viernes, 16 de junio de 2017

[ † ] Sábado de la Santísima Virgen María. 17/06/2017. En su día, lo que más agrada a María, es la Misa matutina.

JA

JMJ

Pax

Les digo que no juren ni por el cielo ni por la tierra

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 33-37

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"También han oído que se dijo a nuestros antepasados: No jurarás en falso, sino que cumplirás lo que que prometiste al Señor con juramento. Pero yo les digo que no juren en modo alguno; ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del gran rey. Ni siquiera jures por tu cabeza, porque no puedes cambiar color de tus cabellos. Que tu palabra sea sí, cuando es sí; y no, cuando es no. Lo que pasa de ahí,viene del Maligno".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.

El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk

El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu

El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc

Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?

Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?

Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html

Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).

 

 

Misal

 

sab 10a. Ordinario año impar

Antífona de Entrada

Sálvanos, Señor y Dios nuestro; reúnenos de entre las naciones, para que podamos agradecer tu poder santo y sea nuestra gloria alabarte.

Oración Colecta

Concédenos, Señor, Dios nuestro, amarte con todo el corazón y, con el mismo amor, amar a nuestros prójimos. 
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura

Al que nunca cometió pecado, Dios lo hizo expiar nuestros pecados

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5, 14-21

Hermanos: Nos urge el amor de Cristo, al pensar que, si uno ha muerto por todos, todos por consiguiente han muerto. Y Cristo ha muerto por todos, para que los que viven, no vivan ya para ellos mismos sino para el que ha muerto y resucitado por ellos. Así que ahora no valoramos a nadie con criterios humanos. Y si en algún momento valoramos así a Cristo, ahora ya no. De modo que si alguien vive en Cristo, es una nueva criatura; lo viejo ha pasado y ha comenzado algo nuevo. 
Todo viene de Dios que nos ha reconciliado consigo mismo por medio de Cristo y nos ha confiado el ministerio de la reconciliación. Porque era Dios el que reconciliaba consigo al mundo en Cristo, no teniendo en cuenta los pecados de los hombres, y confiándonos el mensaje de la reconciliación. 
Somos, pues, embajadores de Cristo, y es como si Dios mismo los exhortara por medio de 
nosotros. En nombre de Cristo les suplicamos que se dejen reconciliar con Dios. 
A quien no cometió pecado, Dios lo hizo por nosotros reo de pecado, para que, gracias a él, nosotros nos transformemos en salvación de Dios. 
Palabra de Dios.
Te alabamos Señor.

Salmo Responsorial

Sal 102, 1-2.3-4.8-9.11-12

El Señor es compasivo y misericordioso.

Bendice al Señor, alma mía, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice al Señor, alma mía, no te olvides de sus beneficios.
El Señor es compasivo y misericordioso.

El perdona todas tus culpas y sana todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la tumba y te colma de amor y de ternura.
El Señor es compasivo y misericordioso.

El Señor es clemente y compasivo, paciente y lleno de amor; no está siempre acusando ni guarda rencor eternamente.
El Señor es compasivo y misericordioso.

Como la altura del cielo sobre la tierra, así es su amor con los que lo respetan; y como está lejano el oriente del poniente, así aleja de nosotros nuestros crímenes.
El Señor es compasivo y misericordioso.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Inclina, Dios mío, mi corazón a tus preceptos y dame la gracia de cumplir tu voluntad. 
Aleluya.

Evangelio

Les digo que no juren ni por el cielo ni por la tierra

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 33-37

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"También han oído que se dijo a nuestros antepasados: No jurarás en falso, sino que cumplirás lo que que prometiste al Señor con juramento. Pero yo les digo que no juren en modo alguno; ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del gran rey. Ni siquiera jures por tu cabeza, porque no puedes cambiar color de tus cabellos. Que tu palabra sea sí, cuando es sí; y no, cuando es no. Lo que pasa de ahí,viene del Maligno".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Oración sobre las Ofrendas

Acepta, Señor, estos dones que te presentamos en señal de sumisión a Ti, y conviértelos en el sacramento de nuestra redención. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

La salvación por Cristo

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Pues por amor creaste al hombre, y, aunque condenado justamente, lo redimiste por tu misericordia, por Cristo nuestro Señor.
Por Él, los ángeles y arcángeles, y todos los coros celestiales celebran tu gloria, unidos en común alegría. Permítenos asociarnos a sus voces, cantando humildemente tu alabanza:

Antífona de la Comunión

Ven, Señor, en ayuda de tu siervo y sálvame por tu misericordia. Que no me arrepienta nunca de haber invocado.

Oración después de la Comunión

Que el sacramento del Cuerpo y la Sangre de tu Hijo que acabamos de recibir , nos ayude, Señor, a vivir más profundamente nuestra fe. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

 

10ª semana. Sábado

EL VALOR DE LA PALABRA EMPEÑADA

— El Señor realza el valor de la palabra dada. Si no existe la necesidad de un juramento, nuestra palabra debe bastar.

— Amor a la verdad en toda ocasión y circunstancia.

— Fidelidad y lealtad a nuestros compromisos.

I. En tiempos de Jesús, la práctica del juramento había caído en el abuso por su frecuencia, por la ligereza con que se hacía, y por la casuística que se había originado para legitimizar su incumplimiento. Jesús sale al paso de esta costumbre, y con la fórmula pero yo os digo, que emplea con frecuencia para señalar la autoridad divina de sus palabras, prohíbe poner a Dios por testigo, no solo de cosas falsas, sino también de aquellos asuntos en los que la palabra del hombre debe bastar. Así lo recoge San Mateo en el Evangelio de la Misa1: A vosotros os debe bastar decir sí o no. El Señor quiere realzar y devolver su valor y fuerza a la palabra del hombre de bien que se siente comprometido por lo que dice.

Jurar, es decir, poner a Dios por testigo de algo que se asegura o se promete, es lícito, y en ocasiones necesario, cuando se hace con las debidas condiciones y circunstancias. Es entonces un acto de la virtud de la religión y redunda en honor del nombre de Dios. El Profeta Jeremías ya había señalado que el juramento grato a Dios debía ser realizado en verdad, en juicio y en justicia2; es decir, la afirmación ha de ser verdadera, formulada con prudencia –ni ligera ni temerariamente– y referida a una cosa o necesidad justa y buena.

