martes, 7 de agosto de 2012

Miércoles 08 de Agosto de 2012. Santo Domingo de Guzmán ¡ruega por nosotros!

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (15, 21-28)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar:

“Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Jesús no le contestó una sola palabra; pero los discípulos se acercaron y le rogaban:

“Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros”. El les contestó: “Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel”.

Ella se acercó entonces a Jesús y postrada ante él, le dijo:

“¡Señor, ayúdame!” El le respondió:

“No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”. Pero ella replicó: “Es cierto, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Entonces Jesús le respondió:

“Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”. Y en aquel mismo instante quedó curada su hija.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las “palabras de vida eterna” (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=272692

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: “si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). “Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso”. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: “quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesar pecados graves al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

Santo Domingo de Guzmán, presbítero

 Memoria

El Señor será nuestro pastor

Antífona de Entrada

El Señor es la parte que me ha tocado en herencia; la parte que he recibido es la más hermosa. El mismo Señor es mi recompensa.

Oración Colecta

Oremos:

Dios nuestro, que en santo Domingo de Guzmán otorgaste a tu Iglesia un predicador insigne de tu Evangelio y del amor a la Virgen María, concédenos una inquebrantable fidelidad a tu Hijo y una sólida devoción a su santísima Madre.

Por nuestro Señor Jesucristo...

Amén.

 

Primera Lectura

Lectura del libro del profeta Jeremías (31, 1-7)

“En aquel tiempo, dice el Señor, yo seré el Dios de todas las tribus de Israel y ellos serán mi pueblo.El pueblo de Israel, que se libró de la espada, halló misericordia en el desierto y camina hacia el descanso; el Señor se le apareció de lejos”.

Esto dice el Señor:

“Yo te amo con amor eterno, por eso siempre me apiado de ti. Volveré, pues, a construirte y serás reconstruida, capital de Israel. Volverás a tocar tus panderos y saldrás a bailar entre músicos y coros; volverás a plantar viñas en los montes de Samaria y los que las planten, las disfrutarán. En la montaña de Efraín gritarán los centinelas:

‘¡Ya es de día! ¡Levántense y vayamos a Sión, hacia el Señor, nuestro Dios!’ ”.

Esto dice el Señor:

“Griten de alegría por Jacob, regocíjense por el mejor de los pueblos; proclamen, alaben y digan: ‘El Señor ha salvado a su pueblo, al grupo de los sobrevivientes de Israel’ ”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

 

Salmo Responsorial

Jeremías 31

El Señor será nuestro pastor.

Escuchen, pueblos, la palabra del Señor, y anúncienla aun en las islas más remotas: “El que dispersó a Israel lo reunirá, y lo cuidará como el pastor a su rebaño”.

El Señor será nuestro pastor.

Porque el Señor redimió a Jacob y lo rescató de las manos del poderoso. Ellos vendrán para aclamarlo al monte Sión y vendrán a gozar de los bienes del Señor.

El Señor será nuestro pastor.

Entonces se alegrarán las jóvenes, danzando; se sentirán felices jóvenes y viejos, porque yo convertiré su tristeza en alegría, los llenaré de gozo y aliviaré sus penas.

El Señor será nuestro pastor.

 

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.

Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.

Aleluya.

 

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (15, 21-28)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar:

“Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Jesús no le contestó una sola palabra; pero los discípulos se acercaron y le rogaban:

“Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros”. El les contestó: “Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel”.

Ella se acercó entonces a Jesús y postrada ante él, le dijo:

“¡Señor, ayúdame!” El le respondió:

“No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”. Pero ella replicó: “Es cierto, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Entonces Jesús le respondió:

“Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”. Y en aquel mismo instante quedó curada su hija.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Acepta, Señor, el sacrificio que vamos a ofrecerte y, por intercesión de santo Domingo, concédenos dar a conocer nuestra fe con nuestra conducta

diaria.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

Prefacio de los Santo Pastores

Los santos pastores siguen

presentes en la Iglesia

El Señor esté con ustedes.

Y con tu espíritu.

Levantemos el corazón.

Lo tenemos levantado hacia el Señor.

Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor.

Porque permites que tu Iglesia se alegre hoy con la festividad de santo Domingo de Guzmán, para animarnos con el ejemplo de su vida, instruirnos con su palabra y protegernos con su intercesión.

Por eso, con los ángeles y los santos, te cantamos el himno de alabanza, diciendo sin cesar:

Santo, Santo, Santo...

 

Antífona de la Comunión

Yo os aseguro, dice el Señor, que los que habéis dejado todo para seguirme, recibiréis cien veces más y alcanzaréis la vida eterna.

Oración después de la Comunión

Oremos:

Que el sacramento que hemos recibido en esta festividad aumente, Señor, en nosotros el amor por tu Iglesia, a cuyo servicio consagró su vida y su

predicación santo Domingo.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

 

 

Dia 8/08 Santo Domingo de Guzmán (presbítero, blanco)

Antífona de Entrada

Que toda tus criaturas te den gracias, Señor; que te bendigan tus santos; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas.

Oración Colecta

Oremos:
Dios nuestro, que en santo Domingo de Guzmán otorgaste a tu Iglesia un predicador insigne de tu Evangelio y del amor a la Virgen María, concédenos una inquebrantable fidelidad a tu Hijo y una sólida devoción a su santísima Madre.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.

Primera Lectura

Enseñamos una sabiduría divina, misteriosa

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios
2, 1-10a.

Hermanos: Cuando vine a ustedes a anunciarles el testimonio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre ustedes me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado. Me presenté a ustedes débil y temeroso; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
Hablamos, entre los perfectos, una sabiduría que no es de este mundo, ni de los príncipes de este mundo que quedan desvanecidos, sino enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido, pues si la hubieran conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. Sino como está escrito: "Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman". Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del Salmo 95

Alégrese el cielo y goce la tierra.

Cantemos al Señor un canto nuevo, cantemos al Señor, toda la tierra; cantemos al Señor, bendecid su nombre.
Alégrese el cielo y goce la tierra.

Proclamemos día tras día su victoria. Cantemos a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones.
Alégrese el cielo y goce la tierra.

el Señor ha hecho el cielo; honor y majestad le preceden, fuerza y esplendor están en su templo.
Alégrese el cielo y goce la tierra.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; quien me sigue tendrá la luz de la vida.
Aleluya.

Evangelio

Te seguiré a donde vayas

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 9, 57-62.

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo mientras iban de camino Jesús y sus discípulos, le dijo uno:
"Te seguiré a donde vayas".
Jesús le respondió:
"Las zorras tiene madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza".
A otro le dijo:
"Sígueme".
El respondió:
"Déjame primero ir a enterrar a mi Padre".
Le contestó:
"Deja que los muertos entierren a sus muertos, tú vete a anunciar el Reino de Dios".
Otro le dijo:
"Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia".
Jesús le contestó:
"El que echa mano al arado sigue y mirando atrás, no vale para el Reino de Dios.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Oración sobre las Ofrendas

Acepta, Señor, el sacrificio que vamos a ofrecerte y, por intercesión de santo Domingo, concédenos dar a conocer nuestra fe con nuestra conducta diaria.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

Acción de los santos en la Iglesia

En verdad es justo y necesario, nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque con la vida de tus santos, enriqueces a tu Iglesia con formas siempre nuevas de admirable santidad, y nos das pruebas indudables de tu amor por nosotros; y también, porque su ejemplo nos impulsa y su intercesión nos ayuda a colaborar en el misterio de la salvación.
Por eso,
ahora nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y santos diciendo:

Antífona de la Comunión

Los justos se alegran, gozan en la presencia de Dios rebosando de alegría.

Oración después de la Comunión

Oremos:
Que el Sacramento que hemos recibido en esta festividad aumente, Señor, en nosotros el amor por tu Iglesia, a cuyo servicio consagró su vida y su predicación santo Domingo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

 

18ª semana. Miércoles

LA VIRTUD DE LA HUMILDAD

— La humildad de la mujer sirofenicia.

— Carácter activo de la humildad.

— El camino de la humildad.

I. Narra San Mateo en el Evangelio de la Misa1 que Jesús se retiró con sus discípulos a tierras de gentiles, en la región de Tiro y de Sidón. Allí se les acercó una mujer que, a grandes gritos, imploraba: ¡Señor, Hijo de David, apiádate de mí! Mi hija es cruelmente atormentada por el demonio. Jesús la oyó y no contestó nada. Comenta San Agustín que no le hacía caso precisamente porque sabía lo que le tenía reservado: no callaba para negarle el beneficio, sino para que lo mereciera ella con su perseverancia humilde2.

La mujer debió de insistir largo rato, de tal manera que los discípulos, cansados de tanto empeño, dijeron al Maestro: Atiéndela y que se vaya, pues viene gritando detrás de nosotros. El Señor le explicó entonces que Él había venido a predicar en primer lugar a los judíos. Pero la mujer, a pesar de esta negativa, se acercó y se postró ante Jesús, diciendo: ¡Señor, ayúdame!

