JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 19, 13-15
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orara por ellos. Los discípulos los reprendían, pero Jesús dijo:
"Dejen a los niños y no les
impidan que vengan a mí, porque de los que son como ellos es el Reino de los cielos".
Después de imponerles las manos se fue de allí.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las “palabras de vida eterna” (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=272692
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: “si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). “Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso”. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: “quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesar pecados graves al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
sab 19a. Ordinario año Par
Antífona de Entrada
Yo soy la salvación del pueblo, dice el Señor. Cuando me llamen desde el peligro, yo los escucharé, y seré para siempre su Señor.
Oración Colecta
Oremos:
Dios nuestro, que has puesto la plenitud de la ley en el amor a ti y al prójimo; concédenos cumplir tus mandamientos para llegar así a la vida eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Yo juzgaré a cada uno según su proceder
Lectura del libro del profeta Ezequiel 18, 1-10.13b. 30-32
Recibí esta palabra del Señor:
"¿Por qué repiten este refrán en Israel: "Los padres comieron uvas verdes y a los hijos les toca el amargor?" Por mi vida, palabra del Señor, que no dirán más este refrán en Israel. Pues todas las vidas son mías; la vida del padre y la del hijo. El que peque, ése morirá.
Si un hombre es intachable y se comporta recta y honradamente, si no participa en banquetes idolátricos, ni acude a los ídolos de Israel, si no deshonra a la mujer de su prójimo, si no oprime a nadie, devuelve la prenda al deudor, no roba, da su pan al hambriento y viste al desnudo, si no presta a interés con usura, si evita hacer el mal y es justo cuando juzga, si se comporta según mis preceptos y cumple mis leyes, actuando rectamente, ese hombre es intachable y vivirá, palabra del Señor. Pero si éste tiene un hijo violento y sanguinario, que hace alguno de estas cosas que él mismo no había hecho, este hijo no vivirá, porque ha cometido todos estas abominaciones; morirá y será responsable de su propia muerte.
Pues bien, yo juzgaré a cada cual según su comportamiento, palabra del Señor. Conviértanse de todos sus pecados, y el pecado dejará de ser su ruina. Aparten de ustedes todos los pecados que han cometido contra mí, renueven su corazón y su espíritu. ¿Por qué habrás de morir, pueblo de Israel? Yo no me complazco en la muerte de nadie, palabra del Señor. Conviértanse y vivirán".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 50, 12-13.14-15.18-19
Crea en mí, Señor, un corazón puro.
Crea en mí, Señor, un corazón limpio, renueva dentro de mí un espíritu firme, no me arrojes de tu presencia, no retires de mí tu santo espíritu.
Crea en mí, Señor, un corazón puro.
Devuélveme la alegría de tu salvación, fortaléceme con tu espíritu generoso; enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores se convertirán a ti.
Crea en mí, Señor, un corazón puro.
Pues no es el sacrificio lo que te complace, y si ofrezco un holocausto no lo aceptarías. El sacrificio que Dios quiere es un espíritu arrepentido: un corazón arrepentido y humillado tú, Señor, no lo desprecias.
Crea en mí, Señor, un corazón puro.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla.
Aleluya.
Evangelio
No les impidan a los niños que se acerquen a mí, porque de los que son como ellos es el Reino de los cielos
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 19, 13-15
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orara por ellos. Los discípulos los reprendían, pero Jesús dijo:
"Dejen a los niños y no les
impidan que vengan a mí, porque de los que son como ellos es el Reino de los cielos".
Después de imponerles las manos se fue de allí.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Acepta propicio, Señor, las ofrendas de tu pueblo, para que alcance en el sacramento eucarístico los bienes en que ha creído por la fe.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
Jesús, buen samaritano
En verdad es justo darte gracias, y deber nuestro alabarte, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, en todos los momentos y circunstancias de la vida, en la salud y en la enfermedad, en el sufrimiento y en el gozo, por tu siervo, Jesús, nuestro Redentor.
Porque él, en su vida terrena, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal. También hoy, como buen samaritano, se acerca a todo hombre que sufre en su cuerpo o en su espíritu, y cura sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza.
