JMJ
Pax
† Lectura            del santo Evangelio según san Lucas 10, 25-37
Gloria a            ti, Señor.
En aquel          tiempo, se presentó un doctor de la ley y le preguntó a Jesús,          para ponerlo a          prueba:
          "Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?" 
          Jesús le dijo:
          "¿Qué está escrito en la ley?, ¿qué lees en ella?" 
          El doctor de la ley contestó: 
          "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma,          con todas          tus fuerzas y con todo tu ser.Y a tu prójimo como a ti mismo". 
          Jesús le dijo: 
          "Has contestado bien. Haz eso y vivirás".
          El doctor de la ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: 
          "¿Y quién es mi prójimo?" 
          Jesús le dijo: 
          "Un hombre bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó y cayó en          manos de          unos ladrones, los cuales le robaron, lo hirieron y lo dejaron          medio muerto.          Sucedió que por el mismo camino bajaba un sacerdote, el cual lo          vio y pasó de          largo. De igual modo un levita que pasó por allí, al verlo, pasó          de largo. 
          Pero un samaritano que iba de viaje, al verlo, se compadeció de          él, se le          acercó, ungió sus heridas con aceite y vino y se las vendó;          luego lo puso sobre          su cabalgadura, lo llevó a un mesón y cuidó de él. Al día          siguiente sacó dos          denarios, se los dio al mesonero y le dijo: 
          "Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a mi regreso".
          ¿Cuál de los tres te parece 
          que se portó como prójimo del que fue asaltado por los          ladrones?"
          El doctor de la ley respondió: 
          "El que tuvo compasión de él". 
          Entonces Jesús le dijo: 
          "Anda y haz tú lo mismo".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos            su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería          posible sin sus oraciones: al          menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te          salve María, llena          eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas          las mujeres y          bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de          Dios, ruega por          nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.          ¡Recuérdenos en          sus intenciones y misas! 
Aclaración:          una relación muere          sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las “palabras de vida eterna” (Jn 6,68; Hc          7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no          basta charlar          por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa          permite ver a          Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han          sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a          Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a)          co-reparamos el          daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye          los Corazones          de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b)          adoramos, c)          agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras          necesidades y para la          salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5          minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=272692
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: “si no coméis la              carne del Hijo del hombre, y no              bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn            6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de            Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y            renovamos la            Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero            (Ap.19,7-10) con su            Iglesia (nosotros), sabiendo            que            rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre            por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          “Te amo, pero quiero verte todos los días,            y menos los de descanso”. ¿Qué            pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama            realmente? Estamos en el            mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la            santidad, la            perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es            posible, diaria,            como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en            la tierra (Canon            904). Antes de comulgar debemos confesar todos            los pecados mortales: “quien come y              bebe sin discernir el                Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1            Cor 11,29; Rm 14,23).            ¿Otros pecados mortales? no confesar pecados graves            al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en            tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos            anticonceptivos son abortivos),            promover el aborto (derecho a decidir, derechos            (i)reproductivos, fecundación            artificial), planificación natural sin causa grave, actividad            sexual fuera del            matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños,            privar de Misa a niños            en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar,            envidia, calumnia, odio            o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste            o burla de lo            sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo            antes posible y nos sorprende            la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno            eterno (Catecismo            1033-41; Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc            9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente,            pero subjetivamente,            pueden ser menos            graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que            lo sabes, ya no            hay excusa.
† Misal
lun 27a.          Ordinario año Par
      Antífona de Entrada
      Sálvanos, Señor y              Dios nuestro; reúnenos de entre las naciones, para que              podamos agradecer tu              poder santo y sea nuestra gloria alabarte.
Oración Colecta
      Oremos:
            Concédenos, Señor Dios nuestro, amarte con todo el corazón y,            con el mismo            amor, amar a nuestros prójimos. 
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén.
Primera Lectura
      No he recibido ni              aprendido de hombre alguno el Evangelio, sino por revelación              de Jesucristo
Lectura de la carta              del apóstol san Pablo a los Gálatas 1, 6-12
Hermanos: Me            extraña que tan fácilmente            hayan abandonado a quien los llamó a vivir en la gracia de            Cristo para pasarse            a otro Evangelio. No es que exista otro Evangelio. Lo que pasa            es que algunos            los perturban 
            tratando de cambiar el Evangelio de Cristo.
            Pero, sépanlo bien: si alguien -yo mismo o un ángel del cielo-            les predica un            Evangelio distinto del que les hemos predicado, que sea            maldito. Le he dicho y            lo repito: si alguno les predica un Evangelio distinto del que            han recibido,            ¡que sea maldito!
