jueves, 16 de agosto de 2012

Jueves 16 de Agosto de 2012. San Esteban de Hungría ¡ruega por nosotros!

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18, 21-35; 19, 1

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús, le preguntó:
"Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano cuando me ofende? ¿Siete veces?"
Jesús le respondió:
"No te digo siete veces, sino setenta veces Siete.
Porque con el Reino de los cielos sucede lo que con aquel rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. Como no podía pagar, mandó que lo vendieran a él, a su mujer y a sus hijos, y todo cuanto tenía, para pagar la deuda. El siervo se echó a sus pies suplicando:
"Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo".
El señor tuvo compasión de aquel siervo, lo dejó libre y le perdonó la deuda. Nada más salir, aquel siervo encontró a un compañero suyo que le debía cien denarios; lo agarró y le apretaba el cuello, diciendo:
"Paga lo que me debes".
El compañero se echó a sus pies, suplicándole:
"Ten paciencia conmigo y te lo pagaré".
Pero él no quiso, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara la deuda. Al verlo sus compañeros se disgustaron mucho y fueron a contar a su señor todo lo ocurrido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:
"Siervo miserable, yo te perdoné toda aquella deuda, porque me lo suplicaste. ¿No debías haberte compadecido de tu compañero como yo me compadecí de ti?"
Entonces su señor, muy enojado, lo entregó para que lo castigaran hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con ustedes mi Padre celestial si no se perdonan de corazón unos a otros".
Cuando Jesús terminó este discurso, salió de Galilea y se dirigió a la región de Judea, a la otra orilla del Jordán.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las “palabras de vida eterna” (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=272692

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: “si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). “Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso”. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: “quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesar pecados graves al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

jue 19a. Ordinario año Par

Antífona de Entrada

Firmeza es el Señor para su pueblo, defensa y salvación para sus fieles. Sálvanos, Señor, vela sobre nosotros y guíanos siempre.

Oración Colecta

Oremos:
Padre misericordioso, que nunca dejas de tu mano a quienes has hecho arraigar en tu amistad; concédenos vivir siempre movidos por tu amor y un filial temor de ofenderte.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura

Lectura del libro del profeta Ezequiel 12, 1-12

Recibí esta palabra del Señor:
"Hijo de hombre, tú vives en medio de un pueblo rebelde. Tienen ojos para ver, y

no ven; oídos para oír, y no oyen; son un pueblo rebelde. Y ahora, hijo de hombre, prepara tu equipaje como si fueras al destierro, y ponte en camino en pleno día a la vista de ellos; sal de donde vives y vete a otros sitio. Tal vez así comprendan que son un pueblo rebelde. Sacarás tu equipaje de desterrado en pleno día, a la vista de todos. Partirás por la tarde como si fueras un desterrado. Harás un boquete en la pared y saldrás por él. Cargarás a la espalda tu equipaje en su presencia, y partirás de noche con la cara cubierta para no ver la tierra, pues serás un símbolo para el pueblo de Israel".
Yo hice todo lo que se me había ordenado. Preparé mi equipaje de desterrado en pleno día; por la tarde hice un boquete en la pared y salí de noche con el equipaje a mis espaldas, a la vista de todos.
Por la mañana recibe esta palabra del Señor:
"Hijo de hombre, cuando el pueblo de Israel, ese pueblo rebelde, te pregunte qué es lo que haces, contéstales: Así dice el Señor: Este oráculo se refiere al rey de Jerusalén y a todos los Israelitas que viven en ella. Diles: Yo soy un símbolo para ustedes; ustedes tendrán que hacer lo que yo he hecho. Serán deportados, irán al destierro. Hasta el rey que los gobierna se cargará a las espaldas el equipaje de desterrado, saldrá en la oscuridad por un boquete que abrirán en el muro para que salga, y se tapará la cara para no ver su tierra con sus propios ojos".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 77, 56-57.58-59.61-62

No olviden las acciones de Dios.

Pusieron a prueba a Dios, se rebelaron contra el Altísimo, no obedecieron sus mandatos. Se desviaron, pecaron como sus antepasados, se torcieron como un arco engañoso.
No olviden las acciones de Dios.

Ofendieron a Dios en los lugares altos, provocaron sus celos dando culto a los ídolos. Al oírlo, Dios se enfureció y rechazó completamente a Israel.
No olviden las acciones de Dios.

Entregó al cautiverio el símbolo de su fuerza; en manos del enemigo el signo de su orgullo; dejó a su pueblo a merced de la espada, enfurecido contra su heredad.
No olviden las acciones de Dios.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, Aleluya.
Señor, mira benignamente a tus siervos y enséñanos a cumplir tus mandamientos.
Aleluya.

Evangelio

No te digo que perdones siete veces, sino hasta setenta veces siete

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18, 21-35; 19, 1

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús, le preguntó:
"Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano cuando me ofende? ¿Siete veces?"
Jesús le respondió:
"No te digo siete veces, sino setenta veces Siete.
Porque con el Reino de los cielos sucede lo que con aquel rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. Como no podía pagar, mandó que lo vendieran a él, a su mujer y a sus hijos, y todo cuanto tenía, para pagar la deuda. El siervo se echó a sus pies suplicando:
"Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo".
El señor tuvo compasión de aquel siervo, lo dejó libre y le perdonó la deuda. Nada más salir, aquel siervo encontró a un compañero suyo que le debía cien denarios; lo agarró y le apretaba el cuello, diciendo:
"Paga lo que me debes".
El compañero se echó a sus pies, suplicándole:
"Ten paciencia conmigo y te lo pagaré".
Pero él no quiso, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara la deuda. Al verlo sus compañeros se disgustaron mucho y fueron a contar a su señor todo lo ocurrido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:
"Siervo miserable, yo te perdoné toda aquella deuda, porque me lo suplicaste. ¿No debías haberte compadecido de tu compañero como yo me compadecí de ti?"
Entonces su señor, muy enojado, lo entregó para que lo castigaran hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con ustedes mi Padre celestial si no se perdonan de corazón unos a otros".
Cuando Jesús terminó este discurso, salió de Galilea y se dirigió a la región de Judea, a la otra orilla del Jordán.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Oración sobre las Ofrendas

Acepta, Señor, este sacrificio de reconciliación y alabanza que vamos a ofrecerte; a fin de que purifique nuestros corazones y podamos corresponder a tu amor con nuestro amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

La alabanza, don de Dios

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Pues aunque no necesitas nuestra alabanza, ni nuestras bendiciones te enriquecen, tú inspiras y haces tuya nuestra acción de gracias, para que nos sirva de salvación, por Cristo, Señor nuestro.
A quien alaban los ángeles y los arcángeles, proclamando sin cesar:

Antífona de la Comunión

Los ojos de todos los hombres te miran, Señor, llenos de esperanza, y tú das a cada uno su alimento.

