jueves, 15 de noviembre de 2012

Viernes 16 de Noviembre de 2012. Santa Margarita ¡ruega por nosotros!

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 17, 26-37

Gloria a ti, Señor.

"Cuando venga el Hijo del hombre sucederá lo mismo que en tiempos de Noé. Hasta el día en que Noé entró en el arca, la gente comía, bebía y se casaba; pero vino el diluvio y acabo con todos. Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban y edificaban. Pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y acabó con todos. Así será el día en que se manifieste el Hijo del hombre. Aquel día, el que esté en la azotea y tenga en casa sus bienes, que no baje a recogerlos; igualmente, el que esté en el campo, que no se regrese. Acuérdense de la mujer de Lot. El que intente salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda, la recobrará.
Les aseguro que aquella noche estarán dos juntos en la misma cama: a uno lo llevarán y a otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a otra la dejarán".
Ellos le preguntaron:
"¿Donde, Señor?"
Y les contestó:
"Donde está el cadáver, allí se juntarán los buitres".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=272692

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

vie 32a. Ordinario año Par

Antífona de Entrada

Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos; y a los que se convierten de todo corazón.

Oración Colecta

Oremos:
Mueve, Señor, los corazones de tus hijos, para que, correspondiendo generosamente a tu gracia, reciban con mayor abundancia la ayuda de tu bondad.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura

Quien permanece fiel a la doctrina, vive con el Padre y el Hijo

Lectura de la segunda carta del apóstol san Juan 4-9

Señora elegida: Me alegré mucho al ver que tus hijos e comportan de acuerdo con la verdad, según el mandamiento que hemos recibido del Padre. Y ahora te ruego, señora, -y no es nuevo el mandamiento acerca de lo que te escribo, sino el que tenemos desde el principio-, que nos amemos los unos a los otros. El amor consiste en comportarse según sus mandamientos. Este es el mandamiento que oyeron desde el principio, para que se comporten de acuerdo a él.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 118, 1.2.10.11.17.18

Dichoso el que cumple la ley del Señor.

Dichosos los que con vida intachable siguen la ley del Señor. Dichosos los que cumplen sus preceptos y lo buscan sinceramente.
Dichoso el que cumple la ley del Señor.

Te busco sinceramente, no dejes que me desvíe de tus mandatos. Dentro del corazón guardo tu promesa, para no pecar contra ti.
Dichoso el que cumple la ley del Señor.

Trata bien a tu siervo para que viva y practique tu palabra. Abre mis ojos para que contemple las maravillas de tu ley.
Dichoso el que cumple la ley del Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Estén atentos y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación, dice el Señor.
Aleluya.

Evangelio

Lo mismo sucederá el día en que el Hijo del hombre se manifieste

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 17, 26-37

Gloria a ti, Señor.

"Cuando venga el Hijo del hombre sucederá lo mismo que en tiempos de Noé. Hasta el día en que Noé entró en el arca, la gente comía, bebía y se casaba; pero vino el diluvio y acabo con todos. Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban y edificaban. Pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y acabó con todos. Así será el día en que se manifieste el Hijo del hombre. Aquel día, el que esté en la azotea y tenga en casa sus bienes, que no baje a recogerlos; igualmente, el que esté en el campo, que no se regrese. Acuérdense de la mujer de Lot. El que intente salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda, la recobrará.
Les aseguro que aquella noche estarán dos juntos en la misma cama: a uno lo llevarán y a otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a otra la dejarán".
Ellos le preguntaron:
"¿Donde, Señor?"
Y les contestó:
"Donde está el cadáver, allí se juntarán los buitres".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Oración sobre las Ofrendas

Concédenos, Señor, participar dignamente en esta Eucaristía, porque cada vez que celebramos el memorial del sacrificio de tu Hijo, se lleva a cabo la obra de nuestra redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

Alabanza a Dios por la creación y redención del género humano

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Pues por medio de tu amado Hijo, eres el creador del género humano, y también el autor bondadoso de la nueva creación. 
Por eso,
con razón te sirven todas las criaturas, con justicia te alaban todos los redimidos y unánimes te bendicen tus santos.
Con ellos, también nosotros, a una con los ángeles, cantamos tu gloria gozosos diciendo:

Antífona de la Comunión

Para mí, Señor, has preparado la mesa y has llenado la copa hasta los bordes.

Oración después de la Comunión

Oremos:
Infúndenos, Señor, el espíritu de tu caridad para que, alimentados del mismo pan del cielo, permanezcamos siempre unidos por el mismo amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

 

 

-Dedicación de las Basílicas de los apóstoles Pedro y Pablo-

Antífona de Entrada

A Pedro y Pablo los has nombrado príncipes por toda la tierra. Ellos han hecho memorable tu nombre por generaciones y generaciones, y los pueblos te alabarán por los siglos de los siglos.

Oración Colecta

Oremos:
Defiende a tu Iglesia, Señor, con la protección de los apóstoles, y, pues ha recibido por ellos el primer anuncio del Evangelio, reciba también, por su intercesión, aumento de gracia hasta el fin de los tiempos.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura

Llegamos a Roma

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles
28, 11-16.30-31

Al cabo de tres meses, nos embarcamos en un navío alejandrino que había permanecido en la isla durante el invierno, y que tenía la insignia de Cástor y Pólux. Hicimos escala en Siracusa, donde permanecimos tres días. De allí, fuimos bordeando hasta Regio. Al día siguiente se levantó viento sur y en dos días llegamos a Pozzuoli. Allí encontramos a unos hermanos que nos invitaron a permanecer una semana con ellos; luego salimos para Roma.
Los hermanos de Roma, que habían sido informados de nuestra llegada, nos salieron al encuentro en el Foro Apio y Tres Tabernas. Pablo, al verlos, dio gracias a Dios y se sintió reconfortado.
Cuando llegamos a Roma, se le permitió a Pablo vivir en una casa particular, con un soldado de guardia.
Dos años enteros pasó Pablo en una casa alquilada, y allí recibía a todos los que acudían, predicándoles el Reino de Dios y enseñando la vida del Señor Jesucristo, con toda libertad y sin estorbo alguno.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 97, 1-2.3ab.3c-4.5.6

El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad.

Canten al Señor un canto nuevo, porque ha hecho maravillas; su mano le ha dado la victoria, su santo brazo.
El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad.

El Señor hace pública su victoria, a la vista de las naciones muestra su salvación, ha recordado su amor y fidelidad en favor de Israel.
El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad.

Toda la tierra ha visto la victoria de nuestro Dios. ¡Aclamen al Señor, habitantes de toda la tierra, estallen de gozo, griten de alegría, canten!
El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad.

Canten al Señor con la cítara, con la cítara y los demás instrumentos; al son de trompetas y clarines, aclamen al Señor, que es rey.
El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza. A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles.
Aleluya.

