JMJ
Pax
† Lectura            del santo Evangelio según san Lucas 11, 1-4
Gloria a            ti, Señor.
Un día          Jesús estaba orando en cierto lugar. Cuando terminó, uno de sus          discípulos le          dijo: 
          "Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos".
          Jesús les dijo: 
          "Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu nombre, venga tu          Reino,          danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas,          puesto que          también nosotros perdonamos a todo el que nos ofende, y no nos          dejes caer en la          tentación".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su            oración: Esto es          gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos          un Avemaría de          corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres          de Gracia, el          Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y          bendito es el fruto          de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por          nosotros pecadores,          ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus          intenciones y          misas! 
Aclaración: una          relación muere sin comunicación y comunidad-comunión.          Con Dios es igual:          las “palabras          de vida eterna” (Jn 6,68; Hc 7,37) son          fuente de vida espiritual          (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es          necesario          visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan          presente en la          Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la          Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO          (Dios) a          Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos          el daño que          hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los          Corazones de Jesús y          de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c)          agradecemos y d) pedimos          y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación          del mundo entero…          ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no          ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película          completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=272692
Si Jesús se            apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús            está aquí y lo            ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: “si              no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su              sangre, no tenéis vida              en vosotros” (Jn 6,53; 1 Jn            5,12). Si comulgamos en            estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con            el Amor y            renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas            del Cordero            (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo            que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su            Sangre por nuestros            pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente            sin Amor: si una            novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del            Novio para            siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar.            Idolatramos aquello            que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía,            flojera). Por eso, es            pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y            fiestas (Catecismo            2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).          “Te amo,            pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso”.            ¿Qué pensaríamos si            un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en            el mundo para ser            felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la            perfección del amor,            es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como            pide la Cátedra de            Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de            comulgar debemos confesar todos los pecados mortales:            “quien              come y bebe sin discernir el                Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1            Cor 11,29; Rm 14,23).            ¿Otros pecados mortales? no confesar pecados            graves al menos una vez al año (CDC            989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos            los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto            (derecho a            decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial),            planificación            natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio            por iglesia,            demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso            de razón,            borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio            o deseo de            venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de            lo sagrado, etc. Si no            ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos            sorprende la muerte            sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno            (Catecismo 1033-41;            Mt. 5,22; 10,            28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son            pecados mortales              objetivamente, pero subjetivamente,            pueden ser menos graves,            si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes,            ya no hay excusa.
† Misal
mie 27a.          Ordinario año Par
      Antífona de Entrada
      Sírveme de defensa,              Dios mío, de roca y fortaleza salvadoras; ya que eres mi              baluarte y mi refugio,              acompáñame y guíame. 
Oración Colecta
      Oremos:
            Señor nuestro, que prometiste venir y hacer tu morada en los            corazones rectos y            sinceros,
            concédenos la rectitud y sinceridad de vida que nos hagan            dignos de esa            presencia tuya.
            Por nuestro Señor Jesucristo...
            Amén.
Primera Lectura
      Reconocieron la              gracia que me había sido dada
Lectura de la carta              del apóstol san Pablo a los Gálatas
              2, 1-2.7-14
Queridos            hermanos: Pasados catorce años,            volví de nuevo a Jerusalén con Bernabé, llevando también a            Tito. Regresé porque            Dios me lo había revelado. Allí, en una reunión privada con            los dirigentes, les            expuse el Evangelio que predico a los paganos, no sea que            tanto entonces como            ahora me estuviera esforzando inútilmente. Al contrario,            vieron que a mí se me            había confiado la evangelización de los paganos, como a Pedro            la de anunciarlo            a los judíos; porque el mismo Dios que constituyó a Pedro            apóstol de los            judíos, me constituyó a mí apóstol de los paganos.
            Así pues, Santiago, Pedro y Juan, considerados columnas de la            Iglesia,            reconocieron la gracia que Dios me había dado y nos dieron la            mano a Bernabé y            a mí en señal de perfecta unión: nosotros evangelizaríamos a            los paganos y            ellos a los judíos. Tan solo nos pidieron que nos            preocupáramos por los pobres,            cosa que he procurado cumplir con dedicación.
