viernes, 24 de agosto de 2012

Sábado 25 de Agosto de 2012. En su día, lo que más agrada a María, es la Misa matutina.

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 23, 1-12

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente y a sus discípulos:
"En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los
fariseos. Obedézcanles y hagan lo que les digan, pero no imiten su ejemplo, porque no hacen lo que dicen.
Atan cargas pesadas e insoportables y las ponen sobre los hombros de la gente; pero ellos no mueven ni un dedo para llevarlas.
Todo lo hacen para que los vea la gente: exageran sus distintivos religiosos y alargan los adornos del manto; les gusta el primer asiento en los banquetes y los puestos de honor en las sinagogas; el ser saludados por la calle y que los llamen maestros.
Ustedes, en cambio, no se dejen llamar maestro, porque uno es su maestro, y todos ustedes son hermanos. Ni llamen a nadie padre en la tierra, porque uno sólo es su Padre: el del cielo. Ni se dejen llamar jefes, porque uno sólo es quien los conduce: el Mesías. El mayor de ustedes será el que sirva a los demás. Porque el que se engrandece será humillado, y el que se humilla será engrandecido".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las “palabras de vida eterna” (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=272692

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: “si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). “Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso”. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: “quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesar pecados graves al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

sab 20a. Ordinario año Par

Antífona de Entrada

Firmeza es el Señor para su pueblo, defensa y salvación para sus fieles. Sálvanos, Señor, vela sobre nosotros y guíanos siempre.

Oración Colecta

Oremos:
Padre misericordioso, que nunca dejas de tu mano a quienes has hecho arraigar en tu amistad; concédenos vivir siempre movidos por tu amor y un filial temor de ofenderte.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura

La gloria del Señor penetró en el templo

Lectura del libro del profeta Ezequiel 43, 1-7a

En aquellos días, el ángel me llevó al pórtico que mira al oriente, y vi que la gloria del Dios de Israel llegaba del oriente. Producía un ruido semejante al de aguas caudalosas, y la tierra se llenó de su resplandor. Esta visión era como la que tuve cuando el Señor vino a destruir Jerusalén, y como la visión que tuve junto al río Quebar. Yo me postraba en tierra, mientras la gloria del Señor entraba en el templo por el pórtico oriental.
Entonces, el espíritu me arrebató y me llevó al atrio interior. La gloria del Señor llenaba el templo. Oí que alguien me hablaba desde el templo, mientras aquel hombre estaba de pie a mi lado. Me decía:
"Hijo de hombre, este es el lugar de mi trono, donde pongo las plantas de mis pies y donde habitaré para siempre en medio de los israelitas".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 84, 9ab-10.11-12.13-14

La gloria del Señor habitará en nuestra tierra.

Voy a escuchar lo que promete Dios: el Señor anuncia la paz a su pueblo y a sus fieles. La salvación está cerca de los que le honran, Dios habitará en nuestra tierra.
La gloria del Señor habitará en nuestra tierra.

El amor y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se abrazan; la fidelidad surge de la tierra y la justicia se asoma desde el cielo.
La gloria del Señor habitará en nuestra tierra.

El Señor también nos dará la lluvia y nuestra tierra dará su cosecha; la justicia irá delante de él y seguirá su camino.
La gloria del Señor habitará en nuestra tierra.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Su Maestro es uno solo, Cristo, y su Padre es uno solo, el del cielo, dice el Señor.
Aleluya.

Evangelio

Los fariseos dicen una cosa y hacen otra

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 23, 1-12

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente y a sus discípulos:
"En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los
fariseos. Obedézcanles y hagan lo que les digan, pero no imiten su ejemplo, porque no hacen lo que dicen.
Atan cargas pesadas e insoportables y las ponen sobre los hombros de la gente; pero ellos no mueven ni un dedo para llevarlas.
Todo lo hacen para que los vea la gente: exageran sus distintivos religiosos y alargan los adornos del manto; les gusta el primer asiento en los banquetes y los puestos de honor en las sinagogas; el ser saludados por la calle y que los llamen maestros.
Ustedes, en cambio, no se dejen llamar maestro, porque uno es su maestro, y todos ustedes son hermanos. Ni llamen a nadie padre en la tierra, porque uno sólo es su Padre: el del cielo. Ni se dejen llamar jefes, porque uno sólo es quien los conduce: el Mesías. El mayor de ustedes será el que sirva a los demás. Porque el que se engrandece será humillado, y el que se humilla será engrandecido".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Oración sobre las Ofrendas

Acepta, Señor, este sacrificio de reconciliación y alabanza que vamos a ofrecerte; a fin de que purifique nuestros corazones y podamos corresponder a tu amor con nuestro amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

La alabanza, don de Dios

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Pues aunque no necesitas nuestra alabanza, ni nuestras bendiciones te enriquecen, tú inspiras y haces tuya nuestra acción de gracias, para que nos sirva de salvación, por Cristo, Señor nuestro.
A quien alaban los ángeles y los arcángeles, proclamando sin cesar:

Antífona de la Comunión

Los ojos de todos los hombres te miran, Señor, llenos de esperanza, y tú das a cada uno su alimento.

Oración después de la Comunión

Oremos:
Señor, tú que nos has renovado con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, concédenos que la participación en esta Eucaristía nos ayude a obtener la plenitud de la redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

 

 

Meditación diaria

 

20ª semana. Sábado

HACER Y ENSEÑAR

— Ejemplaridad de vida. Con las obras hemos de mostrar que Cristo vive.

— Jesús comenzó a hacer y a enseñar. El testimonio de las obras bien acabadas y de la caridad con todos.

— No basta con el ejemplo: es preciso dar doctrina, aprovechando todas las ocasiones y creándolas.

I. Leemos en el Evangelio de la Misa1 cómo previene el Señor a sus discípulos contra los escribas y fariseos, que se habían sentado en la cátedra de Moisés y enseñaban al pueblo las Escrituras, pero su vida estaba muy lejos de lo que enseñaban: Haced y cumplid todo cuanto os digan; pero no hagáis según sus obras, pues dicen pero no hacen. Y comenta San Juan Crisóstomo: “¿Hay algo más triste que un maestro, cuando el único modo de salvar a sus discípulos es decirles que no se fijen en la vida del que les habla?”2.

El Señor pide a todos ejemplaridad de vida en medio de los afanes diarios y de un apostolado fecundo. Muchos ejemplos admirables de santidad tenemos a nuestro alrededor, pero hemos de pedir para que, entre los cristianos, los gobernantes, las personas influyentes, los padres de familia, los maestros, los sacerdotes y todos aquellos que de alguna manera han de ser el buen pastor para otros, sean cada día más y más santos. El mundo tiene necesidad de ejemplos vivos.

En Jesucristo se da en plenitud la unidad de vida, la unión más honda entre palabras y obras. Sus palabras expresan la medida de sus obras, que son siempre maravillosas y acabadas. Hoy hemos visto cosas increíbles3, dicen las gentes después de que perdonara los pecados al paralítico y le curara. Los mismos fariseos exclamaban en su desconcierto: ¿Qué haremos? Pues este hombre realiza muchas maravillas4. Pero ellos rechazaron el testimonio que proclamaban las obras y se hicieron culpables: Si Yo no hubiera hecho entre ellos lo que ningún otro hizo jamás, no tendrían pecado5. En otras ocasiones ya les había invitado a creer por lo que a todos era manifiesto: Creed al menos por mis obras6. El Señor considera sus hechos como un modo de dar a conocer su doctrina: Estas mismas obras que hago testifican de Mí7. Acciones y palabras, en la vida oculta y en su ministerio público, proclaman la verdad única de la revelación.

Con hechos de la vida corriente, vivida con heroísmo, hemos de mostrar a todos que Cristo vive. La vocación de apóstol –y todos la hemos recibido en el momento del Bautismo– es la de dar testimonio, con obras y palabras, de la vida y doctrina de Cristo: Mirad cómo se aman, decían de los primeros cristianos. Y las gentes quedaban edificadas de esta conducta, y tenían la simpatía de todo el pueblo8, nos dicen los Hechos de los Apóstoles. Y como consecuencia, el Señor aumentaba todos los días el número de los que habían de salvarse9. Los convertidos a la fe aprovechaban todas las oportunidades para dar razón de su esperanza10, para comunicar su alegría a los demás: los que se dispersaron, andaban de un lugar a otro predicando la palabra del Señor11.

