JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san            Lucas 13,            18-21
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo,          Jesús dijo: 
          "¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿A qué lo comparé? Es como          un grano de          mostaza que un hombre sembró en su huerto; creció, se convirtió          en árbol y los          pájaros anidaron en sus ramas".
          Y dijo de nuevo: 
          "¿A qué compararé el Reino de Dios? Es como la levadura que una          mujer          mezcla con tres medidas de harina, hasta que fermenta todo".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería          posible sin sus oraciones: al          menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te          salve María, llena          eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas          las mujeres y          bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de          Dios, ruega por          nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.          ¡Recuérdenos en          sus intenciones y misas! 
Aclaración:          una relación muere          sin comunicación y          comunidad-comunión. Con Dios es igual: las “palabras de vida          eterna” (Jn 6,68; Hc          7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no          basta charlar          por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa          permite ver a          Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han          sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la          Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d)          pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la          salvación del          mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no ven tus          ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película completa          (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=272692
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: “si no coméis la              carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis              vida en vosotros” (Jn 6,53;            1 Jn 5,12). Si comulgamos en            estado de Gracia y con amor, nos            hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva            Alianza de Amor. Si            faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia            (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios,            que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados            personales, nos            auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia            falta a su boda, es            ella la que se aparta del amor del Novio para siempre,            sabiendo que Él da la            Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos            a Él (descanso,            comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal            faltar sin causa            grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16,            18-19; Ex 20,8-10;            Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). “Te amo, pero quiero verte            todos los días, y menos los de descanso”. ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le            dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para            ser felices para            siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del            amor, es necesaria            la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la            Cátedra de Pedro, el            representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de            comulgar debemos confesar todos los pecados mortales:            “quien come y bebe sin              discernir el Cuerpo,              come y bebe su propia condenación” (1 Cor 11,29; Rm            14,23). ¿Otros            pecados mortales? no confesarse            con el Sacerdote al menos una            vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual            (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos),            promover el aborto            (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación            artificial),            planificación natural sin causa grave, deseo o actividad            sexual fuera del            matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños,            privar de Misa a niños            en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar,            envidia, calumnia, odio            o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste            o burla de lo            sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo            antes posible y nos sorprende            la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno            eterno (Catecismo            1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48,            etc.). Estos son pecados mortales              objetivamente, pero subjetivamente,            pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia.            Pero ahora que            lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
mar          30a.          Ordinario año Par (Id=714)
      Antífona            de Entrada
      Que se alegren los que              buscan al Señor. Recurran al              Señor y a su poder, busquen continuamente su rostro.
Oración            Colecta
      Oremos:
            Dios todopoderoso y eterno, aumenta nuestra fe, esperanza y            caridad; y, para            conseguir tus promesas, concédenos amar tus preceptos.
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén.
Primera            Lectura
      Este es un gran              misterio, y yo lo refiero a Cristo y a              la Iglesia
Lectura de la carta              del apóstol san Pablo a los              Efesios 5, 21-33
Hermanos: Respétense            unos a otros por reverencia a            Cristo. Que las mujeres respeten a sus 
            maridos como si se tratara del Señor; porque el marido es            cabeza de la mujer,            como Cristo es cabeza y salvador de la Iglesia, que es su            cuerpo. Y como la            Iglesia es dócil a Cristo, así también las mujeres sean            dóciles a sus maridos            en todo.
            Maridos, amen a sus mujeres como Cristo amó a su Iglesia y se            entregó por ella            para santificarla, purificándola con el agua y la palabra. Se            preparó así una            Iglesia resplandeciente, sin mancha ni arruga ni cosa            semejante, sino santa e            inmaculada. Igualmente, los maridos deben amar a sus mujeres            como a su propio            cuerpo. 
            El que ama a su mujer se ama a sí mismo; pues nadie odia a su            propio cuerpo,            sino que lo alimenta y lo cuida como Cristo hace con su            Iglesia, que es su            cuerpo, del cual nosotros somos miembros. 
            Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá            a su mujer y            serán los dos una sola carne. Este es un gran misterio, y yo            lo relaciono con            la unión de Cristo y de la Iglesia.