Si no lo exige la necesidad, nuestra palabra de cristianos y de hombres honrados debe bastar, porque nos han de conocer como personas que buscan en todo la verdad y que dan un gran valor a la palabra empeñada, en lo que se fundamenta toda lealtad y toda fidelidad: a Cristo, a nuestros compromisos libremente adquiridos, a la familia, a los amigos, a la empresa en la que trabajamos.

En las situaciones normales de la vida corriente, bastará nuestra palabra para dar toda la consistencia necesaria a lo que afirmamos o prometemos; pero la fuerza de la palabra empeñada ha de ganarse día a día, siendo veraces en lo pequeño, rectificando con valentía cuando nos hemos equivocado, cumpliendo nuestros compromisos. ¿Nos conocen así en el lugar donde trabajamos, en la familia, aquellos que nos tratan? ¿Saben que procuramos no mentir jamás, ni siquiera por diversión, o por conseguir un bien, o por evitar un mal mayor?

II. En las enseñanzas de Cristo, la hipocresía y la falsedad son vicios muy combatidos3, mientras que la veracidad es una de las virtudes más gratas a Nuestro Señor: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay doblez4, dirá de Natanael cuando se le acerca acompañado de Felipe. Jesucristo mismo es la Verdad5; por el contrario, el demonio es el padre de la mentira6. Quienes sigan al Maestro han de ser hombres honrados y sinceros que huyen siempre del engaño y basan sus relaciones –humanas y divinas– en la veracidad.

La verdad se transmite a través del testimonio del ejemplo y de la palabra: Cristo es el testigo del Padre7; los Apóstoles8, los primeros cristianos, nosotros ahora, somos testigos de Cristo delante de un mundo que necesita testimonios vivos. Y ¿cómo creerían nuestros amigos y colegas en la doctrina que queremos transmitirles, si nuestra propia vida no estuviera basada en un gran amor a la verdad? Los cristianos debemos poder decir, como Jesucristo, que hemos venido al mundo para atestiguar sobre la verdad9, en un momento en que muchos utilizan la mentira y el engaño como una herramienta más para escalar puestos, para alcanzar un mayor bienestar material o evitarse compromisos y sacrificios; o simplemente por cobardía, por falta de virtudes humanas. El mismo Jesús señaló el amor a la verdad como una cualidad necesaria en sus discípulos, que lleva consigo la paz del alma, porque la verdad os hará libres10.

Hemos de ser ejemplares, estando dispuestos a construir nuestra vida, nuestra hacienda, nuestra profesión, sobre un gran amor a la verdad. No nos sentimos tranquilos cuando hay por medio una mentira. Debemos amar la verdad y poner empeño en encontrarla, pues en ocasiones está tan oscurecida por el pecado, las pasiones, la soberbia, el materialismo..., que de no amarla no sería posible reconocerla. ¡Es tan fácil aceptar la mentira cuando llega –disimulada o con claridad– en ayuda del falso prestigio, de mayores ganancias en la profesión...!; pero ante la tentación, tantas veces disfrazada con variados argumentos, hemos de recordar, clara, diáfana, la doctrina de Jesús: sea vuestra palabra: "Sí, sí"; "No, no"11.

Ser veraces es un deber de justicia, una obligación de caridad y de respeto al prójimo. Y esta misma consideración por quienes nos escuchan nos llevará en ocasiones a no manifestar, indiscretamente, nuestros conocimientos y opiniones, sino de acuerdo con la formación, edad, etc., de los oyentes. El amor a la verdad que nos han confiado nos llevará a mantener firmes otras exigencias morales, como la reserva o el secreto profesional, el derecho a la intimidad, etc., pidiendo, si es preciso, consejo sobre el modo de actuar en casos difíciles para defender una determinada verdad ante quien quiere acceder a ella injustamente.

III. Al dar nuestra palabra, en cierto modo nos damos nosotros mismos, nos comprometemos en lo más íntimo de nuestro ser. Un cristiano, un verdadero discípulo de Jesucristo, a pesar de sus errores y defectos, ha de ser leal, honesto, un hombre de palabra; alguien que es fiel a su palabra. En la Iglesia los cristianos nos llamamos fieles, para expresar la condición de miembros del Pueblo de Dios adquirida por el Bautismo12. Pero también fiel es la persona que inspira confianza, de la que nos podemos fiar, aquella cuyo comportamiento corresponde a la confianza puesta en ella o a lo que exigen de ella el amor, la amistad, el deber, y que es fiel a una promesa, a la palabra dada...13. En la Sagrada Escritura el calificativo fiel es atribuido a Dios mismo, porque nadie como Él, de modo eminente, es digno de confianza: es siempre fiel a sus promesas, no nos falla jamás. Fiel es Dios –dice San Pablo a los Corintios–, que no permitirá que seáis tentados más allá de vuestras fuerzas...14.

Es fiel quien es leal a su palabra. Es leal el que cumple sus compromisos: con Dios y con los hombres. Pero la sociedad muestra con frecuencia duda y relativismo, ambiente de infidelidad; muchas gentes, de todas las edades, parecen ignorar la cabal obligación de ser fieles a la palabra dada, de llevar adelante los compromisos que se adquirieron con total libertad, de mantener una conducta coherente con las decisiones que han tomado ante Dios o ante los hombres: en la vida religiosa y en la vida civil. Podrán presentarse dificultades, pero en cualquier caso la fe y la doctrina de la Iglesia, el ejemplo de los santos, nos enseñan que es posible vivir las virtudes: a quien hace lo que está de su parte, Dios no le niega su gracia.

Hemos de estar firmemente persuadidos, y ayudar a los demás a estarlo, de que se pueden vivir las virtudes con todas sus exigencias, pues se ha extendido ampliamente una idea –a veces un sentimiento difuso– de que las virtudes, los compromisos, son una especie de "ideales", unas metas a las que hay que tender, pero que son inalcanzables. Pidamos fervientemente al Señor que no nos inficcionemos nunca de ese error.