Muchos dieron el supremo testimonio de la fe que profesaban mediante el martirio. Y hasta ese extremo estamos dispuestos nosotros, si el Señor nos lo pidiera. El mártir, con su aparente locura, se convierte para todos en una fuerza poderosa que lleva a Cristo: muchos se convertían al contemplar el martirio. De ahí el nombre de mártir, que significa testigo, testimonio de Cristo,

A nosotros, de ordinario, el Señor nos pedirá el testimonio cristiano en medio de una vida corriente, empeñados en unos quehaceres similares a los que han de realizar los demás: “Hemos de conducirnos de tal manera, que los demás puedan decir, al vernos: este es cristiano, porque no odia, porque sabe comprender, porque no es fanático, porque está por encima de los instintos, porque es sacrificado, porque manifiesta sentimientos de paz, porque ama”12.

II. El amor pide obras: coepit Iesus facere et docere13, comenzó Jesús a hacer y a enseñar; Él “proclamó el Reino con el testimonio de su vida y con el poder de su Palabra”14. No se limitó a hablar ni quiso ser solamente el Maestro que ilumina con una doctrina maravillosa; por el contrario, ““coepit facere et docere”, comenzó Jesús a hacer y luego a enseñar: tú y yo hemos de dar el testimonio del ejemplo, porque no podemos llevar una doble vida: no podemos enseñar lo que no practicamos. En otras palabras, hemos de enseñar lo que, por lo menos, luchamos por practicar”15.

El Señor, en sus largos años de trabajo en Nazaret, nos enseña el valor redentor del trabajo y nos llama a conseguir el mayor prestigio posible dentro de nuestra profesión o estudios: nos pide un trabajo sin chapuzas, con orden, con intensidad, viviendo a la vez una caridad delicada con las personas que realizan la misma tarea: con los compañeros, con los clientes, con los superiores, con los inferiores... También debemos mostrar su doctrina en el modo sobrenatural con que procuramos llevar la enfermedad que se presenta cuando menos la esperábamos, en el descanso, en los apuros económicos y en el éxito profesional, si el Señor quiere que llegue..., en el modo de divertirnos y en la alegría habitual, aun cuando nos cueste mucho esfuerzo el sonreír. Cristo será el mayor motivo del cristiano para estar siempre alegre. Y esa alegría –fruto de la paz del alma– será una señal convincente para que los demás se sientan movidos a buscarle.

El buen ejemplo, consecuencia de una auténtica vida de fe, arrastra siempre. No se trata de dar testimonio de nosotros mismos, sino del Señor. Es preciso actuar de tal manera que, “a través de las acciones del discípulo, pueda descubrirse el rostro del Maestro”16, y que podamos decir como San Pablo: sed imitadores míos, como yo lo soy de Cristo17. Él es el único Modelo, en quien nos hemos de mirar con frecuencia. De modo principal debemos imitarle en la forma de tratar a todos. La caridad fue el distintivo que Jesús nos dejó, y en ella nos han de conocer como discípulos del Señor: En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si os tenéis amor entre vosotros18. Junto a la alegría y al prestigio profesional, es, además, el medio imprescindible para ejercer el apostolado entre quienes se nos acercan. “Antes de querer hacer santos a todos aquellos a quienes amamos es necesario que les hagamos felices y alegres, pues nada prepara mejor el alma para la gracia como la leticia y la alegría.

“Tú sabes ya (...) que cuando tienes entre las manos los corazones de aquellos a quienes quieres hacer mejores, si los has sabido atraer con la mansedumbre de Cristo, has recorrido ya la mitad de tu camino apostólico. Cuando te quieren y tienen confianza en ti, cuando están contentos, el campo está dispuesto para la siembra. Pues sus corazones están abiertos como una tierra fértil, para recibir el blanco trigo de tu palabra de apóstol o de educador.

“No perdamos nunca de vista que el Señor ha prometido su eficacia a los rostros amables, a los modales afables y cordiales, a la palabra clara y persuasiva que dirige y forma sin herir: beati mites quoniam ipsi possidebunt terram, bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra. No debemos olvidar nunca que somos hombres que tratamos con otros hombres, aun cuando queramos hacer bien a las almas. No somos ángeles. Y, por tanto, nuestro aspecto, nuestra sonrisa, nuestros modales, son elementos que condicionan la eficacia de nuestro apostolado”19.

III. Hacer y enseñar, ejemplo y doctrina. “No basta el hacer para enseñar –escribe San Juan Crisóstomo–, y esto no lo digo yo, sino el mismo Cristo: el que hiciere -dice- y enseñare, ese será llamado grande (Mt 5, 19). Si el mero hacer fuera enseñar, sobraría la segunda parte del dicho del Señor, pues habría bastado con decir: el que hiciere; al distinguir las dos cosas nos da a entender que en la perfecta edificación de las almas tienen su parte las obras y la suya las palabras, y mutuamente se necesitan”20. No se trata de cosas contrapuestas ni separadas: hablar es un signo, una noticia de Cristo; y vivir es también un signo, un modo de enseñar, que confirma la veracidad del primero. El apostolado “no consiste solo en el testimonio de vida; el verdadero apóstol busca ocasiones para anunciar a Cristo con la palabra, ya a los no creyentes para llevarlos a la fe, ya a los fieles, para instruirlos, confirmarlos y estimularlos a una vida más santa”21. ¿Qué puede significar para un pagano la buena conducta de un cristiano, si no se le habla del tesoro, Cristo, que hemos encontrado? No damos ejemplo de nosotros mismos, sino de Cristo. Somos sus testigos en el mundo; y un testigo no lo es de sí mismo: da testimonio de una verdad o de unos hechos que debe enseñar. Vivir la fe y proclamar su doctrina es lo que nos pide Jesús.

A través de la propia vida, buscando las ocasiones para hablar, no desaprovechando ni una sola oportunidad que se nos presente, damos a conocer al Señor. Nuestra tarea consiste, en buena parte, en hacer alegre y amable el camino que lleva a Cristo. Si actuamos así, muchos se animarán a seguirlo, y a llevar la alegría y la paz del Señor a otros hombres.

Cuando aquella mujer del pueblo, maravillada por la doctrina de Jesús, hace el elogio de la Madre del Señor, Jesús responde: Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan22. Nadie como María Santísima ha cumplido esa recomendación de su Hijo; a Ella, que es para nosotros ejemplo amable de todas las virtudes, nos encomendamos para sacar adelante nuestros propósitos de ejemplaridad en la conducta diaria.

1 Mt 23, 1-12. — 2 San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, 72, 1. — 3 Lc 5, 26. — 4 Jn 11, 47. — 5 Jn 15, 24. — 6 Jn 14, 11. — 7 Jn 5, 26. — 8 Hech 2, 47. — 9 Ibídem. — 10 Cfr. 1 Pdr 3, 15. — 11 Hech 8, 4. — 12 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 122. — 13 Hech 1, 1. — 14 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 35. — 15 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 694. — 16 ídem, Es Cristo que pasa, 105. — 17 1 Cor 4, 16. — 18 Jn 13, 35. — 19 S. Canals, Ascética meditada, Rialp, 14ª ed. Madrid 1980, pp. 74-76. — 20 San Juan Crisóstomo, Sobre el sacerdocio, 4, 8. — 21 Conc. Vat. II, Decr. Apostolicam actuositatem, 6. — 22 Lc 11, 28.

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Santoral                   (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

 

San José Calasanz,
Fundador de los Escolapios,
Año 1648

Que Dios nos mande siempre muchos educadores como San José, 
y que su ejemplo nos lleve a recordar 
aquel famoso dicho de Jesucristo: 
"Es necesario padecer en la tierra, 
para entrar en la gloria eterna".
(Lc. 24,26).

 

Un cardenal que después fue Sumo Pontífice, llamó a San José Calasanz "un segundo Job" porque tuvo que sufrir persecuciones como el santo Job de lo Biblia.

Nuestro santo fue sepultado un 26 de agosto del año 1648.

Nació en Aragón, España, en 1556, hijo del gobernador de la región.

Su padre deseaba que fuera militar, pero los religiosos que lo instruyeron en su niñez lo entusiasmaron por la vida sacerdotal, y pidió que le dejaran hacer estudios eclesiásticos. Desde muy pequeño su gran deseo era poder alejar el mal y el pecado de las almas de los demás.

En el colegio se burlaban de él los compañeros, porque les perecía demasiado piadoso, pero poco a poco con su amabilidad los fue ganando a su favor.

Siendo universitario tuvo que huir de la ciudad donde estudiaba porque una mujer joven pretendía hacerlo pecar. Imitaba así a José el de la Biblia, que prefirió perder cualquier amistad aunque fuera de persona de alta clase social, con tal de no ofender a Dios.

Su padre deseaba que José fuera el heredero administrador de sus muchos bienes y riquezas. Pero en una gravísima enfermedad, el joven le prometió a Dios que si le concedía la curación, se dedicaría únicamente a trabajar por la salvación de las almas. El joven curó de la enfermedad, y entonces el papá le permitió cumplir su promesa, y fue ordenado sacerdote. Ya antes se había graduado de doctor en la universidad de Alcalá.