Oración después de la Comunión

Oremos:
Señor, tú que nos has renovado con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, concédenos que la participación en esta Eucaristía nos ayude a obtener la plenitud de la redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

 

Dia 16/08 Esteban de Hungría (santo, rojo)

Antífona de Entrada

El justo se alegra con el Señor, se refugia en él y se felicitan los rectos de corazón.

Oración Colecta

Oremos:
Proclamamos, Señor, que sólo tú eres santo, sólo tú eres bueno y nadie puede serlo sin tu gracia; por eso te pedimos que, mediante la intercesión de san Esteban de Hungría, nos ayudes a vivir de tal forma en el mundo, que nunca nos veamos privados tu gloria.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura

El Señor es su heredad

Lectura del libro del Deuteronomio 10, 8-9

Moisés habló al pueblo y dijo:
"El Señor apartó a la tribu de Leví para que llevara el arca de la alianza del Señor, estuviera en presencia del Señor, a su servicio, y bendijera en su nombre, y así hacen todavía hoy. Por eso el levita no recibe parte en la heredad de sus hermanos, sino que el Señor es su heredad, como le dijo el Señor tu Dios".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del Salmo 111

Dichoso quien teme al Señor.

Dichoso quien teme al Señor y ama de corazón sus mandatos. Su linaje será poderoso en la tierra, la descendencia del justo será poderosa en la tierra, la descendencia del justo será bendita.
Dichoso quien teme al Señor.

En su casa habrá riquezas y abundancia; su caridad es constante, sin falta. En las tinieblas brilla como luz el que es justo, clemente y compasivo.
Dichoso quien teme al Señor.

Dichoso el que se apiada y presta y administra rectamente sus asuntos. El justo jamás vacilará; su recuerdo será perpetuo; no temerá las malas noticias.
Dichoso quien teme al Señor.

Su corazón está firme en el Señor. Su corazón está seguro, sin temor, hasta ver derrotados a sus enemigos.
Dichoso quien teme al Señor.

Reparte limosna a los pobres, sus caridad es constante, sin falta, y alzará la frente con dignidad.
Dichoso quien teme al Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
Aleluya.

Evangelio

Has sido fiel en lo poco, pasa al banquete de tu señor

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 25, 14-30

Gloria ti, Señor.

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
"Un hombre que iba al extranjero llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó.
El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
"Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos, y le presentó otros cinco diciendo:
"Señor cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco".
Su señor le dijo:
"Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor".
Se acercó luego el que había recibido dos talentos, y dijo:
"Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos".
Su señor le dijo:
"Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor: como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor".
Finalmente se acercó el que había recibido un talento y dijo
"Señor, sabía que eres exigente, que sigas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo".
El Señor le respondió:
"Eres un empleado negligente y holgazán; ¿conque sabias que siego donde no siembre y recojo donde no esparzo. Pues debías hacer puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quítenle el talento y désenlo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil échenlo fuera, a las tinieblas: allí será el llanto y el rechinar de dientes.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Oración sobre las Ofrendas.

Te suplicamos, Dios todopoderoso, que este sacrificio, ofrecido humildemente en honor de tus santos, sea grato a tus ojos y purifique nuestro cuerpo y nuestro espíritu.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

Acción de los santos en la Iglesia

En verdad es justo y necesario, nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque con la vida de tus santos, enriqueces a tu Iglesia con formas siempre nuevas de admirable santidad, y nos das pruebas indudables de tu amor por nosotros; y también, porque su ejemplo nos impulsa y su intercesión nos ayuda a colaborar en el misterio de la salvación.
Por eso,
ahora nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y santos diciendo:

Antífona de la Comunión

El que quiera servirme, que me siga dice el Señor; y donde esté yo, allí también estará mi servidor.

Oración después de la Comunión

Oremos:
En el aniversario de la glorificación de tus santos, te suplicamos, Señor, que, robustecidos con los sacramentos, alcancemos plenamente en el cielo los bienes con que ahora nos ayudas por tu misericordia.
Por Jesucristo, Señor nuestro.
Amén

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Meditación diaria

 

19ª semana. Jueves

LA DEUDA PARA CON DIOS

— Los incontables beneficios del Señor.

— La Misa es la acción de gracias más perfecta que se puede ofrecer a Dios.

— Gratitud con todos; perdonar siempre cualquier ofensa.

I. El Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso arreglar cuentas con sus siervos, leemos en el Evangelio de la Misa1. Habiendo comenzado su tarea, se presentó uno que tenía una deuda de diez mil talentos, una suma inmensa, imposible de pagar. Este primer deudor somos nosotros mismos; adeudamos tanto a Dios que nos es imposible pagarlo. Le debemos el beneficio de nuestra creación, por el cual nos prefirió a otros muchos, a quienes pudo llamar a la existencia en nuestro lugar. Con la colaboración de nuestros padres formó el cuerpo, para el que creó, directamente, un alma inmortal, irrepetible, destinada, junto con el cuerpo, a ser eternamente feliz en el Cielo. Nos encontramos en el mundo por expreso deseo suyo. Le debemos la conservación en la existencia, pues sin Él volveríamos a la nada. Nos ha dado las energías y cualidades del cuerpo y del espíritu, la salud, la vida y todos los bienes que poseemos. Por encima de este orden natural, estamos en deuda con Él por el beneficio de la Encarnación de su Hijo, por la Redención, por la filiación divina, por la llamada a participar de la vida divina aquí en la tierra y más tarde en el Cielo con la glorificación del alma y del cuerpo.

Le debemos el don inmenso de ser hijos de la Iglesia, en la que tenemos la dicha de poder recibir los sacramentos y, de modo singular, la Sagrada Eucaristía. En la Iglesia, por la Comunión de los Santos, participamos en las buenas obras de los demás fieles; en cualquier momento estamos recibiendo gracias de otros miembros, de quienes están en oración o de aquellos que han ofrecido su trabajo o su dolor... También recibimos continuamente el beneficio de los santos que ya están en el Cielo, de las almas del Purgatorio y de los Ángeles. Todo nos llega por las manos de Nuestra Madre, Santa María, y en última instancia por la fuente inagotable de los méritos infinitos de Cristo, nuestra Cabeza2, nuestro Redentor y Mediador. Estas ayudas nos favorecen diariamente, preservándonos del pecado, iluminándonos interiormente, estimulándonos a cumplir con nuestro deber, a hacer el bien en todo momento, a callar cuando los demás murmuran, a salir en defensa de los más débiles...

Debemos a Dios la gracia necesaria para practicar el bien, la constancia en los propósitos, los deseos cada vez mayores de seguir a Jesucristo, y todo progreso en las virtudes. Le debemos de modo muy particular la gracia inmensa de la vocación a la que cada uno de nosotros ha sido llamado, y de la que se han derivado luego tantas otras gracias y ayudas...

En verdad, somos unos deudores insolventes, que no tenemos con qué pagar. Solo podemos adoptar la actitud del siervo de esta parábola: Entonces el servidor, echándose a sus pies, le suplicaba: Ten paciencia conmigo y te pagaré todo. Y como somos sus hijos, nos podemos acercar a Él con una confianza ilimitada. Los padres no se acuerdan de los préstamos que un día, llevados por el amor, hicieron a sus hijos pequeños. “Descansa en la filiación divina. Dios es un Padre –¡tu Padre!– lleno de ternura, de infinito amor.

