domingo, 5 de agosto de 2012

Lunes 06 de Agosto de 2012. San Justo y San Pastor ¡rueguen por los niños!

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 9, 2-10

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo únicamente a Pedro, a Santiago y a Juan, los llevó a solas a una montaña muy alta y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante, como nadie en el mundo podría blanquearlos. Se les aparecieron también Elías y Moisés, que conversaban con Jesús.
Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús:
"Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías".
Estaban tan asustados que no sabía lo que decía.
Vino entonces una nube que los cubrió y se oyó una voz desde la nube:
"Este es mi Hijo amado; escúchenlo".
De pronto, cuando miraron a su alrededor, vieron sólo a Jesús con ellos. Al bajar de la montaña, les encargó severamente que no contaran a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre hubiera resucitado de entre los muertos.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las “palabras de vida eterna” (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=272692

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: “si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). “Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso”. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: “quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesar pecados graves al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

Transfiguración del Señor (6 de ago) B (Id=522)

Si la fiesta cae domingo se dice "Credo".

Antífona de Entrada

El día de la Transfiguración apareció el Espíritu Santo en una nube luminosa y se oyó la voz del Padre celestial que decía: Este es mi Hijo unigénito, en quien he puesto todo mi amor. Escúchenlo.

Se dice "Gloria".

Oración Colecta

Oremos:
Dios nuestro, que en la Transfiguración gloriosa de tu Unigénito fortaleciste nuestra fe con el testimonio de Moisés y Elías, y nos dejaste entrever la gloria que nos espera como hijos tuyos: concédenos seguir el
Evangelio de Cristo para compartir con él la herencia de tu Reino.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura

Su vestido era blanco como la nieve.

Lectura del libro del Daniel 7, 9-10.13-14

Miré y vi que alguien colocó unos tronos y un anciano se sentó. Sus vestiduras eran blancas como la nieve y sus cabellos como la lana pura; su trono eran llamas; sus ruedas, un fuego ardiente; brotaba un río de fuego que salía delante de él; miles de miles lo servían y miles de millones estaban de pie en su presencia. El tribunal se sentó y se abrieron los libros.
Seguía yo contemplando estas visiones nocturnas y vi venir sobre las nubes del cielo alguien semejante a un hijo de hombre; se dirigió hacía el anciano y fue conducido ante su presencia. Se le dio poder, gloria y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas lo servían. Su poder es eterno y nunca pasará, y su reino jamás será destruido.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 96, 1-2.5-6.9

Reina el Señor, alégrese la tierra.

El Señor es rey: que se alegre la tierra y salten de gozo los innumerables pueblos lejanos. Está rodeado de nubes y brumas, la justicia y el derecho son la base de su trono.
Reina el Señor, alégrese la tierra.

Las montañas se derriten como cera en presencia del Señor, en presencia del dueño de toda la tierra. Los cielos pregonan su fuerza salvadora, y todos los pueblos ven su grandeza.
Reina el Señor, alégrese la tierra.

Porque tú, Señor, eres el Altísimo sobre toda la tierra, mucho más excelso que todos los dioses.
Reina el Señor, alégrese la tierra.

Segunda lectura

Nosotros escuchamos esta voz venida del cielo

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro 1, 16-19

Hermanos: Cuando les dimos a conocer la venida con poder de nuestro Señor Jesucristo, no lo hicimos inspirados por fantásticas leyendas, sino porque fuimos testigos oculares de su grandeza. El recibió, en efecto, honor y gloria de Dios Padre cuando vino sobre él aquella voz que procedía del Dios sublime: "Este es mi Hijo amado, en quien me complazco". Y esta es la voz, venida del cielo, que nosotros escuchamos cuando estábamos con él en la montaña santa.
Tenemos también la palabra de los profetas, que es muy firme, y hacen bien en dejarse iluminar por ella, pues es como una lámpara que alumbra en la oscuridad, hasta que despunte el día y el lucero matutino brille en sus corazones.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Este es mi Hijo muy amado, dice el Señor, en quien tengo puestas todas mis complacencias; escúchenlo.
Aleluya.

Evangelio

Este es mi Hijo amado

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 9, 2-10

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo únicamente a Pedro, a Santiago y a Juan, los llevó a solas a una montaña muy alta y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante, como nadie en el mundo podría blanquearlos. Se les aparecieron también Elías y Moisés, que conversaban con Jesús.
Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús:
"Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías".
Estaban tan asustados que no sabía lo que decía.
Vino entonces una nube que los cubrió y se oyó una voz desde la nube:
"Este es mi Hijo amado; escúchenlo".
De pronto, cuando miraron a su alrededor, vieron sólo a Jesús con ellos. Al bajar de la montaña, les encargó severamente que no contaran a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre hubiera resucitado de entre los muertos.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Oración de los Fieles

Celebrante:
Invoquemos, hermanos y hermanas, a Dios, nuestro Padre, que al revelarnos la gloria de su Hijo amado, nos muestra la esperanza a la que estamos llamados:
(Respondemos a cada petición: Escúchanos, Señor).

Para que Dios conceda a las Iglesias del Oriente que hoy celebran con gran solemnidad la Transfiguración de Jesucristo, encontrar su gozo en el hecho de que la luz de la gloria del Señor resplandezca sobre ellas, roguemos al Señor
Escúchanos, Señor.

Para que quienes empiezan a sentirse atraídos por Jesús y su Evangelio, encuentren quién los ayude a transformar la simple admiración en una fe plena en Jesucristo, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Para que Dios fortalezca a los enfermos, con la esperanza de que su frágil condición será transformada según el modelo de la condición gloriosa de Jesucristo, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Para que el Dios de la gloria, que nos llama a vivir en su presencia, nos conceda el espíritu de contemplación y oración, de manera que gustemos ya desde ahora el gozo que nos prepara en el cielo, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Celebrante:
Escucha nuestra oración, Dios todopoderoso y eterno, e ilumínanos con tu gracia para que vivamos siempre a la espera de la manifestación de Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.