Ante la perseverante insistencia de la mujer cananea, el Señor le repitió las mismas razones con una imagen que ella comprendió enseguida: No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos. Le dice de nuevo que ha sido enviado primero a los hijos de Israel y que no debe preferir a los paganos. El gesto amable y acogedor de Jesús, el tono de sus palabras, quitarían completamente cualquier tono hiriente a la expresión. Las palabras de Jesús llenaron aún más de confianza a la mujer, quien, con gran humildad, dijo: Es verdad, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de las mesas de sus amos. Reconoció la verdad de su situación, “confesó que eran señores suyos aquellos a quienes Él había llamado hijos”3. El mismo San Agustín señala que aquella mujer “fue transformada por la humildad” y mereció sentarse a la mesa con los hijos4. Conquistó el corazón de Dios, recibió el don que pedía y una gran alabanza del Maestro: ¡Oh mujer, grande es tu fe! Hágase como tú quieres. Y quedó sanada su hija en aquel instante. Sería seguramente más tarde una de las primeras mujeres gentiles que abrazaron la fe, y siempre conservaría en su corazón el agradecimiento y el amor al Señor.

Nosotros, que nos encontramos lejos de la fe y de la humildad de esta mujer, le pedimos con fervor al Maestro: “Buen Jesús: si he de ser apóstol, es preciso que me hagas muy humilde.

“El sol envuelve de luz cuanto toca: Señor, lléname de tu caridad, endiósame: que yo me identifique con tu Voluntad adorable, para convertirme en el instrumento que deseas... Dame tu locura de humillación: la que te llevó a nacer pobre, al trabajo sin brillo, a la infamia de morir cosido con hierros a un leño, al anonadamiento del Sagrario.

“—Que me conozca: que me conozca y que te conozca. Así jamás perderé de vista mi nada”5. Solo así podré seguirte como Tú quieres y como yo quiero: con una fe grande, con amor hondo, sin condición alguna.

II. Se cuenta en la vida de San Antonio Abad que Dios le hizo ver el mundo sembrado de los lazos que el demonio tenía preparados para hacer caer a los hombres. El santo, después de esta visión, quedó lleno de espanto, y preguntó: “Señor, ¿quién podrá escapar de tantos lazos?”. Y oyó una voz que le contestaba: “Antonio, el que sea humilde; pues Dios da a los humildes la gracia necesaria, mientras los soberbios van cayendo en todas las trampas que el demonio les tiende; mas a las personas humildes el demonio no se atreve a atacarlas”.

Nosotros, si queremos servir al Señor, hemos de desear y pedirle con insistencia la virtud de la humildad. Nos ayudará a desearla de verdad el tener siempre presente que el pecado capital opuesto, la soberbia, es lo más contrario a la vocación que hemos recibido del Señor, lo que más daño hace a la vida familiar, a la amistad, lo que más se opone a la verdadera felicidad... Es el principal apoyo con que cuenta el demonio en nuestra alma para intentar destruir la obra que el Espíritu Santo trata incesantemente de edificar.

Con todo, la virtud de la humildad no consiste solo en rechazar los movimientos de la soberbia, del egoísmo y del orgullo. De hecho, ni Jesús ni su Santísima Madre experimentaron movimiento alguno de soberbia y, sin embargo, tuvieron la virtud de la humildad en grado sumo. La palabra humildad tiene su origen en la latina humus, tierra; humilde, en su etimología, significa inclinado hacia la tierra; la virtud de la humildad consiste en inclinarse delante de Dios y de todo lo que hay de Dios en las criaturas6. En la práctica, nos lleva a reconocer nuestra inferioridad, nuestra pequeñez e indigencia ante Dios. Los santos sienten una alegría muy grande en anonadarse delante de Dios y en reconocer que solo Él es grande, y que en comparación con la suya todas las grandezas humanas están vacías y no son sino mentira.

La humildad se fundamenta en la verdad7, sobre todo en esta gran verdad: es infinita la distancia entre la criatura y el Creador. Por eso, frecuentemente hemos de detenernos para tratar de persuadirnos de que todo lo bueno que hay en nosotros es de Dios, todo el bien que hacemos ha sido sugerido e impulsado por Él, y nos ha dado la gracia para llevarlo a cabo. No decimos ni una sola jaculatoria si no es por el impulso y la gracia del Espíritu Santo8; lo nuestro es la deficiencia, el pecado, los egoísmos. “Estas miserias son inferiores a la misma nada, porque son un desorden y reducen a nuestra alma a un estado de abyección verdaderamente deplorable”9. La gracia, por el contrario, hace que los mismos ángeles se asombren al contemplar un alma resplandeciente por este don divino.

La mujer cananea no se sintió humillada ante la comparación de Jesús, señalándole la diferencia entre los judíos y los paganos; era humilde y sabía su lugar frente al pueblo elegido; y porque fue humilde, no tuvo inconveniente en perseverar a pesar de haber sido aparentemente rechazada, en postrarse ante Jesús... Por su humildad, su audacia y su perseverancia obtuvo una gracia tan grande. Nada tiene que ver la humildad con la timidez, la pusilanimidad o con una vida mediocre y sin aspiraciones. La humildad descubre que todo lo bueno que existe en nosotros, tanto en el orden de la naturaleza como en el orden de la gracia, pertenece a Dios, porque de su plenitud hemos recibido todos10; y tanto don nos mueve al agradecimiento.

III. “A la pregunta “¿cómo he de llegar a la humildad?”, corresponde la contestación inmediata: “por la gracia de Dios” (...). Solamente la gracia de Dios puede darnos la visión clara de nuestra propia condición y la conciencia de su grandeza que origina la humildad”11. Por eso hemos de desearla y pedirla incesantemente, convencidos de que con esta virtud amaremos a Dios y seremos capaces de grandes empresas a pesar de nuestras flaquezas...

Junto a la petición, hemos de aceptar las humillaciones, normalmente pequeñas, que surgen cada día por motivos tan diversos: en la realización del propio trabajo, en la convivencia con los demás, al notar las flaquezas, al ver las equivocaciones que cometemos, grandes y pequeñas. De Santo Tomás de Aquino se cuenta que un día fue corregido por una supuesta falta de gramática mientras leía; la corrigió según le indicaban. Luego, sus compañeros le preguntaron por qué la había corregido si él mismo sabía que era correcto el texto tal como lo había leído. Y el Santo contestó: “Vale más delante de Dios una falta de gramática, que otra de obediencia y de humildad”. Andamos el camino de la humildad cuando aceptamos las humillaciones, pequeñas o grandes, y cuando aceptamos los propios defectos procurando luchar en ellos.

Quien es humilde no necesita demasiadas alabanzas y elogios en su tarea, porque su esperanza está puesta en el Señor; y Él es, de modo real y verdadero, la fuente de todos sus bienes y su felicidad: es Él quien da sentido a todo lo que hace. “Una de las razones por las que los hombres son tan propensos a alabarse, a sobreestimar su propio valor y sus propios poderes, a resentirse de cualquier cosa que tienda a rebajarlos en su propia estima o en la de otros, es porque no ven más esperanza para su felicidad que ellos mismos. Por esto son a menudo tan susceptibles, tan resentidos cuando son criticados, tan molestos para quien les contradice, tan insistentes en salirse con la suya, tan ávidos de ser conocidos, tan ansiosos de alabanza, tan determinados a gobernar su medio ambiente. Se afianzan en sí mismos como el náufrago se sujeta a una paja. Y la vida prosigue, y cada vez están más lejos de la felicidad...”12.

Quien lucha por ser humilde no busca ni elogios ni alabanzas; y si llegan procura enderezarlos a la gloria de Dios, Autor de todo bien. La humildad se manifiesta no tanto en el desprecio como en el olvido de sí mismo, reconociendo con alegría que no tenemos nada que no hayamos recibido, y nos lleva a sentirnos hijos pequeños de Dios que encuentran toda la firmeza en la mano fuerte de su Padre.

Aprendemos a ser humildes meditando la Pasión de Nuestro Señor, considerando su grandeza ante tanta humillación, el dejarse hacer como cordero llevado al matadero, según había sido profetizado13, su humildad en la Sagrada Eucaristía, donde espera que vayamos a verle y hablarle, dispuesto a ser recibido por quien se acerque al Banquete que cada día prepara para nosotros, su paciencia ante tantas ofensas... Aprenderemos a caminar por este sendero si nos fijamos en María, la Esclava del Señor, la que no tuvo otro deseo que el de hacer la voluntad de Dios. También acudimos a San José, que empleó su vida en servir a Jesús y a María, llevando a cabo la tarea que Dios le había encomendado.

1 Mt 15, 21-28. — 2 Cfr. San Agustín, Sermón 154 A, 4. — 3 ídem, Sermón 60 A, 2-4. — 4 Ibídem. — 5 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 273. — 6 Cfr. R. Garrigou-Lagrange, Las tres edades de la vida interior, vol. II, p. 670. — 7 Santa Teresa, Las Moradas, VI, 10. — 8 Cfr. 1 Cor 12, 3. — 9 R. Garrigou-Lagrange, o. c., vol II, p. 674. — 10 Cfr. 1 Cor 1, 4. — 11 E. Boylan, El amor supremo, vol. II, p. 81. — 12 Ibídem, p. 82. — 13 Is 53, 7.

 

 

8 de agosto

SANTO DOMINGO DE GUZMÁN*

Memoria

— Necesidad de la sana doctrina. La ayuda de la Virgen.

— El Rosario, arma poderosa.

— La consideración de los misterios del Santo Rosario.

