J†A
  JMJ
  Pax
  †   Lectura del santo Evangelio según san Juan 11, 19-27
  Gloria a ti, Señor.
  En   aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para consolarlas   por la muerte de su hermano Lázaro. Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a   su encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo Marta a Jesús:
"Señor, si   hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora estoy segura   de que Dios te concederá cuanto le pidas".
Jesús le dijo:
"Tu hermano   resucitará".
Marta respondió:
"Ya sé que resucitará en la resurrección del   último día".
Jesús le dijo:
"Yo soy la resurrección y la vida. El que cree   en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquél que está vivo y cree en mí, no   morirá para siempre. ¿Crees tú ésto?"
Ella le contestó:
"Sí, Señor. Creo   firmemente que tú eres el Mesías , el Hijo de Dios vivo, el que tenía que venir   al mundo".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor   Jesús.
  Suplicamos tu   oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus   oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te   salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre   todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre   de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.   Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa! 
  Aclaración:   una relación muere sin comunicación   y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras   de vida eterna"   (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no   basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite   ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han   sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
  Por leer la Palabra, no se debe   dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse   el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al   Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y   nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias   por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en   CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
  Nota: es una película protestante, por eso   falta LA MADRE.
  El Misterio de la Misa en 2 minutos:   https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk
  Lo que no ven tus ojos (2 minutos):   http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu
  El Gran Milagro (película completa):   http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX
  Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
    "El GRAN tesoro oculto de la Santa   Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc 
  Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo,   tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc   14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y   no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros"   (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre   dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si   comulgamos   en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y   renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero   (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios,   que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos   auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es   ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la   Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo,   pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama   realmente?
  Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el   primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las   fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos   pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana:   0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses"   son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren   baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué   no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que   todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa   grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10;   Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).
  Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir   "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir   "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad",   "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la   tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la   Misa?
  Estamos en el mundo para ser felices para siempre,   santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la   Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el   representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes   de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el   Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm   14,23). ¿Otros pecados mortales? no   confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al   menos en tiempo pascual (920),   abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos),   promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación   artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual   fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón,   borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de   venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver   más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
  Si no ponemos los medios para confesamos lo antes   posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al   infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22;   10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.).   Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves,   si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa   (Jn 15,22).
   
    
  † Misal
   
  Dia 29/07 Santa Marta   (blanco)
    Entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en   su casa.
   
    Oremos:
Dios todopoderoso, tu Hijo aceptó la hospitalidad de   santa Marta y se albergó en su casa; concédenos, por intercesión de esta santa   mujer, servir fielmente a Cristo en nuestros hermanos y ser recibidos, como   premio, en tu casa del cielo.
Por nuestro Señor   Jesucristo...
Amén.
   
    Si   nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en   nosotros
  Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 4   7-16
  Queridos hijos: Amémonos los unos a los otros, porque el amor   viene de Dios y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no   ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor. El amor que Dios nos tiene, se ha   manifestado en que envió al mundo a su Hijo unigénito para que vivamos por   él.
El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino   en que él nos amó primero y nos envió a su Hijo, como víctima de expiación por   nuestros pecados.
Si Dios nos ha amado tanto, también nosotros debemos   amarnos los unos a los otros. A Dios nadie lo ha visto nunca; pero si nos amamos   los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y su amor en nosotros es   perfecto.
En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que   nos ha dado su Espíritu. Nosotros hemos visto y de ello damos testimonio, que el   Padre envió a su Hijo como salvador del mundo. Quien confiesa que Jesús es el   Hijo de Dios, permanece en Dios y Dios en él.
Nosotros hemos conocido el amor   que Dios nos tiene y hemos creído en ese amor. Dios es amor y quien permanece en   el amor, permanece en Dios y Dios en él.
Palabra de Dios.
Te alabamos,   Señor.
    Del   salmo 33
  Bendigamos al Señor a todas horas.
  Bendeciré al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo.   Yo me siento orgulloso del Señor; que se alegre su pueblo al   escucharlo.
Bendigamos al Señor a todas   horas.
  Proclamemos qué grande es el Señor y alabemos su nombre. Cuando   acudí al Señor, me hizo caso y me libró de todos mis temores.
Bendigamos   al Señor a todas horas.
  Vuélvanse a él y quedarán radiantes, jamás se sentirán   decepcionados. El Señor siempre escucha al afligido, de su tribulación lo pone a   salvo.
Bendigamos al Señor a todas horas.
  A   quien teme al Señor, el ángel del Señor lo salva y cuida. ¡Prueben! Verán qué   bueno es el Señor; dichoso quien en él confía.
Bendigamos al Señor a todas   horas.
  Que   amen al Señor todos sus fieles, pues nada faltará a quienes lo aman. El rico   empobrece y pasa hambre; a quien busca al Señor nada le falta.
Bendigamos   al Señor a todas horas.
    Aleluya, aleluya.
Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; el que me sigue tendrá la   luz de la vida.
Aleluya.
    Creo que tú eres el Hijo de Dios   vivo
  † Lectura del santo Evangelio según san Juan 11,   19-27
  Gloria a ti, Señor.
  En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María   para consolarlas por la muerte de su hermano Lázaro. Apenas oyó Marta que Jesús   llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo Marta a   Jesús:
"Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún   ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas".
Jesús le   dijo:
"Tu hermano resucitará".
Marta respondió:
"Ya sé que resucitará   en la resurrección del último día".
Jesús le dijo:
"Yo soy la resurrección   y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquél que está   vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú ésto?"
Ella le   contestó:
"Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías , el Hijo de Dios   vivo, el que tenía que venir al mundo".
Palabra del Señor.
Gloria a ti,   Señor Jesús.
   
    Señor, al proclamar las maravillas que has realizado en santa   Marta, te rogamos que, así como aceptaste con agrado su solicitud caritativa,   aceptes de igual modo el homenaje de nuestro servicio.
Por Jesucristo,   nuestro Señor.
Amén.
   
    Acción de los santos en la Iglesia
  En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación,   darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y   eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque con la vida de tus santos,   enriqueces a tu Iglesia con formas siempre nuevas de admirable santidad, y nos   das pruebas indudables de tu amor por nosotros; y también, porque su ejemplo nos   impulsa y su intercesión nos ayuda a colaborar en el misterio de la   salvación.
Por eso,
ahora nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con   los ángeles y los santos diciendo:
    Marta dijo a Jesús: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que   tenía que venir al mundo".
   
    Oremos:
Te rogamos, Señor, que la participación en el Cuerpo y   la Sangre de tu Hijo nos aparte de las cosas perecederas; concédenos que, a   ejemplo de santa Marta, podamos servirte en la tierra con caridad sincera y   gozar eternamente de tu vista en el cielo.
Por Jesucristo, nuestro   Señor.
Amen
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  † Meditación diaria
  17ª Semana. Miércoles
  EL TESORO Y LA PERLA PRECIOSA
  — La vocación, algo de inmenso valor, una muestra muy particular   del amor de Dios.
  — Dios pasa por la vida de cada persona en circunstancias bien   determinadas de edad, trabajo, etc. Pasa y llama.
  — Generosidad ante la llamada del Señor.
  I. El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en   el campo que, al encontrarlo un hombre, lo oculta y, gozoso del hallazgo, va y   vende cuanto tiene y compra aquel campo. También es semejante a un   comerciante que busca perlas finas y, cuando encuentra una perla de gran valor,   va y vende todo cuanto tiene y la compra1.
  Con estas dos parábolas descubre Jesús en el Evangelio de la Misa   el valor supremo del Reino de Dios y la actitud del hombre para alcanzarlo. El   tesoro y la perla han sido imágenes empleadas para expresar   tradicionalmente la grandeza de la propia vocación, el camino para alcanzar a   Cristo en esta vida y después, para siempre, en el Cielo.
  El tesoro significa la abundancia de dones que se reciben   con la vocación: gracias para vencer los obstáculos, para crecer en fidelidad   día a día, para el apostolado...; la perla indica la belleza y la   maravilla de la llamada: no solamente es algo de altísimo valor, sino también el   ideal más bello y perfecto que el hombre puede conseguir.
  Hay una novedad en esta segunda parábola con respecto a la del   tesoro: el hallazgo de la perla supone una búsqueda esforzada, el tesoro se   presenta de improviso2. Así puede pasar con Jesús y su llamada:   muchos pueden haber encontrado la vocación casi sin buscarla: un tesoro que de   pronto les deslumbra; en otras personas, Dios ha puesto una inquietud íntima en   su corazón que les lleva a buscar perlas de más valor, dando todo cuanto tienen   al encontrarlas; Dios les pone en el alma una insatisfacción hacia las cosas que   no les acaban de llenar, y les urge a seguir buscando: Quid adhuc mihi   deest?, ¿Qué me falta?3, habrán preguntado tantos al Señor en la   intimidad de su alma. En ambos casos –un encuentro repentino o una búsqueda   larga– se trata de algo de grandísimo precio: "un honor inmenso, un orgullo   grande y santo, una muestra de predilección, un cariño particularísimo, que ha   manifestado Dios en un momento concreto, pero que estaba en su mente desde toda   la eternidad"4.
  El hombre que descubre su vocación siempre ha tenido que   esforzarse para seguirla, pues el Señor llama, invita, pero no   coacciona.
  Una vez descubierta la perla o encontrado el tesoro, es necesario   dar un paso más. La actitud que se ha de tomar es idéntica en ambas parábolas y   está descrita con los mismos términos: va y vende cuanto tiene y lo   compra; el desprendimiento, la generosidad, es condición indispensable para   alcanzarlo. "Escribías: "(...) Este pasaje del Santo Evangelio ha caído en mi   alma echando raíces. Lo había leído tantas veces, sin coger su entraña, su sabor   divino".
  "¡Todo..., todo se ha de vender por el hombre discreto, para   conseguir el tesoro, la margarita preciosa de la Gloria!"5. ¡Nada hay   que tenga tanto valor!
  II. El descubrimiento de los planes divinos proporciona al alma la   clave para descifrar el propio pasado. En ese momento encajan las piezas de lo   que hasta ahora era como un rompecabezas: por qué conocimos a aquella   determinada persona, las ayudas especiales que experimentamos en un determinado   momento... La vocación también proyecta su luz sobre la vida futura, que se ve   plena de sentido6.
  Ni el hombre que encontró el tesoro, ni el que halló la perla,   echan de menos lo que antes poseían y que vendieron. Tal es la nueva riqueza,   que ninguna otra cosa dejada debe añorarse. Lo mismo sucede a aquel que se   desprende de todo por amor a Cristo: lo deja todo, y lo halla todo. Su vida, en   apariencia la misma, es bien distinta. El Señor subraya en la parábola el gozo   con que vende sus posesiones. Cabe pensar que serían cosas a las que tendría   aprecio: la casa, el mobiliario, los adornos... representaban el esfuerzo de   años de trabajo. Pero lo vende todo, sin regateos, sin pensarlo demasiado, con   alegría. Lo vende todo porque sabe bien el tesoro que ha encontrado. Ante este,   todo lo demás carece de importancia.
  Dios pasa por la vida de cada persona en unas circunstancias bien   determinadas, a una edad concreta, en situaciones distintas; y exige de acuerdo   con esas condiciones, que Él mismo ha previsto desde la eternidad. Jesús pasa y   llama: a unos a la primera hora7, cuando aún tienen pocos   años, y les pide sus ambiciones, las esperanzas y proyectos de un futuro que, a   esa edad, parece lleno de promesas; a otros, en la madurez de la vida... o en su   declinar. A muchos, la mayoría, el Señor los encontrará en su trabajo de hombres   y mujeres corrientes en medio del mundo, y querrá que sigan siendo fieles   corrientes para que santifiquen ese mundo en cuyas entrañas se encuentran, a   través de su profesión, de su prestigio profesional quizá duramente adquirido,   con una entrega plena y total. A otros los encuentra el Señor en el matrimonio y   les pide que santifiquen su familia y se den a Él por entero, en sus peculiares   circunstancias.
  En cualquier edad en la que se reciba la llamada, el Señor da una   juventud interior que lo renueva todo, la llena de ilusiones a estrenar y de   afán apostólico. Ecce nova facio omnia8, dice el Señor; Yo   puedo renovarlo todo: acabar con la rutina en la vida, enseñar a mirar más lejos   y más arriba. ¿Cuál es la mejor edad para entregarse a Dios? Aquella en la que   el Señor llama. Lo importante es ser generoso con Él entonces y siempre, sin   confiar en que habrá otra oportunidad, que tal vez no llegue nunca; sin suponer   tampoco que ya se ha pasado el tiempo de las decisiones llenas de audacia y de   valentía, que es demasiado tarde..., o demasiado pronto.
