JMJ
Pax
† Lectura            del santo Evangelio según san Lucas 12, 8-12
Gloria a            ti, Señor.
En aquel          tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
          "Les aseguro que todo el que esté de mi parte ante los hombres,          también el          Hijo del hombre se pondrá de su parte ante los ángeles de Dios;          pero si uno me          niega ante los hombres, también yo lo negaré ante los ángeles de          Dios. Quien          hable mal del Hijo del hombre, podrá ser perdonado, pero el que          blasfeme contra          el Espíritu Santo, no será perdonado.
          Y cuando los lleven a las sinagogas, ante los jueces y          autoridades, no se          preocupen cómo defenderse, ni de lo que van a decir; el Espíritu          Santo les enseñará          en ese mismo momento lo que deben decir"
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y comunidad-comunión.          Con Dios es igual:          las “palabras          de vida eterna” (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario          visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan          presente en la          Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la          Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d) pedimos          y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación          del mundo entero…          ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=272692
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: “si              no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su              sangre, no tenéis vida              en vosotros” (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos en            estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con            el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          “Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso”.            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser            felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la            perfección del amor,            es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como            pide la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de            comulgar debemos confesar todos los pecados mortales:            “quien              come y bebe sin discernir el                Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1            Cor 11,29; Rm 14,23).            ¿Otros pecados mortales? no confesar pecados            graves al menos una vez al año (CDC            989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto            (derecho a            decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial),            planificación            natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio            por iglesia,            demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso            de razón,            borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio            o deseo de            venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de            lo sagrado, etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son            pecados mortales              objetivamente, pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay excusa.
† Misal
sab 28a.          Ordinario año Par
      Antífona de Entrada
      Dios es mi auxilio,              El Señor sostiene mi vida. Te ofreceré un sacrificio              voluntario dando gracias a              tu nombre, que es bueno.
Oración Colecta
      Oremos:
            Muéstrate propicio con tus hijos, Señor, y multiplica sobre            ellos los dones de            tu gracia, para que, encendidos de fe, esperanza y caridad,            perseveren            fielmente en el cumplimiento de tu ley.
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén.
Primera Lectura
      Constituyó a Cristo,              como cabeza suprema de la Iglesia, que es su cuerpo
Lectura de la carta              del apóstol san Pablo a los Efesios 1, 15-23
Hermanos: Me            he enterado de su fe en el            Señor Jesús y de su amor a todos los hermanos, por lo cual no            dejo de dar            gracias a Dios por ustedes, recordándolos en mis oraciones.            Que el Dios de            nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda            espíritu de            sabiduría y revelación para conocerlo. Que ilumine los ojos de            su corazón, para            que comprendan cuál es la esperanza que les da su llamamiento,            cuál es la            riqueza de la gloria otorgada en herencia a su pueblo, y cuál            la extraordinaria            grandeza de su poder para con nosotros, los que creemos, por            la eficacia de su            fuerza poderosa. Con esta fuerza resucitó a Cristo de entre            los muertos y lo            hizo sentar a su derecha en el cielo, por encima de todos los            ángeles,            principados, potestades, 
            virtudes y dominaciones; y por encima de cualquiera otra            dignidad que pueda            existir no sólo en este mundo, sino también en el venidero.
            Todo lo puso Dios bajo los pies de Cristo, constituyéndolo            cabeza suprema de la            Iglesia, que es su cuerpo, y plenitud del que lo consuma todo            en todos.
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
      Sal 8, 2-3a4-5.6-7
¡Qué admirable,              Señor, es tu poder!
¡Señor, Dios nuestro,            qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Tu majestad se            levanta por encima            de los cielos; de la boca de los niños de pecho has sacado una            alabanza. ¡Qué            admirable, Señor, es tu poder! Al ver el cielo, obra de tus            dedos, la luna y            las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te            acuerdes de él, el            ser humano para que cuides de él?
            ¡Qué admirable, Señor, es tu poder!
Lo hiciste apenas            inferior a un dios, coronándolo de gloria y esplendor; le            diste poder sobre la            obra de tus manos, todo lo pusiste bajo sus pies.
            ¡Qué admirable, Señor, es tu poder!
Aclamación antes del Evangelio
      Aleluya,              aleluya.
            El Espíritu de verdad dará testimonio de mí, dice el Señor, y            también ustedes            serán mis testigos. 
            Aleluya.
