miércoles, 7 de junio de 2017

[ † ] Miércoles de San José. 07/06/2017. Beata Ana de San Bartolomé ¡ruega por nosotros!

JA

JMJ

Pax

Dios no es Dios de muertos, sino de vivos

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 18-27

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, fueron a ver a Jesús algunos de los saduceos, los cuales afirman que los muertos no resucitan, y le dijeron:
"Maestro, Moisés nos dejó escrito: "Si un hombre muere dejando a su viuda sin hijos, que la tome por mujer el hermano del que murió para darle descendencia a su hermano". Había una vez siete hermanos, el primero de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo se casó con la viuda y murió también, sin dejar hijos; lo mismo el tercero. Los siete se casaron con ella y ninguno de ellos dejó descendencia. Por último, después de todos murió también la mujer. El día de la resurrección, cuando resuciten de entre los muertos, ¿de cuál de los siete será mujer? Porque fue mujer de los siete".
Jesús les contestó:
"Están en un error, porque no entienden las Escrituras ni el poder de Dios. Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni los hombres tendrán mujer ni las mujeres marido, sino que serán como ángeles del cielo. Y en cuanto al hecho de que los muertos resucitan, ¿acaso no han leído en el libro de Moisés aquel pasaje de la zarza, en que Dios le dijo: "Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob?" Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Están, pues, muy equivocados".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.

El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk

El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu

El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc

Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?

Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?

Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html

Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).

 

 

Misal

 

mie 9a. Ord. año impar desp Pentecostés

Antífona de Entrada

Confío, Señor, en tu misericordia; alegra mi corazón con tu auxilio. Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho.

 

Oración Colecta

Concédenos, Señor, ser dóciles a las inspiraciones de tu Espíritu, para que realicemos siempre en nuestra vida tu santa voluntad.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

El Dios de la gloria escuchó las súplicas de Sara y de Tobit.

Lectura del libro de Tobías 3, 1-11. 16-17

En aquellos días, Tobit, profundamente afligido, oró entre sollozos, diciendo: 
"Señor, tú eres justo y tus obras también son justas. Siempre procedes con misericordia y lealtad. Tú eres el juez del mundo. Acuérdate de mí, Señor, y ten piedad de mí. No me castigues por mis pecados, no tomes en cuenta mis faltas ni las de mis padres.
Porque desobedecimos tus mandatos nos entregaste al saqueo, al destierro y a la muerte; nos hiciste objeto de las murmuraciones, las burlas y el desprecio de las naciones entre las cuales nos dispersaste. Señor, tu castigo es verdaderamente justo, porque ni mis padres ni yo hemos cumplido tus mandamientos ni hemos sido leales contigo. Haz de mí lo que quieras, Señor: quítame la vida, hazme desaparecer y volver al polvo, pues más me vale morir que vivir, porque me han llenado de insultos y estoy hundido en la tristeza. Líbrame ya, Señor, de esta desgracia, envíame al descanso eterno y no te alejes de mí. Pues más me vale morir que vivir sufriendo tantas desgracias y escuchando tantos insultos".
Aquel mismo día, Sara, la hija de Ragüel, que vivía en la ciudad de Ecbatan, en la provincia de Media, tuvo que soportar los insultos de una esclava de su padre, porque Sara se había casado siete veces y Asmodeo, el malvado demonio, había matado a todos sus maridos, apenas se acercaban a ella. Así pues, la esclava le dijo: 
"¡Tú eres la que estrangulas a tus maridos! Te has casado con siete y no has disfrutado a ninguno. ¿Por qué te desquitas con nosotras por la muerte de tus esposos? Vete a donde están ellos y que nunca veamos ni un hijo ni una hija tuyos".
Sara se entristeció tanto, que comenzó a llorar y subió al segundo piso de su casa, con intención de ahorcarse. Pero reflexionó: "No lo haré, no vaya a ser que la gente insulte a mi padre, diciéndole que su hija única, tan querida, se ahorcó de dolor y sea yo así la causa de que mi padre se muera de tristeza. Más vale que no me ahorque, sino que le pida al Señor que me envíe la muerte, para que no tenga que escuchar ya tantos insultos durante mi vida". Entonces levantó sus manos hacia el cielo e invocó al Señor Dios.
En aquel instante, el Dios de la gloria escuchó las súplicas de Sara y de Tobit, y envió al ángel Rafael a curarlos: a Tobit, quitándole las manchas blancas de los ojos, a fin de que pudiera ver la luz de Dios, ya Sara, hija de Ragüel, librándola del malvado demonio Asmodeo, para darla como esposa a Tobías, hijo de Tobit, pues Tobías tenía más derecho a casarse con ella que todos los que la habían pretendido.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del Salmo 24

A ti, Señor, levanto mi alma.

A ti, Señor, levanto mi alma; mi Dios, en ti confío, no quede defraudada mi confianza ni se burlen de mí mis enemigos.
A ti, Señor, levanto mi alma.

Nadie que haya confiado en ti ha quedado jamás decepcionado. Quienes a Dios traicionan por los ídolos, ésos sí quedarán decepcionados.
A ti, Señor, levanto mi alma.

Descúbrenos, Señor, tus caminos, guíanos con la verdad de tu doctrina. Tú eres nuestro Dios y salvador y tenemos en ti nuestra esperanza.
A ti, Señor, levanto mi alma.

Acuérdate, Señor, que son eternos tu amor y tu ternura. Según ese amor y esa ternura, acuérdate de nosotros.
A ti, Señor, levanto mi alma.

Porque el Señor es recto y bondadoso indica a los pecadores el sendero, guía por la senda recta a los humildes y descubre a los pobres sus caminos. 
A ti, Señor, levanto mi alma.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Yo soy la resurrección y la vida, dice el Señor; el que cree en mí no morirá para siempre.
Aleluya.