Oración sobre las Ofrendas

Santifica, Señor, los dones que te presentamos y, por la Transfiguración de tu Hijo, haz que esta Eucaristía nos purifique de todos nuestros pecados.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

El misterio de la Transfiguración

En verdad es justo y necesario es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque Cristo, nuestro Señor, reveló su gloria ante los testigos que él escogió; y revistió con máximo esplendor su cuerpo, en todo semejante al nuestro, para quitar del corazón de sus discípulos el escándalo de la cruz y anunciar que toda la Iglesia, su cuerpo, habría de participar de la gloria que tan admirable
resplandecía en Cristo, su cabeza.
Por eso,
con los ángeles que te cantan en el cielo, nosotros te alabamos en la tierra diciendo sin cesar:

Antífona de la Comunión

Cuando Cristo se manifieste seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

Oración después de la Comunión

Oremos:
Que la comunión que hemos recibido nos asemeje, Señor, cada día más a tu Hijo, cuya gloria quisiste manifestarnos en su Transfiguración.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

 

6 de agosto

LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR*

Fiesta

— El Señor conforta a sus discípulos ante la inminencia de su Pasión y Muerte.

— Dios mismo será nuestra recompensa.

— El Señor está a nuestro lado para ayudarnos a llevar lo más duro y lo que más pesa.

I. Cuando Cristo se manifieste seremos semejantes a Él, porque le veremos según es1.

Jesús había anunciado a los suyos la inminencia de su Pasión y los sufrimientos que había de padecer a manos de los judíos y de los gentiles. Y los exhortó a que le siguieran por el camino de la cruz y del sacrificio2. Pocos días después de estos sucesos, que habían tenido lugar en la región de Cesarea de Filipo, quiso confortar su fe, pues como enseña Santo Tomás para que una persona ande rectamente por un camino es preciso que conozca antes de algún modo el fin al que se dirige: “como el arquero no lanza con acierto la saeta si no mira primero al blanco al que la envía. Y esto es necesario sobre todo cuando la vía es áspera y difícil y el camino laborioso... Y por esto fue conveniente que manifestase a sus discípulos la gloria de su claridad, que es lo mismo que transfigurarse, pues en esta claridad transfigurará a los suyos”3.

Nuestra vida es un camino hacia el Cielo. Pero es una vía que pasa a través de la cruz y del sacrificio. Hasta el último momento habremos de luchar contra corriente, y es posible que también llegue a nosotros la tentación de querer hacer compatible la entrega que nos pide el Señor con una vida fácil y quizá aburguesada, como la de tantos que viven con el pensamiento puesto exclusivamente en las cosas materiales. “¿No hemos sentido frecuentemente la tentación de creer que ha llegado el momento de convertir el cristianismo en algo fácil, de hacerlo confortable, sin sacrificio alguno; de hacerlo conformista con las formas cómodas, elegantes y comunes de los demás, y con el modo de vida mundano? ¡Pero no es así!... El cristianismo no puede dispensarse de la cruz: la vida cristiana no es posible sin el peso fuerte y grande del deber... Si tratásemos de quitar esto a nuestra vida, nos crearíamos ilusiones y debilitaríamos el cristianismo; lo habríamos transformado en una interpretación muelle y cómoda de la vida”4. No es esa la senda que indicó el Señor.

Los discípulos quedarían profundamente desconcertados al presenciar los hechos de la Pasión. Por eso, el Señor condujo a tres de ellos, precisamente a los que debían acompañarle en su agonía de Getsemaní, a la cima del monte Tabor para que contemplaran su gloria. Allí se mostró “en la claridad soberana que quiso fuese visible para estos tres hombres, reflejando lo espiritual de una manera adecuada a la naturaleza humana. Pues, rodeados todavía de la carne mortal, era imposible que pudieran ver ni contemplar aquella inefable e inaccesible visión de la misma divinidad, que está reservada en la vida eterna para los limpios de corazón”5, la que nos aguarda si procuramos ser fieles cada día.

También a nosotros quiere el Señor confortarnos con la esperanza del Cielo que nos aguarda, especialmente si alguna vez el camino se hace costoso y asoma el desaliento. Pensar en lo que nos aguarda nos ayudará a ser fuertes y a perseverar. No dejemos de traer a nuestra memoria el lugar que nuestro Padre Dios nos tiene preparado y al que nos encaminamos. Cada día que pasa nos acerca un poco más. El paso del tiempo para el cristiano no es, en modo alguno, una tragedia; acorta, por el contrario, el camino que hemos de recorrer para el abrazo definitivo con Dios: el encuentro tanto tiempo esperado.

II. Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, y los llevó a un monte alto, y se transfiguró ante ellos, de modo que su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestidos blancos como la luz. En esto se les aparecieron Moisés y Elías hablando con Él6. Esta visión produjo en los Apóstoles una felicidad incontenible; Pedro la expresa con estas palabras: Señor, ¡qué bien estamos aquí!; si quieres haré aquí tres tiendas: una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías7. Estaba tan contento que ni siquiera pensaba en sí mismo, ni en Santiago y Juan que le acompañaban. San Marcos, que recoge la catequesis del mismo San Pedro, añade que no sabía lo que decía8. Todavía estaba hablando, cuando una nube resplandeciente los cubrió y una voz desde la nube dijo: Este es mi Hijo, el Amado, en quien tengo mis complacencias: escuchadle9.

El recuerdo de aquellos momentos junto al Señor en el Tabor fueron sin duda de gran ayuda en tantas circunstancias difíciles y dolorosas de la vida de los tres discípulos. San Pedro lo recordará hasta el final de sus días. En una de sus Cartas, dirigida a los primeros cristianos para confortarlos en un momento de dura persecución, afirma que ellos, los Apóstoles, no han dado a conocer a Jesucristo siguiendo fábulas llenas de ingenio, sino porque hemos sido testigos oculares de su majestad. En efecto, Él fue honrado y glorificado por Dios Padre, cuando la sublime gloria le dirigió esta voz: Este es mi Hijo, el Amado, en quien tengo mis complacencias. Y esta voz, venida del cielo, la oímos nosotros estando con Él en el monte santo10. El Señor, momentáneamente, dejó entrever su divinidad, y los discípulos quedaron fuera de sí, llenos de una inmensa dicha, que llevarían en su alma toda la vida. “La transfiguración les revela a un Cristo que no se descubría en la vida de cada día. Está ante ellos como Alguien en quien se cumple la Alianza Antigua, y, sobre todo, como el Hijo elegido del Eterno Padre al que es preciso prestar fe absoluta y obediencia total”11, al que debemos buscar todos los días de nuestra existencia aquí en la tierra.

