados mortales? no confesar pecados            graves al menos una vez al año (CDC            989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto            (derecho a            decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial),            planificación            natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio            por iglesia,            demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso            de razón,            borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio            o deseo de            venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de            lo sagrado, etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son            pecados mortales              objetivamente, pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay excusa.
† Misal
vie 27a.          Ordinario año Par
      Antífona de Entrada
      Confío, Señor, en tu              misericordia; alegra mi corazón con tu auxilio. Cantaré al              Señor por el bien              que me ha hecho.
Oración Colecta
      Oremos:
            Concédenos, Señor, ser dóciles a las inspiraciones de tu            Espíritu para que            realicemos siempre en nuestra vida tu santa voluntad.
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén.
Primera Lectura
      Los que viven según              la fe serán bendecidos, junto con Abrahán, que le creyó a              Dios
Lectura de la carta              del apóstol san Pablo a los Gálatas 3, 7-14
Hermanos:            Entiendan que los hijos de            Abrahán son los que viven según la fe. La Escritura, previendo            que Dios            justificaría a los paganos por medio de la fe, le adelantó a            Abrahán esta buena            noticia: Por medio de ti serán bendecidas todas las naciones.            Por consiguiente,            los que viven según la fe reciben la bendición junto con            Abrahán, que le creyó            a Dios. En cambio, los partidarios de la observancia de la ley            caen bajo una            maldición; pues dice la Escritura: Maldito el que no cumple            fielmente todos los            preceptos escritos en el libro de la ley. 
            Y es evidente que la ley no obtiene a nadie la salvación ante            Dios, porque el            justo vivirá por la fe, y la ley no es fruto de la fe, como            dice la Escritura:            Sólo vivirá quien cumpla los preceptos de la ley. Cristo nos            redimió de la maldición            de la ley haciéndose por nosotros un maldito, puesto que la            Escritura dice:            Maldito todo el que cuelga de un madero. 
            Esto sucedió para que, la bendición otorgada por Dios a            Abrahán, llegara            también por Cristo Jesús a los paganos, y por la fe            recibiéramos el Espíritu            prometido.
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
      Sal 110, 1-2.3-4.5-6
Alabemos al Señor de              todo corazón.
Doy gracias al Señor            de todo corazón, en la reunión de los buenos y en la asamblea.            Grandes son las            obras del Señor, dignas de estudio para los que la aman.
            Alabemos al Señor de todo corazón.
Su acción es            espléndida y majestuosa, su salvación permanece para siempre;            ha hecho            maravillas memorables, el Señor es compasivo y misericordioso.
            Alabemos al Señor de todo corazón.
Da alimento a los que            lo respetan, acordándose siempre de su alianza. Mostró a su            pueblo el poder de            sus obras, dándole la heredad de los paganos.
            Alabemos al Señor de todo corazón.
Aclamación antes del Evangelio
      Aleluya,              aleluya.
            Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia            mí, dice el Señor.
            Aleluya.
Evangelio
      Si yo              expulso a los demonios con el poder              de Dios, eso significa que el Reino de Dios ha llegado a              ustedes
† Lectura              del santo Evangelio según san              Lucas 11, 15-26
Gloria a              ti, Señor.
En aquel            tiempo, cuando Jesús expulsó un            demonio, algunos dijeron: 
            "Expulsa a los demonios con el poder de Satanás, príncipe de            los            demonios". 
            Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal milagrosa.            Pero Jesús,            conociendo sus malas intenciones, les dijo: 
            "Todo reino dividido por luchas internas va a la ruina, y se            derrumba casa            por casa. Si Satanás también está dividido contra sí mismo,            ¿cómo mantendrá su            reino? Ustedes dicen que yo echo a los 
            demonios con el poder de Satanás; y si yo echo los demonios            con el poder de            Satanás, ¿con el poder de quién los arrojan sus hijos? Por            eso, ellos mismos            serán sus jueces. Pero si yo echo los demonios con el poder de            Dios, entonces            es que el Reino de Dios ha llegado a ustedes. 
            Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus            bienes están            seguros. Pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, le            quita las armas en            que confiaba y dispone de sus bienes. El que no está conmigo,            está contra mí; y            el que no recoge conmigo, desparrama. 
            Cuando un espíritu inmundo sale de un hombre, anda vagando por            lugares áridos,            en busca de reposo; y, al no hallarlo, dice: "Volveré a mi            casa de donde            salí". Y al llegar la encuentra barrida y arreglada. Entonces            va a coger            otros siete espíritus peores que él y vienen a instalarse            allí. Y la situación            final de aquel hombre resulta peor que la del principio".
