JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 55.60-69
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos:
"Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida".
Muchos de sus discípulos, al oír a Jesús, dijeron:
"Esta doctrina es inadmisible, ¿Quién puede aceptarla?"
Jesús, sabiendo que sus discípulos criticaban su enseñanza, les preguntó:
"¿Les resulta difícil aceptar esto? ¿Qué ocurriría si vieran al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da la vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida. Pero algunos de ustedes no creen".
Dijo esto Jesús porque sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién lo iba a entregar. Y añadió:
"Por eso les dije que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede".
Desde aquel momento, muchos de sus discípulos se retiraron y ya no andaban con él.
Entonces Jesús preguntó a los Doce:
"¿Acaso también ustedes quieren irse?"
Simón Pedro le respondió:
"Señor, ¿a quién iríamos? Tus palabras dan vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las “palabras de vida eterna” (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=272692
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: “si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). “Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso”. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: “quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesar pecados graves al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
21o. Dom Ord Ciclo B
Antífona de Entrada
Escucha, Señor, y respóndeme; salva a tu siervo que confía en ti. Ten piedad de mí, Dios mío, pues sin cesar te invoco.
Oración Colecta
Oremos:
Dios nuestro, tú que puedes darnos un mismo querer y un mismo sentir, concédenos a todos amar lo que nos mandas y anhelar lo que nos prometes para que, en medio de las preocupaciones de esta vida, pueda encontrar nuestro corazón la felicidad verdadera.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Serviremos al Señor, porque él es nuestro Dios
Lectura del libro de Josué 24, 1-2a. 15-17.18b
En aquellos días, Josué reunió a todas las tribus de Israel en Siquén y convocó a los ancianos de Israel, a sus jueces, jefes y escribas. Todos se presentaron ante Dios. Josué dijo a todo el pueblo:
"Si no les parece bien dar culto al Señor, elijan hoy a quién desean dar culto, si a los dioses a quienes adoraron sus antepasados en Mesopotamia, o a los dioses de los amorreos, cuya tierra ocupan ahora ustedes. Yo y los míos daremos culto al Señor".
El pueblo respondió:
"No tenemos ninguna intención de abandonar al Señor para dar culto a otros dioses. El Señor es nuestro Dios; él fue quien nos sacó de la esclavitud de Egipto a nosotros y a nuestros padres. El ha hecho ante nuestros ojos grandes prodigios y nos ha protegido durante el largo camino que hemos recorrido y en todas las naciones que hemos atravesado. Nosotros daremos culto al Señor, porque él es nuestro Dios".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 33, 2-3.16-17.18-19.20-21.22-23
Gusten y vean qué bueno es el Señor.
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mí ser se gloría en el Señor, que los humildes lo oigan y se alegren.
Gusten y vean qué bueno es el Señor.
Los ojos del Señor están atentos a los justos, sus oídos, a sus gritos de auxilio; pero el Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su recuerdo.
Gusten y vean qué bueno es el Señor.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de todas sus angustias; el Señor está cerca de los que sufren y salva a los que están desconsolados.
Gusten y vean qué bueno es el Señor.
Muchas son las desgracias del justo, pero de todas lo libra el Señor; cuida de todos sus huesos, ni uno solo se romperá.
Gusten y vean qué bueno es el Señor.
La maldad hará que muera el malvado, los que odian al justo serán castigados; porque el Señor redime a sus siervos y no serán castigados los que se refugian en él.
Gusten y vean qué bueno es el Señor.
Segunda Lectura
Este es un gran misterio; y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 5, 21-32
Hermanos: Ténganse mutuamente respeto en honor a Cristo. Que las mujeres respeten a sus maridos, pues el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza y al mismo tiempo salvador del cuerpo, que es la Iglesia. Y como la Iglesia es dócil a Cristo, así también deben serlo plenamente las mujeres a sus maridos.
Maridos, amen a sus mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella para consagrarla a Dios, purificándola por medio del agua y la palabra. Se preparó así una Iglesia esplendorosa, sin mancha ni arruga ni cosa parecida; una Iglesia santa e inmaculada. Igualmente, los maridos deben amar a sus mujeres como a su propio cuerpo. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama; pues nadie odia a su propio cuerpo, antes bien lo alimenta y lo cuida como hace Cristo con su Iglesia, que es su cuerpo, del cual nosotros somos miembros.
Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y llegarán a ser los dos uno solo. Gran misterio es éste, que yo relaciono con la unión de Cristo y de la Iglesia.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Tus palabras, Señor, son espíritu y vida. Tú tienes palabras de vida eterna.