¿Qué será el Cielo que nos espera, donde contemplaremos si somos fieles a Cristo glorioso, no en un instante, sino en una eternidad sin fin? “Dios mío: ¿cuándo te querré a Ti, por Ti? Aunque, bien mirado, Señor, desear el premio perdurable es desearte a Ti, que Te das como recompensa”12.

III. Todavía estaba hablando, cuando una nube resplandeciente los cubrió y una voz desde la nube dijo: Este es mi Hijo, el Amado, en quien tengo mis complacencias: escuchadle13. ¡Tantas veces le hemos oído en la intimidad de nuestro corazón!

El misterio que hoy celebramos no solo fue un signo y anticipo de la glorificación de Cristo, sino también de la nuestra, pues, como nos enseña San Pablo, el Espíritu da testimonio junto con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos también herederos: herederos de Dios, coherederos de Cristo; con tal que padezcamos con Él, para ser con Él también glorificados14. Y añade el Apóstol: Porque estoy convencido de que los padecimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria futura que se ha de manifestar en nosotros15. Cualquier pequeño o gran sufrimiento que padezcamos por Cristo nada es si se mide con lo que nos espera. El Señor bendice con la Cruz, y especialmente cuando tiene dispuesto conceder bienes muy grandes. Si en alguna ocasión nos hace gustar con más intensidad su Cruz, es señal de que nos considera hijos predilectos. Pueden llegar el dolor físico, humillaciones, fracasos, contradicciones familiares... No es el momento entonces de quedarnos tristes, sino de acudir al Señor y experimentar su amor paternal y su consuelo. Nunca nos faltará su ayuda para convertir esos aparentes males en grandes bienes para nuestra alma y para toda la Iglesia. “No se lleva ya una cruz cualquiera, se descubre la Cruz de Cristo, con el consuelo de que se encarga el Redentor de soportar el peso”16. Él es, Amigo inseparable, quien lleva lo duro y lo difícil. Sin Él cualquier peso nos agobia.

Si nos mantenemos siempre cerca de Jesús, nada nos hará verdaderamente daño: ni la ruina económica, ni la cárcel, ni la enfermedad grave... mucho menos las pequeñas contradicciones diarias que tienden a quitarnos la paz si no estamos alerta. El mismo San Pedro lo recordaba a los primeros cristianos: ¿quién os hará daño, si no pensáis más que en obrar bien? Pero si sucede que padecéis algo por amor a la justicia, sois bienaventurados17.

Pidamos a Nuestra Señora que sepamos ofrecer con paz el dolor y la fatiga que cada día trae consigo, con el pensamiento puesto en Jesús, que nos acompaña en esta vida y que nos espera, glorioso, al final del camino. Y cuando llegue aquella hora // en que se cierren mis humanos ojos, // abridme otros, Señor, otros más grandes // para contemplar vuestra faz inmensa. // ¡Sea la muerte un mayor nacimiento!18, el comienzo de una vida sin fin.

1 Antífona de comunión. 1 Jn 3, 2. — 2 Cfr. Mt 16, 24 ss. — 3 Santo Tomás, Suma Teológica, 3, q. 45, a. 1, c. — 4 Pablo VI, Alocución 8-IV-1966. — 5 San León Magno, Homilía sobre la Transfiguración, 3. — 6 Mt 17, 1-3. — 7 Mt 17, 4. — 8 Cfr. Mc 9, 6. — 9 Mt 17, 5. — 10 Segunda lectura. 2 Pdr 1, 16-18. — 11 Juan Pablo II, Homilía 27-II-1983; cfr. Audiencia general 27-V-1987. — 12 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 1030. — 13 Mt 17, 5. — 14 Rom 8, 16-17. — 15 Rom 8, 18. — 16 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 132. — 17 1 Pdr 3, 13-14. — 18 J. Maragall, Canto espiritual, en Antología poética, Alianza, Madrid 1985, p. 185.

* Desde muy antiguo se celebraba esta fiesta del Señor, en esta misma fecha, en diversos lugares de Oriente y Occidente. En el siglo xv, el Papa Calixto III la extendió a la Iglesia entera. La Liturgia nos recuerda el milagro de la Transfiguración por dos veces durante el año: en el segundo domingo de Cuaresma para afirmar la divinidad de Cristo al acercarse su Pasión y hoy para festejar la exaltación de Cristo en su gloria. La Transfiguración del Señor es, además, un anticipo de lo que será la gloria del Cielo, donde veremos Dios cara a cara. En virtud de la gracia participamos ya de esa promesa de la vida eterna.

 

 

18ª semana. Lunes

EL OPTIMISMO DEL CRISTIANO

— Ser sobrenaturalmente realista es contar siempre con la gracia del Señor.

— El optimismo cristiano es consecuencia de la fe.

— Optimismo fundamentado también en la Comunión de los Santos.

I. Una gran multitud ha seguido a Jesús lejos de los lugares habitados1. Van detrás de Él sin preocuparse de las distancias, del calor o del frío, porque es mucha su necesidad y se sienten acogidos. Están pendientes de aquellas palabras que dan un sentido a sus vidas, y hasta se olvidan de lo más elemental: no llevan provisiones para comer, ni hay dónde comprarlas. Esto no parece preocuparles, ni a ellos ni a Jesús. Pero los discípulos se dan cuenta de la situación y, al atardecer, acuden al Maestro, y le dicen: El lugar es desierto y ya ha pasado la hora; despide a la gente para que vayan a las aldeas a comprar alimentos. Esta es la realidad, que parece evidente a todos. Pero Jesús sabe una realidad más alta, de unas posibilidades que los discípulos más íntimos parecen desconocer. Por eso, les contesta: No tienen necesidad de ir, dadles vosotros de comer. Pero ellos, bien conocedores de su indigencia, le dicen: No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces.

Los discípulos ven la realidad objetiva: son conscientes de que con aquellos alimentos no pueden dar de comer a una multitud. Así nos ocurre a nosotros cuando hacemos un cálculo de nuestras fuerzas y posibilidades: nos superan las dificultades de la propia vida y del apostolado. La mera objetividad humana nos llevaría al desaliento y al pesimismo, nos haría olvidar el optimismo radical que comporta la vocación cristiana, que tiene otros fundamentos. La sabiduría popular dice: “quien deja a Dios fuera de sus cuentas, no sabe contar”; y no le salen las cuentas porque olvida precisamente el sumando de mayor importancia. Los Apóstoles hicieron bien los cálculos, contaron con toda exactitud los panes y los peces disponibles..., pero se olvidaron de que Jesús, con su poder, estaba a su lado. Y este dato cambiaba radicalmente la situación; la verdadera realidad era otra muy distinta. “En las empresas de apostolado está bien –es un deber– que consideres tus medios terrenos (2 + 2 = 4), pero no olvides ¡nunca! que has de contar, por fortuna, con otro sumando: Dios + 2 + 2...”2. Olvidar ese sumando sería falsear la verdadera situación. Ser sobrenaturalmente realistas nos lleva a contar con la gracia de Dios, que es un “dato” bien real.