Evangelio

Dios no es Dios de muertos, sino de vivos

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 18-27

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, fueron a ver a Jesús algunos de los saduceos, los cuales afirman que los muertos no resucitan, y le dijeron:
"Maestro, Moisés nos dejó escrito: "Si un hombre muere dejando a su viuda sin hijos, que la tome por mujer el hermano del que murió para darle descendencia a su hermano". Había una vez siete hermanos, el primero de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo se casó con la viuda y murió también, sin dejar hijos; lo mismo el tercero. Los siete se casaron con ella y ninguno de ellos dejó descendencia. Por último, después de todos murió también la mujer. El día de la resurrección, cuando resuciten de entre los muertos, ¿de cuál de los siete será mujer? Porque fue mujer de los siete".
Jesús les contestó:
"Están en un error, porque no entienden las Escrituras ni el poder de Dios. Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni los hombres tendrán mujer ni las mujeres marido, sino que serán como ángeles del cielo. Y en cuanto al hecho de que los muertos resucitan, ¿acaso no han leído en el libro de Moisés aquel pasaje de la zarza, en que Dios le dijo: "Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob?" Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Están, pues, muy equivocados".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Que este sacrificio de acción de gracias y de alabanza nos ayude, Señor, a conseguir nuestra salvación eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

Cristo, huésped y peregrino en medio de nosotros

Tú, en la etapa final de la historia, has enviado a tu Hijo, como huésped y peregrino en medio de nosotros, para redimirnos del pecado y de la muerte, y has derramado el Espíritu, para hacer de todas las naciones un solo pueblo nuevo, que tiene como meta tu reino; como estado, la libertad de tus hijos; como ley, el precepto del amor.
Por estos dones de tu benevolencia, unidos a los ángeles y a los santos, cantamos con gozo el himno de tu gloria:

Antífona de la Comunión

Proclamaré Señor, todas tus maravillas, me alegraré en ti y entonaré salmos a tu nombre, Dios altísimo.

 

Oración después de la Comunión

Que el Cuerpo y la Sangre de Cristo que nos has dado, Señor, en este sacramento, sean para nosotros una prenda segura de vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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Meditación diaria

 

9ª semana. Miércoles

RESUCITAREMOS CON NUESTROS PROPIOS CUERPOS

— Una verdad de fe expresamente enseñada por Jesús.

— Cualidades y dotes de los cuerpos gloriosos.

— Unidad entre el cuerpo y el alma.

I. Los saduceos, que no creían en la resurrección, se acercaron a Jesús para intentar ponerle en un aprieto. Según la ley antigua de Moisés1, si un hombre moría sin dejar hijos, el hermano debía casarse con la viuda para suscitar descendencia a su hermano, y al primero de los hijos que tuviera se le debía imponer el nombre del difunto. Los saduceos pretenden poner en ridículo la fe en la resurrección de los muertos, inventando un problema pintoresco2. Si una mujer se casa siete veces al enviudar de sucesivos hermanos, ¿de cuál de ellos será esposa en los cielos? Jesús les responde poniendo de manifiesto la frivolidad de la objeción. Les contesta reafirmando la existencia de la resurrección, valiéndose de diversos pasajes del Antiguo Testamento, y al enseñar las propiedades de los cuerpos resucitados se desvanece el argumento de los saduceos3.

El Señor les reprocha no conocer las Escrituras ni el poder de Dios, pues esta verdad estaba ya firmemente asentada en la Revelación. Isaías había profetizado4las muchedumbres de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán: unos para eterna vida, otros para vergüenza y confusión; y la madre de los Macabeos confortaba a sus hijos en el momento del martirio recordándoles que el Creador del universo (...) misericordiosamente os devolverá la vida si ahora la despreciáis por amor a sus santos lugares5. Y para Job, esta misma verdad será el consuelo de sus días malos: Sé que mi Redentor vive, y que en el último día resucitaré del polvo (...); en mi propia carne contemplaré a Dios6.

Hemos de fomentar en nuestras almas la virtud de la esperanza, y concretamente el deseo de ver a Dios. «Los que se quieren, procuran verse. Los enamorados solo tienen ojos para su amor. ¿No es lógico que sea así? El corazón humano siente esos imperativos. Mentiría si negase que me mueve tanto el afán de contemplar la faz de Jesucristo.Vultum tuum, Domine, requiram, buscaré, Señor, tu rostro»7. Ese deseo se saciará, si permanecemos fieles, porque la solicitud de Dios por sus criaturas ha dispuesto la resurrección de la carne, verdad que constituye uno de los artículos fundamentales del Credo8pues si no hay resurrección de los muertos, tampoco resucitó Cristo. Y si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación, y vana es también nuestra fe9. «La Iglesia cree en la resurrección de los muertos (...) y entiende que la resurrección se refiere a todo el hombre»10: también a su cuerpo.

El Magisterio ha repetido en numerosas ocasiones que se trata de una resurrección del mismo cuerpo, el que tuvimos durante nuestro paso por la tierra, en esta carne «en que vivimos, subsistimos y nos movemos»11. Por eso, «las dos fórmulas resurrección de los muertos y resurrección de la carne son expresiones complementarias de la misma tradición primitiva de la Iglesia», y deben seguirse usando los dos modos de expresarse12.

La liturgia recoge esta verdad consoladora en numerosas ocasiones:En Él (en Cristo) brilla la esperanza de nuestra feliz resurrección; y así, aunque la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad. Porque la vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el Cielo13. Dios nos espera para siempre en su gloria. ¡Qué tristeza tan grande para quienes todo lo han cifrado en este mundo! ¡Qué alegría saber que seremos nosotros mismos, alma y cuerpo, quienes, con la ayuda de la gracia, viviremos eternamente con Jesucristo, con los ángeles y los santos, alabando a la Trinidad Beatísima!

Cuando nos aflija la muerte de una persona querida, o acompañemos en su dolor a quien ha perdido aquí a alguien de su familia, hemos de poner de manifiesto, ante los demás y ante nosotros mismos, estas verdades que nos inundan de esperanza y de consuelo: la vida no termina aquí abajo en la tierra, sino que vamos al encuentro de Dios en la vida eterna.

II. Toda alma, después de la muerte, espera la resurrección del propio cuerpo, con el que, por toda la eternidad, estará en el Cielo, cerca de Dios, o en el Infierno, lejos de Él. Nuestros cuerpos en el Cielo tendrán características diferentes, pero seguirán siendo cuerpos y ocuparán un lugar, como ahora el Cuerpo glorioso de Cristo y el de la Virgen. No sabemos dónde está, ni cómo se forma ese lugar: la tierra de ahora se habrá transfigurado14. La recompensa de Dios redundará en el cuerpo glorioso haciéndolo inmortal, pues la caducidad es signo del pecado y la creación estuvo sometida a ella por culpa del pecado15. Todo lo que amenaza e impide la vida desaparecerá16. Los resucitados para la Gloria –como afirma San Juan en el Apocalipsis– no tendrán hambre, ni tendrán ya sed ni caerá sobre ellos el sol, ni ardor alguno17: esos sufrimientos que enumera el Apocalipsis fueron los que más dañaron al pueblo de Israel mientras atravesaba el desierto: los abrasadores rayos del sol caían como dardos, se desencadenaba con rapidez la corrupción, y el viento seco del desierto consumía las fuerzas18. Estas mismas tribulaciones son símbolo de los dolores que tendría que soportar el nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia, mientras dure su peregrinación hasta la Patria definitiva.