Evangelio
      El              Espíritu Santo les enseñará lo que              convenga decir
† Lectura              del santo Evangelio según san              Lucas 12, 8-12
Gloria a              ti, Señor.
En aquel            tiempo dijo Jesús a sus            discípulos:
            "Les aseguro que todo el que esté de mi parte ante los            hombres, también el            Hijo del hombre se pondrá de su parte ante los ángeles de            Dios; pero si uno me            niega ante los hombres, también yo lo negaré ante los ángeles            de Dios. Quien            hable mal del Hijo del hombre, podrá ser perdonado, pero el            que blasfeme contra            el Espíritu Santo, no será perdonado.
            Y cuando los lleven a las sinagogas, ante los jueces y            autoridades, no se            preocupen cómo defenderse, ni de lo que van a decir; el            Espíritu Santo les enseñará            en ese mismo momento lo que deben decir"
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
      Dios            nuestro, que has llevado a la            perfección del sacrificio único los diferentes sacrificios de            la Antigua            Alianza; recibe y santifica las ofrendas de tus fieles, como            bendijiste la de            Abel, para que la ofrenda que ofrece cada uno de nosotros en            honor de tu nombre            sirva para la salvación de todos.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Prefacio 
      Nuestra              misma acción de gracias es un don              de Dios
En verdad es            justo y necesario, es nuestro            deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar,            Señor, Padre santo,            Dios todopoderoso y eterno.
            Pues aunque no necesitas nuestra alabanza, ni nuestras            bendiciones te            enriquecen, tú inspiras y haces tuya nuestra acción de            gracias, para que nos            sirva de salvación, por Cristo, Señor nuestro.
            A quien alaban los ángeles y los arcángeles, proclamando sin            cesar:
          [Misa]
Antífona de la Comunión
      Estoy a la puerta llamando              dice el Señor. Si alguien oye y me abre, entraré y comeremos              juntos.
Oración después de la Comunión
      Oremos:
            Muéstrate propicio a tu pueblo, Señor, y a quienes has            iniciado en los            misterios del Reino concédeles abandonar el pecado y pasar a            una vida nueva.
          Por            Jesucristo nuestro Señor.
            Amén
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† Meditación          diaria
27ª          semana. Sábado
ORACIONES          A LA MADRE DE JESÚS
— La          Virgen nos conduce siempre a su Hijo.
— El          Santo Rosario, la oración preferida de la Virgen.
—          Frutos de la devoción a Santa María.
I.          Estaba Jesús hablando a la multitud como en tantas ocasiones. Y          una mujer del          pueblo alzó la voz y gritó: Bienaventurado el vientre que te            llevó y los            pechos que te criaron1. Jesús se acordaría en          aquellos momentos          de su Madre y le llegaría muy dentro del Corazón la alabanza de          la mujer          desconocida. El Señor la debió de mirar complacido y con          agradecimiento. “Emocionada          en lo más profundo del corazón ante las enseñanzas de Jesús,          ante su figura          amable, aquella mujer no puede contener su admiración. En sus          palabras          reconocemos una muestra genuina de la religiosidad popular          siempre viva entre          los cristianos a lo largo de la historia”2. Aquel día          comenzó a          cumplirse el Magnificat: ...me llamarán bienaventurada todas            las            generaciones. Una mujer, con la frescura del pueblo, había          comenzado lo que          no terminará hasta el fin de los tiempos.
Jesús,          recogiendo la alabanza, hace aún más profundo el elogio a su          Madre: Bienaventurados            más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan.          María es          bienaventurada, ciertamente, por haber llevado en su seno          purísimo al Hijo de          Dios y por haberlo alimentado y cuidado, pero lo es aún más por          haber acogido          con extrema fidelidad la palabra de Dios. “A lo largo de la          predicación de          Jesús, recogió (María) las palabras con las que su Hijo,          situando el Reino más          allá de las consideraciones de la carne y de la sangre, proclamó          bienaventurados a quienes escuchaban y guardaban la palabra de          Dios, como Ella          misma lo hacía con fidelidad (cfr. Lc 2, 19; 5 l)”3.