El cristiano, ejercitándose en la lealtad, no cederá cuando las exigencias morales sean o parezcan más fuertes. Hemos de pedir a Dios esa rectitud de conciencia: quien cede, teóricamente "desearía" vivir las virtudes, "desearía" no pecar, pero considera que si la tentación es fuerte o las dificultades grandes, está poco menos que justificado ceder. Esto puede ocurrir ante los compromisos en el trabajo, frente a la necesidad de rechazar con energía un clima de sensualidad, al ser necesarios unos medios costosos para sacar adelante la educación de los hijos, o el propio matrimonio, o el camino vocacional. Recordemos hoy en nuestra oración aquella advertencia de Jesús: cayó la lluvia, llegaron las riadas, soplaron los vientos e irrumpieron contra aquella casa, pero no se cayó porque estaba cimentada sobre roca15. La roca es Cristo, que nos brinda siempre su fortaleza.

Fieles a Cristo: esta es la mayor alabanza que nos pueden hacer; que Jesucristo pueda contar con nosotros sin limitaciones de circunstancias o de futuro, y que nuestros amigos sepan que no les fallaremos, que la sociedad a la que pertenecemos se pueda apoyar, como en cimiento firme, en los pactos que hemos suscrito, en la palabra empeñada de modo libre y responsable. "Cuando viajáis de noche en ferrocarril, ¿no habéis pensado nunca de pronto que la vida de varios centenares de personas está en manos de un maquinista, de un guardagujas que, sin cuidarse del frío y del cansancio, están en su puesto? La vida de todo un país, la vida del mundo, dependen de la fidelidad de los hombres en el cumplimiento de su deber profesional, de su función social, de que cumplan fielmente sus contratos, que sostengan la palabra dada"16, sin necesidad de poner a Dios por testigo, como hombres cabales.

A vosotros os debe bastar decir sí o no. Hombres de palabra, leales en el cumplimiento de los pequeños deberes diarios, sin mentiras ni engaños en el ejercicio de nuestra profesión, sencillos y prudentes, huyendo de lo que no es claro: honradez sin fisuras, diáfana. Si vivimos esta lealtad en lo humano, con la ayuda de la gracia seremos leales con Cristo, que en definitiva es lo que importa, pues quien es fiel en lo poco, también lo es en lo mucho17; no podríamos construir la integridad de nuestra fidelidad a Cristo sobre una lealtad que se cuarteara cada día en las relaciones humanas.

Qué alegría recibimos cuando en medio de una dificultad llega un amigo y nos dice: "¡Puedes contar conmigo!". También agradará al Señor que le digamos hoy en nuestra oración, con la sencillez de quien conoce su debilidad: Señor, ¡puedes contar conmigo! Nos puede servir también como una jaculatoria que repitamos a lo largo del día.

Pidamos a María Santísima, Virgo fidelis, Virgen fiel, que nos ayude a ser leales y fieles en nuestra conducta diaria, en el cumplimiento de nuestros deberes y compromisos.

1 Mt 5, 33-37. — 2 Jer 4, 2. — 3 Cfr. Mt 23, 13-32. — 4 Jn 1, 47. — 5 Jn 14, 6. 6 Jn 8, 44. — 7 Jn 3, 11. — 8 Cfr. Hech 1, 8. — 9 Jn 14, 6. — 10 Jn 8, 32. — 11 Mt 5, 37. — 12 Cfr. A. del Portillo, Fieles y laicos en la Iglesia, EUNSA, Pamplona 1969, p. 28 ss. — 13 M. Moliner, Diccionario de uso del español, Gredos, Madrid 1970, voz Fiel. — 14 1 Cor 10, 13. — 15 Mt 7, 25. — 16 G. Chevrot, Pero Yo os digo..., Rialp, Madrid 1981, p. 180. — 17 Lc 16, 20.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

Avito, Santo Abad, Junio 17  

Fuente: Archidiócesis de Madrid

Avito, Santo

Abad

La lejana historia de Avito la conoce plenamente sólo Dios; los documentos que tenemos hoy muestran el núcleo histórico de su existencia santa, pero a falta de otros datos, los relatos posteriores hablan de él con los adornos añadidos por la fábula y la devoción popular menos exigente con la verdad histórica y más condescendiente con los efluvios de la piedad.

Se dice de él que nació en la zona de Orleáns, teniendo por padres a unos cristianos pobres y que, cuando era pequeño conoció a los monjes de la abadía de Micy que está próxima a la ciudad; llevado de la curiosidad propia de los niños, les preguntó, quienes eran, qué hacían, por qué vivían lejos de la gente y para qué servían. Esas preguntas, contestadas con simpatía y desparpajo por alguno de aquellos frailes que tenía gracejo y estaba lleno de sentido sobrenatural, dichas al alcance de una cabecita pequeña dieron fruto con el paso de los años. Un buen día, aquella curiosidad se convirtió en deseo de imitarlos, pero con tal gana y empeño que el joven Avito ruega al abad Maximino o Mesmino que le admita en el monasterio y que si no puede ser como monje, que lo admita como criado. Está dispuesto a no dejar la puerta del convento y a morir de frío y de hambre hasta conseguir lo que pide.

Cuentan de él que la primera época de fraile la vivió tan amable, servicial y obediente que su sencillez y deseos de agradar a la comunidad a veces fue considerado por algunos como una actitud que rayaba con lo estúpido.

De todos modos, el abad experimentado descubre el regalo que les ha llegado del cielo; el abad le encomienda muy pronto el oficio de ecónomo y pasa a ser el responsable de preparar las cosas que atañen en el convento al alimento de los frailes; debe cuidar de que no les falte el alimento necesario, ha de disponer el orden de las comidas, cuidar del pobre almacén, reponer alimentos y reservar una parte para los pobres cosa en la que siempre se mostró lleno de generosidad. Que lo hiciera bien o mal en preparar la intendencia sólo Dios lo sabe, pero el resultado fue la continua crítica y murmuración que provocó en los compañeros de salmos.