Cargos importantes. Como tenía fama de gran santidad y de mucha sabiduría, el señor obispo le fue concediendo puestos de mucha responsabilidad. Primero lo envío a una región montañosa donde la gente era casi salvaje y muy ignorante en religión. Allá, entre nieves y barrizales y por caminos peligrosos, se propuso visitar familia por familia para enseñarles la religión y el cambio total.

En Barcelona existía una terrible pelea entre dos familias de las principales de la ciudad, con grave peligro de matanzas. San José fue enviado a poner la paz y logró que se casara un joven de una de las familias con una muchacha de la familia contraria y así volvió a ver paz entre los que antes eran enemigos.

El señor obispo de Urgel lo nombró su vicario general, el más alto puesto en la diócesis después del prelado.

Renuncia a todo. Pero él sentía una voz en su interior que le decía: "¡Váyase a Roma! ¡Váyase a Roma!" Y en sueños veía multitudes de niños desamparados que le suplicaban se dedicara a educarlos. Así que renunciado a sus altos puestos, y repartiendo entre los pobres las grandes riquezas que había heredado de sus padres, se dirigió a pie a la Ciudad Eterna.

Educador de los pobres. En Roma se hizo socio de una cofradía que se dedicaba a enseñar catecismo a los niños y se dio cuenta de que la ignorancia religiosa era total y que no bastaba con enseñar religión los domingos, sino que era necesario fundar escuelas para que los jovencitos tuvieran educación e instrucción durante la semana. En ese tiempo los gobiernos no tenían ni escuelas ni colegios, y la juventud crecía sin instrucción. Se reunió con unos sacerdotes amigos y fundó entonces su primera escuela en Roma. Su fin era instruir en la religión y formar buenos ciudadanos. Pronto tuvieron ya cien alumnos. Tenían que conseguir profesores y edificio, porque los gobiernos no costeaban nada de eso. Pronto fueron llegando nuevos colaboradores y los alumnos fueron ya setecientos. Más tarde eran ya mil los jóvenes que estudiaban en las escuelas dirigidas por José y su amigos. En sus ratos libres se dedicaban a socorrer enfermos y necesitados, especialmente cuando llegaban la peste o las inundaciones. Con su amigo San Camilo eran incansables en ayudar.

Los escolapios. A sus institutos educativos les puso por nombre "Escuelas Pías" y los padres que acompañaban al padre Calasanz se llamaron Escolapios. Después de un par de años ya había "Escuelas Pías" en muchos sitios de Italia y en muchos países. Ahora los padres Escolapios tienen 205 casas en el mundo, dedicadas a la educación, con 1630 religiosos. Son estimadísimos como educadores.

Visitas repentinas e inesperadas. Los envidiosos empezaron a hacer llegar quejas contra las Escuelas Pías, y el Sumo Pontífice Clemente VIII envió a los sabios Cardenales Baronio y Antoniani a que hicieran una visita sorpresa a las tales escuelas. Los dos cardenales se presentaron repentinamente sin previo aviso y encontraron que todo funcionaba tan sumamente bien, que el Papa al escuchar su excelente informe se propuso ayudarlas mucho más en adelante. Algo parecido hizo más tarde el Papa Paulo V y al darse cuenta de los bien que funcionaban las escuelas del padre Calasanz, le concedió toda su ayuda. Y en verdad que la necesitaba porque las dificultades que se les presentaban eran muy grandes.

Empiezas los dolores. El padre Calasanz tenía una gran fuerza y un día se echó sobre sus espaldas una pesadísima campana y se subió por una escalera para llevarla a la torre. Pero la escalera se partió y él cayó con la campana y se rompió una pierna. Duró varios meses en cama entre la vida y la muerte y desde entonces su falta de salud lo hizo sufrir mucho. Pero los mayores sufrimientos le iban a llegar de otra manera totalmente inesperada.

La persecución. Recibió el padre Calasanz como colaborador a un hombre ambicioso y lleno de envidia, el cual se propuso hacerle la guerra y quitarle el cargo de Superior General. Por las calumnias de este hombre y de varios más, nuestro santo fue llevado a los tribunales y solamente la intervención de un cardenal obtuvo que no lo echaran a la cárcel. Él repetía: "Me acusan de cosas que no he hecho, pero yo dejo a Dios mi defensa". El envidioso logró a base de calumnias que a San José Calasanz le quitaran el cargo de Superior General, y después las acusaciones mentirosas llegaron a tal punto que la Santa Sede determinó acabar con la congregación que el santo había fundado. San José al escuchar tan triste noticia, repitió las palabras del Santo Job: "Dios me lo dio, Dios me lo quitó, bendito sea Dios".

Afortunadamente, después se supo la verdad y al Fundador le fueron restituidos sus cargos y la Comunidad volvió a ser aprobada y ahora está extendida por todo el mundo.

Dicen que San Alfonso de Ligorio cuando estaba fundando la Congregación de Padres Redentoristas, y encontraba fuertes dificultades y oposiciones, leía la vida de San José de Calasanz para animarse y seguir luchando hasta conseguir la definitiva aprobación.

El 25 de agosto del año 1648, a la edad de 92 años pasó este gran apóstol a la eternidad, a recibir el premio de sus grandes obras apostólicas y de sus muchísimos sufrimientos. 

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María del Tránsito de Jesús Sacramentado Cabanillas, Beata

María del Tránsito de Jesús Sacramentado Cabanillas

Fundadora de la
Congregación de las Hermanas Misioneras de la Tercera Orden de San Francisco de la Argentina

Martirologio Romano: En Córdoba, ciudad de la República Argentina, beata María del Tránsito de Jesús Sacramentado Cabanillas, virgen, que se dedicó con empeño a la formación cristiana de la infancia pobre y abandonada, fundando en ese país el Instituto de las Hermanas Misioneras de la Tercera Orden de San Francisco (1885).

Fecha de beatificación: Su Santidad Juan Pablo II la beatificó el 14 de abril del 2002, y estableció que su fiesta se celebre el 25 de agosto.

 

María del Tránsito Eugenia de los Dolores Cabanillas nació el día 15 de agosto de 1821 en la estancia de Santa Leocadia, actual Carlos Paz (Córdoba, Argentina). Su padre, Felipe Cabanillas Toranzo, descendía de una familia de Valencia (España) emigrada a Argentina durante la segunda mitad del siglo XVII y que logró reunir una cierta fortuna económica en su nuevo ambiente, pero que se distinguió sobre todo por su profunda religiosidad cristiana.

En 1816, el Sr. Felipe Cabanillas se unió en matrimonio con la joven Francisca Antonia Luján Sánchez, de la que tuvo once hijos. Tres fallecieron prematuramente, cuatro contrajeron matrimonio y los otros se consagraron a Dios: uno como sacerdote secular y tres como religiosas en diversos Institutos, continuando así una larga y gloriosa tradición familiar.

La Beata era la tercera nacida de la familia. Bautizada por D. Mariano Aguilar el día 10 de enero de 1822 en la capilla de San Roque, le impusieron los nombres de Tránsito, es decir, María del Tránsito o María Asunción, y de Eugenia de los Dolores. Recibió el sacramento de la confirmación con cierto retraso, el día 4 de abril de 1936, dada la lejanía del centro diocesano.

Tras la primera educación familiar, María del Tránsito fue enviada a Córdoba, ciudad de nobles tradiciones culturales, con su famosa universidad del siglo XVII, fundada por el obispo franciscano Fernando Trejo y Sanabria, y los colegios de Santa Catalina (1613) y de Santa Teresa (1628). Desde 1840, al tiempo que seguía sus estudios, cuidó de su hermano menor, que estaba preparándose para el sacerdocio en el seminario de Nuestra Señora de Loreto de la citada ciudad de Córdoba.

En 1850, tras la muerte del Sr. Felipe Cabanillas, la familia entera se trasladó definitivamente a Córdoba, por lo que la Venerable María del Tránsito se estableció con su madre, su hermano, que fue ordenado sacerdote en 1853, sus hermanas y cinco primas huérfanas en una casita situada cerca de la iglesia de San Roque. María del Tránsito se distinguió por su piedad, sobre todo hacia la Eucaristía, llevó a cabo una intensa actividad como catequista e hizo muchas obras de misericordia, visitando frecuentemente a los pobres y a los enfermos en compañía de su prima Rosario.