Este          pasaje del Evangelio4 que se lee en la Misa de hoy          nos enseña una          excelente forma de alabar y de honrar al Hijo de Dios: venerar y          enaltecer a su          Madre. A Jesús le llegan muy gratamente los elogios a María. Por          eso nos          dirigimos muchas veces a Ella con tantas jaculatorias y          devociones, con el rezo          del Santo Rosario. “Del mismo modo que aquella mujer del          Evangelio –señalaba el          Papa Juan Pablo II– lanzó un grito de bienaventuranza y de          admiración hacia          Jesús y su Madre, así también vosotros, en vuestro afecto y en          vuestra          devoción, soléis unir siempre a María con Jesús.          Comprendéis que la          Virgen María nos conduce a su divino Hijo, y que Él escucha          siempre las          súplicas que se le dirigen a su Madre”5. La Virgen es          la senda más          corta para llegar a Cristo y, por Él, a la Trinidad Beatísima.          Honrando a          María, siendo de verdad hijos suyos, imitaremos a Cristo y          seremos semejantes a          Él. “Porque María, habiendo entrado íntimamente en la Historia          de la Salvación,          une en sí y, en cierta manera, refleja las más grandes          exigencias de la fe;          mientras es predicada y honrada atrae a los creyentes hacia su          Hijo y su          sacrificio, y hacia el amor del Padre”6. Con Ella          vamos bien          seguros.
II.          Nosotros nos unimos a ese largo desfile de gentes tan diversas          que a través de          los siglos se han acercado a honrar a María. Nuestra voz se une          a ese clamor          que no cesará jamás. También nosotros hemos aprendido a ir a          Jesús a través de          María, y en este mes, siguiendo la costumbre de la Iglesia, lo          hacemos cuidando          con más empeño el rezo del Santo Rosario, “que es fuente de vida          cristiana.          Procurad rezarlo a diario, solos o en familia, repitiendo con          gran fe esas          oraciones fundamentales del cristiano, que son el Padrenuestro,          el Avemaría y          el Gloria –exhortaba el Romano Pontífice–. Meditad esas escenas          de la vida de          Jesús y de María, que nos recuerdan los misterios de gozo, dolor          y gloria.          Aprenderéis así en los misterios gozosos a pensar en Jesús que          se hizo pobre y          pequeño: ¡un niño!, por nosotros, para servirnos; y os sentiréis          impulsados a          servir al prójimo en sus necesidades. En los misterios dolorosos          os daréis          cuenta de que aceptar con docilidad y amor los sufrimientos de          esta vida –como          Cristo en su Pasión–, lleva a la felicidad y a la alegría, que          se expresa en          los misterios gloriosos de Cristo y de María a la espera de la          vida eterna”7.
El          Rosario es la oración preferida de Nuestra Señora8,          plegaria que          llega siempre a su Corazón de Madre y nos dispensa incontables          gracias y          bienes. Se ha comparado esta devoción a una escalera, que          subimos escalón a escalón,          acercándonos “al encuentro con la Señora, que quiere decir al          encuentro con          Cristo. Porque esta es una de las características del Rosario,          la más          importante y la más hermosa de todas: una devoción que a través          de la Virgen          nos lleva a Cristo. Cristo es el término de esta larga y          repetida invocación a          María. Se habla a María para llegar a Cristo”9.
¡Qué          paz nos debe dar repetir despacio el Avemaría,          deteniéndonos quizá en          alguna de sus partes!: Dios te salve, María... y el          saludo, aunque lo          hayamos repetido millones de veces, nos suena siempre nuevo. Santa            María...            ¡Madre de Dios!... ruega por nosotros... ¡ahora! Y Ella          nos mira y sentimos          su protección maternal. “La piedad –lo mismo que el amor– no se          cansa de          repetir con frecuencia las mismas palabras, porque el fuego de          la caridad que          las inflama hace que siempre contengan algo nuevo”10.
III. La          devoción a la Virgen no es de ninguna manera “un sentimiento          estéril y          pasajero, o vana credulidad”11, propio de personas de          corta edad o          de escasa formación. Por el contrario –sigue afirmando el          Concilio Vaticano          II–, procede “de la verdadera fe, por la que somos inclinados a          reconocer la          preeminencia de la Madre de Dios y somos impulsados a un amor          filiar hacia          Nuestra Señora y a la imitación de sus virtudes”12.          El amor a la          Virgen nos impulsa a imitarla y, por tanto, al cumplimiento fiel          de nuestros          deberes, a llevar la alegría allí donde vamos. Ella nos mueve a          rechazar todo          pecado, hasta el más leve, y nos anima a luchar con empeño          contra nuestros          defectos. Contemplar su docilidad a la acción del Espíritu Santo          en su alma es          estímulo para cumplir la voluntad de Dios en todo tiempo,          también cuando nos          cuesta. El amor que nace en nuestro corazón al tratarla es el          mejor remedio          contra la tibieza y contra las tentaciones de orgullo y          sensualidad.
