jueves, 19 de mayo de 2016

Jueves del Santísimo Sacramento. 19/05/2016. San Alcuino ¡ruega por nosotros!

JA

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según Marcos 9, 41-50

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"Todo el que les dé un vaso de agua porque anuncian al Mesías, les aseguro que no quedará sin recompensa. Al que sea ocasión de pecado para uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran al cuello una piedra de molino y lo echaran al mar.
Y si tu mano es ocasión de pecado para ti, cortátela. Más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al fuego que no se apaga. Y si tu pie es ocasión de pecado para ti, cortátelo. Más te vale entrar cojo en la vida que ser arrojado con los dos pies al fuego que no se apaga. Y si tu ojo es ocasión de pecado para ti, sácatelo. Más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que ser arrojado con los dos ojos al fuego que no se apaga.
Todos van a ser salados a fuego. Buena es la sal; pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué le darán sabor? Que no les falte la sal y conserven la paz entre ustedes".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.

El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk

El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu

El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc

Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?

Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?

Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html

Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).

 

 

Misal

 

jue 7a. Ord. año Par antes Cuaresma o después de Pentecostés

Antífona de Entrada

Que se postre ante ti, Señor, la tierra entera; que todos canten himnos en tu honor y alabanzas a tu nombre.

O

Sal 12, 6

Señor, yo confío en tu misericordia: que mi corazón se alegre porque me salvaste. Cantaré al Señor, porque me ha favorecido.

Oración Colecta

Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, que con amor gobiernas los cielos y la tierra, escucha paternalmente las súplicas de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida transcurran en tu paz.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura

El salario que han defraudado está clamando contra ustedes

Lectura de la carta del apóstol Santiago 5, 1-6

Y ustedes los ricos, lloren y laméntense ante las desgracias que se les avecinan. Su riqueza está podrida y sus vestidos son pasto de la polilla. Su oro y su plata están enmohecidos y este moho dará testimonio contra ustedes y devorará sus cuerpos como si fuera fuego. ¿Para qué amontonar riquezas si estamos en los últimos días?
El jornal que ustedes han retenido a sus trabajadores que cosecharon sus campos está clamando, y los gritos de los cosechadores llegan a oídos del Señor todopoderoso. En la tierra han vivido lujosamente y se han entregado al placer; con eso han engordado para el día de la matanza. Han condenado, han asesinado al inocente, y ya no les ofrece resistencia.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 48, 14-15ab.15cd-16.17-18.19-20

El hombre no perdura en el lujo.

Este es el camino de los que confían en sí mismos, el destino de los hombres satisfechos: son llevados al abismo como un rebaño cuyo pastor es la muerte.
El hombre no perdura en el lujo.

Se desvanece su figura, el abismo será su casa. Pero a mí el Señor me rescata y me saca de las garras del abismo.
El hombre no perdura en el lujo.

No te inquietes cuando alguien se enriquece y aumenta el lujo de su casa; cuando muera no se llevará nada, su lujo no bajará con él.
El hombre no perdura en el lujo.

Aunque en vida se felicitaba diciendo: "Te aplauden porque te has enriquecido", también él irá a reunirse con sus antepasados, que nunca más verán la luz.
El hombre no perdura en el lujo.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Reciban la palabra de Dios, no como palabra humana, sino como palabra divina, tal como es en realidad.
Aleluya.

Evangelio

Más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al lugar de castigo

† Lectura del santo Evangelio según Marcos 9, 41-50

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"Todo el que les dé un vaso de agua porque anuncian al Mesías, les aseguro que no quedará sin recompensa. Al que sea ocasión de pecado para uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran al cuello una piedra de molino y lo echaran al mar.
Y si tu mano es ocasión de pecado para ti, cortátela. Más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al fuego que no se apaga. Y si tu pie es ocasión de pecado para ti, cortátelo. Más te vale entrar cojo en la vida que ser arrojado con los dos pies al fuego que no se apaga. Y si tu ojo es ocasión de pecado para ti, sácatelo. Más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que ser arrojado con los dos ojos al fuego que no se apaga.
Todos van a ser salados a fuego. Buena es la sal; pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué le darán sabor? Que no les falte la sal y conserven la paz entre ustedes".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Oración sobre las Ofrendas

Concédenos, Señor, participar dignamente en esta Eucaristía, porque cada vez que celebramos el memorial del sacrificio de tu Hijo, se lleva a cabo la obra de nuestra redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

Alabanza a Dios por la creación y redención del género humano

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque has querido ser, por medio de tu amado Hijo, no sólo el creador del género humano, sino también el autor generoso de la nueva creación.
Por eso,
con razón te sirven todas las criaturas, con justicia te alaban todos los redimidos y unánimes te bendicen tus santos. Con ellos, unidos a los ángeles, nosotros queremos celebrarte y te alabamos diciendo:

Antífona de la Comunión

Para mí, Señor, has preparado la mesa y has llenado la copa hasta los bordes.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Infúndenos, Señor, el espíritu de tu caridad; para que, alimentados del mismo pan del cielo, permanezcamos siempre unidos por el mismo amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

Jueves después de Pentecostés

JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE*

Memoria

— Jesús supremo Sacerdote para siempre.

— Alma sacerdotal de todos los cristianos. La dignidad del sacerdocio.

— El sacerdote, instrumento de unidad.

I. El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec1.

La Epístola a los Hebreos define con exactitud al sacerdote cuando dice que es un hombre escogido entre los hombres, y está constituido en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados2. Por eso, el sacerdote, mediador entre Dios y los hombres, está íntimamente ligado al Sacrificio que ofrece, pues este es el principal acto de culto en el que se expresa la adoración que la criatura tributa a su Creador.

En el Antiguo Testamento, los sacrificios eran ofrendas que se hacían a Dios en reconocimiento de su soberanía y en agradecimiento por los dones recibidos, mediante la destrucción total o parcial de la víctima sobre un altar. Eran símbolo e imagen del auténtico sacrificio que Jesucristo, llegada la plenitud de los tiempos, habría de ofrecer en el Calvario. Allí, constituido Sumo Sacerdote para siempre, Jesús se ofreció a Sí mismo como Víctima gratísima a Dios, de valor infinito:quiso ser al mismo tiempo sacerdote, víctima y altar3. En el Calvario, Jesús, Sumo Sacerdote, hizo la ofrenda de alabanza y acción de gracias más grata a Dios que puede concebirse. Fue tan perfecto este Sacrificio de Cristo que no puede pensarse otro mayor4. A la vez, fue una ofrenda de carácter expiatorio y propiciatorio por nuestros pecados. Una gota de la Sangre derramada por Cristo hubiera bastado para redimir todos los pecados de la humanidad de todos los tiempos. En la Cruz, la petición de Cristo por sus hermanos los hombres fue escuchada con sumo agrado por el Padre, y ahora continúa en el Cielo siempre vivo para interceder por nosotros5. «Jesucristo en verdad es sacerdote, pero sacerdote para nosotros, no para sí, al ofre»6. Este es hoy nuestro propósito.

II. De la misión redentora de Cristo Sacerdote participa toda la Iglesia, «y su cumplimiento se encomienda a todos los miembros del Pueblo de Dios que, por los sacramentos de iniciación, se hacen partícipes del sacerdocio de Cristo para ofrecer a Dios un sacrificio espiritual y dar testimonio de Jesucristo ante los hombres»7. Todos los fieles laicos participan de este sacerdocio de Cristo, aunque de un modo esencialmente diferente, y no solo de grado, que los presbíteros. Con alma verdaderamente sacerdotal, santifican el mundo a través de sus tareas seculares, realizadas con perfección humana, y buscan en todo la gloria de Dios: la madre de familia sacando adelante sus tareas del hogar, el militar dando ejemplo de amor a la patria a través principalmente de las virtudes castrenses, el empresario haciendo progresar la empresa y viviendo la justicia social... Todos, reparando por los pecados que cada día se cometen en el mundo, ofreciendo en la Santa Misa sus vidas y sus trabajos diarios.

Los sacerdotes –Obispos y presbíteros– han sido llamados expresamente por Dios, «no para estar separados ni del pueblo mismo ni de hombre alguno, sino para consagrarse totalmente a la obra para la que el Señor los llama. No podrían ser ministros de Cristo si no fueran testigos y dispensadores de una vida distinta de la terrena, ni podrían servir si permanecieran ajenos a la vida y condiciones de los mismos»8. El sacerdote ha sido entresacado de entre los hombres para ser investido de una dignidad que causa asombro a los mismos ángeles, y nuevamente devuelto a los hombres para servirles especialmente en lo que mira a Dios, con una misión peculiar y única de salvación. El sacerdote hace en muchas circunstancias las veces de Cristo en la tierra: tiene los poderes de Cristo para perdonar los pecados, enseña el camino del Cielo..., y sobre todo presta su voz y sus manos a Cristo en el momento sublime de la Santa Misa: en el Sacrificio del Altar consagra in persona Christi, haciendo las veces de Cristo. No hay dignidad comparable a la del sacerdote. «Solo la divina maternidad de María supera este divino ministerio»9.