La situación de aparente fracaso le llevó a replantearse con mayor seriedad sus deseos de soledad. Resuelve el asunto, después de haberlo rezado y pensando Dios le pedía un cambio; organiza una trama nocturna consistente en introducirse en la celda del abad, esperar a que lo rinda el sueño y meter bajo su almohada las llaves de ecónomo, simbolizando con ello su renuncia al cargo. Se marcha del monasterio. Ahora sí que podrá en el bosque cercano dedicarse a la oración y penitencia a sus anchas sin necesidad de escuchar las protestas de sus hermanos y dando cuenta al abad de su vida de vez en cuando. Intentará imitar a los ermitaños comiendo la yerba, raíces y frutas que encuentre por el campo.

Hizo falta el ruego de los frailes y la intervención del obispo de Orleáns para sacarlo del retiro de Solaña y conseguir que aceptara el gobierno de la abadía, en el año 520, después de la muerte de Maximiano. El nuevo abad hace más con humildad y ejemplo que con mandatos; pero por su medio se restablece la primera disciplina y se eleva el tono sobrenatural del monasterio. Las cosas marchan bien, pero a él le sigue hormigueando en el alma el run-run de la soledad.

Ahora será Percha, más distante y menos accesible el nuevo lugar donde plantará su residencia entre cuevas o chozas de ramas de árboles. Allí no será fácil que le encuentren los monjes en caso de que le busquen; ha llevado con él a otro fraile que también tenía las mismas ansias de soledad. Vivirán como en la primera época en la contemplación y penitencia, metidos en el alejamiento y el silencio. Sólo que no pudo ser por mucho tiempo porque lo descubrió el milagro de Avito: un porquero mudo desde niño, por mandato del santo ha comenzado a hablar, y ya es imposible hacerlo callar. Y la gente se entera ¡Adiós soledad! La noticia del hecho se transmite y la gente acude a ver y a tocar; él catequiza, enseña, reza y hace rezar. Vienen discípulos y, sin quererlo, no hay más remedio que fundar el monasterio que con el tiempo llevará su nombre.

Dicen que a ruegos de Avito, llegaron a soltar en Orleáns a los presos de la cárcel. Y además hablan del ciego curado milagrosamente; y el mismo Lubin, el obispo de Chartres, relata la resurrección de un monje. Y con el rey Clodomiro, el hijo de Clodoveo y Clotilde, tiene palabras de paz intercediendo por el preso rey de Borgoña, Segismundo y su familia.

Después de muerto, refieren de él muchos milagros y le atribuyen bastantes victorias guerreras logradas por su intercesión.

Avito terminó sus días el 17 de junio del año 530. Chateaudrum y Orleáns se distribuirán posteriormente sus preciosas reliquias.

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Fuente: Vatican.va
Joseph-Marie Cassant, Beato Monje Trapense, 17 de junio  

Joseph-Marie Cassant, Beato

Monje Trapense



Joseph-Marie Cassant nació el 6 de marzo de 1878 en Casseneuil, en el Lot-et-Garonne (diócesis de Agen, Francia) en una familia de agricultores que ya contaba con un hijo varón de nueve años.

Estudió en el internado de los hermanos de San Juan Bautista de la Salle de Casseneuil, donde tuvo dificultades debido a su falta de memoria. Tanto en su casa como en el internado recibió una sólida formación cristiana y, poco a poco, creció en él el deseo profundo de ser sacerdote.

Su párroco, D. Filhol, le apreciaba mucho y le ayudó en sus estudios por medio de un vicario, pero su poca memoria siguió siendo un obstáculo para su ingreso en el seminario menor. Mientras tanto, el adolescente fue introduciéndose en el silencio, el recogimiento y la oración. El párroco Filhol le sugirió que se dirigiera a la Trapa: el joven de 16 años aceptó sin dudarlo. Tras un tiempo de prueba en la casa parroquial, Joseph entró en la abadía cisterciense de Santa María del Desierto (diócesis de Toulouse, Francia) el 5 de diciembre de 1894.

En ese momento el maestro de novicios era el Padre André Malet. Él sabia captar las necesidades de las almas y responder a ellas con humanidad. Desde el primer encuentro manifestó su benevolencia: "!Confía! yo te ayudaré a amar a Jesús". Los hermanos del monasterio no tardaron en mostrar aprecio por el recién llegado: Joseph no era ni discutidor ni gruñón, sino que siempre estaba contento y sonriente.

Contemplando frecuentemente a Jesús en su pasión y en la cruz, el joven monje se impregnó del amor a Cristo. El "camino del Corazón de Jesús", que le enseñó el Padre André, es una llamada incesante a vivir el instante presente con paciencia, esperanza y amor. El Hermano Joseph-Marie es consciente de sus lagunas y su debilidad. Pero se fía cada vez más de Jesús que es su fuerza. No le gustan las medias tintas. Quiere darse totalmente a Cristo. Su divisa lo atestigua: "Todo por Jesús, todo por María". Fue admitido a pronunciar sus votos definitivos el 24 de mayo del 1900, en la fiesta de la Ascensión.

A partir de entonces comenzó su preparación al sacerdocio. El Hermano Joseph-Marie lo deseaba sobre todo en función de la Eucaristía. Ésta es para él la realidad presente y viviente de Jesús: el Salvador entregado totalmente a los hombres, cuyo corazón traspasado en la cruz, acoge con ternura a los que acuden a Él con confianza. Los cursos de teología que le dio un hermano poco comprensivo causaron afrentas muy dolorosas en la viva sensibilidad del joven monje. En todas las contradicciones él se apoya en Cristo presente en la Eucaristía, "la única felicidad en la tierra", y confía su sufrimiento al Padre André que lo ilumina y reconforta. Finalmente, habiendo aprobado los exámenes, tiene la inmensa alegría de recibir la ordenación sacerdotal el 12 de octubre de 1902.