Aleluya.
Evangelio
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna
† Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 55.60-69
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos:
"Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida".
Muchos de sus discípulos, al oír a Jesús, dijeron:
"Esta doctrina es inadmisible, ¿Quién puede aceptarla?"
Jesús, sabiendo que sus discípulos criticaban su enseñanza, les preguntó:
"¿Les resulta difícil aceptar esto? ¿Qué ocurriría si vieran al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da la vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida. Pero algunos de ustedes no creen".
Dijo esto Jesús porque sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién lo iba a entregar. Y añadió:
"Por eso les dije que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede".
Desde aquel momento, muchos de sus discípulos se retiraron y ya no andaban con él.
Entonces Jesús preguntó a los Doce:
"¿Acaso también ustedes quieren irse?"
Simón Pedro le respondió:
"Señor, ¿a quién iríamos? Tus palabras dan vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Pidamos, hermanos y hermanas, al Señor que venga en nuestro auxilio y, por el honor de su nombre, escuche nuestra oración.
(Respondemos a cada petición: Escúchanos, Señor).
Para que el Señor, en su infinita bondad, se acuerde del santo Padre, el Papa, de nuestros obispos y de todos los que anuncian la palabra de Dios; para que bendiga a los sacerdotes y diáconos y, en su gran misericordia, se acuerde de todos los fieles que aman a Jesucristo, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que Dios conceda a los que trabajan la tierra lluvias oportunas y buenas cosechas, dé sabiduría a los investigadores, acierto a los que enseñan, docilidad y constancia a los que estudian y otorgue a todos aquello que necesitan en cada momento, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que el Señor infunda en el corazón de los pecadores un vivo y sincero arrepentimiento de sus culpas, les conceda el perdón de sus pecados y les dé fuerza para no recaer en el mal, a fin de que donde creció el pecado, más desbordante sea la misericordia divina, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que el Señor conceda sus dones a nuestros familiares, amigos, bienhechores y a todos aquellos que queremos recordar; para que, a cambio de las riquezas que nos ha dado, obtengan las riquezas inmortales y, en lugar de los bienes temporales, alcancen los bienes eternos, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Celebrante:
Señor Dios, que por medio de Cristo, el Verbo eterno, nos has hecho descubrir tu amor; escucha nuestras oraciones e ilumina a tus fieles con la luz del Espíritu Santo, para que nada nos aleje de Cristo, el único que tiene palabras de vida eterna, y vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Dios nuestro, que por medio de un sacrificio único, el de Cristo en la Cruz, nos has adoptado como hijos tuyos, concede siempre a tu Iglesia el don de la unidad y de la paz.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
Historia de la salvación
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque él con su nacimiento, restauró nuestra naturaleza caída; con su muerte, destruyó nuestro pecado; al resucitar, nos dio nueva vida; y en su ascención, nos abrió el camino de tu reino.
Por eso,
con los ángeles y los santos, te cantamos el himno de alabanza diciendo sin cesar:
Antífona de la Comunión
El que come mi carne y bebe mi sangre, dice el Señor, tiene ya vida eterna y yo lo resucitaré en el último día.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Completa, Señor, en nosotros la obra redentora de tu amor, y danos la fortaleza y generosidad necesarias para que podamos cumplir en todo tu santa voluntad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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† Meditación diaria
Vigésimo primer Domingo
ciclo b
SEGUIR A CRISTO
— Nosotros, como los Apóstoles, seguimos a Jesús para siempre, como meta a la que se encaminan nuestros pasos.
— Las señales del camino y la libertad.
— La verdadera libertad. Renovar nuestra entrega al Señor.
I. La Primera lectura de la Misa1 nos relata el momento en que el pueblo de Dios, atravesado ya el Jordán, está para entrar en la Tierra Prometida. Josué convocó a todas las tribus de Israel en Siquén, y les dijo: Si os parece mal servir al Señor, se os da a elegir; elegid hoy a quién queréis servir: a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres en Mesopotamia, o a los dioses amorreos en cuya tierra habitáis, que yo y mi casa serviremos al Señor. Y contestó el pueblo: Lejos de nosotros abandonar al Señor... Nosotros serviremos al Señor, porque Él es nuestro Dios.