            En una palabra, que cada uno ame a su mujer como se ama a sí            mismo, y que la            mujer respete al marido.
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo            Responsorial
      Sal 127, 1-2.3
Dichosos los que              respetan al Señor.
Dichoso el que respeta            al Señor y sigue sus caminos.            Comerás del trabajo de tus manos, seras afortunado y feliz.
            Dichosos los que respetan al Señor.
Tu mujer será como una            vid fecunda dentro de tu casa;            tus hijos, como brotes de olivo en torno a tu mesa.
            Dichosos los que respetan al Señor.
Aclamación            antes del            Evangelio
      Aleluya, aleluya.
            Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque            has revelado los            misterios del Reino a la gente sencilla.
            Aleluya.
Evangelio
      Creció la semilla y se convirtió en un              arbusto
† Lectura del santo Evangelio según san              Lucas 13,              18-21
Gloria              a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo: 
            "¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿A qué lo comparé? Es como            un grano de            mostaza que un hombre sembró en su huerto; creció, se            convirtió en árbol y los            pájaros anidaron en sus ramas".
            Y dijo de nuevo: 
            "¿A qué compararé el Reino de Dios? Es como la levadura que            una mujer            mezcla con tres medidas de harina, hasta que fermenta todo".
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración            sobre las            Ofrendas
      Concédenos, Señor, ofrecerte estos dones            con un corazón libre, para que            tu gracia pueda purificarnos en estos misterios que ahora            celebramos.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Prefacio
      La salvación por Cristo
En verdad es justo y necesario, es nuestro            deber y salvación, darte            gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios            todopoderoso y            eterno, que por amor creaste al hombre, y, aunque condenado            justamente, lo            redimiste por tu misericordia, por Cristo, Señor nuestro.
            Por él, 
            los ángeles y arcángeles y todos los coros celestiales            celebran tu gloria,            unidos en común alegría.
            Permítenos asociarnos a sus voces cantando humildemente tu            alabanza:
          [Misa]
Antífona            de la Comunión
      Miren que estoy a la              puerta y llamo, dice el Señor: si              alguno oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaré con              él y él conmigo.
Oración            después de la            Comunión
      Oremos:
            Señor, tú que nos has concedido participar en esta Eucaristía,            míranos con            bondad y ayúdanos a vencer nuestra fragilidad humana para            poder vivir como            hijos tuyos. 
          Por Jesucristo, nuestro            Señor.
            Amén
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† Meditación diaria
30ª semana.          Martes
LA          MANIFESTACIÓN DE LOS HIJOS DE DIOS
— El sentido          de nuestra filiación          divina.
— Hijos en          el Hijo.
—          Consecuencias de la filiación divina.
I. En el Salmo            II leemos estas          palabras, que se aplican al Mesías en primer término: A mí            me ha dicho el            Señor: Tú eres mi hijo; Yo te he engendrado hoy1.          Desde la          eternidad, el Padre engendra al Hijo, y todo el ser de la          Segunda Persona de la          Trinidad Beatísima consiste en la filiación, en ser Hijo. El hoy          del que          nos habla el Salmo significa un siempre continuo, eterno, por el          que el Padre          da el ser a su Unigénito2.
Para que          exista una filiación, en el          sentido preciso de la palabra, se requiere igualdad de          naturaleza3.          Por eso, solo Jesucristo es el Unigénito del Padre. En sentido          amplio puede          decirse que todas las criaturas, especialmente las espirituales,          son hijas de          Dios, aunque con una filiación muy imperfecta, pues su semejanza          con el Creador          no es, de ningún modo, identidad de naturaleza.
Sin embargo,          con el Bautismo se produjo          en nuestra alma una regeneración, un nuevo nacimiento, una          elevación          sobrenatural, que nos hizo partícipes de la naturaleza divina.          Esta elevación          sobrenatural dio origen a una filiación divina inmensamente          superior a la          filiación humana propia de cada criatura. San Juan, en el          prólogo de su          Evangelio, nos enseña que a cuantos le recibieron (a          Cristo) dioles            poder para ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre,            que no han nacido            de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni del querer del            hombre, sino de            Dios4. “El Hijo de Dios se hizo hombre –explica          San Atanasio–          para que los hijos del hombre, los hijos de Adán, se hicieran          hijos de Dios          (...). Él es el Hijo de Dios por naturaleza; nosotros, por          gracia”5.