El sacerdocio es un don inmenso que Jesucristo ha dado a su Iglesia. El sacerdote es «instrumento inmediato y diario de esa gracia salvadora que Cristo nos ha ganado. Si se comprende esto, si se ha meditado en el activo silencio de la oración, ¿cómo considerar el sacerdocio una renuncia? Es una ganancia que no es posible calcular. Nuestra Madre Santa María, la más santa de las criaturas –más que Ella solo Dios– trajo una vez al mundo a Jesús; los sacerdotes lo traen a nuestra tierra, a nuestro cuerpo y a nuestra alma, todos los días: viene Cristo para alimentarnos, para vivificarnos, para ser, ya desde ahora, prenda de la vida futura»10.

Hoy es un día para agradecer a Jesús un don tan grande. ¡Gracias, Señor, por las llamadas al sacerdocio que cada día diriges a los hombres! Y hacemos el propósito de tratarlos con más amor, con más reverencia, viendo en ellos a Cristo que pasa, que nos trae los dones más preciados que un hombre puede desear. Nos trae la vida eterna.

III. San Juan Crisóstomo, bien consciente de la dignidad y de la responsabilidad de los sacerdotes, se resistió al principio a ser ordenado, y se justificaba con estas palabras: «Si el capitán de un gran navío, lleno de remeros y cargado de preciosas mercancías, me hiciera sentar junto al timón y me mandara atravesar el mar Egeo o el Tirreno, yo me resistiría a la primera indicación. Y si alguien me preguntara por qué, respondería inmediatamente: porque no quiero echar a pique el navío»11. Pero, como comprendió bien el Santo, Cristo está siempre muy cerca del sacerdote, cerca de la nave. Además, Él ha querido que los sacerdotes se vean amparados continuamente por el aprecio y la oración de todos los fieles de la Iglesia: «Ámenlos con filial cariño, como a sus pastores y padres –insiste el Concilio Vaticano II–; participando de sus solicitudes, ayuden en lo posible, por la oración y de obra, a sus presbíteros, a fin de que estos puedan superar mejor sus dificultades y cumplir más fructuosamente sus deberes»12: para que sean siempre ejemplares y basen su eficacia en la oración, para que celebren la Santa Misa con mucho amor y cuiden de las cosas santas de Dios con el esmero y respeto que merecen, para que visiten a los enfermos y cuiden con empeño de la catequesis, para que conserven siempre esa alegría que nace de la entrega y que tanto ayuda incluso a los más alejados del Señor...

Hoy es un día en el que podemos pedir más especialmente para que los sacerdotes estén siempre abiertos a todos y desprendidos de sí mismos, «pues el sacerdote no se pertenece a sí mismo, como no pertenece a sus parientes y amigos, ni siquiera a una determinada patria: la caridad universal es lo que ha de respirar. Los mismos pensamientos, voluntad, sentimientos, no son suyos, sino de Cristo, su vida»13.

El sacerdote es instrumento de unidad. El deseo del Señor es ut omnes unum sint14, que todos sean uno. Él mismo señaló que todo reino dividido contra sí será desolado y que no hay ciudad ni hogar que subsista si se pierde la unidad. Los sacerdotes deben ser solícitos en conservar la unidad15, y esta exhortación de San Pablo «se refiere, sobre todo, a los que han sido investidos del Orden sagrado para continuar la misión de Cristo»16. Es el sacerdote el que principalmente debe velar por la concordia entre los hermanos, el que vigila para que la unidad en la fe sea más fuerte que los antagonismos provocados por diferencias de ideas en cosas accidentales y terrenas17. Al sacerdote corresponde, con su ejemplo y su palabra, mantener entre sus hermanos la conciencia de que ninguna cosa humana es tan importante como para destruir la maravillosa realidad del cor unum et anima una18 que vivieron los primeros cristianos y que hemos de vivir nosotros. Esta misión de unidad la podrá lograr con más facilidad si está abierto a todos, si es apreciado por sus hermanos. «Pide para los sacerdotes, los de ahora y los que vendrán, que amen de verdad, cada día más y sin discriminaciones, a sus hermanos los hombres, y que sepan hacerse querer de ellos»19.

El Papa Juan Pablo II, dirigiéndose a todos los sacerdotes del mundo, les exhortaba con estas palabras: «Al celebrar la Eucaristía en tantos altares del mundo, agradecemos al eterno Sacerdote el don que nos ha dado en el sacramento del Sacerdocio. Y que en esta acción de gracias se puedan escuchar las palabras puestas por el evangelista en boca de María con ocasión de la visita a su prima Isabel: Ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre (Lc 1, 49). Demos también gracias a María por el inefable don del Sacerdocio por el cual podemos servir en la Iglesia a cada hombre. ¡Que el agradecimiento despierte también nuestro celo (...)!

»Demos gracias incesantemente por esto; con toda nuestra vida; con todo aquello de que somos capaces. Juntos demos gracias a María, Madre de los sacerdotes. ¿Cómo podré pagar al Señor todo el bien que me ha hecho? La copa de salvación levantaré e invocaré el nombre del Señor (Sal 115, 12-13)»20.

1 Antífona de entrada. Sal 109, 4. — 2 Heb 5, 1. — 3 Misal Romano, Prefacio pascual V. — 4 Cfr. Santo Tomás, Suma Teológica, 3, q. 48, a. 3. — 5 Heb 7, 25. — 6 Pío XII, Enc. Mediator Dei, 20-II-1947, 22. — 7 A. del Portillo, Escritos sobre el sacerdocio, p. 39. — 8 Conc. Vat. II, Decr. Presbyterorum ordinis, 3. — 9 R. Garrigou-Lagrange,La unión del sacerdote con Cristo, Sacerdote y Víctima, Rialp, 2ª ed., Madrid 1962, p. 173. — 10 San Josemaría Escrivá, Amar a la Iglesia, pp. 71-72. — 11 San Juan Crisóstomo, Tratado sobre el sacerdocio, III, 7. — 12 Conc. Vat. II, loc. cit., 9. — 13Pío XII, Discurso póstumo, cit. por Juan XXIII en Sacerdotii Nostri primordia, 4-VIII-1959. — 14 Jn 17, 21. — 15 Ef 4, 3. — 16 Conc. Vat. II, Decr. Unitatis redintegratio, 7. — 17 Cfr. F. Suárez, El sacerdote y su ministerio, Rialp, Madrid 1969, pp. 24-25. —18 Hech 4, 32. — 19 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 964. — 20 Juan Pablo II, Carta a los sacerdotes, 25-III-1988.

* De la misión redentora de Cristo Sacerdote participa toda la Iglesia. A través de los sacramentos de la iniciación cristiana los fieles laicos participan de este sacerdocio de Cristo y quedan capacitados para santificar el mundo a través de sus tareas seculares. Los presbíteros, de un modo esencialmente diferente y no solo de grado, participan del sacerdocio de Cristo y son constituidos mediadores entre Dios y los hombres, especialmente a través del Sacrificio de la Misa, que realizan in Persona Christi. Hoy es un día en el que de modo particular debemos pedir por todos los sacerdotes.

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7ª SEMANA. JUEVES

LO QUE IMPORTA ES IR AL CIELO

- Entre todas las cosas de la vida, lo verdaderamente importante es llegar al Cielo. Cortar o rectificar lo que nos separe de nuestro fin último.

- Existencia del infierno. El demonio no ha renunciado a las almas que todavía peregrinan en la tierra. El santo temor de Dios.

- Ser instrumento de salvación para muchos.

I. Entre todos los logros de la vida, uno solo es verdaderamente necesario: llegar hasta la meta que Dios mismo nos ha propuesto, el Cielo. Con tal de alcanzarlo debemos perder cualquier otra cosa, y apartar todo lo que se interponga en el camino, por muy valioso o atractivo que nos pueda parecer. Todo debe ser subordinado a la única meta de nuestra vida: llegar a Dios, y si algo en vez de ser ayuda es obstáculo, entonces habremos de rectificarlo o quitarlo. La salvación eterna -la propia y la del prójimo- es lo primero. Así nos lo dice el Señor en el Evangelio de la Misa (1): Si tu mano te escandaliza, córtala... Y si tu pie te escandaliza, córtalo... Y si tu ojo te escandaliza, sácalo... Más vale entrar manco, cojo o tuerto en el Reino que ser arrojado íntegro a la gehena del fuego, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga. Más vale privarse de algo tan necesario como la mano, el pie o el ojo que perder el Cielo, bien absoluto, con la visión beatífica de Dios por toda la eternidad. Mucho más si se trata de algo -como suele ocurrir- de lo que con un poco de buena voluntad se puede prescindir sin quebranto grave alguno.

