JMJ
Pax
† Lectura            del santo Evangelio según san Lucas 12, 8-12
Gloria a            ti, Señor.
En aquel          tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
          "Les aseguro que todo el que esté de mi parte ante los hombres,          también el          Hijo del hombre se pondrá de su parte ante los ángeles de Dios;          pero si uno me          niega ante los hombres, también yo lo negaré ante los ángeles de          Dios. Quien          hable mal del Hijo del hombre, podrá ser perdonado, pero el que          blasfeme contra          el Espíritu Santo, no será perdonado.
          Y cuando los lleven a las sinagogas, ante los jueces y          autoridades, no se          preocupen cómo defenderse, ni de lo que van a decir; el Espíritu          Santo les          enseñará en ese mismo momento lo que deben decir"
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y comunidad-comunión.          Con Dios es igual:          las “palabras          de vida eterna” (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario          visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan          presente en la          Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la          Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d) pedimos          y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación          del mundo entero…          ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=272692
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: “si              no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su              sangre, no tenéis vida              en vosotros” (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos en            estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con            el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          “Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso”.            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser            felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la            perfección del amor,            es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como            pide la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de            comulgar debemos confesar todos los pecados mortales:            “quien              come y bebe sin discernir el                Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1            Cor 11,29; Rm 14,23).            ¿Otros pecados mortales? no confesar pecados            graves al menos una vez al año (CDC            989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto            (derecho a            decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial),            planificación            natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio            por iglesia,            demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso            de razón,            borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio            o deseo de            venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de            lo sagrado, etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son            pecados mortales              objetivamente, pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay excusa.
† Misal
sab 28a.          Ordinario año Par
      Antífona de Entrada
      Dios es mi auxilio,              El Señor sostiene mi vida. Te ofreceré un sacrificio              voluntario dando gracias a              tu nombre, que es bueno.
Oración Colecta
      Oremos:
            Muéstrate propicio con tus hijos, Señor, y multiplica sobre            ellos los dones de            tu gracia, para que, encendidos de fe, esperanza y caridad,            perseveren            fielmente en el cumplimiento de tu ley.
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén.
Primera Lectura
      Constituyó a Cristo,              como cabeza suprema de la Iglesia, que es su cuerpo
Lectura de la carta              del apóstol san Pablo a los Efesios 1, 15-23
Hermanos: Me            he enterado de su fe en el            Señor Jesús y de su amor a todos los hermanos, por lo cual no            dejo de dar            gracias a Dios por ustedes, recordándolos en mis oraciones.            Que el Dios de            nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda            espíritu de            sabiduría y revelación para conocerlo. Que ilumine los ojos de            su corazón, para            que comprendan cuál es la esperanza que les da su llamamiento,            cuál es la            riqueza de la gloria otorgada en herencia a su pueblo, y cuál            la extraordinaria            grandeza de su poder para con nosotros, los que creemos, por            la eficacia de su            fuerza poderosa. Con esta fuerza resucitó a Cristo de entre            los muertos y lo            hizo sentar a su derecha en el cielo, por encima de todos los            ángeles,            principados, potestades, 
            virtudes y dominaciones; y por encima de cualquiera otra            dignidad que pueda            existir no sólo en este mundo, sino también en el venidero.
            Todo lo puso Dios bajo los pies de Cristo, constituyéndolo            cabeza suprema de la            Iglesia, que es su cuerpo, y plenitud del que lo consuma todo            en todos.
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
      Sal 8, 2-3a4-5.6-7
¡Qué admirable,              Señor, es tu poder!
¡Señor, Dios nuestro,            qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Tu majestad se            levanta por encima            de los cielos; de la boca de los niños de pecho has sacado una            alabanza. ¡Qué            admirable, Señor, es tu poder! Al ver el cielo, obra de tus            dedos, la luna y            las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te            acuerdes de él, el            ser humano para que cuides de él?
            ¡Qué admirable, Señor, es tu poder!