I. A principios del siglo xiii algunas sectas causaban estragos en la Iglesia, sobre todo en el Sur de Francia. Durante un viaje que realizó Santo Domingo, acompañando a su Obispo por esa región, pudo comprobar por sí mismo los daños que esas nuevas doctrinas originaban en el Pueblo de Dios, falto de formación como en tantas ocasiones. ¡Cuántos males ha causado la ignorancia! Durante su viaje, el Santo comprendió la necesidad de enseñar las verdades de la fe con claridad y sencillez, y con gran celo y amor a las almas se entregó del todo a este quehacer. Poco tiempo más tarde, se determinó a fundar una nueva Orden religiosa que tenía como fin la difusión de la doctrina cristiana y su defensa del error en cualquier parte de la Cristiandad. Así surgió la Orden de Predicadores, que tendría en el estudio de la Verdad uno de sus pilares fundamentales1. Desde entonces, “en cualquier actividad apostólica en servicio de la Iglesia pueden encontrarse dominicos ocupados en llevar la verdad a las inteligencias de sus hermanos, los hombres (...), actuando con el carisma peculiar, que es el mismo de su fundador: iluminar las conciencias con la luz de la palabra de Dios”2.

La tarea de enseñar a todos el contenido de la fe no ha sido solo una necesidad del pasado. En las circunstancias actuales, esta misión de la Iglesia entera se hace quizá más urgente que en épocas pretéritas. El Papa Juan Pablo II ha alertado ante esa situación de ignorancia generalizada de las verdades más elementales, y ante la difusión de muchos errores doctrinales, cuyas consecuencias no han tardado en hacerse notar en las almas: la falta de amor y de piedad hacia la Sagrada Eucaristía; el olvido de la Confesión, sacramento imprescindible para obtener el perdón de Dios y para formar la conciencia; el desconocimiento del fin trascendente al que hemos sido llamados...; arrinconar la fe al ámbito de la vida privada, sin que tenga manifestaciones públicas; el matrimonio parece haber sido privado en algunos casos de su íntimo y natural significado y valor; la introducción de la legislación permisiva del aborto es el triunfo del principio del bienestar material y del egoísmo sobre el valor más sacro, el de la vida humana; la disminución de la natalidad y la senectud demográfica han llevado a algún responsable europeo a hablar de un suicidio demográfico de Europa y aparece como el grave síntoma de un profundo empobrecimiento espiritual3. No es difícil darse cuenta de cómo en muchos se ha perdido el sentido de la amistad con Dios, del pecado, de la vida eterna, del sentido cristiano del dolor... A la vez, se puede comprobar cómo el mundo se hace menos humano en la medida en que deja de ser cristiano. Y esta ola de materialismo, de pérdida del sentido de lo sobrenatural, afecta también, y a veces en gran medida, a esas personas que todos los días vemos, y a las que quizá el Señor ha puesto a nuestro cuidado, por unas u otras razones.

Meditemos hoy junto al Señor si sentimos en nuestro corazón esa llamada del Papa a recristianizar el mundo que nos rodea, según nuestras fuerzas y con nuestro modo cristiano de estar en medio de la sociedad. Pensemos hoy junto al Señor si nos esforzamos por conocer a fondo la doctrina de Jesucristo, si ajustamos a ella nuestra conducta personal, familiar, profesional, social, política, etcétera; si nos empeñamos en difundirla; si procuramos mantener esos signos externos –que tanto empeño hay en eliminar– de religiosidad y sentido cristiano: el escapulario, la bendición de la mesa, de la nueva casa que habitamos, el tener alguna imagen del Señor o de la Virgen en nuestro hogar, en el lugar de trabajo...

II. Santo Domingo de Guzmán, como tantos otros después de él, contó además con un arma poderosa4 para vencer en esta batalla, que al principio parecía perdida, pues “emprendió con ánimo esforzado la guerra contra los enemigos de la Iglesia católica, no con la fuerza ni con las armas, sino con la más acendrada fe en la devoción del Santo Rosario, que fue el primero en propagar, y que personalmente y por sus hijos llevó a los cuatro ángulos del mundo”5. “Con razón, pues, mandó Domingo a sus hijos que, al predicar al pueblo la palabra de Dios, se entretuvieran con frecuencia y con cariño en inculcar en las almas de los oyentes esta manera de orar, de cuya utilidad tenía mucha experiencia. Pues sabía bien que María, por una parte, tenía tanta autoridad delante de su Hijo divino que las gracias que confiere a los hombres las provee siempre Ella como administradora y dispensadora; y, por otra parte, es de natural tan benigna y clemente que, habiendo acostumbrado a socorrer espontáneamente a los necesitados, no puede, en modo alguno, rehusar la ayuda a los que se la piden. Así, pues, la Iglesia, por medio principalmente del Rosario, siempre ha encontrado en Ella a la Madre de la gracia y a la Madre de la misericordia, como tiene costumbre de saludarla; por lo cual los romanos pontífices no dejaron pasar jamás ocasión alguna hasta el presente de ensalzar con las mayores alabanzas el Rosario mariano y de enriquecerlo con indulgencias apostólicas”6.

Los cristianos, por instinto filial y por esta recomendación expresa de los Papas, han acudido al rezo del Santo Rosario en los momentos ordinarios y en las circunstancias más difíciles (calamidades públicas, guerras, herejías, problemas familiares importantes...) y como medio excelente de acción de gracias. Los consejos de los últimos Papas han sido constantes, principalmente en lo que se refiere al Rosario en familia. El Concilio Vaticano II advertía a todos los fieles cristianos “que tengan muy en consideración las prácticas y los ejercicios piadosos hacia Ella recomendados por el Magisterio a lo largo de los Siglos”7. Y Pablo VI interpretaba auténticamente estas palabras como referidas al Santo Rosario8.

Examinemos nosotros hoy, cuando tantas necesidades padece la Humanidad, con qué amor y confianza acudimos a Nuestra Señora a través de esta devoción tan cargada de gracias. Pensemos si a la hora de difundir la sana doctrina a nuestro alrededor, y especialmente si vemos que alguno de los más cercanos a nosotros se va separando del Señor, acudimos con fe a nuestra Madre del Cielo.

III. Si procuramos rezar cada día con amor el Santo Rosario atraeremos, como Santo Domingo, muchas gracias sobre aquellos que queremos llevar hasta el Señor y sobre nuestra alma. En él, consideramos los principales misterios de nuestra salvación: desde la Anunciación de la Virgen hasta la Resurrección y Ascensión a los Cielos del Señor, pasando por su Pasión y Muerte.

Los cinco primeros, que llamamos de gozo, recogen la vida oculta de Jesús y de María y nos enseñan a santificar las realidades de la vida ordinaria. Los cinco siguientes, los misterios de dolor, nos permiten contemplar y vivir la Pasión y nos enseñan a santificar el dolor, la enfermedad, la cruz que se hace presente en la vida de cada hombre a su paso por este mundo. En los cinco últimos, los gloriosos, contemplamos el triunfo del Señor y de su Madre, y nos llenan de alegría y de esperanza al meditar la gloria que Dios nos tiene reservada si somos fieles.

En la consideración de estos misterios vamos a Jesús por María: gozamos con Cristo, al contemplarlo hecho Hombre como nosotros, nos dolemos con Cristo paciente, vivimos anticipadamente su gloria. Para que esa contemplación sea posible hemos de procurar rezar de tal manera “que favorezca en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, a través del corazón de Aquella que estuvo cerca de Él, y que desvelen su insondable riqueza”9. Rezar así el Santo Rosario, “con la consideración de los misterios, la repetición del Padrenuestro y del Avemaría, las alabanzas a la Beatísima Trinidad y la constante invocación a la Madre de Dios, es un continuo acto de fe, de esperanza y amor, de adoración y reparación”10.

En tiempos de Santo Domingo se saludaba a la Virgen con el título de rosa, símbolo de la alegría. Se adornaban ya las imágenes con una corona de rosas, y se cantaba a María como jardín de rosas (en latín medieval Rosarium). Y de ahí parece provenir el nombre que ha llegado hasta nosotros11. No olvidemos que cada Avemaría es como una rosa que ofrecemos a Nuestra Madre del Cielo. No dejemos que, por falta de interés o de atención, salga marchita de nuestros labios. No dejemos de emplear esta arma poderosa ante tantos obstáculos como en ocasiones encontramos. Acudamos también a Nuestra Señora, a través de esta devoción, cuando sintamos más el peso de nuestras flaquezas: ““Virgen Inmaculada, bien sé que soy un pobre miserable, que no hago más que aumentar todos los días el número de mis pecados...”. Me has dicho que así hablabas con Nuestra Madre, el otro día.

“Y te aconsejé, seguro, que rezaras el Santo Rosario: ¡bendita monotonía de avemarías que purifica la monotonía de tus pecados!”12.

1 Cfr. J. M. Macías, Santo Domingo de Guzmán, BAC, Madrid 1979, pp. 230 ss. — 2 Ibídem, p. 260. — 3 Cfr. Juan Pablo II, Alocución 11-X-1985. — 4 Cfr. San Josemaría Escrivá, Santo Rosario, Rialp, 24.ª ed., Madrid 1979, p. 7. — 5 León XIII, Enc. Supremi apostolatus, I-IX-1883. — 6 Benedicto XV, Enc. Fausto appetente, 29-VI-1921. — 7 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 67. — 8 Cfr. Pablo VI, Enc. Christi Matri Rosarii, 15-IX-1966; Exhort. Apost. Marialis cultus, 2-II-1974. — 9 ídem, Exhort. Apost. Marialis cultus, cit., 46. — 10 San Josemaría Escrivá, o. c., p. 9. — 11 J. Corominas-J. A. Pascual, Diccionario crítico etimológico, Gredos, Madrid 1986, vol. V, voz Rosa. — 12 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 475.