Evangelio

Mándame ir a ti caminando sobre el agua

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo
14, 22-33

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedirla, subió a la montaña para orar a solas. Llegada la noche, estaba allí solo.
La barca, que estaba ya muy lejos de la orilla, era sacudida por las olas, porque el viento era contrario. Antes de la madrugada, Jesús fue hacia ellos caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo caminar sobre el agua, se espantaron y decían:
"Es un fantasma".
Y daban gritos de terror. Pero 
Jesús les dijo en seguida:
"¡Animo! Soy yo, no teman".
Pedro le contestó:
"Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti sobre el agua".
Jesús le dijo:
"Ven".
Pedro bajó de la barca y, caminando sobre el agua iba hacia Jesús. Pero al sentir la fuerza del viento le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó:
"¡Señor, sálvame!" 
Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo:
"¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?"
Subieron a la barca y el viento se calmó. Y los que estaban en la barca se postraron ante Jesús, diciendo:
"Verdaderamente eres Hijo de Dios".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Oración sobre las Ofrendas

Al ofrecerte, Señor, los dones con que te servimos, te 
suplicamos que guardes intacta en nuestros corazones la verdad que nos fue transmitida por el ministerio de tus apóstoles san Pedro y san Pablo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

Los apóstoles, pastores del pueblo de Dios

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso, Pastor eterno. 
Porque no abandonas a tu rebaño, sino que lo cuidas continuamente por medio de los santos Apóstoles, para que sea gobernado por aquellos mismos pastores a quienes tu Hijo dio la misión de anunciar el Evangelio. 
Por eso, 
con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Antífona de la Comunión

Señor, tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos que tú eres el Santo, consagrado por Dios.

Oración después de la Comunión

Oremos:
Señor, haz que tu pueblo, alimentado con el pan celestial, se llene de alegría al conmemorar a tus santos apóstoles san Pedro y san Pablo, bajo cuya tutela has querido dirigirle.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

Dia 16/11-1 Santa Margarita de Escocia (Blanco)

Antífona de Entrada

Vengan ustedes, benditos de mi Padre, dice el Señor, porque estuve enfermo y me visitaron.

Oración Colecta

Oremos:
Señor, Dios todopoderoso, tú nos has revelado que toda la ley se compendia en el amor a ti y al prójimo; concédenos que, intimando la caridad de santa Margarita, podamos ser un día contados entre los elegidos de tu reino.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura

Comparte tu pan con el hambriento

Lectura del libro del profeta Isaías
58, 6-11

Esto dice el Señor:
"El ayuno que yo quiero de ti es éste: que rompas las cadenas injustas y levantes los yugos opresores; que liberes a los oprimidos y rompas todos los yugos; que compartas tu pan con el hambriento y abras tu casa al pobre sin techo; que vistas al desnudo y no des la espalda a tu propio hermano.
Entonces surgirá tu luz como la aurora y cicatrizarán de prisa tus heridas; te abrirá camino la justicia y la gloria del Señor cerrará tu marcha. Entonces clamarás al Señor y te responderá; lo llamarás y te dirá: "Aquí estoy".
Cuando renuncies a oprimir a los demás y destierres de ti el gesto amenazador y la palabra ofensiva; cuando compartas tu pan con el hambriento y sacies la necesidad del humillado, brillará tu luz en las tinieblas y tu oscuridad será como el mediodía.
El Señor te dará reposo permanente; en el desierto saciará tu hambre y dará vigor a tu cuerpo; serás como un huerto bien regado, como un manantial cuyas aguas no se agotan".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 111

Dichosos los que temen al Señor.

Dichosos los que temen al Señor y aman de corazón sus mandamientos; poderosos serán sus descendientes, Dios bendice a los hijos de los buenos.
Dichosos los que temen al Señor.

Fortuna y bienestar habrá en su casa, siempre actuarán conforme a la justicia. Quien es justo, clemente y compasivo, como una luz en las tinieblas brilla.
Dichosos los que temen al Señor.

Quienes, compadecidos, prestan y llevan sus negocios rectamente, jamás se desviarán, vivirá su recuerdo para siempre.
Dichosos los que temen al Señor.

No temerán malas noticias, puesto que en el Señor viven confiados. Firme está y sin temor su corazón, pues vencidos verán a sus contrarios.
Dichosos los que temen al Señor.

Al pobre dan limosna, obran siempre conforme a la justicia; su frente se alzará llena de gloria.
Dichosos los que temen al Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor, que se amen los unos a los otros, como yo los he amado.
Aleluya.

Evangelio

Ya no los llamo siervos, los llamo amigos

† Lectura del santo Evangelio según san Juan
15, 9-17

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
"Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena.
Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos, que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre.
No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Oración sobre las Ofrendas

Dios todopoderoso, acepta la ofrenda que te presentamos en la fiesta de santa Margarita de Escocia y concédenos a cuantos celebramos el sacramento de la muerte de tu Hijo cumplir en la vida lo que ahora realizamos.
Po Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

Prefacio

Acción de los santos en la Iglesia

En verdad es justo y necesario, nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque con la vida de tus santos, enriqueces a tu Iglesia con formas siempre nuevas de admirable santidad, y nos das pruebas indudables de tu amor por nosotros; y también, porque su ejemplo nos impulsa y su intercesión nos ayuda a colaborar en el misterio de la salvación.
Por eso,
ahora nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y santos diciendo:

Antífona de la Comunión

Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

Oración después de la Comunión

Oremos:
Alimentados con estos sacramentos de salvación, te rogamos, Dios de misericordia, que imitando la caridad de santa Margarita, seamos un día partícipes de su gloria.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

Día 16/11-2 Santa Gertrudis (Virgen, blanco)

Antífona de Entrada

Alegrémonos, llenémonos de gozo, porque el Señor ha amado a esta virgen santa y gloriosa.

Oración Colecta

Oremos:
¡Oh Dios!, que has llamado a santa Gertrudis para que buscase tu reino sobre todas las cosas por el camino de la caridad perfecta; concédenos que, fortalecidos por su intercesión, avancemos con espíritu de alegría en el camino del amor.
Por nuestro, Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura

Experimentar el amor de Cristo, que sobrepasa todo conocimiento humano

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios
3, 14-19

Hermanos: Me arrodillo ante el Padre, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra, para que, conforme a los tesoros de su bondad, les conceda que su Espíritu los fortalezca interiormente y que Cristo habite por la fe en sus corazones.
Así, arraigados y cimentados en el amor, podrán comprender con todo el pueblo de Dios, la anchura y la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo, y experimentar ese amor que sobrepasa todo conocimiento humano, para que así queden ustedes colmados con la plenitud misma de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 22

El Señor es mi pastor, nada me faltará.

El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas. Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto.
El Señor es mi pastor, nada me faltará.

Así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me dan seguridad.
El Señor es mi pastor, nada me faltará.

Tú mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes.
El Señor es mi pastor, nada me faltará.

Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida; y viviré en la casa del Señor por años sin término.
El Señor es mi pastor, nada me faltará.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Permanezcan en mi amor, dice el Señor; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.
Aleluya.