Después del fallecimiento de su madre (13 de abril de 1858), la Beata ingresó en la Tercera Orden Franciscana e intensificó su vida de oración y de penitencia, dirigida espiritualmente por el Padre Buenaventura Rizo Patrón, franciscano, que sería ordenado obispo de Salta en 1862. Pero ella anhelaba consagrarse a Dios por entero. Por eso, en 1859, con ocasión de su profesión en la TOF, emitió el voto de virginidad perpetua y empezó a pensar en la fundación de un Instituto para la instrucción cristiana de la infancia pobre y abandonada.

En 1871 entró en contacto con la Sra. Isidora Ponce de León, que se interesaba vivamente por la erección de un monasterio de carmelitas en Buenos Aires. Al año siguiente, María del Tránsito la siguió hasta Buenos Aires e ingresó en el monasterio el 19 de marzo de 1873, el mismo día en que fue inaugurado. Pero su compromiso ascético se reveló superior a sus fuerzas físicas, cayó enferma y, por razones de salud, tuvo que abandonar la clausura en abril de 1874. En septiembre de aquel mismo año, creyéndose suficientemente recuperada, ingresó en el convento de las religiosas de la Visitación de Montevideo, pero también allí cayó enferma pocos meses después.

La Beata acepta todo con admirable resignación, abandonándose cada vez con más confianza en las manos de la Divina Providencia. Contemporáneamente, vuelve a emerger su idea de una fundación educativa y asistencial al servicio de la infancia. Varios franciscanos la alientan a ello y D. Agustín Garzón le ofrece una casa y su colaboración y la pone en contacto con el P. Ciríaco Porreca, OFM, de Río Cuarto.

El día 8 de diciembre de 1878, obtenida la aprobación eclesiástica de su proyecto de fundación y de las constituciones y después de unos ejercicios espirituales predicados por el P. Porreca, María del Tránsito Cabanillas, en compañía de sus dos compañeras Teresa Fronteras y Brígida Moyano, pone en marcha la Congregación de las Hermanas Terciarias Misioneras Franciscanas de la Argentina. A petición de la Fundadora, el P. Ciríaco Porreca, OFM, es nombrado director del Instituto. El 2 de febrero de 1879 María del Tránsito Cabanillas y sus dos primeras compañeras emiten la profesión religiosa y el día 27 de aquel mismo mes y año escriben al
P. Bernardino de Portogruaro, Ministro general de la Orden de Frailes Menores, solicitándole la agregación de su Instituto a la Orden Franciscana. El P. Bernardino de Portogruaro les responde afirmativamente el día 28 de enero de 1880.

La nueva Congregación tuvo inmediatamente una floración de vocaciones, de manera que todavía en vida de la Fundadora se inauguró el colegio de Santa Margarita de Cortona en San Vicente, así como el del Carmen en Río Cuarto y el de la Inmaculada Concepción en Villa Nueva.

La Beata guiaba el floreciente Instituto con admirable sabiduría, pero sus fuerzas físicas iban cediendo gradualmente a las fatigas de cada día y a los rigores ascéticos. El 25 de agosto de 1885 moría santamente, como había vivido durante toda su vida, dejando en herencia heroicos ejemplos de humildad y de caridad al servicio sobre todo de la infancia, de los pobres, de los enfermos y de sus hermanas. En su currículo espiritual deben subrayarse sobre todo la prudencia, la paciencia, la fortaleza de ánimo para afrontar las múltiples pruebas de la vida, su asidua actividad enseñando el catecismo y atendiendo a la infancia abandonada, su amor a la pureza y la confianza en la Divina Providencia, que le respondía con frecuencia con signos sorprendentes.

Como Fundadora, la Beata supo infundir en sus hijas el espíritu sobrenatural, la generosidad, el amor a la infancia, el espíritu de penitencia y de mortificación.

Su Santidad Juan Pablo II declaró la heroicidad de las virtudes de la Beata el día 28 de junio de 1999.

Su Santidad Juan Pablo II la beatificó el 14 de abril del 2002, y estableció que su fiesta se celebre el 25 de agosto

Reproducido con autorización de
Vatican.va

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Fuente: Franciscanos.org
Luis IX, Santo Rey de Francia, 25 de agosto  

Luis IX, Santo

Rey de Francia

Maartirologio Romano: San Luis IX, rey de Francia, que, tanto en tiempo de paz como durante la guerra para defensa de los cristianos, se distinguió por su fe activa, su justicia en el gobierno, el amor a los pobres y la paciencia en las situaciones adversas. Tuvo once hijos en su matrimonio, a los que educó de una manera inmejorable y piadosa, y gastó sus bienes, fuerzas y su misma vida en la adoración de la Cruz, la Corona y el sepulcro del Señor, hasta que, contagiado de peste, murió en el campamento de Túnez, en la costa de África del Norte (1270).

Etimología: Luis = guerrero ilustre. Viene de la lengua alemana.

Fecha de canonización: El Papa Bonifacio VIII lo canonizo en el año 1297

 

San Luis, rey de Francia, es, ante todo, una Santo cuya figura angélica impresionaba a todos con sólo su presencia. Vive en una época de grandes heroísmos cristianos, que él supo aprovechar en medio de los esplendores de la corte para ser un dechado perfecto de todas las virtudes. Nace en Poissy el 25 de abril de 1214, y a los doce años, a la muerte de su padre, Luis VIII, es coronado rey de los franceses bajo la regencia de su madre, la española Doña Blanca de Castilla. Ejemplo raro de dos hermanas, Doña Blanca y Doña Berenguela, que supieron dar sus hijos, más que para reyes de la tierra, para santos y fieles discípulos del Señor. Las madres, las dos princesas hijas del rey Alfonso VIII de Castilla, y los hijos, los santos reyes San Luis y San Fernando.

En medio de las dificultades de la regencia supo Doña Blanca infundir en el tierno infante los ideales de una vida pura e inmaculada. No olvida el inculcarle los deberes propios del oficio que había de desempeñar más tarde, pero ante todo va haciendo crecer en su alma un anhelo constante de servicio divino, de una sensible piedad cristiana y de un profundo desprecio a todo aquello que pudiera suponer en él el menor atisbo de pecado. “Hijo -le venía diciendo constantemente-, prefiero verte muerto que en desgracia de Dios por el pecado mortal”.

Es fácil entender la vida que llevaría aquel santo joven ante los ejemplos de una tan buena y tan delicada madre. Tanto más si consideramos la época difícil en que a ambos les tocaba vivir, en medio de una nobleza y de unas cortes que venían a convertirse no pocas veces en hervideros de los más desenfrenados, rebosantes de turbulencias y de tropelías. Contra éstas tuvo que luchar denodadamente Doña Blanca, y, cuando el reino había alcanzado ya un poco de tranquilidad, hace que declaren mayor de edad a su hijo, el futuro Luis IX, el 5 de abril de 1234. Ya rey, no se separa San Luis de la sabia mirada de su madre, a la que tiene siempre a su lado para tomar las decisiones más importantes. En este mismo año, y por su consejo, se une en matrimonio con la virtuosa Margarita, hija de Ramón Berenguer, conde de Provenza. Ella sería la compañera de su reinado y le ayudaría también a ir subiendo poco a poco los peldaños de la santidad.

En lo humano, el reinado de San Luis se tiene como uno de los más ejemplares y completos de la historia. Su obra favorita, las Cruzadas, son una muestra de su ideal de caballero cristiano, llevado hasta las últimas consecuencias del sacrificio y de la abnegación. Por otra parte, tanto en la política interior como en la exterior San Luis ajustó su conducta a las normas más estrictas de la moral cristiana. Tenía la noción de que el gobierno es más un deber que un derecho; de aquí que todas sus actividades obedecieran solamente a esta idea: el hacer el bien buscando en todo la felicidad de sus súbditos.

Desde el principio de su reinado San Luis lucha para que haya paz entre todos, pueblos y nobleza. Todos los días administra justicia personalmente, atendiendo las quejas de los oprimidos y desamparados. Desde 1247 comisiones especiales fueron encargadas de recorrer el país con objeto de enterarse de las más pequeñas diferencias. Como resultado de tales informaciones fueron las grandes ordenanzas de 1254, que establecieron un compendio de obligaciones para todos los súbditos del reino.

El reflejo de estas ideas, tanto en Francia como en los países vecinos, dio a San Luis fama de bueno y justiciero, y a él recurrían a veces en demanda de ayuda y de consejo. Con sus nobles se muestra decidido para arrancar de una vez la perturbación que sembraban por los pueblos y ciudades. En 1240 estalló la última rebelión feudal a cuenta de Hugo de Lusignan y de Raimundo de Tolosa, a los que se sumó el rey Enrique III de Inglaterra. San Luis combate contra ellos y derrota a los ingleses en Saintes (22 de julio de 1242). Cuando llegó la hora de dictar condiciones de paz el vencedor desplegó su caridad y misericordia. Hugo de Lusignan y Raimundo de Tolosa fueron perdonados, dejándoles en sus privilegios y posesiones. Si esto hizo con los suyos, aún extremó más su generosidad con los ingleses: el tratado de París de 1259 entregó a Enrique III nuevos feudos de Cahors y Périgueux, a fin de que en adelante el agradecimiento garantizara mejor la paz entre los dos Estados.

