†
JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según según Mateo 13, 18-23
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"Ustedes oigan lo que significa la parábola del sembrador. A todo hombre que oye la palabra del Reino y no la entiende, le llega el diablo y le arrebata lo sembrado en su corazón. Esto es lo que significan los granos sembrados al borde del camino.
Lo sembrado en terreno pedregoso significa al que oye la palabra y la acepta inmediatamente con alegría; pero, como es inconstante, no la deja echar raíces, y apenas le viene una tribulación o una persecución por causa de la palabra, sucumbe.
Lo sembrado entre espinos representa a aquel que oye la palabra, pero las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas, la sofocan y queda sin fruto.
En cambio, lo sembrado en tierra buena, representa a quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto: unos, el ciento por uno; otros, el sesenta; y otros, el treinta".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/swf/l.swf?video_id=v82JVdXAUUs
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? abortar (todos los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
vie 16a. Ordinario año impar
Antífona de Entrada
Escucha, Señor, mi voz y mis clamores, ven en mi ayuda; no me rechaces, no me abandones, Dios, salvador mío.
Oración Colecta
Oremos:
Dios nuestro, fuerza de todos los que en ti confían: ayúdanos con tu gracia sin la cual nada puede nuestra humana debilidad, para que podamos serte fieles en la observancia de tus mandamientos.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
La ley fue dada por Dios a Moisés
Lectura del libro del Exodo 20, 1-17
En aquellos días, el Señor promulgó estos preceptos para su pueblo en la montaña Sinaí, diciendo:
"Yo soy el Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto y de la esclavitud. No tendrás otros dioses fuera de mí; no te fabricarás ídolos ni imagen alguna de lo que hay arriba, en el cielo, o abajo, en la tierra, o en el agua, y debajo de la tierra. No adorarás nada de eso ni le rendirás culto, porque yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso, que castiga la maldad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de aquellos que me odian; pero soy misericordioso hasta la milésima generación de aquellos que me aman y cumplen mis mandamientos.
No harás mal uso del nombre del Señor, tu Dios, porque no dejará el Señor sin castigo a quien haga mal uso de su nombre.
Acuérdate de santificar el sábado. Seis días trabajarás y en ellos harás todos tus quehaceres; pero el día séptimo es día de descanso, dedicado al Señor, tu Dios. No harás en él trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tus animales, ni el forastero que viva contigo. Porque en seis días hizo el Señor el cielo, la tierra, el mar y cuanto hay en ellos, pero el séptimo, descansó. Por eso bendijo el Señor el sábado y lo santificó.
Honra a tu padre y a tu madre para que vivas largos años en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás falso testimonio contra tu prójimo. No codiciarás los bienes de tu prójimo, ni a su mujer, ni a su esclavo, ni a su esclava, ni su buey, ni su burro, ni cosa alguna que le pertenezca".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Jeremías 31
El Señor es nuestro pastor.
Escuchen, pueblos, la palabra del Señor y anúncienla aun en las islas más remotas: "El que dispersó a Israel lo reunirá y lo cuidará como el pastor a su rebaño".
El Señor es nuestro pastor.
Porque el Señor remidió a Jacob y lo rescató de las manos del poderoso. Ellos vendrán para aclamarlo al monte de Sión y correrán hacia los bienes del Señor.
El Señor es nuestro pastor.
Entonces se alegrarán los jóvenes, danzando; se sentirán felices jóvenes, y viejos, porque yo convertiré su tristeza en alegría, y los llenaré de gozo y aliviaré sus penas.
El Señor es nuestro pastor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Dichosos los que cumplen la palabra del Señor con un corazón bueno y sincero, y perseveran hasta dar fruto.
Aleluya.
Evangelio
Los que oyen la palabra de Dios y la entienden, ésos dan fruto
† Lectura del santo Evangelio según según Mateo 13, 18-23
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"Ustedes oigan lo que significa la parábola del sembrador. A todo hombre que oye la palabra del Reino y no la entiende, le llega el diablo y le arrebata lo sembrado en su corazón. Esto es lo que significan los granos sembrados al borde del camino.
Lo sembrado en terreno pedregoso significa al que oye la palabra y la acepta inmediatamente con alegría; pero, como es inconstante, no la deja echar raíces, y apenas le viene una tribulación o una persecución por causa de la palabra, sucumbe.
Lo sembrado entre espinos representa a aquel que oye la palabra, pero las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas, la sofocan y queda sin fruto.
En cambio, lo sembrado en tierra buena, representa a quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto: unos, el ciento por uno; otros, el sesenta; y otros, el treinta".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Dios nuestro, que en estos dones que te presentamos nos has otorgado el pan que alimenta y el sacramento que da nueva vida, haz que nunca llegue a faltarnos este sustento del cuerpo y del espíritu.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
Jesús, buen samaritano
En verdad es justo darte gracias, y deber nuestro alabarte, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, en todos los momentos y circunstancias de la vida, en la salud y en la enfermedad, en el sufrimiento y en el gozo, por tu siervo, Jesús, nuestro Redentor.