Pronto constatan que está afectado de tuberculosis. El mal está muy avanzado. El joven sacerdote no revela sus sufrimientos hasta el momento en que no puede ocultarlos más: )por qué quejarse cuando se medita frecuentemente el Vía Crucis del Salvador? A pesar de su estancia de siete semanas con su familia, a petición del Padre Abad, sus fuerzas declinan cada vez más. A su regreso al monasterio, lo mandan a la enfermería donde tuvo una nueva ocasión de ofrecer, por Cristo y la Iglesia, sus sufrimientos físicos cada vez más intolerables, agravados por las negligencias de su enfermero. Más que nunca, el Padre André le escucha, le aconseja y le sostiene. Joseph-Marie dijo: "Cuando no pueda celebrar más la Misa, Jesús podrá retirarme de este mundo". El 17 de Junio de 1903, por la mañana, tras comulgar, el Padre Joseph-Marie alcanzó para siempre a Cristo Jesús.

El 9 de junio de 1984, el Santo Padre Juan Pablo II reconoció la heroicidad de sus virtudes, beatificándolo el 3 de octubre de 2004 en la Plaza de San Pedro en Roma.

A veces se ha subrayado la banalidad de esta corta existencia: dieciséis años discretos pasados en Casseneuil y nueve años en la clausura de un monasterio, haciendo cosas simples: oración, estudios, trabajo. Cosas simples, sí, pero supo vivirlas de forma extraordinaria; pequeñas acciones, pero realizadas con una generosidad sin límites. Cristo puso en su espíritu, limpio como agua de manantial, la convicción de que sólo Dios es la suprema felicidad, que su Reino es semejante a un tesoro escondido y a una perla preciosa.

El mensaje del Padre Joseph-Marie es muy actual: en un mundo de desconfianza, a menudo víctima de la desesperación, pero sediento de amor y de ternura, su vida puede ser una respuesta, sobre todo para los jóvenes que buscan un sentido a la propia vida. Joseph-Marie fue un adolescente sin relieve ni valor a los ojos de los hombres. Debe el acierto de su vida al encuentro impresionante con Jesús. Supo seguirle en una comunidad de hermanos, con el apoyo de un Padre espiritual que fue al mismo tiempo testimonio de Cristo y capaz de acoger y comprender.

Él es para los pequeños y humildes un magnífico modelo. Les enseña cómo vivir, día tras día, para Cristo, con amor, energía y fidelidad, aceptando ser ayudados por un hermano o una hermana experimentados, capaces de conducirlos tras las huellas de Jesús.

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Fuente: Catholic.net || ACI Prensa
Alberto Adamo Chmielowski, Santo Fundador, Junio 17  

Alberto Adamo Chmielowski, Santo

Fundador

Martirologio Romano: En Cracovia, en Polonia, san Alberto (Adán) Chmielowski, religioso, célebre pintor, el cual se entregó a los pobres procurando ser bueno con todos, y fundó las Congregaciones de Hermanos y Hermanas de la Tercera Orden de San Francisco, siervos de los pobres (1916).

Alberto Chmielowski nació en Igolomia, cerca de Cracovia (Polonia), el 20 de agosto de 1845, de padres nobles. Creció en un clima de ideales patrióticos, de una profunda fe en Dios y de amor cristiano hacia los pobres. Quedó huérfano muy pronto y sus familiares se hicieron cargo de él y de los demás hermanos. A los 18 años se matriculó en el Instituto Politécnico de Pulawy. Tomó parte en la insurrección de Polonia en 1863. Cayó prisionero y se le amputó una pierna a causa de una herida. Al fracasar la insurrección, se trasladó al extranjero, huyendo de la represalia zarista.

En Gante (Bélgica) inició estudios de ingeniería. Dotado de buenas cualidades artísticas, decidió estudiar pintura en París y en Munich. En 1874, maduro ya como artista, regresó a Polonia, decidido a dedicar "el arte, el talento y sus aspiraciones a la gloria de Dios". Uno de los mejores cuadros, el "Ecce Homo", fue el resultado de una experiencia profunda del amor misericordioso de Cristo hacia el hombre, experiencia que llevó a Chmielowski a su transformación espiritual.

En 1880 entró en la Compañía de Jesús como hermano lego. Después de seis meses tuvo que dejar el noviciado por su mala salud. Acercándose a la miseria material y moral de quienes carecen de techo y a los desheredados en los dormitorios públicos de Cracovia, descubrió en la dignidad menospreciada de aquellos pobrecillos el rostro humillado de Cristo, y decidió por amor del Señor renunciar al arte y vivir al lado de los marginados una vida pobre, dedicándoles toda su persona.

El 25 de agosto de 1887 vistió el sayal gris y tomó el nombre de hermano Alberto. Pasado un año, pronunció los votos religiosos, iniciando la congregación de los Hermanos de la Orden Tercera de San Francisco, denominados Siervos de los Pobres o Albertinos. En 1891 fundó la rama femenina de la misma congregación (Albertinas) con la finalidad de socorrer a las mujeres necesitadas y a los niños. El hermano Alberto organizó asilos para pobres, casas para mutilados e incurables, envió a las hermanas a trabajar en hospitales militares y lazaretos, fundó comedores públicos para pobres, orfanatorios para niños y jóvenes sin techo. Todos contaban con su ayuda, sin distinción de religión o nacionalidad.

Para su acción caritativa tomaba fuerza del misterio de la Eucaristía y de la Cruz. A pesar de su invalidez, viajaba mucho para fundar nuevos asilos en otras ciudades de Polonia y para visitar las casas religiosas. Gracias a su espíritu emprendedor, cuando murió dejó fundadas 21 casas religiosas en las cuales prestaban su trabajo 40 hermanos y 120 religiosos. Murió pobre entre los pobres, de cáncer de estómago, el día de Navidad de 1916 en Cracovia, en el asilo que él mismo fundó. Antes de su muerte dijo a los hermanos y hermanas, señalando a la Virgen de Czestochowa: "Esta Virgen es vuestra fundadora, recordadlo". Y "Ante todo, observad la pobreza". Enseñó a todos con el ejemplo de su vida que "es necesario ser buenos como el pan, que está en la mesa, y que cada cual puede tomar para satisfacer

el hambre".