Por este don de tu gracia, incluso cuando nos vemos sumergidos en la noche del dolor, vislumbramos la luz pascual en tu Hijo, muerto y resucitado.
Por eso,
unidos a los ángeles y a los santos, cantamos a una voz el himno de tu gloria:
Antífona de la Comunión
Yo soy el Buen Pastor, dice el Señor, que conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Que tu auxilio, Señor, nos acompañe siempre a los que alimentas con tus sacramentos, para que por ellos y en nuestra propia vida recibamos los frutos de la redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
Dia 18/08 Santa Elena (santa, blanco)
Antífona de Entrada
Alabemos a esta mujer santa que construyó su casa en el amor, vivió en santo temor de Dios y cumplió siempre su voluntad.
Oración Colecta
Dios nuestro, recompensa de los humildes, que en santa Elena has dejado a tu Iglesia un ejemplo sublime de amor y de paciencia; concédenos, por su intercesión, saber llevar serenamente nuestra cruz y amarte más cada día.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Que los dos juntos vivamos felices hasta la vejez
Lectura del libro de Tobías 8, 5-10
La noche de su boda, Tobías dijo a Sara:
"Somos descendientes de un pueblo de santos, y no podemos unirnos como los paganos que no conocen a Dios".
Se levantaron los dos y, juntos, se pusieron a orar con fervor. Pidieron a Dios su protección.
Tobías dijo:
"Señor, Dios de nuestros padres, que te bendigan el cielo y la tierra, el mar, las fuentes, los ríos y todas las criaturas que en ellos se encuentran.
Tú hiciste a Adán del barro de la tierra y le diste a Eva como ayuda. Ahora, Señor, tú lo sabes: si yo me caso con esta hija de Israel no es para satisfacer mis pasiones, sino solamente para fundar una familia en la que se bendiga tu nombre por siempre".
Y Sara, a su vez, dijo:
"Ten compasión de nosotros, Señor, ten compasión. Que los dos juntos vivamos felices hasta nuestra vejez".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Del salmo 130
Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.
Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad.
Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.
Sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre.
Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.
Espere Israel en el Señor, ahora y por siempre.
Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros como yo los he amado, dice el Señor.
Aleluya.
† Evangelio
Has escondido estas cosas a los sabios y las has revelado a la gente sencilla
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11, 25-30
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús exclamó:
"Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí todos los que estén cansados y agobiados y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán nuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Mira, Señor, con bondad, los dones que tu pueblo te presenta en honor de santa Elena, y haz que esta Eucaristía nos dé fuerzas para progresar por el camino de nuestra salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
La gloria de los santos
En verdad es justo darte gracias y deber nuestro glorificarte, Padre santo.
Porque tu gloria resplandece en cada uno de los Santos, ya que, al coronar sus méritos, coronas tus propios dones. Con su vida, nos proporcionas ejemplo; ayuda, con su intercesión, y por la comunión con ellos, nos haces participar de sus bienes, para que, alentados por testigos tan insignes, lleguemos victoriosos al fin de la carrera y alcancemos con ellos la corona inmortal de la gloria, por Cristo, Señor nuestro.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles y con la multitud de los santos, te cantamos un himno de alabanza diciendo sin cesar:
Antífona de la Comunión
Todo el que cumple la voluntad de mi Padre, que está en el cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre, dice el Señor.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Reconfortados con el pan del cielo, imploramos, Señor, de tu bondad que a cuantos nos llena de alegría el recuerdo de santa Elena, nos concedan el perdón de las culpas, la salud de los cuerpos, la gracia del alma y la gloria eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
___________________________________________________________________________________________
† Meditación diaria
19ª semana. Sábado
LA BENDICIÓN DE LOS NIÑOS
— El amor de Jesús por los niños y por quienes, por ser hijos de Dios, se hacen como tales.
— Vida de infancia y filiación divina.
— Infancia espiritual y humildad.