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
      Que este            sacrificio de acción de gracias y            de alabanza que vamos a ofrecerte, nos ayude, Señor, a            conseguir nuestra            salvación eterna.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Prefacio 
      La gloria              de Dios es el hombre viviente
En verdad es            justo y necesario, es nuestro            deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar,            Señor, Padre santo,            Dios todopoderoso y eterno. 
            Tú eres el Dios vivo y verdadero; el universo está lleno de tu            presencia, pero            sobre todo has dejado la huella de tu gloria en el hombre,            creado a tu imagen.            Tú lo llamas a cooperar con el trabajo cotidiano en el            proyecto de la creación            y le das tu Espíritu para que sea artífice de justicia y de            paz, en Cristo, el            hombre nuevo.
            Por eso,
            unidos a los ángeles y a los santos, cantamos con alegría el            himno de tu            alabanza:
          
Antífona de la Comunión
      Señor, yo creo que tú              eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo que ha venido a este              mundo.
Oración después de la Comunión
      Oremos:
            Que el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que nos has dado, Señor,            en este            sacramento, sean para todos nosotros una prenda segura de vida            eterna.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén
Dia 12/10          Nuestra Señora del Pilar (blanco)
      Antífona          de Entrada
      Tú            permaneces como la columna que guiaba y sostenía día y noche            al pueblo en el            desierto.
Oración          Colecta
      Oremos:
          Dios todopoderoso y eterno, que en la gloriosa Madre de tu Hijo          has concedido          un amparo celestial a cuantos la invocan con la secular          advocación del Pilar;          concédenos, por su intercesión, fortaleza en la fe, seguridad en          la esperanza y          constancia en el amor.
          Por nuestro Señor Jesucristo....
          Amén.
Primera          Lectura
      Metieron            el arca de Dios y la instalaron en el centro de la tienda
Lectura            del primer libro de las Crónicas
            15, 3-4.15-16; 16, 1-2
En          aquellos días, David congregó en Jerusalén a todos los          israelitas para          trasladar el arca del Señor al lugar preparado. Reunió también a          los hijos de          Aarón y a los levitas. Los levitas se echaron los varales a los          hombros y          levantaron el arca de Dios, como mandó Moisés por orden del          Señor. David ordenó          a los jefes de los levitas que organizasen a sus hermanos          cantores, para que          entonasen cánticos de alegría, acompañados de instrumentos          musicales,          salterios, cítaras y címbalos.
          Metieron el arca de Dios y la instalaron en el centro de la          tienda que David          había preparado. Ofrecieron a Dios holocaustos y sacrificios de          comunión, y          cuando David terminó de ofrecerlos bendijo al pueblo en el          nombre del Señor.
          Palabra del Dios.
Te          alabamos, señor. 
Salmo          Responsorial
      Del salmo            26
El Señor            me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado.
El Señor          es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré? El Señor es la          defensa de mi vida;          ¿quién me hará temblar?
          El Señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado.
Si un          ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla; si me declaran          la guerra, me          siento tranquilo.
          El Señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado.
Una cosa          pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los          días de mi          vida; gozar de la dulzura del Señor contemplando su templo.
          El Señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado.
El me          protegerá en su tienda el día del peligro; me esconderá en lo          escondido de su          morada, me alzará sobre la roca.
          El Señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado.
Aclamación          antes del Evangelio
      Aleluya,            aleluya.
          Afianzó mis pies sobre la roca y me puso en la boca un cántico          nuevo.
          Aleluya.
Evangelio
      Dichoso            el vientre que te llevó
† Lectura            del santo Evangelio según San Lucas
            11, 27-28
Gloria a            ti, Señor.
En aquel          tiempo, mientras Jesús hablaba a las muchedumbres una mujer de          entre el gentío          levantó la voz diciendo:
          "¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que criaron!"
          Pero él repuso:
          "Mejor: ¡Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la          cumplen!"
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración          sobre las Ofrendas
      Dios          todopoderoso y eterno, que hiciste brillar sobre nosotros la luz          de la fe; haz          que los dones que ahora te presentamos y las súplicas que te          dirigimos nos          consigan, por intercesión de Santa María del Pilar, permanecer          firmes en la fe          y generosos en el amor.
          Por Jesucristo, nuestro Señor.
          Amén.
Prefacio
      La            Iglesia alaba a Dios con las palabras de María
En verdad          es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte          gracias y proclamar
          que eres admirable en la perfección de todos tus santos, y de un          modo singular          en la perfección de la Virgen María.