* Santo Domingo de Guzmán nació en Caleruega, alrededor del año 1170. Combatió con su predicación y su vida ejemplar la herejía albigense. Fundó la Orden de Predicadores (Dominicos) y extendió la devoción del Santo Rosario. Murió en Bolonia el 6 de agosto de 1221.

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Santoral                   (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

Santo Domingo de Guzmán
Fundador
Año 1221.

Domingo significa: "Consagrado al Señor".

El fundador de los Padres Dominicos, que son ahora 6,800 en 680 casas en el mundo, nació en Caleruega, España, en 1171. Su madre, Juana de Aza, era una mujer admirable en virtudes y ha sido declarada Beata. Lo educó en la más estricta formación religiosa.

A los 14 años se fue a vivir con un tío sacerdote en Palencia en cuya casa trabajaba y estudiaba. La gente decía que en edad era un jovencito pero que en seriedad parecía un anciano. Su goce especial era leer libros religiosos, y hacer caridad a los pobres.

Por aquel tiempo vino por la región una gran hambre y las gentes suplicaban alguna ayuda para sobrevivir. Domingo repartió en su casa todo lo que tenía y hasta el mobiliario. Luego, cuando ya no le quedaba nada más con qué ayudar a los hambrientos, vendió lo que más amaba y apreciaba, sus libros (que en ese tiempo eran copiados a mano y costosísimos y muy difíciles de conseguir) y con el precio de la venta ayudó a los menesterosos. A quienes lo criticaban por este desprendimiento, les decía: "No puede ser que Cristo sufra hambre en los pobres, mientras yo guarde en mi casa algo con lo cual podía socorrerlos".

En un viaje que hizo, acompañando a su obispo por el sur de Francia, se dio cuenta de que los herejes habían invadido regiones enteras y estaban haciendo un gran mal a las almas. Y el método que los misioneros católicos estaban empleando era totalmente inadecuado. Los predicadores llegaban en carruajes elegantes, con ayudantes y secretarios, y se hospedaban en los mejores hoteles, y su vida no era ciertamente un modelo de la mejor santidad. Y así de esa manera las conversiones de herejes que conseguían, eran mínimas. Domingo se propuso un modo de misionar totalmente diferente.

Vio que a las gentes les impresionaba que el misionero fuera pobre como el pueblo. Que viviera una vida de verdadero buen ejemplo en todo. Y que se dedicara con todas sus energías a enseñarles la verdadera religión. Se consiguió un grupo de compañeros y con una vida de total pobreza, y con una santidad de conducta impresionante, empezaron a evangelizar con grandes éxitos apostólicos.

Sus armas para convertir eran la oración, la paciencia, la penitencia, y muchas horas dedicadas a instruir a los ignorantes en religión. Cuando algunos católicos trataron de acabar con los herejes por medio de las armas, o de atemorizarlos para que se convirtieran, les dijo: "Es inútil tratar de convertir a la gente con la violencia. La oración hace más efecto que todas las armas guerreras. No crean que los oyentes se van a conmover y a volver mejores por que nos ven muy elegantemente vestidos. En cambio con la humildad sí se ganan los corazones".

Domingo llevaba ya diez años predicando al sur de Francia y convirtiendo herejes y enfervorizando católicos, y a su alrededor había reunido un grupo de predicadores que él mismo había ido organizando e instruyendo de la mejor manera posible. Entonces pensó en formar con ellos una comunidad de religiosos, y acompañado de su obispo consultó al Sumo Pontífice Inocencio III.

Al principio el Pontífice estaba dudoso de si conceder o no el permiso para fundar la nueva comunidad religiosa. Pero dicen que en un sueño vio que el edificio de la Iglesia estaba ladeándose y con peligro de venirse abajo y que llegaban dos hombres, Santo Domingo y San Francisco, y le ponían el hombro y lo volvían a levantar. Después de esa visión ya el Papa no tuvo dudas en que sí debía aprobar las ideas de nuestro santo.

Y cuentan las antiguas tradiciones que Santo Domingo vio en sueños que la ira de Dios iba a enviar castigos sobre el mundo, pero que la Virgen Santísima señalaba a dos hombres que con sus obras iban a interceder ante Dios y lo calmaban. El uno era Domingo y el otro era un desconocido, vestido casi como un pordiosero. Y al día siguiente estando orando en el templo vio llegar al que vestía como un mendigo, y era nada menos que San Francisco de Asís. Nuestro santo lo abrazó y le dijo: "Los dos tenemos que trabajar muy unidos, para conseguir el Reino de Dios". Y desde hace siglos ha existido la bella costumbre de que cada año, el día de la fiesta de San Francisco, los Padres dominicos van a los conventos de los franciscanos y celebran con ellos muy fraternalmente la fiesta, y el día de la fiesta de Santo Domingo, los padres franciscanos van a los conventos de los dominicos y hacen juntos una alegre celebración de buenos hermanos.

En agosto de 1216 fundó Santo Domingo su Comunidad de predicadores, con 16 compañeros que lo querían y le obedecían como al mejor de los padres. Ocho eran franceses, siete españoles y uno inglés. Los preparó de la mejor manera que le fue posible y los envió a predicar, y la nueva comunidad tuvo una bendición de Dios tan grande que a los pocos años ya los conventos de los dominicos eran más de setenta, y se hicieron famosos en las grandes universidades, especialmente en la de París y en la de Bolonia.

El gran fundador le dio a sus religiosos unas normas que les han hecho un bien inmenso por muchos siglos. Por ejemplo estas:

  • Primero contemplar, y después enseñar. O sea: antes dedicar mucho tiempo y muchos esfuerzos a estudiar y meditar las enseñanzas de Jesucristo y de su Iglesia, y después sí dedicarse a predicar con todo el entusiasmo posible.
  • Predicar siempre y en todas partes. Santo Domingo quiere que el oficio principalísimo de sus religiosos sea predicar, catequizar, tratar de propagar las enseñanzas católicas por todos los medios posibles. Y él mismo daba el ejemplo: donde quiera que llegaba empleaba la mayor parte de su tiempo en predicar y enseñar catecismo.

La experiencia le había demostrado que las almas se ganan con la caridad. Por eso todos los días pedía a Nuestro Señor la gracia de crecer en el amor hacia Dios y en la caridad hacia los demás y tener un gran deseo de salvar almas. Esto mismo recomendaba a sus discípulos que pidieran a Dios constantemente.

Los santos han dominado su cuerpo con unas mortificaciones que en muchos casos son más para admirar que para imitar. Recordemos algunas de las que hacía este hombre de Dios.

Cada año hacía varias cuaresmas, o sea, pasaba varias temporadas de a 40 días ayunando a pan y agua.

Siempre dormía sobre duras tablas. Caminaba descalzo por caminos irisados de piedras y por senderos cubiertos de nieve. No se colocaba nada en la cabeza ni para defenderse del sol, ni para guarecerse contra los aguaceros. Soportaba los más terribles insultos sin responder ni una sola palabra. Cuando llegaban de un viaje empapados por los terribles aguaceros mientras los demás se iban junto al fuego a calentarse un poco, el santo se iba al templo a rezar. Un día en que por venganza los enemigos los hicieron caminar descalzos por un camino con demasiadas piedrecitas afiladas, el santo exclamaba: "la próxima predicación tendrá grandes frutos, porque los hemos ganado con estos sufrimientos". Y así sucedió en verdad. Sufría de muchas enfermedades, pero sin embargo seguía predicando y enseñando catecismo sin cansarse ni demostrar desánimo.

Era el hombre de la alegría, y del buen humor. La gente lo veía siempre con rostro alegre, gozoso y amable. Sus compañeros decían: "De día nadie más comunicativo y alegre. De noche, nadie más dedicado a la oración y a la meditación". Pasaba noches enteras en oración.

Era de pocas palabras cuando se hablaba de temas mundanos, pero cuando había que hablar de Nuestro Señor y de temas religiosos entonces sí que charlaba con verdadero entusiasmo.

Sus libros favoritos eran el Evangelio de San Mateo y las Cartas de San Pablo. Siempre los llevaba consigo para leerlos día por día y prácticamente se los sabía de memoria. A sus discípulos les recomendaba que no pasaran ningún día sin leer alguna página del Nuevo Testamento o del Antiguo.

Los que trataron con él afirmaban que estaban seguros de que este santo conservó siempre la inocencia bautismal y que no cometió jamás un pecado grave.

Totalmente desgastado de tanto trabajar y sacrificarse por el Reino de Dios a principios de agosto del año 1221 se sintió falto de fuerzas, estando en Bolonia, la ciudad donde había vivido sus últimos años. Tuvieron que prestarle un colchón porque no tenía. Y el 6 de agosto de 1221, mientras le rezaban las oraciones por los agonizantes cuando le decían: "Que todos los ángeles y santos salgan a recibirte", dijo: "¡Qué hermoso, qué hermoso!" y expiró.