Es considerado entre sus hermanos el San Francisco polaco del siglo XX.

El hermano Alberto fue beatificado en Cracovia el 22 de junio de 1983 por el Papa Juan Pablo II, quien también lo canonizó el 12 de noviembre de 1989 en Roma.

 

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Fuente: notidiocesis.agenciacatolica.com
Rainiero de Pisa, Santo Trovador, Junio 17  

Rainiero de Pisa, Santo

Trovador

Nació en el año 1117 en Pisa (Italia). Sus padres, Gandulfo Scacceri, próspero comerciante, y Mingarda, perteneciente a la noble familia de los Buzzacherini, deseosos de impartirle una educación rigurosa a su único hijo, encomendaron su formación al sacerdote don Enrico de San Martino. Pero Rainiero, particularmente dotado para la música (tocaba la lira) y para el canto, prefería las diversiones y la vagancia a los estudios.

De nada valieron los esfuerzos de sus padres por conducirlo a un comportamiento más cristiano, pues el joven pisano descuidó tanto las enseñanzas de sus padres como las de don Enrico. No obstante, a los 19 años su vida cambió. Fue crucial, para su conversión y decisión de abrazar plenamente la fe y vivir en extrema austeridad, su encuentro con el eremita Alberto, establecido en el monasterio pisano de San Vito y del cual escuchó sus consejos y lo hizo su modelo.
Cuatro años después, hacia el 1140, se embarcó rumbo a Tierra Santa decidido a imitar fielmente a Cristo en los lugares donde nuestro Señor había consumado su sacrificio.

Permaneció ahí por trece años, viviendo exclusivamente de limosnas, comiendo dos veces a la semana y exponiendo su cuerpo a grandes sacrificios. Además, peregrinaba en repetidas ocasiones a todos los lugares santos, demorándose de preferencia en el Calvario cerca del Santo Sepulcro, donde recibió de un sacerdote la túnica pelosa del eremita, la "pilurica", con la cual es representado en la iconografía.

Regresó a Pisa en 1153, rodeado de fama de santidad por los muchos milagros que Dios operó a través de su mano en Tierra Santa. Fue acogido por los canónigos de la Catedral y por el pueblo, quienes estaban al corriente de su admirable vida. Vivió un año en calidad de oblato en el monasterio de San Andrés, en Chinseca, y de ahí se transfirió a San Vito, donde desarrolló una intensa actividad apostólica con la venia del clero, predicando como simple laico y obrando numerosas conversiones.

Tanta era su fama de santidad que a su muerte, acaecida el 17 de junio de 1161, fue súbitamente proclamado santo, y este día -en el que actualmente le conmemoramos- fue declarado fiesta de precepto.

En 1632 el Arzobispo de Pisa, el Clero local, el Magistrado pisano, con la anuencia de la sacra Congregación de los Ritos, eligieron a Rainiero patrono principal de la ciudad y de la diócesis; y en 1689 fueron solemnemente colocados sus restos sobre el altar mayor de la Catedral pisana.

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Ismael, Santo Mártir, Junio 17  

Ismael, Santo

Mártir

Etimológicamente significa "Dios escucha". Viene de la lengua hebrea.

Esta primavera es visible donde el espíritu de misericordia aparece para humanizar nuestro corazón por la claridad de un amor fraterno. Y allí se enciende una hoguera.

Incluso bajo las cenizas, una brasa continuará ardiendo.

Ismael y dos hermanos, Manuel y Savelio, eran primaveras en su tierra porque quisieron humanizar a los pueblos.

Eran muy conocidos en Calcedonia y Bitinia. ¿Por qué razón?, te preguntarás.

Y es muy sencilla. Querían que Juliano el Apóstata y el rey de Persia llegaran a un acuerdo para que reinase la paz entre los súbditos.

Ellos, en el hogar, habían recibido una densa y práctica formación cristiana, al mismo tiempo que una amplia cultura.

Todo se debió, en gran parte, a su preceptor Eunoico.

El testimonio de sus vidas les llevó, sin querer, a verse envueltos en un acontecimiento que dio lugar a otra dura persecución.

El templo del dios Sol se incendió. Y, naturalmente, les echaron la culpa a ellos.

Vinieron una serie de interrogatorios postizos, una pura farsa. Al final de los mismos, se les entregó al martirio tal día como hoy del año 326.

De las brasas de su martirio por la fe en Cristo, su testimonio continuó ardiendo por siglos y siglos.

Juliano el Apóstata no respetó los tratados de paz, y le hizo la vida imposible a los persas.

Al clavársele una flecha en una batalla, exclamó:"Venciste, Galileo".
Juliano el Apóstata murió en el año 363.

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Fuente: sagradafamilia.devigo.net
Teresa de Portugal, Santa Cisterciense, Junio 17  

Teresa de Portugal, Santa

Santa Teresa, hija del rey Sancho I de Portugal y de Dª. Dulce de Aragón, se casó con su primo, el rey Alfonso IX de León. Tras varios años de feliz vida marital (y varias hijas), el matrimonio fue declarado nulo por el parentesco demasiado estrecho entre ella y Alfonso y no haber recibido las dispensaciones apropiadas. Alfonso se casó con doña Berenguela, la madre de Fernando III el Santo.

Teresa volvió al monasterio cisterciense de San Benito de Lorbao, próximo a Coimbra. Allí se entregó a la práctica de todas las virtudes hasta su muerte, en gran ancianidad, el 17 de junio de 1250.

Fue enterrada en su mismo monasterio, junto a la tumba que ella había dispuesto veinte años antes para su santa hermana Sancha, virgen clarisa, fundadora del convento de Santa María de las Cellas.

Teresa pudo fácilmente haber guardado rencor, no lo hizo así. Con su ayuda se alcanzó un acuerdo pacífico.

Guardar rencor es como montar en bicicleta con una piedra en el zapato. A veces se va para un lado, pero la mayoría de las veces hace que cada pedalada sea miserable.