La fe y la esperanza en la glorificación de nuestro cuerpo nos harán valorarlo debidamente. El hombre «no debe despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, debe tener por bueno y honrar a su propio cuerpo, como criatura de Dios que ha de resucitar en el último día»19. Sin embargo, qué lejos está de esta justa valoración el culto que hoy vemos tributar tantas veces al cuerpo. Ciertamente tenemos el deber de cuidarlo, de poner los medios oportunos para evitar la enfermedad, el sufrimiento, el hambre..., pero sin olvidar que ha de resucitar en el último día, y que lo importante es que resucite para ir al Cielo, no al Infierno. Por encima de la salud está la aceptación amorosa de la voluntad de Dios sobre nuestra vida. No tengamos preocupación desmedida por el bienestar físico. Sepamos aprovechar sobrenaturalmente las molestias que podamos sufrir –poniendo con serenidad los medios ordinarios para evitarlas–, y no perderemos la alegría y la paz por haber puesto el corazón en un bien relativo y transitorio, que solo será definitivo y pleno en la gloria.

En ningún momento debemos olvidar hacia dónde nos encaminamos y el valor verdadero de las cosas que tanto nos preocupan. Nuestra meta es el Cielo; para estar con Cristo, con alma y cuerpo, nos creó Dios. Por eso, aquí en la tierra «la última palabra solo podrá ser una sonrisa... un cántico jovial»20, porque más allá nos espera el Señor con la mano extendida y el gesto acogedor.

III. Aunque sea grande la diferencia entre el cuerpo terreno y el transfigurado, hay entre ellos una estrechísima relación. Es dogma de fe que el cuerpo resucitado es específica y numéricamente idéntico al cuerpo terreno21.

La doctrina cristiana, basándose en la naturaleza del alma y en diversos pasajes de la Sagrada Escritura, muestra la conveniencia de la resurrección del propio cuerpo y la unión de nuevo con el alma. En primer lugar, porque el alma es solo una parte del hombre, y mientras esté separada del cuerpo no podrá gozar de una felicidad tan completa y acabada como poseerá la persona entera. También, por haber sido creada el alma para unirse a un cuerpo, una separación definitiva violentaría su modo de ser propio; pero, sobre todo otro argumento, es más conforme con la sabiduría, justicia y misericordia divinas que las almas vuelvan a unirse a los cuerpos, para que ambos, el hombre completo –que no es solo alma, ni solo cuerpo–, participen del premio o del castigo merecido en su paso por la vida en la tierra; aunque es de fe que el alma inmediatamente después de la muerte recibe el premio o el castigo, sin esperar el momento de la resurrección del cuerpo.

A la luz de la enseñanza de la Iglesia vemos con mayor profundidad que el cuerpo no es un mero instrumento del alma, aunque de ella recibe la capacidad de actuar y con ella contribuye a la existencia y desarrollo de la persona. Por el cuerpo, el hombre se halla en contacto con la realidad terrena, que ha de dominar, trabajar y santificar, porque así lo ha querido Dios22. Por él, el hombre puede entrar en comunicación con los demás y colaborar con ellos para edificar y desarrollar la comunidad social. Tampoco podemos olvidar que a través del cuerpo el hombre recibe la gracia de los sacramentos: ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?23.

Somos hombres y mujeres de carne y hueso, pero la gracia ejerce su influjo incluso sobre el cuerpo, divinizándolo en cierto modo, como un anticipo de la resurrección gloriosa. Mucho nos ayudará a vivir con la dignidad y el porte de un discípulo de Cristo considerar frecuentemente que este cuerpo nuestro, templo ahora de la Santísima Trinidad cuando vivimos en gracia, está destinado por Dios a ser glorificado. Acudamos hoy a San José para pedirle que nos enseñe a vivir con delicado respeto hacia los demás y hacia nosotros mismos. Nuestro cuerpo, el que tenemos en la vida terrena, también está destinado a participar para siempre de la gloria inefable de Dios.

1 Dt 24, 5 ss.  2 Mt 12, 18-27. — 3 Cfr. Sagrada Biblia, Santos Evangelios, 2ª ed., Pamplona 1985, comentarios a Mac 12, 18-27 y lugares paralelos. — 4 Is 26, 19. — 52 Mac 7, 23. — 6 Job 19, 25-26. — 7 San Josemaría Escrivá, en Hoja informativa, n. 1, de su proceso de beatificación, p. 5. — 8 Cfr. Symbolo Quicumque, Dz 40;Benedicto XII, Const. Benedictus Deus, 29-I-1336. — 9 1 Cor 15, 13-14. — 10Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta sobre algunas cuestiones referentes a la escatología, 17-V-1979.  11 Conc. XI de Toledo, año 675, Dz 287 (540); cfr. Conc. IV de Letrán, cap. I, Sobre la fe católica, Dz 429 (801), etc. — 12 Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración acerca de la traducción del artículo «carnis resurrectionem» del Símbolo Apostólico, 14-XII-1983. — 13 Misal Romano, Prefacio I de Difuntos. — 14 Cfr. M. Schmaus, Teología Dogmática, vol VII, Los Novísimos, p. 514.  15 Rom 8, 20. — 16 Cfr. M. Schmaus. o. c., vol. VII, p. 225 ss.  17 Apoc 7, 16. — 18 Cfr. Eclo 43, 4; Sal 121, 6; Sal 91, 5-6. — 19 Conc. Vat. II, Const. Gaudium et spes, 14. — 20 L. Ramoneda Molins, Vientos que jamás ha roto nadie, Danfel, Montevideo 1984, p. 41. — 21 Cfr. Dz 287, 427, 429, 464, 531. — 22 Gen 1, 28. — 231 Cor 6, 15.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

Venerable Mateo Talbot

+ 7 de junio, 1925


SU VIDA

Muy joven todavía, un obrero auxiliar de Dublín, llamado Mateo (Matt) Talbot, empezó a beber y parecía que pronto sería una víctima más del alcoholismo. Aunque todas las mañanas, al despertarse de su borrachera, sentía una infinita vergüenza ante Dios y ante el mundo por su falta de carácter, y aunque su madre le rogaba casi de rodillas que cambiase su vida, todos los días de pago olvidaba sus promesas y buenas intenciones, llegando a vender cuanto llevaba encima para satisfacer su vicio. No era ninguna pena o sufrimiento especial lo que lo impulsaba hacia la cantina, sino una absoluta carencia de voluntad y responsabilidad.

A pesar de su pobreza era un muchacho alegre que mantenía en alto su fe y, cuando no estaba bebido, sus padres no tenían por qué avergonzarse de él.