También en el Evangelio de la Misa2 plantea Jesús a sus discípulos por quién se quieren decidir. Después del anuncio de la Eucaristía en la sinagoga de Cafarnaún, muchos discípulos abandonaron al Maestro porque les parecieron duras de aceptar sus palabras sobre el misterio eucarístico. Jesús se ha quedado con sus más íntimos, y quiere reafirmar la amistad y la confianza sin condiciones de los suyos. Entonces, el Señor se volvió a los que le habían seguido día tras día, y les preguntó: ¿También vosotros queréis marcharos? Y Pedro, en nombre de todos, le dice: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros hemos creído y conocido que Tú eres el Santo de Dios. Los Apóstoles dicen que sí una vez más a Cristo. ¿Qué va a ser de ellos sin Jesús? ¿A dónde van a encaminar sus pasos? ¿Quién colmaría las ansias de su corazón? La vida sin Cristo, entonces y ahora, no tiene sentido.
También nosotros hemos dicho que sí, para siempre, a Jesús. Hemos abrazado la Verdad, la Vida, el Amor. La libertad que Dios nos ha dado la hemos dirigido en la única dirección acertada. Aquel día en el que el Señor se fijó de modo particular en nosotros, le confiamos que Él sería la meta a la que se encaminarían nuestros pasos; y después de aquel momento, en otras muchas ocasiones, le hemos dicho: Señor, ¿a quién iremos? Sin Ti nada tiene sentido.
Hoy es buena ocasión para examinar cómo es nuestra entrega al Señor, si dejamos con alegría a un lado todo lo que nos aparte del seguimiento del Señor... “¿Quieres tú pensar –yo también hago mi examen– si mantienes inmutable y firme tu elección de Vida? ¿Si al oír esa voz de Dios, amabilísima, que te estimula a la santidad, respondes libremente que Sí?”3. Decir que sí al Señor en todas las circunstancias significa también decir no a otros caminos, a otras posibilidades. Él es el Amigo; solo Él tiene palabras de vida eterna.
II. Como aquellos discípulos que reafirmaron en Cafarnaún su plena adhesión a Cristo, muchos hombres y mujeres de todos los tiempos y razas, después de haber andado quizá largo tiempo en la oscuridad, un día encontraron a Jesús, y vieron abierto y señalizado el camino que les conducía al Cielo, así también ocurrió en nuestra vida; por fin, nuestra libertad no solo servía ya para ir de un lado a otro sin rumbo fijo, sino para caminar hacia un objetivo: ¡Cristo! Entonces comprendimos el carácter sorprendentemente alegre de la libertad que elige a Jesús y lo que nos acerca a Él, y rechaza lo que nos separa, porque “la libertad no se basta a sí misma: necesita un norte, una guía”4. El norte de nuestra libertad, lo que marca en todo momento la dirección de nuestros pasos, es el Señor, pues sin Él, ¿a quién iremos?, ¿en qué gastaríamos estos cortos días que Dios nos ha dado?, ¿qué vale la pena sin Él?
Para muchos, desgraciadamente, la libertad significa seguir los impulsos o los instintos, dejarse llevar por las pasiones o por lo que les apetece en un momento dado. En realidad, estos hombres –¡tantos!– están olvidando que “la libertad es ciertamente un derecho humano irrenunciable y básico, pero que ella no se caracteriza por el poder de elegir el mal, sino por la posibilidad de hacer responsablemente el bien, reconocido y deseado como tal”5. Un hombre que tenga un equivocado y pobre concepto de la libertad rechazará toda verdad, que proponga una meta válida y obligatoria para todos los hombres, porque le parecerá como un enemigo de su libertad6.
Si hemos elegido a Cristo, si Él es el verdadero objetivo de nuestros actos, por encima de cualquier otro, todo aquello que nos indique cómo progresar hacia Él o nos señale los obstáculos que de Él nos separan lo veremos como un bien inmenso, como una valiosa orientación por la que nos sentimos hondamente agradecidos. El viajero que se dirige a una región desconocida consulta un mapa, pregunta a quien conoce el camino y sigue las señales de la carretera, y lo hace con interés, pues desea llegar a su destino. De ninguna manera se siente coartado en su libertad, ni considera una humillación depender de mapas, señales y guías para llegar a donde se ha propuesto. Si estaba inseguro o comenzaba a sentirse algo perdido, las señales que encuentra son para él motivo de alivio y de agradecimiento.
