JMJ
Pax
† Lectura            del santo Evangelio según san Lucas 11, 29-32
Gloria a            ti, Señor.
En aquel          tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a          decirles: 
          "Esta generación es una generación perversa. Pide una señal,          pero no se le          dará una señal diferente a la de Jonás. Pues así como Jonás fue          una señal para          los ninivitas, lo mismo será el Hijo del hombre para esta          generación.
          Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina          del Sur se          levantará en el juicio y los condenará; porque ella vino desde          los últimos          rincones de la tierra a escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí          hay uno que es          más que Salomón. Cuando sea juzgada esa generación, los hombres          de Nínive se          levantarán el día del juicio y la condenarán; porque ellos se          convirtieron con          la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y comunidad-comunión.          Con Dios es igual:          las “palabras          de vida eterna” (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario          visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan          presente en la          Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la          Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d) pedimos          y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación          del mundo entero…          ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=272692
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: “si              no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su              sangre, no tenéis vida              en vosotros” (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos en            estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con            el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          “Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso”.            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser            felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la            perfección del amor,            es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como            pide la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de            comulgar debemos confesar todos los pecados mortales:            “quien              come y bebe sin discernir el                Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1            Cor 11,29; Rm 14,23).            ¿Otros pecados mortales? no confesar pecados            graves al menos una vez al año (CDC            989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto            (derecho a            decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial),            planificación            natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio            por iglesia,            demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso            de razón,            borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio            o deseo de            venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de            lo sagrado, etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son            pecados mortales              objetivamente, pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay excusa.
† Misal
lun 28a.          Ordinario año Par
      Antífona de Entrada
      El Señor es mi              protector; él me libró de las manos de mis enemigos y me              salvó, porque me ama.
Oración Colecta
      Oremos:
            Concédenos, Señor, que el curso de los acontecimientos del            mundo se            desenvuelva, según tu voluntad, en la justicia y en la paz, y            que tu Iglesia            pueda servirte con tranquilidad y alegría.
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén.
Primera Lectura
      No somos hijos de la              esclava, sino de la mujer libre
Lectura de la carta              del apóstol san Pablo a los Gálatas 4, 22-25b. 26-27.31; 5,              1
Hermanos:            Dice la Escritura que Abrahán            tuvo dos hijos, uno de esclava y otro de su mujer, que era            libre; el hijo de la            esclava nació según las leyes naturales, el de la libre, en            cambio, por una            promesa de Dios. Esto es un símbolo, pues las dos mujeres            representan las dos            alianzas: Agar proviene del monte Sinaí, y engendra hijos para            la esclavitud, y            corresponde a la Jerusalén de ahora que, junto con sus hijos,            sigue siendo            esclava. Por el contrario, la Jerusalén de arriba es libre, y            ésa es nuestra            madre, como dice la Escritura: Alégrate, estéril, tú que no            das a luz;            prorrumpe en gritos de júbilo, tú que no conoces los dolores            del parto, porque            son más los hijos de la abandonada que los de la que tiene            marido.
            Así pues, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la            libre. Cristo nos            ha liberado para ser libres. 
            Por eso, manténganse firmes, y no se sometan de nuevo al yugo            de la esclavitud.
            Palabra de Dios.
            Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
      Sal 112, 1-2.3-4a y              6-7
Bendito sea el nombre              del Señor.
Alaben, siervos del            Señor, alaben el nombre del Señor. Bendito sea el nombre del            Señor desde ahora            y para siempre.
            Bendito sea el nombre del Señor.
Desde la salida del            sol hasta su ocaso, sea alabado el nombre del Señor. El Señor            está por encima            de todas las naciones, su gloria está sobre los cielos.
            Bendito sea el nombre del Señor.
¿Quién como el Señor,            nuestro Dios, que reina en las alturas y sin embargo se            inclina para mirar            cielos y tierra? El levanta del polvo al desamparado y alza de            la miseria al            necesitado.
            Bendito sea el nombre del Señor.
Aclamación antes del Evangelio
      Aleluya,              aleluya.
            Hagámosle caso al Señor, que nos dice: "No endurezcan su            corazón".
            Aleluya.
Evangelio
      A la gente              de este tiempo no se le dará              otra señal que la del profeta Jonás
† Lectura              del santo Evangelio según san              Lucas 11, 29-32
Gloria a              ti, Señor.
En aquel            tiempo, la gente se apiñaba            alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: 
            "Esta generación es una generación perversa. Pide una señal,            pero no se le            dará una señal diferente a la de Jonás. Pues así como Jonás            fue una señal para            los ninivitas, lo mismo será el Hijo del hombre para esta            generación.
            Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina            del Sur se            levantará en el juicio y los condenará; porque ella vino desde            los últimos            rincones de la tierra a escuchar la sabiduría de Salomón, y            aquí hay uno que es            más que Salomón. Cuando sea juzgada esa generación, los            hombres de Nínive se            levantarán el día del juicio y la condenarán; porque ellos se            convirtieron con            la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás".
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
      Que este pan            y este vino que tú mismo nos            das para ofrecértelos, nos ayuden, Señor, convertidos en el            Cuerpo y Sangre de            tu Hijo, a conseguir el premio de la felicidad eterna.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Prefacio 
      Restauración              universal en Cristo
En verdad es            justo y necesario, es nuestro            deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar,            Señor, Padre santo,            Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro. 
            A quien hiciste fundamento de todo y de cuya plenitud quisiste            que            participáramos todos. Siendo él de condición divina, se            despojó de su rango, y            por su sangre derramada en la cruz puso en paz todas las            cosas; y así,            constituido Señor del universo, es fuente de salvación eterna            para cuantos            creen en él.
            Por eso, 
            con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros            celestiales, cantamos            sin cesar el himno de tu gloria: 
          
