JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (1, 5-25)
Gloria a ti, Señor.
Hubo en tiempo de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una descendiente de Aarón, llamada Isabel. Ambos eran justos a los ojos de Dios, pues vivían irreprochablemente, cumpliendo los mandamientos y disposiciones del Señor. Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril y los dos, de avanzada edad.
Un día en que le correspondía a su grupo desempeñar ante Dios los oficios sacerdotales, le tocó a Zacarías, según la costumbre de los sacerdotes, entrar al santuario del Señor para ofrecer el incienso, mientras todo el pueblo estaba afuera, en oración, a la hora de la incensación. Se le apareció entonces un ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y un gran temor se apoderó de él. Pero el ángel le dijo: "No temas, Zacarías, porque tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu mujer, te dará un hijo, a quien le pondrás el nombre de Juan. Tú te llenarás de alegría y regocijo, y otros muchos se alegrarán también de su nacimiento, pues él será grande a los ojos del Señor; no beberá vino ni licor y estará lleno del Espíritu Santo, ya desde el seno de su madre. Convertirá a muchos israelitas al Señor; irá delante del Señor con el espíritu y el poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacia sus hijos, dar a los rebeldes la cordura de los justos y prepararle así al Señor un pueblo dispuesto a recibirlo".
Pero Zacarías replicó: "¿Cómo podré estar seguro de esto? Porque yo ya soy viejo y mi mujer también es de edad avanzada". El ángel le contestó: "Yo soy Gabriel, el que asiste delante de Dios. He sido enviado para hablar contigo y darte esta buena noticia. Ahora tú quedarás mudo y no podrás hablar hasta el día en que todo esto suceda, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo".
Mientras tanto, el pueblo estaba aguardando a Zacarías y se extrañaba de que tardara tanto en el santuario. Al salir no pudo hablar y en esto conocieron que había tenido una visión en el santuario. Entonces trató de hacerse entender por señas y permaneció mudo.
Al terminar los días de su ministerio, volvió a su casa. Poco después concibió Isabel, su mujer, y durante cinco meses no se dejó ver, pues decía: "Esto es obra del Señor. Por fin se dignó quitar el oprobio que pesaba sobre mí".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.
El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu
El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
"El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?
Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).
Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?
Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).
† Misal
19 de Diciembre
El que ha de venir, vendrá sin tardanza, y ya no tendremos nada que temer, porque él es nuestro salvador.
Oremos:
Dios nuestro, que te dignaste manifestar al mundo el esplendor de tu gloria por medio del parto
de la santísima Virgen María, concédenos venerar con fe íntegra y celebrar con sincera piedad el
gran misterio de la encarnación de tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
El nacimiento de Sansón es anunciado por un ángel
Lectura del libro de los Jueces 13, 2-7. 24-25a.
En aquellos días, había en Sorá un hombre de la tribu de Dan, llamado Manoa. Su mujer era
estéril y no había tenido hijos. A esa mujer se le apareció un ángel del Señor y le dijo:
"Eres estéril y no has tenido hijos; pero de hoy en adelante, no bebas vino, ni bebida
fermentada, ni comas nada impuro, porque vas a concebir y a dar a luz un hijo. No dejes que la
navaja toque su cabello, porque el niño estará consagrado a Dios desde el seno de su madre y
él comenzará a salvar a Israel de manos de filisteos".
La mujer fue a contarle a su marido:
"Un hombre de Dios ha venido a visitarme. Su aspecto era como el del ángel de Dios, terrible en
extremo. Yo no le pregunté de dónde venía y él no me manifestó su nombre, pero me dijo: "Vas
a concebir y a dar a luz un hijo. De ahora en adelante, no bebas vino ni bebida fermentada, no
comas nada impuro, porque el niño estará consagrado a Dios desde el seno de su madre hasta
su muerte".
La mujer dio a luz un hijo y lo llamó Sansón. El niño creció y el Señor lo bendijo y el espíritu del
Señor empezó a manifestarse en él.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 70
Que mi boca, Señor, no deje de alabarte.
Señor, sé para mí un refugio, ciudad fortificada en que me salves. Y pues eres mi auxilio y mi defensa, líbrame, Señor, de los malvados.
Que mi boca, Señor, no deje de alabarte.
Señor, tú eres mi esperanza; desde mi juventud en ti confío. Desde que estaba en el seno de mi madre, yo me apoyaba en ti y tú me sostenías.
Que mi boca, Señor, no deje de alabarte.
Tus hazañas, Señor, alabaré; diré a todos que sólo tú eres justo. Me enseñaste a alabarte desde niño, y seguir alabándote es mi orgullo.