            Porque, vamos a ver: ¿busco yo ahora el favor de los hombres o            el de Dios?            ¿Trato acaso de agradar a los hombres? Si todavía tratara de            agradar a los            hombres, no sería servidor de Cristo.
            Quiero que sepan, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí            no es una            invención humana, pues no lo recibí ni lo aprendí de ningún            hombre; Jesucristo            es quien me lo ha revelado.
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
      Sal 110, 1-2.7-8.9
Alabemos al Señor de              todo corazón.
Doy gracias al Señor            de todo corazón en la reunión de los buenos y en la asamblea.            Grandes son las            obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman.
            Alabemos al Señor de todo corazón.
El actúa con verdad y            justicia, todas sus leyes son de fiar, estables para siempre y            promulgadas con            verdad y rectitud.
            Alabemos al Señor de todo corazón.
Envió la redención a            su pueblo, confirmó su alianza para siempre; su nombre es            santo y digno de            respeto; los que así proceden serán siempre alabados.
            Alabemos al Señor de todo corazón.
Aclamación antes del Evangelio
      Aleluya,              aleluya.
            Les doy un mandamiento nuevo dice el Señor, que se amen los            unos a los otros            como yo los he amado.
            Aleluya.
Evangelio
      ¿Quién es              mi prójimo?
† Lectura              del santo Evangelio según san              Lucas 10, 25-37
Gloria a              ti, Señor.
En aquel            tiempo, se presentó un doctor de            la ley y le preguntó a Jesús, para ponerlo a prueba:
            "Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?" 
            Jesús le dijo:
            "¿Qué está escrito en la ley?, ¿qué lees en ella?" 
            El doctor de la ley contestó: 
            "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu            alma, con todas            tus fuerzas y con todo tu ser.Y a tu prójimo como a ti mismo".            
            Jesús le dijo: 
            "Has contestado bien. Haz eso y vivirás".
            El doctor de la ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:            
            "¿Y quién es mi prójimo?" 
            Jesús le dijo: 
            "Un hombre bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó y cayó            en manos de            unos ladrones, los cuales le robaron, lo hirieron y lo dejaron            medio muerto.            Sucedió que por el mismo camino bajaba un sacerdote, el cual            lo vio y pasó de            largo. De igual modo un levita que pasó por allí, al verlo,            pasó de largo. 
            Pero un samaritano que iba de viaje, al verlo, se compadeció            de él, se le            acercó, ungió sus heridas con aceite y vino y se las vendó;            luego lo puso sobre            su cabalgadura, lo llevó a un mesón y cuidó de él. Al día            siguiente sacó dos            denarios, se los dio al mesonero y le dijo: 
            "Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a mi            regreso".
            ¿Cuál de los tres te parece 
            que se portó como prójimo del que fue asaltado por los            ladrones?"
            El doctor de la ley respondió: 
            "El que tuvo compasión de él". 
            Entonces Jesús le dijo: 
            "Anda y haz tú lo mismo".
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
      Acepta,            Señor, estos dones que te            presentamos en señal de sumisión a ti, y conviértelos en el            sacramento de            nuestra redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Prefacio 
      Jesús,              buen samaritano
En verdad es            justo darte gracias, y deber            nuestro alabarte, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, en            todos los            momentos y circunstancias de la vida, en la salud y en la            enfermedad, en el            sufrimiento y en el gozo, por tu siervo, Jesús, nuestro            Redentor.
            Porque él, en su vida terrena, pasó haciendo el bien y curando            a los oprimidos            por el mal.
            También hoy, como buen samaritano, se acerca a todo hombre que            sufre en su            cuerpo o en su espíritu, y cura sus heridas con el aceite del            consuelo y el            vino de la esperanza.
            Por este don de tu gracia, incluso cuando nos vemos sumergidos            en la noche del            dolor, vislumbramos la luz pascual en tu Hijo, muerto y            resucitado.
            Por eso, 
            unidos a los ángeles y a los santos, cantamos a una voz el            himno de tu gloria:
          
Antífona de la Comunión
      Ven, Señor, en ayuda              de tu siervo y sálvame por tu misericordia. Que no me              arrepienta nunca de              haberte invocado.
Oración después de la Comunión
      Oremos:
            Que el sacramento del Cuerpo y la Sangre de tu Hijo que            acabamos de recibir,            nos ayude, Señor, a vivir más profundamente nuestra fe. 