Antífona de la Comunión
      Cantaré al Señor por              el bien que me ha hecho; entonaré un himno de alabanza al              Dios 
altísimo.
Oración después de la Comunión
      Oremos:
            Te pedimos, Padre misericordioso, que por este sacramento con            que ahora nos            fortaleces, nos hagas algún día participar de la vida eterna.
          Por            Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén
Dia 15/10          Santa Teresa de Jesús (virgen y doctora de la Iglesia, blanco)
      Antífona          de Entrada
      Corno el            venado busca el agua de los ríos, así, cansada mi alma, te            busca a ti, Dios            mío.
Oración          Colecta
      Oremos:
          Dios nuestro, que por medio de tu Espíritu impulsaste a santa          Teresa de Jesús a          renovar en la Iglesia la vida religiosa; concédenos, por su          intercesión, un          ardiente deseo de renovar nuestra vida cristiana y de servirte          con alegría.
          Por nuestro Señor Jesucristo...
          Amén.
Primera          Lectura
      El            Espíritu intercede por nosotros con gemidos que no pueden            expresarse con palabras
Lectura            de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos
            8, 22-27
Hermanos:          Sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre          dolores de parto;          y no sólo ella, sino también nosotros, los que poseemos las          primicias del          Espíritu, gemimos interiormente, anhelando que se realice          plenamente nuestra          condición de hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.
          Porque ya es nuestra la salvación, pero su plenitud es todavía          objeto de          esperanza. Esperar lo que ya se posee no es tener esperanza,          porque, ¿cómo se          puede esperar lo que ya se posee? En cambio, si esperamos algo          que todavía no          poseemos, tenemos que esperarlo con paciencia.
          El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, porque nosotros no          sabemos pedir lo          que nos conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros          con gemidos que          no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que conoce          profundamente los          corazones, sabe lo que el Espíritu quiere decir, porque el          Espíritu ruega          conforme a la voluntad de Dios, por los que le pertenecen.
          Palabra de Dios.
          Te alabamos, Señor.
Salmo          Responsorial
      Del salmo            18
Los            mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.
La ley          del Señor es perfecta del todo y reconforta el alma; inmutables          son las          palabras del Señor y hacen sabio al sencillo.
          Los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente            justos.
En los          mandamientos del Señor hay rectitud y alegría para el corazón;          son luz los          preceptos del Señor para alumbrar el camino.
          Los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente            justos.
La          voluntad de Dios es santa y para siempre estable;
          los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente            justos.
          Los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente            justos.
Más          deseables que el oro y las piedras preciosas las normas del          Señor, y más dulces          que la miel de un panal que gotea.
          Los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente            justos.
Aclamación          antes del Evangelio
      Aleluya,            aleluya.
          Permanezcan en mi amor, dice el Señor; el que permanezca en mí y          yo en él, ése          da fruto abundante.
          Aleluya.
Evangelio
      El que            permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante
† Lectura            del santo Evangelio según san Juan
            15, 1-8
Gloria a            ti, Señor.
En aquel          tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
          "Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento          que no da          fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que          dé más fruto.
          Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho.          Permanezcan en          mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí          mismo, si no          permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en          mí. Yo soy la          vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él,          ése da fruto          abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece          en mí se le          echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo          arrojan al fuego          y arde.
          Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan          lo que quieran          y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den          mucho fruto y se          manifiesten así como discípulos míos".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración          sobre las Ofrendas
      Acepta,          Señor, los dones que te presentamos y concédenos celebrar esta          Eucaristía, con          el mismo fervor con que santa Teresa de Jesús se consagró a tu          Hijo y al          servicio de la Iglesia.
          Por Jesucristo, nuestro Señor.
          Amén.
Prefacio
      La vida            consagrada a Dios es un signo Del Reino de los cielos
En verdad          es justo y necesario que te alaben, Señor, tus criaturas del          cielo y de la          tierra.
          Porque al celebrar a los santos que por amor al Reino de los          cielos se          consagraron a Cristo,
          reconocemos tu Providencia admirable, que no cesa de llamar al          hombre a la          santidad primera,
          para hacerlo participar ya desde ahora de la vida que gozará en          el cielo, por          Cristo, nuestro Señor.
          Por eso,
          con todos los ángeles y santos, te alabamos, proclamando sin          cesar:
        
