miércoles, 16 de diciembre de 2015

Miércoles de San José. 16/12/2015. Beata María de los Ángeles ¡ruega por nosotros!

JA

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 19-23

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Juan envió a dos de sus discípulos a preguntar a Jesús:
"¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?" Cuando llegaron a donde estaba Jesús, le dijeron:
"Juan el Bautista nos ha mandado a preguntarte si eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro". En aquel momento, Jesús curó a muchos de varias enfermedades y dolencias y de espíritus malignos, y a muchos ciegos les concedió la vista. Después contestó a los enviados:
"Vayan a contarle a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedaron limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Dichoso el que no se escandalice de mí".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.

El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu

El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

"El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?

Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?

Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html

Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).

 

 

Misal

 

mie 3a. Adviento

Antífona de Entrada

Ven, Señor, y no tardes; ilumina los secretos de las tinieblas y manifiéstate a todas las naciones.

 

Oración Colecta

Oremos:
Concédenos, Dios todopoderoso, que la ya cercana solemnidad del nacimiento de tu Hijo nos ayude en la vida presente y nos alcance la eterna felicidad.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

Dejen, cielos, caer su rocío

Lectura del libro del profeta Isaías 45, 6b-8.18.21b-26

"Yo soy el Señor y no hay otro. yo soy el artífice de la luz y el creador de las tinieblas, el autor de la felicidad y el hacedor de la desgracia; yo, el Señor, hago todo esto. Dejen, cielos, caer su rocío y que las nubes lluevan al justo; que la tierra se abra y haga germinar al salvador y que brote juntamente la justicia. Yo, el Señor, he creado todo esto".
Esto dice el Señor, el que creó los cielos, el mismo Dios que plasmó y consolidó la tierra; él no la hizo para que quedara vacía, sino para que fuera habitada:
"Yo soy el Señor y no hay otro. ¿Quién fue el que anunció esto desde antiguo? ¿Quién lo predijo entonces? ¿No fui yo, el Señor? Fuera de mí no hay otro Dios. Soy un Dios justo y salvador y no hay otro fuera de mí.
Vuélvanse a mí y serán salvados, pueblos todos de la tierra, porque yo soy Dios y no hay otro. Lo juro por mí mismo, de mi boca sale la verdad, las palabras irrevocables: ante mí se doblará toda rodilla y por mi jurará toda lengua, diciendo: "Sólo el Señor es justo y poderoso".
A él se volverán avergonzados todos los que lo combatían con rabia. Gracias al Señor, triunfarán gloriosamente todos los descendientes de Israel".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 84

¡Dejen, cielos, caer su rocío y que las nubes lluevan al justo!

Escucharé las palabras del Señor, palabras de paz para su pueblo santo. Está ya cerca nuestra salvación y la gloria del Señor habitará en la tierra.
¡Dejen, cielos, caer su rocío y que las nubes lluevan al justo!

La misericordia y la verdad se encontraron, la justicia y la paz se besaron, la fidelidad brotó en la tierra y la justicia vino del cielo.
¡Dejen, cielos, caer su rocío y que las nubes lluevan al justo!

Cuando el Señor nos muestre su bondad, nuestra tierra producirá su fruto. La justicia le abrirá camino al Señor e irá siguiendo sus pisadas.
¡Dejen, cielos, caer su rocío y que las nubes lluevan al justo!

Aclamación antes del evangelio

Aleluya, aleluya.
Levanta tu voz para anunciar la buena nueva: ya viene el Señor, nuestro Dios, con todo su poder.
Aleluya.

Evangelio

Vayan a contarle a Juan lo que han visto y oído

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 19-23

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Juan envió a dos de sus discípulos a preguntar a Jesús:
"¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?" Cuando llegaron a donde estaba Jesús, le dijeron:
"Juan el Bautista nos ha mandado a preguntarte si eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro". En aquel momento, Jesús curó a muchos de varias enfermedades y dolencias y de espíritus malignos, y a muchos ciegos les concedió la vista. Después contestó a los enviados:
"Vayan a contarle a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedaron limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Dichoso el que no se escandalice de mí".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Te pedimos, Señor, que este sacrificio, signo de nuestra total entrega a ti, te sea ofrecido siempre, para que realice la intención que tuviste al instituir este sacramento y lleve a cabo plenamente en nosotros tu salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

Las dos venidas de Cristo

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Quien al venir por vez primera en la humildad de nuestra carne, realizó el plan de redención trazado desde antiguo y nos abrió el camino de la salvación; para que cuando venga de nuevo en la majestad de su gloria, revelando así la plenitud de su obra, podamos recibir los bienes prometidos que ahora, en vigilante espera, confiamos alcanzar.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Antífona de la Comunión

He aquí que el Señor vendrá con gran poder e iluminará los ojos de sus siervos.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Que esta Eucaristía nos purifique, Señor, de toda mancha y nos prepare así a celebrar dignamente la Navidad ya próxima.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

Adviento. 3ª semana. Miércoles

LAS SEÑALES

— El Señor se nos da a conocer con señales suficientemente claras. Necesidad de las buenas disposiciones interiores.

— Visión sobrenatural para entender los sucesos y acontecimientos de nuestra vida y de nuestro alrededor. Humildad. Corazón limpio. Presencia de Dios.

— Conversión del alma para encontrar a Jesús en nuestros quehaceres.

I. El Evangelio de la Misa1 nos presenta a dos discípulos del Bautista, que preguntan a Jesús: ¿Eres Tú el Mesías que ha de venir, o tenemos que esperar a otro? Alguna duda importante debía rondar por sus almas.

Y en aquella ocasión Jesús curó a muchos de sus enfermedades, achaques y malos espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la vista. Después contestó a los enviados: Id a anunciar a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan... No hay otro a quien esperar: Yo soy el Señor y no hay otro2, nos declara también en la Primera lectura. Él nos trae la felicidad que esperamos; Él satisface todas las aspiraciones del alma. "El que halla a Jesús halla un buen tesoro... Y el que pierde a Jesús pierde muy mucho y más que todo el mundo. Paupérrimo el que vive sin Jesús y riquísimo el que está con Jesús"3. Ya no hay nada más alto que buscar. Y viene como tesoro escondido4, como perla preciosa5, que es necesario apreciar en lo que vale.