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén
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† Meditación diaria
27ª semana. Lunes
Y CUIDÓ DE ÉL
— Cristo es el Buen          samaritano, que          baja del Cielo para curarnos.
— Compasión          efectiva y práctica para          quien nos necesita.
— Caridad con los          más próximos.
I. La parábola del          Buen Samaritano          que leemos en la Misa1, y que solo recoge          San Lucas, es uno de los          relatos más bellos y entrañables del Evangelio. En ella, el          Señor nos enseña          quién es nuestro prójimo y cómo se ha de vivir la caridad con          todos. Es posible          que el Señor no se encontrara lejos de la ruta que lleva de          Jericó a Jerusalén,          pues muchas veces revestía sus enseñanzas con detalles tomados          de las          circunstancias que le rodeaban. Un hombre bajaba de            Jerusalén a Jericó y            cayó en manos de unos salteadores que, después de haberle            despojado, le            cubrieron de heridas y se marcharon, dejándolo medio muerto.
Muchos Padres de la          Iglesia y          escritores cristianos antiguos identifican a Cristo con el Buen          Samaritano2; el hombre que          cayó en manos de los ladrones          es figura de la humanidad herida y despojada de sus bienes por          el pecado          original y los pecados personales. “Despojaron al hombre de su          inmortalidad, y          lo cubrieron de llagas, inclinándole al pecado”3, afirma San          Agustín. Y San Beda comenta que          los pecados se llaman heridas porque por ellos se          destruye la integridad          de la naturaleza humana4. Los salteadores          del camino son el demonio,          las pasiones que incitan al mal, los escándalos...; el levita y          el sacerdote          que pasaron de largo simbolizan la Antigua Alianza, incapaces de          curar. La          posada era el lugar donde todos pueden refugiarse y representa a          la Iglesia. “...          ¿Qué le habría ocurrido al pobre judío, si el samaritano se          hubiera quedado en          su casa? ¿Qué habría ocurrido a nuestras almas si el Hijo de          Dios no hubiera          emprendido su viaje?”5. Pero Jesús,          movido por la compasión y la          misericordia, se acercó al hombre, a cada hombre, para curar sus          llagas,          haciéndolas suyas6. En esto se            demostró el amor de Dios hacia            nosotros, en que envió a su Hijo Unigénito al mundo para que            por Él tengamos            vida... Queridos –escribe San Juan a los primeros fieles–,          si así nos            amó Dios también nosotros debemos amarnos los unos a los otros7.
“La parábola del          Buen Samaritano          está en profunda armonía con el comportamiento de Cristo mismo”8, pues toda su vida          en la tierra fue un          continuo acercarse al hombre para remediar sus males materiales          o espirituales.          Esta misma compasión hemos de tener nosotros, de tal manera que          nunca pasemos          de largo ante el sufrimiento ajeno. Aprendamos de Jesús a          pararnos, sin prisas,          ante quien, con las señales de su mal estado, está pidiendo          socorro físico o          espiritual. En la caridad atenta, los demás verán a Cristo mismo          que se hace          presente en sus discípulos.
II. La parábola          tuvo su origen en la          pregunta de un doctor de la ley, que le interpeló: ¿Quién es            mi prójimo?          Para que a todos quedara claro, el Señor hizo desfilar ante el          herido diversos          personajes: Bajaba casualmente por el mismo camino un            sacerdote; y viéndole            pasó de largo. Asimismo, un levita, llegando cerca de aquel            lugar, lo vio y            pasó de largo. Pero un samaritano que iba de camino llegó            hasta él, y al verlo            se movió a compasión, y acercándose vendó sus heridas echando            en ellas aceite y            vino, lo hizo subir en su propia cabalgadura, lo condujo a la            posada y él mismo            lo cuidó.
Quiere enseñarnos          Jesús que nuestro          prójimo es todo aquel que está cerca de nosotros –sin distinción          de raza, de          afinidades políticas, de edad...– y necesite nuestro socorro. El          Maestro nos ha          dado ejemplo de lo que debemos hacer nosotros. “Este Samaritano          (Cristo) lavó          nuestros pecados, sufrió por nosotros, cargó con el hombre medio          muerto,          llevándole a la posada, esto es, a la Iglesia, que recibe a          todos y que no          niega su auxilio a nadie, y a la cual nos convoca Jesús          diciendo: Venid a            Mí... (Mt 11, 28). Una vez que le llevó a la          posada, no se marchó          inmediatamente, sino que se quedó con él una jornada entera,          cuidándole día y          noche... Cuando a la mañana siguiente quiere marcharse, da de su          buen dinero          dos denarios y encarga al posadero, a los ángeles de su Iglesia,          que cuiden y          lleven al Cielo al que Él había cuidado en las angustias de este          tiempo”9.
