JMJ
Pax
† Lectura            del santo Evangelio según san Lucas 12, 13-21
Gloria a            ti, Señor.
En aquel          tiempo, uno entre la gente dijo a Jesús: 
          "Maestro, di a mi hermano que comparta conmigo la herencia".
          Jesús le contestó: 
          "Amigo, ¿quién me ha hecho juez o árbitro entre ustedes?"
          Y dijo a la gente:
          "Eviten toda clase de avaricia; que aunque se nade en la          abundancia, su          vida no depende de riquezas".
          Después les propuso una parábola: 
          "Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y se puso a pensar: ¿Qué          haré?          Porque no tengo dónde almacenar mi cosecha. Y se dijo: Ya sé lo          que haré:          derribaré mis graneros, construiré otros más grandes y guardaré          allí mi cosecha          y todo lo que tengo. Entonces podré decirme: "Ya tienes bienes          acumulados          para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida". 
          Pero Dios le dijo: 
          "¡Insensato! Esta misma noche morirás. ¿Para quién serán todos          tus          bienes?" 
          Lo mismo le pasa a quien amontona riquezas para sí y no se hace          rico ante          Dios".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y comunidad-comunión.          Con Dios es igual:          las “palabras          de vida eterna” (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario          visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan          presente en la          Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la          Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d) pedimos          y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación          del mundo entero…          ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=272692
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: “si              no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su              sangre, no tenéis vida              en vosotros” (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos en            estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con            el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          “Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso”.            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser            felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la            perfección del amor,            es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como            pide la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de            comulgar debemos confesar todos los pecados mortales:            “quien              come y bebe sin discernir el                Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1            Cor 11,29; Rm 14,23).            ¿Otros pecados mortales? no confesar pecados            graves al menos una vez al año (CDC            989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto            (derecho a            decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial),            planificación            natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio            por iglesia,            demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso            de razón,            borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio            o deseo de            venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de            lo sagrado, etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son            pecados mortales              objetivamente, pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay excusa.
† Misal
lun 29a.          Ordinario año Par
      Antífona de Entrada
      El Señor es mi luz y              mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi              vida, ¿quién me              hará temblar? Cuando me asaltan mis enemigos, tropiezan y              caen.
Oración Colecta
      Oremos:
            Dios nuestro, de quien todo bien procede; inspíranos            propósitos de justicia y            santidad y concédenos tu ayuda para poder cumplirlos. 
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén.
Primera Lectura
      Nos dio la vida en              Cristo y nos ha reservado un sitio en el cielo
Lectura de la carta              del apóstol san Pablo a los Efesios 2, 1-10
Hermanos:            Hubo un tiempo en que estaban            muertos por sus culpas y pecados, cuando seguían las            corrientes de este mundo,            sometidos al príncipe de las potestades maléficas, ese            espíritu que continúa            eficazmente su obra entre los rebeldes a Dios. Y entre éstos            estábamos también            nosotros, los que en otro tiempo hemos vivido bajo el dominio            de nuestros            apetitos desordenados , dejándonos llevar de esos deseos            desordenados y de las            malas intenciones, y estando, como los demás, destinados a la            ira divina por            nuestra condición.
            Pero Dios, que es rico en misericordia y nos tiene un inmenso            amor, aunque            estábamos muertos por nuestros pecados, nos volvió a la vida            junto con Cristo            -¡Por pura gracia han sido salvados!-, nos resucitó y nos            sentó junto a Cristo            Jesús en el cielo. De este modo quiso mostrar a los siglos            venideros la inmensa            riqueza de su gracia, por la bondad que nos manifiesta en            Cristo Jesús. Por la            gracia, en efecto, han sido salvados mediante la fe; y esto no            es algo que            venga de ustedes, sino que es un don de Dios; no viene de las            obras, para que            nadie pueda enorgullecerse.
            Somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para realizar            las buenas obras            que Dios nos señaló de antemano como norma de conducta.
          Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo            Responsorial
      Sal 99, 2.3.4.5
Dios nos hizo y somos              suyos.
¡Aclamen al Señor,            habitantes de toda la tierra, den culto al Señor con alegría,            lleguen hasta él            con cantos festivos!
            Dios nos hizo y somos suyos.
Reconozcan que el            Señor es Dios, que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y            ovejas que él            apacienta.
            Dios nos hizo y somos suyos.
Entren por las            puertas de su templo dándole gracias, crucen sus atrios            entonando himnos;            alábenlo y bendigan su nombre.
          Dios nos hizo y somos              suyos.
Porque el Señor es            bueno y su amor es eterno, su fidelidad permanece de            generación en generación.
            Dios nos hizo y somos suyos.
Aclamación antes del Evangelio
      Aleluya,              aleluya.
            Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino            de los cielos.
          Aleluya.
Evangelio
      ¿Para              quién serán todos tus bienes?
† Lectura              del santo Evangelio según san              Lucas 12, 13-21
Gloria              a ti,              Señor.
En aquel            tiempo, uno entre la gente dijo a            Jesús: 
            "Maestro, di a mi hermano que comparta conmigo la herencia".
            Jesús le contestó: 
            "Amigo, ¿quién me ha hecho juez o árbitro entre ustedes?"
            Y dijo a la gente:
            "Eviten toda clase de avaricia; que aunque se nade en la            abundancia, su            vida no depende de riquezas".
            Después les propuso una parábola: 
            "Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y se puso a pensar:            ¿Qué haré?            Porque no tengo dónde almacenar mi cosecha. Y se dijo: Ya sé            lo que haré:            derribaré mis graneros, construiré otros más grandes y            guardaré allí mi cosecha            y todo lo que tengo. Entonces podré decirme: "Ya tienes bienes            acumulados            para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida". 
            Pero Dios le dijo: 
            "¡Insensato! Esta misma noche morirás. ¿Para quién serán todos            tus            bienes?" 
            Lo mismo le pasa a quien amontona riquezas para sí y no se            hace rico ante            Dios".
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
      Mira, Señor,            con bondad estos dones que te            presentamos humildemente, para que sean gratos a tus ojos y            nos hagan crecer en            tu amor.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Prefacio 
      Proclamación              del misterio de Cristo
En verdad es            justo y necesario, es nuestro            deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar,            Señor, Padre santo,            Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro. 
            Porque, unidos en la caridad, celebramos la muerte de tu Hijo,            con la fe viva            proclamamos su resurrección, y con esperanza firme anhelamos            su venida            gloriosa.
            Por eso, 
            con todos los ángeles y santos, te alabamos proclamando sin            cesar:
          
Antífona de la Comunión
      Señor, tú eres mi              amor, mi fuerza, mi refugio, mi liberación y mi ayuda. Tú              eres mi Dios.
Oración después de la Comunión
      Oremos:
            Que la fuerza redentora de esta Eucaristía nos proteja, Señor,            de nuestras            malas inclinaciones y nos guíe siempre por el camino de tus            mandamientos. 
          Por            Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén
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† Meditación          diaria
29ª semana. Lunes
LA ESPERANZA DE LA          VIDA
— Los bienes temporales          y la esperanza sobrenatural.
— El desprendimiento          cristiano.
— Nuestra esperanza          está en el Señor.