Oculto a los ojos de los hombres, que le esperan, nacerá en una cueva, y unos pastores de alma sencilla serán sus primeros adoradores. La sencillez de aquellos hombres les permitirá ver al Niño que les han anunciado, y rendirse ante Él, y adorarle. También le encuentran los Reyes Magos, y el anciano Simeón, que esperaba la consolación de Israel, y la profetisa Ana. Y el propio Juan, que le señala: Este es el cordero de Dios..., y un buen número de sus discípulos, y tantos a lo largo de los siglos que han hecho de Él el eje y centro de su ser y de su obra. Muchos han dado su vida por Él. También nosotros le hemos encontrado, y es lo más extraordinario de nuestra pobre existencia. Sin el Señor nada valdría nuestra vida. Se nos da a conocer con señales claras. No necesitamos más pruebas para verle.

Dios da siempre suficientes señales para descubrirle. Pero hacen falta buenas disposiciones interiores para ver al Señor que pasa a nuestro lado. Sin humildad y pureza de corazón es imposible reconocerle, aunque esté muy cerca.

Le pedimos ahora a Jesús, en nuestra oración personal, buenas disposiciones interiores y visión sobrenatural para encontrarle en lo que nos rodea: en la naturaleza misma, en el dolor, en el trabajo, en un aparente fracaso... Nuestra propia historia personal está llena de señales para que no equivoquemos el camino. También nosotros podremos decir a nuestros hermanos, a nuestros amigos: ¡Hemos encontrado al Mesías!, con la misma seguridad y convencimiento con que se lo dijo Andrés a su hermano Simón.

II. Tener visión sobrenatural es ver las cosas como Dios las ve, aprender a interpretar y juzgar los acontecimientos desde el ángulo de la fe. Solo así entenderemos nuestra vida y el mundo en el que estamos.

A veces se oye decir: "Si Dios obrara un milagro, entonces creería, entonces me tomaría a Dios en serio". O bien: "Si el Señor me diera pruebas más contundentes de mi vocación, me entregaría a Él sin reservas".

El Señor nos da la suficiente luz para seguir el camino. Luz en el alma, y luz a través de las personas que ha puesto a nuestro lado. Pero la voluntad, si no es humilde, tiende a pedir nuevas señales, que ella misma querría también juzgar si son suficientes. En ocasiones, tras ese deseo aparentemente sincero de nuevas pruebas para tomar una decisión ante una entrega más plena, se podría esconder una forma de pereza o de falta de correspondencia a la gracia.

Al principio de la fe (o de la vocación), ordinariamente, Dios enciende una pequeña luz que ilumina solo los primeros pasos que hemos de dar. Más allá de estos primeros pasos está la oscuridad. Pero en la medida en que correspondemos con obras, la luz y la seguridad se van haciendo más grandes. Y siempre, ante un alma sincera y humilde que busca la verdad, el Señor se manifiesta con toda claridad: Id a anunciar a Juan lo que habéis visto...

El Señor ha de encontrarnos con esa disposición humilde y llena de autenticidad, que excluye los prejuicios y permite saber escuchar, porque el lenguaje de Dios, aunque acomodado a nuestro modo de ser, puede hacerse en ocasiones difícil de aceptar, porque contraríe nuestros proyectos o nuestros caprichos, o porque sus palabras no sean precisamente las que nosotros esperábamos o desearíamos escuchar... A veces, el ambiente materialista que nos rodea puede también presentarnos falsas razones contrarias al lenguaje con que Dios se manifiesta. Escuchamos entonces como dos idiomas distintos: el de Dios y el del mundo, este último con razones aparentemente "más humanas". Por eso la Iglesia nos invita a rezar: Señor todopoderoso, rico en misericordia, cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo, no permitas que lo impidan los afanes de este mundo; guíanos hasta él con sabiduría divina, para que podamos participar plenamente del esplendor de su gloria6.

III. No hay otro a quien esperar. Jesucristo está entre nosotros y nos llama. "Él ha dejado sobre este mundo las huellas limpias de sus pasos, señales indelebles que ni el desgaste de los años ni la perfidia del enemigo han logrado borrar. Iesus Christus heri, et hodie, ipse et in saecula (Heb 13, 8). ¡Cuánto me gusta recordarlo!: Jesucristo, el mismo que fue ayer para los Apóstoles y las gentes que le buscaban, vive hoy para nosotros, y vivirá por los siglos. Somos los hombres los que a veces no alcanzamos a descubrir su rostro, perennemente actual, porque miramos con ojos cansados o turbios"7.

Con esa mirada turbia y falta de fe miraron a Jesús sus paisanos la primera vez que vuelve a Nazaret. Aquellos judíos solo vieron en Jesús al hijo de José8, y terminaron echándole de mala manera, no supieron ver más. No descubrieron al Mesías que les visitaba.

Nosotros queremos ver al Señor, tratarle, amarle y servirle, como objetivo primordial de nuestra vida. No tenemos ningún objetivo por encima de este. ¡Qué error tan grande si anduviéramos con pequeñeces, faltos de generosidad, en las cosas que a Dios se refieren! "¡Abrid de par en par las puertas a Cristo! –nos anima Su Vicario aquí en la tierra–. Tened confianza en Él. Arriesgaos a seguirle. Eso exige evidentemente que salgáis de vosotros mismos, de vuestros razonamientos, de vuestra prudencia, de vuestra indiferencia, de vuestra suficiencia, de costumbres no cristianas que habéis quizá adquirido. Sí; esto pide renuncias, una conversión, que primeramente debéis atreveros a desear, pedirla en la oración y comenzar a practicar. Dejad que Cristo sea para vosotros el camino, la verdad y la vida. Dejad que sea vuestra salvación y vuestra felicidad. Dejad que ocupe toda vuestra vida para alcanzar con Él todas sus dimensiones, para que todas vuestras relaciones, actividades, sentimientos, pensamientos, sean integrados en Él o, por decirlo así, sean "cristificados". Yo os deseo –decía el Papa– que con Cristo reconozcáis a Dios como principio y fin de vuestra existencia"9.

Debemos desear, una vez más, una conversión, esa vuelta al Señor para contemplarle, ya cercana la Navidad, con una mirada más limpia, y nunca "con ojos cansados o turbios". Por eso imploramos con la Iglesia: Concédenos, Señor Dios Nuestro, permanecer alerta a la venida de tu Hijo para que cuando llegue y llame a la puerta nos encuentre velando en oración y cantando su alabanza10.

La Virgen nos ayudará en la pelea contra todo lo que nos aparta de Dios, y podremos preparar nuestra alma en estas fiestas que vamos a celebrar y guardar mejor los sentidos, que son como las puertas del alma. Nunc coepi!: ahora, Señor, vuelvo a empezar; con la ayuda de tu Madre. Acudimos a Ella "porque Dios no quiso que tuviéramos nada sin que pasara por manos de María"11.

