JMJ
Pax
Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo; reciban el Espíritu Santo
† Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 19-23
Gloria a ti, Señor.
Al anochecer del día de la resurrección, estaban reunidos los discípulos en una
casa con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Jesús se presentó en
medio de ellos y les dijo:
"La paz esté con ustedes".
Y les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al
ver al Señor.
Jesús les dijo de nuevo:
"La paz esté con ustedes".
Y añadió:
"Como el Padre me ha enviado, yo también los envío a ustedes".
Sopló sobre ellos y les dijo:
"Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados, Dios se los
perdonará; y a quienes se los retengan, Dios se los retendrá".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.
El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk
El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu
El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc
Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?
Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).
Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?
Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).
† Misal
PENTECOSTÉS (8o dom de pascua)
Antífona de Entrada
El Espíritu del Señor llena la tierra; él da unidad a todas las cosas y hace comprender en todas las lenguas.
Aleluya.
Oración Colecta
Oremos:
Dios nuestro, que por el misterio de Pentecostés santificas a tu Iglesia
extendida por todas las naciones; concede al mundo entero los dones de tu
Espíritu Santo y continúa realizando hoy, en el corazón de tus fieles, la unidad
y el amor de la primitiva Iglesia.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y empezaron a hablar
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 1-11
Al llegar el día de Pentecostés, estaban los discípulos todos juntos en el mismo
lugar. De repente vino del cielo un gran ruido, semejante a la ráfaga de un
viento impetuoso, y llenó toda la casa donde se encontraban. Entonces
aparecieron lenguas como de fuego, que se repartían y se posaban sobre cada uno
de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en
lenguas extrañas, según el Espíritu los movía a expresarse.
Se encontraban por entonces en Jerusalén judíos piadosos venidos de todas las
naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron
desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Todos,
sorprendidos y admirados, decían:
"¿No son galileos todos los que hablan? Entonces, ¿cómo es que cada uno de
nosotros los oímos hablar en nuestra lengua materna? Entre nosotros hay partos,
medos, elamitas, y los que vivimos en Mesopotamia, Judea y Capadocia, el Ponto y
Asia, Frigia y Panfilia, Egipto y la parte de Libia que limita con Cirene; los
romanos que estamos de paso, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los
oímos proclamar en nuestras lenguas las
grandezas de Dios".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 103, 1ab-24ac.29bc-30.31 y 34
Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Bendice al Señor, alma mía: ¡Señor, Dios mío, qué grande eres! ¡Cuántas son tus obras, Señor! La tierra está llena de tus criaturas.
Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Si retiras tu soplo, expiran y regresan al polvo; envías tu Espíritu, los creas, y renuevas la superficie de la tierra.
Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Gloria al Señor por siempre, que se alegre el Señor por sus obras. ¡Ojalá le sea agradable mi canto!, yo pondré mi alegría en el Señor.
Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Segunda Lectura
Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12, 3b-7.12-13
Hermanos: Nadie puede decir "Jesús es Señor", si no está movido por el Espíritu
Santo.
Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; hay
diversidad de servicios, pero el Señor es el mismo. Hay diversidad de
actividades, pero uno mismo es el Dios que activa todas las cosas en todos.
A cada cual se le concede la manifestación del Espíritu para el bien de todos.
Del mismo modo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los
miembros del cuerpo, por muchos que sean, no forman más que un solo cuerpo, así
también Cristo. Porque todos nosotros, judíos y no judíos, esclavos o libres,
hemos recibido un mismo Espíritu en el bautismo, a fin de formar un solo cuerpo;
y también todos participamos del mismo Espíritu.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Secuencia
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre; don,
en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones
según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.
Amén.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el
fuego de tu amor.
Aleluya.
Evangelio
Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo; reciban el Espíritu Santo
† Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 19-23
Gloria a ti, Señor.
Al anochecer del día de la resurrección, estaban reunidos los discípulos en una
casa con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Jesús se presentó en
medio de ellos y les dijo:
"La paz esté con ustedes".
Y les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al
ver al Señor.
Jesús les dijo de nuevo:
"La paz esté con ustedes".
Y añadió:
"Como el Padre me ha enviado, yo también los envío a ustedes".
Sopló sobre ellos y les dijo:
"Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados, Dios se los
perdonará; y a quienes se los retengan, Dios se los retendrá".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Oremos, hermanas y hermanos, e invoquemos a Cristo, que, entronizado a la derecha de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido, y pidámosle que lo derrame sobre la Iglesia y sobre todo el mundo:
(A cada petición respondemos: Escúchanos, Señor).
Oremos a Cristo, el buen pastor de la Iglesia, que nos mereció la efusión del Espíritu Santo, y pidámosle que sean iluminados por este mismo Espíritu el Papa, nuestros obispos y todos los demás pastores de la Iglesia, a fin de que conduzcan su rebaño por las sendas de la salvación, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Pidamos también al Señor resucitado, que envió su Espíritu en forma de lenguas para destruir la división de Babel, que congregue en la unidad y conceda la paz a todas los pueblos y naciones del mundo, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Supliquemos al vencedor de la muerte que envíe el Consolador a los que sufren, para que encuentren fuerza y consuelo en la contemplación del misterio pascual y les dé la firme esperanza de que están llamados a la resurrección y a la felicidad de su reino, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Pidamos al Hijo de Dios, que desde el Padre nos ha enviado el Espíritu Santo, que este mismo Espíritu nos recuerde constantemente sus palabras y nos dé la fuerza que necesitamos para dar testimonio de él hasta los confines del mundo, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Terminemos nuestra oración pidiendo al mismo Espíritu que resucitó a Cristo de entre los muertos, que permanezca en nosotros y nos disponga para ser piedras vivas del templo eterno de Dios, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Celebrante:
Escucha, Señor, las oraciones de tu pueblo y haz que quienes nos disponemos a clausurar, con la solemnidad de hoy, las fiestas pascuales, renovados y fortalecidos por tu Espíritu, vivamos continuamente la novedad pascual y lleguemos también a las fiestas de la pascua eterna. Por Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina, inmortal y glorioso, por los siglos de los siglos.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Señor, que el Espíritu Santo nos haga comprender mejor, según la promesa de tu
Hijo, el misterio de este sacrificio y toda la profundidad del Evangelio.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
El misterio de Pentecostés
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno.
Pues, para llevar a plenitud el misterio pascual, enviaste hoy el Espíritu Santo
sobre los que habías adoptado como hijos por su participación en Cristo.
Aquel mismo Espíritu que, desde el comienzo, fue el alma de la Iglesia naciente;
el Espíritu que infundió el conocimiento de Dios a todos los pueblos; el
Espíritu que congregó en la confesión de una misma fe a los que el pecado había
dividido en diversidad de lenguas.
Por eso,
con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y
también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar el
himno de tu gloria:
Antífona de la Comunión
Todos quedaron llenos de Espíritu Santo, y proclamaban las maravillas de Dios.
Aleluya.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Señor, tú que nos concedes participar de la vida divina por medio de tus
sacramentos, conserva en nosotros el don de tu amor y la presencia viva del
Espíritu Santo, para que esta comunión nos ayude a obtener
nuestra salvación eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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† Meditación diaria
Solemnidad de Pentecostés
LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO
— La fiesta judía de Pentecostés. El envío del Espíritu Santo. El viento impetuoso y las lenguas de fuego.
— El Paráclito santifica continuamente a la Iglesia y a cada alma. Correspondencia a las mociones e inspiraciones del Espíritu Santo.
— Correspondencia: docilidad, vida de oración, unión con la Cruz.
I. El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que habita en nosotros. Aleluya1.
Pentecostés era una de las tres grandes fiestas judías; muchos israelitas peregrinaban a Jerusalén en estos días para adorar a Dios en el Templo. El origen de la fiesta se remontaba a una antiquísima celebración en la que se daban gracias a Dios por la cosecha del año, a punto ya de ser recogida. Después se sumó en ese día el recuerdo de la promulgación de la Ley dada por Dios en el monte Sinaí. Se celebraba cincuenta días después de la Pascua, y la cosecha material que los judíos festejaban con tanto gozo se convirtió, por designio divino, en la Nueva Alianza, en una fiesta de inmensa alegría: la venida del Espíritu Santo con todos sus dones y frutos.
Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar y de repente sobrevino del cielo un ruido, como de viento que irrumpe impetuosamente, y llenó toda la casa en la que se hallaban2. El Espíritu Santo se manifiesta en aquellos elementos que solían acompañar la presencia de Dios en el Antiguo Testamento: el viento y el fuego3.
El fuego aparece en la Sagrada Escritura como el amor que lo penetra todo, y como elemento purificador4. Son imágenes que nos ayudan a comprender mejor la acción que el Espíritu Santo realiza en las almas: Ure igne Sancti Spiritus renes nostros et cor nostrum, Domine... Purifica, Señor, con el fuego del Espíritu Santo nuestras entrañas y nuestro corazón...
El fuego también produce luz, y significa la claridad con que el Espíritu Santo hace entender la doctrina de Jesucristo: Cuando venga aquél, el Espíritu de verdad, os guiará hacia la verdad completa... Él me glorificará porque recibirá de lo mío y os lo anunciará5. En otra ocasión, Jesús ya había advertido a los suyos: el Paráclito, el Espíritu Santo... os lo enseñará todo y os recordará todo lo que os he dicho6. Él es quien lleva a la plena comprensión de la verdad enseñada por Cristo: "habiendo enviado por último al Espíritu de verdad, completa la revelación, la culmina y la confirma con testimonio divino"7.
En el Antiguo Testamento, la obra del Espíritu Santo es frecuentemente sugerida por el "soplo", para expresar al mismo tiempo la delicadeza y la fuerza del amor divino. No hay nada más sutil que el viento, que llega a penetrar por todas partes, que parece incluso llegar a los cuerpos inanimados y darles una vida propia. El viento impetuoso del día de Pentecostés expresa la fuerza nueva con que el Amor divino irrumpe en la Iglesia y en las almas.
San Pedro, ante la multitud de gente que se congrega en las inmediaciones del Cenáculo, les hace ver que se está cumpliendo lo que ya había sido anunciado por los Profetas8: Sucederá en los últimos días, dice Dios, que derramaré mi Espíritu sobre toda carne...9. Quienes reciben la efusión del Espíritu no son ya algunos privilegiados, como los compañeros de Moisés10, o como los Profetas, sino todos los hombres, en la medida en que reciban a Cristo11. La acción del Espíritu Santo debió producir, en los discípulos y en quienes les escuchan, tal admiración, que todos estaban fuera de sí, llenos de amor y alegría.
II. La venida del Espíritu Santo en el día de Pentecostés no fue un hecho aislado en la vida de la Iglesia. El Paráclito la santifica continuamente; también santifica a cada alma, a través de innumerables inspiraciones, que son "todos los atractivos, movimientos, reproches y remordimientos interiores, luces y conocimientos que Dios obra en nosotros, previniendo nuestro corazón con sus bendiciones, por su cuidado y amor paternal, a fin de despertarnos, movernos, empujarnos y atraernos a las santas virtudes, al amor celestial, a las buenas resoluciones; en una palabra, a todo cuanto nos encamina a nuestra vida eterna"12. Su actuación en el alma es "suave y apacible (...); viene a salvar, a curar, a iluminar"13.
En Pentecostés, los Apóstoles fueron robustecidos en su misión de testigos de Jesús, para anunciar la Buena Nueva a todas las gentes. Pero no solamente ellos: cuantos crean en Él tendrán el dulce deber de anunciar que Cristo ha muerto y resucitado para nuestra salvación. Y sucederá en los últimos días, dice el Señor, que derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas, y vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños. Y sobre mis siervos y mis siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días y profetizarán14. Así predica Pedro la mañana de Pentecostés, que inaugura ya la época de los últimos días, los días en que ha sido derramado de una manera nueva el Espíritu Santo sobre aquellos que creen que Jesús es el Hijo de Dios, y llevan a cabo su doctrina.
Todos los cristianos tenemos desde entonces la misión de anunciar, de cantar las magnalia Dei15, las maravillas que ha hecho Dios en su Hijo y en todos aquellos que creen en Él. Somos ya un pueblo santo para publicar las grandezas de Aquel que nos sacó de las tinieblas a su luz admirable16.
Al comprender que las santificación y la eficacia apostólica de nuestra vida dependen de la correspondencia a las mociones del Espíritu Santo, nos sentiremos necesitados de pedirle frecuentemente que lave lo que está manchado, riegue lo que es árido, cure lo que está enfermo, encienda lo que es tibio, enderece lo torcido17. Porque conocemos bien que en nuestro interior hay manchas y partes que no dan todo el fruto que debieran porque están secas, y partes enfermas, y tibieza, y también pequeños extravíos, que es preciso enderezar.
Nos es necesario pedir también una mayor docilidad; una docilidad activa que nos lleve a acoger las inspiraciones y mociones del Paráclito con un corazón puro.
III. Para ser más fieles a las constantes mociones e inspiraciones del Espíritu Santo en nuestra alma "podemos fijarnos en tres realidades fundamentales: docilidad (...), vida de oración, unión con la Cruz".
Docilidad, "en primer lugar, porque el Espíritu Santo es quien, con sus inspiraciones, va dando tono sobrenatural a nuestros pensamientos, deseos y obras. Él es quien nos empuja a adherirnos a la doctrina de Cristo y a asimilarla con profundidad, quien nos da luz para tomar conciencia de nuestra vocación personal y fuerza para realizar todo lo que Dios espera"18.
El Paráclito actúa sin cesar en nuestra alma: no decimos una sola jaculatoria si no es por una moción del Espíritu Santo19, como nos señala San Pablo en la Segunda lectura de la Misa. Él está presente y nos mueve en la oración, al leer el Evangelio, cuando descubrimos una luz nueva en un consejo recibido, al meditar una verdad de fe que ya habíamos considerado, quizá, muchas veces. Nos damos cuenta de que esa claridad no depende de nuestra voluntad. No es cosa nuestra sino de Dios. Es el Espíritu Santo quien nos impulsa suavemente al sacramento de la Penitencia para confesar nuestros pecados, a levantar el corazón a Dios en un momento inesperado, a realizar una obra buena. Él es quien nos sugiere una pequeña mortificación, o nos hace encontrar la palabra adecuada que mueve a una persona a ser mejor.
Vida de oración, "porque la entrega, la obediencia, la mansedumbre del cristiano nacen del amor y al amor se encaminan. Y el amor lleva al trato, a la conversación, a la amistad. La vida cristiana requiere un diálogo constante con Dios Uno y Trino, y es a esa intimidad a donde nos conduce el Espíritu Santo (...). Acostumbrémonos a frecuentar al Espíritu Santo, que es quien nos ha de santificar: a confiar en Él, a pedir su ayuda, a sentirlo cerca de nosotros. Así se irá agrandando nuestro pobre corazón, tendremos más ansias de amar a Dios y, por Él, a todas las criaturas"20.
Unión con la Cruz, "porque en la vida de Cristo el Calvario precedió a la Resurrección y a la Pentecostés, y ese mismo proceso debe reproducirse en la vida de cada cristiano (...). El Espíritu Santo es fruto de la Cruz, de la entrega total a Dios, de buscar exclusivamente su gloria y de renunciar por entero a nosotros mismos"21.
Podemos terminar nuestra oración haciendo nuestras las peticiones que se contienen en el himno que se canta en la Secuencia de la Misa de este día de Pentecostés: Ven, Espíritu Santo, y envía desde el cielo un rayo de tu luz. Ven, padre de los pobres; ven dador de las gracias; ven, lumbre de los corazones. Consolador óptimo, dulce huésped del alma, dulce refrigerio. Descanso en el trabajo, en el ardor tranquilidad, consuelo en el llanto. ¡Oh luz santísima!, llena lo más íntimo de los corazones de tus fieles (...). Concede a tus fieles que en Ti confían, tus siete sagrados dones. Dales el mérito de la virtud, dales el puerto de la salvación, dales el eterno gozo22.
Para tratar mejor al Espíritu Santo nada tan eficaz como acercarnos a Santa María, que supo secundar como ninguna otra criatura las inspiraciones del Espíritu Santo. Los Apóstoles, antes del día de Pentecostés, perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres y con María la Madre de Jesús23.