La filiación          divina ocupa un lugar          central en el mensaje de Jesucristo y es una enseñanza continua          en la          predicación de la Buena Nueva cristiana, como signo          elocuentísimo del amor de          Dios por los hombres. Ved qué amor nos ha mostrado el Padre          -escribe San          Juan-, que ha querido que nos llamemos hijos de Dios y lo            seamos6.          Esta condición de hijos, aunque tendrá su plenitud en el Cielo,          es en esta vida          una realidad gozosa y esperanzada. Ahora, como nos dice San          Pablo en una de las          lecturas para la Misa de hoy, la creación anhela la            manifestación de            los hijos de Dios... y sufre toda ella dolores de parto hasta            el momento            presente. Y no solo ella, sino que nosotros, que poseemos ya            las primicias del            Espíritu, también gemimos en nuestro interior aguardando la            adopción de            hijos...7. El Apóstol se refiere a la plenitud          de esa adopción,          pues ya aquí en la tierra hemos sido constituidos hijos de            Dios, nuestra          mayor gloria y el más grande de los títulos: de manera que            ya no eres            siervo, sino hijo; y como hijo, también heredero8.
Las palabras          que desde la eternidad          aplica el Padre a su Unigénito, nos las apropia ahora a          nosotros. A cada uno          nos dice: Tú eres mi hijo; Yo te he engendrado hoy. Este          hoy es          nuestra vida terrena, pues Dios nos da cada día este nuevo ser.          “Nos dice: tú            eres mi hijo. No un extraño, no un siervo benévolamente          tratado, no un          amigo, que ya sería mucho. ¡Hijo! Nos concede vía libre para que          vivamos con Él          la piedad del hijo y, me atrevería a afirmar, también la          desvergüenza del hijo          de un Padre, que es incapaz de negarle nada”9.
II. Tú            eres mi hijo...
El Señor          habló constantemente de esta          realidad a sus discípulos. Unas veces directamente, enseñándoles          a dirigirse a          Dios como Padre10, señalándoles la santidad como          imitación filial          del Padre11...; y también por medio de numerosas          parábolas, en las          que Dios es representado por la figura del padre12.
La filiación          divina no consiste solo en          que Dios haya querido tratarnos como un padre a sus hijos y que          nosotros nos          dirijamos a Él con la confianza de los 
          hijos. No es un simple grado mayor en la línea de esas          filiaciones que en          sentido amplio tienen todas las criaturas respecto a Dios, según          su mayor o          menor semejanza con el Creador. Esto ya sería un inmenso don,          pero el amor de          Dios ha llegado mucho más lejos, haciéndonos realmente hijos          suyos. Mientras          aquellas filiaciones son en realidad modos de expresión, nuestra          filiación          divina lo es en sentido estricto, aunque nunca será como la          filiación de          Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios. Para el hombre no puede          haber nada más          grande, impensable e inalcanzable que esta relación filial13.
La nuestra          es una participación de la          plena filiación exclusiva y constitutiva de la Segunda Persona          de la Santísima          Trinidad. De esta “filiación natural –explica Santo Tomás– se          deriva a muchos          la filiación por cierta semejanza y participación”14.          Es a partir de          esta filiación como entramos en intimidad con la Trinidad Santa,          es una          verdadera participación de la vida del Padre, del Hijo y del          Espíritu Santo. En          lo que se refiere a nuestra relación con las divinas Personas,          puede decirse          que somos hijos del Padre en el Hijo por el Espíritu Santo15.          “Mediante          la gracia recibida en el Bautismo, el hombre participa en el          eterno nacimiento          del Hijo a partir del Padre, porque es constituido hijo adoptivo          de Dios: hijo          en el Hijo”16. “Al salir de las aguas de la sagrada          fuente, cada          cristiano vuelve a escuchar la voz que un día fue oída a orillas          del río          Jordán: Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco (Lc          3, 22); y          entiende que ha sido asociado a su Hijo predilecto, llegando a          ser hijo          adoptivo (Gal 4, 4-7) y hermano de Cristo”17.