            Pero cuando Pedro llegó a Antioquía, tuve que enfrentarme            abiertamente con él,            porque era digno de reprensión. En efecto, antes de que            llegaran algunos judíos            enviados por Santiago, Pedro comía con los paganos            convertidos; pero, cuando            éstos llegaron, Pedro empezó a apartarse de ellos por temor a            los partidarios            de la circuncisión. Los demás judíos convertidos imitaron su            ejemplo, y hasta            el mismo Bernabé se dejó arrastrar por aquella conducta            contradictoria.            Entonces, cuando vi que no procedía rectamente conforme a la            verdad del            Evangelio, dije a Pedro delante de todos: 
            "Si tú, que eres judío, vives como pagano y no como un judío,            ¿por qué            obligas a los paganos a comportarse como judíos?"
            Palabra de Dios. 
            Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
      Sal 116, 1.2
Bendito sea el Señor.
Alaben al Señor todas            las naciones, aclámenlo todos los pueblos.
            Bendito sea el Señor.
Grande es su amor por            nosotros y su fidelidad dura por siempre.
            Bendito sea el Señor.
Aclamación antes del Evangelio
      Aleluya,              aleluya.
            Hemos recibido un espíritu de hijos, que nos hace exclamar:            ¡Padre!
            Aleluya.
Evangelio
      Señor,              enséñanos a orar
† Lectura              del santo Evangelio según san              Lucas 11, 1-4
Gloria a              ti, Señor.
Un día Jesús            estaba orando en cierto            lugar. Cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: 
            "Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos".
            Jesús les dijo: 
            "Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu nombre, venga            tu Reino,            danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas,            puesto que            también nosotros perdonamos a todo el que nos ofende, y no nos            dejes caer en la            tentación".
            Palabra del Señor.
            Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
      Que este            sacrificio, Señor, que vamos a            ofrecerte, nos purifique y nos ayude a obtener la recompensa            eterna, prometida            a quienes cumplen tu voluntad.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén.
Prefacio 
      Jesús,              buen samaritano
En verdad es            justo darte gracias y deber            nuestro alabarte, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, en            todos los            momentos y circunstancias de la vida, en la salud y en la            enfermedad, en el            sufrimiento y en el gozo, por tu siervo, Jesús, nuestro            Redentor.
            Porque él, en su vida terrena, pasó haciendo el bien y curando            a los oprimidos            por el mal.
            También hoy, como buen samaritano, se acerca a todo hombre que            sufre en su            cuerpo o en su espíritu, y cura sus heridas con el aceite del            consuelo y el            vino de la esperanza.
            Por este don de tu gracia, incluso cuando nos vemos sumergidos            en la noche del            dolor, vislumbramos la luz pascual en tu Hijo, muerto y            resucitado.
            Por eso,
            unidos a los ángeles y a los santos, cantamos a una voz el            himno de tu gloria:
          
Antífona de la Comunión
      Tanto amó Dios al              mundo que le dio a su Hijo único, para que todo el que crea              en él no perezca,              sino que tenga vida eterna.
Oración después de la Comunión
      Oremos:
            Señor, aviva cada vez más en nosotros el deseo de recibir este            pan eucarístico,            por medio del cual nos comunicas tú la vida verdadera.
            Por Jesucristo, nuestro Señor.
            Amén
Día 10/10          Santo Tómas de Villanueva (Obispo, blanco)
      Antífona          de Entrada
      El            Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para            llevar la Buena            Nueva a los pobres y anunciar su liberación a los cautivos.
Oración          Colecta
      Oremos:
          Dios nuestro, luz y pastor de los creyentes, que confiaste a          santo Tómas de          Villanueva la misión de instruir a tus ovejas con la palabra y          el ejemplo;          concédenos, por su intercesión, ser fieles a la fe que enseñó          con su palabra e          imitar el ejemplo que nos dio con su vida.
          Por nuestro Señor Jesucristo...
          Amén.
Primera          Lectura
      Cumple tu            tarea de evangelizador, desempeña tu servicio
Lectura            de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 1-5
Querido          hermano: Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos          y muertos, te          conjuro por su venida en majestad: Proclama la palabra, insiste          a tiempo y a          destiempo, reprende, reprocha, exhorta con toda paciencia y          deseo de instruir.
          Porque vendrá un tiempo en que la gente no soportará la doctrina          sana, sino          que, para halagarse el oído, se rodearán de maestros a la medida          de sus deseos;          y, apartando el oído de la verdad, se volverán a las fábulas.