Con estas imágenes tan gráficas, el Señor nos enseña la obligación de evitar los peligros de ofenderle y el deber grave de apartar la ocasión próxima de pecado, pues el que ama el peligro, en él caerá (2). Todo aquello que nos pone cerca del pecado debe ser echado fuera enérgicamente. No podemos jugar con nuestra salvación, ni con la del prójimo.

Muchas veces -y será lo normal para un cristiano que pretende agradar en todo a Dios- no serán obstáculos muy importantes los que habrá que remover, sino quizá pequeños caprichos, faltas de templanza en las que el Señor pide mortificar el gusto, falta de dominio en el carácter, excesiva preocupación por la salud o por el bienestar... Faltas más o menos habituales -pecados veniales, pero muy a tener en cuenta- que retrasan el paso, y que pueden hacer tropezar y aun caer en otras más importantes.

Si luchamos generosamente, si tenemos claro el fin de la vida, trataremos de rectificar con tenacidad esos obstáculos, para que dejen de serlo y se conviertan en verdaderas ayudas. Esto hizo el Señor muchas veces con sus Apóstoles: del ímpetu precipitado de Pedro formó la roca firme sobre la que se asentaría la Iglesia; de la brusca impaciencia de Juan y de Santiago (les llamaban "hijos del trueno"), el celo apostólico de incansables predicadores; de la incredulidad de Tomás, un testimonio claro de su divinidad. Lo que antes era obstáculo, ahora se ha convertido en una gran ayuda.

II. La vida del cristiano ha de ser un continuo caminar hacia el Cielo. Todo debe ayudarnos para afianzar nuestros pasos en ese sendero: el dolor y la alegría, el trabajo y el descanso, el éxito y el fracaso... De la misma manera que en los grandes negocios y en las tareas de mucho interés se vigilan y se estudian hasta los menores detalles, así debemos hacer con el negocio más importante, el de la salvación. Al final de nuestro paso por la tierra encontramos esta única alternativa: o el Cielo (pasando por el purgatorio si hemos de purificarnos) o el infierno, el lugar del fuego inextinguible, del que el Señor habló explícitamente en muchos momentos.

Si el infierno no tuviera una entidad real, y si no hubiera una posibilidad también real de que los hombres terminaran en él, Cristo no nos habría revelado con tanta claridad su existencia, y no nos habría advertido tantas veces, diciendo: ¡estad vigilantes! El demonio no ha renunciado a lograr la perdición de ningún hombre, de ninguna mujer, mientras peregrine en este mundo hacia su fin definitivo, de ninguno ha desistido, cualquiera que sea el puesto que ocupe y la misión que haya recibido de Dios.

La existencia de un castigo eterno, reservado a los que obren mal y mueran en pecado mortal, está ya revelada en el Antiguo Testamento (3). Y en el Nuevo, Jesucristo habló del castigo preparado para el diablo y sus ángeles (4), que sufrirán también los siervos malos que no cumplieron la voluntad de su señor (5), las vírgenes necias que fueron halladas sin el aceite de las buenas obras cuando llegó el Esposo (6), los que se presentaron sin el traje nupcial al banquete de bodas (7), quienes ofendieron gravemente a sus hermanos (8) o no quisieron ayudarles en sus necesidades materiales o espirituales... (9) El mundo se compara a una era en la que hay trigo juntamente con la paja, hasta el momento en el que Dios tomará en su mano el bieldo y limpiará la era, metiendo después el trigo en su granero y quemando la paja en un fuego que no termina (10).

No es el infierno una especie de símbolo para la exhortación moral, más a propósito para ser predicado en otros momentos históricos en los que la humanidad estaba menos evolucionada. Es una realidad dada a conocer por Jesucristo, tan tristemente objetiva que le llevó a mandarnos vivamente -como leemos en el Evangelio de la Misa- que dejáramos cualquier cosa, por importante que fuera, con tal de no parar allí para siempre. Es una verdad de fe, constantemente afirmada por el Magisterio; recuerda el Concilio Vaticano II, al tratar de la índole escatológica de la Iglesia: "debemos vigilar constantemente (...), no sea que como aquellos siervos malos y perezosos (cfr. Mt 25, 26) seamos arrojados al fuego eterno (cfr. Mt 25, 41), a las tinieblas exteriores en donde habrá llanto y crujir de dientes." (11) La existencia del infierno es una verdad de fe, definida por el Magisterio de la Iglesia (12).

Sería un grave error no llevar este tema transcendental alguna vez a nuestra consideración o silenciarlo en la predicación, en la catequesis o en el apostolado personal. "La Iglesia tampoco puede omitir, sin grave mutilación de su mensaje esencial -advierte Juan Pablo II-, una constante catequesis sobre (...) los cuatro novísimos del hombre: muerte, juicio (particular y universal), infierno y gloria. En una cultura, que tiende a encerrar al hombre en su vicisitud terrena más o menos lograda, se pide a los Pastores de la Iglesia una catequesis que abra e ilumine con la certeza de la fe el más allá de la vida presente; más allá de las misteriosas puertas de la muerte se perfila una eternidad de gozo en la comunión con Dios o de pena lejos de Él." (13) El Señor quiere que nos movamos por amor, pero, dada la debilidad humana, consecuencia del pecado original y de los pecados personales, ha querido manifestarnos a dónde conduce el pecado para que tengamos un motivo más que nos aparte de él: el santo temor de Dios, temor de separarnos del Bien infinito, del verdadero Amor. Los santos han tenido como un gran bien las revelaciones particulares que Dios les hizo acerca de la existencia del infierno y de la enormidad y eternidad de sus penas: "fue una de las mayores mercedes que Dios me ha hecho -escribe Santa Teresa-, porque me ha aprovechado muy mucho, tanto para perder el miedo a las tribulaciones de esta vida, como para esforzarme a padecerlas y a dar gracias al Señor, que me libró, a lo que me parece, de males tan perpetuos y terribles." (14) Veamos hoy en esta oración si existe algo en nuestra vida, aunque sea pequeño, que nos separa del Señor, en lo que no luchamos como deberíamos; examinemos si huimos con prontitud y decisión de toda ocasión próxima de pecar; si pedimos con frecuencia a la Virgen que nos dé un profundo horror a todo pecado, también al venial, que causa tanto daño al alma: nos aleja de su Hijo, nuestro único Bien absoluto.

III. La consideración de nuestro fin último ha de llevarnos a la fidelidad en lo poco de cada día, a ganarnos el Cielo con los quehaceres y las incidencias diarias, a remover todo aquello que sea un obstáculo en nuestro caminar. También nos ha de llevar al apostolado, a ayudar a quienes están junto a nosotros para que encuentren a Dios y le sirvan en esta vida y sean felices con Él por toda la eternidad. Ésta es la mayor muestra de caridad y de aprecio que podemos tener.

La primera forma de ayudar a los demás es la de estar atentos a las consecuencias de nuestro obrar y de las omisiones, para no ser nunca, ni de lejos, escándalo, ocasión de tropiezo para otros. El Evangelio de la Misa recoge también estas palabras de Jesús: Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino, de las que mueve un asno, y sea arrojado al mar. En otro momento ya había dicho el Señor: Es imposible que no sucedan escándalos; pero ¡ay de aquel que los causa! (15) Pocas palabras encontramos en el Evangelio tan fuertes como éstas; pocos pecados tan graves como el de causar la ruina de un alma, porque el escándalo tiende a destruir la obra más grande de Dios, que es la Redención, con la pérdida de las almas: da muerte al alma del prójimo quitándole la vida de la gracia, que es más preciosa que la vida del cuerpo. Los pequeños, para Jesús, son en primer lugar los niños, en cuya inocencia se refleja de una manera particular la imagen de Dios; pero también lo son esa inmensa muchedumbre de personas sencillas, con menos formación y, por lo mismo, más fáciles de escandalizar.

Ante las muchas causas de escándalo que diariamente se dan en el mundo, el Señor nos pide a sus discípulos desagravio y reparación por tanto mal, siendo ejemplos vivos que arrastren a otros a ser buenos cristianos, practicando la corrección fraterna oportuna, afectuosa, prudente, que ayude a otros a remediar sus errores o a que se separen de una situación dañosa para su alma, moviendo a muchos para que acudan al sacramento de la Penitencia, donde enderecen sus pasos torcidos. La realidad de la existencia del infierno, que nos enseña la fe, es una llamada al apostolado, a ser para muchos instrumento de salvación. Acudamos a la Virgen Santísima: iter para tutum! (16), prepáranos, a nosotros y a todos los hombres, un camino seguro: el que termina en la eterna felicidad del Cielo.