Porque él, en su vida terrena, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal.
También hoy, como buen samaritano, se acerca a todo hombre que sufre en su cuerpo o en su espíritu, y cura sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza.
Por este don de tu gracia, incluso cuando nos vemos sumergidos en la noche del dolor, vislumbramos la luz pascual en tu Hijo, muerto y resucitado.
Por eso,
unidos a los ángeles y santos, cantamos a una voz el himno de tu gloria:
Antífona de la Comunión
Padre santo, guarda en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros, dice el Señor.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Que nuestra participación en este sacramento, signo de la unión de los fieles en ti, contribuya, Señor, a la unidad de tu Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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Dia 22/07 Santa María Magdalena (blanco)
Antífona de Entrada
Dijo el Señor a María Magdalena: "Anda, ve con mis hermanos y diles: Subo al Padre mío y Padre suyo, al Dios mío y Dios suyo".
Oración Colecta
Oremos:
Señor, Dios nuestro: Cristo, tu Unigénito, confió, antes que a nadie, a María Magdalena la misión de anunciar a los suyos la alegría pascual; concédenos a nosotros, por intersección y el ejemplo de aquella cuya memoria celebramos, anunciar siempre a Cristo resucitado y verle un día glorioso en el Reino de los cielos.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Encontré al amor de mi alma
Lectura del libro del Cantar de los Cantares
3,1-4a
Esto dice la esposa:
"En mi lecho, por las noches, a mi amado yo buscaba. Lo busqué, pero fue en vano. Me levantaré. Por las plazas y barrios de la ciudad buscaré al amor de mi alma; lo busqué, pero fue en vano. Y me encontraron los guardias de la ciudad, y les dije:
"¿Qué no vieron a aquel que ama mi alma?" Y apenas se fueron, encontré al amor de mi alma".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Del salmo 62
Señor, mi alma tiene sed de ti.
Señor, tú eres mi Dios, a ti te busco; de ti sedienta está mi alma. Señor, todo mi ser te añora, como el suelo reseco añora el agua.
Señor, mi alma tiene sed de ti.
Para admirar tu gloria y tu poder, anhelo contemplarte en el santuario. Pues mejor es tu amor que la existencia; siempre, Señor, te alabarán mis labios.
Señor, mi alma tiene sed de ti.
Podré así bendecirte mientras viva y levantar en oración mis manos. De lo mejor se saciará mi alma; te alabaré con júbilo en los labios.
Señor, mi alma tiene sed de ti.
Fuiste mi auxilio y a tu sombra, canté lleno de gozo. A ti se adhiere mi alma y tu diestra me da seguro apoyo.
Señor, mi alma tiene sed de ti.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
¿Qué has visto de camino, María, en la mañana? A mi Señor glorioso, la tumba abandonada.
Aleluya.
Evangelio
Mujer, ¿por qué estás llorando? ¿A quién buscas?
† Lectura del santo Evangelio según san Juan
20,1-2.11-18
Gloria a ti, Señor.
El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
"Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto".
María se había quedado llorando junto al sepulcro de Jesús. Sin dejar de llorar, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar donde había estado el cuerpo de Jesús, uno en la cabecera y el otro junto a los pies. Los ángeles le preguntaron:
"¿Por qué estás llorando, mujer?"
Ella les contestó:
"Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo habrán puesto".
Dicho esto, miró hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Entonces él le dijo:
"Mujer, ¿por qué estás llorando? ¿A quién buscas?"
Ella, creyendo que era el jardinero, le respondió:
"Señor, si tú te lo llevaste, dime dónde lo has puesto".
Jesús le dijo:
"¡María!"
Ella se volvió y exclamó:
"¡Rabbuní!", que en hebreo significa "maestro".
Jesús le dijo:
"Déjame ya, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: "Subo a mi Padre y su Padre, a mi Dios y su Dios"".
María Magdalena se fue a ver a los discípulos para decirles que había visto al Señor y para darles su mensaje.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Recibe, Señor, los dones que te presentamos en la fiesta de santa María Magdalena, cuya ofrenda de amor aceptó con tanta misericordia tu Hijo Jesucristo.
Que vive y reina por los siglos de siglos.
Amén.
Prefacio
La vida consagrada a Dios es un signo Del Reino de los cielos
En verdad es justo y necesario que te alaben, Señor, tus criaturas del cielo y de la tierra.
Porque al celebrar a los santos que por amor al Reino de los cielos se consagraron a Cristo,
reconocemos tu Providencia admirable, que no cesa de llamar al hombre a la santidad primera, para hacerlo participar ya desde ahora de la vida que gozará en el cielo, por Cristo, Señor nuestro.