I. Jesús amó con predilección –así nos lo muestra el Evangelio en repetidas ocasiones– a los enfermos, a quienes más le necesitaban y a los niños. A estos los amó con verdadera ternura porque, además de estar siempre precisados de ayuda, reúnen las cualidades que Él exige como condiciones indispensables para formar parte de su Reino.
Dos veces en el Evangelio de la vida pública aparece Jesús bendiciendo a los niños y presentándolos a sus discípulos como ejemplo. Una fue en Galilea, en Cafarnaún, y la otra en Judea, probablemente cerca de Jericó, cuando se disponía a subir a Jerusalén. El relato de esta última lo leemos en el Evangelio de la Misa1: le presentaron unos niños, refiere San Mateo. Quienes los llevan son, seguramente, las mujeres: las madres, abuelas o hermanas. Han entrado en la casa donde está Jesús, empujando probablemente a los pequeños delante de ellas, y los colocan cerca del Señor, para que les impusiera las manos y orase por ellos, como si fueran los gestos y atenciones habituales de Jesús con los niños. Quizá han distraído a los oyentes que escuchan al Maestro; por eso, los discípulos les reñían. Pero el Señor interviene: Dejad a los niños y no les impidáis que vengan a Mí, porque de estos es el Reino de los Cielos. Y después de imponerles las manos, se marchó de allí.
Al declarar que el Reino de los Cielos pertenece a los niños, en primer lugar nos enseña, con el sentido propio de las palabras, que los niños no están excluidos en absoluto del Reino y que, por tanto, hemos de tener gran cuidado en prepararlos y conducirlos a Él. Ante todo, deben ser bautizados cuanto antes, como repetidas veces, en todas las épocas2, ha urgido Nuestra Madre la Iglesia, que desea tenerlos cuanto antes en su seno. “El común sentir y la autoridad de los Santos Padres –enseña el Catecismo Romano– prueba que esta ley debe entenderse no solo de los que están en edad adulta, sino también de los niños en la infancia, y que esta la ha recibido la Iglesia por Tradición apostólica. Se debe creer, además, que Cristo Nuestro Señor no quiso que se negase el sacramento y la gracia del Bautismo a los niños, de quienes decía: dejad a los niños y no les impidáis que vengan a Mí...”3. El deber de los padres se inicia con “la obligación de hacer que los hijos sean bautizados en las primeras semanas”4.
En el Bautismo reciben la misma vida de Cristo, se hacen hijos de Dios de una manera completamente nueva, y reciben el Cielo como herencia. El Señor mirará con especial aprecio y benevolencia a las madres que procuraron que sus hijos recibieran este sacramento con prontitud y, más tarde, supieron poner todos los medios, incluso extraordinarios, para que recibieran la oportuna catequesis de los misterios de la fe.
Nos dice el Señor también en este pasaje del Evangelio que su Reino pertenece a quienes, como los niños, tienen una mirada limpia y un corazón puro, sin complicaciones, sencillo, sin pretensiones ni orgullo: ante Dios somos como niños pequeños, y así nos debemos comportar ante Él. “El niño está, al principio de la vida, abierto a cualquier aventura. También tú; no pongas ningún obstáculo para avanzar en la vida del Evangelio y para continuar durante tu vida en esa novedad”5.
II. En su primera venida a la tierra, en la Encarnación, el Hijo de Dios se nos presenta no como un ángel, ni como un poderoso; viene bajo la débil y frágil condición de un niño. Aunque pudo manifestarse de otra forma, quiso escoger la debilidad de un niño; como si necesitara protección y amor.
