viernes, 17 de agosto de 2012

Domingo 19 de Agosto de 2012. Excepto causa grave, no escuchar Misa dominical ENTERA es pecado GRAVE. Desde Sábado 16:00 puede ser Domingo, según diócesis (Catecismo 2042, 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 51-58

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos:
"Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que come de este pan, vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne. Yo la doy para la vida del mundo".
Esto provocó una fuerte discusión entre los judíos, los cuales se preguntaban:
"¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?"
Jesús les dijo:
"Yo les aseguro que, si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y yo en él. Como el Padre, que me envió posee la vida y yo vivo por él, así también, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo; no como el pan que comieron sus antepasados. Ellos
murieron; pero el que coma de este pan, vivirá para siempre".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las “palabras de vida eterna” (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=272692

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: “si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). “Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso”. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: “quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesar pecados graves al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

20o. Dom Ord Ciclo B

AntÍfona de Entrada

Dios nuestro y protector nuestro, un solo día en tu casa es más valioso para tus elegidos, que mil días en cualquier otra parte.

Se dice "Gloria".

Oración Colecta

Oremos:
Enciende, Señor, nuestros corazones con el fuego de tu amor a fin de que, amándote en todo y sobre todo, podamos obtener aquellos bienes que no podemos nosotros ni siquiera imaginar y has prometido tú a los que te aman.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura

Coman de mi pan y beban del vino que les he preparado

Lectura del libro de los Proverbios 9, 1-6

La Sabiduría se ha edificado una casa, ha plantado siete columnas, ha sacrificado víctimas, ha mezclado el vino y puesto la mesa. Ha enviado a sus criadas a proclamar en los lugares más altos de la ciudad:
"El que sea inexperto venga acá".
Y al hombre duro de entender le dice:
"Vengan a comer de mi pan, beban del vino que he mezclado. Dejen la inexperiencia y vivirán, sigan el camino de la inteligencia".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 33, 2-3.10-11.12-13.14-15

Gusten y vean qué bueno es el Señor.

Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi ser se gloría en el Señor, que los humildes lo oigan y se alegren.
Gusten y vean qué bueno es el Señor.

Respeten al Señor, todos sus devotos, que nada les falta a quienes lo respetan; los ricos se arruinan y pasan hambre, pero los que buscan al Señor no les falta nada.
Gusten y vean qué bueno es el Señor.

Vengan, hijos, escúchenme: voy a enseñarles el temor del Señor. ¿Quién hay que ame la vida y desee tener días felices?
Gusten y vean qué bueno es el Señor.

Guarda tu lengua del mal y tus labios de la mentira; apártate del mal y obra el bien, busca la paz y corre tras ella.
Gusten y vean qué bueno es el Señor.

Segunda Lectura

Traten de entender cuál es la voluntad de Dios

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 5, 15-20

Hermanos: Pongan, pues, atención en comportarse no como necios, sino como sabios, aprovechando el momento presente, porque corren malos tiempos. Por lo mismo, no sean irreflexivos; antes bien, traten de descubrir cuál es la voluntad del Señor. Tampoco se emborrachen, pies el vino fomenta la lujuria. Al contrario, llénense del Espíritu y reciten en sus reuniones salmos, himnos y cánticos inspirados. Canten y toquen para el Señor de todo corazón, y den continuamente gracias a Dios Padre por todas las cosas en nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él, dice el Señor.
Aleluya.

Evangelio

Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida

† Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 51-58

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos:
"Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que come de este pan, vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne. Yo la doy para la vida del mundo".
Esto provocó una fuerte discusión entre los judíos, los cuales se preguntaban:
"¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?"
Jesús les dijo:
"Yo les aseguro que, si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y yo en él. Como el Padre, que me envió posee la vida y yo vivo por él, así también, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo; no como el pan que comieron sus antepasados. Ellos
murieron; pero el que coma de este pan, vivirá para siempre".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Se dice "Credo".

Oración de los Fieles

Celebrante:
Roguemos, hermanos y hermanas, al Señor, por quienes a causa de su enfermedad, o porque están al servicio de sus hermanos, o por cualquier otro motivo, no han podido venir a celebrar con nosotros el domingo; a fin de que, ya que no pueden participar de la alegría de esta celebración, no se vean privados nunca del gozo del Señor.
(Respondemos a cada petición: Escúchanos, Señor).

Roguemos por los que ayudan a los pobres o hacen obras de misericordia en favor de sus hermanos para que Dios premie abundantemente el bien que hacen; y lo que reparten a sus hermanos, el Señor lo multiplique y lo convierta para ellos en premio de vida eterna, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Roguemos por los que están de viaje, por los que tienen que vivir fuera de su hogar o alejados de sus familiares y amigos, para que Dios los proteja de todo peligro, los ayude en sus dificultades y les conceda retornar sanos y salvos a sus hogares, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Roguemos finalmente por nosotros mismos, para que el Señor nos haga perseverar en la fe cristiana, nos ayude a conocer más y más el Evangelio de Cristo, fortalezca nuestra voluntad en el bien, nos guarde de todo mal y nos conceda alcanzar la vida eterna, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Celebrante:
Señor Dios, que cada domingo nos invitas como comensales y amigos a tu mesa; escucha las oraciones de tu Iglesia y fortalece su fe, para que, con valentía, proclame al mundo la esperanza en la resurrección final y la confianza de participar en el banquete festivo de tu Reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Oración sobre las Ofrendas

Acepta, Señor, los dones que te presentamos para esta Eucaristía a fin de que, a cambio de ofrecerte lo que tú nos has dado, podamos recibir de ti tu misma vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

Nuestra salvación por el Hijo de Dios hecho hombre

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, Porque manifestaste admirablemente tu poder no sólo al socorrer nuestra débil naturaleza con la fuerza de tu divinidad, sino al prever el remedio en la misma debilidad humana; y así, de lo que fue causa de nuestra ruina hiciste el principio de nuestra salvación, por Cristo, Señor nuestro.
Por él,
los ángeles te cantan con júbilo eterno, y nosotros nos unimos a sus voces cantando humildemente tu alabanza:

Antífona de la Comunión

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, dice el Señor; el que coma de este pan vivirá eternamente.

Oración después de la Comunión

Oremos:
Tú que nos has hecho partícipes de la vida de Cristo en este sacramento, transfórmanos, Señor, a imagen de tu Hijo para que participemos también de su gloria en el cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

 

Dia 19/08 San Juan Eudes (presbítero, blanco)

Antífona de Entrada

El Espíritu de del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para vendar los corazones desgarrados.