          Por eso, al celebrarla hoy, queremos exaltar tu generosidad          inspirados en su          propio cántico, pues en verdad, has hecho maravillas por toda la          tierra, y          prolongaste tu misericordia de generación en generación, cuando          complacido en          la humildad de tu sierva, nos diste por su medio al autor de la          vida,          Jesucristo tu hijo, nuestro Señor.
          Por él,
          los ángeles y los arcángeles te adoran eternamente, gozosos en          tu presencia. Permítenos          unirnos a sus voces cantando tu          alabanza:
          
Antífona          de la Comunión
      Me            felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha            hecho obras grandes            por mí.
Oración          después de la Comunión
      Oremos:
          ¡Oh Dios!, que de modo maravilloso multiplicas tu presencia en          medio de          nosotros; al darte gracias por este sacramento con que nos has          alimentado, te          rogamos nos concedas, por intercesión de la Santa Señora del          Pilar. crecer en          la fe y amor a nuestros hermanos.
        Por          Jesucristo, nuestro Señor.
          Amén
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† Meditación diaria
27ª semana. Viernes
LA VOLUNTAD DE DIOS
— El cumplimiento          de la voluntad          divina.
— Purificar la          propia voluntad,          inclinada excesivamente hacia uno mismo.
— Amar en todo el          querer de Dios.
I. Hágase tu            voluntad en la            tierra como en el Cielo, rogamos a Dios en la tercera          petición del Padrenuestro.          Queremos alcanzar del Señor las gracias necesarias para que          podamos cumplir          aquí en la tierra todo lo que Dios quiere, como lo cumplen los          bienaventurados          en el Cielo. La mejor oración es aquella que transforma nuestro          deseo hasta          conformarlo, gozosamente, con la voluntad divina, hasta poder          decir con Jesús: No            se haga mi voluntad, Señor, sino la tuya: no quiero nada          que Tú no quieras.          Nada. este es el fin principal de toda petición: identificarnos          plenamente con          el querer divino.
Si es así nuestra          oración, siempre          saldremos beneficiados, pues no hay nadie que quiera tanto          nuestro bien y          nuestra felicidad como el Señor. Casi sin darnos cuenta, sin          embargo, deseamos          en muchas ocasiones que se cumpla ante todo nuestro querer, que          juzgamos muy          acertado y conveniente, aunque deseemos, quizá fervientemente,          que el querer          divino coincida con el nuestro... No tenéis porque no pedís.            Pedís y no            recibís porque pedís mal1, escribe el          Apóstol Santiago.
Cuando decimos:          Señor, hágase tu            voluntad, no nos situamos ante un acontecimiento o ante          una gestión..., en          la peor de las posibilidades o en la desgracia, sino en “la          mejor” de las          posibles, porque, aun en el caso en que aquello que Dios permite          parezca a          primera vista un desastre, debemos trascender esa visión          puramente humana y          aprender que existe un plano más alto, donde Dios integra aquel          suceso en un          bien superior, que quizá en ese momento nosotros no vemos.          Aquella situación          que se nos presenta oscura es solo una sombra de un cuadro          luminoso y lleno de          belleza; pues la sabiduría divina ¿no es más sabia que la          nuestra?; su amor por          nosotros y por los nuestros, ¿no es infinitamente mayor que el          nuestro? Si          pedimos pan, ¿nos va a dar una piedra? ¿No es acaso          nuestro Padre? Cuando            oréis habéis de decir: Abba, Padre... Solo en este clima          de amor y de confianza          es posible la oración verdadera: Señor, si conviene,            concédeme... Dios          sabe más y es infinitamente bueno, mejor siempre de lo que          nosotros podemos          comprender. Él quiere lo mejor; y lo mejor a veces no es lo que          pedimos. María          de Betania le envió un mensaje urgente para que curara a su          hermano Lázaro, que          se encontraba a punto de morir. Y Jesús no lo curó, lo resucitó.          Él es sabio,          con una sabiduría divina, y nosotros, ignorantes. Él abarca la          vida entera, la          nuestra y la de aquellos a quienes amamos, y nosotros apenas          vislumbramos un          poco de lo inmediato. Vemos esos instantes con premura e          impaciencia quizá, y          Él ve toda la vida y la eternidad... No sabemos pedir lo que          conviene, pero el          Espíritu Santo aboga por nosotros con gemidos inefables2. No rogamos que Dios            quiera, sino que          nos enseñe y nos dé fuerzas para cumplir lo que Él quiere3.