El optimismo del cristiano no se fundamenta en la ausencia de dificultades, de resistencias y de errores personales, sino en Dios, que nos dice: Yo estaré con vosotros siempre3. Con Él lo podemos todo; vencemos... incluso cuando aparentemente fracasamos. Es el optimismo que tuvieron los santos. La Santa de Ávila repetía, con buen humor y con sentido sobrenatural: “Teresa sola no puede nada; Teresa y un maravedí, menos que nada; Teresa, un maravedí y Dios, lo puede todo”4. También nosotros. “Echa lejos de ti esa desesperanza que te produce el conocimiento de tu miseria. —Es verdad: por tu prestigio económico, eres un cero..., por tu prestigio social, otro cero..., y otro por tus virtudes, y otro por tu talento...

“Pero, a la izquierda de esas negaciones, está Cristo... Y ¡qué cifra inconmensurable resulta!”5. ¡Cómo cambian las fuerzas disponibles a la hora de emprender una empresa apostólica o cuando nos decidimos a luchar en la vida interior, o en las mismas realidades de la vida humana, apoyados en el Señor!

II. El optimismo del cristiano es consecuencia de su fe, no de las circunstancias. Sabe que el Señor ha dispuesto todo para su mayor bien, y que Él sabe sacar fruto incluso de los aparentes fracasos; a la vez, nos pide emplear todos los medios humanos a nuestro alcance, sin dejar ni uno solo: los cinco panes y los dos peces. Eran muy poco en relación con tantos como andaban hambrientos después de una larga jornada, pero era la parte que habían de poner ellos para que el milagro se realizara. El Señor hace que los fracasos en el apostolado (una persona que no responde, que vuelve la espalda, las negativas reiteradas a dar un paso adelante en su camino hacia Dios...) nos santifiquen y santifiquen; nada se perderá. Lo que no puede dar fruto son las omisiones y los retrasos, el dejar de hacer porque parezca que es poco lo que podemos o que es mucha la resistencia del ambiente al mensaje de Cristo. El Señor quiere que pongamos los pocos panes y peces que siempre tenemos y que confiemos en Él con rectitud de intención. Unos frutos llegarán enseguida, otros los reserva el Señor para el momento y la ocasión oportuna, que Él bien conoce; siempre llegarán. Hemos de convencernos de que nosotros somos nada y nada podemos por nosotros mismos, pero Jesús está a nuestro lado, y “Él, a cuyo poder y ciencia están sometidas todas las cosas, nos protege por medio de sus inspiraciones, contra toda necedad, ignorancia, cerrazón o dureza de corazón”6.

El optimismo del cristiano se afianza fuertemente con la oración: “no es un optimismo dulzón, ni tampoco una confianza humana en que todo saldrá bien.

“Es un optimismo que hunde sus raíces en la conciencia de la libertad y en la seguridad del poder de la gracia; un optimismo que lleva a exigirnos a nosotros mismos, a esforzarnos por corresponder en cada instante a las llamadas de Dios”7, a estar pendientes de lo que Él desea que llevemos a cabo. No es el optimismo del egoísta que solo busca su tranquilidad personal, y para eso cierra los ojos a la realidad y dice “ya se arreglará todo” como excusa para que no le molesten, o se niega a ver los males del prójimo para evitar las preocupaciones o tener que remediarlos... El optimismo radical de quien sigue de cerca a Cristo no le aparta de la realidad. Con los ojos abiertos y vigilantes, sabe enfrentarse a ella, pero no queda atenazado por el mal que a veces contempla ni su alma se llena de tristeza, porque sabe que en ninguna circunstancia su Padre Dios le deja de la mano, y que siempre sacará frutos desproporcionados de aquel terreno –de aquellas circunstancias o de aquellos amigos– en el que parecía que solo podían crecer cardos y ortigas. El cristiano sabe que “la obra buena nunca será destruida, y que para dar fruto el grano de trigo debe empezar a morir bajo tierra; sabe que el sacrificio de los buenos nunca es estéril”8.

III. Señala R. Knox9 que Jesús no realizó el milagro en beneficio de transeúntes casuales que se hubieran acercado a ver qué ocurría en aquel grupo numeroso de gentes, sino de aquellos que le siguen durante días y le buscan cuando no le encuentran; son –dice– como una manifestación de la Iglesia incipiente. Aquellos cinco mil sentados en la falda de la montaña estaban unidos entre sí por haber seguido a Cristo, haberse alimentado del mismo pan –imagen de la Sagrada Eucaristía– que sale de las manos de Cristo. “¡Qué símbolo tan natural de fraternidad es una comida común! ¡Con qué facilidad brota la amistad entre los participantes en un banquete al aire libre!

“Podemos imaginarnos lo que pasaría después, cuando algunos de los cinco mil se encontraron casualmente; la amistad suscitaría en ellos los recuerdos comunes: la situación de uno con respecto al otro aquel día memorable; su temor de que no les llegaran las escasas provisiones; su alegría al ver ante sí, con las manos llenas, a Pedro, o a Juan, o a Santiago; su asombro al ver a todos hartos y doce cestas de fragmentos sobrantes”10.

Nosotros participamos de la misma mesa, del mismo Banquete, tomamos el mismo Pan, que se multiplica sin cesar, y en el que viene Cristo a nosotros. Quienes seguimos a Cristo estamos unidos por un fuerte vínculo, y corre por nosotros la misma vida. “¡Ojalá que nos miremos a nosotros mismos como sarmientos vivos de Cristo, la vid, como animados y vigorizados por la gracia y la virtud de Cristo!”11. La Comunión de los Santos nos enseña que formamos un solo Cuerpo en Cristo y que podemos ayudarnos, eficazmente, unos a otros. En este momento alguien está pidiendo por nosotros, alguien nos ayuda con su trabajo, con su oración o con su dolor. Nunca estamos solos.