Padre de su pueblo y sembrador de paz y de justicia, serán los títulos que más han de brillar en la corona humana de San Luis, rey. Exquisito en su trato, éste lo extiende, sobre todo, en sus relaciones con el Papa y con la Iglesia. Cuando por Europa arreciaba la lucha entre el emperador Federico II y el Papa por causa de las investiduras y regalías, San Luis asume el papel de mediador, defendiendo en las situaciones más difíciles a la Iglesia. En su reino apoya siempre sus intereses, aunque a veces ha de intervenir contra los abusos a que se entregaban algunos clérigos, coordinando de este modo los derechos que como rey tenía sobre su pueblo con los deberes de fiel cristiano, devoto de la Silla de San Pedro y de la Jerarquía. Para hacer más eficaz el progreso de la religión en sus Estados se dedica a proteger las iglesias y los sacerdotes. Lucha denodadamente contra los blasfemos y perjuros, y hace por que desaparezca la herejía entre los fieles, para lo que implanta la Inquisición romana, favoreciéndola con sus leyes y decisiones.

Personalmente da un gran ejemplo de piedad y devoción ante su pueblo en las fiestas y ceremonias religiosas. En este sentido fueron muy celebradas las grandes solemnidades que llevó a cabo, en ocasión de recibir en su palacio la corona de espinas, que con su propio dinero había desempeñado del poder de los venecianos, que de este modo la habían conseguido del empobrecido emperador del Imperio griego, Balduino II. En 1238 la hace llevar con toda pompa a París y construye para ella, en su propio palacio, una esplendorosa capilla, que de entonces tomó el nombre de Capilla Santa, a la que fue adornando después con una serie de valiosas reliquias entre las que sobresalen una buena porción del santo madero de la cruz y el hierro de la lanza con que fue atravesado el costado del Señor.

A todo ello añadía nuestro Santo una vida admirable de penitencia y de sacrificios. Tenía una predilección especial para los pobres y desamparados, a quienes sentaba muchas veces a su mesa, les daba él mismo la comida y les lavaba con frecuencia los pies, a semejanza del Maestro. Por su cuenta recorre los hospitales y reparte limosnas, se viste de cilicio y castiga su cuerpo con duros cilicios y disciplinas. Se pasa grandes ratos en la oración, y en este espíritu, como antes hiciera con él su madre, Doña Blanca, va educando también a sus hijos, cumpliendo de modo admirable sus deberes de padre, de rey y de cristiano.

Sólo le quedaba a San Luis testimoniar de un modo público y solemne el gran amor que tenía para con nuestro Señor, y esto le impulsa a alistarse en una de aquellas Cruzadas, llenas de fe y de heroísmo, donde los cristianos de entonces iban a luchar por su Dios contra sus enemigos, con ocasión de rescatar los Santos Lugares de Jerusalén. A San Luis le cabe la gloria de haber dirigido las dos últimas Cruzadas en unos años en que ya había decaído mucho el sentido noble de estas empresas, y que él vigoriza de nuevo dándoles el sello primitivo de la cruz y del sacrificio.

En un tiempo en que estaban muy apurados los cristianos del Oriente el papa Inocencio IV tuvo la suerte de ver en Francia al mejor de los reyes, en quien podía confiar para organizar en su socorro una nueva empresa. San Luis, que tenía pena de no amar bastante a Cristo crucificado y de no sufrir bastante por Él, se muestra cuando le llega la hora, como un magnífico soldado de su causa. Desde este momento va a vivir siempre con la vista clavada en el Santo Sepulcro, y morirá murmurando: “Jerusalén”.

En cuanto a los anteriores esfuerzos para rescatar los Santos Lugares, había fracasado, o poco menos, la Cruzada de Teobaldo IV, conde de Champagne y rey de Navarra, emprendida en 1239-1240. Tampoco la de Ricardo de Cornuailles, en 1240-1241, había obtenido otra cosa que la liberación de algunos centenares de prisioneros.

Ante la invasión de los mogoles, unos 10.000 kharezmitas vinieron a ponerse al servicio del sultán de Egipto y en septiembre de 1244 arrebataron la ciudad de Jerusalén a los cristianos. Conmovido el papa Inocencio IV, exhortó a los reyes y pueblos en el concilio de Lyón a tomar la cruz, pero sólo el monarca francés escuchó la voz del Vicario de Cristo.

Luis IX, lleno de fe, se entrevista con el Papa en Cluny (noviembre de 1245) y, mientras Inocencio IV envía embajadas de paz a los tártaros mogoles, el rey apresta una buena flota contra los turcos. El 12 de junio de 1248 sale de París para embarcarse en Marsella. Le siguen sus tres hermanos, Carlos de Anjou, Alfonso de Poitiers y Roberto de Artois, con el duque de Bretaña, el conde de Flandes y otros caballeros, obispos, etc. Su ejército lo componen 40.000 hombres y 2.800 caballos.

El 17 de septiembre los hallamos en Chipre, sitio de concentración de los cruzados. Allí pasan el invierno, pero pronto les atacan la peste y demás enfermedades. El 15 de mayo de 1249, con refuerzos traídos por el duque de Borgoña y por el conde de Salisbury, se dirigen hacia Egipto. “Con el escudo al cuello -dice un cronista- y el yelmo a la cabeza, la lanza en el puño y el agua hasta el sobaco”, San Luis, saltando de la nave, arremetió contra los sarracenos. Pronto era dueño de Damieta (7 de junio de 1249). El sultán propone la paz, pero el santo rey no se la concede, aconsejado de sus hermanos. En Damieta espera el ejército durante seis meses, mientras se les van uniendo nuevos refuerzos, y al fin, en vez de atacar a Alejandría, se decide a internarse más al interior para avanzar contra El Cairo. La vanguardia, mandada por el conde Roberto de Artois, se adelanta temerariamente por las calles de un pueblecillo llamado Mansurah, siendo aniquilada casi totalmente, muriendo allí mismo el hermano de San Luis (8 de febrero de 1250). El rey tuvo que reaccionar fuertemente y al fin logra vencer en duros encuentros a los infieles. Pero éstos se habían apoderado de los caminos y de los canales en el delta del Nilo, y cuando el ejército, atacado del escorbuto, del hambre y de las continuas incursiones del enemigo, decidió, por fin, retirarse otra vez a Damieta, se vio sorprendido por los sarracenos, que degollaron a muchísimos cristianos, cogiendo preso al mismo rey, a su hermano Carlos de Anjou, a Alfonso de Poitiers y a los principales caballeros (6 de abril).

Era la ocasión para mostrar el gran temple de alma de San Luis. En medio de su desgracia aparece ante todos con una serenidad admirable y una suprema resignación. Hasta sus mismos enemigos le admiran y no pueden menos de tratarle con deferencia. Obtenida poco después la libertad, que con harta pena para el Santo llevaba consigo la renuncia de Damieta, San Luis desembarca en San Juan de Acre con el resto de su ejército. Cuatro años se quedó en Palestina fortificando las últimas plazas cristianas y peregrinando con profunda piedad y devoción a los Santos Lugares de Nazaret, Monte Tabor y Caná. Sólo en 1254, cuando supo la muerte de su madre, Doña Blanca, se decidió a volver a Francia.

A su vuelta es recibido con amor y devoción por su pueblo. Sigue administrando justicia por sí mismo, hace desaparecer los combates judiciarios, persigue el duelo y favorece cada vez más a la Iglesia. Sigue teniendo un interés especial por los religiosos, especialmente por los franciscanos y dominicos. Conversa con San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino, visita los monasterios y no pocas veces hace en ellos oración, como un monje más de la casa.

Sin embargo, la idea de Jerusalén seguía permaneciendo viva en el corazón y en el ideal del Santo. Si no llegaba un nuevo refuerzo de Europa, pocas esperanzas les iban quedando ya a los cristianos de Oriente. Los mamelucos les molestaban amenazando con arrojarles de sus últimos reductos. Por si fuera poco, en 1261 había caído a su vez el Imperio Latino, que años antes fundaran los occidentales en Constantinopla. En Palestina dominaba entonces el feroz Bibars (la Pantera), mahometano fanático, que se propuso acabar del todo con los cristianos. El papa Clemente IV instaba por una nueva Cruzada. Y de nuevo San Luis, ayudado esta vez por su hermano, el rey de Sicilia, Carlos de Anjou, el rey Teobaldo II de Navarra, por su otro hermano Roberto de Artois, sus tres hijos y gran compañía de nobles y prelados, se decide a luchar contra los infieles.