“—Llámale Padre muchas veces, y dile –a solas– que le quieres, ¡que le quieres muchísimo!: que sientes el orgullo y la fuerza de ser hijo suyo”3. Nuestro hermano mayor, Jesucristo, paga con creces por todos nosotros.

II. Ten paciencia conmigo y te pagaré todo...

En la Santa Misa ofrecemos con el sacerdote la hostia pura, santa, inmaculada, una acción de gracias de infinito valor, y unimos a ella la insuficiencia de nuestro pobre agradecimiento: Dirige tu mirada serena y bondadosa sobre esta ofrenda, le suplicamos cada día; acéptala, como aceptaste el sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe, y la oblación pura de tu sumo sacerdote Melquisedec4. Por Cristo, con Él y en Él, a Ti, Dios Padre omnipotente, en unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos... Con Cristo, unidos a Él, podemos decir: todo te lo pagaré.

La Misa es la más perfecta acción de gracias que puede ofrecerse a Dios. La vida entera de Cristo fue una continuada acción de gracias al Padre, actitud interior que en diversas ocasiones se traducía al exterior en palabras y en gestos, como han recogido los Evangelistas. Gracias te doy, porque me has escuchado, exclama Jesús después de la resurrección de Lázaro5. Y en la multiplicación de los panes y de los peces da igualmente gracias antes de que sean repartidos a la multitud que espera6. En la Última Cena tomó pan, dio gracias, lo partió..., tomó luego un cáliz, y dadas las gracias...7.

En el milagro de la curación de los leprosos podemos apreciar cómo el Señor no es indiferente al agradecimiento: ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?8, pregunta Jesús extrañado; y, a la vez, no deja de alertar a sus discípulos sobre el pecado de ingratitud, en el que pueden incurrir aquellos que, a fuerza de recibir abundantes beneficios, acaban no agradeciendo ninguno, porque se acostumbran a recibir, y llegan incluso a considerar que les son debidos. Todo es don de Dios. Estar en sintonía con Dios supone acoger sus favores con el ánimo agradecido de quien es consciente del don del que es objeto. Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice “dame de beber”, tú le pedirías a Él, y Él te daría a ti agua viva9, hubo de aclarar el Señor a la mujer samaritana, que estaba a punto de cerrarse a la gracia10.

Nuestro agradecimiento a Dios por tantos y tantos dones, que no podemos pagar, se ha de unir a la acción de gracias de Cristo en la Santa Misa. Quien es agradecido ve las cosas buenas con buenos ojos, y su disposición interior se identifica con el amor. Así debemos acudir cada día al Santo Sacrificio del Altar, diciéndole a Dios Padre, en unión con Jesucristo: ¡qué bueno eres, Padre!, ¡gracias por todo!: por aquellos bienes que contemplo a mi alrededor y por esos otros, mucho mayores, que Tú me das y que ahora están ocultos a mis ojos.

¿Cómo podré pagar a Dios todo el bien que me ha hecho?11, nos podemos preguntar cada día con el Salmista. Y no hallaremos mejor forma que participar cada día con más hondura en la Santa Misa, ofreciendo al Padre el sacrificio del Hijo, al que –a pesar de nuestra poquedad– uniremos nuestra personal oblación: Bendice y acepta, oh Padre, esta ofrenda haciéndola espiritual...12. La presencia del Señor en el Sagrario es otro motivo profundo para darle gracias con el corazón lleno de alegría.

III. Aunque toda la Misa es acción de gracias, esta queda particularmente señalada en el momento del Prefacio. En un particular clima de alegría, reconocemos y proclamamos que es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor.

Gracias siempre y en todo lugar... Esa debe ser nuestra actitud ante Dios: ser agradecidos en todo momento, en cualquier circunstancia. También cuando nos cueste entender algún acontecimiento. “Es muy grato a Dios el reconocimiento a su bondad que supone recitar un “Te Deum” de acción de gracias, siempre que acontece un suceso algo extraordinario, sin dar peso a que sea –como lo llama el mundo– favorable o adverso: porque viniendo de sus manos de Padre, aunque el golpe del cincel hiera la carne, es también una prueba de Amor, que quita nuestras aristas para acercarnos a la perfección”13. Todo es una continua llamada ut in gratiarum actione semper maneamus..., para que permanezcamos siempre en una continua acción de gracias14.

Ut in gratiarum actione semper maneamus... Debemos trasladar a nuestra vida corriente esta actitud agradecida para con Dios. Aprovechemos los acontecimientos pequeños del día para mostrarnos agradecidos por tantos servicios que lleva consigo la vida de familia y toda convivencia: en el trabajo, en las relaciones sociales... Mostremos nuestra gratitud a quien nos vende el periódico, al dependiente que nos atiende, a quien ha permitido que podamos salir con el coche en medio del tráfico de la gran ciudad, a la farmacéutica que tan amablemente nos ha despachado esas medicinas.

Pero el Señor nos muestra en este pasaje del Evangelio otro modo de saldar nuestras deudas con Él: también las que hemos contraído por las muchas culpas de nuestros pecados y faltas de correspondencia. Quiere el Señor que perdonemos y disculpemos las posibles ofensas que los demás pueden hacernos, pues, en el peor de los casos, la suma de las ofensas que hemos podido recibir no superan los cien denarios, algo completamente irrelevante en comparación de los diez mil talentos (unos sesenta millones de denarios). Si nosotros sabemos disculpar las pequeñeces de los demás (en algún caso quizá también una injuria grave), el Señor no tendrá en cuenta la larga deuda que tenemos con Él. Esta es la condición que nos pone Jesús al final de la parábola. Y es lo que decimos a Dios cada día al recitar el Padrenuestro: perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Cuando disculpamos y olvidamos, imitamos al Señor, pues nada “nos asemeja tanto a Dios como estar siempre dispuestos para el perdón”15.

Acabamos nuestra meditación con una oración muy frecuente en el pueblo cristiano: Te doy gracias, Dios mío, por haberme creado, redimido, hecho cristiano y conservado la vida. Te ofrezco mis pensamientos, palabras y obras de este día. No permitas que te ofenda y dame fortaleza para huir de las ocasiones de pecar. Haz que crezca mi amor hacia Ti y hacia los demás.

1 Mt 18, 23-35. — 2 Cfr. Santo Tomás, Suma Teológica, 3, q. 8. — 3 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 331. — 4 Misal Romano, Plegaria Eucarística I. — 5 Jn 11, 41. — 6 Cfr. Mt 15, 36. — 7 Lc 22 19; Mt 26, 17. — 8 Lc 17, 18. — 9 Jn 4, 10. — 10 Cfr. J. M. Pero-Sanz, La hora sexta, Rialp, Madrid 1978, p. 267. — 11 Sal 115, 2. — 12 Misal Romano, loc. cit. — 13 San Josemaría Escrivá, o. c., n. 609. — 14 Misal Romano, Oración postcomunión en la fiesta de San Justino. — 15 San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, 19, 7.