Por eso,
con todos los ángeles y santos, te alabamos proclamando sin cesar:
Antífona de la Comunión
Nos apremia el amor de Cristo, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Que la participación en tus misterios, Señor, infunda en nosotros aquel amor que impulsó a santa María Magdalena a entregarse por siempre a Cristo, su maestro.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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† Meditación diaria
16ª Semana. Viernes
LA VIRTUD DE LA TEMPLANZA
— Dignidad del cuerpo y de todo lo creado. Necesidad de esta virtud.
— La templanza humaniza más al hombre y posibilita también su plenitud. Desprendimiento de los bienes. Dar ejemplo.
— Algunas manifestaciones de templanza.
I. La Iglesia ha reconocido siempre la dignidad del cuerpo humano y de todo lo creado. En el relato de la creación, el autor sagrado señala cómo Dios se complació en cuanto había creado1; cuando fue creado el hombre, vio Dios que era muy bueno cuanto había hecho2, y lo constituyó cabeza de toda la creación, y todo lo humano adquirió una particular dignidad después que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad asumió la naturaleza humana y realizó la redención del hombre y del universo material. No es doctrina cristiana la oposición radical entre el alma y el cuerpo, pues todo el hombre, en cuerpo y alma, está llamado a alcanzar la vida eterna. Nadie como la Iglesia ha enseñado la dignidad y el respeto que se debe al cuerpo: ¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? Habéis sido comprados a un gran precio. Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo3.
Sin embargo, a causa del desorden que introdujo el pecado en el mundo, el hombre ha de esforzarse y luchar para no verse prisionero y esclavo de los bienes que Dios creó para él, para que también a través de ellos pudiera alcanzar el Cielo. Especialmente en nuestros días, parece que muchos tratan de poner como fin lo que Dios puso como medio, y dejan a un lado las leyes divinas, sin darse cuenta de que caen bajo un tirano cada vez más exigente, desfigurando profundamente la imagen de Dios que existe en todo hombre y, con ella, la misma dignidad humana. La templanza, por el contrario, "hace que el cuerpo y nuestros sentidos encuentren el puesto exacto que les corresponde en nuestro ser humano"4, el lugar que Dios les señaló.
Quienes no están habituados a negarse nada, quienes abren la puerta a todo lo que piden los sentidos, quienes buscan en primer término agradar al cuerpo y solo se afanan en buscar las mayores comodidades, difícilmente podrán ser dueños de sí mismos y alcanzar a Dios. Están como embotados, incluso embrutecidos, para lo divino, y también para muchos valores humanos, que no entienden y para los que se encuentran incapacitados. Son mal terreno para que la semilla de la gracia divina prenda en ellos. El mismo Señor nos dice en el Evangelio de la Misa que lo sembrado entre espinos es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de este mundo y la seducción de las riquezas sofocan la palabra y queda estéril5. En un clima en el que lo importante es el cuerpo, su salud, su cuidado, su presentación, es imposible que la vida cristiana arraigue y dé frutos. Los bienes se convierten así en males, en duros espinos que sofocan lo más noble del hombre y la misma vida eterna, que se inicia ya aquí en el alma en gracia: "Con el cuerpo pesado y harto de mantenimiento, muy mal aparejado está el ánimo para volar a lo alto"6.
Debemos estar atentos para no dejarnos llevar por ese afán desmedido de bienestar que está presente en muchos sectores del mundo actual, en los que se piensa que la cima de la vida y del triunfo consiste en tener más y en la ostentación de lo que se posee. El verdadero éxito está en ser fieles a aquello que Dios quiere de nosotros y alcanzar la vida eterna. Nosotros sabemos que nuestro corazón solo puede saciarse de Dios, que está hecho para lo eterno y que las cosas terrenas lo dejarán siempre insatisfecho y triste.
II. Nuestra Madre la Iglesia nos ha recordado continuamente la necesidad de la templanza, que, en lo humano, exige dominio de sí y, con el sacrificio y la mortificación, impide que quede sofocada la semilla sembrada en el corazón. Hemos de estar vigilantes, pues si examinamos "la orientación que va tomando nuestra cultura moderna, comprobaremos que conduce a un cierto hedonismo, a la vida fácil, a un cierto empeño por eliminar la cruz de nuestros afanes"7. Y esa tendencia amenaza a muchos.
La templanza humaniza más al hombre, porque, abandonado este a la satisfacción de los propios instintos, se parece a un tren que descarrila: se desquicia, sale de sus raíles y queda incapacitado para seguir adelante. Entonces, lo más noble del hombre, inteligencia y voluntad, queda sometido a lo que es menos: al instinto y a las pasiones. Vivir esta virtud no es represión, sino moderación, armonía. Es un hábito que se adquiere a través de muchos pequeños actos que ordenan los placeres, incluso los lícitos, y dirigen los bienes sensibles al fin último del hombre. Quien vive esta virtud "sabe prescindir de lo que produce daño a su alma, y se da cuenta de que el sacrificio es solo aparente: porque al vivir así –con sacrificio– se libra de muchas esclavitudes y logra, en lo íntimo de su corazón, saborear todo el amor de Dios.