I. Se acercó uno al          Señor1 para pedirle que          interviniera en un asunto de herencias. Por las palabras de          Jesús, parece que          este hombre estaba más preocupado por aquel problema de bienes          materiales que          atento a la predicación del Maestro. La cuestión planteada, ante          el Mesías que          les habla del Reino de Dios, da la impresión de ser al menos          inoportuna. Jesús          le responderá: Hombre, ¿quién me ha constituido juez o            repartidor entre            vosotros? A continuación, aprovecha la ocasión para          advertir a todos: Estad            alerta y guardaos de toda avaricia, porque aunque alguien            tenga abundancia de            bienes, su vida no depende de aquello que posee. Y para          que quedara bien          clara su doctrina les expuso una parábola. Las tierras de un          hombre rico          produjeron una gran cosecha, hasta tal punto que no cabía en los          graneros,          Entonces, el propietario pensó que sus días malos se habían          acabado y que tenía          segura su existencia. Decidió destruir los graneros y edificar          otros más          grandes, que pudieran almacenar aquella abundancia. Su horizonte          terminaba en          esto; se reducía a descansar, comer, beber y pasarlo bien,          puesto que la vida          se había mostrado generosa con él. Se olvidó –¡como tantos          hombres!– de unos          datos fundamentales: la inseguridad de la existencia aquí en la          tierra y su          brevedad. Puso su esperanza en estas cosas pasajeras y no          consideró que todos estamos          en camino hacia el Cielo.
Dios se presentó de          improviso en la vida de este rico labrador que parecía tener          todo asegurado, y          le dijo: Necio, esta misma noche te reclaman el alma; lo que            has preparado,            ¿para quién será? Así ocurre al que atesora para sí y no es            rico ante Dios.
La necedad de este          hombre consistió en haber puesto su esperanza, su fin último y          la garantía de          su seguridad en algo tan frágil y pasajero como los bienes de la          tierra, por          abundantes que sean. La legítima aspiración de poseer lo          necesario para la          vida, para la familia y su normal desarrollo no debe confundirse          con el afán de          tener más a toda costa. Nuestro corazón ha de estar en el          Cielo, y la          vida es un camino que hemos de recorrer. Si el Señor es nuestra          esperanza,          sabremos ser felices con muchos bienes o con pocos. “Así, pues,          el tener más,          lo mismo para los pueblos que para las personas, no es el fin          último. Todo          crecimiento tiene dos sentidos bien distintos. Necesario para          permitir que el          hombre sea más hombre, lo encierra en una prisión desde el          momento en que se          convierte en el bien supremo, que impide mirar más allá.          Entonces los corazones          se endurecen y los espíritus se cierran; los hombres ya no se          unen por amistad,          sino por interés, que pronto les hace oponerse unos a otros y          desunirse. La          búsqueda exclusiva del poseer se convierte en un obstáculo para          el crecimiento          del ser, y se opone a su verdadera grandeza. Para las naciones,          como para las          personas, la avaricia es la forma más evidente de un          subdesarrollo moral”2. El amor desordenado          ciega la esperanza en Dios, que se ve entonces como algo lejano          y falto de          interés. No cometamos esa necedad: no hay tesoro más grande que          tener a Cristo.
II. La Sagrada          Escritura nos amonesta con frecuencia a tener nuestro corazón en          Dios: Tened            dispuesto el ánimo, vivid con sobriedad y poned vuestra            esperanza en la gracia            que os ha traído la revelación de Jesucristo3, exhortaba San Pedro          a los primeros cristianos. Y San Pablo aconseja a Timoteo: A            los ricos de            este mundo encárgales... que no pongan su confianza en la            incertidumbre de las            riquezas, sino en Dios, que abundantemente nos provee de todo            para que lo            disfrutemos4. El mismo Apóstol          afirma que la avaricia está en la raíz de los males y muchos, por            dejarse            llevar de ella, se extravían en la fe y se atormentan a sí            mismos con muchos            dolores5. La Iglesia lo sigue          recordando en el momento presente: “Estén todos atentos a          encauzar rectamente          sus afectos, no sea que el uso de las cosas del mundo, y un          apego a las          riquezas contrario al espíritu de pobreza evangélica, les impida          la prosecución          de la caridad perfecta. Acordándose de la advertencia del          Apóstol: Los que            usan de este mundo no se detengan en eso, porque los            atractivos de este mundo            pasan (cfr. 1 Cor 7, 31)”6.