Repentinamente, cuando ya había cumplido 24 años de edad y se le notaban los signos inconfundibles del bebedor, arrojó un día el vaso con licor por la ventana y juró que no volvería a beber ni una gota de alcohol. Jamás confió a nadie la causa de esta repentina decisión; se llevó el secreto a la tumba. Las causas de su transformación, aparentemente, no fueron ni un sentimiento de hastío o repugnancia, ni el temor natural a la ruina corporal, sino más bien se originó por un profundo movimiento de la gracia de Dios, una gracia que aún no se apagaba en su alma.

Ante un sacerdote juró Matt Talbot renunciar en lo futuro al alcohol. No se fió de sus propias fuerzas, sino que, con la bendición de la Iglesia, con la fuerza del Señor, quiso emprender la lucha contra sus malas inclinaciones y resistió con heroísmo. Sin hacer caso a las burlas de los compañeros, dejaba pasar la botella si se la presentaban. Sin embargo, esa renuncia de ninguna manera le pareció una penitencia suficiente para expiar el pecado que lo había dominado durante diez largos años.

Dejó de fumar, prescindió de la comida completa del mediodía y vivía rigurosamente, como un ermitaño. Se conformaba con pocas horas de sueño después de sus diez horas de trabajo. Al estilo de los penitentes medievales, llevaba una cadena bajo la ropa de trabajo. Su jornada comenzaba a las dos de la madrugada. De rodillas rezaba hasta que las campanas llamaban a misa; después de escucharla se presentaba entre los primeros a la obra. A la hora del almuerzo se retiraba a una choza para proseguir sus rezos sin que lo vieran. Durante muchas noches cuidaba a algún amigo enfermo o leía libros religiosos.

Todo lo que logró ahorrar de su escaso salario se lo pasó a cuatro seminaristas de la misión en China, para sus estudios.

Nadie sabía de sus penitencias y de sus sacrificios voluntarios. Durante cuarenta años sólo fue uno más en la fila gris de los obreros que, al amanecer, marchaban por las calles de Dublín rumbo a su pesado trabajo, para regresar agotados al anochecer. El 7de junio de 1925 Matt Talbot, ya de 70 años, cayó desmayado en plena calle. Murió allí mismo, antes de que una mano solícita lo pudiese ayudar. A raíz de su muerte se manifestó la santidad oculta de este hombre sencillo, que había comprendido la palabra del Señor: "... el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan (Mt. 11,12)".

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Fuente: Archidiócesis de Madrid
Isaac y compañeros, Mártires Mártires, Junio 7  

Isaac y compañeros, Mártires

Mártires

En la ciudad los moros están cansados de matar; los cristianos que conviven allí están cansados también de aguantar insolencias y de sufrir humillaciones con peligro. Bastantes han preferido la salida y se han instalado en los alrededores, ocupando las cuevas de la montaña donde viven como ermitaños. Son más de los que se esperaba; casi se puede decir que han formado un cinturón cercando la ciudad de los emires. Con frecuencia reciben la visita de Eulogio que les conforta con la palabra clara, fuerte y enérgica que deja en sus almas regustos de mayor entrega a Dios, mezclada con deseos de fidelidad a la fe cristiana y a los derechos de la patria.

Gran parte de ellos avivan en el alma deseos sinceros de perfección. Pasan el día y la noche repitiendo las costumbres ascéticas de los antiguos anacoretas entre la meditación y la alabanza. Las numerosas ermitas de la montaña forman un gran monasterio que sigue la Regla de los antiguos y pasados reformadores visigóticos Leandro, Isidoro, Fructuoso y Valerio quienes muy probablemente recopilaron, adaptándolas, las primeras reglas cenobíticas de los orientales recogidas por Pacomio, Casiano, Agustín y Benito. El más importante es el Tabanense.

Estalló la tormenta con el martirio del sacerdote cordobés Perfecto que fue arrastrado al tribunal, condenado y degollado.

Hay revuelo en la ciudad y protesta e indignación en el campo. Ha nacido un sentimiento por mucho tiempo tapado; muchos, llenos de ánimo, se lanzan en público a maldecir al Profeta y se muestran deseosos de morir por la justicia y la verdad. El mismo Eulogio pretendió serenar los ánimos, pero de todos modos sostiene que "nadie puede detener a aquellos que van al martirio inspirados por el Espíritu Santo".

Isaac es un joven sacerdote de Tábanos, hijo de familia ilustre cordobesa; de buena educación, conocedor excelente del árabe, hábil en los negocios, servidor en la administración de Abderramán y de sus rentas. Pero amargado en la casa de su amo por la insolencia de los dominantes, por su prepotencia altanera, o quizá por escrúpulos de conciencia, decidió irse y entrar en Tábanos donde le trató Eulogio. Ahora, indignado por la persecución de los musulmanes, toma la decisión de presentarse al cadí con la intención de ridiculizar la injusticia y acabar en el martirio.

Simula querer tener razones para aceptar la religión del Profeta y las pide con ironía y sarcasmo al juez que cae en la trampa. Tan de plano rechaza ante el público reunido la mentira del Profeta, la bajeza de la vida del mahometano y la falsía de la felicidad prometida que, resaltando la verdad del Crucificado, la dignidad que pide a sus fieles y la verdad del único Cielo prometido, que, fuera de sí el improvisado y timado maestro, abofetea a Isaac, contra la ley y la usanza.

La crónica del suceso narrada por Eulogio coincide con la versión árabe relatada en las Historias de los jueces de Córdoba, de Alioxaní, por la que sabemos hasta el nombre del cadí, Said-ben Soleiman el Gafaquí, que le juzgó. Abderramán II mandó aplicar el rigor de la ley a su antiguo servidor; y para que los cristianos no pudieran hacer de su cadáver un estandarte dándole veneración, lo mantuvo dos días en la horca, lo hizo quemar y desparramar después sus cenizas por el río Guadalquivir. Fue martirizado el 7 de juno de 851.

Eso sucedió el miércoles 3 de junio. Dos días más tarde, el mártir es Sancho, un joven admirador de Eulogio, nacido cerca del Pirineo, que era un esclavo de la guardia del sultán; a éste, por ser culpado de alta traición además de impío, lo tendieron en el suelo, le metieron por su cuerpo una larga estaca, lo levantaron en el aire y así murió tras una larga agonía; esa era la muerte de los empalados.