Cuando          hacemos una romería o visitamos algún santuario dedicado a          Nuestra Madre del          Cielo, hacemos una buena provisión de esperanza. ¡Ella misma –Spes            nostra–          es nuestra esperanza! Siempre que rezamos con atención el Santo          Rosario y nos          detenemos para meditar unos instantes cada uno de los misterios          que en él se          nos proponen, nos encontramos con más fuerzas para luchar, con          más alegría y          deseos de ser mejores. “No se trata tanto de repetir fórmulas,          cuanto de hablar          como personas vivas con una persona viva, que, si no la          veis con los          ojos del cuerpo, podéis sin embargo verla con los ojos de la            fe. La          Virgen, de hecho, y su Hijo Jesús, viven en el Cielo una vida          mucho más “viva”          que esta nuestra –mortal– que vivimos aquí abajo.
“El          Rosario es un coloquio confidencial con María, una conversación          llena de          confianza y abandono. Es confiarle nuestras penas, manifestarle          nuestras          esperanzas, abrirle nuestro corazón. Declararnos a su          disposición para todo          aquello que Ella, en nombre de su Hijo, nos pida. Prometerle          fidelidad en toda          circunstancia, incluso la más dolorosa y difícil, seguros de su          protección,          seguros de que, si lo pedimos, Ella nos obtendrá siempre de su          Hijo todas las          gracias necesarias para nuestra salvación”13.
Hagamos          el propósito en este sábado mariano de ofrecerle con más amor          esa corona de            rosas que, según su etimología, significa el Rosario. No          rosas marchitas o          ajadas por el desamor y el descuido. “Santo rosario. —Los gozos,          los dolores y          las glorias de la vida de la Virgen tejen una corona de          alabanzas, que repiten          ininterrumpidamente los Ángeles y los Santos del Cielo..., y          quienes aman a          nuestra Madre aquí en la tierra.
“—Practica          a diario esta devoción santa, y difúndela”14.
A          través de esta devoción, Nuestra Madre del Cielo nos devolverá          la esperanza si          alguna vez, al considerar tantas flaquezas, sentimos en el alma          la sombra del          desaliento. ““Virgen Inmaculada, bien sé que soy un pobre          miserable, que no          hago más que aumentar todos los días el número de mis          pecados...”. Me has dicho          que así hablabas con Nuestra Madre, el otro día.
“Y te          aconsejé, seguro, que rezaras el Santo Rosario: ¡bendita          monotonía de avemarías          que purifica la monotonía de tus pecados!”15.
1 Lc          11, 27-28. — 2 Juan Pablo II, Alocución          5-IV-1987. — 3          Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 58. — 4 Lc          11, 27-28.          — 5 Juan Pablo II, loc. cit. — 6 Conc.          Vat., II, loc.            cit., 65. — 7 Juan Pablo II, loc. cit. — 8          Pablo VI,          Enc. Mense maio,          29-IV-1965. — 9 ídem, Alocución 10-V-1964. — 10          Pío XI, Enc.          Ingravescentibus malis, 29-IX-1937. — 11 Conc.          Vat. II, loc.            cit., 67. — 12 Ibídem. — 13 Juan          Pablo II, Alocución          25-IV-1987. — 14 San Josemaría Escrivá, Forja.          n. 621. — 15          ídem, Surco, n. 475.
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† Santoral               (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
              San Eduardo               |           
Eduardo quiere          decir: el que protege la propiedad (Ed = propiedad. Uard: el que          protege).
Este fue el más          popular de los reyes ingleses de la antigüedad. Tres cualidades          le merecieron          su fama de santo: era muy piadoso, sumamente amable y muy amante          de la paz.
Era hijo de          Etelredo y a los diez años fue desterrado a Normandía, Francia,          de donde no          pudo volver a Inglaterra sino cuando ya tenía 40 años.
Dicen que          conservó perpetua castidad.
San Eduardo tuvo          unos modos de actuar que lo hicieron sumamente popular entre sus          súbditos y lo          convirtieron como en un modelo para sus futuros reyes. Lo          primero que hizo fue          suprimir el impuesto de guerra, que arruinaba mucho a la gente.          Luego durante          su largo reinado procuró vivir en la más completa armonía con          las cámaras          legislativas (que el dividió en dos: cámara de los lores y          cámara de los          comunes). Se preocupó siempre por obtener que gran cantidad de          los impuestos          que se recogían, se repartieran entre las gentes más          necesitadas.