Como propósito de este rato de oración, podemos ofrecer al Señor nuestro deseo de cumplir con fidelidad el plan de vida que hayamos acordado con nuestro director espiritual, aunque quizá por alguna circunstancia pueda parecer difícil. La fortaleza de nuestra Madre la Virgen ayudará nuestra debilidad, y nos hará comprobar que para Dios nada es imposible12.

1 Lc 7, 19-23. — 2 Is 45, 7. — 3 T. Kempis, Imitación de Cristo, 11. — 4 Mt 13, 44. 5 Mt 13, 45-46. — 6 Oración del 2º Domingo de Adviento. — 7 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 127. — 8 Lc 4, 22. — 9 Juan Pablo II, En Montmartre, 1-VI-1980. — 10 Oración del Lunes de la 1ª Semana de Adviento. — 11 San Bernardo, Sermón 3, en la Vigilia de Navidad, 10. — 12 Lc 1, 37.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

Santa Adelaida
Viuda
Año 999

Que el Espíritu Santo siga enviando sabios directores espirituales
que aconsejen a los gobernadores de las naciones y los
lleven hacia la verdadera sabiduría y hacia la santidad.
¡Que hermoso fuera que esto se hiciera realidad!.

Hallar un buen amigo es como encontrar un tesoro (S. Biblia).

 

Adela o Adelaida, es un nombre alemán que significa: "de noble familia". A esta santa le decían también Alicia.

Santa Adelaida fue la esposa del Emperador Otón el Grande.

Era hija del rey Rodolfo de Borgoña, el cual murió cuando ella tenía 6 años. Muy joven contrajo matrimonio con Lotario, rey de Italia. Su hija Emma llegó a ser reina de Francia.

Su primer esposo, Lotario, murió también muy joven, parece que envenenado por los que deseaban quitarle su reino, quedando Adelaida viuda de sólo 19 años, con su hijita Emma todavía muy pequeñita. El usurpador Berengario la encerró en una prisión y le quitó todos sus poderes y títulos, porque ella no quiso casarse con el hijo del tal Berengario. Su capellán se quedaba admirado porque Adelaida no se quejaba ni protestaba y seguía tratando a todos los carceleros con exquisita amabilidad y dulzura. Todo lo que sucedía lo aceptaba como venido de las manos de Dios y para su bien. Le robaron sus vestidos de reina y todas sus alhajas y joyas y le dieron unos harapos como de pordiosera. En su oscura prisión pasó varios meses dedicada a la oración. Los carceleros exclamaban: "Cuánto heroísmo tiene esta reina. ¡No grita, no se desespera, no insulta. Sólo reza y sonríe en medio de sus lágrimas!".

Y mientras tanto su capellán, el Padre Martín, consiguió un plano del castillo donde ella estaba prisionera, abrió un túnel y llegando hasta su celda la sacó hacia el lago cercano donde la esperaba una barca, en la cual se la llevó hacia le libertad haciéndola llegar hasta el Castillo de Canossa, donde se refugió. Pero Berengario atacó aquel castillo y Adelaida envió unos embajadores a Otón de Alemania pidiéndole su ayuda. Otón llegó con su ejército, derrotó e hizo prisionero a Berengario y concedió la libertad a la santa reina.

Otón se enamoró de Adelaida y le pidió que fuera su esposa. Ella aconsejada por el Padre Martín, acepto este matrimonio y así llegó a ser la mujer del más importante mandatario de su tiempo. Los dos se fueron a Roma y allá el Sumo Pontífice Juan XII coronó a Otón como emperador y a Adelaida como emperatriz.

Otón el grande reinó durante 36 años. Mientras tanto su santa esposa se dedicaba a socorrer a los pobres, a edificar templos y a ayudar a misioneros, religiosos y predicadores.

Al morir su esposo Otón I, le sucedió en el trono el hijo de Adelaida, Otón II, pero este se casó con una princesa de Constantinopla, la cual era dominante y orgullosa y le exigió que tenía que alejar del palacio a Adelaida. Otón aceptó semejante infamia y echó de su casa a su propia madre. Ella se fue a un castillo pero pidió la ayuda de San Mayolo, abad de Cluny, el cual habló de tal manera a Otón que lo convenció que nadie mejor lo podía aconsejar y acompañar que su santa madre. Y así el emperador llamó otra vez a Adelaida y le pidió perdón y la recibió de nuevo en el palacio imperial.

Otón II murió en una guerra y su viuda la princesa de Constantinopla se apoderó del mando y trató duramente a Adelaida. Ella decía: "Solo en la religión puedo encontrar consuelo para tantas pérdidas y desventuras". En medio de sus penas encontraba fuerzas y paz en la oración. A quienes le trataban mal les correspondía tratándoles con bondad y mansedumbre.

Una extraña enfermedad acabó con la vida de la princesa de Constantinopla y Adelaida quedó como regente, encargada del gobierno de la nación, mientras su nieto Otón III llegaba a la mayoría de edad. Fue para sus súbditos una madre bondadosa. Ignoraba el odio y no guardaba resentimientos con nadie. Supo dirigir el gobierno del país alemán con bondad y mucha compresión, ganándose el cariño de las gentes.

Fundó varios monasterios de religiosos y se preocupó por la evangelización de los que todavía no conocían la religión católica. Se esforzaba mucho por reconciliar a los que estaban peleados.

Su director espiritual en ese tiempo fue San Odilón, el cual dejó escrito: "La vida de esta reina es una maravilla de gracia y de bondad". Santa Adelaida tuvo una gran suerte, y fue que durante toda su vida se encontró con formidables directores espirituales que la guiaron sabiamente hacia la santidad: el Padre Martín, San Adalberto, San Mayolo y San Odilón. En la vida de nuestra santa sí que se cumplió lo que dice la S. Biblia: "Encontrar un buen amigo es mejor que encontrarse un buen tesoro. Quien pide un consejo a los que son verdaderamente sabios, llegan con mucha mayor facilidad al éxito".

Cuando su hijo Otón III se posesionó como emperador, ella se retiró a un monasterio, y allí pasó sus últimos días dedicada a la oración y a meditar en las verdades eternas.

Murió el 16 de diciembre del año 999 y aunque las ingratitudes y persecuciones le hicieron sufrir mucho durante toda su vida, al morir se había ganado la estima y el amor de toda su nación.