"La vida recobra entonces los matices que la destemplanza difumina; se está en condiciones de preocuparse de los demás, de compartir lo propio con todos, de dedicarse a tareas grandes"8.
Vivir bien esta virtud supone andar desprendidos de los bienes, darles la importancia que tienen y no más, no crearse necesidades; no realizar gastos inútiles; tener moderación en la comida, en la bebida, en el descanso; prescindir de caprichos...
Nos pide el Señor dar ejemplo de templanza en medio del mundo, sin dejarnos llevar por una falsa naturalidad de ser como los demás. Transigir en este punto sería dificultar o incluso impedir la posibilidad de seguir a Cristo como uno de sus íntimos. Con nuestra vida hemos de enseñar a muchos que "el hombre vale más por lo que es que por lo que tiene"9, y hemos de hacerlo con el ejemplo de una vida sobria y templada. De modo particular, los padres han de enseñar y de ayudar a los hijos a crecer "en una justa libertad ante los bienes materiales, adoptando un estilo de vida sencillo y austero"10, y todos hemos de esforzarnos en mantener el señorío sobre los sentidos.
III. La virtud de la templanza ha de impregnar toda la vida del cristiano: desde las comodidades del hogar hasta los instrumentos de trabajo y los modos de divertirse. Para descansar, por ejemplo, no es preciso –de ordinario– realizar grandes gastos ni largos desplazamientos. Da ejemplo de templanza quien sabe hacer un uso moderado de la televisión y, en general, de los instrumentos de confort que ofrece la técnica, sin estar excesivamente pendiente de su propio bienestar. Muchos parecen vivir exclusivamente para esto: para pasar la vida con el mayor bienestar posible.
En nuestros días, también se puede decir de ciertas personas que su dios es el vientre11, por el afán que ponen en la comida y en la bebida, campo también principal de la templanza. La persona sobria, por el contrario, es aquella que modera el uso de los alimentos: evita comer a deshora y por capricho; no busca los alimentos más exquisitos, con gastos desproporcionados; no consume cantidades excesivas... "De ordinario comes más de lo que necesitas. —Y esa hartura, que muchas veces te produce pesadez y molestia física, te inhabilita para saborear los bienes sobrenaturales y entorpece tu entendimiento.
"¡Qué buena virtud, aun para la tierra, es la templanza!"12.
Aunque muchas de estas manifestaciones de gula no son pecados graves, sin embargo son ofensas a Dios, que debilitan la voluntad y provocan el rechazo de esa vida austera, alegre y desprendida que el Señor pide. Son los espinos que ahogan la buena simiente; llevan a una vida de tibieza y de desgana ante los bienes espirituales y especialmente los divinos.
Para crecer en esta virtud necesitamos ser mortificados en la comida y en la bebida, y prescindir a veces de gustos y placeres lícitos. La Iglesia da a la sobriedad un valor y sentido más alto cuando presenta los alimentos como un don de Dios y aconseja la bendición de la mesa y la acción de gracias después de la comida. Santo Tomás señala13 que, aunque la sobriedad y la templanza son necesarias a todos, lo son de modo particular a los jóvenes, más inclinados frecuentemente a la sensualidad; a las mujeres; a los ancianos, que deben dar ejemplo; a los ministros de la Iglesia; y a los gobernantes, para poder ejercer sus cargos con sabiduría.
La templanza hace referencia también a la moderación de la curiosidad, del hablar sin medida, del porte externo, de las bromas... "Pienso –afirmaba el Papa Juan Pablo II– que esta virtud exige también de cada uno de nosotros una humildad específica en relación con los dones que Dios ha puesto en la naturaleza humana. Yo diría la "humildad del cuerpo" y la "del corazón""14, que tan bien se compagina con el rechazo de la ostentación y de la necia vanidad.
La templanza es una gran defensa frente a la agresividad de un ambiente volcado en los bienes materiales, dispone para recibir, como tierra buena, las mociones del Espíritu Santo, y es un medio indispensable para realizar un apostolado eficaz en medio del mundo.
1 Cfr. Gen 1, 25. — 2 Ibídem 1, 31. — 3 1 Cor 6, 19-20. — 4 Juan Pablo II, Sobre la templanza, 22-XI-1988. — 5 Mt 13, 22. — 6 San Pedro de Alcántara, Tratado de la oración y de la meditación, II, 3. — 7 Pablo VI, Alocución, 8-IV-1966. — 8 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 84. — 9 Conc. Vat II, Const. Gaudium et spes, 35. — 10 Juan Pablo II, Exhort. Apost. Familiaris consortio, 22-XI-1981, n. 37. — 11 Flp 3, 19. — 12 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 682. — 13 Santo Tomás, Suma Teológica, 2-2, q. 149, a. 4. — 14 Juan Pablo II, Sobre la templanza, 22-XI-1988.