La Comunión de los Santos alimenta continuamente nuestro optimismo, porque contamos con la ayuda, misteriosa pero real, de todos los que participamos del mismo Pan, que el Señor vuelve a multiplicar para nosotros, que le andamos siguiendo.

Comieron todos hasta que quedaron satisfechos, y recogieron de los trozos sobrantes doce cestos llenos. Los que comieron eran como unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

La generosidad de Jesús (es la misma ahora, en nuestros días) nos mueve a acudir a Él con ánimo esperanzado, pues son muchos los días que llevamos con Él. “Pídele sin miedo, insiste. Acuérdate de la escena que nos relata el Evangelio sobre la multiplicación de los panes. —Mira con qué magnanimidad responde a los Apóstoles: ¿cuántos panes tenéis?, ¿cinco?... ¿Qué me pedís?... Y Él da seis, cien, miles... ¿Por qué?

“—Porque Cristo ve nuestras necesidades con una sabiduría divina, y con su omnipotencia puede y llega más lejos que nuestros deseos.

“¡El Señor ve más allá de nuestra pobre lógica y es infinitamente generoso!”12. ¡Él vuelve a realizar milagros cuando ponemos a su disposición lo poco que poseemos! ¡Él tiene otra lógica, que supera nuestros pobres cálculos, siempre pequeños y cortos! ¡Qué vergüenza si alguna vez nos guardásemos los cinco panes y los dos peces, mientras el Señor esperaba para hacer con ellos maravillas!

1 Cfr. Mt 14, 13-21. — 2 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 471.— 3 Cfr. Mt 28, 28. — 4 A. Ruiz, Anécdotas teresianas, Monte Carmelo, 3ª ed., Burgos 1982, p. 217.— 5 San Josemaría Escrivá, o. c., n. 473.— 6 Santo Tomás, Suma Teológica, 1-2, q. 68, a. 2, ad 3.— 7 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 659.— 8 G. Chevrot, El Pozo de Sicar, Rialp, Madrid 1981, p. 257. — 9 Cfr. R. Knox, Ejercicios para sacerdotes, Rialp, Madrid 1957, p. 120. — 10 Ibídem.— 11 B. Baur, En la intimidad con Dios, p. 233. — 12 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 341.

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Santoral                   (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

Fuente: Archidiócesis de Madrid
Justo y Pastor, Santos Niños Mártires, 6 de agosto  

Justo y Pastor, Santos

Niños Mártires

Martirologio Romano: En Compluto (hoy Alcalá de Henares), en la Hispania Cartaginense, santos mártires Justo y Pastor. Todavía niños, corrieron voluntariamente al martirio, abandonando en la escuela sus tablillas de escolar y, detenidos por orden del juez e inmediatamente azotados, animándose y exhortándose mutuamente fueron degollados por su amor a Cristo (304).

Convencieron los de la tetrarquía a Diocleciano que los verdaderos enemigos a exterminar del Imperio eran los que se profesaban cristianos y que ya estaban por todas partes. Fueron capaces de convencerlo porque había datos que de ningún modo necesitaban probarse por su evidencia: los cristianos no daban culto a los dioses romanos, se mostraban ausentes en el circo y ponían auténtico reparo a verse en las termas; su matrimonio les dura para toda la vida y a los hijos concebidos no los exponen jamás a la muerte; comparten el pan y las casas, pero no la cama. Estas cosas podrían perdonárseles porque son honestas, pero realizan extrañas prácticas religiosas sólo accesibles a los iniciados y como no ceden en la adoración a los dioses dándoles incienso, y como adoran a un Cristo o Cresto más que a su propia vida son una fuerza potencial inmensa que puede volverse contra el Imperio si se lo propusieran. Son fanáticos que escapan a la influencia y autoridad del César y es precisa su destrucción. El César Galerio ha triunfado en su intento exterminador. Decretos y más decretos promulga Diocleciano que está representado por su gobernador o prefecto Daciano en el extremo occidental del Imperio. La persecución se ha desatado fuerte y cruel desde los Pirineos hacia el sur, dejando un rastro de sangre cristiana: Vicente, Eulalia, tantos y tantos. También los niños Justo y Pastor.

Prudencio, que en su Peristefhanon cantará la gloria de los mártires y de las ciudades que los poseyeron, incluye a los dos niños mártires entre los que forman su corona, afirmando que son la "gloria para Alcalá"; luego serán mencionados por Venancio Fortunato y estarán presentes con veneración en los Santorales y Calendarios visigóticos con san Isidoro en su obra De viris Illustribus y san Ildefonso que retoca, en apéndice, el diálogo entre los hermanos; también en la liturgia Mozárabe aparecen sus nombres al celebrar las fiestas, y son cantados por la literatura posterior como en el soneto de Lope: "Dos corderos al cielo sacrifica, primicias ya de innumerables santos". Llegan con el tiempo a ser nombrados Justo y Pastor los Patronos de Alcalá y de toda la archidiócesis de Madrid.

Las actas son tardías, no auténticas y nada creíbles. Sólo recogen la tradición oral de los hechos transmitidos a lo largo de las generaciones; un autor anónimo los pone por escrito adaptándolos a las necesidades de sus destinatarios o inventándolos para dar una buena catequesis presentándolos adornados con elementos estéticos más o menos plausibles.

Sólo sabemos de Justo y Pastor que eran dos niños, como de siete y nueve años, y que murieron degollados por presentarse espontáneamente ante Daciano, manifestando su condición de discípulos de Cristo; sufrieron martirio los dos hermanos al ser degollados probablemente en las afueras de la ciudad llamada entonces Complutum y ahora Alcalá de Henares.

No quiso Asturio, el obispo de Toledo, dejar ya la ciudad complutense después del hallazgo de sus restos. Así llegó Complutum a ser sede episcopal y él su obispo primero. Allí mismo edificó en su honor la primera basílica.

Pronto se difundió su culto a toda la piel de toro cristiana e incluso más allá de los Pirineos; de hecho, el que en Barcelona se pusiera la diócesis recién erigida bajo su advocación, allá por el siglo IV, es un testimonio bien claro de cómo se comentó el suceso de la muerte de los intrépidos inocentes, de cuánto estimuló su ejemplo a ser leales a la fe y de dónde se sitúa el término o medida del amor a Jesucristo para no decir nunca "basta" a sus exigencias.