Evangelio

El que permanece en mi y yo en él, ése da fruto abundante

† Lectura del santo Evangelio según san Juan
15, 1-8

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
"Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto.
Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde.
Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Oración sobre las Ofrendas

Acepta, Señor, estos dones que como siervos tuyos presentamos en tu altar para celebrar la fiesta de santa Gertrudis y concédenos que, libres de los obstáculos del mundo. seas tú nuestra única riqueza.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

La vida consagrada a Dios es un signo Del Reino de los cielos

En verdad es justo y necesario que te alaben, Señor, tus criaturas del cielo y de la tierra.
Porque al celebrar a los santos que por amor al Reino de los cielos se consagraron a Cristo, reconocemos tu Providencia admirable, que no cesa de llamar al hombre a la santidad primera, para hacerlo participar ya desde ahora de la vida que gozará en el cielo, por Cristo, Señor nuestro .
Por eso,
con todos los ángeles y santos, te alabamos proclamando sin cesar:

Antífona de la Comunión

¡Que llega el esposo; salgan a recibir a Cristo, el Señor..

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Te rogamos, Señor, que por la gracia de este sacramento, y a ejemplo de santa Gertrudis Vedruna nos mantengamos siempre en tu amor y lleves a su perfección la obra que has comenzado en nosotros hasta que vuelva Cristo. Que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén

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Meditación diaria

 

32ª semana. Viernes

EL SENTIDO CRISTIANO
DE LA MUERTE

— No podemos vivir de espaldas a ese momento supremo. Nos preparamos día a día.

— La muerte adquiere un sentido nuevo con la Muerte y Resurrección de Cristo.

— Lecciones para la vida que nos da la muerte.

I. El Evangelio de la Misa1 nos habla de la segunda venida de Cristo a la tierra, que será inesperada. Pues como el relámpago fulgurante brilla de un extremo al otro del cielo, así será en su momento el día del Hijo del hombre. En este discurso del Señor se interponen diversos planos de sucesos, y en todos ellos se hace hincapié en la repentina llegada de Jesús glorioso al fin de los tiempos.

Los discípulos, llevados por una curiosidad natural, preguntan dónde y cuándo tendrán lugar los acontecimientos que acaban de oír. El Señor les responde con un proverbio conocido ya seguramente por ellos: Donde quiera que esté el cuerpo, allí se reunirán las águilas. Quiere poner de manifiesto Jesús que, con la misma rapidez con que las aves de rapiña se dirigen a su presa, así será el encuentro del Hijo de Dios con el mundo al fin de los tiempos y con cada hombre al fin de sus días. Porque vosotros sabéis muy bien -escribe San Pablo a los primeros cristianos de Tesalónica- que como el ladrón en la noche, así vendrá el día del Señor2. Es una llamada, una vez más, a la vigilancia, a no vivir de espaldas a esa jornada definitiva –el día del Señor– en la que por fin veremos cara a cara a Dios. San Agustín, comentando este Evangelio, enseña que la razón por la que estas cosas permanecen ocultas es para que estemos siempre preparados3.

En algunos ambientes no es fácil hoy hablar de la muerte; solo el hecho de mencionarla parece un asunto desagradable, de mal gusto. Sin embargo, es el acontecimiento que ilumina la vida, y la Iglesia nos invita a meditarlo; precisamente para que no nos encuentre desprevenidos ese momento supremo. El modo pagano de pensar y de vivir de muchos –incluso de algunos que externamente se dicen cristianos– les lleva a vivir de espaldas a esta realidad y a borrar, en lo posible, las señales indicadoras de que caminamos deprisa a un fin. Y toman esta actitud porque ignoran el sentido verdadero de la muerte. En vez de considerarla como una "amiga" o incluso como una "hermana"4, se la ve como una catástrofe, la gran catástrofe que un día ha de llegar y que echa por tierra los planes y las ilusiones en los que se ha puesto todo el sentido del vivir; por tanto –piensan–, es preciso ignorarla, como si no hubiera de afectarnos personalmente. En lugar de verla como lo que en realidad es, la llave de la felicidad plena, se la ve como el fin del bienestar que tanto cuesta amasar aquí abajo. Ignoran, en su falta de fe operativa y práctica, que el hombre seguirá existiendo, aunque haya de "cambiar de casa"5. Como nos recuerda frecuentemente la liturgia, vita mutatur, non tollitur6, la vida se cambia, pero no se pierde. Para el cristiano, la muerte es el final de una corta peregrinación y la llegada a la meta definitiva, para la que nos hemos preparado día a día7, poniendo el alma en las tareas cotidianas. Con ellas, y a través de ellas, nos hemos de ganar el Cielo. Por eso, para él ese momento no llegará como el ladrón en la noche, porque cuenta, serenamente, con ese encuentro definitivo con su Señor. Sabe bien que la muerte "es un paso y traslado a la eternidad, después de correr en esta carrera temporal"8.

Con todo, "si alguna vez te intranquiliza el pensamiento de nuestra hermana la muerte, porque ¡te ves tan poca cosa!, anímate y considera: ¿qué será ese Cielo que nos espera, cuando toda la hermosura y la grandeza, toda la felicidad y el Amor infinitos de Dios se viertan en el pobre vaso de barro que es la criatura humana, y la sacien eternamente, siempre con la novedad de una dicha nueva?"9.

II. La Sagrada Escritura nos enseña expresamente que Dios no hizo la muerte, ni se alegra en la perdición de los seres vivos10. Antes del pecado original no había muerte, tal y como hoy la conocemos, con ese sentido doloroso y difícil con que tantas veces la hemos visto, quizá de cerca, La rebelión del primer hombre trajo consigo la pérdida de dones extraordinarios que Dios le había concedido al crearlo. Y así, ahora, para llegar a la casa del Padre, nuestra definitiva morada, hemos de atravesar esa puerta: es el tránsito de este mundo al Padre11. La desobediencia de Adán llevó consigo, junto a la pérdida de la amistad con Dios, la pérdida del don gratuito de la inmortalidad.

Pero Jesucristo destruyó la muerte e iluminó la vida12, le quitó su maldad esencial, el aguijón, el veneno; y, gracias a Él, adquiere un sentido nuevo; se convierte en el paso a una Vida nueva. Su victoria se transmite a todos los que creen en Él y participan de su Vida. Yo soy –afirmó el Maestro– la resurrección y la Vida; el que cree en Mí, aun cuando hubiere muerto, vivirá, y todo el que vive y cree en Mí, no morirá para siempre13. Aunque la muerte es el enemigo del hombre en su vida natural, en Cristo se convierte en "amiga" y "hermana". Aunque el hombre sea derrotado por ese enemigo, sale al fin vencedor porque mediante ella, mediante la muerte, adquiere la plenitud de la Vida. Se entiende bien que para una sociedad que tiene como fin casi exclusivo, o exclusivo, los bienes materiales, la muerte siga siendo el fracaso total, el último enemigo que acaba de golpe con todo lo que dio sentido a su vivir: placer, gloria humana, goce de los sentidos, ansias desordenadas de bienestar material... Quienes tienen el alma pagana siguen viviendo como si Cristo no hubiera realizado la Redención, transformando completamente el sentido del dolor, del fracaso y de la muerte.