1 Antífona de entrada. Misa de la vigilia, Rom 5, 5; 8, 11. — 2 Hech 2, 1-2. — 3 Cfr. Ex 3, 2. — 4 Cfr. M. D. Philippe, Misterio de María, Rialp, Madrid 1986, 352-355. — 5 Jn 16, 13-14. — 6 Jn 14, 26. — 7 Conc. Vat. II, Const. Dei Verbum, 4. — 8 Jl 2, 28. — 9 Hech 2, 17. — 10 Cfr. Núm. 11, 25. — 11 Cfr. Jn 7, 39. — 12 San Francisco de Sales, Introd. a la vida devota II, 18. — 13 San Cirilo de Jerusalén, Catequesis 16, sobre el Espíritu Santo, 1. — 14 Hech 2, 17-18. — 15 Hch 2, 11. — 16 1 Pdr 2, 9. — 17 Cfr. Misal Romano, Secuencia de la Misa de Pentecostés. — 18 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 135. — 19 Cfr. 1 Cor 12, 3. — 20 San Josemaría Escrivá, o. c., 136. — 21 Ibídem, 137. — 22 Misal Romano, Secuencia de la Misa de Pentecostés. — 23 Cfr. Hech 1, 14.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
Novena a San Antonio de Padua
Cercanos a la fiesta de San Antonio de Padua que se celebra cada 13 de junio, ACI Prensa ofrece una novena de preparación en honor a este gran doctor de la Iglesia, patrono de las mujeres estériles, y a quien por tradición se le invoca para pedir un buen esposo o esposa.
San Antonio nació en Portugal en 1195 y se le conoce con el apelativo de Padua porque en esa ciudad italiana fue donde murió (1231) y se veneran sus reliquias. Se dice que cierto día, mientras oraba, se le apareció el niño Jesús.
San Buenaventura decía: "Acude con confianza a Antonio, que hace milagros, y él te conseguirá lo que buscas". León XIII lo llamó "el santo de todo el mundo" porque su imagen y devoción se encuentran por todas partes.
Primer día
V/. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R/. Amén.
V/. Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. Señor, date prisa en socorrerme.
V/. Gloria al Padre...
R/. Como era en el principio...
Oración inicial
Señor Dios de poder y misericordia, te pedimos que nos envíes tu Espíritu Santo, para que, haciendo morada en nosotros, como la hizo en tu siervo Antonio, nos convierta por su intercesión en templos de tu gloria y nos guíe por los caminos que Tú, Padre de bondad, quieres para nosotros. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
De los sermones de San Antonio
El que está lleno del Espíritu Santo habla diversas lenguas. Estas diversas lenguas son los diversos testimonios que da de Cristo, como por ejemplo la humildad, la pobreza, la paciencia y la obediencia, que son las palabras con que hablamos cuando los demás pueden verlas reflejadas en nuestra conducta. La palabra tiene fuerza cuando va acompañada de las obras, y, por esto, el Señor nos maldice como maldijo aquella higuera en la que no halló fruto, sino hojas tan sólo. "La norma del predicador -dice san Gregorio- es poner por obra lo que predica". En vano se esfuerza en propagar la doctrina cristiana el que la contradice con sus obras.
Hablemos, por tanto, como el Espíritu Santo nos conceda expresarnos, pidiéndole humilde y devotamente que nos infunda su gracia, para que llegue el día de Pentecostés por la perfección de los cinco sentidos y la observancia del Decálogo; para que quedemos llenos del espíritu impetuoso de la contrición y nos abrasemos con las lenguas de fuego de la confesión, para que, encendidos e iluminados en el esplendor de los santos, merezcamos ver a Dios uno y trino. Ayúdenos aquel que es Dios uno y trino, bendito por los siglos de los siglos. Diga todo espíritu: Amén, aleluya.
Antífona: Desde su juventud caminó Antonio con rectitud, halló mucha sabiduría y progresó en ella. Se entregó a Dios de todo corazón y en tiempos violentos fue compasivo.
Plegaria
Recuerda, Señor, que tu misericordia y tu ternura son eternas. Con la confianza que nos da el sabernos hijos tuyos e invocando la intercesión de tu siervo San Antonio, al que atiendes con largueza, te presentamos nuestras peticiones: ...... ...... ......
Oración final
Dios todopoderoso y eterno, tú que has dado a tu pueblo en la persona de San Antonio de Padua un predicador insigne y un intercesor poderoso, concédenos seguir fielmente los principios de la vida cristiana, para que merezcamos tenerte como protector en todas las adversidades. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
V/. Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios.
Segundo día
V. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R. Amén.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
V. Gloria al Padre...
R. Como era en el principio...
Oración inicial
Te pedimos, Señor, confiados en la intercesión de tu siervo Antonio, que tu Espíritu nos penetre con su fuerza, para que nuestro pensar te sea grato y nuestro obrar concuerde con tu voluntad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
De la vida de San Antonio
El 16 de enero de 1220 fueron martirizados en Marrakech los franciscanos que habían pasado por Coimbra, san Berardo y cuatro compañeros. Sus restos mortales fueron llevados por el Infante Don Pedro a Coimbra, y allí colocados en la iglesia de Santa Cruz. Las noticias del martirio y los milagros que acompañaban a las santas reliquias llevaron a Antonio a intensificar sus relaciones con los franciscanos del pequeño convento de San Antón. El deseo de evangelizar a los infieles y de sufrir el martirio por Cristo, llevó a Antonio a pasar, con los debidos permisos, a la Orden de San Francisco. Era el verano-otoño de 1220. Hecho un brevísimo noviciado, a finales de 1220 o principios de 1221 Antonio marchó a Marruecos con un compañero. Pero, cuando veía ya cercano el cumplimiento de sus anhelos, una grave enfermedad lo tuvo postrado todo el invierno, y lo obligó a regresar a su patria tan pronto como el tiempo y la navegación lo permitieran. Una vez más era la Providencia la que marcaba el camino a Antonio con hechos insospechados.
De los sermones de San Antonio
La confesión sacramental se dice también puerta del cielo. Sí. Verdaderamente es puerta del cielo, verdadera puerta del paraíso, porque por ella, como por una puerta, pasa el penitente a besar los pies de la divina misericordia, se levanta hasta besar las manos de la gracia celestial, y es acogido para recibir el ósculo de la reconciliación con el Padre. ¡Oh casa de Dios! ¡Oh puerta del cielo! ¡Oh confesión del pecado! ¡Dichoso aquel que habite en ti! ¡Dichoso el que entre por ti! ¡Feliz el que se humillare en ti! Humillaos, pues, vosotros, y entrad, hermanos carísimos, por la puerta de la confesión. Confesad, como habéis oído, los pecados y sus circunstancias. Ha llegado el tiempo aceptable para la confesión, ha llegado el día saludable para la satisfacción, conforme a lo que dice: Habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches...
Cuando finalmente le tentó de avaricia, le respondió Jesús: Adorarás al Señor tu Dios, y a Él solo servirás. Todos los que aman el dinero o las glorias mundanas, se postran ante el diablo y lo adoran. Pero nosotros, por quienes Jesucristo descendió al vientre de una Virgen y se sometió al tormento de una cruz, instruidos por su ejemplo, vayamos al desierto de la penitencia y con su ayuda refrenemos el ímpetu de la gula, el viento de la vanagloria, el incendio de la avaricia. Adoremos a Aquel a quien los ángeles sirven. Él es bendito, glorioso, laudable y excelso por los siglos de los siglos. Y toda criatura responda: Amén.
Antífona: El Señor enderezó sus pasos, y prolongó su vereda en la paz. Le mostró el camino de la sabiduría, su senda brilla como la aurora y se va esclareciendo hasta que es de día.