La filiación          divina ha de estar presente          en todos los momentos del día, pero se ha de poner especialmente          de manifiesto          si alguna vez sentimos con más fuerza la dureza de la vida.          “Parece que el          mundo se te viene encima. A tu alrededor no se vislumbra una          salida. Imposible,          esta vez, superar las dificultades.
“Pero, ¿me          has vuelto a olvidar que Dios          es tu Padre?: omnipotente, infinitamente sabio, misericordioso.          Él no puede          enviarte nada malo. Eso que te preocupa, te conviene, aunque los          ojos tuyos de          carne estén ahora ciegos.
“Omnia in            bonum! ¡Señor, que          otra vez y siempre se          cumpla tu sapientísima Voluntad!”18.
III. La          filiación divina no es un          aspecto más, entre otros, del ser cristianos: de algún modo          abarca todos los          demás. No es propiamente una virtud que tenga sus actos          particulares, sino una condición          permanente del bautizado que vive su vocación. La piedad que          nace de esta nueva          condición del hombre que sigue los pasos de Cristo “es una          actitud profunda del          alma, que acaba por informar la existencia entera: está presente          en todos los          pensamientos, en todos los deseos, en todos los afectos”19.          Si          atendemos al designio divino, podemos decir que todos los dones          y gracias nos          han sido dados para constituirnos en hijos de Dios, en          imitadores del Hijo          hasta llegar a ser alter Christus, ipse Christus20.          Cada vez          hemos de parecernos más a Él. Nuestra vida debe reflejar la          suya. Por eso, la          filiación divina debe ser muy frecuentemente motivo de nuestra          oración y de          nuestra consideración; así nuestra alma se llenará de paz en          medio de las          mayores tentaciones o contradicciones, pues viviremos          abandonados en las manos          de Dios. Un abandono que no nos eximirá del empeño por mejorar,          ni de poner          todos los medios humanos a nuestro alcance cuando surjan la          enfermedad, la          penuria económica, la soledad... La vida de los santos, aun en          medio de muchas          pruebas, estuvo siempre llena de alegría, como debe estar          colmada la nuestra.
La filiación          divina es también          fundamento de la fraternidad cristiana, que está muy por encima          del vínculo de          solidaridad que existe entre los hombres. En los demás hemos de          ver a hijos de          Dios, hermanos de Jesucristo, llamados a un destino          sobrenatural. De esta          manera nos será fácil prestarles esas pequeñas ayudas diarias          que todos          necesitamos unos de otros, y, sobre todo, les facilitaremos          siempre el camino          que lleva al Padre común.
Nuestra          Madre Santa María nos enseñará a          saborear esas palabras del Salmo II, que leíamos al comienzo de          la meditación,          como dirigidas a cada uno de nosotros: Tú eres mi hijo; Yo            te he engendrado            hoy.
1 Sal          2, 7. — 2 Cfr. Juan          Pablo II, Audiencia general 16-X-1985. — 3 Cfr.          Santo Tomás, Suma            Teológica, 3, q. 32, a. 3 c. — 4 Jn          1, 12-13. — 5          San Atanasio, De Incarnatione contra arrianos, 8. — 6          1 Jn          3, 1. — 7 Rom 8, 19-23. — 8 Gal          4, 7. — 9          San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 185. — 10          Cfr. Mt          6, 9. — 11 Cfr. Mt 5, 48. — 12 Cfr. J.          Bauer, Diccionario            de Teología Bíblica, Herder, Barcelona 1967, voz          Filiación, cols. 407-412.          — 13 Cfr. Mª C. Calzona, Filiación divina y            cristiana en el mundo,          en La misión del laico en la Iglesia y en el mundo,          EUNSA Pamplona 1987,          p. 301. — 14 Santo Tomás, Comentario al Evangelio de            San Juan, 1,          8. — 15 Cfr. F. Ocáriz, Hijos de Dios en Cristo,          EUNSA, Pamplona          1972, p. 98. — 16 Juan Pablo II, Homilía          23-III-1980. — 17          ídem Exhort. Apost. Christifideles laici, 30-XII-1988,          11 — 18          San Josemaría Escrivá, Vía Crucis, IX, n. 4. — 19          Ídem, Amigos            de Dios, 146. — 20 Cfr. ídem Es Cristo que            pasa, 96.