Dios ha querido que nosotros, a imitación de su Hijo, nos comportemos como aquello que somos: hijos débiles, que necesitan continuamente su ayuda. El Padre quiere que nos llamemos hijos de Dios y que lo seamos6, y en estas pocas palabras se encierra uno de los puntos centrales de nuestra fe, que nos da la pauta para comportarnos ante Dios. Para ser como niños, se requiere un cambio profundo, que comporta dejar de pensar, de juzgar, de actuar de aquel modo menos propio de un hijo pequeño; y asimilar la enseñanza divina, para ejercitarse en ella de continuo. ¿Qué se nos pide en este proceso de hacernos como niños? En primer lugar, una firme voluntad de comportarse como hijos de Dios, dócil a su Voluntad, con pureza de mente y de cuerpo, humilde y sencillo de espíritu. Ese empeño se manifiesta en la lucha que vivieron los Apóstoles y los santos: a medida que iban siendo transformados por el Espíritu Santo, se iban reconociendo, cada vez más claramente, como hijos de Dios. Hacerse como niños en la vida espiritual es más que una buena devoción: es un querer expreso del Señor. Aunque no todos los santos lo hayan manifestado de una manera explícita, esa ha sido la actitud de todos ellos, porque el Espíritu Santo la origina siempre, inspirándonos esa rectitud de corazón que los niños tienen en su inocencia7.
“El niño bobo llora y patalea, cuando su madre cariñosa hinca un alfiler en su dedo para sacar la espina que lleva clavada... El niño discreto, quizá con los ojos llenos de lágrimas –porque la carne es flaca–, mira agradecido a su madre buena, que le hace sufrir un poco, para evitar mayores males.
“—Jesús, que sea yo un niño discreto”8, le pedimos en este rato de oración: que sepa comprender que en la enfermedad, el dolor, el aparente fracaso profesional..., se encuentra la mano providente de un Padre que nunca ha dejado de velar por sus hijos. Aceptemos con corazón alegre y agradecido todo cuanto la vida quiera ofrecernos, lo dulce y lo amargo, como enviado, o permitido, por quien es infinitamente sabio, por quien más nos quiere.
Esta vida de infancia espiritual comporta sencillez, humildad, abandono, pero no es inmadurez. “El niño bobo llora y patalea...”: el infantilismo es inmadurez de la mente, del corazón, de las emociones, está estrechamente ligado a la falta de autodisciplina, a la falta de lucha. Esa actitud puede acompañar a muchas personas durante toda su vida, hasta la vejez, hasta la muerte, sin ser de verdad niños delante de Dios. La verdadera infancia espiritual lleva consigo madurez en la mente –visión sobrenatural, ponderación de los acontecimientos a la luz de la fe y con la asistencia de los dones del Espíritu Santo– y, junto a esta madurez, la sencillez, la descomplicación: “El niño discreto mira agradecido...”. Por contraste, no progresa en esa senda de la vida de infancia quien vive en la maraña de la complicación, con todas las fluctuaciones de la inmadurez en sus deseos, sus ideas, sus ocurrencias, sus emociones, con una conducta variable a cada momento y permanentemente preocupada por su “yo”... En cambio, el niño discreto, en su sencillez, en su debilidad, está totalmente ocupado en la gloria de su Padre Dios, como vivió siempre su Maestro en su vida terrena: el verdadero niño, el hijo verdadero, vive y habla con su “Abba”, con su Padre9.
III. Nuestra piedad debe ser filial, llena de amor, y ¿cómo podríamos servir a Dios con amor, si no se comienza por reconocerle como un Padre lleno de amor hacia sus hijos? Quizá muchos cristianos viven alejados de Dios, o con unas relaciones obstaculizadas por la inmadurez de los caprichos o señaladas por la rigidez y la frialdad, porque no han descubierto en su vida el sentido de la filiación divina y el camino de la infancia espiritual, que para tantas almas ha sido el comienzo definitivo de una verdadera vida interior. Danos, Señor, el sentido de la filiación divina, ayúdanos a considerarla frecuentemente.
En verdad os digo: quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él10. “¿Por qué se dice –se pregunta San Ambrosio– que los niños son aptos para el Reino de los Cielos? Quizá porque de ordinario no tienen malicia, ni saben engañar, ni se atreven a engañarse; desconocen la lujuria, no apetecen las riquezas e ignoran la ambición. Pero la virtud de todo esto no consiste en el desconocimiento del mal, sino en su repulsa; no consiste en la imposibilidad de pecar, sino en no consentir en el pecado. Por tanto, el Señor no se refiere a la niñez como tal, sino a la inocencia que tienen los niños en su sencillez”11.