El desorden en el uso          de los bienes materiales puede provenir de la intención,          cuando se          desean las riquezas por sí mismas, como si fueran bienes          absolutos; de los medios          que se emplean para adquirirlas, buscándolas con ansiedad, con          posibles daños a          terceros, a la propia salud, a la educación de los hijos, a la          atención que          requiere la familia... El desorden que da lugar a la avaricia          puede estar          también en la manera de usar de ellas: si se emplean          solo en provecho          propio, con tacañería, sin dar limosna.
El amor desordenado a          los bienes materiales, pocos o muchos, es un grave obstáculo          para seguir al          Señor. El desprendimiento y el recto uso de lo que se posee, de          aquello que es          necesario para el sostenimiento de la familia, de los          instrumentos de trabajo,          de aquello que es lícito poseer para el descanso, de lo que se          debe prever para          el futuro –sin agobios, con la confianza siempre puesta en          Dios–, es un medio          para disponer el alma a los bienes divinos. “Si queréis actuar a          toda hora como          señores de vosotros mismos, os aconsejo que pongáis un empeño          muy grande en          estar desprendidos de todo, sin miedo, sin temores ni recelos.          Después, al          atender y al cumplir vuestras obligaciones personales,          familiares... emplead          los medios terrenos honestos con rectitud, pensando en el          servicio a Dios, a la          Iglesia, a los vuestros, a vuestra tarea profesional, a vuestro          país, a la          humanidad entera. Mirad que lo importante no se concreta en la          materialidad de          poseer esto o de carecer de lo otro, sino en conducirse de          acuerdo con la          verdad que nos enseña nuestra fe cristiana: los bienes creados          son solo eso,          medios. Por lo tanto, rechazad el espejuelo de considerarlos          como algo          definitivo”7.
Si estamos cerca de          Cristo, poco nos bastará para andar por la vida con la alegría          de los hijos de          Dios. Si no nos acercamos a Él, nada bastará para llenar un          corazón siempre          insatisfecho.
III. “En cierta          ocasión –cuenta un amigo sacerdote–, hace ya muchos años estaba          pasando una          corta temporada de prácticas militares en el pueblo más alto de          Navarra. Estas          prácticas las hacíamos aprovechando la pausa de nuestros          estudios. Recuerdo que          cuando estaba yo en aquel pueblecito llamado Abaurrea, se          presentó allí un          alférez nuevo, flamante. Se presentaba al jefe para que le          dijera a qué unidad          iba destinado. Volvió diciendo que el jefe le había dicho que          tenía que ir a          Jaurrieta y que, así, como sin darle importancia, le había          insinuado que tenía          que tomar un caballo e irse en él (...). El nuevo estaba muy          inquieto y toda la          cena estuvo hablando del caballo, preguntando cosas, pidiendo          algún consejo          práctico. Entonces, uno de los que había allí dijo:
“—Tú lo que tienes          que hacer es montarte sereno, con tranquilidad y que no se dé          cuenta el caballo          de que es la primera vez que montas. Esto es lo decisivo (...).
“Al día siguiente,          por la mañana, muy temprano, estaban en la puerta, esperando al          oficial recién          incorporado, un soldado con su caballo y con otra cabalgadura          para llevar la          maleta, El alférez montó en el caballo y, por lo visto, el          caballo se dio          cuenta en el acto de que era la primera vez que montaba, porque,          sin más, se          lanzó a una especie de pequeño trote, con cara de alarma del          alférez. El          caballo se paró cuando quiso, y se puso a comer en uno de los          lados de la          carretera... por más que el alférez tiraba de las riendas          inútilmente. Cuando          el caballo lo creyó oportuno, se puso de nuevo a caminar por la          carretera y, de          cuando en cuando, se paraba; luego daba un trotecito, mientras          el jinete miraba          a los lados, con cara de susto. En esta situación venían en          dirección contraria          un equipo de Ingenieros que estaba enrollando un cable, para un          tendido de luz.          Y entonces los del cable le preguntaron:
“—¿Tú, a dónde vas? Y          dijo el jinete con gran verdad y con una filosofía          verdaderamente realista:
“—¿Yo? Yo iba a          Jaurrieta; lo que no sé es dónde va este caballo... (...).