La muerte de los pecadores es pésima14, afirma la Sagrada Escritura; en cambio, es preciosa, en la presencia de Dios, la muerte de los santos15. En este mismo sentido, la Iglesia celebró desde los primeros tiempos el día de la muerte de los mártires y de los santos como un día de alegría; era el dies natalis, el día del nacimiento a la nueva Vida, a la felicidad sin término, el día en que contemplaron, radiantes, el rostro de Jesús. Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor, nos recuerda el Apocalipsis. Sí, dice el Espíritu, que descansen de sus trabajos, pues sus obras los acompañan16. No solamente serán premiados por su fidelidad a Cristo, hasta en lo más pequeño –hasta un vaso de agua dado por Cristo recibirá su recompensa17–, sino que, como enseña la Iglesia, permanecerán con ellos, de algún modo, "los bienes de la dignidad humana, la unión fraterna y la libertad, en una palabra, los frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo, después de haberlos propagado por la tierra con el Espíritu del Señor y de acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados, cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal..."18. Todo lo demás se perderá: volverá a la tierra y al olvido... Sus buenas obras le acompañan.

III. La muerte nos da grandes lecciones para la vida. Nos enseña a vivir con lo necesario, desprendidos de los bienes que hemos de usar, pero que dentro de un tiempo, siempre corto, habremos de dejar; llevaremos, para siempre, el mérito de nuestras buenas obras.

La muerte nos enseña a aprovechar bien cada día: carpe diem19, goza del presente, decían los antiguos; y nosotros, con sentido cristiano, podemos darle un sentido nuevo: aprovechemos gozosamente cada día como si fuera el único, sabiendo que ya no se repetirá jamás. Hoy, a la hora del examen de conciencia, nos dará gran alegría pensar en las jaculatorias, actos de amor al Señor, trato con el Ángel Custodio, favores a los demás, pequeños servicios, vencimientos en el cumplimiento del deber, paciencia quizá..., que el Señor ha convertido en joyas preciosas para la eternidad. Con la muerte termina la posibilidad de merecer para la vida eterna20. No dejemos escapar estos días, numerados y contados, que faltan para llegar al final del camino.

La incertidumbre del momento de nuestro encuentro definitivo con Dios nos impulsa a estar vigilantes, como quien aguarda la llegada de su Señor21, cuidando con esmero el examen de conciencia, con contrición verdadera por las flaquezas de esa jornada; aprovechando bien la Confesión frecuente para limpiar el alma aun de pecados veniales y de las faltas de amor. El recuerdo de la muerte nos ayuda a trabajar con más empeño en la tarea de la propia santificación, viviendo no como necios, sino como prudentes, redimiendo el tiempo22, recuperando tantos días y tantas oportunidades perdidas; a veces puede ocurrir lo que escribió el clásico: "No es que tengamos poco tiempo, es que hemos perdido mucho"23. Aprovechemos el que nos queda.

Hemos de desear vivir largo tiempo, para rendir mayores servicios a Dios, para presentarnos delante del Señor con las manos más llenas..., y porque amamos la vida, que es un regalo de Dios. Y cuando llegue nuestro encuentro con el Señor, hasta esos últimos instantes nos han de servir para purificar nuestra vida y ofrecernos con un acto de amor a Dios Padre. Para ese trance escribió San Ignacio de Loyola: "Como en la vida toda, así también en la muerte, y mucho más, debe cada uno (...) esforzarse y procurar que Dios nuestro Señor sea en ella glorificado y servido, y los prójimos edificados, a lo menos del ejemplo de su paciencia y fortaleza, con fe viva, esperanza y amor de los bienes eternos..."24. El último instante aquí en la tierra debe ser también para la gloria de Dios. ¡Qué alegría nos dará entonces todo lo que nos afanamos en llevar a cabo en la vida por el Señor!: el trabajo ofrecido, las personas que procuramos acercar al sacramento de la Confesión, los mil pequeños detalles de servicio a quien trabajó tantas horas con nosotros, la alegría que llevamos a la familia y a todos, las intemperancias que procuramos disculpar y olvidar...

Después de haber dejado aquí frutos que perdurarán hasta la vida eterna, partiremos. Entonces podremos decir con el poeta:

"—Dejó mi amor la orilla
y en la corriente canta.
—No volvió a la ribera
que su amor era el agua"25.

1 Lc 17, 26-37. — 2 1 Tes 5, 2. — 3 Cfr. San Agustín, Comentario al Salmo 120, 3. — 4 Cfr. San Josemaría Escrivá, Camino, nn. 735 y 739, — 5 Cfr. Ibídem, n. 744. — 6 Misal Romano, Prefacio de difuntos. — 7 Cfr. C. Pozo, Teología del más allá, BAC, Madrid 1980, pp. 468 ss. — 8 San Cipriano, Tratado sobre la mortalidad, 22. — 9 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 891. — 10 Sab 1, 13. — 11 Jn 13, 1. — 12 2 Tim 1, 10. — 13 Jn 11, 25. — 14 Sal 33, 22. — 15 Sal 15, 15. — 16 Apoc 14, 13. — 17 Mt 10, 42. — 18 Conc Vat. II, Const. Gaudium et spes, 39. — 19 Horacio, Odas, 1, 11, 7. — 20 Cfr. León X, Bula Exsurge Domine, 15-VI-1520, prop. 38. — 21 Cfr. Lc 12, 35-42. — 22 Ef 5, 15-16. — 23 Séneca, De brevitate vitae, 1, 3. — 24 San Ignacio de Loyola, Constituciones S. I., p. 6ª. c, 4, n. 1. — 25 B. Llorens, Secreta fuente, Rialp, Madrid 1948, p. 86.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

 

Gertrudis, Santa Mística, 16 Noviembre  

Gertrudis, Santa

Gertrudis, Santa

Noviembre 16


Etimológicamente significa " fiel defensora". Viene de la lengua alemana.

Esta joven, modelo y patrona de las místicas, nació en Eisleben, Alemania, en 1256. Cuando contaba solamente 5 años se le confió su educación al monasterio benedictino de Helfta. La superiora del convento era su tía santa Matilde.

Encontró un clima espiritual tan bueno que se sintió plenamente feliz.

Mientras hacía sus estudios, demostró en todas las materias una inteligencia fuera de lo común.

Su salud no era lo buena que debiera haber sido. Le apenaba no poder asistir a las oraciones de comunidad. Sin embargo, ante su mala salud física mantuvo siempre y en todo instante un enorme equilibrio espiritual e intelectual.

Al llegar los años que van del 1291 hasta su muerte, comenzó para ella una época dorada a causa de las muchas revelaciones o visiones del cielo.

Menos mal que tuvo la suerte de escribirlas todas en cinco volúmenes, en los que cuenta su experiencia mística, es decir, su continua unión con Dios.

Su mística, por otra parte, no se basa en cosas raras sino simplemente en los misterios que cada día celebra la liturgia en honor del Señor y de la Virgen.

Se abrió plenamente a los deseos de Dios y rechazó toda clase de egoísmo estéril. Fue ella la que comenzó la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

Su tía Matilde le preguntó a Jesús:" Señor, fuera de la Santa Hostia, ¿dónde te puedo encontrar?" Y Jesús le respondió:"Búscame en el corazón de Gertrudis".