          Tú estáte siempre alerta: soporta lo adverso, cumple tu tarea de          evangelizador,          desempeña tu servicio.
          Palabra de Dios.
          Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
      del salmo            109
Tú eres            sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
Oráculo          del Señor a mi Señor: "Siéntate a mi derecha, y haré de tus          enemigos          estrado de tus pies".
          Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
Desde          Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la          batalla a tus          enemigos.
          Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
"Eres          príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores          sagrados; yo mismo te          engendré, como rocío, antes de la aurora".
          Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
El Señor          lo ha jurado y no se arrepiente: "Tú eres sacerdote eterno,          según el rito          de Melquisedec".
          Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
Aclamación          antes del Evangelio
      Aleluya,            aleluya.
          Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, y a          nosotros nos ha          confiado el mensaje de la reconciliación.
          Aleluya.
Evangelio
      El buen            pastor da la vida por las ovejas
† Lectura            del santo Evangelio según san Juan 10, 11-16
Gloria a            ti, Señor.
En aquel          tiempo dijo Jesús:
          "Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da la vida por las          ovejas; el          asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al          lobo, abandona          las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es          que a un          asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el Buen Pastor, que          conozco a las          mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo          conozco al Padre;          yo doy mi vida por las ovejas.
          Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a          ésas las tengo          que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo          Pastor".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración          sobre las Ofrendas
      Que estos          dones, Señor, que te presentamos en honor de tus santos y que          van a dar          testimonio de tu poder y de tu gloria, nos alcancen de ti la          salvación eterna.
          Por Jesucristo, nuestro Señor.
          Amén.
Prefacio
      Los            santos pastores siguen presentes en la Iglesia
En verdad          es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte          gracias siempre y en          todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por          Cristo, Señor          nuestro.
          Porque permites que tu Iglesia se alegre hoy con la festividad          de santo Tómas          de Villanueva, para animarnos con el ejemplo de su vida,          instruirnos con su          palabra y protegernos con su intercesión.
          Por eso,
          con los ángeles y los santos, te cantamos el himno de alabanza          diciendo sin          cesar:
        
Antífona          de la Comunión
      Yo estaré            con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo, dice el            Señor.
Oración          después de la Comunión
      Oremos:
          Te rogamos, Señor, que el sacramento que hemos recibido nos          encamine al cielo          que ya mereció obtener santo Tómas de Villanueva, sirviéndote          con fidelidad.
        Por          Jesucristo, nuestro Señor.
          Amén
Dia          10/10-1 San Luis Beltrán (blanco)
      Antífona          de Entrada
      El justo            encontrará en el Señor su alegría y su esperanza. Todos los            hombres de corazón            recto serán salvados.
Oración          Colecta
      Oremos:
          Te alabamos, Señor, porque Sólo tú eres santo y sin ti nadie          puede ser bueno; y          te pedimos, por intercesión de san Luis Beltrán que nos ayudes a          vivir como          verdaderos hijos tuyos, para ser dignos de obtener la herencia          eterna que nos          has prometido.
          Por nuestro Señor Jesucristo...
          Amén.
Primera          Lectura
      Sal de tu            tierra y de la casa de tu padre, y ven
Lectura            del libro del Génesis 12, 1-4a.
En          aquellos días, el Señor dijo a Abrán:
          "Sal de tu tierra y de la casa de tu padre hacia la tierra que          te mostraré.          Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre,          y será una          bendición. Bendeciré a los que te bendigan. Maldeciré a los que          te maldigan.          Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo". Abrán          marchó,          como le había dicho el Señor.
          Palabra de Dios.
          Te alabamos, Señor.
Salmo          Responsorial
      Del salmo            14
El justo            habitará en tu monte santo, Señor.
El que          procede honradamente y practica la justicia, el que tiene          intenciones leales y          no calumnia con su lengua.
          El justo habitará en tu monte santo, Señor.
El que no          hace mal a su prójimo ni difama al vecino, el que considera          despreciable al          impío y honra a los que temen al Señor.
          El justo habitará en tu monte santo, Señor.
El que no          presta dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente.
          El justo habitará en tu monte santo, Señor.
Aclamación          antes del Evangelio
      Aleluya,            aleluya.
          Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has          revelado los          misterios de tu Reino a la gente sencilla.