Seis hombres que vestían con cogulla monacal se presentaron el domingo, día 7, ante el juez musulmán, diciéndole: "Nosotros repetimos lo mismo que nuestros hermanos Isaac y Sancho; mucho nos pesa de vuestra ignorancia, pero debemos deciros que sois unos ilusos, que vivís miserablemente embaucados por un hombre malvado y perverso. Dicta sentencia, imagina tormentos, echa mano de todos tus verdugos para vengar a tu profeta". Eran Pedro, un joven sacerdote y Walabonso, diácono, nacido en Niebla, ambos del monasterio de Santa María de Cuteclara; otros dos, Sabiniano y Wistremundo, pertenecían al monasterio de Armelata; Jeremías era un anciano cordobés que había sido rico en sus buenos tiempos, pero había sabido adaptar su cuerpo a los rigores de la penitencia en el monasterio de Tábanos que ayudó a construir con su fortuna personal y ya sólo le quedaba esperar el Cielo y, otro tabanense más, Habencio, murieron decapitados.

En unos días, ocho hombres fueron mártires de Cristo.

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Mártires Mozárabes

Santos Pedro presbítero, Walabonso, Sabiniano, Wistremundo, Habencio y Jeremías monjes, y mártires mozárabes  1

Se llaman mozárabes los cristianos que vivieron en tierra de musulmanes en España (711-1492) manteniendo su fe. En general, se puede decir que llevaron una vida muy difícil, y los que aquí enumeramos pagaron su fidelidad a Cristo con el martirio. También hoy son un modelo para el que quiera vivir al Evangelio fielmente.
El elenco de los santos mozárabes, que recoge el "Martyrologium Romanum" (Roma 2001), está compuesto en su mayoría por mártires, y por unos pocos confesores. Tenemos relatos de los martirios de la mayoría de ellos, escritos por contemporáneos, que los conocieron personalmente, y, que incluso compartieron la cárcel con ellos, y, posteriormente, padecieron el martirio.
Estos hombres y mujeres son mártires en el verdadero sentido de la palabra, es decir, que padecieron la muerte violenta por no renegar de su fe, y por practicar libremente el cristianismo, dando así un "testimonio" inapelable de la Resurrección de Jesucristo. Llevaron una vida santa, de oración, amor a Dios y al prójimo, sin usar la violencia, detestable para un cristiano, y recibieron la muerte que ni deseaban, ni buscaban, con una inexplicable entereza y paz del alma, haciendo el bien, y no causando el mal. Fueron, en definitiva, buenos imitadores de Jesucristo, el Dios único, que se hizo Hombre y bajó a la tierra para salvarnos.
(1) Cf.CONGREGATIO DE CULTU DIVINO ET DISCIPLINA SACRAMENTORUM "Martyrologium Romanum" (Roma 2001).
(2) SAN EULOGIO, "Memorial de los santos"; "Documento martirial"; "Apologético de los mártires"; ÁLVARO DE CÓRDOBA, "Vida de Eulogio".

Oremos

Que la poderosa intercesión de los santos mártires  Pedro, Walabonso, Sabiniano, Wistremundo, Habencio y Jeremías la valentía de aceptar la muerte por el nombre de Cristo: concede también tu fuerza a nuestra debilidad para que, a ejemplo de aquellos que no dudaron en morir por ti, nosotros sepamos también ser fuertes, confesando tu nombre con nuestras vidas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
María Teresa de Soubiran, Santa Fundadora, 7 de junio  

María Teresa de Soubiran, Santa

Fundadora de la Sociedad de María Auxiliadora

La familia Soubiran pertenecía a la antigua nobleza. Sus orígenes datan por lo menos del siglo XIII, y entre sus antecesores indirectos se cuentan San Luis de Francia, San Eleazar de Sabran y su esposa la Beata Delfina, Santa Roselina de Villeneuve, Santa Isabel de Hungría y buena parte de las familias reales de Europa. En el segundo cuarto del siglo XIX, el jefe de la familia Soubiran era José de Soubiran la Louviere, quien vivía en Castelnaudary, cerca de Carcasona. José se casó con Noemí de Gélis de l´Isle d´Albi. Sofía Teresa Agus tina María, segunda hija de este matrimonio, nació el 16 de mayo de 1835.

Los Soubiran mantenían las tradiciones religiosas de la familia, aunque en una forma que reflejaba más la severidad que la alegría del cristianismo. Sofía, dirigida por su tío, el canónigo Luis de Soubiran, se sintió pronto llamada a la vida religiosa. En la congregación mariana bajo la dirección del canónigo, había otras jóvenes que se sentían también llamadas por Dios. Cuando Sofía tenía diecinueve años, Don Luis determinó fundar una comunidad de "beguinas", es decir, de mujeres que viviesen en comunidad con votos temporales de castidad y obediencia. Pero Sofía no creía que ésa fuese su vocación, ya que las "beguinas" gozaban de mucha libertad y podían volver al mundo en el momento en que lo deseasen. Ella se sentía más bien inclinada a la austeridad y a la vida retirada del Carmelo. Sin embargo, al cabo de un período de vacilaciones y de solicitar consejos, decidió finalmente plegarse a los deseos de su tío. Así pues, se trasladó a Gante para estudiar el género de vida de las "beguinas" y, a su vuelta, fue nombrada superiora de la comunidad de Castelnaudary, que entonces inauguró su tío el canónigo. Estos acontecimientos tuvieron lugar entre 1854 y 1855.

En los años siguientes, la nueva fundación prosperó, aunque en una forma bastante diferente a la de los "beguinatos" belgas, ya que Sofía y sus compañeras renunciaron a sus propiedades, establecieron un orfelinato y practicaron, por regla la adoración nocturna al Santísimo Sacramento. A pesar de los progresos, fue aquélla una época tan difícil para la comunidad y su superiora, que la casa en que habitaban recibió el nombre de "el convento del sufrimiento". En 1863, la madre María Teresa, como la llamaremos en adelante, consultó acerca de su vocación a la superiora del convento de Nuestra Señora de la Caridad, en Toulouse y a algunas personas de su confianza, quienes le aconsejaron que hiciese los Ejercicios de San Ignacio. Así lo hizo bajo la dirección del famoso jesuita, P. Pablo Ginhac. Dios le manifestó entonces claramente que debía llevar adelante su propósito de fundar la congregación de María Auxilidaora, tal como lo tenía planeado. El fin de dicha congregación consistía en que sus miembros practicasen la vida religiosa en toda su plenitud y trabajasen por "la empresa más divina y más humana que existe: la salvación de las almas". Ningún trabajo debería parecer demasiado grande ni demasiado pequeño a las religiosas, sobre todo si otras congregaciones no podían o no querían tomarlo entre manos. El canónigo de Soubiran acabó por plegarse a los deseos de su sobrina. El "beguinato" no se disolvió; simplemente, en septiembre de 1864 la madre Maria Teresa y unas cuantas hermanas se mudaron al convento de la Rue des Buchers de Toulouse, que iba a ser la residencia de la nueva congregación. A partir del año siguiente, los escritos de la beata nos permiten seguir de cerca su evolución interior hasta su muerte, ocurrida un cuarto de siglo más tarde.