Que mi boca, Señor, no deje de alabarte.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Retoño de Jesé, que brotaste como señal para los pueblos, ven a librarnos y no te tardes.
Aleluya.
Evangelio
El nacimiento de Juan es anunciado por un ángel
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1, 5-25
Gloria a ti, Señor.
Hubo en tiempo de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, del grupo de Abías,
casado con una descendiente de Aarón, llamada Isabel. Ambos eran justos a los ojos de Dios,
pues vivían irreprochablemente, cumpliendo los mandamientos y disposiciones del Señor. Pero
no tenían hijos, porque Isabel era estéril y los dos, de avanzada edad.
Un día en que le correspondía a su grupo desempeñar ante Dios los oficios sacerdotales, le tocó
a Zacarías, según la costumbre de los sacerdotes, entrar al santuario del Señor para ofrecer el
incienso, mientras todo el pueblo estaba afuera, en oración, a la hora de la incensación.
Se le apareció entonces un ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo,
Zacarías se sobresaltó y un gran temor se apoderó de él.
Pero el ángel le dijo:
"No temas, Zacarías, porque tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu mujer, te dará un hijo, a
quien le pondrás el nombre de Juan. Tú te llenarás de alegría y regocijo, y otros muchos se
alegrarán también de su nacimiento, pues él será grande a los ojos del Señor; no beberá vino ni
licor y estará lleno del espíritu Santo, ya desde el seno de su madre. Convertirá a muchos
israelitas al Señor; irá delante del Señor con el Espíritu y el poder de Elías, para convertir los
corazones de los padres hacia sus hijos, dar a los rebeldes la cordura de los justos y prepararle
así al Señor un pueblo dispuesto a recibirlo".
Pero Zacarías replicó:
"¿Cómo podré estar seguro de esto? Porque yo ya soy viejo y mi mujer también es de edad
avanzada".
El ángel le contestó:
"Yo soy Gabriel, el que asiste a Dios. He sido enviado para hablar contigo y darte esta buena
noticia. Ahora tú quedarás mudo y no podrás hablar hasta el día en que todo esto suceda, por no
haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo".
Mientras tanto, el pueblo estaba aguardando a Zacarías y se extrañaba de que tardara tanto en
el santuario. Al salir no pudo hablar y en esto conocieron que había tenido una visión en el
santuario. Entonces trató de hacerse entender por señas y permaneció mudo. Al terminar los
días de su ministerio, volvió a su casa. Poco después concibió Isabel, su mujer, y durante cinco
meses no se dejó ver, pues decía:
"Esto es obra del Señor. Por fin se dignó quitar el oprobio que pesaba sobre mí".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Mira, Señor, con bondad las ofrendas que te presentamos, para que tu poder consagre los dones
de nuestra pobreza.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
La doble espera de Cristo
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo
lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
A quien todos los profetas anunciaron y la Virgen esperó con inefable amor de madre; Juan lo
proclamó ya próximo y lo señaló después entre los hombres.
El es quien nos concede ahora prepararnos con alegría al misterio de su nacimiento, para
encontrarnos así, cuando llegue, velando en oración y cantando su alabanza.
Por eso,
con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno
de tu gloria:
Vendrá a visitarnos de lo alto un sol naciente, Cristo el Señor, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Te damos gracias, Señor, por los bienes que nos has dado, y te rogamos que enciendas en
nosotros el deseo de lo que nos has prometido, para que, con un espíritu renovado, podamos
celebrar dignamente el nacimiento de tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
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† Meditación diaria
Adviento. 19 de diciembre
INFANCIA ESPIRITUAL
— Hacerse como niños delante de Dios.
— Infancia espiritual y filiación divina. Humildad y abandono en Dios.
— Virtudes propias de este camino de infancia: docilidad y sencillez.
I. Nos dice San Marcos que le presentaban a Jesús unos niños para que les impusiera las manos; pero los discípulos les reñían1.
Detrás de estos niños podemos ver a sus madres, empujando suavemente a los pequeños delante de ellas. Jesús debía crear a su alrededor un clima de bondad y de sencillez atrayente. Estas mujeres se sienten dichosas de que Jesús imponga sus manos sobre ellos y estén cerca de Él.
La pugna entre estas mujeres y los discípulos, que querían mantener un cierto orden, es el prólogo a una enseñanza profunda de Cristo. En medio del forcejeo de unas y las protestas de los otros, que quieren alejar a los niños, Jesús se enfada con los discípulos. Él está a gusto con estas criaturas: Dejad que los niños se acerquen a mí, y no se lo impidáis, dice, porque de estos es el Reino de Dios. En verdad os digo: quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y abrazándolos, los bendecía, imponiéndoles las manos2. Los niños y sus madres habían ganado la partida: aquel día se marcharon felices a sus casas.