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Santoral                   (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

 

San Esteban


rey de Hungría
Año 1038

 

 

Esteban significa: "coronado" (estebo= corona).

Este santo tiene el honor de haber convertido al catolicismo al reino de Hungría.

Fue bautizado por San Adalberto y tuvo la suerte de casarse con Gisela, la hermana de San Enrique de Alemania, la cual influyó mucho en su vida.

Valiente guerrero y muy buen organizador, logró derrotar en fuertes batallas a todos los que se querían oponer a que él gobernara la nación, como le correspondía, pues era el hijo del mandatario anterior.

Cuando ya hubo derrotado a todos aquellos que se habían opuesto a él cuando quiso propagar la religión católica por todo el país y acabar la idolatría y las falsas religiones, y había organizado la nación en varios obispados, envió al obispo principal, San Astrik, a Roma a obtener del Papa Silvestre II la aprobación para los obispados y que le concediera el título de rey. El sumo Pontífice se alegró mucho ante tantas buenas noticias y le envío una corona de oro, nombrándolo rey de Hungría. Y así en el año 1000 fue coronado solemnemente por el enviado del Papa como primer rey de aquel país.

El cariño del rey Esteban por la religión católica era inmenso; a los obispos y sacerdotes los trataba con extremo respeto y hacía que sus súbditos lo imitaran en demostrarles gran veneración. Su devoción por la Virgen Santísima era extraordinaria. Levantaba templos en su honor y la invocaba en todos sus momentos difíciles. Fundaba conventos y los dotaba de todo lo necesario. Ordenó que cada 10 pueblos debían construir un templo, y a cada Iglesia se encargaba de dotarla de ornamentos, libros, cálices y demás objetos necesarios para mantener el personal de religiosos allá. Lo mismo hizo en Roma.

La cantidad de limosnas que este santo rey repartía era tan extraordinaria, que la gente exclamaba: "¡Ahora sí se van a acabar los pobres!". El personalmente atendía con gran bondad a todas las gentes que llegaban a hablarle o a pedirle favores, pero prefería siempre a los más pobres, diciendo: "Ellos representan mejor a Jesucristo, a quien yo quiero atender de manera especial".

Para conocer mejor la terrible situación de los más necesitados, se disfrazaba de sencillo albañil y salía de noche por las calles a repartir ayudas. Y una noche al encontrarse con un enorme grupo de menesterosos empezó a repartirles las monedas que llevaba. Estos, incapaces de aguardar a que les llegara a cada quien un turno para recibir, se le lanzaron encima, quitándole todo y lo molieron a palos. Cuando se hubieron alejado, el santo se arrodilló y dio gracias a Dios por haberle permitido ofrecer aquel sacrificio. Cuando narró esto en el palacio, sus empleados celebraron aquella aventura, pero le aconsejaron que debía andar con más prudencia para evitar peligros. El les dijo: " Una cosa sí me he propuesto: no negar jamás una ayuda o un favor. Si en mí existe la capacidad de hacerlo".

A su hijo lo educó con todo esmero y para él dejó escritos unos bellos consejos, recomendándole huir de toda impureza y del orgullo. Ser paciente, muy generoso con los pobres y en extremo respetuoso con la santa Iglesia Católica.

La gente al ver su modo tan admirable de practicar la religión exclamaba: " El rey Esteban convierte más personas con buenos ejemplos, que con sus leyes o palabras".

Dios, para poderlo hacer llegar a mayor santidad, permitió que en sus últimos años Esteban tuviera que sufrir muchos padecimientos. Y uno de ellos fue que su hijo en quien él tenía puestas todas sus esperanzas y al cual había formado muy bien, muriera en una cacería, quedando el santo rey sin sucesor. El exclamó al saber tan infausta noticia: "El Señor me lo dio, el Señor me los quitó. Bendito sea Dios". Pero esto fue para su corazón una pena inmensa.

Los últimos años de su vida tuvo que padecer muy dolorosas enfermedades que lo fueron purificando y santificando cada vez más.

El 15 de agosto del año 1038, día de la Asunción, fiesta muy querida por él, expiró santamente. Desde entonces la nación Húngara siempre ha sido muy católica. A los 45 años de muerto, el Sumo Pontífice permitió que lo invocaran como santo y en su sepulcro se obraron admirables milagros.

Que nuestro Dios Todopoderoso nos envíe en todo el mundo muchos gobernantes que sepan ser tan buenos católicos y tan generosos con los necesitados como lo fue el santo rey Esteban.

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Fuente: EWTN.com
Roque, Santo Peregrino, 16 de agosto  

Roque, Santo

Peregrino y Taumaturgo

Martirologio Romano: En la Lombardía, san Roque, que, nacido en Montpellier, del Languedoc, en Francia, adquirió fama de santidad peregrinando piadosamente y curando por toda Italia a los afectados de peste (c. 1379)

Etimológicamente: Roque = Fuerte como roca

 

Este santo se ha hecho famoso en el mundo por los grandes favores que consigue a favor de pobres y enfermos. Su popularidad ha sido verdaderamente extraordinaria cuando a pueblos o regiones han llegado pestes o epidemias, porque consigue librar de la enfermedad y del contagio a muchísimos de los que se encomiendan a él. Quizás él pueda librarnos de epidemias peligrosas.

San Roque nació en Montpellier, de una familia sumamente rica. Muertos sus padres, él vendió todas sus posesiones, repartió el dinero entre los pobres y se fue como un pobre peregrino hacia Roma a visitar santuarios.

Y en ese tiempo estalló la peste de tifo y las gentes se morían por montones por todas partes. Roque se dedicó entonces a atender a los más abandonados. A muchos logró conseguirles la curación con sólo hacerles la señal de la Santa Cruz sobre su frente. A muchísimos ayudó a bien morir, y él mismo les hacía la sepultura, porque nadie se atrevía a acercárseles por temor al contagio. Con todos practicaba la más exquisita caridad. Así llegó hasta Roma, y en esa ciudad se dedicó a atender a los más peligrosos de los apestados. La gente decía al verlo: "Ahí va el santo".

Y un día mientras atendía a un enfermo grave, se sintió también él contagiado de la enfermedad. Su cuerpo se llenó de manchas negras y de úlceras. Para no ser molesto a nadie, se retiró a un bosque solitario, y en el sitio donde él se refugió, ahí nació un aljibe de agua cristalina, con la cual se refrescaba.

Y sucedió que un perro de una casa importante de la ciudad empezó a tomar cada día un pan de la mesa de su amo e irse al bosque a llevárselo a Roque. Después de varios días de repetirse el hecho, al dueño le entró curiosidad, y siguió los pasos del perro, hasta que encontró al pobre llaguiento, en el bosque. Entonces se llevó a Roque a su casa y lo curó de sus llagas y enfermedades.