A los 13 años de haber muerto, el Sumo Pontífice lo declaró santo y exclamó al proclamar el decreto de su canonización: "De la santidad de este hombre estoy tan seguro, como de la santidad de San Pedro y San Pablo".

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Maria de la Cruz (María Elena MacKillop), Beata Fundadora, 8 de agosto  

Maria de la Cruz (María Elena MacKillop), Beata

Fundadora de las Hermanas de San José y del Sagrado Corazón

Martirologio Romano: En Sydney, en Australia, beata María de la Cruz (María Elena) Mac- Killop, virgen, que fundó la Congregación de las Hermanas de San José y del Sagrado Corazón, y la dirigió entre múltiples fatigas y vejaciones (1909).

María Helena MacKillop nació en Fizroy, Melbourne (Australia), el 15 de enero de 1842.

Fue bautizada seis semanas después. Su padre, Alejandro, había estudiado en Roma para el sacerdocio pero, a la edad de 29, justamente antes de la ordenación dejó los estudios y decidió emigrar a Australia. Llegó a Sydney en 1838. Su madre, Flora MacDonald, dejó Escocia y llegó a Melbourne en 1840.

Ellos se casaron en Melbourne el 14 de julio de y durante su matrimonio tuvieron ocho hijos: María Helena (1842-1909), Margaret (Maggie) 1843-1872, John 1845-1867, Annie 1848-1929, Lexie (Alexandrina) 1850-1882, Donald 1853-1925, Alick que murió con tan sólo 11 meses de edad y Peter 1857-1878.

Donald se haría sacerdote Jesuíta y trabajaría entre los aborigenes en el territorio norteño, y Lexie se hizo monja.

María, la mayor de los niños, fue educada por su padre y en escuelas privadas. Ella recibió su Primera Comunión el 15 de agosto de 1850 con tan sólo 9 años. En febrero de 1851 Alejandro MacKillop hipotecó su granja y sus herramientas de trabajo y sustento para realizar un viaje a Escocia, mismo que duró unos 17 meses. A lo largo de su vida él fue un padre y marido amoroso, pero lo suyo no era el campo por lo que nunca fue capaz de hacer progesar su granja. Durante muchas oportunidades la familia debió sobrevivir con los pequeños ingreos que los niños podían conseguir.

María empezó a trabajar a la edad de catorce años como empleada en Melbourne y después como maestra en Portland. Para mantener a su necesitada familia aceptó un trabajo como institutriz en 1860 en Penola al sur de Australia. Su trabajo consistía en cuidar y edudar a los niños. Siempre que le era posible estaba dispuesta en ayudar a los pobres, y comenzó a cuidar a los niños de las otras granjas del estado de Cameron. Esto le hizo entrar en contacto con el Padre Julián Tenison Woods, quien era el párroco del territorio Sur Este desde su ordenación sacerdotal en 1857.

Woods siempre había estado muy preocupado por la falta de educación y, particularmente, la poca formación católica en el sur de Australia. Cuando él inició con su escuela fue elejido Director de Educación, y pronto se volvió, junto con María, en el fundador de las Hermanas de San José que enseñarían en sus escuelas.

María se quedó durante dos en Penola antes de aceptar un trabajo para enseñar a los niños en Portland, Victoria. Luego habrío su propio internado, Bayview House, y pudo reunirse con el resto de su familia.

Mientras ella enseñaba en Portland, el Padre Woods, invitó a María y a sus hermanas Annie y Lexie, a ir a Penola para abrir una escuela católica allí. Esa escuela fue inaugurada en 1866 en un establo, mismo que fue adecuado por los hermanos de María, y donde luego las MacKillops comenzaron a educar a más de cincuenta niños.

En 1867 María se convirtió en la primera Hermana, y madre superiora, de la Orden de las Hermanas de San José recientemente creada, y se mudó al convento en Grote Street Adelaide.

Dedicada a la educación de los niños del pobres, fue la primer orden religiosa en ser fundada por australianos. Las reglas escritas a por el Padre Woods y María para las Hermanas vivir hacían énfasis en la pobreza, una dependencia total a la Divina Providencia, no podrían tener propiedades personales confiando siempre en que Dios proporcionaría lo necesario, y las Hermanas irían dondequiera que les necesitaran. Las reglas fueron aceptadas por el Obispo Sheil. A finales de 1867 otras diez Hermanas se habían unido a la Orden.

La Madre María MacKillop murió el 8 de agosto de 1909 y fue enterrada en el Cementerio Gore Hill. Después de su entierro las personas comenzaron a tomar tierra de los alrededores de su tumba, por lo que sus restos fueron exhumados y se transferidos, el 27 de enero de 1914, a una bóveda próxima al altar de la Madre de Dios en la nueva Capilla en Mount Street Sydney. La bóveda fue un regalo de Joanna Barr Smith una presbiteriana amiga de toda la vida y admiradora de la obra de la Beata.

Después de su muerte, las Hermanas de San José continuaron con el programa de educación y en 1911 se abrió una nueva escuela en Terowie.

Casi cien años después de la muerte de María MacKillop, las Hermanas todavía están trabajando en muchos pueblos en el Sur de Australia, incluyendo Aldgate en Adelaide Hills.

María fue Beatificada por el Papa Juan Pablo II el 19 de enero de 1995.

El 19 de diciembre de 2009 S.S. Benedicto XVI autorizó la promulgación del decreto que reconoce un milagro atribuido a la intercesión de la Beata María de la Cruz, la canonización se realizará el 17 de octubre de 2010.

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Fuente: Franciscanos.org
María Margarita del Sagrado Corazón (María Ana Rosa Caiani), Beata Fundadora, Agosto 8  

María Margarita del Sagrado Corazón (María Ana Rosa Caiani), Beata

Fundadora de las Hermanas Mínimas Franciscanas del Sagrado Corazón

Martirologio Romano: En Poggio a Caiano, en la Toscana, beata Margarita María (María Ana Rosa) Caiani, virgen, que fundó el Instituto de las Hermanas Mínimas Franciscanas del Sagrado Corazón, para la formación de la juventud y para la ayuda a los enfermos (1921).

María Margarita Caiani (en el siglo, María Ana Rosa) nació en Poggio Caiano, diócesis de Pistoya (Italia), el 2 de noviembre de 1863.

Desde la infancia mostró una inclinación especial a la oración y a la práctica de la caridad. En 1893 entró con una amiga en el monasterio de las benedictinas de Pistoya, pero salió para atender a un enfermo grave, que rechazaba los sacramentos.

Se dedicó a la educación e instrucción de los niños. Abrió una escuela, donde con una amiga enseñaba a los muchachos y muchachas los primeros rudimentos del saber y la doctrina cristiana.

El 6 de noviembre de 1896 María Ana Rosa y dos jóvenes más dejaron sus casas para vivir en comunidad y dedicarse a la santificación propia, atender a la catequesis, al apostolado y a la enseñanza en la escuela, asistir a los enfermos y a los moribundos.

En 1901 escribió las primeras constituciones. En 1902 vistieron el hábito religioso y María Ana Rosa tomó el nombre de sor María Margarita del Sagrado Corazón.

En 1905 hicieron la profesión religiosa las seis primeras hermanas; María Margarita llamó a la pequeña familia Religiosas Mínimas del Sagrado Corazón. Pocos meses antes de morir la fundadora, la congregación fue agregada a la Orden Franciscana.

Falleció el 8 de agosto de 1921. El instituto contaba ya con más de doscientas religiosas distribuidas en 21 casas.

La beatificó Juan Pablo II el 23 de abril de 1989.

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Fuente: Vatican.va
Bonifacia Rodríguez Castro, Beata Fundadora, Agosto 8  

Bonifacia Rodríguez Castro, Beata

Fundadora de las Siervas de San José

Martirologio Romano: En la ciudad de Zamora, en España, beata Bonifacia Rodríguez Castro, virgen, que fundó la Congregación de las Siervas de San José, para promover cristiana y socialmente a la mujer mediante la oración y el trabajo, según el ejemplo de la Sagrada Familia (1905).

Bonifacia Rodríguez Castro es una sencilla trabajadora que, en medio de lo cotidiano, se abre al don de Dios, dejándolo crecer en su corazón con actitudes auténticamente evangélicas. Fiel a la llamada de Dios, se abandona en sus brazos de Padre, dejándole imprimir en ella los rasgos de Jesús, el trabajador de Nazaret, que vive oculto en compañía de sus padres la mayor parte de su vida.

Nace en Salamanca (España) el 6 de junio de 1837 en el seno de una familia artesana. Sus padres, Juan y María Natalia, eran profundamente cristianos, siendo su principal preocupación la educación en la fe de sus seis hijos, de los cuales Bonifacia era la mayor. Su primera escuela es el hogar de sus padres, donde Juan, sastre, tenía instalado su taller de costura, por lo que Bonifacia lo primero que ve al nacer es un taller.

Terminados los estudios primarios, aprende el oficio de cordonera, con el que comienza a ganarse la vida por cuenta ajena a los quince años, a la muerte de su padre, para ayudar a su madre a sacar adelante la familia. La necesidad de trabajar para vivir configura desde muy pronto su recia personalidad, experimentando en carne propia las duras condiciones de la mujer trabajadora de la época: horario agotador y exiguo jornal.