Hemos de acercarnos a Belén con las disposiciones de los niños: con sencillez, sin prejuicios, con el alma abierta de par en par. Es más, es necesario hacerse como un niño para entrar en el Reino de los Cielos: si no os convertís y os hacéis como los niños no entraréis en el Reino de los Cielos3, dirá el Señor en otra ocasión, mientras coloca a un pequeño delante de todos.
El Señor no recomienda la puerilidad, sino la inocencia y la sencillez. Ve en los niños rasgos y actitudes esenciales para alcanzar el Cielo y, en esta vida, para entrar en el reino de la fe. El niño carece de todo sentimiento de suficiencia.
El niño necesita constantemente de sus padres, y lo sabe; es fundamentalmente un ser necesitado. Así debe ser el cristiano delante de su Padre Dios: un ser que es todo necesidad. El niño vive con plenitud el presente y nada más; la enfermedad del adulto es vivir con excesiva inquietud por el «mañana», dejando vacío el «hoy», que es lo que debe vivir con toda intensidad.
Aquel gesto con los pequeños debió ganar a más de una mujer de las presentes que, quizá, con el afán de situar a sus hijos en primera fila, no habían prestado demasiada atención a las palabras que Jesús dirigía al auditorio.
Jesús nos enseña en este pasaje el camino de la infancia espiritual, para que nos abramos del todo a Dios y seamos eficaces en el apostolado:
«Ser pequeño: las grandes audacias son siempre de los niños. —¿Quién pide... la luna? —¿Quién no repara en peligros para conseguir su deseo?
»—"Poned" en un "niño" así, mucha gracia de Dios, el deseo de hacer su Voluntad (de Dios), mucho amor a Jesús, toda la ciencia humana que su capacidad le permita adquirir... y tendréis retratado el carácter de los apóstoles de ahora, tal como indudablemente Dios los quiere»4.
II. Pocos días antes de la Pasión, los príncipes de los sacerdotes y los escribas, al ver los milagros que hacía, y a los niños que le aclamaban..., se irritaron y le dijeron: ¿Oyes lo que dicen estos? Jesús les respondió: Sí; ¿no habéis leído nunca: de la boca de los pequeños y de los niños de pecho te preparaste la alabanza?5. A lo largo de todo el Evangelio encontramos este mismo pensamiento: se escoge lo pequeño para confundir a lo grande. Abre la boca de los que saben menos, y cierra la de los que parecían sabios.
Jesús acepta abiertamente la confesión mesiánica de estos niños; ellos son los que ven con claridad el misterio de Dios allí presente. Solo puede recibirse el reino de Dios con esta actitud.
Nosotros los cristianos, al reconocer a Jesús en la gruta de Belén como al Mesías prometido desde antiguo, hemos de hacerlo con el espíritu, la sencillez y la audacia de los pequeños: «Niño, enciéndete en deseos de reparar las enormidades de tu vida de adulto»6. Esas «enormidades» que cometimos cuando, por la dureza de nuestro corazón, perdimos la sencillez interior y la visión clara de Jesucristo, y le dejamos de alabar, cuando más esperaba Él nuestra confesión abierta de la fe en un clima de tanta incomprensión para las cosas de Dios.
Hacerse interiormente como niños, siendo mayores, puede ser tarea costosa: requiere reciedumbre y fortaleza en la voluntad, y un gran abandono en Dios. Este abandono, que lleva consigo una inmensa paz, solo se consigue cuando quedamos indefensos ante el Señor. «Hacernos niños: renunciar a la soberbia, a la autosuficiencia: reconocer que nosotros solos nada podemos, porque necesitamos de la gracia, del poder de nuestro Padre Dios para aprender a caminar y para perseverar en el camino. Ser pequeños exige abandonarse como se abandonan los niños, creer como creen los niños, pedir como piden los niños»7.
III. Esta vida de infancia es posible si tenemos enraizada nuestra conciencia de hijos de Dios. El misterio de la filiación divina, fundamento de nuestra vida espiritual, es una de las consecuencias de la Redención. Nosotros somos ya ahora hijos de Dios8 e importa mucho hacernos conscientes de esta realidad maravillosa, para tratar a Dios con espíritu filial, de buen hijo. La adopción divina implica una transformación que sobrepasa inmensamente la simple adopción humana: esto tiene de más la adopción divina que la humana: «por medio del don de la gracia, Dios hace idóneo al hombre que adopta, para recibir la herencia celestial; el hombre, por el contrario, no hace idóneo a aquel a quien adopta, sino más bien elige para adoptar a quien era ya idóneo»9.