Un autor que          vivió en ese tiempo nos dejó los siguientes datos acerca de San          Eduardo:          "Era un verdadero hombre de Dios. Vivía como un ángel en medio          de tantas          ocupaciones materiales y se notaba que Dios lo ayudaba en todo.          Eran tan          bondadoso que jamás humilló con sus palabras ni al último de sus          servidores. Se          mostraba especialmente generoso con los pobres, y con los          emigrantes, y ayudaba          mucho a los monjes. Aún el tiempo en que estaba en vacaciones y          dedicado a la          cacería, ni un solo día dejaba de asistir a la santa misa. Era          alto,          majestuoso, de rostro sonrosado y cabellos blancos. Su sola          presencia inspiraba          cariño y aprecio".
Cuando Eduardo          estaba desterrado en Normandía prometió a Dios que si lograba          volver a          Inglaterra iría en peregrinación a Roma a llevar una donación al          Sumo          Pontífice. Cuando ya fue rey, contó a sus colaboradores el          juramento que había          hecho, pero estos le dijeron: "el reino está en paz porque todos          le          obedecen con gusto Pero si se va a hacer un viaje tan largo,          estallará la          guerra civil y se arruinará el país". Entonces envió unos          embajadores a          consultar al Papa San León Nono, el cual le mandó decir que le          permitía cambiar          su promesa por otra: dar para los pobres lo que iba a gastar en          el viaje, y          construir un buen convento para religiosos. Así lo hizo          puntualmente: repartió          entre la gente pobre todo lo que había ahorrado para hacer el          viaje, y          vendiendo varias de sus propiedades, construyó un convento para          70 monjes, la          famosa Abadía de Westminster (nombre que significa: monasterio          del occidente:          West = oeste u occidente. Minster = monasterio). En la catedral          que hay en ese          sitio es donde sepultan a los reyes de Inglaterra.
En el año 1066,          desgastado de tanto trabajar por su religión y por su pueblo,          sintió que le          llegaba la hora de la muerte. A los que lloraban al verlo morir,          les dijo:          "No se aflijan ni se entristezcan, pues yo dejo esta tierra,          lugar de          dolor y de peligros, para ir a la Patria Celestial donde la paz          reina para          siempre".
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Alejandrina  María            da Costa, Beata          Apóstol del sufrimiento reparador, 13 de octubre   
              
 Laica Martirologio                    Romano: En el lugar de Balasar, cerca de                    Braga, en Portugal, beata Alejandrina María da Costa,                    que al intentar huir de quien la perseguía con mala                    intención, quedó imposibilitada en todos sus miembros,                    encontrando en la contemplación de la Eucaristía el                    modo de ofrecer al Señor todos sus dolores por amor de                    Dios y de los hermanos más necesitados (1955).  |           
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Rómulo,            Santo          Obispo, Octubre 13            
              
 Obispo Martirologio                    Romano: En Matuta (hoy Sanremo), en la costa de la                      Liguria, san Rómulo, obispo de Génova, que, lleno de                      ardor apostólico, murió durante una visita pastoral                      (s. V).  |           
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Fuente:          ar.geocities.com/misa_tridentina04 
        Magdalena Panattieri,            Beata          Virgen, Octubre 13   
              
 Virgen Martirologio                    Romano: En la localidad de Trino, en el                      Monferrato, beata Magdalena Panatieri, virgen,                      hermana de Penitencia de Santo Domingo (1503).  |           
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Chelidonia  (Celidonia            o Quelidonia), Santa          Eremita, Octubre 13   
              
 Eremita Martirologio                    Romano: Cerca de Subiaco, en el Lacio, santa Quelidona                    o Celidona, virgen, que, como dice la tradición,                    durante cincuenta y dos años condujo vida solitaria y                    austera, dedicada únicamente a Dios, (1152).  |           
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Fuente: Martirologio          Romano 
        Otros Santos y Beatos          Completando el santoral de éste día, Octubre 13   
              
 San Teófilo,                    obispo  |           
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Fuentes: IESVS.org;          EWTN.com; Colección Hablar con          Dios de www.FranciscoFCarvajal.org          de www.edicionespalabra.es          , misalpalm.com, Catholic.net
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