En esta ocasión, en vez de dirigirse directamente al Oriente, las naves hacen proa hacia Túnez, enfrente de las costas francesas. Tal vez obedeciera esto a ciertas noticias que habían llegado a oídos del Santo de parte de algunos misioneros de aquellas tierras. En un convento de dominicos de Túnez parece que éstos mantenían buenas relaciones con el sultán, el cual hizo saber a San Luis que estaba dispuesto a recibir la fe cristiana. El Santo llegó a confiarse de estas promesas, esperando encontrar con ello una ayuda valiosa para el avance que proyectaba hacer hacia Egipto y Palestina.

Pero todo iba a quedar en un lamentable engaño que iba a ser fatal para el ejército del rey. El 4 de julio de 1270 zarpó la flota de Aguas Muertas y el 17 se apoderaba San Luis de la antigua Cartago y de su castillo. Sólo entonces empezaron los ataques violentos de los sarracenos.

El mayor enemigo fue la peste, ocasionada por el calor,

Luis IX, Santo

la putrefacción del agua y de los alimentos. Pronto empiezan a sucumbir los soldados y los nobles. El 3 de agosto muere el segundo hijo del rey, Juan Tristán, cuatro días más tarde el legado pontificio y el 25 del mismo mes la muerte arrebataba al mismo San Luis, que, como siempre, se había empeñado en cuidar por sí mismo a los apestados y moribundos. Tenía entonces cincuenta y seis años de edad y cuarenta de reinado.

Pocas horas más tarde arribaban las naves de Carlos de Anjou, que asumió la dirección de la empresa. El cuerpo del santo rey fue trasladado primeramente a Sicilia y después a Francia, para ser enterrado en el panteón de San Dionisio, de París. Desde este momento iba a servir de grande veneración y piedad para todo su pueblo. Unos años más tarde, el 11 de agosto de 1297, era solemnemente canonizado por Su Santidad el papa Bonifacio VIII en la iglesia de San Francisco de Orvieto (Italia).

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Patricia, Santa Virgen y Mártir, 25 de agosto  

Patricia, Santa

Virgen y Mártir

Martirologio Romano: Virgen mártir que dio su vida en Nápoles en las persecuciones del imperio romano y allí es venerada como patrona.

Etimología: Patricia = de noble cuna. Viene de la lengua griega.

Fecha de canonización: Fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, por lo que su culto fue aprobado por un obispo como consecuencia de la devoción popular.

 

Santa Patricia (665) descendiente del gran emperador Constantino, nació en Constantinopla. Fue educada en la corte, y siendo muy joven hizo voto de virginidad. Para poder permanece fiel a éste, huyó de la ciudad porque el emperador Costante II (668-685) quería imponerle matrimonio.

Llegó a Roma junto con Aglaia y otra joven y se puso bajo la protección del Papa Liberio, recibiendo el velo virginal. Muerto su padre, Patricia volvió a Constantinopla y renunciando a toda pretensión a la corona imperial, distribuyó sus bienes entre los pobres y emprendió una peregrinación a Tierra Santa. Pero una terrible tempestad la hizo naufragar en las costas de Nápoles, justamente en la islita de Megaride (Castel dell’Ovo), donde murió después de una brevísima enfermedad.

Por celeste revelación de Aglaia, los funerales de Patricia se hicieron de forma solemne con la participación del obispo, del duque de la ciudad y de muchísima gente. El carruaje tirado por dos caballos sin guía, detuvo la marcha delante del Monasterio de Caponapoli de los Padres basiliani, dedicado a San Nicandro y Marciano, donde Patricia, al pasar por Nápoles en su precedente viaje a Roma, había indicado que reposarían sus restos. Allí, las hermanas que la habían seguido, formaron una congregación bajo el nombre de Patricias o Hermanas de Santa Patricia.

El monasterio, trasferido por los monjes

Patricia, Santa

basiliani, quedó para las hermanas bajo la regla benedictina y tuvo varios siglos de vida gloriosa. A causa de eventos históricos y políticos, en 1864 las reliquias de la Santa fueron trasladadas al monasterio de San Gregorio Armeno, donde revestidos de cera están contenidos en una urna hecha de oro y plata y adornada con piedras preciosas, en la capilla lateral de la monumental iglesia del monasterio.

La población siempre acude a venerar a la Santa, asistiendo estupefacta al prodigio de la licuefacción de la sangre que mana de un diente conservado en un relicario. Durante varios siglos, la licuefacción de la sangre sobrevino con modalidades y tiempos diversos. Este milagro es menos conocido que la otra licuefacción que hay en Nápoles, la de San Jenaro, patrono principal dela ciudad.

Santa Patricia es la segunda patrona de Nápoles.

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Fuente: multimedios.org
Ginés (o Genesio) de Roma, Santo Mártir, 25 de agosto  

Ginés (o Genesio) de Roma, Santo

Mártir Laico

Martirologio Romano: En Roma, san Genesio, mártir, que todavía catecúmeno y desempeñando el oficio de escribano y comediante, al negarse a actuar contra los cristianos fue detenido por los soldados y bautizado con su propia sangre (303).

Etimología: Ginés = protector de la familia. Viene dela lengua alemana.

Fecha de canonización: Fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, por lo que su culto fue aprobado por un obispo como consecuencia de la devoción popular.

 

Era un comediante pagano. Como viese un bautismo cristiano, se le ocurrió parodiarlo ante el emperador Diocleciano, desempeñando el papel de enfermo. Los que le “administraban” fingían, pero él, movido por la gracia de Dios, recibió el Bautismo de agua, pues interiormente se acababa de convertir a Él. Poco después, el de sangre, por no querer adorar a los dioses. — Fiesta: 25 de agosto.

Hoy diríamos que Ginés fue actor de teatro. Cuidaba, en efecto, de las diversiones del emperador Diocleciano. Casualmente, pudo asistir, sin ser visto, a una administración del Bautismo que los cristianos conferían a sus catecúmenos, a pesar de la fuerza pública y de las leyes prohibitivas del Estado.

Pensando que su parodia agradaría al César y a los magnates de la corte, se fingió enfermo y llamó a dos colegas en el oficio para que simulasen una administración bautismal.

Lo cierto es que, mientras sus compañeros se burlaban de lo lindo, tocado él de la Gracia, siguió con gran devoción las distintas ceremonias hasta que terminaron y recibió el verdadero Bautismo de Jesucristo. Le vistieron luego, según era costumbre cristiana en los primeros siglos, con blancas vestiduras.

Para continuar la burla, el Emperador y los que le asistían, satisfechos por la seriedad que creían aparente, mandaron traer un ídolo de Venus. Indicaron a Ginés que lo adorase o se preparase para los tormentos —todo esto en broma—, pero él se incorporó del lecho en que, milagrosamente, se había despojado de su enfermedad espiritual y, de pie, se dirigió al Emperador en estos términos:

“Oídme, Emperador, y todos cuantos estáis aquí, oficiales del ejército, filósofos, senadores y pueblo, lo que voy a decir. Jamás pude ni aun oír el nombre de cristiano, antes me llenaba de horror al escucharlo, y detestaba a mis propios parientes porque profesaban aquella Religión. Procuré con vana curiosidad ver los misterios de los cristianos para que, en público, imitándolos, moviese al pueblo a risa; mas al tiempo que yo pedí el Bautismo, dentro de mí mismo sentí un remordimiento de conciencia acerca de mi vida, gastada toda en maldades; tanto, que me provocó a dolerme y a tener pesar por haber sido malo. Al tiempo que quisieron echar el agua sobre mi cabeza y me preguntaron si creía lo que los cristianos creen, levantando los ojos al cielo, vi una mano que bajaba sobre mí, y vi ángeles con rostros de fuego que de un libro recitaban todos los pecados de mi vida. Me dijeron que sería limpio de ellos si recibiese el agua purificadora. Así lo deseé. Luego que cayó sobre mí el agua bautismal, vi la escritura del libro borrada sin que ni quedase señal alguna de letras. Mira, pues, Emperador, y todos vosotros romanos, lo que es justo que haga: pretendí agradar al Emperador de la tierra y hallé gracia con el Emperador del Cielo; procuré causar risa en los hombres y causé alegría en los ángeles. Por tanto, confieso desde hoy a Jesucristo por verdadero Dios y os exhorto a todos que hagáis lo propio para salir de las tinieblas de que yo he salido”.