Oración Colecta

Oremos:
Señor, luz de tu pueblo y pastor de los hombres, que, dentro de la Iglesia, has confiado a san Juan Eudes la misión de apacentar a tu pueblo con su vida y su ejemplo; concédenos, por su intercesión, guardar íntegro el don de la fe que nos legó su palabra y seguir el camino que nos marcó su ejemplo.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura

Comprendiendo lo que trasciende toda filosofía: el amor cristiano

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 3, 14-19

Hermanos: Doblo las rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, pidiéndole que, de los tesoros de su gloria, les conceda por medio de su Espíritu: robustecerlos en lo profundo de su ser; que Cristo habite por la fe en sus corazones; que el amor sea su raíz y su cimiento; y así, con todo el pueblo de Dios, lograrán abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo, comprendiendo lo que trasciende toda filosofía: el amor cristiano. Así llegarán a su plenitud, según la plenitud total de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del Salmo 130

Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.

Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad.
Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.

Sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre.
Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla.
Aleluya.

Evangelio

Has escondido estas cosas a los sabios y las has revelado a la gente sencilla

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11, 25-30

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús exclamó:
"Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán su descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Oración sobre las Ofrendas

Dios todopoderoso, humildemente imploramos de tu divina Majestad que estos dones, que ofrecemos en honor de tus santos y que testimonian tu poder y tu gloria, le alcancen a tu pueblo los frutos de la eterna salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

prefacio

Los santos pastores siguen presentes en la Iglesia

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque permites que tu Iglesia se alegre hoy con la festividad de san Juan Eudes, para animarnos con el ejemplo de su vida, instruirnos con su palabra y protegernos con su intercesión.
Por eso,
con los ángeles y los santos, te cantamos el himno de alabanza diciendo sin cesar:

Antífona de la Comunión

Sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo, dice el Señor.

Oración después de la Comunión

Oremos:
Señor, que estos sacramentos que hemos recibido nos hagan dignos de los gozos eternos que mereció san Juan Eudes, tu servidor bueno y fiel.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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Meditación diaria

 

Vigésimo Domingo
ciclo b

PRENDA DE VIDA ETERNA

— La Sagrada Comunión es ya un adelanto del Cielo y garantía de alcanzarlo.

— La Sagrada Eucaristía es también prenda de la futura glorificación del cuerpo.

— Mientras nos dirigimos hacia la casa del Padre, nuestras debilidades deben llevarnos a buscar fortaleza en la Comunión.

I. La Primera lectura de la Misa1 muestra la invitación que Dios hace a los hombres desde antiguo: Venid a comer mi pan y a beber el vino... Este banquete es una imagen frecuentemente empleada en la Sagrada Escritura para anunciar la llegada del Mesías, llena de bienes, y de modo particular es prefiguración de la Sagrada Eucaristía, en la que Cristo se nos da como Alimento; y de este manjar nos habla San Juan, recogiendo las palabras finales de Jesús en la sinagoga de Cafarnaún, donde anunció el inefable don que habría de dejar a los hombres. Yo soy el pan vivo que ha bajado del Cielo, nos dice Jesús: el que coma de este pan, vivirá para siempre. Y un poco más adelante añade: El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y Yo le resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida... Este es el pan bajado del Cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron: el que come este pan vivirá para siempre2.

La Comunión, como alimento del alma, aumenta la vida sobrenatural del hombre; a la vez, y como consecuencia, da defensas para resistir a lo que en nosotros no es de Dios, aquello que se opone a la unión plena con Cristo. Ayuda a combatir la inclinación al mal y fortalece contra el pecado; aumenta la alegría que procede de Dios, el fervor y la fidelidad a la propia vocación. Al encender la caridad y despertar la contrición por nuestras faltas, borra los pecados veniales de los que estamos arrepentidos y preserva de los mortales.

Además, la Sagrada Eucaristía no solo es alimento del alma en su camino hacia Dios, sino prenda de vida eterna y anticipo del Cielo. Prenda es la señal que se entrega como garantía del cumplimiento de una promesa3. En la Comunión tenemos ya un adelanto de la vida gloriosa y la garantía de alcanzarla, si no traicionamos la fidelidad al Señor.

En una antigua Antífona del culto eucarístico, rezamos: Oh sagrado convite, en el que se recibe a Cristo... el alma se llena de gracia, y se nos da una prenda de la gloria futura. El banquete es imagen muy empleada en la Sagrada Escritura para describir el gozo y la felicidad que alcanzaremos en Dios. El mismo Señor anunció que no bebería ya del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba con vosotros de nuevo, en el Reino de mi Padre4. Hace referencia a un vino nuevo5, porque ya no habrá la necesidad del alimento y de la bebida común: tendremos a Cristo para siempre en una unión vivísima, sin término, sin los velos de la fe. Ahora, en la Comunión, tenemos el anticipo y la garantía de esa unión definitiva, y “hace también presentes a todos los miembros del Cuerpo Místico más allá de las distancias y más allá de la muerte, porque el espacio y el tiempo quedan suprimidos en el Cristo glorioso allí presente”6.

¡Qué alegría poder estar con Cristo y entrar de alguna manera en el Cielo ya aquí en la tierra! “Agiganta tu fe en la Sagrada Eucaristía. -¡Pásmate ante esa realidad inefable!: tenemos a Dios con nosotros, podemos recibirle cada día y, si queremos, hablamos íntimamente con Él, como se habla con el amigo, como se habla con el hermano, como se habla con el padre, como se habla con el Amor”7.

II. En la Comunión, “sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria futura”8, nos enseña el Concilio Vaticano II. Esta gloria eterna no es solo del alma, sino también del cuerpo, de todo el hombre9. El Señor hacía referencia al hombre entero cuando prometió que aquel que comiera de Él, vivirá por Él y no morirá jamás, y que Él le resucitará en el último día10. La Eucaristía proclama la muerte del Señor hasta que venga11, al final de los tiempos, cuando tenga lugar la resurrección de los cuerpos y vuelvan a unirse al alma. Así, quienes han sido fieles amarán y gozarán de Dios –con el alma y con el cuerpo– para siempre.

Jesús es la Vida, no solo la del más allá, sino también la vida sobrenatural que la gracia opera en el alma del hombre que todavía se encuentra en camino. Cuando Jesús acude a Betania para resucitar a Lázaro, dirá a Marta: Yo soy la Resurrección y la Vida, el que cree en Mí, aunque haya muerto, vivirá, y todo el que vive y cree en Mí no morirá para siempre12. El Señor vuelve a repetir aquí en Betania la enseñanza de Cafarnaún que hoy encontramos en el Evangelio de la Misa: quien le recibe no morirá.

Los Padres de la Iglesia llaman a la Comunión “medicina de la inmortalidad, antídoto para no morir, sino para vivir por siempre en Jesucristo”13. Como el leño de la vid –enseña San Ireneo–, puesto en la tierra, fructifica a su tiempo, y el grano de trigo caído en la tierra y deshecho se levanta multiplicado y, “después, por la sabiduría de Dios, llega a ser Eucaristía, que es Cuerpo y Sangre de Cristo, así también nuestros cuerpos, alimentados con ella y colocados en la tierra y deshechos en ella, resucitarán a su tiempo...”14: esa garantía de la futura resurrección que es la Eucaristía actúa como semilla de la futura glorificación del cuerpo y lo alimenta para la incorruptibilidad de la vida eterna. Siembra en el hombre un germen de inmortalidad, pues la vida de la gracia se prolonga más allá de la muerte.