  III. Es semejante el Reino de los Cielos a un comerciante que anda   en busca de perlas finas, y hallando una muy preciosa, vende cuanto tiene y la   compra... En comparación de aquella –comenta San Gregorio Magno– nada tiene   valor, y el alma abandona todo cuanto había adquirido, derrama todo cuanto había   congregado y considera deforme todo lo que le parecía bello en la tierra, porque   solo brilla en el alma el resplandor de aquella perla   preciosa9.
  Quien es llamado –cualquiera que sea su situación personal– debe   entregar al Señor todo lo que le pide: con frecuencia, todo lo que esté en   condiciones de darle. Las circunstancias, sin embargo, son distintas y, por   tanto, darlo todo no siempre significará materialmente lo mismo: una persona   casada, por ejemplo, no puede ni debe abandonar lo que, por voluntad de Dios,   pertenece a los suyos: el amor a su mujer o a su marido, la dedicación a su   familia, la educación de los hijos... Al contrario, para esta persona, darlo   todo supone vivir la vida de un modo nuevo, cumpliendo mejor con sus   deberes legítimos; supone trabajar más y mejor; vivir heroicamente sus   obligaciones familiares; desvivirse para educar humana y cristianamente a sus   hijos; preocuparse de otras familias amigas; hablar de Dios con la conducta y   con la palabra; buscar tiempo para colaborar en tareas de apostolado...; "en la   vida real de un hombre o de una mujer casados, que después descubren la   significación vocacional de su matrimonio, el "descubrimiento" aparece siempre   como una dimensión concreta de su vocación cristiana, que es lo radical; y su   respuesta, como un aspecto –importante– de su total obediencia de fe, que   comporta necesariamente otros muchos aspectos"10.
  Cuando se quiere seguir al Señor más de cerca –en cualquier estado   y situación–, se comprende que no pueda uno quedarse encerrado en su pequeño   mundo, en el que tal vez se había instalado como si fuera definitivo. Se   entiende que es preciso dar claridad a los otros, llegar más lejos, entrar más a   fondo en el propio ambiente para transformarlo desde dentro, ampliando el   círculo de amistades, llegando a un apostolado más intenso y extenso, dando luz   a muchas almas, porque el mundo está a oscuras.
  La llamada del Señor es el acontecimiento más grande que nos puede   suceder, como a aquellos a quienes Jesús llamó a orillas del lago de Genesaret.   Sin embargo, seguir a Cristo en una entrega plena nunca es fácil. Quien se   encuentra instalado en una posición más o menos estable, el que considera que   tiene su vida hecha, puede ver que peligra esa tranquilidad conquistada, en la   que se supone con pleno derecho. Y eso es precisamente lo que Cristo pide:   romper con la rutina, con la medianía, con la vulgaridad cómoda. La vocación   siempre exige renuncia y un cambio profundo en la propia conducta. La llamada   reclama para Dios todo lo que uno se había reservado para sí mismo, y pone al   descubierto apagamientos, flaquezas, reductos que se suponían intocables y que,   sin embargo, es preciso destruir para adquirir el tesoro sin precio, la perla   incomparable. Es Jesús el que nos busca: no me elegisteis vosotros a Mí, sino   que Yo os he elegido a vosotros11. Y si Él llama, también da las   gracias necesarias para seguirle, en los comienzos y a lo largo de toda la   vida.
  San José, nuestro Padre y Señor, encontró el tesoro de su   vida y la perla preciosa en el encargo de cuidar de Jesús y de María aquí   en la tierra. Pidámosle hoy que nos ayude siempre a vivir con plenitud y alegría   lo que Dios quiere de cada uno de nosotros, y que entendamos en todo momento que   nada vale la pena tanto como el cumplimiento de la propia   vocación.
    1 Mt   13, 44-45. — 2 Cfr. F. M. Moschner, Las parábolas del Reino de los   Cielos, Rialp, Madrid 1957, p. 11. — 3 Mt 19, 20. — 4   San Josemaría Escrivá, Forja, 18. — 5 Ibídem, 993. —   6 Cfr. F. Suárez, La Virgen Nuestra Señora, p. 88. — 7 Cfr.   Mt 20, 1 ss. — 8 Apoc 2, 2-6. — 9 Cfr. San Gregorio   Magno, Homilías sobre los Evangelios, 11. — 10 P. Rodríguez,   Vocación, trabajo. contemplación, EUNSA, Pamplona 1986, p. 31. —   11 Jn 15, 16.
   29 de julio
  SANTA MARTA*
  Memoria
  — Confianza y amor al Maestro.
  — La Humanidad Santísima de Jesús.
  — La amistad con el Señor nos hace fácil el   camino.
  I. La festividad de Santa Marta nos permite entrar una vez más en   el hogar de Betania, bendecido tantas veces por la presencia de Jesús. Allí, en   la familia formada por aquellos hermanos, Marta, María y Lázaro, el Señor   encontraba cariño, y también descanso para su cuerpo fatigado por recorridos   interminables por aldeas y ciudades. Jesús buscaba refugio entre sus amigos,   especialmente cuando en los últimos días tropezaba más frecuentemente con la   incomprensión y el desprecio, por parte principalmente de los fariseos. Los   sentimientos del Maestro hacia los hermanos de Betania vienen expresados por San   Juan en su Evangelio: Jesús amaba a Marta, a su hermana y a   Lázaro1. ¡Eran amigos!
  El Evangelio de la Misa2 nos relata la llegada de Jesús   al hogar de esta familia, cuando hacía cuatro días que Lázaro había muerto. Poco   tiempo antes, cuando ya Lázaro estaba muy grave, las hermanas enviaron al   Maestro este recado lleno de confianza: Señor, mira, aquel a quien amas está   enfermo3. Y Jesús, que se encontraba en Galilea, a varias   jornadas de camino, cuando oyó que estaba enfermo, se quedó aún dos días en   el mismo lugar. Después, pasados estos, dijo a sus discípulos: Vamos otra vez a   Judea4. Cuando llegó a Betania, Lázaro llevaba ya cuatro días   sepultado.
  Marta, siempre atenta y activa, probablemente antes de que Jesús   llegara a la casa se enteró de que se aproximaba, y salió enseguida a recibirlo.   Y a pesar de que, aparentemente, el Señor no había acudido a la llamada, su   confianza y su amor no han disminuido. Señor le dice Marta, si   hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano...5. Le   reprocha con suma delicadeza no haber llegado antes. Marta esperaba la curación   de su hermano cuando estaba todavía enfermo. Y Jesús, con un gesto amable, quizá   con una sonrisa en los labios, la sorprende: Tu hermano   resucitará6. Marta acoge estas palabras como un consuelo y piensa   en la resurrección definitiva, y contesta: Ya sé que resucitará en la   resurrección, en el último día7. Estas palabras provocan una   portentosa declaración de Jesús acerca de su divinidad: Yo soy la   Resurrección y la Vida, el que cree en Mí, aunque hubiera muerto, vivirá, y todo   el que vive y cree en Mí no morirá para siempre8. Y le pregunta:   ¿Crees tú esto? ¿Quién podría sustraerse a la autoridad soberana de esta   declaración? ¡Yo soy la Resurrección y la Vida! ¡Yo...! ¡Yo soy la razón   de ser de todo cuanto existe! Jesús es la Vida, no solo la que empieza en el más   allá, sino también la vida sobrenatural que la gracia opera en el alma del   hombre que todavía se encuentra en camino. Son palabras extraordinarias que nos   llenan de seguridad, que nos acercan cada vez más a Cristo, y que nos llevan a   hacer nuestra la respuesta de Marta: Yo he creído que Tú eres el Cristo, el   Hijo de Dios, que has venido a este mundo9. El Señor, momentos   después, resucitará a Lázaro.
  Admiramos en Marta su fe, y querríamos imitarla en su amistad   confiada con el Maestro. "¿Has visto con qué cariño, con qué confianza trataban   sus amigos a Cristo? Con toda naturalidad le echan en cara las hermanas de   Lázaro su ausencia: ¡te hemos avisado! ¡Si Tú hubieras estado   aquí!...
  "-Confíale despacio: enséñame a tratarte con aquel amor de amistad   de Marta, de María y de Lázaro; como te trataban también los primeros Doce,   aunque al principio te seguían quizá por motivos no muy   sobrenaturales"10.
  II. Un tiempo después, estando ya cercana la Pascua, Jesús visitó   de nuevo a estos amigos: fue a Betania donde vivía Lázaro, al que Jesús   resucitó de entre los muertos. Allí le prepararon una cena. Marta servía y   Lázaro era uno de los que estaban a la mesa con   Él11.
  Marta   servía... ¡Con qué amor   agradecido lo haría! Allí, en su casa, estaba el Mesías, allí estaba Dios   necesitado de sus atenciones. Y ella podía servirle. Dios se ha hecho Hombre   para estar muy cerca de nuestras necesidades, para que aprendamos a amarle a   través de su Humanidad Santísima, para que podamos ser sus amigos entrañables.   No podemos dejar de considerar una y otra vez que el mismo Jesús de Nazareth, de   Cafarnaún, de Betania, es el mismo que nos espera en el Sagrario más próximo,   "necesitado" de nuestras atenciones. "Es verdad que a nuestro Sagrario le llamo   siempre Betania... Hazte amigo de los amigos del Maestro: Lázaro, Marta, María.   Y después ya no me preguntarás por qué llamo Betania a nuestro   Sagrario"12. Allí está Él. No podemos pasar indiferentes, no debemos   dejar de visitarle cada día..., y permanecer en su compañía esos minutos de   acción de gracias, después de la Comunión, sin prisas, sin inquietud. Nada hay   más importante.
  Enseña Santo Tomás que no hubo otro modo más conveniente para   redimir a los hombres que el de su Encarnación13. Y aduce estas   razones: en cuanto a la fe, porque se hacía más fácil creer, ya que Dios mismo   era el que hablaba; en cuanto a la esperanza, por la prueba tan grande de su   voluntad salvífica que esto representaba; en cuanto a la caridad, porque   nadie tiene amor más grande que aquel que da la vida por sus   amigos14; en cuanto a las obras, porque el mismo Dios nos iba a   servir de modelo: asumiendo nuestra carne nos mostraba la importancia de la   criatura humana, con su humillación curaba nuestra soberbia...
  En la Humanidad Santísima de Jesús toma forma humana el amor que   Dios nos tiene, abriéndose así un plano inclinado que nos lleva suavemente a   Dios Padre. Por eso, la vida cristiana consiste en querer a Cristo, en imitarle,   en seguirle de cerca, atraídos por su vida. La santificación no tiene su centro   en la lucha contra el pecado, no es algo negativo; está centrada en Jesucristo,   objeto de nuestro amor: no se trata solo de evitar el mal, sino de amar al   Maestro y de imitarle a Él, que pasó haciendo el bien...15. La   vida cristiana es profundamente humana: el corazón tiene un importante lugar en   la obra de nuestra santidad porque Dios se ha puesto a su alcance. Y cuando se   descuida la vida de piedad, la amistad personal con el Maestro, dejando que el   corazón ande desparramado en las criaturas, la fuerza de la voluntad no basta   para ir hacia adelante en el camino de la santidad. Por eso, hemos de   esforzarnos en verle siempre cercano a nuestra vida, y servirnos de la   imaginación para representarnos a Cristo vivo: el que nació en Belén, trabajó en   Nazareth, tuvo amigos durante su vida mortal a los que apreciaba de verdad y a   quienes acudió muchas veces porque su compañía lo confortaba.
  Aprendamos de los amigos de Jesús a tratarle con inmenso respeto,   porque es Dios, y con gran confianza, por ser el Amigo de siempre, que busca   continuamente nuestro trato.
  III. En otra ocasión, Jesús y sus discípulos se detuvieron en casa   de estos amigos de Betania, antes de llegar a Jerusalén. Las dos hermanas se   dispusieron a preparar todo lo necesario para dar hospitalidad al Maestro y al   grupo de los que le acompañaban. Pero María, quizá al poco tiempo de llegar   Jesús, se sentó a sus pies, y escuchaba su palabra16, y Marta   quedó sola en el trabajo de la casa. María se despreocupa de lo mucho que aún   falta por disponer y se entrega por completo a escuchar al Maestro. "La   familiaridad con que se instala a sus pies, el hábito que tiene de escucharle,   el hambre de oír sus palabras, demuestran que no es este un primer encuentro,   sino que hay una verdadera intimidad"17. Marta no es ciertamente   indiferente a las palabras de Jesús; ella también atiende, pero está más ocupada   en las tareas domésticas. Sin darse cuenta, Jesús ha pasado a un segundo plano:   la absorbe aquello mismo que ha de disponer para atenderle bien. Y se inquieta   al sentirse sola, con más trabajo quizá del que puede realizar. Mientras,   contempla a su hermana a los pies de Jesús. Quizá un tanto desasosegada, y con   gran confianza, se puso delante de Jesús, precisa San Lucas, y le dijo:   Señor, ¿no te importa nada que mi hermana me deje sola en el trabajo de la   casa? Dile, pues, que me ayude18. ¡Qué confianza tan grande tiene   con el Maestro!: Dile que me ayude...