De los milagros de San Antonio
Una monja de Santa Clara, llamada Oliva, cuando aún estaba insepulto el cuerpo del santo, se llegó a besarle las manos. Mientras permanecía postrada ante su cuerpo, pidió a Dios que, por los méritos del bienaventurado padre Antonio, le infligiera en la presente vida toda la pena que por sus pecados hubiera merecido. Acabada su oración, volvió a entrar al monasterio, siendo enseguida atacado todo su cuerpo de un dolor tan violento, que no sólo le fue imposible dominarse a sí misma, sino que sobresaltó a las otras monjas con sus gritos. Cuando al día siguiente entraban las otras en el refectorio, entró también ella a hurtadillas; pero, recreciéndole poco a poco el mal, no pudo probar bocado, sino que, mientras sus hermanas comían, se revolvía a uno y otro lado. Fue llevada a la enfermería por orden de la abadesa y, con redobladas súplicas, imploraba remedio. Se acordó entonces de que tenía guardada una partecilla de la túnica del bienaventurado Antonio y, tras hacérsela traer, se la aplicó. Inmediatamente cesó todo dolor.
Plegaria
Recuerda, Señor, que tu misericordia y tu ternura son eternas. Con la confianza que nos da el sabernos hijos tuyos e invocando la intercesión de tu siervo san Antonio, al que atiendes con largueza, te presentamos nuestras peticiones: ...... ...... ......
Oración final
Dios todopoderoso y eterno, tú que has dado a tu pueblo en la persona de san Antonio de Padua un predicador insigne y un intercesor poderoso, concédenos seguir fielmente los principios de la vida cristiana, para que merezcamos tenerte como protector en todas las adversidades. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
Tercer día
V. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R. Amén.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
V. Gloria al Padre...
R. Como era en el principio...
Oración inicial
Padre lleno de amor, concédenos por intercesión de san Antonio que, siguiendo su ejemplo, nos dediquemos con amor al servicio de la Iglesia y de los hombres nuestros hermanos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
De la vida de San Antonio
La nave en que regresaba Antonio a Portugal, fue arrastrada por la violencia de los vientos a las costas de Sicilia. Desembarcó el Santo y llegó a Mesina, donde los frailes que lo acogieron le informaron que se iba a celebrar pronto un capítulo general en Asís, al que podían asistir todos los hermanos de la Orden. Antonio se unió a ellos y, del 30 de mayo al 8 de junio de 1221, estuvo en el capítulo presidido por san Francisco. Terminado el capítulo, cada cual regresó a su provincia o marchó a la misión que se le había confiado. Antonio era un desconocido, recién incorporado a la Orden en tierras lejanas, y no tenía un destino establecido, por lo que el provincial de Romaña lo admitió en su provincia y lo destinó al eremitorio de Monte Paolo, cerca de Forlí, en el que no había ningún sacerdote. Durante unos quince meses, allí pudo el santo madurar su vocación franciscana, sacar conclusiones de su experiencia misionera, sumergirse en la contemplación y en la vida ascética. Hasta que un hecho, en apariencia fortuito, iba a cambiar el rumbo de su vida.
De los sermones de San Antonio
¡Oh inestimable dignidad de María! ¡Oh inenarrable sublimidad de la gracia! ¡Oh inescrutable profundidad de misericordia! ¿Qué gracia, qué misericordia fue o pudo jamás ser hecha a un ángel o a un hombre, tan grande como la que fue hecha a la bienaventurada Virgen María, que Dios Padre quiso que fuera Madre de su propio Hijo, igual a Él, engendrado antes de los siglos? Sería gracia y dignidad máxima que una pobrecita mujer tuviese un hijo con el emperador. En realidad, superior a toda gracia fue la gracia de María Santísima, que tuvo un Hijo con Dios Padre, por lo cual, mereció ser coronada en el cielo.
Te rogamos, pues, Señora nuestra, ínclita Madre de Dios, ensalzada por encima de los ángeles, que llenes con la gracia celestial el vaso de nuestro corazón; que lo hagas resplandecer con el oro de la sabiduría; que lo fortalezcas con el poder de tu virtud; que lo adornes con las piedras preciosas de las virtudes; que derrames sobre nosotros el óleo de tu misericordia, tú, olivo bendito, para que cubras la multitud de nuestros pecados, a fin de que merezcamos ser levantados a la altura de la gloria celestial y ser bienaventurados con los bienaventurados. Ayúdenos Jesucristo, tu Hijo, que te exaltó por encima de los coros de los ángeles, te puso la corona de Reina y te sentó en el trono de la luz eterna. A Él es dada honra y gloria por los siglos de los siglos. Diga toda la Iglesia: Amén, Aleluya.
Antífona: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor.
De los milagros de San Antonio
Un clérigo de Anguilara, llamado Guidoto, cierto día que estaba en la cámara del señor obispo de Padua, se mofaba a escondidas de los testigos que deponían acerca de los milagros del bienaventurado Antonio. Pero a la noche siguiente fue acometido de dolores tan violentos por todo el cuerpo, que creyó que irremisiblemente le aguardaba la sentencia de muerte. Estimándose, y con razón, indigno de conmiseración, pedía a su madre que, apoyada en su confianza, hiciera un voto al santo de Dios, para poder alcanzar así misericordia. Apenas hecho el voto desaparecieron los dolores, y antes de que llegara el día ya estaba sano; y el que antes había hecho escarnio de los testigos con la risilla de la incredulidad, viose obligado ahora a rendir testimonio ante la verdad.
Plegaria
Recuerda, Señor, que tu misericordia y tu ternura son eternas. Con la confianza que nos da el sabernos hijos tuyos e invocando la intercesión de tu siervo san Antonio, al que atiendes con largueza, te presentamos nuestras peticiones: ...... ...... ......
Oración final
Dios todopoderoso y eterno, tú que has dado a tu pueblo en la persona de san Antonio de Padua un predicador insigne y un intercesor poderoso, concédenos seguir fielmente los principios de la vida cristiana, para que merezcamos tenerte como protector en todas las adversidades. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
Cuarto día
V. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R. Amén.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
V. Gloria al Padre...
R. Como era en el principio...
Oración inicial
Te pedimos, Dios Padre todopoderoso, por intercesión de tu amigo san Antonio, que derrames sobre nosotros la fuerza del Espíritu Santo, para que, como él, podamos cumplir fielmente tu voluntad y demos testimonio de ti con nuestras obras. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
De la vida de San Antonio
El 24 de septiembre de 1222, acudieron a Forlí multitud de frailes, entre ellos Antonio, con motivo de la administración de órdenes sagradas. Era costumbre que antes de tal celebración se dirigiera una exhortación a los ordenandos. Pero resultó que ninguno de los presentes, ni siquiera los dominicos, se encontraba dispuesto para ello. En tal situación el superior franciscano ordenó a Antonio que dijera dos palabras de edificación, y el santo, sin pretenderlo, puso de manifiesto su gran cultura bíblico-teológica, así como su profunda espiritualidad, para asombro y alegría de los asistentes. Se enteró de lo sucedido el Provincial, que de inmediato confirió a Antonio el oficio de la predicación. A partir de octubre de 1222, Antonio se consagró a la predicación, recorriendo pueblos y ciudades, dirigiendo la palabra a sus propios hermanos de hábito, a grupos de estudiantes, a confraternidades, a entidades canonicales o monásticas, e incluso a la curia pontificia. A su predicación moral y penitencial, asoció la acción pacificadora, la enseñanza de la S. Escritura a sus hermanos, el enfrentamiento con los herejes, etc.
De los sermones de San Antonio
Refúgiate en la Virgen María, oh pecador, porque es ella la ciudad de refugio. En efecto, como se dice en el libro de los Números, en otro tiempo el Señor mandó: Elegiréis ciudades que sean para vosotros ciudades de refugio, donde pueda refugiarse el homicida que hubiere muerto a alguno sin querer. Así ahora la misericordia del Señor ha puesto como refugio de misericordia el nombre de María hasta para los homicidas voluntarios. Torre fortísima es el nombre de la Señora. En ella se refugiará el pecador y se salvará. Nombre dulce, nombre que conforta al pecador, nombre de dichosa esperanza. Señora, tu nombre está en el deseo de mi alma. El nombre de la Virgen era María, dice san Lucas. Es tu nombre perfume que se difunde. El nombre de María es júbilo en el corazón, miel en la boca, melodía en el oído. Noblemente, pues, en alabanza de la Virgen Santísima se dice: Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que mamaste.