Antífona          de la Comunión
      Cantaré            tus misericordias, Señor, eternamente y proclamaré tu            fidelidad de generación            en generación.
Oración          después de la Comunión
      Oremos:
          Tú que nos has alimentado con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,          concédenos,          Señor, que, a ejemplo de santa Teresa de Jesús, no nos cansemos          nunca de cantar          las maravillas de tu amor.
        Por          Jesucristo, nuestro Señor.
          Amén
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† Meditación diaria
28ª semana. Lunes
EL PAN DE CADA DÍA
— Qué deseamos          obtener cuando          pedimos nuestro pan de cada día.
— El pan            de vida.
— Fe para comer          este nuevo pan            del Cielo. La Sagrada Comunión.
I. Danos hoy            nuestro pan de cada            día...
Se cuenta en una          vieja leyenda          oriental que cierto rey entregaba a su hijo los víveres          necesarios para vivir          holgadamente los doce meses del año. En esta ocasión, que          coincidía con la          primera luna del año, el hijo veía el rostro de su padre, el          monarca. Pero este          mudó de parecer y decidió poner en manos del príncipe, cada vez,          las          provisiones que había de consumir en ese día. De esta forma          podía saludar          diariamente a su hijo, y el príncipe ver el rostro del rey. Algo          parecido ha          querido hacer nuestro Padre Dios con nosotros. El pan de cada          día supone la          oración de la jornada que comienza. Pedir solamente para hoy          significa          reconocer que tendremos un nuevo encuentro con nuestro Padre del          Cielo mañana.          ¿No hallaremos en esta previsión la voluntad del Señor de que          recemos con          atención cada día la oración que Él nos enseñó?
El Señor nos enseñó          a pedir en la          palabra pan todo lo que necesitamos para vivir como          hijos de Dios: fe,          esperanza, amor, alegría, alimento para el cuerpo y para el          alma, fe para ver          en los acontecimientos diarios la voluntad de Dios, corazón          grande para          comprender y ayudar a todos... El pan es el símbolo de todos los          dones que nos          llegan de Dios1. Pedimos aquí, en          primer lugar, el sustento          que cubra las necesidades de esta vida; después, lo necesario          para la salud del          alma2.
El Señor desea que          pidamos también          bienes temporales, los cuales, debidamente ordenados, nos ayudan          a llegar al          Cielo. Tenemos muchos ejemplos de ello en el Antiguo Testamento,          y el mismo          Señor nos mueve a pedir lo necesario para esta vida. No debemos          olvidar que su          primer milagro consistió en convertir agua en vino para que no          se malograra la          fiesta de unos recién casados. En otra ocasión alimentará a una          ingente          multitud que, hambrienta, le sigue lejos de sus hogares...          Tampoco olvidará          advertir que le den de comer a la hija de Jairo, a la que acaba          de resucitar...3.
Al pedir el pan            de cada día          estamos aceptando que toda nuestra existencia depende de Dios.          El Señor ha          querido que le pidamos cada jornada aquello que nos es          necesario, para que          constantemente recordemos que Dios es nuestro Padre, y nosotros          unos hijos          necesitados que no podemos valernos por nosotros mismos. Rezar          bien esta parte          del Padrenuestro equivale a reconocer nuestra pobreza          radical de cara a          Dios y su bondad para con nosotros, que todos los días nos da lo          necesario.          Nunca nos faltará la ayuda divina.
Al decir pan            nuestro, el          Señor ha querido una vez más que no olvidemos a nuestros          hermanos,          especialmente a los más necesitados y a quienes Dios nos ha          encomendado.
II. Los Santos          Padres no solo han          interpretado este pan como el alimento material; también          han visto          significado en él el Pan de vida, la Sagrada Eucaristía,          sin la cual no          puede subsistir la vida sobrenatural del alma.
Yo soy el pan de            vida. Vuestros            padres comieron el maná en el desierto y murieron. Este es el            pan que baja del            cielo para que si alguien come de él no muera. Yo soy el pan            vivo que ha bajado            del cielo. Si alguno come de este pan vivirá eternamente; y el            pan que Yo daré            es mi carne para la vida del mundo4. San Juan          recordará toda su vida este largo          discurso del Señor y el lugar donde lo pronunció: estas            cosas las dijo en            Cafarnaún, en la sinagoga5.
El realismo de          estas palabras y de          las que siguieron es tan fuerte que excluye cualquier          interpretación en sentido          figurado. El maná del Éxodo era la figura de este Pan          –el mismo          Jesucristo– que alimenta a los cristianos en su camino hacia el          Cielo. La          Comunión es el sagrado banquete en el que Cristo se da a Sí          mismo. Cuando          comulgamos, participamos del sacrificio de Cristo. Por eso canta          la Iglesia en          la Liturgia de la Horas, en la fiesta del Corpus Christi: Oh            sagrado            banquete en el que Cristo es nuestra comida, se celebra el            memorial de la            Pasión, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de            la futura gloria6.
Los oyentes          entendieron el sentido          propio y directo de las palabras del Señor, y por eso les          costaba aceptar que          tal afirmación pudiera ser verdad. De haberlo entendido en          sentido figurado no          les hubiera causado extrañeza ni se hubiera producido ninguna          discusión7. Discutían,            pues, los judíos entre ellos            diciendo: ¿Cómo puede este darnos a comer su carne?8. Pues Jesús afirma          claramente que su Cuerpo y          su Sangre son verdadero alimento del alma, prenda de la vida          eterna y garantía          de la resurrección corporal.
Incluso emplea el          Señor una          expresión más fuerte que el mero comer (el verbo original podría          traducirse por          “masticar”9), expresando así          el realismo de la Comunión:          se trata de una verdadera comida, en la que el mismo Jesús se          nos da como          alimento. No cabe una interpretación simbólica, como si          participar en la          Eucaristía fuera tan solo una metáfora, y no el comer y beber          realmente el          Cuerpo y la Sangre de Cristo.
No está Cristo en          nosotros después          de comulgar como un amigo está en un amigo, mediante una          presencia espiritual;          está “verdadera, real y substancialmente presente” en nosotros.          Existe en la          Sagrada Comunión una unión tan estrecha con Jesús mismo que          sobrepuja todo          entendimiento.
Cuando decimos:          Padre, danos hoy            nuestro pan de cada día, y pensamos que en todas nuestras          jornadas podemos          recibir el Pan de vida, deberíamos llenarnos de alegría          y de un inmenso          agradecimiento; nos animará a comulgar con frecuencia, y aun          diariamente, si          nos es posible. Porque “si el pan es diario, ¿por qué lo recibes          tú solo una          vez al año? Recibe todos los días lo que todos los días te          aprovecha y vive de          modo que todos los días seas digno de recibirlo”10.
III. La Sagrada          Eucaristía, de modo          análogo al alimento natural, conserva, acrecienta, restaura            y fortalece          la vida sobrenatural11. Concede al alma          la paz y la alegría de          Cristo, como “un anticipo de la bienaventuranza eterna”12; borra del alma          los pecados veniales y          disminuye las malas inclinaciones; aumenta la vida sobrenatural          y mueve a          realizar actos eficaces relativos a todas las virtudes: es “el          remedio de          nuestra necesidad cotidiana”13.