  Jesús le responde en el mismo tono familiar, como parece indicar   la misma repetición del nombre: Marta, Marta le dice, tú te preocupas   y te inquietas por muchas cosas. En verdad una sola cosa es   necesaria19. María, que con toda seguridad tendría que haber   estado ayudando a su hermana, no ha olvidado con todo lo esencial, lo   verdaderamente necesario: tener a Cristo como centro de su atención y de su   vida. No alaba el Señor toda su actitud, sino lo principal: su   amor.
  Ni siquiera las cosas que se refieren al Señor nos deben   hacer olvidar al Señor de las cosas. Nunca olvidaría Marta esta amable   reconvención de Jesús. A pesar de lo indispensable que era su trabajo, mayor aún   era el esmero que debía tener por no dejar a Jesús en segundo   plano.
  Ni siquiera en las tareas que se refieren directamente al Señor   debemos olvidar nosotros que lo principal, lo necesario, es su Persona.   También en nuestra vida ordinaria debemos tener presente que asuntos que parecen   primordiales, como es el trabajo, tampoco se han de anteponer a la familia   misma; de poco servirían otras ayudas mejoras económicas, relaciones sociales...   si la misma vida familiar se fuera deteriorando por quedar en segundo plano,   excepto en casos excepcionales que pueden llevar a que, por ejemplo, sea   necesario que el cabeza de familia trabaje en un lugar distante de donde reside   el resto de la familia (emigrantes, marinos...). Si un padre o una madre de   familia gana más dinero, pero descuida el trato con los hijos, ¿de qué   servirá?
  Santa Marta, que goza en el Cielo para siempre de la presencia   inefable de Cristo, nos alcanzará la gracia de apreciar más la amistad con el   Maestro; nos enseñará a cuidar con diligencia de las cosas del Señor, sin   olvidar al Señor de las cosas; ella intercederá ante Jesús para que nosotros   aprendamos a no posponer tampoco la familia a esos logros buenos que queremos   alcanzar en favor de la familia misma.
  1 Jn   11, 5. — 2 Jn 11, 17-27. — 3 Jn 11, 3. — 4   Jn 11, 67. — 5 Jn 11, 21. — 6 Jn 11, 23. —   7 Jn 11, 24. — 8 Jn 11, 25. — 9 Jn 11,   27. — 10 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 495. — 11   Jn 12, 1-2. — 12 San Josemaría Escrivá. Camino, n. 322. —   13 Cfr. Santo Tomás, Suma Teológica. 3, q. I. a. 2. — 14   Jn 15, 13. — 15 Hech 10, 38. — 16 Lc 10, 39.   — 17 M. J. Indart, Jesús en su mundo, p. 36. — 18 Lc   10, 40. — 19 Lc 10, 41-42.
  * Santa Marta vivía en Betania, cerca de Jerusalén, con sus   hermanos María y Lázaro. En la última etapa de la vida pública, Jesús se hospedó   con frecuencia en su casa. Fuertes lazos de amistad unían a aquellos hermanos   con Jesús.
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  † Santoral                   (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
   
  29 de julio
Santa Marta
Siglo   I
  Marta   significa: "señora; jefe de hogar". 
  En   Betania, un pueblecito cercano a Jerusalén, vivía una familia de la cual dice el   Evangelio un elegio hermosísimo: "Jesús amaba a Marta, a María y a su hermano   Lázaro". Difícil encontrar un detalle más simpático acerca de alguna familia:   eran muy amados por Jesús.
  Los   dos primeros años de su apostolado, Jesús estuvo la mayor parte del tiempo en la   provincia de Galilea, al norte de su país. Pero en el tercer año se trasladó a   Judea, en el sur, y con él sus discípulos. En Jerusalén era bastante peligroso   el quedarse por las noches porque los enemigos le habían jurado guerra a muerte   y buscaban cualquier ocasión propicia para matar al Redentor. Pero allí, a   cuatro kilómetros de Jerusalén, había un pueblecito tranquilo y amable y en él   un hogar donde Jesús se sentía bien. Era el hogar de Marta, María y Lázaro. En   esta casa siempre había una habitación lista y bien arreglada para recibir al   Divino Maestro, cualquier día a la hora en que llegara. Y tres corazones   verdaderamente amigos de Jesús, le esperaban con afecto fraternal. Allí Jesús se   sentía como en su casa. (S. Marta es la patrona de los hoteleros, porque sabía   atender muy bien). Con razón dice el Evangelio que Jesús amaba a Marta, a María   y a Lázaro. Que bueno fuera que de cada uno de nuestros hogares se pudiera decir   lo que la Biblia afirma del hogar de estas tres afortunadas   personas.
  Famosa   se ha hecho la escena que sucedió un día en que Jesús llegó a Betania con sus 12   apóstoles y las santas mujeres (mamás de algunos apóstoles, etc). Marta corría   de allá para acá preparando los alimentos, arreglando las habitaciones, llevando   refrescos para los sedientos viajeros. Jesús como siempre, aprovechando aquellos   instantes de descanso, se dedicó a dar sabias instrucciones a sus discípulos.   Oír a Cristo es lo más hermoso que pueda existir. El estaba sentado en un sillón   y los demás, atentísimos, sentados en el suelo escuchando. Y allí, en medio de   todos ellos, sentada también en el suelo estaba María, la hermana de Marta,   extasiada,oyendo tan formidables enseñanzas.
  De   pronto Marta se detiene un poco en sus faenas y acercándose a Jesús le dice con   toda confianza: "Señor, ¿cómo te parece que mi hermana me haya dejado a mí sola   con todo el oficio de la casa? Por qué no le dices que me ayude un poco en esta   tarea?".
  Y   Jesús con una suave sonrisa y tono bondadoso le responde: "Marta, Marta, te   afanas y te preocupas por muchas cosas. Sólo una cosa es necesaria. María ha   escogido la mejor parte, la que no le será quitada". Marta entendió la lección y   arremangándose el delantal, se sentó también allí en el suelo para escuchar las   divinas instrucciones del Salvador. Ahora sabía que todos los afanes materiales   no valen tanto como escuchar las enseñanzas que vienen del cielo y aprender a   conseguir la eterna salvación.
  Narra   San Juan en el capítulo 11 "Sucedió que un día Lázaro se enfermó, se agravó y   empezó a dar señales muy graves de que se iba a morir. Y Jesús estaba lejos. Las   dos hermanas le enviaron un empleado con este sencillo mensaje: Señor aquel que   tú amas, está enfermo. Que bello modo de comunicarle la noticia. Sabemos que lo   amas, y si lo amas lo vas a ayudar.
  Pero   Jesús (que estaba al otro lado del Jordán) no se movió de donde estaba. Un nuevo   mensajero y Jesús no viene. A los apóstoles les dice: "Esta enfermedad será para   gloria de Dios". Y luego les añade: "Lázaro nuestro amigo ha muerto. Y me alegro   de que esto haya sucedido sin que yo hubiera estado allí, proque ahora váis a   creer".
  A   los cuatro días de muerto Lázaro, dispuso Jesús dirigirse hacia Betania, la casa   estaba llena de amigos y conocidos que habían llegado a dar el pésame a las dos   hermanas. Tan pronto Marta supo que Jesús venía, salió a su encuentro y le dijo:   Oh Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano; pero aún ahora yo   sé que cuánto pidas a Dios te lo concederá.
  Jesús   le dice: "Tu hermano resucitará".
  Marta   le contesta: Ya sé que resucitará el último día en la resurrección de los   muertos.
  Jesús   añadió: Yo soy la resurreción y la vida. Todo el que cree en mí, aunque haya   muerto vivirá ¿Crees esto?
  Marta   respondió: Sí Señor; yo creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que   tenía que venir al mundo.
  Maravillosa   profesión de fe hecha por esta santa mujer. Dichosa Marta que hizo decir a Jesús   verdades tan formidables.
  Jesús   dijo: "¿Dónde lo han colocado?" Y viendo llorar a Marta y a sus acompañantes,   Jesús también empezó a llorar. Y las gentes comentaban: "Mirad cómo lo   amaba".
  Y   fue al sepulcro que era una cueva con una piedra en la entrada. Dijo Jesús:   "Quiten la piedra". Le responde Marta: "Señor ya huele mal porque hace cuatro   días que está enterrado". Le dice Jesús "¿No te he dicho que si crees verás la   gloria de Dios?". Quitaron la piedra y Jesús dijo en voz alta: "Lázaro ven   afuera". Y el muerto salió, llevando el suadrio y las vendas de sus   manos.
  Santa   Marta bendita, no dejes de rogar a Jesús por tantos Lázaros muertos que tenemos   en nuestras familias. Son los que viven en pecado mortal. Que Cristo el Salvador   venga a nuestros hogares y resucite a los que están muertos por el pecado y los   libre de la muerte eterna, por medio de una verdadera   conversión.
  Dijo   Jesús: si crees verás la gloria de Dios.
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  Fuente: Archidiócesis de Madrid 
Lázaro de Betania,   Santo Amigo de Jesús, 29 de julio   
                                                        |                 
  |                        |                Lázaro de Betania,           Santo  |           Amigo de Jesús         Martirologio         Romano:         Conmemoración de los santos Lázaro, hermano de santa Marta, a quien         lloró el Señor al enterarse de que había muerto, y al que resucitó, y         María, su hermana, la cual, mientras Marta se ocupaba inquieta y nerviosa         en preparar todo lo necesario, ella, sentada a los pies del Señor,         escuchaba sus palabras (s. I).          La primera y principal fuente de información que tenemos de         Lázaro es el Evangelio. Vive en Betania a corta distancia de Jerusalén, en         lo que a mí me gusta llamar una zona residencial. Su casa es también la         casa de Marta y de María sus         hermanas. Y hasta da la sensación por el relato evangélico que no es él         quien lleva la voz cantante en la mansión. Parece que es Marta la que         maneja el cotarro diario. Alguien ha atribuido a la mala salud de Lázaro         este hecho ciertamente poco frecuente en una sociedad en la que la mujer         pintaba poco o, al menos, no tenía mucho que decir. Tampoco quiero afirmar         que esta suposición esté avalada por el relato, ya que bien podría suceder         que la diferencia de edades entre ellos fuera un dato a favor de la         preeminencia de Marta que quizá debió hacerse cargo de la casa a la muerte         de sus padres de quienes, por otra parte, no tenemos ni la más mínima         referencia.
  El caso es que Jesucristo visitaba con frecuencia esa         casa bien cuando pasaba de un lado a otro en sus andanzas apostólicas o         cuando necesitaba un refugio de reposo para dar descanso a su cuerpo         cansado. Allí se encontraba a gusto. Era una familia encantadora. Con         ellos no había secretos. Esperaban la llegada de la Salvación que Dios         había prometido desde antiguo y que sospechaban inminente. Reinaba la         confianza y lo mismo que abrigaban a Jesús peregrino se hacían merecedores         de la entrega de Jesús.
  Un día enfermó Lázaro, no hubo remedio         entre los que suelen aplicarse que solucionara su mal y murió. Por más que         enviaron recado a Jesús, Él llegó a Betania cuando ya llevaba cuatro días         enterrado. Acompañado de las hermanas, rodeado de sus discípulos,         contemplado por los apesadumbrados amigos que acompañaban a las hermanas         aliviando su dolor, ante el sepulcro sucede un hecho espectacular: Jesús         se emociona profundamente y llora sin tapujos por el amigo muerto.         Reza         y da una voz imperiosa                                          |                 
  |                        |                Lázaro de Betania,           Santo  |           "¡Lázaro, sal fuera!", y el muerto de cuatro días que ya         estaba hediondo sale del sepulcro; así, vive.
  Luego suceden las         cosas con rapidez. Los jefes del pueblo que ya tenían entre ojos a Jesús,         al comprobar que es imposible ocultar lo evidente, que la gente —entre         curiosa y asombrada— se desplaza a Betania para ver vivo al que habían         enterrado bien muerto días atrás, que las voces son un continuo transmisor         imparable del hecho y que les dejan solos, deciden acelerar la muerte de         Jesús e incluyen a Lázaro en sus planes de exterminio.
  Hasta aquí         llega la referencia histórica sobre Lázaro.