Por eso, te pedimos, Señora nuestra, esperanza nuestra, que Tú, Estrella del mar, irradies luz a nosotros, sacudidos por la tempestad de este mar, nos encamines al puerto, y protejas nuestra muerte con la tutela de tu presencia, a fin de que merezcamos salir seguros de la cárcel y lleguemos alegres al gozo interminable. Ayúdenos Aquel a quien llevaste en tu vientre bendito y amamantaste en tus pechos sacratísimos. A Él sea dada honra y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor puso a Antonio como lumbrera y lo exaltó en medio de su pueblo. La lengua del justo es plata probada. Sus labios apacientan a muchos.
De los milagros de San Antonio
Un hombre de Porcilia (barriada de Padua), Escoto por nombre, que tenía los pies empodrecidos y tumefactos a causa de una podagra nudosa, acudió, llevado por un hombre a sus espaldas, al convento de los frailes. Tras confesarse y recibir la penitencia, sin pérdida de tiempo se hizo llevar, devoto, ante el arca de san Antonio. Habiendo permanecido allí brevemente, al momento retornó ya sano tan velozmente al fraile confesor, que éste, en extremo admirado por la brevedad del tiempo transcurrido, hizo que el que había curado se paseara por el claustro. Finalmente, ante los ojos de todos, el que llegó transportado a las espaldas, se fue por su propio pie, dando gracias a Dios y al bienaventurado Antonio.
Plegaria
Recuerda, Señor, que tu misericordia y tu ternura son eternas. Con la confianza que nos da el sabernos hijos tuyos e invocando la intercesión de tu siervo san Antonio, al que atiendes con largueza, te presentamos nuestras peticiones: ...... ...... ......
Oración final
Dios todopoderoso y eterno, tú que has dado a tu pueblo en la persona de san Antonio de Padua un predicador insigne y un intercesor poderoso, concédenos seguir fielmente los principios de la vida cristiana, para que merezcamos tenerte como protector en todas las adversidades. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
Quinto día
V. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R. Amén.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
V. Gloria al Padre...
R. Como era en el principio...
Oración inicial
Señor, tú que hiciste crecer a la Iglesia mediante el celo y los trabajos apostólicos de san Antonio, haz que, por su intercesión, recibamos siempre nuevos estímulos para crecer en la fe y en las buenas obras. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
De la vida de San Antonio
Además de predicador, san Antonio fue el primer "lector" o maestro de teología de la Orden, que comenzó su docencia en Bolonia, entre 1223 y 1224, con la aprobación expresa de san Francisco. Luego, desde el otoño de 1224 hasta finales de 1227, estuvo en el sur de Francia, dedicado a una multiforme actividad apostólica: la labor contra los herejes albigenses y los daños que habían causado en el pueblo, la enseñanza como maestro de teología en Montpellier, ciudadela de la ortodoxia católica, donde se formaban los dominicos y los franciscanos para predicar a los albigenses de la región. En el capítulo celebrado en Arlés, mientras Antonio predicaba, san Francisco, que aún vivía, se apareció estigmatizado. Por el año 1225, Antonio estuvo predicando en Toulouse, fortaleza de los albigenses, y, como maestro de teología, enseñando a sus hermanos de hábito. Según una tradición, aquí sucedió el famoso milagro del mulo, que se arrodilló ante la Eucaristía. Sin dejar de predicar y enseñar, ejerció también cargos de autoridad.
De los sermones de San Antonio
Le pusieron por nombre Jesús. Nombre deleitable, nombre que conforta al pecador y da dichosa esperanza. Júbilo en el corazón, melodía en el oído, miel en la boca. De este nombre dice la Esposa, transportada de gozo, en el Cantar de los Cantares: Oleo derramado es tu nombre. Nota que el óleo hace cinco cosas. Sobrenada en todo líquido, ablanda las cosas duras, endulza las ásperas, ilumina las oscuras, sacia los cuerpos. Así este nombre de Jesús sobresale entre todos los nombres y ángeles, porque al nombre de Jesús doblan las rodillas todas las cosas. Si le predicas a Él, ablanda los duros corazones; si le invocas, endulza las ásperas tentaciones; si en Él piensas, ilumina el corazón; si lo lees, sacia el alma.
Nosotros, pues, que del nombre de Cristo nos llamamos cristianos, unánimemente y con devoto corazón roguemos al mismo Jesucristo, Hijo de Dios, y pidámosle insistentemente nos conceda llegar con espíritu contrito a la confesión y merezcamos recibir el perdón de nuestras iniquidades. Así renovados y purificados, merezcamos disfrutar del gozo de su santa resurrección y hallarnos en la gloria de la bienaventuranza eterna. Ayúdenos Él mismo, a quien es debida toda honra y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor hizo milagros en mi favor, y me escuchó cuando lo invoqué. Alabaré al Señor con mi corazón y con mis obras; daré gracias al que me enseñó.
De los milagros de San Antonio
Había en Codigoro una niña llamada Samaritana, a la que un día, habiendo ido con otras niñas al campo de su padre a coger legumbres, súbitamente se le contrajeron las rodillas. Ya no fue capaz de regresar, y fueron sus acompañantes las que la llevaron a la casa paterna. Y así, arreciando la enfermedad, desde hacía tres años caminaba arrastrándose con las manos y con las nalgas por el suelo. Cierto día, tras hacer la confesión, acudió la niña junto con su madre al sepulcro del bienaventurado Antonio para orar, y, recuperada enseguida su antigua salud, se apresuró a volver a casa por su propio pie. Llegó esto a oídos de la gente de Codigoro, que salieron al punto a su encuentro, mientras repicaban las campanas, y veneraron en ella la grandeza del Señor.
Plegaria
Recuerda, Señor, que tu misericordia y tu ternura son eternas. Con la confianza que nos da el sabernos hijos tuyos e invocando la intercesión de tu siervo san Antonio, al que atiendes con largueza, te presentamos nuestras peticiones: ...... ...... ......
Oración final
Dios todopoderoso y eterno, tú que has dado a tu pueblo en la persona de san Antonio de Padua un predicador insigne y un intercesor poderoso, concédenos seguir fielmente los principios de la vida cristiana, para que merezcamos tenerte como protector en todas las adversidades. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
Sexto día
V. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R. Amén.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
V. Gloria al Padre...
R. Como era en el principio...
Oración inicial
Concédenos, Dios todopoderoso, que al celebrar la memoria de tu siervo san Antonio, aprovechemos sus admirables enseñanzas e imitemos el ardor de su caridad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
De la vida de San Antonio
A finales de 1227, Antonio regresó a Italia donde continuó incansable su tarea apostólica. Poco después, fue elegido ministro provincial del norte de Italia, y como tal estaba obligado a visitar, exhortar y corregir a sus frailes. Las fuentes alaban la figura de Antonio como servidor y ministro de sus hermanos, subrayando su ejemplaridad, su clemencia y benignidad, su capacidad de conmover los corazones de los tibios y negligentes, su defensa y protección del buen nombre de sus frailes, su buen humor en la convivencia, etc. Antonio dejó el oficio de ministro provincial en mayo de 1230, cuando se celebró el capítulo general en Asís con motivo del traslado de los restos mortales de san Francisco a la basílica que se le había construido. Por aquel tiempo se estableció la sincera y profunda amistad entre san Antonio y Tomás Gallo, famoso teólogo y comentador de los escritos del Pseudo-Dionisio, canónigo regular de San Agustín, abad del monasterio de San Andrés de Vercelli, en el que San Antonio moró algún tiempo; para ambos debió de resultar fructuoso el trato mutuo.
De los sermones de San Antonio
Lo entregó uno de sus discípulos: ¿Qué me queréis dar y yo os lo entregaré? ¡Horror! Por una insignificancia es vendido aquel que no tiene precio. ¡De espanto! Dios traicionado, vendido por unas monedas. ¿Qué me queréis dar? ¡Oh Judas! Te atreves a vender al Señor, al Hijo de Dios, como si fuese un vil esclavo, un perro muerto; ni siquiera pides lo que tú quisieras, sino lo que quieran darte los compradores. ¿Qué me queréis dar? ¿Qué te van a dar ellos? Si te diesen Jerusalén, Galilea o Samaría ¿podrían con eso pagar lo que vale Jesús? Si te pudiesen dar el cielo, los ángeles, la tierra y los hombres, el mar y todo cuanto contiene ¿podrían comprar al Hijo de Dios, en quien están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia? Cierto que no.