En 1567, san Pío V promulgó una bula papal, en la que ordenaba que fuesen trasladadas parte de las reliquias de los santos Justo y Pastor desde Huesca a Alcalá de Henares, ciudad de su cuna y martirio. En noviembre de ese mismo año, Felipe II y su hijo el príncipe Carlos, enviaron una carta cada uno dirigida al Obispo de Huesca para que cumpliese con lo ordenado por el Papa. Así fue, como parte de las reliquias de los santos Justo y Pastor, fueron remitidas a la ciudad de Alcalá de Henares de la que son patronos los "Santos Niños".

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Sixto II y compañeros, Santo XXIV Papa, Mártir, 6 de agosto  

Sixto II y compañeros, Santo

Papa y Mártir

Martirologio Romano: Santos Sixto II, papa, y compañeros, mártires. El papa san Sixto, mientras celebraba los divinos misterios y enseñaba a los fieles los mandatos del Señor, al irrumpir los soldados para aplicar el edicto del emperador Valeriano fue detenido e, inmediatamente, decapitado el día seis de agosto. Con él sufrieron el martirio cuatro diáconos, que fueron enterrados con el papa en el cementerio de Calixto, en la vía Apia, y en ese mismo día, también sus diáconos santos Agapito y Felicísimo murieron en el cementerio de Pretextato, en donde fueron sepultados (258).

Etimología: Sixto = aquel que es listo y pulido, viene del griego

San Sixto nació en Atenas. Siendo diácono de la Iglesia romana, sucedió al Papa San Esteban en la silla de San Pedro por los años 257, durante la persecución de Valeriano.

San Sixto es titulado por San Cipriano: prelado pacífico y excelente. Y efectivamente un poco de paz sí se apresuró a llevar, apenas fue elegido, a las iglesias de Roma y de Cartago en cruenta lucha por la cuestión del bautismo a los herejes. (ver San Esteban I).

Tuvo una reconciliación con S. Cipriano, pero no hubo tiempo para profundizar un diálogo, pues debió enfrentar una nueva emergencia: Valeriano desató una segunda persecución contra los cristianos. Éstos fueron invitados a abjurar, so pena de la expropiación de los bienes y la decapitación.

A fines del mes de agosto del 258, San Cipriano, que sería decapitado el 14 de septiembre, escribía a uno de sus colegas: “Valeriano, en un escrito al Senado, ha dado la orden de que los obispos, sacerdotes y diáconos sean ejecutados inmediatamente. Sabed que Sixto ha sido muerto en un cementerio el 6 de agosto, y con él cuatro diáconos”. La noticia era exacta. El 6 de agosto, el Papa Sixto II había sido apresado en en el cementerio de Calixto y decapitado junto con los diáconos Genaro, Magno, Vicente y Esteban. Otros dos, Felicísimo y Agapito habían corrido la misma suerte en el cementerio próximo al Pretextato.

Nos hallamos ante la página más gloriosa de la historia de la Iglesia romana durante las persecuciones. Cipriano podía apoyarse en este testimonio para invitar a los cristianos de África “a la lucha espiritual: de tal suerte -dice - que cada uno de nosotros no piense tanto en la muerte cuanto en la inmortalidad y que, consagrados a Dios con todas las energías de su fe y de su entusiasmo, sientan antes la alegría que el miedo a la hora de una confesión, en la que saben que los soldados de Dios no reciben la muerte, sino antes bien, la corona” (Carta 80).

En la pared derecha de la Cripta de los Papas se conservan, juntados, dos fragmentos originales de un primer poema de San Dámaso, dedicado al Papa Sixto II para celebrar su glorioso martirio.

"Cuando la espada (persecución)
las pías entrañas de la Madre (Iglesia)
traspasaba, aquí el obispo sepultado (Sixto II)
la doctrina (las divinas Escrituras) enseñaba.
Llegan de improviso soldados y arrestan
allí al sentado en cátedra (la cátedra episcopal),
mientras los fieles ofrecen sus cuellos a la guardia enviada (es decir, intentan salvar al Papa a costa de su vida).
Apenas el anciano (obispo)
supo que uno quiso arrebatarle la palma (del martirio),
él mismo fue el primero en ofrecerse y dar su cabeza a la espada, para que así a ninguno pudiera herir una tan impaciente rabia (pagana).
Cristo que distribuye los premios de la vida, reconoció el mérito del pastor, defendiendo El mismo el resto de su grey".

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Octaviano, Beato Obispo, 6 de agosto  

Octaviano, Beato

Obispo

Martirologio Romano: En Savona, de la Liguria, beato Octaviano, obispo y hermano del papa Calixto II, que tanto en el claustro como en la cátedra buscó con ahínco servir a Dios y a los hermanos (1132).

Etimología: Octaviano = del octavo día. Viene de la lengua latina.

Octaviano murió en Liguria en 1132. Era nada menos que el hijo de Guillermo II, rey de Borgoña. Su hermano llegó a ser Papa con el nombre de Calixto II. Otro hermano fue el arzobispo de Besançon.

Toda la ilusión que anidaba en su pulcro corazón era la de ser monje de Cluny.

El padre, sin embargo, que lo había reservado para que fuera su sucesor, le envió a estudiar a la universidad de Bolonia.

Era un joven muy inteligente. Al terminar sus brillantes estudios, se convirtió en profesor.
Guillermo veía que su muerte se acercaba.

Entonces envió a mensajeros para que su hijo volviera. Cuando llegaron, su padre ya había muerto.

Gracias a esta muerte, dolorosa pero esperada, él pudo seguir libremente su vocación con tal de que los suyos no pusieran dificultades.

Al no encontrarlas, él entró en la abadía de san Pedro en la que vivió por espacio de cuarenta y dos años., entregado a la oración y al estudio de la Palabra de Dios.

Era una persona muy sociable y con unos talentos apropiados para tratar a todo el mundo como se merecía.

Pudo conquistar los honores más altos, y, en verdad, se le presentaron a menudo. Jamás, sin embargo, los aceptó en su alma.

Lo que él sentía realmente era la humildad de Jesús hecha carne en él mismo.

Veinte meses antes de su muerte, tuvo que presidir la diócesis de Savone porque no había candidato. Durante este tiempo realizó varios milagros, el primero de los cuales fue la reforma de los canónigos. Les privó de sus prebendas mientras no cambiaran de conducta.