San Gregorio de Nisa explica que el hombre tomó un alimento de muerte (con el pecado original) y debe, por tanto, tomar una medicina que le sirva de antídoto, como quienes han tomado algún veneno deben tomar un contraveneno. Esta medicina de nuestra vida no es otra que el Cuerpo de Cristo, “que ha vencido a la muerte y es la fuente de la Vida”15.

Si alguna vez nos entristece el pensamiento de la muerte y sentimos que se derrumba esta casa de la tierra que ahora habitamos, debemos pensar, llenos de esperanza, que la muerte es un paso: más allá sigue la vida del alma, y un poco más tarde la acompañará el cuerpo, que será también glorificado; como ocurre a quien tiene que abandonar su hogar por alguna catástrofe, que se consuela e incluso se alegra al saber que le aguarda otro mejor, que ya no tendrá que abandonar jamás. La Sagrada Eucaristía no solo es anticipo, sino “señal que se da en garantía” de la promesa que nos ha hecho el mismo Señor: El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y Yo le resucitaré en el último día.

III. Mirad con cuidado cómo vivís; no sea como necios, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, pues los días son malos, nos advierte San Pablo en la Segunda lectura de la Misa16. Ahora, como entonces, los días son malos, y el tiempo, corto. Es pequeño el espacio que nos separa de la vida definitiva junto a Dios, y las posibilidades de dejarse arrastrar por un ambiente que no conduce al Señor son abundantes.

El Apóstol nos invita a aprovechar bien el tiempo, el que nos toca vivir. Más aún, hemos de recuperar el tiempo perdido. Rescatar el tiempo –explica San Agustín– “es sacrificar, cuando llegue el caso, los intereses presentes a los intereses eternos, que así se compra la eternidad con la moneda del tiempo”17. Así aprovecharemos todos los momentos y circunstancias para dar gloria a Dios, para reafirmar el amor a Él, por encima de todo lo que es pasajero y no deja huella.

Cristo, en la Sagrada Comunión, nos enseña a contemplar el presente con una mirada de eternidad; nos muestra lo que es verdaderamente importante en cada situación, en cada acontecimiento. Ilumina el futuro y da perspectiva trascendente a nuestras obras bien hechas, avanzando cada jornada hasta dar el paso hacia una existencia nueva y eterna, ante la que el mundo de hoy nos parecerá como una sombra18. En la Sagrada Eucaristía encontramos las fuerzas necesarias para recorrer el camino que todavía nos falta hasta llegar a la casa del Padre; “es para nosotros prenda eterna, de manera que ello nos asegura el Cielo; estas son las arras que nos envía el Cielo en garantía de que un día será nuestra morada; y, aún más, Jesucristo hará que nuestros cuerpos resuciten tanto más gloriosos, cuanto más frecuente y dignamente hayamos recibido el suyo en la Comunión”19.

Nuestras debilidades deben llevarnos a buscar fortaleza en la Comunión. En este sacramento, “es Cristo en persona quien acoge al hombre, maltratado por las asperezas del camino, y lo conforta con el calor de su comprensión y de su amor. En la Eucaristía hallan su plena actuación las dulcísimas palabras: Venid a Mí, todos los que estáis fatigados y cargados, que Yo os aliviaré (Mt 11, 28). Ese alivio personal y profundo, que constituye la razón última de toda nuestra fatiga por los caminos del mundo, lo podemos encontrar –al menos como participación y pregustación– en ese Pan divino que Cristo nos ofrece en la mesa eucarística”20. Con Él, si somos fieles, entraremos un día en el Cielo, y lo que era garantía de una promesa se tornará realidad: la vida junto a la Vida por toda la eternidad.

Ecce Panis angelorum, factus cibus viatorum, vere panis filiorum: he aquí el Pan de los Ángeles, hecho alimento de los que caminan, verdaderamente el pan de los hijos21: danos, Señor, la fuerza para recorrer con garbo humano y sobrenatural nuestro camino de esta tierra, con la mirada puesta en la meta.

1 Prov 9, 1-6, — 2 Jn 6, 51-58. — 3 Cfr. M. Moliner, Diccionario del uso del español, Gredos, Madrid 1970, voz Prenda. — 4 Mt 26, 29. — 5 Cfr. Is 25, 6. — 6 Ch. Lubich, La Eucaristía, Ciudad Nueva, 2ª ed., Madrid 1978, p. 80. — 7 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 268. — 8 Conc. Vat. II, Const. Sacrosanctum Concilium, 47. — 9 Cfr. M. Schmaus, Teología dogmática, Rialp, 2ª ed., Madrid 1963, vol. VI, p. 439. — 10 Cfr. Jn 6, 54. — 11 1 Cor 11, 26. — 12 Jn 11, 25. — 13 San Ignacio de Antioquía, Carta a los Efesios, 20, 20. — 14 San Ireneo, Contra las herejías, 5, 2, 3. — 15 Cfr. San Gregorio de Nisa, Discursos catequéticos, 37. — 16 Ef 5, 15-20. — 17 San Agustín, Sermón 16, 2. — 18 Cfr. 1 Cor 7, 3 1. — 19 Santo Cura de Ars, Sermón sobre la Comunión. — 20 Juan Pablo II, Homilía 9-VII-1980. — 21 Misal Romano, Solemnidad del Smo. Cuerpo y Sangre de Cristo. Secuencia Lauda Sion.

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Santoral                   (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

San Juan Eudes
Fundador
Año 1680

San Juan Eudes: no dejes de rogar cada día 
por esas tres clases de personas 
que tanto ayudaste durante tu vida de apostolado: 
los seminaristas, los sacerdotes, 
y las mujeres en peligro. 
Tu oración les puede hacer inmenso bien.


Este santo compuso una frase que se ha hecho famosa entre los creyentes. Dice así: "Para ofrecer bien una Eucaristía se necesitarían tres eternidades: una para prepararla, otra para celebrarla y una tercera para dar gracias".

Nació en un pueblecito de Francia, llamado Ri (en Normandía) en el año 1601. Sus padres no tenían hijos e hicieron una peregrinación a un santuario de Nuestra Señora y Dios les concedió este hijo, y después de él otros cinco.

Ya desde pequeño demostraba gran piedad, y un día cuando un compañero de la escuela lo golpeó en una mejilla, él para cumplir el consejo del evangelio, le presentó la otra mejilla.

Estudio en un famoso seminario de París, llamado El Oratorio, dirigido por un gran personaje de su tiempo, el cardenal Berulle, que lo estimaba muchísimo.