El emperador Diocleciano, airado en gran manera, mandó encarcelarle. Al día siguiente fue atormentado: le rasgaron los costados con uñas de hierro y le aplicaron luego hachas encendidas.

El Mártir sufrió con gran confianza estos tormentos, hasta que el verdugo le cortó la cabeza y durmió así pacíficamente en el Señor.

Es maravillosa la obra de Dios en sus Santos. San Ginés no sólo se convirtió sino que dio testimonio público de su fe y rubricó con su sangre el intenso amor a Jesucristo que abrasaba su alma.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Tomás Cantalupo de Hereford, Santo Obispo de Hereford, 25 de agosto  

Tomás Cantalupo de Hereford, Santo

Obispo de Hereford

Martirologio Romano: En Montefiascone, de la Toscana, muerte de santo Tomás Cantelupe, obispo de Hereford, en Inglaterra, quien, célebre por sus conocimientos, se mostró severo para consigo mismo, pero excepcionalmente espléndido para con los pobres (1282).

Etimología: Tomás = gemelo. Viene de la lengua aramea.

 

Nació hacia el año 1218, en Hambleden, en las proximidades de Great Marlow. Su educación quedó a cargo de su tío Walterio, obispo de Worcester, quien le envió a Oxford a los diecinueve años. Pero el joven pasó poco tiempo ahí y se trasladó luego a París con su hermano Hugo(1). En Francia los jóvenes vivían en una inmensa posesión. En 1245, acompañaron al Concilio de Lyon a su padre, quien había sido enviado como legado de Inglaterra. Probablemente Tomás recibió ahí la ordenación. El Papa Inocencio IV le concedió una dispensa para que pudiese gozar de varios beneficios eclesiásticos simultáneamente, y el joven Tomás hizo amplio uso de dicha dispensa.

Después de enseñar derecho civil en Orleans por algún tiempo, volvió a París. Ahí obtuvo el título de licenciado y entonces pasó a Oxford a enseñar derecho canónico. Fue elegido canciller de la Universidad. Aunque se distinguió siempre por su caridad para con los estudiantes pobres, no dejaba por ello de exigir severamente el cumplimiento de la disciplina. Después de la derrota de Enrique III en Lewes, Tomás fue nombrado canciller del reino. Su prudencia, su valor, su sentido de justicia y su absoluto desprecio del respeto humano, así como su incorruptible honradez hacían de él un prototipo de magistrado. Sin embargo, no ocupó mucho tiempo el cargo, ya que fue depuesto cuando Simón de Montfort triunfó en Evesham. El santo, que tenía entonces unos cuarenta y siete años, se retiró a París.

Algunos años más tarde retornó a Oxford. recibió el grado de doctor en teología en la iglesia de los dominicos. En el discurso que pronunció con tal ocasión, Roberto Kilwardby, arzobispo electo de Canterbuy declaró que el nuevo doctor había llevado una vida irreprochable. Administraba sus beneficios por medio de vicarios y solía presentarse de improviso para estar seguro de que sus súbditos recibían los cuidados corporales y espirituales que se les debían. En 1275, elegido obispo de Hereford, recibió la consagración episcopal en la iglesia de Cristo, de Canterbury.

Debido a las guerras civiles y a la pusilanimidad de sus dos predecesores la amplia y rica diócesis de Hereford se hallaba en un estado lamentable cuando Santo Tomás fue elegido para gobernarla. Enfrentándose con los señores temporales y espirituales de la región, que se aferraban a sus derechos y posesiones, fue venciéndolos uno a uno. Excomulgó a Corbet, barón de Gales; obligó a lord Clifford a hacer penitencia pública en la catedral de Hereford; el obispo de Saint Asaph y el obispo de Menevia, que habían tratado de impedir que consagrase la iglesia abacial de Dors, experimentaron el peso de la mal de la mano aquel prelado feudal, que era a la vez barón y obispo, "solícito y prudente en las cosas de este mundo y todavía más solícito y prudente en las de Dios".

Entre los numerosos incidentes y rasgos de la vida y la persona de Santo Tomás que se hallan consignados en el proceso de canonización, se cuenta que, cuando visitaba su diócesis, preguntaba a todos los niños que encontraba en el camino si estaban confirmados; si la respuesta era negativa, procedía a conferirles inmediatamente el sacramento. Excomulgaba y reprendía a los pecadores públicos, sobre todo a aquellos que ocupaban puestos de importancia y daban mal ejemplo a sus subordinados.

Desgraciadamente, en los últimos años de la vida de Santo Tomás estalló una disputa entre él y Juan Peckham, arzobispo de Canterbury, debido a ciertas cuestiones de jurisdicción y a algunos incidentes ocurridos en la diócesis de Hereford. En un sínodo que tuvo lugar en Reading en 1279, Santo Tomás encabezó a los sufragáneos ofendidos. Roma les dio la razón a su debido tiempo; pero Juan Peckham excomulgó a Santo Tomás. Algunos obispos se negaron a publicar el decreto de excomunión, y Santo Tomás anunció públicamente que iba a apelar ante el Papa Martín IV, a quien fue a ver a Roma. Todavía se conservan ahí algunas cartas de los procuradores de Juan Peckham. A pesar del alboroto que éstos causaron en la Ciudad Eterna, el Sumo Pontífice acogió amablemente a Santo Tomás en Orvieto. Mientras se estudiaba el proceso, el santo se retiró a Montefiascone, pero, ya para entonces, las fatigas y el calor del viaje habían arruinado su salud y cayó gravemente enfermo. Se cuenta que uno de sus capellanes, al comprender que la enfermedad era mortal, le dijo: "Señor, ¿no quisierais confesaros?" Tomás se le quedó mirando y replicó: "Estáis loco." El capellán repitió por dos veces la proposición y recibió la misma respuesta. Lo que ignoraba el pobre capellán era que el santo acostumbraba confesarse todos los días. Santo Tomás falleció el 25 de agosto de 1282 y fue sepultado en Orvieto. Sus reliquias fueron pronto trasladadas a Hereford. La capilla catedralicia en la que fueron depositadas, se convirtió en uno de los santuarios más famosos del occidente de Inglaterra (Juan Peckham se negó a conceder el permiso de enterrar los restos hasta que vio con sus propios ojos el certificado de absolución concedido por la penitenciaría papal). Los milagros empezaron a multiplicarse: en las actas de canonización se enumeran nada menos que cuatrocientos veintinueve. La causa se introdujo a instancias del rey Eduardo I y llegó a su término en 1320.

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Fuente: Op.org.ar
Pedro Vázquez, Beato Mártir, 25 de agosto  

Pedro Vázquez, Beato

Mártir

Martirologio Romano: En Shimabara, de Japón, beatos mártires Miguel Carvalho, de la Compañía de Jesús; Pedro Vázquez, de la Orden de Predicadores; Luis Sotelo y Luis Sasanda, presbíteros, y Luis Baba, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, que fueron quemados vivos a causa de su fe en Cristo (1624).

Fecha de beatificación: Fue beatificado por Pío IX el 7 de julio de 1867.

 


Nace en Verín (Orense) pero estudió en Madrid y es hijo del convento de nuestra Señora de Atocha.

Estudió la filosofía en Segovia y la teología en Avila. Llega a Manila en 1615 y pasa a Japón en 1621, siendo apresado en 1623.

Muere a fuego lento el 25 de agosto de 1624 y sus restos fueron arrojados al mar.

Tuvo gran valentía en su predicación y deseo del martirio.

Fue beatificado por Pío IX el 7 de julio de 1867.

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Ginés (o Genesio) de Arlés, Santo Mártir, 25 de agosto  

Ginés (o Genesio) de Arlés, Santo

Patrono de los Notarios Latinos

Martirologio Romano: En Arlés, de la Provenza, san Genesio, mártir, que todavía catecúmeno y desempeñando el oficio de escribano, al negarse a actuar contra los cristianos buscó la salvación en la huida, pero, detenido por los soldados, fue bautizado con su propia sangre (~305).

 

Ginés, nativo de Arlés, fue un soldado que llegó a ser conocido por su maestría en la escritura, por lo que fue nombrado secretario del magistrado romano de Arlés.

En el desarrollo de las funciones de su oficio, le fue dictado para ser copiado el decreto de persecución de los cristianos.

Indignado en su ideal de justicia, el joven catecúmeno lanzó las tablillas de cera donde tomaba sus notas a los pies del magistrado y huyó.

Fue capturado y ejecutado y recibió el bautismo en su propia sangre.