Sus libros son los más interesantes junto con los de Teresa de Avila, santa catalina, San Juan de la Cruz...


Favor de enviarnos sus e-libros en cualquier idioma si los encuentra. Ejemplos:

Libro intitulado Insinuacion de la Diuina piedad

http://books.google.com.ar/books?id=Et3ikOPAdIYC

Philosophia del Cielo enseñada por la Sabiduría increada

http://books.google.com.ar/books?id=Zep7wxDJWNwC

Philosophia del cielo enseñada por la sabiduria increada: documentos ...

http://books.google.com.ar/books?id=JlRr0JxhBbUC

http://www.europeana.eu/portal/record/09407a/022B5BD558EA3CEDFC6041887370F7235D7F3F1F.html

vida
http://books.google.com.ar/books?id=8KL3o3EKhZQC
ingles
http://books.google.com.ar/books?id=G7KrZTUwOxUC&printsec=frontcover&dq=gertrudis+helfta&hl=en&sa=X&ei=KGilUK6aDfO40gGeyYCgBw

Murió en noviembre del año 1302.

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Santa Margarita de Escocia
Año 1093

Quiera Dios que todas las esposas de los jefes de las naciones 
sean tan fervorosas y generosas como Santa Margarita de Escocia, 
y que las demás esposas lo sean también.

Jesús en la CruzMargarita era hija del rey San Eduardo. Su padre tuvo que salir huyendo de Inglaterra cuando el rey Canuto de Dinamarca invadió el país. Luego de caer Inglaterra en poder de Guillermo el Conquistador, Margarita y sus hermanos se refugiaron en Escocia, donde era rey Malcon III, el cual al darse cuenta de las cualidades de bondad y caridad que tenía la joven, se casó con ella. Y así Margarita, a los 24 años llegó a ser reina de Escocia.

Para ella lo principal en la vida era ayudar a los pobres. Cada día antes de ir a almorzar servía personalmente el almuerzo a nueve niños huérfanos (y a veces les servía de rodillas, al recordar que los favores que hacemos al pobre los recibe Jesucristo como hechos a Él mismo). En su palacio de reina se atendía diariamente a centenares de pobres, y cuando ella salía por las calles volvía a la casa sin dinero, sin joyas y hasta sin el manto, porque todo lo regalaba a los necesitados. Era estimadísima entre el pueblo por la inmensa compasión que demostraba hacia los más miserables.

Tuvo seis hijos y dos hijas. Su esposo Malcon III era cruel y rudo, pero la amabilidad de Margarita lo fue volviendo amable y caritativo, tanto que él mismo le ayudaba a servir el almuerzo a los centenares de pobres que llegaban a pedir alimentos. De los hijos de Margarita, dos llegaron a ser santos y tres fueron reyes, y del esposo de una hija de ella, Enrique I, proviene la actual familia real de Inglaterra.

Costeó la construcción de conventos y templos y organizó una asociación de señoras para dedicarse con ellas a tejer y bordar ornamentos para las iglesias, a sus hijos los educó muy cuidadosamente en la religión católica y se esmeró porque aprendieran muy bien el catecismo y la doctrina cristiana. En su casa y entre la gente del pueblo hacía leer las vidas de santos. Se esmeraba en conseguir sacerdotes fervorosos para las parroquias. A su esposo el rey, lo entusiasmaba continuamente para que hiciera obras a favor de la Iglesia y de los pobres, y para que fuera compasivo con sus enemigos.

Construyó una hermosísima catedral. Insistía mucho a la gente en el deber de santificar el domingo. En Cuaresma y en Adviento (las cuatro semanas anteriores a la Navidad) ayunaba cada día. Le gustaba mucho leer los Evangelios y pasaba varias horas de la noche en oración.

Su esposo y su hijo mayor murieron batallando contra los ingleses que querían invadir el territorio de Escocia. Santa Margarita sufrió inmensamente al saber tan trágica noticia. Exclamó entonces: "Te doy gracias Dios mío, porque al mandarme tan dolorosas noticias me purificas de mis pecados", y cuatro días después ella también murió, el 16 de noviembre del año 1093.

Inmediatamente el pueblo empezó a honrarla como santa, y su popularidad ha sido inmensa en Escocia y en otros países. Es recordada sobre todo por su admirable generosidad para con los pobres y afligidos.

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Roque González de Santa Cruz, Santo Mártir, 16 de noviembre  

Roque González de Santa Cruz, Santo

Roque González de Santa Cruz, Santo

Mártir
Noviembre 16

 


El primer santo paraguayo, Roque González de Santa Cruz, nació en Asunción en el año 1576. Durante los primeros años de su vida aprendió a hablar el guaraní y a trabajar el campo. Ambas cualidades le fueron de gran utilidad en su ulterior labor evangelizadora. A los 23 años recibió la ordenación sacerdotal siendo uno de los primeros sacerdotes diocesanos ordenados en la región de Río de la Plata.

Al inicio, su labor pastoral se centró en la atención a los indígenas, a quienes amaba entrañablemente. Ocho años más tarde fue nombrado párroco de la catedral de Asunción. Su abnegada dedicación a los demás, junto con su espíritu práctico le merecieron el cargo de provisor y vicario general de todo el obispado.

Sin embargo, en medio de estos progresos y reconocimientos, el P. Roque experimentaba una gran nostalgia por su labor con los indígenas. Así, el 9 de mayo de 1609 abandonó sus cargos y privilegios para ingresar en el noviciado de la Compañía de Jesús. La decisión -como sucede a menudo- no estuvo exenta de fricciones, especialmente con sus familiares que pertenecían a la clase privilegiada de la colonia (el hermano del P. Roque era teniente general y gobernador de Asunción).

Su ingente labor misionera comenzó en la reducción de "san Ignacio de Loyola". En ella los aborígenes aprendían trabajos manuales y las primeras letras, y se les instruía en la doctrina católica. Los misioneros llevaban la paz de Cristo a esos territorios y, respetando las tradiciones culturales de los nativos, purificaban aquellos aspectos contrarios al mensaje de Cristo. El P. Roque era el alma de la vida litúrgica y religiosa de la reducción; pero también –sin descuidar la cura de almas- un solícito promotor de su vida económica y social. Su anhelo de llevar el evangelio a sus "nuevos hijos", como él solía llamarlos, le llevó a emprender la fundación de 10 reducciones más.

A pesar del bien que los misioneros realizaban en la región, su labor no dejó de inquietar a los hechiceros, que veían en ellos una amenaza para sus supersticiones. En noviembre de 1628, mientras el P. Roque y otro sacerdote, el P. Alfonso Rodríguez, trabajaban en la reducción de Todos los Santos del Caaró, un hechicero llamado Nezú organizó una revuelta.
En ella los indígenas asesinaron a los misioneros con sus italaás –una especie de hacha- y entregaron sus cuerpos a las llamas.
Los asaltantes quemaron el curepo del P. Roque, pero milagrosamente, quedó intacto el corazón. Para gran asombro de los asesinos, el corazón del santo les habló haciéndoles ver lo que habían hecho e invitándoles al arrepentimiento.