Al descubrir en Juan Eudes una impresionante capacidad para predicar misiones populares, el Cardenal Berulle lo dedicó apenas ordenado sacerdote, a predicar por los pueblos y ciudades. Predicó 111 misiones, con notabilísimo éxito. Un escritor muy popular de su tiempo, Monseñor Camus, afirmaba: "Yo he oído a los mejores predicadores de Italia y Francia y puedo asegurar que ninguno de ellos conmueve tanto a las multitudes, como este buen padre Juan Eudes".

Las gentes decían de él: "En la predicación es un león, y en la confesión un cordero".

San Juan Eudes se dio cuenta de que para poder enfervorizar al pueblo y llevarlo a la santidad era necesario proveerlo de muy buenos y santos sacerdotes y que para formarlos se necesitaban seminarios donde los jóvenes recibieran muy esmerada preparación. Por eso se propuso fundar seminarios en los cuales los futuros sacerdotes fueran esmeradamente preparados para su sagrado ministerio. En Francia, su patria, fundó cinco seminarios que contribuyeron enormemente al resurgimiento religioso de la nación.

Con los mejores sacerdotes que lo acompañaban en su apostolado fundó la Congregación de Jesús y María, o padres Eudistas, comunidad religiosa que ha hecho inmenso bien en el mundo y se dedica a dirigir seminarios y a la predicación.

En sus misiones lograba el padre que muchas mujeres se arrepintieran de su vida de pecado, pero desafortunadamente las ocasiones las volvían a llevar otra vez al mal. Una vez una sencilla mujer, Magdalena Lamy, que había dado albergue a varias de esas convertidas, le dijo al santo al final de una misión: "Usted se vuelve ahora a su vida de oración, y estas pobres mujeres se volverán a su vida de pecado; es necesario que les consiga casas donde se puedan refugiar y librarse de quienes quieren destrozar su virtud". El santo aceptó este consejo y fundó la Comunidad de las Hermanas de Nuestra Señora del Refugio para encargarse de las jóvenes en peligro. De esta asociación saldrá mucho después la Comunidad de religiosas del Buen Pastor que tienen ahora en el mundo 585 casas con 7,700 religiosas, dedicadas a atender a las jóvenes en peligro y rehabilitar a las que ya han caído.

Este santo propagó por todo su país dos nuevas devociones que llegaron a ser sumamente populares: La devoción al Corazón de Jesús y la devoción al Corazón de María. Y escribió un hermoso libro titulado: "El Admirable Corazón de la Madre de Dios", para explicar el amor que María ha tenido por Dios y por nosotros. Él compuso también un oficio litúrgico en honor del corazón de María, y en sus congregaciones celebraba cada año la fiesta del Inmaculado Corazón.

Otro de sus Libros se titula: "La devoción al Corazón de Jesús". Por eso el Papa San Pío X llamaba a San Juan Eudes: "El apóstol de la devoción a los Sagrados Corazones".

Redactó también dos libros que han hecho mucho bien a los sacerdotes: "El buen Confesor", y "El predicador apostólico".

Murió el 19 de agosto de 1680. Su gran deseo era que de su vida y de su comportamiento se pudiera repetir siempre lo que decía Jesús: "Mi Padre celestial me ama, porque yo hago siempre lo que a Él le agrada".

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Fuente: Archidiócesis de Madrid
Sixto III, Santo XLIV Papa, 19 de agosto  

Sixto III, Santo

XLIV Papa

Martirologio Romano: En Roma, en la vía Tiburtina, junto a san Lorenzo, sepultura de san Sixto III, papa, que restableció la concordia entre el Patriarcado de Antioquía y el de Alejandría, y en la Ciudad eterna erigió para el pueblo de Dios la basílica de Santa María, en el monte Esquilino (440).

Fecha de canonización: Fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, por lo que su culto fue aprobado por un obispo como consecuencia de la devoción popular.

 

Fue elegido papa a la muerte de san Celestino I, en el año 432, y ocupó la sede de Pedro por ocho años que fueron muy llenos de exigencias.

Durante su vida se vió envuelto casi de modo permanente en la lucha doctrinal contra los pelagianos, siendo uno de los que primeramente detectó el mal y combatió la herejía que había de condenar al papa Zósimo. De hecho, Sixto escribió dos cartas sobre este asunto enviándolas a Aurelio, obispo que condenó a Celestio en el concilio de Cartago, y a san Agustín. Se libraba en la Iglesia la gran controversia sobre la Gracia sobrenatural y su necesidad tanto para realizar buenas obras como para conseguir la salvación.

Pelagio fue un monje procedente de las islas Británicas. Vivió en Roma varios años ganándose el respeto y la admiración de muchos por su vida ascética y por su doctrina de tipo estoico, según la cual el hombre es capaz de alcanzar la perfección por el propio esfuerzo, con la ayuda de Dios solamente extrínseca -buenos ejemplos, orientaciones y normas disciplinares, etc.,- ¡era un voluntarista! Además, la doctrina llevaba anexa la negación del pecado original. Y consecuentemente rechaza la necesidad de la redención de Jesucristo. De ahí se deriva a la ineficacia sacramentaria. Todo un monumental lío teológico basado en principios falsos que naturalmente Roma no podía permitir.

Y no fue sólo esto. El Nestorianismo acaba de ser condenado en el concilio de Éfeso, en el 431, un año antes de ser elegido papa Sixto III; pero aquella doctrina equivocada sobre Jesucristo había sido sembrada y las consecuencias no desaparecerían con las resoluciones conciliares. Nestorio procedía de Antioquía y fue obispo de Constantinopla. Mantuvo una cristología imprecisa en la terminología y errónea en lo conceptual, afirmando que en Cristo hay dos personas y negando la maternidad divina de la Virgen María; fue condenada su enseñanza por

Sixto III, Santo

contradecir la fe cristiana; depuesto de su sede, recluido o desterrado al monasterio de san Eutropio, en Antioquía, muriendo impenitente fuera de la comunión de la Iglesia. El papa Sixto III intentó con notable esfuerzo reducirlo a la fe sin conseguirlo y a pesar de sus inútiles esfuerzos tergiversaron los nestorianos sus palabras afirmando que el papa no les era contrario.

Llovieron al papa las calumnias de sus detractores. El propio emperador Valentiniano y su madre Plácida impulsaron un concilio para devolverle la fama y el honor que estaba en entredicho. Baso -uno de los principales promotores del alboroto que privaba injustamente de la fama al Sumo Pontífice- muere arrepentido y tan perdonado que el propio Sixto le atiende espiritualmente al final de su vida y le reconforta con los sacramentos.

Como todo santo ha de ser piadoso, también se ocupó antes de su muerte -en el año 440 y en Roma-, de reparar y ennoblecer la antigua basílica de Santa María la Mayor que mandó construir el papa Liberio, la de San Pedro y la de San Lorenzo.