Oculto bajo los          accidentes de pan,          Jesús espera que nos acerquemos con frecuencia a recibirle: el            banquete,          nos dice, está preparado14. Son muchos los          ausentes, y Jesús nos espera.          Cuando le recibamos, podremos decirle, con una oración que hoy          se reza en la          Liturgia de las Horas: Quédate con nosotros, Señor Jesús,            porque atardece;            sé nuestro compañero de camino, levanta nuestros corazones,            reanima nuestra            débil esperanza15.
La fe –que se          manifestará en primer          lugar en la conveniente preparación del alma– será indispensable          para comer          este nuevo pan. Los discípulos que aquel día abandonaron al          Maestro renunciaron          a su fe: prefirieron juzgar por su cuenta.
Nosotros le          decimos, con San Pedro: Señor,            ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna16. Y hacemos el          propósito de preparar mejor la          Comunión, con más fe y con más amor: “Adoradle con reverencia y          con devoción;          renovad en su presencia el ofrecimiento sincero de vuestro amor;          decidle sin          miedo que le queréis; agradecedle esta prueba diaria de          misericordia tan llena          de ternura, y fomentad el deseo de acercaros a comulgar con          confianza. Yo me          pasmo ante este misterio de Amor: el Señor busca mi pobre          corazón como trono,          para no abandonarme si yo no me aparto de Él”17.
Al terminar nuestra          oración,          nosotros también le decimos al Señor, como aquellas gentes de          Cafarnaún: Señor,            danos siempre de ese pan18.
Y cuando recemos el          Padrenuestro,          pensemos un momento que son muchas nuestras necesidades y las de          nuestros          hermanos; diremos con devoción: Padre, “danos hoy nuestro            pan de cada día;          lo que necesitamos para subsistir en el cuerpo y en el alma”.          Mañana nos          sentiremos dichosos de pedir de nuevo a Dios que se acuerde de          nuestra pobreza.          Y Él nos dirá: Omnia mea tua sunt19, todas mis cosas          son tuyas.
1 Cfr. Ex          23, 25; Is 33, 16. — 2 Cfr. Catecismo          Romano, IV, 13, n. 8. — 3 Cfr. Jn            2, 1 ss; Mt            14, 13-21; Mc 5, 22-43. — 4 Jn 6, 48-52. — 5 Cfr. Jn 6,          60. — 6 Antífona              del “Magnificat” en las            Segundas Vísperas. — 7 Cfr. Sagrada          Biblia, Santos Evangelios,          EUNSA, Pamplona 1983, nota a Jn 6, 52. — 8 Jn 6, 52. — 9 Cfr. Sagrada          Biblia, Santos Evangelios,          cit., nota a Jn 6, 54. — 10 San            Ambrosio, Sobre los              Sacramentos, V, 4. — 11 Cfr. Conc. de          Florencia, Decr. Pro armeniis,          Dz. 698. — 12 Cfr. Jn 6,          58; Dz. 875. — 13 San            Ambrosio, Sobre los              Sacramentos. — 14 Cfr. Lc          14, 15 ss. — 15 Liturgia de            las horas, Oración              de las II Vísperas. — 16 Jn 6, 68. — 17 San            Josemaría Escrivá, Es              Cristo que pasa, 161. — 18 Jn 6, 34. — 19 Cfr. Lc          15, 31.
15 de octubre
SANTA TERESA DE          JESÚS, 
          DOCTORA DE LA IGLESIA*
Memoria
— Necesidad de la          oración. Su          importancia capital en la vida cristiana.
— Trato con la          Humanidad Santísima          de Jesús.
— Dificultades en          la oración.
I. Santa Teresa nos          ha dejado          constancia de cómo con la oración salen adelante los          “imposibles”, aquello que          humanamente parecía insuperable, y que el Señor a veces nos          pide.
Más de una vez a lo          largo de su vida          escuchó estas palabras del Señor: ¿Qué temes? Y aquella          mujer mayor,          enferma, cansada recibía ánimos para sus empresas y volvía a la          brecha          superando todos los obstáculos. Un día, después de la Comunión,          cuando su          cuerpo parecía resistirse a nuevas fundaciones, oyó en su          interior a Jesús, que          le decía: “¿Qué temes? ¿Cuándo te he faltado Yo? El mismo que he          sido, soy          ahora; no dejes de llevar a cabo esas dos fundaciones” se          refería el Señor a          Palencia y Burgos. La Madre Teresa exclamó: “¡Oh, gran Dios,          cómo son          diferentes vuestras palabras a las de los hombres!”. Y “así          -prosigue la Santa          quedé determinada y animada que todo el mundo no bastara a          ponerme          contradicción”1. Años más tarde          escribirá de la fundación          hecha en Palencia, que se presentaba llena de dificultades: “En          esta fundación          nos va todo tan bien, que no sé en qué ha de parar”2. Y en otro lugar:          “Cada día se entiende más          cuán acertado fue hacer aquí esta fundación”3. Y lo mismo diría          de la otra ciudad: “También          en Burgos hay tantas que quieren entrar, que es lástima no haber          dónde”4. Esto la llenaba          de gozo y alegría, a pesar de          lo mucho que le costó: “Porque ir yo a Burgos con tantas          enfermedades (...),          siendo tan frío, parecióme que no se sufriría”5. Nunca la dejó          sola el Señor.
Es en la oración          donde sacamos          fuerzas para ir adelante, para llevar a cabo lo que el Señor nos          pide. Y esto          se cumple igualmente en la vida del sacerdote, de la madre de          familia, de la          religiosa, del estudiante... Por eso es grande el empeño del          demonio en que dejemos          nuestra oración diaria, o en que la hagamos de cualquier manera,          mal, pues “sabe          el traidor que tiene perdida al alma que persevere en la oración          y que todas          las caídas que pueda tener la ayudan después, por la bondad de          Dios, a dar un          salto mayor en su servicio al Señor: algo le va en ello”6. Las almas que han          estado cerca de Dios          siempre nos han hablado de la importancia capital de la oración          en la vida          cristiana. “No nos extrañe, pues -enseñaba el Santo Cura de Ars,          que el demonio          haga todo lo posible para movernos a dejar la oración o a          practicarla mal”7.
La oración es el          fundamento firme de          la perseverancia, pues “el que no deja de andar e ir adelante          -enseña la Santa,          aunque tarde, llega. No me parece es otra cosa perder el camino          sino dejar la          oración”8. Por eso hemos de          prepararla con          tanto esmero: sabiendo que estamos delante de Cristo vivo y          glorioso, que nos          ve y que nos oye como a aquellos que se le acercaban en los años          en que          permaneció en la tierra visiblemente. ¡Qué distinto es el día en          el que, con          quietud, con amor, hemos cuidado bien ese rato diario que          dedicamos a hablar          con el Señor, que nos escucha atentísimo! ¡Qué alegría poder          estar ahora junto          a Cristo! “Mira qué conjunto de razonadas sinrazones te presenta          el enemigo,          para que dejes la oración: “me falta tiempo” cuando lo estás          perdiendo          continuamente; “esto no es para mí”, “yo tengo el corazón          seco”...
“La oración no es          problema de hablar          o de sentir, sino de amar. Y se ama, esforzándose en intentar          decir algo al          Señor, aunque no se diga nada”9.
Hagamos el          propósito de no dejarla          nunca, de dedicarle el mejor tiempo que nos sea posible, en el          mejor lugar,          delante del Sagrario cuando nuestros quehaceres lo permitan.
II. Nuestra oración          se hará más          fácil si, junto al decidido empeño de no consentir distracciones          voluntarias en          ella, procuramos tratar a la Humanidad Santísima de Jesús,          fuente inagotable de          amor, que facilita tanto el cumplimiento de la voluntad divina.