Pasadas las primeras estrecheces económicas, monta su propio taller de “cordonería, pasamanería y demás labores”, en el que trabaja con el mayor recogimiento posible e imita la vida oculta de la Familia de Nazaret. Tenía gran devoción a María Inmaculada y a san José, devociones de suma actualidad después de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción en 1854 y de la declaración de san José como patrono de la Iglesia universal en 1870.

A partir de 1865, fecha del matrimonio de Agustina, única de sus hermanos que alcanza la edad adulta, Bonifacia y su madre, que se habían quedado solas, se entregan a una vida de intensa piedad, acudiendo todos los días a la cercana Clerecía, iglesia regentada por la Compañía de Jesús.

Un grupo de chicas de Salamanca, amigas suyas, atraídas por su testimonio de vida, comienzan a acudir a su casa-taller los domingos y festivos por la tarde para verse libres de las peligrosas diversiones de la época. Buscaban en Bonifacia una amiga que las ayudara. Juntas deciden formar la Asociación de la Inmaculada y san José, llamada después Asociación Josefina. Adquiere así el taller de Bonifacia una clara proyección apostólica y social de prevención de la mujer trabajadora.

Bonifacia se siente llamada a la vida religiosa. Su gran devoción a María hace que su corazón vaya acariciando el proyecto de hacerse dominica en el convento salmantino de Santa María de Dueñas.

Pero un acontecimiento de trascendental importancia va a cambiar el rumbo de su vida: el encuentro con el jesuita catalán Francisco Javier Butinyà i Hospital, natural de Bañolas-Girona (1834-1899), que llega a Salamanca en octubre de 1870 con una gran inquietud apostólica hacia el mundo de los trabajadores manuales. Para ellos estaba escribiendo “La luz del menestral, o sea, colección de vidas de fieles esclarecidos que se santificaron en profesiones humildes”. Atraída por su mensaje evangelizador en torno a la santificación del trabajo, Bonifacia se pone bajo su dirección espiritual. A través de ella Butinyà entra en contacto con las chicas que frecuentaban su taller, la mayor parte también trabajadoras manuales. Y el Espíritu Santo le sugiere la fundación de una nueva congregación femenina, orientada a la prevención de la mujer trabajadora, valiéndose de aquellas mujeres trabajadoras.

Bonifacia le confía su decisión de hacerse dominica, pero Butinyà le propone fundar con él la Congregación de Siervas de san José, a lo que Bonifacia accede con docilidad. Juntamente con otras seis chicas de la Asociación Josefina, entre ellas su madre, da inicio en Salamanca, en su proprio taller, a la vida de comunidad el 10 de enero de 1874, momento muy conflictivo en la vida política del país.

Tres días antes, el 7 de enero, el obispo de Salamanca, D. Joaquin Lluch i Garriga, había firmado el Decreto de Erección del Instituto. Catalán como Butinyà, natural de Manresa-Barcelona (1816‑1882), desde el primer momento había secundado con el mayor entusiasmo la nueva fundación.

Se trataba de un novedoso proyecto de vida religiosa femenina, inserta en el mundo del trabajo a la luz de la contemplación de la Sagrada Familia, recreando en las casas de la Congregación el Taller de Nazaret. En este taller las Siervas de san José ofrecían trabajo a las mujeres pobres que carecían de él, evitando así los peligros que en aquella época suponía para ellas salir a trabajar fuera de casa.

Era una forma de vida religiosa demasiado arriesgada para no tener oposición. En seguida es combatida por el clero diocesano de Salamanca, que no capta la hondura evangélica de esta forma de vida tan cercana al mundo del trabajo.

A los tres meses de la fundación Francisco Butinyà es desterrado de España con sus compañeros jesuitas y en enero de 1875 el obispo Lluch i Garriga es trasladado como obispo a Barcelona. Bonifacia se ve sola al frente del Instituto a tan sólo un año de su nacimiento.

Los nuevos directores de la comunidad, nombrados por el obispo entre los sacerdotes seculares, siembran imprudentemente la desunión entres las hermanas, algunas de las cuales, apoyadas por ellos, comienzan a oponerse al taller como forma de vida y a la acogida de la mujer trabajadora en él. Bonifacia Rodríguez, fundadora, que encarnaba con perfección el proyecto que había dado origen a las Siervas de san José, no consiente cambios en el carisma definido por el P. Butinyà en las Constituciones.

Pero el director de la Congregación, aprovechando un viaje de Bonifacia a Girona en 1882, efectuado para establecer la unión con otras casas de Siervas de san José que Francisco Butinyà había fundado en Cataluña a su vuelta del destierro, promueve su destitución como superiora y orientadora del Instituto.

Humillaciones, rechazo, desprecios y calumnias recaen sobre ella para hacerla salir de Salamanca. La única respuesta de Bonifacia es el silencio, la humildad y el perdón. Sin una palabra de reivindicación o protesta, deja que se impriman en ella los rasgos de Jesús, silencioso ante quienes lo acusaban (Mt 26, 59-63).

Como solución al conflicto, Bonifacia propone al obispo de Salamanca, D. Narciso Martínez Izquierdo, la fundación de una nueva comunidad en Zamora. Aceptada jurídicamente por él y por el obispo de Zamora, D. Tomás Belestá y Cambeses, Bonifacia sale acompañada de su madre camino de esta ciudad el 25 de julio de 1883, llevando en su corazón el Taller de Nazaret, su tesoro. Y en Zamora le da vida con toda fidelidad, mientras en Salamanca comienzan las rectificaciones a un proyecto incomprendido.

Bonifacia, cordonera, en su taller de Zamora, codo a codo con otras mujeres trabajadoras, niñas, jóvenes y adultas,

— teje la dignidad de la mujer pobre sin trabajo, “preservándola del peligro de perderse” (Decreto de Erección del Instituto. 7 de enero de 1874),

— teje la santificación del trabajo hermanándolo con la oración al estilo de Nazaret: “así la oración no os será estorbo para el trabajo ni el trabajo os quitará el recogimiento de la oración” (Francisco Butinyà, carta desde Poyanne, 4 de junio de 1874),

— teje relaciones humanas de igualdad, fraternidad y respeto en el trabajo: “debemos ser todas para todas, siguiendo a Jesús” (Bonifacia Rodríguez, primer discurso, Salamanca, 1876).

La casa madre de Salamanca se desentiende totalmente de Bonifacia y de la fundación de Zamora, dejándola sola y marginada, y, bajo la guía de los superiores eclesiásticos, lleva a cabo modificaciones en las Constituciones de Butinyà para cambiar los fines del Instituto.

El 1 de julio de 1901 León XIII concede la aprobación pontificia a las Siervas de san José, solicitada por la casa madre, quedando excluida la casa de Zamora. Es el momento cumbre de la humillación y despojo de Bonifacia, lo es también de su grandeza de corazón. No recibiendo contestación del obispo de Salamanca, D. Tomás Cámara y Castro, llevada por su fuerza de comunión, se pone en camino hacia Salamanca para hablar personalmente con aquellas hermanas. Pero al llegar a la Casa de santa Teresa le dicen: “tenemos órdenes de no recibirla”, y se vuelve a Zamora con el corazón partido de dolor. Sólo se desahoga mansamente con estas palabras: “No volveré a la tierra que me vio nacer ni a esta querida Casa de santa Teresa”. Y de nuevo el silencio sella sus labios, de modo que la comunidad de Zamora sólo después de su muerte se entera de lo ocurrido.

Ni siquiera este nuevo rechazo la separa de sus hijas de Salamanca y, llena de confianza en Dios, comienza a decir a las hermanas de Zamora: “cuando yo muera”, segura de que la unión se realizaría cuando ella faltase. Con esta esperanza, rodeada del cariño de su comunidad y de la gente de Zamora que la veneraban como a una santa, fallece en esta ciudad el 8 de agosto de 1905.

El 23 de enero de 1907 la casa de Zamora se incorpora al resto de la Congregación.

Cuando su vida se apaga, escondida y fecunda como grano de trigo echado en el surco, Bonifacia Rodríguez deja como herencia a toda la Iglesia:

— el testimonio de su fiel seguimiento de Jesús en el misterio de su vida oculta en Nazaret,

— una vida trasparentemente evangélica,

— y un camino de espiritualidad, centrado en la santificación del trabajo hermanado con la oración en la sencillez de la vida cotidiana.

Fue beatificada por S.S. Juan Pablo II el 9 de noviembre de 2003.

Bonifacia Rodríguez de marzo de 2010, S.S. Benedicto XVI firmó el decreto referente a un milagro atribuido a la intercesión de la beata Bonifacia Rodríguez de Castro, ahora sólo faltaría se señale la fecha para su canonización.

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Fuente: Escolapias.org
María del Niño Jesús Baldillou y compañeras, Beatas Mártires Escolapias, 8 de agosto  

María del Niño Jesús Baldillou y compañeras, Beatas

Religiosas Mártires

Martirologio Romano: En Valencia, España, beatas María del Niño Jesús Baldillou y Bullit y sus compañeras, vírgenes del Instituto de las Hijas de María de las Escuelas Pías y mártires, que, en la persecución contra la fe, salieron gloriosamente al encuentro de Cristo, su Esposo, martirizadas por la violencia de los enemigos de la Iglesia (1936).