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Carlos López Vidal, Beato Mártir, 6 de agosto  

Carlos López Vidal, Beato

Sacristán Mártir

Martirologio Romano: En las cercanías de Gandía, en Valencia, en España, beato Carlos López Vidal, mártir, que en tiempo de persecución de la fe alcanzó la gloria celestial (1936).

Carlos López Vidal, laico fiel, nace el 15 de noviembre de 1894 en Gandía (Valencia) e hizo sus estudios en el colegio escolapio de aquella localidd.

Era sacristán en Colegiata de Gandía y contrajo matrimonio con Rosa Tarasona Ribanocha.

Era un hombre de fe y de vida orante como parte de su ejercicio de virtudes cristianas. Fue miembro de algunas asociaciones de apostolado.

Encarcelado en agosto de 1936 fue martirizado hasta morir, en la Pedrera de Gandía, sus últimas palabras fueron: "Viva Cristo Rey".

Fue beatificado, junto a otros
232 mártires españoles, el 11 de marzo de 2001 por S.S. Juan Pablo II.

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Fuente: Franciscanos.org
María Francisca de Jesús (Ana María Rubatto), Beata Fundadora, 6 de agosto  

María Francisca de Jesús (Ana María Rubatto), Beata

Fundadora del Instituto de las
Hermanas Terciarias Capuchinas

Martirologio Romano: En Montevideo, de Uruguay, beata María Francisca de Jesús (Ana María) Rubatto, virgen, que en la ciudad de Loano, cerca de Savona, en Italia, fundó el Instituto de las Hermanas Terciarias Capuchinas y, habiéndose trasladado a América Latina, puso todo su empeño en el servicio a los pobres (1904).

María Francisca de Jesús (en el siglo, Ana María Rubatto) nació en Carmagnola (Turín) el 14 de febrero de 1844. Cuando tenía cuatro años, quedó huérfana de padre. A los diecinueve años perdió a su madre, tras lo cual fue a vivir a Turín. Dotada de una gran inteligencia, aunque no tenía estudios alcanzó un grado notable de cultura, que armonizó constantemente con la vida práctica. Cultivó desde pequeña una profunda espiritualidad. En la capital piamontesa entró al servicio de la noble Mariana Scoffone, de la que fue dama de compañía y colaboradora en la administración de su ingente patrimonio desde 1864 hasta 1882. Durante esos años Ana María se dedicó a las obras de caridad, a la enseñanza del catecismo a los niños, y a la visita a los enfermos del Cottolengo y a los abandonados. En el verano de 1883 se trasladó a Loano. Un día, al salir de la iglesia, oyó lamentos y llanto: una piedra se había caído de la construcción y había herido en la cabeza a un jovencísimo peón. Ana María socorrió al joven, lavó y curó la herida y, después de darle el equivalente a dos días de trabajo, lo envió a casa para que se recuperara. La construcción debía albergar a una comunidad femenina, para la cual se estaba buscando una directora: el padre capuchino Angélico de Sestri Ponente, que apoyaba esta iniciativa, pensó que Ana María Rubatto podía ocupar el cargo de directora.

Vistió el hábito religioso junto con otras cinco jóvenes el 23 de enero de 1885. Cambió su nombre por el de sor María Francisca de Jesús. Se convirtió, por mandato del obispo diocesano, en superiora, pero sobre todo en madre y formadora. Fue éste el inicio del “instituto de las Hermanas Capuchinas de la Madre Rubatto” [luego, Terciarias o Hermanas Capuchinas de Loano]. Tres años después, el instituto comenzó a dilatarse: Génova-Voltri, Sanremo, Génova-Centro... En 1892 fundó en Montevideo. Siguió la fundación en Uruguay y Argentina. Siete veces atravesó la fundadora el océano para estar al lado de las hermanas en los dos continentes. Abrió dieciocho casas en los veinte años de su gobierno. Durante los ocho años que duró en total su estancia en América, fueron incontables los viajes de Uruguay a Argentina y de una casa a otra. Fundó también en Alto Alegre en 1899, pero 18 meses más tarde las religiosas fueron asesinadas con los misioneros capuchinos y muchos fieles.

Después de organizar las casas de Italia, viajó a América para lo que iba a ser una visita pastoral de pocas semanas, pero que en realidad se prolongó por más de un año. Allí, en Montevideo, la sorprendió la muerte el 6 de agosto de 1904.
Juan Pablo la beatificó el 10 de octubre de 1993.

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Fuente: Enciclopedia Católica || ACI Prensa
Mateo de Bascio, Beato Fundador, 6 de agosto  

Mateo de Bascio, Beato

Fundador de la Orden de Frailes
Capuchinos Menores

Fue fundador y primer superior general de la orden de los frailes capuchinos menores, la rama principal que se dedicó de la Reforma de la Observancia. Nació en 1495 en Bascio en la Diócesis de Montefeltro en el Ducado de Urbino. Murió en Venecia en 1552. Cuando tenía 17 años de edad entró en la orden de los Observantes de Montefiorentino. En 1525 era sacerdote y misionero siendo también miembro de la Provincia Reformada de Ancona.

Motivado por la necesidad que sentía por reformarse, la cual era común en toda la familia franciscana, resolvió en 1525 en el año del jubileo, principiar con una vida más austera escogiendo para el efecto un estilo más parecido al de San Francisco. El Papa Clemente VII le aprobó su requerimiento y por medio del mismo le permitió predicar en cualquier lugar y tener seguidores. Algunos de los miembros de la observancia pidieron el permiso para unirse a Mateo, y el 3 de Julio de 1528 el Papa decretó la Bula “Religionis zelus”, por medio de la cual la nueva reforma era aprobada y colocada en la jurisdicción nominal de los Conventuales. El nombre “Capuchino” fue dado por la gente a los nuevos monjes franciscanos y luego adoptado oficialmente, en los decretos pontificales los seguidores de Bassi utilizaron varios estilos en la expresión “Capucini”, “Capuciati” “Capulati” y “Hermanos de la Observancia Capucinorum”.

En abril de 1529 la orden tuvo su primera seccional en Albacina donde Mateo de Bacci fue electo por aclamación vicario general. Se elaboró un código a manera de constitución que servia de base a la reforma. Sin embargo, el humilde fundador no mantuvo su cargo por mucho tiempo. Después de visitar unos poblados deseo volver a tener su carrera apostólica y quizá también influido por el hecho de sentirse sin mayor poder contra las dificultades que se generaban por parte de problemas con los discípulos, renunció a su puesto.