Roguemos, pues, hermanos carísimos, y supliquemos humildemente a la misericordia de Jesucristo, que venga a ponerse en medio de nosotros, nos conceda la paz, nos absuelva de los pecados, quite de nuestro corazón toda duda y nos infunda la fe en su pasión y resurrección, para que con los Apóstoles y con los fieles de la Iglesia merezcamos recibir la vida eterna. Ayúdenos aquél que es bendito, laudable y glorioso por los siglos de los siglos. Que toda alma fiel diga: Amén, Aleluya.
Antífona: Por su fidelidad se acreditó de profeta, y se manifestó fiel en su predicación. Todos se maravillaron de la sabiduría de sus palabras y glorificaron a Dios.
De los milagros de San Antonio
Vivía en el castillo de Montañana una mujer, cuyo nombre era Guina, que tenía ya dos años imposibilitados el hombro y la mano derecha, de manera que no podía echarse absolutamente nada a la espalda, ni tampoco llevarse la mano a la boca. Acercóse cierto día una primera y una segunda vez al sepulcro del bienaventurado Antonio, y, como no sintiera el más mínimo alivio en el hombro ni en el brazo, se llegó al fraile que estaba ocupado en confesar. Hecha la confesión, acercóse una tercera vez al arca, y se postró en oración. Mientras oraba, viose asaltada improvisamente de un agudo dolor en el hombro, y el hueso de la espalda retornó a su lugar, crujiendo como cuando se cascan nueces. Se alzó entonces la mujer, y al punto agitó el brazo, y, a la vista de todos, volvió libre a su casa.
Plegaria
Recuerda, Señor, que tu misericordia y tu ternura son eternas. Con la confianza que nos da el sabernos hijos tuyos e invocando la intercesión de tu siervo san Antonio, al que atiendes con largueza, te presentamos nuestras peticiones: ...... ...... ......
Oración final
Dios todopoderoso y eterno, tú que has dado a tu pueblo en la persona de san Antonio de Padua un predicador insigne y un intercesor poderoso, concédenos seguir fielmente los principios de la vida cristiana, para que merezcamos tenerte como protector en todas las adversidades. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
Séptimo día
V. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R. Amén.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
V. Gloria al Padre...
R. Como era en el principio...
Oración inicial
Dios todopoderoso, que le has dado un doctor a tu Iglesia en la figura de san Antonio, haz que todo cuanto él enseñó bajo el magisterio del Espíritu, arraigue para siempre en nuestros corazones; y el que, por gracia tuya, es nuestro protector, sea también nuestro abogado y atraiga sobre nosotros tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
De la vida de San Antonio
De junio de 1229 a junio de 1230, la Iglesia promovió una gran misión pacificadora en la región véneta, atormentada por los crueles enfrentamientos entre facciones de la nobleza. Antonio participó en esa misión, armonizando el cuidado de los frailes con los viajes de evangelizador y pacificador. Estuvo repetidas veces Padua, donde fijó su residencia y se dedicó intensamente a predicar, a oír confesiones, y también a enseñar teología a sus frailes en la escuela que fundó en la ciudad; más aún, tuvo coloquios y conferencias de temas bíblico-morales en los ambientes universitarios paduanos, que le profesaron una gran veneración. El capítulo general de 1230 envió a Roma a un grupo selecto de hermanos, entre ellos Antonio, con el encargo de exponerle al Papa los problemas urgentes de la Orden. La estancia en la curia pontificia se prolongó algunos meses, en los que Antonio continuó predicando y dando conferencias espirituales. El Papa, en la bula de canonización de Antonio, recuerda su trato personal con él, su virtud y su ciencia, y lo llama "Arca del Testamento" por sus profundos conocimientos bíblicos.
De los sermones de San Antonio
Lo entregó Judas, uno de sus discípulos. ¿Puede acaso el Creador ser comprado o vendido por una criatura? Y tú dices: ¿Qué me queréis dar y os lo entregaré? Dime ¿en qué te perjudicó y qué mal te hizo, pues dices: os lo entregaré? ¿Te olvidaste de aquella incomparable humildad del Hijo de Dios y de su pobreza voluntaria? ¿Su bondad y afabilidad? ¿Su dulce predicación y prodigiosos milagros? ¿Aquellas tiernísimas lágrimas derramadas sobre la ciudad de Jerusalén y la muerte de Lázaro? ¿Y el privilegio de haberte escogido para ser Apóstol haciéndote su familiar y amigo? Éstas y otras cosas semejantes tendrían que ablandarte el corazón e inducirte a piedad para no decir: Y os lo entregaré. ¡Oh, cuántos son hoy los Judas Iscariotes que traicionan la verdad por obtener cualquier ventaja temporal! ¡Traicionan al prójimo con el beso de la adulación y terminan ahorcándose con el lazo de la condenación eterna!
Te rogamos, Señora nuestra, Madre de Jesús, que tú, Estrella de la mañana, alejes con tu esplendor la niebla de la sugestión diabólica que cubre la tierra de nuestra alma; tú que eres la luna llena, llena nuestro vacío, ahuyenta las tinieblas de nuestros pecados, a fin de que merezcamos llegar a la plenitud de la vida eterna, a la luz de la gloria imperecedera. Ayúdenos el Señor, que te creó para que seas nuestra luz. A Él sea dada la honra y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El justo germinará como una azucena, y florecerá eternamente ante el Señor. Será alabado ante la muchedumbre de los elegidos. Porque el Señor ha honrado a su siervo y por su medio has obrado maravillas. Su nombre será glorificado.
De los milagros de San Antonio
Un caballero de Salvaterra, Aleardino por nombre, que desde su mocedad había sido seducido por la herejía, fue un día a Padua, y, mientras estaba sentado a la mesa, razonaba con los otros comensales sobre los milagros otorgados a los fieles devotos por los méritos del bienaventurado Antonio. Como todos sostenían que el bienaventurado Antonio era un santo de Dios, vació el vaso que tenía entre las manos y prorrumpió más o menos así: «Si aquel a quien vosotros llamáis santo preservare intacto este vaso, tendré por verdadero aquello de que intentáis persuadirme». Desde lo alto donde estaban comiendo, arrojó el vaso contra el suelo, y, cosa admirable, resistió el vidrio el choque contra la piedra y quedó incólume. Arrastrado a penitencia a la vista del milagro, precipitóse solícito el hidalgo a recoger el vaso intacto, y, llevándolo consigo, contó a los frailes cómo había sucedido todo. Y hecha la confesión, aceptó con unción la penitencia que por sus pecados se le impuso, adhirióse a Cristo con fidelidad, y convirtióse en incansable predicador de sus maravillas.
Plegaria
Recuerda, Señor, que tu misericordia y tu ternura son eternas. Con la confianza que nos da el sabernos hijos tuyos e invocando la intercesión de tu siervo san Antonio, al que atiendes con largueza, te presentamos nuestras peticiones: ...... ...... ......
Oración final
Dios todopoderoso y eterno, tú que has dado a tu pueblo en la persona de san Antonio de Padua un predicador insigne y un intercesor poderoso, concédenos seguir fielmente los principios de la vida cristiana, para que merezcamos tenerte como protector en todas las adversidades. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
Octavo día
V. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R. Amén.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
V. Gloria al Padre...
R. Como era en el principio...
Oración inicial
Señor y Dios nuestro, que por tu amor hacia los hombres has querido que san Antonio anunciara al pueblo la riqueza insondable que es Cristo; concédenos, por su intercesión, crecer en el conocimiento de tu misterio y vivir siempre según el Evangelio, dando fruto abundante de buenas obras. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
De la vida de San Antonio
En el otoño de 1230, cumplida la misión que la Orden le había encomendado ante la curia papal, Antonio regresó a Padua donde, libre de la responsabilidad de cuidar de sus hermanos, se dedicó plenamente a la predicación itinerante y a la preparación de sus sermones escritos. Accediendo a los ruegos del Card. Reinaldo de Segni, futuro papa Alejandro IV, Antonio, que en el invierno anterior había escrito sus Sermones dominicales, consagró el de 1230-31 a la redacción de sus Sermones festivi, pero, al acercarse la cuaresma, interrumpió este trabajo para dedicarse a la predicación. Del 5 de febrero al 23 de marzo de 1231, predicó la cuaresma en Padua, con un largo sermón diario, con catequesis y horas de oír confesiones. Tan admirable misión cuaresmal agotó las fuerzas del santo y minó su salud, pero produjo muy abundantes frutos evangélicos. El 17 de marzo de 1231, lunes santo, Antonio se presentó al podestà de Padua y a su Consejo para pedirles que se atenuaran las penas de los estatutos comunales para los pobres endeudados que no podían pagar, y lo consiguió.