  A partir de esta         maravilla grandiosa, la asombrada capacidad humana deja rienda suelta a la         imaginación que se recrea poniendo al anfitrión del relato en el punto de         mira de las posibilidades y comienza a generarse la fábula. Unos lo hacen         coincidir con el Lázaro de la parábola de Epulón y terminan señalándolo         como protector de lazaretos, leproserías y ulcerados; los más osados         hablarán de él como discípulo de Jesús que llega a obispo y termina         muriendo mártir de Cristo. Otros lo hacen navegante hasta tierras galas y         predicador infatigable del Evangelio en Marsella...
  Fuera de estos         apéndices que a la postre no sirven para mucho, me queda un pensamiento a         modo de pregunta que en verdad es atractivo por lo que de misterio         encierra: ¿Cómo sería Lázaro para haber suscitado en Jesucristo tanto         cariño que lleguen a conmoverse hasta el llanto los sentimientos más         nobles de su Santísima Humanidad?  | 
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  Fuente: santabeatriz.vidaconsagrada.net 
Beatriz de Nazaret,   Beata Superiora, Julio 29   
                                                        |                 
  |                        |                Beatriz de Nazaret, Beata  |           Virgen         Etimología: Beatriz = la que hace feliz, del latín.
  Había         la costumbre en los monasterios belgas del siglo XI de admitir para el         coro a las chicas de buenas familias de la alta burguesía. Las otras,         incultas, entraban solamente en calidad de conversas. Recibían la ayuda de         familias importantes, como los Brabantes o Tirlemont. 
  Beatriz, la         benjamina de seis hermanos, era hija de esta última familia. Nació en         Tirlemont (Bélgica) en 1200. 
  Su padre, el Beato Bartolomé, ingresó         como lego cisterciense al fallecer su mujer. Ayudó a construir otros tres         Monasterios de Monjas, como el Oplinter y el de Nazaret. 
  A los 17         años Beatriz ingresó en este último cerca de Lier en Brabant, siendo         después la superiora durante muchos años. Pero no porque fuera hija del         padre de la fundación del monasterio, sino porque brillaba ante todos por         su virtud, su piedad y su generosidad sin límites. 
  Se habla de que         en sus primeros años le sucedió como a san Bernardo, entregándose a         penitencias más para admirar que para imitar, cosa frecuente en los         principiantes, quienes al meditar la pasión de Cristo que dio su vida por         nosotros en la cruz entre indecibles tormentos, se suscita en ellos un         ansia de inmolarse por amor a él. San Bernardo lamentará más tarde tales         excesos de juventud, pues toda la vida tendrá que luchar para mantenerse         en pie. Igual le pasó a Beatriz: se entregó a severas austeridades, entre         ellas usando un cinturón de espinas y comprimiendo su cuerpo con cuerdas y         más tarde pagaría el coste de aquellas penitencias         indiscretas.
  Luego de profesar, la enviaron al monasterio de La         Ramee para que se perfeccionase en la caligrafía e iluminación de         manuscritos, habiendo resultado una excelente maestra en el arte de         iluminar pergaminos. Allí se encontró con una religiosa santa - Ida de         Nivelles - la cual le serviría de maestra y como madre espiritual, gracias         a su perfecta preparación y experiencia en los caminos de Dios de que         estaba adornada. Se dio cuenta Beatriz que esta religiosa se esmeraba         demasiado en atenderla, y como le preguntara cómo era que dedicaba tanto         tiempo a ayudarla espiritualmente, la contestación fue porque veía claro         que Dios la había elegido para grandes cosas. Palabras proféticas que se         cumplirían con creces. 
  Beatriz se esmeró en seguir de cerca los         pasos de su maestra, viviendo una espiritualidad centrada toda ella en el         amor. Fijándose en dos textos de San Juan: "El amor procede de Dios", es         decir, el amor pertenece a la razón, a la afectividad y a la voluntad,         siendo Dios mismo el sujeto en el obrar, y a la vez, "Dios es amor", el         amor entendido como medio por el cual Dios se manifiesta a la criatura y a         quien ésta puede contestar, dio por resultado de esta experiencia mística         la obra preciosa titulada: "De siete modos de practicar el amor", la cual         según quienes la han estudiado a fondo es un tratado que contiene una         belleza singular. "Su estilo es sobrio y sus frases muy elegantes; su         exposición neta y clara; la prosa es dulce y ágil con lindas asonancias y         rimas muy naturales. La autora posee una inteligencia excepcional, logra         expresar magistralmente en el plano de la forma y del pensamiento sus         experiencias místicas extraordinarias... El tratado es muy sintético, cada         palabra tiene su peso y su valor... dejándonos seducir por su mensaje, a         través de la belleza literaria del texto, que, más que toda otra cosa,         expresa la belleza de su alma y es testimonio de su búsqueda absoluta del         amor". 
  Escrito en flamenco medieval, resume las siete maneras de         amar santamente. Su descripción experiencial es una gozada por la forma y         la sencillez de cómo el alma se acerca a Dios.
  Las tres         experiencias activas son ´el amor purificante, el amor devorante y amor         elevante´, a las que siguen cuatro pasivas: amor infuso, amor vulnerado,         amor triunfante y amor eterno.
  Escribió otras obras. Sus lecturas         preferidas eran la Biblia y los tratados sobre la Santísima         Trinidad.
  Se cuenta que le apareció Nuestro Señor y le perforó el         corazón con una flecha incandescente... 
  Murió en el año 1269. Sus         restos hubo que esconderlos para que los calvinistas no los profanaran y         se ha creído que su cuerpo fue trasladado por ángeles para         Lier.  | 
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  Fuente: Enciclopedia Católica || ACI Prensa 
Olaf (Olav) de   Noruega, Santo Rey y Mártir, Julio 29   
                                                        |                 
  |                        |                Olaf (Olav) de Noruega,           Santo  |           Mártir y Rey         Martirologio Romano: En Nídaros (hoy Trondheim), ciudad de Noruega, san Olav,         mártir, que siendo rey de su pueblo, lo liberó de la idolatría y propagó         con gran diligencia la fe cristiana que había conocido en Inglaterra, pero         finalmente, atacado por sus enemigos, murió         asesinado
  Etimología: Olaf = Herencia de los         ancestros, del noruego
  Nació en el año 995 y murió en el 1030.         
  Fue hijo del rey Harald Grenske de Noruega. De acuerdo a Snorre,         fue bautizado en el 998 en Noruega, pero probablemente lo fue por el 1010         en Rouen, Francia, por el Arzobispo Robert. Durante su juventud fue a         Inglaterra como vikingo, donde tomó parte en muchas batallas y se volvió         seriamente interesado por el cristianismo. Luego de muchas dificultades         fue elegido rey de Noruega y cumplió su objetivo de extirpar el gentilismo         y hacer a la religión Cristiana la base de su reino. 
  Él es el gran         legislador noruego para la Iglesia y como su ancestro (Olaf Trygvesson),         lanzó frecuentemente severos ataques a la fe antigua y a las costumbres,         demoliendo los templos y construyendo iglesias cristianas en esos lugares.         
  Trajo a muchos obispos y sacerdotes de Inglaterra, como el rey San         Cnut lo hiciera después en Dinamarca. Algunos de ellos son conocidos por         nombre (Grimkel, Sigfrid, Rudolf, Bernhard). Pareciera que hubo tomado las         condiciones anglo-sajonas como modelo para la organización eclesiástica de         su reino. Pero al final, la exasperación contra él se tornó tan fuerte que         los clanes se rebelaron contra él y acudieron al rey Cnut de Dinamarca e         Inglaterra por ayuda. Esta fue gustosamente dada, así que Olaf fue         expulsado y Cnut elegido rey de Noruega. Se debe recordar que el         resentimiento contra Olaf era debido no sólo contra su ser cristiano, sino         también en un alto grado a su valerosa lucha contra la vieja constitución         del condado y por la unión de Noruega.
  Él, es de este modo mirado         por los noruegos de nuestros días como un gran campeón de la independencia         nacional, y católicos y protestantes cercanos pueden encontrar en San Olaf         a un gran modelo.
  Después de dos años de exilio retornó a Noruega         con un ejército y se encontró con los que se le rebelaron en Stiklestad,         donde la celebrada batalla se llevó a cabo el 29 de Julio de 1030. Ni el         rey Cnut ni los daneses tomaron parte de esta batalla. El rey Olaf luchó         con gran coraje y valor, pero fue mortalmente herido y cayó en el campo de         batalla, rezando "Dios ayúdame". Muchos hechos milagrosos son relatados en         relación con su muerte y su exhumación un año más tarde, luego que la         creencia en su santidad se había expandido a gran distancia. 
  Sus         amigos, el Obispo Grimkel and Einar Tambeskjelver, pusieron su cuerpo en         el ataúd y lo ubicaron en el altar mayor de la iglesia de San Clemente, en         Nidaros (ahora Trondhjem). Desde ahí, Olaf ha sido tomado como un santo no         sólo por la gente de Noruega sino también por la gente de Roma. Su culto         se expandió anchamente en la edad media, no solo en Noruega sino también         en Dinamarca y Suecia, incluso en Londres hay en Hart Street una iglesia         de San Olaf, dedicada al canonizado rey de Noruega. En 1856 una gran         iglesia de San Olaf fue construida en Christiania, capital de Noruega,         donde una gran reliquia de San Olaf (donación del museo royal danés) es         preservada y venerada. El escudo de armas de Noruega es un león con el         hacha de armas de San Olaf en la pata delantera.   | 
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  Fuente: SDB.org 
José Calasanz Marqués, Beato Sacerdote   y Mártir, Julio 29   
                                                        |                 
  |                        |                José Calasanz Marqués,           Beato  |           Martirologio Romano: En Valencia, en España, beato José de Calasanz Marqués,         presbítero de la Sociedad Salesiana y mártir, que derramó su sangre por         Cristo en la persecución.
  El Padre José Calasanz (1872-1936)         nació en Azanuy. En 1886 vio a Don Bosco en Sarriá, quien ya se encontraba         en esa época cansado y sufriendo. 
  Se convirtió en Salesiano en         1890 y en sacerdotes cinco años más tarde. Fue secretario de Don Rinaldi y         después superior provincial en Perú y Bolivia. Después regresó a España         para convertirse en Provincial de Terraconense (Barcelona – Valencia).         
  Era un hombre de gran corazón y muy trabajador, desde el inicio         interesado en la salvación de sus cofrades. 
  Fue capturado junto         con otros Salesianos mientras llevaba a cabo un Retiro en Valencia. Fue         asesinado mientras lo llevaban, con un solo disparo en la         cabeza.
  Fue beatificado por S.S. Juan Pablo II el 11 de marzo de         2001 junto a otros 232 mártires españoles en Valencia.   | 
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  Fuente: Enciclopedia Católica || ACI Prensa 
Urbano II,   Beato CLIX Papa, 29 Julio   
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  |                        |                Urbano II, Beato  |           CLIX Papa         Martirologio Romano: En Roma, en la basílica de San Pedro, beato Urbano II,         papa, que defendió la libertad de la Iglesia de las intromisiones de los         laicos, luchó contra los clérigos simoníacos e indignos y, en el Concilio         de Clermont, exhortó a los soldados cristianos a que, con el signo de la         cruz, liberasen a sus hermanos cristianos de la opresión de los infieles y         recuperasen el sepulcro del Señor, que estaba su poder         (1099).
  Nacido de una familia de caballeros en         Châtillon-sur-Mame, provincia de Champagne, alrededor de 1042; muerto el         29 de julio de 1099. Bajo la dirección de San Bruno (posteriormente         fundador de los cartujos), Otto estudió en Reims, donde más tarde llegó a         ser canónigo y archidiácono. Alrededor de 1070 se retiró a Cluny y allí         profesó bajo el gran abad San Hugo. Después de ocupar el cargo de prior         fue enviado por San Hugo a Roma como uno de los monjes solicitados por         Gregorio VII, y fue de gran ayuda para Gregorio en la difícil tarea de         reformar la Iglesia. En 1078 se convirtió en Cardenal Obispo de Ostia y         consejero y asistente principal de Gregorio.
  Durante los años 1082         a 1085 fue legado papal en Francia y Alemania. Mientras regresaba a Roma         en 1083 fue hecho prisionero por el Emperador Enrique IV, pero fue pronto         liberado. Mientras estuvo en Sajonia (1084-1085) llenó muchas de las sedes         vacantes con hombres leales a Gregorio y depuso a quienes el papa había         condenado. Celebró un gran sínodo en Quedlimburgo, Sajonia, en el cual el         antipapa Guiberto de Ravenna y sus partidarios fueron anatematizados de         nombre. Víctor III ya había sido elegido cuando Otto regresó a Roma en         1085. Otto parece haberse opuesto a Víctor al comienzo, no por alguna         animosidad o carencia de buena voluntad, sino porque él juzgaba mejor, y         crítico a la vez, que Víctor renunciara al honor que no deseaba retener.         Después de la muerte de Víctor se envió una citación a tantos obispos del         grupo de Gregorio como fue posible para asistir a una reunión en         Terracina. Se dio a conocer en este encuentro que Otto había sido sugerido         por Gregorio y Víctor como su sucesor. Por consiguiente, el 12 de marzo de         1088, fue elegido por unanimidad, tomando el título de Urbano II. Su         primer acto fue proclamar al mundo su elección y exhortar a los príncipes         y obispos que habían sido leales a Gregorio para continuar en su         fidelidad: Otto declaró su intención de seguir la política y el ejemplo de         su gran predecesor —"todo lo que él rechazaba, yo lo rechazo, lo que él         condenaba, yo lo condeno, lo que él amaba, yo lo abrazo, lo que él         consideraba como Católico, yo lo confirmo y apruebo".