(1) Mc 9, 40-49.- (2) Ecli 3, 26-27.- (3) Cfr. Num 16, 30-33; Is 33, 14; Ecli 7, 18-19; Job 10, 20-21, etc.- (4) Cfr. Mt 25, 41.- (5) Cfr. Mt 24, 51.- (6) Cfr. Mt 25, 1 ss.- (7) Cfr. Mt 22, 1-14.- (8) Cfr. Mt 5, 22.- (9) Cfr. Mt 25, 41 ss.- (10) Lc 3, 17.- (11) CONC. VAT. II, Const. Lumen gentium, 48.- (12) BENEDICTO XII, Const. Apost. Benedictus Deus, 29-I-1336, Dz. 531; CONC. DE FLORENCIA, Dz. 693.- (13) JUAN PABLO II, Exhor. Apost. Reconciliatio et Paenitentia, 2-XII-1984, 26.- (14) SANTA TERESA, Vida, 32, 4.- (15) Lc 17, 1.- (16) LITURGIA DE LAS HORAS, Segundas Vísperas del Común de la Virgen, Himno Ave, maris stella.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

San Ivo
Patrono de los abogados
(año 1303)

Los vecinos de San Ivo compusieron un epitafio bien especial que dice:
San Ivo era bretón.
Era abogado y no era ladrón.
Santo Dios: ¡que admiración!.

San Ivo, el abogado santo al cual los juristas de muchos países tiene como Patrono, nació en la provincia de Bretaña en Francia. Su padre lo envió a estudiar a la Universidad de París, y allí dirigido por famosos profesores de derecho, obtuvo su doctorado como abogado.
En sus tiempos de estudiante oyó leer aquella célebre frase de Jesús: "Ciertos malos espíritus no se alejan sino con la oración y la mortificación" (Mc. 9,29), y se propuso desde entonces dedicar buen tiempo cada día a la oración y mortificarse lo más que le fuera posible en las miradas, en las comidas, en el lujo en el vestir, y en descansos que no fueran muy necesarios. Empezó a abstenerse de comer carne y nunca tomaba bebidas alcohólicas. Vestía pobremente y lo que ahorraba con todo esto, lo dedicaba a ayudar a los pobres. Y Dios lo premió concediéndole una gran santidad y una generosidad inmensa en favor de los necesitados.
Al volver a su tierra natal (Bretaña) fue nombrado juez del tribunal y en el ejercicio de su cargo se dedicó a proteger a los huérfanos, a defender a los más pobres y a administrar la justicia con tal imparcialidad y bondad, que aun aquellos a quienes tenía que decretar castigos, lo seguían amando y estimando.
Su gran bondad le ganó el título de "Abogado de los pobres". No contento con ayudar a los que vivían en su región, se trasladaba a otras provincias a defender a los que no tenían con qué pagar un abogado, y a menudo pagaba los gastos que los pobres tenían que hacer para poder defender sus derechos.
Visitaba las cárceles y llevaba regalos a los presos y les hacía gratuitamente memoriales de defensa a los que no podían conseguirse un abogado.
En aquel tiempo los que querían ganar un pleito les llevaban costosos regalos a los jueces. San Ivo no aceptó jamás ni el más pequeño regalo de ninguno de sus clientes, porque no quería dejarse comprar ni inclinarse con parcialidad hacia ninguno.
Cuando le llevaban un pleito, él se esmeraba por tratar de obtener que los dos litigantes arreglaran todo amigablemente en privado, sin tener que hacerlo por medio de demandas públicas. Así obtuvo que muchos litigantes terminaran siendo amigos y se evitaran los grandes gastos que les podían ocasionar los pleitos judiciales.
Después de trabajar bastante tiempo como juez, San Ivo fue ordenado sacerdote, y desde entonces, los últimos quince años de su vida los dedicó totalmente a la predicación y a la administración de los sacramentos. Consiguió dinero de donaciones y construyó un hospital para enfermos pobres. Todo lo que llegaba lo repartía entre los más necesitados. Solamente se quedaba con la ropa para cambiarse. Lo demás lo regalaba. Una noche se dio cuenta de que un pobre estaba durmiendo en el andén de la casa cural, entonces se levantó y le dio su propia cama y él durmió en el puro suelo.
De muchas partes llegaban personas litigantes a obtener que San Ivo hiciera las paces entre ellos y él lograba con admirable facilidad poner de acuerdo a los que antes estaban alegando. Y aprovechaba de todas estas ocasiones para predicar a la gente acerca de la Vida Eterna que nos espera y de lo mucho que debemos amar a Dios y al prójimo.
Alguien le aconsejó que no regalara todo lo que recibía. Que hiciera ahorros para cuando llegara a ser viejo y él le respondió: - Y ¿quién me asegura que voy a llegar a ser viejo? En cambio lo que sí es totalmente seguro es que el buen Dios me devolverá cien veces más lo que yo regale a los pobres". Y siguió repartiendo con gran generosidad.
A principios de mayo del año 1303 empezó a sentirse muy débil. Pero no por eso dejó de dedicar largos ratos a la oración y a la meditación y a ayudar a pacificar a cuantos estuvieran peleados o en discusiones y pleitos.
El 19 de mayo del año 1303 estaba tan débil que no podía mantenerse de pie y necesitaba que lo sostuvieran. Sin embargo celebró así la Santa Misa. Después de la Misa se recostó y pidió que le administraran la Unción de los enfermos y murió plácidamente, como quien duerme en la tierra para despertar en el cielo. Tenía 50 años.

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Fuente: Franciscanos.org
María Bernarda Bütler, Santa Fundadora, Mayo 19  

Fundadora de las Misioneras de
María Auxiliadora

Martirologio Romano: En Cartagena de Nueva Granada, en Colombia, beata María Bernarda (Verena) Bütler, virgen, la cual, nacida en Suiza, fundó la Congregación de las Hermanas Misioneras Franciscanas de María Auxiliadora

Etimología:
Bernarda = Aquella que es una guerrera, es de origen germánico.

María = la amada por Dios, es de origen hebreo


María Bernarda, fundadora de las Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora, nació en Suiza y murió en Cartagena de Indias (Colombia). Siendo ya religiosa franciscana en su patria, marchó a Ecuador para desarrollar su vocación misionera, y luego pasó a Colombia. Dimensiones principales de su vida fueron la intensa oración, el apostolado, el servicio a los enfermos y desamparados, y la dirección de la Congregación en que se convirtió lo que en principio iba a ser una casa filial del monasterio suizo. El 29 de octubre de 1995, Juan Pablo II la beatificó. junto a otras dos hijas espirituales de san Francisco: María Teresa Sherer (16 de junio) y Margarita Bays (27 de junio).

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María Bernarda (de nombre de pila: Verena) nació y fue bautizada en Auw (cantón de Argovia, Suiza) el día 28 de mayo de 1848. Era la cuarta hija de Enrique y de Catalina Bütler, campesinos humildes y católicos practicantes.

Al concluir la enseñanza escolar básica, se dedicó a los quehaceres domésticos y al trabajo en el campo. En plena juventud ingresó en una casa de religiosas. Al sentir que Dios no la llamaba a vivir en aquel lugar, regresó a la casa paterna, donde, entregada al trabajo, a la oración y al apostolado, continuó alimentando su vocación hasta que, el día 12 de noviembre de 1867, a los 19 años de edad, ingresó en el monasterio franciscano de María Auxiliadora, en Altstätten (Suiza). El 4 de mayo de 1868 vistió el hábito franciscano, tomando el nombre religioso de María Bernarda del Sagrado Corazón de María. Hizo la profesión religiosa el 4 de octubre de 1869.

Destacaba por su profunda virtud y sus cualidades humanas; por ello, no tardó en ser nombrada maestra de novicias y, más tarde, superiora, servicio que prestó hasta su partida para las misiones.

Cuando Mons. Pedro Schumacher, obispo de Portoviejo (Ecuador), escribió relatando el total abandono en que vivía la gente de aquellas tierras y ofreciendo su diócesis como campo misionero, María Bernarda tuvo el convencimiento de que aquella invitación era una clara llamada de Dios a anunciar el Evangelio y a fundar una casa filial del monasterio de Altstätten en tierras ecuatorianas. Tras vencer la resistencia inicial de las autoridades eclesiásticas y obtener el permiso pontificio para dejar el monasterio, el 19 de junio de 1888, se dirigió, con seis compañeras, a Le Havre, Francia, donde embarcaron las siete rumbo a Ecuador.

Aquel paso, concebido sólo como el inicio de la fundación de una filial misionera del monasterio suizo, fue, de hecho, el inicio de un proceso que convirtió a María Bernarda en fundadora de un nuevo instituto, la congregación de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora.