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16ª Semana. Viernes
LA VIRTUD DE LA TEMPLANZA
— Dignidad del cuerpo y de todo lo creado. Necesidad de esta virtud.
— La templanza humaniza más al hombre y posibilita también su plenitud. Desprendimiento de los bienes. Dar ejemplo.
— Algunas manifestaciones de templanza.
I. La Iglesia ha reconocido siempre la dignidad del cuerpo humano y de todo lo creado. En el relato de la creación, el autor sagrado señala cómo Dios se complació en cuanto había creado1; cuando fue creado el hombre, vio Dios que era muy bueno cuanto había hecho2, y lo constituyó cabeza de toda la creación, y todo lo humano adquirió una particular dignidad después que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad asumió la naturaleza humana y realizó la redención del hombre y del universo material. No es doctrina cristiana la oposición radical entre el alma y el cuerpo, pues todo el hombre, en cuerpo y alma, está llamado a alcanzar la vida eterna. Nadie como la Iglesia ha enseñado la dignidad y el respeto que se debe al cuerpo: ¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? Habéis sido comprados a un gran precio. Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo3.
Sin embargo, a causa del desorden que introdujo el pecado en el mundo, el hombre ha de esforzarse y luchar para no verse prisionero y esclavo de los bienes que Dios creó para él, para que también a través de ellos pudiera alcanzar el Cielo. Especialmente en nuestros días, parece que muchos tratan de poner como fin lo que Dios puso como medio, y dejan a un lado las leyes divinas, sin darse cuenta de que caen bajo un tirano cada vez más exigente, desfigurando profundamente la imagen de Dios que existe en todo hombre y, con ella, la misma dignidad humana. La templanza, por el contrario, "hace que el cuerpo y nuestros sentidos encuentren el puesto exacto que les corresponde en nuestro ser humano"4, el lugar que Dios les señaló.
Quienes no están habituados a negarse nada, quienes abren la puerta a todo lo que piden los sentidos, quienes buscan en primer término agradar al cuerpo y solo se afanan en buscar las mayores comodidades, difícilmente podrán ser dueños de sí mismos y alcanzar a Dios. Están como embotados, incluso embrutecidos, para lo divino, y también para muchos valores humanos, que no entienden y para los que se encuentran incapacitados. Son mal terreno para que la semilla de la gracia divina prenda en ellos. El mismo Señor nos dice en el Evangelio de la Misa que lo sembrado entre espinos es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de este mundo y la seducción de las riquezas sofocan la palabra y queda estéril5. En un clima en el que lo importante es el cuerpo, su salud, su cuidado, su presentación, es imposible que la vida cristiana arraigue y dé frutos. Los bienes se convierten así en males, en duros espinos que sofocan lo más noble del hombre y la misma vida eterna, que se inicia ya aquí en el alma en gracia: "Con el cuerpo pesado y harto de mantenimiento, muy mal aparejado está el ánimo para volar a lo alto"6.
Debemos estar atentos para no dejarnos llevar por ese afán desmedido de bienestar que está presente en muchos sectores del mundo actual, en los que se piensa que la cima de la vida y del triunfo consiste en tener más y en la ostentación de lo que se posee. El verdadero éxito está en ser fieles a aquello que Dios quiere de nosotros y alcanzar la vida eterna. Nosotros sabemos que nuestro corazón solo puede saciarse de Dios, que está hecho para lo eterno y que las cosas terrenas lo dejarán siempre insatisfecho y triste.
II. Nuestra Madre la Iglesia nos ha recordado continuamente la necesidad de la templanza, que, en lo humano, exige dominio de sí y, con el sacrificio y la mortificación, impide que quede sofocada la semilla sembrada en el corazón. Hemos de estar vigilantes, pues si examinamos "la orientación que va tomando nuestra cultura moderna, comprobaremos que conduce a un cierto hedonismo, a la vida fácil, a un cierto empeño por eliminar la cruz de nuestros afanes"7. Y esa tendencia amenaza a muchos.
La templanza humaniza más al hombre, porque, abandonado este a la satisfacción de los propios instintos, se parece a un tren que descarrila: se desquicia, sale de sus raíles y queda incapacitado para seguir adelante. Entonces, lo más noble del hombre, inteligencia y voluntad, queda sometido a lo que es menos: al instinto y a las pasiones. Vivir esta virtud no es represión, sino moderación, armonía. Es un hábito que se adquiere a través de muchos pequeños actos que ordenan los placeres, incluso los lícitos, y dirigen los bienes sensibles al fin último del hombre. Quien vive esta virtud "sabe prescindir de lo que produce daño a su alma, y se da cuenta de que el sacrificio es solo aparente: porque al vivir así –con sacrificio– se libra de muchas esclavitudes y logra, en lo íntimo de su corazón, saborear todo el amor de Dios.