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Fuente: franciscanos.org
Inés de Asis, Santa Religiosa, 16 Noviembre  

Inés de Asis, Santa

Inés de Asis, Santa

Inés de Favarone, hermana de Clara "según la carne y según la pureza" (Leyenda de Sta. Clara 24), no es una figura que fácilmente pueda esbozarse, a no ser que se ceda al fácil impulso de revestir los escasos datos históricos que se poseen –oscuros y limitados en información– con reflexiones verosímiles, pero no comprobadas, sugeridas más bien por su situación a la sombra de santa Clara. Inés de Asís es una figura de contornos difuminados, que se la intuye más y mejor precisamente cuanto menos se trata de fijarla dentro de una línea marcada y precisa.

Hija segunda de Favarone y Ortolana, Inés nace en esta noble familia asisiense alrededor de 1197. Su Vita, incluida en la Crónica de los XXIV Generales de la Orden de los Hermanos Menores, de finales del siglo XIV, afirma estrictamente que en la fecha de su muerte, acaecida poco después de la muerte de Clara en 1253, tenía unos 56 años.

El nombre de Inés no le fue impuesto en el Bautismo sino más tarde, después de la conversión; y se lo impuso san Francisco, después que "por el Cordero inocente, es decir, por Jesucristo, inmolado por nuestra salvación, resistió con fortaleza y combatió virilmente" (Crónica) haciendo frente a los ataques de sus familiares, dedicados a arrancarla del claustro del Santo Ángel de Panzo, donde se había refugiado con Clara.

Probablemente, su nombre de pila fue el de Catalina. Según refiere la Vida de santa Clara escrita a finales del siglo XV por el humanista Hugolino Verino, y, como por primera vez señaló Fausta Casolini, el tío Monaldo, volviéndose a Inés en la tentativa de conducirla de nuevo a casa de sus padres, la apostrofa con el nombre de "Catalina... que así se llamaba Inés en el siglo..." (cf. AFH 13, 1920, 175). Catalina es el nombre de la intrépida virgen de Alejandría, cuyas reliquias, conservadas en una iglesia erigida en el Sinaí, eran objeto de devotas peregrinaciones para todos los que, dirigiéndose a Tierra Santa, desembarcaban en el puerto egipcio de Damieta, de donde emprendían el viaje a Jerusalén pasando precisamente por el Sinaí y Gaza. También Ortolana, la madre de Clara e Inés, había realizado una peregrinación a los lugares santificados con la presencia del Mesías: quizá la devoción hacia la mártir de Alejandría, reforzada durante la peregrinación, le sugirió más tarde el nombre para su segunda hija. Y esta misma devoción, seguramente viva en las hijas por influencia de Ortolana, inspiró el nombre titular de Santa Catalina del Monte Sinaí para muchos de los pequeños monasterios de Hermanas Pobres.

La infancia y la juventud de Inés corren parejas con las de su hermana Clara, tres o cuatro años mayor que ella. Es intenso el afecto que las une recíprocamente e iguales sus sentimientos. Sin embargo, la orientación inicial es distinta. En efecto, si Clara, siguiendo la voz interior que la llama a una vida completamente dedicada al Señor, no quiere ni oír hablar de boda, tal vez la serena vida familiar que observa entre sus padres y con sus dos hermanas, despierta en Inés el deseo de una vida análoga iluminada por el gozo íntimo de un matrimonio y de una maternidad bendecidos por Dios.

El autor de la "Leyenda", al presentar el llamamiento de Inés a la vida religiosa como uno de los primeros efectos de la poderosa oración de Clara en el silencio del claustro, escribe: "Entre las principales plegarias que ofrecía a Dios con plenitud de afecto, pedía esto con mayor insistencia: que, así como en el siglo había tenido con la hermana conformidad de sentimientos, así ahora se unieran ambas para el servicio de Dios en una sola voluntad. Ora, por lo tanto, con insistencia al Padre de las misericordias para que a su hermana Inés, a la que había dejado en su casa, el mundo se le convierta en amargura y Dios en dulzura; y que así, transformada, de la perspectiva de unas nupcias carnales se eleve al deseo del divino amor, de modo que a una con ella se despose en virginidad perpetua con el Esposo de la gloria. Existía realmente entre ambas un extraordinario cariño mutuo, el cual, aunque por diferentes motivos, había hecho para la una y la otra más dolorosa la reciente separación" (Leyenda 24).

Es fácil adivinar lo interminables que fueron para Inés los días que siguieron a la fuga de Clara. Inés tiene sólo catorce o quince años, y en la hermana menor, Beatriz, no encuentra de ninguna manera el apoyo afectuoso que le proporcionaba la presencia de Clara. Transcurre la semana de Pasión, a la que sigue la Pascua, una Pascua más que nunca velada por la nostalgia y el recuerdo de la hermana ausente, a la que no han conseguido hacer regresar a la casa paterna ni la afectuosa presión de la familia ni la violencia. También pasa la semana de Pascua; y cada día que transcurre, mientras la memoria repasa los dulces recuerdos que le evocan a Clara, la mente y el corazón se detienen cada vez con mayor frecuencia a pensar en el camino escogido por Clara, y descubren la profunda y escondida riqueza que encierra. Y la exuberancia juvenil de Catalina empieza a arder con el mismo fuego que Clara, encendido por el Espíritu, y suspira por poder entregarse completamente, como ella, al Señor Jesús y a su Reino.

Dieciséis días después de la fuga de Clara de la casa paterna, el 14 de mayo de 1211, o quizá al día siguiente, Inés se llega por fin a su hermana en el monasterio benedictino del Santo Ángel de Panzo, donde Clara se había refugiado provisionalmente, y le manifiesta con firmeza el propósito de consagrarse totalmente, como ella, al servicio de Dios.

El abrazo gozoso de Clara, que ha visto escuchada su oración, representa al mismo tiempo la aceptación de la primera novicia en la nueva Orden fundada por san Francisco.

La desaparición de Inés, refugiada junto a su hermana, provocó una nueva y aún más violenta reacción por parte de los familiares, que no estaban dispuestos a tolerar por segunda vez una iniciativa que era para ellos una afrenta a la riqueza y al poder de la noble familia. Y he aquí que un grupo de doce caballeros se abalanza sobre las dos hermanas en la serena quietud monástica del Santo Ángel de Panzo, donde Clara, "la que más sabía del Señor, instruía a su hermana y novicia" (Leyenda 25). No repitamos aquí el desarrollo del episodio ya referido; añadamos solamente que, al final, Inés puede responder a Clara que le pregunta –angustiada por tantos golpes recibidos mientras los hombres armados la arrastraban a la fuerza por la ladera del monte– que por la gracia de Dios y por sus oraciones, poco o nada ha sufrido.

Después de este episodio de violencia, "el bienaventurado Francisco con sus propias manos le cortó los cabellos y le impuso el nombre de Inés, ya que por el Cordero inocente... resistió con fortaleza y combatió varonilmente" (Crónica).