Lo hiciste apenas            inferior a un dios, coronándolo de gloria y esplendor; le            diste poder sobre la            obra de tus manos, todo lo pusiste bajo sus pies.
            ¡Qué admirable, Señor, es tu poder!
Aclamación antes del Evangelio
      Aleluya,              aleluya.
            El Espíritu de verdad dará testimonio de mí, dice el Señor, y            también ustedes            serán mis testigos. 
            Aleluya.
Evangelio
      El              Espíritu Santo les enseñará lo que              convenga decir
† Lectura              del santo Evangelio según san              Lucas 12, 8-12
Gloria a              ti, Señor.
En aquel            tiempo dijo Jesús a sus            discípulos:
            "Les aseguro que todo el que esté de mi parte ante los            hombres, también el            Hijo del hombre se pondrá de su parte ante los ángeles de            Dios; pero si uno me            niega ante los hombres, también yo lo negaré ante los ángeles            de Dios. Quien            hable mal del Hijo del hombre, podrá ser perdonado, pero el            que blasfeme contra            el Espíritu Santo, no será perdonado.
            Y cuando los lleven a las sinagogas, ante los jueces y            autoridades, no se            preocupen cómo defenderse, ni de lo que van a decir; el            Espíritu Santo les            enseñará en ese mismo momento lo que deben decir"
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
      Dios            nuestro, que has llevado a la            perfección del sacrificio único los diferentes sacrificios de            la Antigua            Alianza; recibe y santifica las ofrendas de tus fieles, como            bendijiste la de            Abel, para que la ofrenda que ofrece cada uno de nosotros en            honor de tu nombre            sirva para la salvación de todos.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Prefacio 
      Nuestra              misma acción de gracias es un don              de Dios
En verdad es            justo y necesario, es nuestro            deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar,            Señor, Padre santo,            Dios todopoderoso y eterno.
            Pues aunque no necesitas nuestra alabanza, ni nuestras            bendiciones te            enriquecen, tú inspiras y haces tuya nuestra acción de            gracias, para que nos            sirva de salvación, por Cristo, Señor nuestro.
            A quien alaban los ángeles y los arcángeles, proclamando sin            cesar:
          
Antífona de la Comunión
      Estoy a la puerta              llamando dice el Señor. Si alguien oye y me abre, entraré y              comeremos juntos.
Oración después de la Comunión
      Oremos:
            Muéstrate propicio a tu pueblo, Señor, y a quienes has            iniciado en los            misterios del Reino concédeles abandonar el pecado y pasar a            una vida nueva.
          Por            Jesucristo nuestro Señor.
            Amén
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† Meditación          diaria
28ª          semana. Sábado
EL          PECADO CONTRA EL ESPÍRITU SANTO
—          Abiertos a la misericordia divina.
— La          pérdida del “sentido del pecado”.
— Junto          a Cristo entendemos qué es verdaderamente el pecado. Delicadeza          de conciencia.
I. San          Lucas recoge en el Evangelio de la Misa de hoy una fuerte          sentencia de Jesús: Todo            el que diga una palabra contra el Hijo del Hombre, será            perdonado; pero el que            blasfeme contra el Espíritu Santo, no será perdonado1.          San          Marcos añade que esta blasfemia no tendrá perdón jamás; el que          la cometa será          reo de castigo eterno2.
San          Mateo sitúa esta sentencia en un contexto que explica mejor las          palabras del          Señor3. Relata este Evangelista que la multitud,          asombrada ante          tantas maravillas, se preguntaba: ¿No será este el Hijo de            David?4.          Pero los fariseos, ante tantos prodigios que no pueden negar, no          quieren rendir          sus inteligencias ante esos hechos que todo el mundo conoce; no          encuentran otra          salida que atribuir al mismo demonio la acción divina de Jesús.          Es tal la          dureza de su corazón que, con tal de no ceder, están dispuestos          a tergiversar          radicalmente lo que resulta evidente para todos. Por eso          murmuraban: Este no            expulsa los demonios sino por Beelzebul, príncipe de los            demonios. En esa          cerrazón a la gracia y tergiversación de los hechos          sobrenaturales consiste la          blasfemia imperdonable contra el Espíritu Santo: en excluir la          misma fuente del          perdón5. Todo pecado, por grande que sea, puede ser          perdonado,          porque la misericordia de Dios es infinita; pero para que se          otorgue ese perdón          divino es necesario reconocer el pecado y creer en el perdón y          en la          misericordia del Señor, cercano siempre a nuestra vida. La          cerrazón de aquellos          fariseos impedía que la poderosa acción divina llegara hasta          ellos.