Cuando llegaron a Ecuador, el obispo asignó a las siete religiosas la población de Chone, lugar difícil y espiritualmente abandonado, que contaba con unos 13.000 habitantes. Puso como base de su actividad misionera la oración, la pobreza, la fidelidad a la Iglesia y el ejercicio de las obras de misericordia. Se encargaron de la educación de los niños y jóvenes, anunciándoles el Evangelio, animaban la liturgia, visitaban y asistían a los enfermos y a los pobres.

La semilla derramada por esta gran mujer germinó y fructificó. Surgieron varias casas filiales en Ecuador. Pero la obra estuvo marcada también por el misterio de la cruz: pobreza absoluta, clima tórrido, inseguridades y dificultades de toda especie, se agregaron a malentendidos por parte de algunas autoridades de la Iglesia y la separación del instituto de algunas hermanas de su primera fundación fuera de Ecuador.

En 1895 la madre María Bernarda y más de 15 hermanas tuvieron que huir de Ecuador, a causa de una violenta persecución contra la Iglesia. En el puerto de Bahía se embarcaron rumbo a Colombia. Durante la travesía recibieron la invitación de Mons. Eugenio Biffi, obispo de Cartagena de Indias, a trabajar en su diócesis. El día 2 de agosto de 1895 llegaron al puerto de Cartagena. Mons. Biffi las atendió paternalmente y les asignó como residencia un ala del hospital de mujeres, llamado Obra Pía, donde María Bernarda murió años más tarde.

El número de las hermanas creció y la congregación fundó casas en Colombia, Austria y Brasil. La madre Bernarda permanecía temporadas con las hermanas en los diversos lugares, compartía con ellas su trabajo y su vida, era ejemplo vivo de sencillez evangélica, edificaba y animaba a todas. Atendía con ternura y misericordia a todos los necesitados en el alma o en el cuerpo, pero sus predilectos eran los pobres y los enfermos. Oraba, exhortaba, escribía y evangelizaba con asombrosa entrega e intensidad.

Dirigió su congregación durante 32 años. Y cuando renunció con gratitud y humildad a este servicio, continuó animando a las hermanas con su ejemplo, su palabra y sus innumerables escritos, que son una mina de doctrina y de fecundidad espiritual.

Falleció el 19 de mayo de 1924, en la Obra Pía, a los 76 años de edad, 56 de vida religiosa franciscana y 36 de misionera en América Latina.

Su Intercesión comprobada

Dos milagros han sido reconocidos expresamente por la Iglesia Católica, atribuidos a la intercesión de la Madre María Bernarda Bütler, que sirvieron, primero, para la beatificación y, luego, la canonización. Cabe señalar que la Iglesia pide en estos casos el testimonio oficial de un tribunal médico, el cual corrobora que no hay explicación científica para las curaciones.

El milagro tomado para la beatificación ocurrió en 1969: la pequeña Liliana Sánchez, que por aquel entonces contaba con sólo 15 días de vida, presentaba ausencia de los huesos de la bóveda craneana e iba a morir en el corto plazo. Una religiosa de la congregación, la Hermana Filomena Martínez, le entregó a la mamá de la niña una reliquia de la Madre Bernarda y una novena. La señora puso la reliquia en la cabeza de su hija y rezó. De la noche a la mañana, se produjo una reconstrucción ósea completa, verificada por los médicos.

Por otra parte, en el año 2002, Mirna Jazime Correa, una médico de 29 años de edad de Cartagena, presentaba neumonía atípica complicada con derrame pleural bilateral y síndrome distrés respiratorio del adulto (SDRA). A pesar de los tratamientos médicos y farmacológicos no mejoraba y el 5 de julio se encontraba completamente desahuciada, conectada a las máquinas, mientras sus signos vitales iban decayendo.

Al igual que lo había hecho en su momento la madre de la niña Liliana Sánchez, la mamá de Mirna colocó sobre la cabeza de su hija una reliquia de la Beata María Bernarda y pidió durante todo el día la curación. Refieren testigos que a la oración se unió el personal de la unidad de cuidados intensivos.
La sorpresa llegó el día después, cuando se observó en la enferma una mejoría general, que se acentuó con el correr de las jornadas, sin que quedara ninguna secuela en los pulmones, luego de un cuadro de extrema gravedad.

Varios médicos del centro de salud testificaron: "No hay explicaciones naturales o clínicas en dicha curación. Lo que esperábamos en el cuadro tan complicado de la doctora Mirna era la muerte. La recuperación fue sorpresiva".

El 6 de julio del 2007, el Papa Benedicto XVI autorizó la promulgación del decreto sobre este milagro, que ha sido el último paso en el proceso que ahora terminará con la canonización de la beata Madre María Bernarda Bütler.

Fue canonizada el 12 de octubre del 2008, por S.S. Benedicto XVI.

ORACIÓN
Te bendecimos, Señor,
porque has elegido a Santa María Bernarda,
para hacer presente tu amor misericordioso
y cooperar en la extensión de tu Reino.
Concédenos las gracias que por su
intercesión te pedimos,
haz que su ejemplo de vida
nos ayude a crecer en la bondad
y el amor al servicio de los hermanos.
Afirma, Señor, en nosotros,
la fe, la esperanza y la caridad.
Amén

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Fuente: EWTN.com
Celestino V, Santo CXCII Papa, Mayo 19  

Celestino V, Santo

CXCII Papa

Nacido en Isernia, Italia (1221)
Nombre: Pietro Angelari de Murrone
Pontificado: Elegido, 5 Julio 1294, ordenado obispo de Roma, 29 agosto, Renuncia el 13 Diciembre, 1294.
Muere en Ferentino, 19 Mayo 1296.
Unico Papa que ha abdicado. Ultimo Papa que lleva ese nombre.

Etimológicamente significa " hijo del cielo". Viene de la lengua latina.

Este joven, nacido en el seno de una familia numerosa, 12 hijos, nació en Abruzzos, Italia. El mismo cuenta en su autobiografía:" Mis padres tuvieron doce hijos, como Jacob, y su mayor deseo era ofrecer alguno al Señor. Fue escogido el undécimo, que se llamaba Pedro, como fue escogido José, en casa de Jacob".

Pedro le decía a menudo a su madre:"Quiero ser un buen siervo de Dios". Este joven comenzó a distinguirse entre sus familiares por su alto grado de humildad. Le encantaba vivir solo como un ermitaño. Por eso se fue a una cueva. A ella acudía multitud de gente a hacerle consultas.

Ordenado de sacerdote en Roma, volvió a la cueva de nuevo. No se atrevía a celebrar la misa. Entonces oyó una voz del cielo que le decía:"Celebra la Misa, hijo".

Su fama de santidad se extendió por todos los contornos. Le siguieron muchos discípulos con los que fundó la Orden de los Celestinos, que más tarde se unió a los Benedictinos.

Cuando menos lo esperaba, se presentaron ante él varios obispos para notificarle que había sido elegido Papa. Era ya un anciano de 73 años.

Estamos en el año 1294. Todos lo aceptaron bien porque la Iglesia necesitaba un Papa santo para que acabara con las intrigas de los Orsinis y Colonnas en la administración burocrática del Vaticano.

Por otra parte, la Iglesia llevaba nada menos que dos años sin Papa.

Al ser nombrado Pontífice, se puso el nombre de Celestino V. Imitando a Jesús, entró montado en un burro. Tras bajarse, los cardenales lo recibieron con alegría. Pero en lugar de irse al Vaticano, se marchó al Palacio Real de Nápoles. Aquí mandó construir una cabaña para vivir mejor en soledad. Al no tener experiencia diplomática, lo pasó francamente mal. Por eso presentó su renuncia. Duró en el Papado tan sólo 5 meses. Le sucedió Bonifacio VIII. Este encerró a Celestino en el castillo Monte Fumone para que viviera como un monje.

El Papa Clemente V lo hizo santo en Avignon en 1313.

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Fuente: Franciscanos.org
Crispín de Viterbo, Santo Capuchino, Mayo 19  

Crispín de Viterbo, Santo

Un santo alegre

Nací con el nombre de Pietro (Pedro) Fiorentti, en Viterbo, Italia, el 13 de noviembre de 1668.

A pesar de que me consideran un santo alegre, la impresión que me queda de mi infancia es la muerte de mi padre, Ubaldo. Menos mal que mi tío Francisco -su hermano- me quería mucho y me envió, primero, a la escuela de los Jesuitas para que aprendiera gramática y, después, me acogió como aprendiz en su taller de zapatero, donde estuve hasta los 25 años en que me fui a los frailes.

Recuerdo que, de pequeño, me daba por ayudar misas y ayunar; y como era de natural delgaducho y enfermizo, mi tío solía decirle a mi madre: "Tú vales para criar pollos, pero no hijos. ¿No ves que el niño no crece porque no come?" Y en adelante él se encargaba de hacerme comer; pero al ver que seguía igual de pequeño y escuchimizado se dio por vencido y le dijo a mi madre: "Déjalo que haga lo que quiera, porque mejor será tener en casa un santo delgado que un pecador gordo".