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† Santoral             (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
San Alonso            Rodríguez
        Viudo y          portero
          Año 1617
Gracias Señor            por estos modelos admirables que nos presentas en tus santos. 
            Haz que queramos imitarlos y que seamos capaces de seguir sus            buenos ejemplos.
Alonso          significa: "pronto para          hacer el bien" (del germano al: el bien. Ons: prontitud). 
El santo de hoy es un caso típico.          Viudo, comerciante, portero por 45 años de un colegio. Poco          instruido en las          ciencias del mundo, pero un verdadero místico.
San Alonso nació en Segovia          (España) en 1533, hijo de un comerciante acaudalado.
Cuando nuestro santo aún era un          niño, tuvo la suerte de que llegó a su ciudad a predicar el          Beato Pedro Fabro          (discípulo muy amado de San Ignacio de Loyola) y se hospedó en          la casa de los          padres de Alonso y luego en compañía del jovencito se fue a una          finca que          poseía la familia Rodríguez, y allá lo preparó a la Primera          Comunión. Esta          amistad con un gran apóstol le fue de enorme provecho para su          santificación.
Alonso fue después a estudiar en          un colegio de los Padres Jesuitas, pero al morir su padre tuvo          que volverse a          casa para administrar los negocios. Sin embargo el destino que          Dios le tenía          preparado no era el de negociante y como no poseía las          suficientes cualidades          para ese oficio, sus negocios fueron decayendo poco a poco. Era          como una          llamada que Dios le hacía para que se dedicara a otra labor          donde sí iba a          conseguir la santidad.
Alonso se casó con una mujer muy          buena y piadosa y tuvieron un hijo. Pero luego cuando iba a          nacer el segundo          niño, la esposa murió, dejándolo viudo y con un hijito muy          pequeño. En seguida          murió también su madre y los negocios empezaron a quebrar. Esta          serie de          infortunios hizo pensar a Alonso si no sería que Dios quería de          él otro modo de          vivir. Hasta entonces había sido un honrado comerciante, pero le          faltaba          todavía ser un creyente fervoroso y heroico
Vendió entonces los pocos bienes          que le quedaban y se fue con su hijito a vivir junto a dos          hermanas suyas que          eran extraordinariamente piadosas, las cuales le enseñaron el          arte de rezar          bien, y de hacer meditación y oración mental. Las enseñanzas de          estas dos          sencillas mujeres le fueron de inmensa importancia para su vida.          Alonso          meditaba dos horas diarias por la mañana, y por la tarde rezaba          el rosario          pensando en los misterios. Pronto empezó a descubrir la          imperfección de su vida          pasada, viéndola a la luz de las enseñanzas de Jesucristo. En un          momento de          meditación alcanzó a contemplar un poco los goces que nos          esperan en el cielo,          y en esos días hizo una confesión general de toda su vida y          empezó una          existencia totalmente dedicada a la oración, a la mortificación,          a la          meditación y a obras de caridad a favor de los pobres.
Luego murió su único hijo. Alonso          sintió una agonía de muerte, pero en seguida Nuestro Señor le          iluminó con la          lectura de una página del Libro de la Sabiduría en la S. Biblia          (Capítulo 4)          que dice que a muchos jóvenes se los lleva Dios a la otra vida          para evitarles          terribles peligros que les podían llegar en esta vida contra su          santidad y su          salvación. Con esto Alonso se consoló inmensamente porque          comprendía que su          hijito tan amado, al morir tan joven se había librado de muchos          peligros de          ofender a Dios. Y esa muerte tan dolorosa lo movió a renunciar a          todo e irse de          religioso.