          Aleluya.
Evangelio
      Has            escondido estas cosas a los sabios y las has revelado a la            gente sencilla
† Lectura            del santo Evangelio según san Mateo 11, 25-30
Gloria a            ti, Señor.
En aquel          tiempo, Jesús exclamó:
          "Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has          escondido          estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la          gente          sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha          entregado mi          Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce          al Padre sino el          Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
          Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados y yo los          aliviaré. Carguen          con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de          corazón, y encontrarán          su descanso, porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera".
          Palabra del Señor.
          Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración          sobre las Ofrendas
      Acepta,          Señor, los dones que te presentamos humildemente en honor de san          Luis Beltrán,          y haz que este sacrificio nos obtenga la salud del cuerpo y del          espíritu.
          Por Jesucristo, nuestro Señor.
          Amén.
Prefacio
      La gloria            de los santos
En verdad          es justo darte gracias y deber nuestro glorificarte, Padre          santo.
          Porque tu gloria resplandece en cada uno de los santos, ya que,          al coronar sus          méritos, coronas tus propios dones. Con su vida, nos          proporcionas ejemplo;          ayuda, con su intercesión, y por la comunión con ellos, nos          haces participar de          sus bienes, para que, alentados por testigos tan insignes,          lleguemos          victoriosos al fin de la carrera y alcancemos con ellos la          corona inmortal de          la gloria, por Cristo, Señor nuestro.
          Por eso,
          con los ángeles y arcángeles y con la multitud de los santos, te          cantamos un          himno de alabanza diciendo sin cesar:
        
Antífona          de la Comunión
      El que            quiera servirme, que me siga, dice el Señor; y donde yo esté,            allí estará mi            servidor.
Oración          después de la Comunión
      Oremos:
          Que el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo que hemos recibido en este          sacramento, al          celebrar la festividad de san Luis Beltrán, nos ayuden, Señor, a          conseguir los          bienes eternos.
        Por          Jesucristo, nuestro Señor.
          Amén
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† Meditación diaria
27ª semana.          Miércoles
PADRE NUESTRO
— La oración del          Señor.
— Filiación divina          y oración.
— Oración y          fraternidad.
I. Los discípulos          veían muchas veces          cómo Jesús se retiraba a solas y permanecía largo tiempo en          oración; en          ocasiones, noches enteras. Por eso, un día –leemos en el          Evangelio de la Misa1–, al terminar el          Maestro su oración, se          dirigieron a Él y le dijeron con toda sencillez: Señor,            enséñanos a orar.
De labios de Jesús          aprendieron          entonces aquella plegaria –el Padrenuestro– que millones          de bocas, en          todos los idiomas, habrían de repetir tantas veces a lo largo de          los siglos.          Son unas pocas peticiones –que el Señor enseñaría también en          otras ocasiones, y          quizá por eso difieren los textos de San Lucas y de San Mateo2– y un modo          completamente nuevo de dirigirse a          Dios. Hay en estas peticiones “una sencillez tal, que hasta un          niño las          aprende, y a la vez una profundidad tan grande, que se puede          consumir una vida          entera en meditar el sentido de cada una de ellas”3.
La primera palabra          que, por expresa          indicación del Señor, pronunciamos es Abba, Padre. Los          primeros          cristianos quisieron conservar, sin traducirla, la misma palabra          aramea que          utilizó Jesús: Abba, y es muy probable que así pasara a          la liturgia más          primitiva y antigua de la Iglesia4. Este primer          vocablo ya nos sitúa en el clima          de confianza y de filiación en el que nos debemos dirigir          siempre a Dios. El          Señor omitió otras palabras –enseña el Catecismo Romano– “que          podían causarnos          al mismo tiempo temor, y solo empleó aquella que inspira amor y          confianza en          los que oran y piden alguna cosa; porque ¿qué cosa hay más          agradable que el          nombre del padre, que indica ternura y amor?”5. Esta palabra –Abba–          utilizada por          Jesús es la misma con la que los niños hebreos se dirigen          familiar y          cariñosamente a sus padres de la tierra. Y fue este el término          elegido por          Jesús como el más adecuado para invocar al Creador del Universo:          Abba!,            ¡Padre!