Capuchino como San Félix

La gota que colmó el vaso para que me decidiera a hacerme Capuchino fue el ver a un grupo de novicios que había bajado a la iglesia con motivo de unas rogativas para pedir la lluvia; pero en realidad ya lo había pensado mucho y había leído y releído la Regla de San Francisco, por lo que mi opción era madura. Además no quería ser sacerdote, sino como San Félix de Cantalicio, hermano laico.

Inmediatamente me fui a hablar con el Provincial, quien me admitió en la Orden, pensando que ya estaba todo superado, pero no fue así. Los primeros que se opusieron fueron mis familiares, empezando por mi madre. La pobre ya era mayor y con una hija soltera a su cargo; además, no comprendía que, habiendo hecho los estudios con los Jesuitas, no quisiera ser sacerdote sino laico. Sin embargo, la decisión estaba tomada. Procuré que las atendieran unas personas del pueblo y me marché al noviciado.

Cual no sería mi sorpresa al comprobar que, a pesar de haberme admitido ya el Provincial, el maestro de novicios se negaba a recibirme. Ante mi insistencia me contestó: "Bueno, si al Provincial le compete el recibir a los novicios, a mí me toca probarlos".

Y bien que me probó. Lo primero que hizo fue darme una azada y enviarme al huerto a cavar mañana y tarde. En vista de que resistía, me mandó como ayudante del limosnero para que cargara con la alforja, a ver si aguantaba las caminatas bajo el sol y la lluvia. Y las aguanté. Por último, no se le ocurrió otra cosa que nombrarme enfermero para que atendiera a un fraile tuberculoso. Parece que no lo hice del todo mal, pues tanto el enfermo como el maestro de novicios se ufanaban, cuando ya eran viejos, de haberme tenido como enfermero y como novicio.

Una vez profesé me enviaron por distintos conventos, hasta que recalé en Orvieto. Allí estuve durante cuarenta años de limosnero; es decir, toda mi vida, pues sólo me llevaron a Roma para morir.

Durante los cincuenta años que estuve con los frailes hice de todo menos de zapatero, que era mi profesión. Fui cocinero, enfermero, hortelano y limosnero; y es que yo no era una bestia para estar en la sombra, sino al fuego y al sol; es decir, que debía estar o en la cocina o en la huerta. Sin embargo la mayoría de mi vida se quemó buscando comida para los frailes y atendiendo las necesidades de la gente.

Pidiendo pan y dando cariño

Lo primero que hacía antes de salir del convento era cantar el Ave, maris stella; después, rosario en mano, me dirigía a la limosna, que, de ordinario, solía hacer pronto. Para ahorrar tiempo le pedía antes al cocinero qué necesitaba, y así me limitaba a pedir solamente lo necesario.

Como había muchos pobres, procuraba dirigir las limosnas que sobraban a una casa del pueblo para que desde allí se redistribuyeran; así satisfacía la solidaridad de los pudientes y la necesidad de los pobres.

Tan convencido estaba de que gran parte de la miseria proviene de la injusticia, que no me podía contener ante los abusos de los patronos para con los trabajadores. Cuando alguno tenía que venir al convento procuraba que lo trataran bien, porque al trabajo hay que ir de buena gana.

Una vez que un defraudador me pidió que rogara por su salud, le contesté que cuando pagase lo que debía a sus acreedores y a su servidumbre entonces pediría a la Virgen que lo curara. Y es que me gustaba visitar a los enfermos y encarcelados; no sólo para darles buenos consejos sino para remediarles, en la medida de mis posibilidades, sus necesidades.

No sé por qué, la gente acudía a mí en busca de remedios y se iba con la sensación de que hacía milagros. Incluso me cortaban trozos del manto para hacerse reliquias; hasta que no pude más y les grité: "Pero ¿qué hacéis? Cuánto mejor sería que le cortaseis la cola a un perro.. . ¿Estáis locos? ¡Tanto alboroto por un asno que pasa!"

Sin embargo no todo era pedir limosna y atender a la gente. Esto era la consecuencia. Mi opción había sido seguir a Jesús y eso conlleva mucho tiempo de estar con él y aprender sus actitudes. Mi devoción a la Virgen me ayudó mucho. Me gustaba exteriorizar mis sentimientos para con ella adornando sus altares. Cuando estuve trabajando de hortelano coloqué una imagen de María en una pequeña cabaña. Delante de ella esparcía restos de semillas y migajas de pan para que se acercasen los pájaros, se alimentasen y cantasen, ya que hubiera querido que todas las criaturas del universo se juntasen para alabar en todo momento a la madre de Dios.

El reuma y la gota acabaron conmigo. Ya no podía casi andar y tuve que retirarme a la enfermería de Roma. Pero allí también la gente venía a buscarme. ¿Por qué la gente acudía a mí si no era ni santo ni profeta?

En el mes de mayo la enfermedad fue a más. Para no estropear la fiesta de San Félix le aseguré al enfermero que no me moriría ni el 17 ni el 18. Y, efectivamente, el Señor me escuchó y me llevó en su compañía el 19 de mayo de 1750.

Tengo el singular honor de ser el primer santo canonizado por el Papa Juan Pablo II, acto que se realizó el 20 de junio de 1982.

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Alcuino de York, Santo Abad y Profesor, Mayo 19  

Alcuino de York, Santo

Abad y Profesor

Etimológicamente significa " amigo del templo". Viene de la lengua alemana.

Nacido alrededor del año 730 en York, Inglaterra.

En York estudió en la escuela principal que había entonces. No era otra que la episcopal.

En ella se enseñaban artes y letras, gramática y la Santa Biblia.

Desde joven se distinguió por su amo al estudio. Se pasaba horas enteras leyendo en la biblioteca libros clásicos, como Aristóteles, Virgilio y Cicerón.

Por eso, no es de extrañar que apenas terminara sus estudios, lo nombrasen profesor.

Tuvo la suerte de acompañar a su obispo a Roma. De regreso, se encontró con Carlomagno en Parma, Italia. A raíz de este encuentro, nació una profunda amistad entre ambos.

Una vez que su misión había concluido, Alcuino se fue a la corte de Carlomagno.

Llevado por su amor a la cultura, fundó la escuela del palacio. Al mismo tiempo que daba clases, atendía la abadía de san Josse-sur-Mer, del a que llegó a ser su abad.

Más tarde, el emperador le nombró abad de la abadía de san Martín de Tours.

A pesar de tantas concesiones, Alcuino mantenía a raya al emperador. No se dejaba embaucar. Por eso en una carta le dijo:" Uno se puede sentir atraído por la fe, pero nunca forzado".

Murió en el año 804 en Tours, Francia.

ORACION POR LA PAZ
Alcuin de York

"Cristo, ¿por qué permites las guerras y las matanzas en la tierra?
"¿Por qué juicio misterioso permites que las personas inocentes mueran cruelmente?
Yo no lo puedo saber.
Yo solo confío en la promesa
de que tu pueblo encontrará paz en el cielo,
donde no habrá guerras.
Así como el oro es probado en el fuego,
Tú purificas las almas en estas tribulaciones,
para prepararlas a ser recibidas por encima de las estrellas
en tu hogar celestial.
Amén

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Fuente: Enciclopedía Católica || ACI Prensa
Agustín Novello, Beato Agustino, Mayo 19  

Agustín Novello, Beato

Mateo de Termini nació en la primera mitad del Siglo XIII en Termini, una villa de Sicilia, situación de la cual se deriva su nombre. Debido a que esa villa perteneció a la Arquidiócesis de Palermo, algunas veces este personaje es llamado también como Panormitano. El Breviario se expresa de él en términos de quem Thermenses at Panormitani civem suum esse dicunt. Al entrar a la religión cambió su nombre por el de Agostino, y más tarde agregó el de Novello, un título sugerido por su gran erudición y virtud.

Sus padres pertenecían a una familia noble que originalmente había venido de Cataluña, España, lo educaron de manera cuidadosa y le instruyeron en las ciencias conocidas. Primero la educación la recibió en casa, y luego en la ciudad de Boloña, donde en sus estudios consiguió altos honores especialmente en las ramas de ley civil y canónica. Al regreso a su tierra nativa, tuvo muchas posiciones de honor en la magistratura, realizando las tareas que imponían los diferentes cargos con prudencia y exactitud, a tal grado, que el rey de Sicilia, Manfredo, lo nombró como uno de sus asesores.