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Fuente: Osanet.org
Querubin Testa de Avigliana, Beato Sacerdote Agustino, 16 de diciembre  

Querubin Testa de Avigliana, Beato

Perteneciente a la noble familia Prueba, Querubín nació en Avigliana, provincia de Turín (Italia), el año 1451. Abrazó en edad temprana la vida religiosa y vistió el hábito de los Ermitaños de S. Agustín en el convento local de la Orden, fundado por el beato Adriano Berzetti de Buronzo. Allí llevó, hasta al final de su breve existencia, una austera vida de mortificación y santidad, marcada siempre por un profundo espíritu de obediencia y una inmensa piedad. Se distinguió, además, por su pureza y por una particular profunda devoción a la Pasión de Cristo, hasta el extremo de pasar gran parte del día llorando, en extática contemplación de Jesús crucificado.

Querubín murió, con sólo veintinueve años, el 17 de septiembre de 1479, en el convento de Avigliana. Se cuenta que, en el momento mismo en que exhaló el último aliento, las campanas del lugar comenzaron a tocar por sí solas, como para anunciar a los cuatro vientos el feliz tránsito de su alma al paraíso.

En una pintura existente tiempo atrás en el claustro del antiguo convento agustino de Tolentino, en las Marcas, el beato Querubín estaba representado con la aureola del santo, una azucena florecida sobre el corazón y un crucifijo en la mano derecha. Bajo la imagen se podía leer la siguiente inscripción: Beatus Cherubinus de Aviliana, conventus S. Augustini Avilianae magnus splendor. La razón por la que fue representado con la azucena floreciente que salía del corazón, es explicada por algunos antiguos escritores agustinos, como, por ejemplo, Torelli y Elsen, con el hecho de que advirtiendo algunos religiosos que surgía una suave fragancia de su sepulcro cada vez que pasaban delante del mismo para ir al coro, se decidió exhumar el cuerpo del beato para trasladarlo a una sepultura más digna; y al abrir el sepulcro todos pudieron ver que una azucena perfumada había brotado milagrosamente del corazón de Querubín.

Tales prodigios, ocurridos después de su muerte, favorecieron la inmediata afirmación del culto en su honor, conservado siempre vivo, e hicieron posible conseguir la solemne confirmación por parte de Pío IX, el 21 de septiembre de 1865

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María de los Angeles (Marianna) Fontanella, Beata Virgen Carmelita, 16 Diciembre  

María de los Angeles (Marianna) Fontanella, Beata

Nació en Turín (Italia) el 7 de enero de 1661. Fue la última de los once hijos de los condes Juan y María. A los 14 años quedó huérfana de padre y, a disgusto de su madre, vistió el hábito en el Carmelo de su ciudad el 19 de noviembre de 1675, cambiando su nombre de Mariana por el de María de los Angeles. Hizo su profesión el 26 de diciembre de 1676.

Ya antes de ingresar en el Carmelo manifestó una singular disposición para conservarse pura y virtuosa. A los 13 años era su contento pasar horas ante el Santísimo Sacramento.

Todas sus ansias eran de mortificarse privándose en la mesa de lo más apetitoso; por la noche se levantaba para hacer oración. Su humildad y mansedumbre eran la admiración de todos; su caridad en palabras y acciones era de santa. A los pobres socorría dándoles cuanto tenía.

En 1702 fundó un nuevo Carmelo en Moncalien. La familia real la admiraba y consultaba en sus dificultades. Por medio de su fervorosa oración obtuvo de la Santísima Virgen gracias especiales para la ciudad de Turín.

Sus virtudes fueron 1a admiración de todos. Delicadísima en extremo en cuanto a la pureza, hizo voto de no mirar a nadie a la cara y no permitiendó que aun en sus enfermedades la tocaran.

Practicó la pobreza con cariño, usando el hábito más pobre, la celda más incómodayel peorjergón. Por convicción se tenía por la más inútil de la comunidad.

Cuatro veces la eligieron priora y también maesta de novicias. Las monjas quisieron elegirla priora por quinta vez, pero ella contestó: "Pueden empeñarse en hacerme priora; yo me empeñaré con mi Jesús a ver quien puede más".

El mismo año la atacó una fiebre devoradora y, conseguido el permiso para morir, miró al crucifijo y expiró dulcemente.

Era el 16 de diciembre de 1717.

Fue beatificada por el papa Pío IX el 25 de abril de 1865.

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Fuente: Franciscanos.org
Honorato Kozminski de Biala, Beato Capuchino, 16 Diciembre  

Honorato Kozminski de Biala, Beato

Honorato (de seglar, Wenceslao Kozminski) nació en Biala Podlaska (Polonia), el 16 de octubre de 1829. La muerte de su padre le produjo una crisis de fe y se declaró ateo. Sospechoso de participar en un complot contra el régimen ruso invasor, fue encarcelado y en la prisión enfermó de tifus: estas nuevas pruebas le hicieron recuperar la fe. Fue liberado por insuficiencia de pruebas y se hizo capuchino. Recibió la ordenación sacerdotal el 27 de diciembre de 1852. Se dedicó a la predicación y a la dirección de almas, ejerciendo al mismo tiempo varios cargos en su Orden. Su gran actividad estaba sostenida por una intensa vida interior. Se sirvió del confesonario y de la correspondencia para dirigir a personas y orientarlas en su vocación; fundó comunidades religiosas, de las que salieron numerosas congregaciones: todavía hoy existen 17. Fue un precursor de los institutos seculares. Debido a la supresión de los conventos, se iba trasladando de uno a otro, hasta llegar al de Nowe Miasto, en el que vivió los últimos 24 años de su vida, dedicado a la oración y al apostolado epistolar; la sordera le había obligado a dejar el confesonario. Como sus congregaciones habían pasado a la jurisdicción de los obispos, se dedicó a escribir numerosas obras y cartas a sus hijos espirituales. Falleció a la edad de 87 años, el 16 de diciembre de 1916. Lo beatificó Juan Pablo II el 16 de octubre de 1988.

[L´Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 16-X-88]

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De la homilía de Juan Pablo II
en la misa de beatificación
(16-X-1988)


He aquí a aquel a quien el Señor ha dado su gracia (cf. Sal resp.): religioso entregado con magnanimidad y generosidad a su ideal de hermano menor capuchino. Verdadero hijo espiritual de San Francisco. Sacerdote y apóstol. Asiduo ministro del sacramento del perdón y de la reconciliación, su heroico servicio en el confesonario fue una verdadera dirección espiritual. Tuvo un profundo don de saber descubrir y mostrar los caminos de la vocación divina. Era hombre de continua oración, especialmente de la adoración del Santísimo Sacramento; inmerso en Dios y al mismo tiempo abierto a la realidad terrena. Un testigo ocular dijo de él que "caminaba siempre con Dios".