El mismo Dios que          trasciende          absolutamente todo lo creado está muy próximo a nosotros, es un          Padre          estrechamente ligado a la existencia de sus hijos, débiles y con          frecuencia          ingratos, pero a quienes quiere tener con Él por toda la          eternidad. Hemos          nacido para el Cielo. “A las demás criaturas –enseña Santo Tomás          de Aquino– les          dio como donecillos; a nosotros, la herencia. Esto, por ser          hijos; al ser          hijos, también herederos. No habéis recibido un espíritu de            esclavitud, para            caer de nuevo en el temor, sino un espíritu de hijos, que nos            hace gritar Abba!            ¡Padre! (Ef 3, 15)”6.
Cuando rezamos el          Padrenuestro, y          muchas veces a lo largo del día, podemos saborear esta palabra          llena de          misterio y de dulzura, Abba, Padre, Padre mío... Y esta          oración influirá          de una manera decisiva a lo largo del día, pues “cuando llamamos          a Dios Padre          nuestro tenemos que acordarnos de que hemos de comportarnos como          hijos de Dios”7.
II. Mientras muchos          buscan a Dios          como en medio de la niebla, a tientas, los cristianos sabemos,          de modo muy          particular, que Él es nuestro Padre y que vela por nosotros. “La          expresión          “Dios-Padre” no había sido revelada nunca a nadie. Moisés mismo,          cuando le          preguntó a Dios quién era, escuchó como respuesta otro nombre.          Pero a nosotros          este nombre nos ha sido revelado por el hijo”8. Cada vez que          acudimos a Él, nos dice: Hijo            mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo9. Ninguna de          nuestras necesidades, de nuestras          tristezas, le deja indiferente. Si tropezamos, Él está atento          para sostenernos          o levantarnos. “Todo cuanto nos viene de parte de Dios y que al          pronto nos          parece próspero o adverso, nos es enviado por un Padre lleno de          ternura y por          el más sabio de los médicos, con miras a nuestro propio bien”10.
La vida, bajo el          influjo de la          filiación divina, adquiere un sentido nuevo; no es ya un enigma          oscuro que          descifrar, sino una tarea que llevar a cabo en la casa del          Padre, que es la          Creación entera: Hijo mío, nos dice a cada uno, ve a            trabajar a mi viña11. Entonces la vida          no produce temores, y la          muerte se ve con paz, pues es el encuentro definitivo con Él. Si          nos sentimos          en todo momento así, hijos, seremos personas de oración; con esa          piedad que          dispone a “tener una voluntad pronta para entregarse a lo que          pertenece al          servicio de Dios”12. Y nuestra vida          servirá para tributar a Dios          gloria y alabanza, porque el trato de un hijo con su padre está          lleno de          respeto, de veneración y, a la vez, de reconocimiento y amor.          “La piedad que          nace de la filiación divina es una actitud profunda del alma,          que acaba por          informar en todos los pensamientos, en todos los deseos, en          todos los afectos”13. Lo llena todo.
El Señor, a lo          largo de toda su vida          terrena, nos enseña a tratar a nuestro Padre Dios. En Jesús se          da ese trato y          afecto filial hacia su Padre en grado sumo. El Evangelio nos          muestra cómo, en          diversas ocasiones, se retira lejos de la multitud para unirse          en oración con          su Padre14, y de Él          aprendemos la necesidad de          dedicar algunos ratos exclusivamente a Dios, en medio de las          tareas del día. En          momentos especiales ora por Sí mismo; es una oración de filial          abandono en la          voluntad de su Padre Dios, como en Getsemaní15 y en la Cruz16. En otras          ocasiones ora confiadamente por los          demás, especialmente por los Apóstoles y por sus futuros          discípulos17, por nosotros. Nos          dice de muchas maneras que          este trato filial y confiado con Dios nos es necesario para          resistir la tentación18, para obtener los          bienes necesarios19 y para la          perseverancia final20.
Esta conversación          filial ha de ser          personal, en el secreto de la casa21; discreta22; humilde, como la          del publicano23; constante y sin          desánimo, como la del amigo importuno          o la de la viuda rechazada por el juez24; debe estar          penetrada de confianza en la          bondad divina25, pues es un Padre          conocedor de las necesidades          de sus hijos, y les da no solo los bienes del alma sino también          lo necesario          para la vida material26. “Padre mío          –¡trátale así, con confianza!–,          que estás en los Cielos, mírame con compasivo Amor, y haz que te          corresponda.