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Ezequiel Moreno y Díaz, Santo Obispo, 19 de agosto  

Ezequiel Moreno y Díaz, Santo

Obispo

Martirologio Romano: En Monteagudo, de Navarra, en España, tránsito de san Ezequiel Moreno Díaz, obispo de Pasto, en Colombia, de la Orden de los Recoletos de San Agustín, que trabajó y, por anunciar el Evangelio, dio su vida tanto en las Islas Filipinas como en América del Sur (1906).

Fecha de canonización: Juan Pablo II lo canonizó en la ciudad de Santo Domingo el 11 de octubre de 1992, presentándolo al mundo como ejemplo de pastor y de misionero en el V Centenario de la evangelización de América.

 

Ezequiel Moreno nació en Alfaro (La Rioja, España), el 9 de abril de 1848. Siguiendo el ejemplo de su hermano Eustaquio, el 21 de septiembre de 1864 vistió el hábito en el convento de los agustinos recoletos de Monteagudo (Navarra) y tomó el nombre de fray Ezequiel de la Virgen del Rosario.

En 1869, después de sus estudios de teología, fue enviado a las islas Filipinas, tierras de sus sueños, con 17 hermanos. Llegó a Manila el 10 de febrero de 1870. Recibió la ordenación sacerdotal el 3 de junio de 1871 y fue destinado enseguida a la isla de Mindoro, con su hermano Eustaquio. Como capellán demostró su celo apostólico en la colonia militar y sus anhelos misioneros en la búsqueda de pueblos que no conocían a Dios. Las fiebres le obligaron a volver a Manila. Poco después fue nombrado párroco de Calapan y vicario provincial de los agustinos recoletos de la isla de Mindoro; de 1876 a 1880 ocupó los cargos de párroco de Las Piñas y de Santo Tomás en Batangas y de 1880 a 1885 ejerció los oficios de predicador del convento de Manila, párroco de Santa Cruz y administrador de la casahacienda de Imus.

El capítulo provincial de 1885 nombró a fray Ezequiel prior del convento de Monteagudo, donde se modelaban les conciencias de los futuros misioneros. Terminado su mandato de superior de ese convento, se ofreció como voluntario para restaurar la orden en Colombia. Nombrado jefe de una expedición, partió de España a finales de 1888 con otros seis religiosos voluntarios, llegando a Bogotá el 2 de enero de 1889. Su primer objetivo fue restablecer la observancia religiosa en las comunidades.

En 1893 fray Ezequiel fue nombrado obispo titular de Pinara y vicario apostólico de Casanare; recibió la ordenación episcopal en mayo de 1894. Habría preferido acabar sus días en medio de sufrimientos y privaciones—como manifiesta en una de sus cartas—, pero Dios lo había destinado a una misión más ardua y delicada. En 1895 fue nombrado obispo de Pasto. Cuando se le comunicó la noticia, le vino a la mente una pregunta angustiante: “¿Me habré hecho indigno de sufrir por Dios, mi Señor?”. En su nueva misión le esperaban situaciones mucho más difíciles y amargas: humillaciones, burlas, calumnias, persecuciones e incluso el abandono de parte de sus superiores inmediatos.

En 1905 se vio afectado por una grave enfermedad—cáncer en la nariz—, que le hizo saborear hasta la última gota el cáliz del dolor. Los médicos le animaron a volver a Europa para operarle, pero él se negaba a abandonar su grey. Aconsejado por los fieles y los sacerdotes, en diciembre de aquel mismo año regresó a España para someterse a varias operaciones. Con el fin de conformarse más con Cristo, rechazó la anestesia. Soportó las dolorosas operaciones sin un lamento y con una fortaleza tan heroica que conmovió al quirurgo y a sus asistentes.

Sabiendo que estaba herido de muerte, quiso pasar los últimos días de su vida en el convento de Monteagudo, junto a la Virgen. El 19 de agosto de 1906, después de de haber padecido acérrimos dolores, con los ojos clavados en el crucifijo, entregó su alma al Señor.
Fue beatificado por Pablo VI el 1 de noviembre de 1975.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Jordán de Pisa, Beato Dominico, 19 de agosto  

Jordán de Pisa, Beato

Presbítero Dominico

Martirologio Romano: En Piacenza, en la Emilia, beato Jordán de Pisa, presbítero de la Orden de Predicadores, que en lenguaje popular expuso al pueblo la más alta doctrina con la máxima sencillez (c. 1311).

Fecha de beatificación: Su culto fue confirmado en 1833.

 

Jordán de Pisa ha pasado a la historia como uno de los creadores del italiano moderno.

Era un predicador de gran elocuencia y saber, contemporáneo de Dante y uno de los primeros en usar el dialecto toscano en vez del latín. Su contribución al enriquecimiento y consolidación del italiano hablado puede compararse con la de Dante y Petrarca respecto del italiano escrito.

No sabemos nada sobre el nacimiento y los primeros años del beato. De un pasaje de sus sermones parece desprenderse que, en 1276, se hallaba estudiando en París. "Imaginad a un hombre -dijo-, que se haya ganado el favor del rey de Francia. ¿No recibirá acaso grandes honores? Yo tuve la ocasión de ver, con mis propios ojos, a un hombre así, a un hombre de humilde origen que había llegado a ganarse el favor del rey. Toda la corte y los barones se inclinaban ante él y le honraban desmensuradamente, sólo porque era amigo del rey." Esta frase se refiere ciertamente a Pedro de la Brosse, barbero y cirujano de San Luis de Francia, que fue más tarde íntimo amigo de su hijo, el rey Felipe.

El primer dato cierto que poseemos sobre Jordán es que tomó el hábito de Santo Domingo, en Pisa, en 1280 y que más tarde fue a la Universidad de París a completar sus estudios.

El capítulo de la Orden de Santo Domingo, que tuvo lugar en Rietti en 1305, le nombró profesor en Florencia. Durante los tres años que desempeñó ese cargo, el alto nivel de su enseñanza hizo famoso en toda Italia el convento de Santa María Novella. Puesto que pertenecía a la Orden de Predicadores Jordán encontraba tiempo para predicar e impartir la enseñanza.

Pronto se convirtió en uno de los más grandes oradores de su época; en ocasiones llegó a predicar cincuenta veces al día. A veces empezaba a predicar sobre un tema, por la mañana, en una iglesia y continuaba a mediodía en otra, para terminar por la noche en una tercera iglesia. Los florentinos le seguían de una a otra, ávidos de escucharle. Muchos de sus oyentes tomaban notas, algunas de las cuales han llegado hasta nosotros y constituyen verdaderos tesoros lingüísticos. La predicación del beato era tan sencilla como avasalladora: hablaba de Cristo crucificado e ilustraba la doctrina con ejemplos tomados de la Sagrada Escritura y de las vidas de los santos.