"La vida recobra entonces los matices que la destemplanza difumina; se está en condiciones de preocuparse de los demás, de compartir lo propio con todos, de dedicarse a tareas grandes"8.
Vivir bien esta virtud supone andar desprendidos de los bienes, darles la importancia que tienen y no más, no crearse necesidades; no realizar gastos inútiles; tener moderación en la comida, en la bebida, en el descanso; prescindir de caprichos...
Nos pide el Señor dar ejemplo de templanza en medio del mundo, sin dejarnos llevar por una falsa naturalidad de ser como los demás. Transigir en este punto sería dificultar o incluso impedir la posibilidad de seguir a Cristo como uno de sus íntimos. Con nuestra vida hemos de enseñar a muchos que "el hombre vale más por lo que es que por lo que tiene"9, y hemos de hacerlo con el ejemplo de una vida sobria y templada. De modo particular, los padres han de enseñar y de ayudar a los hijos a crecer "en una justa libertad ante los bienes materiales, adoptando un estilo de vida sencillo y austero"10, y todos hemos de esforzarnos en mantener el señorío sobre los sentidos.
III. La virtud de la templanza ha de impregnar toda la vida del cristiano: desde las comodidades del hogar hasta los instrumentos de trabajo y los modos de divertirse. Para descansar, por ejemplo, no es preciso –de ordinario– realizar grandes gastos ni largos desplazamientos. Da ejemplo de templanza quien sabe hacer un uso moderado de la televisión y, en general, de los instrumentos de confort que ofrece la técnica, sin estar excesivamente pendiente de su propio bienestar. Muchos parecen vivir exclusivamente para esto: para pasar la vida con el mayor bienestar posible.
En nuestros días, también se puede decir de ciertas personas que su dios es el vientre11, por el afán que ponen en la comida y en la bebida, campo también principal de la templanza. La persona sobria, por el contrario, es aquella que modera el uso de los alimentos: evita comer a deshora y por capricho; no busca los alimentos más exquisitos, con gastos desproporcionados; no consume cantidades excesivas... "De ordinario comes más de lo que necesitas. —Y esa hartura, que muchas veces te produce pesadez y molestia física, te inhabilita para saborear los bienes sobrenaturales y entorpece tu entendimiento.
"¡Qué buena virtud, aun para la tierra, es la templanza!"12.
Aunque muchas de estas manifestaciones de gula no son pecados graves, sin embargo son ofensas a Dios, que debilitan la voluntad y provocan el rechazo de esa vida austera, alegre y desprendida que el Señor pide. Son los espinos que ahogan la buena simiente; llevan a una vida de tibieza y de desgana ante los bienes espirituales y especialmente los divinos.
Para crecer en esta virtud necesitamos ser mortificados en la comida y en la bebida, y prescindir a veces de gustos y placeres lícitos. La Iglesia da a la sobriedad un valor y sentido más alto cuando presenta los alimentos como un don de Dios y aconseja la bendición de la mesa y la acción de gracias después de la comida. Santo Tomás señala13 que, aunque la sobriedad y la templanza son necesarias a todos, lo son de modo particular a los jóvenes, más inclinados frecuentemente a la sensualidad; a las mujeres; a los ancianos, que deben dar ejemplo; a los ministros de la Iglesia; y a los gobernantes, para poder ejercer sus cargos con sabiduría.
La templanza hace referencia también a la moderación de la curiosidad, del hablar sin medida, del porte externo, de las bromas... "Pienso –afirmaba el Papa Juan Pablo II– que esta virtud exige también de cada uno de nosotros una humildad específica en relación con los dones que Dios ha puesto en la naturaleza humana. Yo diría la "humildad del cuerpo" y la "del corazón""14, que tan bien se compagina con el rechazo de la ostentación y de la necia vanidad.
La templanza es una gran defensa frente a la agresividad de un ambiente volcado en los bienes materiales, dispone para recibir, como tierra buena, las mociones del Espíritu Santo, y es un medio indispensable para realizar un apostolado eficaz en medio del mundo.
1 Cfr. Gen 1, 25. — 2 Ibídem 1, 31. — 3 1 Cor 6, 19-20. — 4 Juan Pablo II, Sobre la templanza, 22-XI-1988. — 5 Mt 13, 22. — 6 San Pedro de Alcántara, Tratado de la oración y de la meditación, II, 3. — 7 Pablo VI, Alocución, 8-IV-1966. — 8 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 84. — 9 Conc. Vat II, Const. Gaudium et spes, 35. — 10 Juan Pablo II, Exhort. Apost. Familiaris consortio, 22-XI-1981, n. 37. — 11 Flp 3, 19. — 12 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 682. — 13 Santo Tomás, Suma Teológica, 2-2, q. 149, a. 4. — 14 Juan Pablo II, Sobre la templanza, 22-XI-1988.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
Santa María Magdalena
"Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados."