Fue de esta manera como acompañó al rey en su guerra contra Carlos de Anjou, quien le disputaba a Manfredo su derecho a la corona de Sicilia. En la batalla en la cual Manfredo fue muerto, el propio Agostino quedó en el campo de batalla en medio de los cuerpos de otros soldados. Permaneció inconsciente, pero después fue capaz de llegar a casa, y desilusionado con el mundo y con lo efímero de la gloria terrestre, se determinó a servir al Rey de Reyes, Jesucristo, desdeñando todos los honores y dignidades del mundo, al seguir la inspiración celestial.

Pidió ser admitido como hermano laico en la Orden de San Agustín, y fue recibido en el Convento de Tuscana, donde vivió desconocido para el mundo, lejos de su hogar y de su gente. Aquí se dedicó a los ejercicios de piedad y vivó tranquilamente, hasta que un imprevisto accidente le llevó de vuelta al mundo.

Lo que ocurrió fue que algunas propiedades que pertenecían al convento fueron reclamadas como propias por un diestro e instruido abogado de Siena, Giacomo Pallares. Agostino, en un documento escrito, defendió los derechos de la hermandad. Pallares sospechó que debajo del hábito de un hermano laico, se escondía quizá un jurista, de manera que le indicó que deseaba verlo. Para su sorpresa, reconoció en el religioso a su ex compañero de estudios de abogacía en la Universidad de Boloña, Mateo di Termini.

Una vez que lo hubo reconocido, Pallares no perdió tiempo en hacerle ver a los monjes a la persona y la preparación que tenían entre ellos. Cuando el General de la Orden, Clemente de Osimo se enteró de esto, hizo que Agostino, bajo los votos de obediencia, recibiera las Santas Ordenes y lo nombró como uno de sus asociados. Agostino reformó las Constituciones y coadyuvó a dar mayor esplendor a la Orden, de la cual llegó a ser General, un cargo al cual después renunció para vivir en retiro, dedicando así todo su tiempo al estudio, oración y penitencia. Por esos medios alcanzó un alto grado de perfección.

Antes de esa etapa final, fue nombrado General por Nicolás IV, con el cargo de Confesor y Gran Penitenciario. Una posición que aceptó en nombre de la obediencia, y con tanta reticencia y protestas, dado que se consideraba no merecedor de ello, que llegó a afectar visiblemente, al Papa y a los Cardenales.

En su retiro del convento de San Leonardo, cerca de Siena, se dedicó a la práctica de las virtudes propias del estado religioso, lo que llevó en grado heroico, pero también consumido por un ardiente sentido de la caridad. Debido a ello recolectó medios y fue capaz de prácticamente reconstruir un excelente hospicio y hospital para los enfermos y personas de avanzada edad, que no tenían medios para cuidar de si mismos durante los períodos de enfermedad, ni tenían un lugar para pasar sus últimos días.

Muchos milagros se han conseguido por medio de la intersección del Bendito Agostino, los que fueron confirmados y autenticados. Clemente XIII solemnemente lo beatificó, y Clemente XIV autorizó su culto el 23 de julio de 1770.

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Dunstan de Canterbury, Santo Obispo, Mayo 19  

Dunstan de Canterbury, Santo

Nació en el año 909 en Baltonsborough, Glastonbury, Inglaterra.

Hijo de Heorstan, un noble de Wessex. Sobrino de San Athelm, y con parentesco con San Alphege de Winchester.

Obispo de Canterbury, Inglaterra. En su infancia y
juventud recibió una buena formación literaria y también en el arte de la pintura, orfebrería y en el manejo del arpa.

A raíz de una grave enfermedad se hizo monje.

Restauró la Abadía de Grastobury, donde poseía una pequeña fragua donde solía fabricar calices y otros objetos necesarios en la abadía.

Justamente en torno a su fragua existen leyendas en las que venció al demonio gracias a su agudeza. Una de ellas cuenta que una vez el diablo se le apareció como una bellísima mujer que intentó seducirlo, pero al ver que nuestro santo se mostraba indeferente retomó su forma real, ante lo que Dunstan optó por agarrarle la nariz con unas tenazas que estaban en el fuego hasta que el demonio aceptara su derrota.

Vivió exiliado en Gante hasta que fue llamado por el rey Edgar y pasó de la sede episcopal de Worchester a la de Londres y finalmente a la de Canterbury.

Se le recuerda como gran renovador de la vida
cristiana en Inglaterra.

Murió en el año 988 en Canterbury.

Es el patrono de los herreros, de los orfebres, de los joyeros, de los cerrajeros y de la diócesis de Charlottetown en Canadá.

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Fuente: Vatican.va
Pina Suriano, Beata Laica, 19 de mayo  

Pina Suriano, Beata

Laica Consagrada

Josefina Suriano nació el 18 de febrero de 1915 en Partinico, centro agrícola de la provincia italiana de Palermo, arquidiócesis de Monreale. Se la conocerá con el diminutivo de "Pina".

Era la primera hija de los jóvenes esposos José y Graciela Costantino, que vivían modestamente de la producción de la tierra.

El 6 de mayo de 1915 Pina fue bautizada en la entonces única iglesia parroquial de la "Santísima Virgen de la Anunciación" (o Annunziata)

Pina era de índole dócil y sumisa y particularmente sensible al espíritu religioso que reinaba en su familia.

A los dos años de edad, cuando por primera vez descubrió a Jesús crucificado, se vio que comprendía el significado de aquel símbolo. Su serenidad de espíritu la llevó a demostrar inclinación hacia las cosas simples de la vida, que giraban entorno al sentido religioso que tuvo desde entonces y que a lo largo de su vida ocupará el primer lugar entre sus intereses.

Viviendo en la gran casa de sus abuelos y rodeada del afecto de sus parientes, Pina, que era la primera nieta, recibió de todos ellos la primera educación moral y religiosa que, desde los cuatro años, fue confiada a las Hermanas "Collegine de San Antonio".

En 1921, a los seis años, comenzó la instrucción primaria en la escuela municipal de Partinico. Durante cinco años fue su maestra la Srta. Margarita Drago, primera admiradora de sus virtudes. Pina tenía un gran amor por la escuela y todas las materias le interesaban y la llenaban de alegría.

En 1922 recibió los sacramentos de la penitencia, primera comunión y confirmación. En el mismo año ingresó en la Acción Católica (A.C.) siendo primero "benjamina", después aspirante y finalmente joven de la A.C.

A los doce años Pina empezó a participar con profundo espíritu eclesial en la vida parroquial y diocesana, tomando parte activa en todas las iniciativas de la A.C., sobre todo en las que se dirigían a afrontar los problemas locales.

El centro de sus actividades fue la parroquia, donde con total disponibilidad cooperaba con el párroco, Don Antonio Cataldo, que fue a la vez su director espiritual y confesor.

A partir de 1937, cuando se erigió la nueva parroquia de la "Santísima Virgen María del Rosario" a la que perteneció entonces la casa de Pina, Don Andrés Soresi, nombrado párroco, se convirtió en su director espiritual y confesor y después también en su primer biógrafo.

En 1938 Pina fue designada delegada de las sesiones menores: angelitos, pequeñísimos, benjaminas y aspirantes.

De 1939 a 1948 fue secretaria de la A.C. y de 1945 a 1948, si bien era parte del grupo de las mujeres, fue nombrada presidenta de las jóvenes por pedido de las mismas.

En 1948 fundó la Asociación de las Hijas de María y fue su presidenta hasta la muerte.

La participación de Pina en la A.C. fue algo que hay que tener presente, puesto que los intereses que ella cultivó y las aspiraciones y los actos religiosos de su vida surgieron precisamente de su compenetración con el hecho de ser miembro de la AC. Esto explica cómo ella, con el transcurrir de los años, se transformará en una experta de la vida y del mensaje de Jesús, de la misión de la Iglesia y de la vocación de los hombres a la santidad.

Puso como fundamento de su apostolado la oración, el sacrificio, la misa, la comunión y la meditación cotidiana, el estudio de la palabra de Dios y la adhesión al magisterio de la Iglesia.

Merece una consideración especial la relación de Pina con su familia ya que si bien ella se comportó siempre como hija perfecta en los servicios que le confiaban y en la sumisión a sus padres, debió enfrentarse con la cerrazón de su madre respecto de las prácticas religiosas. En efecto, Doña Graciela no quería que Pina transcurriera tanto tiempo en la iglesia, porque veía desvanecer los propósitos matrimoniales que soñaba para ella.

El voto de castidad que hizo Pina el 29 de abril de 1932 en la capilla de las Hijas de la Misericordia y de la Cruz, que era la sede social de la juventud femenina de la A.C., demuestra que su compromiso religioso surgía de una opción de vida. Las palabras que pronunció y escribió en su diario aquel día son las siguientes:

"En este día solemne, Jesús mío, yo quiero unirme más a Tí y prometo ser cada vez más pura y más casta para ser una azucena digna de tu jardín".