  Fue una tarea         difícil la que afrontó el nuevo papa. La entrada a Roma era imposible. Los         Normandos, con quienes, junto con Matilda, sólo podía contar, estaban         ocupados en una guerra civil. Antes de que pudiera hacerse cualquier cosa,         Roger y Bohemund debían reconciliarse y para efectuar esto, el papa partió         para Sicilia. Se reunió con Roger en Troina, pero la historia no dice nada         sobre lo que ocurrió entre ellos. El año siguiente, sin embargo, hubo paz         entre los dos príncipes, y la primera entrada de Urbano en Roma en         noviembre de 1088, según afirman algunos, se hizo posible gracias a las         tropas Normandas. Su difícil situación en Roma era verdaderamente         lamentable; toda la ciudad estaba prácticamente en manos del antipapa, y         Urbano tuvo que refugiarse en la Isla de San Bartolomé, siendo resguardado         el acceso por Pierleone, quien había convertido el teatro de Marcelo en la         ribera izquierda del río en una fortaleza. En Alemania no se contemplaba         la perspectiva de ofrecer esperanzas de triunfo del grupo papal; sus         partidarios más fieles en el episcopado habían muerto, y Enrique estaba         ganando terreno continuamente. En medio de la pobreza y escasez de su         miserable refugio, Urbano dictó sentencia de excomunión contra el         emperador e igualmente el antipapa. Guiberto replicó realizando un sínodo         en San Pedro antes del cual citó a Urbano a asistir. Las tropas del papa y         el antipapa se trabaron en un combate desesperado que duró tres días;         Guiberto fue sacado de la ciudad, y Urbano entró triunfante a San Pedro.         Ahora estaba decidido a unir a sus seguidores en Italia y Alemania. La         Condesa Matilda había perdido su primer esposo, Godofedo de Lorraine.         Ahora era ya de edad avanzada, pero esto no evitó su matrimonio con el         Conde Welf de Baviera, un joven de dieciocho años, cuyo padre, El Duque de         Welf IV de Baviera, estaba en armas contra Enrique. Urbano encaminó de         nuevo sus pasos hacia el sur. En el otoño de 1089, setenta obispos se         reunieron con él en el sínodo de Melfi, donde se promulgaron decretos         contra la simonía y el matrimonio clerical. En diciembre regresó a Roma,         pero no antes de haber construido una paz duradera entre Roger y Bohemund,         y de recibir su completa lealtad. Los volubles Romanos habían de nuevo         renunciado a él ante las noticias del éxito de Enrique contra Matilda en         el norte de italia, y habían llamado a Guiberto de regreso a la ciudad.         Este celebraba la Navidad en San Pedro mientras Urbano lo anatematizaba         desde extramuros.
  Por tres años Urbano fue obligado a vagar en el         exilio por el sur de italia. Pasó el tiempo celebrando concilios y         mejorando el carácter de la disciplina eclesiástica. Mientras tanto         Enrique por fin sufrió una represión de las fuerzas de Matilda en Canossa,         la misma fortaleza que había presenciado su humillación ante Gregorio. Su         hijo Conrado, aterrorizado, se dice, ante la depravación de su padre, y         rehusando convertirse en su socio en el pecado, huyó al bando de Matilda y         Welf. La Liga Lombarda – Milán, Lodi, Piacenza y Cremona – lo recibió con         gusto y fue coronado rey en Milán, el centro del poder imperial en Italia.         El camino estaba ahora despejado para el ingreso de Urbano en Roma, pero         todavía los partidarios de Guiberto mantenían las posiciones fuertes de la         ciudad. Esta vez el papa fijó su residencia en la fortaleza de los         Frangipani, una familia que le había permanecido leal y que había         establecido una posición defensiva bajo el Palatino cerca a la Iglesia de         Santa María Nuova. Su situación era lastimosa, pues tenía que depender de         la caridad y ya estaba lleno de deudas. Un abad francés, Gregorio de         Vendôme, sabiendo de la difícil situación de Urbano, corrió rápidamente a         Roma "que podría convertirse en partícipe de sus padecimientos y trabajo y         mitigar su necesidad". En retribución por esto fue erigido Cardenal         Diácono de Santa Prisca. Un poco antes de la Pascua de 1094, el gobernador         del palacio de Letrán ofreció cederlo a Urbano mediante el pago de una         gran suma de dinero. Gregorio de Vendôme suministró este dinero vendiendo         ciertas posesiones de su monasterio; Urbano ingresó al Lateranense a         tiempo para la solemnidad pascual, y se sentó por primera vez en el trono         papal justo seis años después de su elección en Terracina.
  Pero no         era época para permanecer largo tiempo en Roma. La causa de Enrique estaba         constantemente volviéndose más débil, y Urbano corrió al norte para         celebrar un concilio en Piacenza con intereses de paz y reforma. La         infortunada Praxedis, segunda esposa de Enrique, había sufrido injusticias         que eran ahora la propiedad común de los Cristianos. Su causa fue         escuchada, sin tratar Enrique de defenderse. Ella fue públicamente         declarada inocente y absuelta de toda censura. Luego se trató el caso de         Felipe de Francia, quien había repudiado a su esposa Bertha y se había         desposado con Bertrada, la esposa de Fulk de Anjou. Varios obispos habían         reconocido la unión, pero el Arzobispo Hugo de Lyon había tenido el valor         de excomulgar a Felipe por adulterio. Tanto el rey como el arzobispo         fueron convocados al concilio, y ambos fallaron a la cita. A Felipe le fue         concedida una prórroga adicional, pero Hugo fue suspendido de su cargo. En         este concilio Urbano pudo empezar a hablar del tema de las Cruzadas. El         Emperador de Oriente, Alexius I, había enviado una embajada al papa en         busca de ayuda contra los Turcos Seljuk quienes eran una seria amenaza         para el Imperio de Constantinopla. Urbano tuvo éxito en inducir a muchos         de los presentes a prometer ayuda para Alexius, pero no fue tomada ninguna         acción definitiva por parte de él hasta pocos meses más tarde, cuando         convocó el más famoso de sus concilios, el de Clermont en Auvergne. El         concilio se reunió en noviembre de 1095; trece arzobispos, doscientos         treinta y cinco obispos, y más de noventa abades respondieron a la         citación del papa. El sínodo se reunió en la Iglesia de Notre-Dame du Port         y comenzó reiterando lo Decretos Gregorianos contra la simonía, la         investidura y el matrimonio clerical. La sentencia que durante algunos         meses había estado amenazando a Felipe de Francia, se puso ahora en acción         contra él, y fue excomulgado por adulterio. Luego se discutió el candente         asunto del Oriente. La recepción de Urbano en Francia había sido muy         entusiasta, y el entusiasmo por la Cruzada se había difundido en cuanto el         papa viajó allí desde Italia. Miles de nobles y caballeros se habían         reunido para el concilio. Se decidió que un ejército de caballería e         infantería marcharía a rescatar de los Sarracenos a Jerusalén y las         Iglesias de Asia. Se concedió indulgencia plenaria a todos los que         emprendieran el viaje pro sola devotione, y para ayudar más al movimiento,         se ofreció la Tregua de Dios, y los bienes de aquellos que habían tomado         la cruz serían vistos como sagrados. Aquellos que fueran incapaces para la         expedición eran vedados para emprenderla, y los fieles eran exhortados a         tomar el consejo de sus obispos y sacerdotes antes de ponerse en marcha.         Saliendo al frente de la iglesia, el papa se dirigió a la inmensa         multitud. Utilizó al máximo sus maravillosos dones de elocuencia,         describiendo la cautividad de la Ciudad Sagrada donde Cristo había sufrido         y muerto –"Déjenlos volver sus armas goteantes con la sangre de sus         hermanos contra los enemigos de la Fe Cristiana. Déjenlos – opresores de         huérfanos y viudas, asesinos y violadores de iglesias, ladrones de la         propiedad de otros, buitres atraídos por el olor del combate – déjenlos         precipitarse, si aman sus almas, al rescate de Sion, bajo el mando de su         capitán, Cristo."- Cuando el papa dejó de hablar un poderoso grito de Deus         lo volt brotó de la multitud. Sus más optimistas esperanzas no habían         anticipado tal entusiasmo como el que ahora prevalecía. Se le trató de         persuadir reiteradamente a dirigir personalmente la Cruzada, pero él         designó a Ademar, Obispo de Le Puy, en su lugar, y dejando Clermont viajó         en Francia de ciudad en ciudad predicando la Cruzada. Se enviaron cartas a         los obispos que no habían podido asistir al concilio, y se enviaron         predicadores por toda Europa para despertar entusiasmo. En toda forma         posible Urbano animó al pueblo a tomar la cruz, y no dispensaba fácilmente         de sus obligaciones a aquellos que se habían eximido por sí mismos de         emprender la expedición.
  En marzo de 1096 el papa celebró un sínodo         en Tours y confirmó la excomunión del rey francés, el cual ciertos         miembros del episcopado francés habían intentado remover. En julio de         1096, el rey, habiendo despedido a Bertrada, fue absuelto por Urbano en un         sínodo celebrado en Nimes, pero habiendo reincidido, fue nuevamente         excomulgado por el legado del papa en 1097. Algunos de los más grandes         prelados de Francia debían ahora someterse al papa, estando entre ellos el         Arzobispo de Viena, quien había rehusado atenerse a la decisión papal         considerando la jurisdicción del Obispo de Grenoble, y el Arzobispo de         Sens, quien había rehusado reconocer al Arzobispo de Lyons como legado         papal. Después de un triunfal progreso a través de Francia, Urbano regresó         a Italia. En su camino a Roma se encontró en Lucca con los príncipes         cruzados, y otorgó el estandarte de San Pedro sobre Hugo de Vermandois.         Algunos afirman que este ejército cruzado hizo posible a Urbano entrar en         Roma, la cual en este momento estaba de nuevo ocupada por el antipapa. Si         esto fue así, de acuerdo con el relato de un testigo ocular, el ingreso         parece haberse efectuado sin combate. Sin duda la presencia de tropas bien         disciplinadas, bajo los más distinguidos caballeros de la Cristiandad,         infundió terror en los fieros partidarios de Guiberto. Pero el triunfo         final de Urbano sobre el "imbecile", estaba ahora asegurado. Italia         central y del norte estaban bajo el poder de Matilda y Conrado, y Enrique         fue finalmente obligado a abandonar Italia. Se celebró un concilio en el         Lateranense en 1097, y antes de finalizar el año, Urbano pudo ir         nuevamente al sur para solicitar ayuda de los Normandos para facilitarle         recuperar el Castillo de San Angelo. El castillo capituló en aosto de         1098. Ahora pudo disfrutar de un breve período de reposo después de una         vida de incesante actividad y feroz contienda, que lo había llevado al         exilio y la penuria. Su amistad con los Normandos se fortaleció por la         designación del Conde Roger como legado papal en Sicilia, donde la Iglesia         había sido casi barrida por los Sarracenos; el antipapa estaba dentro de         su Arzobispado de Ravenna, y el poder de Enrique, aunque fortalecido por         el Conde Welf, quien había abandonado a Matilda, no era suficientemente         fuerte para seguir siendo una amenaza seria.