Lo peor de los rencores es la amargura que crean en nuestra alma. A menudo la persona a la que guardamos rencor ni siquiera sabe que estemos molestos y enfurecidos con ella. Acabamos por gastar extraordinarias cantidades de tiempo labrando y planeando nuestra venganza, para acabar descubriendo que la venganza nunca es tan dulce como creemos que lo va a ser. Si mantienes rencor contra alguien o contra algo, ahora es el momento de sacarte la piedra del zapato. Tienes la garantía de que te sentirás mejor y caminarás mejor.

El 20 de mayo de 1705 el Papa Clemente XI confirmó su culto.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Pablo Burali, Beato Cardenal, Junio 17  

Pablo Burali, Beato

Cardenal Obispo de Nápoles

En la población de Itri, situada cerca de la costa meridional de Italia, entre Fondi y Gaeta, nacía en 1511 el segundo de los cuatro hijos que concedió el cielo a los nobles esposos Pablo Burali de Arezzo y Victoria Olivers, siéndole impuesto en el bautismo el nombre de Escipión.

La antigua familia de los Burali procedía de la ciudad toscana de Arezzo y se había distinguido por los meritorios servicios prestados a la monarquía en el reino de Nápoles. El padre de Escipión era gentilhombre del rey católico de España y diplomático al servicio de Clemente VII. Su madre, Victoria Olivers, pertenecía a la alta nobleza de Barcelona.

La infancia del gentil retoño de los Burali se caracterizó por precoces manifestaciones de una inteligencia despejada, ardientes muestras de amor a Dios y generosos sentimientos de compasión y afecto hacia los pobres y desgraciados. En el año 1524, en que Cayetano de Thiene fundaba en Roma su Orden de clérigos regulares, la antigua universidad de Salerno abría sus puertas al joven Escipión, que en la flor de sus trece años emprendía la ruta de sus estudios literarios para ser más tarde gloria fulgente de la misma Orden.

Pocos años después fue Bolonia, la milenaria y docta ciudad de las cien torres, la que con el prestigio de su rancio abolengo cultural atrajo las miradas y el corazón del joven D´Arezzo. En su célebre Universidad, que resplandecía como "antorcha del derecho", completó su formación intelectual y cursó con brillantez los estudios de derecho civil y canónico, desentrañando ágilmente los áridos latines del Digesto, del Decreto de Graciano y de las decretales de los pontífices, que eran los textos vigentes en aquel tiempo. En la grave teoría de sus togados profesores emerge la relevante figura de Hugo Buoncompagni, el futuro Papa reformador del calendario, del cual será Burali, al correr de los años, colega en el Sacro Colegio Cardenalicio. En una época en que no existía una clara línea divisoria entre las disciplinas sacras y profanas, el novel jurisconsulto fue investido a los veinticinco años con la birreta doctoral en ambos derechos, avalando su ciencia jurídica con una profunda formación en teología dogmática y moral.

El foro napolitano fue la palestra donde, por espacio de doce años, ejerció el flamante jurista su carrera de abogado. Sus excepcionales dotes de prudencia y sinceridad, su insobornable lealtad y su acrisolado amor a los pobres, le granjearon bien pronto las generales simpatías de los napolitanos, los cuales rindieron homenaje a su sabiduría y a su virtud al designarle con este mote asaz honorable y expresivo: "el doctor de la verdad".

En 1550 una fuerte crisis religiosa, acompañada de lacerantes escrúpulos, le obligó a dejar las ocupaciones del foro para retirarse a su amada soledad de Itri y buscar en el silencio y trato íntimo con Dios la ruta definitiva que diera paz y consuelo a su espíritu, A los dos años el virrey de Felipe II, don Pedro de Toledo, le llamó otra vez a Nápoles y le nombró consejero regio y juez de lo criminal. Con repugnancia, y sólo por consejo de su director espiritual, aceptó Burali estos importantes cargos, que procuró servir con toda fidelidad y diligencia.

Cinco años antes, en 1547, había fallecido santamente, en la casa teatina de San Pablo el Mayor, Cayetano de Thiene. La bella Parténope, que había recibido con gozo el apostolado multiforme del fundador de los teatinos, postrada ahora ante su sepulcro, se nutría de su enjundiosa espiritualidad e imploraba su celestial protección. El padre Juan Marinonio, compañero e íntimo amigo de Cayetano, había recogido su herencia y presidía la Casa de San Pablo con la madurez de un magisterio lúcido en la dirección de los espíritus.

El jurisconsulto Burali frecuentaba la Casa de San Pablo y era hijo espiritual de Marinonio, lo mismo que otro abogado famoso, Andrés Avelino, que era ya sacerdote. Conquistados ambos por la espiritualidad teatina, suplicaron a su director y prepósito de la Casa su ingreso en la Orden, haciendo juntos el noviciado bajo la sabia dirección del mismo Marinonio. Exquisita amistad de tres almas excelsas, que se compenetraron tan intensamente hasta escalar las tres cumbres de la santidad y ser venerados en los altares. Más tarde un discípulo de Avelino, el padre Lorenzo Escúpoli, acuñará en uno de los más famosos libros de ascética, El combate espiritual, esa recia espiritualidad teatina que provocó el clima de la reforma católica y troqueló tan egregias figuras de santidad.

Al ingresar Burali, en 1557, en la Orden de clérigos regulares cambió su nombre de Escipión por el de Pablo, cuyo amor a Cristo deseaba imitar. La humildad y el desprecio absoluto de los bienes terrenos son notas básicas de la espiritualidad teatina. Por ello, al solicitar a sus cuarenta y seis años su entrada en la Orden, pidió ser admitido en calidad de hermano coadjutor, porque se reputaba indigno del ministerio sacerdotal. Marinonio no sólo no accedió a sus deseos, sino que, antes de terminar el noviciado, le mandó recibir las órdenes menores y el subdiaconado. En la festividad de la Purificación de María de 1558 emitió el antiguo consejero regio su profesión religiosa, y pocos meses después fue ordenado diácono y presbítero, celebrando su primera misa el domingo de Pascua de Resurrección.