Querer hacer la          voluntad de Dios en          todo, aceptarla con gozo, amarla, aunque humanamente parezca          difícil y dura, no          “es la capitulación del más débil ante el más fuerte, sino la          confianza del          hijo en el Padre, cuya bondad nos enseña a ser plenamente          hombre: lo cual          implica el alegre descubrimiento de la condición de nuestra          grandeza”4, la filiación          divina.
II. Hágase tu            voluntad...
En muchos momentos,          nuestro querer          natural coincide con el de Dios. Todo parece entonces sereno y          suave, y se          camina sin gran dificultad. Pero no debemos olvidar que en el          progreso hacia la          santidad tendremos que purificar el propio yo, la propia          voluntad inclinada          excesivamente hacia uno mismo, incluso en asuntos nobles, y          dirigirla a la          plena identificación con el querer divino. Este es la verdadera          brújula que          orienta los pasos directamente a Dios, y que nos llevará en          tantas ocasiones          por senderos distintos a los que nosotros, con un criterio          exclusivamente humano,          hubiéramos escogido. Y el Espíritu Santo quizá nos diga, en la          intimidad de          nuestro corazón: Mis caminos no son vuestros caminos...5.
Del Señor debemos          aprender el camino          seguro del cumplimiento de la voluntad de Dios en todo. Es esta          una enseñanza          continua a lo largo del Evangelio. Cuando los Apóstoles instan a          Jesús, cansado          después de una larga jornada, para que tome algún alimento de          los que acaban de          comprar en una ciudad de Samaria, les dice: Mi comida es            hacer la voluntad            del que me ha enviado y dar cumplimiento a su obra6. Nuestro alimento,          lo que nos da fuerzas y          firmeza para vivir como hijos de Dios, lo que da sentido a una          vida, es saber          que estamos haciendo la voluntad de Dios hasta en los detalles          más pequeños del          vivir diario. En otras muchas ocasiones repetirá Jesús esta          misma enseñanza: no            pretendo hacer Mi voluntad, sino la de Aquel que me ha enviado7. ¡Si pudiéramos          nosotros decir siempre esto          mismo! Yo no quiero, Señor –le decimos en nuestro interior–,          hacer aquello que          desean mis sentidos o mi inteligencia, aunque sea lícito, sino          aquello que Tú          quieres que lleve a cabo, aunque parezca difícil y costoso. Si          alguna vez nos          sucede esto, que nos cuesta aceptar la voluntad de Dios, iremos          al Sagrario a          ver a Jesús, y después de un rato de oración comprenderemos que          nuestro querer          más íntimo es precisamente aceptar y amar la voluntad de Dios.          Será entonces el          momento –especialmente si se trata de un asunto que nos resulta          muy costoso y          molesto– de hacer nuestra la oración de Jesús en los comienzos          de la Pasión: Padre            mío, si es de tu agrado, aleja de Mí este cáliz; pero no se            haga mi voluntad            sino la tuya8. No se haga mi            voluntad... repetiremos          despacio, sino lo que Tú quieres.
Los Apóstoles          predicaron más tarde          lo que aprendieron del Maestro: el Reino de los Cielos solo            es accesible al            que hace la voluntad de mi Padre celestial9, pues el que            hiciere la voluntad de mi            Padre que está en los Cielos, ese es mi hermano y mi hermana y            mi madre10. Es ahí –en el          cumplimiento del querer divino–          donde la criatura encuentra su verdadera felicidad, pues la          voluntad divina          está orientada a que seamos plenamente felices en esta vida y en          la otra, de un          modo con frecuencia distinto al que nosotros habíamos          proyectado: “a quien posee          a Dios, nada le falta..., si él mismo no le falta a Dios”11.
Nuestra voluntad          tiene así una meta:          hacer siempre, también en lo pequeño, en las tareas ordinarias,          lo que Dios          quiere que hagamos. Así, decidimos en cada circunstancia no          aquello que nos es          más útil o agradable, sino según lo que quiere el Señor en          aquella situación          concreta. Y como Dios quiere lo mejor, aunque de modo inmediato          no lo          experimentemos, estamos ejerciendo la libertad en el bien, que          es donde          verdaderamente se realiza12. Por eso, cuando          ejercitamos nuestra libertad          haciendo propio el querer divino, estamos convirtiendo nuestra          vida en un          continuo acto de amor.