 


María del Niño Jesús Baldillou y Bullit
Nació en Balaguer (Lérida), el 6 de febrero de 1905. Allí transcurrió su infancia y juventud. En 1924 ingresó en el noviciado escolapio de Masnou (Barcelona), donde profesó el 18 de abril de 1927 a los 22 años de edad. Ya en el noviciado dio muestras de una virtud poco común y de una obediencia esmeradísima. Destinada al colegio de Valencia, en esta casa permaneció hasta su muerte, ocupada en los oficios domésticos. Tanto para la comunidad como para las niñas fue modelo de vida totalmente entregada al Señor, en la sencillez y alegría de la cotidiana educación. Joven a los 31 años, el 8 de agosto de 1936, el Señor la encontró preparada para su encuentro con Él, en las playas del Saler (Valencia)

Presentación de la Sagrada Familia (Pascalina) Gallén y Martí
Era natural de Morella (Castellón). Nació el 20 de noviembre de 1872, en un hogar profundamente cristiano. Dios lo bendijo con cuatro hijas y las cuatro fueron religiosas: una Hija de la Caridad y tres Escolapias. Junto con su hermana Josefa, hicieron el noviciado en San Martín de Provensals (Barcelona), y allí profesaron el 30 de Agosto de 1892. Tras siete años en el colegio de Olesa de Montserrat fue destinada al colegio de Valencia; en este colegio estuvo el resto de su vida, sembrando la Buena Nueva del Reino entre las niñas confiadas a su apostolado. Fue un modelo constante para sus hermanas de comunidad: sencilla y modesta, humilde y servicial. Y como recompensa, a los 64 años, Dios la invitó al supremo sacrificio de amor, el 8 de agosto de 1936.

María Luisa de Jesús Girón y Romera
Nació en Bujalance, (Córdoba) el 25 de agosto de 1887. Fue alumna del colegio de Bujalance. Ingresó en el noviciado de Carabanchel (Madrid), en el 1916, y profesó el 31 de marzo de 1918. La mayor parte de su vida escolapia la pasó en Cuba. De 1934 a 1936, entre las niñas valencianas, derrochando simpatía con su característico gracejo andaluz. Siempre se la vio alegre y jovial, con la sonrisa en los labios y una serenidad que admiraba a sus hermanas. En varias ocasiones comentó que no le importaría morir mártir. Y el Señor escuchó sus deseos a sus 49 años de edad y 18 de profesión religiosa, un caluroso 8 de agosto de 1936, en las playas valencianas del Saler.

Carmen de San Felipe Neri (Nazaria) Gómez y Lezaun
Natural de Eulz (Navarra), nació el 27 de julio de 1969. Sintió la llamada del Señor e ingresó en el noviciado de Carabanchel (Madrid), donde profesó el 8 de septiembre de 1895. Ese mismo día destinada al colegio de Valencia. Encargada de la portería durante 41 años, vivía intensamente la vida escolapia y sabía hermanar el trabajo y la oración. Afable y sonriente, supo transformar aquella portería bulliciosa, por el constante ir y venir de las alumnas y sus familiares, en una Betania, donde se recreaba el Señor, que le acompañaba siempre. Su vida fue unja preparación continua, y ante la llamada apremiante del Señor, el 8 de agosto de 1936, supo responder con heroísmo, a los 67 años de edad, junto a sus otras cuatro hermanas escolapias.

Clemencia de San Juan Bautista (Antonia) Riba y Mestres
Nació en Igualada (Barcelona), el 8 de octubre de 1893. Alumna del colegio igualadino escolapio se distinguió por su aplicación y simpatía natural. Sintió pronto el deseo de abrazar la vida religiosa, pero no pudo realizar sus deseos hasta el 31 de mayo de 1919, fecha de su profesión religiosa. Después de una breve estancia en el juniorato de Zaragoza, fue destinada al colegio de Valencia. Las hermanas que convivieron con ella aseguraban que todas la querían: las superioras hallaban en ella un descanso y consuelo, las hermanas un corazón amplio, siempre dispuesto a hacer el bien; y las alumnas una madre. En la playa del Saler trocó la vida terrena por el cielo, cuando contaba 41 años de edad.

M. María Baldillou, M. Presentación Gallén, M. Mª Luisa Girón, M. Carmen Gómez, y M. Clemencia Riba formaban parte de la comunidad escolapias de Valencia. Dada la situación persecutoria y antirreligiosa en la ciudad, el 19 de julio de 1936, buscaron refugio en un piso de la calle de San Vicente, cerca del colegio. Allí pasaron días calamitosos. El 8 de agosto de 1936, a las cinco de la mañana, fue asaltada la vivienda por unos milicianos. Habían sido denunciadas y debían declarar en el Gobierno Civil. Un coche las esperaba a la puerta. Peor no fueron llevadas al Gobierno Civil, sino a la playa del Saler, donde al amanecer de ese mismo día, sellaron con su sangre su vida de fidelidad al Señor, y en la ciudad del Turia recibieron la palma del martirio.

Seducidas por Cristo - Maestro vivieron entregadas a la educación, bajo el lema calasancio "Piedad y Letras". Fueron vidas sencillas, ejemplares, empapadas de bienaventuranzas y sonrisas, que sembraron entre las niñas y jóvenes los frutos de su madurez y de sus experiencias pedagógicas, hasta derramar su sangre por amor. Mujeres fieles y prudentes, humildes y fuertes como buenas hijas de Santa Paula Montal, vivían con sencillez y amor, entregadas totalmente a la educación de las niñas y jóvenes, a la promoción de la mujer, sin intervenir, ni mezclarse para nada en la política, agitada y hostil a la iglesia.

Porque eran discípulas de Cristo, derramaron su sangre, con serenidad y paz, glorificando a Dios con la profesión de su fe y perdonando a los que las injuriaban y asesinaban. Estas Mártires Escolapias, ofreciéndose en holocausto al Señor, son el testimonio más elocuente de su amor a Cristo y un estímulo real para la Escuela Pía y para la iglesia en general, en su vida de seguimiento de Jesús.

Fueron solemnemente Beatificadas, el 11 de marzo de 2001, por el Papa Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro como parte de un total de
233 mártires por su fe.

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Fuente: Mercaba.org
Juan Felton, Beato Mártir Laico, 8 de agosto  

Juan Felton, Beato

Mártir Laico

Martirologio Romano: En Londres, en Inglaterra, beato Juan Felton, mártir, que fijó en público la sentencia de excomunión lanzada por el papa san Pío V contra la reina Isabel I y, por este motivo, fue despedazado cruelmente junto a la iglesia de San Pablo, mientras invocaba el nombre del Salvador, consumando así gloriosamente su martirio (1570).

 

El santoral encierra sus sorpresas. Muchas veces tenemos la idea de que es sólo un monótono e interminable desfile de religiosos y religiosas que se santificaron entre las cuatro paredes de su convento. Pero de vez en cuando nos encontramos con que figuran en los altares, expuestos a la veneración de los fieles, quienes, mientras estuvieron en la tierra, participaron de nuestro mismo género de vida y como nosotros contrajeron un día matrimonio y vieron alegrado su hogar con la sonrisa de un nuevo ser.

Así, por ejemplo, nos ocurre en este día 8 de agosto. El Beato Juan Felton es un ejemplar de santidad seglar, de hombre que en medio del mundo, sin apartarse de él, cultiva las virtudes domésticas, crea un hogar cristiano y sabe luchar con viril entereza por la fe católica que profesa.

Juan Felton pertenecía a la nobleza inglesa, era gentilhombre de una vieja familia de Norfolk, en la costa sudeste de Inglaterra, pero vivía en Southwark, cerca del monasterio cluniacense de Bermondsey. Cuando llegó la hora de formar un nuevo hogar, Juan puso sus miradas en una mujer también noble, unida con personal amistad a la reina Isabel de Inglaterra. Lejos estaban los dos novios, cuando contrajeron matrimonio, de pensar que poco tiempo después Juan habría de ser cruelmente inmolado a causa de aquella reina que tanta simpatía demostraba por la joven esposa.

La vida del matrimonio se desarrollaba plácida. Ambos, íntimamente compenetrados, vivían la paz de su hogar, cultivando las virtudes cristianas. Dios les bendijo enviándoles un niño, a quien pusieron el nombre de Tomás, y que un día habría de imitar, soportando también el martirio, a los veinte años de edad, el precioso ejemplo que le había dado su padre.

Pero... llega el año 1570 y la angustia que con algunas alternativas habían venido sintiendo los católicos ingleses desde la triste separación que Enrique VIII impuso a Inglaterra respecto a la Iglesia, llegó a su colmo. Contra los consejos de moderación que, pese a la leyenda, consta históricamente que Felipe II dio insistentemente, el enérgico papa San Pío V se decidió a dar el paso definitivo: por la bula Regnans in excelsis, promulgada el 25 de febrero de 1570, lanzaba la excomunión "contra Isabel, pretendida reina de Inglaterra, y contra sus partidarios". El problema de la fidelidad a su reina y de la fidelidad, al mismo tiempo, a la Iglesia quedaba en rojo vivo para todos los católicos ingleses.

La historia nos da a conocer el furor de la reina al saber esta decisión del Papa. Preludiando lo que tantas veces habría de intentarse, en las más diversas épocas y en los más diferentes países, la reina intenta por todos los medios impedir que la bula sea conocida.