Jesús          llama a esta actitud pecado contra el Espíritu Santo. Y          es imperdonable,          no tanto por su gravedad y malicia, sino por la disposición          interna de la          voluntad, que anula toda posibilidad para el arrepentimiento. El          que peca así,          se sitúa, él mismo, fuera del perdón divino.
El Papa          Juan Pablo II nos advierte de la extrema gravedad de esta          actitud ante la          gracia, que lleva consigo una deformación de la conciencia, pues          “la blasfemia          contra el Espíritu Santo es el pecado cometido por el hombre que          reivindica un          pretendido “derecho a perseverar en el mal” –en cualquier          pecado– y rechaza la          Redención. El hombre encerrado en el pecado, haciendo imposible          por su parte la          conversión y, por consiguiente, también la remisión de sus          pecados, que          considera no esencial o sin importancia para su vida”6.
Nosotros          le pedirnos hoy al Señor una radical sinceridad y una verdadera          humildad para          reconocer nuestras faltas y pecados, también los veniales, que          no nos          acostumbremos a ellos, que seamos rápidos en acudir a Él y que          nos perdone y          deje nuestro corazón sensible a la acción del Espíritu Santo. Y          a Nuestra          Señora le pedimos el santo temor de Dios para no perder          nunca el sentido          del pecado, y la conciencia de los propios errores y flaquezas.          “Cuando tenemos          turbia la vista, cuando los ojos pierden claridad, necesitamos          ir a la luz. Y          Jesucristo nos ha dicho que Él es la Luz del mundo y que ha          venido a curar a          los enfermos”7.
II.          Jesucristo nos dio a conocer plenamente al Espíritu Santo como          una Persona          distinta del Padre y del Hijo, como el Amor personal dentro de          la Trinidad          Beatísima, que es la fuente y modelo de todo amor creado8.
En          todas las acciones de Jesús está presente el Espíritu, pero será          en la Última          Cena cuando el Señor hable de Él con más claridad, como de una          Persona distinta          del Padre y del Hijo, y muy cercano a la Redención del mundo.          Jesús se refiere          a Él como a un paráclito o consejero, esto es,          un abogado y          confortador. La palabra paráclito era usada en el mundo          profano griego          para referirse a una persona llamada a asistir o a hablar por          otra,          especialmente en los procesos legales. El Espíritu Santo tiene          por eso una          particular misión en lo que se refiere al juicio de la propia          conciencia y a          ese otro juicio tan especial de la Confesión, en el que          el reo sale          absuelto para siempre de sus culpas y lleno de una riqueza          nueva.
La          misericordia divina, que se ejerce por esta acción misteriosa y          salvífica del          Espíritu Santo, “encuentra en el hombre que se halla en esta          condición (de          falta de apertura a la acción de la gracia) una resistencia          interior, como una          impermeabilidad de la conciencia, un estado de ánimo que podría          decirse          consolidado en razón de una libre elección: es lo que la Sagrada          Escritura          suele llamar dureza de corazón (cfr. Sal 81, 13;          Jer 7,          24; Mc 3, 5). En nuestro tiempo a esta actitud de mente          y corazón          corresponde quizá la pérdida del sentido del pecado”9.
Lo          contrario a la dureza de corazón es la delicadeza de conciencia,          que tiene el          alma cuando aborrece todo pecado, incluso venial, y procura ser          dócil a las          inspiraciones y gracias del Espíritu Santo, que son incontables          a lo largo del          día. “Cuando uno tiene sano el olfato del alma –hacía notar San          Agustín–, al          instante percibe el mal olor de los pecados”10.          ¿Somos sensibles          nosotros a las ofensas que se hacen a Dios? ¿Reaccionamos con          prontitud ante          nuestras faltas y pecados?