A continuación, dirigida por el Santo, juntamente con Clara, en el camino de la perfección emprendida (Leyenda 26), Inés progresó tan rápidamente en el camino de la santidad, que su vida aparecía ante sus compañeras extraordinaria y sobrehumana. Su penitencia y mortificación, como la de la misma Clara, despertaban admiración teniendo en cuenta su corta edad. Sin que nadie lo sospechase, ciñó su cintura con un áspero cilicio de crin de caballo, y esto desde el comienzo de su vida religiosa hasta su muerte; su ayuno era tan riguroso que casi siempre se alimentaba solamente de pan y agua.

Caritativa y dulcísima de carácter, se inclinaba maternalmente sobre quien sufría por el motivo que fuere, y se mostraba llena de piadosa solicitud hacia todos.

Santa Clara, escribiendo de ella a santa Inés de Praga, llamará a su hermana "virgen prudentísima"; es la opinión de una santa, es decir, de quien sabe medir personas y cosas con la misma medida de Dios.

Hay un episodio que, ciertamente, sirve para corroborar en Clara la convicción de la santidad de su joven hermana; episodio que no sabemos con seguridad cuando aconteció, si en los años precedentes o subsiguientes a la partida de Inés a Monticelli. Lo extraemos de la Vita inserta en la Crónica.

"En cierta ocasión, mientras, apartada de las demás, perseveraba devotamente en oración en el silencio de la noche, la bienaventurada Clara, que también se había quedado a orar no muy lejos de ella, la contempló en oración, elevada del suelo, y suspendida en el aire, coronada con tres coronas que de tanto en tanto le colocaba un ángel. Cuando al día siguiente le preguntó la bienaventurada Clara qué pedía en la oración y qué visión había tenido aquella noche, Inés trató de eludir la respuesta. Pero al fin, obligada por la bienaventurada Clara a responder por obediencia, refirió lo siguiente: –En primer lugar, al pensar una y otra vez en la bondad y paciencia de Dios, cuánto y de cuántas maneras se deja ofender por los pecadores, medité mucho, doliéndome y compadeciéndome; en segundo lugar, medité sobre el inefable amor que muestra a los pecadores y cómo padeció acerbísima pasión y muerte por su salvación; en tercer lugar, medité por las almas del purgatorio y sus penas, y cómo no pueden por sí mismas procurarse ningún alivio" (Crónica). En la meditación de Inés, de acuerdo con toda la espiritualidad seráfica, el Dios- Hombre crucificado proyecta su vasta sombra de eficacia salvadora sobre el drama de los pecadores y de los redimidos que anhelan su última purificación.

Una despedida nostálgica

"Después, el bienaventurado Francisco la envió como Abadesa a Florencia, donde condujo a Dios muchas almas, tanto con el ejemplo de su santidad de vida, como con su palabra dulce y persuasiva, llena de amor de Dios. Ferviente en el desprecio del mundo, implantó en aquel monasterio –como ardientemente lo deseaba Clara– la observancia de la pobreza evangélica" (Crónica).

No es fácil desentrañar los acontecimientos que están bajo una fuente tan avara de información. Solamente está clara la línea general de los hechos. Es ésta:

El paso de san Francisco por Florencia no suscitó entusiasmo solamente entre los florentinos, algunos de los cuales abrazaron enseguida su misma vida evangélica, sino que también enfervorizó a algunas jóvenes y señoras de nobles familias que, a imitación del gesto realizado hacía poco por Clara, deseaban dejarlo todo para dedicarse exclusivamente al servicio de Dios. De hecho, no tardaron mucho en dar cumplimiento a sus deseos; y, no teniendo aún monasterio, se retiraron en casa de algunas de ellas en espera de que la Providencia les proporcionase un lugar más conveniente. Se desconoce la fecha en la que surgieron tales comunidades de señoras florentinas, que tomaban por modelo la de San Damián; quizá resulte más fácil identificar el lugar donde se iniciaron estas comunidades. En efecto, sabemos que la señora Avegnente de Albizzo, que figura como Abadesa del Monasterio en 1219, poseía un lugar en la comarca de Santa María del Sepulcro en Monticelli; hizo donación del mismo a la iglesia romana, para que en él fuese erigido un monasterio, y la propiedad fue aceptada por el Cardenal Hugolino, en nombre de la Iglesia, en el 1218. Con este acto, las nobles señoras florentinas reunidas en torno a Avegnente, se ponían bajo la dependencia de la Santa Sede.

Como hemos dicho, la señora Avegnente figura en 1219 como Abadesa de la comunidad erigida, que desde los primeros años se relaciona con San Damián y observa, junto con la Regla del Cardenal Hugolino de 1218-1219, las mismas Observantiae regulares, es decir, esa especie de "constituciones" que por entonces estaban en vigor en San Damián, basadas en los escritos y palabras de san Francisco.

La cesión gratuita de un terreno contiguo por parte de Forese Bellicuzi, permitió la erección de un monasterio: la casa anterior, quizá demasiado pequeña, no podía albergar el número creciente de monjas.

La joven Inés fue enviada a esta comunidad con el encargo de transferir a Florencia el genuino espíritu de Clara. A ella se confiará el gobierno de esta nueva falange de Hermanas Pobres.

Existe un documento precioso, esto es, una carta, remitida por Inés a su hermana después de su llegada al nuevo destino, que nos da luz acerca del profundo dolor que le produjo la separación de San Damián, así como acerca de la nueva comunidad, floreciente en una atmósfera de paz y de unión. La misma carta, sin fecha, nos proporciona también indicaciones que pueden ser válidas como referencias cronológicas:

" ... Has de saber, madre –escribe entre otras cosas Inés–, que mi carne y mi espíritu sufren grandísima tribulación e inmensa tristeza; que me siento sobremanera agobiada y afligida, hasta tal punto que casi no soy capaz ni de hablar, porque estoy corporalmente separada de vos y de las otras hermanas mías con las que esperaba vivir siempre en este mundo y morir... ¡Oh dulcísima madre y señora!, ¿qué diré, si no tengo la esperanza de volveros a ver con los ojos corporales a vos ni a mis hermanas?... Por otra parte, encuentro un gran consuelo y también vos podéis alegraros conmigo por lo mismo, pues he hallado mucha unión, nada de disensiones, muy por encima de cuanto hubiera podido creerse. Todas me han recibido con gran cordialidad y gozo, y me han prometido obediencia con devotísima reverencia... Os ruego que tengáis solícito cuidado de mí y de ellas como de hermanas e hijas vuestras. Quiero que sepáis que tanto yo como ellas queremos observar inviolablemente vuestros consejos y preceptos durante toda nuestra vida. Además de todo esto, os hago saber que el señor papa ha accedido en todo y por todo a lo que yo había expuesto y querido, según la intención vuestra y mía, en el asunto que ya sabéis, es decir, en la cuestión de las propiedades. Os ruego que pidáis al hermano Elías que se sienta obligado a visitarme muy a menudo, para consolarme en el Señor".