Apenas se sintió curado dispuso el santo volver a su ciudad de Montpellier. Pero al llegar a la ciudad, que estaba en guerra, los militares lo confundieron con un espía y lo encarcelaron. Y así estuvo 5 años en la prisión, consolando a los demás prisioneros y ofreciendo sus penas y humillaciones por la salvación de las almas.

Y un 15 de agosto, del año 1378, fiesta de la Asunción de la Virgen Santísima, murió como un santo. Al prepararlo para echarlo al ataúd descubrieron en su pecho una señal de la cruz que su padre le había trazado de pequeñito y se dieron cuenta de que era hijo del que había sido gobernador de la ciudad. Toda la gente de Montpellier acudió a sus funerales, y desde entonces empezó a conseguir de Dios admirables milagros y no ha dejado de conseguirlos por montones en tantos siglos.

Lo pintan con su bastón y sombrero de peregrino, señalando con la mano una de sus llagas y con su perro al lado, ofreciéndole el pan.

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Fuente: vidasejemplares.org
Serena, santa Emperatriz Romana, 16 de agosto  

Serena, santa

Emperatriz

Martirologio Romano: Santa Serena de Roma, emperatriz, mujer del emperador Diocleciano. Convertida y bautizada por San Ciriaco, practicó la religión católica en el palacio del emperador y salvó las vidas de muchos cristianos, interponiendo su valimiento ante aquel monstruo de crueldad.

 

Santa Serena fue emperatriz romana de finales del siglo III. Fue esposa nada menos que de Diocleciano. La cruelísima persecución que desencadenó este emperador contra los cristianos en los últimos años de su reinado, después de un largo período de paz, movió a piedad el corazón de Serena, que intercedió repetidamente ante su esposo para que pusiera fin a tantos y tan crueles martirios. Pero no amainó la tormenta, sino que fue in crescendo. Y llegó a ser tal la admiración que despertó en Serena el valor de los cristianos, que acabó sintiéndose atraída por aquella fe tan recia y se convirtió al cristianismo, siendo bautizada por san Ciríaco. A pesar de la severidad con que se perseguía a los cristianos, Serena pudo practicar su fe en la corte sin ser molestada por nadie. La corte imperial era inaccesible a los jueces, y el emperador amaba demasiado a su esposa como para incomodarse por su fe después de haberla tolerado tantos años. Pudo por tanto Serena acabar sus días en paz, reconfortando a los cristianos perseguidos. La Iglesia la elevó al honor de los altares y conmemora su fiesta el 16 de agosto, el día siguiente de la Asunción

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Fuente: ACIprensa.com
Gabriel Mª de Benifayó (José María Sanchís Mompó), Beato Religioso y Mártir, 16 de agosto  

Gabriel Mª de Benifayó (José María Sanchís Mompó), Beato

Religioso y Mártir

Martirologio Romano: En la localidad de Picasent, en el territorio de Valencia, en España, beato Gabriel María de Benifayo (José María Sanchís Mompó), religioso de los Terciarios Capuchinos de la Virgen de los Dolores y mártir, que, por la violencia de los enemigos de la Iglesia, emigró al Señor (1936).

 

José María Sanchis Mompó, su verdadero nombre, nace el 8 de octubre de 1866 en Benifayó de Espioca, diócesis y provincia de Valencia. Fueron sus padres Gabriel y Vicenta.

En su pueblo natal aprende las primeras letras y luego se ejercita en el oficio de carpintero, que practica hasta los casi veinticinco años en que se decide a ingresar en religión.

El 24 de junio de 1890 hace su primera profesión religiosa en manos del Venerable Luis Amigó y el 15 de agosto de 1896 emite sus votos perpetuos. Llamado a servir al Señor desde la primera hora de la Congregación de Terciarios Capuchinos, en su dilatada vida recorrió la mayor parte de las casas de la misma, simultaneando generalmente su ministerio de administrador con el oficio de carpintero.

Los últimos trece años de su existencia los pasa en la casa noviciado de Godella, Valencia, donde dio muestras de sus habilidades como ayudante de administración y su destreza en el trato de la madera. Y donde le sorprende la contienda.

El 25 de julio de 1936 abandona la casa noviciado dirigiéndose a su pueblo natal en busca de lugar más seguro. Halla piadosa acogida en casa de su sobrina Florencia Sanchís. El 14 de agosto fue sacado violentamente de casa de su sobrina y recluido en la cárcel del pueblo. Y antes del amanecer del 16 de agosto, hacia las dos de la mañana, juntamente con cinco sacerdotes más, hijos del pueblo, fue sacrificado en la partida de La Coma, junto a la Masía de Espioca, y en el término de Picassent (Valencia).

Fray Gabriel fue un religioso muy afable, bondadoso y servicial. Asimismo se manifestaba sumamente piadoso. Era la imagen del hermano franciscano más popular. Era el religioso humilde, alegre, amable y trabajador, que creaba fraternidad. Varón de silenciosa dulzura, siempre manifestó una franciscana reverencia hacia los sacerdotes sus hermanos en religión.

Fue beatificado por S.S. Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001 junto a otros
232 mártires de la persecución religiosa en España.

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Fuente: Franciscanos.org
Enrique de Almazora (Enrique García Beltrán), Beato Diácoo y Mártir, 16 de agosto  

Enrique de Almazora (Enrique García Beltrán), Beato

Diácono y Mártir

Martirologio Romano: En la localidad de Benicasim, cerca de Castellón, España, beato Enrique de Almazora (Enrique García Beltrán), diácono de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos y mártir, que, sufriendo el martirio, tuvo parte en la victoria de Cristo (1936).

 

Nació en Almassora (Castellón) el 16 de marzo de 1913, y fue fusilado el 16 de agosto de 1936 en La Pedrera (Castellón) a la edad de 23 años.

Hizo la profesión temporal en la Orden Capuchina el 1 de septiembre de 1929, y la de votos perpetuos el 17 de septiembre de 1935. Recibió la palma del martirio a los pocos meses de ser ordenado diácono. En efecto, el 18 de julio de 1936 tuvo que dejar el convento de Orihuela y volver a Almassora, a casa de sus padres, en busca de seguridad. Pero fue arrestado el 1 de agosto y encarcelado. En la noche del 15 al 16 de agosto de aquel año, él y un grupo de laicos fueron conducidos por la carretera que lleva a Castellón, hasta una localidad llamada La Pedrera, y allí fusilados. Murieron gritando: “¡Viva Cristo Rey!”.

El 11 de marzo del año 2001, el papa Juan Pablo II lo beatificó como parte de
233 mártires de la persecución religiosa en España.

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Fuente: Franciscanos.org
Plácido García Gilabert, Beato Sacerdote y Mártir, 16 de agosto  

Plácido García Gilabert, Beato

Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En Denia, en el territorio de Alicante, España, beato Plácido García Gilabert, religioso de la Orden de los Hermanos Menores y mártir, que llevó a cabo un glorioso combate por su amor a Cristo (1936).