De hecho, con frecuencia nos fiamos más de los mapas o de las señales de carretera que de nuestro propio sentido de orientación, de cuya poca fiabilidad tenemos sobrada experiencia. Cuando aceptamos esas señales no experimentamos ninguna sensación de imposición; más bien las recibimos como una gran ayuda, un nuevo conocimiento, que pronto convertimos en algo propio. Esto ocurre con los Mandamientos de Dios, con las leyes y enseñanzas de la Iglesia, con el consejo que recibimos en la dirección espiritual o el que pedimos ante una situación comprometida... Son señales que, de modo diverso, garantizan nuestra libertad, la elección libre que hicimos de seguir a Cristo, dejando a un lado otros caminos que no llevan a donde queremos ir. “La autoridad de la Iglesia, en sus enseñanzas de fe o de moral, es un servicio. Es la señalización del camino que lleva al Cielo. Merece toda confianza, porque goza de una autoridad divina. No se impone a nadie. Se ofrece, sencillamente, a los hombres. Y cada uno puede, si quiere, apropiarse de ella, hacerla suya...”7.
No nos debe sorprender si alguna vez esas señales indicadoras de las que Dios se sirve nos conducen a dejar senderos o avenidas que parecen más gratos, para escoger otros más empinados y duros. Aunque esa elección sufra las protestas de nuestra comodidad, siempre tendremos la alegría, también cuando sintamos las asperezas del terreno, de que nuestra vida tiene un formidable objetivo, que escogimos quizá hace ya un buen número de años o, por el contrario, hace apenas unos días. Vamos a la cumbre, y allí nos espera Cristo.
III. Las señales que el Señor nos va dando son de fiar; no son restricciones impuestas al hombre, no son cargas onerosas: son brillantes puntos de luz que iluminan el camino, para que lo podamos ver y recorrer con confianza. Quien trata de responder sinceramente a las gracias de Dios, experimenta que en el seguimiento de Jesús encuentra la libertad. Al escuchar su voz, uno ve, por fin, clara su senda: “los mandamientos entonces no se sienten ya como una imposición que viene de fuera, sino como una exigencia que nace de dentro, y a la cual, por tanto, la persona se somete de buen grado, libremente, porque sabe que, de este modo, puede realizarse en plenitud”8. Y se toma la decisión propia y personal, por la que buscamos el bien en el trabajo, en la diversión legítima, en la familia, en la amistad..., en todo lo noble; una decisión muchas veces renovada, por la que nos adherimos a Cristo y así realizamos la plenitud a la que hemos sido llamados.
“El hombre –enseña el Papa Juan Pablo II– no puede ser auténticamente libre ni promover la verdadera libertad, si no reconoce y no vive la trascendencia de su ser por encima del mundo y su relación con Dios, pues la libertad es siempre la del hombre creado a imagen de su Creador (...). Cristo, Redentor del hombre, hace libres. Si el Hijo os librare, seréis verdaderamente libres, refiere el Apóstol Juan (8, 36). Y San Pablo añade: Allí donde está el espíritu del Señor, allí está la libertad (2 Cor 3, 17). Ser liberado de la injusticia, del miedo, del apremio, del sufrimiento, no serviría de nada, si se permanece esclavo allá en lo hondo de los corazones, esclavo del pecado. Para ser verdaderamente libre, el hombre debe ser liberado de esta esclavitud y transformado en una nueva creatura. La libertad radical del hombre se sitúa, pues, al nivel más profundo: el de la apertura a Dios por la conversión del corazón, ya que es en el corazón del hombre donde se sitúan las raíces de toda sujeción, de toda violación de la libertad”9.
Mientras cada día que seguimos a Cristo experimentamos con más fuerza la alegría de nuestra elección y el ensanchamiento de nuestra libertad, vemos a nuestro alrededor cómo viven en servidumbre quienes un día volvieron la espalda a Dios o no quisieron conocerle. “Esclavitud o filiación divina: he aquí el dilema de nuestra vida. O hijos de Dios o esclavos de la soberbia, de la sensualidad, de ese egoísmo angustioso en el que tantas almas parecen debatirse.
“El Amor de Dios marca el camino de la verdad, de la justicia, del bien. Cuando nos decidimos a contestar al Señor: mi libertad para ti, nos encontramos liberados de todas las cadenas que nos habían atado a cosas sin importancia, a preocupaciones ridículas, a ambiciones mezquinas”10. Al elegir a Cristo como fin de nuestra vida lo hemos ganado todo.
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Reafirmemos también hoy nuestro seguimiento a Cristo, con mucho amor, confiados en su ayuda llena de misericordia; y con plena libertad le diremos: mi libertad para Ti. Imitaremos así a la que supo decir: He aquí la Esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.