  En otubre de 1098, el         papa celebró un concilio en Bari con la intención de reconciliar a los         Griegos con los Latinos sobre el problema del filioque (Nota del         Traductor: Fórmula adicionada al Credo de Nicea en el Concilio de Toledo         en 589: "Creo en el Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo" -         Credo in Spiritum Sanctum qui ex patre filioque procedit) ciento ochenta         obispos asistieron, entre los cuales estaba San Anselmo de Canterbury,         quien había huido hacia Urbano para colocar ante él sus quejas contra el         Rey Rojo. El final de Noviembre vio de nuevo al papa en Roma; ese fue su         regreso final a la ciudad. Aquí celebró su último concilio en Abril de         1099. Una vez más elevó su elocuente voz en medio de las Cruzadas, y         muchos respondieron a su llamado. En julio 15 de 1099, Jerusalén cayó ante         el ataque de los cruzados, pero Urbano no vivió para escuchar las nuevas.         Murió en la casa de Pierleone que tan a menudo le había brindado refugio.         Sus restos no pudieron ser sepultados en la Lateranense porque los         seguidores de Guiberto aún permanecían en la ciudad, sino que fueron         llevados a la cripta de San Pedro donde fueron enterrados cerca a la tumba         de Adriano I. Guiberto de Nogent asegura que se obraron milagros en la         tumba de Urbano, quien figura como santo en muchos de los Martirologios.         Así parece haber existido un culto de Urbano II desde el momento de su         muerte, aunque su fiesta (julio 29) nunca ha sido extendida a la Iglesia         Universal. Entre las figuras pintadas en el ábside del oratorio construido         por Calixto II en la Palacio de Letrán está la de Urbano II con las         palabras sanctus Urbanus secundus debajo de ella. La cabeza está coronada         por una nube cuadrada, y el papa es representado a los pies de Nuestra         Señora. 
  El acto formal de beatificación no tuvo lugar hasta el         pontificado de León XIII. La causa fue presentada por Monseñor Langenieux,         Arzobispo de Reims en 1878, y después de haber pasado por varias         instancias la decisión fue tomada por León XIII el 14 de julio de         1881.  | 
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  Fuente: www.archivalencia.org 
Lucio Martínez Mancebo y 7   compañeros Mártires, Julio 29   
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  |                        |                Lucio Martínez Mancebo y 7               compañeros  |           Mártires         Martirogio         Romano:         En Calanda, población cercana a Teruel, en España, beatos Lucio         Martínez Mancebo, presbítero de la Orden de Predicadores, y compañeros,         mártires, que, apoyándose en la fortaleza de Cristo, dieron su vida         durante la misma persecución (1936). Cuyos nombres son:         Antonio López Couceiro, Felicísimo Díez González, Saturio Rey Robles, Tirso Manrique Melero, presbíteros; Gumersindo Soto Barros y Lamberto de Navascués y de Juan, religiosos, de la Orden de Predicadores; y         Manuel Albert Ginés, presbítero diocesano.
  Lucio Martínez Mancebo
  Fraile sencillo pero de         personalidad recia y temperamento vigoroso, que demostró al hacer frente a         los estudios eclesiásticos, que le costaron mucho. Su tenacidad y espíritu         religioso le permitieron alcanzar el grado de Lector. Ejerció como         profesor, y en 1936 era Maestro de Novicios y Subprior en el Convento de         Calanda (Teruel).
  Alejado el Convento de grandes ciudades, era         peligroso en caso de conflicto. Al llegar la persecución, el P. Lucio se         preocupó de que los jóvenes saliesen del Convento y buscasen acogida fuera         de Calanda, mirando a Zaragoza. Al despedirlos con su bendición les         aconsejó que de llegar el caso de dar la vida por la fe, lo asumiesen con         valentía.
  Él con algunos religiosos quedaron en el Convento que al         ser asaltado, tuvieron que refugiarse en casas particulares. Al amenazar         de muerte a los que tenían frailes en la casa, salieron a la calle donde         fueron apresados, y dos días después fusilados. Subidos al camión que los         llevaba al lugar del martirio, inició con voz poderosa el rezo del Rosario         hasta el lugar del suplicio, en el que manifestaron su perdón a todos,         consumando el sacrificio de su vida al grito de ¡Viva Cristo         Rey!
  Antonio López Couceiro
  Perseveró fiel en los         caminos de justicia (Eco 9,11)
  Varón de hondo espíritu religioso y         elevado sentido de austeridad, sus penitencias eran proverbiales y         notorias, físicas y morales. De plena obediencia ejerció ministerios         varios y diversos destinos. Carácter duro que compensaba y dominaba con         seria humildad y reconocimiento de sus limitaciones. Alguien dijo de él         que para la cima de la santidad sólo le faltaba el martirio. El Señor se         lo concedió en julio de 1936, a sus 66 años de         edad.
 
  Dispuesto y bien preparado para el martirio, sirvió de         ejemplo y estímulo para los demás en las horas trágicas que precedieron al         sacrificio de su vida. Recordóles la conveniencia de la confesión         sacramental en aquellos momentos, y la absoluta necesidad de perdonar         evangélicamente. Por querer ayudar al religioso mayor del grupo, que se         desplazaba con dificultad, ambos fueron apresados y fusilados con todo el         grupo de dominicos que había quedado en el pueblo.
  Malherido, caído         en tierra, juntó las manos, miró al Cielo, y le oyeron musitar: "¡Señor,         perdónalos, porque no saben lo que hacen!". Fueron sus últimas         palabras.
  Tirso Manrique Melero
  En todas sus empresas         dio gracias a Dios (Eco 47,9)
  Humanamente se le podía considerar         buen pedagogo, pastoralmente fue un predicador apóstol de la doctrina         social de la Iglesia. Excelente compañero en la vida comunitaria, dotado         de gracia especial para la convivencia. Espiritualmente era de profunda         piedad y vigoroso sentido ascético.
  Se le veía a veces un tanto         abatido ante el futuro que intuía conflictivo. Era un fondo de humildad y         conciencia de pequeñez que le hacía sentirse poca cosa en momentos         difíciles. No le importaba morir, pero le preocupaba el no estar a la         altura de las circunstancias.
  Sin embargo hizo frente a momentos         duros. Fue rechazado en varias casas, ya que la presencia de un fraile         resultaba peligrosa. Saboreó la amargura de quienes se lo habían ofrecido         todo y a la hora de la verdad, se lo negaron todo. No le quedó más refugio         que sentarse en un banco de la plaza de Calanda y esperar. Poco después         era apresado y conducido donde estaban los demás. Aquella misma noche         fueron fusilados.
  Felicísimo Díez González
  De bendita memoria         (Eco 45,1)
  Estaba en sus primeros años de vida sacerdotal, que         ejercía como profesor de los aspirantes al hábito en la Orden. Formaba         parte de la Comunidad de Calanda. De carácter severo, lo era con todos         pero más consigo mismo. Aunque resultase un tanto duro, supo moldearlo         hasta el punto de forjar un comportamiento jovial y muy agradable. Parece         ser que era de los que veían con mayor claridad la conflictiva situación         social. Entre bromas y veras se despedía a veces aludiendo a la         eternidad.
  Al llegar la persecución fue de los primeros en ser         detenido, junto con otros dos miembros de la Comunidad. Fueron llevado a         Alcañiz donde los milicianos quisieron matarles ya. De momento los liberó         la energía del comandante militar que exigió fuesen devueltos y juzgados         en Calanda, de donde procedían. Fueron los tres primeros frailes que         entraron en la cárcel. Después les fueron agregados los demás, a medida         que los apresaban, hasta completar el número de siete dominicos que habían         quedado en el pueblo. Recibieron la palma del martirio comunitariamente,         como habían vivido durante años. Era el 29 de julio y tenía 29         años.
  Gumersindo Soto Barrios
  Con todo su corazón         amó a su Hacedor (Eco 47,10)
  Piadoso Hermano de Obediencia, ejemplo         de religiosidad sencilla y profunda. Gran trabajador, con dotes de         organizador y muy dado a las Matemáticas, lo que le valió el haber sido         profesor de los aspirantes al ingreso en la Orden. Hizo honor a su nombre,         no sólo siendo obediente hasta la muerte, sino obedeciendo lo mejor que         podía.
  Al llegar la persecución contaba 67 años de edad y 37 de         vida religiosa, pero por sus achaques no estaba en condiciones de largas         caminatas. Al ver que su presencia en casas particulares comprometía y él         no podían andar, optó por dejarse en manos de la Providencia y quedó         sentado en un banco de la plaza del pueblo. Apresado fue conducido a         Alcañiz, pero devuelto a Calanda para ser juzgado. En la cárcel encontró         los otros miembros de la Comunidad y todos se prepararon para la hora         final. Juntos recibieron la palma del martirio el 29 de julio del mismo         1936.
  Saturio Rey Robles
  Por gracia de Dios soy lo         que soy (2 Co 15,10)
  Amigo inseparable del P. Felicísimo, y de su         misma edad, lo fueron hasta el martirio. Temperamento nervioso tuvo que         hacer grandes esfuerzos para aclimatarse a la vida religiosa. Con todo,         dio muestras de sólida vocación religiosa, en especial en la caridad para         con enfermos.
  La noche en que se consumó el sacrificio, los nervios         le motivaron una crisis, que unas palabras del P. Antonio L. Couceiro         calmaron inmediatamente. Así continuó a la altura de los demás. El         ejemplo, fortaleza y oportunas palabras del P. Antonio fueron el aliento         definitivo que necesitaba el P. Saturio. En cambio, el P. Couceiro,         traspasado de Cristo, pudo decir: "Él nos alienta en nuestras luchas hasta         el punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha         compartiendo con ellos el mismo ánimo que recibimos de Dios" (2 Co 1,4).         El P. Saturio fue el gran beneficiario en este caso.
  Lamberto de Nasvascués y         de Juan
  Donde hay humildad, allí hay sabiduría (Prov 11         ,2)
  De familia noble, educación exquisita, formación humana         completa y gran poder de captación. A punto de terminar la carrera de         Derecho, renunció a todo y solicitó ser religioso en calidad Hermano         Cooperador. Tuvo que luchar mucho pues la mayoría consideraron un         desacierto su decisión. Veían en él un prometedor candidato para el         sacerdocio. Pero Lamberto se mantuvo fiel a su carisma personal.
  A         mediados del 1936 era novicio-cooperador en el Convento dominicano de         Calanda (Teruel). Al llegar la persecución la Comunidad tuvo que         desperdigarse, pero fray Lamberto quiso quedarse con los religiosos         mayores en el Convento y sufrir la suerte de los mayores. Con ellos fue         detenido el 28 de julio y conducido a la cárcel.
  Sometido con los         demás a un simulacro de juicio, se les decretó condena de muerte. Después         de muchos malos tratos de palabra y de obra, fueron cargados en un camión         y conducidos al lugar del martirio. Rezando el Rosario en voz alta y         perdonando de corazón a sus verdugos, fueron fusilados a unos seis         kilómetros del pueblo, mientras ellos proclamaban "¡Viva Cristo Rey!". Era         media noche del 29 de julio.
  Fray Lamberto tenía 25 años de edad y         Llevaba dos meses y algunas semanas de novicio en la         Orden.
  Manuel Albert Ginés
  Al que me sirva, mi Padre         le honrará (Jn 12,26)
  Iba a cumplir 70 años y llevaba 45 de plena         dedicación sacerdotal en Calanda, primero como capellán del santuario         local del Pilar y después también como coadjutor de aquella Parroquia. Era         tenido en gran consideración y estima por su ejemplaridad y obras de         caridad con atención a los enfermos. Al llegar la persecución, se mantuvo         sereno en su casa, que fue la primera que asaltaron los revolucionarios,         por lo que mostró un gran contento dando gracias a Dios por haberle         permitido participar de sus persecuciones. Detenido hicieron un simulacro         de juicio y fue condenado por ser sacerdote. Pidió le uniesen al grupo de         dominicos encarcelados y se lo concedieron. Dos días estuvieron en la         cárcel.
  Juntos se prepararon para el martirio que veían seguro. Se         reconciliaron mutuamente, rezaron el Rosario con frecuencia y se animaban         unos a otros, distinguiéndose Mosén Albert y el P. Couceiro insistiendo en         la necesidad de perdonar. La noche del 29 de julio entre insultos, burlas         y blasfemias los subieron a un camión que los llevaría al suplicio. Con         palabras de perdón y vivas a Cristo Rey, ráfagas de ametralladora         segaron sus vidas.
  En este vínculo puedes ver más sobre los         233 mártires en España beatificados por S.S. Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001.           | 
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  Fuente: clairval.com 
Celia y Luis Martin, Beatos Padres   de familia, 29 de julio   
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  |                        |                Celia y Luis Martin, Beatos  |           Padres de Santa Teresita de   Lisieux         Martirologio         Romano:         En Burdeos, Francia, beatos Celia Guérin y Luis Martin, matrimonio         cristiano, fallecidos respectivamente el 28 de agosto de 1877 y el 29 de         julio de 1894.                   Luis Martin nació en Burdeos el 22 de agosto de 1823,         segundo hijo de una familia de cinco hermanos. Su padre, militar de         carrera, se encuentra por esa época en España; los primeros años de         infancia de los hermanos Martin transcurren a merced de las guarniciones         de su padre: Burdeos, Aviñón y Estrasburgo (Francia). Llegada su         jubilación, en diciembre de 1830, el capitán Martin se establece en         Alençon, en Normandía. Durante su actividad de militar había destacado por         su piedad ejemplar. En una ocasión, al decirle el capellán de su         regimiento que, entre la tropa, se extrañaban de que, durante la Misa,         permaneciera tanto tiempo de rodillas después de la consagración, él         respondió sin pestañear: "¡Dígales que es porque creo!". Tanto en el seno         de su familia como con los Hermanos de las Escuelas Cristianas, Luis         recibe una fuerte educación religiosa. Al contrario de la tradición         familiar, no escoge el oficio de las armas, sino el de relojero, que casa         mejor con su temperamento meditabundo y silencioso, y con su gran         habilidad manual. Primeramente aprende el oficio en Rennes y, luego, en         Estrasburgo.