 

Nació el día 1 de enero de 1895 en Benitachell, provincia de Alicante y diócesis de Valencia. Al día siguiente fue bautizado y se le impuso el nombre de Miguel. Su familia, profundamente cristiana, gozaba de gran estima, y en ella aprendió a amar y servir al Señor. Hizo los estudios primarios en las escuelas nacionales de su pueblo, destacando entre sus compañeros por sus dotes intelectuales y por su carácter bondadoso, avispado y organizador; era siempre el primero de clase. En 1907, a los doce años, ingresó en el Seminario menor franciscano de Benissa (Alicante), donde cursó las Humanidades con notable aprovechamiento.
El 3 de octubre de 1910 vistió el hábito franciscano en el monasterio de Santo Espíritu del Monte (Gilet-Valencia), cambiando su nombre de pila por el de Plácido. Terminado el noviciado, hizo allí mismo la profesión religiosa el 24 de octubre de 1911. Cursó brillantemente los estudios de filosofía y teología en el Estudiantado franciscano de la Provincia de Valencia y fue ordenado sacerdote el 21 de septiembre de 1918. En su época de estudiante se tenía muy buen concepto de él, tanto por su aplicación en los estudios como por su conducta religiosa ejemplar.
Después de su ordenación sacerdotal, su ministerio principal fue el de la enseñanza en las casas de formación de la Provincia franciscana de Valencia y también en el colegio “La Concepción” de Onteniente (Valencia). Se distinguió como predicador elocuente de la Palabra de Dios. Fue muy asiduo al ministerio del confesonario y estimado director de almas. Enseñó humanidades en el seminario franciscano de Benissa; después, teología en el estudiantado franciscano de Cocentaina, donde también fue maestro de estudiantes.
Más tarde, por su capacidad intelectual y por sus aptitudes para la enseñanza, fue enviado para ampliar estudios a Roma (1930-1933), donde obtuvo el título de Lector general en la Facultad de Derecho Canónico del “Antonianum” con la máxima calificación. Al regresar a su Provincia franciscana, enseñó teología en el estudiantado franciscano de Onteniente, donde también fue superior de la comunidad franciscana y rector del colegio. Los testigos de su Proceso abundan en testimonios sobre las cualidades morales y religiosas de que estuvo adornado el P. Plácido en el desempeño de sus ministerios y en el cumplimiento de sus responsabilidades religiosas, destacando su fervor, rectitud, espíritu de sacrificio, humildad y caridad, amor al silencio y a la oración, así como su devoción al Santísimo Sacramento, a la Santísima Virgen y a la práctica del Vía Crucis.
El 18 de julio de 1936, cuando se inició la guerra civil y se desbocó la persecución religiosa española, el padre Plácido estaba de morador en el Colegio “La Concepción” de Onteniente. Tres días después se vieron obligados a dispersarse los religiosos del mismo. El padre Plácido se refugió en casa de los suyos en Benitachell, buscando seguridad entre sus familiares y paisanos. Confiado en esa supuesta seguridad y en la Providencia de Dios, no quería esconderse y hacía vida normal en su pueblo. Ante las advertencias de sus familiares sobre el peligro que corría llevando el hábito religioso y no escondiéndose, solía responder: “¿Qué me puede pasar? ¿Que me quiten la vida? ¡La doy gustoso!” Incluso, según sus propias palabras, se ofreció como víctima. Así lo refiere un testigo, explicando la conversación que mantuvo el Beato con una señora maestra: “Ante los temores que le manifestó la citada maestra, el Siervo de Dios dijo: "La encuentro muy desanimada. No sea así; hemos de recibir del Señor todo lo que él nos mande; recibirlo con alegría. Yo ya me he ofrecido como víctima; no se lo digo por vanagloriarme, sino para que usted se anime. ¿Qué mejor que morir por la causa de Dios?"“ Al proponerle su familia la posibilidad de trasladarse a Mallorca por su seguridad, contestó: “No, que luego se vengarán en vosotros; yo soy solo y no hago falta a nadie; vosotros os debéis a vuestras familias. De manera que ni pensar que yo me esconda”.
Así pues, desde finales de julio de 1936 el P. Plácido estuvo en su pueblo, con sus familiares, haciendo una vida más o menos normal, celebrando algunos días la Santa Misa y prestando algunos servicios espirituales, siempre en privado, por supuesto, ya que todo lo religioso estaba perseguido. A instancias de la familia y para mayor seguridad, se retiró a una casa de campo de su hermano Vicente. Allí vivió “muy sereno y lleno de confianza en la voluntad de Dios”, refiere un testigo, hasta el día 15 de agosto en que fue detenido.
Su hermano Vicente, en su declaración testifical, da los detalles de la detención del P. Plácido: “El día 15 de agosto, fiesta de la Asunción de la Virgen, serían las tres de la tarde, vinieron al pueblo un camión de milicianos con ametralladoras, procedentes, según se decía, de Jávea y Denia. Estuvieron a buscarlo en una casita de campo de mi propiedad en las afueras del pueblo. Al no encontrarle, los mismos milicianos les acompañaron a la casita de mi hermano Gabriel, más alejada del pueblo, donde el Siervo de Dios se encontraba entonces. Y allí fue detenido. Los milicianos preguntaron por un sacerdote. Mi hermano Gabriel dijo que allí no había ningún sacerdote. El Siervo de Dios que estaba en el interior, al oír aquellas palabras salió inmediatamente y dijo: "Aquí lo que hay es un fraile y soy yo". Entonces le intimaron a que se fuera con ellos inmediatamente y sin reparo alguno. Voluntariamente el Siervo de Dios les siguió... El Siervo de Dios fue subido a un camión y paseado por todo el pueblo, para que todos los vecinos se enteraran de su detención, y luego llevado a Denia”.
Su mismo hermano Vicente cuenta lo que ocurrió el 16 de agosto de 1936 en la carretera de Denia a Jávea, en la partida llamada “La Plana”: “Al amanecer del día siguiente de su detención, el Siervo de Dios fue conducido, según oí decir, en el mismo camión, a La Plana de Denia. Los milicianos le invitaron a que se apease y de allí tomase la dirección hacia el pueblo, pues le dijeron que estaba libre y que él ya conocía el camino. Apenas hubo empezado la marcha el Siervo de Dios, los milicianos le dispararon unos tiros dejándolo muerto en el acto. La noche del 15 al 16 de agosto yo la pasé en vela preocupado por la muerte de mi hermano Plácido. Un niño, por la calle, gritó: "Ya han muerto al fraile". Entonces yo marché al Comité a pedirles que, por lo menos, recogieran su cadáver. Fueron a buscarlo unos miembros del Comité y un familiar nuestro. No estaba ya su cadáver en la carretera, pero lo encontraron en el cementerio de Denia. Entonces los mismos miembros del Comité de Benitachell y mi primo, se trajeron el cadáver del Siervo de Dios al cementerio de Benitachell. Yo mismo vi su cadáver martirizado y herido por las armas de fuego en la espalda y un ojo vacío”.
De otro lado, un testigo que presenció las exploraciones periciales practicadas sobre el cuerpo del Beato, nos asegura que había sido brutalmente maltratado y mutilado: “El día 17 de agosto de 1936 fui requerido por el Dr. D. Vicente Noguera, médico titular de Benitachell, ya fallecido, para que le ayudase a practicar la autopsia del padre Plácido García Gilabert, que según rumores populares había sido martirizado y asesinado la noche anterior, por unos forasteros, en La Plana de la carretera de Denia a Jávea. Esa mañana nos trasladamos al cementerio, donde estaba el cadáver del Siervo de Dios, a quien reconocimos inmediatamente... El cuerpo del Siervo de Dios, joven y corpulento, estaba mutilado: le faltaban los órganos sexuales y una oreja; y además presentaba señales punzantes en nalgas y otras partes, como producidas por una aguja "saquera". No recuerdo con exactitud si también le faltaba la otra oreja”. Practicado el reconocimiento pericial por el médico titular de Benitachell y su ayudante, se dio sepultura al mártir en un nicho de la familia en el mismo cementerio. Contaba el P. Plácido 41 años de edad, 25 de hábito y 17 de presbiterado. En 1967 sus restos fueron trasladados devota y solemnemente en la iglesia parroquial de Benitachell.