Con frecuencia se refería a la necesidad e importancia de la predicación y del valor de la obra de Santo Domingo, antes del cual, según las palabras del beato, "apenas si había escuelas de Teología; en cambio, ahora abundan en toda la Cristiandad y todas las comunidades importantes tienen su propia cátedra, lo cual es muy útil. Antes de Santo Domingo, sólo los obispos predicaban la Palabra de Dios; éste era su oficio distintivo; los sacerdotes, los monjes y los ermitaños sólo predicaban con el ejemplo".

El efecto de la predicación del beato, sobre todo en Florencia, fue extraordinario y elevó el nivel de la moral en la ciudad. Jordán trataba de asegurar la perseverancia de sus penitentes, aconsejándoles, como principales medios, la asistencia diaria a la misa, el uso frecuente de los sacramentos, las oraciones de la mañana y de la noche, el recuerdo de la presencia de Dios, la lectura espiritual y la meditación sobre la vanidad de este mundo y la eternidad del venidero.

El beato acababa exhausto, después de dos o tres horas de predicación; su discípulo Ventura, que más tarde sería conocido con el nombre de Beato Silvestre de Valdevise, le esperaba, algunas veces, al pie de la escalera del púlpito para darle un poco de vino. Ambos siervos de Dios eran muy amigos y Ventura ingresó, algo más tarde, como hermano lego en el convento de los camaldulenses de Florencia. Muchos otros penitentes de Jordán llegaron también a ser famosos por su santidad. La crónica del convento de Santo Domingo de Pisa afirma que el beato conocía de memoria "el breviario, el misal, la mayor parte de la Biblia con las notas marginales, la segunda parte de la Suma de Santo Tomás y muchos otros libros. La Cofradía del Divino Redentor, una de las que el beato fundó en Pisa, conserva todavía las constituciones primitivas. En 1311, Jordán fue profesor de Teología del convento de San Jacques, en París; pero en el camino le sorprendió una enfermedad de la que murió en Piacenza.

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Fuente: Franciscanos.org
Luis (Ludovico) de Anjou, Santo Obispo, 19 de agosto  

Luis (Ludovico) de Anjou, Santo

Obispo

Martirologio Romano: En Brignoles, en la Provenza, de Francia, muerte de san Luis, obispo. Sobrino del rey san Luis, prefirió la pobreza evangélica a las alabanzas y honores del mundo, y joven en años, pero maduro en virtud, fue elevado a la sede de Tolosa. Debido a su delicada salud, descansó piadosamente en el Señor (1297).

Fecha de canonización: El papa Juan XXII lo canonizó el año 1317.

 

San Luis de Anjou-Sicilia, que murió siendo obispo de Toulouse a los veintitrés años, nació el año 1274 en Brignoles, hermosa villa de Provenza. Su madre, María de Hungría, era sobrina de Santa Isabel y hermana de tres príncipes que también llegaron a ser reyes y santos: Esteban, Ladislao y Enrique. Su padre, Carlos II de Anjou, rey de Nápoles, Sicilia, Jerusalén y Hungría, era el propio sobrino de San Luis de Francia. El príncipe don Luis brilló desde su infancia por la seguridad de su juicio, su piedad sólida, el desprecio de los honores del siglo y una gravedad que le conciliaban el amor y el respeto de todos. Desde luego, Dios le llamaba para más alto destino que el que la historia política de su tiempo parecía reservarle.

Fue testigo, en sus primeros años, de las sangrientas luchas que oponían su familia a los reyes de Aragón. Su abuelo Carlos, al que el papa Inocencio IV había adjudicado el reino de Nápoles, había soñado con reinar en Italia entera. Fue víctima del odio de los sicilianos, sublevados contra su tiranía en las terribles matanzas ocurridas en Palermo conocidas en la historia por Vísperas Sicilianas, el 31 de marzo de 1282. Fracasados los planes de conquista de su abuelo, dos años más tarde, cuando don Luis no tenía más que diez años, su padre, que trataba de resistir en Nápoles, era hecho prisionero. Durante tres años iba a permanecer en Barcelona encarcelado en el castillo Siurana por orden del rey Don Pedro III. Cuando fue puesto en libertad le llegaba a don Luis la hora de los trabajos y sufrimientos más duros: Don Alfonso III de Aragón consentía en libertar a su padre, pero a condición de que sus tres hijos fuesen mandados a Barcelona como rehenes.

El cautiverio de los tres príncipes, don Luis, don Roberto y don Raimundo, hubo de durar siete años. El príncipe don Luis, el mayor de los hermanos, tenía entonces trece años; fue tratado con aspereza, tanto más cuanto que tuvo que pagar el rencor que animaba al rey de Aragón contra la política del Papa, que se negaba a revocar la donación e investidura de los reinos de Aragón, Valencia y condado de Barcelona a Carlos de Valois, el hijo segundo del rey de Francia, y acabó coronando al padre de los príncipes encarcelados como rey de Sicilia, absolviéndole de todas las garantías que había dado al rey de Aragón cuando le puso en libertad. El príncipe don Luis aguantó los sufrimientos de su larga prisión con admirable paciencia. Estaba acostumbrado desde hacía años a una vida penitente. La reina Doña María, su madre, declaró que desde la edad de siete años se salía de noche de su cama para echarse a dormir en el suelo de su habitación.

En los años transcurridos en Barcelona se acrisoló la santidad del joven príncipe. Sus guardianes le trataban duramente, pero él se estimaba feliz sobremanera en padecer algo a imitación de Jesucristo, su Señor. Les solía decir a sus hermanos que, según el espíritu del Evangelio, la adversa fortuna valía más que la próspera, y que tenían que amar su prisión y alegrarse de que Dios les proporcionara el medio de darle prueba del amor que le tenían sufriendo algo por Él. Palabras éstas de verdadero amor iluminado por el divino sentido de la cruz. Aprovechó su cautiverio para dedicarse también al estudio, aconsejándose con dos varones sabios y piadosos de la Orden de San Francisco, especialmente con el padre Jacques Deuze, que había de ser más tarde Papa bajo el nombre de Juan XXII. Frecuentaba la meditación de las cosas de Dios y los misterios de Cristo Nuestro Señor. Confesaba casi todos los días antes de oír misa y no dejaba de rezar el oficio divino. Era especialmente devoto de la cruz y de la Virgen Santísima. Cuando le concedían libertad la empleaba en visitar a los pobres enfermos de la Ciudad Condal. Cierto día reunió a los leprosos para lavarles los pies y servirles la comida; dicen que uno de éstos estaba tan llagado que a su vista se desmayaron los otros príncipes. Al día siguiente, queriendo volverle a ver, resultó imposible encontrarle en toda la ciudad, de donde se creyó que el mismo Señor se les había aparecido para recibir los amorosos servicios del joven don Luis, su fiel discípulo. Entre estas obras de misericordia se deslizaban los años de su adolescencia, dedicada al estudio y a la meditación divina, hasta que cayó gravemente enfermo. Entendió que el Señor le llamaba y le quería todo para sí en el momento en que se aproximaba el fin de su cautividad. Entonces hizo voto de ingresar en la seráfica Orden de San Francisco si se reponía.