El Privilegio de la Pobreza, que señala la carta, fue concedido a las monjas de Monticelli por el Papa Gregorio IX el 15 de mayo de 1230. Además, el hermano Elías no es designado en la carta ni como "vicario" ni como "ministro general"; la alusión al hermano Elías hace excluir –queriendo asignar una fecha a la carta– la serie de los años 1217 a 1221, en los que se encontraba como Ministro provincial en el Oriente; y parece excluir también los años 1221 al 1227, en los que fue Vicario, y los años después de 1232, ya que en el Capítulo de aquel año fue elegido Ministro General.

Por tanto, es probable que la salida de Inés de Asís a Monticelli, salida querida por san Francisco y causa de profundo dolor para la obediente hermana de santa Clara, no fuese en el 1221, como se repetía tradicionalmente, sino más tarde, alrededor de los años 1228-1230: a menos que se quiera admitir que la carta, aunque refleja la herida de una separación reciente, haya sido escrita muchos años después de la partida de San Damián.

A la cabecera de Clara moribunda

Queda en la sombra lo que se refiere a la permanencia de Inés en Florencia, así como queda encubierto con el misterio el itinerario de su regreso a Asís; muchos monasterios se glorían de haberla tenido como fundadora en su camino de retorno, y es muy posible que el dato tradicional, no recogido en documentos, responda en alguna medida a la realidad. En cualquier caso, tras un lapso de diez años, la historia vuelve a presentar a Inés en la clausura de San Damián, cuando asiste a Clara en su prolongada agonía.

Según Mariano de Firenze, que escribe en el siglo XVI, la partida de Inés de Monticelli estuvo precisamente en relación con el empeoramiento de la enfermedad de la Santa: al tener noticia de ello, Inés se habría puesto de viaje apresuradamente con algunas de las hermanas externas de Monticelli, destinadas a recoger y a conservar las últimas palabras de la Madre de la Orden, para llevar su recuerdo a la fundación florentina. Siguiendo la misma narración, Clara habría entregado a estas hermanas que acompañaban a Inés su velo; sería el que se conserva como reliquia en el monasterio de clarisas de Firenze- Castello.

Cualquiera que sea la fecha en que haya de fijarse el regreso de Inés a San Damián, es indudable su presencia a la cabecera de Clara moribunda. Para Inés que, oprimida por el dolor, no halla manera de contener las lágrimas abundantes y amargas, y suplica a su hermana que no se marche ni la abandone, Clara tiene palabras de ternura infinita, que hacen florecer una esperanza maravillosa en el corazón de Inés: "Hermana carísima, es del agrado de Dios que yo me vaya; mas tú cesa de llorar, porque llegarás pronto ante el Señor, enseguida después de mí, y Él te concederá un gran consuelo antes que me aparte de ti" (Leyenda 43).

La tarde del 11 de agosto de 1253, en el desgarramiento de la separación, Inés habrá recordado a la hermana, bienaventurada por siempre en el abrazo del Esposo, la promesa que le hiciera pocos días antes. Y cuando al día siguiente, entre alabanzas y gozo universal, el cuerpo de Clara, ya invocada como santa, bendecido por el Papa, subió por la pendiente de Asís para ser depositado en el mismo sepulcro que un día recibió los despojos mortales de Francisco, seguramente reconocería Inés, en este preludio tan solemne de la canonización, el gran consuelo profetizado por Clara.

También tuvo bien pronto realización la promesa que le había hecho, pues "al cabo de pocos días, Inés, llamada a las bodas del Cordero, siguió a su hermana Clara a las eternas delicias; allí entrambas hijas de Sión, hermanas por naturaleza, por gracia y por reinado, exultan en Dios con júbilo sin fin. Y por cierto que antes de morir recibió Inés aquella consolación que Clara le había prometido. En efecto, como había pasado del mundo a la cruz precedida por su hermana, así mismo, ahora que Clara comenzaba ya a brillar con prodigios y milagros, Inés pasó ya madura, en pos de ella, de esta luz languideciente, a resplandecer por siempre ante Dios" (Leyenda 48).

La noticia de la muerte de Inés, difundida por Asís, atrajo –como la de Clara– multitud de gentes, que le profesaban gran devoción y esperaban poder contemplar sus despojos mortales y ser así consoladas espiritualmente. Todo este gentío subió la escalera de madera que daba acceso al monasterio de San Damián. Pero de pronto, las cadenas de hierro que sostenían esta escalera, cedieron bajo peso tan desacostumbrado, y se derrumbó con gran estrépito sobre la multitud que estaba debajo, arrastrando en su derrumbamiento a cuantos allí se agolpaban.

De la imprevista catástrofe se podían esperar consecuencias desastrosas, puesto que el gentío quedó como aplastado bajo el enorme peso de la escalera sobrecargada de gente. Pero en los corazones se abrió paso la esperanza en el nombre de Inés. Invocando inmediatamente su nombre y sus méritos, heridos y magullados se levantaron riendo, como si nada hubieran sufrido.

Esta fue la primera de las numerosísimas intervenciones milagrosas de Inés, que, ya reunida con Clara en la gloria, será para siempre, como su hermana, muy pródiga en su intercesión a favor de cuantos, en su nombre, supliquen para verse librados de enfermedades incurables, de la ceguera, o de posesión diabólica. La serie de estas intervenciones continúa ampliamente durante todo el siglo XIV, hasta establecerse su culto, ratificado por la Iglesia. Su nombre aparece en el Martirologio Romano entre los santos del día 16 de noviembre, y sus restos reposan en la Basílica de Asís, que también encierra el cuerpo de su "madre y señora" Clara.

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Lucia de Narni, Beata Religiosa Dominica, 16 Noviembre  

Lucia de Narni, Beata

Lucia de Narni, Beata

Noviembre 16

 

Etimológicamente significa "resplandeciente, luminosa". Viene de la lengua latina.

La Sabiduría dice: " Volved a mí de todo corazón. Volved al Señor porque él es clemente y compasivo, rico en amor y en fidelidad".

Nació en Narni en 1476 y murió en Ferrara en 1544.
Desde los 12 años, cuando empezaba a notar los efectos de su preadolescencia, se entregó al Señor con su voto de virginidad.

Su familia quería que se casara. Y así lo hizo para no llevarle la contra ni hacerles sufrir.

Pero después de un breve período de vida matrimonial, se separó del marido.

Este se convertiría con el tiempo en hermano franciscano.

En 1494 entró en la tercera orden dominica en Narni. Fue a Roma y después a Viterbo en donde el 24 de febrero de 1496 tuvo ya los estigmas, que el mismo Papa atestiguó y verificó.

Y no solamente él sino también médicos y teólogos.

El duque de Ferrara, una vez que conoció la santidad de Lucía, le pidió que fuera su consejera y le construyó un monasterio, el de santa Catalina de Siena dedicado a la educación de la juventud.

En los últimos años de su vida conoció el desprecio de las jóvenes y la humillación.

Pero – como es propio de los santos y santas – fue rica en amor y en fidelidad aún en los momentos más duros de su existencia.

Todo lo aceptó con la mayor sencillez y humildad el mundo.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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