“—Derrite y          enciende mi corazón de          bronce, quema y purifica mi carne inmortificada, llena mi          entendimiento de          luces sobrenaturales, haz que mi lengua sea pregonera del Amor y          de la Gloria          de Cristo”27. Padre mío...,          enséñanos y enséñame a          tratarte con confianza filial.
III. La oración es          personal, pero de          ella participan nuestros hermanos. El recogimiento y la soledad          interior no son          obstáculo para que, de algún modo, los demás hombres estén          presentes mientras          oramos. El Señor nos enseñó a decir Padre nuestro,          porque compartimos la          dignidad de hijos con todos nuestros hermanos.
Padre nuestro. Y el Señor ya nos          había dicho28 que si en el          momento de orar nos acordáramos          de que uno de nuestros hermanos tenía alguna queja contra          nosotros, debíamos          primero hacer las paces con él. Entonces aceptaría nuestra          ofrenda.
Tenemos derecho a          llamar Padre a          Dios si tratamos a los demás como hermanos, especialmente a          aquellos con          quienes nos unen lazos más estrechos, con los que más nos          relacionamos, con los          más necesitados..., con todos. Porque si alguno dice: amo a            Dios, pero            aborrece a su hermano, escribe San Juan, miente. Pues            el que no ama a su            hermano, a quien ve, no es posible que ame a Dios, a quien no            ve29. “No podéis llamar          Padre nuestro al Dios de          toda bondad –señala San Juan Crisóstomo–, si conserváis un          corazón duro y poco          humano, pues, en tal caso, ya no tenéis en vosotros la marca de          bondad del          Padre celestial”30.
Cuando decimos a          Dios: Padre            nuestro no le presentamos solamente nuestra pobre oración,          sino también la          adoración de toda la tierra. Por la Comunión de los Santos          sube ante          Dios una oración permanente en nombre de la humanidad. Oramos          por todos los          hombres, por los que nunca supieron orar, o ya no saben, o no          quieren hacerlo.          Prestamos nuestra voz a quienes ignoran o han olvidado que          tienen un Padre          todopoderoso en los Cielos. Damos gracias por aquellos que se          olvidan de          darlas. Pedimos por los necesitados que no saben que tienen tan          cerca la fuente          de las gracias. En nuestra oración vamos cargados con las          inmensas necesidades del          mundo entero. En nuestro recogimiento interior, mientras nos          dirigimos a          nuestro Padre Dios, nos sentimos como delegados de todos los que          padecen          necesidad, especialmente de aquellos que Dios puso a nuestro          lado o a nuestro          cuidado.
También nos será de gran consuelo considerar que cada uno de nosotros participa de la oración de todos los hermanos. En el Cielo tendremos la alegría de conocer a todos aquellos que intercedieron por nosotros, y también la cantidad incontable de cristianos que ocupaban nuestro lugar cuando nos olvidábamos de hacerlo, y que de este modo nos han obtenido gracias que no hemos pedido. ¡Cuántas deudas por saldar!
La oración del          cristiano, aunque es          personal, nunca es aislada. Decimos Padre nuestro, e          inmediatamente esta          invocación crece y se amplifica en la Comunión de los Santos.          Nuestra          oración se funde con la de todos los justos: con la de aquella          madre de familia          que pide por su hijito enfermo, con la de aquel estudiante que          reclama un poco          de ayuda para su examen, con la de aquella chica que desea          ayudar a su amiga          para que haga una buena Confesión, con la de aquel que ofrece su          trabajo, con          la del que ofrece precisamente su falta de trabajo.
En la Santa Misa,          el sacerdote reza          con los fieles las palabras del Padrenuestro. Y          consideramos que, con          las diferencias horarias de los distintos países, se está          celebrando          continuamente la Santa Misa y la Iglesia recita sin cesar esta          oración por sus          hijos y por todos los hombres. La tierra se presenta así como un          gran altar de          alabanza continua a nuestro Padre Dios por su Hijo Jesucristo,          en el Espíritu          Santo.