La propia Santa nos          cuenta la          importancia decisiva que tuvo en su vida un pequeño          acontecimiento, que dejó          una huella indeleble en su alma: “Entrando un día en el oratorio          escribe, vi          una imagen que habían traído allí a guardar (...). Era de Cristo          muy llagado y          tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque          representaba          bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal          que había          agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me          partía y arrojéme          cabe Él con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole          me fortaleciese          de una vez para no ofenderle”10. No era          sensiblería lo que la hacía llorar,          sino amor a Cristo, que tanto nos ama y tanto padeció por          nosotros en prueba de          amor. ¡Y resulta tan natural buscar en una imagen, en un          retrato, el rostro que          se ama! Por eso, añadirá más adelante: “¡Desventurados de los          que por su culpa          pierden este bien! Bien parece que no aman al Señor, porque si          le amaran,          holgáranse de ver su retrato, como acá aun da contento ver el de          quien se          quiere bien”11.
Nos ayudará en          muchas ocasiones          servirnos también de la imaginación para representarnos con          imágenes claras a          Jesús que nace en Belén, que anda en compañía de María y de          José, que aprende a          trabajar... las zozobras del Corazón de María en la huida a          Egipto... su dolor          en el Calvario. Otras veces nos acercaremos al grupo de los          íntimos, a quienes          Jesús les explica, a solas, una parábola; le acompañaremos en          aquellas largas          caminatas de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo...;          entraremos con Él en          casa de sus amigos de Betania y contemplaremos el cariño con que          le reciben          aquellos hermanos, y aprenderemos nosotros a tratarle mejor en          el Sagrario. No          podemos tener una figura desdibujada y lejana de Jesús. Él es el          Amigo siempre          cercano y atento.
En la oración          mental vamos a          encontrarnos con Cristo vivo, que nos espera. “Teresa reaccionó          contra los          libros que proponían la contemplación como un vago engolfarse en          la divinidad          (cfr. Vida, 22, 1) o como un “no pensar en nada” (cfr. Castillo            interior, 4, 3, 6), viendo en ello un peligro de          replegarse sobre uno          mismo, de apartarse de Jesús, del cual nos “vienen todos los          bienes” (cfr. Vida,          22, 4). De aquí su grito: “apartarse de Cristo... no lo puedo          sufrir” (Vida,          22, 1). Este grito vale también en nuestros días contra algunas          técnicas de          oración que no se inspiran en el Evangelio y que prácticamente          tienden a          prescindir de Cristo, en favor de un vacío mental que dentro del          cristianismo          no tiene sentido”12.
Muchas dificultades          desaparecen          cuando nos ponemos en su presencia, cuidando muy bien la oración          preparatoria          que acostumbremos a hacer: Creo, Señor, firmemente que estás          aquí, que me ves,          que me oyes, te adoro con profunda reverencia... Y si estamos en          su presencia,          como aquellos que le escuchaban en Nazareth o en Betania, ya          estamos haciendo          oración. Le miramos, nos mira...; le formulamos una petición...,          hacemos          nuestro lo que quizá estamos leyendo, deteniéndonos en un          párrafo, o sacando un          propósito para nuestra vida ordinaria: atender mejor a la          familia, sonreír          aunque estemos cansados o con dificultades, trabajar con más          intensidad y          presencia de Dios, hablar con un amigo para que se confiese...          Nos ocurrirá          como a Santa Teresa, y como a todos aquellos que han hecho          oración verdadera: “Siempre          salía consolada de la oración y con nuevas fuerzas”13, nos confiesa.
III. No nos          desanimemos si, a pesar          de todo, nos cuesta la oración, si tenemos distracciones, si nos          parece que no          obtenemos mucho fruto. El desaliento es en muchas ocasiones la          mayor dificultad          para perseverar en la oración. Santa Teresa también nos relata          sus luchas y sus          dificultades: “Muy muchas veces, algunos años, tenía más cuenta          con desear se          acabase la hora que tenía por mí de estar y escuchar cuando daba          el reloj, que          no en otras cosas buenas; y hartas veces no sé qué penitencia          grave se me          pusiera delante que no la acometiera de mejor gana que recogerme          a tener          oración”14.
Si procuramos          rechazar las          distracciones y nos empeñamos en buscar más al Señor de los            consuelos, que            los consuelos de Dios, como han señalado tantos autores          espirituales,          nuestra oración terminará siempre llena de frutos. En muchas          ocasiones será un          gran bien incluso carecer de consuelos sensibles, para así          buscar con más          rectitud de intención a Jesús y unirnos más íntimamente a Él. A          veces, esta          aridez que se experimenta en la oración no es una prueba de          Dios, sino el          resultado de la falta de interés verdadero en hablar con Él, de          no haber          preparado el ánimo, de falta de generosidad en sujetar la          imaginación... Hemos          de saber rectificar con generosidad y con prontitud. “En todo          caso, para quien          se empeña seriamente vendrán tiempos en los que le parecerá          vagar en un          desierto y, a pesar de todos sus esfuerzos, no “sentir” nada de          Dios. Debe          saber que estas pruebas no se le ahorran a ninguno que tome en          serio la          oración. Pero no debe identificar inmediatamente esta          experiencia, común a          todos los cristianos que rezan, con la noche oscura de          tipo místico. De          todas maneras, en aquellos períodos debe esforzarse firmemente          por mantener la oración          que, aunque podrá darle la impresión de una cierta          “artificiosidad”, se trata          en realidad de algo completamente diverso: es precisamente          entonces cuando la          oración constituye una expresión de su fidelidad a Dios, en          presencia del cual          quiere permanecer incluso a pesar de no ser recompensado por          ninguna          consolación subjetiva”15.
Ahora, como en los          tiempos revueltos          de Santa Teresa, es “menester mucha oración”, pues “su necesidad          es grande”16. La necesita la          Iglesia, la sociedad, las          familias... y nuestra alma. La oración nos permitirá salir          adelante en todas          las dificultades y nos unirá a Jesús, que cada día nos espera en          el trabajo, en          nuestros deberes familiares..., pero de una manera particular en          ese tiempo que          le dedicamos solo a Él.
1 Santa            Teresa, Fundaciones,            29, 6. — 2 ídem, Carta            348, 3. — 3 ídem, Carta            354, 4. — 4 ídem, Carta            145, 8. — 5 ídem, Fundaciones,            28,            11. — 6 ídem, Vida            19, 2. — 7 Santo Cura            de Ars, Sermón              sobre la oración. — 8 Santa            Teresa, Vida,            19, 5. — 9 San            Josemaría Escrivá, Surco,            n. 646. — 10 Santa            Teresa, Vida, 9,            1. — 11 Ibídem, 9, 6. — 12 Juan Pablo            II, Homilía en              Ávila, 1-XI-1982. — 13 Santa            Teresa, Vida,            29, 4. — 14 Ibídem, 8, 3. — 15 C. Para la            Doctrina de la Fe,            Carta Sobre algunos aspectos de la meditación cristiana,            15-X-1989, n.            30. — 16 Cfr. Santa Teresa,          Carta 184, 6.
* Santa Teresa de          Jesús, Doctora de          la Iglesia, nació en Ávila el 28 de marzo de 1515. Ingresó en el          Carmelo a los          18 años. A los cuarenta y cinco, respondiendo a las gracias          extraordinarias que          recibía del Señor, emprendió la reforma de la Orden, ayudada por          San Juan de la          Cruz. Sufrió con entereza muchas dificultades y contradicciones.          Sus escritos          son un modelo seguro para alcanzar a Dios. Murió en Alba de          Tormes el 4 de          abril de 1582, Pablo VI la declaró Doctora de la Iglesia el 17          de septiembre de          1970.
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† Santoral             (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
Santa Teresa de Jesús
              