III. Padre,            hágase tu voluntad en            la tierra como en el Cielo... Y disponemos el alma no solo          para llevar a          cabo el querer divino, sino para amar lo que Dios hace o          permite. Cuando los          acontecimientos o las circunstancias no permiten que escojamos          nosotros, es          Dios quien ya ha elegido por nosotros. Es en esas situaciones, a          veces          humanamente difíciles, donde debemos decir con paz: “¿Lo          quieres, Señor?... ¡Yo          también lo quiero!”13. Pueden ser          ocasiones extraordinarias para          confiar más y más en Dios. Esa voluntad divina que aceptamos          puede llamarse          sufrimiento, enfermedad o pérdida de un ser querido. O quizá son          hechos que nos          llegan por los simples sucesos de cada jornada o el transcurrir          de los días:          aceptar el paso del tiempo que comienza a dejar su huella bien          marcada en el          cuerpo, el sueldo insuficiente, una profesión distinta de la que          hubiéramos          deseado ejercer pero que debemos realizar con amor porque las          circunstancias          nos han llevado a ella y que ya no es posible abandonar, el          fracaso por un          olvido o error ridículo, los malentendidos, el carácter de          alguien con el que          cada día hemos de pasar codo a codo muchas horas, los sueños          nobles no          realizados..., el aceptarse a uno mismo con todas sus          limitaciones, sin que          esto mate el deseo de superación y, sobre todo, de crecer en las          virtudes.          También podremos decir nosotros entonces:
“Dadme riqueza o          pobreza,
          dad consuelo o desconsuelo,
          dadme alegría o tristeza (...).
          ¿Qué mandáis hacer de Mí?”14.
¿Qué quieres,          Señor, de mí en esta          circunstancia concreta, y en aquella otra?
La aceptación alegre de la voluntad divina nos dará siempre paz en el alma y, en lo humano, evitará desgastes inútiles, pero muchas veces no suprimirá el dolor. El mismo Jesús lloró como nosotros. En la Carta a los Hebreos leemos que en los días de su vida mortal ofreció oraciones y súplicas con poderosos clamores y lágrimas15. Nuestras lágrimas, cuando se trata de un suceso doloroso, no ofenden a Dios, sino que mueven a su compasión. “Me has dicho: Padre, lo estoy pasando muy mal.
“Y te he respondido          al oído: toma          sobre tus hombros una partecica de esa cruz, solo una parte          pequeña. Y si ni          siquiera así puedes con ella, ...déjala toda entera sobre los          hombros fuertes          de Cristo. Y ya desde ahora, repite conmigo: Señor, Dios            mío: en tus manos            abandono lo pasado y lo presente y lo futuro, lo pequeño y lo            grande, lo poco y            lo mucho, lo temporal y lo eterno.
“Y quédate          tranquilo”16.
Quiere el Señor          además que, junto a          la amorosa aceptación del querer divino, pongamos todos los          medios humanos para          salir de esa mala situación, si es posible. Y si no lo es, o          tarda en          resolverse, nos abrazaremos con fuerza a nuestro Padre Dios y          podremos decir,          como San Pablo en momentos muy difíciles: Reboso de gozo en            todas nuestras            tribulaciones17. Nada podrá          quitarnos la alegría.
Nuestra Madre Santa          María es el          modelo que hemos de imitar, diciendo: Hágase en mí según tu            palabra. Que          se haga lo que Tú quieras, y como Tú quieras, Señor.
1 Sant 4, 3. — 2 Cfr. Rom          8, 20. — 3 Cfr. San Agustín,          Sermón del Monte, 2,          6, 21. — 4 G. Chevrot,            En lo secreto,            Rialp, Madrid 1960, p. 164. — 5 Is 55, 8. — 6 Jn 6, 32. — 7 Jn 5, 30. — 8 Lc 22, 42. — 9 Mt 7, 21. — 10 Mt 6, 10. — 11 San            Cipriano, Tratado              sobre la oración, 21. — 12 Cfr. C. Cardona, Metafísica            del bien y del            mal, EUNSA, Pamplona 1987, p. 185. — 13 Cfr. San Josemaría          Escrivá, Camino, n.          762. — 14 Santa            Teresa, Poesías,            5. — 15 Heb 5, 7. — 16 San            Josemaría Escrivá, Vía              Crucis, VII, n. 3. — 17 2 Cor 7, 4.
12 de octubre
NUESTRA SEÑORA DEL          PILAR*
Fiesta (en            España)
— La devoción a la          Virgen del Pilar.
— La Virgen va por          delante en toda          evangelización, en todo apostolado personal. Contar con Ella.
— Firmeza y caridad          a la hora de          propagar la fe.