Vivió, como es sabido, en tiempos difíciles: tiempos difíciles para la patria y para la Iglesia. Polonia había sido dividida. En el llamado Reino de Polonia había sido proclamado, después de la insurrección de enero, el estado de guerra. Se habían suprimido todas las Ordenes religiosas, y habían quedado sólo algunos monasterios, condenados prácticamente a la muerte, porque los noviciados habían sido cerrados. En todos los campos de la vida escolástica gravaba el terror policial. Fue entonces cuando nuestro Beato formuló el principio que se convirtió en la inspiración para su actividad apostólica: "El "estado" de los religiosos y de las religiosas es una institución divina, por tanto no puede desaparecer, porque sin él el Evangelio no se realizaría, por lo cual puede y debe cambiar sólo de forma" (Noticias sobre las nuevas congregaciones religiosas, Kraków 1980, pág. 45).

Buscaba a personalidades eminentes y compartía con ellas su solicitud por la suerte de la patria, de la iglesia y de los institutos religiosos en Polonia.

Cuán elocuente es su confidencia: "Hay que orar fervientemente, el Señor quiere algo de mí... cada vez más a menudo vienen a mí las almas de diversos estados, instrucción, libres y piden que les indique la dirección, desean entrar en un convento, y sobre todo solicitan el permiso de hacer voto de castidad. No hay conventos. ¿Adónde y cómo guiar a estas almas? Ante todo no es lícito mandarlas al extranjero, porque son fruto de esta tierra; aquí deben permanecer, no es lícito privar a esta tierra del fruto maduro y más hermoso que ella ha dado. ¿Qué quedará aquí cuando quitemos a las almas santas, llamadas? Dios quiere algo, Él proveerá... Rogad también vosotros para que obtengamos la luz de Dios, para que Dios revele lo que quiere que hagamos por estas almas" (J. Chudzynska, Diario, págs. 10-11).

Así pensó y actuó el Beato Honorato, a quien el Señor dio su gracia y a quien impulsaba una fuerza interior. Indicaba el camino hacia la perfección que nacía de la lectura del Evangelio y de la contemplación. Animaba a permanecer en su ambiente y a imitar la vida de Jesús y María en Nazaret, a practicar los consejos evangélicos ocultamente, sin signos externos. Fue un innovador en la vida monástica y fundador de una nueva forma semejante a los actuales institutos seculares. Mediante sus hijas e hijos espirituales trataba de regenerar en la sociedad el espíritu de celo de los primeros cristianos, y llegaba a través de ellos a todos los ambientes. Todavía hoy 17 congregaciones, procedentes del círculo de su espiritualidad, trabajan en 19 países de cuatro continentes. "El que quiera ser grande -dice Cristo-, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos" (Mc 10,43-44).

El Beato Honorato decía: "Quotidie a Christo exeo, ad Christum eo et ad Christum redeo" (Cada día vengo de Cristo, voy a Cristo y regreso a Cristo).

Se abandonó a Cristo, Sabiduría encarnada, como su esclavo, según las directrices de San Luis María Grignon de Montfort. Repetía a menudo "totus tuus". Solicitaba que María fuese para él "protectora, mediadora, auxiliadora, maestra de sus predicaciones, consejera para las confesiones, garante de la castidad, consoladora, reparadora.

El sacerdote Honorato fue probado con sus sufrimientos físicos y espirituales. "Mas plugo a Yahveh quebrantarle con dolencias" (Is 53,10).

Cuando recibió la decisión de la Iglesia que le privaba de la dirección de las congregaciones y cambiaba el carácter de las mismas, escribió: "El mismo Vicario de Cristo nos ha revelado la voluntad de Dios y ejecuto esta orden con la fe más grande... Recordad, venerables hermanos y hermanas, que a vosotros se presenta la ocasión de demostrar la obediencia heroica a la Santa Iglesia" (Padre Honorato, cartas circulares a las congregaciones).

Y he aquí que, después de su íntimo tormento, vio la luz y se sació de su conocimiento, como dice el profeta Isaías (cf. Is 53,11). Hoy recibe la gloria de los altares en la Iglesia. Nos muestra cómo leer "los signos de los tiempos". Cómo perseverar, según el querer de Dios, y actuar en los tiempos difíciles. Enseña cómo resolver, de acuerdo con el espíritu del Evangelio, los problemas difíciles, y cómo remediar las necesidades humanas en el umbral del tercer milenio desde que "el Hijo del hombre... no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos" (Mc 10,45).

[L´Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 23-X-88]

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Beato Honorato de Biala

Wenceslao Kozminski nació el 16 de octubre de 1829, hijo de Esteban y Alejandra Kahl, en Biala Podlaska, en Polonia. De su familia, ferviente en la fe, recibió una sólida educación católica que acrecentó poco a poco durante el curso de los estudios que culminaron con la láurea en arquitectura.

Superada una crisis de fe que lo llevó al ateísmo, se fue madurando en él, gradual pero decididamente, la vocación sacerdotal que lo indujo a dejar la casa paterna para entrar en el noviciado de los Capuchinos, en Lubartow. Después de haber profundizado en Lublin el estudio de la filosofía y de la teología se trasladó a Varsovia, donde el 27 de diciembre de 1855 fue ordenado sacerdote con el nombre de padre Honorato de Biala.

En Varsovia inició de inmediato el ministerio de la predicación y el de la dirección espiritual, tuvo diversos cargos dentro de la Orden y al mismo tiempo se hizo presente en las escuelas, en los colegios, en los pensionados femeninos para las lecciones de religión. En especial se hizo cargo de la Asociación del santo Rosario y de la Tercera Orden Franciscana. Pero el principal carisma de Honorato se ve sobre todo en la fundación de asociaciones y congregaciones religiosas; de 1874 a 1896 fueron más de veinte las congregaciones fundadas por él.

Al mismo tiempo, en calidad de comisario general de la Provincia capuchina, desarrolló una intensa actividad ministerial a menudo contraviniendo las leyes zaristas de persecución contra numerosos conventos. Aún hoy es impresionante la enorme cantidad de trabajo apostólico realizado por Honorato, a pesar de las restricciones impuestas por el régimen. Valiéndose del confesionario y la correspondencia, fundó 26 asociaciones religiosas, de las cuales surgieron numerosas Congregaciones. Hoy existen 16, de ellas 3 con hábito religioso y 14 sin él, 2 masculinas y 12 femeninas; puede considerarse precursor de los institutos seculares. De esta manera contribuyó grandemente a la supervivencia de la fe en Polonia. Además de ser renombrado predicador e iluminado director espiritual, fue un escritor fecundísimo para hacer conocer a la gente el amor de Dios, como escribió en su Manual Espiritual.