El 11 de marzo del año 2001, el papa Juan Pablo II lo beatificó junto a otros
232 mártires de la persecución religiosa en España.

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Fuente: MadresDeDesamparados.org
Petra de San José (Ana Josefa Pérez Florido), Beata Fundadora, 16 de agosto  

Petra de San José (Ana Josefa Pérez Florido), Beata

Fundadora de la Congregación
de Hermanas Madres de Desamparados y San José de la Montaña

Martirologio Romano: En Barcelona, en España, beata Petra de San José (Ana Josefa) Pérez Florido, virgen, que ofreció con alegría un cuidado asiduo a los ancianos abandonados y fue fundadora de la Congregación de Hermanas Madres de los Desamparados (1906).

 

La Beata Petra de San José nació el 7 de diciembre de 1845, en el Valle de Abdalajís (Málaga). En el bautismo recibió el nombre de Ana Josefa. Fue la más pequeña de cinco hermanos. Sus padres, José Pérez Reina y María Florido González, la educaron en un ambiente familiar verdaderamente cristiano.

A través de sus escritos, de los testimonios de quienes la conocieron y de la obra que nos dejó, se llega a la conclusión de que poseía una fuerte y magnética personalidad: inteligente, de agudo ingenio, segura de sí, tenaz, afectiva y emotiva, pero equilibrada, muy sensible al dolor ajeno, alegre, sencilla, de simpatía arrolladora, con un claro y coherente proyecto de vida... Cualidades que, luego, se verían dinamizadas y transformadas por el Espíritu de Dios, al que siempre se mantuvo abierta.

Al llegar a la adolescencia, como cualquier joven de su edad, Ana Josefa se enamoró de un apuesto joven del pueblo, José Mir, al que amó mucho y con el que rompió, cuando Cristo, de manera muy singular, se cruzó en su vida. A partir de entonces no tuvo otro deseo que consagrarse totalmente a Él.

Con la firmeza y tenacidad que siempre la caracterizaron, al ver que el camino hacia la Vida Religiosa le estaba vedado, de momento, por la oposición de su padre, decidió vivir su entrega al Señor en su mismo pueblo, dedicándose a la oración y al cuidado de los más necesitados, especialmente de los ancianos abandonados. Su entrega al Señor y su espíritu de servicio los compartió, primeramente, con una joven muy piadosa y caritativa, Josefita Muñoz Castillo, y, más tarde, con Frasquita e Isabel Bravo Muñoz y con Rafaela Conejo Muñoz. Con ellas extendió su acción caritativa hasta el vecino pueblo de Álora.

Una vez muerto su padre, en 1877, la senda hacia la Vida Religiosa queda despejada. Una frase suya, de esta época, condensa muy bien lo que fue, para siempre, la consigna de su vida: Señor, Vos sobre todas las cosas. Por consejo de su confesor, ingresa en la naciente Congregación de las Mercedarias de la Caridad, en 1878. Unos meses más tarde, convencida de que el Señor no la quiere allí, sale de las Mercedarias. Guiada por su confianza en el Señor y por su profundo sentido de fidelidad a la Iglesia, presenta su situación al Obispo de Málaga, D. Manuel Gómez Salazar, que, con palabra profética, pone fin a su incertidumbre y le señala un camino que ella, en su humildad y sencillez, jamás se había planteado: Fundadora de una nueva Familia Religiosa en la Iglesia, las Madres de Desamparados.

Las compañeras del Valle que la habían seguido al entrar en la Congregación de las Mercedarias —Frasquita, Isabel y Rafaela— la siguen, igualmente ahora, al salir de la misma; ya que comprenden, lo mismo que ella, que el Señor no las llama por ese camino. Las tres, como Madre Petra, serán Madres de Desamparados, formarán parte de la primitiva Comunidad Fundacional y llevarán, respectivamente, los nombres de Madre Magdalena de San José, Madre Natividad de San José y Madre Trinidad de San José.

Madre Petra comienza su itinerario de Madre de Desamparados con la emisión de sus Votos temporales, en la Iglesia de San Juan Bautista de Vélez-Málaga, el 2 de febrero de 1881. Su consagración definitiva al Señor tuvo lugar en la Casa de Ronda (Málaga), en el marco incomparable de su bella Iglesia, el 15 de octubre de 1892. Una oración-ofrenda, compuesta por ella misma, en este día, pone de manifiesto la verdad y radicalidad de su entrega: Señor, disponed de mí, a toda vuestra voluntad, a toda vuestra libertad…y como dueño absoluto y legítimo de todo mi ser. Haced que todo lo que haga sea acepto a vuestros purísimos ojos; de otro modo no quiero vivir.

La andadura vocacional de Madre Petra no fue, precisamente, un camino de rosas. Quiso seguir a Cristo con la máxima fidelidad, por lo que la cruz del Señor se le hizo presente de muchos modos. Asusta contemplar las muchas dificultades, persecuciones, calumnias, soledad y, finalmente, enfermedad, que marcaron su vida, ya desde los comienzos. También asombra el comprobar su actitud de confianza ilimitada en el Señor, en medio de las adversidades, así como la exquisita caridad y elegancia de espíritu con que respondió siempre a los que la calumniaron y la hicieron sufrir.

La vida de Madre Petra se caracteriza también por constituir un prodigioso equilibrio entre la contemplación y la acción apostólica. Su amor apasionado a Cristo la lleva a buscarlo, tanto en la soledad y el silencio como en el rostro de los ancianos y niños desamparados.

Agotada por su entrega sin límites, por las persecuciones sufridas y por una grave enfermedad, murió a los 60 años, cuando aún se podría haber esperado mucho de ella. Ocurrió en Barcelona, el 16 de agosto de 1906.