Al ser hijos de Dios somos herederos de la gloria. Vamos a procurar ser dignos de tal herencia y tener con Dios una piedad filial, tierna y sincera.
El camino de la infancia espiritual lleva consigo un trato de una confianza sin límites en Dios nuestro Padre. En una familia, el padre interpreta al hijo pequeño el mundo extraño; el pequeño se siente débil, pero sabe que su padre lo defenderá y por eso vive y camina confiado. El niño sabe que junto a su padre nada le puede faltar, nada malo puede sucederle. Su alma y su mente están abiertas sin prejuicios ni recelos a la voz de su padre. Sabe que, aunque se hayan burlado de él, cuando llegue a casa su padre nunca se burla, porque lo comprende.
Los niños no son demasiado sensibles al ridículo, que tantas empresas paraliza, ni tienen esos temores y falsos respetos humanos que engendran la soberbia y la preocupación por el «qué dirán».
El niño cae frecuentemente, pero se levanta con prontitud y ligereza; cuando se vive vida de infancia, las mismas caídas y las flaquezas son medios de santificación. Su amor es siempre joven porque olvida con facilidad las experiencias negativas: no las almacena en su alma, como hace quien tiene alma de adulto.
«Se llaman niños –comenta San Juan Crisóstomo– no por su edad, sino por la sencillez de su corazón»10.
La sencillez es quizá la virtud que resume y coordina las demás facetas de esa vida de infancia que el Señor nos pide. Hemos de ser –dice San Jerónimo– «como el niño que os propongo de ejemplo... no piensa una cosa y dice otra distinta, así también vosotros, porque si no tuvieseis tal inocencia y pureza de intención no podréis entrar en el reino de los cielos»11.
Se manifiesta la sencillez en el trato amable, cordial y sin afectación con los demás. Es virtud muy apreciada en las relaciones humanas, pero a veces difícil de encontrar.
Consecuencia de la vida de infancia es la docilidad. «Niño, el abandono exige docilidad»12. Según su etimología, es dócil quien está dispuesto y preparado a ser enseñado; y así debe estar el cristiano ante los misterios de Dios y de las cosas que a Él se refieren. Se sabe muy en el comienzo de esos conocimientos y tiene el alma abierta a la formación, con deseos siempre de conocer la verdad. Quien tiene alma de adulto da por sabidas muchas cosas, que en realidad desconoce; cree saber, pero se ha quedado en lo externo, en la apariencia, sin ahondar en el saber profundo, que influye inmediatamente en las obras. Cuando Dios lo mira, lo ve repleto de su ignorancia y cerrado al verdadero conocimiento.
Qué maravilla sería si un día, niños al fin, aprendiéramos cosas tan corrientes para un cristiano como, por ejemplo, rezar bien el Padrenuestro, o participar verdaderamente en la Santa Misa, o santificar el trabajo de cada día, o ver en las personas que nos rodean almas que se deben salvar, o... ¡tantas cosas que damos por sabidas con demasiada frecuencia!
Aprendamos a ser niños delante de Dios. «Y todo eso lo aprendemos tratando a María (...). Porque María es Madre, su devoción nos enseña a ser hijos: a querer de verdad, sin medida; a ser sencillos, sin esas complicaciones que nacen del egoísmo de pensar solo en nosotros; a estar alegres, sabiendo que nada puede destruir nuestra esperanza. El principio del camino que lleva a la locura del amor de Dios es un confiado amor a María Santísima»13.
1 Mc 10, 13. — 2 Mc 10, 14-16. — 3 Mt 18, 3. — 4 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 857. — 5 Mt 21, 15-16. — 6 San Josemaría Escrivá, o. c., n. 861. — 7 ídem, Es Cristo que pasa, 143. — 8 1 Jn3, 2. — 9 Santo Tomás, Suma Teológica, 3, q. 23, a. 1, c. — 10 San Juan Crisóstomo, en Catena Aurea, vol III, p. 20. — 11 San Jerónimo,Comentario al Evangelio de San Mateo, 3, 18, 4. — 12 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 871. — 13 ídem, Es Cristo que pasa, 143.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
San Urbano
Papa
Año 1370
Una de las épocas más difíciles de la Iglesia Católica fue lo que se ha llamado "El destierro de Avignon, o destierro de Babilonia", cuando los Papas se fueron a vivir a una ciudad francesa, llamada Avignon, poco después del año 1300, porque en Roma se les había hecho la vida poco menos que imposible a causa de las continuas revoluciones.