De los sermones de San Antonio
¡Oh mansedumbre de la piedad divina, paciencia de la benignidad del Padre, profundo e insondable misterio de los designios eternos! Veías, Padre, que a tu Unigénito, igual a ti, le ataban a la columna como a un bandido y le azotaban como a un homicida. ¿Cómo te pudiste contener? Te damos gracias, Padre Santo, por habernos liberado de las cadenas del pecado y de los azotes del diablo por medio de las cadenas y azotes de tu querido Hijo. Pero, desgraciadamente, Poncio Pilato azota de nuevo a Jesucristo... Aún más: fue manchado con salivazos de los judíos. Dice San Mateo: Entonces se pusieron a escupirle en la cara y a abofetearle; y otros a golpearle. ¡Oh Padre, la cabeza de tu Hijo Jesús, que hace temblar a los ángeles, es golpeada con una caña; su rostro, que los ángeles desean contemplar, es manchado con salivazos, abofeteado; su barba es arrancada; le dan puñetazos, lo arrastran por los cabellos! Y tú, oh clementísimo, callas, disimulas y prefieres que Uno, tu Único, sea de tal modo escupido y abofeteado antes que toda la nación perezca. Honor y gloria a ti, porque con las escupiduras, los puñetazos y las bofetadas que recibió tu Hijo Jesús nos preparaste una triaca para expulsar el veneno de nuestra alma.
Te pedimos, Señor Jesús, que tú, el buen Pastor, nos guardes a nosotros, tus ovejas, nos defiendas del mercenario y del lobo, y nos corones en tu reino con la corona de la vida eterna. Ayúdanos tú, que eres bendito, glorioso y laudable por los siglos de los siglos. Que diga toda ovejita, toda alma fiel: Amén, Aleluya.
Antífona: Oh doctor admirable, luz de la Iglesia santa, bienaventurado Antonio, fiel cumplidor de la ley, ruega por nosotros al Hijo de Dios.
De los milagros de San Antonio
En la ciudad de Comaquio vivía un hombre llamado Domingo que, cierto día, salió de su casa para un menester, y se llevó en su compañía a un hijo pequeño, que iba caminando tras él. Cuando se habían alejado algún tanto de su casa, volvió la vista atrás y no vio aparecer a nadie. Sobrecogido, se puso a dar vueltas, buscándolo por los alrededores con ojos asombrados, hasta que finalmente encontró al pequeño ahogado en una poza. Sacó el desdichado padre al muchachuelo, lo llevó a casa y se lo entregó exánime a la madre; pero ésta, haciendo al punto un voto, lo recibió vivo por los méritos del muy bienaventurado Antonio.
Plegaria
Recuerda, Señor, que tu misericordia y tu ternura son eternas. Con la confianza que nos da el sabernos hijos tuyos e invocando la intercesión de tu siervo san Antonio, al que atiendes con largueza, te presentamos nuestras peticiones: ...... ...... ......
Oración final
Dios todopoderoso y eterno, tú que has dado a tu pueblo en la persona de san Antonio de Padua un predicador insigne y un intercesor poderoso, concédenos seguir fielmente los principios de la vida cristiana, para que merezcamos tenerte como protector en todas las adversidades. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
Noveno día
V. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R. Amén.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
V. Gloria al Padre...
R. Como era en el principio...
Oración inicial
Dios todopoderoso, te rogamos humildemente, por intercesión de san Antonio, que derrames sobre tu pueblo la abundancia de tu gracia y de tus dones para que nuestros días discurran felices en tu paz verdadera. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
De de la vida de San Antonio
En la segunda mitad de mayo de 1231, después de aquella agotadora cuaresma y de las celebraciones pascuales, Antonio se retiró al eremitorio de Camposampiero, cerca de Padua. Necesitaba descansar, cuidar su quebrantada salud y, sobre todo, sumergirse en la oración y el recogimiento espiritual para prepararse al encuentro con la hermana muerte, que sentía cercana. El 13 de junio de 1231, viernes, estando a la mesa con los frailes, sufrió un repentino colapso y, sintiéndose morir, pidió que lo llevaran a Padua. Lo trasladaron en un carro y, al acercarse a la ciudad, se desviaron hacia el hospicio anejo al monasterio de las clarisas de La Cella. Allí empeoró, se confesó, cantó a la Virgen, tuvo una visión de Cristo, recibió la unción de los enfermos... y falleció. Superada la polémica sobre el lugar de su enterramiento, el 17 de junio, martes (de ahí los "martes" de S. Antonio), sus restos mortales fueron trasladados a la ciudad, y los milagros empezaron a multiplicarse. El 30 de mayo de 1232 Gregorio IX lo canonizó solemnemente. Pío XII, en 1946, lo proclamó Doctor de la Iglesia, con el título de "Doctor Evangélico".
De los sermones de San Antonio
Con razón, pues, dijo Jesús de sí mismo: Yo rogaré al Padre por vosotros. Por eso dice san Juan en su carta: Tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el justo. Él es víctima de propiciación, es decir, de aplacamiento, por nuestros pecados. Por esta razón lo ofrecemos diariamente en el sacramento del altar a Dios Padre para que perdone nuestros pecados. Procedemos, pues, como la madre que tiene un hijo pequeñito. Cuando su marido airado le quiere golpear a ella, ella, estrechando a la criatura en sus brazos, la pone delante del airado marido diciendo: ¡Golpea a éste, azota a éste! La criatura llorando se compadece de la madre, y el padre, cuyas entrañas se han conmovido con las lágrimas del hijo a quien ama entrañablemente, perdona a su mujer gracias al hijo. De la misma manera a Dios Padre, airado con nosotros por nuestros pecados, le ofrecemos su Hijo Jesucristo por la alianza de nuestra reconciliación en el Sacramento del altar, a fin de que, si no por atención a nosotros, al menos por Jesús, su Hijo amado, aleje los castigos que justamente merecemos, y acordándose de sus lágrimas, de sus trabajos y de su Pasión, nos perdone.
Ea, pues, Señora nuestra, santa Madre de Dios, única esperanza, te suplicamos que ilumines con el esplendor de tu gracia nuestras almas, que las purifiques con el candor de tu pureza, que las enciendas con el calor de tu visita y nos reconcilies con tu Hijo, para que merezcamos llegar al esplendor de su gloria. A él sea dada honra y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
El Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, se digne cubrir con su caridad la multitud de nuestros pecados. A Él se debe honra y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Mirad a mi siervo Antonio, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero; sobre él he puesto mi espíritu. No se desvanecerá su memoria, y su nombre se repetirá de generación en generación.
De los milagros de San Antonio
Una mujer de Tremiñón, por nombre Vida, ferventísima devota del bienaventurado Antonio, anhelaba con toda su alma visitar su sepulcro. Pero se acercaba el tiempo de la cosecha, y bandadas de gorriones causaban gran estrago en el panizo, que ya blanqueaba próximo a su sazón, y como ella estaba puesta de guardiana para espantar a tan importuno género de pajarillos, no tenía ninguna posibilidad de ponerse en camino. Llegando un día a la cerca que rodeaba el panizal, prometió que si el bienaventurado Antonio lo guardaba de los gorriones, visitaría nueve veces su sepulcro. Apenas hecha la promesa, cuando una nube de los dichos pájaros abandonó el lugar en una sola bandada, y vio que no quedó ni un solo gorrión sobre los sauces que circundaban el panizal. La buena mujer se apresuró a dar cumplimiento a su anhelo.
Plegaria
Recuerda, Señor, que tu misericordia y tu ternura son eternas. Con la confianza que nos da el sabernos hijos tuyos e invocando la intercesión de tu siervo san Antonio, al que atiendes con largueza, te presentamos nuestras peticiones: ...... ...... ......