El Señor nos anima          a una compasión          efectiva y práctica, que pone el remedio oportuno, ante          cualquier persona que          encontremos lastimada en el camino de la vida. Estas heridas          pueden ser muy          diversas: lesiones producidas por la soledad, por la falta de          cariño, por el          abandono; necesidades del cuerpo: hambre, vestido, casa,          trabajo...; la herida          profunda de la ignorancia...; llagas en el alma producidas por          el pecado, que          la Iglesia cura en el sacramento de la Penitencia, pues Ella “es          la posada,          colocada en el camino de la vida, que recibe a todos los que          llegan, cansados          del viaje o cargados con los sacos de sus culpas, en donde,          dejando la carga de          los pecados, el viajero fatigado descansa y, después que ha          descansado, se          repone con saludable alimento”10.
Debemos poner los          medios para          remediar esas situaciones de indigencia, como Cristo mismo lo          haría en esas          circunstancias. ¡Qué buenos medios son la caridad y la compasión          para          identificarnos con el Maestro! “Bajo sus múltiples formas          –indigencia material,          opresión injusta, enfermedades físicas y psíquicas y, por          último, la muerte– la          miseria humana es el signo manifiesto de la debilidad congénita          en que se          encuentra el hombre tras el primer pecado y de la necesidad de          salvación. Por          ello, la miseria humana atrae la compasión de Cristo Salvador,          que la ha          querido cargar sobre sí mismo (Mt 8, 17) e identificarse          con los más            pequeños de sus hermanos (Mt 25, 40; 45). También          por ello, los          oprimidos por la miseria son objeto de un amor de preferencia          por parte de la          Iglesia, que, desde sus orígenes, y a pesar de los fallos de          muchos de sus          miembros, no ha cesado de trabajar para aliviarlos, defenderlos          y liberarlos”11.
Cuando nos          acerquemos a quien padece          necesidad hemos de hacerlo con una caridad eficaz y poniendo el          corazón,          haciendo nuestra aquella miseria que tratamos de remediar.          Advierte un autor          clásico castellano que “el que de veras desea acertar a          contentar a Dios,          entienda que una de las cosas principales que para esto sirven          es el          cumplimiento de este mandamiento de amor, con tal que este amor          no sea            desnudo y seco, sino acompañado de todos los afectos y          obras que del          verdadero amor se suelen seguir, porque de la otra manera no          merecería el          nombre de amor...”12. Y añade a          continuación: “debajo de este          nombre de amor, entre otras muchas cosas, se encierran          señaladamente estas          seis, conviene a saber: amar, aconsejar, socorrer, sufrir,          perdonar y edificar”13.
III. La parábola          del Buen Samaritano          nos indica “cuál debe ser la relación de cada uno de nosotros          con el prójimo          que sufre. No nos está permitido pasar de largo, con          indiferencia, sino          que debernos pararnos junto a él. Buen samaritano es todo          hombre, que se para          junto al sufrimiento de otro hombre de cualquier género que ese          sea”14. Dios nos pone al          prójimo con sus necesidades          y carencias en el camino de la vida, y el amor hace lo que la          hora y el momento          exigen. No siempre son actos heroicos y difíciles; por el          contrario, muchas          veces el Señor nos pide una sonrisa, una palabra de aliento, un          buen consejo,          saber callar ante una palabra molesta o impertinente, visitar a          un amigo que se          encuentra enfermo o un poco solo, ejercitarnos en las muestras          de educación          habituales, como el saludo, dar las gracias... Hay profesiones          –señalaba el          Papa Juan Pablo II– que son una continua obra de misericordia,          como en el caso          del médico o de la enfermera15... Pero cualquier          oficio exige un trato          atento, compasivo y respetuoso con las personas con las que el          trabajo nos pone          en relación. Hemos de ejercitarnos en ver a Cristo en las          personas que          tratamos.