Fue verdaderamente hijo de San Francisco en la forma de ver y vivir el amor de Dios en Cristo y en el sentir y vivir el ministerio de la Iglesia. En 1906 organizó una peregrinación nacional al santuario mariano de Czestochowa, en la cual participaron más de medio millón de personas.

En 1908, después de la reorganización de sus Congregaciones decidida por la conferencia episcopal, fue removido de la dirección general de las mismas, y él se atuvo dócilmente a los mandatos de las autoridades superiores, reservándose sólo la dirección espiritual, de sacerdote y de confesor.

El 16 de diciembre de 1916, a la venerable edad de 87 años, Honorato Kozminski moría. En el testamento había expresado el deseo de ocultarse "en las Llagas de Jesús", y de "entregar el alma al Creador con la misma disposición con que Él entregó su espíritu en las manos de su Padre".

El padre Honorato Kozminski de Biala Podlaska fue beatificado por Juan Pablo II el 16 de octubre de 1988.

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Fuente: clairval.com
Clemente Marchisio, Beato Sacerdote, 16 Diciembre  

Clemente Marchisio, Beato

Clemente Marchisio nace el 1 de marzo de 1833 en Raconnigi, pequeña ciudad de la región de Turín, donde su familia es apreciada tanto por su fe como por su ardor en el trabajo.

El padre, modesto zapatero remendón, sólo tenía una aspiración: que el pequeño Clemente, primogénito de una familia de cinco hijos, pudiera ayudarle algún día en su oficio de zapatero. Pero desde muy joven el niño declara: "Quiero ser prebítero", es decir, cura.

La madre, una santa mujer, consigue persuadir a su marido: "dejémosle que sea sacerdote". Gracias a un caritativo sacerdote, don Sacco, el adolescente puede seguir estudios secundarios y luego estudiar filosofía.

A la edad de 16 años, Clemente Marchisio es revestido con el hábito eclesiástico, al que será siempre fiel. Es ordenado sacerdote el 21 de septiembre de 1856. En su ardor juvenil, aún no se ha percatado de las responsabilidades sacerdotales.

Afortunadamente, después de su ordenación pasa dos años en el internado dirigido por San José Cafasso, cuyo objetivo es perfeccionar la formación de los jóvenes sacerdotes. "Ser sacerdote es el camino más seguro para alcanzar el Paraíso y para conducir allí a los demás", le dice don Cafasso.

Al salir del internado, Clemente Marchisio constatará: "Entré allí como un rapazuelo atolondrado, sin saber lo que quería decir "ser sacerdote". Pero salí totalmente cambiado, habiendo plenamente comprendido la dignidad del sacerdocio".

Los comienzos del ministerio parroquial de don Marchisio se desarrollan serenamente en una pequeña ciudad cuya población se revela ferviente. Durante la Misa reparte cada día unas 400 comuniones, pero ese apostolado fácil no dura mucho.

En 1860 es nombrado párroco de Rivalba Torinese, comarca violentamente anticlerical a la que llaman "guarida del diablo". Como Jesucristo, quiere ser un "buen Pastor" para sus ovejas. Su deseo más profundo es salvarlas y, mediante ello, salvarse a sí mismo. El sermón inicial que dirige a sus parroquianos expone un programa eminentemente sacerdotal: "Os debo buen ejemplo, les dice, así como instrucción, mis servicios y a mí mismo por entero. Si resulta necesario, debo incluso sacrificarme por vuestras almas. Mi primer deber es dar buen ejemplo. Como pastor, debo ser la luz del mundo y la sal de la tierra, lo que me obliga a todas las virtudes... Debo honrar mi ministerio mediante una vida santa e irreprochable, y vosotros debéis honrar, respetar e imitar mi ministerio. Pero ese honor y ese respeto no lo debéis a mi persona, sino a mi ministerio, pues en mis manos tengo poderes que nunca tendrán ni los ángeles del Cielo ni los reyes de la tierra. Puedo reconciliaros con Dios, reparar vuestros pecados, abriros el manantial de la gracia y la puerta del Cielo, consagrar la Eucaristía y hacer que Jesús, nuestro Salvador, se instale en medio de vosotros. Debéis considerarme como el enviado de Dios para conduciros al Cielo... El segundo de mis deberes es instruiros: catequizar a los niños, enseñar a los ignorantes, incluso a aquellos que no frecuentan la Iglesia, aconsejar a los padres y madres de familia y exhortar a los jóvenes. Y si se presenta algún vicio, no tendré más remedio que levantar la voz. ¡Qué desgracia para mí si no dijera claramente la verdad!... En tercer lugar, me debo por entero a vosotros, como Jesús que dijo: El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos (Mt 20, 28). Debo dedicaros mis vigilias, mis cuidados, mis fatigas, en cualquier momento, tanto de día como de noche, a pesar de la distancia, del calor o del frío, a fin de procuraros mis auxilios... A mis servicios añadiré mi oración, pues fue gracias a ella como San Pablo convirtió tantas almas..."

Ese programa de dedicación por amor de las almas nos estimula en el cumplimiento de nuestro deber de estado. En sus Ejercicios Espirituales, San Ignacio nos invita a todos a trabajar con Nuestro Señor para conquistar el mundo entero, a seguirlo en medio de las fatigas, a fin de seguirlo también en la gloria (nº 95). Pero esa conquista pacífica no puede hacerse sin la cruz.

Don Marchisio empieza catequizando a los niños, que escuchan con agrado a ese sacerdote de palabra sencilla, clara y animada. Pero en el púlpito, imitando al párroco de Ars, predica con vehemencia contra las blasfemias, la falta de respeto por el domingo y la depravación de las costumbres: "Sabedlo de una vez por todas, dice al auditorio: no he venido aquí para agradaros, sino para deciros la verdad y convertiros". Pero no siempre es agradable escuchar la verdad. Así pues, los que se sienten ofendidos por aquellos vigorosos sermones intentarán que el párroco se calle haciéndole la vida imposible. Nada más acabar la lectura del Evangelio, los hombres esbozan una señal de la cruz y abandonan la iglesia. "En bien de la paz", sus esposas los imitan, y los jóvenes, tanto chicos como chicas, se apresuran a hacer lo mismo. El predicador se encuentra entonces ante un auditorio de algunas ancianas sordas y de niños. Más adelante, el ataque adquiere mayor magnitud: introducen por la puerta de la iglesia un asno que brama a grito pelado. El joven párroco se tapa un momento la cara con las manos y luego, cuando recupera la calma, prosigue su homilía con fervor y persuasión.