Se produce entonces un gesto de audacia. El 25 de mayo de aquel año alguien, antes de que amanezca, se atreve a clavar la bula en la puerta del obispo de Londres. El audaz católico que tal gesto de valentía tuvo se llamaba Juan Felton.

No estaba solo. Le había ayudado en su empresa un tal Lorenzo Webb, doctor en ambos Derechos. Pero Webb supo desaparecer a tiempo. En cambio, a Felton le esperaba el tremendo castigo por su atrevimiento.

En efecto, los policías dirigieron sus pasos hacia la casa de un hombre de leyes, bien conocido como católico, que habitaba en Lincoln´s Inn, un barrio del Londres de entonces. Un registro a fondo les permitió encontrar una copia de la bula. Puesto en interrogatorio el dueño de la casa, consiguen arrancarle el nombre de quien se la proporciono: Juan Felton. Rápidamente vuelan a su casa de Bermondsey y le detienen.

Desde el primer momento se intentó dar al asunto un giro político. Querían a toda costa que Juan confesara que había actuado bajo la influencia política de España, pues bien sabido es que el protestantismo inglés tuvo en su nacimiento una verdadera obsesión antiespañola. Por tres veces fue interrogado, y por tres veces contestó Juan con heroica firmeza que en manera alguna había actuado por otro móvil que no fuera el estrictamente religioso.

Por fin, el 8 de agosto fue entregado al verdugo. Mientras caminaba hacia el lugar de la ejecución, iba recitando los salmos penitenciales. Pronto dieron vista al patíbulo, que había sido levantado precisamente en la misma puerta en la que él había puesto la bula el 25 de mayo. El mártir no pudo contener un estremecimiento al contemplar el patíbulo, pero inmediatamente se rehizo y declaró rotundamente:

—Sí, he sido yo quien puso ahí la carta del Papa contra la pretendida reina. Y ahora estoy dispuesto a morir por la fe católica.

Tuvo un gesto verdaderamente magnífico. Frente al empeño que tenían sus verdugos de hacer de aquel asunto algo puramente político, él quiso separar rotundamente los dos aspectos: moría por la fe católica, y nada tenía contra la reina, fuera de su actitud religiosa. Por eso, con gesto elegante, de auténtico noble, se quitó de su dedo un anillo y rogó que se lo llevaran a la reina como un regalo suyo, personal.

Hecho esto, se arrodilló y rezó el Miserere, encomendando su alma a Dios. Después quedó a disposición del verdugo.

Conocida es la inaudita crueldad que Inglaterra usó con los católicos. A Juan Felton le correspondió el ser descuartizado. Entonces se produjo algo que hemos oído muchas veces en labios de los santos como si fuera una amplificación poética, pero que en este caso tuvo una realidad, testificada por quienes presenciaron el tormento. A medida que le iban descuartizando, Juan continuaba su oración. Y en el momento en que le arrancaban el corazón se le oyó invocar el nombre de Jesús.

Había muerto Juan cual corresponde a un modelo y espejo de hombre católico; ejercitando de una parte la virtud de la fortaleza, no sólo en su valentía al atreverse a dar publicidad de aquella manera a la bula de San Pío V, sino también en la serenidad y valor sobrehumano demostrado en su atroz martirio. Y ejercitando también otra virtud auténticamente viril: la grandeza de ánimo, con la que fue capaz de enviar un obsequio, desde el patíbulo, a la misma reina que le condenaba.

Quedaban en la tierra su viuda y su hijo. Como hemos dicho, Tomás, que al morir su padre contaba dos años, murió dieciocho años después también mártir por su fidelidad a la Santa Sede.

El Beato Juan Felton fue objeto de culto y, por fin, beatificado "equivalentemente", es decir, confirmado su antiguo culto por el papa León XIII en 1886.

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Cruz Laplana y Laguna, Beato Obispo y Mártir, 8 de agosto  

Cruz Laplana y Laguna, Beato

Obispo y Mártir

Nació en Casa Alonso de Plan, (Huesca) 3 de mayo de 1875. A la edad de once años escogió la carrera eclesiástica. Estuvo en el Seminario de Barbastro. Cursó tres años de Derecho canónico y uno de Teología en la Universidad Pontificia de Zaragoza. Se ordenó presbítero el 25 de septiembre de 1898.

Desde 1902 a 1912 ejerció la docencia en el Seminario conciliar de Zaragoza. Fue ecónomo de Caspe y luego párroco de San Gil, en la capital metropolitana. El 30 de noviembre de 1921, la Santa Sede le nombró obispo de la diócesis de Cuenca /España), teniendo lugar la consagración episcopal en la basílica del Pilar el 26 de marzo del año siguiente por el cardenal Juan Soldevilla y Romero tomando posesión de su diócesis.

Tras el fracasado golpe de estado, Cuenca fue fiel al gobierno republicano por obra del teniente coronel Francisco García de Ángela, a los pocos días después con la llegada de milicianos anarquistas mandados por Cipriano Mera, empiezan a producirse los desmanes. En la tarde del 20 hizo explosión una bomba en la puerta del palacio episcopal. A partir del 28 de julio los acontecimientos se precipitan y el obispo es obligado a dejar su residencia en compañía de su mayordomo Manuel Laplana y de su familiar
Fernando Español, bajo custodia de milicianos, al Seminario convertido en cárcel.

El 7 de agosto, a medianoche se presentan un grupo de siniestros pistoleros, haciendo subir a un autobús al obispo y a Fernando Español. Monseñor Laplana dijo:

“Si es preciso que yo muera por España, muero a gusto. Ya voy preparado y confesado”.

El autobús después de recorrer los cinco kilómetros que separaban a la ciudad del kilómetro 5 de la carretera de Villar de Olalla, pasado el puente de la Sierra, el cabecilla del piquete Emilio Sánchez Bermejo, les hizo bajar del vehículo. El obispo Laplana levantó la mano para bendecirles, pronunciando las siguientes palabras:

“Yo os perdono y desde el cielo rogaré por vosotros”.

Una bala le atravesó la palma y se le incrustó en la sien. Murió de sotana y con las insignias episcopales, ya que cuando lo detuvieron se negó en redondo a vestirse de paisano. Simultáneamente caía acribillado su sobrino y secretario, Fernando Español. Fueron sepultados al día siguiente en una fosa común del cementerio de Cuenca.

Beatificado junto con otros
497 mártires más en Roma, la jornada del 28 de octubre del 2007.

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_Fuente: www3.planalfa.es/diocesiscuenca
Fernando Español Berdié, Beato Presbítero y Mártir, 8 de agosto  

Fernando Español Berdié, Beato

Presbítero y Mártir



Nació en Anciles, Diócesis de Barbastro y Provincia de Huesca, el 11 de octubre de 1875.

Un día de 1921, cuando D. Fernando vivía feliz en su parroquia de Grustau, recibió una carta de
D. Cruz Laplana en que le decía: “¿Quieres compartir conmigo la cruz que el Señor ha echado sobre mi?”. Y a la invitación para acompañarle como familiar al Obispado de Cuenca, contestó D. Fernando aceptando la participación en la cruz y renunciando a su vida feliz como cura de almas en una aldea. Como Canónigo de Cuenca y como familiar del Sr. Obispo, así como sacerdote y hombre, D. Fernando era exacto y aún riguroso consigo mismo en el cumplimiento de sus deberes. El principio de su conducta fue siempre el amor y el temor de Dios. Siempre fue leal hasta la muerte al Sr. Obispo, a la Iglesia y a los demás.

Beatificado junto con otros
497 mártires más en Roma, la jornada del 28 de octubre del 2007.

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Fuente: dominicos.org
Antero Mateo García, Beato Laico Mártir, 8 de agosto  

Antero Mateo García, Beato

Mártir Laico



Antero Mateo García, nació en Valdevimbre (León), el 4 de marzo de 1875, primogénito de nueve hermanos. Fue bautizado el 6 de marzo con los nombres de Antero Marcelino Lucio y confirmado el 24 de mayo de 1887. Contrajo matrimonio con Manuela Trabadelo Malagón el 27 de enero de 1902 y se estableció por razo­nes de trabajo en Cembranos (León), pero tuvo que emigrar a Barcelona en 1916 y se empleó en los Ferrocarriles del Norte. Junto con su esposa, ingresó en la orden seglar dominicana y fue miembro de la "Adoración Nocturna". En algunas peregrinaciones a Lourdes hizo de camillero para los enfermos y ejercitaba la virtud de la caridad visitando a los necesitados. Padre de ocho hijos, uno de los cuales fue Dominico y una Carmelita Descalza.

En julio de 1936 sometieron su hogar a un registro. El 6 de agosto se desplazó a la estación barcelonesa de Francia para esperar a su esposa y a la hija Carmelita que llegaban de Valencia con otras religiosas más; lo detuvieron, aunque sus familiares lograron la libertad al cabo de unas horas. Recibió orden de incorporarse a su trabajo habitual en la estación de ferrocarril, llamada del Norte, pero el 8 de agosto no regresó ya al hogar. Al anochecer, un grupo de milicianos lo sacó violentamente de la dependencia donde prestaba servicio y lo condujo hacia Sant Andreu de Palomar (Barcelona) y, bajo el puente denominado del "Dragón", fue martirizado, a los 61 años cumplidos.

Beatificado junto con otros
497 mártires más en Roma, la jornada del 28 de octubre del 2007.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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