(Mt 5,5)
Su nombre era María, que significa "preferida por Dios", y era natural de Magdala en Galilea; de ahí su sobrenombre de Magdalena. Magdala, ciudad a la orilla del Mar de Galilea, o Lago de Tiberiades.
Jesús, al dar su Espíritu a sus apóstoles, les dijo que perdonasen los pecados conforme se lo habían visto a Él hacer: y la liturgia nos recuerda hoy un ejemplo, que será siempre famoso, de la misericordia del Salvador con los que se duelen de sus pasados extravíos.
María, hermana de Marta y Lázaro, era pública pecadora, hasta que tocada un día por la gracia, vino a rendirse a los pies del Señor. "No te acerques a mí, porque estoy puro", le dirían los soberbios; pero el Señor, al contrario, la recibe y perdona. Por eso Jesús, "acoge bondadoso la ofrenda de sus servicios", y le ofrece para siempre un sitial de honor en su corte real. La contrición transforma su amor. "Por haber amado mucho, se le perdonan muchos pecados". Movido por sus ruegos resucita Jesús a Lázaro, su hermano, y cuando Jesús es crucificado, le asiste, más muerta que viva; preguntando, como la esposa de los Cantares, a dónde han puesto su esposo Divino, Cristo la llama por su propio nombre, y mándale llevar a los discípulos la nueva de su Resurrección.
A imitación de la gran Santa María Magdalena, vengamos en espíritu de amor y de compunción, a ofrecer a Jesús, presente en la santa Misa, el tesoro de nuestras alabanzas. Hagámosle compañía, como las dos hermanas Marta y María; adornemos su altar, con ese recio espíritu de fe que no teme el escándalo farisaico, con todo el esplendor que conviene a la casa de Dios. Imitémosla sobre todo en su acendrado amor a Jesús, seguros de que haciéndolo así, lograremos la remisión entera de nuestras pasadas culpas, elevándonos, desde el fondo de nuestra miseria a la sima de la santidad. Al que busca a Dios con gemidos, pronto le abre la puerta de su misericordia y de sus ricos tesoros.
Cuatro menciones en los Evangelios:
1) Los siete demonios. Lo primero que dice el Evangelio acerca de esta mujer, es que Jesús sacó de ella siete demonios (Lc 8,2), lo cual es un favor grandísimo, porque una persona poseída por siete espíritus inmundos tiene que haber sido impresionantemente infeliz. Esta gran liberación obrada por Jesús debió dejar en Magdalena una gratitud profundísima.
Nuestro Señor decía que cuando una persona logra echar lejos a un mal espíritu, este se va y consigue otros siete espíritus peores que él y la atacan y así su segundo estado llega a ser peor que el primero (Lc 11,24). Eso le pudo suceder a Magdalena. Y que enorme paz habrá experimentado cuando Cristo alejó de su alma estos molestos espíritus.
A nosotros nos consuela esta intervención del Salvador, porque a nuestra alma la atacan también siete espíritus dañosísimos: el orgullo, la avaricia, la ira, la gula, la impureza o lujuria, envidia, la pereza y quizás varios más. ¿Quién puede decir que el espíritu del orgullo no le ataca día por día? ¿Habrá alguien que pueda gloriarse de que el mal espíritu de la impureza no le ha atacado y no le va a atacar ferozmente? Y lo mismo podemos afirmar de los demás.
Pero hay una verdad consoladora: Y es que los espíritus inmundos cuando veían o escuchaban a Jesús empezaban a tembar y salían huyendo. ¿Por qué no pedirle frecuentemente a Cristo que con su inmenso poder aleje de nuestra alma todo mal espíritu? El milagro que hizo en favor de la Magdalena, puede y quiere seguirlo haciendo cada día en favor de todos nosotros.
2) Se dedicó a servirle con sus bienes. Amor con amor se paga. Es lo que hizo la Magdalena. Ya que Jesús le hizo un gran favor al librarla de los malos espíritus, ella se dedicó a hacerle pequeños pero numerosos favores. Se unió al grupo de las santas mujeres que colaboraban con Jesús y sus discípulos (Juana, Susana y otras). San Lucas cuenta que estas mujeres habían sido liberadas por Jesús de malos espíritus o de enfermedades y que se dedicaban a servirle con sus bienes (Lc 8,3). Lavaban la ropa, preparaban los alimentos; quizás cuidaban a los niños mientras los mayores escuchaban al Señor; ayudaban a catequizar niños, ancianos y mujeres, etc...
3) Junto a la cruz. La tercera vez que el Evangelio nombra a Magdalena es para decir que estuvo junto a la cruz, cuando murió Jesús. La ausencia de hombres amigos junto a la cruz del Redentor fue escandalosa. Sencillamente no se atrevieron a aparecer por ahí. No era nada fácil declararse amigo de un condenado a muerte. El único que estuvo junto a Él fue Juan. En cambio las mujeres se mostraron mucho más valerosas en esa hora trágica y fatal. Y una de ellas fue Magdalena.