            "Nada te turbe, nada te espante. 
            Todo se pasa. Dios no se muda. 
            La paciencia todo lo alcanza. 
            Quien a Dios tiene, nada le falta. 
            Sólo Dios basta." 
 
            
            Virgen y Doctora de la Iglesia
          (1515-1582)
                                     
"En la cruz está la          gloria, Y el honor,
          Y en el padecer dolor, Vida y consuelo,
          Y el camino más seguro para el cielo."
  
Reformadora del Carmelo,          Madre de las Carmelitas          Descalzas y de los Carmelitas Descalzos; "mater spiritualium"          (título debajo de su estatua en la basílica vaticana); patrona          de los          escritores católicos y Doctora de la Iglesia (1970): La primera          mujer, que          junto a Santa Catalina de Sena recibe este título.
    
Nació en Ávila, España, el          28 de marzo de 1515.
          
          Su nombre, Teresa de Cepeda y Ahumada, hija de  Alonso Sánchez          de Cepeda y          Beatriz Dávila Ahumada. En su casa eran 12 hijos. Tres del          primer matrimonio de          Don Alonso y nueve del segundo, entre estos últimos, Teresa.           Escribe en          su autobiografía: "Por la gracia de Dios, todos mis hermanos y          medios          hermanos se asemejaban en la virtud a mis buenos padres, menos          yo".
          
          De niños, ella y Rodrigo, su hermano,  eran muy aficionados a          leer vidas          de santos, y se emocionaron al saber que los que ofrecen su vida          por amor a          Cristo reciben un gran premio en el cielo. Así que dispusieronse          irse a tierras          de mahometanos a declararse amigos de Jesús y así ser          martirizados para          conseguir un buen puesto en el cielo. Afortunadamente, por el          camino se          encontraron con un tío suyo que los regresó a su hogar. Entonces          dispusieronse          construir una celda en el solar de la casa e irse a rezar allá          de vez en          cuando, sin que nadie los molestara ni los distrajese.
          
          La mamá de Teresa murió cuando la joven tenía apenas 14 años.          Ella misma cuenta          en su autobiografía: "Cuando empecé a caer en la cuenta de la          pérdida tan          grande que había tenido, comencé a entristecerme sobremanera.          Entonces me          arrodillé delante de una imagen de la Santísima Virgen y le          rogué con muchas          lágrimas que me aceptara como hija suya y que quisiera ser Ella          mi madre en          adelante. Y lo ha hecho maravillosamente bien".
Sigue diciendo ella: "Por          aquel tiempo me          aficioné a leer 
novelas.          Aquellas lecturas          enfriaron mi fervor y me hicieron caer en otras faltas. Comencé          a pintarme y a          buscar a parecer y a ser coqueta. Ya no estaba contenta sino          cuando tenía una          novela entre mis manos. Pero esas lecturas me dejaban tristeza y          desilusión".
          
          Afortunadamente el papá se dio cuenta del cambio de su hija y la          llevó a los 15          años, a estudiar interna en el colegio de hermanas Agustinas de          Ávila. Allí,          después de año y medio de estudios enfermó y tuvo que volver a          casa.
          
          Providencialmente una persona piadosa puso en sus manos "Las          Cartas de San          Jerónimo", y allí supo por boca de tan grande santo, cuán          peligrosa es la          vida del mundo y cuán provechoso es para la santidad el          retirarse a la vida          religiosa en un convento. Desde entonces se propuso que un día          sería religiosa.
Comunicó a su padre el          deseo que tenía de entrar en un          convento. Él, que la quería muchísimo, le respondió: "Lo harás,          pero          cuando yo ya me haya muerto". La joven sabía que el esperar          mucho tiempo y          quedarse en el mundo podría hacerla desistir de su propósito de          hacerse          religiosa. Y entonces se fugó de la casa. Dice en sus recuerdos:          "Aquel          día, al abandonar mi hogar sentía tan terrible angustia, que          llegué a pensar          que la agonía y la muerte no podían ser peores de lo que          experimentaba yo en          aquel momento. El amor de Dios no era suficientemente grande en          mí para ahogar          el amor que profesaba a mi padre y a mis amigos".
          