I. Me            felicitarán todas las            generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí1.
Según una          antiquísima y venerada          tradición, la Virgen, cuando aún vivía, se apareció en carne          mortal al Apóstol          Santiago el Mayor en Zaragoza, acompañada de ángeles que traían          una columna o          pilar como signo de su presencia.
En la aparición,          Nuestra Señora          consoló y reconfortó al Apóstol Santiago, a quien prometió su          asistencia          materna en la evangelización que estaba llevando a cabo en          España. Desde          entonces, el Pilar es considerado como “el símbolo de la firmeza          de fe”2; a la vez, nos          indica el camino seguro de todo          apostolado: Ad Iesum per Mariam, a Jesús, por María. La          Virgen es el          pilar firme, los cimientos seguros, donde se asienta la fe y          donde esta fe se          guarda3. “Por medio de          ella, a través de          muy diversas formas de piedad, ha llegado a muchos cristianos la          fe en Cristo,          Hijo de Dios y de María”. Son sostenidos “por la devoción a          María, hecha así          columna de esa fe y guía segura hacia la salvación”4.
Al ver tantas          naciones y pueblos          diversos que celebran hoy esta fiesta y al contemplar su amor a          la Virgen          podemos ver cumplidas las palabras de la Sagrada Escritura: Eché            raíces            entre un pueblo grande, en la porción del Señor, en su            heredad. Crecí como            cedro del Líbano y del monte Hermón, me he elevado como            palmera de Engadí y            como rosal de Jericó, como gallardo olivo en la llanura y como            plátano junto al            agua. Exhalé fragancia como el cinamomo y la retama, y di            aroma como mirra            exquisita, como resina perfumada, como el ámbar y el bálsamo,            como nube de            incienso en el santuario5. Su devoción se ha          extendido por todas partes.
La fiesta de hoy es          una excelente          ocasión para pedir, por su mediación, que la fe que Ella alentó          desde el          principio se fortalezca más y más, que los cristianos seamos          testigos tanto más          firmes cuanto mayores sean las dificultades que podamos          encontrar en el          ambiente del trabajo, de las personas con las que habitualmente          nos relacionamos,          o en nosotros mismos. Esto nos consuela: si hemos de          enfrentarnos a obstáculos          más grandes, más gracia nos obtendrá Nuestra Señora para que          salgamos siempre          triunfadores.
Le pedimos hoy ser          pilares seguros,          cimiento firme, donde se puedan apoyar nuestros familiares y          nuestros amigos. Dios            todopoderoso y eterno le rogamos en la Misa propia de esta          fiesta que en            la gloriosa Madre de tu Hijo has concedido un amparo celestial            a cuantos la            invocan con la secular advocación del Pilar; concédenos, por            su intercesión,            fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en            el amor6.
II. Tú            permaneces como la columna            que guiaba y sostenía día y noche al pueblo en el desierto7.
En el libro del Éxodo          se lee          cómo Yahvé precedía al pueblo en el desierto, de día como una          columna en forma          de nube para indicarle el camino, y de noche como una columna de          fuego para          alumbrarle8. En el Libro            de la Sabiduría se señala:          Y en lugar de tinieblas encendiste una columna, que le diste            para su camino,            un sol que no les quemaba, para una gloriosa peregrinación9.
La Virgen fue quien          marchó delante          en la evangelización de los comienzos, alumbrando el camino, y          es quien ahora          va primero, iluminando nuestro propio camino y el apostolado          personal que como          cristianos corrientes realizamos en nuestra familia, en el          trabajo y en los          ambientes que frecuentamos. Por eso, cuando nos proponemos          acercar a un          familiar o a un amigo a Dios, lo encomendamos en primer lugar a          Nuestra Señora.          Ella quita obstáculos y enseña el modo de hacerlo. Cada uno de          nosotros, quizá,          ha experimentado esta poderosa ayuda de la Virgen. “Sí, tenemos          como guía una          columna que acompaña al nuevo Israel, a la Iglesia, en su          peregrinar hacia la          Tierra prometida, que es Cristo el Señor. La Virgen del Pilar es          el faro            esplendente, el trono de gloria, que guía y          consolida la fe de un          pueblo que no se cansa de repetir en la Salve Regina: Muéstranos            a Jesús”10.
La evangelización          iniciada en cada          lugar del mundo, hace siglos o pocos años, no terminará hasta el          fin de los          tiempos. Ahora nos toca a nosotros llevarla a cabo. Para eso          hemos de saber comprender          a todos de corazón. Con más comprensión cuanto más distantes se          encuentren de          Cristo, con una caridad grande, con un trato amable, sin ceder          en la conducta          personal ni en la doctrina que hemos recibido a través del canal          seguro de la          Iglesia.