San Mateo (Mt 27,55), San Marcos (Mc 15, 40) y San Juan (Jn 19, 25) afirman que junto a la cruz de Jesús estaba la Magdalena. En las imágenes religiosas de todo el mundo los artistas han pintado a María Magdalena junto a María, la Madre de Jesús, cerca de la cruz del Redentor agonizante, como un detalle de gratitud a Jesús.
4) Jesús resucitado y la Magdalena. Uno de los datos más consoladores del Evangelio es que Jesús resucitado se aparece primero a dos personas que habían sido pecadoras pero se habían arrepentido: Pedro y Magdalena. Como para animarnos a todos los pecadores, con la esperanza de que si nos arrepentimos y corregimos lograremos volver a ser buenos amigos de Cristo.
Los cuatro evangelistas cuentan como María Magdalena fue el domingo de Resurrección por la mañana a visitar el sepulcro de Jesús. San Juan lo narra de la siguiente manera:
"Estaba María Magdalena llorando fuera, junto al sepulcro y vio dos ángeles donde había estado Jesús. Ellos le dicen: - ¿Mujer, por qué lloras? - Ella les responde: - Porque se han llevado a mi Señor, y no sé donde lo han puesto.
Dicho esto se volvió y vio que Jesús estaba ahí, pero no sabía que era Jesús.
Le dice Jesús: - ¿Mujer por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, pensando que era el encargado de aquella finca le dijo: - Señor, si tú lo has llevado, dime donde lo has puesto, yo me lo llevaré.
Jesús le dice: '¡María!'
Ella lo reconoce y le dice : '¡Oh Maestro!' (y se lanzó a besarle los pies).
Le dijo Jesús: - Suéltame, porque todavía no he subido al Padre. Vete donde los hermanos y diles: 'Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios a vuestro Dios'.
Fue María Magdalena y les dijo a los discípulos: - He visto al Señor, y me ha dicho esto y esto." (Jn. 27, 11).
Esta mujer tuvo el honor de ser la encargada de comunicar la noticia de la resurrección de Jesús.
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Fuente: cpalsj.org
Felipe Evans, Santo Sacerdote y Mártir, 22 de julio
Sacerdote y Mártir Martirologio Romano: En Cardiff, ciudad de Gales, santos Felipe Evans, de la Compañía de Jesús, y Juan Lloyd, presbíteros y mártires, que, siendo rey Carlos II, fueron ahorcados al descubrirse que ejercían el sacerdocio en su patria (1679). Felipe nace el año 1645, en Monmouthshire, Gales. Cerca de la parroquia de Abergavenny, se encuentra la casa paterna. Sus padres, que han permanecido como buenos católicos, lo envían al continente, cuando tiene quince años, para recibir su educación en el Colegio Inglés de la Compañía de Jesús ubicado en la ciudad de Saint Omer, en Flandes. |
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Agustín de Biella Fangi, Beato Sacerdote, 22 de julio
Presbítero Dominico Martirologio Romano: En Venecia, beato Agustín de Biella Fangi, presbítero de la Orden de Predicadores, que prestó grandes servicios en Soncino, en Viglebano y en la misma Venecia (1493). Agustín fue un confesor del siglo XV. La línea Biella-Soncino-Venecia representa, imaginativamente, los datos biográficos de Agustín. |
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Vandregisilo, Santo Abad, 22 de julio
Abad Martirologio Romano: En el monasterio de Fontenelle, en Neustria, san Vandregisilo, abad, que, habiendo renunciado a vivir en la corte con el rey Dagoberto, hizo vida monástica en varios lugares, y promovido al sacerdocio por san Audeno, obispo de Rouen, en el bosque llamado Gemeticense fundó y rigió el monasterio de este mismo nombre (c. 668). Vandregisilo nació en las cercanías de Verdún (Francia), a fines del siglo VI o a principios del VII. Era pariente del Beato Pepino de Landen, predecesor de la dinastía carolingia. Sus padres le educaron piadosa y sobriamente, y en la escuela aprendió los rudimentos de las ciencias profanas. Los nobles de aquella época sólo podían hacer carrera en la corte, de suerte que Vandregisilo fue enviado a la corte de Austrasia, en cuanto tuvo edad suficiente para ello. Ahí contrajo matrimonio por complacer a sus padres, aunque personalmente no lo deseaba, pues desde tiempo atrás tenía la intención de abrazar la vida religiosa. Felizmente, los deseos de su esposa concordaban con los suyos, de suerte que vivieron juntos como hermano y hermana (aunque también se cuenta que fueron los padres de Santa Landrada). |
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Fuente: Martirologio Romano
Otros Santos y Beatos Completando el santoral de este día, 22 de julio
San Platón, mártir |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
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