En la vida cristiana, la madurez se da precisamente cuando nos hacemos niños delante de Dios, hijos suyos que confían y se abandonan en Él como un niño pequeño en brazos de su padre. Entonces vemos los acontecimientos del mundo como son, en su verdadero valor, y no tenemos otra preocupación que agradar a nuestro Padre y Señor.
Hacerse como niños, la vida de infancia, es un camino espiritual que exige la virtud sobrenatural de la fortaleza para vencer la tendencia al orgullo y a la autosuficiencia, que impide que nos comportemos como hijos de Dios y conduce, al ver una y otra vez los propios fracasos, al desaliento, a la aridez y a la soledad. La piedad filial, por el contrario, fortalece la esperanza, la certeza de llegar a la meta, y da la paz y la alegría en esta vida. Ante las dificultades de la vida no nos sentiremos jamás solos, por muy grandes que sean. El Señor no nos abandona, y esta confianza será para nosotros como el agua para el viajero en el desierto. Sin ella no podríamos seguir adelante.
Pidamos a la Virgen, nuestra Madre, que nos lleve siempre de la mano como a hijos pequeños, con más cuidado cuanto mayor sea la madurez que los años y la experiencia nos van dando.
1 Mt 19, 13-15. — 2 Cfr. S. C. Para la Doctrina de la Fe, Instrucción sobre el bautismo de los niños, 20-X-1980. — 3 Catecismo Romano, II, 2, 32. — 4 Código de Derecho Canónico, can. 867. 1. — 5 Ch. Lubich, Palabras para vivir, Ciudad Nueva, Madrid 1981, p. 47. — 6 1 Jn 3, 1. — 7 Cfr. B. Perquin, Abba, Padre, p. 142. — 8 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 329. — 9 Cfr. B. Perquin, o. c., p. 143. — 10 Lc 18, 17. — 11 San Ambrosio, Comentario al Evangelio de San Lucas, 18, 17.
___________________________________________________________________________________________
† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
Santa Elena |
Elena significa: "antorcha resplandeciente".
Esta gran santa se ha hecho famosa por haber sido la madre del emperador que les concedió la libertad a los cristianos, después de tres siglos de persecución, y por haber logrado encontrar la Santa Cruz de Cristo en Jerusalén.
Nació ella en el año 270 en Bitinia (hacia el sur de Rusia, junto al Mar Negro). Era hija de un hotelero, y especialmente hermosa.
Y sucedió que llegó por esas tierras un general muy famoso del ejército romano, llamado Constancio Cloro y se enamoró de Elena y se casó con ella. De su matrimonio nació un niño llamado Constantino que se iba a hacer célebre en la historia por ser el que concedió la libertad a los cristianos.
Cuando ya llevaban un buen tiempo de matrimonio sucedió que el emperador de Roma, Maximiliano, ofreció a Constancio Cloro nombrarlo su más cercano colaborador, pero con la condición de que repudiara a su esposa Elena y se casara con la hija de Maximiliano. Constancio, con tal de obtener tan alto puesto repudió a Elena. Y así ella tuvo que estar durante 14 años abandonada y echada a un lado. Pero esto mismo la llevó a practicar una vida de santidad.
Pero al morir Constancio Cloro, fue proclamado emperador por el ejército el hijo de Elena, Constantino, y después de una fulgurante victoria obtenida contra los enemigos en el puente Milvio en Roma (antes de la cual se cuenta que Constantino vio en sueños que Cristo le mostraba una cruz y le decía: "Con este signo vencerás"), el nuevo emperador decretó que la religión católica tendría en adelante plena libertad (año 313) y con este decreto terminaron tres siglos de crueles y sangrientas persecuciones que los emperadores romanos habían hecho contra la Iglesia de Cristo.
Constantino amaba inmensamente a su madre Elena y la nombró Augusta o emperatriz, y mandó hacer monedas con la figura de ella, y le dio plenos poderes para que empleara el dinero del gobierno en las obras buenas que ella quisiera.
Elena, que se había convertido al cristianismo, se fue a Jerusalén, y allá, con los obreros, que su hijo, el emperador, le proporcionó, se dedicó a excavar en el sitio donde había estado el monte Calvario y allá encontró la cruz en la cual habían crucificado a Jesucristo (por eso la pintan con una cruz en la mano).