Pronto Dios iba a permitir que realizara su voto. Después de una larga enfermedad curó como de milagro. Seguidamente llegó la hora de su liberación: Don Jaime II de Aragón, hijo y sucesor de Don Alfonso III, buscando la paz con el Papa y con las casas de Francia y Nápoles decidió poner en libertad a los hijos de Carlos II, a condición de que la hija de éste, doña Blanca, casase con él. Se habló igualmente en estas conversaciones de Anagni (junio de 1295) de casar al príncipe don Luis con la princesa Violante, hermana del aragonés. Pero Luis, deseoso de realizar su promesa de entrar en religión, se negó, a pesar de las instancias de su padre y de las dos cortes interesadas en que se cumpliera el enlace que robusteciera la unión y la paz entre los dos Estados. Entonces fue cuando pronunció estas palabras en las que se retrata su alma santa: “Jesucristo –dijo– es mi reino. Poseyéndole a Él, lo tengo todo. Desposeído de Él, lo pierdo todo”.

De vuelta a Italia con su padre, renunció a la corona de Nápoles a favor de su hermano Roberto (enero de 1296), con ganas de realizar cuanto antes sus deseos de vida retirada, después de recibir las sagradas órdenes. Pensaba vivir escondido en un convento de la Orden franciscana en Alemania. Pero la Providencia divina le tenía preparada otra prueba. Pronunció, efectivamente, sus votos en el convento de Ara Coeli, de los padres franciscanos de Roma, recibiendo seguidamente las sagradas órdenes en Nápoles (20 de mayo de 1296). Pero cuando volvió a Roma, el papa Bonifacio VIII le había designado para ocupar el obispado de Toulouse. El día de Santa Águeda, habiendo revestido el hábito de su Orden, atravesó las calles de Roma descalzo desde el Capitolio hasta San Pedro, donde predicó y fue consagrado. En Toulouse su administración fue cortísima, pero muy provechosa: reformó el clero, poniendo todo su cuidado en examinar con esmero a sus sacerdotes; predicaba a menudo dos veces al día y su palabra encendida, que convertía las almas, era acompañada de prodigios que curaban los cuerpos; llevaba una vida austera de ayunos y disciplinas; visitaba, por fin, a los pobres enfermos, recibiendo a diario veinticinco de ellos en su casa. A pesar de su santo celo apostólico, al joven obispo le atemorizaba la dignidad de su cargo. Llevado de su profunda humildad parece que pensó pedir su dimisión e implorar del Papa que le diera permiso para llevar una vida retirada lejos de los hombres. Otra vez tenían que cumplirse sus anhelos de perfección de manera impensada, por divina disposición de la Providencia.

Camino de Roma, donde iba a presenciar los solemnes actos de la canonización de su pariente San Luis de Francia, cayó enfermo en Brignoles, donde había nacido veintitrés años antes. Tuvo pronto la revelación de que allí mismo se le iban a abrir las puertas del cielo. Veía aproximarse la muerte sin temor, preparándose a rendir su alma al Señor, como suelen hacerlo los varones santos, por una profunda meditación de los misterios sagrados y un abandono total y confiado a la divina voluntad: “Voy a morir –decía a su compañero de viaje–, voy a morir, y me alegro como el marinero que vuelve a divisar la tierra y se prepara a abordar al puerto después de una larga navegación. Ya voy a dejar un cargo demasiado pesado para mis hombros, que no me permitía consagrarme a mí mismo y a Dios”. El día de la Asunción recibió los santos óleos y, a pesar de que estaba muy débil por la enfermedad y las austeridades, cuando vio a su Señor que entraba a visitarle se levantó de su lecho y, adelantándose a él, puesto de rodillas, recibió por última vez al huésped amado que le tenía preparada una unión eterna en los cielos. Sus labios repetían sin parar: “Te adoramos, Jesucristo Señor nuestro, y te damos gracias por haber querido rescatar el mundo por tu santa cruz”. Pronunciaba también las palabras de la salutación angélica, y contestaba a su compañero que le preguntaba por qué: “No tardaré en morir; la Virgen Santísima acudirá a mi amparo”.

Murió el 19 de agosto de 1297. Su santidad, su pureza heroica fueron puestas de manifiesto por los milagros que acompañaron su tránsito: uno de los religiosos que le asistían vio a su alma subir al cielo en medio de los espíritus bienaventurados que cantaban: “Así suele tratar el Señor a los que han vivido con tanta inocencia y pureza”. El prodigio más sonado fue el de la rosa que se le apareció en la boca para pública manifestación de su pureza y encendida caridad. Fue sepultado en el coro de la iglesia de los padres franciscanos de Marsella, multiplicándose los milagros en su sepulcro. Fueron tantos los enfermos curados por su intercesión, que el papa Juan XXII no tardó en canonizarle (1317). El día 11 de noviembre del año siguiente, los padres del convento de Marsella levantaron el cuerpo del Santo del coro de la iglesia, y lo depositaron en un relicario de plata puesto en el altar mayor. Presenciaba el acto el rey de Nápoles y Sicilia, su hermano menor Roberto, al que había cedido sus derechos a la corona. La devoción que el pueblo cristiano tributaba al santo príncipe se extendió a los mismos reinos de la casa de Aragón, secularmente enemistada con la suya. En 1443, don Alfonso V, que acababa de conquistar el reino de Nápoles, tomaba la ciudad de Marsella. Dicen que en ella no hizo ningún botín, contentándose con llevar en su galera las preciosas reliquias del Santo. Depositó su tesoro en Valencia, donde la memoria de San Luis de Anjou fue objeto de gran veneración. Por fin, el año 1862, el arzobispo de Valencia concedió a la Iglesia de Toulouse una reliquia del que había sido su obispo.

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Fuente: www.op.org.ar
Luis Flores y compañeros, Beatos Mártires, 19 de agosto  

Luis Flores y compañeros, Beatos

Mártires

Martirologio Romano: En Nagasaki, en Japón, beatos mártires Luis Flores, presbítero de la Orden de Predicadores, Pedro de Zúñiga, presbítero de la Orden de los Eremitas de San Agustín, y trece compañeros, marineros japoneses, que, llevados a puerto y detenidos al punto, sufrieron juntos un mismo martirio, entre variadas torturas, por la fe cristiana (1622).

Sus compañeros: Beatos Joaquín Hirayama, León Sukeyemon, Miguel Diaz, Antonio Yamada, Marcos Takenoshima Shinyemon, Tomás Koyanagi, Jacobo Matsuo Denshi, Lorenzo Rokuemon, Pablo Sankichi, Juan Yago, Juan Nagata Matakichi y Bartolomé Mohioye.