Oración final
Dios todopoderoso y eterno, tú que has dado a tu pueblo en la persona de san Antonio de Padua un predicador insigne y un intercesor poderoso, concédenos seguir fielmente los principios de la vida cristiana, para que merezcamos tenerte como protector en todas las adversidades. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
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San Francisco Caracciolo Señor: que también nosotros, después de una vida dedicada a tu santo servicio, vayamos un día a acompañarte en tu Patria feliz del cielo, para siempre. Amen. El que quiera ser el primero que se haga el servidor de todos (Jesucristo).
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Este santo nació en los Abruzos (Italia) en 1536 y como era de familia rica había dispuesto dedicarse al comercio y a la política. Le agradaban fuertemente el deporte y las fiestas.
Pero a los 21 años le dio una enfermedad tan terrible a la piel, que parecía lepra, y todos creían que sería incurable. Entonces Francisco le hizo a Dios esta promesa: "Si me curas de esta enfermedad, dedicaré mi vida al sacerdocio y al apostolado". Y cuando menos se lo esperaba quedó curado de su enfermedad, de una manera tan admirable que muchos consideraron esta curación como un verdadero milagro. Entonces nuestro joven cumplió su promesa y se dedicó a prepararse al sacerdocio. Se fue a Nápoles, y allá, apenas ordenado de sacerdote se unió a un grupo de apostolado que se dedicaba a atender a los presos de las cárceles. Este trabajo le iba a ser muy útil para cuando más tarde fundara su Comunidad religiosa.
En el año 1588 un gran apóstol llamado Juan Adorno, dispuso fundar una comunidad religiosa que dedicara la mitad del tiempo a la oración y la otra mitad al apostolado y para esto mandó una carta a un tal Ascanio Caracciolo, pidiéndole consejos acerca de este proyecto y proponiéndole que le colaborara. Y sucedió que los que llevaban la carta se equivocaron de destinatario y en vez de entregarla a Ascanio la entrega fue a nuestro santo. Y él al leerla encontró que esta comunidad era lo que él había deseado por muchos años y se fue donde Juan Adorno y entre los dos fundaron la nueva congregación.
Juan y Francisco hicieron un Retiro Espiritual de 40 días en un monasterio de camaldulenses, en perfecto silencio y dedicados totalmente a la oración, después de ayunar y rezar y meditar mucho, y de haber pedido insistentemente al Espíritu Santo que los iluminara, redactaron los Reglamentos de la Nueva Congregación.
La nueva comunidad recibió el nombre de "Clérigos regulares" y su reglamento tenía detalles como los siguientes: 1º. Cada día alguno de los religiosos hará ayuno (por que Jesús dijo: "Ciertos espíritus malos no se alejan sino con la oración y el ayuno"). 2º. Todo lo religioso pasará cada día al menos una hora en el templo en oración ante el Santísimo Sacramento. 3º. Los religiosos prometerán no aspirar a cargos importantes ni a altos puestos. Los dos fundadores se fueron a Roma y el Papa Sixto V aprobó la nueva Congregación, y les fue concedida una casa junto a la famosa Basílica Santa María la Mayor y pronto empezaron a llegarles muchos jóvenes con la aspiración de pertenecer a la comunidad recién fundada. Los fervorosos religiosos se dedicaban a predicar misiones por pueblos y veredas y a hacer apostolados en las cárceles y hospitales. Tenían ciertos sitios apartados y solitarios para retirarse de vez en cuando a dedicarse a la oración y a la meditación.
Al morir su compañero, fue nombrado nuestro santo como superior general de la Congregación, pero él se sentía totalmente indigno y firmaba así sus cartas: "Francisco el pecador".
Aunque había sido nombrado Superior General, sin embargo Francisco seguía haciendo su turno semanal para barrer las habitaciones, tender las camas de los huéspedes, y lavar la loza en la cocina, como todos los demás. Las pocas horas que concedía al sueño las pasaba sobre una mesa, o en las gradas del altar.
Sus amados pobres sabía que siempre tenía lago para regalarles, y muchas veces tuvo que salir por las calles de la ciudad a pedir limosnas para regalarles a los necesitados. En pleno invierno se quitaba su propio abrigo y lo regalaba a los más pobres.
Los pecadores sabían que en el confesionario los estaba esperando todos los días con un corazón inmensamente comprensivo.
Los envidiosos le inventaron horribles calumnias, y él callaba humildemente, dejando a Dios que se encargara de su defensa. Muchos le demostraban desprecio y otros se oponían agriamente a sus labores apostólicas, pero el santo lo soportaba todo con gran mansedumbre y paciencia. Nadie le escuchaba jamás una queja contra los que lo hacían sufrir.
Sus sermones trataban casi siempre acerca de la gran misericordia que Dios tiene para con nosotros los pecadores. Tanto que la gente lo llamaba "El predicador del Amor de Dios". Y no se cansaba de propagar en sus sermones la devoción a la Sma. Virgen.
De vez en cuando con la señal de la cruz devolvía la salud a los enfermos. La gente se arrodillaba al verlo pasar por las calles.
Fundó una gran casa religiosa en Nápoles, que pronto se llenó de nuevos religiosos de su congregación. Fundó también casas en Madrid, Valladolid y Alcalá en España. En 1607 renunció a todos sus cargos y se dedicó a la oración y a la meditación, como preparándose para la muerte. Escogió como habitación un cuartucho debajo de una escalera en la casa religiosa de Nápoles, y allí varias veces lo encontraron en el suelo, con los brazos en cruz, en éxtasis, orando mirando al crucifijo y sin darse cuenta de lo que sucedía a su alrededor.
El Sumo Pontífice le ofreció varias veces nombrarlo obispo, pero el santo que había hecho juramento de no aspirar a altos puestos, no quiso aceptar. Se sentía indigno.
En el año 1608 se fue hacia el santuario de la Sma. Virgen de Loreto y allá le permitieron pasar la noche orando ante la imagen de Nuestra Señora, y en una visión sintió que su antiguo compañero Juan Adorno le decía: "Pronto nos encontraremos de nuevo en la eternidad". Al día siguiente amaneció con alta fiebre. Recibió los últimos sacramentos y después de comulgar por viático empezó a decir: "Vayamos jubilosos, vayamos jubilosos". Uno de los presentes le preguntó: - Vayamos jubilosos, ¿a dónde Padre Francisco?" y él respondió: "A la Patria Celestial. Al cielo. Al cielo para siempre". Y tan pronto terminó de decir estas palabras le fue concedido su deseo y murió en santa paz, pasando a la eternidad a recibir el premio de sus muchas buenas obras. Era el 4 de junio del año 1608. Tenía apenas 44 años. Su cuerpo, después de muerte despedía suaves fragancias que por tres días llenaron aquel recinto.
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Quirino de Tivoli, Santo Mártir, Junio 4
Mártir Etimológicamente significa "del dios Qurinal". Viene de la lengua latina. |
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Fuente: Vatican.va
Felipe Smaldone, Santo Fundador, Junio 4
Fundador de la Congregación de las Hermanas Salesianas La vida de Felipe Smaldone, que se extiende desde 1848 a 1923, estuvo marcada por décadas particularmente densas de tensiones y contrastes en varios campos y sectores de la vida de la sociedad italiana, especialmente en su patria de origen y en la misma Iglesia. Nació en Nápoles el 27 de julio de 1848, el año de los famosos "motines de Nápoles ". Cuando tenía doce años, la monarquía borbónica, a la cual su familia estaba fuertemente unida, fue derrocada, y la Iglesia, con la conquista de Garibaldi, sufrió momentos muy dramáticos, que terminaron en el destierro del cardenal Arzobispo de Nápoles Sisto Riario Sforza. |
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Petroc de Cornwall, Santo Abad, Junio 4
Es el hijo más joven de Rey Glywys. |
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Fuente: ACIprensa.com
Pacífico Ramati de Cerano, Beato Franciscano, Junio 4
Pacífico Ramota nació en la ciudad de Novara, en el Piamonte en el año de 1424. Sus padres murieron cuando era muy joven y quedó al cuidado de los benedictinos en la abadía de Novara. |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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