Dice San Ambrosio que Santa Elena aunque era la madre del emperador, vestía siempre con mucha sencillez y se mezclaba con la gente pobre y aprovechaba de todo el dinero que su hijo le daba para hacer limosnas entre los necesitados. Que era supremamente piadosa y pasaba muchas horas en el templo rezando.
En Tierra Santa hizo construir tres templos: uno en el Calvario, otro en el monte de los Olivos y el tercero en Belén.
Gastó su vida en hacer obras buenas por la religión y los pobres, y ahora reina en el cielo y ruega por nosotros que todavía sufrimos en la tierra.
___________________________________________________________________________________________
Fuente: http://www.egrupos.net/grupo/caminando-con-jesus
Padre Alberto Hurtado Cruchaga Fundador del HOGAR DE CRISTO, 18 de agosto
Sacerdote Jesuita Chileno Martirologio Romano: En Santiago de Chile, beato Alberto Hurtado Cruchaga, presbítero de la Compañía de Jesús, que fundó una obra para que los pobres que carecen de techo y los vagabundos, sobre todo niños, pudieran encontrar un verdadero y familiar hogar (1952). |
___________________________________________________________________________________________
Fuente: Santiebeati.it
Reinaldo de Concorégio, Beato Obispo, 18 de agosto
Obispo Martirologio Romano: En Ravena, en la Romaniola, beato Reinaldo de Concorégio, obispo, ilustre por su celo, prudencia y caridad (1321) De la noble familia de los De Concorégio, nació en Milán entre los años 1240 y 1250; de su juventud no se sabe nada, lo encontramos ya en la universidad de Bolonia donde algunos ciudadanos de Lodi le proponen, que a partir de octubre de 1287, sea el profesor de Derecho en su ciudad; en el mayo de 1287, el obispo de Lodi le pide su opinión sobre algunos temas legales, esto nos hace entender que gozó de fama de jurisconsulto y en efecto tuvo el título académico de ´magister´ en 1295. responsable de la traducción: Xavier Villalta
|
___________________________________________________________________________________________
Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Floro, Lauro y compañeros, Santos Mártires, 18 de agosto
Mártires Martirologio Romano: En la Iliria, los santos Mártires Floro y Lauro, canteros, los cuales, en tiempo del prefecto Licinio, después del martirio de sus maestros Próculo y Máximo, ambos, al cabo de muchos tormentos, fueron sumergidos en un pozo profundo. |
___________________________________________________________________________________________
Fuente: Franciscanos.net
Paula Montaldi, Beata Abadesa Clarisa, 18 de agosto
Abadesa Clarisa Martirologio Romano: En Mantua, de la Lombardía, beata Paula Montaldi, virgen, abadesa de la Orden de las Clarisas, que se distinguió por su devoción a la pasión del Señor y por su constante oración y austeridad (1514). Paula Montaldi nació en Volta Mantovana en 1443. De sólo quince años, en 1458, ingresó en el monasterio de las Hermanas Clarisas, de Santa Lucía en Mantua, donde por largos años fue abadesa. La Pasión de Jesús era el objeto más familiar de sus conversaciones, como también de sus meditaciones y contemplaciones. Fue devotísima de la Eucaristía. Llevó una vida muy austera, llevaba cilicio, se flagelaba y ayunaba, siempre feliz en las humillaciones, en el trabajo y en las fatigas. |
___________________________________________________________________________________________
Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
Si NO desea el evangelio, santoral y meditación diaria y sólo artículos interesantes censurados por la prensa (la mayoría), unos 4 por semana escriba a: ave-maria-purisima+subscribe@googlegroups.com (responder el mensaje de confirmación).
Para de-suscribirse escribir desde su casilla de email a:
Evangelio+unsubscribe@googlegroups.com
NO debe colocarlo en CC sino en "Para/To"
Si no se desuscribe es porque recibe el mensaje en su otro email que le reenvía al actual: debe escribir desde ese otro email.