Las nuevas religiosas siguieron dedicándose al cuidado de los huérfanos y a la instrucción de los niños pobres e inauguraron en Toulouse la primera casa de huéspedes para jóvenes trabajadoras a la que se dio el nombre de Maison de famille, porque era un verdadero hogar para las jóvenes que no lo tenían o que vivían lejos del suyo. Las auxiliadoras practicaban diariamente la adoración nocturna, en tanto que las "beguinas" sólo lo hacían una vez al mes. La madre Teresa calcó las constituciones de su congregación sobre las de la Compañía de Jesús. El P. Ginhac, que tomó parte muy activa en la nueva fundación se encargó de revisar las constituciones. En 1867, el arzobispo de Toulouse aprobó a las auxiliadoras y la Santa Sede publicó, en 1868, un breve laudatorio. En 1869, se inauguraron los conventos de Amiens y de Lyon, en los cuales las religiosas siguieron consagrándose al cuidado de las jóvenes trabajadoras. Durante la guerra franco-prusiana, las religiosas de los tres conventos se refugiaron primero en Southwark y después, en Brompton, donde los padres oratorianos las ayudaron mucho. Más tarde, establecieron una "casa de familia" en Kenington. Tal fue la primera fundación inglesa de las auxiliadoras.

En 1868, ingresó en la congregación una novicia que tres años después fue elegida por voto casi unánime del capítulo, consejera y asistenta de la madre general. Se trataba de la madre Maria Francisca, una mujer muy hábil e inteligente, cinco años mayor que la madre María Teresa de Soubiran. A la vuelta de Inglaterra, la madre María Francisca presentó un proyecto sobre el desarrollo de la congregación; con "el brillo de sus discursos, la fuerza y claridad de sus argumentos, la precisión de sus juicios, su tacto, su habilidad el manejo de los negocios y su fe ardiente y avasalladora", consiguió que el plan fuese aprobado. La cita anterior procede de los escritos de la beata María Teresa y muestra claramente la influencia que ejercía sobre ella su asistenta. Desgraciadamente, la beata no se dio cuenta durante mucho tiempo de que la madre María Francisca era "dominadora, inestable y ambiciosa", como el tiempo había de probar. El hecho fue que la congregación se desarrolló demasiado rápidamente y se abrieron nuevas casas sin recursos suficientes. A principios de 1874, la madre María Francisca declaró que la situación económica de congregación era desesperada. (Actualmente sabemos que tal juicio era exagerado).

Al principio, la madre María Francisca se echó a sí misma la culpa; pero pronto empezó a atacar a la madre María Teresa, acusándola de ser orgullosa, débil, vacilante y de poco espíritu religioso. Al poco tiempo, empezó a correr por todos los conventos de la congregación el rumor de que el mal estado de cosas se debía a la fundadora. La madre María Teresa recordó entonces que m poco antes le había parecido que el Señor le decía: "Tu misión ha terminado dentro de poco, no habrá sitio para ti en tu congregación. Pero mi poder mi bondad estarán contigo." Ella había respondido: "Amén". Desde entona estuvo dispuesta a repetir nuevamente su "amén", pero antes quiso consultar al P. Ginhac. Este quedó un tanto desconcertado e, inmediatamente, mandó llamar a la madre María Francisca, quien le expuso a su modo la situación. Entonces, el siervo de Dios aconsejó a la madre María Teresa que renunciase. Su consejera fue nombrada superiora general.

La casa madre de la congregación era entonces la de Bourges. La nueva superiora general no quiso que su predecesora retornase ni residiese en ninguno de los conventos de la congregación. Así pues, la madre María Teresa se retiró al convento de las Hermanas de la Caridad de Clermont, so pretexto de descansar algunas semanas. El descanso se prolongó siete meses -"siete meses de angustia"-, en tanto que la madre María Francisca determinaba su destino. No hay para qué narrar en detalle las desagradables medidas que la madre María Francisca tomó para evitar que la madre María Teresa reconquistase su antigua influencia y su autoridad. Baste con decir que esas medidas culminaron con la expulsión de la fundadora de la congregación. La beata tuvo que abandonar d convento de Clermont y el hábito religioso en septiembre de aquel año. A fines de 1874, la madre María Teresa, fundadora de la Compañía de María Auxiliadora, volvió a ser simplemente Sofía de Soubiran la Louviere.

Sofía estuvo veinte años en el convento y tuvo que empezar una nueva vida, una prueba muy dura para las personas que no viven "en el mundo", En vano solicitó ser admitida en la congregación de la Visitación y en la orden del Carmelo, "su primer amor". Entonces, pidió su admisión entre sus antiguas amigas del convento de Nuestra Señora de la Caridad en Toulouse, quienes se dedicaban a rescatar mujeres perdidas. Aquellas religiosas no le cerraron las puertas y comprendieron su deseo de ingresar más bien en el convento de París. Después de ciertas dilaciones debidas a algunas dificultades canónicas y a una enfermedad que casi costó la vida a la beata, ésta hizo finalmente la profesión en 1877, a los cuarenta y dos años de edad. Su diario muestra que entró entonces en un período de gran serenidad espiritual y que el poder y la bondad del Señor estaban con ella. El P. Hamon, su director espiritual, escribió: "La abnegación de la madre de Soubiran era tan extraordinaria, que consiguió olvidar completamente a su antigua familia religiosa, confiándola enteramente en manos de la providencia; en esa forma obligó al Divino Pastor a mirar por sus hijas huérfanas. La generosidad de ese sacrificio rayaba, a mi modo de ver, en el heroísmo."