Acudamos a Nuestra          Señora pidiéndole          luz y ayuda en esas metas apostólicas que nos proponemos para          llevar a cabo la          vocación apostólica recibida en el Bautismo. Acudamos a Ella a          través del Santo          Rosario, especialmente en este mes de octubre el mes del            Rosario,          visitemos sus santuarios y ermitas, ofreciéndole algún pequeño          sacrificio, que          Ella recoge sonriendo y lo transforma en algo grande. Dirigirnos          a Ella en          petición de ayuda es un buen comienzo en todo apostolado.
En esa acción          evangelizadora que          cada cristiano debe llevar a cabo de modo natural y sencillo,          debemos tenerla a          Ella como Modelo. Miremos su vida normal: veremos su caridad          amable, el          espíritu de servicio que se pone de manifiesto en Caná, en la          presteza con que          ayuda a su prima Santa Isabel... Debemos contemplar su sonrisa          habitual, que la          hacía tan atrayente para las personas que habitualmente la          trataban... Así          hemos de ser nosotros.
III. Siguiendo la          Misa propia de          esta advocación mariana, pedimos también hoy al Señor que nos          conceda, por intercesión          de Santa María del Pilar, permanecer firmes en la fe y            generosos en el amor11.
Le suplicamos ser firmes            en la fe,          el tesoro más grande que hemos recibido. Saber guardarla en          nosotros y en          quienes especialmente Dios ha puesto a nuestro cuidado de todo          aquello que la          pueda dañar: lecturas inconvenientes, programas de televisión          que poco a poco          van minando el sentido cristiano de la vida, espectáculos que          desdicen de un          cristiano...; guardarla sin ceder en lo que fielmente nos ha          transmitido la          Iglesia, manteniendo con fortaleza esa buena doctrina ante un          ambiente que en          aras de la tolerancia se muestra en ocasiones intolerante con          esos principios          firmes en los que no cabe ceder, porque son los cimientos en los          que se apoya          toda nuestra vida. Resistid firmes en la fe12, exhortaba San          Pedro a los primeros cristianos          en un ambiente pagano, parecido al que en algunas ocasiones          podemos encontrar          nosotros. Ceder en materia de fe o de moral, por no llevarse un          mal rato, por          limar aristas, por puro conformismo y cobardía, ocasionaría un          mal cierto a esas          personas que, tal vez un poco más tarde, verán la luz en nuestro          comportamiento          coherente con la fe de Jesucristo.
En un ambiente en          el que quizá          abundan la debilidad y la flaqueza, esta firmeza ha de ir          acompañada por la generosidad            en el amor: el saber entendernos con todos, incluso con          quienes no nos          comprenden o no quieren hacerlo, o tienen ideas sociales y          políticas distintas          u opuestas a las nuestras, con personas de elevada cultura o con          aquellos que          apenas saben leer..., manteniendo siempre una actitud amable          compatible con la          firmeza cuando sea necesaria, que nace de un corazón que trata a          Dios          diariamente en la intimidad de la oración.
Si la primera          evangelización, en          España y en todas partes, se realizó bajo el amparo de la          Virgen, esta nueva          evangelización de las naciones que están cimentadas desde su          origen en          principios cristianos también se realizará bajo su amparo y          ayuda, como la          columna que guiaba y sostenía día y noche en el desierto          al Pueblo          elegido. Ella nos lleva a Jesús, que es nuestra Tierra          prometida; “es lo que          realiza constantemente, como queda plasmado en el gesto de          tantas imágenes de          la Virgen... Ella con su Hijo en brazos, como aquí en el Pilar,          nos lo muestra          sin cesar como el Camino, la Verdad y la Vida”13. “Para eso quiere          Dios que nos acerquemos al          Pilar escribía San Josemaría Escrivá al terminar de relatar          algunos pequeños          sucesos de su amor a la Virgen en este santuario mariano: para          que, al          sentirnos reconfortados por la comprensión, el cariño y el poder          de nuestra          Madre aumente nuestra fe, se asegure nuestra esperanza: sea más          viva nuestra          preocupación por servir con amor a todas las almas. Y podamos,          con alegría y          con fuerzas nuevas, entregarnos al servicio de los demás,          santificar nuestro          trabajo y nuestra vida: en una palabra, hacer divinos todos los          caminos de la          tierra”14.
Hoy, en su fiesta,          nos acercamos con          el corazón al Pilar y le pedimos a Nuestra Señora que nos guíe          siempre, que sea          la seguridad en la que se apoya nuestra vida.