III. En          muchos hombres se va perdiendo el sentido del pecado, y,          consiguientemente, el          sentido de Dios. No es raro que en el cine, en la televisión, en          comentarios de          prensa se enjuicien ideas y hechos contrarios a la ley de Dios          como asuntos          normales, que a veces se deploran por sus consecuencias dañinas          para la          sociedad y para el individuo, pero sin referencia alguna al          Creador. En otras          ocasiones, se exponen estos hechos como sucesos que atraen la          curiosidad          pública, pero sin darles una mayor trascendencia: infidelidades          matrimoniales,          hechos escandalosos, difamaciones, faltas contra el honor,          divorcios, estafas,          prevaricaciones, cohechos... No faltan quienes, aun llamándose          cristianos, se          recrean en esas situaciones, las consideran con detenimiento,          entrevistan a sus          protagonistas... y parece como si no se atrevieran a llamarlas          por su nombre.          En todo caso, se suele olvidar lo más importante: la relación          con Dios, que es          lo que da el verdadero sentido a lo humano. Se juzga con          criterios muy alejados          del sentir de Dios, como si Él no existiera o no contara en los          asuntos de la          vida. Es un ambiente pagano generalizado, parecido al que          encontraron los          primeros cristianos, y que hemos de cambiar, como ellos          hicieron.
En          nuestra propia vida sentiremos el peso de nuestros pecados solo          cuando          consideremos esas faltas, ante todo, como ofensas a Dios, que          nos separan de Él          y nos vuelven torpes y sordos para oír al Paráclito, al Espíritu          Santo, en el          alma. Cuando las propias debilidades no se relacionan con el          Señor, ocurre lo          que ya hacía notar San Agustín: hay –afirma el Santo– quienes,          al cometer          cierta clase de pecados, se imaginan no pecar, porque dicen que          no hacen mal a          nadie11. ¡Qué gracia tan grande, por el contrario,          sentir el peso de          nuestras faltas, que nos llevará a hacer actos reiterados de          contrición y a          desear ardientemente la Confesión frecuente, donde el alma se          purifica y se          dispone para estar cerca de Dios! “Si no andáis encorvado y          entristecido por el          pecado, no le habéis conocido (el mal cometido) –enseña San Juan          de Ávila–.          Pesa el pecado: sicut onus grave gravatae sunt super me          (Sal 37,          5). Más pesa el pecado que yo... ¿Qué cosa es el pecado? Una          deuda insoluble,          una carga insoportable que ni quintales pesan tanto”12.          Y más          adelante dice el Santo: “No hay carga tan pesada, ¿por qué no la          sentimos?          Porque no hemos sentido la bondad de Dios”13. San          Pedro descubrió en          la pesca milagrosa la divinidad de Cristo y su propia poquedad.          Por eso se            echó a los pies de Jesús y le dijo: Apártate de mí, Señor, que            soy un pobre            pecador14. Pedía al Señor que se apartara,          porque le parecía          que, con la oscuridad de sus flaquezas, no podría soportar su          radiante luz. Y          mientras sus palabras declaraban su indignidad, los ojos y toda          su actitud          rogaban a Jesús fervientemente que lo tomaran con Él para          siempre.
La          suciedad de los pecados necesita un término de referencia, y          este es la          santidad de Dios. El cristiano solo percibe el desamor cuando          considera el amor          de Cristo. De otro modo justificará fácilmente todas sus          debilidades. Pedro,          que ama a Jesús profundamente, sabrá arrepentirse de sus          negaciones,          precisamente con un acto de amor, que quizá nosotros también          hemos empleado          muchas veces: Domine -le dirá aquella mañana después de          la segunda pesca          milagrosa-, tu omnia nosti, tu scis quia amo te15.          Señor, Tú          sabes todas las cosas, Tú sabes que te amo. Así acudiremos al          Señor con un acto          de amor, cuando no hayamos correspondido al suyo. La contrición          da al alma una          gran fortaleza, devuelve la esperanza y proporciona una          particular delicadeza          para oír y entender a Dios.