En todo caso, la madre María Francisca no permitía ningún trato, epistolar ni personal, entre sus religiosas y la fundadora de la congregación. Sin embargo, al cabo de ocho años, el contacto se restableció de un modo dramático. La madre María Francisca despidió también de la congregación a la madre María Javier, hermana de la fundadora, pues temía que su presencia conservase vivo el recuerdo de la madre María Teresa. La madre María Javier ingresó también en el convento de Nuestra Señora de la Caridad de París y dio a su hermana noticias muy tristes sobre el estado de la congregación de María Auxiliadora. La madre María Teresa escribió por entonces: "Ahora sí que estoy segura de que esa pequeña compañía que Dios quiere tanto, sobre la cual ha velado tan amorosamente y en la cual había tantas almas fervorosas y verdaderamente virtuosas, estoy segura, digo, de que esa compañía está moralmente muerta, o sea que su fin, su forma y sus métodos han cesado de existir. Acepto amorosamente los planes de Dios, pues soy nada ante su santa e incomprensible voluntad." La Beata María Teresa había contraído la tuberculosis. La larga enfermedad la obligó a pasar en la enfermería los últimos siete meses de su vida. Murió el 7 de junio de 1889, al murmurar estas palabras: "Ven, Señor Jesús". Trató de hacer la señal de la cruz, pero no llegó a signarse. Fue sepultada en el cementerio de Montparnase, en la cripta del convento de Nuestra Señora de la Caridad. Actualmente, sus reliquias se hallan en la casa madre de las auxiliadoras en París. La madre María Teresa de Soubiran fue beatificada en 1946. La síntesis de su espíritu queda expresada en las palabras que escribió en una carta, poco después de su expulsión de la congregación de María Auxiliadora "Como podéis imaginaros, todo ello me ha hecho sufrir enormemente Dios es capaz de medir la intensidad y la profundidad de mi dolor y sabe hasta qué punto esa pena se ha convertido en una fuente de fe, esperanza y caridad. La gran verdad de que Dios es todo y el resto nada se va convirtiendo en la vida de mi alma y, sobre esa verdad me puedo apoyar seguridad, en medio de los incomprensibles misterios de este mundo. Es éste un bien superior a todos los bienes de la tierra, porque en el amor omnipotente podemos confiar durante la vida y por toda la eternidad. No sé si hubiese podido aprender esa gran lección sin pasar por tantas angustias; no lo creo. El tiempo pasa y pasa de prisa; pronto veremos la razón de tantas cosas que sorprenden y desconciertan a nuestra inteligencia débil y miope." La fiesta de la beata se celebra el 20 de octubre.

Dado que la fundación forma parte de la vida de un fundador, añadiremos unas palabras sobre la historia de la congregación que fundó la madre Soubiran. La beata había predicho que las cosas iban a cambiar totalmente en la compañía de María Auxiliadora, uno o dos años después de su muerte. Su profecía se verificó. La congregación estaba muy descontenta del gobierno de la madre María Francisca, y varias casas habían sido clausura das. A par 1884, la inestabilidad administrativa se hizo intolerable. Por ejemplo, en menos de cinco años, la sede del noviciado cambió siete veces. La crisis estalló 1889, cuando el capítulo general se negó a ratificar los nuevos cambios que la superiora proyectaba. El 13 de febrero de 1890, exactamente dieciséis después de la expulsión de la fundadora, la madre María Francisca dejó ser superiora y salió de la congregación.

El cardenal Richard, arzobispo de París, nombró a la madre Maria Isabel de Luppé superiora general. Bajo su gobierno, se hizo luz acerca de la verdadera historia de la fundadora, la madre María Javier ingresó nuevamente en la congregación y la compañía de María Auxiliadora recobró su forma original y empezó a adquirir las características que le han merecido el sitio tan distinguido que ocupa actualmente en la Iglesia.

Este corto artículo basta para probar que la historia de la Beata M Teresa de Soubiran fue realmente extraordinaria(1). Lo mismo puede decirse sobre la vida de la madre María Francisca, por más que no tenga cabida en una vida de santos. Nos limitaremos simplemente a observar que murió en 1921, cuando la causa de beatificación de la madre María Teresa ya estaba introducida. Después de la muerte de María Francisca, se descubrió que era casada y que para entrar en la congregación de María Auxiliadora había abandonado a su esposo. Como su marido vivía aún y ella lo sabía, María Francisca no pudo hacer votos válidos, de suerte que su generalato fue también inválido y, por consiguiente, todos sus actos fueron nulos. Por la misma razón, la madre María Teresa no dejó nunca de pertenecer, canónicamente, a la congregación que había fundado. Nada sabemos acerca de los últimos treinta años de la vida de María Francisca; según parece, poseía una fortuna personal y vivió sola en París.

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Fuente: www.huerto.yocreo.com
Antonio María Gianelli, Santo Obispo y Fundador, Junio 7  

Antonio María Gianelli, Santo

Obispo y
Fundador de la Congregación de las Hijas de María Santísima del Huerto

Antonio Gianelli nace en tierra Ligur, en Cereta, pequeña fracción de Carro, en una famila pobrísima que cultiva tierras arrendadas. En la escuela para niños fundada por el Párroco de Castello, realiza sus primeros estudios.

Hasta los 18 años distribuye su tiempo entre el estudio, la oración, el catecismo, el servicio de a las familias labriegas y las obras de caridad.

Una acaudalada genovesa propietaria de los terrenos que sus padres cultivaban, le facilita la entrada al Seminario de Génova, Continúa con éxito sus estudios, pero sobre todo cultiva la piedad y la mortificación.

En 1813, después de haber recibido la ordenación sacerdotal, es destinado como ayudante del Abad de la Iglesia de S. Mateo en Génova, donde permanece por dos años.

En Cáracari, Diócesis de Acqui se desempeña como profesor modelo, en el Colegio de los Escolapios durante el curso escolar 1815-1816.

Conocido y apreciado por el Cardenal Spina es llamado al año siguiente al Seminario de Génova y se le confía la Cátedra de Retórica, que Gianelli ejerce por 10 años. Años plenos de intenso trabajo y responsabilidad al servicio de futuros sacerdotes de los que quiere: "Sean doctos, sí, pero por sobre todo santos".

Al quedar vacante, en 1826, la colegiala de S. Juan Bautista en Chiavari, el nuevo Arzobispo de Génova, Mons. Luis Lambruschini escribe a los Chiavareses: "Os envío la más bella flor de mi jardín". Y vuelto a Gianelli: "haga de cuenta que emprende una misión, no de pocos días, sino de 10 o 12 años..."

¿Fue una profecía? Estos 12 años de intensa actividad apostólica sacerdotal son, al mismo tiempo, escuela de ascética y pastoral, que preparan a Gianelli para una más difícil y sublime misión.

Antonio Gianelli atento al hombre era profundamente sensible a la promoción humana. Atento a la realidad histórica delmomento desde su llegada a Chiávari, favorece las obras sociales que en aquel momento son útiles y necesarias.

Se inscribe en la Sociedad Económica fundada en Chiávari en 1791 por el Patricio Esteban Rivarola para el desarrollo de las artes, de la industria, de la agricultura y del comercio y toma a pecho la vida y las iniciativas de esta Sociedad. el promotor quiere unir una Institución, particularmente benéfica para Chiávari: el Hospicio de Caridad y Trabajo cuyo objeto era ya, acoger a las huérfanas de la ciudad de Gianelli, durante su permanencia en Chiávari, formaba parte del Gobierno del Hospicio que era regido por un Consejo constituido por miembros de la misma sociedad.