Alonso pidió a los padres jesuitas          que lo aceptaran en su comunidad, pero nadie quería recibirlo          porque tenía ya          casi 40 años, no había hecho estudios y además era viudo. No se          acostumbraba          recibir gente de esa clase. Pero de pronto el superior sin saber          por qué,          cambió de parecer, y lo aceptó como hermano lego. Esa iba a ser          la profesión          que lo iba a llevar a la santidad.
Los superiores lo enviaron a la          isla de Mallorca como portero del colegio de los jesuitas de          Montesión. Allí en          ese cargo se ganará la gloria del cielo atendiendo durante 45          años con la más          exquisita bondad a toda clase de huéspedes y transeúntes.
Ser portero en un gran colegio no          es tarea fácil, y menos lo era en aquellos tiempos en los que no          había ni teléfono,          ni otros medios de fácil comunicación de que disponemos hoy en          día. Y los que          lo conocieron y trataron dejaron constancia de que jamás alguien          recibió del          hermano Alonso un trato hosco o maleducado o frío, sino que por          el contrario,          todos se sentían tratados como si fueran grandes personajes.          Allí llegaban          montones de alumnos (con su algarabía juvenil), padres de          familia, proveedores          del colegio, religiosos viajeros que venían a pedir hospedaje          por unos días,          visitantes, médicos, obispos, militares, empleados del gobierno,          vendedores y          multitud de pordioseros y cada cual se sentía tratado por el          hermano Alonso con          una amabilidad que no estaban acostumbrados a recibir en otras          partes.
Alonso Rodríguez se propuso ver a          Jesús en cada visitante que llegaba, y tratar muy bien a Jesús          que llegaba disfrazado          de prójimo. Cuando alguien le preguntaba por qué no era más duro          y áspero con          ciertos tipos inoportunos, le respondía: "Es que a Jesús que se          disfraza          de prójimo, nunca lo podemos tratar con aspereza o mala          educación".          Seguramente que Nuestro Señor al llegar al cielo le habrá          repetido aquello que          en el Evangelio prometió que dirá a quienes tratan bien a los          demás: "Ven          siervo bueno y fiel. Entra en el gozo de tu Señor, porque cuando          me disfracé de          huésped me tratase sumamente bien. El buen trato que les diste a          los demás, aún          a los más humildes, lo recibo como si me lo hubieras dado a Mí          en persona"          (Mt. 25, 40).
Sus compañeros jesuitas dejaron          escrita esta observación verdaderamente admirable: "Declaramos          que jamás          vimos en el hermano Alonso Rodríguez un comportamiento que no          fuera el de un          verdadero santo". Algo admirable en verdad.
De entre tantísimos amigos que          Alonso trató en su oficio de portero en los 45 años en          Montesión, el más santo          e importante de todos fue San Pedro Claver. Este gran apóstol          vivió tres años          con Alonso en aquella casa, y una noche el fervoroso portero oyó          en visión que          le decían: "Pedro Claver está destinado a hacer un gran bien en          Sudamérica". Desde entonces el santo portero se propuso animar a          Pedro a          que viajara como misionero a América, y lo logró. Pedro Claver          bautizó a más de          300,000 negros en Cartagena, y nunca pudo olvidar los buenísimos          consejos que          le dio su fiel amigo Alonso, en Mallorca.
San Pablo decía que para que no se          llenara de orgullo Dios le permitió ataques terribles en su          carne. Y así le sucedió          también al buen Alonso. De vez en cuando le llegaban sequedades          tan espantosas          en la oración que para él, rezar era un verdadero tormento. Todo          lo que fuera          piedad le producía repulsión. Pero así y con esas sequedades          seguía rezando.          Rezaba todo el día, viajando de un sitio a otro de la casa          llevando razones y          mensajes, o atendiendo en su portería a todo el que llegaba.          Alonso rezaba          siempre.