Pidamos          con frecuencia a Nuestra Madre Santa María, que tan dócil fue a          las mociones          del Espíritu Santo, que nos enseñe a tener una conciencia muy          delicada, que no          nos acostumbremos al peso del pecado y que sepamos reaccionar          con prontitud          ante el más pequeño pecado venial deliberado.
1 Lc          12, 10. — 2 Cfr. Mc 3, 29. — 3 Cfr. Mt          12, 32. — 4          Mt 12, 13. — 5 Cfr. Santo Tomás, Suma            Teológica, 2-2, q.          14, a. 3. — 6 Juan Pablo II, Enc. Dominum et            vivificantem, 18-V-1986,          46. — 7 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 158. —          8 Cfr.          Conc. Vat. II, Const. Gaudium el spes, 24. — 9          Juan Pablo II, loc.            cit., 47. — 10 San Agustín, Comentarios a los            Salmos, 37, 9.          — 11 Cfr. ídem, Sermón 278, 7. — 12 San          Juan de Ávila, Sermón            25, para el Domingo 21 después de Pentecostés, en Obras            completas,          vol. II,          p. 354. — 13          Ibídem, p. 355. — 14 Cfr. Lc 5, 8-9. — 15          Jn          21, 17.
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
Honorio, Santo          Abad,          Octubre 20   
              
 Abad Fregenal de la                  Sierra (Badajoz) remonta sus orígenes hacia el 580 antes                  de Cristo, cuando la poblaron los celtas de la                  Lusitania, llamándola Nertóbriga.   |           
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Irene de Tancor, Santa          Religiosa, Octubre 20   
              
 Religiosa Etimología: Irene                      = Aquella que trae la paz. Viene de la lengua                      griega.  |           
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María            Bertila, Santa          Biografía 20 de octubre   
              
 Octubre 20  Etimológicamente                  significa “ princesa de las aguas”, en lengua siria;                  “espejo” en lengua hebrea.  |           
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Leopardo, Santo          Obispo, 20 de octubre   
              
 Octubre 20  Etimológicamente                  significa “ león atrevido”. Viene de la lengua alemana.  |           
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Aurora, Santa          Biografía, 20 de octubre   
|                Octubre 20  Etimológicamente                  significa “ “brillante”. Viene de la lengua latina y                  tiene un origen indo-europeo.  |           
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Fuente:          Franciscanos.net 
          Jacobo de Strepa, Beato Obispo, 20 Octubre   
              
 Obispo de la                    Primera Orden 
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Fuente:          Vatican.va 
          Jakob Kern, Beato Sacerdote, 20 Octubre   
              
 Francisco                  Alejandro Kern, nació en Viena, Austria, el 11 de abril                  de 1897, provenía de una modesta familia vienesa de                  obreros. La primera guerra mundial le impidió                  bruscamente proseguir sus estudios en el seminario menor                  de Hollabrunn.  |           
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Jerzy            Popieluszko, Beato          Sacerdote y Mártir, 20 de octubre   
              
 Sacerdote y                    Mártir En los                    alrededores de Wloclawek (Polonia), Beato Jerzy                    Popieluszko, sacerdote diocesano asesinado por odio a                    la fe. († 1984) Jerzy Popiełuszko                  nació el 14 de septiembre de 1947 en Okopy cerca de                  Suchowola (Polonia), fue un sacerdote católico, asociado                  con el sindicato Solidaridad. Fue asesinado por la                  agencia de inteligencia interna comunista operada por                  los soviéticos, la Służba Bezpieczeństwa.  |           
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Fuentes: IESVS.org;          EWTN.com; Colección Hablar con          Dios de www.FranciscoFCarvajal.org          de www.edicionespalabra.es          , misalpalm.com, Catholic.net
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