1 Jos 24, 1-2; 15-17; 18. — 2 Jn 6, 61-70. — 3 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 24. — 4 Ibídem, 26. — 5 Juan Pablo II, Alocución 6-VI-1988. — 6 Cfr. C. Burke, Conciencia y libertad, pp. 91-92. — 7 Ibídem, pp. 66-67. — 8 Juan Pablo II, loc. cit. — 9 ídem, Mensaje para la Jornada de la Paz, 8-XII-1980, 11 — 10 San Josemaría Escrivá, o. c., 38.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
Fuente: Archidiócesis de Madrid || P. Jesús Martí Ballester
Teresa de Jesús Jornet e Ibars, Santa Funadora, 26 de agosto
Virgen y Fundadora |
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Melquisedec, Santo Rey y Sacerdote del A.T., 26 de agosto
Rey de Salem y Sacerdote Martirologio Romano: Conmemoración de san Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios altísimo, que saludó y bendijo a Abrahán cuando volvía victorioso, ofreciendo al Señor un sacrificio santo, una hostia inmaculada. Como figura típica de Cristo, ha sido interpretado rey de la paz y de la justicia y sacerdote eterno, aun falto de genealogía. El Antiguo Testamento, es un notable sumo sacerdote, profeta y líder que vivió después del Diluvio y durante los tiempos de Abraham. Se le llamó rey de Salem (Jerusalén), Rey de paz, Rey de justicia (el significado hebreo del vocablo Melquisedec) y sacerdote del Dios Altísimo. Esta referencia, con muy escasos detalles, se encuentra en Génesis 14:17-20. |
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Fuente: Corazones.org
Juana Isabel Bichier des Ages, Santa Virgen y Fundadora, 26 de agosto
Virgen y Fundadora |
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Fuente: Vatican.va
María de los Ängeles Ginard Marti, Beata Virgen y Mártir, 26 de agosto
Virgen y Mártir Martirologio Romano: En la Dehesa de la Villa, Madrid, España, beata María de los Ángeles Ginard Martí, virgen y mártir (1936) Religiosa de las Hermanas Celadoras de Culto Eucarístico, nació en Llucmajor, Mallorca, España, el 3 de abril de 1894. A los dos días, siguiendo la costumbre cristiana de la época de bautizar a los niños al poco de nacer, la llevaron a la pila bautismal de la parroquia de San Miguel de Llucmajor, imponiéndole el nombre Ángela Benita Sebastiana Margarita, pero usaba en el siglo el de Ángela y al entrar en religión el de María de los Ángeles. |
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Fuente: ACI Prensa || Catholic.net
María Beltrame Quattrocchi, Beata Esposa y Madre, 26 de agosto
Esposa y Madre Martirologio Romano: En Roma, beata María Beltrame Quattrocchi, que, siendo madre de familia, ilustró de modo conspicuo a la familia de Cristo y a la sociedad, viviendo ejemplarmente su vida matrimonial y mostrando su comunión de fe y amor hacia el prójimo (1965). María Corsini nació en Florencia el 24 de junio en 1881, criada en el seno de una familia católica y desde pequeña practicó fervientemente su fe, asistiendo todos los domingos a Misa y participando de los sacramentos. Fue profesora y escritora de temas de educación, comprometida en varias asociaciones (Acción Católica, Scout, etc.). |
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Fuente: Carmelholyland.org
María de Jesús Crucificado (Mariam) Baouardy, Beata Religiosa, 26 de agosto
Martirologio Romano: En la ciudad de Belén, en Tierra Santa, beata María de Jesús Crucificado (Mariam) Baouardy, virgen de la Orden de las Carmelitas Descalzas, que, colmada de carismas místicos, unió la vida contemplativa con una singular caridad (1878). Mariam Baouardy nació el 5 de enero de 1846, en Ibillin, una pequeña aldea de Galilea, a mitad de camino entre Nazareth y Haifa, en una familia de rito griego-católico. Pero Mariam no tenía aún 3 años cuando su padre muere confiándola a la fiel custodia de san José. Algunos días más tarde muere su madre. Es así que Boulos es adoptado por una tía y Mariam por un tío de buena condición. Espíritu Santo, inspiradme; |
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Fuente: Franciscanos.org
Junípero Serra, Beato Presbítero, 28 de agosto
Apóstol de California Martirologio Romano: En Monterrey, en California, beato Junípero (Miguel) Serra, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que pasó por muchas dificultades y pesares predicando el Evangelio entre las tribus todavía paganas de aquella región, en su propia lengua, y defendió con gran valentía los derechos de los pobres y de los humildes (1784).
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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