Su veneración debe ser muy antigua, y su nombre se halla en el Martyrologium Hieronymianum. Una iglesia y un altar dedicados a él eran ya conocidos en el siglo IV. Así, el obispo de la ciudad, San Hilario de Arlés, cuenta que, mientras se celebraba la solemnidad de San Ginés:

"Iba mucha gente a su iglesia, y tenían que pasar por una puente del río Ródano, pero cargó tanta multitud que iba al oficio, que se hundió ... estaba allí el entonces obispo de la ciudad, llamado Honorato, se puso de rodillas pidiendo a San Ginés alcanzase de Dios remedio para toda aquella gente que por ir a honrarlo padecía tal desgracia ... no había concluido su petición, cuando se vio que salían del río cuantos en él habían caído. Ninguno quedó ahogado, ninguno tullido de pie o mano, ninguno descalabrado. Mojados todos y todos muy alegres ... Pasaron en barcas el río y fueron a la iglesia de San Ginés para dar gracias a Dios por lo que había hecho por la intercesión del Santo".

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Fuente: Franciscanos.net
Luis Baba, Beato Mártir, 25 de agosto  

Luis Baba, Beato

Mártir

Martirologio Romano: En Shimabara, de Japón, beatos mártires Miguel Carvalho, de la Compañía de Jesús; Pedro Vázquez, de la Orden de Predicadores; Luis Sotelo y Luis Sasanda, presbíteros, y Luis Baba, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, que fueron quemados vivos a causa de su fe en Cristo (1624).

Fecha de beatificación: por Pío IX el 7 de julio de 1867

 

Luis Baba, mártir en el Japón, nació de una familia japonesa de antigua tradición católica y fue el catequista predilecto de Fray Luis Sotelo, franciscano. Por su celo y sus capacidades catequísticas fue escogido por él como compañero de misión en los muchos y largos viajes, una experiencia que lo confirmó siempre más en su propósito de prodigarse para el servicio de la fe. De regreso de España visitó a México y luego llegó a las islas Filipinas.

La última parte del viaje de Manila a Nagasaki se realizó en un junco de japoneses, los cuales, temiendo comprometerse por haber transportado al país misioneros (era el tiempo de la dura persecución), los entregaron sin más a las autoridades, que los arrestaron y en 1622 los enviaron a Omura, donde el catequista Luis vio realizarse su antiguo deseo de ser admitido a la Tercera Orden de San Francisco y vestir su hábito.

La mañana del 25 de agosto de 1624 el gobernador de Omura notificó a Luis Baba y a otros cuatro prisioneros la sentencia que los condenaba al suplicio del fuego. Ante esta noticia el ánimo de ellos se sintió pleno de gozo y juntos dieron gracias a Dios. Antes de ser conducidos al suplicio, el gobernador los sometió a un interrogatorio preguntándoles sus nombres y su especialidad. Por todos respondió el Beato Luis Sotelo: “estos dos padres pertenecen uno a la Orden de Santo Domingo y el otro a la compañía de Jesús y se llaman Pedro Vásquez y Miguel Carvalho. De estos dos japoneses, uno es sacerdote y religioso de mi Orden, el otro, Luis Baba, antes era catequista, y yo en la prisión lo recibí en la Orden de la Penitencia de San Francisco. Todos nosotros predicamos la fe en Jesucristo y estamos prontos a morir en testimonio de esta fe”.

El gobernador tomó nota de esta declaración y los santos confesores de la fe fueron conducidos al lugar de la ejecución cerca de Omura donde habían muerto mártires también el Beato Apolinar Franco y sus compañeros. A lo largo del viaje no cesaron de predicar a Jesucristo. Al llegar al lugar establecido fueron atados a los postes y se encendieron las hogueras. El mártir Luis Baba, sintiendo aflojarse los lazos que lo mantenían atado pasó entre las llamas y se arrodilló delante del Beato Luis Sotelo para recibir su última bendición, luego regresó tranquilamente a su poste y esperó allí la muerte sonriente.

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Aredio de Limoges, Santo Abad, 25 de agosto  

Aredio de Limoges, Santo

Abad

Martirologio Romano: En Attane, en el territorio de Limoges, en Aquitania, san Aredio, abad, que compuso una Regla llena de sabiduría para el cenobio que había fundado, extraída de los escritos de distintos autores de vida monástica (591).


Limoges sobre 510 ó 516 - †Saint-Yrieix-la-Perche, 25 de agosto de 591

Abad en Limoges y canciller de Teodeberto II, el rey de Austrasia, en el siglo VI. Fundador del monasterio de Attanum, y las comunas francesas conocidas como St. Yrieix (nombre con el que se conoce a este santo en Francia). Entre ellas se encuentran Saint-Yrieix-les-Bois, Saint-Yrieix-la-Perche y Saint-Yrieix-la-Montagne.

Aredio fue hijo del terrateniente Jucundus y su mujer Pelagia. Crecío en la corte de Teodeberto I de Austrasia. Le eligieron canciller alrededor del año 540. El obispo de Trier, le animó a entrar en un monasterio. Tras recibir la tonsura, durante la canción de un salmo, se sentó una paloma sobre su cabeza y se quedó un rato con él en el monasterio. Después de la muerte de su padre y su hermano, alrededor al año 540 o 545, volvió a su tierra y se ocupó de los bienes de la familia. Allí, en Attane, fundó en 564/572 un monasterio bajo la regla de San Basilio con delegaciones en Vigeois y Excideuil en el Périgord. Como peregrino visitó las tumbas de Julián de Brioude, de Radegundis de Poitiers y de San Martín de Tours. Durante sus viajes adquirió varios relicarios, -por ejemplo de San Martín-, y realizó algunos milagros.

Coleccionó relatos de milagros que más tarde se los pasó a su amigo Gregorio de Tours. Él menciona a Aredio brevemente en su obra “Historia Francorum”. Otro amigo, el poeta Venantius Fortunatus honraba a Aredio con un poema en el año 576.

La carrera anterior de canciller, le permitió realizar una cierta actividad diplomática. Después de la muerte de Chilperico I de Aquitania, intercedió entre el duque Desiderio y el rey Gontrán I de Francia, lo que resultó en el tratado de Andelot en el 28 de noviembre de 587.

Aredio murió de tifus en una edad mayor y fue enterrado en la iglesia de su monasterio.

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Fuente: Dominicoscoval.org
Luis Urbano Lanaspa, Beato Presbítero y Mártir, 25 de agosto  

Luis Urbano Lanaspa, Beato

Presbítero y Mártir

Martirologio Romano: En Valencia, de España, beato Luis Urbano Lanaspa, presbítero de la Orden de Predicadores y mártir, que llevó a cabo una gloriosa prueba por Cristo (1936).

Fecha de beatificación: El 11 de marzo del año 2001, el papa Juan Pablo II lo beatificó junto a otros
232 mártires de la persecución religiosa en España.

 

Nace el 3 de junio de 1882. Cursa los primeros estudios en los Escolapios de Zaragoza. A los 14 años ingresa en el Seminario conciliar para dar comienzo los estudios de Filosofía, y ejerce de sacristán en la iglesia de las monjas dominicas de santa Inés.
Toma el hábito de santo Domingo el día 30 de octubre de 1898 en Padrón, La Coruña (Provincia dominicana de España). Estuvo en los conventos de Corias (Asturias) y san Esteban de Salamanca.

Fue ordenado sacerdote el 22 de septiembre de 1906.

Simultanea la carrera eclesiástica con la carrera de Ciencias Físicas obteniendo el doctorado en la Universidad central de Madrid.

El año 1912, para restaurar la Provincia de Aragón, viene a Valencia en donde desplegará su actividad con la máxima competencia como predicador, profesor, escritor, director de almas y promotor de la beneficencia social.

Embarca para Santiago de Chile, Perú y Ecuador como orador sagrado del Legado Pontificio Cardenal Juan Bautista Benlloch y Vivó. Es agraciado con el título de Predicador General en la Orden y la Corona de España le otorga el título de Predicador de su Majestad.

Es merecedor del grado de Maestro en Teología. Entre otras publicaciones, en 1914 escribe sobre ecumenismo presentando a Santo Domingo como modelo para los ecumenistas.

Promueve la fundación del Colegio-Asilo San Joaquín y de la Policlínica de San Vicente Ferrer. Es muy consciente de hacer toda su obra social sólo por Dios, pues piensa y dice muchas veces que, si llega la revolución, lo matarían aplastándolo como un gusano.

La tarde del domingo, 19 de julio de 1936, abandona el Convento y se aloja en el domicilio de familias amigas de la Comunidad. El día 23 se produce el primer aviso e intento de detención.

Es detenido a primera hora de la tarde del día 21 de agosto. Esa misma tarde lo asesinan.

Sus restos mortales reposan desde 1942 en la cripta lateral del altar de Santo Domingo de la Basílica San Vicente Ferrer en Valencia.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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