La fama de santidad de Madre Petra y los muchos favores atribuidos a su intercesión, dan lugar a que se abra en Barcelona, en 1932, el Proceso Diocesano de Beatificación y Canonización. El 14 de junio de 1971 el Papa Pablo VI aprueba sus virtudes heroicas y la declara Venerable.

El 16 de octubre de 1994, fue beatificada en Roma por Su Santidad Juan Pablo II.

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Fuente: Santiebeati.it
Tomás Gengoro y compañeros, Beatos Mártires, 16 de agosto  

Tomás Gengoro y compañeros, Beatos

Mártires

Martirologio Romano: En Kokura, también en Japón, beatos mártires Simón Bokusai Kiota, catequista, y Magdalena, su esposa; Tomás Gengoro y su esposa María, y el hijo de ambos, Jacobo, todavía niño, que, por orden del prefecto Yetsundo y por odio hacia el nombre de Cristo, fueron crucificados cabeza abajo (1620).

 

Simón Bokusai Kiota y Magdalena su esposa, Tommaso Gengoro, María su esposa y su Jacobo paro, bajo la acusación de haber enseñado la doctrina cristiana a pesar de los edictos del emperador, fueron condenados a ser crucificados a cabeza abajo, como san Pedro, la orden fue dada por Yetsundo, prefecto de Kokura, capital de Bougen.

La ejecución tuvo principio el 16 de agosto de 1620, dos horas después de la salida del sol. Simón y Magdalena, siendo ya de edad avanzada, exhalaron hacia tarde; María resistió un poco más, aunque no se sepa cuánto; Tomás y Jacobo, todavía estaban vivos después de tres días, para eliminarlos traspasaron sus caderas con golpes de lanza. Sus cuerpos fueron quemados y las cenizas esparcidas al viento.

La beatificación tuvo lugar en 1867. Son conmemorados el 16 de agosto.

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Fuente: Franciscanos.net
Juan de Santa Marta, Beato Presbítero y Mártir, 16 de agosto  

Juan de Santa Marta, Beato

Presbítero y Mártir

Martirologio Romano: En Kioto, de Japón, beato Juan de Santa Marta, presbítero de la orden de los Hermanos Menores y mártir, que, mientras era conducido al lugar del suplicio, iba predicando al pueblo y cantando el salmo Alabad al Señor, todas las gentes (1618).

 

(1578‑1618)

Beatificado por Pío IX el 7 de julio de 1867.

Juan de Santa Marta nació cerca de Tarragona, España. A los 8 años era monaguillo cantor de la catedral de Zaragoza: se dedicó al estudio del latín y se destacó por su amor a la música. Después formó parte de la Schola Cantorum de la catedral de Zamora. Luego ingresó en la Orden Franciscana.

Se mostró fiel a la gracia de la vocación, tendió a la perfección y llegó a ser modelo de las virtudes religiosas. Ordenado sacerdote, Dios le inspiró consagrarse al apostolado entre los pueblos infieles. Partió para Filipinas con Fray Sebastián de San José y otros 30 misioneros Franciscanos, muchos de los cuales darían luego la vida por Cristo.

De las Filipinas Juan pasó al Japón, donde abrió una escuela de música que reunió más de 400 alumnos, a los cuales enseñaba canto, órgano y otros instrumentos. En el Japón ejerció durante 10 años un intenso apostolado, evangelizando varias provincias. Fue puesto a la cabeza de la misión de Fuscimi, en donde se mostró un auténtico apóstol de Cristo, infatigable en la obra evangelizadora. Amante de la seráfica pobreza, llevaba una túnica remendada, caminaba descalzo sin sandalias inclusive en la estación más cruda. Su virtud le mereció la veneración de los cristianos y de los mismos paganos.

Al tiempo de la promulgación del edicto de persecución, en 1614, Fray Juan de Santa Marta fue desterrado, pero poco después reingresó en el Japón y disfrazado de japonés recorrió las provincias de Arima y de Omura, donde la persecución era más violenta. El santo misionero visitaba a los cristianos en sus casas, fortalecía a los vacilantes, reconducía a los apóstatas a la iglesia, administraba los Sacramentos, cada día celebraba la Santa Misa, ya en un lugar, ya en otro. Por la noche se retiraba a algún monte, donde reposaba.

Fue arrestado y puesto en prisión, donde permaneció por tres años con indecibles sufrimientos. El confesor de Cristo vio llegar el día del último combate. Mientras lo conducían al suplicio todavía habló del Evangelio, luego entonó el “Te Deum”. Al llegar al lugar del martirio oró por sus perseguidores, elevó luego los ojos al cielo y ofreció la cabeza al hacha del verdugo. Era el 16 de agosto de 1618 y tenía 40 años. Algunas partes de su cuerpo fueron recogidas por cristianos y rodeadas de veneración, realizaron prodigios.

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Fuente: Ocarm.org
Ángel Agustín Mazzinghi, Beato Presbítero, 16 de agosto  

Ángel Agustín Mazzinghi, Beato

Presbítero

Martirologio Romano: En Florencia, de la Toscana, beato Ángel Agustín Mazzinghi, presbítero de la Orden de los Carmelitas (1438).

 

Nació en Florencia, de la ilustre familia de los Mazinghi, alrededor de 1386. Ya grandito, a sus 25 años, allá por 1414, abrazó la vida del Carmelo en la recién iniciada “Observancia de Las Selvas”, que intentaban vivir la Regla carmelita en toda su pureza.

El necrologio de Lucio dice que “como viera la corrupción del mundo y lleno de un gran deseo de santificarse, marchó al convento de Las Selvas y allí, con algunos compañeros que abundaban en las mismas ideas, emprendió la vida del Carmelo y su primera observancia”.

Poco duró esta observancia como tal, ya que se integró en la célebre Congregación Mantuana, que tan copiosos frutos de santidad produjo para la Iglesia y la Orden. Se ordenó sacerdote en 1415. Fue Prior de los conventos de Las Selvas y de Florencia durante varios trienios. Fue celoso predicador, obrando ruidosas conversiones como fruto de sus sermones. El año 1434 obtuvo el título de Lector.

Fue un auténtico modelo de superiores. Todos lo veneraban y querían como a padre. A sus súbditos nunca mandaba cosa que primero él no practicara, manifestando además su ardiente celo para que el Carmelo no decayera de su primitivo fervor exigiendo por esto la más estricta observancia. Además, su ejemplo y santidad fueron para todos el mejor estímulo.

El necrologio del Carmen de Florencia le recuerda en estos términos: “Fray Ángel Agustín, varón venerable sumamente virtuoso, insigne por su doctrina. Consejero seguro, de gran fama y vida santísima, famosísimo por su predicación, el primer hijo de la observancia de Las Selvas”.

Murió el 17 de agosto 1438. Fue sepultado en la iglesia del Carmen de Florencia. Desde 1930 su cuerpo reposa bajo la Mesa del Altar Mayor de dicha Basílica. El pueblo florentino lo veneró siempre con el nombre de “el beato Angiolino”.
Su culto fue confirmado por la Santa sede en 1761.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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