“Quizá también si a          nosotros se nos preguntase de sopetón: “¿Tú a dónde vas?”,          podríamos decir:          “Yo, yo iba al amor, yo iba a la verdad, yo iba a la alegría;          pero no sé dónde          me está llevando la vida”“8.
¡Qué estupendo sería          –si alguien nos preguntara, “¿tú a dónde vas?”– poder decir: Yo          voy a Dios, con          el trabajo, con las dificultades de la vida, con la enfermedad          quizá!... ¡este          es el objetivo, donde han de llevarnos los bienes de la tierra,          la          profesión,...! ¡todo! ¡Qué pena si hubiéramos constituido en un          bien absoluto,          lo que solo debe ser un medio! Examinemos hoy al terminar          nuestra oración si la          profesión es un medio para encontrar a Dios, si los bienes,          cualesquiera que          sean, nos ayudan a ser mejores...
Jesucristo nos enseña          continuamente que el objeto de la esperanza cristiana no son los          bienes          terrenos, que la herrumbre y la polilla corroen y los            ladrones desentierran            y roban9, sino los tesoros de          la herencia incorruptible. Cristo mismo es nuestra            única esperanza10. Nada más puede          llenar nuestro corazón. Y junto a Él, encontraremos todos los          bienes          prometidos, que no tienen fin. Los mismos medios materiales          pueden ser objeto          de la virtud de la esperanza en la medida en que sirvan para          alcanzar el fin          humano y el fin sobrenatural del hombre. Solo son eso: medios.          No los          convirtamos en fines.
Nuestra Señora, Esperanza            nuestra, nos ayudará a poner el corazón en los bienes que          perduran, ¡en Cristo!,          si acudimos a Ella con confianza. Sancta            Maria, Spes nostra, ora pro nobis.
1 Lc 12, 13-21. — 2 Pablo            VI, Enc. Populorum progressio, 26-III-1967, 19. — 3 1              Pdr 1, 13. — 4 1              Tim 6, 17. — 5 1              Tim 6, 10. — 6 Conc.            Vat. II, Const. Lumen gentium, 42. — 7 San            Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 118. — 8 A.            G. Dorronsoro, Tiempo para creer, pp. 111-112. — 9 Mt 6, 19. — 10 1              Tim 1, 1.
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
Autor: Archidiócesis de Madrid 
          Abercio de Hierápolis, Santo Obispo, 22 Octubre   
              
 Obispo  
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Bertario de Montecasino, Santo Abad y Mártir, 22 Octubre   
              
 Octubre 22 Etimológicamente                  significa “ejército célebre, ejército brillante: Viene                  de la lengua alemana.  |           
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Fuente: ACI Prensa 
          Donato de Fiésole, Santo Obispo, 22 Octubre   
              
 Según la                  tradición, cuando el santo emprendió una peregrinación a                  Roma hacia el siglo IX y de regreso pasó por Fiésole,                  encontró al clero y el pueblo reunidos para la elección                  de un obispo.  |           
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Esclaramunda de Foix, Beata Reina de Mallorca, 22 Octubre   
              
 Ella había nacido                  en el Castillo de Foix en 1255 y fue bautizada con el                  mismo nombre que su bisabuela, Esclaramunda la Mayor,                  quien fuera archidiaconesa de los cátaros. Esclaramunda                  contaba sólo veinte años cuando se casó, el 4 de Octubre                  de 1275, en Perpiñán, con el heredero del trono de                  Mallorca, que ya había cumplido los treinta y dos.  |           
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Fuentes: IESVS.org;          EWTN.com; Colección Hablar con          Dios de www.FranciscoFCarvajal.org          de www.edicionespalabra.es          , misalpalm.com, Catholic.net
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