Desde entonces no tomó parte en el gobierno de la orden. Aproximadamente en el año 1537 decidió retornar a la obediencia de los Observantes aún con el temor de incurrir en alguna censura eclesiástica. En diferentes oportunidades y diferentes épocas habrían obtenido bulas y decretos contra la nueva reforma. Bacci predicó en todo el país de Italia y parte de Alemania.

Murió en Venecia en medio de sus labores y fue enterrado en la Iglesia de los Observantes de esa ciudad en presencia de una vasta concurrencia que había llegado al lugar atraída por su reputación como un santo. El siguiente texto de Arthur du Monstier se puede leer el Martirologio Franciscano y dice: “allí murió en Venecia el Santo Mateo, confesor, fundador de la congregación de los capuchinos. Sus continuos ayunos, vigilias y oraciones, su gran pobreza y ardiente celo por las almas, le confirieron una santidad extraordinaria y el don de los milagros hace que su memoria sea gloriosa”.

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Fuente: ACIprensa.com
Hormisda, Santo LII Papa, 6 de agosto  

Hormisda, Santo

LII Papa

Martirologio Romano: En Roma, en la basílica de San Pedro, sepultura de san Hormisda, Papa. Abanderado de la paz, consiguió acabar con el cisma de Acacio en Oriente, y en Occidente hizo que se respetaran religiosamente por los nuevos pueblos los derechos de la Iglesia (523).

Originario de la Campania, era un diácono de Roma, viudo, cuyo hijo San Silverio había de ceñir también la tiara pontificia.

En el año 514, Hormisdas fue elegido Papa. Tuvo que consagrar toda su actividad al problema delicado y complejo de la situación que había producido en el oriente el cisma provocado por Acacio de Constantinopla, con el fin de aplacar a los monofisitas.

A San Hormisdas pertenece el honor de haber acabado con el cisma mediante la confesión de fe que lleva su nombre: "La Fórmula de Hormisdas". Este documento, citado todavía por el Concilio Vaticano I, es una de las pruebas más fehacientes de la autoridad que se atribuía al Papa en los seis primeros siglos.

Sabemos que San Hormisdas fue un hombre inteligente, hábil y amante de la paz . En sus últimos años tuvo el consuelo de ver cesar en Africa la persecución de los vándalos.

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Fuente: Santiebeati.it
Tadeo Dulny, Beato Seminarista Mártir, 6 de agosto  

Tadeo Dulny, Beato

Mártir

Martirologio Romano: Cerca de Munich, de Baviera, en Alemania, beato Tadeo Dulny, mártir. Al ser ocupada militarmente Polonia, su patria, fue llevado al campo de concentración de Dachau por su fe en Cristo y, víctima de crueles tormentos, emigró a la gloria celestial (1942).

Etimológicamente: Tadeo = Aquel que alaba, es de origen arameo.

 

El seminario, luego el campo de concentración, y allí dentro la muerte. Así se resume la vida de Tadeo Dulny. Nacido en una numerosa familia (seis hijos y dos hijas) en la Polonia sudoriental. Sus primeros maestros en la fe son sus padres, Jan y Antonina, quienes le dieron el sí cuando manifiesta su deseo de ingresar en el seminario de Wloclawek, después de haber terminado con mucho esfuerzo su educación en Ostrowiec. También en el seminario debe esforzarse mucho para llevar el ritmo de estudios, pero no se queja ni se rinde, cualidad que no deja de ser causa de admiración entre sus compañeros.

El 1 de septiembre de 1939 empieza la segunda guerra mundial: Polonia es invadida primero por la Alemania nazi y luego por la Rusia comunista. Sin embargo a finales de septiembre, Tadeo se presenta puntual al seminario, para el nuevo año escolar. Pero el 7 de octubre llega la policía nazi y se lleva todo, profesores y clérigos. Primera etapa, la prisión local en Wloclawek, por tres meses. Luego un traslado a la ciudad de Lad, los ponen en las instalaciones de un colegio salesiano, con algunas libertades de movimiento al interior; se trata entonces de retomar los cursos del seminario y Tadeo lleva a término el programa del quinto año de estudios. Todo se derrumba en el verano de 1940. El 26 de agosto, maestros y seminaristas son llevados al campo de concentración de Sachsenhausen, cercano a Berlín. Por fin, el 15 de diciembre, Tadeo y otros son llevados a Dachau, en la alta Baviera. Aquí está el primer campo de concentración nazi, creado en 1933 y los primeros deportados fueron ciudadanos alemanes anti nazis. Vinieron luego, en número creciente, los judíos capturados primero en Alemania y luego en los Países invadidos por las tropas alemanas.

En el 1940 son llevados allí más de ochocientos sacerdotes y religiosos polacos. Con ellos está Tadeo, que no es sacerdote todavía; así lo recuerda un compañero de deportación: “No era como los otros, en esas circunstancias su personalidad maduró y resaltó poco a poco que era un hombre increíblemente generoso, que moría a si mismo”. El objetivo de este nuevo “curso de estudios” era la muerte. Para los torturadores, los deportados no son hombres con un nombre, tan sólo son números, y él es el número 22662. No es más un futuro sacerdote, porque allí nadie tiene un futuro. Sólo existía un presente atroz, y luego la muerte.

Aquí el clérigo Tadeo progresa: se olvida de su persona, hace de si un instrumento de alivio para los demás. El objetivo de su vida, y muerte, en Dachau es evitar a otros la fatiga, los golpes, las torturas; es procurar comida a quien está muriendo de hambre. Hace uso de toda su voluntad para sobrevivir ayunando, para dar su ración a otros. Un testigo cuenta: “Elevarse por encima de la necesidad de comida, allí donde el hambre torcía los tripas, era una empresa extraordinaria”. Otro dice: “Tadeo, un chico besado del sol. En las situaciones más oscuras, él logró recoger un rayo de la misericordia divina para dárselo a los demás”. Un compañero de reclusión relata así su fin: “Murió de hambre. Asado en el crematorio”. Tenía 28 años.

En el año 1999, durante una de sus visitas a Polonia, el papa Juan Pablo II lo proclamó beato, como mártir, junto a otras 107
víctimas del odio a la fe entre 1930-1945.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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