1 Lc 11, 1-4. — 2 Cfr. Mt 6,          9 ss. — 3 Juan Pablo            II, Audiencia              general 14-III-1979. — 4 Cfr. W. Marchel, Abba!            Père. La prière du            Christ et des chrétiens, Roma 1963, pp, 188-189. — 5 Catecismo            Romano, IV, 9, n.            1. — 6 Santo            Tomás, Sobre el              Padrenuestro, en Escritos de Catequesis, p. 126. — 7 San            Cipriano, Tratado de              la oración del Señor, 11. — 8 Tertuliano,            Tratado sobre              la oración, 3. — 9 Lc 15, 31. — 10 Casiano, Colaciones,            7, 28. — 11 Mt 20, 1. — 12 Santo            Tomás, Suma              Teológica, 2-2, q. 8, a. 1, c. — 13 San            Josemaría Escrivá, Amigos              de Dios, 146. — 14 Mt 14, 23; Lc 6, 12. — 15 Cfr. Mc          14, 35-36. — 16 Cfr. Mc          15, 34; Lc 23, 34-36. — 17 Cfr. Lc          22, 32; Jn 17. — 18 Cfr. Mt          26, 41. — 19 Cfr. Jn 4,          10; 6, 27. — 20 Cfr. Lc          21, 36. — 21 Mt 6, 5-6. — 22 Cfr. Mt 6,          7-8. — 23 Cfr. Lc          18, 9-14. — 24 Cfr. Lc          11, 5-8; 18, 1-8. — 25 Cfr. Mc          11, 23. — 26 Cfr. Mt 7,          7-11; Lc 11, 9-13. — 27 San            Josemaría Escrivá, Forja,            n. 3. — 28 Cfr. Mt 5,          23. — 29 1 Jn 4, 20. — 30 San Juan            Crisóstomo, Homilía              sobre la puerta estrecha.
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† Santoral             (si          GoogleGroups corta el texto,          lo encontrará en www.iesvs.org)
Fuente:          Franciscanos.org 
          Angela María Truszkowska, Beata Fundadora, 10 Octubre   
              
 Ángela María nació                  el 16 de mayo de 1825, en Kalisz (Polonia). En el                  bautismo recibió el nombre de Sofía Camila. Su familia                  se trasladó a Varsovia en 1837. Desde su infancia                  demostró una piedad profunda: participaba todos los días                  en la misa, recibía con frecuencia los sacramentos,                  realizaba vigilias de oración y visitaba con asiduidad                  el Santísimo Sacramento: todo esto desarrolló en ella                  una espiritualidad intensa.  |           
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Fuente:  ar.geocities.com/misa_tridentina04/          
          Cerbonio Obispo de Populonia, Santo Obispo, 10 Octubre            
              
 San Régulo y otros                  obispos fueron expulsados de África a principios del                  siglo VI.  |           
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Fuente:  ar.geocities.com/misa_tridentina04          
          Paulino de York, Santo Obispo, 10 Octubre   
              
 El Nombre de San                  Paulino figura en el Martirologio Romano y en los                  martirologios ingleses. Fue el primer apóstol del reino                  más poderoso de Inglaterra en su época. Había ido a                  dicho país como miembro del segundo grupo de misioneros                  enviados por el Papa San Gregorio l. Cuando el rey de                  Nortumbría, Edwino, solicitó la mano de Etelburga, la                  hermana del rey Edbaldo de Kent, prometió respetar la                  religión de su prometida, San Paulino partió con ella a                  Nortumbría para encargarse de la nueva misión. El año                  625, San Justo, arzobispo de Canterbury, le consagró                  obispo.  |           
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Fuente:          Vatican.va 
          Daniel Comboni, Santo Fundador de los Misioneros          Combonianos, 10 Octubre            
              
 Daniel Comboni:                  hijo de campesinos pobres, llegó a ser el primer Obispo                  de Africa Central y uno de los más grandes misioneros de                  la historia de la Iglesia.  |           
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Fuente:          ar.geocities.com/misa_tridentina01          
          Juan Thwing de Bridlington, Santo Monje, 10 de octubre            
              
 Monje Martirologio                    Romano: En Bridlington, en Inglaterra, san Juan,                      presbítero, prior del monasterio de Canónigos                      Regulares de San Agustín, célebre por su oración,                      austeridad y bondad.  |           
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Fuentes:          IESVS.org; EWTN.com; Colección          Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org          de www.edicionespalabra.es          , misalpalm.com,          Catholic.net
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