          La santa determinó quedarse de monja en el convento de Ávila. Su          padre al verla          tan resuelta a seguir su vocación, cesó de oponerse. Ella tenía          20 años. Un año          más tarde hizo sus tres juramentos o votos de castidad, pobreza          y obediencia y          entró a pertenecer a la Comunidad de hermanas Carmelitas.
Poco después de empezar a          pertenecer a la comunidad          carmelitana, se agravó de un mal que la molestaba. Quizá una          fiebre palúdica.          Los médicos no lograban atajar el mal y éste se agravaba. Su          padre la llevó a          su casa y fue quedando casi paralizada. Pero esta enfermedad le          consiguió un          gran bien, y fue que tuvo oportunidad de leer un librito que iba          a cambiar su          vida. Se llamaba "El alfabeto espiritual", por Osuna, y          siguiendo las          instrucciones de aquel librito empezó a practicar la oración          mental y a          meditar. Estas enseñanzas le van a ser de inmensa utilidad          durante toda su          vida. Ella decía después que si en este tiempo no hizo mayores          progresos fue          porque todavía no tenía un director espiritual, y sin esta ayuda          no se puede          llegar a verdaderas alturas en la oración.
          
          A los tres años de estar enferma encomendó a San José que le          consiguiera la          gracia de la curación, y de la manera más inesperada recobró la          salud. En          adelante toda su vida será una gran propagadora de la devoción a          San José, Y          todos los conventos que fundará los consagrará a este gran          santo.
          
          Teresa tenía un gran encanto personal, una simpatía          impresionante, una alegría          contagiosa, y una especie de instinto innato de agradecimiento          que la llevaba a          corresponder a todas las amabilidades. Con esto se ganaba la          estima de todos          los que la rodeaban. Empezar a tratar con ella y empezar a          sentir una inmensa          simpatía hacia su persona, eran una misma cosa.
          
          En aquellos tiempos había en los conventos de España la dañosa          costumbre de que          las religiosas gastaban mucho tiempo en la sala recibiendo          visitas y charlando          en la sala con las muchas personas que iban a gozar de su          conversación. Y esto          le quitaba el fervor en la oración y no las dejaba concentrarse          en la          meditación y se llegó a convencer de que ella no podía dedicarse          a tener          verdadera oración con Dios porque era muy disipada. Y que debía          dejar de orar          tanto.
          
          A ella le gustaban los Cristos bien chorreantes de sangre. Y un          día al          detenerse ante un crucifijo muy sangrante le preguntó: "Señor,          ¿quién te          puso así?", y le pareció que una voz le decía: "Tus charlas en          la          sala de visitas, esas fueron las que me pusieron así, Teresa".          Ella se          echó a llorar y quedó terriblemente impresionada. Pero desde ese          día ya no          vuelve a perder tiempo en charlas inútiles y en amistades que no          llevan a la          santidad. Y Dios en cambio le concederá enormes progresos en la          oración y unas          amistades formidables que le ayudarán a llegar a la santidad.
          
          Teresa tuvo dos ayudas formidables para crecer en santidad: su          gran inclinación          a escuchar sermones, aunque fueran largos y cansones y su          devoción por grandes          personajes celestiales. Además de su inmensa devoción por la          Santísima Virgen y          su fe total en el poder de intercesión de san José, ella rezaba          frecuentemente          a dos grandes convertidos: San Agustín y María Magdalena. Para          imitar a esta          santa que tanto amó a Jesús, se propuso meditar cada día en la          Pasión y Muerte          de Jesús, y esto la hizo crecer mucho en santidad. Y en honor de          San Agustín          leyó el libro más famoso del gran santo "las Confesiones", y su          lectura le hizo enorme bien.
          
          Como las sequedades de espíritu le hacían repugnante la oración          y 
el enemigo          del alma le aconsejaba que          dejara de rezar y de meditar porque todo eso le producía          aburrimiento, su          confesor le avisó que dejar de rezar y de meditar sería          entregarse          incondicionalmente al poder de Satanás y un padre jesuita le          recomendó que para          orar con más amor y fervor eligiera como "maestro de oración" al          Espíritu          Santo y que rezara cada día el Himno "Ven Creador Espíritu".          Ella          dirá después: "El Espíritu Santo como fuerte huracán hace          adelantar más en          una hora la navecilla de nuestra alma hacia la santidad, que lo          que nosotros          habíamos conseguido en meses y años remando con nuestras solas          fuerzas".
          
          Y el Divino Espíritu empezó a concederle Visiones Celestiales.          Al principio se          asustó porque había oído hablar de varias mujeres a las cuales          el demonio          engañó con visiones imaginarias. Pero hizo confesión general de          toda su vida          con un santo sacerdotes y le consultó el caso de sus visiones, y          este le dijo          que se trataba de gracias de Dios.
          
          Nuestro Señor le aconsejó en una de sus visiones: "No te          dediques tanto a          hablar con gente de este mundo. Dedícate más bien a comunicarte          con el mundo          sobrenatural". En algunos de sus éxtasis se elevaba hasta un          metro por los          aires (Éxtasis es un estado de contemplación y meditación tan          profundo que se          suspenden los sentidos y se tienen visiones sobrenaturales).          Cada visión le          dejaba un intenso deseo de ir al cielo. "Desde entonces – dice          ella – dejé          de tener medio a la muerte, cosa que antes me atormentaba          mucho". Después          de una de aquellas visiones escribió la bella poesía que dice:          "Tan alta          vida espero que muero porque no muero".
          
          Teresa quería que los favores que Dios le concedía permanecieran          en secreto,          pero varias personas de las que la rodeaban empezaron a contar          todo esto a la          gente y las noticias corrían por la ciudad. Unos la creían loca          y otros la          acusaban de hipócrita, de orgullo y presunción.
San Pedro Alcántara, uno          de los santos más famosos de          ese tiempo, después de charlar con la famosa carmelita, declaró          que el Espíritu          de Dios guiaba a Teresa.
          
          La transverberación. Esta palabra significa: atravesarlo a uno          con una 
gran          herida. Dice ella: "Vi          un ángel que venía del tronco de Dios, con una espada de oro que          ardía al rojo          vivo como una brasa encendida, y clavó esa espada en mi corazón.          Desde ese          momento sentí en mi alma el más grande amor a Dios".
Desde entonces para Teresa          ya no hay sino un solo          motivo para vivir: demostrar a Dios con obras, palabras,          sufrimientos y          pensamientos que lo ama con todo su corazón. Y obtener que otros          lo amen          también.
Al hacer la autopsia del          cadáver de la santa          encontraron en su corazón una cicatriz larga y profunda.
Para corresponder a esta          gracia la santa hizo el voto          o juramento de hacer siempre lo que más perfecto le pareciera y          lo que creyera          que le era más agradable a Dios. Y lo cumplió a la perfección.          Un juramento de          estos no lo pueden hacer sino personas extraordinariamente          santas.
          