Se le hacen otras malas pasadas: alboroto en la iglesia, silbidos o cantos provocadores se suceden sin interrupción. Son escrutados sus más leves movimientos y los rasgos de la cara, y todo es bueno para sembrar la sospecha, amplificarla y transformarla en calumnia. En una ocasión, un agresor torpe lo ataca con un palo, pero el sacerdote, más hábil que él, le quita el palo y luego se lo devuelve diciendo: "Toma y haz conmigo lo que quieras. Estoy dispuesto a morir. Sin embargo, sólo siento una cosa, y es que te cogerán y caerás en manos de la justicia". Esa caridad desarma al adversario.

Después de haberlo soportado todo en silencio durante mucho tiempo, Clemente Marchisio acaba cogiendo miedo y solicita que le cambien de parroquia. Su obispo le responde que permanezca con valentía en su cruz. Clemente obedece y se abandona al Corazón de Jesús, a la Santísima Virgen y a San José. "Para amar a Jesús, nos dice, no solamente con encendidas palabras, sino con hechos, es necesario que renieguen de uno y que le odien. Es necesario sufrir, estar cansado y humillado por Él. El mayor de los bienes se cumple en la cruz". Esas palabras son un eco de las de Jesús: Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo (Lc 6, 22-23).

Pero el Beato Clemente Marchisio sacó la fuerza necesaria para seguir a Jesús en el Calvario de la celebración de la Misa y de la adoración del Santísimo Sacramento. "La espiritualidad de los sacerdotes va unida a la Eucaristía. De ella reciben la fuerza necesaria para ofrecer su vida al mismo tiempo que Jesús, Sumo sacerdote y Víctima de Salvación... Desde lo alto de la Cruz, Nuestro Señor habla a todos los sacerdotes y les invita a ser, con Él, signos de contradicción para el mundo. La contradicción de Jesús ha formado parte de la tradición apostólica: No os acomodéis al mundo presente (Rm 12, 2)" (Juan Pablo II, 9 de septiembre de 1983).

Don Marchisio se prepara largamente cada día a la celebración de la Misa, que celebra sin lentitud, aunque con gran recogimiento. Invita igualmente a sus feligreces a que se preparen cuidadosamente para la comunión: "Si no preparáis el terreno para sembrar, es inútil que sembréis buena simiente; lo mismo sucede con este alimento del alma que es la sagrada comunión. Quien quiera recibir los frutos de la unión con Dios, conservar la vida del alma y acrecentar sus fuerzas, debe estar predispuesto a ello".

Una fuerza de conversión


Además, se deleita especialmente permaneciendo largo tiempo ante el Santísimo Sacramento, sobre todo cuando la cruz de las incomprensiones, de las calumnias y de las obligaciones se hace más pesada. A una mujer afligida le confiesa lo siguiente: "Mire, también yo me encuentro a veces abatido bajo el peso de las tribulaciones. Pero después de pasar cinco minutos ante el Santísimo Sacramento, que lo es todo, recupero plenamente el vigor. Cuando se encuentre deprimida y desanimada, haga lo mismo". También nosotros podemos nutrirnos del manantial inagotable de la Eucaristía con el agua de la gracia que nos fortificará en las tribulaciones de la vida. Sin decir palabra, la Sagrada Forma de Jesús cambiará la luz, en primer lugar la de nuestro corazón, y luego algunas veces la de los demás, y la cruz nos parecerá ligera de llevar y más suave de sufrir.

La persecución desencadenada contra Clemente Marchisio durará unos diez años. Después de haber escrutado durante largo tiempo los actos y gestos del párroco, varios de sus feligreces constatan su fidelidad a la hora de cumplir sus compromisos. "Nunca se le vio cometer la más mínima imperfección en la observancia de los mandamientos de Dios y de la Iglesia", dirá uno de ellos. Conmovidos y edificados, muchos se convierten. El viento sopla en otra dirección, y los más implacables de sus adversarios acaban por volver a Dios. ¡Pero al precio de cuántas oraciones, de conversaciones privadas, de momentos de abandono y de soledad, de actos de paciencia, obtuvo de Dios la salvación de las almas de su parroquia! Dicen que "confiesa como un ángel", con sutileza, delicadeza y misericordia; en una palabra: con "corazón". Pero aunque se hayan convertido a Dios, no todos sus feligreces se han librado de las malas costumbres, y algunos siguen como pobres pecadores: "Lo que me destroza el corazón, nos dice, e impide que tenga paz es ver cómo se cometen tantos pecados con indiferencia, como si el pecado no fuera nada. Sin embargo, es el mayor de los males del mundo. El pecado no solamente trae la ruina para la eternidad, sino que ya en la vida presente es una especie de infierno. ¡Ah! Qué felicidad estar en gracia de Dios... ¡Oh, Señor!, concédele a mi voz la fuerza necesaria para penetrar en los corazones, así como un poderoso vigor para derribar y eliminar el vicio".

Las dos caridades


Don Marchisio habla de ese modo por caridad "espiritual", para la salvación eterna de sus fieles. Pero la caridad por sus necesidades materiales también es objeto de toda su solicitud. Nadie sale de su casa sin haber recibido ayuda, y llega a dar incluso su ropa de cama, sábanas y mantas, a unos pobres que se habían visto obligados a refugiarse en una cuadra. Entre 1871 y 1876 construye un asilo para niños, así como un taller de tejer para que las jóvenes tengan una ocupación y un salario. Algunas buenas voluntades femeninas le ayudan a llevar a buen término sus labores caritativas. Las reunirá en una comunidad bajo el título de "Hijas de San José".

El ejemplo de Don Marchisio nos invita a practicar obras de misericordia, es decir, "acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales. Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras de misericordia espirituales, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos. Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios" (CIC, 2447).

Pero la caridad de don Marchisio está atenta sobre todo a la manera en que el propio Jesús es tratado en el sacramento del altar. Siente una profunda herida en el alma cuando se entera de que han acontecido profanaciones de la Eucaristía. Le aflige profundamente el espectáculo de los ornamentos litúrgicos en mal estado, como la suciedad de los manteles y lienzos de altar. Por eso, después de haber rezado durante mucho tiempo y de haber solicitado la opinión de sus superiores, confía a las "Hijas de San José" una misión completamente diferente de la que había previsto al reunirlas. Consagrarán su vida al culto eucarístico. Así pues, la misión especial de las hermanas consistirá en preparar con gran respeto, según las normas de la Iglesia, el material del sacrificio eucarístico, confeccionar los ornamentos y los manteles, y atender a la decencia y al honor que requiere la Eucaristía. Se encargarán de catequizar a los niños para prepararlos a la primera comunión y velarán también por la educación litúrgica de los monaguillos y de los fieles. Las hermanas, y sobre todo la cofundadora, sor Rosalía Sismonda, acogen unánimemente y con entusiasmo esa nueva finalidad de su Instituto.