A todos hemos de          acercarnos en sus          necesidades espirituales y materiales, pero, porque la caridad          es ordenada,          debemos dirigirnos de modo muy particular a quienes están más          próximos porque          Dios los ha puesto –hermanos en la fe, familia, amigos,          compañeros de          trabajo...– o porque ha querido, a través de las circunstancias          de la vida, que          pasemos a su lado para cuidarles. “Pues si tan misericordioso y          humano fue un          samaritano hacia un desconocido, ¿quién nos perdonará si          descuidamos a nuestros          hermanos en males mayores?”, se pregunta San Juan Crisóstomo. Y,          después de          aconsejar que no indaguemos por qué otros no lo han hecho          –especialmente si son          heridas del alma–, dice: “Cúrale tú y no pidas a nadie cuenta de          su          negligencia. Si encontrases una moneda de oro, a buen seguro que          no pensarías:          ¿por qué no la ha hallado otro? Al contrario, correrías a          tomarla cuanto antes.          Pues has de saber que cuando encuentras a tu hermano herido, has          encontrado          algo que vale más que un tesoro: el poder cuidarle”16. No dejemos de          hacerlo.
1 Lc 10, 25-37. — 2 Cfr. San Agustín,          Sermón sobre las palabras            del Señor, 37. — 3 ídem, en Catena              Aurea,            vol. V, p. 513. — 4 Cfr. San Beda, Comentario            al Evangelio de            San Lucas, in loc. — 5 R. A. Knox,            Sermones              pastorales, Rialp, Madrid 1963, p. 140. — 6 Is 53, 4; Mt 8, 17; 1 Pdr 2, 24; 1              Jn 3, 5. — 7 1 Jn 4, 9-11. — 8 Juan Pablo            II, Carta Apost. Salvifici              doloris, 11-II-1984, 28. — 9 Orígenes, Homilía              34 sobre              San Lucas. — 10 San Juan            Crisóstomo, en Catena              Aurea, vol. VI, p. 519. — 11 S. C. para            la Doctrina de la            Fe, Instr. Libertatis conscientia, 22-III-1986, 68. —          12 Fray Luis            de Granada, Guía              de pecadores, 1, 2, 16. — 13 Ibídem. — 14 Juan Pablo            II, loc. cit.,            28. — 15 Ibídem, 29. — 16 San Juan            Crisóstomo, Contra              ludeos, 8.
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† Santoral             (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
Pelagia (+ 468),            penitente
La antigüedad cristiana se          alimentó con el encanto de          estas dos historias que de algún modo llevan al corazón          cristiano la añoranza          de la inocencia perdida y animan a la vuelta. Es un consuelo          encontrar en la          tierra los rastros de quienes, habiendo sido presa del          desarreglo, de la mala          vida que por algún tiempo juzgaron como buena, del desorden y la          lejanía de          Dios, pues, mira... resulta que han sido gente que se salva. Sí,          son una gran          luz en la oscuridad que alienta la esperanza de los que somos          más, de los          pecadores. Estas actitudes están personificadas en Pelagia y          Tais.
Pelagia.
Se la presenta como una de          las más insignes pecadoras          del mundo, allá por la segunda mitad del siglo V. En Antioquía          -este era el          escenario de sus danzas sensuales y altaneras- se la llamaba          "Margarita" que es la traducción de "gema", quizá porque,          en ocasiones, lo único que cubría las carnes de la extrahermosa          eran collares          de perlas.
Tuvo, en el marco de la          Providencia, la suerte de          toparse, en el año 453, con Nono, anacoreta de Tabenas, sacado          de allí para          hacerlo obispo de Edesa y trasladado a Heliópolis de Siria, que          por el momento          participaba en un concilio provincial convocado por Máximo.          Bastó oírlo para          que Dios la moviera a sincera conversión, pidiera el bautismo y          cambiara sus          danzas, sus máscaras y abalorios por la penitencia. Termina el          relato de su          historia diciendo que murió penitente en Jerusalén, en el Monte          de los Olivos,          en el año 468, disimulando con un máscara su condición de mujer,          habiéndose          hecho llamar Pelagio.
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Felix            de Como, Santo          Obispo, 8 de octubre   
              
 Obispo Etimológicamente                  significa “feliz”. Viene de la lengua latina.  |           
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Hugo de Génova, Santo          Religioso, Octubre 8   
              
 Religioso Martirologio                    Romano: En Génova, de la provincia de Liguria, san                      Hugo, religioso, que, después de haber luchado largo                      tiempo en Tierra Santa, fue designado para regir la                      Encomienda de la Orden de San Juan de Jerusalén en                      esta ciudad, y se distinguió por su bondad y su                      caridad hacia los pobres (c. 1233).  |           
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Fuente: Martirologio          Romano 
          Otros Santos y Beatos Completando el santoral de éste          día, Octubre 8            
              
 Santa Reparada,                    virgen y mártir  |           
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Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com; Colección          Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org          de www.edicionespalabra.es          , misalpalm.com,          Catholic.net
Mensajes          anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/          
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