Fecha de beatificación: Fueron beatificados por Pío IX el 7 de julio de 1867.

 

Nació en Amberes y recibió la primera educación en Gante (Bélgica), pero aún niño vino con sus padres a España y luego pasaron a México. Es hijo del convento de Santo Domingo de México donde hizo profesión en 1592.

En 1598 pasa a Filipinas donde trabaja muchos años con eficacia y gran virtud. Cuando en 1620 pide ir de misionero a Japón, viajando con el agustino B. Pedro de Zúñiga, fueron apresados en el mar por piratas, de los que sufrieron grandes tormentos y finalmente padecieron el martirio a fuego lento por la fe católica en Nagasaki el 17 de agosto de 1622.

Era modelo de gran piedad y afabilidad.

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Fuente: Archivalencia.org
Elvira de la Natividad de Nuestra Señora y compañeras, Beatas Mártires, 19 de agosto  

Elvira de la Natividad de Nuestra Señora y compañeras, Beatas

Mártires Carmelitas

Martirologio Romano: En el lugar llamado El Saler, en la región valenciana (España), beatas Elvira de la Natividad de Nuestra Señora Torrentallé Paraire y sus compañeras, vírgenes del Instituto de las Hermanas Carmelitas de la Caridad y mártires, que en la prueba de la fe por Cristo, su Esposo, obtuvieron el fruto eterno (1936).

Fecha de beatificación: Fueron beatificadas junto a otros
232 mártires, por S.S. Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001.

Sus compañeras: María de Nuestra Señora de la Providencia Calaf Miracle, Francisca de Santa Teresa de Amezúa Ibaibarriaga, María de los Abandonados del Santísimo Sacramento Giner Líster, Teresa de la Madre del Divino Pastor Chambó Palés, Águeda de Nuestra Señora de las Virtudes Hernández Amorós, María de los Dolores de San Francisco Javier Vidal Cervera, María de las Nieves de la Santísima Trinidad Crespo López y Rosa de Nuestra Señora del Buen Consejo Pedret Rull.

 

Elvira Torrentallé Paraire nació en Balsareny (Barcelona) el día 29 de Junio de 1883. A los 23 años ingresó en el noviciado de Vic (Barcelona)

En 1908 fue destinada a la Casa — Asilo de Cullera, donde hizo la profesión perpetua y en Abril de 1925 fue destinada al Colegio del Sagrado Corazón de Valencia.

El 13 de enero de 1933 vuelve al su primer destino: Cullera pero en esta ocasión de Superiora de la Comunidad. En 1936, a pesar de las presiones de la familia para que marchara con ellos, no consintió dejar ni a las HH. ni a las niñas huérfanas. Murió en el Saler en la madrugada del 19 de agosto de 1936.

El rasgo fundamental de su espiritualidad era una caridad sin limites. El amor a Dios manifestado en el amor a los hermanos.

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Fuente: JesuitasAntillas.org
Tomás Sitjar Fortiá, Beato Presbitero y Mártir, 19 de agosto  

Tomás Sitjar Fortiá, Beato

Presbítero y Mártir

Martirologio Romano: En la ciudad de Gandía, de Valencia, España, beato Tomás Sitjar Fortiá, presbítero de la Compañía de Jesús y mártir, que, persecución contra la Iglesia, derramó su sangre por Cristo (1936).

Fecha de beatificación: El Papa Juan Pablo II lo agregó al número de los beatos proclamados el 11 de marzo del 2001, en la ceremonia en que beatificaba en la Plaza de San Pedro a
233 víctimas de la guerra civil española.

 

Tomás Sitjar Fortiá nació el 21 de marzo de 1866 en Girona (Cataluña), e ingresó en la Compañía en el noviciado de Veruela (Zaragoza), el 21 de julio de 1880. Estudió Filosofía en Tortosa, y durante ocho años hizo su magisterio enseñando Filosofía en el Seminario Diocesano de Montevideo (Uruguay).

Volvió a Tortosa para estudiar Teología y recibió el sacerdocio en 1900, enseñando luego Filosofía durante nueve años en el mismo lugar y luego en Sarriá. Acto seguido fue nombrado superior de la residencia de Tarragona (1923-1929), y hasta la supresión de la Compañía en España, sería rector de Gandía (1929-1932). Desde entonces hasta el estallido de la guerra en julio de 1936 vivió en un apartamento con el H. Pedro Gelabert.

Una semana después (25 julio 1936), se oyeron fuertes golpes en la puerta, pero el P. Sitjar no abrió hasta que su compañero no saltó por una ventana. Le apresaron y llevaron a una escuela convertida en cárcel. A la mañana siguiente se le unieron los H. Gelabert y Ramón Grimaltos Monllor y el P. Constantino Carbonell Sempere.


Algunos amigos les visitaron y les facilitaron comida y ropa, hasta que el día 17 y 18 de agosto desfilaron ante un tribunal, sólo para esperar que uno o dos días más tarde, prometiéndole que le pondrían en libertad, llevaron a Sitjar con otros dos presos cerca de Palma de Gandía, y allí a las tres de la madrugada les ejecutaron. Los otros jesuitas fueron fusilados camino de Valencia el 23 de agosto, mientras un total de 12 jesuitas (7 sacerdotes y cinco coadjutores), cayeron de modo similar entre el 19 de agosto y el 29 de diciembre.

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Guerrico de Igny, Beato Abad, 19 de agosto  

Guerrico de Igny, Beato

Abad

Martirologio Romano: En el monasterio de Igny, en Francia, beato Guerrico, abad. Verdadero discípulo de san Bernardo, al no poder dar ejemplo en el trabajo a sus hermanos por la debilidad de su cuerpo, los fortalecía en la humildad y caridad con reiteradas exhortaciones espirituales (1151/1157).

Fecha de beatificación: Su culto fue confirmado en 1889.

 

Guerrico vivió entre los siglos XI y XII, no se cuenta con información sobre sus primeros años, los detalles que tenemos son gracias a la biografía de Hugo abad de Marchiennes conocemos que llevó vivió solo en una casa cercana al monasterio de Tournai, que siendo inicialmente agustino pasa a ser benedictino bajo el episcopado de Odón de Cambrai. Fue San Bernardo quien lo conquisto para Claraval, y en 1138 llegó a ser abad de Igny (diócesis de Reims) sucediendo al Beato Humberto que fue el primer Abad, el monasterio mientras él lo regento llegó a ser muy prospero, murió en “su” monasterio posiblemente un 19 de agosto, entre los años 1151 y 1157.

Cultivó un tierno amor a Jesús y su Madre. Se conservan 54 sermones de Guerrico, todos llenos de una gran inspiración bíblica, patrística y sacramental.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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