Tras haber definido el objetivo de su Congregación, don Marchisio la mantiene cuidadosamente bajo la protección de San José, diciéndonos: "Dejemos las cosas en manos de San José. Es nuestro buen padre putativo y no permitirá que nada nos falte... Rezad, llamad a la puerta de la divina Providencia y esperadlo todo de Dios mediante la intercesión de San José". También anima a la confianza en María. "Dirijámonos siempre a María, nos repite, y ella no dejará de socorrernos. Pensemos en su pureza, en su humildad, en su unión con Dios, en su conformidad con la voluntad divina y esforcémonos por hacer que resplandezca en nosotros para parecernos a ella... Llevad a María en vuestro corazón... La Virgen sabe que somos hijos suyos. Ella es la Madre de nuestra salvación eterna. Seamos valientes y un día contemplaremos a nuestra Madre del Cielo. ¿Habéis pensado en la felicidad de tener una madre?"

La escalada a la cima


Reconfortado por la mano maternal de María, don Marchisio no deja de avanzar por el camino de la santidad. Cinco años antes de su muerte anuncia que morirá a los 70 años. Pero antes tendrá que atravesar una noche muy oscura: "¡Pobre de mí!, gime. ¡El demonio nunca me había atormentado de este modo! ¡Cuántos dolores me ha obligado a resistir! ¡Cuánto ha intentado desengañarme al presentarme mi vida como inútil! ¡Cuántas tentaciones, incluso la de destruir mi Instituto de religiosas!" Pero, apoyado por el auxilio de la Virgen, sale victorioso de la prueba.

Durante la mañana del 15 de diciembre de 1903, se dispone a celebrar Misa y a visitar a la cofundadora, sor Rosalía Sismonda, que está moribunda y que entregará su alma a Dios dos horas antes que él. Pero siente un malestar: "¡Si pudiera aún celebrar una Misa!... ¡Tal vez hoy no pueda recitar el breviario!". La agonía empieza pronto, marcada por breves plegarias: "¡Dios mío, ten piedad de mí!... ¡Crea en mí un corazón puro!... ¡Jesús, José y María!". Son sus últimas palabras.

De esta manera pasa de este mundo al otro quien había escrito: "Las cosas de este mundo no son nada. El Cielo y la eternidad me esperan. ¿Qué será de mí o de nosotros? Un millón de años después de mi muerte no estaré sino al principio de la eternidad. La tierra es un lugar de paso en la que soy como un viajero. La vida es un momento que se escapa como el agua de un torrente".

En la primavera de 1891 don Marchisio había coincidido con el obispo de Mantua, Monseñor Sarto, el futuro Papa San Pío X, quien declaró más tarde a las "Hijas de San José": "¿Sabéis que vuestro párroco de Rivalba es un santo? Sí, vuestro fundador. Hay que tener muy en cuenta sus palabras, sus opiniones y sus recuerdos". Que podamos también nosotros aprovechar el ejemplo de ese beato para practicar la misericordia, crecer un día tras otro en devoción hacia la Sagrada Eucaristía y conseguir con él la Patria celestial. Es la gracia que deseamos para Usted, así como para todos sus seres queridos, vivos y difuntos.

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Fuente: PrelaturaAyaviri.org
Felipe Siphong Onphitak, Beato Protomártir de Tailandia, 16 Diciembre  

Felipe Siphong Onphitak, Beato

A lo largo de la historia de la Iglesia hay muchos hombres y mujeres que han vivido la fe en Jesucristo de una manera extraordinariamente ordinaria. Personas como tú o como yo, que en nuestro trabajo, centro de estudios, como catequista o miembro de alguna parroquia o movimiento eclesial nos esforzamos en vivir el amor como Jesús nos ha enseñado.

Felipe era un hombre felizmente casado. Padre de 5 hijos y maestro de escuela. Nació en la provincia de Nakhon Phanom, Tailandia, el 30 septiembre 1907 y allí fue bautizado. Este país asiático es casi totalmente budista y aunque a lo largo de los últimos siglos algunos misioneros intentaron llevar el Evangelio a estos lugares, fue recién en 1881 cuando se inició un apostolado más estable.

La Providencia quiso que Felipe sea uno de los primeros católicos tailandeses. Estudió en el colegio parroquial de Non Seng y terminados sus estudios secundarios había dado muestras de una adhesión tan fuerte a la fe que los misioneros lo enviaron a evangelizar Songkhon. En este pueblo se casó con María Thong y allí también le nacieron sus cinco hijos.

Para 1940 los católicos tailandeses eran ya unos 700 pero lamentablemente estalló la guerra entre Tailandia y la Indochina Francesa y los católicos fueron considerados como amenaza para la identidad nacional, pues eran dirigidos por misioneros franceses. Felipe se desempeñaba como maestro y catequista de la escuela parroquial y al ser obligados los misioneros a abandonar el país, él se quedó a cargo de esta pequeña comunidad de creyentes.

Los soldados llegaron a este pueblo en agosto de 1940 y comenzaron a presionar a los creyentes para que abandonaran esta fe "extranjera". Animados por Felipe y las religiosas Agnese Phila y Lucía Khambang, todos permanecieron firmes en la fe. Los soldados llegaron a la conclusión de que eliminando a Felipe esta comunidad cedería finalmente a las presiones. Con una carta falsificada citaron a Felipe a la subprefectura y la tarde del 15 de diciembre él se trasladó en bicicleta al supuesto llamado que le hacían, pero fue interceptado por un par de soldados que le esperaban y que al día siguiente, 16 de diciembre, le dispararon sin que él les guardara ningún rencor. De esta forma su sangre fecundó la semilla del Evangelio que empezaba a germinar en este país del Asia.

A los pocos días los soldados mataron a dos religiosas y a cuatro laicas más. En 1959 los restos de Felipe fueron reunidos con los de estas mártires y en torno a ellas se ha construido un Santuario. Juan Pablo II los beatificó el 23 de abril de 1989. Hoy la Iglesia en Tailandia tiene una gran vitalidad, cuenta con 243 000 católicos y 10 diócesis.

Para ver más sobre las mártires de Songkhom haz "click"
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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