  En el umbral del otoño de 1845, Luis toma la decisión         de entregarse por completo a Dios, por lo que se encamina al Hospicio de         San Bernardo el Grande, en el corazón de los Alpes, donde los canónigos         consagran su vida a la oración y a rescatar a los viajeros perdidos en la         montaña. Se presenta ante el prior, quien le insta a que regrese a su casa         a fin de completar sus estudios de latín antes de un eventual ingreso en         el noviciado. Tras una infructuosa tentativa de incorporación tardía al         estudio, Luis, muy a pesar suyo, renuncia a su proyecto. Para perfeccionar         su instrucción, se marcha a París, regresando e instalándose a         continuación en Alençon, donde vive con sus padres. Lleva una vida tan         ordenada que sus amigos dicen : "Luis es un santo".
  Tantas son sus         ocupaciones que Luis ni siquiera piensa en el matrimonio. A su madre le         preocupa, pero en la escuela de encajes, donde ella asiste a clase, se         fija en una joven, hábil y de buenos modales. ¿Y si fuera la "perla" que         ella desea para su hijo? Aquella joven es Celia Guérin, nacida en         Gandelain, en el departamento de Orne (Normandía), el 23 de diciembre de         1831, la segunda de tres hermanos. Tanto el padre como la madre son de         familia profundamente cristiana. En septiembre de 1844 se instalan en         Alençon, donde las dos hermanas mayores reciben una esmerada educación en         el internado de las Religiosas del Sagrado Corazón de Picpus.
  Celia         piensa en la vida religiosa, al igual que su hermana mayor, que llegará a         ser sor María Dositea en la Visitación de Le Mans. Pero la superiora de         las Hijas de la Caridad, a quien Celia solicita su ingreso, le responde         sin titubear que no es ésa la voluntad de Dios. La joven se inclina ante         tan categórica afirmación, aunque no sin tristeza. Pero un hermoso         optimismo sobrenatural la hace exclamar: "Dios mío, accederé al estado de         matrimonio para cumplir con tu santa voluntad. Te ruego, pues, que me         concedas muchos hijos y que se consagren a ti". Celia entra entonces en         una escuela de encajes con objeto de perfeccionarse en la confección del         punto de Alençon, 
  técnica de encaje especialmente célebre. El 8 de         diciembre de 1851, festividad de la Inmaculada Concepción, tiene una         inspiración: "Debes fabricar punto de Alençon". A partir de ese momento se         instala por su cuenta.
  Un día, al cruzarse con un joven de noble         fisonomía, de semblante reservado y de dignos modales, se siente         fuertemente impresionada, y una voz interior le dice: "Este es quien he         elegido para ti". Pronto se entera de su identidad; se trata de Luis         Martin. En poco tiempo los dos jóvenes llegan a apreciarse y a amarse, y         el entendimiento es tan rápido que contraen matrimonio el 13 de julio de         1858, tres meses después de su primer encuentro. Luis y su esposa se         proponen vivir como hermano y hermana, siguiendo el ejemplo de San José y         de la Virgen María. Diez meses de vida en común en total continencia hacen         que sus almas se fundan en una intensa comunión espiritual, pero una         prudente intervención de su confesor y el deseo de proporcionar hijos al         Señor les mueven a interrumpir aquella santa experiencia. Celia escribirá         más tarde a su hija Paulina: "Sentía el deseo de tener muchos hijos y         educarlos para el Cielo". En menos de trece años tendrán nueve hijos, y su         amor será hermoso y fecundo.
  En las antípodas
  "Un         amor que no es "hermoso", es decir, un amor que queda reducido a la         satisfacción de la concupiscencia, o a un "uso" mutuo del hombre y de la         mujer, hace que las personas lleguen a ser esclavas de sus debilidades"         (Carta a las familias, 13). Desde ese punto de vista, las personas son         utilizadas como si fueran cosas: la mujer puede llegar a ser un objeto de         deseo para el hombre, y viceversa; los hijos, una carga para los padres;         la familia, una institución molesta para la libertad de sus miembros. Nos         encontramos entonces en las antípodas del verdadero amor. "Al buscar sólo         el placer, podemos llegar a matar el amor, y a matar sus frutos, dice el         Papa. Para la cultura del placer, el fruto bendito de tu seno" (Lc 1, 42)         se convierte en cierto sentido en un "fruto maldito", es decir, no         deseado, que se quiere suprimir mediante el aborto. Esa cultura de muerte         se opone a la ley de Dios: "Respecto a la vida humana, la Ley de Dios         carece de equívocos y es categórica. Dios nos ordena: No matarás (Ex 20,         13). Así pues, ningún legislador humano puede afirmar: Te está permitido         matar, tienes derecho a matar, deberías matar" (Ibíd., 21).
  "Sin         embargo, añade el Papa, constatamos cómo se está desarrollando, sobre todo         entre los jóvenes, una nueva conciencia por el respeto a la vida a partir         de la concepción... Es un germen de esperanza para el futuro de la familia         y de la humanidad" (Ibíd.). Así es; pues en el recién nacido se realiza el         bien común de la familia y de la humanidad. Los esposos Martin         experimentan esa verdad al recibir a sus numerosos hijos: "No vivíamos         sino para nuestros hijos; eran toda nuestra felicidad y solamente la         encontrábamos en ellos", escribirá Celia. Sin embargo, su vida conyugal no         está carente de pruebas. Tres de sus hijos mueren prematuramente, dos de         ellos eran los varones; después fallece de repente María Helena, de cinco         años y medio. Plegarias y peregrinaciones se suceden en medio de la         angustia, en especial en 1873, durante la grave enfermedad de Teresa y la         fiebre tifoidea de María. En medio de los mayores desasosiegos, la         confianza de Celia se ve fortificada por la demostración de fe de su         esposo, en particular por su estricta observancia del descanso dominical:         Luis nunca abre la tienda los domingos. Es el día del Señor, que se         celebra en familia; primero con los oficios de la parroquia y luego con         largos paseos; los niños disfrutan en las fiestas de Alençon, jalonadas de         cabalgatas y de fuegos artificiales.
  La educación de los hijos es a         la vez alegre, tierna y exigente. En cuanto tienen uso de razón, Celia les         enseña a ofrecer su corazón al Señor cada mañana, a aceptar con sencillez         las dificultades diarias "para contentar a Jesús". Esta será la marca         indeleble y la base de la "pequeña vía" que enseñará su benjamina, la         futura Santa Teresita. "El hogar es así la primera escuela de vida         cristiana", como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (Catecismo,         1657). Luis ayuda a su esposa en sus tareas con los niños: sale a las         cuatro de la madrugada en busca de una nodriza para uno de los más         pequeños, que está enfermo; acompaña a su mujer a diez kilómetros de         Alençon durante una noche helada hasta la cabecera de su primer hijo,         José; cuida a su hija mayor, María, cuando padece la fiebre tifoidea, a la         edad de trece años, etc.
  El dinamismo que da el         amor
  El gran dinamismo de Luis Martin no recuerda en nada a         aquel "dulce soñador", como se le ha descrito a veces. Para ayudar a         Celia, que se encuentra desbordada por el éxito de su empresa de encajes,         abandona la relojería. El encaje se trabaja en piezas de 15 a 20         centímetros, empleándose hilos de lino de una gran calidad y de una finura         extrema. Una vez ejecutado el "trazo", el "pedazo" pasa de mano en mano         según el número de puntos de que se compone – existen nueve, que         constituyen otras tantas especialidades. A continuación se procede a su         encajadura, una delicada labor que se consigue mediante agujas e hilos         cada vez más finos. Es la propia Celia quien une de manera invisible las         piezas que le traen las encajeras que trabajan a domicilio. Pero hay que         buscar salidas para el producto, y Luis destaca en el aspecto comercial y         hace que aumenten considerablemente los beneficios de la empresa. Sin         embargo, también sabe encontrar momentos de descanso y de ir a         pescar.
  Además, los esposos Martin forman parte de varias         asociaciones piadosas: Orden Tercera de San Francisco, adoración nocturna,         etc. La fuerza que necesitan la obtienen de la observancia amorosa de las         prescripciones y de los consejos de la Iglesia: ayunos, abstinencias, Misa         diaria y confesión frecuente. "La fuerza de Dios es mucho más poderosa que         vuestras dificultades – escribe el Papa Juan Pablo II a las familias. La         eficacia del sacramento de la Reconciliación es inmensamente mayor que el         mal que actúa en el mundo... Incomparablemente mayor es, sobre todo, el         poder de la Eucaristía... En este sacramento, Cristo se entrega a sí mismo         como alimento y como bebida, como fuente de poder salvífico... La vida que         de Él procede es para vosotros, queridos esposos, padres y familias.         Recordad que instituyó la Eucaristía en un contexto familiar, en el         transcurso de la Última Cena... Y las palabras que entonces pronunció         conservan todo el poder y la sabiduría del sacrificio de la Cruz" (Ibíd.,         18).
  Unos frutos duraderos
  Del manantial eucarístico,         Celia obtiene una energía superior a la media de las mujeres, y su esposo         una ternura superior a la media de los hombres. Luis gestiona la economía         y consiente de buen grado ante las peticiones de su esposa: "En cuanto al         retiro de María en la Visitación, escribe Celia a Paulina, sabes que a         papá no le gusta nada separarse de vosotras, y había dicho primero         formalmente que no iría... Anoche María se estaba quejando de ello y yo le         dije: "Déjalo de mi cuenta; siempre consigo lo que quiero, sin forzar         demasiado; todavía falta un mes; es suficiente para convencer diez veces a         tu padre". No me equivocaba, pues apenas una hora después, cuando regresó,         se puso a hablar amistosamente con tu hermana (María)... "Bien, me dije,         este es el momento oportuno", e hice una insinuación al respecto. "¿Así         que deseas de verdad ir a ese retiro?", dijo papá a María: "Sí, papá. –         ¡Pues bien, puedes ir!"... Creo que yo tenía una buena razón para que         María fuera a aquel retiro. Si bien suponía un gasto, el dinero no es nada         cuando se trata de la santificación de un alma; y el año pasado María         regresó completamente transformada. Los frutos todavía duran, aunque ya es         hora de que renueve su provisión".
  Los retiros espirituales         producen frutos de conversión y de santificación, porque, bajo el efecto         de su dinamismo, el alma, dócil a las iluminaciones y a los movimientos         del Espíritu Santo, se purifica siempre más de los pecados y practica las         virtudes, imitando al modelo absoluto que es Jesucristo, para conseguir         una unión más íntima con él. Por eso dijo el Papa Pablo VI: "La fidelidad         a los ejercicios anuales en un medio apartado asegura el progreso del         alma". Entre todos los métodos de ejercicios espirituales "existe uno que         obtuvo la completa y reiterada aprobación de la Sede Apostólica... el         método de San Ignacio de Loyola, de quien Nos complace llamar Maestro         especializado en ejercicios espirituales" (Pío XI, Encíclica Mens         Nostra).
  La vida profundamente cristiana de los esposos Martin se         abre naturalmente a la caridad para con el prójimo: limosnas discretas a         las familias necesitadas, a las que se unen sus hijas, según su edad;         asistencia a los enfermos, etc. No tienen miedo de luchar justamente para         reconfortar a los oprimidos. Así mismo, realizan juntos las gestiones         necesarias para que un indigente pueda entrar en el hospicio, cuando éste         no tiene derecho al no tener suficiente edad para ello. Son servicios que         sobrepasan los límites de la parroquia y que dan testimonio de un gran         espíritu misionero: espléndidas ofrendas anuales para la Propagación de la         Fe, participación en la construcción de una iglesia en Canadá,         etc.
  Pero la intensa felicidad familiar de los Martin no debía         durar demasiado tiempo. A partir de 1865, Celia se percata de la presencia         de un tumor maligno en el pecho, surgido después de una caída contra el         borde de un mueble. Tanto su hermano, que es farmacéutico, como su marido         no le conceden demasiada importancia; pero a finales de 1876 el mal se         manifiesta y el diagnóstico es concluyente: "tumor fibroso no operable" a         causa de su avanzado estado. Celia lo afronta hasta el final con toda         valentía; consciente del vacío que supondrá su desaparición, le pide a su         cuñada, la señora Guérin, que, después de su muerte, ayude a su marido en         la educación de los más pequeños.