Un día cuando sus tentaciones          impuras se le habían vuelto casi enloquecedoras, al pasar por          frente a una imagen          de la Sma. Virgen le gritó en latín: "Sancta Maria, Mater Dei,          memento          mei" (Santa María Madre de Dios, acuérdate de mí) e          inmediatamente sintió          que las tentaciones desaparecían. Desde entonces se convenció de          que la          Santísima Virgen tiene gran poder para alejar a los espíritus          impuros, y se          dedicó a encomendase a Ella con mayor fervor. Le rezaba varios          rosarios cada          día y en honor de la Madre de Dios rezaba salmos diarios. Y la          Virgen María fue          su gran Protectora y defensora hasta la hora de su muerte y se          le apareció          varias veces, llenándolo de increíble felicidad.
En sus dolorosas enfermedades se          sentía asistido por Jesús y María y decía que había días en que          los sentía tan          presentes junto a él como si hubiera vivido en Nazaret cuando          ellos los dos          estaban viviendo allá. Esto le producía intensas alegrías          espirituales.
Con autorización de sus superiores          fue escribiendo todo lo que recordaba de sus experiencias          espirituales, y en          esa su autobiografía hay detalles que demuestran cómo este          sencillo e ignorante          porterito de un colegio llegó a altísimos grados en la vida          mística. Con razón          las gentes de toas las clases sociales iban al colegio a pedirle          sus consejos,          a consultarle sus dudas y a recibir consuelos para sus penas.
Cuando ya era muy anciano y estaba          sumamente enfermo, un día el superior para ver qué tanta era su          obediencia le          dijo: "Le ordeno que se vaya de misionero a América del Sur".          Inmediatamente Alonso empacó sus pocas ropas y salió por la          portería, listo a          embarcarse en el primer barco que llegara. El superior tuvo que          mandarle otra          vez que se volviera a su puesto.
Otro día el superior, que sufría          de un reumatismo sumamente doloroso le dijo: " Hermano Alonso,          pídale a          Dios y a la Virgen que me curen de este mal tan molesto". El          santo estuvo          toda la noche rezando, y no dejó de rezar pidiendo aquel favor,          sino cuando al          amanecer supo que el Padre Superior había amanecido totalmente          curado.
El 29 de octubre de 1617          sintiéndose sumamente lleno de dolores y de angustias, al          recibir la Sagrada          Comunión, inmediatamente se llenó de paz y de alegría, y quedó          como en éxtasis.          Dos días estuvo casi sin sentido y el 31 de octubre despertó,          besó con toda          emoción su crucifijo y diciendo en alta voz: "Jesús, Jesús,          Jesús"          expiró.
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Fuente: Archidiócesis de            Madrid 
        Marcelo,            Santo          Mártir, 30 de octubre   
              
 Mártir                |           
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Bienvenida Bolani, Santa Virgen, 30 Octubre   
              
 Virgen              Etimológicamente significa “ acogedora”.                  Viene de la lengua latina.  |           
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Ángel de            Acri, Beato Sacerdote          Capuchino, 30 Octubre   
              
 Etimológicamente                    significa “mensajero”. Viene de la lengua griega.  |           
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Gerardo de            Potenza, Santo Obispo, 30          Octubre   
              
 En Potenza,                    ciudad de la Lucania, san Gerardo, obispo (1122).   |           
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Terencio            Alberto O’Brien, Beato Obispo, 30          Octubre   
              
 Nacido en                    Limerick, a los 21 años ingresó a la Orden Dominica,                    fue enviado a España donde recibe la orden sacerdotal.  |           
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Fuente: Vatican.va 
        Alejandro            Zaryckyj, Beato          Sacerdote y mártir, 30 de octubre   
              
 Sacerdote de la                    archieparquía de Lvov de los ucranios (1912-1963).                    Mártir  |           
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Fuente:            ar.geocities.com/misa_tridentina01 
        Dorotea            de Montau, Beata          Viuda, Octubre 30   
              
 La célebre                    contemplativa Beata Dorotea Swartz de Montau, nació en                    Montau, el 6 de febrero del año 1347, murió en                    Marienwerder, el 25 junio de 1394.   |           
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Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com; Colección          Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es ,          misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes          anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/ 
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