Naturalmente como Párroco, sacerdote y padre de la gran familia chiavarense debía ocuparse y preocuparse más que los otros de las internas del Instituto.

tenía un lugar especial para la dirección del Hospicio, la cual era ejercida por turno, por señoras, generalmente viudas. Él, en verdad se daba cuenta que era necesario resolver radicalmente ese problema ya que se deseaba una sólida formación cristiana y Cívica para las niñas del Hospicio. Pensó confiar la dirección del Instituto a miembros de una Congregación religiosa, pero las precarias condiciones económicas, impidieron la actuación del proyecto.

El Instituto de las Hijas de María Santísima del Huerto nació por un impulso interior, un acto de amor intenso, brotó del corazón de Gianelli del amor apasionado que intuía las necesidades de los hijos de su Parroquia sin que se las manifestaran.

La caridad de Gianelli, a imitación de Cristo es vigilante, atenta, pronta a captar y comprender, a descubrir nuevas necesidades, a encontrar las soluciones del caso. Caridad evangélica, abierta a todos, siempre alerta superando el cansancio y la ingratitud. El Instituto nació para ser orfanatorio de Chiávari bajo el impulso del Espíritu Santo se extendió en toda la liguria, asumiendo otros servicios de caridad. Una síntesis de la amplitud de nuevas formas de servicio y de la rápida expansión del Instituto la da el mismo Gianellien la alocución que dirige al pueblo de Chiávari el 3 de abril de 1837 con ocasión de la bendición de la Piedra Fundamental del Conservatorio (Casa Madre del Instituto).

Después de 8 años de sufrida pero entusiasmante experiencia, Gianelli presenta su Institución como una respuesta a las urgencias religiosas y humanas de la ciudad de Chiávari, de la Liguria, de toda Italia, del mundo, porque con su Instituto abraza en su amor de Pastor, casi todas las necesidades del hombre en la Iglesia Universal.

El párroco, escribe Gianelli, es el padre de una gran familia es, sobre todo, el padre de los pobres que debe pensar aún en sus necesidades materiales. Todo en vista al gran fin: la santificación. "Vosotros que me véis aquí, entregado a una obra lisonjera, costosa, difícil, qué concepto tendréis de vuestro Pastor? Qué pensarán los pobres de este su Padre? También con esta empresa miro a una gran finalidad de mi ministerio. Nada hay en ella que no esté totalmente realizado para vosotros. todo a favor del Evangelio; todo amadísimos, para vuestra santificación". Gianelli relata a los Chiavareses la historia de los primeros 8 años de la vida de la Congregación. Es una evaluación que hace con su pueblo de la obra y espíritu de sus Hijas de María Santísima del Huerto.

En la Catedral de San Lorenzo, en Génova, Antonio María es consagrado Obispo el 6 de mayo de 1838 por S. Excia. el Cardenal Tadini. Aquella tarde un amigo suyo, rector del Seminario de Génova, confiaba a sus seminaristas: "Hoy he asistido a la consagración episcopal de un santo".

El 8 de julio, Monseñor Gianelli inicia su ministerio de Padre de la Fe en la Diócesis de Bobbio.

Consumido por las fatigas apostólicas vive pocos años y el 7 de junio de 1846 muere en Placencia.

La Iglesia lo cuenta entre sus Santos desde el 21 de octubre de 1951 en el pontificado de S.S. Pío XII.

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Fuente: Enciclopedia Católica | ACI Prensa
Roberto de Newminster, Santo Abad cisterciense, Junio 7  

Roberto de Newminster, Santo

Nació en el distrito de Craven (Yorkshire), probablemente en el pueblo de Gargrave; murió el 7 de junio de 1159.

Estudió en la Universidad de París, donde se dice que compuso un comentario a los Salmos; se hizo cura de Gargrave y luego benedictino en Whitby, desde donde se unió, con el permiso del abad, a los fundadores del monasterio cisterciense de Fountains.

Alrededor de 1138, encabezó la primer colonia mandada desde Fountains y estableció la abadía de Newminster, cerca del castillo de Ralph de Merlay, en Morpeth (Northumberland). En el tiempo que fue abad, se mandaron tres colonias de monjes y se fundaron monasterios: Pipewell (1143), Roche (1147) y Sawley (1148).

La vida de Capgrave nos dice que sus propios monjes lo acusaron de mala conducta y que viajó al extranjero (1147-48) para defenderse ante san Bernardo; mas se duda de la veracidad de esta historia, que pudo haber surgido de un deseo de asociar personalmente al santo inglés con el máximo de los cistercienses.

Su tumba en la iglesia de Newminster se convirtió en objeto de peregrinaje.

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Fuente: Carmelnet.org
Ana de San Bartolomé, Beata Carmelita Descalza, Junio 7  

Nació el 10.10.1549 en Almendral (Avila), de familia pobre en bienes materiales, pero muy buenos cristianos.

Ingresó en el Carmelo de San José de Avila en 1570. Fue la primera lega de la Reforma de Santa Teresa. Desde un principio fue muy querida de la Santa Doctora, en cuyas manos hizo sus votos el 15.8.1572.

Por obra de Dios, méritos de Santa Teresa y obediencia de esta beata, ascendió de simple hermana conversa y analfabeta a la secretaria muy particular de la doctora mística.

Así llegó a ser discípula predilecta y heredera aventajada del espíritu de Teresa, como del gran vidente Elías lo fue el profeta Eliseo. Tal rezan los procesos de la causa de la beata Ana.

En funciones de secretaria acompañó a Santa Teresa en sus correrías fundacionales. Y la Santa, reconociendo la valía de su prestación personal y su extraordinaria santidad, llegó a decirle:

"Ana, Ana, tú tIenes las obras, yo tengo la fama".

Aprendió a escribir de modo milagroso.

Descolló siempre por su extraordinaria caridad, tanto para con Dios como para con el prójimo.

En su autobiografía se lee que deseaba con ansias morir de amor y suspiraba por esta dicha. Suya es la frase: "¡Ay, como me pesa este cuerpo!. Y estoy cansada de cuidarle, todo mí deseo sería ver rotas estas cadenas!"

Muerta Santa Teresa, pasó a Francia, donde fundó varios conventos, dando maravillosos ejem-píos de todas las virtudes. En su Autobiografía, escrita por obediencia, nos dejó constancia de las muchas gracias místicas que gozó durante su vida, como fruto de su gran amor a la Humanidad de Jesús y al Misterio de la Sma. Trinidad.

Murió en 1622 y fue beatificada en 1917 por el Papa Benedicto XV.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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