Con el permiso de su director espiritual, Pina renovaba todos los meses este voto y, fiel al mismo, rechazaba las distintas propuestas de matrimonio que más de un joven le dirigía, conquistado por su gracia y su belleza. Intentó varias veces entrar en la vida religiosa, pero se encontró con dificultades insuperables. Y mientras rezaba esperando obtener la bendición de sus padres para entrar en la vida religiosa, seguía participando con espíritu eclesial en la vida de la parroquia y de la diócesis, como socia y responsable de la A.C. y como presidenta de la Pía Unión de las Hijas de María.

Viendo que no podía ingresar en la vida religiosa, Pina quiso dar al Señor la última prueba de su inmenso amor y el 30 de mayo de 1948, junto con otras tres compañeras, se ofreció como víctima por la santidad de los sacerdotes.

En septiembre de 1948 y antes que se manifestara su enfermedad, Pina tuvo la grandísima alegría de participar en una peregrinación a Roma, con ocasión del XXX aniversario de la Juventud Femenina de la A.C.

Fue verdaderamente llamativa la coincidencia entre el acto de su ofrenda como víctima y el comienzo de una forma de artritis reumática tan fuerte que le dejaría un defecto cardíaco que luego la llevará a la muerte. Hasta el último momento siguió dando un ejemplo sublime de perfección, feliz de que su ofrenda como víctima por la santidad de los sacerdotes estaba siendo aceptada.

Murió improvisamente de un infarto el 19 de mayo de 1950. La participación masiva en la capilla ardiente y en su funeral fue la prueba de que la opinión común sostenía que había muerto una santa.

Al día siguiente los restos mortales de Pina recibieron sepultura en la tumba de familia en el cementerio municipal de Partinico. El 18 de mayo de 1969 se realizó el traslado del cuerpo desde el cementerio municipal a la iglesia parroquial del Sagrado Corazón, en Partinico.

Fue beatificada el 5 de septiembre de 2004 por S.S. Juan Pablo II.

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Fuente: Franciscanos.net
Humiliana de Cerchi, Beata Terciaria Franciscana, Mayo 19  

Humiliana de Cerchi, Beata

Viuda de la Tercera Orden Franciscana

Su culto fue aprobado por Inocencio XII el 24 de julio de 1694.

Humiliana nació en Florencia en 1219 hija de Oliverio dei Cerchi, descendiente de los antiguos señores de Ancone in Val di Sieve. En tierna edad perdió a su madre, fue educada por su madrastra Ermelina di Cambio dei Benizi, consanguínea de San Felipe. En 1234, cuando todavía no tenía dieciséis años, por voluntad de sus parientes fue dada como esposa a un noble usurero. Fue un matrimonio de interés. Vivió en el matrimonio cinco años, y tuvo dos hijas. De natural enteramente diverso del de su esposo, Humiliana fue apoyada en este período por su óptima parienta Ravenna, dando a todos ejemplo de admirable piedad cristiana. Cada día se dedicaba muy temprano a la oración mental y se privaba del alimento y de vestidos para alimentar y vestir a los pobres.

En 1239, a los veinte años quedó viuda, renunció a parte de su dote para saldar las deudas de su difunto esposo y se dedicó con amor a la educación de sus niñas. Transcurrido el año de viudez, volvió a la casa paterna, forzada a dejar las hijas a los consanguíneos de su esposo. Reconfirmó entonces su propósito de vivir en castidad, rechazando las propuestas y las amenazas de los familiares que querían que pasara a nuevas nupcias. Varias veces pidió a la clarisas de Monticelli ser admitida entre ellas, pero en vano. Resignada a vivir en el mundo, se puso bajo la dirección espiritual del Franciscano Fray Miguel degli Alberti, progresando en la contemplación de Jesús crucificado. En 1240 en la Basílica de Santa Cruz recibió el hábito franciscano de la penitencia: fue la primera terciaria florentina, seguida de una larga serie de santas mujeres. En 1241 pidió y obtuvo del Papa el poder vivir apartada en la torre de los Cerchi, cerca de la Piazza della Signoria. También en este aislamiento sufrió persecuciones y contrariedades. Privada de todos sus bienes por medio del engaño, se alegró de ello, dio gracias a Dios y se dedicó a la penitencia y a la limosna, distribuyendo a los pobres cuanto le quedaba. Fueron muchos los carismas con que fue favorecida por Dios: éxtasis, espíritu profético y poderes taumatúrgicos.

Muchos episodios de su vida merecen inscribirse en el florilegio legendario: con una señal de la cruz de una mano invisible fue curada de una dolorosa llaga; el agua le sirvió en lugar de aceite para alimentar la lumbre del Santísimo Sacramento. El Angel de la Guarda la llamaba temprano en la mañana para la oración; ardiendo de sed, la Virgen le dio de beber; Jesús muchas veces la alimentó con pan, le cambió el agua en vino y le resucitó una hija muerta súbitamente; Satanás venía a tentarla con alucinaciones y engaños, con imágenes seductoras o en formas repulsivas: la firmeza de su fe la defendía siempre de estos asaltos.

Rodeada de esta aureola de santidad, murió el 19 de mayo de 1246 a la edad de 27 años y fue sepultada en la iglesia de Santa Cruz.

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José (Jozef) Czempiel, Beato Sacerdote y Mártir, Mayo 19  

José (Jozef) Czempiel, Beato

Sacerdote y Mártir

Nacido en Jozefka, Polonia, el 21 de septiembre de 1883, fue sacerdote de la Arquidiócesis de Katowice.

Los nazis lo arrestaron y lo llevaron al tristemente celebre campo de concentración de Dachau, cercano a Munich, donde pereció en la cámara de gas, asociado al sacrificio de Cristo, el 19 de mayo de 1942.

Es uno de los
108 mártires polacos beatificados por S.S. Juan Pablo II el 13 de junio de 1999.

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Fuente: Ulsachihuahua.edu.mx
Rafael-Luis Rafiringa, Beato Educador Lasallista, 19 de mayo  

Rafael-Luis Rafiringa, Beato

En 1856, al nacer Rafiringa (el 3 de noviembre) en el barrio de Mahamasina en Antananarivo, el país se hallaba poco o nada abierto a las influencias externas; a su muerte, acaecida el 19 de mayo 1919, Madagascar se había abierto a la civilización cristiana y era una colonia francesa desde hacía más de 20 años.

La vida de nuestro Beato transcurrió, pues, en un marco tradicional al inicio, luego con influencia franco-inglesa y finalmente totalmente francesa. El panorama en que tuvo que desenvolverse proyecta una luz muy especial sobre él, convirtiéndolo en un intérprete muy significativo de la evolución acontecida en su país.

El Hermano Rafael Luis Rafiringa se nos muestra, así, como el nuevo malgache situado sobre la cima de dos épocas. Y aún suscita en nosotros mayor interés porque sus vivencias atraviesan muchos y diferentes ámbitos: pagano, cristiano, escolar, literario, político y hasta judicial.

La personalidad del Hermano Rafael Luis Rafiringa asume realmente su verdadero significado sobre todo en el campo espiritual. Fue principalmente un hombre de Dios a quien las circunstancias empujaron a salir del ámbito circunscrito a la pequeña escuela para dar respuesta por sí mismo a una exigencia de la cual probablemente ni él mismo comprendiese el alcance.

Primer discípulo de San Juan Bautista de La Salle en Madagascar, dotado de una gran inteligencia y fuerza de voluntad, desafió las ambiciones de la familia y pidió, cuando tenía 14 años, unirse a aquellos "extraños" misioneros, no sacerdotes, recién llegados a la isla. El Hermano que se encargó de acompañarlo en la formación ¡no le concedió su autorización hasta después de un "aprendizaje" de siete años! Había madurado de modo sorprendente, creciendo humanamente, culturalmente y religiosamente. Escuela, traducción a la lengua malgache de obras francesas, composición de textos escolares: estas fueron sus constantes ocupaciones, hasta que, como consecuencia de los motines independentistas que estallaron en la isla, todos los misioneros extranjeros fueron expulsados y él se vio elegido, por aclamación popular, jefe de los católicos. En esa inesperada responsabilidad dio prueba inigualable de sus nada comunes capacidades, formando catequistas, organizando encuentros, reuniones y paraliturgias en cada rincón de la isla, escribiendo opúsculos y resúmenes de la doctrina católica, cantos y poesías. Cuando se concedió a los misioneros la posibilidad de regresar, maravillados, se encontraron las comunidades cristianas más numerosas y fervorosas que cuando las habían dejado.

Este pagano, convertido en dignísimo hijo de San Juan Bautista de La Salle, es una espléndida demostración del poder de la gracia de Dios cuando encuentra un terreno fértil. Por su ciencia, su actuación y su santidad es ya una de las glorias más genuinas de las que puede enorgullecerse la Gran Isla.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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