          En aquella época del 1500 las comunidades religiosas habían          decaído de su          antiguo fervor. Las comunidades eran demasiado numerosas lo cual          ayudaba mucho          a la relajación. Por ejemplo el convento de las carmelitas de          Ávila tenía 140          religiosas. Santa Teresa exclamaba: "La experiencia me ha          demostrado lo          que es una casa llena de mujeres. Dios me libre de semejante          calamidad".
          
          Un día una sobrina de la santa le dijo: "Lo mejor sería fundar          una          comunidad en que cada casa tuviera pocas hermanas". Santa Teresa          consideró          esta idea como venida del cielo y se propuso fundar un nuevo          convento, con          pocas hermanas pero bien fervorosas. Ella llevaba ya 25 años en          el convento.          Una viuda rica le ofreció una pequeña casa para ello. San Pedro          de Alcántara,          San Luis Beltrán y el obispo de la ciudad apoyaron la idea. El          Provincial de          los Carmelitas concedió el permiso.
          
          Sin embargo la noticia produjo el más terrible descontento          general y el          superior tuvo que retirar el permiso concedido. Pero Teresa no          era mujer débil          como para dejarse derrotar fácilmente. Se consiguió amigos en el          palacio del          emperador y obtuvo una entrevista con Felipe II y este quedó          encantado de la          personalidad de la santa y de las ideas tan luminosas que ella          tenía y ordenó          que no la persiguieran más. Y así fue llenando España de sus          nuevos conventos          de "Carmelitas Descalzas", poquitas y muy pobres en cada casa,          pero          fervorosas y dedicadas a conseguir la santidad propia y la de          los demás.

          Se ganó para su causa a San Juan de la Cruz, y con él fundó los          Carmelitas          descalzos. Las carmelitas descalzas son ahora 14,000 en 835          conventos en el          mundo. Y los carmelitas descalzos son 3,800 en 490 conventos.
Por orden expresa de sus          superiores Santa Teresa          escribió unas obras que se han hecho famosas. Su autobiografía          titulada          "El libro de la vida"; "El libro de las Moradas" o Castillo          interior; texto importantísimo para poder llegar a la vida          mística. Y "Las          fundaciones: o historia de cómo fue creciendo su comunidad.          Estas obras las          escribió en medio de mareos y dolores de cabeza. Va narrando con          claridad          impresionante sus experiencias espirituales. Tenía pocos libros          para consultar          y no había hecho estudios especiales. Sin embrago sus escritos          son considerados          como textos clásicos en la literatura española y se han vuelto          famosos en todo          el mundo.
Santa Teresa murió el 4 de          octubre de 1582 y la          enterraron al día siguiente, el 15 de octubre. ¿Por qué esto?          Porque en ese día          empezó a regir el cambio del calendario,  cuando el Papa añadió          10 días al          almanaque para corregir un error de cálculo en el mismo que          llevaba          arrastrándose ya por años. 
      
Oración a Santa Teresa            de Jesús
           - de San Alfonso de Ligorio
Oh, Santa Teresa, Virgen          seráfica, querida esposa de          Tu Señor Crucificado, tú, quien en la tierra ardió con un amor          tan intenso
           hacia tu Dios y mi Dios, y ahora iluminas como una llama          resplandeciente          en el paraíso, obtén para mi también,
          te lo ruego, un destello de ese mismo fuego ardiente
          y santo que me ayude a olvidar el mundo, las cosas creadas,
          aún yo mismo, porque tu ardiente deseo era verle adorado
          por todos los hombres. 
          
          Concédeme que todos mis pensamientos, deseos y afectos
          sean dirigidos siempre a hacer la voluntad de Dios,
          la Bondad suprema, aun estando en gozo o en dolor, 
          porque Él es digno de ser amado y obedecido por siempre.
          
           Obtén para mí esta gracia, tú que eres tan poderosa con Dios,
          que yo me llene de fuego, como tú, con el santo amor de Dios.   
          
          Amén.
    
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Fuente: Agustinos-es.org 
          Gonzálo de Lagos, Beato Presbítero Agustino, Octubre 15            
              
 Presbítero Martirologio                    Romano: En Torresvedras, en Portugal, beato                      Gonzalo de Lagos, presbítero de la Orden de                      Ermitaños de San Agustín, que se distinguió por su                      dedicación a enseñar los preceptos cristianos a los                      niños y a los incultos (1422).  |           
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Aurelia            de Estrasburgo, Santa          Virgen, Octubre 15   
              
 Virgen Eremita Etimología: Aurelia                      = Aquella que brilla como el oro, viene del latín  |           
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Fuente:          Agustinos-es.org 
          Magdalena de Nagasaki, Santa Mártir, Octubre 15   
              
 Virgen y Mártir Martirologio                    Romano: En Nagasaki, de Japón, santa Magdalena,                      virgen y mártir, que, en tiempo del emperador                      Yemitsu, fue fuerte de ánimo tanto en mantener la fe                      como en soportar el suplicio de la horca durante                      trece días (1634).  |           
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Fuente: Santiebeati.it 
          Sofía (Suia), Santa Mártir, Octubre 15   
              
 Mártir Etimología: Aquella que posee sabiduría. Viene de                    la lengua griega  |           
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Fuente:          ar.geocities.com/misa_tridentina01 
          Tecla de Kitzingen, Santa Abadesa, Octubre 15   
              
 Abadesa Martirologio                    Romano: En Kitzingen, de Germania, santa Tecla,                      abadesa, que, enviada desde Inglaterra para ayudar a                      san Bonifacio, presidió primero el monasterio de                      Ochsenfurt y después el de Kitzingen (c. 790).  |           
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Fuente: Martirologio          Romano 
          Otros Santos y Beatos Completando el santoral de éste          día, Octubre 15            
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Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com; Colección          Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org          de www.edicionespalabra.es          , misalpalm.com,          Catholic.net
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