Entre todos los Papas que vivieron en Avignon el más santo fue San Urbano V.
Nació en Languedoc, Francia, en 1310. Hizo sus estudios universitarios y entró de monje benedictino. Fue superior de los principales conventos de su comunidad y como tenía especiales cualidades para la diplomacia los Sumos Pontífices que vivieron en Avignon lo emplearon como Nuncio o embajador en varias partes.
Estaba de Nuncio en Nápoles cuando llegó la noticia de que había muerto el Papa Inocencio VI y que él había sido nombrado nuevo Sumo Pontífice. Y no era ni obispo menos cardenal. En sólo un día fue consagrado obispo, y coronado como Papa. Escogió el nombre de Urbano, explicando que le agradaba ese nombre porque todos los Papas que lo habían llevado habían sido santos.
Como Sumo Pontífice se propuso acabar con muchos abusos que existían en ese entonces. Quitó los lujos de su palacio y de sus colaboradores. Se preocupó por obtener que el grupo de sus empleados en la Corte Pontificia fuera un verdadero modelo de vida cristiana. Entregó los principales cargos eclesiásticos a personas de reconocida virtud y luchó fuertemente para acabar con las malas costumbres de la gente. Al mismo tiempo trabajó seriamente para elevar el nivel cultural del pueblo y fundó una academia para enseñar medicina.
Con la ayuda de los franciscanos y de los dominicos emprendió la evangelización de Bulgaria, Ucrania, Bosnia, Albania, Lituania, y hasta logró enviar misioneros a la lejanísima Mongolia.
Lo más notorio de este santo Pontífice es que volvió a Roma, después de que ningún Papa había vivido en aquella ciudad desde hacía más de 50 años. En 1366 decidió irse a vivir la Ciudad Eterna. El rey de Francia y los cardenales (que eran franceses) se le oponían, pero él se fue resueltamente. Las multitudes salieron a recibirlo gozosamente por todos los pueblos por donde pasaba y Roma se estremeció de emoción y alegría al ver llegar al nuevo sucesor de San Pedro.
Al llegar a Roma no pudo contener las lágrimas. Las grandes basílicas, incluso la de San Pedro, estaban casi en ruinas. La ciudad se hallaba en el más lamentable estado de abandono y deterioro. Le había faltado por medio siglo la presencia del Pontífice.
Urbano V con sus grandes cualidades de organizador, emprendió la empresa de reconstruir los monumentos y edificios religiosos de Roma. Estableció su residencia en el Vaticano (donde vivirán después por muchos siglos los Pontífices) y pronto una gran cantidad de obreros y artistas estaban trabajando en la reconstrucción de la capital. También se dedicó a restablecer el orden en el clero y el pueblo, y en breve tiempo se dio trabajo a todo mundo y se repartieron alimentos en gran abundancia. La ciudad estaba feliz.
Pronto empezaron a llegar visitantes ilustres, como el emperador Carlos IV de Alemania, y el emperador Juan Paleólogo de Constantinopla. Todo parecía progresar.
Empezaron otra vez las revoluciones, y sus empleados franceses insistían en que el Papa volviera a Avignon. Urbano se encontraba bastante enfermo y dispuso irse otra vez a Francia en 1370. Santa Brígida le anunció que si abandonaba Roma moriría. El 5 de diciembre salió de Roma y el 19 de diciembre murió. Dejó gran fama de santo.
No tengáis temor al que os pueda quitar la vida del cuerpo. Temed al que puede enviar el alma al infierno (Jesucristo).
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Autor: Archidiócesis de Madrid
Nemesio, Santo Mártir, 19 Diciembre
Mártir
La historia de Nemesio —se adapte o no en todos sus extremos a la bella y adornada narración que conocemos— es la de un hombre fiel y cabal que era uno más del pueblo. Un cristiano anónimo. Quiero decir, sin oficio conocido ni de condición social acreditada. Por los años de madurez que se le atribuyen podría ser casado —condición común a sus años—, aunque bien pudiera ser que no hubiera formado familia. Ni siquiera eso sabemos. |
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Bernardo de Teramo, Santo Obispo, 19 de diciembre
Diciembre 19
Etimológicamente significa "fuerte como el oso". Viene de la lengua alemana. |
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Darío, Santo Mártir, 19 de diciembre
Diciembre 19
Etimológicamente significa "represor". Viene de la lengua griega. |
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina04
Anastasio I, Santo XXXIX Papa, 19 Diciembre
XXXIX Papa
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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