1 Antífona              de comunión, Lc 1, 48. — 2 Juan Pablo            II, Homilía en              Zaragoza, 6-XI-1982. — 3 ídem, Enc.            Redemptoris              Mater, 25-III-1987, 27. — 4 ídem, Homilía              en Zaragoza,            cit. — 5 Eclo 24, 16-21. — 6 Oración              colecta de la Misa              propia del día. — 7 Sab 18, 3; Ex 13, 21-22. — 8 Cfr. Ex          13, 21. — 9 Sab 18, 3. — 10 Juan Pablo            II, Ángelus            15-XI-1987. — 11 Oración              sobre las ofrendas              de la Misa propia del día. — 12 cfr. 1 Pdr          5, 9. — 13 Juan Pablo            II, Homilía en              Zaragoza, cit. — 14 San            Josemaría Escrivá, Recuerdos              del Pilar, Folleto MC n. 119, p. 47.
* Según una          venerada tradición, la          Santísima Virgen se manifestó en Zaragoza sobre una columna o          pilar, signo          visible de su presencia. Desde antiguo se tributó en aquel lugar          culto a la          Madre de Dios y en su honor se edificó primero una iglesia y          luego la actual          basílica, centro de peregrinación de España especialmente y del          mundo          hispánico. Pío XII otorgó a todas las naciones de América del          Sur la          posibilidad de celebrar en este día la misma Misa particular que          se celebra en          España.
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† Santoral             (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
Adviento
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Fuente:          EWTN.com 
          Nuestra Señora de Aparecida Patrona de Brasil, 12 Octubre            
              
 La historia cuenta                  que en el año 1717, El gobernador de Sao Paulo y Minas                  Gerais, don Pedro de Almeida y Portugal, Conde de                  Assumar, pasó por la villa de Guaratinguetá camino a                  villa Rica. Por tal motivo, los pobladores del lugar,                  queriendo agasajar al invitado, solicitaron a tres                  pescadores, Domingos Garcia, Filipe Pedroso e João                  Alves, una provisión de peces.  |           
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Amigo,            Santo          Biografía, 12 de octubre   
|                Octubre 12  
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Fuente:          Franciscanos.org 
          Serafín de Montegranario, Santo Lego Capuchino, 12          octubre   
              
 Nací en un pequeño                  pueblo de las Marcas, en la Italia central, donde todas                  las casas, como si fueran girasoles, están abiertas al                  sol. Fue en 1540, cuando en toda la región comenzaba a                  estabilizarse la Reforma Capuchina. Sin embargo yo no                  conocí a los frailes hasta que entré en el noviciado.  |           
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Fuente: Ocd.pcn.net 
          Eufrasio del Niño Jesús, Beato Mártir, 12 Octubre   
              
 Eufrasio Barredo                  Fernández nació en Cancienes del Concejo de Corvera                  (Asturias) el 8 de febrero de 1897. El 5 de diciembre de                  1912 ingresó en el colegio teresiano de los Carmelitas                  Descalzos de Villafranca de Navarra. El 26 de julio de                  1916 emitió la profesión simple, que ratificaría con la                  solemne el 18 de marzo de 1922. Terminados sus estudios                  fue ordenado sacerdote el 23 de septiembre de 1922 en                  Santander. Destinado a Cracovia (Polonia), a fin de                  fortalecer la presencia carmelita en aquellas tierras,                  permaneció allí de 1926 a 1928. A su regreso fue                  destinado a Burgos, como director de las revistas “Ecos                  del Carmelo y Praga” y “Monte Carmelo”.  |           
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Edwin de Northumbria,            Santo Mártir y          Rey, Octubre 12   
              
 San Edwin (también                  conocido como Eadwine o Æduini) (c. 586-12 de octubre de                  633) fue Rey de Deira y Bernicia, los cuales se irían a                  conocer colectivamente como Northumbria. Su reino duro                  desde 616 hasta su muerte. El se convirtió al                  cristianismo y fue bautizado en el año 627; después de                  haber muerto en la Batalla de Hatfield Chase fue                  venerado como santo.  |           
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Fuente:          traducido por Helge Kuntschke          
          Maximiliano de Celeia, Santo Obispo de Lorch, 12 Octubre            
              
 Atríbuto: El santo Maximilian es presentado en una                  vestimenta episcopal y tiene en sus manos una espada y                  una cruz o un libro.  |           
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Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com; Colección          Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org          de www.edicionespalabra.es          , misalpalm.com,          Catholic.net
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