Entonces comenzó la lucha entre la humildad del padre Burali, que desplegaba toda su sagacidad para esquivar honores y dignidades, y la providencia del Señor, que se complacía en elevarlo a los más altos cargos para que fuera uno de los mejores adalides de la reforma católica, Venció el brazo de Dios, que quiso hacer cosas grandes en su siervo. Pero éste exclamará humildemente a lo largo de su vida, con los ojos arrasados en lágrimas: "Dios le perdone al padre Juan, que quiso que yo me ordenase sacerdote".

El capítulo general le nombró en 1560 prepósito de la Casa de San Pablo, y poco después Felipe II le ofreció el obispado de Cortona y el arzobispado de Brindis. El padre Burali los rehusó muy de corazón, no sin haber recibido un aviso del Papa Pío IV, que le decía: "Te ruego aceptes estos cargos, que podrán ser gravosos para ti, pero serán provechosos para las almas".

En 1565, temerosos los napolitanos de que Felipe II implantara en el reino la Inquisición española, decidieron enviar a Madrid una embajada prestigiosa que disuadiera al monarca de tal propósito. La ciudad escogió al padre Burali para llevar a término tan delicada misión diplomática. La elección fue vista con muy buenos ojos por el virrey don Perafán de Ribera, duque de Alcalá, y por la misma Santa Sede. Burali se resistía con todas sus fuerzas. Carlos Borromeo, secretario de Estado de Pío IV, tuvo que escribirle varias cartas en nombre del Papa y, por fin, un mandato formal para que aceptara la embajada.

El padre Burali fue acogido en Madrid con singulares muestras de consideración y de afecto. Felipe II le recibió con toda deferencia, escuchó atento el mensaje de la ciudad y prometió estudiarlo con cariño, queriendo que el embajador napolitano celebrara la misa en su presencia en la capilla del real alcázar. Con motivo de las fiestas de Navidad se ausentó el monarca de la capital, esquivando dar en un asunto tan vidrioso como el de la Inquisición una respuesta categórica. Burali se mantuvo impertérrito en la corte, fiel a su legacía. Después de varios meses de ausencia regresó Felipe II a Madrid y accedió, en parte, a los deseos de los napolitanos, a los cuales prometió en breve una visita. Conmovida la ciudad, tributó a su embajador un recibimiento triunfal, que revistió caracteres de fervoroso plebiscito.

Nombrado en abril de 1567 prepósito de la Casa de San Silvestre, de Roma, el padre Burali pasó a residir en la Ciudad Eterna. El Papa San Pío V desplegaba una enérgica actividad apostólica para convertir en sustancia y vida de la Iglesia los decretos reformadores del concilio de Trento. San Carlos Borromeo, cardenal arzobispo de Milán, implantaba en su sede la reforma con celo enardecido. La vecina diócesis de Plasencia vegetaba en franca decadencia religiosa. El padre Burali fue preconizado obispo de la misma en el consistorio de julio de 1568. Esta vez su humildad no pudo hallar escapatoria, Obligado por el Papa, recibió la consagración episcopal el 1 de agosto siguiente en la propia iglesia de San Silvestre, de manos del cardenal de Pisa, monseñor Escipión Rebiba, haciendo su entrada solemne en la diócesis el 29 de septiembre.

El celo pastoral del prelado, unido al talento y sentido humano del antiguo jurista, transformaron en plazo breve la diócesis placentina, promulgando en ella la legislación del Tridentino. Animado por el espíritu litúrgico de la Orden, restauró la catedral y veló por el esplendor del culto divino, asistiendo cada domingo a la misa mayor y a las vísperas. Llamó a los teatinos, capuchinos y somascos para que fundaran en la diócesis. Pero centró toda su actividad apostólica en tres empresas importantísimas, pilares básicos de la reforma católica: la visita pastoral, que realizó meticulosamente varias veces; el sínodo diocesano, que celebró dos veces, y la fundación del seminario, uno de los primeros de Italia, y cuyo primer director espiritual fue San Andrés Avelino, el cual se multiplicaba para complacer a sus dos amigos Burali y Borromeo.

En el consistorio del 27 de mayo de 1570, San Pío V creó al obispo de Plasencia cardenal presbítero del título de Santa Pudenciana. Otra gran "tribulación" para el obispo teatino -así calificaba él a los honores-, al cual no quedó más remedio que ir a Roma para recibir el capelo de manos de Su Santidad. Al retornar a su diócesis, toda Plasencia saltó de júbilo y dispensó al que llamaba "el obispo santo" un recibimiento apoteósico.

Mas los cantos de alegría se trocaron en lágrimas de dolor al ser promovido en 1576 a la sede arzobispal de Nápoles. Durante ocho años había laborado incansable en la diócesis placentina, en amigable colaboración con San Carlos Borromeo, asistiendo al III concilio provincial de Milán que éste convocó. Reunido en 1572 el cónclave que debía dar sucesor a San Pío V, los votos de los purpurados se polarizaron en torno a dos grandes figuras del Sacro Colegio: Hugo Buoncompagni y Pablo Burali. Elevado aquél al solio de San Pedro con el nombre de Gregorio XIII, quiso recompensar el celo reformador de su antiguo alumno de Bolonia enviándole a la sede de San Jenaro.

En Nápoles desplegó el cardenal Burali el mismo celo apostólico y renovador. Pero a los dos años escasos, macerado por las mortificaciones y agobiado por los achaques, la fractura de una pierna le llevó al sepulcro. Devotísimo siempre de la Santísima Virgen, había hecho edificar un templo en su honor y visitaba con fervor sus imágenes más veneradas. Con frecuencia se le veía con el rosario en la mano y cada noche lo rezaba con sus familiares. Postrado ahora en el lecho del dolor, recibidos con ejemplar piedad los Santos Sacramentos, hizo colocar junto a su cama una imagen de María y, fijando en ella su mirada de hijo amantísimo, expiró santamente en el ósculo del Señor el día 16 de junio de 1578, a los sesenta y siete años de edad.

El Papa Clemente XIV, el día 18 de junio de 1772, procedió a la beatificación de este hijo insigne de San Cayetano, que por su extraordinario celo en favor de la reforma católica mereció el título de "obispo ideal del renacimiento tridentino".

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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