  Su muerte acontece el 28 de         agosto de 1877. Para Luis, de 54 años de edad, supone un abatimiento, una         profunda llaga que sólo se cerrará en el Cielo. Pero lo acepta todo, con         un espíritu de fe ejemplar y con la convicción de que su "santa esposa"         está en el Cielo. Y cumplirá con la labor que había empezado en la armonía         de un amor intachable: la educación de sus cinco hijas. Para ello, escribe         Teresita, "aquel corazón tierno de papá había añadido al amor que ya         poseía un amor realmente maternal". La señora Guérin se ofrece para ayudar         a la familia Martin, invitando a su cuñado a trasladar su hogar a Lisieux.         Para aquellas pequeñas huérfanas, la farmacia de su marido será su segunda         casa y la intimidad que une a ambas familias crecerá con las mismas         tradiciones de sencillez, labor y rectitud. A pesar de los recuerdos y de         las fieles amistades que podrían retenerlo en Alençon, Luis se decide a         sacrificarlo todo y a mudarse a Lisieux.
  Un gran         honor
  La vida en los "Buissonnets", la nueva casa de Lisieux,         resulta más austera y retirada que en Alençon. La familia mantiene pocas         relaciones, y cultiva el recuerdo de la persona a la que el señor Martin         sigue designando con el nombre de "vuestra santa mamá". Las más jovencitas         son confiadas a las Benedictinas de Nuestra Señora del Prado. Pero Luis         sabe procurarles distracciones: sesiones teatrales, viajes a Trouville,         estancia en París, etc., intentando que, a través de todas las realidades         de la vida, encuentren la gloria de Dios y la santificación de las         almas.
  Su santidad personal se revela sobre todo en la ofrenda de         todas sus hijas, y después de sí mismo. Celia ya preveía la vocación de         las dos mayores, pues Paulina ingresaba en el Carmelo de Lisieux en         octubre de 1882, y María en octubre de 1886. Al mismo tiempo, Leonina, de         difícil temperamento, inicia una serie de infructuosos intentos; en primer         lugar en las Clarisas, y luego en la Visitación, donde, tras dos intentos         fallidos, acabará ingresando definitivamente en 1899. Teresa, la         benjamina, la "pequeña reina", conseguirá vencer todos los obstáculos         hasta ingresar en el Carmelo a los 15 años, en abril de 1888. Dos meses         después, el 15 de junio, Celina revela a su padre que también ella siente         la llamada de la vida religiosa. Ante aquel nuevo sacrificio, la reacción         de Luis Martin es espléndida: "Ven, vayamos juntos ante el Santísimo a         darle gracias al Señor por concederme el honor de llevarse a todas mis         hijas".
  A imitación del señor Martin, los padres deben acoger las         vocaciones como un don de Dios, escribe el Papa Juan Pablo II: "Vosotros,         padres, dad gracias al Señor si ha llamado a la vida consagrada a alguno         de vuestros hijos. ¡Debe ser considerado un gran honor – como lo ha sido         siempre– que el Señor se fije en una familia y elija a alguno de sus         miembros para invitarlo a seguir el camino de los consejos evangélicos!         Cultivad el deseo de ofrecer al Señor a alguno de vuestros hijos para el         crecimiento del amor de Dios en el mundo. ¿Qué fruto de vuestro amor         conyugal podríais tener más bello que éste?" (Vita consecrata, 25 de marzo         de 1996, nº 107).
  La vocación es ante todo una iniciativa divina,         pero una educación cristiana favorece la respuesta generosa a la llamada         de Dios: "En el seno de la familia, los padres han de ser para sus hijos         los primeros anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo, y han         de fomentar la vocación personal de cada uno y, con especial cuidado, la         vocación a la vida consagrada" (Catecismo, 1656). Por lo tanto, "si los         padres no viven los valores evangélicos, será difícil que los jóvenes y         las jóvenes puedan percibir la llamada, comprender la necesidad de los         sacrificios que han de afrontar y apreciar la belleza de la meta a         alcanzar. En efecto, es en la familia donde los jóvenes tienen las         primeras experiencias de los valores evangélicos, del amor que se da a         Dios y a los demás. También es necesario que sean educados en el uso         responsable de su libertad, para estar dispuestos a vivir de las más altas         realidades espirituales según su propia vocación" (Vita consecrata,         ibíd.).
  "Soy demasiado feliz"
  Santa Teresa del Niño         Jesús y de la Santa Faz dará testimonio de la manera concreta en que su         padre vivía el Evangelio: "Lo que más me llamaba la atención eran los         progresos en la perfección que hacía papá; a imitación de San Francisco de         Sales, había conseguido dominar su natural vivacidad, hasta el punto que         parecía que poseía la naturaleza más dulce del mundo... Las cosas de este         mundo apenas parecían rozarle, y se recuperaba con facilidad de las         contrariedades de la vida". En mayo de 1888, en el transcurso de una         visita a la iglesia donde se había celebrado su boda, a Luis se le         representan las etapas de su vida, y enseguida se lo cuenta sus hijas:         "Hijas mías, acabo de regresar de Alençon, donde he recibido tantas         gracias y consuelos en la iglesia de Nuestra Señora que he hecho la         siguiente plegaria: Dios mío, ¡esto es demasiado! Sí, soy demasiado feliz,         no es posible ir al Cielo de este modo, quiero sufrir algo por ti. Así que         me he ofrecido...". La palabra "víctima" desaparece de sus labios, no se         atreve a pronunciarla, pero sus hijas lo han comprendido.
  Así pues,         Dios no tarda en satisfacer a su siervo. El 23 de junio de 1888, aquejado         de accesos de arteriosclerosis que le afectan en sus facultades mentales,         Luis Martin desaparece de su domicilio. Tras muchas tribulaciones, lo         encuentran en Le Havre el día 27. Es el principio de una lenta e         inexorable degradación física. Poco tiempo después de que Teresa tomara         los hábitos, momento en que se había mostrado "tan apuesto y tan digno",         es víctima de una crisis de delirio que hace necesario su internamiento en         el hospital del Salvador de Caen; es una situación humillante que acepta         con extraordinaria fe. Cuando consigue expresarse repite sin cesar: "Todo         sea para la mayor gloria de Dios"; o también: "Nunca había sufrido una         humillación en la vida, por eso necesitaba una". En mayo de 1892, cuando         ya las piernas sufren de parálisis, lo devuelven a Lisieux. "¡Adiós, hasta         el Cielo!", consigue decir a sus hijas con motivo de su última visita al         Carmelo. Se apagará dulcemente como consecuencia de una crisis cardíaca el         29 de julio de 1894, asistido por Celina, que había demorado su entrada en         el Carmelo para dedicarse a él.
  Santa Teresa del Niño Jesús y de la         Santa Faz llegará a decir: "El Señor me concedió un padre y una madre más         dignos del Cielo que de la tierra". Que podamos llegar también nosotros,         siguiendo su ejemplo, a la Morada eterna que la santa de Lisieux denomina         "el hogar Paterno de los Cielos".
  Beatificación
  La         Santa Sede admitió la "inexplicable curación" de un niño nacido en 2002         con grave e incurable insuficiencia pulmonar en Monza (Italia) por         intercesión del matrimonio de Martín y Celia Guérin.
  El niño nació         el 25 de mayo del año 2002, y el 2 de junio, cuando lo bautizaron, a sus         padres se les informó que su muerte era inminente. 
  Los padres         dedicaron una novena a Louis y Zelie Martin pidiendo por su hijo y en         pocas semanas la condición del niño mejoró notablemente. Hace poco cumplió         un año y es un niño sano sin síntomas ni signos de su prematura gravedad.         
  Los médicos que analizaron el caso sostienen que no hay         explicación científica para justificar la curación del niño.
  S.S.         Benedicto XVI los declararó beatos de la Iglesia el día 19 de Octubre de         2008.  | 
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  Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01 
Lupo de Troyes,   Santo Obispo, 29 de julio   
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  |                        |                Lupo de Troyes, Santo  |           Obispo         Martirologio         Romano:         En Troyes, ciudad de la Galia Lugdunense, san Lupo, obispo, que con san         Germán de Auxerre fue a Bretaña para luchar contra la herejía de los         pelagianos, defendió después con la oración a su ciudad del furor de Atila         y, habiendo ejercido de modo admirable el sacerdocio durante cincuenta         años, descansó en paz (c. 478).                   San Lupo nació en Toul (Francia) hacia el año 383. Después         de seis años de matrimonio con la hermana de San Hilario de Arles, ambos         esposos se separaron de común acuerdo para consagrarse al servicio de         Dios. Lupo vendió sus posesiones y repartió el producto entre los pobres.         Después se retiró a la famosa abadía de Lérins, gobernada entonces por San         Honorato. Pero algo más tarde, hacia el año 426, fue elegido obispo de         Troyes. En su cargo se mostró tan humilde y mortificado como antes y         siguió practicando la pobreza como si se hallase en el monasterio. Sus         vestidos eran sencillísimos, dormía en un lecho de tablas, pasaba largas         horas en oración y ayunaba con mucha frecuencia. Así vivió cincuenta años,         cumpliendo celosamente sus deberes pastorales.
  El año 429, cuando         San Germán de Auxerre pasó por Troyes de camino a Inglaterra, a donde iba         a combatir la herejía pelagiana, San Lupo fue elegido para acompañarle.         Los dos obispos aceptaron esa misión con tanto mayor entusiasmo cuanto que         prometía ser difícil y laboriosa. Con sus oraciones, predicación y         milagros lograron extirpar la herejía, cuando menos por algún tiempo. A su         vuelta a Francia, San Lupo se entregó con renovado vigor a la reforma de         su grey. La prudencia y piedad que desplegó fueron tan grandes que San         Sidonio Apolinar le llama "padre de padres, obispo de obispos, cabeza de         los prelados de las Galias, norma de conducta, columna de verdad, amigo de         Dios e intercesor de los hombres ante El." San Lupo no vacilaba en         arrostrar lo peor por salvar la oveja perdida, y su apostolado tenía un         éxito que rayaba frecuentemente en lo milagroso. Entre otros ejemplos, se         cuenta que un hombre de su diócesis había abandonado a su esposa y se         había ido a vivir a Clermont. San Lupo escribió a San Sidonio, el obispo         de esa ciudad, una carta muy firme, pero al mismo tiempo de un tono tan         suave y comedido que, cuando el desertor la leyó, se arrepintió y regresó         a su casa. A ese propósito comenta San Sidonio: "¿Qué milagro mayor puede         darse que una reprimenda que mueve al pecador al arrepentimiento y le hace         amar a quien le reprende?"
  Por aquella época, Atila, a la cabeza de         un innumerable ejército de hunos, invadió la Galia. La invasión fue tan         bárbara, que las gentes consideraban a Atila como "el azote de Dios" que         venía a castigar los pecados del pueblo. Reims, Cambrai, Besangon, Auxerre         y Langres habían sufrido ya la cólera del invasor. La amenaza se cernía,         pues, sobre Troyes. El obispo, después de haber encomendado fervorosamente         su grey a Dios, salió al encuentro de Atila y consiguió que no entrase a         la provincia, pero en cambio, el rey de los hunos se llevó consigo a San         Lupo como rehén. Después de la derrota de los bárbaros en la llanura de         Chálons, se acusó a San Lupo de haber ayudado a Atila a escapar y el santo         tuvo que salir de su diócesis y abandonarla durante dos años, víctima de         lo que podríamos llamar "histeria anticolaboracionista." En el exilio         vivió como ermitaño en un bosque, con gran austeridad, entregado a la         contemplación. Cuando la malicia de sus enemigos cedió finalmente ante la         caridad y paciencia del obispo, volvió éste a su diócesis y la gobernó con         el mismo entusiasmo de siempre, hasta su muerte, ocurrida el año         478.
  Dado que acompañó a San Germán a Inglaterra, antiguamente se         veneraba a San Lupo en ese país. Se ha puesto en duda la historicidad de         la resistencia que el santo opuso a Atila y las consecuencias que se         derivaron de ello. En todo caso, lo cierto es que los hombres de Dios se         santifican por la oración y son capaces de obrar maravillas. Por la         oración obtuvo Elías que bajase fuego del cielo, alcanzó misericordia         Manases en la prisión, vio Ezequías restablecida su salud; la oración         salvó a los ninivitas de la catástrofe, con la oración preservaron Judit y         Ester al pueblo de Dios y, finalmente, la oración libró a Daniel de los         leones y a San Pedro de sus cadenas.  | 
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  Fuentes: IESVS.org; EWTN.com;   hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com
   
  Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
   
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